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LOS INTELECTUALES

Antonio Gramsci estudió extensamente el papel de los intelectuales en la sociedad. Para el,
todos los hombres son intelectuales, en tanto que todos tenemos facultades intelectuales y
racionales, pero al mismo tiempo consideraba que no todos los hombres tienen en la sociedad la
función de intelectuales.
Gramsci recurre al análisis de la actividad intelectual como actividad intrínseca al ser humano –
y por tanto inseparable de la actividad manual–, donde se observa claramente la impronta de
Marx, quien fue el primero en captar la esencia del hombre como actividad “crítico-práctica”, o
sea “revolucionaria”. De aquí se desprende la actividad (trabajo) “intelectual”, como
especificidad, como aspecto parcial de una actividad integral del hombre; e históricamente
surgen los intelectuales como grupo, al desarrollarse dentro de la sociedad la división social del
trabajo, que constituye la parte fundamental del desarrollo de la fuerza productiva de trabajo.
El papel de los intelectuales es importante tanto para la construcción de la hegemonía como
para la contra-hegemonía. Él define dos tipos de intelectuales:

1. el intelectual tradicional.
2. el intelectual orgánico.

El intelectual tradicional:
El intelectual tradicional es el literato, el filósofo, el artista y por eso, nota Gramsci, “los
periodistas, que retienen ser literatos, filósofos, artistas retienen también ser los verdaderos
intelectuales”, mientras modernamente es la formación técnica la que sirve para formar la base
del nuevo tipo de intelectuales, un “constructor, organizador, persuasor”, que debe llegar “de la
técnica-trabajo a la técnica-ciencia y a la concepción humano-histórica, sin la cual permanece
especialista y no se vuelve dirigente”. El grupo social emergente, que lucha por conquistar la
hegemonía política, tiende a conquistar la propia ideología intelectual tradicional mientras, al
mismo tiempo, forma sus propios intelectuales orgánicos. Esta parece ser la categoría más
compleja de analizar en términos históricos, por al menos dos razones. Primero, por la relación
entre el papel que juega realmente su actividad en el desarrollo de las luchas entre las clases y lo
que ellos mismos creen acerca de su propia actividad; pero además por la relación que guardan
en todo momento con los intelectuales “orgánicos”.

El intelectual orgánico:
Los intelectuales orgánicos no se limitan a describir la vida social de acuerdo a reglas
científicas, sino más bien 'expresan', mediante el lenguaje de la cultura, las experiencias y el
sentir que las masas no pueden articular por sí mismas. ¿a qué apunta el intelectual orgánico?
Gramsci responde “[…] a buscar la relación entre la organización y las masas como una
relación entre educadores y educados, que se invierte dinámicamente al papel de los
intelectuales -en el seno del intelectual orgánico, la conquista y transformación de los aparatos
del Estado- para crear las condiciones de esa nueva hegemonía y la transformación de la
sociedad civil”. La organicidad del intelectual se mide con la mayor o menor conexión que
mantiene con el grupo social al cual se refiere: ellos operan, tanto en la sociedad civil – el
conjunto de los organismos privados en los cuales se debaten y se difunden las ideologías
necesarias para la adquisición del consenso que aparentemente surge espontáneamente de las
grandes masas de la población a las decisiones del grupo social dominante – que en la sociedad
política o estado, donde se ejercita el “dominio directo o de mando que se expresa en el Estado
y en el gobierno jurídico”. Los intelectuales son algo así como “los apostadores del grupo
dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno
político”. La tarea de estos intelectuales (orgánicos y tradicionales), es darle a la clase
“homogeneidad y consciencia de la propia función”. Esto es, hacer consciente para el sujeto que
actúa en la vida social –que es el conjunto de la clase misma– el interés objetivo que tiene la
clase con relación al resto de las clases. Para eso es necesaria una visión de conjunto de la
sociedad, visión a la que acceden en su desarrollo, los intelectuales. Ésta responde a las
necesidades de la clase, que surgen con el desarrollo de sus tareas prácticas en la vida material.
Nunca se trata de una mirada “desde afuera”, nunca las tareas de los intelectuales son tareas
aparte de las tareas de su clase de origen.
Como el Estado, en la sociedad política, tiene a unificar a los intelectuales tradicionales, con
aquellos orgánicos, así en la sociedad civil y el partido político, todavía más completa y
orgánicamente que el Estado, elabora “los propios componentes, elementos de un grupo social
nacido y desarrollado como económico, hasta convertirlos en intelectuales políticos calificados,
dirigentes, organizadores de todas las actividades y las funciones inherentes al desarrollo
orgánico de una sociedad integral, civil y política”. La necesidad de crear una cultura obrera se
relaciona con el llamado de Gramsci por una educación capaz de desarrollar intelectuales
obreros, que compartan la pasión de las masas.

• Según Gramsci, los intelectuales modernos no son simplemente escritores, sino directores y
organizadores involucrados en la tarea práctica de construir la sociedad.
LOS INTELECTUALES

Antonio Gramsci estudió extensamente el papel de los intelectuales en la sociedad. Para el,
todos los hombres son intelectuales, en tanto que todos tenemos facultades intelectuales y
racionales, pero al mismo tiempo consideraba que no todos los hombres tienen en la sociedad la
función de intelectuales.
Gramsci recurre al análisis de la actividad intelectual como actividad intrínseca al ser humano –
y por tanto inseparable de la actividad manual–, donde se observa claramente la impronta de
Marx, quien fue el primero en captar la esencia del hombre como actividad “crítico-práctica”, o
sea “revolucionaria”. De aquí se desprende la actividad (trabajo) “intelectual”, como
especificidad, como aspecto parcial de una actividad integral del hombre; e históricamente
surgen los intelectuales como grupo, al desarrollarse dentro de la sociedad la división social del
trabajo, que constituye la parte fundamental del desarrollo de la fuerza productiva de trabajo.
El papel de los intelectuales es importante tanto para la construcción de la hegemonía como
para la contra-hegemonía. Él define dos tipos de intelectuales:

1. el intelectual tradicional.
2. el intelectual orgánico.

El intelectual tradicional:
El intelectual tradicional es el literato, el filósofo, el artista y por eso, nota Gramsci, “los
periodistas, que retienen ser literatos, filósofos, artistas retienen también ser los verdaderos
intelectuales”, mientras modernamente es la formación técnica la que sirve para formar la base
del nuevo tipo de intelectuales, un “constructor, organizador, persuasor”, que debe llegar “de la
técnica-trabajo a la técnica-ciencia y a la concepción humano-histórica, sin la cual permanece
especialista y no se vuelve dirigente”. El grupo social emergente, que lucha por conquistar la
hegemonía política, tiende a conquistar la propia ideología intelectual tradicional mientras, al
mismo tiempo, forma sus propios intelectuales orgánicos. Esta parece ser la categoría más
compleja de analizar en términos históricos, por al menos dos razones. Primero, por la relación
entre el papel que juega realmente su actividad en el desarrollo de las luchas entre las clases y lo
que ellos mismos creen acerca de su propia actividad; pero además por la relación que guardan
en todo momento con los intelectuales “orgánicos”.

El intelectual orgánico:
Los intelectuales orgánicos no se limitan a describir la vida social de acuerdo a reglas
científicas, sino más bien 'expresan', mediante el lenguaje de la cultura, las experiencias y el
sentir que las masas no pueden articular por sí mismas. ¿a qué apunta el intelectual orgánico?
Gramsci responde “[…] a buscar la relación entre la organización y las masas como una
relación entre educadores y educados, que se invierte dinámicamente al papel de los
intelectuales -en el seno del intelectual orgánico, la conquista y transformación de los aparatos
del Estado- para crear las condiciones de esa nueva hegemonía y la transformación de la
sociedad civil”. La organicidad del intelectual se mide con la mayor o menor conexión que
mantiene con el grupo social al cual se refiere: ellos operan, tanto en la sociedad civil – el
conjunto de los organismos privados en los cuales se debaten y se difunden las ideologías
necesarias para la adquisición del consenso que aparentemente surge espontáneamente de las
grandes masas de la población a las decisiones del grupo social dominante – que en la sociedad
política o estado, donde se ejercita el “dominio directo o de mando que se expresa en el Estado
y en el gobierno jurídico”. Los intelectuales son algo así como “los apostadores del grupo
dominante para el ejercicio de las funciones subalternas de la hegemonía social y del gobierno
político”. La tarea de estos intelectuales (orgánicos y tradicionales), es darle a la clase
“homogeneidad y consciencia de la propia función”. Esto es, hacer consciente para el sujeto que
actúa en la vida social –que es el conjunto de la clase misma– el interés objetivo que tiene la
clase con relación al resto de las clases. Para eso es necesaria una visión de conjunto de la
sociedad, visión a la que acceden en su desarrollo, los intelectuales. Ésta responde a las
necesidades de la clase, que surgen con el desarrollo de sus tareas prácticas en la vida material.
Nunca se trata de una mirada “desde afuera”, nunca las tareas de los intelectuales son tareas
aparte de las tareas de su clase de origen.
Como el Estado, en la sociedad política, tiene a unificar a los intelectuales tradicionales, con
aquellos orgánicos, así en la sociedad civil y el partido político, todavía más completa y
orgánicamente que el Estado, elabora “los propios componentes, elementos de un grupo social
nacido y desarrollado como económico, hasta convertirlos en intelectuales políticos calificados,
dirigentes, organizadores de todas las actividades y las funciones inherentes al desarrollo
orgánico de una sociedad integral, civil y política”. La necesidad de crear una cultura obrera se
relaciona con el llamado de Gramsci por una educación capaz de desarrollar intelectuales
obreros, que compartan la pasión de las masas.

• Según Gramsci, los intelectuales modernos no son simplemente escritores, sino directores y
organizadores involucrados en la tarea práctica de construir la sociedad.

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