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Agustín de Hipona, mejor conocido como San Aurelio Agustín de Hipona, nació el
13 de noviembre del año 354 de nuestra era en Thagaste (antigua provincia
romana, actualmente conocida como Souk Ahras, Argelia). Fue un escritor, filósofo
y teólogo prolífico, entre sus grandes obras se encuentran sus Confesiones y la
Ciudad de Dios.
La familia de Agustín no profesaba una única doctrina, pues su madre era cristiana
(y así fue educado Agustín en su infancia), mientras que su padre era pagano;
este contraste de ideologías formaría, en un Agustín adolescente, una confusión
sobre el camino (espiritual) que debería seguir. Lo que nunca cambió en Agustín
fue su inclinación hacia la retórica, por lo cual, años más tarde, en el 371, se
dedicaría al estudio de dicha materia en la ciudad de Cartago. En dicha ciudad,
Agustín desarrollaría una vida “desordenada”, causada por la búsqueda de una
doctrina que lo oriente, además, aquí inicia relaciones con una mujer que sería la
madre de su hijo Adeodato. Dos años más tarde, Agustín se vuelve filósofo al leer
el Hortensius de Cicerón y se adhiere al maniqueísmo (religión basada en una
dualidad bien-mal). En dicho círculo es donde principia su búsqueda por encontrar
una solución al problema del mal (problema que lo perseguirá gran parte de su
vida). En el año 374, Agustín se convierte en profesor en su ciudad natal. Aquí
retoma una vieja amistad (la otra mitad de su alma, [1]) que, después de su
muerte, le dejaría una gran tristeza que lo seguirá un largo tiempo. Dos años
después, Agustín se vuelve profesor en Cartago, y es aquí donde llega al clímax
de su vida pecadora, tanto así que llega al extremo de compararse con Catilina
(político romano que, según sus adversarios, era de lo más vil).
Referencias: