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LA LOTERIA NACIONAL

El régimen jurídico básico de la Lotería Nacional (tal y como está concebido en la actualidad)
fue establecido por el Decreto de 23 de marzo de 1956, que aprobó la Instrucción General de
Loterías, modificada por Decreto de 24 de junio de 1965. En este texto se define la Lotería
Nacional como un recurso ordinario de los Presupuestos Generales de Ingresos del Estado, lo
que garantiza el pago de los premios, prohibiéndose en todo el territorio nacional las loterías,
rifas, tómbolas, y modalidades similares de interés particular o colectivo, así como la
circulación y venta de billetes de las extranjeras y la publicación de sus programas y anuncios.

La lotería debe incluirse en la categoría de los contratos normativos, contratos


realizados en masa, en los que una de las partes manifiesta su adhesión a las normas y
condiciones dictadas por la otra parte, tal y como estableció la Instrucción General de Loterías
y la STS de 26 de mayo de 1966, Ar. 2313: "[...] los billetes de lotería premiados [...]
representan, y son, única expresión de un contrato aleatorio, de los llamados adhesivos y
normados,

se diría que "forzoso" en el sentido de que, o no se juega, o si se hace, se aceptan todas sus
cláusulas, por onerosas o exorbitantes que sean [...]"

. La naturaleza jurídica de los billetes de lotería nacional21 y de los ingresos obtenidos por la
comercialización de todos sus juegos, está determinada en el Real Decreto 2069/1999, de 30
de diciembre, que aprueba el Estatuto de la entidad pública empresarial Loterías y Apuestas
del Estado (LAE), art. 23, del siguiente modo: "Los billetes de lotería nacional, que son valores
del Estado, y los ingresos obtenidos por la comercialización de todos sus juegos, tienen la
naturaleza de fondos y caudales públicos, por lo que gozarán de la protección que, como tales,
les reconoce el ordenamiento jurídico. [...]". Quizás deba añadir que el billete de lotería es un
valor del Estado que se materializa en un documento al portador (Instrucción General de
Loterías, art. 11), permitiendo realizar el perfeccionamiento del contrato (compra del billete)
con gran simplicidad y que puede ser objeto de transmisión. Respecto a la naturaleza jurídica
de los ingresos obtenidos, buena parte de la doctrina ha entendido q

También ha dejado claro la jurisprudencia constitucional que el monopolio fiscal corresponde


a la Administración del Estado y que el concepto de juego de la lotería y su explotación como
recurso de la Hacienda del Estado incluido en el art. 149.1.14 CE no puede quedar referido
únicamente a la específica modalidad con la que aquél aparece configurado en la Instrucción
general de Loterías de 23 de marzo de 1956. En la STC 164/1994, de 26 de mayo, se formula un
voto particular donde se concreta, a juicio del magistrado, el objeto y naturaleza jurídica de las
loterías, con conclusiones distintas a la expuesta: "VOTO PARTICULAR que formula el
Magistrado don Carles Viver Pi-Sunyer a la sentencia dictada en el conflicto positivo de
competencia núm. 957/1985, al que se adhieren los Magistrados don Luís López Guerra y don
Carlos de la Vega Benayas. [..

2. Objetivo: la lotería nacional es un recurso ordinario del presupuesto estatal de ingresos


Conforme al régimen legal español, la lotería está considerada como un recurso ordinario del
presupuesto estatal de ingresos del Estado, y al propio tiempo como un servicio explotado por
la Administración que, por tal motivo, prohíbe la reventa de billetes e igualmente prohíbe
loterías de toda clase en que el pago de los premios se efectúe en metálico, pues las rifas se
caracterizan porque los premios son en especie64. Sobre esta materia, también la STC
163/1994, de 26 de mayo, ha reiterado la configuración de la Lotería Nacional en nuestro
ordenamiento jurídico como un recurso ordinario del presupuesto estatal de ingresos (F.J.): "2.
[...]. Por su parte, la representación procesal del Gobiern

En muchos casos vemos como los negocios jurídicos reciben primero aceptación
y, en cierto modo, tipificación en las costumbres sociales y, finalmente, el
legislador les da cabida en el ordenamiento. Este acogimiento se da de acuerdo
con las políticas legislativas del momento. En ocasiones, la norma fortalece la
figura, en otras significa su decaimiento, bien porque la reglamentación es
desafortunada, o demasiado rigurosa con alguno de los extremos de la relación
negocial, o demasiado laxa, y ello provoca que la gente ya no esté interesada en
celebrar esa especie de negocio. Según algunos juristas, tal problemática se dio
en relación con la agencia comercial, pues se dice que las cargas para el
empresario cobraron tal similitud con las prestaciones del contrato de trabajo a
término indefinido, que en muchas ocasiones se desecha como opción negocial
cuando, antes de su consagración en el código, era relación jurídica entre
particulares de uso permanente
ATIPICO
INMOMINADO

1. Unilaterales: todos los contratos son pluripersonales, pues la


pluralidad de sujetos es característica esencial de los contratos. Pero en
los unilaterales sólo uno de los contratantes se obliga; el otro participa
en la celebración del contrato, es verdadero sujeto negocial, pero no
asume obligaciones. Por ejemplo, en el mutuo es el mutuario el único
obligado, ya que la entrega de la cosa mutuada que hace el mutuante
no tiene la connotación de una obligación, sino la de celebración del
contrato pues al tenor de lo dispuesto por el artículo 2222 del Código
Civil, el contrato se perfecciona con la entrega. En la donación, para
poner otro ejemplo, el único obligado es el donante. Ya habíamos
advertido[6] que la expresión unilateral tiene un significado diferente
al de “unipersonal”, y es la ocasión para reiterarlo.
2. ONEROSO

2. Aleatorios: si la prestación en contra de una de las partes depende del


azar, v.gr., el juego, las compraventas aleatorias. La circunstancia del albur o
aleas es lo que le da nombre a la categoría, pero en estos casos, generalmente, la
prestación a cargo de una de las partes es considerablemente de poca monta
enfrente de la que tendría que soportar la otra parte si el evento fortuito se da.

Si el contrato es conmutativo, las prestaciones recíprocas son inmediatas;


si una de ellas depende de un alea, estará condicionada a que el alea suceda. En el
primer caso, las prestaciones son mensurables; en el segundo no lo son y, por
ello, aún tratándose de compraventa de inmuebles, si ésta es aleatoria no puede
hablarse de lesión enorme, puesto que como la prestación a cargo de una de las
partes no puede valorarse de una manera cierta y precisa, mal podría cotejarse
con la que se halla en contra de la otra parte para verificar si hubo o no la lesión
de ultra mitad.

El artículo en el que el legislador consagró esta clasificación se refiere a


los contratos onerosos. Pero puede darse el contrato gratuito y a la vez aleatorio.
Es atinada observación del tratadista Guillermo Ospina Fernández[8], pues como
este escritor lo explica, podría celebrarse la donación del producto de una cierta
actividad (la pesca, un cultivo, etc.), sujeta al albur que en efecto haya producto.
1. Generadores de obligaciones principales: si las obligaciones que el
contrato irradia no precisan de otras para su plena operancia, v. g., la
compraventa, la promesa, el transporte, etc. Las prestaciones, en esta
especie de contratos, existen por sí solas, son ejecutables mediante
acción judicial sin necesidad de hacer valer otro contrato u otro tipo de
relación jurídica.
2. 2. De forma impuesta: cuando se trata de aquéllos a los cuales la ley les
ha impuesto una determinada forma, v.gr., los negocios sobre inmuebles,
que requieren escritura pública (artículo 12 del Decreto 960 de 1970) o
los contratos reales, en los cuales la forma impuesta por el legislador es
un comportamiento, sin el cual el negocio no se perfecciona[12].
3. 1. De ejecución instantánea: si las prestaciones se agotan en un sólo
acto; cumplido o ejecutado, expira la obligación, v. gr., la compraventa;
en este contrato el vendedor que entrega el bien extingue la obligación a
su cargo, mientras que el comprador que cubre el precio, también en
acto único, queda liberado.
4. 1. De sujeto universal: aquellos contratos que pueden ser celebrados por
cualesquiera personas, como son la mayoría de ellos, puesto que el
derecho no exige determinadas condiciones especiales a los sujetos
negociales, salvo las generales de capacidad y consentimiento.
5. 2. Definitivos: los contratos pertenecen a esta clase si plantean una
relación jurídica acabada ya o crean títulos que van a persistir en el tiempo
como situaciones jurídicas definidas, como por ejemplo, en la
compraventa, en el arrendamiento, etc.
6.
7. En este caso, las partes no tienen que esperar que otro negocio determine,
en definitiva, su relación jurídica con el cocontratante e incluso, su
situación jurídica respecto de los bienes involucrados en la negociación,
pues el propio contrato le define una y otra cosa.
8. . Simples: si se trata de un negocio insular; es decir, si basta acudir a uno
sólo, cualquiera, de los contratos tipificados por la ley o por el uso social,
para suplir la necesidad de los sujetos. Frente a este tipo de negocios el
intérprete, sin ambages, puede calificarlo y señalar la normativa
aplicable.
9. 1. Bipersonales: como cuando la previsión del artículo citado del Código
Civil se cumple y, conforme es tradicional en el derecho, sólo existen dos
partes en el contrato, sea que las obligaciones se hayan estipulado a
cargo de ambas partes, como en los contratos bilaterales, sea que lo
fueron a cargo de una de las dos partes, como en los contratos
unilaterales. De manera que un contrato puede ser gratuito y, sin
embargo, bipersonal.

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