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el cambio ya se había visto claramente en los años cuarenta, cuando una nueva
generación política, más civil y conservadora, enarboló un nuevo proyecto, muy difícil
de calificar como “revolucionario” (no obstante el persistente discurso oficial
Pero este cambio ocurrió más de treinta años después del estallido de la Revolución,
años que vieron reformas estructurales, sustanciales y duraderas.
pero son muy diferentes las revoluciones que siguen su camino con cierta autonomía
(como la mexicana, la rusa, la china y la cubana) de las que son descarriladas,
Por lo tanto, cuando hablo del éxito de la Revolución, mi idea está lejos de introducir
más juicios político-morales
Marc Bloch: “las palabras 'éxito' y 'fracaso' [...] pertenecen al vocabulario normal de la
historia. Porque la historia tiene que ver con seres que, por su naturaleza, buscan metas
conscientes”,
criterios del “éxito”, que pueden ser, por un lado, los de los propios actores o, por otro
lado, los que escogimos,
como criterios objetivos;
la presunción de que cada cambio que se ve en los años veinte o treinta es producto de
la Revolución, cuando es posible que tuviera otras causas (“no-revolucionarias”) y, por
lo tanto, hubiera ocurrido aun si la Revolución no hubiese tomado lugar
comparar con los demás países de América Latina que no experimentaron una
revolución a principios del siglo xx.
primer lugar, entonces, voy a considerar las metas de los propios actores
La apertura política maderista fue real —hubo elecciones, movilización política (por
ejemplo, del pcn)25 y bastante libertad de expresión—, pero fue breve, y el cuartelazo
de 1913 inauguró un régimen aún más militar y autoritario que el porfiriato
El resultado fue un régimen más popular y duradero que el porfiriato, pero que no
cumplió las promesas democráticas de Madero.
¿Tiene México una cultura política arraigada hostil al liberalismo democrático, y por lo
tanto al experimento maderista y a la “cruzada” vasconcelista, una herencia, quizá, del
pasado católico, corporativo y colonial, hasta del autoritarismo azteca?
Madero, su fracaso
fue ilusorio.
Una democracia liberal necesita una medida de consensos previos sobre las reglas del
juego, tanto político como socioeconómico; por eso, los partidos revolucionarios raras
veces consiguen el poder por las urnas,
Esta tesis supone que la Revolución fue un verdadero y amplio movimiento social, no
una estrecha lucha por el poder político.
Pero vale considerar las metas "sociales" como criterios del éxito —o fracaso— de la
Revolución; y lo haré por medio de una distinción —también tradicional— entre metas
campesinas y obreras.
Este reparto “primario" fue específico y respondió a demandas locales.44 Pero durante
la larga trayectoria de la Revolución se ve una tendencia centralizadora, conforme
movimientos locales se agregaron a ejércitos mayores
Conforme a este proceso, el reparto se volvió más centralizado y nacional (y, con
Cárdenas, más rápido, radical y colectivista), es decir, una reforma "secundaria”.
Conforme a este proceso, el reparto se volvió más centralizado y nacional (y, con
Cárdenas, más rápido, radical y colectivista), es decir, una reforma "secundaria”. La
reforma agraria fue un proceso clave pero confuso, ostentando una gama de leyes y
perspectivas.45 Es muy probable que la mayoría de los campesinos —en México como
en otras partes del mundo— hubiera preferido dotaciones de tierras privadas (la idea
de que retuvieron un apego tradicional a formas comunales, una herencia de la Colonia
o del pasado precolombino, me parece errónea); la forma del ejido, entonces, fue
producto de decisiones políticas, en parte idealistas (el ejido sería un obstáculo al
latifundismo), en parte pragmáticas (el ejido sería un instrumento de movilización y
clientelismo).
Conforme a este proceso, el reparto se volvió más centralizado y nacional (y, con
Cárdenas, más rápido, radical y colectivista), es decir, una reforma "secundaria”. La
reforma agraria fue un proceso clave pero confuso, ostentando una gama de leyes y
perspectivas.45 Es muy probable que la mayoría de los campesinos —en México como
en otras partes del mundo— hubiera preferido dotaciones de tierras privadas (la idea
de que retuvieron un apego tradicional a formas comunales, una herencia de la Colonia
o del pasado precolombino, me parece errónea); la forma del ejido, entonces, fue
producto de decisiones políticas, en parte idealistas (el ejido sería un obstáculo al
latifundismo), en parte pragmáticas (el ejido sería un instrumento de movilización y
clientelismo).
reparto "secundario" llegó al colmo con los ejidos colectivos de los treinta, durante la
fase radical cardenista.
movimientos que, hace años, nombré “serranos” (por ser, en muchos casos, productos
de las sierras —de Chihuahua, Durango, Oaxaca, el norte de Puebla—, regiones donde
faltaron las haciendas comerciales, donde las tradiciones de autogobierno y autodefensa
siguieron fuertes, y las incursiones del Estado central eran recientes y provocadoras).50
Estos movimientos jugaron un papel importante en las rebeliones iniciales norteñas y,
después, en la movilización poblana y oaxaqueña;
Su éxito fue efímero. Con el colapso del Estado en 1914-1915, muchas comunidades
cambiaron un gobierno central ávido de poder por un caos descentralizado y/o un
rapaz militarismo.
Los obreros urbanos fueron una minoría (y los obreros organizados una minoría dentro
de esa minoría), pero su organización cobraba fuerza;
la alianza entre Obregón y la flamante crom en 1918, que fue consolidada por Calles.
la alianza entre Obregón y la flamante crom en 1918, que fue consolidada por Calles. Los
sindicatos recibieron beneficios reales;
los obreros, igual que los campesinos, tuvieron que relacionarse con —e incluso
colonizar— el Estado,
Por último, el propio Estado. Los verdaderos ganadores —los que tuvieron un éxito
marcado, que batearon un jonrón histórico— fueron Obregón, Calles y los sonorenses;
no solamente porque dominaron el proceso (bastante exitoso) de "forjar Estado” en los
años veinte, acumulando al mismo tiempo sus propias fortunas, sino también porque,
aun después de la derrota del callismo y el destierro de Calles en 1936, su proyecto
sobrevivió;
Por último, el propio Estado. Los verdaderos ganadores —los que tuvieron un éxito
marcado, que batearon un jonrón histórico— fueron Obregón, Calles y los sonorenses;
no solamente porque dominaron el proceso (bastante exitoso) de "forjar Estado” en los
años veinte, acumulando al mismo tiempo sus propias fortunas, sino también porque,
aun después de la derrota del callismo y el destierro de Calles en 1936, su proyecto
sobrevivió; y, una vez terminada la breve fase radical del cardenismo en 1940, el nuevo
proyecto de los años cuarenta en adelante tuvo ciertas tendencias —por decirlo así—
"neocallistas” o "neosonorenses”.
Por último, el propio Estado. Los verdaderos ganadores —los que tuvieron un éxito
marcado, que batearon un jonrón histórico— fueron Obregón, Calles y los sonorenses;
no solamente porque dominaron el proceso (bastante exitoso) de "forjar Estado” en los
años veinte, acumulando al mismo tiempo sus propias fortunas, sino también porque,
aun después de la derrota del callismo y el destierro de Calles en 1936, su proyecto
sobrevivió; y, una vez terminada la breve fase radical del cardenismo en 1940, el nuevo
proyecto de los años cuarenta en adelante tuvo ciertas tendencias —por decirlo así—
"neocallistas” o "neosonorenses”. Una etiqueta fea pero útil para el programa o proyecto
callista/sonorense sería "desarrollista”: sus políticas buscaron una sociedad próspera,
patriótica, estable, productiva y secular; una sociedad unida, leal al Estado, que podría
superar su atraso cultural y socioeconómico, y así resistir las amenazas tanto externas
el ideal era un capitalismo regulado; el “socialismo” quería decir un equilibrio entre las
clases, no una dictadura del proletariado.
Pero la Revolución conllevó tres factores extra. Primero, el temor de trastorno social e
intervención extranjera (es decir, norteamericana) hizo aún más urgente la tarea de
“forjar Estado". Segundo, la Revolución, como proceso darwiniano y, por lo tanto, algo
meritocrático, había llevado al poder a unos líderes tanto capaces como resueltos (de
hecho, me atrevo a sugerir que la gran troika de Obregón, Calles y Cárdenas fue un
equipo de talento sin par; después de 1940, rompieron el molde). Y, tercero, la
Revolución forjó nuevos lazos entre Estado y sociedad que antes apenas existían, y las
nuevas instituciones —ejidos, escuelas, partidos, sindicatos— formaron redes por las
cuales el Estado podía aumentar su penetración social, diseminando sus mensajes y
respondiendo a las presiones “desde abajo”.42 Estos procesos, repito, no fueron
limpiamente democráticos (tampoco “burocráticos", al estilo ideal weberiano), pero
afianzaron al Estado e incorporaron a “las masas” de una manera sin precedente en
México —y, quizá, en América Latina—. Además, no obstante la caída de Calles en 1936,
muchas de sus políticas sobrevivieron, o porque Cárdenas las apoyó
las presiones del mercado —y los “límites de la autonomía del Estado”— restringieron
las tendencias más radicales del cardenismo.
Pero en términos culturales el proyecto desarrollista tuvo menos éxito. Las compañías
petroleras se convirtieron en Pe-mex y las haciendas en ejidos, mientras que las nuevas
escuelas federales forjaron ciudadanos y obreros alfabetizados y productivos. Pero
cambiar corazones y mentes era otra cosa, y los esfuerzos callistas para destruir la
influencia de la Iglesia o los esfuerzos cardenistas para crear una nueva mentalidad
“socialista", con un fuerte contenido de conciencia de clase, fracasaron.
una Iglesia al margen de la política fue una Iglesia más pura, menos contaminada.
hacia 1920 la mayoría de los índices habían alcanzado sus niveles de 1910.
obra. El peonaje coercitivo disminuyó, tal vez desapareció.45 Hubo un flujo de recursos
hacia la banca, el comercio, la industria y la agricultura exportadora, cuyo crecimiento
fue estimulado por la inversión pública en riego y carreteras. Así, la reforma agraria
contribuyó a la modernización de la economía. Además —tercer punto—, el reparto
estimuló los ingresos, la demanda y el bienestar de los campesinos.
los ejidatarios gozaron de mejores condiciones de vida que los peones del porfiriato;
Si cambiamos el enfoque del campo a la ciudad, las ga nancias, tanto materiales como
psicológicas, son mayores.
Mi última observación: aun como "éxito", ¿valió el costo? ¿O fue la Revolución una
enorme e injustificable pérdida de vidas y recursos (como historiadores revisionistas
como Simón Schama han sugerido en el caso de la Revolución francesa)?
Claro, las revoluciones no son los medios ideales para cambiar las sociedades; los costos
son altos y, aun si podemos calcular los costos y beneficios a través de las generaciones,
sería difícil sostener que más de un millón de mexicanos murieron justificadamente.
Claro, las revoluciones no son los medios ideales para cambiar las sociedades; los costos
son altos y, aun si podemos calcular los costos y beneficios a través de las generaciones,
sería difícil sostener que más de un millón de mexicanos murieron justificadamente. Sin
embargo, he sostenido que la Revolución conllevó beneficios reales,
"Los hombres hacen su propia historia, pero no en las circunstancias que ellos eligen",
dijo Marx. Tomando en cuenta lo que pasó —las circunstancias reales e históricas—, la
Revolución mexicana fue, por las razones y conforme a los criterios expuestos, más éxito
que fracaso;