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FAMOSAS
CURRI VALENZUELA – 17/10/2010-- ABC
Hagan la prueba y formulen la típica pregunta de abuelete a un grupo de niños y niñas
preadolescentes, de uno en uno: «¿Qué quieres ser de mayor?. Ellos, los chavales de 10 a 12 años,
desean lo mismo con lo que soñaron sus padres a esa edad: ser futbolistas o bomberos, en algún
caso piloto, quizás policías, algún nostálgico, torero. No constituyen aspiraciones de contenido
intelectual que exijan muchos años de estudio, pero sí implican grandes dosis de sacrificio físico y,
sobre todo, de esfuerzo.
Las niñas, por su parte, contestan casi al unísono: «!Famosas!». Lo que quieren es ser peinadas,
maquilladas, vestidas a la última y sentadas en un plató de televisión para ganar un montón de
dinero sin más preparación o esfuerzo que lo poco que se requiere para criticar a otros famosos,
contar alguna intimidad propia y luego, en la calle, ser perseguidas por paparazzis y fans. Medio
siglo de reivindicaciones feministas, treinta años de una Constitución que proclama la igualdad de
los sexos y una Bibiana Aído tirados por la borda por un deseo colectivo de parecerse a Belén
Esteban. Patético.
Hay en los sueños juveniles bastante de rechazo a los modelos de sus mayores. Los chicos no
desean pasar muchas horas al día en una oficina o una fábrica de automóviles, ni mucho menos
haciendo cola ante una sucursal del INEM, como sus padres. Las hijas de madres cuarentonas que
se las ven y se las desean para atender trabajos, casas, cocinas, cuidados de padres, supervisión de
los deberes infantiles sueñan con un futuro mucho más relajado para ellas mismas. Y, sin embargo,
los roles marcados inconscientemente por padres y madres calan en lo más profundo de las
mentalidades de sus hijos. El padre que sienta a su lado al chaval para compartir con él un partido
de fútbol le está inculcando el sueño de emular a Casillas; la madre que trata de olvidar sus
preocupaciones frente a programas de telebasura hace concebir en su hija la idea de que está bien
buscarse el porvenir como gran hermana. No digo que haya que inculcar en los chavales de ambos
sexos el deseo irrefrenable de convertirse en registradores de la propiedad, pero sí que tendríamos
que caer en la cuenta de que lo que se ve por la tele, se cría. Lo único que le faltaba a este país era
criar a miles y miles de mujeres para ser famosas como Belén Esteban.
EXISTE
Rosa Montero – EL PAÍS-- 12/10/2010
Primero Alfonso Guerra soltó lo de "la señorita Trini" refiriéndose a Trinidad Jiménez, después
algunas mujeres políticas protestaron y, a continuación, una tropa de articulistas y comentaristas se
dedicó a ridiculizar esa protesta. Pero vamos, faltaría más, decir que Guerra es machista por
semejante comentario, exclamaban. Más aún: ¡Hablar de machismo a estas alturas! Cuando en
España somos todos tan ultramodernos y hemos superado esas antiguallas.
Esta actitud sobrada, la tonta presunción de estar de vuelta de todas las cosas, es un defecto típico
de los países nuevos ricos como el nuestro, en donde hemos pasado en un abrir y cerrar de ojos del
más rancio provincianismo a creernos los más avanzados del planeta. Y esta pátina de modernidad,
apenas más profunda que una capa de maquillaje, ha hecho que hablar hoy de machismo o de
feminismo parezca trasnochado, algo nada in. Si antes, cuando éramos antiguos y pobres, éramos
machistas, ahora, ricos y desarrollados, ya no lo somos. Hemos dejado el sexismo atrás junto con
las demás rémoras del franquismo. Ese parece ser el silogismo.
Y lo malo es que en esta trampa caemos muchos. Veo a multitud de hombres que ni se plantean más
lo del sexismo porque, afortunadamente, "eso ya está superado"; y veo a infinidad de mujeres
desorientadas que no se atreven a considerarse feministas por miedo a que se mofen de ellas. Sin
duda los excesos de lo políticamente correcto han contribuido a la confusión. Y así, tener que
repetir a cada instante "todos y todas" o "ciudadanos y ciudadanas", por ejemplo, rompe los nervios
y la salud mental del más templado. Pero eso no significa que no siga existiendo el sexismo, que,
por cierto, también puede ser ejercido por mujeres. Resumiendo: decir "miembros y miembras" es
una papanatez. Y decir "la señorita Trini" es de un machismo zafio e innegable.
nadie. Y que el mundo, el difícil, el sencillo, el de todos, se acaba derritiendo al calor de los flashes,
y sólo deja un humo empalagoso. Yo a mi hija se lo cuento a su manera. Con érase una vez un
infamoso...
Alguien escribió en cierta ocasión que si una historia de guerra parece moral, no debe creerse. Y
alguna vez lo repetí yo mismo. Pero eso no es del todo verdad. O no siempre. Como todas las cosas
en la vida, la moralidad de una historia depende siempre de los hombres que la protagonizan, y de
quienes la cuentan.[…]
Base de Mazar Sharif, Afganistán. Cinco guardias civiles, de comandante a sargento, perdidos en el
pudridero del mundo, formando a la policía afgana. Cinco guardias de veintidós llegados hace cinco
meses y medio, desperdigados por una geografía hostil y cruel, en misión de alto riesgo, en una
guerra a la que en España ningún Gobierno llamó guerra hasta hace cuatro días. Los cinco de Mazar
Sharif, como el resto, eran gente acuchillada, porque lo da el oficio. Sabían desde el principio que a
la Guardia Civil nunca se la llama para nada bueno. Y menos en Afganistán. Si lo que iban a hacer
allí fuera fácil, seguro, cómodo o bien pagado, otros habrían ido en vez de ellos. Aun así, lo
hicieron lo mejor que podían. Que era mucho. Atrincherados en una base con americanos,
franceses, holandeses y polacos, vivían con el dedo en el gatillo, como en los antiguos fuertes de
territorio indio. Igual que en los relatos de Kipling, pero sin romanticismo imperial ninguno. Sólo
frío, calor, insolaciones, sueño, enfermedades, soledad. Peligro. Los únicos cinco españoles de la
base, de la provincia y de todo el norte de Afganistán.
[…] Un triste día se enteraron de la muerte de sus dos compañeros en Qualinao. De la pérdida de
dos guardias civiles de aquellos veintidós que llegaron hace medio año, y de su intérprete. Y
pensaron que el mejor homenaje que podían hacerles era que la bandera norteamericana que ondea
en la base fuese sustituida, aquel día, por la española a media asta. Eso no se hace allí nunca,
aunque a diario hay norteamericanos muertos, los franceses sufrieron numerosas bajas, y también
caen holandeses y polacos. Así que el jefe de los guardias civiles, el comandante Rafael, fue a pedir
permiso al jefe norteamericano. Accedió éste, aunque extrañado por la petición. Saliendo del
despacho, el guardia civil se encontró con el jefe del contingente francés, quien dijo que a él y a sus
hombres les parecía bien lo de la bandera. En ésas apareció otro norteamericano, el mayor James,
que nunca se distinguió por su simpatía ni por su aprecio a los españoles, y con el que más de una
vez hubo broncas. Preguntó James si los muertos de Qualinao eran guardias civiles como ellos, y
luego se fue sin más comentarios.
A las ocho de la tarde, cuando fuera de los barracones apenas había vida, los cinco guardias se
dirigieron a donde estaba la bandera. Formaron en silencio, solos en la explanada, cinco españoles
en el culo del mundo: Rafael, Óscar, Rafa, Jesús y José. Cuando se disponían a arriar la enseña,
apareció el teniente coronel francés con sus cuarenta gendarmes, que sin decir palabra formaron
junto a ellos. Luego llegaron el mayor James, el teniente Williams y veinte marines
norteamericanos. Y también los polacos y los holandeses. Hasta el pequeño grupo de Dyncorp, la
empresa de seguridad privada americana destacada en Mazar Sharif, hizo acto de presencia. Todos
se cuadraron en silencio alrededor de los cinco españoles, que para ese momento apretaban los
dientes, firmes y con un nudo en la garganta. Y entonces, sin himnos, cornetas, autoridades ni
protocolo, el capitán Rafa y el sargento José arriaron despacio la bandera. Una historia de guerra
nunca es moral, como dije antes. Si lo parece, no debemos creerla. Pero a veces resulta cierta.
Entonces alienta la virtud y mejora a los hombres. Por eso la he contado hoy.