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Julio Pinto: “Cien años de propuestas y combates”, La historiografía chilena del siglo

XX. América en movimiento, México, 2006, pp. 21 – 113.

RESUMEN.

En un ambiente tenso, reflexivo y desafiante por las constantes relecturas del pasado
y la exigente crítica del presente, se presenta la siguiente obra de los compiladores Julio
Pinto y María Luna Argudín en donde intentan evidenciar las distintas visiones
historiográficas del Chile del siglo XX.

Es un recuento que abarca desde mediados del siglo XIX hasta nuestros días.
Partiendo por la historiografía liberal por los padres fundadores de nuestra disciplina en
Chile, seguido por los nacionalista-conservadores en las primeras décadas del siglo XX.
Posterior a la segunda guerra mundial aparece la historiografía con un fuerte rol social
como son los historiadores declaradamente marxistas y por supuesto los historiadores
seducidos por la idea de la escuela francesa de los annales, menos rupturistas en el ámbito
político, pero con el objetivo de dar cabida a las grandes mayorías sociales y procesos
relevantes.

El golpe de Estado de 1973 marcó una ruptura en la elaboración de la historiografía


y su camino por la crítica social, es por eso que reformuló los aspectos políticos y sociales,
y también modificó la historiografía en una nueva versión conservadora derechista, como
historia oficial. Paralela a ésta nueva historia oficial, tenemos a la historiografía chilena de
exilio, la que da su lucha en corregir los errores historiográficos y políticos, la llamada
nueva historia social, de orientación izquierdista que acompaña a este proceso tan macabro
hasta su último día de mandato.

En la última década del siglo XX con el resurgimiento de la “democracia” sucede


algo paradójico, la historiografía chilena se convierte en la portavoz de una sociedad, un
pueblo traumatizado por la historia más reciente, sociedad ahistórica y falta de memoria, lo
que da el resultado de una sociedad apartada y temerosa de recordar sus heridas más
profundas. Es así como el autor nos va relatando la historia de la historiografía chilena, sus
principales escuelas y sus planteamientos a la hora de historiar los procesos,
acontecimientos y coyunturas del ente social y que en la segunda parte de este presente
documento será detallado en ideas principales y secundarias.

Ideas principales y secundarias.

A: El triunvirato, la generación “clásica”

Esta generación compuesta por Diego barros Arana, Miguel Luis Amunátegui,
Benjamín Vicuña Mackenna, son un grupo de intelectuales y políticos que estaban
totalmente relacionados, porque pertenecían a esta clase social, además compartían las
ideas políticas liberales de aquel entonces, y que toma como inicio del periodo desde las
primeras décadas posteriores a la independencia. En sus escritos estructuraron una visión de
la historia nacional que reconocía la obra de las elites decimonónicas en la cual les
atribuyen la gesta universal de la razón y el progreso.

a: ¿A qué se debe este reconocimiento de las elites decimonónicas? ¿por qué la


importancia para estos intelectuales? Desde el punto de vista del orden y la moral, de
conformar un país ordenado e institucionalizado hacia la opinión de los otros países. El
triunfo de este proyecto político de la oligarquía se representa por la guerra del pacífico, en
donde le había otorgado al país un monopolio sobre la riqueza salitrera, en donde se
transformó en una de las mayores experiencias de prosperidad nacional y fiscal, además de
un potencial ejercito (a nivel sudamericano). Por lo que el primer centenario de nuestra
nación se podía celebrar con toda confianza y autocomplacencia.

Es preciso tener en cuenta que bajo esta postura de los intelectuales y del raciocinio
de la Elite, se encontraba una realidad totalmente diferente y que de distintos sectores
políticos estaban evidenciando, como es el caso de Enrique Mac Iver. Se preocupa por esta
“crisis de moral” en donde deja claro el pensamiento individualizador de las elites
dominantes, y por las luchas sociales que el estado oligárquico reprimía violentamente las
demandas de los sectores populares. Por otro lado, la clase media tenía a intelectuales como
el medico Nicolás Palacios, o el profesor Alejandro Venegas, en donde denuncian los actos
de esta elite, y califican el periodo como un fracaso histórico. Por último, la facción más
radical y desafiante, el mundo obrero por el dirigente social Luis Emilio Recabarren
encaran los festejos del centenario de Chile “de todos los progresos que el país se ha
beneficiado, al proletariado no le ha correspondido sino contribuir a él, pero para que los
gocen sus adversarios” (Pinto 2006 p. 26). Por lo tanto, las grandes mayorías populares —
concluía — nada tenían que celebrar de un siglo de vida independiente republicana.

B: Edwards y la oleada Nacionalista-conservadora.

Dentro de esta crítica hacia la realidad que la historia de la generación clásica liberal
imponía, y por supuesto lo que estaba ocurriendo, nos encontramos con la oleada de los
nacionalistas-conservadores, entre ellos el más destacado y de sus primeros adherentes
fue el abogado y político Alberto Edwards. En su obra de 1903 que podría tomarse —
como expresa Julio Pinto — sería su manifiesto fundacional de la escuela nacionalista-
conservadora Bosquejo histórico de los partidos políticos chilenos, sin embargo, en su
próxima publicación ensayística llamada, La fronda aristocrática, tiene una expresión más
desarrollada.

Su pensamiento histórico alimentado por su sentir aristocrático tradicional, encontró


sustento en las ideas de Spengler, en su obra, La decadencia de Occidente. Obra que refleja
a las elites europeas y su malestar por el derrumbe de su bella época ordenada. En éste
sentido Edwards deja vislumbrar su pesimismo a lo que le depara el futuro a Chile, sobre
todo por el recrudecimiento de las luchas sociales a partir de 1932 que estaba destruyendo
la estabilidad institucional. Desde este punto para justificar su trabajo, el historiador tiene
como tarea la de identificar el “alma nacional”. —Según Julio Pinto, Edwards confunde la
idea de sociedades históricas, con naciones— que sólo se les puede entender si las vemos
como un ser viviente, orgánico de alma colectiva, no como los liberales pretendían en tener
un Estado con sujetos individualizados y solo guiados por la razón, por consiguiente Chile
se debe entender como un ente único y espiritual.

En resumidas cuentas, quería mantener un orden jerárquico e institucional, además


con fuertes tendencias en atribuir esta conducta de clase dirigente al hombre blanco,
consolidado desde la colonia y que le reconoce verdadera historicidad no como la otra masa
de individuos que solo hasta ese entonces, fue ganado humano. En esta clase dirigente
encontraba las dichas fuerzas espirituales superiores y que si se encontraban en estabilidad,
el Estado se encontrará de buena salud, un Estado “en forma”.

b: ¿por qué su pesimismo sobre el futuro de Chile? Este orden fue sacudido por la
“catástrofe de la independencia” antesala de lo que él llama como “caos anárquico” y que
se habría propagado por toda América. Para contrarrestar ésta venida anárquica, el
conservadurismo de la aristocracia configuró rápidamente esta inestabilidad social, con
especial intervención del Ministro Diego Portales. En efecto, lo considera como el hombre
de la excepcionalidad chilena poscolonial — aunque esté en contra de su pensamiento
organicista—. A partir de 1830, se está leyendo la historia de otro país, completamente
distinto al caos del periodo anterior, y que la inteligencia del ministro Portales restauró con
ropajes republicanos y con el peso de la noche, el viejo orden colonial que se heredó de
España. Sus predecesores se equivocaron en darle énfasis a la independencia y la lucha por
las libertades individuales como fundamento de la grandeza nacional, en donde nos deja
claro que la grandeza de la nación para él sería la de un estado que le otorgara orden,
autoridad y representación de las fuerzas espirituales.

b1: ¿Cuál sería la salvación para Chile?

Solo un nuevo Diego portales puede poner fin a este desorden social y
constitucional, lo había encontrado en la figura del general Ibáñez del Campo, en el cual
solo él y la institución castrense podía restaurar el orden con un poder autoritario y
jerárquico.

C: La siguiente generación Nacionalista y su permanente posición en la historiografía.

La siguiente generación se conserva bastante fiel al pensamiento de su fundador, el


más conocido de ellos, es Francisco Antonio Encina, reproduce este tipo de historiografía,
aunque mucho más racista, la apología del Estado portaliano, en el cual remarca su
importancia. Posteriormente publica Historia de Chile en veinte tomos entre 1940 y 1952.
Jaime Eyzaguirre, con aportes más monográficos como una biografía a Bernardo
O´higgins. Rechazaba el nombre del periodo colonial por el nombre de “Chile hispánico”
por un contraste con la modernidad que le parecía más decadente que a Edwards. También
sus obras más conocidas son de índole ensayística, profundamente marcadas por ese
negativismo histórico del presente. Fue fundador del instituto de historia de la PUC, que de
la cual su legado intelectual — nos indica Julio pinto— se ha reproducido hasta nuestros
días.

c: ¿por qué perdura esta escuela historiográfica hasta nuestros días?

Primero por su forma de escribir (ensayo) ya que entrega mayor libertad a la hora de
escribir un tema y profundizarlo con ciertas libertades y que ha sido el formato preferido de
los historiadores chilenos. Segundo porque hay ciertas ideas que Pinto lo llama, ideas-
fuerza, como la excepcionalidad chilena, o el orden portaliano, a través de sus reediciones y
por supuesto a la utilización de estas ideas en la educación y medios de comunicación
dando cimiento a lo que se denomina “sentido común histórico de las amplias capas de
nuestra sociedad” (Pinto 2006 p38). Y por último, estas ideas sustentan la matriz ideológica
de la derecha chilena, en figuras como Jaime Guzmán que tuvo gran influencia ideológica
en la dictadura de Pinochet, y que siguieron historiadores en el transcurso del siglo XX
como Góngora y Gonzalo Vial.

D. La historia como instrumento de cambio, 1950-1973.

Después de la decadencia del sistema oligárquico y economía mono-exportadora,


ésta culmina con la crisis capitalista de 1929. Y bajo este problema se funda un “nuevo
Chile” un poco más digno y con una participación más activa en el ámbito social y político,
en donde se democratiza el sistema electoral y que con la constitución de 1925 se cimienta
este nuevo orden, que tanto Chile como el resto de Latinoamérica lo llama modelo (ISI) y
que resuelve el problema cuatro décadas, hasta llegar el desenlace fatal de 1973.

Éste es el contexto en el cual la segunda gran corriente historiográfica del siglo XX


nace, en donde viene a desafiar la hegemonía de la historiografía nacionalista-
conservadora. Estas escuelas historiográficas se dividen en dos: una políticamente asumida
y que agrupó a los llamados historiadores marxistas “clásicos” y otra de corte más
académica, aunque con connotaciones políticas evidentes, cuya gran influencia era la
escuela francesa de los annales, y que en Chile se le mal llamó la escuela “estructuralista”.

d1: La historiografía de los marxistas “clásicos” parte en cierto sentido con César
Jobet y su obra: ensayo crítico del desarrollo económico social de Chile publicado en 1951.
Es un ensayo en el cual da cuenta de la realidad del Chile de su entonces, y que también
hace énfasis a su manifiesto, en el cual desde esta nueva concepción de la historia se va a
recién escribir ya que anteriormente, solo se ha contado la historia de los grandes magnates
del país y crónicas que deja a la demás parte de la sociedad fuera. Por lo tanto, para reparar
este vacío que adrede se provocó debía incluirse en su relato a su verdadero protagonista, el
pueblo. La crítica hacia la posición nacionalista-conservadora no sólo estaba orientada
hacia los personajes, sino también a una crítica metodológica en que ella se preocupaba
solo de la historia de los acontecimientos (cronologías, historia política y belicosa) y que
ésta debía tener un cambio, ya que la base del desarrollo de la sociedad es la economía, la
lucha que tiene el hombre por la supervivencia, es decir, por motivos materiales, y que el
motor de la historia es la lucha de las clases sociales. En definitiva, la historiografía para el
servicio de las grandes necesidades y desafíos de su propio tiempo, por lo cual el
conocimiento histórico sirve para sustentar la lucha y la acción revolucionaria. Ésta gran
corriente historiográfica, sufrió la represión y el maltrato por el golpe de Estado de 1973,
por lo cual tuvieron que seguir su lucha fuera del país, otros lamentablemente fueron
asesinados por el plomo golpista.

Otros historiadores marxistas como Ortíz Letelier, que lamentablemente fue victima
de la dictadura de Pinochet, por otro lado, tenemos al historiador que más aportó a la
historiografía marxista, Jorge Barría Serón, tanto en monografías como en trabajos de
síntesis. Él se preocupó de las acciones más orgánicas de acción proletaria, cuya finalidad
era la organización, y la toma del poder. Se puede deducir que los historiadores marxistas
dejan de lado a otros sujetos históricos como campesinos, mujeres, niños, ya que para ellos
el motor de la historia es el obrero, y también en otros trabajos de Jobet se puede apreciar
una historia del movimiento obrero, pero con apego al Partido, convirtiéndose en muchas
ocasiones más una historia del partido que de el mismo movimiento obrero.

d2: Los Historiadores Estructuralistas, entre ellos Mario Góngora, Álvaro Jara,
Armando de Ramón y Sergio Villalobos, seguidos después por numerosos discípulos. Ellos
no tenían por decir un manifiesto, fue bastante posterior una publicación en el cual Sergio
Villalobos escribe “la historia que proponemos” 1980. Esta postura trata de reemplazar a
los grandes personajes y de la elite por una historia más “democrática” en el cual a la
historia político-militar debía agregarse lo social, lo cultural. Se preocupan por la Geografía
y la demografía, dando una interacción más rica con las ciencias sociales, y rompiendo así
con la historia positivista, cronológica de grandes sucesos.

E: De la dictadura cívico militar, a historiar en democracia. (1973- 2002)

La dictadura de Pinochet marca un antes y un después en la ya disciplina, y que


podemos dividir en dos apartados a la ya historia oficial de ese entonces. Los primeros años
del régimen con una historiografía más nacionalista-conservadora, entre ellos Mario
Góngora, y Vial, en el cual no titubean en apoyar a la junta militar por la toma del poder,
pero la esperanza de estos historiadores en consagrar a la figura de Pinochet como un
salvador de la patria y de levantar un proyecto político y social semejante a lo que fue el
Chile del siglo XIX, se fue por la borda. Los militares no tenían un proyecto político, por lo
tanto, se pensó en imponer un sistema fuertemente nacionalista, como lo fue el caso de
Argentina o Brasil, en vez de eso, tomaron las ideas del gremialista Jaime Guzmán y de los
intelectuales neoliberales, esto causó —por cierto— el distanciamiento de Mario Góngora y
de Vial, disminuyendo el fervor hacia el régimen y que en el caso de Góngora se puede
observar en sus siguientes obras. Por otro lado, la bancada estructuralista en la misma casa
de estudio liderada por Sergio Villalobos, tenían un espacio ya que en primera instancia fue
contrario al gobierno de la UP, también fue disidente, en lo que respecta al régimen de
Pinochet, obras como Portales, una falsificación histórica (1989) dieron paso a que sus
discípulos siguieran este rumbo, queda demostrado con su publicación de 1985 Chile en el
siglo XX, y que reestructuraron la corriente “estructuralista” en una corriente más
comprometedora y seria como sus padres franceses, y que dio un espacio mucho más
grande para este pensamiento la llegada del primer gobierno de la Concertación.

La izquierda en dictadura tuvo un desarrollo silencioso y con muchos problemas. La


persecución y el exilio son los grandes sucesos que pasan, y que con el paso de los años
fueron moldeando esta permanencia en nuestra disciplina. En chile se puede observar un
desarrollo desde la oscuridad y gracias a las primeras ONG o instituciones eclesiásticas de
signo opositor pudieron publicar. Ésta tomó un nuevo enfoque en el sentido de que nace la
formación del taller “nueva historia”, en el cual Mario Garcés, Pedro Milos, y sus
colaboradores, orientaron su interés en los sindicatos, grupos juveniles, o las entidades
poblacionales, empleando la historia de las luchas populares, y más tarde pasaría a llamarse
“la Nueva Historia Social” que también tiene una gran participación a los historiadores de
Exilio , que siguieron perfeccionándose en universidades europeas y norteamericanas,
trayendo consigo nuevas metodologías y nuevo campo de interés. Trajeron el análisis de
autocrítica y reflexión por la derrota de la UP. En 1981 y 1989 la asociación de
historiadores chilenos en el Reino Unido crea la revista Nueva Historia, quien publican
trabajos tanto de chilenos en exilio como dentro de Chile, entre ellos figuran Luis ortega,
Gabriel Salazar.

El paso hacia la democracia removió las restricciones de la censura y la represión,


en donde se recuperó cada espacio que en su momento fue quitado violentamente por la
dictadura, esto marcó un nuevo espacio de discusión y reflexión, entre ellos, los
universitarios. Volvieron los exiliados y conjunto a los locales se empezó a abrir la rica
nueva información que las nuevas metodologías y las experiencias locales plasman en
nuevos estudios y nuevos enfoques, sobre todo en los ámbitos de la memoria, y la batalla
cultural, por el no olvido. En ese sentido las distintas escuelas se fueron perfeccionando y
tomando nuevos rumbos, como la escuela neo-estructuralista y sus estudios de
mentalidades y cultura, y sociabilidad, la nueva historia social, con los estudios de
marginalidad, u otro como la nueva generación de historiadores como Alfredo Jocelyn-
Holt, Verónica Valdivia, Sofía Correa y la llamada “nueva historia política”. También y un
estudio muy importante es en el ámbito de la historiografía es “Genero Mujer y Sociedad”
que en 1992 la revista del Centro de Estudios Sur publicó, pero lo que consagra la
historiografía de género, fue la publicación del año 1995 también publicado por Sur,
Lorena Godoy y Soledad Zárate, en su obra, Construcción de identidad en Chile siglos XIX
y XX, otro también muy importante en la historia de Género, es Historia de Mujeres en
Chile, Siglos XVIII Y XIX, donde aparecen trabajos de jóvenes historiadoras recién
egresadas, por lo que se puede considerar que éste tipo nuevo de enfoques y
preocupaciones, es nuevo en nuestro país.

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