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Hume [y la norma del gusto]

Guillermo Solana

El filósofo b ritán ico D avid H um e ( 17 11· 1776) se ocu pó de cuest iones de estéti-
ca tamo en su Tratado de la nasuraleza humana -de manera tangencial- como en
diversos ensayos', Siguiendo las huellas d e Francis H urcheson (que a su vez se inspi-
raba en la teoría de la percepción d e Locke), Hume concibe el gusto como «sent ido
interno» {inner sense} y la belleza como sensació n placentera de tal sent ido . Ahora
b ien, este placer pu ede proceder, bien inm ediatamente de la forma o apariencia de los
ob jetos, bien de la simpatía y la idea d e la uti lidad: de aquí surge n la belleza de la ftr-
ma y la bellezade la imaginación. El segu ndo géne ro de belleza no implica u na ut ili-
dad real o egoísta, sino imag inaria. AJ;í se establece la d iferencia entre el agrado ante
la vida y el agrad o am e la ficción .. En el ensayo «Sob re la tragedia », H ume aborda la
cuestión clásica. suscitada d e nuevo por Addison, de cómo puede este género agradar
a través de emociones como la pena, el ter ror, la ansiedad, quc en sí mismas son desa-
gradab les. H ume escribió también o tros textos sobre cuest iones característ icas del
pensamiento ilustrado, como el origen de las arres, el progreso o decadencia en su
desarroll o, y la influencia civilizadora o corruptora del refinamie nto artístico",
Pero la pri n cipal y más d ebat ida co ntribución d e H ume a la estética se encucn-
era en su ensayo «Sobre la norma del gusto» (..O f rhe Stan da rd of Tasre.. , 17 57),
d ond e se abo rda otro p roblema típ ico de la Ilustr ación: la diversidad y u nidad del
juicio est ético. El sentido común nos dicta que el gusto es un sentim iento subjeti-
vo. y al m ism o tiemp o nos impone la certeza de q ue cierras ob ras d e arte son obje-
tívamente superiores. Para resolver esta aparente contrad icción, H um e ape la a un a
norma q ue identifica con el veredi cto unánime de los críticos co mp ete ntes.

Difm ncia de losgustosy búsqu~da de la norma

H ume parte de la diferencia de gustos, q ue se da entre ind ividuos de la misma cul-


tura, y más aún entre épocas o naciones distintas . La diversidad es mayor de lo que
parece, pues h ay un consenso ilusorio derivado del lenguaje. Tod os usamos las m ismas
palabras para alabar o denig rar: rod os aplaudimos la elegancia. la simplicidad y el ínge-

, Sobre la ... n.iCl. de Hyrn c. vé..., 10 " hra " hau.lÍv~ de Olivier Brunet: Phi~1IJphit "~~d>a. DaviJHrnorr.
¡'uÍ>, Ni"". 1965_Los u ,kuios de ..,,!';ca y uí,ica en Hume: La norm a tÚl gu>IOJ Olr(IH"'''JOI. Ediá ó n de M.a T em;a
Ikrigui'<ain.
, Los m kulos .Sob'l la simplici<hd Yd refinamiento en I.a. li"""Y<a' • •Sobre (1 orig(n y desarroll" de 1... art.. y
1.. ci.ncia.<. , . Sobre el tdinami(nto en Iu an ... y .So bre la d ocuenci:>•.

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nio y condenamos la afectación, la frialdad o la falsa brillantez. Pero ame los casos par·
ticulares, esta unanim idad desaparece, y se descubre que cada uno asigna un significa-
do diferente a las m ismas expresiones (como sucede en el ámbito de la mo ral).
«Es natura] que busquemos una norma del gusto. un~ regla con la cual pued an
ser reconciliados los diversos sent im ientos de los ho mb res, o al menos un a decisió n
que confirme un sentimiento y condene ot ro-'. Aquí se ab re una antinomia. La
posición escéptica, respaldada por el sentido com ún, niega la posibilidad de hallar
un a no rma tal; el juicio de lo bello }' lo feo. a diferencia de las afirm aciones sobre
hechos. no tiene su criterio fuera del sujeto: se basa sólo en el sentimiento. Todos los
sentim ientos sobre un mismo o bjeto son igualme nte co rrectos, pues la belleza no es
una cualidad de las cosas m ismas, sino de la me nt e que las conte mpla'. Ah ora bien.
el propio sentido com ún aurorizala opinión contraria al escept icismo, pues a todos
nos parece absurdo qu e se eq uipare en valor a artistas pequeñ os y grandes (a O gilby
y Mi lron, o a Bunyan y Addís on, dice H ume).
Sin dejar de tener en cuent a la tesis escéptica. H ume optará por su ant ítesis.
H ay, en efecto, reglas en las arres, según las cuales una obra es mejor o peor; reglas
q ue no pueden establecerse a priori, sino de manera empí rica, sobre lo q ue univer-
salmente complace en codos los países y épocas. N os co nsta «la du radera adm ira-
ción q ue rodea a aquellas obras que han sobrevivido a todos los caprichos de la
m oda y q ue han saneado todos los errores de la igno rancia y de la envidia »' . Asila
fama de H om ero perm anece, sin que ni ngú n cambio la oscurezca, mien tras q ue la
reputació n de los malos poetas no d ura ni llega a ser universal. ..Parece. ento nces,
que en medi o de toda la variedad y capricho del gusto hay cierra s principios gcn e~
rales de aprobación o censu ras' .

Cincocondiciones y un veredicto unánime

Si tales principios generales no rigen siempre en la práctica se debe a ciertos defec-


tos en el sujeto q ue juzga, a la falta de alguna de las siguientes condiciones. La prime-
ra y principal cualidad requerida es la delicadeza degusto: una sensibilidad que percibe
con exactitud los menores ingredientes, los matices más sut iles del objeto juzgado. Para
definirla recurre Hume a una anécdota del Quijote: dos catadores, antepasados de
Sancho Panza, detectan en un vino. uno cieno sabor a hierro, el otro. un aroma a cor-
dobán; cuando se vacía la alba se verifican ambos juicios al descubrir en el fondo una
pequeña llave con una correa'. La importancia del ejem plo se cifra en desmentir la tesis

, l..J ",,,,.,,, lÚigu<IOyonw m SDJDS, p. 27.


• la posición = rp<ic. J. h. bi. defendido Hwnt t n su t lW)'O "r}, ~ S~ertk. (J 74 2).
, Úl~" '¡'¡ gu<ln y ol>m m ",JD" p. 31.
• 1-4""""''' "'1F IOy olro' """'}"'. p. 32.
, Sancho ", i..... de tm er "" <u lUujt a losdo. mejorco catodu m dt la Mancha: . Di<'ronIts a losdos a pro bar dd vi""
& un. cuba, pidiéndolcssu ~ <Id atado, cualid<td, !:>onda<! Omalicia <Id ,in o. El uno lo p,obóCOn l. pum. de la kn-
gua; el otro no },i ", másq.r lkprlo . Ja:¡ narices. fJ primero dijo qut lICIuclvino ...bí• • h",rn,; e1 'cgundo dijo que: mis
ubí•• mrd abin. 8 dutño dijo qut la cuba csr.tb.limpi.. y qut d taloioo no lm ía aJobo alguno por donde hubi.,., rom,..
do sabor & hierro ni de rordobin. Con todo ...., los do. famosos mojonc:o .. ahnnaron en lo que h, hi.n dicho. Andu~o
el t;t mpo, =tdiÓl.( d vino, Y a1limpi.. de l. ""ho l~ tI! dl . una 110"" PC<ludio, pe"dicmt de una Cf)I'fCa & cordo-
bán.• 8 p=jt "" mcuenrn.1 ~ n ol del capítulo XIII de la ..-gund. parte dd Quijo~: . Donde: "" p"";p¡c la . "",<ura dd
CabaIIcro <Id BosqUt. con el di,,1"rt<l, UUC\O y 'u''''e coloquio que po"t, ""tre Joo do. escuderos.o

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escépticadel aislamiento entre sentimiento y objeto, en fa..-or de un punto de vista rela-
cional, que considera la belleza como cualidad disposicional: «Aunque es verdad que la
belleza y la deformidad no son cualidades de los objetos [...}, sino que pemnecen ente-
rament e al sentimiento [...}debe adm itirse que hay cierras cualidades en los objetos que
por su naruraleza ron apropiadas para producir estos sentim ientos paniculares-".
Tras la delicadeza del gusto, las arras cuatro cond iciones de la competencia critica
son la prdaica de juzgar, que mejora la delicadeza, la asidua comparación de obras de
distinta excelencia, el mar Eb" tÚ los prejuicios qu e suelen corromper el gusto, y en fin,
e! buen sentido que evita la influencia de dichos prejuicios (para H ume, el r ntcndi-
miento despeja el camino del gusto, pero no interviene en sus juicios, a diferencia de
lo que sostiene Burke), Delicadeza, práctica, comparación, ausencia de prejuicios, buen
sentido: aunque los principios del gusto sean universales, pocos pueden jactarse de reu-
nir estas cinco cond iciones, Ahora bien, «el veredicto unánime de tales jueces, don de-
quiera que se les encuentre, es la verdadera norma del gusto y de la belleza-t.
La argumentación de H ume procede en do s pasos: estableciendo en primer
lugar un mecanismo de selección de los jueces y en segundo lugar, la exigencia de
un veredicto unánime. Vamos a examinarlos a continuación .

Problemas de la elcccíon de íosjU~U5

~ C6mo reconocer a tales jueces competentes? Esta cuestión parece devolvernos


a la incertid umbre. «Pero si consideramos el asunto correctamente, éstas son cues-
tio nes de hecho, no de senrimicnro.» El que una persona particu lar esté dorada de
delicadeza de gusto, etc., es materia discutible, pero todo el mundo convend rá en
que tales cualidades son valiosas, y en que algunos hombres (sea cual sea la dificul-
tad de seleccionarlos particularmente) las cump len mejor que otros" . Así se ha
cubie rto la distancia entre el valor y el hecho, con virt iendo la búsqueda de la nor-
ma en una investigación empírica: la identificación de quienes responden má s sen-
sirivamen re a las ob ras de arte. Y la previsión se confirma en la práctica: los hom-
bres de gusto son reconocidos en sociedad, conqui stan influencia, y aunque los
preju icios pu edan prevalecer po r algún tiempo, al final acaban por ceder; el genio
es adamado y el impostor expulsado a las tinieblas exteriores.
Hu me observa ~ ue la delicadeza de gusto y las otras condicio nes son apreciadas
por el asentimiento general; pero ¿por qué han de suponerse valiosas? Al fin y al
cabo, los ho mbres menos delicados disfrutan del vino más que los catadores de la
anécdota de Sancho Panza". En su ensayo «Sobre la delicadeza del gusto y de la
pasión», H ume enu mera dos razones no muy convincentes: la delicadeza del gusto

• /.. ~."'''l d<lKw t. 1 O/ro, .m.1M. p. 34.


• /..M""" tkl l:u,'WJ OtrO<m<l1yo<. p. 43. La objtci6n de Cm-oU ..-gún h ru.:L! ru.:L!quím, que po$C<l esa. cualida-
des puede..,r 'u propio j U"L 'y n orma falla. d aro está..porque h illl"" ubj"tividad r"'l~re el acuerde de varios indivi_
d""" (N. CarrolL . H um,,', Standard of Tn w . ¡",,"""¡,IA.n:Mtia."¿ An Crilimm. 43 (I 9S4): pp. 181-194). La
nc.csid"d de recurrir a varios jueces ya se ;ndiQba con la an«dota de lo, dos carado' ", como .., ucrda "ianarl"
Carak lli: O~ Hume ,,~d Eightam:h Cm"''l Amhnia. T/ot Pl>iloJop/ItTM" Swi~t- 1'<cw York, Pc!<:r La,,¡: 1995,
~ La ~"m"J drlgusto 1 ' tr'I1S 'nsIlJ"I. p. 14.
" En tsla ooiKion in,i,re Theodo,c G..cyI<: .R",h ;n~i n¡; H ume l Sr:m dard ofl',,¡c•• 7he¡.um4! o/A.. rim¡n
d ~d A>-r Critid,,,,,. vol. 52. n.O2 {199 4}. PP_ 16 9- 82.

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modera y civiliza el carácter, y, por med iación de la «simpatía», favorece la amistad
y el amor; cuanto más fino el gusto, men or el número de qu ienes comparten sus
delicias, y más fuerte nu estra vinculación afectiva con esta minoría selecta (este
argumento valdría para la gentry británica del siglo XVTlI, pero difícilmente en una
sociedad de masas, don de las obras más subl im es, convertidas en best-sellers, apenas
pueden proporcionarnos el placer de la disti nción)".
La acusación más frecuente contra las cinco condiciones es que incurren en un
círculo vicioso". Para distinguir las obras de art e excelentes he de acudir a los crfri-
cos comp etentes, los que posean las cinco cualidades; pero para decidir si un crtci-
co cumple tales cualidades tengo que determinar si aprueba las obras excelentes y
condena las malas. Así pues, para poder valorar las obras hay que evaluar a los crí-
ticos, y para evaluar a los críticos hay que haber valorado las obras. Se ha observa-
do, sin embargo, que no todos los requisitos exigidos por Hume imp lican tal círcu-
lo: la delicadeza de gusto , la falta de prej uicios y el buen sentido pueden
identificarse como rasgos de personalidad in dependientemente del juicio esrérico".
En todo caso, suponiendo factible la selección de los críticos competentes, toda-
vía le quedaría por demostrar a H ume: (a) qu e es posible un acuerdo unánime entre
d ios sobre la mayor parte de las obras de arte juzgadas y (b) que dicho acuerdo uná-
nime es, más allá de presiones externas, un indicio de objetividad del gusto. De estas
cuestiones nos ocuparem os ahora, al hilo de la argumentación de Hume.

Problemas del veredicto


H ume pretende haber establecido que los princip ios generales del gusto son
uniformes en la naturaleza humana y que la variación de los juicios se debe a la fal-
ta de alguna de las cinco cualidades citadas . ~ Y si todavía se dan divergencias ent re
quienes cump len las cinco condiciones ? «Entonces la diversidad de opinión es ine-
vitable, y en vano buscaremos un a norm a con la que con ciliar los sent imientos con -
rrarios-". Tales desacuerdos pueden atribuirse, según Hume, a dos causas: los dife-
rentes tem perament os in dividuales y los hábitos y opiniones de cada época y país.
Según la edad y el temperamento, se dan preferencias distintas: por lo sublime , lo
patético o lo grotesco ; se prefiere la corrección o la elevación, la energía o la armo-
nía, la simp licidad o el omarnento: se inclina d gusto más a la comedia o a la tra-
gedia. «Es claramente un erro r del crítico el reduci r la apro bación a un género o esti-
lo literario y condenar todos los dem ás.• Pero es casi imposible no sentir un a
predilección por aquello que se ajusta a nu estro carácter y talante»". 'Jales piéfe- -
rcncia.~ son ,inocentes y no se puede discutir sobre ellas, pues no hay norma que
J esuelva la discusión . Lo mismo sucede con las preferenc ias determ inadas por la
época y la nación; costumbres, opiniones morales y dogirlas 'especuJátlvos (como los
rcligiOSüS);-que a veces son insalvables para aprecia r las ob ras.

" l.a norma de/gusto y otrosl!mI1ym. pp. 56-57.


" Cn. s . G. Ero,,"!!, . Ob5ervations nn Hume", Thc ory ofT",rc-, Eug!ishStudi" . 20. n.O 5 (1938). pp. 193-198, Y
J:unC' Noxon, .Hume·, Op inion of C riue<>. "Th< }nurna! nf A, ,,lmics andAn Cririrom, 20, n.O 1 0 % 1), pp . 157- 162.
" l'<:Ic.,- K¡, y . Humc's S"",dard o[ T""te: B~¡ng , he C reb, 'Ik Briti.,h }ounw.l of Am hetÚ5. 7. n.O 1 (J 967),
pp. 57--66.
" Lit 1Iormlt d,! gusto y otro, l1/SaYOs, pp . 46-47.
~ Lit normlt del gusto Y otro, msayos. pp. 47AS.

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Esta última secció n del ensayo ha suscita do un ju stificado malestar en algu-
no s ex égetas. ¿No esta ba ya resuelro el obstác ulo de los prejuicios con el requisi-
ro del buen sent ido, incluido entre las cinco co ndic iones? Por otra part e. Hume
desde ña las diferencias de grado como si no fue ran lmporranres: pero el ejem plo
planreado al comienzo del ensayo. la su perioridad de Mihon sobre O gilb y y de
Addison sob re Bun yan era tam bién una cues tió n de grados. Se dir ía que. al
admiti r como inevitables cie rtas aberraciones marginales. H u me mi na las bases
de su propia argumentación anter io r. o al menos concede los ele mentos sufí-
ciernes para dcsmonraria.
Las d ivergencias provo cadas po r la edad y el rempera menro ind ividu al nos en-
vían al co mienzo de la arg ume ntació n, cuando H ume decide buscar una norma
qu e no evalúa cada uno de los ju icios. sino al juez q ue [os e mite. Tal prop uesta
Implica valorar el gusto de cada c rít ico como un bloque homogéneo. Pero no hay
ning un a razón pa ra at ribuir la misma fiabilidad a todos los juicios del crít ico más
excelen re. La deli cadeza de gusto y las er ras con dic iones pueden variar m uch o
según los objetos a qu e se aplique n: el crítico pu ede ser sensible a la [ircrat u ra e
insensible a la mú sica, juzgar bien sobre novela y mal sobre lírica, o incluso mu y
bien sobre T ho mas Ma nn y muy mal sobre Kafka". El gusto de cada un o no es
de un a sola pieza; es un tejido infinitamen te complejo de millares de fibras; cada
juez (en cada mo men to de su vida) coincidirá con los demás en ciert as ap recia-
ciones y di ferirá en otra s. Por eso pod ría suceder que el veredi cto unánime no se
di era en absolut o. o se diera sólo para m uy po cos nom bres, yen [al caso, la no r-
ma resultante sería in úti l: ¿de qué nos serviría tener certeza solamente de la gran-
deza de H omero?
También las conside raciones sobre la época no s devuelven al puma de partida.
Desde el princip io rem ida Hume al reconoc imiento un iversal (hasta aho ra) de la
grandeza de H omero. Ahora bien, ¿por qué ha de ser tal veredicto unáni me una
pru eba dc la objetividad del gUSto? El consens o podría ser resultado de factores
espurios más duraderos qu e la moda, persistentes incluso durante siglos, como la
autoridad de la tradici ón. Al fin y al cabo , en la historia del arte hay un caso com-
parable al de H omero: el de Apeles. alabado por todos desde el Renacim iento sin
qu e nadie hub iera visto nunca una p intu ra suya. Y si el consenso dependiera de la
autoridad de la tradic ión, podría ven irse abajo con ella en cualquier momento pró-
ximo . Nada garantiza, en todo caso, que el porvenir con firme la inmort alidad de
quienes han sido adamados durante siglos. El argum ento de H ume pretende fun-
dar la norma del gm ro empí ricamente, y fracasa como roda prueba por inducción:
po rque las regularida des que se han dado hasta ahora pueden cesar mañan a mismo.
La norma del gusto, si se le aplica la cr ítica humeana de la causalidad , se reduce a
una creencia prod ucida por la costumbre. Esta no es una objeción meram ente teóri-
ca; nuestras expectativas ante el siglo próxim o no son más plausi bles que (as de un
crítico de 1850 con respecto a la situación en 1950. Consideremos finalmente un
par de ejem plos. No se puede descart ar que los crític os futuros se abur ran con
Tiziano y exalten en Arcimboldo al mayor art ista de su época. O bien , para cita r
una posibilidad no menos siniestra, pero más verosímil: ya podemos prever que

,- F...t a objeción puede vincul:mc ro n el diálogo Ifln de Platón.

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nuestros descendientes ignorarán hasta el nombre de Giorgio Morandi, y Andy
Warhol será aclamado por el veredicto uná nime como uno de los grandes gen ios del
siglo XXI I.

Bibliografía
Brown , S. G. , . O b=vation.< on Hume'! Theory of T ;¡ste», English Sudi~. 2, n.O 5 (1938), pp. 193-
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Ta.<le: Breaking me Cirde-, Tk Brirish jtJum4f ofk1rhnia. 7, n.O 1 (1967), pp. 57-66. Noxon , J.,
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" Par>. un plame:lmi ent<> reciente muy sim ilar al de H ume en .La norma del gUSto. , ver Ckmem Gfffnbef!;:
. ú n Tasle Ik Ob jrcu_t? , Arl N ..." 72 (febrero 1973), pp. 22.23.

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