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No debe confundirse con socialismo democrático.
Índice
1Historia
o 1.1Orígenes (1848-1880)
o 1.2El «periodo clásico» de la socialdemocracia (1880-1914): la «edad de oro del marxismo»
o 1.3La asunción de las tesis revisionistas y reformistas (1918-1945)
o 1.4El abandono del marxismo después de 1945
2Programa actual
3Véase también
4Notas y referencias
5Bibliografía utilizada
6Bibliografía adicional
7Enlaces externos
Historia[editar]
Orígenes (1848-1880)[editar]
Sin embargo, según el marxista revisionista alemán Eduard Bernstein, el término había sido
acuñado tras la revolución de 1848 por el poeta alemán Gottfried Kinkel.6 Y lo cierto es que el
primer grupo que se autodenominó socialdemócrata fue un partido alemán fundado en 1863
por Ferdinand Lassalle con el nombre de Asociación General de Trabajadores de
Alemania (Allgemeiner Deutsche Arbeiterverein) y cuyo periódico se llamó La
Socialdemocracia. Este grupo se fusionó en 1875 con el Partido Socialdemócrata Obrero de
Alemania(Socialdemokratische Arbeiterpartei), de inspiración marxista, creado por Wilhelm
Liebknecht y August Bebel en 1869, dando nacimiento al Partido Obrero Socialista de
Alemania (Sozialistische Arbeiterpartei Deutschands), que años después adoptó el nombre
definitivo que mantiene en la actualidad de Partido Socialdemócrata de
Alemania (Sozialdemokratische Partei Deutschlands, SPD).9 El nuevo partido intentó aunar las
dos herencias de las que había surgido, la lasselleana y la marxista, mediante el Programa de
Gotha aprobado el año de su fundación (1875) pero éste fue objeto de una dura crítica por el
propio Karl Marx —en un famoso opúsculo titulado Crítica del Programa de Gotha—. Este
decía que a la sociedad sin clases no se podría llegar con «lindas menundencias»
democráticas meramente «burguesas», sino tras un período de «dictadura del proletariado»
que pusiera fin a la «lucha de clases». En efecto, en el programa de Gotha se recogían
objetivos de «raigambre lassalleana» como la «organización democrática del Estado nacional
que aceptara reformas concretas como el sufragio universal, la milicia popular, la educación
obligatoria o la restricción del trabajo de mujeres y niños», y en un plano más general, la
finalidad última del reparto igualitario del poder político, social y económico. Una
posición reformista «volcada sobre todo en la acción del Estado».10
Tras el SPD alemán se fundaron el Partido Socialista Obrero Español (1879), el Partido
Obrero Belga (1885), el Partido Socialdemócrata de Austria (1889), el Partido Socialdemócrata
Húngaro (1890), el Partido Socialista Polaco (1892), el Partido Socialista de Rumania(1893),
el Partido de los Socialdemócratas Búlgaros, el Partido Socialdemócrata de los Trabajadores
de Holanda (1894), el Partido Socialista de Argentina (1896), y el Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia (1898). Un desarrollo político muy importante tuvieron los partidos
socialdemócratas escandinavos (Partido Socialdemócrata de Dinamarca, 1871; Partido
Laborista Noruego, 1887; Partido Socialdemócrata Sueco, 1889). En Inglaterra y algunos otros
países los partidos socialistas siguieron una línea más laborista y adoptaron ese nombre.
El «periodo clásico» de la socialdemocracia (1880-1914): la «edad de oro
del marxismo»[editar]
Friedrich Engels, cofundador del marxismo, en 1893, dos años antes de su muerte.
Entre 1880 y 1914 la socialdemocracia asumió plenamente las tesis marxistas, por lo que ese
período también ha sido llamado «la edad de oro del marxismo». Sin embargo, la
interpretación del marxismo que hizo la corriente mayoritaria («ortodoxa») de la Segunda
Internacional, fundada en 1889, acentuó los aspectos mecanicistas y materialistas del
marxismo («economicismo») convirtiéndolo «en un dogma, que mediante el análisis de
las relaciones productivas, era considerado capaz de prever, en sus grandes trazos al menos,
el inexorable curso de la historia», que culminaría con la «inevitable victoria del proletariado»
como consecuencia del desarrollo del propio capitalismo que llevaba consigo la progresiva
concentración del capital en unas pocas manos y la creciente miseria de la clase obrera. Esta
concepción del inexorable derrumbe del capitalismo era la que sostenían August Bebel y Karl
Kautsky, en Alemania; Paul Lafargue y Jules Guesde en Francia; Achille Loria y Enrico Ferri,
en Italia; y Jaime Vera y Julián Besteiro, en España.11
Pero existía una contradicción entre la teoría revolucionaria que defendía la corriente
«ortodoxa» y la práctica política reformista que aplicaba. El principal teórico de la
socialdemocracia alemana Karl Kautsky creyó encontrar el apoyo a esta política en el que se
consideró el testamento político de Engels, la «Introducción» a la edición de 1895 de la obra
de Marx La lucha de clases en Francia. Allí el cofundador del marxismo y principal depositario
de la herencia de Marx (muerto doce años antes) defendía el sufragio universal como un
medio para conseguir la victoria del socialismo tras una «labor larga y perseverante» de las
masas, aunque Engels también preveía que las fuerzas burguesas acabarían violando su
propia legalidad para impedir su triunfo, lo que entonces legitimaría otros medios de alcanzar
la sociedad socialista.12
Eduard Bernstein en 1895.
Uno de los primeros en señalar la contradicción entre teoría y práctica fue el alemán Eduard
Bernstein en una serie de artículos publicados en Die Neue Zeit entre 1896 y 1898 y sobre
todo en su libro de 1899 Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia. En
una Alemania a punto de convertirse en la primera potencia industrial europea Bernstein
constató que las predicciones de Marx no se estaban cumpliendo pues ni se vislumbraba el
colapso del capitalismo víctima de sus propias contradicciones ni el proletariado vivía en unas
condiciones cada vez más miserables. Así pues, Bernstein procedió a «revisar» buena parte
de las tesis marxistas —como la teoría del valor-trabajo o la de la polarización social entre
burguesía y proletariado que haría desaparecer a las clases medias—, y en consecuencia
defendió las políticas reformistas para alcanzar el socialismo—, con lo que la contradicción
entre teoría y práctica desaparecía.13
Al igual que los fabianos, Bernstein veía la democracia como «el medio para la lucha en pro
del socialismo» y la «forma imprescindible de realización del socialismo», mientras que
la dictadura del proletariado la consideraba una forma de «atavismo político». En
consecuencia, enlazando en esto con Lassalle, no consideraba al Estado como un
instrumento de dominación de clase, como sostenía la interpretación marxista «ortodoxa»,
sino como el «legítimo guardián del interés general de la colectividad».17
Edición de 1906 de Las premisas del socialismo y las tareas de la socialdemocracia de Eduard
Bernstein.
Bernstein, citando a Engels, decía que el socialismo se lograría a través de una lucha
«prolongada, tenaz, avanzando lentamente de posición a posición»,18 lo que produciría una
especie de evolución del capitalismo dado que por un lado: a) Las condiciones económicas no
eran las suficientes como para permitir la aparición del socialismo; y b) Que la concentración o
acumulación del capital no se había realizado en los términos previstos por Marx, sino por el
contrario, se había extendido a través de la generalización de las empresas de capital social.
Lo que significaba que en lugar de pauperizar habían mejorado los niveles de vida de amplios
sectores de ella19 y que, por otro lado, la ampliación de la democracia y los logros de
beneficios sindicales que esa extensión hacía posible significaba que el proletariado tendría
cada vez más derechos a defender y por lo tanto, menos razones para una insurrección. Todo
lo anterior "ha revolucionado completamente las condiciones de la lucha del proletariado. Los
métodos de 1848 (la referencia es al Manifiesto Comunista) son obsoletos en todo sentido".18
Paralelamente Bernstein argumentaba que la extensión de derechos democráticos a las
clases desposeídas -específicamente, el derecho a voto a quienes no son propietarios-
cambiaba las reglas de la política: la democracia se había transformado en conquista y
herramienta popular y por lo tanto superaba la necesidad de una insurrección y/o guerra civil a
fin de instaurar una dictadura del proletariado. Consecuentemente, Bernstein analizaba la
posibilidad de transformación del capitalismo al socialismo mediante un proceso
de reformas políticas y económicas; la consecución de estas reformas debían figurar en
adelante como objetivo prioritario del movimiento obrero, por lo que la confrontación electoral y
la presencia parlamentaria de los partidos socialdemócratas se transformaba en método
central de avance al socialismo. Aunque las tesis de Bernstein fueron condenadas por casi
todos los partidos, su posicionamiento (denunciado por los continuistas como revisionismo)
tuvo una amplia influencia en el socialismo internacional.
Es importante tener presente que las reformas que Bernstein está postulando no se refieren
solo un sistema de beneficios, sean sindicales o sociales, sino que al sistema político mismo -
especialmente el de su tiempo- Para el, la democracia es un concepto no solo mejorable sino
un objetivo político que se debe lograr o implementar -por ejemplo, a través de la lucha por el
derecho de los sindicatos a participar no solo en la administración de empresas sino también
en la dirección política de un país- Así, define democracia, negativamente, como: “la ausencia
del gobierno de clases (...) el principio de la supresión del gobierno de las clases aunque no
todavía la actual supresión de las clases”.20
La asunción de las tesis revisionistas y reformistas (1918-1945)[editar]
La Revolución de Octubre de 1917 supuso la ruptura del movimiento socialista europeo ya que
los partidarios del modelo leninista que acababa de triunfar en Rusia abandonaron los partidos
socialistas y socialdemócratas para fundar los partidos comunistas adheridos a la
nueva Tercera Internacional, mientras que aquéllos asumieron plenamente los valores
democráticos y la vía reformista para alcanzar el socialismo —con la excepción del Partido
Socialista Obrero Español que protagonizó la fracasada Revolución de octubre de 1934—.21
Ramsay MacDonald, líder del Partido Laborista entre 1922 y 1931 y primer ministro británico en 1924 y
entre 1929 y 1935.
Willy Brandt, líder del SPD y canciller de Alemania entre 1969 y 1974.