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RESUMEN.
En un ambiente tenso, reflexivo y desafiante por las constantes relecturas del pasado
y la exigente crítica del presente, se presenta la siguiente obra de los compiladores Julio
Pinto y María Luna Argudín en donde intentan evidenciar las distintas visiones
historiográficas del Chile del siglo XX.
Es un recuento que abarca desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días.
Partiendo por la historiografía liberal por los padres fundadores de nuestra disciplina en
Chile, seguido por los nacionalista-conservadores en las primeras décadas del siglo XX.
Posterior a la segunda guerra mundial aparece la historiografía con un fuerte rol social
como son los historiadores declaradamente marxistas y por supuesto los historiadores
seducidos por la idea de la escuela francesa de los annales, menos rupturistas en el ámbito
político, pero con el objetivo de dar cabida a las grandes mayorías sociales y procesos
relevantes.
Esta generación compuesta por Diego barros Arana, Miguel Luis Amunátegui,
Benjamín Vicuña Mackenna, son un grupo de intelectuales y políticos que estaban
totalmente relacionados, porque pertenecían a esta clase social, además compartían las
ideas políticas liberales de aquel entonces, y que toma como inicio del periodo desde las
primeras décadas posteriores a la independencia. En sus escritos estructuraron una visión de
la historia nacional que reconocía la obra de las elites decimonónicas en la cual les
atribuyen la gesta universal de la razón y el progreso.
Es preciso tener en cuenta que bajo esta postura de los intelectuales y del raciocinio
de la Elite, se encontraba una realidad totalmente diferente y que de distintos sectores
políticos estaban evidenciando, como es el caso de Enrique Mac Iver. Se preocupa por esta
“crisis de moral” en donde deja claro el pensamiento individualizador de las elites
dominantes, y por las luchas sociales que el estado oligárquico reprimía violentamente las
demandas de los sectores populares. Por otro lado, la clase media tenía a intelectuales como
el medico Nicolás Palacios, o el profesor Alejandro Venegas, en donde denuncian los actos
de esta elite, y califican el periodo como un fracaso histórico. Por último, la facción más
radical y desafiante, el mundo obrero por el dirigente social Luis Emilio Recabarren
encaran los festejos del centenario de Chile “de todos los progresos que el país se ha
beneficiado, al proletariado no le ha correspondido sino contribuir a él, pero para que los
gocen sus adversarios” (Pinto 2006 p. 26). Por lo tanto, las grandes mayorías populares —
concluía — nada tenían que celebrar de un siglo de vida independiente republicana.
Dentro de esta crítica hacia la realidad que la historia de la generación clásica liberal
imponía, y por supuesto lo que estaba ocurriendo, nos encontramos con la oleada de los
nacionalistas-conservadores, entre ellos el más destacado y de sus primeros adherentes
fue el abogado y político Alberto Edwards. En su obra de 1903 que podría tomarse —
como expresa Julio Pinto — sería su manifiesto fundacional de la escuela nacionalista-
conservadora Bosquejo histórico de los partidos políticos chilenos, sin embargo, en su
próxima publicación ensayística llamada, La fronda aristocrática, tiene una expresión más
desarrollada.
b: ¿por qué su pesimismo sobre el futuro de Chile? Este orden fue sacudido por la
“catástrofe de la independencia” antesala de lo que él llama como “caos anárquico” y que
se habría propagado por toda América. Para contrarrestar ésta venida anárquica, el
conservadurismo de la aristocracia configuró rápidamente esta inestabilidad social, con
especial intervención del Ministro Diego Portales. En efecto, lo considera como el hombre
de la excepcionalidad chilena poscolonial — aunque esté en contra de su pensamiento
organicista—. A partir de 1830, se está leyendo la historia de otro país, completamente
distinto al caos del periodo anterior, y que la inteligencia del ministro Portales restauró con
ropajes republicanos y con el peso de la noche, el viejo orden colonial que se heredó de
España. Sus predecesores se equivocaron en darle énfasis a la independencia y la lucha por
las libertades individuales como fundamento de la grandeza nacional, en donde nos deja
claro que la grandeza de la nación para él sería la de un estado que le otorgara orden,
autoridad y representación de las fuerzas espirituales.
Solo un nuevo Diego portales puede poner fin a este desorden social y
constitucional, lo había encontrado en la figura del general Ibáñez del Campo, en el cual
solo él y la institución castrense podía restaurar el orden con un poder autoritario y
jerárquico.
Primero por su forma de escribir (ensayo) ya que entrega mayor libertad a la hora de
escribir un tema y profundizarlo con ciertas libertades y que ha sido el formato preferido de
los historiadores chilenos. Segundo porque hay ciertas ideas que Pinto lo llama, ideas-
fuerza, como la excepcionalidad chilena, o el orden portaliano, a través de sus reediciones y
por supuesto a la utilización de estas ideas en la educación y medios de comunicación
dando cimiento a lo que se denomina “sentido común histórico de las amplias capas de
nuestra sociedad” (Pinto 2006 p38). Y por último, estas ideas sustentan la matriz ideológica
de la derecha chilena, en figuras como Jaime Guzmán que tuvo gran influencia ideológica
en la dictadura de Pinochet, y que siguieron historiadores en el transcurso del siglo XX
como Góngora y Gonzalo Vial.
d1: La historiografía de los marxistas “clásicos” parte en cierto sentido con César
Jobet y su obra: ensayo crítico del desarrollo económico social de Chile publicado en 1951.
Es un ensayo en el cual da cuenta de la realidad del Chile de su entonces, y que también
hace énfasis a su manifiesto, en el cual desde esta nueva concepción de la historia se va a
recién escribir ya que anteriormente, solo se ha contado la historia de los grandes magnates
del país y crónicas que deja a la demás parte de la sociedad fuera. Por lo tanto, para reparar
este vacío que adrede se provocó debía incluirse en su relato a su verdadero protagonista, el
pueblo. La crítica hacia la posición nacionalista-conservadora no sólo estaba orientada
hacia los personajes, sino también a una crítica metodológica en que ella se preocupaba
solo de la historia de los acontecimientos (cronologías, historia política y belicosa) y que
ésta debía tener un cambio, ya que la base del desarrollo de la sociedad es la economía, la
lucha que tiene el hombre por la supervivencia, es decir, por motivos materiales, y que el
motor de la historia es la lucha de las clases sociales. En definitiva, la historiografía para el
servicio de las grandes necesidades y desafíos de su propio tiempo, por lo cual el
conocimiento histórico sirve para sustentar la lucha y la acción revolucionaria. Ésta gran
corriente historiográfica, sufrió la represión y el maltrato por el golpe de Estado de 1973,
por lo cual tuvieron que seguir su lucha fuera del país, otros lamentablemente fueron
asesinados por el plomo golpista.
Otros historiadores marxistas como Ortíz Letelier, que lamentablemente fue victima
de la dictadura de Pinochet, por otro lado, tenemos al historiador que más aportó a la
historiografía marxista, Jorge Barría Serón, tanto en monografías como en trabajos de
síntesis. Él se preocupó de las acciones más orgánicas de acción proletaria, cuya finalidad
era la organización, y la toma del poder. Se puede deducir que los historiadores marxistas
dejan de lado a otros sujetos históricos como campesinos, mujeres, niños, ya que para ellos
el motor de la historia es el obrero, y también en otros trabajos de Jobet se puede apreciar
una historia del movimiento obrero, pero con apego al Partido, convirtiéndose en muchas
ocasiones más una historia del partido que de el mismo movimiento obrero.
d2: Los Historiadores Estructuralistas, entre ellos Mario Góngora, Álvaro Jara,
Armando de Ramón y Sergio Villalobos, seguidos después por numerosos discípulos. Ellos
no tenían por decir un manifiesto, fue bastante posterior una publicación en el cual Sergio
Villalobos escribe “la historia que proponemos” 1980. Esta postura trata de reemplazar a
los grandes personajes y de la elite por una historia más “democrática” en el cual a la
historia político-militar debía agregarse lo social, lo cultural. Se preocupan por la Geografía
y la demografía, dando una interacción más rica con las ciencias sociales, y rompiendo así
con la historia positivista, cronológica de grandes sucesos.