siguen con regularidad sabrán que somos poco amigos de rigores y dogmatismos y si hay que criticar, pues se critica a Marx, Engels o el lucero del alba. Por ejemplo, en las cuestiones medioambientales. ¿Era Marx un productivista o existe un Marx “verde”, “ecologista”?. Marx -como otros de su época- estaban impregnados por cierto progresismo trágico heredado del positivismo, por un lado, y la dialéctica hegeliana por otro; lo que no quita para que podamos encontrar “atisbos político ecológicos” -por emplear la expresión de Sacristán- . ¿Ejemplos? En tiempos de Marx y Engels no había crisis ecológica global, pero sí tres crisis ambientales que ellos analizaron: la crisis forestal (escritos tempranos de Marx sobre los robos de madera); crisis urbana (escritos de Engels sobre la situación de la clase obrera en Inglaterra) y crisis agrícola (comienzos de la agronomía moderna con Justus von Liebig. Anticipaciones -como nos recuerda Riechmann- de lo que hoy llamaríamos ecología humana, como “ecología de la fuerza de trabajo en la fase ascendente del capitalismo” cabe entender las reflexiones sobre las condiciones de vivienda y de alimentación del proletariado industrial y algunas preocupaciones sobre el problema demográfico. Si continuas con nosotros podrás, de la mano del antropólogo Claudio C. Vizia, obtener más ejemplos de esos “atisbos”, conocer algo más sobre un tal Podolinsky y muchas cosas más. ¿Te sumas a nuestro plan?… Olivé ____________________________________________________________ __
Lecturas ecológicas de Marx
Claudio C. Vizia Introducción En este trabajo me propongo considerar la noción filosófica de Naturaleza en Karl Marx, para tratar luego de analizar de qué modo es incorporada en la teoría del valor, piedra angular del materialismo histórico. Para estas dos cuestiones me basaré en el análisis de textos seleccionados de los fundadores del materialismo histórico. Este punto tiene particular importancia por mi convicción sobre la necesidad de una más adecuada valoración de la obra de Marx en los ámbitos ecológicos, lo cual en mi opinión tiene una importancia no sólo teórica sino también política, considerando que actualmente se da un proceso convergente de lucha de movimientos ecologistas, campesinos y de pueblos originarios, paralelo a cierto vacío y confusión teóricas e ideológicas, que son aún consecuencia del derrumbe de los grandes regímenes del llamado “socialismo real”. Luego pasaré a relacionar dicha problemática con el análisis de la energía en la agricultura de Podolinsky, retomando sus argumentos, y al final se examinarán los distintos comentarios y valoraciones que pudimos encontrar en textos contemporáneos de JoanMartínez-Alier, Guillermo Foladori, Paul Burkett y John Bellamy Foster, y Daniel Bensaïd, para llegar a las conclusiones. La pertinencia del tema está justificada por al menos dos razones. La primera de ellas reside en la convicción de Podolinsky de haber hallado las bases termodinámicas de la teoría marxista del valor. La segunda consiste en la certidumbre sobre las posibilidades de una mayor comprensión sobre la estimación -o subestimación- del problema energético en Marx y Engels a través de reunir diversos argumentos y críticas de autores contemporáneos. Consideraciones sobre la Naturaleza En los “Manuscritos” de 1843-44 Marx se refiere a la naturaleza como “el cuerpo inorgánico del hombre”. Si bien esta concepción es de carácter transhistórico, como ha sido señalado al menos por Ted Benton y Moishe Postone, tiene un doble valor: como punto de partida afirma que no puede concebirse al hombre sino en la naturaleza de la cual forma parte; y en obras posteriores permitirá además llegar a la noción más compleja y dinámica de metabolismo del hombre y la naturaleza, aprovechando las influencias de los estudios de von Liebig sobre la fertilidad de la tierra. La referencia al capítulo del Libro I de El Capital “Proceso de trabajo, proceso de valorización”, nos puede ayudar a entender mejor la idea: “En primer lugar, el trabajo es un proceso entre hombres y naturaleza, un proceso en el que, mediante su acción, el hombre regula y controla su intercambio de materias con la naturaleza. Se enfrenta a la materia de la naturaleza como un poder natural. Pone en movimiento las fuerzas naturales pertenecientes a su corporeidad, brazos y piernas, cabeza y manos, para apropiarse de los materiales de la naturaleza en una forma útil para su vida. Al actuar mediante este movimiento sobre la naturaleza exterior a él y cambiarla, transforma al mismo tiempo su propia naturaleza.” (1) En este párrafo, puede establecerse una influencia directa en la noción contemporánea de coevolución del hombre y la naturaleza, de R. Norgaard. Esa relación metabólica se habría alterado por la alienación del proceso de trabajo, la separación del productor de sus condiciones de producción y consiguientemente de su producto, generando además la división del trabajo con la consecuente separación entre la ciudad y el campo, procesos que según Marx el socialismo debería rectificar. “Con el predominio cada vez mayor de la población urbana, concentrada en grandes centros, la producción capitalista acumula, de un lado, la fuerza motriz de la sociedad, mientras que de otra parte perturba el metabolismo entre el hombre y la tierra. Es decir, el retorno a la tierra de los elementos de ésta consumidos por el hombre en forma de alimento y de vestidos, o sea, la condición natural eterna de la fecundidad permanente del suelo.” (2) Sobre el problema de la reutilización de los residuos vuelve en el libro III de la misma obra, en la sección destinada a la economía en el empleo del capital constante, destacando a la vez el aporte de la ciencia en su reutilización, como su irracional despilfarro:
“Los excrementos del consumo son muy importantes para la
agricultura. Por lo que respecta a su utilización, la economía capitalista efectúa un despilfarro colosal; en Londres, por ejemplo, no saben hacer nada mejor con el abono de 4 ½ millones de seres humanos que emplearlos, con gastos inmensos, en apestar el Támesis.”
Y más adelante:
“Y todo progreso de la agricultura capitalista no es sólo un
progreso en el arte de esquilmar al obrero sino también en el arte de esquilmar a la tierra, y cada paso que se da en el incremento de su fertilidad dentro de un período de tiempo determinado, supone a la vez un avance en la ruina de las fuentes permanentes de esta fertilidad. (…) La producción capitalista sólo desarrolla, por tanto, la técnica y la combinación del proceso social de producción al tiempo que socava las fuentes originarias de toda riqueza: la tierra y el trabajador.” (3) Notemos que en este pasaje no sólo encontramos una crítica al carácter depredador del capital sobre la tierra y la fuerza de trabajo, sino también una toma de distancia con respecto a una supuesta concepción unilateral de progreso, el que se revela, por el contrario, como desigual y contradictorio.
Sin embargo, a este párrafo subrayado por autores que
destacan las percepciones ecológicas de Marx, podemos contraponer el siguiente, escogido del Manifiesto, y también citado repetidamente por quienes critican su supuesto productivismo o prometeísmo: “En el siglo corto que lleva de existencia como clase soberana, la burguesía ha creado energías productivas mucho más grandiosas y colosales que todas las generaciones juntas. Basta pensar en el sojuzgamiento de las fuerzas naturales por la mano del hombre, en la maquinaria, en la aplicación de la química a la industria y la agricultura, en la navegación de vapor, en los ferrocarriles, en el telégrafo eléctrico, en la roturación de continentes enteros, en los ríos abiertos a la navegación, en los nuevos pueblos que brotaron sobre la tierra como por ensalmo…
¿Quién, en los pasados siglos, pudo sospechare siquiera que en
el regazo de la sociedad fecundada por el trabajo del hombre yacían soterradas tantas y tales energías y elementos de producción?”. (4) Estos pasajes, que han sido calificados como “panegíricos de la burguesía”, deben contextualizarse debidamente. Ante todo, se nota el tono entusiasta de un manifiesto, contrastante con el más neutro de un tratado (5). Pero a párrafo seguido, se detallan las trabas actuales al desarrollo de las fuerzas productivas, y la necesidad del socialismo. En la misma página, destaca como un “logro” de la burguesía la concentración de la población en grandes ciudades, y el rescate de los campesinos del “idiotismo rural” (6).