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Caso Perruche. En Francia (1995), se produjo el caso de una mujer embarazada que fue
sometida a examen de rubiola, sin advertir el médico las consecuencias nefastas para el
feto. Nace el niño afectado con gravísimas malformaciones y enfermedades neurológicas,
cardiacas, etc. Padres demandan al médico por los perjuicios económicos y morales
causados. El mismo niño posteriormente demandó el daño por el hecho de nacer
discapacitado. Surge la pregunta de ¿qué tipo de perjuicio es éste? ¿Es posible considerar
un daño el hecho de nacer? ¿Es un perjuicio moral o patrimonial?
Perjuicio por afección o rebote. Es el que sufre un cercano por el hecho de ver morir a un
pariente. Surge la interrogante por la extensión de ese dolor ¿Quiénes pueden
demandarlo? ¿Los padres, los hijos, un pariente cualquiera?
Indemnización del daño moral. La única regla que la contempla en el CC es para excluirlo.
Sin embargo, la jurisprudencia ha ido en contra y ha otorgado la indemnización del daño
moral. El primer fallo que lo concedió fue de 1992, pero no fue sino hasta 2002 en que se
asentó definitivamente en la jurisprudencia. Incluso se ha extendido a personas jurídicas
(derecho a la imagen, a la honra comercial).
Se ha reclamado el carácter inconstitucional del art. 2331, fundado en que la CPR asegura
a todas las personas la integridad física y psíquica, en que obviamente está contenido el
daño moral. Sin embargo, el TC rechazó el requerimiento.
Se ha definido la responsabilidad civil como “el criterio o juicio normativo que permite
atribuir los efectos patrimoniales de los daños provocados a una persona y transferirlos
a un tercero”.
Concurre una razón de justicia correctiva que pretende restaurar el equilibrio anterior que
se rompe con la acción ilícita. Asegura que el costo del daño no lo asuma la víctima y se
transfiera a un tercero, ese tercero es el agente de la acción ilícita.
1. Las circunstancias que ameritan la transferencia del costo del daño (condiciones).
Daño
Relación de causalidad
En Chile se entiende que hay estos 2 estatutos. Pero, ¿hay puntos de conexión? La
tendencia actual es aproximar estos estatutos, principalmente por razones de justicia.
Hace 30 años, existían grandes diferencias entre una y otra. El daño moral no era
indemnizable en materia contractual. Hoy, en cuanto a la culpa, daño y causalidad, las
diferencias son menores.
Delito es el acto ilícito intencional, es decir, cometido con dolo; y cuasidelito es el acto
ilícito cometido con negligencia o imprudencia, es decir, con culpa.
La verdadera inspiración de las normas del CC proviene del art. 1382 Code Civil y en
menor medida de las VII Partidas. Por imitación del derecho francés, el derecho nacional
pasó de un sistema casuístico (pre-codificación) a un sistema general de responsabilidad.
Al definir una regla tan general, se dio un instrumento flexible y amplio a los jueces para
que fijen la extensión de la responsabilidad a cualquier daño.
1. Solidaridad pasiva (art. 2317). Importante avance respecto del mismo Code Civil.
El CC señala: “Si un delito o cuasidelito ha sido cometido por dos o más personas,
cada una de ellas será solidariamente responsable de todo perjuicio procedente
del mismo delito o cuasidelito, salvas las excepciones de los artículos 2323 y 2328.
Todo fraude o dolo cometido por dos o más personas produce la acción solidaria del
precedente inciso.”
Art. 2318. “El ebrio es responsable del daño causado por su delito o cuasidelito”.
Art. 2319: “No son capaces de delito o cuasidelito los menores de siete años ni los
dementes; pero serán responsables de los daños causados por ellos las personas a cuyo
cargo estén, si pudiere imputárseles negligencia”
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Art. 2320. “Toda persona es responsable no sólo de sus propias acciones, sino del hecho
de aquellos que estuvieren a su cuidado.
Así el padre, y a falta de éste la madre, es responsable del hecho de los hijos menores que
habiten en la misma casa.
Así el tutor o curador es responsable de la conducta del pupilo que vive bajo su
dependencia y cuidado.
Así los jefes de colegios y escuelas responden del hecho de los discípulos, mientras están
bajo su cuidado; y los artesanos y empresarios del hecho de sus aprendices o
dependientes, en el mismo caso”
Por la acción ilícita del hijo o dependiente, serán responsables el padre o el empresario
respectivamente.
Se estructura sobre la base de una presunción de culpa respecto del tercero civilmente
responsable por el menor o dependiente.
Es una presunción legal que se desvirtúa si se prueba que: “con la autoridad y el cuidado
que su respectiva calidad les confiere y prescribe, no hubieren podido impedir el hecho”
(art. 2320 inc. Final).
Art. 2332. “Las acciones que concede este título por daño o dolo, prescriben en cuatro
años contados desde la perpetración del acto”
Presenta problemas en aquellos casos en que el daño se evidencia de manera tardía, por
ejemplo, un cáncer no detectado a tiempo.
La única discusión que no se dio durante el siglo XX, por su escasa aplicación por
tribunales, fue si se debía extender la reparación al daño extra-patrimonial. Bajo un
concepto amplio de lucro cesante, la jurisprudencia incorporó implícitamente el daño
moral. La tendencia actual, sin embargo, es la inversa, el lucro cesante se aplica
restrictivamente.
Las normas de responsabilidad civil del CC subsistieron sin problemas hasta principios del
s. XX. En el mundo y en Chile, varios fenómenos económicos y socio-culturales (de
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sicología social) cambiaron el panorama en que debían aplicarse estas viejas normas y
exigieron una reacción:
Las máquinas interactuaron en 2 ámbitos críticos de relación con las personas: la industria
y el transporte. Se debe fundamentalmente a la invención del motor a vapor y luego de
combustión interna. Las máquinas dirigidas por el hombre, una vez que se ponen en
funcionamiento adquieren dinamismo propio que resulta potencialmente peligroso para
las personas: operarios, pasajeros y transeúntes. Los daños se agravan con la intervención
de las máquinas.
La insuficiencia de las normas del CC se dio, en primer lugar, con los accidentes de
ferrocarriles y tranvías. La intervención de las máquinas se expandió luego a todas las
actividades. Un área particularmente sensible es la medicina. Los instrumentos médicos
hicieron que las hipótesis de daño fueran más frecuentes y más graves.
Hay además ciertos productos que presentan una altísima peligrosidad a un grupo de
individuos que puede llegar a ser enorme: energía nuclear y transporte de hidrocarburos
(vía marítima y/o terrestre). Pueden generar daños en cadena (por ejemplo: productos
defectuosos).
Se manifiesta de 3 formas:
c. Desarrollo del seguro. Una sociedad más rica tiene menos tolerancia a soportar el
riesgo, y enfrenta esto a través de la distribución del riesgo. El seguro de
responsabilidad es una forma de distribuir el costo del daño entre todos los que
pagan la prima. No es como creen algunos un sistema de responsabilidad paralelo.
El seguro y la responsabilidad civil han actuado recíprocamente: la expansión de la
responsabilidad civil se refleja en un desarrollo del seguro.
Frente a estos fenómenos, ¿Cómo podemos trazar una respuesta desde la responsabilidad
civil? La respuesta frente a estos cambios no provino del legislador. Lo hizo muy
tardíamente y en ámbitos restringidos.
Fue la jurisprudencia la que, frente a la incapacidad del derecho codificado, adaptó las
reglas de responsabilidad civil a la realidad social, mediante un mecanismo de creación e
interpretación.
2. Del derecho francés y europeo continental: estos países sufrieron una expansión
mucho más importante del número de potenciales responsables y del daño
reparable. La responsabilidad estricta va ganando terreno progresivamente. Se
manifiesta como un mecanismo de distribución de riesgos.
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a. La negligencia en Chile tiene una noción cada vez más objetiva, a diferencia del
derecho penal.
En el derecho alemán, como se dijo, opera un régimen de responsabilidad que exige como
requisito la “antijuridicidad”, esto es, el legislador determina qué derechos están
tutelados por la responsabilidad civil (debe proteger intereses expresamente consagrados
en la ley).
A. La culpa
2. Culpa por el hecho ajeno: se es responsable por ciertas personas frente a ciertos
hechos.
En cuanto a la culpa por el hecho propia, según los arts. 2314, 2319 y 2329 CC, la
responsabilidad se encuentra sujeta a una regla genérica y supletoria de responsabilidad
por culpa (con negligencia). Por el contrario, NO hay en Chile una regla genérica de
responsabilidad estricta o sin culpa.
2. Existe otra responsabilidad que prescinde de la culpa o dolo y sólo exige una acción
que produzca daño a terceros, aun cuando esa acción no sea reputada culpable y
se denomina responsabilidad estricta.
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La intención positiva de provocar daño al otro – dolo- tiene una serie de consecuencias
como la extensión de los perjuicios reparables. Tiene por otro lado, dificultades para
efectos de probación: cuando no hay un ilícito penal asociado, el problema se presenta en
la prueba del dolo.
Esta consideración objetiva de la culpa fue fruto de una larguísima evolución. Fue en sus
inicios próxima a la responsabilidad penal, como un reproche individual e interno. Cuando
se define la culpa de esa manera, el número de potenciales agentes aumenta. La culpa
civil se definía tradicionalmente como la “infracción a una regla de comportamiento”, y en
el derecho civil, esa regla de comportamiento proviene de la ley, el contrato o un deber
genérico de conducta
El art. 2319 inc. 1 señala que: “Por regla general todo daño que pueda imputarse a malicia
o negligencia de otra persona, debe ser reparado por ésta.” Hay dos posturas al respecto:
1. Esta regla se entiende como una repetición del artículo 2314, en que toda negligencia
da lugar a la reparación. De manera que en la responsabilidad civil extracontractual, la
culpa NO se presume.
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La presunción de culpa por el hecho propio se aplicaría cada vez que el hecho sea
atribuido a la culpa de alguien. Así se sostiene del alcance dado por Alessandri a la norma
en comento. Con algunos matices, varios autores han reiterado esta presunción de culpa
en actividades peligrosas y otras circunstancias en que se “presume” que el daño proviene
de la culpa de alguien, por ejemplo, en el choque de trenes.
Junto a la culpa por el hecho propio, desde antes de la codificación, ha existido una
responsabilidad por el hecho ajeno: personas por las cuales se debe responder. Es lo que
señala el art. 2320, cuya redacción fue tomada textualmente del Code Civil francés: “Toda
persona es responsable no sólo de sus propias acciones, sino del hecho de aquellos que
estuvieren a su cuidado”.
1
Tapia, Mauricio, Contra una presunción general de culpa por el hecho propio. Texto inédito de ponencia
expuesta en las Jornadas Regionales Henri Capitant, diciembre de 2006.
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Terminado el siglo XX, se declaró en Francia que este inciso poseía una presunción general
por el hecho ajeno respecto de personas que están bajo cuidado permanente. Se concluyó
más tarde un tipo de responsabilidad estricta, sin necesidad de modificar la ley.
En el derecho chileno, algunos autores ven en el art. 2329 inc. 1 una regla de clausura, a
manera de suplir el defecto del Code Civil.
“Así el padre, y a falta de éste la madre, es responsable del hecho de los hijos menores
que habiten en la misma casa.
Así el tutor o curador es responsable de la conducta del pupilo que vive bajo su
dependencia y cuidado.
Así los jefes de colegios y escuelas responden del hecho de los discípulos, mientras están
bajo su cuidado; y los artesanos y empresarios del hecho de sus aprendices o
dependientes, en el mismo caso.”
En el caso francés están las mismas hipótesis, pero la jurisprudencia de ese país estimó
que se trataría de una presunción que se extiende a otros casos importantes y no
incluidos en esta enumeración, como por ejemplo: centros de rehabilitación de menores
delincuentes o de discapacitados mentales (aunque no siempre tienen la curaduría sobre
éstos).
En Chile, los casos de responsabilidad por el hecho ajeno se concentran en el del padre o
madre por el hijo; y del empresario por sus dependientes.
1. La culpa de quien actúa o ejecuta una acción ilícita culpable y por la cual se responde
2. La culpa del padre, madre, tutor o curador, que incurren en una acción ilícita desde el
momento en que no se dio la debida custodia o cuidado.
1. La presunción de culpa por el hecho ajeno se aplica a la segunda culpa (del padre)
mientras que la primera siempre debe probarse. Se matiza aduciendo que la culpa
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del incapaz o el hijo la acción ilícita debe probarse y existe a su vez una presunción
de culpa que se aplica al padre, y a falta de éste, a la madre.
Por tanto, se presume la culpa por el hecho propio: es la educación y el cuidado el que
falló y éste es un hecho propio del padre o tutor, sólo que se termina respondiendo por el
hecho ajeno producido por la falta de educación y cuidado.
El art. 2321 señala además: “Los padres serán siempre responsables de los delitos o
cuasidelitos cometidos por sus hijos menores, y que conocidamente provengan de mala
educación, o de los hábitos viciosos que les han dejado adquirir”.
Los padres serán siempre responsables, lo que supone una hipótesis de responsabilidad
estricta.
La responsabilidad por el hecho ajeno – o presunción de culpa por el hecho ajeno – más
importante es la del empresario por el hecho de sus dependientes.
En Chile, se funda en el art. 2320 inc. 4 y en lo señalado en el art. 2322, con lenguaje
anacrónico: “Los amos responderán de la conducta de sus criados o sirvientes, en el
ejercicio de sus respectivas funciones (…)”.
1. La responsabilidad civil de la empresa por el hecho propio, esto es, cuando hay culpa
de los empresarios o representantes de la empresa (ej. Caso ADN por concentración
de potasio). El acto es atribuible directamente a la persona jurídica o sociedad.
Esta segunda hipótesis está sujeta en Chile a una presunción de culpa que puede
desvirtuarse probando que “con la autoridad y el cuidado que su respectiva calidad les
confiere y prescribe, no hubieren podido impedir el hecho” (art. 2320 inc. 5).
b. La responsabilidad estricta genera que los empresarios tomen medidas más adecuadas
de cuidado
c. Los empresarios tienen mayor incentivo para distribuir el riesgo en un seguro (si no se
tiene seguro, la indemnización puede significar la quiebra).
Hay varias teorías para demostrar que un resultado es consecuencia de una causa.
Muchas de estas teorías provienen del ámbito del derecho penal.
C. Daño
Según la doctrina, existiría un principio de reparación integral del daño, según la que todo
daño debe ser reparado por la indemnización, la cual no debe ser menor al daño, pero
tampoco mayor a éste, pues de lo contrario, se empobrecería o enriquecería sin causa a la
víctima.
2. Lucro cesante. Daño que involucra una pérdida de ingreso (futuro y cierto).
3. Daño moral. Daño que afecta un interés extra patrimonial, como la vida privada o la
honra. Éste tuvo tardía aceptación y desarrollo.
Chile habría recibido un segundo influjo del Derecho francés luego de la codificación, con
la adaptación de las interpretaciones que los tratadistas galos hicieron de ciertas normas
del CC, como las de relativas a la responsabilidad.
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Luis Claro Solar y Alessandri recurrieron a los comentaristas y a los primeros tratadistas
del CC francés en sus investigaciones civilistas, con lo cual recogen la doctrina francesa.
En 1890 hay un salto importante desde los simples comentarios al CC a los tratados de
Derecho Civil: los primeros sólo analizan el Código y siguen su articulado; el segundo
estudia el Derecho Privado a partir de las instituciones civiles, sin seguir el articulado. Sin
embargo, respecto del daño, nada relevante hay en el Código.
b. Mero interés protegido por el Derecho. Se avanzó en esta dirección para evitar
situaciones injustas como la del ejemplo.
En general, se ha concluido que hay casos en que rigen distintos criterios para determinar
la lesión.
1.b.1. Legitimidad.
Por ejemplo: daños por accidente de tren a pasajero que no había comprado el boleto. No
se excluye la reparación, pero se mide de distinta forma.
2. Certidumbre del daño. ¿Se requiere absoluta certeza respecto de la lesión del interés,
o sólo basta la probabilidad de que se produzca en el futuro? Es relevante para los
conceptos de daños eventuales o hipotéticos.
b. Daño futuro. Se refiere especialmente a las hipótesis de lucro cesante: para ser
indemnizado, debe ser cierto.
Por ejemplo: Negocio ya acordado, que sólo falta firmarse en Copiapó. Uno de los
contratantes pierde vuelo desde Santiago por cancelación de éstos por parte de la línea
aérea, con lo cual pierde también el negocio. ¿Es responsable la línea aérea? Habrían de
tenerse en consideración las distintas circunstancias propias de cada caso y la
indemnización es de compleja evaluación. Otro ejemplo: Caballo purasangre es faenado y
convertido en charqui: se pierde probabilidad de ganar cierta carrera.
Sólo un daño de que se ha sido víctima puede ser objeto de indemnización de perjuicios.
Los herederos y las víctimas por rebote también pueden interponer la acción de
responsabilidad. Las víctimas por rebote, sin embargo, demandan un interés propio (i.e. el
dolor propio).
Es significativa en este sentido la reforma de la ley 19.955 del consumidor, que introdujo
una acción colectiva a favor del SERNAC, asociaciones de consumidores y grupos de
consumidores de más de 50 personas. Busca proteger un interés colectivo o difuso de los
consumidores, no obstante, la regulación es muy restrictiva, especialmente en cuanto a la
admisibilidad de la acción, por ello, son muchas veces rechazadas.
Alessandri sostiene en esta línea que “como la ley no distingue, todo daño debe ser
reparado”. Sin embargo la ley civil chilena restringe el daño en algunas categorías. Se
constata nuevamente como la jurisprudencia ha transformado las reglas del CC. Estas
reglas se refieren más bien al daño patrimonial y cuando se refiere al daño moral es para
excluirlo (art. 2331).
El daño patrimonial puede ser: (1) actual o (2) futuro, en relación al momento del daño:
Durante el siglo XIX la jurisprudencia usó ampliamente el art. 1556 para sostener que sólo
los intereses patrimoniales podían indemnizarse. Pero, a la vez, en materia de lucro
cesante, la jurisprudencia declaraba indemnizable distintas pérdidas de ingreso donde
implícitamente se reparaba un daño moral, había flexibilidad en las condiciones de
procedencia del lucro cesante.
Una vez que se empezó a indemnizar el daño moral (1920 en adelante), el lucro cesante
se convirtió en una categoría muy estricta y los jueces fueron más severos en la
determinación de las condiciones de procedencia del lucro cesante.
En cuanto al daño moral, ha sido tratado latamente por la doctrina. Su evolución ha sido
muy tortuosa: tempranamente se percibió que su indemnización hacía cuestionar el fin
de la reparación en la responsabilidad civil, ya que el dolor no se borra con nada, es
irreversible.
Por ello, la indemnización del daño moral más bien compensa, no repara, las
consecuencias irreversibles del hecho o accidente a través de una suma de dinero, en el
entendido de que el dinero permite satisfacer y acceder a otros bienes. En el daño moral
se puede medir la condena de reparación tanto desde la perspectiva de la víctima como
del victimario.
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La jurisprudencia chilena desde 1857 (dictación del CC) hasta principios del s. XX entendía
el art. 1556 era aplicable a la responsabilidad civil contractual y extra-contractual, que,
como no contemplaba el daño moral, no se indemnizaba.
Desde 1922, sin embargó, la jurisprudencia empezó a indemnizar el daño moral, pero
sólo en materia extra-contractual, no en materia contractual. Esto genera profundas
injusticias, especialmente en contratos médicos y de transporte, en que la prestación
recae en el cuerpo de la persona.
En 1994 cambió la jurisprudencia y se sostuvo que el art. 1556 no prohibía el daño moral
en materia contractual, ya que los contratos pueden incidir en intereses extra-
patrimoniales. Una sentencia de 2002 desarrolló en profundidad estos argumentos.
Actualmente hay una nueva discusión: ¿son las personas jurídicas titulares de una acción
por daño moral?
Hasta 2005 se sostuvo que no, pero un fallo posterior defiende la indemnización del daño
moral en personas jurídicas, ya que éstas poseen ciertos atributos de la personalidad, que
se manifiesta en una honra comercial, por ejemplo.
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Las categorías del daño han aumentado en número, por ejemplo hay nuevos tipos de
daños indemnizables, como pérdida de una chance; y han aumentado en su contenido,
por ejemplo, el daño moral abarca hoy mucho más que en sus inicios cuando era
simplemente el “precio del dolor”.
El estudio de la responsabilidad civil ha despertado desde los años 60 una reflexión acerca
de si se encuentra en una crisis o decadencia y por tanto debiera ser reemplazada por
otra institución más apta. ¿Es la responsabilidad civil un instrumento adecuado para
responder por los daños? Y por otro lado, este mismo cuestionamiento ha llevado a
preguntarse por los fines de la responsabilidad civil.
La tesis de Viney se completa con un fenómeno vinculado esto que es la influencia del
seguro: se denuncia que una de las causas de la crisis se debe a la acción del seguro que
habría deformado la responsabilidad civil.
Esta reflexión se explica por el proceso de transformación que puso en tela de juicio
muchas categorías y por el surgimiento de teorías que pretenden modelar la
responsabilidad civil, entiéndase el análisis económico del derecho.
Pero, por otro lado, en la indemnización del daño moral (s. XX) la jurisprudencia se ha
caracterizado por la laxitud en su determinación (se copia la experiencia comparada, hay
escasa motivación de las sentencias, poco interés en la rendición de pruebas, etc.), y a la
vez, ha incorporado distintos fines: prevención, castigo, protección de la víctima, etc.
Todo esto ha provocado una distorsión en cuanto a los fines de la responsabilidad civil.
Ej. Caso Ford. Surge la pregunta ¿puede la indemnización civil cumplir un fin punitivo? Si la
respuesta es afirmativa, entre la pena civil y la multa penal sólo hay una diferencia: el
bolsillo del destinario del dinero. Esto es problemático desde el punto de vista de las
garantías constitucionales que existen para proceso penal, pero no para el proceso civil.
Esta función de compensación – que podemos asociar la justicia distributiva- fue llevada
al extremo durante el s. XIX. Se transformó la indemnización de perjuicios en una garantía
de la víctima, bastante independiente de la conducta del agente: se pasó de una “deuda
de reparación” a un “crédito de la víctima”. La responsabilidad civil atravesó las fronteras
hacia un seguro social, afianzado en una doctrina que confía en los mecanismos colectivos
de distribución de los riesgos.
El análisis económico del derecho busca la optimización de los recursos (que son escasos),
y aplicado a la responsabilidad pretende prevenir los accidentes hasta que los costos de
la prevención no sean superiores a los costos del daño.
Para Tapia, el análisis económico del derecho es un buen instrumento para analizar
políticas públicas, pero no sirve como teoría jurídica.
Son posiciones que, o bien tienden a la prevención de los daños, como el análisis
económico del derecho, o bien tienden a la distribución del costo de los daños. Ambos son
fines de políticas públicas.
La responsabilidad civil desde esta perspectiva deja de ser una relación de derecho
privado. Pasa a ser un instrumento de políticas públicas, decisión que le compete al
legislador y no al juez, como se vio supra.
Sin embargo, las aproximaciones como el análisis económico del derecho son útiles como
patrones para tomar decisiones colectivas, como se dio en la responsabilidad por
accidentes de tránsito. En Chile, en materia de accidentes laborales se ha optado por un
seguro social o colectivo que actúa directamente sin necesidad de acción de
responsabilidad civil y sólo si hay un excedente del daño no cubierto en la reparación se
puede demandar por responsabilidad al empleador.
Las reglas que sirven para resolver casos de responsabilidad civil (determinación y
extensión de los daños, apreciación de la culpa, rol de la causa concurrente, etc.) son de
derecho privado y operan por consideraciones de justicia.
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La responsabilidad civil, entonces es una fuente de una obligación. Por tanto hay que
determinar qué hace nacer esa obligación. La obligación que emana de la responsabilidad
civil es una obligación de dinero, salvo cuando excepcionalmente se pueda pagar en
naturaleza (p. e. injurias-rectificación en el mismo medio).
Para hacer surgir esta obligación de reparar, el elemento crucial es el daño. Si no hay
daño, no hay conflicto de responsabilidad civil. A diferencia del derecho penal, que
contempla delitos de mero peligro y sanciona delitos frustrados y la tentativa, para el
derecho civil en tales casos no hay responsabilidad. Sólo si hay amenaza de daño, la ley
civil en art. 2333 que otorga una acción de daño contingente que impide que se genere el
daño (casos de obra ruinosa).
Desde una perspectiva civil, la responsabilidad civil consiste en los criterios en virtud de
los cuales se da nacimiento a la obligación de indemnizar y, en consecuencia, que el
costo del daño se traslade a otro.
La indemnización actúa como uno de los remedios que la ley entre al acreedor (junto al
cumplimiento forzoso y la resolución). La acción de responsabilidad civil en algunos casos
complemente la acción de cumplimiento forzado, en tal caso la indemnización será
moratoria (i.e. por el retardo). En otros casos, sustituye a la acción que tiene por objeto el
término del contrato (i. e. resolución).
La regla general es que la pérdida de un accidente debe recaer en quien lo sufre: cada uno
se hace cargo de la materialización de los riesgos. En este sentido, la responsabilidad civil
establece un régimen excepcional: el costo del riesgo se transfiere a un tercero.
Los modelos de atribución de responsabilidad corresponden a las razones para definir por
qué un daño debe transferirse a otro. Son 2 modelos: (1) responsabilidad con culpa y (2)
responsabilidad sin culpa o estricta.
Comprende todas las hipótesis en que un tercero infiere daño a otro con culpa o con dolo.
Se le denomina también, erróneamente, responsabilidad subjetiva.
Cuando se trata de un deber genérico de conducta, es el juez quien debe definir el patrón
esperable, para ello recurre a criterios como la lex artis, la previsibilidad de la acción,
entre otros de diversa índole. De todos estos antecedentes el juez deberá construir la
regla de conducta. Pero, atendido al carácter evolutivo de las formas de comportamiento
y los riesgos de las nuevas tecnologías, no pueden establecerse los deberes de cuidado en
un catálogo exhaustivo, es mejor recurrir a deberes generales de conducta, no taxativos.
La negligencia tiene amparo en muy pocas reglas del CC, saber: arts. 2284, 2314 y 2329. El
art. 2284 define el delito y el cuasidelito: “Si el hecho es ilícito, y cometido con intención
de dañar, constituye un delito. Si el hecho es culpable, pero cometido sin intención de
dañar, constituye un cuasidelito”.
Los requisitos que deben cumplirse para dar lugar a la responsabilidad por culpa, son,
dependiendo del estatuto:
1. Acción culpable
a. Contractual: incumplimiento de obligación contractual
b. Extracontractual: infracción a deber genérico de conducta
2. Daño
3. Relación causal
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Hay, sin embargo, ciertos matices entre cada estatuto, por ejemplo, la responsabilidad
por negligencia con “presunción de culpa”.
Por ello, se ha dado una aplicación exhaustiva al art. 1558: “Si no se puede imputar dolo al
deudor, sólo es responsable de los perjuicios que se previeron o pudieron preverse al
tiempo del contrato, pero si hay dolo, es responsable de todos los perjuicios que fueron
una consecuencia inmediata o directa de no haberse cumplido la obligación o de haberse
demorado su cumplimiento.”
Cuando no hay dolo, se responde por los perjuicios previsibles. Cuando sí hay dolo, se
responde de los perjuicios previsibles e imprevisibles. Por regla general, en materia de
extensión de los perjuicios reparables, sólo se responde por los perjuicios directos, no de
los indirectos. La regla del art. 1588 se ha extendido de la responsabilidad contractual a
la extracontractual
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De modo que los criterios de la responsabilidad estricta son (i) riesgo de la actividad o (ii)
producto defectuoso.
Un caso típico de responsabilidad estricta es el previsto en el art. 2327: “El daño causado
por un animal fiero, de que no se reporta utilidad para la guarda o servicio de un predio,
será siempre imputable al que lo tenga, y si alegare que no le fue posible evitar el daño,
no será oído”. Por tanto, la ley exige para excusarse de la responsabilidad: (i) que se
trate efectivamente de un animal fiero y (ii) que éste preste utilidad para la guarda del
predio. Los países más avanzados exigen para esta hipótesis contratar un seguro
obligatorio, para así desincentivar la tenencia de animales fieros.
En el derecho chileno hay ciertos ámbitos que se excluyen del régimen estricto y quedan
sometidos a las reglas de responsabilidad estricta, pese a la experiencia comparada: daños
causados por accidentes de tránsito, por productos defectuosos o por contaminación del
medio ambiente.
La responsabilidad del Estado tiene importancia sobre todo en dos ámbitos: en servicios
de salud pública (especialmente a propósito de la Ley AUGE) y en cuidado de veredas. Por
ello, la tesis planteada deja al Estado en una situación desmejorada respecto de los
privados, como p. e. las clínicas.
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Afortunadamente, en la actualidad son muy pocos los fallos que repiten esta idea de la
responsabilidad objetiva o estricta del Estado. La gran mayoría de la jurisprudencia se
remite a la negligencia.
Existen, además, ciertas garantías o seguros sociales que indemnizan a terceros por
daños, como el seguro de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales (contempla
un fondo común con aportes diversos). De este seguro social de responsabilidad se podría
afirmar que se trata de una forma colectiva de indemnizar daños. Las aseguradoras
tienen técnicas muy precisas para calcular el daño, y a partir de ello se fija el costo de la
prima, que corresponde al costo de probabilidad del daño. La suma de las primas ha de
ser mayor a los daños pagados.
El seguro sólo otorga una indemnización cuando se cumplen las condiciones de la póliza,
esto es, la ocurrencia del siniestro. Sin embargo, el seguro actúa ex post, una vez que se
ha declarado la responsabilidad del agente. No es un mecanismo de responsabilidad civil,
sino un mecanismo de distribución de los costos de los daños.
La expansión del seguro proviene de la expansión de los riesgos, asociada al desarrollo del
comercio, de la tecnología y la industrialización. Se desarrolla el cálculo probabilístico,
que es el fundamento científico de la explotación económica del seguro.
La codificación del s. XIX ignoró el seguro de responsabilidad civil. Por ello la tarea quedó
encargada a la jurisprudencia. La primera etapa se superó a mediados del s. XIX cuando se
zanjó la discusión acerca de la validez del seguro. Se cuestionaba la validez del seguro
bajo el argumento de que incentivaba al actuar imprudente, ya que no es el agente mismo
el que responde por los daños. Implícitamente en esta resistencia al seguro se observa
que el seguro era visto como una forma de garantizar el patrimonio del asegurado frente
a su impericia o negligencia.
La segunda etapa se inicia cuando se aceptó abiertamente el seguro, para casos en que el
asegurado incurre en acciones negligentes (incluso en Francia se aceptó para la culpa lata
o dolo). La aceptación en Chile de que se puede pactar un seguro para reparar los daños
por la imprudencia del asegurado da cuenta de que el seguro se vio como un
instrumento útil de protección a las víctimas: importó cada vez menos la conducta del
asegurado.
La reacción del legislador fue tardía. Las leyes iniciales se referían al negocio o actividad
de las aseguradoras y no a los contratos.
Por otro lado, el legislador decidió declarar obligatorio el seguro cuando generaba áreas
de responsabilidad estricta. Cuando el legislador crea un seguro obligatorio de
responsabilidad civil, se despreocupa del deudor agente y se hace cargo de que la víctima
encuentre un deudor siempre solvente (aseguradora).
Así, el seguro de responsabilidad tiene una conceptualización que viene de las prácticas
comerciales mundiales: las re-aseguradoras extranjeras (inglesas en su mayoría) exigen a
las aseguradoras que homologuen sus pólizas a sus estándares (las que terminan siendo
una mala traducción del original).
El contrato de seguro también involucra cargas cuya insatisfacción afecta sólo el interés
propio:
La acción directa responde al afán de reparar rápidamente a las víctimas con la prestación
del seguro de responsabilidad civil. La acción directa puede interponerla la víctima en
contra del asegurador para exigir a éste el pago de la indemnización sin tener que pasar
por el asegurado.
La acción directa no es un trámite o puesta en práctica del seguro, sino que es una
garantía de pago de la indemnización a las víctimas. Con la acción directa surgió un
tercero, que es la víctima, titular de un derecho frente al asegurador.
Aún en países como Chile carecen de la acción directa, la redacción de las pólizas
establecen la carga de que el asegurador ejerza el patrocinio y poder del asegurado. Esta
cláusula en las pólizas se llama “dirección del proceso”, en virtud de la cual todas las
atribuciones procesales recaen en el asegurador.
El asegurado puede negar la defensa de la aseguradora (es una carga de ésta), pero
pierde la póliza y la cobertura del seguro.
Ahora bien, dicha acción en algunos casos es prescindible, aun cuando no se reconoce la
acción directa como en Chile, ya que son las mismas pólizas de seguro cuyas condiciones
generales conducen al mismo resultado. Las pólizas establecen generalmente la carga del
asegurado de entregar al asegurador la dirección del proceso, a no reconocer la
responsabilidad sin intervención del asegurador, a no transigir.
Esta dirección del proceso produce que el asegurador lleva, coordina y dirige el
procedimiento, determina la estrategia de defensa, escoge los abogados, toma la decisión
si insta o no a la transacción o litiga a la última instancia, decide acerca de la interposición
de recursos procesales, etc. Por lo demás si el asegurador conduce el proceso, lo que
sucede es que ellos no litigan sino cuando les conviene, en todos los otros escenarios
buscan encontrar una transacción.
A los aseguradores nunca les ha gustado tener jurisprudencia, por que fija estándares, y
estos encarecen los riegos, por tanto se desmejora el negocio. Por ello tienen los
incentivos de siempre llegar a acuerdo cuando no sean indemnizaciones cuantiosas. Así se
36
La reacción del juez frente a esto es evidente: tiene menos reparos en dictar una
sentencia condenatoria, porque hay un buen pagador, y porque existe la sensación de que
no le cuesta nada a nadie.
La jurisprudencia termina sentenciando en cierta medida por razones de equidad, que son
una razón loable, pero no de responsabilidad civil.
Existe otra creencia falsa de que la indemnización pagada por un asegurador tiene un
costo igual a cero, porque el seguro está para pagar indemnizaciones, no generando
perjuicios para nadie. Por tanto, si se condena a una aseguradora, es parte de su negocio y
tal costo se ha distribuido ya con la prima que ha pagado el asegurado.
Esta idea es una falacia, la indemnización pagada por un asegurador tiene costos
económicos ante todo para el propio asegurado, por que las primas suben cuando hay un
siniestro, por eso los contratos tienen renovación anual. En el extremo de que si existen
varios siniestros y por condiciones previstas en la misma póliza el asegurador tiene
derecho a terminar el contrato o a su no renovación.
Por último hay un fenómeno que cuando hay siniestro recurrente en materia de
responsabilidad civil y esta constituye un riego asegurado, los aseguradores efectúan lo
que se denomina segmentaciones de mercado: dividen el mercado de manera que
aquellos asegurados expuestos a riesgos de mayor entidad quedan agrupados de tal
forma que siendo un grupo menor pagan una prima mayor. Mientras más segmentado el
mercado, más caro será para ciertos segmentos, como ocurre con los anestesistas, que
pagan primas mucho mayores.
37
También existe una consecuencia económica para las víctimas, ya que el costo de los
seguros lo terminan pagando los usuarios.
Las infecciones intrahospitalarias son reconocidas con estadísticas, pero son inevitables en
un 100%, sólo se pueden prevenir o reducir. Los riesgos terapéuticos menos graves se
asignaron al seguro médico obligatorio. Los riesgos terapéuticos más graves, se asignaron
al Estado.
Los aseguradores respondieron que el riesgo que estaban asumiendo era demasiado alto
(ya que podrían producir incluso la muerte), por lo que aumentarían en 300 % la póliza.
Los médicos anestesistas u obstetras no podían continuar la actividad con tales costos.
Esto provocó que una nueva ley traspasara nuevamente el riego terapéutico al Estado, así
las aseguradoras bajaron las primas.
Otro efecto son las decisiones injustas. Ya es objetable que se termine condenando a un
responsable que no es culpable por la sola circunstancia de que es asegurado (por ejemplo
un corte accidental en una cirugía medica). Y existe una injusticia mayor: cuando se
condena a un individuo que no es culpable y tampoco está asegurado.
Los fallos en que se considera al seguro como causa de decisión, lo hacen implícita y no
explícitamente, establecen un precedente de responsabilidad civil, aplicable a casos
análogos sucesivamente.
38
La masificación del seguro encarece los costos de los bienes y servicios. No conduce a un
comportamiento imprudente, se contrae un seguro generalmente para evitar los
infortunios, o cuando es obligatorio, para cumplir un requisito legal.
Además, el contrato de seguro genera bastantes incentivos para que la gente no sea
negligente: ante la negligencia paga un deducible, que es un estimulo evidente, y por otro
lado, puede verse enfrentado al alza de las primas.
El problema no es que las aseguradoras quiebren, pues ellas operan bajo ciertas
instituciones de reaseguro. El hecho es que si no se estructura correctamente un sistema
de seguro, los aseguradores se retiran de ciertas áreas y esto tampoco es favorable para la
indemnización de las víctimas.
1. En primer lugar, uno puede ventilar la situación como medida correctiva. Esta solución
implicaría facultar a los jueces para que tengan en cuentas situaciones exógenas. Sin
embargo, no estaríamos hablando de responsabilidad civil sino de una intervención en el
contrato. Si ya no va a ser un requisito la ilicitud, sino simplemente se considera la
existencia del seguro, no es responsabilidad civil, sino una garantía de pago a todo
evento. Esto no es posible porque sería excesivamente oneroso o bien, hace que el Estado
deba encargarse de esos pagos a través de la seguridad social
Esta es una decisión extremadamente cara que pocos países estarían en posición de
realizar y que bajo cualquier óptica escapa a la responsabilidad civil.
Parece una solución medianamente justa y además una forma de hacer economía. Sin
embargo, la estandarización de indemnizaciones lleva a la baja de las mismas. En
consecuencia, se da un incentivo para conceder la indemnización (por su bajo costo), y por
tanto extender la responsabilidad.
4. François CHABAS constató que este problema no tiene solución. Son fenómenos
sociales que se retroalimentan. Partiendo de la consideración de que, producto de la
tecnología, los riesgos son frecuentes, podemos afirmar que el buen padre de familia no
solo debería precaverse de los daños que pueda ocasionar a terceros, sino también de los
daños que puede ser víctima, contratando no sólo seguros de responsabilidad, sino
también seguros de personas y cosas.
Incorporar masivamente el seguro de personas y cosas sería conveniente por que estos
son seguros directos, y no de responsabilidad civil. Precaven los daños que puede sufrir la
propia persona o sobres sus propias cosas. Luego si existen comprometidos estos seguros,
el juicio se resuelve entre compañías aseguradoras.
El seguro de persona y de cosas no se preocupa de quién fue la culpa sino que indemniza
inmediatamente. Las acciones del asegurado y luego se dirige contra el responsable, pero
en vista de la existencia de la responsabilidad del seguro de responsabilidad civil actuará
contra la aseguradora.
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Finalmente esto es conveniente ya que las aseguradoras transarán entre ellas extra
judicialmente, entrando a juicio únicamente cuando quieran fijar precedente. El juez no
tendrá ningún interés en condenar o rechazar la demanda por consideraciones del seguro,
no interviene ninguna condición humanitaria posible (la víctima tiene 2 seguros).
Es una solución inteligente, pero al mismo tiempo requiere dinero, como el mismo autor
reconoce.
SEGUNDA PARTE
A. Generalidades
Los efectos propios del contrato son las obligaciones que nacen de él. Lo habitual es que el
contrato se cumpla, así es como normalmente se extinguen las obligaciones. Lo impropio
es que el contrato no se cumpla.
En primer lugar, el acreedor puede exigir el cumplimiento forzado, teniendo presente las
reglas especiales para las obligaciones de hacer y no hacer.
Si se opta por la resolución, debe hacer una suma de dinero que “compense”, una
prestación equivalente, lo que se denomina cumplimiento por equivalencia, y a eso alude
la noción de daños (dommages).
a. No se ha cumplido
b. Se ha cumplido imperfectamente, es decir, parcialmente.
c. Hay mora, es decir, retardo culpable en el cumplimiento (no es retardo a secas).
Si se sostiene que frente al incumplimiento del deudor sólo se puede pedir indemnización,
postergando el cumplimiento, la suerte del contrato se estaría dejando en manos del
deudor, lo que es impensable. No obstante, en el derecho anglosajón se habla de
“cumplimiento eficiente”, en que es más barato pagar la indemnización que hacer cumplir
el contrato, cuestión que es inadmisible en nuestra tradición civil.
En Chile, se sostiene que debe darse prioridad al cumplimiento forzado (como apunta
Alessandri), y se argumenta a partir del art. 1537, relativo a la cláusula penal, que señala
básicamente que debe darse importancia al cumplimiento de la obligación principal.
Sin embargo, en la práctica se discute poco la posibilidad del acreedor de optar entre el
cumplimiento forzado y la indemnización, ya que en los contratos bilaterales opera la
condición resolutoria tácita (art. 1489).
Obligaciones de hacer
Art. 1553. “Si la obligación es de hacer y el deudor se constituye en mora, podrá pedir el acreedor,
junto con la indemnización de la mora, cualquiera de estas tres cosas, a elección suya:
1ª Que se apremie al deudor para la ejecución del hecho convenido;
2ª Que se le autorice a él mismo para hacerlo ejecutar por un tercero a expensas del deudor;
43
Obligaciones de no hacer
Art. 1555. “Toda obligación de no hacer una cosa se resuelve en la de indemnizar los perjuicios,
si el deudor contraviene y no puede deshacerse lo hecho […]”
En la doctrina se discute acerca de qué tipo de obligación debe tratarse para considerarse
incumplimiento: si debe ser una obligación principal, accesoria, etc. Sin embargo, una vez
valorada la significancia del daño, nada obsta a que pueda pedirse su indemnización.
El dolo
El dolo se define en el art. 44 como: “la intención positiva de inferir injuria a la persona o
propiedad de otro”. En el escenario contractual, el deudor no fue negligente, sino que
deliberadamente incumplió el contrato.
44
Como dispone el art. 1459: “El dolo no se presume sino en los casos especialmente
previstos por la ley. En los demás debe probarse.”
Además, del art. 1558 se desprende que en el ámbito contractual cuando hay dolo, se
responde de los perjuicios previsibles e imprevisibles.
La culpa
En primer lugar, la culpa civil en cuanto a su apreciación es una sola. La culpa contractual
y extracontractual se aprecia de una misma manera, esto es, in abstracto, comparando el
estándar debido con el comportamiento efectivo.
Por lo tanto, por ser conceptos que han devenido en equivalentes, se tratarán en
profundidad en materia extracontractual: se verán los criterios que determinan ese juicio
de reproche por parte del juez, en que el elemento determinante es la previsibilidad.
45
Esta clasificación tripartita de la culpa proviene del derecho romano y la adoptó Bello de
los estudios de Pothier.
La distinción entre los tres tipos de culpa se aplica solamente en materia contractual (art.
1547). No hay norma alguna que permite atribuir esta clasificación al ámbito
extracontractual.
“El deudor no es responsable sino de la culpa lata en los contratos que por su naturaleza
sólo son útiles al acreedor; es responsable de la leve en los contratos que se hacen para
beneficio recíproco de las partes; y de la levísima, en los contratos en que el deudor es el
único que reporta beneficio.
El deudor no es responsable del caso fortuito, a menos que se haya constituido en mora
(siendo el caso fortuito de aquellos que no hubieran dañado a la cosa debida, si hubiese
sido entregada al acreedor), o que el caso fortuito haya sobrevenido por su culpa.
Todo lo cual, sin embargo, se entiende sin perjuicio de las disposiciones especiales de las
leyes, y de las estipulaciones expresas de las partes.”
Como dice el art. 44, dependiendo del beneficio que le reporte al acreedor y/o al deudor,
se será responsable por distintos tipos de culpa.
46
1. Culpa lata
Es el estándar menor, más bajo y menos exigente de comportamiento que viene definida
en el art. 44 CC y consiste en no manejar los negocios ajenos ni aun con el cuidado que
una persona poco diligente emplea en sus negocios propios, es decir, es un estándar tan
poco exigente, incluso más bajo que quien administra sus negocios con poca prudencia, es
un comportamiento grosero que el CC asimila con el dolo.
El deudor responde de culpa de lata en los contratos que sólo existe utilidad al acreedor
porque si quien recibe esta utilidad es el acreedor, al deudor se le exige lo mínimo porque
es el acreedor el que se beneficia con el contrato.
Por ej.: art 2215. El depósito es un contrato en que una de las partes entrega a la otra una
cosa corporal para que la guarde y restituya, de naturaleza real, y por lo tanto, la única
obligación que surge es la restitución de la cosa. Es un contrato que solo beneficia al
acreedor que es el depositante, el depositario solo recibe el gravamen de custodiar la cosa
y restituirla y por eso, el art 2219 agrega que el depósito propiamente tal, es gratuito y,
por lo tanto, beneficia al acreedor y el deudor responde de culpa lata por la cosa
custodiada.
2. Culpa leve
El deudor responde de la culpa leve en los contratos que se hacen para beneficio
recíproco de las partes. Corresponden a casi la totalidad de los casos de responsabilidad
civil. Son contratos que resultan ambas partes beneficiadas. En el contrato yace la idea de
intermediación o reciprocidad, esto porque lo normal es que los contratos se suscriban
porque ambas partes creen que se benefician y entonces es razonable que el derecho las
trate de una manera igualitaria.
El deudor responderá, por tanto, como un buen padre de familia, es decir un hombre
razonable, un hombre medio. Como señala el art. 44, la culpa leve es la falta de diligencia
y cuidado que los hombres emplear ordinariamente en sus negocios propios.
3. Culpa levísima
La del deudor en los contratos donde el único beneficiado es él mismo: responderá por el
estándar más exigente; es la falta de aquella esmerada diligencia que un hombre juicioso
emplea en la administración de sus negocios importantes.
Ejemplo, el comodato: art. 2178: “El comodatario es obligado a emplear el mayor cuidado en la
conservación de la cosa, y responde hasta de la culpa levísima”.
Este tipo de contratos son excepcionales aquellos que nacen como unilaterales, y a veces,
se convierten en sinalagmáticos imperfectos porque nacen obligaciones en el transcurso y
por tanto beneficios.
47
La tendencia contemporánea, sin borrar los dos estatutos y sus límites, busca establecer
los factores comunes entre culpa, daño y causalidad.
En la culpa, debemos efectuar una prevención. El art. 1547 no está previsto para la
llamada “responsabilidad contractual”, este es un concepto elaborado por la doctrina,
sino que está previsto para la indemnización de perjuicios por incumplimiento contractual.
Como el art. 1547 está previsto solo para el ámbito contractual, surge la pregunta de qué
hacer en el ámbito extracontractual:
Por tanto, si no hay una distinción entre hipótesis para asignarle un modelo de culpa a
cada ellas, así como existe en el contrato en el art. 1547, entonces se responde hasta de
la culpa levísima, toda culpa.
Las partes podrían modificar este estándar de culpa, pudiendo exigirse un estándar
mayor o menor. El límite a la modificación contractual es la condonación del dolo futuro.
Sin embargo, esta presunción de culpa no es judicial, sino legal. Con todo, admitiría
prueba en contrario. Si el deudor está afecto de una presunción de culpa, parte el juicio
siendo culpable, por lo que sobre él recaerá la carga de la prueba de su diligencia.
Del art. 1547 inc. 3 la doctrina ha inferido que la culpa contractual se presume, e incumbe
la prueba de la diligencia a quien ha debido emplearlo. Si no es el acreedor el que tiene
que probar la culpa y el deudor debe probar la diligencia, el juicio parte suponiendo la
culpa del deudor.
La presunción de culpa se opone a las obligaciones de medio, por cuanto éstas consisten
en sólo poner a disposición del acreedor las competencias personales para tratar de
obtener un objetivo, sin comprometerse su obtención.
Según Tapia, es una institución peligrosísima, puesto que es civil y no procesal, porque las
partes no pueden anticipar la situación a la que se enfrentarán en un litigio futuro,
generando incertidumbre y restándole seguridad jurídica al contrato. Además, existe la
posibilidad de que en una audiencia preliminar preparatoria se distribuya la carga de la
prueba, sin que el juez conozca más antecedentes acerca del fondo del asunto.
49
La responsabilidad estricta está justificada de otra forma, por cuanto el agente sujeto a
ella, creó un riesgo derivado de algo que lo beneficia (uso de una máquina industrial o de
un automóvil), y por ello correspondería hacerlo responsable de todo daño.
El art. 1679 permite sostener que no existe responsabilidad contractual por el hecho
ajeno, en tal caso, se responde como si fuera propia.
Además, si se acepta la responsabilidad contractual por el hecho ajeno, habría que admitir
las excusas del empresario (como estar fuera del horario de trabajo) por el hecho del
dependiente, como eximente de su responsabilidad. Esto generaría inseguridad del
contrato. En definitiva, el empresario debe responder por sus dependientes como por
actos propios.
En cuanto a la imprevisibilidad, podemos afirmar que estadísticamente todos los actos son
previsibles, por ejemplo, la ocurrencia de un terremoto en un país sísmico.
De ahí que la doctrina en su mayoría coincida en que el elemento determinante del caso
fortuito es su carácter irresistible. Se presentan sus efectos y el hombre no podrá hacer
nada para impedirlo.
En Chile, la ley AUGE, en materia de responsabilidad civil sanitaria contiene una definición
que sólo da cuenta de un elemento.
En el CC, el art. 1547 inc. 2 es la piedra angular en el tratamiento del caso fortuito, y
establece que por regla general el deudor no responde por el caso fortuito.
“El deudor no es responsable del caso fortuito, a menos que se haya constituido en mora
(siendo el caso fortuito de aquellos que no hubieran dañado a la cosa debida, si hubiese
sido entregada al acreedor), o que el caso fortuito haya sobrevenido por su culpa”
“La mora producida por fuerza mayor o caso fortuito no da lugar a indemnización de
perjuicios”.
Así como el caso fortuito envuelve una eximente de responsabilidad, tiene también una
función en materia de riesgos (perdida de la cosa debida), ya que extingue la obligación:
Art. 1670: “Cuando el cuerpo cierto que se debe perece, o porque se destruye, o porque deja de
estar en el comercio, o porque desaparece y se ignora si existe, se extingue la obligación; salvas
empero las excepciones de los artículos subsiguientes”.
¿Es posible disociar estos efectos? Las hipótesis son rarísimas, pero se podría pensar en un
incumplimiento que no produce daños, por ejemplo, un arrendatario que restituye el
inmueble con graves deterioros, y el arrendador pide indemnización de perjuicios, sin
embargo, éste último, una vez restituido el inmueble lo demolió para instalar un
51
Otro aspecto que se ha discutido es si la noción de caso fortuito se aplica sólo a las
obligaciones de dar (con especial relevancia como modo de extinción).
Podemos decir que el caso fortuito tiene también un papel en las obligaciones de hacer y
no hacer, aunque en estas últimas se trataría más bien de “fuerza mayor”, asociado
generalmente a la orden de autoridad o terceros que impiden la construcción de la obra.
Ahora bien, ¿El caso fortuito genera siempre esta eximente de responsabilidad?
NO. El art. 1547 inc. 2 señala que el deudor es responsable cuando el caso fortuito
hubiere sobrevenido por su culpa, o cuando el deudor se haya constituido en mora.
El art. 1547 inc. 3 establece que la prueba del caso fortuito incumbe al que lo alega. Tal
regla se repite en el art. 1698 (“Incumbe probar las obligaciones o su extinción al que
alega aquéllas o ésta”).
El art. 1547 inc. 4 agrega: “Todo lo cual, sin embargo, se entiende sin perjuicio de las
disposiciones especiales de las leyes, y de las estipulaciones expresas de las partes”. De
manera que las partes pueden modificar el alcance y distribución del caso fortuito, cuando
su renuncia mira al interés propio del renunciante (art. 12 CC).
Esto último se vería afectado por la carga dinámica prevista en la reforma procesal civil en
trámite, ya que los jueces podrían modificar las reglas que los propios contratantes se han
dado.
Art. 1671: “Siempre que la cosa perece en poder del deudor, se presume que ha sido por hecho o
por culpa suya”.
Cesión de derechos contra terceros por cuyo hecho haya perecido la cosa
Art. 1677: “Aunque por haber perecido la cosa se extinga la obligación del deudor, podrá exigir el
acreedor que se le cedan los derechos o acciones que tenga el deudor contra aquellos por cuyo
hecho o culpa haya perecido la cosa”.
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Las condiciones del daño reparable son comunes a ambos estatutos de responsabilidad
civil – contractual y extracontractual. Tales requisitos son:
2. Lesión de un interés personal. El daño debe ser propio, sin perjuicio de:
a. Víctimas por rebote. Este caso, sin embargo, no es una excepción como
algunos sostienen, ya que los afectados no demandan un perjuicio ajeno,
sino uno personal: el dolor de la pérdida de un cercano.
b. Acción de interés colectivo o difuso de los consumidores. Esta es
efectivamente una excepción al carácter personal del daño, y está
reconocida extraordinariamente en la ley 19.496, aunque no tiene efecto
práctico real por los exigentes requisitos de admisibilidad de la acción.
3. El daño debe ser significativo. La significancia del daño dice relación con la
constatación de que la vida en sociedad obliga a tolerar ciertos daños que no
sobrepasen un margen razonable, dicho margen es relativo. Es importante en
materia de conflictos de vecindad y copropiedad, así como en el daño ambiental.
4. El daño debe ser cierto. La certidumbre del daño juega un papel en el lucro
cesante, por ser un daño futuro. El daño pasado no tiene complicaciones para
establecer su ocurrencia, en cambio para los daños futuros, no se exige certeza,
sino una probabilidad razonable de ocurrencia.
5. El daño debe ser directo. Se refiere a la lejanía o cercanía con el acto ilícito, y se
tratará en la causalidad.
Pese a estos rasgos comunes, el daño contractual tiene 2 particularidades que han
suscitado discusión: (1) la indemnización del daño moral en sede contractual y (2) la
previsibilidad como límite a la indemnización de dicho daño.
Hasta 1922, usando el art. 1556, los tribunales dieron indemnización sólo del daño
patrimonial, tanto en sede contractual como extracontractual. Desde 1922, la Corte
Suprema aceptó que el daño moral fuera indemnizable en materia extracontractual,
entendiendo dicha reparación como el “precio del dolor”.
53
Poco a poco se fueron abriendo las categorías de daño reparables a ámbitos como la
honra, el nombre, la privacidad, el perjuicio estético, etc.
Obviamente esta falta de reconocimiento del daño moral era injusta, puesto que existen
contratos cuyo cumplimiento se efectúa con el cuerpo del acreedor, estos son: contrato
de transporte, contrato de trabajo y contrato médico. En ellos el acreedor se constituye
en una potencial víctima y siempre envuelven un daño moral. 2
Por ello, desde 1950, la jurisprudencia empezó a cambiar esta postura formalista y rígida,
y sostuvo que en los susodichos contratos el deudor puede prever que el incumplimiento
puede significar una posible afectación de la integridad del acreedor. La jurisprudencia dio
aplicación a esta tesis especialmente en accidentes del trabajo, a propósito de la ley
16.744 que regula la materia.
El cambio definitivo fue en 2001 en que se establece que el daño moral es indemnizable
en todo contrato, siempre que sea previsible o anticipable. La sentencia además
reconoció que la doctrina nacional era unánimemente favorable a la reparación del daño
moral en sede contractual.
El contrato es un acuerdo anterior al ilícito, y como tal, marca un límite a los daños que
pudieron prever las partes.
2
Se incluye también en esta categoría a ciertos contratos bancarios (cuentas corrientes) en que un protesto
indebidamente publicado en el Boletín Comercial daña la honra comercial de la empresa.
54
De manera que si hay culpa, el deudor sólo es responsable de los perjuicios efectivamente
previstos o que debieron preverse al momento del contrato. Cuando hay dolo, el deudor
responde de todos los perjuicios, siempre que sean directos.
La previsibilidad, como está prevista en el CC, se remonta a sus fuentes francesas: Domat
y Pothier. Este último señalaba que el límite de la indemnización de perjuicios es lo
previsible: no se puede hacer responsable al deudor de aquello que no pudo prever, ya
que si se le hiciera responsable de lo no previsible, el deudor probablemente no habría
contratado.
Ahora bien, los contratos se suscriben para que tengan efectos en el ámbito económico,
son acuerdos de intercambios de bienes y prestaciones con significancia económica. Al
mismo tiempo, esta consideración económica no excluye que ciertos contratos involucren
intereses extrapatrimoniales.
¿La lesión de estos intereses extrapatrimoniales puede ser anticipable como un riesgo
probable?
55
Hay circunstancias en que se dice expresamente por las partes que hay intereses
extrapatrimoniales comprometidos, de modo que son reconocidos como previsibles y el
deudor debe responder por ellos3. Por ejemplo: el joyero que guarda joyas de la familia.
En los contratos que las partes nada dicen al respecto, ¿puede sostenerse que hay
implícitamente intereses extrapatrimoniales cuya lesión da origen a un daño moral?
Las hipótesis en que generalmente las personas jurídicas pueden sufrir daño moral son de
tipo contractuales, por incumplimiento de obligaciones que dañan su reputación. Las
hipótesis extracontractuales son generalmente dos: la competencia desleal y el
desprestigio proveniente de actos de autoridad.
La cuestión es acerca de si las personas jurídicas tienen legitimación activa para reclamar
un daño moral.
El daño moral surge históricamente como el precio del dolor. En esta concepción, la
persona jurídica no puede ser víctima de dolor y por ende no sufre daño moral.
En los últimos 30 años, sin embargo, se empieza indemnizar como daño moral toda lesión
a los atributos de la personalidad (nombre, domicilio, etc.).
Y en especial – como una categoría reciente – se repara como daño moral la lesión a los
derechos de la personalidad, aquellos que son inherentes a la persona.
3
A propósito del daño moral, como una deformación contemporánea del daño o perjuicio de afección, éste
se ha extendido a cosas cuya pérdida produce dolor, por ejemplo, la mascota querida. En Chile, hay
sentencias que incluso reparan el daño moral por el dolor que sufrió un taxista que perdió su auto y no pudo
usarlo (¡!)
56
Los atributos de la personalidad son los reconocidos en el CC, pero los derechos de la
personalidad, son reconocidos como derechos fundamentales en la Constitución y
contribuyen a configurar de mejor manera la noción de persona.
Cuando el daño moral va más allá del precio del dolor surge la pregunta por las personas
jurídicas, si éstas tienen atributos y derechos de la personalidad. La respuesta es
afirmativa, y son los que se refieren a su proyección social, a su imagen, a la percepción
que la sociedad tiene de ellas. Dicha percepción puede afectar tanto a personas jurídicas
con fines de lucro (la marca comercial) como sin fines de lucro (imagen de la fundación).
Como crítica a esta idea se ha dicho que todo perjuicio moral se traduce en una
disminución patrimonial, en tal caso lo que se indemniza es la “consecuencia patrimonial”
del daño moral. Esto sería, en esencia, negar el daño moral y convendría en su lugar pedir
directamente indemnización del daño patrimonial.
La doctrina que reconoce el daño moral en las personas jurídicas lo entiende como un
detrimento a un atributo o derecho de la personalidad que no es medible y sólo es
“compensable” bajo la categoría de lesión extrapatrimonial. Dicha lesión a la proyección
social de la persona jurídica debe ser reparada. Sin embargo, la jurisprudencia chilena
tardíamente reconoce esta tendencia (vid infra).
ALESSANDRI, atento al derecho francés, señala que las personas jurídicas están
legitimadas para reclamar daño moral por lesiones a su honra y reputación, mas no
sentimientos de afección. A esa fecha, esto no era novedoso, todos los autores franceses
concluían lo mismo.
Orlando TAPIA señala algo parecido: las personas jurídicas pueden demandar el
resarcimiento de los daños económicos y morales.
57
En la doctrina reciente, autores como Hernán CORRAL, José Luis VIEL, entre otros,
convienen en lo mismo.
Sólo Enrique BARROS plantea una crítica a esta tendencia, partiendo de 2 constataciones:
que el daño moral expandió sus fronteras más allá del precio del dolor; y que la doctrina y
los tribunales han ido reconociendo que las personas jurídicas tiene acción para hacer
cesar el daño que afecta su honra o privacidad. Barros cuestiona que bajo la categoría de
daño moral se reparen daños patrimoniales difusos.
Corte Suprema (1977): A propósito de la indemnización por un delito penal, señaló que
las personas jurídicas no podrían sentirse “afectadas” por la perpetración de un ilícito, y el
dolor sólo lo pueden sentir las personas naturales.
CA Santiago (1999): Falló que el daño moral de las personas jurídicas puede referirse a la
buena fama comercial. Sin embargo, en la especie no se indemnizó el daño moral porque
no se acreditó debidamente el detrimento a esa buena fama.
CA Concepción (2003): Caso de municipalidad que anuló licitación ganada por una
empresa. Según el demandante, la anulación produjo aflicciones síquicas a la persona
jurídica, por la depresión que sufrió el representante de la empresa (¡!). La Corte rechazó
obviamente la indemnización del daño moral.
CA Talca (2003): El Hogar de Cristo demandó indemnización a una persona natural por
apropiación indebida de las recaudaciones. La CS en sede de casación en el fondo sostuvo
que las personas jurídicas son afectas a daño moral por lesiones a su reputación,
distinguiéndolo del perjuicio patrimonial. De manera que, por un lado, se afectó la
recaudación (daño económico), y por otro lado, se dañó la imagen de la fundación (daño
moral).
Para este tribunal, el perjuicio moral puede inferirse de las pérdidas patrimoniales.
Entonces hay que distinguir: uno es el perjuicio económico y otro es el perjuicio moral que
deriva de éste.
58
En opinión del profesor, esta distinción entre daño moral puro y daño moral con
consecuencias patrimoniales. Se trataría de una mala interpretación de la obra de los
hermanos MAZEAUD.
CS (2004): condenó a un banco al pago de una indemnización por daño moral causado a
una sociedad, identificándolo como un daño a su imagen comercial (descrédito).
i. La doctrina antigua señalaba que el daño moral no puede ser probado porque
pertenece a la esfera interna de la persona, son hechos intangibles. Esta es la
postura mayoritaria de la jurisprudencia.
ii. El daño moral no puede ser probado, pero sí se deben entregar antecedentes que
permitan inferirlo.
iii. El daño moral debe probarse siempre.
Corte Suprema (30 jun. 2008) ROL 5857-2006. Es un fallo relevante en la materia, pese a
no conceder el daño moral a la persona jurídica. Una sociedad comercial demandó a otra
(típica hipótesis contractual) porque incumplió el contrato de arrendamiento de un
establecimiento industrial. La contraparte restituyó el bien deteriorado y con algunas
maquinarias faltantes. Se demandó daño moral consistente en un descrédito del sistema
59
CA Talca (2011): El solicitante era una persona jurídica que demandó daño moral por el
precio de las lágrimas de su representante. Se desestimó porque el demandante era una
persona jurídica y obviamente éstas no pueden sufrir dolor.
En Chile no hay estudios en la materia, así que debemos recurrir al derecho comparado.
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Los que lo aceptan se fundan en que las personas jurídicas gozan de atributos de la
personalidad. Para el francés Jacques MESTRE, no se pueden negar sus atributos de la
personalidad.
Dicho fallo también hizo una precisión interesante: los bienes patrimoniales dicen
relación con elementos del “tener”, mientras que los bienes extrapatrimoniales son parte
del “ser” de la persona, pues afectan sus valores, su cultura y su imagen.
Si bien la alteración de estos elementos del “ser” tiene consecuencias económicas, tal
alteración en sí misma es un daño moral.
Así la distinción entre un daño moral puro y daño moral con consecuencias
patrimoniales no hace más que negar el daño moral en las personas jurídicas.
La distinción entre daño moral puro y daño moral con consecuencias patrimoniales forma
parte de una tesis de los hermanos MAZEAUD y reconocida por François CHABAS, pero no
con el alcance que la Corte de Apelaciones de Santiago le dio.
Para MAZEAUD hay ciertos daños morales que son la consecuencia refleja de una agresión
material-física (lesión corporal o la muerte) o de la proyección social. Pero existiría
además un daño moral “puro” que se vincula a atentados a sentimientos de afectación
que no son la consecuencia de una agresión material-físico o de un hecho social. Tal daño
es una pérdida íntima.
Habría, por un lado, un daño moral con consecuencias materiales. Por materialidad se
entiende una lesión a un bien corporal o un bien social (honor, reputación).
Por otro lado, habría un daño moral puro que consiste en un atentado a sentimientos
morales o afectivos, y no son una consecuencia de una pérdida corporal o social de la
persona que lo reclama. El daño moral puro típico es el perjuicio de afección, en que el
daño corporal (material) lo sufre la víctima directa y no la víctima por rebote.
Para los Hnos. Mazeaud, los daños con consecuencias materiales son un efecto de
agresiones corporales o sociales. En Chile se entendió a la inversa: que estos daños
morales son causa de un daño pecuniario.
Para los franceses, el perjuicio es siempre moral, en ningún caso es un efecto patrimonial,
como por ejemplo en la pérdida de clientela.
El tribunal de alzada chileno entendió que las personas jurídicas no podrían alegar el daño
moral puro.
Sin embargo, la doctrina chilena estima que el daño moral es un perjuicio autónomo, y por
tanto, critican esta distinción.
Si las personas jurídicas no tienen sentimientos y sólo pueden invocar lesiones a atributos
de la personalidad ¿qué atributos de la personalidad pueden demandar a su favor?
La doctrina chilena cuando se refiere al contenido del daño moral en personas jurídicas,
habla de: (i) la protección del nombre, (ii) de la reputación o imagen, y (iii) del secreto de
los negocios (no se puede hablar de “intimidad” propiamente tal).
Ramón DOMÍNGUEZ constató que estas 3 categorías son una enumeración tomada de
VINEY.
Hay, por lo tanto, cierto acuerdo en torno a que el nombre, la reputación y la imagen dan
lugar al daño moral en personas jurídicas. La coincidencia también se da en la
jurisprudencia.
1. Las nociones de nombre, imagen y reputación son más bien equivalentes y apuntan
a la identidad social de la persona jurídica, lo que es frente a la comunidad.
Las personas jurídicas son creadas, en general, para hacer negocios, y a través de su
imagen logran convencer a los socios y las autoridades. Esta imagen es un “bien” que
conforma parte importante de la personalidad de la empresa.
2. Cosa distinta es que las cualidades que conforman esta imagen puedan ser
variables. Es una cuestión de hecho determinar las características del “ser” de una
persona jurídica en particular, susceptibles de ser afectadas por la acción de terceros.
Hay que identificar la cualidad determinante de la persona jurídica y que fue agredida por
la acción ilícita.
Pero criticar el daño moral por esta consecuencia es errado. La crítica es circular, pues si
se exige un daño económico para reparar el daño moral por lesión a la imagen, no tiene
64
1. Avaluación judicial
En primer lugar, si las partes nada dicen, será el juez (o el árbitro en su caso) quien deberá
avaluar los perjuicios sobre la base de las pruebas que se rindan.
Debemos distinguir entre la avaluación del daño patrimonial, que se hace sobre el mérito
de la prueba rendida, y la avaluación del daño moral, que por lo general no requiere
prueba (se infiere de las circunstancias que se es víctima de un perjuicio extrapatrimonial).
2. Avaluación legal
La avaluación legal existe en casos limitados. Por ejemplo, el interés corriente sirve para
fijar el interés moratorio.
3. Avaluación convencional
Concepto
Art. 1535: “La cláusula penal es aquella en que una persona, para asegurar el
cumplimiento de una obligación, se sujeta a una pena, que consiste en dar o hacer algo
en caso de no ejecutar o de retardar la obligación principal”
Características
Es una multa que puede consistir en dar o hacer algo. Generalmente se pacta una suma de
dinero.
Para que opere es necesario que se incumpla una obligación contractual y que el
incumplimiento sea imputable al deudor por dolo o culpa.
NO, la cláusula penal es una avaluación anticipada que puede abarcar incluso el caso
fortuito.
Art. 1542. Habrá lugar a exigir la pena en todos los casos en que se hubiere estipulado, sin que
pueda alegarse por el deudor que la inejecución de lo pactado no ha inferido perjuicio al acreedor
o le ha producido beneficio.
Por ello, se ha afirmado que la cláusula penal permite eludir la discusión acerca de la
existencia y el monto de los perjuicios indemnizables. No se requiere acreditar la
identidad y cantidad de los perjuicios, por lo que resulta de gran utilidad para el acreedor
en algunos contratos.
Pero, además, al proceder sin necesidad de avaluación en sede judicial, tiene un carácter
de “pena”, por tanto, tiene un efecto disuasivo para el deudor, instándolo a cumplir el
contrato.
Por una parte, una evaluación anticipada de los perjuicios, sin importar si es aproximativo
o no, dado que la ley dice que no se puede discutir la existencia o inexistencia de
beneficios para los efectos de incluir la aplicación de la pena. Esto lo señala el artículo
1542.
66
Por otra parte, la clausula penal se presenta como una obligación alternativa desde el
punto de vista del cumplimiento de la obligación principal, y desde la perspectiva de
exigibilidad de la indemnización de perjuicios judicial.
El artículo 1543 dispone que no puede pedirse a la vez la clausula penal y la indemnización
de perjuicios judicial, pero se puede pactar así si las partes quieren.
Puede que la cláusula penal haya sido pactada por el simple retardo, en cuyo caso es
obvio que procederá en conjunto con el cumplimiento de la obligación principal.
Esto a menos que por el pago de la pena no se entienda extinguida la obligación principal,
lo que equivale a decir que se haya pactado la cláusula penal en conjunto con la
exigibilidad de indemnización.
Art. 1536. “La nulidad de la obligación principal acarrea la de la cláusula penal, pero la nulidad de
ésta no acarrea la de la obligación principal.
Con todo, cuando uno promete por otra persona, imponiéndose una pena para el caso de no
cumplirse por ésta lo prometido, valdrá la pena, aunque la obligación principal no tenga efecto por
falta del consentimiento de dicha persona.
Lo mismo sucederá cuando uno estipula con otro a favor de un tercero, y la persona con quien se
estipula se sujeta a una pena para el caso de no cumplir lo prometido”
El derecho comparado ha evolucionado más que el nacional en esta materia, sin importar
que en Chile igual se puedan encontrar algunas reglas.
Esto está regulado en el art. 1544, que señala que el límite depende de la naturaleza de
la obligación.
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2. Si se trata del mutuo de dinero, la situación es distinta, porque el monto tiene una
determinación especial a partir de la ley 18.010 que contiene la regulación sobre el
crédito o mutuo de dinero que es un contrato regulado también en el Código Civil.
En materia de cláusula penal enorme no se aplica el inciso segundo del artículo 1544,
sino que como existe una ley especial se aplica el artículo 8 de la Ley 18.010.
El interés máximo convencional corresponde al interés corriente más el 50% como señala
el inciso penúltimo del art. 6.
En Chile se puede estipular un interés por sobre el interés corriente (interés de mercado
calculado por la Superintendencia sobre la base de operaciones reajustables o no
reajustables, en una moneda o en otra, etc.).
Esto es negativo ya que es mucho el 50% más, siendo que en otros países el máximo es
1/3 por sobre el interés corriente. Además es perjudicial ya que la sanción de pactar un
interés por sobre el máximo convencional la sanción será que sólo se pierde el 50%,
siendo que en la mayor parte de los países el usurero pierde todo el interés.
La figura del anatocismo es cobrar intereses sobre intereses, una vez que estos se
capitalizan. Esto corresponde a una “bola de nieve” que ha sido sancionada en muchos
países. Para realizar esta figura señalan que el interés se capitaliza, y en estos casos es
este nuevo capital el que genera un nuevo interés. En los países que se permite,
generalmente se impide al anatocismo por bajo el plazo de un año. La regla chilena es de
1 mes, con lo cual se genera grandes intereses. El art. 9 de esta ley consagra esta regla.
En lo que importa para la clase, es que la cláusula penal cumple una función de garantía
del cumplimiento de la obligación, y al mismo tiempo de evaluación anticipada y
convencional de los perjuicios.
Esto tiene ventajas, en primer lugar, porque el acreedor no debe probar los perjuicios.
En segundo lugar, ni siquiera deben existir perjuicios para que opere, puesto que se
puede pedir incluso en ausencia de ellos, y no se puede discutir la procedencia sobre la
base de la existencia de tales perjuicios.
Mediante una cláusula penal, si se regula bien en el contrato señalando en qué casos
procederá, frente a qué incumplimientos, es fácil cambiar una obligación de medios a una
68
Los artículos 1538, 1539, 1540 y 1541 regulan la relación de la cláusula penal en el
contexto del derecho de las obligaciones: si se divide o no respecto de los herederos, si
esta afecta a una hipoteca, etc.
El artículo 1538 dispone que debe existir mora, excepto en las obligaciones negativas (de
no hacer).
El artículo 1539 señala que si cumple sólo una parte de la deuda, y el acreedor lo
consiente, se rebajará la cuota.
Los herederos representan a la persona del causante. El principio general es que las
obligaciones y derechos que se contraen, se hagan en la proporción de lo que cada uno
recibe. Esto se refiere a que no son obligados solidariamente, sino que se divide a
prorrata de sus cuotas hereditarias.
El art. 1541 señala un caso más especial en que una cláusula penal se afecta al mismo
tiempo de su cumplimiento a una hipoteca. Por efecto de la hipoteca y el derecho de
persecución, se puede perseguir el incumplimiento en ese inmueble, salvo que hayan
más obligados, caso en el cual se tendrá derecho a repetir.
(iv) La Mora
La mora le agrega al retardo un elemento que es que el retardo debe ser comunicado por
el acreedor al deudor, así lo dice Alessandri. El deudor debe saber que producto de su
incumplimiento está generando un perjuicio al acreedor.
Entre retardo y mora se dice que hay una relación de género - especie: “no todo retardo
es mora, pero toda mora es retardo”.
1. Existencia de un retardo
2. Retardo imputable al deudor: importa que el retardo se produzca por dolo o culpa,
por lo tanto si se produce por una cuestión que va más allá de estas dos situaciones
no será mora, es decir, caso fortuito o fuerza mayor.
3. Interpelación por el acreedor: el art. 1551 CC señala las maneras en que se hace
esta interpelación:
a. Interpelación contractual expresa: cuando la obligación no se ha cumplido
dentro de un plazo estipulado por las partes, debe haber un acuerdo de
voluntades.
Por tanto, se excluyen: obligaciones sujetas a condición suspensiva (en ese
caso se debe reconvenir judicialmente) y plazos estipulados por el causante o
testador.
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Efectos de la mora
La regulación de la mora del acreedor no es similar a la del deudor porque no hay una
regla general, sino lo que se construye se hace en base a reglas particulares establecidas
en el CC (Arts. 1548, 1552, 1599, 1680, 1827).
Para algunos el momento en que el acreedor está en mora es desde que el deudor está
obligado a pagar por consignación.
Otra postura aplica el art. 1551 n° 3, como es la regla general puede interpretarse por
analogía y por analogía se concluye que requeriría que el deudor reconviniera al acreedor
para que reciba la cosa que se debe.
La doctrina que más se acepta es que basta cualquier requerimiento u ofrecimiento del
deudor, incluso judicial.
71
2. El acreedor debe responder de los perjuicios que supone para el deudor no recibir la
cosa (caso de las cosas con gastos excesivos de mantención).
Tanto en los efectos de la mora del deudor como los del acreedor, lo que se trata es
alterar las reglas generales de obligaciones, de los estándar de culpa que se deben, por
eso se puede sostener que la mora es algo más que un requisito de la responsabilidad
contractual, sino que incluso es una regla de atribución de daño.
72
TERCERA PARTE
§ 3. GENERALIDADES
Los primeros atisbos del derecho de la responsabilidad operan cuando hay un órgano, una
persona con autoridad, que media para evitar la venganza.
En el código de Hammurabi, del Siglo XVII a.C., se establece la ley del Talión, aún cuando
también se establecen compensaciones en dinero por daños no personales. La ley del
Talión es una ley sanguinaria que establece el “ojo por ojo, diente por diente”, pero que es
un gran avance en la humanidad, puesto que antes de ella no había equilibrio en la
retribución del mal.
La misma circunstancia de que haya recibido la contribución del derecho canónico explica
por qué la responsabilidad se encuentra históricamente apegada al concepto de culpa y
por qué subsiste en ella una cierta noción punitiva civil. La culpa para los católicos
corresponde al pecado. Los sectores conservadores siempre en materia de reforma
defienden la función de la culpa. En el caso del divorcio, en la formalización del quiebre
matrimonial, tiene como causal el divorcio por culpa.
Todas estas influencias generaron la creación del célebre artículo 1382 del Código Civil
Francés que tiene su fuente directa en Domat: “Todo hecho cualquiera del hombre que
causa daño a otro obliga a quien por cuya culpa ocurrió a reparar”.
Andrés Bello anota entre las fuentes de nuestro CC, que para los artículos 2314 y
siguientes, se tiene por fuente la ley sexta del título 15 de la partida séptima, un texto
romano canónico del s. XIII, representativo de la edad media y del derecho romano tardío,
y por tanto casuista. No tuvo un principio general por tanto.
El análisis económico del derecho es una forma ilustrativa de analizar los efectos de la
responsabilidad, pero que no son reglas jurídicas, sino instrumentos de políticas públicas.
Hay un aspecto importante en que difiere del derecho francés: hasta fines del s. XX existía
una responsabilidad basada en la negligencia, y algunos autores y luego la jurisprudencia,
vieron la injusticia de dejar a la víctima con la carga de probar la culpa en determinados
accidentes como son los del trabajo y los de tránsito.
74
Por ello desde 1986, se convenció a la Corte de Casación que en tales casos debía
presumirse la culpa y posteriormente presumir la responsabilidad convirtiéndolo en un
régimen estricto.
En Francia hoy hay un régimen general de responsabilidad estricta por el hecho de las
cosas. Esta fórmula hace vascular el derecho en gran medida al ámbito de la
responsabilidad estricta. La excepción es la responsabilidad profesional, que sigue
apegada en Francia a la responsabilidad por culpa (distinción de medios y de resultados).
Es excesivo, pero se sostiene en un sistema que opera a través de seguros.
La responsabilidad civil, ha estado marcada por una evolución histórica, que ha concluido
en la plena diferenciación de ésta con respecto a la responsabilidad penal.
En sus orígenes, sin embargo, ella ha tenido un marcado fundamento punitivo. Los
estudios antropológicos muestran que las sociedades arcaicas, en etapas previas a la
generación de formas institucionales para el ejercicio de la jurisdicción, los hechos
dañosos eran sancionados, simplemente, con la venganza.
Sin embargo, en los efectos de ambos ilícitos, sigue existiendo, por ese entonces, un
sustrato eminentemente retributivo, por lo que, en paralelo a la sanción penal,
encontramos una indemnización civil, que lejos de tener una naturaleza compensatoria
presenta un carácter de pena pecuniaria (una multa penal).
A. Elementos
Para que ese hecho sea atribuible subjetivamente a determinado agente es necesario que
sea reconducible a una decisión voluntaria de dicho agente y que sea la conducta de una
persona capaz.
En todo caso, una vez analizados estos supuestos elementales de subjetividad, para
imputar responsabilidad civil, el juicio de valor permanece exclusivamente en la conducta
del agente, y ya no existe en la responsabilidad civil, ningún reproche moral al autor del
daño. Simplemente es un juicio de valor de la conducta, pero no un reproche al autor.
(ii) Capacidad
Art.2319: “No son capaces de delito o cuasidelito los menores de siete años ni los dementes; pero
serán responsables de los daños causados por ellos las personas a cuyo cargo estén, si pudiere
imputárseles negligencia.
76
Queda a la prudencia del juez determinar si el menor de dieciséis años ha cometido el delito o
cuasidelito sin discernimiento; y en este caso se seguirá la regla del inciso anterior”.
En este artículo, no se habla de la capacidad, sino que más bien, de los incapaces.
Concepto de capacidad
1. El demente
2. El menor.
Se entiende por demencia, aquella privación de razón que sufre un individuo por
encontrarse aquejado por graves deficiencias en su capacidad intelectual o volitiva4. Es
importante distinguir dos cosas:
Por un lado, (i) la demencia es una cuestión de hecho, constituye una privación de razón, y
como tal, habrá que probarla en el juicio de responsabilidad5.
4
Es importante entender al demente bajo esta doble noción. Es decir, que puede sufrir defectos tanto en su
capacidad intelectual como volitiva.
5
Haciéndose valer mediante una excepción perentoria.
77
Ahora bien, (ii) la demencia no es sólo una cuestión de hecho, por cuanto es un concepto
jurídico, distinto del concepto que existe en la medicina y, como tal, exige en doctrina una
definición de carácter normativo. Entonces, existen autores que se decantan por señalar
que estaría caracterizada por carecer de la conciencia para discernir lo que es correcto y,
para otros, vendría a ser una privación del control racional sobre los actos propios.
Para la primera postura, la demencia sería una especie de imbecilidad, lo que es relevante
de hacer notar, ya que el imbécil no necesariamente carece de control sobre sus actos, es
decir, no es lo mismo un imbécil que un esquizofrénico: el primero es aquel que no
presenta una actitud para discernir lo que es correcto, el otro, en cambio no tiene control
racional sobre sus propios actos.
El artículo 2319, señala que es incapaz el menor de siete años, como así también, el menor
de dieciséis que haya actuado sin discernimiento. En sede civil, aquel individuo de
dieciséis años, es ex-ante responsable, y solamente dejará de serlo en la medida en que el
juez establezca que ha actuado sin discernimiento. Ahora, el juicio de discernimiento, por
lo tanto, queda entregado al juez civil, y este juicio importa un análisis de las
circunstancias en concreto, particulares del niño, como también del riesgo en cuestión, y
en ello el juez civil ha de determinar si el individuo ha sido capaz de medir las
consecuencias riesgosas de su actuar.
Ejemplo: Puede ser el caso de que un determinado niño, debido a su acercamiento con
cierto instrumento de calefacción eléctrica, sepa que, de apretar determinado botón, se
van a producir consecuencias riesgosas; siendo que otro niño, que no tiene usualmente
relación con ese tipo de objeto, no lo sepa, por lo que no es capaz de medir las
consecuencias riesgosas. Entonces, esa diferencia, importa el juicio de discernimiento.
Ahora, es importante hacer un análisis que escapa un poco al análisis de la capacidad del
menor, pero que es concomitante, y que reconduce a la lectura de la responsabilidad que
tiene el custodio respecto del menor de edad.
Sucede que tenemos a un menor de 7 años, o también uno menor de 16, que resulta
incapaz; en paralelo podemos tener a un menor de 18 años, que sea capaz, en ambos
casos, tienen un guardián. En estos supuestos, hay dos diferencias:
78
1. Para el menor incapaz, no existe una regla de presunción de culpa, como lo existe en
los supuestos del artículo 2320. Esto quiere decir que la culpa del guardián, para éste
caso, no se determinará bajo un esquema de presunción.
Ahora bien, además de los supuestos que hemos hablado, los cuales se encuentran en los
artículos 2319 y 2320, la ley nos presenta uno más, que se encuentra en el artículo 2321,
el que señala: “Los padres serán siempre responsables de los delitos o cuasidelitos
cometidos por sus hijos menores, y que conocidamente provengan de mala educación, o
de los hábitos viciosos que les han dejado adquirir.” Este supuesto, aplica tanto al menor
capaz como al menor incapaz.
Este requisito de imputación, quiere decir que para que el hecho dañoso pueda ser
imputado al agente, es necesario que dicho acto haya estado enmarcado por un control
de la voluntad de dicho agente. Es decir, representa la exigencia elemental, con respecto a
que el agente haya tenido control en la acción, que el acto sea reconducible, en definitiva,
a una acción voluntaria.
Fuerza
Como primera cuestión, cabe constatar que para estos términos, no será suficiente con la
constatación de una fuerza moral, ya que si existe este tipo de coacción, podemos
sostener que si bien el actuar del agente se encuentra condicionado, sigue siendo libre.
Por otro lado, cuando la acción se encuentra dominada por una fuerza física externa, se
excluye la voluntariedad de aquel acto.
79
Haciendo el paralelo con responsabilidad contractual, allí la fuerza se define como aquella
amenaza que es capaz de producir una impresión fuerte en una persona de sano juicio,
teniendo en cuenta su edad, sexo y condición, es decir, una fuerza moral; distinto es,
cuando hablamos de una fuerza física, porque en tal caso, en sede contractual, la voluntad
no se encuentra viciada, sino que no existe voluntad.
Otros supuestos
Podemos incluir a aquellos actos que son un resultado de movimientos reflejos y también
aquellos que encuentran su causa en una enfermedad, por ejemplo, movimientos
provenientes de ataques epilépticos, e incluso aquellos movimientos que pueden ser
reconducidos a un ataque que importa un compromiso corporal, desde el más mínimo
(desde un ataque de hipo a un ataque cardiaco), si es que ello importa absoluta privación
de control corporal, significa que se encuentra privado de la libertad y que, por tanto,
dicho hecho no puede ser reconducido a la voluntad del agente.
Ahora bien, ¿qué sucede en los casos de individuos completamente borrachos o drogados
que produzcan hechos dañosos?
Hay que tener en cuenta el principio “actio libera in causa”, éste se refiere a que la causa
de la privación de la capacidad de discernir, se encuentra en un actuar libre.
Efectivamente, dicho principio utilizado en materia penal, también encuentra asidero en
materia civil:
Art. 2318: “El ebrio es responsable del daño causado por su delito o cuasidelito”.
A lo que apunta este artículo es al principio señalado, es decir, que cuando la privación en
la capacidad para discernir, se puede atribuir originariamente a un hecho del autor, no se
priva de responsabilidad a este. Lo que se encuentra dicho para el ebrio es un principio
general, el individuo que voluntariamente ha decidido privarse de razón
(emborrachándose, drogándose, etc.), primariamente ha tomado una decisión libre, y por
tanto las consecuencias que tenga esa privación de razón son reconducibles a su voluntad
y por ello no se excluye la responsabilidad según el artículo citado6.
Del estudio de la capacidad se parte de la constatación de que hay ciertas personas que
no tienen discernimiento acerca del resultado de sus actos. No se puede atribuir
6
En un caso extremo, en que el individuo haya sido forzosamente drogado, el principio mencionado sigue
dando respuesta: él tendrá que demostrar que la privación de razón no puede ser reconducida en su origen
a un acto libre y por tanto, las consecuencias no le son atribuibles.
80
Si es daño reparable aquel generado por las personas en su interacción espontánea, ¿por
qué debería la víctima cargar con las consecuencias de actos que escapan de la
expectativa recíproca de las personas? Esta sería una constatación de fondo.
Y una constatación práctica es que son infrecuentes las hipótesis de niños peligrosos o de
dementes. Lo habitual cuando intervienen menores son casos que involucran una
responsabilidad penal, por delitos culposos, principalmente de adolescentes.
Además, en la mayoría de los casos nada importa hacer responsable al niño o demente,
porque no tienen bienes. Sin un seguro de por medio, no sirve de mucho. Y aun cuando
sea técnicamente plausible una acción de responsabilidad sobre el patrimonio de un niño
o demente, ¿sobre qué bienes ejecutar? Como se ve, en la práctica resulta improcedente.
En primer lugar, respecto de los hijos menores, ¿se puede hacer responsable al padre?
“No son capaces de delito o cuasidelito los menores de siete años ni los dementes; pero serán
responsables de los daños causados por ellos las personas a cuyo cargo estén, si pudiere
imputárseles negligencia”
La pregunta que surge es si aquí se imputa responsabilidad por el hecho propio o ajeno.
La disposición alude a una posible negligencia de la persona a cuyo cargo esté el menor o
el demente, por lo que se trataría de responsabilidad por el hecho propio.
Los artículos 2320 y 2321, en cambio, no hablan de responsabilidad por el hecho propio,
sino responsabilidad por el hecho ajeno, por una acción u omisión ilícita del hijo.
Art. 2320: “Toda persona es responsable no sólo de sus propias acciones, sino del hecho de
aquellos que estuvieren a su cuidado.
Así el padre, y a falta de éste la madre, es responsable del hecho de los hijos menores que habiten
en la misma casa”
El art. 2320 inc. 2, según la doctrina mayoritaria, constituye un a “presunción de culpa por
el hecho ajeno”, que grava al “padre, y a falta de éste la madre”.
81
Lo último reviste una discriminación al padre, en la medida que hoy es la madre la que
generalmente se queda con los hijos en la separación.
Si son los padres responsables por la negligencia propia, se les aplican las reglas generales
de responsabilidad por culpa.
Pero, si se quiere fundar la culpa “por el hecho ajeno”, el esquema probatorio es distinto.
La víctima debe probar una acción ilícita negligente del hijo. Probado el hecho negligente
del hijo, se presume la responsabilidad del padre. Por lo tanto, en estricto rigor, la
presunción es por el hecho propio del padre. La culpa del hijo siempre debe probarse.
Sin embargo, resulta extraño pensar que el niño puede determinar que su actuar es ilícito
y negligente, por eso es que generalmente en la práctica, los tribunales se bastan con
probar la acción ilícita - y no la imprudencia - del menor. Como se sabemos, en la
negligencia se compara la conducta efectiva con la conducta debida, si el actuar se ajustó
al estándar de la norma de comportamiento.
En el derecho francés, basta que el hijo haya causado una acción ilícita, sin evaluar la
culpa, bastando la mera intervención causal. Esto aumenta las hipótesis de
responsabilidad civil, acercándola virtualmente a un estatuto estricto.
Sobre el art. 2319 se puede imputar el daño directamente sin necesidad de evaluar la
negligencia del padre en la vigilancia y la educación, cuando son menores de 7 años.
Por último, la responsabilidad por el hecho ajeno del art. 2321 está fundada en una regla
que aparenta ser de responsabilidad estricta, en que son “siempre responsables”
Art. 2321: “Los padres serán siempre responsables de los delitos o cuasidelitos cometidos por
sus hijos menores, y que conocidamente provengan de mala educación, o de los hábitos viciosos
que les han dejado adquirir”
La Culpa
La distinción entre los 3 tipos de culpa tiene su aplican en sede contractual, recogida
expresamente en el art. 1547. Sin embargo, nada impide que el art. 44 se aplique a las
normas de responsabilidad extracontractual; si debemos comparar la conducta esperado
con la conducta efectiva, ¿cuál de estos 3 grados de culpa hay que elegir como el estándar
o patrón de conducta?
Una doctrina del s. XIX sostuvo que si en materia extracontractual no se distingue entre
una y otra, y donde la ley no distingue, no cabe al hombre hacerlo, por lo que el estándar
aplicable ha de ser el más exigente, el de culpa levísima.
En contra de esta tesis, se esgrime un argumento de texto: el CC en el título XXV del libro
IV habla de negligencia y culpa sin apellidos ni calificativos. Y el mismo art. 44 en su inc.
3° dispone que: “Culpa o descuido, sin otra calificación, significa culpa o descuido leve”.
Las legislaciones del s. XIX insistían en examinar si el sujeto pudo prever en particular las
consecuencias. Se examinaba si estaba en la condición de prever específicamente, a lo
que la culpa se convertía en un reproche personal y subjetivo.
83
Esta noción de culpa tiene que necesariamente ser congeniada con la noción de daño
moral. Los tribunales generalmente a la hora de reparar el daño moral tienen
consideraciones punitivas, intentan sancionar el daño moral como una “pena privada”. Así
se ha dado en Francia, como constató tempranamente Ripert, y también en Chile.
El criterio en materia de responsabilidad civil para avaluar el daño moral debería ser que
la indemnización sea igual al daño, es decir, el daño mismo como criterio de avaluación.
Pero la mayoría de los tribunales se fundan en un criterio de exclusividad jurisdiccional en
la avaluación, como una atribución propia de los jueces. El segundo criterio es la gravedad
del hecho, entendida la reparación como pena privada. Y el tercer criterio recién viene ser
la consideración misma del daño.
La responsabilidad civil es un instrumento de justicia retributiva, que mira a las dos partes:
el autor y la víctima. Y en materia de justicia, la perspectiva de la víctima está dada por
expectativas recíprocas y razonables que se tienen del otro. En esas expectativas, no le
conviene a nadie las debilidades personales. Cada uno debe comportarse de acuerdo al rol
que desempeña: médico, abogado, etc.
El régimen de responsabilidad por culpa se distingue del régimen estricto en que en éste
último se prescinde de toda valoración del comportamiento del autor, para centrarse en la
reparación de la víctima. Esto se explica porque la responsabilidad estricta opera en
ciertos ámbitos de riesgo y en ellos es el propio autor quien se beneficia de la creación de
ese riesgo.
Se fija la norma de comportamiento, de ahí que sea un juicio normativo, y luego se aprecia
in abstracto comparando el patrón y la conducta efectiva.
No. Hay ciertos elementos que no son subjetivos, porque son externos, y consisten en
hechos sociales que son:
84
¿Por qué exigir el estándar de culpa leve, y no todos los grados culpa?
Además, si se analizan los fallos en la materia, se usa el patrón de culpa leve. Los pocos
fallos que citan la culpa levísima como estándar, no la usan en la decisión y recurren al
patrón del buen padre de familia, del hombre prudente, esto es, culpa leve.
El estándar medio nos remite a alguien que delibera y actúa razonablemente, y sólo lo
hace quien actúa sobre las consecuencias de su actuar, que exista la posibilidad de prever
lo que no se ha previsto. La culpa envuelve la previsibilidad y, como consecuencia, sólo se
indemnizan los daños previsibles.
Una posición compartida por la jurisprudencia es que, a pesar que el art. 1558 es de
responsabilidad contractual, es posible sostener que es de aplicación general.
2. Deber general de cuidado: construido por el juez para el caso que debe resolver. El
patrón de comportamiento lo constituye el juez, quien en ocasiones cuenta con los
usos normativos como manifestaciones de la prudencia. Ejemplo: el médico sigue la
lex artis, que son deberes que no están en la ley.
Hay áreas de la jurisprudencia que afirman que la mera infracción reglamentaria invoca la
culpa, pero, para atribuirle responsabilidad es necesaria que exista la relación causal
entre la infracción y el deber específico. No habría conexión de ilicitud al conducir sin
licencia en un accidente provocado por exceso de velocidad (Art. 17 ley de tránsito).
Que la ley los haya definido no significa que la responsabilidad quede limitada a esas
hipótesis. Por regla generalísima, no es exhaustiva, de modo que el juez puede atribuir
igualmente la culpa si es que no hay un deber específico, fundado en un deber genérico.
Por ejemplo, hay límites de velocidad y se exceden, tiene relación causal. Puede que este
se respete, pero por otras circunstancias, el juez puede considerar que debió haber
disminuido aún más la velocidad, conforme a la prudencia. El juez es libre de constituir un
deber de comportamiento y agregarlo.
Algunos sostienen que existirían reglas legales exhaustivas, con un ánimo pro
empresarial. Sin embargo, no parece razonable, puesto que abriría una puerta a la mala
fe. Si restringir los deberes a los señalados por la ley sería tranquilizador para las
empresas, pero no para los terceros, podría ser una desprotección a la víctima.
Ahora bien, tales deberes legales son excepcionales en cuanto a que se dan sólo en
algunas actividades humanas: no hay en medicina, universidades, etc.
Por lo tanto: lo usual es que el juez atribuya responsabilidad donde no hay una ley
determinada que describa el comportamiento debido, sino que lo deberá construir sobre
la base del hombre razonable (vid p. 88)
86
En realidad, el juez no impone el deber al infractor, sino que lo descubre. Cuenta con
herramientas como los usos normativos, que el buen padre de familia conoce.
Usos normativos
Hay algunas prácticas o usos que se siguen y respetan por quienes ejercen una actividad,
pero no son necesariamente justas y razonables, las que no pueden ser constitutivas de
deberes de comportamiento. La mayor parte de las prácticas, en especial en materia
comercial, son indeseables.
Pero, hay otros que se denominan usos normativos, que reconocemos espontáneamente
como expresiones de buen comportamiento, y conforman deberes específicos de
comportamiento del hombre prudente.
Si se logra acreditar por el juez una de estas reglas, su contravención es culpable, pues
importa un deber aceptado. Como se dijo, si no se encuentra el deber específico,
podemos establecer un comportamiento negligente por el deber de cuidado general.
Por ejemplo: materia de examen de SIDA, antes de que fuese deber legal hacer 2
exámenes cuando es positivo, se aconsejaba por el Colegio Médico efectuarlo igualmente.
Los protocolos médicos a veces se señalan en los reglamentos de clínicas y hospitales.
¿Qué pasa si no existen tales deberes y el juez sólo cuenta con el art. 44?
El juez debe hacer una labor jurisdiccional y ponderar los bienes; es una tarea abierta que
exige argumentación.
Hay algunos fundamentos que se repiten y son los que permiten llegar a la conclusión de
que se fue imprudente, el deber de conducta era X y el agente no lo cumplió, lo que
permite construir el deber, vinculados a la intensidad, gravedad, probabilidad y carácter
de la acción del daño con el carácter de evitar los costos.
87
2. La gravedad o “intensidad del daño” es un criterio a seguir. A mayor gravedad del daño
a que se expone la actividad del agente, más elevado o exigente será el estándar de
comportamiento. Por ejemplo, los accidentes de ferrocarriles, que generalmente los
reciben terceros en lugar de los pasajeros ya que ocurren en los cruces de vías; allí
siempre se ha juzgado que las medidas de seguridad deben ser muy estricta, ya que el
riesgo es elevado.
Los deberes de cuidado son más estrictos ahí donde se expone a otro a sufrir un daño en
la integridad física, por sobre un daño meramente patrimonial.
4. Otro criterio es el valor social atribuido a la acción que desarrolla el agente. Por valor
social nos referimos a los beneficios sociales que reporta la actividad del agente. Mientras
menor sea el valor social, mayor es el deber de cuidado.
88
En el otro extremo, una acción que tiene una enorme valoración social es la libertad de
expresión. Con ella se expone a otros a daños a la honra o la privacidad, pero no por ello
se sanciona con la censura previa, que para la sociedad es inaceptable siempre.
Asimismo, las acciones benévolas o altruistas, (el que recoge a alguien en la carretera y
luego se accidenta el auto) tienen una consideración social elevada y no podemos exigir el
mismo nivel de comportamiento como el de quien se dedica profesionalmente a esas
actividades (transportista).
6. La relación entre el autor del daño y la víctima. Son hipótesis de responsabilidad civil
extracontractual. Se dan generalmente en la etapa pre-contractual, que exige deberes de
lealtad y buena fe que son más estrictos por el hecho de estar negociando un contrato.
El caso de las instituciones siquiátricas (demente que sale con/sin permiso del hospital)
transformó la jurisprudencia francesa ya que hizo que extendiera por analogía las
hipótesis de responsabilidad por el hecho ajeno enumeradas en el Código.
El principio general es que no está obligado a actuar en beneficio de otro, a sacrificar sus
bienes para ir en auxilio de otros. No hay un deber genérico de actuar para evitar daños a
terceros. Pero hay circunstancias en que la omisión de un comportamiento puede ser
considerada negligente.
Sobra la omisión se distingue entre: (1) omisión en la acción y (2) omisión propiamente tal.
i. Omisión dolosa
ii. Deber especial de cuidado entre el agente y la víctima
iii. Acción ordenada por la ley que el agente omite (culpa infraccional por omisión)
i. Omisión dolosa. La intención positiva de dañar a alguien hay que probarla. El agente
colocó a la víctima en una situación que es posible deducir que se hizo para causar daño a
ésta.
ii. Deberes especiales de cuidado entre agente y víctima, atendidas las circunstancias.
Por ejemplo, encontrar en un despoblado a una víctima que pide auxilio para salvar su
vida o el que presencia un accidente en un camino rural.
Las otras son situaciones en que la seguridad de la víctima está en manos del otro, como
el capitán de un barco o el salvavidas. A veces, la indemnización puede ser consecuencia
de la realización de un tipo penal.
Por otra parte, el médico que atiende a un accidente en la calle no es lo mismo que el
médico que atiende en el hospital; el primero se entiende como una acción benévola y se
bajan los estándares de cuidado.
ii. Culpa infraccional por omisión. La acción está ordenada por la ley y la omisión acarrea
responsabilidad. Por ejemplo: ley 18.045 que establece deberes de información en valores
de oferta pública, o la ley 19.496 que fija deberes de información a los consumidores.
Las presunciones de culpa se aplican por el hecho de las cosas y por el hecho ajeno. La
lógica es que generado el daño por una cosa o persona del que se es responsable (menor
o dependiente), se presume la culpa de quien la tiene a su custodia o cuidado
Una antigua tesis doctrinal, que habría seguido Bello, y reformulada luego por Alessandri
en el S. XX, a partir la lectura del CC colombiana (inspirado fielmente en el chileno),
afirmaba que el art. 2329 contendría una presunción general de culpa por el hecho propio.
El primero en sostener que en el art. 2329 hay una presunción general de culpa fue Carlos
DUCCI en 1936, vinculándolo a la peligrosidad y la responsabilidad por el hecho de las
cosas. Luego Ducci, en nuevas ediciones de su obra, lo vincula a los accidentes de
circulación.
Fue ALESSANDRI quien dio una formulación más general, y la más conocida, de esta tesis
en 1943 en su obra acerca de la responsabilidad civil extracontractual.
Esta presunción de culpa por el hecho propio no sólo se aplicaría a actividades peligrosas
(como lo concluyó la doctrina y jurisprudencia colombiana), sino también – para
Alessandri - a todos los casos en que el daño no puede sino ser atribuido al hecho del
agente. Esto se conoce bajo la locución latina “res ipsa loquitur”, las cosas hablan por sí
solas.
Sólo algunos autores han seguido esta tesis y varios se han opuesto a la misma.
Para unos, el art. 2329 es una repetición del art. 2314, como sostiene MEZA. Para Abeliuk,
el artículo no tiene los requisitos para formar una presunción de culpa por el hecho
propio. Para TAPIA, el art. 2329 contiene una presunción de culpa por actividades
peligrosas, pero nunca una presunción “general” por el hecho propio.
Cabe hacer presente una prevención: establecer una presunción general de culpa por el
hecho propio tan amplia en un medio jurisprudencial tan cambiante y poco riguroso como
el chileno, se está a un paso de la responsabilidad estricta. Así ha ocurrido efectivamente
en el derecho colombiano.
Con este tipo de presunción, se impone una prueba muy exigente para la diligencia. Una
presunción de culpa es un elemento extraordinario en términos probatorios, en que se
exigen “actos preciosos y concretos” para prevenir el daño, lo cual es difícil de acreditar.
91
Los autores que defienden con fuerza esta tesis son Alessandri y en la actualidad, en
Enrique Barros. Los argumentos que esgrimen son:
1. Argumento exegético: la ubicación del art. 2329 luego de los que establecen una
presunción de culpa por el hecho ajeno y presunción de culpa por el hecho de las
cosas; así como por el enunciado de la norma – “por regla general”, muestra que el
art. 2329 tiene un alcance general. De lo contrario, deberíamos aceptar que es una
repetición del art. 2314, lo que hace inútil la regla.
2. Forma gramatical subjuntiva del verbo poder: la norma no se refiere a todo daño que
“haya sido” causado por malicia o negligencia, sino a todo daño que “pueda”
imputarse a malicia o negligencia de una persona. Da cuenta de algo posible y no
completamente cierto. La norma se referiría a los hechos que “pueden” ser
constitutivos de culpa.
3. Los ejemplos del art. 2329 dan cuenta de situaciones que suponen la existencia de un
hecho negligente, como la manipulación de un arma de fuego.
Para ALESSANDRI, se presumiría la culpa en todos los casos en que el daño por su propia
naturaleza o por las circunstancias en que se realizó, pueda imputarse a la negligencia de
alguien. La víctima, por tanto, debería acreditar solamente los daños, quedando en una
mejor posición.
Para BARROS, esta presunción contemplaría dos hipótesis: (1) actividades particularmente
peligrosas y (2) todos aquellos casos en que las circunstancias indican prima facie que el
daño se debe a la culpa de alguien (res ipsa loquitur).
1. Argumento exegético: no es suficiente este argumento para crear una institución tan
amplia. El derecho civil sirve no sólo para perfeccionar los sistemas jurídicos
(coherencia), sino también hay reglas que son repetitivas, como otras que caen en el
desuso, etc. Mejor dicho: no se puede justificar un instrumento tan radical sólo para
que las reglas de un texto guarden coherencia.
2. Forma gramatical del verbo poder: la expresión “todo daño que pueda imputarse” da
cuenta de algo posible y no cierto. Este uso del verbo poder, sin embargo, nada dice
del alcance de esta presunción, sus condiciones de aplicación ni efectos.
3. Ejemplos del art. 2329 dan cuenta de un hecho de por sí negligente: tiene un
trasfondo cierto en la medida que en esas situaciones subyacen algunas negligencias,
pero estos ejemplos se refieren precisamente a actividades peligrosas. Además, la
jurisprudencia ha considerado otras hipótesis que estarían incluidas en esta norma por
el hecho de ser peligrosas, como derrumbe de edificios, mal estado líneas férreas, etc.
De ahí que surge otra crítica de Tapia a la necesidad de contar con un recurso de
casación en el fondo, que la reforma procesal civil pretende eliminar, ya que uniforma
la jurisprudencia y constituye una garantía de la igualdad ante la ley.
La prueba diabólica existe cuando la relación causal y la culpa son difusas. En el caso
que comentamos, la culpa es evidente. En ámbitos de accidentes recurrentes en
actividades peligrosas, como el accidente de trabajo, la víctima tiene a su favor
presunciones particulares de culpa, o bien, regímenes estrictos de responsabilidad.
93
Mayoritariamente la jurisprudencia ha fallado que el art. 2329 es una repetición del art.
2314.
Otros agregan que el art. 2329 da ejemplos en que se aplica esta regla general de
responsabilidad por culpa, y más aún, que la reparación del daño debe ser integral.
La tesis de la presunción de culpa resulta ser una fantasía académica. Puesto que el art.
2329 tendría una finalidad de repetición más bien de índole pedagógica.
Además, la enumeración del art. 2320 no es exhaustiva, y se aplica a otros casos, como el
derrumbe de edificios. Todos son casos de actividades o cosas peligrosas.
Bello afirma que esta norma tiene origen en las VII Partidas. En ellas se exponen casos (no
había una regla general) como la quema de pastizales en tiempos de viento, estampidas
de rebaño, poner trampas donde circulan personas, etc. Son todas actividades peligrosas.
Estos casos son los antecedentes de la enumeración que hace el art. 2329. El enunciado
de dicha disposición no sería más que el resultado de la abstracción del racionalismo.
Con todo, una buena parte de las sentencias que reconocen una posible presunción
general se refieren a actividades peligrosas.
Grupos de casos en que se aplica el art. 2329 como presunción general de culpa
En conclusión, son actividades peligrosas las que: (i) envuelven el uso de máquinas e (ii)
involucran productos combustibles.
Cuando se invoca el art. 2329 como presunción de culpa se hace cuando hay una alta
probabilidad de daño o amenaza de un perjuicio grave o gravísimo a personas.
Todo conduce a sostener que es posible someter el examen de la culpa a un régimen más
exigente.
Si bien la jurisprudencia demuestra por una parte que los casos donde ha aplicado la
presunción son casos de actividades o cosas peligrosas, la doctrina insiste en la
formulación amplia de la presunción, que genera incertidumbre y riesgo.
Quienes sostienen esta presunción lo hacen para (i) proteger a las víctimas, y esperando
una (ii) disminución de los costos de los procesos desde el momento en que se presume la
culpa. Sin embargo, ninguno de esos objetivos se consigue.
Ambas son pretensiones falsas: (i) Proteger a las víctimas es un fin loable, pero la
asistencia social a costa de algunos particulares constituye una fractura de la igualdad
ante la ley, y en consecuencia una solución injusta. (ii) Que disminuya los costos es falso,
porque de cualquier manera no hay claridad sobre sus condiciones o efectos, se deberá
desplegar en el proceso una amplia tarea probatoria. No solo es una medida procesal, sino
que hace más severa la responsabilidad de una de las partes.
Una formulación tan amplia como esta requeriría, si queremos otorgar seguridad
jurídica, que las condiciones de procedencia estuviesen claras, pero no pueden estar
claras porque se fundan en supuestos tales como la experiencia y la razón; ideas que se
traen de otros sistema jurídicos, que ya vimos que en el nuestro no tienen ni la estabilidad
ni el grado de certeza necesario, debido a nuestra errática jurisprudencia.
Algunos han dicho que a pesar de que los fallos en Chile se fundamenten mal, terminan
fallando de manera correcta, pero al profesor le parece inaceptable porque eso no es
entender qué es jurisprudencia. Y además la Corte Suprema también ha tenido un papel
escéptico respecto de esta presunción.
Pareciera que es conveniente reducir la aplicación del 2329 a las actividades y cosas
peligrosas, y lo que hay que hacer es incentivar criterios en esa materia. Si se produce
daño a tercero debemos suponer que no se tomaron las medidas adecuadas y será él
quien deberá demostrar que sí tomo las medidas o que concurre alguna causal de
justificación.
Causales de justificación
Sirven como excusa de actuación razonable y prudente, y por ello excluyen la culpa. Si
concurre una de estas causales de justificación, no podemos sostener que la persona
actúo de manera imprudente.
Las causales de justificación no están detalladas en materia civil, como ocurre en materia
penal. Por lo que se derivan de los principios generales del derecho y del derecho penal
(en muchas de estas circunstancias hay concurso de ilícitos civiles y penales).
Las causales de justificación que podemos encontrar, y que excluyen la culpa son:
3. El consentimiento de la víctima
Hay veces que se permite agredir a otro, ya sea porque se ejerce un derecho, porque se
cumple un deber legal, o bien porque ciertos usos normativos lo permiten. El ejercicio de
un derecho elimina la ilicitud.
sentido amplio (pero el profesor señala que hay jurisprudencia para todo). Para el
profesor es necesario constatar al menos que se ejerce desviadamente, tal vez no
dolosamente.
La ilegalidad de la orden no elimina la ilicitud, pero ¿basta con que se diga “esto es ilícito”
o tiene que decir “yo no voy a matar a X”. En realidad, la simple constatación es
insuficiente y debe abstenerse.
Un uso normativo podría autorizar la lesión cuando se realizan ciertas prácticas que
tienen validez en derecho. Por ejemplo en la medicina: abrir el cráneo de un paciente se
realiza una evidente lesión, pero es una lesión lícita autorizada por la lex artis; o en el
fútbol, las lesiones entre jugadores no pueden ser excesivas. El límite está dado por los
deberes de cuidado en cada actividad.
3. Consentimiento de la víctima
La renuncia de derechos, sin embargo siempre tiene 2 límites: (i) la condonación del dolo
futuro y (i) los bienes indisponibles.
Probablemente el límite más simple para distinguir entre el riesgo que se asume de
manera lícita y el otro riesgo que no podemos aceptar que se asuma depende de la
probabilidad. Si la probabilidad es tan elevada que prácticamente se está aceptando la
muerte, en realidad no podemos aceptarlo.
(i) que el peligro no se deba a una acción culpable del agente, sino existiría culpa
en el origen
Las otras son el caso fortuito, la fuerza mayor (u acto del príncipe) el hecho del tercero y
la culpa de la víctima. También será la violencia física o moral sobre otro que priva de
voluntad.
La culpa de la víctima es elocuente: hay aún responsabilidad del agente, solamente que
concurre con la de la víctima, es un problema de pluralidad de causa.
Por tanto, las causales de justificación tienen utilidad marginal, lo que importa son las
eximentes mencionadas: la culpa de la víctima, el hecho del tercero, y la fuerza mayor y
caso fortuito.
La prueba de la culpa
El juicio civil de culpa consiste en una comparación de la conducta debido con la efectiva.
El principio general probatorio en materia de culpa extracontractual está contenido en
el 1698, en cambio, el principio general probatorio de culpa en materia contractual está
contenido en el 1547.
Surge la duda respecto de la presunción de culpa por el hecho propio, por el hecho ajeno y
por el hecho de las cosas (vid infra).
El dolo está definido por el art. 44 como un tipo de culpa intencional: “la intención
positiva de inferir injuria a la persona o propiedad de otro”.
La definición legal del art. 44 excluye otro dolo, el dolo eventual. Ahí el autor no pretende
dañar, se presenta como probable la posibilidad del daño, y actúa. En el derecho francés
se llama culpa deliberada, pues es tratada como negligencia no como dolo.
En derecho civil, a diferencia del derecho penal, no hay problema en la calificación del
dolo como “directo” (actuación representándose los resultados de la misma) y “eventual”
(querer la actuación pero no los resultados).
En el derecho civil, la mera aceptación del daño no es constitutivo de culpa sino cuando se
infringe un deber de cuidado. Además, según el art. 44 CC, la culpa grave se asimila al
dolo, por tanto, será necesario justificar la extrema negligencia.
Ahora bien, la culpa y el dolo tienen efectos similares, pero ambas instituciones tienen
condiciones de aplicación distintas.
1. Apreciación in concreto
La culpa es objetiva en el derecho civil. El dolo está medido por la intención. Para probar
la culpa bastará determinar cuál era el comportamiento debido y acreditar cuál fue el
efectivo.
El dolo, en cambio, se aprecia in concreto, pues se debe examinar la conciencia del sujeto.
99
Las hipótesis en que se alega el dolo en materia civil son completamente excepcionales,
principalmente por las dificultades probatorias que reviste.
Por otra parte, el dolo no se puede condonar anticipadamente; en cambio, la culpa sí. La
condonación del dolo futuro está expresamente prohibida por el art. 1465.
El art. 1558 establece que cuando hay dolo, se responde de los perjuicios previsibles e
imprevisibles. Cuando hay culpa, se responde sólo de los daños previsibles.
Art. 1558: “Si no se puede imputar dolo al deudor, sólo es responsable de los perjuicios que se
previeron o pudieron preverse al tiempo del contrato; pero si hay dolo, es responsable de todos
los perjuicios que fueron una consecuencia inmediata o directa de no haberse cumplido la
obligación o de haberse demorado su cumplimiento”.
Una interpretación formalista de esta disposición nos lleva a decir que no, ya que se usa la
expresión “al tiempo del contrato”. Así, la doctrina tradicional lo restringía sólo al ámbito
contractual, por lo que en materia extracontractual el negligente podía responder de los
daños imprevisibles.
(v) Daño
La doctrina ha afirmado que existen casos de responsabilidad sin daño, lo cual es falso. Lo
que en realidad existe es que se “presume” la existencia del daño. Es lo que ocurre cuando
se prescinde del daño para aceptar la acción de cesación y de remoción del acto ilícito.
Del ilícito civil emana una acción de reparación del daño, pero además existirían además
otras 2 acciones: (1) de cesación del acto ilícito y (2) de reparación en naturaleza.
- Ejecución forzada
- Nulidad
- Resolución
- Cláusula penal (art. 1552).
Todo sistema jurídico debe atribuir los infortunios, ya que se otro responde por ellos o
que la misma víctima asuma los daños. Si se reparara cualquier perturbación, el sistema
de responsabilidad se tornaría inviable.
En los sistemas de responsabilidad civil que funcionan sobre la base de seguros, el seguro
viene a limitar el daño, para atribuirle un valor a través de la prima.
Por tanto, la evaluación del daño reparable traza la línea entre los perjuicios que cargarán
las víctimas y aquellos cuyo costo se trasladará a terceros.
Unos han sostenido que bastaría leer el art. 2315 para definir el daño: “Puede pedir esta
indemnización no sólo el que es dueño o poseedor de la cosa que ha sufrido el daño, o su
heredero, sino el usufructuario, el habitador o el usuario, si el daño irroga perjuicio a su
derecho de usufructo o de habitación o uso”. La disposición alude a derechos sobre cosas,
pero la indemnización de perjuicios se concede también al simple tenedor, que carece de
un derecho.
Como se ve, se llegó a soluciones aberrantes. Por ello, los tribunales dejaron este criterio
restringido. En 1946, la CS sostuvo que procede reparación para el padre de un hijo
ilegítimo, y en otro fallo, sentenció que el daño causado a quienes no son víctimas
inmediatas puede ser reparado, aun cuando no sean herederos del fallecido.
En la práctica, sin embargo, la prueba será distinta si se invoca un derecho subjetivo a que
se invoque un interés. Por ejemplo: no es lo mismo pedir la indemnización cuando la
102
víctima directa estaba obligada a dar alimentos, a que la víctima directa, aunque no estaba
obligada a dar alimentos, lo hacía en la práctica.
La doctrina toma así la noción de daño como lesión a un interés cualquiera de la víctima.
Así lo sostuvo tempranamente Alessandri, tomándolo del derecho francés. Daño es “toda
pérdida, disminución o deterioro que sufre la persona o sus bienes, o de ventajas o
beneficios patrimoniales o extrapatrimoniales, aunque no recaigan directamente en la
víctima”. En términos simples, daño es la violación de un interés de la víctima.
El daño es una noción normativa, por lo que se debe determinar qué interés es objeto de
protección por medio de la indemnización de perjuicios.
1. Legitimidad:
La legitimidad escapa del ámbito moral, y su único empleo es para rechazar ciertos usos
abusivos de la indemnización de perjuicios. Ejemplo: reclamar el lucro cesante de una
actividad o negocio irregular.
2. Relevancia o significancia
Esta “relevancia” del interés afectado ha incidido en la práctica, por lo que hay que
distinguir en materia de daño patrimonial y extrapatrimonial.
i. Relaciones de vecindad:
Pareciera que hay una consideración evidente al vínculo de parentesco cercano con la
víctima. Con los parientes más lejanos, habrá que probar un vínculo más íntimo. Lo mismo
para los amigos, quienes deberán probar la relación de cercanía. Con todo, la reparación
de este daño dependerá de la extensión de la familia directa o de los vínculos de
amistades que tenga la víctima.
La reparación del daño o perjuicio de afección es la compensación que sufre una persona
por un dolor de ver sufrir o morir a un ser querido. Se atribute un valor a la compensación
de ese sufrimiento. Si efectivamente permitiéramos que se reclame ilimitadamente este
daño, las consecuencias serían más negativas que positivas.
104
En Chile, existe un par de sentencias que excluyen a los parientes de grado más lejano,
privilegiando a los más cercanos. Pero en uno de estos fallos, la solución fue
manifiestamente arbitraria, ya que se sostuvo que los legitimados para reclamar ese daño
eran los hijos de la víctima y no los padres.
Con todo, el argumento que se da en la mayoría de los casos similares es que hay un
núcleo familiar directo que debe preferirse a los más lejanos.
La prueba del daño moral por repercusión debería ser simple para la víctima, ya que
bastaría con un certificado de nacimiento para hacer presumir que efectivamente se sufre
por la muerte de un hijo o un padre. Corresponderá entonces al agente probar que, a
pesar de ese vínculo, no había una relación de afecto o de interés afectivo.
Con respecto a los parientes más lejanos, deberá atenderse a las circunstancias del caso
concreto, como sucede con tíos que cuidan del menor.
1. Certidumbre
El daño debe ser cierto. Es el requisito que plantea más interrogantes y en la práctica es
una buena defensa para el agente, sostener que se reclama un daño hipotético.
Que el daño sea cierto significa que es real, que no hay dudas de su ocurrencia. Este
requisito se ha desprendido de los arts. 1436, 2314-18-19-25 y 2329.
La certidumbre del daño se materializa mediante la prueba del mismo. Las dificultades
para acreditar el monto del daño no afecta su certidumbre: por ejemplo, es difícil avaluar
el daño moral, pero no es difícil afirmar la existencia de ese daño.
Hay daños morales que son claramente actuales, como el dolor físico. Otros, son daños
morales futuros, como la pérdida de los placeres de la vida (o perjuicio de agrado).
Son los daños futuros donde existe duda acerca de la certidumbre. Para ello, habrá que
distinguir entre los daños futuros (i) evitables e (ii) inevitables.
i. Evitables
Los daños evitables, ante todo, habrá que prevenir su ocurrencia. Es por ello que en el
derecho chileno se dan acciones preventivas como la acción de denuncia de obra ruinosa
(art. 932, 948) y la acción popular para evitar un daño contingente (art. 2333). En esta
última, ante un daño amenazante se dan acciones preventivas. Sin embargo, no hay un
procedimiento expedito que haga eficaz esta acción, por lo que se reclaman vía recurso de
protección.
ii. Inevitables
Entre estos daños futuros evitables se cuentan los gastos futuros que genera un daño
inevitable (p. e. hospitalización, insumos, etc.) y lucro cesante futuro (posterior a la
presentación de la demanda).
Este daño se encuentra a medio camino entre el daño cierto y el daño eventual. Se define
como la frustración de una expectativa de obtener una ganancia o de evitar una pérdida.
El agente destruyó el potencial de oportunidades de obtener la ganancia esperada por la
víctima. Ejemplo típico: caballos de carrera accidentado antes de la final.
Tales oportunidades deben ser reales y serias, o sea, cuando tienen una alta probabilidad
de éxito o realización. En el ejemplo típico, se debe tratar de un caballo favorito y no un
burro ordinario.
Alessandri (en 1943) rechazaba este daño por no ser cierto, por no haber certeza de
obtener una ventaja. TAPIA niega lo anterior puesto que en los daños futuros no se exige
una plena certeza, sino una probabilidad razonable de ocurrencia de acuerdo al curso
normal de los acontecimientos. Alessandri también cita algunos fallos que rechazan este
daño, pero lo hacen precisamente porque la probabilidad era muy baja para configurar
una pérdida de una chance.
En Chile, hace pocos años se está indemnizando este tipo de daño expresamente por los
tribunales, aunque lo venían haciendo hace unos años de modo implícito en el daño
moral.
i. Juicios laborales por accidentes en la faena: opera un seguro social que indemniza
al trabajador automáticamente, pero le deja salva la acción de responsabilidad por
el suplemento, conforme a las reglas civiles. En sede civil se indemniza el daño
moral provocado por la muerte, el lucro cesante por el cese de la actividad y el
porcentaje que no ha sido cubierto por la pensión asistencial.
107
ii. Juicios contra abogados por ejercicio del patrocinio judicial. El caso típico es el del
abogado que no se presenta a la apelación, quedando firme la sentencia y haciendo
perder una oportunidad de ganar a su cliente.
El daño directo es aquel perjuicio que puede ser razonablemente atribuido al hecho
ilícito.
Este carácter directo se usa como argumento para rechazar los perjuicios de afección (de
las víctimas por rebote).
No es una excepción a este carácter personal, el perjuicio de afección (o daño por rebote).
Aquí se distingue si:
(i) las víctimas actúan como causahabientes, ejerciendo una acción que han
recogido en la sucesión (existe discusión en la doctrina acerca de la
transmisibilidad la acción de indemnización); son herederos de la víctima
inmediata y ejercen una acción del causante.
(ii) Las víctimas ejercen una acción que les es propia, emanada del daño que la
víctima inmediata o directa sufre, del dolor de ver a alguien morir. El carácter
personal de la primera acción se mide en función del causante; en el perjuicio
de afección, se ejerce una acción personal y propia de la víctima mediata o
indirecta.
108
La relevancia del carácter personal del daño es para excluir la reparación de los daños
difusos. Son daños en que se desconoce con precisión quiénes son sus víctimas porque
afectan en general de forma leve a un gran número de personas. Por ejemplo, la
contaminación.
En el derecho contemporáneo, sin embargo, ciertos daños difusos dan lugar a acción de
responsabilidad civil.
En primer lugar, si algún afectado sufre un daño directo y cierto en su patrimonio, puede
pedir indemnización de perjuicios de manera individual (p. e. el vecino contiguo a una
industria contaminante).
Esto ocurre a favor de ciertos órganos públicos (municipalidades y el Estado) para reparar
el daño ambiental. Esta acción de daño ambiental tiene como fin reparar en naturaleza y
no dar indemnización de perjuicios (art. 53 Ley 19.300). No obstante, se da la posibilidad
intentar individualmente la acción de reparación.
También, la ley de protección al consumidor (art. 50 y ss. Ley 19.496) dio a las
asociaciones y agrupaciones de consumidores la posibilidad de demandar un interés
colectivo (cuando afecta a un número determinado de personas) o un interés difuso
(afecta un número indeterminado de personas). Este sistema se inspira en las “class
action” del derecho anglosajón. Pero son poco eficaces en Chile por las exigencias de
admisibilidad de la acción y los juicios llegan a durar más de 4 años.
Por último, no es excepción al carácter personal del daño el que un conjunto determinado
de personas afectadas levemente por la acción de un tercero puedan otorgar un mandato
para accionar de responsabilidad.
El derecho selecciona entre las distintas consecuencias nocivas de un hecho ilícito aquellas
que dan lugar a la indemnización y aquellas que no. El aumento de la riqueza y la
necesidad de protección frente a los nuevos riesgos de la sociedad ha incrementado las
categorías de daño reparables. Como sostuvo un autor, se pasó de una deuda de
responsabilidad a un crédito de reparación a favor de la víctima.
En cuanto a la regulación legal de la materia, el art. 2314 señala que la responsabilidad por
culpa genera obligación de indemnizar sin calificar el daño. En el ámbito contractual, se
distingue entre el daño emergente y el lucro cesante.
109
Por otra parte, la jurisprudencia nacional extendió la reparación del daño moral
considerablemente, fundándose en el art. 2329.
1. Daños patrimoniales
Se ha desarrollado una tercera categoría, que son los daños corporales. La noción de daño
corporal es una categoría funcional, que se compone de aspectos patrimoniales y morales.
Es un atentado a la integridad física que genera consecuencias materiales (v. gr. Gastos de
hospitalización) y consecuencias morales (sufrimiento, pérdida de placeres de la vida). Se
trata de una noción híbrida que integra la lesión de distintos bienes.
Hay otros tipos de daños de menor importancia, como la pérdida de una oportunidad. En
el derecho comparado se habla del perjuicio de contaminación (del SIDA) y del perjuicio
de nacimiento (de un hijo discapacitado).
Esta fragmentación puede traer como consecuencia que se indemnice 2 veces el mismo
daño. Una cicatriz (perjuicio estético) se puede traducir esencialmente en una pérdida de
autoestima (perjuicio de agrado) y en sufrimientos físicos y morales (precio del dolor). La
aplicación excesivamente formalista conduce a la reparación de un daño que ya lo ha sido
en virtud de otra categoría.
No obstante, en Chile los tribunales indemnizan todo en una suma global, sin distinguir
entre un daño y otro, aun cuando en la fundamentación del fallo reconozcan las distintas
categorías.
Si el bien sufre deterioro, la indemnización será la suma necesaria para repararlo. Además,
se debe indemnizar el menor valor de la cosa reparada.
Hay casos en que la reparación puede ser más costosa que la cosa misma (ej. Automóvil
que no tiene repuestos o éstos son muy caros). Se dice que el restablecimiento será al
estado en que se encontraría de no ocurrir el accidente, y tal estado se logra pagando el
precio de la cosa al momento del accidente.
Otro problema es el de las cosas que se atribuye un valor de afección, como sucede con
las mascotas cuando son atropelladas.
ii. Gastos en que incurre la víctima como consecuencia directa del accidente:
Si existe certeza absoluta que la acción ilícita generó esa pérdida puramente patrimonial,
en Chile no existen inconvenientes para pedir esta reparación.
obtener el beneficio esperado. El lucro cesante es lo que la víctima deja de percibir por el
hecho ilícito.
Hay casos especiales en que el lucro cesante puede consistir en la pérdida del uso y goce
de una cosa destruida por el accidente, por el tiempo en que la víctima no podrá hacer
uso de ese bien. Pero, si la víctima arrienda otro bien en reemplazo, puede reclamar este
como un gasto de daño emergente.
La pérdida como lucro cesante más evidente es la pérdida de un dinero, representado por
el interés.
La certidumbre del daño debe tener cierta calificación en el lucro cesante y rara vez será
cercana a la certeza, por lo que se exige una probabilidad razonable de ocurrencia que se
acredita por medio de presunciones y de informes periciales, atendiendo a los ingresos
que tenía la víctima y los que hubiera percibido de no mediar el hecho ilícito.
2. Daño moral
Por ello, en la valoración del daño moral es indispensable apreciar la acción del
responsable - en cuanto a si tomó o no medidas de prevención – y la acción de la víctima -
que no persiga perjuicios irreparables.
El daño moral ha sido latamente tratado en los títulos anteriores: su procedencia en sede
extracontractual, contractual, en las personas jurídicas, etc. (vid supra).
La discusión actual en esta materia es que el art. 2331 CC, que niega la reparación del
daño moral, se ha declarado en varias oportunidades inaplicable por inconstitucionalidad,
pero el TC no lo ha derogado todavía con efectos generales.
(vi) La causalidad
Para que un hecho doloso o culpable genere responsabilidad civil, es necesario que entre
el hecho y el daño reparable haya un vínculo causal. Es un requisito al que no se hace
referencia explícita en el CC, pues la teoría de la Responsabilidad Civil se construyó
principalmente después de la redacción de los Códigos y tomando prestados elementos
de la Responsabilidad Penal, como ocurre en la causalidad y en ciertas teorías sobre la
misma.
En los art. 1437 y 2314 se refieren al hecho que es constitutivo de delito o cuasidelito,
esto es, con dolo o culpa, que ha inferido daño a otro, y esto da cuenta de una relación
causal, así como el art. 2329 señala que ‘todo daño que pueda imputarse a la malicia o
negligencia de alguien debe ser reparada por esta’. Lo que se ha sostenido en la doctrina y
la jurisprudencia nacional es que la causalidad exige que entre el hecho y el daño exista
una relación necesaria y directa, pero esto es demasiado vago, pero da cuenta que la
causalidad tiene un elemento natural (necesario) y normativo (directo). Esto han sido
desarrollos doctrinales que en ocasiones han tenido apoyo de la jurisprudencia.
113
Que sea necesario implica un elemento natural que se expresa en la relación ‘causa-
efecto’ y directo significa que el daño pueda ser normativamente atribuible al hecho.
ii. Cuando entre el hecho y el daño han actuado demasiados hechos intermediarios,
algunos que alterarían el curso normal de los acontecimientos, lo que tornaría
demasiado mediata la relación entre hecho y daño.
La pregunta sobre qué causas son necesarias para producir algún efecto, tiene que ver
con la condicio sine qua non, es decir con la teoría de la equivalencia de las condiciones,
responde a la pregunta de si un determinado hecho puede reputarse causa de un
determinado efecto. Aceptando que existe tal relación física, la siguiente pregunta es
propiamente jurídica y se formula en términos de justicia ¿es justo o razonable que
atribuyamos tal consecuencia a ese hecho? Por lo tanto, se plantea en términos análogos
a cómo se formula en Derecho Penal, aún cuando esta está sujeta a requisitos más
estrictos y obedece a un juicio normativo acerca de los límites de la relación causal con
respecto a la acción indemnizatoria, mientras que en el Derecho Penal se trata de imponer
una pena y exige una mayor precisión.
Las diversas teorías sobre la causalidad jurídica proponen aproximaciones relevantes para
determinar los límites de imputación de un daño a un hecho, por lo que conviene
analizarlo desde esas dos fases:
Si bien es cierto es un estándar mínimo, la aplicación sin límites de esta teoría o sin el
elemento normativo, de igual modo da lugar a situaciones injustas. Pothier plantea un
caso en que un agricultor que compra una vaca enferma y esta contamina al resto del
ganado, y mueren a causa de esto, por lo que el agricultor no puede pagar una deuda, se
acelera un crédito, se ejecuta una hipoteca sobre su terreno y termina en la ruina total del
agricultor ¿La vaca sería la causa de su ruina? En términos de la equivalencia de las
condiciones, lo es. Pero esto no es suficiente.
2. Carácter directo del daño: Como requisito se encuentra en el artículo 1558, así la
doctrina y la jurisprudencia nacional están de acuerdo con que el daño reparable debe ser
directo. Es aplicable para el estatuto contractual y lógicamente se comprende como parte
de la relación de causalidad.
Este es un criterio normativo y no simplemente descriptivo, es por esto que esta materia,
sobre si un daño es directo, debiera estar sujeta al control del recurso de casación, pero
lamentablemente pocas veces lo está.
115
2. Causa adecuada
i. Observador óptimo, es decir, que maneja toda la información, pero cuenta con el
problema de extender la cadena causal más allá de lo previsible
ii. Observador ordinario, esto reduciría la cadena causal pues no se cuenta con toda la
información, pero parece el más plausible, pues depende más del sentido común y la
experiencia general.
Este criterio debe tomarse con prevención, pues el riesgo es un factor determinante en los
estatutos de responsabilidad estricta, cuyo fundamento está en la realización de una
actividad sujeta a ese estatuto es responsable de todos los daños derivados de la
materialización de ese riesgo, prescindiendo de otros factores.
La conexión de ilicitud está recogida en la Ley del Tránsito en su artículo 171 “el mero
hecho de la infracción no determina necesariamente la responsabilidad civil del infractor si no
existe relación de causa-efecto entre la infracción y el daño producido por el accidente”.
En algunas leyes de regulación urbanística existen estos fines protectores y este criterio
podría ser útil.
Viene a ser una especie de regla de clausura, pues el dolo o la culpa grave genera una
verdadera agravante de la responsabilidad, el art. 1558 establece una regla que también
es relevante en materia causal, según ella si existe dolo (y la culpa grave se considera
equivalente al dolo) se responde de todos los perjuicios que son consecuencia directa,
incluyendo los previsibles e imprevisibles. Pareciera que un criterio de justicia retributiva
aumenta la responsabilidad debido a la misma gravedad de la conducta del autor.
Así como hay una discusión acerca de si el art. 2329 contiene una presunción de culpa por
el hecho propio, otros autores como Hernán Corral sostienen - con razón – que este
artículo contiene en realidad una presunción de causalidad al hablar de “todo daño que
pueda imputarse…”
Art. 2323. “El dueño de un edificio es responsable a terceros (que no se hallen en el caso del
artículo 934), de los daños que ocasione su ruina acaecida por haber omitido las necesarias
reparaciones, o por haber faltado de otra manera al cuidado de un buen padre de familia.
Si el edificio perteneciere a dos o más personas proindiviso, se dividirá entre ellas la indemnización
a prorrata de sus cuotas de dominio”.
Art. 2328. “El daño causado por una cosa que cae o se arroja de la parte superior de un edificio,
es imputable a todas las personas que habitan la misma parte del edificio, y la indemnización se
dividirá entre todas ellas; a menos que se pruebe que el hecho se debe a la culpa o mala intención
de alguna persona exclusivamente, en cuyo caso será responsable esta sola.
Si hubiere alguna cosa que, de la parte superior de un edificio o de otro paraje elevado, amenace
caída y daño, podrá ser obligado a removerla el dueño del edificio o del sitio, o su inquilino, o la
persona a quien perteneciere la cosa o que se sirviere de ella; y cualquiera del pueblo tendrá
derecho para pedir la remoción”.
Estos dos artículos establecen una obligación a prorrata entre los involucrados, lo cual
constituye una excepción a la regla general de la solidaridad pasiva del art. 2317.
Pluralidad de causas
Art. 2317. “Si un delito o cuasidelito ha sido cometido por dos o más personas, cada una de ellas
será solidariamente responsable de todo perjuicio procedente del mismo delito o cuasidelito,
salvas las excepciones de los artículos 2323 y 2328”
Si una persona resulta solidariamente responsable respecto de una persona que estaba
bajo su dependencia o cuidado (responsabilidad por el hecho ajeno):
Hay una acción del dependiente o menor y de ahí se presume la negligencia del cuidador.
Son ambas circunstancias – falta de vigilancia del tercero civilmente responsable y acción
ilícita del dependiente – las que originan el daño.
Art. 2325. “Las personas obligadas a la reparación de los daños causados por las que de ellas
depende, tendrán derecho para ser indemnizadas sobre los bienes de éstas, si los hubiere, y si el
que perpetró el daño lo hizo sin orden de la persona a quien debía obediencia, y era capaz de
delito o cuasidelito, según el artículo 2319”.
- Que el cuidador no le haya dado una orden para actuar de esa forma
- Que el dependiente sea capaz de cometer delitos y cuasidelitos.
Los hechos de personas que no son capaces de delito o cuasidelito dan lugar a
responsabilidad por el hecho propio del custodio por no cuidad debidamente al incapaz.
119
En principio no se aplicaría el art. 2317 que se refiere a la coautoría del hecho ilícito. Sin
embargo, en la práctica, el autor de cada uno de los hechos ilícitos que son causa del
daño, responderá por todo el daño. La víctima, a su vez, no podrá pedir 2 veces la
indemnización.
Por tanto, se aplica igualmente el art. 2317 por analogía, ya que la víctima podrá accionar
contra cualquiera de ellos o los dos, y el que pague tendrá una acción de reembolso en
contra del otro a prorrata de su participación.
1.3. Cada intervención de una persona distinta es individualmente apta para generar
el daño (causa difusa).
El daño se debió a un hecho culpable de uno entre varios candidatos y no se sabe cuál
desencadenó el acto que materializó el daño.
El CC establece ciertas reglas en cuanto a la ruina y caída de edificios, a saber, los artículos
2323 y 2328 vistos más arriba.
Las hipótesis típicas son productos defectuosos, daño ambiental y accidentes de tránsito.
Es una pluralidad de causas que se debe en parte al hecho ilícito del tercero y en parte al
hecho ilícito de la víctima.
La culpa de la víctima se mide con los mismos parámetros que la culpa del autor.
i. Si a la víctima le costaba muy poco cuidar de las consecuencias, será fácil alegar la
culpa de la víctima.
ii. Si a la víctima le costaba mucho prevenir las consecuencias, por ejemplo, importaba
un tratamiento médico muy caro o doloroso – existe un enfoque tanto del derecho
anglosajón como continental.
En el derecho anglosajón la víctima está obligada a la mitigación del daño. En el
derecho continental existe respeto a la libertad de la víctima para involucrarse en
tratamientos más costosos.
El hecho ilícito de la víctima es una acción u omisión culpable determinado sobre la base
de deberes genéricos de conducta o de culpa infraccional (ej. Ley de tránsito).
En (ii), las víctimas indirectas ejercen una acción propia. Al ser una acción propia, no
debería proceder la reducción de la indemnización. Sin embargo esta conclusión es
discutible.
121
Aun cuando sea la acción a título personal, la responsabilidad del autor debe ser medida
en relación a la conducta de él mismo y de la víctima directa, para valorar su participación
en el resultado final (la muerte).
Se da cuando la culpa de la víctima actúa en la relación causal de tal modo que la culpa del
tercero es insignificante. Es usual en accidentes de tránsito, como el peatón ebrio.
Excluye la causalidad entre el hecho ilícito y el daño. La definición de caso fortuito o fuerza
mayor se halla en el título preliminar del CC (conceptos de uso recurrente en las leyes),
por tanto, se aplica de igual modo en el ámbito contractual y extracontractual.
Art. 45. “Se llama fuerza mayor o caso fortuito el imprevisto a que no es posible resistir, como un
naufragio, un terremoto, el apresamiento de enemigos, los actos de autoridad ejercidos por un
funcionario público, etc.”
i. Irresistibilidad
Puede entenderse de dos formas: (1) en términos absolutos, ninguna persona colocada en
esa situación puede evitar el daño o (2) en términos del deber de cuidado, esa persona no
pudo evitar el daño empleando la diligencia debida.
ii. Imprevisibilidad
Pone de manifiesto que el caso fortuito está en la frontera de la culpa. Donde termina la
diligencia empieza el caso fortuito. En cuanto a la previsibilidad, el punto de unión entre el
deber de cuidado y el caso fortuito es mucho más evidente. Ahora bien, en el estado de la
técnica actual, el caso fortuito no es absolutamente imprevisible, sino que será
imprevisible según el deber de cuidado o estándar de diligencia que le es exigible al autor.
iii. Exterioridad
El evento debe ser externo a la acción del agente. Puede provenir de un hecho de la
naturaleza o de un hecho del tercero (ej. Acto de autoridad).
El caso fortuito tiene gran aplicación en el sistema de responsabilidad estricta, aquí será la
única excusa para evadir la responsabilidad.
En ocasiones no sólo se responde por los actos personales, sino también por los actos
ajenos. El modelo básico de responsabilidad está constituido sobre el hecho propio.
Sin embargo, el CC parece consagrar una regla general de responsabilidad civil por el
hecho ajeno:
Art. 2320. “Toda persona es responsable no sólo de sus propias acciones, sino del hecho de
aquellos que estuvieren a su cuidado”
Desde 1993 en Francia se ha dicho que existe una regla general de responsabilidad por el
hecho ajeno cuando hay personas bajo responsabilidad de otra, cuando controla su forma
de vida o utiliza su actividad en beneficio propio, existiendo una relación de dependencia.
La responsabilidad por estas personas que se tienen a su cuidado estaría fundada en una
presunción de culpa emanada del inciso final, por lo que no es una responsabilidad a
todo evento (estricta). Se busca un responsable idóneo para asegurar la indemnización a
la víctima, no por razones humanitarias, sino de justicia.
Sobre los incapaces no hay responsabilidad por el hecho ajeno, sino que propia:
Art. 2319. “No son capaces de delito o cuasidelito los menores de siete años ni los dementes;
pero serán responsables de los daños causados por ellos las personas a cuyo cargo estén, si
pudiere imputárseles negligencia”.
Se responde sólo por el hecho propio del cuidador, pues la responsabilidad requiere un
hecho ilícito del autor directo, pero en este caso el autor directo es incapaz de cometer
delito.
124
Entre hijos y padres existen 2 tipos de relaciones: (1) Administración de los bienes del hijo
y (2) relación de cuidado personal del hijo.
Sin embargo, en el estado actual, en virtud del art. 225, si los padres están separados, es
la madre quien tendrá el cuidado personal de los hijos y la que deberá responder.
Aquello que en siglo XX se denominada derecho de visitas, actualmente se denomina
“relación directa irregular”.
La regla del 2319 no se aplica a los mayores de 7 años y menores de 16 si actúan con
discernimiento porque en ese caso actúan con capacidad.
Son incapaces de delito o cuasidelito los menores de 7 años y también los menores 16 si
actúan sin discernimiento.
En 1998, la ley 19.595 de filiación modificó radicalmente la situación de los hijos. Hasta
entonces se mantenían diversas distinciones entre hijos, pasando con la nueva ley a tener
una única distinción entre hijo matrimonial y no matrimonial. Entonces, se unificaron los
derechos y deberes de padres con independencia de la existencia o no de matrimonio. Si
no hay matrimonio, el cuidado personal simple se entrega a quien lo ha reconocido y si
fueron los dos, se entrega a los dos. Si se separan los padres, con o sin matrimonio se le
entrega a la madre, salvo incapacidad o conducta “inmoral” de ésta.
El art. 2321 establece una presunción de culpa, que algunos califican como una
presunción de derecho porque dice “siempre”.
Alessandri sostiene que, probado que el daño provino de los hábitos viciosos, el padre no
podrá exonerarse de forma alguna, por tanto el artículo establece una presunción de
derecho al respecto.
Para que opere esta presunción es necesario que el hecho ilícito provenga de la mala
educación o la tolerancia a sus hábitos viciosos. La jurisprudencia tiende a expandir esta
regla y en la práctica se infiere de los hechos, por ejemplo, si ha autorizado al hijo a llegar
de madrugada. Se lleva a los límites de la responsabilidad estricta, y el texto pareciera
permitirlo.
Esta regla, ¿se aplica sólo al hecho de menores capaces o también incapaces? Por decir el
texto “delitos y cuasidelitos” parece implicar que se aplica sólo a mayores de 7 años con
discernimiento, pero la jurisprudencia la ha aplicado respecto de menores incapaces.
El art. 2320 debe interpretare en conjunto con el art. 2322 ambas reglas establecen una
presunción de culpa por el hecho ajeno (por el hecho de personas que están bajo cuidado
o dependencia).
El art. 2310 inc. 1 establece una regla general, cuyas consecuencias no se han desarrollado
en el derecho chileno, presunción general que se aplica cada vez que una persona se
encuentra bajo el cuidado y dependencia de otra, en cuyo caso se presume la culpa del
guardián.
Es fácil cuando se trata de un padre pero es más difícil cuando se trata de un empresario.
Si nos amparamos en el texto de 2320 podemos decir que los casos que enumera no son
taxativos sino que son casos específicos que dan lugar a presunción de culpa por el hecho
ajeno:
Es responsable por el hecho ajeno del hijo menor de 18 años que actuó con
discernimiento. El “padre, y a falta de éste la madre” no tiene sentido en el presente, es
contradictorio si se dice que la tuición se le entrega a la madre. Esta cuestión no tiene
análisis en Chile.
126
Quien tiene el cuidado personal se entiende que ha cohabitado desde niño, además
resulta injusto porque aquel de los padres que no carga del cuidado personal no resulta
responsable. La cohabitación ha ido desapareciendo en el derecho comparado, y va
ganando terreno lo que se denomina “responsabilidad parental compartida” (una semana
con un padre y una semana con el otro).
Más allá de la cohabitación que tiene una dificultad en términos de justicia, en esta
responsabilidad por el hecho ajeno se presume la culpa si se prueba el acto ilícito.
Sólo puede descargarse de esta presunción probando que con la autoridad y cuidado no
se pudo impedir el hecho.
No podrá descargarse en cuanto se pueda aplicar la presunción de derecho del art. 2321,
esto es si el daño se puede vincular a un hábito vicioso.
Es la misma lógica del padre, se atribuye a aquel guardador que tiene a su cargo el
cuidado personal, excluyéndose los guardadores que se limitan a administrar bienes (art.
340 CC).
Debe agregarse el art. 2322 que habla de los amos respecto de sus criados. En este
artículo existía otro inciso que se refería a la responsabilidad del marido por el hecho de la
mujer, pero esto se derogó en 1989.
Efectos:
2. La victima puede dirigir la acción indemnizatoria contra el autor del daño o contra
el tercero o contra ambos, pues según el art. 2327 se aplica la solidaridad a su
respecto.
127
3. Existe una regla específica de contribución a la deuda en el art. 2325, esto es, el
tercero civilmente responsable puede repetir por el todo.
En materia de presunción de culpa propiamente tal, conforme al 2320 inc. final, es una
presunción simplemente legal, por tanto, se podrá desvirtuar mediante la prueba de que
con la autoridad y cuidado que su respectiva calidad les confiere no hubieren podido
impedir el hecho.
El tercero debe probar que aun actuando con la diligencia debida no le habría sido posible
impedir el hecho.
Está estructurada como responsabilidad por el hecho ajeno, opera la presunción (legal)
de culpa. Los empresarios serán responsables por sus dependientes mientras estén bajo
su cuidado.
Las excusas también son diferentes, en el art. 2322 debe probarse que los criados o
dependientes han ejercido su función de un modo impropio, y que los amos no podían
prever sus actuaciones empleando la diligencia debida.
Es justo que quien goza de todos los beneficios de la actividad, debiese también asumir los
riesgos que significa dicha actividad. También, subyace la posibilidad de obtener la
128
Para que opere la presunción de culpa que afecta el empresario, deben concurrir 3
condiciones:
Se aprecia según las reglas generales de responsabilidad por el hecho propio (culpa, daño
y causalidad).
2. Debe existir una relación de dependencia entre el autor del daño y el tercero
civilmente responsable.
La jurisprudencia estima de manera muy estricta esta excusa, y sólo admite actos
positivos y concretos dirigidos a impedir el hecho del delincuente. Dichos actos deben
estar orientados a evitar errores en todo el ámbito de la organización empresarial:
medidas de vigilancia, seguridad, prevención, etc.
Tradicionalmente se sostenía que las personas jurídicas eran responsables civilmente por
los daños ocasionados a terceros, pero no lo eran penalmente. Este principio general se
mantiene hoy con dos salvedades:
1. Hay sanciones de multas muy elevadas en órdenes como la libre competencia (DL
212).
2. La ley 20.393 (año 2009) sobre responsabilidad penal de las empresas que limita
dicha responsabilidad al lavado de activos, financiamiento del terrorismo y
cohecho. Dicha regulación se dictó con motivo del ingreso a la OCDE.
En el resto de los ámbitos, el derecho penal grava las personas naturales que han
intervenido en el hecho ilícito.
En el ámbito civil, por el contrario, las personas jurídicas responden por el hecho propio y
por el hecho ajeno, sean con o sin fines de lucro.
Atiende a aquellos daños que son consecuencia de la actuación de sus órganos. Estos
órganos, aunque de difícil precisión, corresponden en general a las personas naturales que
130
están dotadas por ley o por los estatutos, de poder de dirección y representación de la
persona jurídica: junta de accionistas, directorios, gerente general, etc. Lo determinante
es este poder de decisión en representación, no por cuenta propia. Su apreciación es una
cuestión de hecho.
Las personas jurídicas responden por los hechos de sus dependientes en el mismo
esquema de las personas naturales (arts. 2330 y 2322).
i. Sede contractual
El punto relevante en la materia está en las relaciones que sostenga con otras empresas. A
veces, la persona jurídica culpable no tiene un patrimonio suficiente ya que es una filial de
una matriz. Es usual que quien contrata con una filial estipule que se haga solidariamente
responsable a la matriz. Pero esto se da en sede contractual.
Otra postura sería asumir que la persona jurídica dependiente se usa de manera
fraudulenta para evadir la ley. Se recurre entonces a la doctrina del levantamiento del
velo, que tiene cada vez más aceptación en la jurisprudencia. La doctrina del
levantamiento del velo tuvo reconocimiento en el derecho positivo en la ley general de
urbanismo que consagra la responsabilidad de las constructoras y sus sociedades
aledañas.
El art. 2325 dispone que el empresario tiene derecho a repetición contra los bienes del
autor directo, lo que podría llevar la ruina del dependiente. En el derecho francés se ha
limitado esta acción de repetición y se sostuvo que sólo procede cuando hay culpa
intencional o dolo del dependiente.
131
Sin embargo, entre los múltiples usos del art. 2329, se ha dicho que consiste en una regla
de clausura por el hecho de cosas, lo que se evidenciaría en los ejemplos que el mismo
artículo da. Como señala TAPIA, en realidad el art. 2329 contiene una presunción que se
aplica a accidentes en actividades peligrosas o por manejo de cosas peligrosas.
La presunción de culpa por el hecho de las cosas recae sobre el dueño o custodio de las
cosas, quien se descarga probando la diligencia en el cuidado de tales cosas. Pero también
hay responsabilidades estrictas muy específicas respecto de cosas, como la del animal
fiero (art. 2327).
Contemplada en el art. 2326. Afecta al dueño del animal, aun cuando se haya soltado o
extraviado, salvo que el daño, la soltura o extravío no se deba a su culpa. Se extiende
también al hecho del dependiente encargado de la guarda del animal.
Esta presunción de culpa no es suficiente, porque la mayor parte de los daños provocados
por animales ocurren por perros que no tienen dueño y no hay ninguna responsabilidad
en la tenencia. Sólo hay en la actualidad proyectos para establecer ciertos seguros
obligatorios para perros de razas peligrosas. También causan accidentes los caballos
sueltos en carreteras.
132
3. Ruina de edificios
Hay que distinguir entre ciertas acciones preventivas contenidas en el art. 932 a 935 de
querellas posesorias sobre obra ruinosa, y la acción de prevención por daño contingente
prevista en los arts. 2333 y 2334.
En las acciones de querellas posesorias de obra ruinosa (art. 934), si el edificio cae y la
querella fue notificada, se indemniza al vecino, salvo caso fortuito. Si no se interpuso la
querella posesoria de obra ruinosa, se puede interponer una acción indemnizatoria
conforme a los arts. 2323 y 2324:
Art. 2323. “El dueño de un edificio es responsable a terceros (que no se hallen en el caso del
artículo 934), de los daños que ocasione su ruina acaecida por haber omitido las necesarias
reparaciones, o por haber faltado de otra manera al cuidado de un buen padre de familia.
Si el edificio perteneciere a dos o más personas proindiviso, se dividirá entre ellas la indemnización
a prorrata de sus cuotas de dominio”.
Art. 2324. “Si el daño causado por la ruina de un edificio proviniere de un vicio de construcción,
tendrá lugar la responsabilidad prescrita en la regla 3.a del artículo 2003”.
La responsabilidad por ruina de edificio recae en el dueño del mismo. Si la ruina se genera
por falta de reparación o por falta de cuidado del buen padre de familia, el art. 2323
establece un esquema de responsabilidad por culpa probada (no presunta). No establece
presunción de culpa, exige una actuación que debe acreditarse. La doctrina, sin embargo,
lo interpreta al revés, fundado en que si hay ruina de un edificio, se tiene que debe a la
culpa de alguien (Alessandri).
El art. 2323 inc. 2 dispone que si el edificio pertenece proindiviso entre 2 o más personas,
la indemnización se divide a prorrata entre ellas, lo cual es una excepción a la solidaridad
(art. 2317).
El constructor responde por vicios de construcción, vicios de suelo o de aquellos vicios que
las mismas personas que construyeron debieron conocer.
No alcanza la responsabilidad por los materiales cuando hayan sido provistos por el
dueño, salvo que hayan debido conocerse los vicios por el constructor en razón de su
oficio.
Se contemplan dos acciones: una acción preventiva (art. 2328 inc. 2) y una acción de
indemnización (art. 2328 inc. 1).
La acción preventiva remueve del edificio objetos que amenazan caída. Opera de manera
análoga a la querella por obra ruinosa. Se dirige contra “el dueño del edificio o del sitio, o
su inquilino, o la persona a quien perteneciere la cosa o que se sirviere de ella; y
cualquiera del pueblo tendrá derecho para pedir la remoción”.
El art. 2328 inc. 1 establece una presunción de culpa por las cosas que caen de un edificio
y afecta a todos los que viven en la misma parte del edificio. Si son varios, la
indemnización se divide a prorrata, “a menos que se pruebe que el hecho se debe a la
culpa o mala intención de alguna persona”, o sea, delatándolo.
Desde la justicia, se entiende que quien inicia una actividad que crea un riesgo, y de la
cual se beneficia, debe asumir las consecuencias y no los terceros.
Sin embargo, no podemos negar las virtudes que reviste la responsabilidad por culpa:
El estándar del hombre prudente fija un nivel óptimo de cuidado que cumple 2 funciones:
(i) establece un estándar de prevención razonable y no extremo; y (ii) es consistente con
lo que esperamos de los otros.
La responsabilidad por culpa tiene ciertas áreas privativas, en esencia, las profesiones
(medicina, abogacía). En cambio, la responsabilidad estricta opera en ámbitos de uso de
cosas riesgosas: circulación, trabajo, energía nuclear, aviación, contaminación por
hidrocarburos, etc.
1. Animales fieros que no prestan utilidad a la guarda de un predio (art. 2327 CC).
3. Accidentes del trabajo: operan 2 regímenes conjuntamente. Por un lado están sujetos
a un régimen asistencial a través de un seguro obligatorio, y por otro lado, un régimen
de responsabilidad por culpa.
Todos estos estatutos establecen un régimen estricto para prescindir de la culpa. Algunos
establecen incluso limitaciones al caso fortuito. Sin embargo, para todo lo no regulado por
dichos estatutos, se aplican supletoriamente las reglas de la responsabilidad por culpa:
daño, causalidad, etc.
La expresión falta de servicio es una traducción errónea del francés “faut de service”,
que es culpa de servicio, lo que llevó en Chile a la conclusión de que el órgano responde
por ausencia de servicio. Lo que desencadena la responsabilidad del Estado no es la
ausencia, sino la negligencia, como reconoce expresamente la ley Auge.
Todos los fallos en la materia analizan la falta de servicio apreciando la prueba en función
de cuáles son las negligencias precisas que se cometieron. Por último, las pocas sentencias
aisladas del año 2000 que declaran que la responsabilidad del Estado por falta de servicio
es estricta, en el proceso apreciaron igualmente la negligencia.
El riesgo de la actividad
La excusa no es la calificación de la conducta del agente, sino la prueba del caso fortuito.
Excusa que se restringe aún más en ciertos ámbitos como energía nuclear.
2. Calificado: además del ámbito de riesgo creado, se exige una calificación que
usualmente tiene que ver con un defecto del producto
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§ 8. ACCIONES DE RESPONSABILIDAD
Es importante señalar que la Ley que regula la competencia desleal (20.169) consagra
expresamente este tipo de acciones en su artículo 5°: acción de cesación del acto ilícito,
de remoción de los efectos, declarativa del acto e indemnización de perjuicios.
1. Objeto de la acción
2. Legitimidad activa
2.1. Por daño a las cosas: quien acciona es, ante todo, el dueño o poseedor de la cosa.
Todo el que tenga un derecho real sobre la cosa puede accionar (p. e. el usufructuario).
7
Crítica al proyecto de reforma procesal civil: carece de una acción civil de urgencia.
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El mero tenedor que no tiene derecho sobre la cosa no podría reclamar daño o
deterioro de la cosa, salvo que pueda accionar en ausencia del dueño (art. 2315). Un
tenedor también puede poseer un derecho personal en virtud de un título, como el que
deriva del contrato de arrendamiento, y actuar a nombre propio.
2.2. Por daño a las personas: la persona sufre lesión a un derecho o un interés
jurídicamente protegido. El tercero que sufre daño por rebote es consecuencia de la
lesión grave o muerte de la víctima directa.
3. Legitimidad pasiva
También es responsable el que se aprovecha del dolo ajeno, sin ser cómplice (si es
cómplice es solidariamente responsable).
Si sólo participa, la restitución alcanza hasta la concurrencia del provecho, ya que sería
enriquecimiento sin causa y no indemnización de perjuicios.
Si 2 o más personas han actuado con dolo o culpa, responden solidariamente (art. 2317).
En cuanto a la contribución al a deuda, no hay regla en el ámbito extracontractual, salvo el
art. 2325 (responsabilidad por el hecho ajeno). Se entiende que, por analogía, se aplican
las reglas de la solidaridad convencional.
2. Prescripción
Art. 2332. “Las acciones que concede este título por daño o dolo, prescriben en cuatro
años contados desde la perpetración del acto”.
La prescripción se cuenta desde que se incurre en el hecho ilícito. Pero, hay situaciones en
que el daño se genera con posterioridad al acto ilícito (p. e. contaminación de asbesto).
Algunas sentencias, para hacerse cargo de esto, señalan que debe existir un daño, puesto
que sin daño no se genera la acción.
Podemos distinguir 3 momentos: (i) perpetración del acto; (ii) producción del daño y (iii)
la víctima toma conocimiento del daño. Muchas veces se reúnen en un solo momento;
pero no se da así en la contaminación que produce cáncer, que puede ser diagnosticado
con posterioridad al acto culpable.
El plazo lógico sería desde que la víctima tuvo conocimiento del daño, puesto que engloba
los otros dos momentos.
3. Suspensión de la prescripción
Históricamente se han unido ambas responsabilidad. No fue sino con la consolidación del
Estado y sus órganos de persecución que orientó la responsabilidad penal hacia la
represión; y la responsabilidad civil, hacia la reparación. Ello se constata en la multa penal
y la indemnización.
Podemos afirmar que hay una corriente hacia la reducción de la responsabilidad penal y
una tendencia hacia la expansión de la responsabilidad civil: a la reparación se le
atribuyen diversas funciones, el examen de la culpa pasó a ser objetiva, mayor uso de
presunciones de culpa, expansión estatutos de responsabilidad estricta, etc.
1. Capacidad
En responsabilidad penal, son imputables los mayores de 18 años (rige el Código Penal).
Los mayores de 14 y menores de 18 se les aplican la ley de responsabilidad penal
adolescente que contiene sanciones con más garantías y opciones que la privación de
libertad.
2. Tipicidad
La ilicitud en materia civil sólo coincide con la noción de culpa. Hay casos excepcionales
de culpa infraccional en que la conducta está dada por la ley. La mayoría de las hipótesis
se responde por infracción a un deber genérico de conducta.
3. Apreciación de la culpa
4. Existencia de un daño
7. Tribunal competente
La víctima directa tiene la posibilidad de elegir entre interponer acción indemnizatoria por
delito ante juez penal o juez civil (según reglas generales).
Más allá de las diferencias, de la relación entre responsabilidad civil y penal emanan los
efectos de cosa juzgada que se atribuye a la sentencia penal en el ámbito civil. Se regula
en los artículos 178 y 179 del Código de Procedimiento Civil.
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El principio general es que las sentencias condenatorias penales tienen valor de cosa
juzgada en el ámbito civil (art. 178). Si no se discutió el daño deberá probarse en sede
civil.
Usualmente cuando hay sentencia condenatoria penal que tendrá efectos en el ámbito
civil, será en el caso de los cuasidelitos y delitos. La apreciación de la culpa en el ámbito
penal es más exigente, puesto que se aprecia en concreto y como obedece a un estándar
de mayor rigor, es lógico que la culpa civil que es menos exigente, se dé por probada.
El alcance de esta cosa juzgada no exige la triple identidad (persona, cosa pedida y causa
de pedir), puesto que es un objeto distinto el juicio civil del penal, y pueden intervenir
personas distintas como demandante o demandado.
La sentencia civil tiene un alcance mucho más limitado. Puede hacerse valer:
La tendencia hasta el s. XX era acentuar sus diferencias. Sin embargo, la tendencia actual
es a la unificación de sus efectos.
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Diferencias:
Similitudes:
3. Culpa
i. Existe un paralelismo entre la obligación de medio contractual y la responsabilidad
por culpa extracontractual.
ii. Existe un paralelismo ente la obligación de resultado y la responsabilidad estricta.
iii. El art. 1547 presume la culpa. Pero en las obligaciones de medio, es la víctima la
que debe probar la negligencia.
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Podemos señalar la posibilidad de anticipar o limitar los daños reparables, así como la
posibilidad de pactar eximentes de responsabilidad. Con todo, hoy en día se diluyen las
diferencias.
Esta posibilidad de optar era relevante cuando no se indemnizaba el daño moral en sede
contractual, lo que daba ventajas al demandado.
Ahora bien, en la práctica, los jueces tienden a desestimar la sola acción extracontractual
si hay un contrato de por medio.
La discusión actual es si el tercero puede invocar una infracción contractual que genere
un daño extracontractual. Como señala Pierre CATALÁ, si quiere aprovecharse del
contrato, que lo haga, pero que se someta a las restricciones propias del contrato.