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Comenzaré este ensayo diciendo que el derecho de propiedad, es la facultad que posee
una persona para disponer de forma absoluta de un bien, sin reconocer en otra persona un poder
superior sobre éste. El mismo, junto con la vida y la libertad, es uno de los derechos
fundamentales e inherentes a la naturaleza humana. Cada individuo de una determinada
comunidad, en un comienzo posee un derecho común de propiedad sobre un determinado objeto,
sin embargo, cuando uno de ellos le agrega su trabajo, dicho bien pasa a ser propiedad privada de
aquél que agregó la mano de obra. En efecto, es el propio trabajo que agrega una persona lo que
le haría adquirir la propiedad sobre un determinado objeto. Asimismo, enseña R. Nozick, cuando la
transferencia de un determinado objeto es justa, esto es, de manera voluntaria, sea ello por
medio del intercambio, la donación o algún otro mecanismo que refleje el mutuo acuerdo de las
partes involucradas en la transferencia, también se adquirirá la propiedad sobre el mismo.
Quien escribe el presente trabajo está a favor de la intervención del Estado en salvaguarda
de los derechos fundamentales nombrados con anterioridad. En efecto, responde
afirmativamente al primer interrogante, esto es, el deber del Estado de brindarle seguridad a sus
ciudadanos. El exceso de impotencia, ira, venganza, podría llevar la justicia por mano propia a
límites impensados. Es por eso que los ciudadanos mediante su consentimiento le otorgan al
Estado el deber de preservar su vida, libertad y propiedad frente a los ataques de terceros.
[En Argentina, la seguridad es un derecho fundamental de una persona, tal es así que se
encuentra consagrado en el art. 1 de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre al que nuestro país adhiere, que reza: “Artículo I. Todo ser humano tiene derecho a la vida,
a la libertad y a la seguridad de su persona”. ]
En consecuencia, es el Estado en virtud del poder que la sociedad entera le delega, quien
tiene el deber de proteger a los ciudadanos y garantizarles seguridad ante cualquier daño que
puedan recibir de otro conciudadano.
“Cuando no pudieren ser ejecutadas las leyes será como si no las hubiere; y un
gobierno sin leyes es, a lo que entiendo, un misterio de la vida política
inasequible a la capacidad del hombre/…/ En estos y parecidos casos, el pueblo
se hallará en libertad de proveer para sí/…/ Porque no puede jamás, por falta
ajena, perder su nativo y original derecho a preservarse a sí mismo” Locke, J.,
Segundo tratado sobre el gobierno civil, ed. cit., Cap XIX, §
219-220.
Dicho esto, así como cada persona posee estos tres derechos fundamentales en un plano
de igualdad, cuando una persona tienda a afectar alguno de estos derechos naturales y
fundamentales de otra, ésta tiene de forma instintiva y como derecho hacer cuanto estime
conveniente para la preservación de sí mismo como del resto de la sociedad. Al encontrarse en un
plano de igualdad, ninguna persona puede creerse o pensar por un segundo estar por encima del
otro. Una persona no puede, bajo ningún pretexto, afectar alguno de estos derechos
fundamentales que le pertenece a otro; si éste fuera el caso, la segunda tiene el derecho de
utilizar su propia fuerza a los fines de eliminar el daño causado. Por lo tanto, es el derecho a la
preservación de uno mismo y de toda la sociedad el que hace nacer la posibilidad de anular por sí
mismo los actos contrarios a las normas causados por terceros.
Para finalizar esta breve reflexión, sólo quiero aclarar que no era mi intención juzgar los
hechos a la luz de la normativa penal vigente, ni discutir acerca de la existencia o exceso de
legítima defensa que prevé nuestro Código Penal. Se ha tratado de analizar los hechos desde un
punto de vista moral, a los fines de dar a conocer principios orientativos y de acción cuando un
derecho fundamental se encuentra afectado.
Santiago Bueno