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LENINISMO.
Es de suponer que como consecuencia directa de su(2) género de vida, por el que
las manos, al trepar, tenían que desempeñar funciones distintas a las de los pies,
estos monos se fueron acostumbrando a prescindir de ellas al caminar por el suelo
y empezaron a adoptar más y más una posición erecta. Fue el paso decisivo para
el tránsito del mono en hombre.
Todos los monos antropomorfos que existen hoy día pueden permanecer en
posición erecta y caminar apoyándose únicamente en sus pies; pero lo hacen sólo
en caso de extrema necesidad y, además, con suma torpeza. Caminan
habitualmente en actitud semierecta, y su marcha incluye el uso de las manos. La
mayoría de estos monos apoyan en el suelo los nudillos y, encogiendo las piernas,
hacen avanzar el cuerpo por entre sus largos brazos, como un cojo que camina
con muletas. En general, aún hoy podemos observar entre los monos todas las
formas de transición entre la marcha a cuatro patas y la marcha en posición
erecta. Pero para ninguno de ellos esta última ha pasado de ser un recurso
circunstancial.
Y puesto que la posición erecta había de ser para nuestros peludos antepasados
primero una norma, y luego, una necesidad, de aquí se desprende que por aquel
entonces las manos tenían que ejecutar funciones cada vez más variadas. Incluso
entre los monos existe ya cierta división de funciones entre los pies y las manos.
Como hemos señalado más arriba, durante la trepa las manos son utilizadas de
distinta manera que los pies. Las manos sirven fundamentalmente para recoger y
sostener los alimentos, como lo hacen ya algunos mamíferos inferiores con sus
patas delanteras. Ciertos monos se ayudan de las manos para construir nidos en
los árboles; y algunos, como el chimpancé, llegan a construir tejadillos entre las
ramas, para defenderse de las inclemencias del tiempo. La mano les sirve para
empuñar garrotes, con los que se defienden de sus enemigos, o para bombardear
a éstos con frutos y piedras. Cuando se encuentran en la cautividad, realizan con
las manos varias operaciones sencillas que copian de los hombres. Pero aquí es
precisamente donde se ve cuán grande es la distancia que separa la mano
primitiva de los monos, incluso la de los antropoides superiores, de la mano del
hombre, perfeccionada por el trabajo durante centenares de miles de años. El
número y la disposición general de los huesos y de los músculos son los mismos
en el mono y en el hombre, pero la mano del salvaje más primitivo es capaz de
ejecutar centenares de operaciones que no pueden ser realizadas por la mano de
ningún mono. Ni una sola mano simiesca ha construido jamás un cuchillo de
piedra, por tosco que fuese.
Por eso, las funciones, para las que nuestros antepasados fueron Adaptando poco
a poco sus manos durante los muchos miles de años que dura el período de
transición del mono al hombre, sólo pudieron ser, en un principio, funciones
sumamente sencillas. Los salvajes más primitivos, incluso aquellos en los que
puede presumirse el retorno a un estado más próximo a la animalidad, con una
degeneración física simultánea, son muy superiores a aquellos seres del período
de transición. Antes de que el primer trozo de sílex hubiese sido convertido en
cuchillo por la mano del hombre, debió haber pasado un período de tiempo tan
largo que, en comparación con él, el período histórico conocido por nosotros
resulta insignificante. Pero se había dado ya el paso decisivo: la mano era libre y
podía adquirir ahora cada vez más destreza y habilidad; y esta mayor flexibilidad
adquirida se transmitía por herencia y se acrecía de generación en generación.
Vemos, pues, que la mano no es sólo el órgano del trabajo; es también producto
de él.
Pero la mano no era algo con existencia propia e independiente. Era únicamente
un miembro de un organismo entero y sumamente complejo. Y lo que beneficiaba
a la mano beneficiaba también a todo el cuerpo servido por ella; y lo beneficiaba
en dos aspectos. Primeramente, en virtud de la ley que Darwin llamó de la
correlación del crecimiento. Según esta ley, ciertas formas de las distintas partes
de los seres orgánicos siempre están ligadas a determinadas formas de otras
partes, que aparentemente no tienen ninguna relación con las primeras. Así, todos
los animales que poseen glóbulos rojos sin núcleo y cuyo occipital está articulado
con la primera vértebra por medio de dos cóndilos, poseen, sin excepción,
glándulas mamarias para la alimentación de sus crías. Así también, la pezuña
hendida de ciertos mamíferos va ligada por regla general a la presencia de un
estómago multilocular adaptado a la rumia.
Por otra parte, el desarrollo del trabajo, al multiplicar los casos de ayuda mutua y
de actividad conjunta, para cada individuo, tenía que contribuir forzosamente a
agrupar aún más a los miembros de la sociedad. En resumen, los hombres en
formación llegaron a un punto en que tuvieron necesidad de decirse algo los unos
a los otros. La necesidad creó el órgano:) la laringe poco desarrollada del mono se
fue transformando, lenta pero firmemente, mediante modulaciones que producían
a su vez modulaciones más perfectas, mientras los órganos de la boca aprendían
poco a poco a pronunciar un sonido articulado tras otro.
La comparación con los animales nos muestra que esta explicación del origen del
lenguaje a partir del trabajo y con el trabajo es la única acertada. Lo poco que los
animales, incluso los más desarrollados, tienen que comunicarse los unos a los
otros puede ser transmitido sin el concurso de la palabra articulada Ningún animal
en estado salvaje se siente perjudicado por su incapacidad de hablar o de
comprender el lenguaje humano. Pero la situación cambia por completo cuando el
animal ha sido domesticado por el hombre.
Esta «explotación rapaz» llevada a cabo por los animales desempeña un gran
papel en la transformación gradual de las especies, al obligarlas a adaptarse a
unos alimentos que no son los habituales para ellas, con lo que cambia la
composición química de su sangre y se modifica poco a poco toda la constitución
física del animal; las especies ya plasmadas desaparecen. No cabe duda de que
esta explotación rapaz contribuyó en alto grado a la humanización de nuestros
antepasados, pues amplió el número de plantas 'y las partes de éstas utilizadas en
la alimentación por aquella raza de monos que superaba con ventaja a todas las
demás en inteligencia y en capacidad de adaptación.
En la naturaleza nada ocurre en forma aislada. Cada fenómeno afecta a otro y es,
a su vez, influenciado por éste; y es generalmente el olvido de este movimiento y
de esta interacción universal lo que impide a nuestros naturalistas percibir con
claridad las cosas más simples.
Ya hemos visto cómo las cabras han impedido la repoblación de los bosques en
Grecia; en Santa Elena, las cabras y los cerdos desembarcados por los primeros
navegantes llegados a la isla exterminaron casi por completo la vegetación allí
existente, con lo que prepararon el suelo para que pudieran multiplicarse las
plantas llevadas más tarde por otros navegantes y colonizadores.
Pero la influencia duradera de los animales sobre la naturaleza que los rodea es
completamente involuntario y constituye, por lo que a los animales se refiere, un
hecho accidental. Pero cuanto más se alejan los hombres de los animales, más
adquiere su influencia sobre la naturaleza el carácter de una acción intencional y
planeada, cuyo fin es lograr objetivos proyectados de antemano.
Los animales destrozan la vegetación del lugar sin darse cuenta de lo que hacen.
Los hombres, en cambio, cuando destruyen la vegetación lo hacen con el fin de
utilizar la superficie que queda libre para sembrar cereales, plantar árboles o
cultivar la vid, conscientes de que la cosecha que obtengan superará varias veces
lo sembrado por ellos. El hombre traslada de un país a otro plantas útiles y
animales domésticos, modificando así la flora y la fauna de continentes enteros.
Más aún; las plantas y los animales, cultivadas aquéllas y criados éstos en
condiciones artificiales, sufren tales modificaciones bajo la influencia de la mano
del hombre que se vuelven irreconocible. Hasta hoy día no han sido hallados aún
los antepasados silvestres de nuestros cultivos cerealistas. Aún no ha sido
resuelta la cuestión de saber cuál es el animal que ha dado origen a nuestros
perros actuales, tan distintos unos de otros, o a las actuales razas de caballos,
también tan numerosas.
Los que difundieron el cultivo de la patata en Europa no sabían que con este
tubérculo farináceo difundían a la vez la escrofulosis. Así, a cada paso, los hechos
nos recuerdan que nuestro dominio sobre la naturaleza no se parece en nada al
dominio de un conquistador sobre el pueblo conquistado, que no es el dominio de
alguien situado fuera de la naturaleza, sino que nosotros, por nuestra carne,
nuestra sangre y nuestro cerebro, pertenecemos a la naturaleza, nos encontramos
en su seno, y todo nuestro dominio sobre ella consiste en que, a diferencia de los
demás seres, somos capaces de conocer sus leyes y de aplicarlas
adecuadamente.
Y cuanto más sea esto una realidad, más sentirán y comprenderán los hombres su
unidad con la naturaleza, y más inconcebible será esa idea absurda y antinatural
de la antítesis entre el espíritu y la materia, el hombre y la naturaleza, el alma y el
cuerpo, idea que empieza a difundirse por Europa a raíz de la decadencia de la
antigüedad clásica y que adquiere su máximo desenvolvimiento en el cristianismo.
Mas, si han sido precisos miles de años para que el hombre aprendiera en cierto
grado a prever las remotas consecuencias naturales de sus actos dirigidos a la
producción, mucho más le costó aprender a calcular las remotas consecuencias
sociales de esos mismos actos. Ya hemos hablado más arriba de la patata y de
sus consecuencias en cuanto a la difusión de la escrofulosis.
Pero ¿qué importancia puede tener la escrofulosis comparada con los efectos que
sobre las condiciones de vida de las masas del pueblo de países enteros ha tenido
la reducción de la dieta de los trabajadores a simples patatas, con el hambre que
se extendió en 1847 por Irlanda a consecuencia de una enfermedad de este
tubérculo, y que llevó a la tumba a un millón de irlandeses que se alimentaban
exclusivamente o casi exclusivamente de patatas y obligó a emigrar allende el
océano a otros dos millones? Cuando los árabes aprendieron a destilar el alcohol,
ni siquiera se les ocurrió pensar que habían creado una de las armas principales
con que habría de ser exterminada la población indígena del continente
americano, aún desconocido, en aquel entonces.
Y cuando Colón descubrió más tarde América, no sabía que a la vez daba nueva
vida a la esclavitud, desaparecida desde hacía mucho tiempo en Europa, y
sentaba las bases de la trata de negros. Los hombres que en los siglos XVII y
XVIII trabajaron para crear la máquina de vapor, no sospechaban que estaban
creando un instrumento que habría de subvertir, más que ningún otro, las
condiciones sociales en todo el mundo, y que, sobre todo en Europa, al concentrar
la riqueza en manos de una minoría y al privar de toda propiedad a la inmensa
mayoría de la población, habría de proporcionar primero el dominio social y
político a la burguesía y provocar después la lucha de clases entre la burguesía y
el proletariado, lucha que sólo puede terminar con el derrocamiento de la
burguesía y la abolición de todos los antagonismos de clase. Pero también aquí,
aprovechando una experiencia larga, y a veces cruel, confrontando y analizando
los materiales proporcionados por la historia, vamos aprendiendo poco a poco a
conocer las consecuencias sociales indirectas y más remotas de nuestros actos
en la producción, lo que nos permite extender también a estas consecuencia
nuestro dominio y nuestro control.
Sin embargo, para llevar a cabo este control se requiere algo más que el simple
conocimiento. Hace falta una revolución que transforme por completo el modo de
producción existente hasta hoy día y, con él, el orden social vigente.
Todos los modos e producción que han existido hasta el presente sólo buscaban
el efecto útil del trabajo en su forma más directa e inmediata. No hacían el menor
caso de las consecuencias remotas, que sólo aparecen más tarde y cuyo efecto
se manifiesta únicamente gracias a un proceso de repetición y acumulación
gradual. La primitiva propiedad comunal de la tierra correspondía, por un lado, a
un estado de desarrollo de los hombres en el que el horizonte de éstos quedaba
limitado, por lo general, a las cosas más inmediatas, y presuponía, por otro lado,
cierto excedente de tierras libres, que ofrecía cierto margen para neutralizar los
posibles resultados adversos de esta economía primitiva.
" En esta obra se concibe la dialéctica como la ciencia de las leyes más generales
de todo movimiento. Esto significa que sus leyes deben regir tanto para el
movimiento en la naturaleza y en la historia humana como para el que se da en el
campo del pensamiento. Puede ocurrir que una de estas leyes se reconozca en
dos de las tres esferas citadas e incluso en las tres, sin que el rutinario metafísico
se percate de que la y por él reconocida es en todos los casos la misma.
Pongamos un ejemplo. De todos los progresos teóricos que se conocen, tal vez
ninguno
represente; un triunfo tan alto del espíritu humano. La dialéctica llamada objetiva
domina toda la naturaleza, y la que se llama dialéctica subjetiva, el pensamiento
dialéctico, no es sino el reflejo del movimiento a través de contradicciones que se
manifiesta en toda la naturaleza, contradicciones que, en su pugna constante en lo
que acaba siempre desapareciendo lo uno en lo otro que lo contradice o
elevándose ambos términos a una forma superior, son precisamente las que
condicionan la vida de la naturaleza. Atracción y repulsión. En el magnetismo
comienza la polaridad, que se manifiesta en el mismo cuerpo; en la electricidad, se
divide en dos o en más, entre las que media una tensión mutua. Todos los
procesos químicos se reducen a los fenómenos de la atracción y la repulsión
química.
Por último, en la vida orgánica laformación del núcleo de la célula debe, asimismo,
considerarse como un caso de polarización de la proteína viva y, partiendo de la
simple célula, la teoría de la evolución demuestra cómo todo progreso, hasta llegar
de una parte a la planta más complicada y de otra al hombre, es el resultado de la
pugna constante entre la herencia y la adaptación."
V.I. Lenin: Carlos Marx. Breve esbozo biográfico con una exposición del
marxismo. (fragmentos)
Tomado de Obras Escogidas en tres tomo, T. I, Editorial Progreso, Moscú 1970.
La dialéctica
"La gran idea cardinal de que el mundo no puede concebirse como un conjunto de
objetos terminados - escribe Engels -, sino como un conjunto de procesos en el
que las cosas que parecen estables, al igual que sus reflejos mentales en nuestras
cabezas, los conceptos, pasan por una serie ininterrumpida de cambios, por un
proceso de génesis y caducidad; esta gran idea cardinal se halla ya tan arraigada,
sobre todo desde Hegel, en la conciencia habitual, que, expuesta así, en términos
generales, apenas encuentra oposición. Pero una cosa es reconocerla de palabra
y otra cosa es aplicarla a la realidad concreta, en todos los campos sometidos a
investigación". "Para la filosofía dialéctica no existe nada definitivo, absoluto,
consagrado; en todo pone de relieve lo que tiene de perecedero, y no deja en pie
más que el proceso ininterrumpido del devenir y del perecer, un ascenso sin fin de
lo inferior a lo superior cuyo mero reflejo en el cerebro pensante es esta misma
filosofía". Así pues, según Marx, la dialéctica es "la ciencia de las leyes generales
del movimiento, tanto del mundo exterior como del pensamiento humano".
Y del mismo modo que no podemos juzgar de un individuo por lo que él piensa de
sí, tampoco podemos juzgar de estas épocas de revolución por su conciencia, sino
que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones
de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales
y las relaciones de producción"... "A grandes rasgos, podemos designar como
épocas de progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de
producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués". (Compárese con
la concisa fórmula que Marx da en su carta a EngeIs del 7 de julio de 1866:
"Nuestra teoría de la organización del trabajo determinada
por los medios de producción").
"El fin que persigue esta obra - dice Marx en su prefacio a El Capital - es descubrir
la ley económica que preside los movimientos de la sociedad moderna es decir, de
la sociedad capitalista, de la sociedad burguesa. El estudio de las relaciones de
producción de una sociedad determinada y concreta en su aparición, su desarrollo
y su decadencia en la historia es lo que constituye el contenido de la doctrina
económica de Marx. En la sociedad capitalista impera la producción de
mercancías; por eso, el análisis de Marx empieza con el análisis de la mercancía.
La lucha de clases
Todo el mundo sabe que, en cualquier sociedad, las aspiraciones de los unos
chocan abiertamente con las aspiraciones de los otros, que la vida social está
llena de contradicciones, que la historia nos muestra la lucha entre pueblos y
sociedades y en su propio seno; sabe también que se produce una sucesión de
períodos de revolución y reacción, de paz y de guerras, de estancamiento y de
rápido progreso o decadencia. El marxismo ha dado el hilo conductor que permite
descubrir la lógica en este aparente laberinto y caos: la teoría de la lucha de las
clases. Sólo el estudio del conjunto de las aspiraciones de todos los miembros de
una sociedad determinada, o de un grupo de sociedades, permite fijar con
precisión científica el resultado de estas aspiraciones. Ahora bien, el origen de
esas aspiraciones contradictorias está siempre en las diferencias de situación y
condiciones de vida de las clases en que se divide toda sociedad. "La historia de
todas las sociedades que han existido hasta nuestros días - escribe Marx en el
Manifiesto Comunista (exceptuando la historia de la comunidad primitiva, añade
más tarde Engels) - es la historia de las luchas de las clases. Hombres libres y
esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales; en una
palabra: opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha
constante, velada unas veces, y otras franca y abierta; lucha que terminó siempre
con la transformación revolucionaria de toda la sociedad o el hundimiento de las
clases beligerantes... La moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las
ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase.
Unicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de opresión, las
viejas formas de lucha por otras nuevas. Nuestra época, la época de la burguesía,
se distingue, sin embargo, por haber simplificado las contradicciones de clase.
Toda la sociedad va dividiéndose, cada vez más, en dos grandes campos
enemigos, en dos grandes clases, que se enfrentan directamente: la burguesía y
el proletariado". Desde la Gran Revolución Francesa, la historia de Europa pone
de manifiesto en distintos países con particular evidencia la verdadera causa de
los acontecimientos, la lucha de las clases. Ya la época de la Restauración dio a
conocer en Francia a algunos historiadores (Thierry, Guizot, Mignet, Thiers) que,
al sintetizar los acontecimientos, no pudieron menos de ver en la lucha de las
clases la clave para comprender toda la historia francesa. Y la época
contemporánea, la época que señala el triunfo completo de la burguesía y de las
instituciones representativas, del sufragio amplio (cuando no universal), de la
prensa diaria barata que llega a las masas, etc., la época de las potentes
asociaciones obreras y patronales cada vez más vastas, etc., muestra de un modo
todavía más patente (aunque a veces en forma muy unilateral,
"pacífica","constitucional") que la lucha de las clases es el motor de los
acontecimientos. El siguiente pasaje del Manifiesto Comunista nos muestra lo que
Marx exigía de la sociología para el análisis objetivo de la situación de cada clase
en la sociedad moderna, en relación con el análisis de las condiciones de
desarrollo de cada clase: "De todas las clases que hoy se enfrentan con la
burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las
demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran
industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar. Las capas
medias - el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino
- luchan todas contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales
capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más
todavía,son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la historia.
"Del mismo modo que no podemos juzgar de un individuo por lo que él piensa de
sí, tampoco podemos juzgar de estas épocas de revolución por su conciencia, sino
que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones
de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales
y las relaciones de producción". "A grandes rasgos, podemos designar como
épocas de progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de
producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués". (Compárese con
la concisa fórmula que Marx da en su carta a Engels del 7 de julio de 1866:
"Nuestra teoría de la organización de] trabajo determinada por los medios de
producción".)
(I)
La filosofía del marxismo es el materialismo. A lo largo de toda la historia moderna
de Europa, y especialmente a fines del siglo XVIII, en Francia, donde se dio la
batalla decisiva a toda la basura medieval, a la servidumbre en las instituciones y
en las ideas, el materialismo demostró ser la única filosofía consecuente, fiel a
todos los principios de las ciencias naturales, hostil a la superstición, - a la
santurronería, etc. Por eso, los enemigos de la democracia hacían cuanto podían
por "refutar", minar y calumniar el materialismo y defendían las diversas formas del
idealismo filosófico, que se reduce siempre, de uno u otro modo, a la defensa o al
apoyo de la religión. Marx y Engels defendieron con la mayor energía el
materialismo filosófico y explicaron reiteradas veces el profundo error que
significaba todo cuanto fuera desviarse de éI. Donde con mayor claridad y
detenimiento están expuestas sus opiniones es en las obras de Engels Ludwig
Feuerbach y Anti-Dühring que, como el Manifiesto Comunista, no deben faltar a
ningún obrero consciente. Pero Marx no se paró en el materialismo del siglo XVIII,
sino que llevó más lejos la filosofía. La enriqueció con adquisiciones de la filosofía
clásica alemana, sobre todo del sistema de Hegel, que, a su vez, había conducido
al materialismo de Feuerbach. La principal de estas adquisiciones es la dialéctica,
o sea, la doctrina del desarrollo en su forma más completa, más profunda y más
exenta de unilateralidad, la doctrina de la relatividad del conocimiento humano,
que nos da un reflejo de la materia en constante desarrollo. Los novísimos
descubrimientos de las ciencias naturales - el radio, los electrones, la
transformación de los elementos - han confirmado de un modo admirable el
materialismo dialéctico de Marx, a despecho de las doctrinas de los filósofos
burgueses, con sus "nuevos" retornos al viejo y podrido idealismo.
(II)
Una vez hubo reconocido que el régimen económico es la base sobre la que se
alza la superestructura política) Marx centró su atención en el estudio de este
régimen económico. La obra principal de Marx El Capital, está consagrada al
estudio del régimen económico de sociedad moderna, es decir, de la sociedad
capitalista. La economía política clásica anterior a Marx se había formado en
Inglaterra, en el país capitalista más desarrollado. Adam Smith y David Ricardo
sentaron en sus investigaciones del régimen económico los fundamentos de la
teoría del trabajo base del valor. Marx prosiguió su obra, fundamentando con toda
precisión y desarrollando consecuentemente esa teoría, y poniendo de manifiesto
que el valor de toda mercancía lo determina la cantidad de tiempo de trabajo
socialmente necesario invertido en su producción.
Allí donde los economistas burgueses veían relaciones entre objetos (cambio de
unas mercancías por otras), Marx descubrió relaciones entre personas. El cambio
de mercancías expresa el lazo establecido por mediación del mercado entre los
distintos productores. El dinero indica que este lazo se hace más estrecho,
uniendo indisolublemente en un todo la vida económica de los distintos
productores. - El capital significa un mayor desarrollo de este lazo: la fuerza de
trabajo del hombre se transforma en mercancía. El obrero asalariado vende su
fuerza de trabajo al propietario de la tierra, de la fábrica o de los instrumentos de
trabajo. Una parte de la jornada la emplea el obrero en cubrir el coste del sustento
suyo y de su familia (salario); durante la otra parte de la jornada trabaja gratis,
creando para el capitalista la plusvalía, fuente de la ganancia, fuente de la riqueza
de la clase capitalista. La teoría de la plusvalía es la piedra angular de la doctrina
económica de Marx.
El capital, creado por el trabajo del obrero, oprime al obrero, arruina al pequeño
patrono y crea el ejército de parados. En la industria, el triunfo de la producción en
gran escala se advierte enseguida, pero también en la agricultura nos
encontramos con ese mismo fenómeno: aumenta la superioridad de la gran
agricultura capitalista, crece el empleo de maquinaria, la hacienda campesina cae
en las garras del capital dinero, languidece y se arruina bajo el peso de la técnica
atrasada. La decadencia de la pequeña producción reviste en la agricultura otras
formas, pero esa decadencia es un hecho indiscutible. Al aplastar la pequeña
producción, el capital hace aumentar la productividad del trabajo y crea una
situación de monopolio para los consorcios de los grandes capitalistas. La misma
producción va adquiriendo cada vez más un carácter social - cientos de miles de
millones de obreros son articulados en un organismo económico coordinado -,
mientras que el producto del trabajo común se lo apropia un puñado de
capitalistas. Crecen la anarquía de la producción, las crisis, la loca carrera en
busca de mercados, la existencia de las masas de la población se hace cada vez
más precaria. Al aumentar la dependencia de los obreros respecto al capital, el
régimen capitalista crea la gran potencia del trabajo asalariado.
(III)
Cuando el régimen feudal fue derrocado y vio la luz la «libre» sociedad capitalista,
en seguida se puso de manifiesto que esa libertad representaba un nuevo sistema
de opresión y explotación de los trabajadores. Como reflejo de esa opresión y
como protesta contra ella, comenzaron inmediatamente a surgir diversas doctrinas
socialistas. Pero el socialismo primitivo era un socialismo utópico. Criticaba a la
sociedad capitalista, la condenaba, la maldecía, soñaba con su destrucción,
fantaseaba acerca de un régimen mejor, quería convencer a los ricos de la
inmoralidad de la explotación. Pero el socialismo utópico no podía señalar una
salida real. No sabía explicar la naturaleza de la esclavitud asalariada bajo el
capitalismo ni descubrir las leyes de su desarrollo, ni encontrar la fuerza social
capaz de emprender la creación de una nueva sociedad. Entretanto, las
tormentosas revoluciones que acompañaron en toda Europa, y especialmente en
Francia, la caída del feudalismo, de la servidumbre de la gleba, hacían ver cada
vez más palpablemente que la base de todo el desarrollo y su fuerza motriz era la
lucha de clase.
Ni una sola victoria de la libertad política sobre la clase feudal fue alcanzada sin
desesperada resistencia. Ni un solo país capitalista se formó sobre una base más
o menos libre, más o menos democrática, sin una lucha a muerte entre las
diversas clases de la sociedad capitalista.
El genio de Marx está en haber sabido deducir de ahí antes que nadie y aplicar
consecuentemente la conclusión implícita en la historia universal. Esta conclusión
es la doctrina de la lucha de clases. Los hombres han sido siempre víctimas
necias del engaño de los demás y del engaño propio, y lo seguirán siendo
mientras no aprendan a discernir detrás de todas las frases, declaraciones y
promesas morales, políticas y sociales, los intereses de una u otra clase.
Los partidarios de reformas y mejoras se verán siempre burlados por los
defensores de lo viejo mientras no comprendan que toda institución vieja, por
bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de una u otras clases
dominantes. Y para vencer la resistencia de esas clases, sólo hay un medio:
encontrar en la misma sociedad que nos rodea, educar y organizar para la lucha a
los elementos que puedan - y, por su situación social, deban - formar la fuerza
capaz de barrer lo viejo y crear lo nuevo.
Esbozo teórico.
El modo como los hombres producen sus medios de vida depende, ante todo, de
la naturaleza misma de los medios de vida con que ¡se encuentran y que se trata
de reproducir. Este modo de producción no debe considerarse solamente en
cuanto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, mías
bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado
modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos. Tal y
como los individuos manifiestan su vida, así son. Lo que son coincide, por
consiguiente, con su producción, tanto con lo que producen como con el modo
cómo producen. Lo que los individuos son depende, por tanto, de las condiciones
materiales de su producción.
Nos encontramos, pues, con el hecho de que determinados individuos, que, como
productores, actúan de un determinado modo, contraen entre sí estas relaciones
sociales y políticas determinadas. La observación empírica tiene necesariamente
que poner de relieve en cada caso concreto, empíricamente y sin ninguna clase de
falsificación, la trabazón existente entre la organización social y política y la
producción. La organización social y el Estado brotan constantemente del proceso
de vida de determinados individuos; pero de estos individuos, no como puedan
presentarse ante la imaginación propia o ajena, sino tal y como realmente son; es
decir, tal y como actúan y como producen materialmente y, por tanto, tal y como
desarrollan sus actividades bajo determinados límites, premisas y condiciones
materiales, independientes de su voluntad. La producción de las ideas y
representaciones, de la conciencia, aparece al principio directamente entrelazada
con la actividad material y el comercio material de los hombres, como el lenguaje
de la vida real.
Tan pronto como se expone este proceso activo de vida, la historia deja de ser
una colección de hechos muertos, como lo es para los empiristas, todavía
abstractos, o una acción imaginaria de sujetos imaginarios, como para los
idealistas.
Historia
Ninguna forma social desaparece antes que se desarrollen todas las fuerzas
productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas
relaciones de producción antes que las condiciones materiales para su existencia
hayan madurado, en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso la humanidad
se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues bien
miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se
dan o, por lo menos, se están, gestando, las condiciones materiales para su
realización. A grandes rasgos, podemos designar como otras tantas épocas de
progreso, en la formación económica de la sociedad, el modo de producción
asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de
producción son la última forma antagónica del proceso social de producción;
antagónicas no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un
antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos.
Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad
burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de
este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de
la sociedad humana.
F.Engels: Carta a W. Borgius. Londres, 25 de enero de 1894
Tomado de Obras Escogidas de C. Marx y F. Engels. Tomo Único. Editorial
Progreso, Moscú.
En segundo lugar, la historia se hace de tal modo que el resultado final siempre
deriva de los conflictos entre muchas voluntades individuales, cada una de las
cuales, a su vez, es lo que es por efecto de una multitud de condiciones
especiales de vida, son, pues, innumerables fuerzas que se entrecruzan las unas
con las otras, un grupo infinito de paralelogramos de fuerzas, de las que surge una
resultante - el acontecimiento histórico - que, a su vez, puede considerarse
producto de tina fuerza única que, como un todo, actúa sin conciencia y sin
voluntad. Pues lo que uno quiere tropieza con la resistencia que le opone otro, y lo
que resulta de todo ello es algo que nadie ha querido. (...).
El que los discípulos hagan a veces más hincapié del debido en el aspecto
económico, es cosa de la que, en parte, tenemos la culpa Marx y yo mismo.
Frente a los adversarios, teníamos que subrayar este principio cardinal que se
negaba, y no siempre disponíamos de tiempo, espacio y ocasión para dar la
debida importancia a los demás factores que intervienen en el juego de las
acciones y reacciones. Pero, tan pronto como se trataba de exponer una época
histórica y, por tanto, de aplicar prácticamente el principio, cambiaba la cosa, y ya
no había posibilidad de error. Desgraciadamente, ocurre con harta frecuencia que
se cree haber entendido totalmente y que se puede manejar s in mas una nueva
teoría por el mero hecho de haberse asimilado, y no siempre exactamente, sus
tesis fundamentales. De este reproche no se hallan exentos muchos de los nuevos
"marxistas" y así se explican muchas de las cosas peregrinas que han aportado.
(... )
Que el comunismo está ya reconocido como una fuerza por todas las potencias de
Europa.
Que ya es hora de que los comunistas expongan a la faz del mundo entero sus
conceptos, sus fines y sus tendencias, que opongan a la leyenda del fantasma del
comunismo un manifiesto del propio partido. Con este fin, comunistas de las más
diversas nacionalidades se han reunido en Londres y han redactado el siguiente
Manifiesto, que será publicado en inglés, francés, alemán, italiano, flamenco ,y
danés.
I
Burgueses y Proletarios
En las anteriores épocas históricas encontramos casi por todas partes una
completa diferenciación de la sociedad en diversos estamentos, una múltiple
escala gradual de condiciones sociales. En la antigua Roma hallamos patricios,
caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media, señores feudales, vasallos,
oficiales y siervos, y, además, en casi todas estas clases todavía encontramos
agrupaciones especiales.
De los siervos de la Edad Media surgieron los vecinos libres de las primeras
ciudades; de este estamento urbano salieron los primeros elementos de la
burguesía. El descubrimiento de América y la circunnavegación de África
ofrecieron a la burguesía en ascenso un nuevo campo de actividad. Los mercados
de la India y de China, la colonización de América, el intercambio con las colonias,
la multiplicación de los medios de cambio y de las mercancías en general
imprimieron al comercio, a la navegación y a la industria un impulso hasta
entonces desconocido y aceleraron, con ello, el desarrollo del elemento
revolucionario de la sociedad feudal en descomposición.
Pero los mercados crecían sin cesar; la demanda iba siempre en aumento. Ya no
bastaba tampoco la manufactura. El vapor y la maquinaria revolucionaron
entonces la producción industrial. La gran industria moderna sustituyó a la
manufactura; el lugar del estamento medio industrial vinieron a ocuparlo los
industriales millonarios - jefes de verdaderos ejércitos industriales -, los burgueses
modernos.
Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la
burguesía recorre el mundo entero. Necesita anidar en todas partes, establecerse
en todas partes, crear vínculos en todas partes. Mediante la explotación del
mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y
al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha
quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han
sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por
nuevas industrias, cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las
naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas indígenas,
sino materias primas venidas de las más lejanas regiones del mundo, y cuyos
productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del
globo. En lugar de las antiguas necesidades, satisfechas con productos
nacionales, surgen necesidades nuevas, que reclaman para su satisfacción
productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del
antiguo aislamiento y la amargura de las regiones y naciones, se establece un
intercambio universal, una interdependencia universal de las naciones. Y esto se
refiere tanto a la producción material, como a la intelectual. La producción
intelectual de una nación se convierte en patrimonio común de todas. La estrechez
y los exclusivismo nacionales resultan de día en día más imposibles; de las
numerosas literaturas nacionales y locales se forma una literatura universal.
Merced al rápido perfeccionamiento de los instrumentos de producción y al
constante progreso de los medios de comunicación, la burguesía arrastra a la
corriente de la civilización a todas las naciones, hasta a las más bárbaras. Los
bajos precios de sus mercancías constituyen la artillería pesada que derrumba
todas las murallas de China y hace capitular a los bárbaros más fanáticamente
hostiles a los extranjeros. Obliga a todas las naciones, si no quieren sucumbir, a
adoptar el modo burgués de producción, las constriñe a introducir la llamada
civilización, es decir, a hacerse burgueses. En una palabra: se forja un mundo a su
imagen y semejanza.
Hemos visto, pues, que los medios de producción y de cambio, sobre cuya base
se ha formado la burguesía, fueron creados en la sociedad feudal. Al alcanzar un
cierto grado de desarrollo estos medios de producción y de cambio, las
condiciones en que la sociedad feudal producía y cambiaba, la organización feudal
de la agricultura y de la industria manufacturera, en una palabra, las relaciones
feudales de propiedad, cesaron de corresponder a las fuerzas productivas ya
desarrolladas. Frenaban la producción en lugar de impulsarla. Se transformaron
en otras tantas trabas. Era preciso romper esas trabas, y las rompieron.
En su lugar se estableció la libre concurrencia, con una constitución social y
política adecuada a ella y con la dominación económica y política de la clase
burguesa. Ante nuestros ojos se está produciendo un movimiento análogo. Las
relaciones burguesas de producción y de cambio, las relaciones burguesas de
propiedad, toda esta sociedad burguesa moderna, que ha hecho surgir como por
encanto, tan potentes medios de producción y de cambio, se asemeja al mago que
ya no es capaz de dominar las potencias infernales que ha desencadenado con
sus conjuros. Desde hace algunas décadas, la historia de la industria y del
comercio no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas
modernas contra las actuales relaciones de' producción, contra las relaciones de
propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación. Basta
mencionar las crisis comerciales que, con su retorno periódico, plantean, en forma
cada vez más amenazante, la cuestión de la existencia de toda la sociedad
burguesa.
Durante las crisis, una epidemia social, que en cualquier época anterior hubiera
parecido absurda, se extiende sobre la sociedad: la epidemia de la
superproducción. La sociedad s encuentra súbitamente retrotraída a un estado de
súbita barbarie diríase que el hambre, que una guerra devastadora mundial la ha
privado de todos sus medios de subsistencia; la industria y el comercio parecen
aniquilados. Y todo eso, ¿por qué? Porque la sociedad posee demasiada
civilización, demasiados medios de vida, demasiada industria, demasiado
comercio. Las fuerzas productivas de que di pone no favorecen ya el régimen
burgués de la propiedad; por el contrario, resultan ya demasiado poderosas para
estas relaciones, que constituyen un obstáculo para su desarrollo; y cada vez que
las fuerzas productivas salvan este obstáculo, precipitan en el desorden a toda la
sociedad burguesa y amenazan la existencia de la propiedad burguesa. Las
relaciones burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas
creadas en su seno. ¿Cómo vence esta crisis la burguesía? De una parte, por la
destrucción obligada de una mas de fuerzas productivas; de otra, por la conquista
de nuevos mercado y la explotación más intensa de los antiguos. ¿De qué modo
lo hace pues? Preparando crisis más extensas y más violentas y disminuyen do
los medios de prevenirlas.
El creciente empleo de las máquinas y la división del trabajo quitan al trabajo del
proletario todo carácter propio y le hacen perder Con ello todo atractivo para el
obrero. Este se convierte en un simple apéndice de la máquina, y sólo se le exigen
las operaciones más sencillas, más monótonas y de más fácil aprendizaje. Por
tanto, lo que cuesta hoy día el obrero se reduce poco más o menos a los medios
de subsistencia indispensables para vivir y para perpetuar su linaje. Pero el precio
de todo trabajo como el de toda mercancía, es igual a los gastos de producción.
Por consiguiente, cuanto más fastidioso resulta el trabajo, más bajan los salarios.
Más aún, cuanto más se desenvuelven la maquinaria y la división del trabajo, más
aumenta la cantidad de trabajo bien mediante la prolongación de la jornada, bien
por el aumento del trabajo exigido en un tiempo dado, la aceleración del
movimiento de las máquinas, etc.
En esta etapa, los obreros forman una masa diseminada por todo do el país y
disgregada por la competencia. Si los obreros forman asas compactas, esta
acción no es todavía consecuencia de su propia unión, sino de la unión de la
burguesía, que para alcanzar sus opios fines políticos debe - y por ahora aún
puede - poner en movimiento a todo el proletariado. Durante esta etapa, los
proletarios no combaten, por tanto, contra sus propios enemigos, sino contra los
enemigos de sus enemigos, es decir, contra los restos de la monarquía absoluta,
los propietarios territoriales, los burgueses no industriales y los pequeños
burgueses. Todo el movimiento histórico se concentra, de esta suerte, en manos
de la burguesía; cada victoria alcanzada en estas condiciones es una victoria de la
burguesía.
Además, como acabamos de ver, el progreso de la industria precipita a las filas del
proletariado a capas enteras de la clase dominante, o al menos las amenaza en
sus condiciones de existencia. También ellas aportan al proletariado numerosos
elementos de educación.
De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es
una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y
desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es
su producto más peculiar.
Todos los movimientos han sido hasta ahora realizados por minorías o en
provecho de minorías. El movimiento proletario es un movimiento propio de la
inmensa mayoría en provecho de la inmensa mayoría. El proletariado, capa
inferior de la sociedad actual, no puede levantarse, no puede enderezarse, sin
hacer saltar toda la superestructura formada por las capas de la sociedad oficial.
ª Por burguesía se comprende a la clase de los capitalistas modernos, que son los
propietarios de los medios de producción social y emplean trabajo asalariado. Por
proletarios se comprende a la clase de los trabajadores asalariados modernos,
que, privados de medios de producción propios, se ven obligados a vender su
fuerza de trabajo para poder existir. (Nota de F. Engels a la edición inglesa
de 1888)
5 Es decir, la historia escrita. En 1847, la historia de la organización social que
precedió a toda la historia escrita, la prehistoria, era casi desconocida.
Posteriormente, Haxthausen ha descubierto en Rusia la propiedad comunal de la
tierra; Maurer ha demostrado que ésta fue la basesocial de la que partieron
históricamente todas las tribus germanas, y se ha ido descubriendo poco a poco
que la comunidad rural, con la, con la posesión colectiva de la tierra, ha sido la
forma primitiva ¿e la sociedad, desde la India hasta Irlanda. La organización
interna le esa sociedad comunista primitiva ha sido puesta en claro, en lo que
tiene de típico, con el culminante descubrimiento hecho por Morgan de la
verdadera naturaleza de la gens y de su lugar en la tribu. Con la desintegración de
estas comunidades primitivas comenzó la diferenciación de la sociedad en clases
distintas y, finalmente, antagónicas.
7 Comunas Se llamaban en Francia las ciudades nacientes todavía antes de
arrancar a sus amos y señores feudales la autonomía local y los derechos
políticos como «tercer estado».
*Así denominaban los habitantes de las ciudades de Italia y Francia a sus
comunidades urbanas, una vez comprobados o arrancados a sus señores
feudales los primeros derechos de autonomía (Nota de F. Engels a la edición
Alemana de 1890.)
Carlos Marx: El capital
Tomado del Capital Tomo I
Mercancía y dinero
La mercancía
Los dos factores de la mercancía: valor de uso y valor (sustancia y magnituddel
valor)(9) La riqueza de las sociedades en que impera el régimen capitalista de
producción se nos aparece como un "inmenso arsenal de mercancías" y la
mercancía como su forma elemental. Por eso, nuestra investigación arranca del in
análisis de la mercancía.
La mercancía es, en primer término, un objeto externo, una cosa apta para
satisfacer necesidades humanas, de cualquier clase que ellas sean. El carácter de
estas necesidades, el que broten por ejemplo del estómago o de la fantasía, no
interesa en lo más mínimo para estos efectos(10). Ni interesa tampoco, desde
este punto de vista, cómo ese objeto satisface las necesidades humanas, si
directamente, como medio de vida, es decir como objeto de disfrute, o
indirectamente, como medio de producción.
Todo objeto útil, el hierro, el papel, etc., puede considerarse desde dos puntos de
vista: atendiendo a su calidad o a su cantidad.
Ahora bien, si prescindimos del valor de uso de las mercancías estas sólo
conservan una cualidad: la de ser productos del trabajo. Pero no productos del
trabajo real y concreto. Al prescindir de su valor de uso, prescindimos también de
los elementos materiales y de las formas que los convierten en tal valor de uso.
Dejarán de, ser una mesa, una casa, una madeja de hilo o un objeto útil
cualquiera. Todas sus propiedades materiales se habrán evaporado. Dejarán de
ser también productos del trabajo del ebanista, del carpintero, del tejedor o de otro
trabajo productivo concreto cualquiera. Con el carácter útil de los productos del
trabajo, desaparecerá el carácter útil de los trabajos que representan y
desaparecerán también, por tanto, las diversas formas concretas de estos
trabajos, que dejarán de distinguirse unos de otros para reducirse todos ellos al
mismo trabajo humano, al trabajo humano abstracto.
Por tanto, un valor de uso, un bien, sólo encierra un valor por ser encarnación o
materialización del trabajo humano abstracto. ¿Cómo se mide la longitud de este
valor? Por la cantidad de "sustancia creadora de valor", es decir, de trabajo, que
encierra. Y, a su vez, la cantidad de trabajo que encierra se mide por el tiempo de
su duración, y el tiempo de trabajo, tiene, finalmente, su unidad de medida en las
distintas fracciones de tiempo: horas, días, etc. Se dirá que si el valor de una
mercancía se determina por la cantidad de trabajo invertida en su producción, las
mercancías encerrarán; por más valor cuanto más holgazán o más torpe sea el
hombre que la produce o, lo que es lo mismo, cuanto más tiempo tarde en
producirlas.
Pero no; el trabajo que forma la sustancia de los valores es trabajo humano igual,
inversión de la misma fuerza humana de trabajo. Es como si toda la fuerza de
trabajo de la sociedad, materializada en la totalidad de los valores que forman el
mundo de las mercancías, representase para estos efectos una inmensa fuerza
humana. Su expresión en una mercancía cualquiera, en una mercancía B, no hace
más que diferenciar el valor de la mercancía A de su propio valor de uso; no hace,
por tanto, más que ponerla en una relación de cambio con una clase cualquiera de
mercancías distinta de aquélla, en vez de acusar su igualdad cualitativa y su
proporcionalidad cuantitativa con todas las demás mercancías. A la forma simple y
relativa del valor de una mercancía corresponde la forma concreta equivalencia al
de otra.
Así por ejemplo, en la expresión relativa del valor del lienzo, la levita sólo cobra
forma de equivalente o forma de cambiabilidad directa con relación a esta clase
especial de mercancía: el Iienzo
Pero como el valor del trabajo o el salario abonado al obrero sólo representa tres
chelines, resultará que el capitalista no abona ningún equivalente por las seis
horas de plustrabajo rendidas por el obrero y materializadas en el valor de la
mercancía. Por tanto, vendiendo esta mercancía por su valor, por dieciocho
chelines, el capitalista obtendrá un valor de tres chelines, sin desembolsar ningún
equivalente a cambio de él. Estos tres chelines representarán la plusvalía o
ganancia que el capitalista se embolsa. Es decir, que el capitalista no obtendrá la
ganancia de tres chelines por vender su mercancía a un precio que exceda de su
valor, sino vendiéndola por su valor real.
El valor de una mercancía se determina por la cantidad total de trabajo que
encierra. Pero una parte de esta cantidad de trabajo se materializa en un valor por
el que se abonó un equivalente e forma de salarios; otra parte se materializa en un
valor por el que no se pagó ningún equivalente. Una parte del trabajo encerrado e
la mercancía es trabajo retribuido; otra parte, trabajo no retribuido Por tanto,
cuando el capitalista vende la mercancía por su valor es decir, corno cristalización
de la cantidad total de trabajo invertido en ella, tiene necesariamente que venderla
con ganancia. Vende no sólo lo que le ha costado un equivalente, sino también lo
que no le ha costado nada, aunque haya costado el trabajo de su obrero Lo que la
mercancía le cuesta al capitalista y lo que en realidad cuesta, son cosas distintas.
Repito, pues, que vendiendo las mercancías por su verdadero valor, y no por
encima de éste, es como se obtienen ganancias normales y medias.
Con arreglo a qué leyes se opera esta división del importe total de la plusvalía
entre las tres categorías de gentes mencionadas es una cuestión que cae
bastante lejos de nuestro tema. Pero de lo que dejamos expuesto, se desprende,
por lo me siguiente:
La renta del suelo, el interés y la ganancia industrial no que otros tantos nombres
diversos para expresar las diversas partes de la plusvalía de la mercancía o del
trabajo no retribuido ella se materializa, y brotan todas por igual de esta fuente y
sólo de ella. No provienen del suelo como tal, ni del capital de por sí; mas el suelo
y el capital permiten a sus poseedores obtener su parte correspondiente en la
plusvalía que el empresario capitalista estruja al obrero. Para el mismo obrero, la
cuestión de si esta plusvalía.
Como se convierte el dinero en capital
De este pecado original arranca la pobreza de la gran mayoría, que todavía hoy, a
pesar de lo mucho que trabajan, no tienen nada que vender más que sus
personas, y la riqueza de una minoría, riqueza que no cesa de crecer, aunque
haga ya muchísimo tiempo que sus propietarios han dejado de trabajar. Estas
niñerías insustanciales son las que M. Thiers, por ejemplo, sirve todavía, con el
empaque y la seriedad de un hombre de Estado, a los franceses, en otro tiempo
tan ingeniosos, en defensa de la proprieté. Tan pronto como se plantea el
problema de la propiedad, se convierte en un deber sacrosanto abrazar el punto
de vista de la cartilla infantil, como el único que cuadra a todas las edades y a
todos los períodos. Sabido es que en la historia real desempeñan un gran papel la
conquista, la esclavización, el robo y el asesinato; la violencia, en una palabra. En
la dulce economía política, por el contrario, ha reinado siempre el idilio. Las únicas
fuentes de riqueza han sido desde el primer momento la ley y el "trabajo",
exceptuando siempre, naturalmente, "el año en curso". Pero, en la realidad, los
métodos de la acumulación originaria fueron cualquier cosa menos idílicos.
Desde este punto de vista, su ascensión es el fruto de una lucha victoriosa contra
el régimen feudal y sus irritantes privilegios, y contra los gremios y las trabas que
éstos ponían al libre desarrollo de la producción y a la libre explotación del hombre
por el hombre. Pero los caballeros de la industria sólo consiguieron desplazar por
completo a los caballeros de la espada, explotando sucesos en que éstos no
tenían la menor parte de culpa. Subieron y triunfaron por procedimientos no
menos viles que los que en su tiempo empleó el liberto romano para convertirse
en señor de su patrono.
Intentemos ahora hacer un balance, resumir lo que hemos dicho más arriba sobre
el imperialismo. El imperialismo surgió como desarrollo y continuación directa de
las propiedades fundamentales de¡ capitalismo en genera. Pero el capitalismo se
trocó en imperialismo capitalista únicamente cuando llegó a un grado determinado,
muy alto, de su desarrollo, cuando algunas de las características fundamentales
del capitalismo comenzaron a convertirse en su antítesis, cuando tomaron cuerpo
y se manifestaron en toda la línea los rasgos de la época de transición del
capitalismo a una estructura económica y social más elevada.
Con el mismo fin hemos reproducido datos estadísticos minuciosos que permiten
ver hasta qué punto ha crecido el capital bancario, etc., qué expresión concreta ha
tenido la transformación de la cantidad en calidad, el tránsito del capitalismo
desarrollado al imperialismo. Huelga decir, naturalmente, que en la naturaleza y en
la sociedad todos los límites son convencionales y variables, que sería absurdo
discutir¡ por ejemplo, sobre el año o. la década precisos en que se instauró
"definitivamente" el imperialismo.
Primera parte del párrafo: << El trabajo es fuente de toda riqueza y de toda
cultura>>
Pero dejemos la tesis tal como está, o mejor dicho, tal como viene renqueando.
¿Qué conclusión habría debido sacarse de ella?. Evidentemente, ésta: <<Como
el trabajo es la fuente de toda riqueza, nadie en la sociedad puede adquirir riqueza
que no sea producto del trabajo. Si, por tanto, no trabaja él mismo es que vive del
trabajo ajeno y adquiere también su cultura a costa del trabajo de otros>>.
Segunda parte del párrafo: <<El trabajo útil sólo es posible dentro de la sociedad y
a través de ellas >>.
Según la primera tesis el trabajo era la fuente de toda riqueza y de toda cultura, es
decir, que sin trabajo, no era posible tampoco la existencia de una sociedad.
Ahora, nos enteramos, por el contrario, de que sin la sociedad no puede existir el
trabajo <<útil>>.
Del mismo modo hubiera podido decirse que el trabajo inútil e incluso perjudicial a
la comunidad, sólo puede convertirse en rama industrial dentro de la sociedad,
que sólo dentro de la sociedad se puede vivir del ocio, etc; en una palabra, copiar
aquí a todo Rousseau.
¿Y qué es trabajo <<útil>>?. No puede ser más que uno: el trabajo que consigue
el efecto útil propuesto. Un salvaje – y el hombre es un salvaje desde el momento
en que deja de ser mono – que mata a un animal de una pedrada, que amontona
frutos, etc., ejecuta un trabajo <<útil>>.
En realidad, esa tesis la han hecho valer en todos los tiempos los defensores de
todo orden social existente. En primer lugar, vienen las pretensiones del gobierno
y del todo lo que va pegado a el, pues el gobierno es el órgano de la sociedad
para el mantenimiento del orden social; detrás de el, vienen las distintas clases de
propiedad privada, con sus pretensiones respectivas, pues las distintas clases de
propiedad privada son las bases de la sociedad, etc. Como vemos, a estas frases
hueras se les puede dar las vueltas y los giros que se quiera.
La primera y la segunda parte del párrafo sólo guardarían una cierta relación
lógica redactándolas de la siguiente manera: <<El trabajo sólo es fuente de
riqueza y de cultura como trabajo social>>, o, lo que es lo mismo <<dentro de
la sociedad y a través de ella>>.Esta tesis es, indiscutiblemente, exacta, pues
aunque el trabajo del individuo aislado (presuponiendo sus condiciones
materiales) también puede crear valores de uso, no puede crear ni riqueza ni
cultura.
Esta es la ley de toda la historia, hasta hoy. Así pues, en vez de los tópicos
acostumbrados sobre <<el trabajo>> y <<la sociedad>>, lo que procedía era
señalar concretamente como, en la actual sociedad capitalista, se dan ya, al fin,
las condiciones materiales etc., que permiten y obligan a los obreros a romper esa
maldición social.
Donde dice <<que los medios de trabajo se eleven a patrimonio común>>. Pero
esto sólo de pasada. ¿Qué es el <<fruto del trabajo>>? ¿El producto de el
trabajo, o su valor? Y en este último caso, ¿el valor total del producto, o solo la
parte de valor que el trabajo añade al valor de los medios de producción
consumidos? Eso del <<fruto del trabajo>>es una idea vaga con la que Lassalle
ha suplantado conceptos económicos concretos.
Para saber lo que aquí hay que entender por la frase de <<reparto equitativo>>,
tenemos que cotejar este párrafo con el primero. El párrafo que glosamos supone
una sociedad en la cual los <<medios de trabajo son patrimonio común y todo el
trabajo se regula colectivamente>>, mientras que en el párrafo primero vemos que
<<todos los miembros de la sociedad tienen igual derecho a percibir el fruto
íntegro del trabajo>>.
¿<<Todos los miembros de la sociedad>>? ¿También los que no trabajan?
¿Dónde se queda, entonces, el <<Fruto íntegro del trabajo>>? ¿O sólo los
miembros de la sociedad que trabajan? ¿Dónde dejamos entonces, el derecho
igual de todos los miembros de la sociedad?
Tomemos, en primer lugar, las palabras <<el fruto del trabajo>> en el sentido del
producto del trabajo; entonces el fruto colectivo del trabajo será el producto social
global. ero, de aquí hay que deducir:
A pesar de este proceso, este derecho igual sigue llevando implícita una
limitación burguesa. El derecho de los productores es proporcional al trabajo que
han rendido; la igualdad, aquí, consiste en que se mida por el mismo rasero: por
el trabajo.
De una vez, con un solo golpe revolucionario; se ha hecho todo cuanto puede, en
general, hacerse de un golpe: por ejemplo, ya el primer día de la dictadura del
proletariado, el 26 de octubre de 1917 (8 de noviembre de 1917), fue abolida la
propiedad privada de la tierra y fueron expropiados sin indemnización los grandes
propietarios de la tierra.
En unos meses fueron expropiados, también sin indemnización, casi todos los
grandes capitalistas, los dueños de fábricas, empresas de sociedades anónimas,
bancos, ferrocarriles, etc.. La organización de la gran producción industrial por el
Estado y el tránsito del “control obrero” a la “administración obrera” de las fábricas
y ferrocarriles están ya realizados en sus rasgos más importantes y
fundamentales; pero con respecto a la agricultura esto no ha hecho más que
empezar (las “haciendas soviéticas”, grandes explotaciones organizadas por el
Estado obrero sobre las tierras del Estado). Igualmente, a penas ha comenzado la
organización de las diferentes formas de cooperación de los pequeños labradores
como tránsito de la pequeña producción agrícola mercantil a la agricultura
comunista. Lo mismo cabe decir de la organización estatal de la distribución de los
productos en sustitución del comercio privado, es decir, en lo que atañe al acopio
y al envío de cereales a las ciudades y de los artículos industriales al campo por el
Estado.
Más abajo daremos los datos estadísticos que poseemos sobre esta cuestión. ( ...
) Los trabajadores han sido liberados de sus opresores y explotadores seculares ,
los terratenientes y capitalistas. Este progreso de la verdadera libertad y de la
verdadera igualdad, progreso que por su grandeza, magnitud y rapidez no tiene
precedente en el mundo, no ha sido tomado en consideración por los partidarios
de la burguesía (incluidos los demócratas pequeño burgueses), los cuales hablan
de la libertad y de la igualdad en el sentido de la democracia burguesa
parlamentaria, proclamándola falsamente ”democracia’’ en general o “democracia
pura” .(Kautsky).
Solamente cabe acelerarlo prestando a los campesinos una ayuda que les permita
mejorar en enorme medida toda la técnica agrícola , transformándola de raíz Para
resolver esta segunda parte de la tarea, la más difícil, el proletariado, después de
haber vencido a la burguesía debe aplicar inalterablemente la siguiente línea
fundamental en su política con respecto a los campesinos: el proletariado debe
distinguir, diferenciar a los campesinos trabajadores de los campesinos
propietarios, al campesino trabajador del campesino mercader, al campesino
laborioso del campesino especulador.
En esta delimitación reside toda la esencia del socialismo. Y no es extraño que los
socialistas de palabras y demócratas pequeño burgueses de hecho (los Martov y
los Chernov, los Kautsky y Cia) No comprenda esta esencia del socialismo.
La delimitación aquí indicada es muy difícil, pues en la vida práctica todos los
rasgos propios del campesino, por variados y contradictorios que sean, forman un
todo único. No obstante, la delimitación es posible, y no sólo posible sino que
emana inevitablemente de las condiciones de la hacienda y de la vida del
campesino. El campesino trabajador ha ido formando durante siglos su odio y su
animosidad contra estos opresores y explotadores, y esta “formación”, producto de
la vida misma, fuerza a los campesinos a buscar la alianza con los obreros contra
el capitalista, contra el especulador, contra el mercader. Pero, al mismo tiempo, la
circunstancias económicas , las circunstancias de la economía mercantil,
convierten de ,modo inevitable al campesino ( no siempre, pero sí en una gran
mayoría de casos) en mercader y especulador.
Los datos estadísticos arriba citados muestran con claridad la diferencia que existe
entre el campesino trabajador y el campesino especulador. Los campesinos que
en 1918-1919 dieron a los obreros hambrientos de las ciudades 40 millones de
puds de grano, a los precios de tasa fijados por el Estado y a través de los
organismos, defectos perfectamente conocidos por el gobierno obrero, pero
irremediables en el primer período de transición al socialismo, estos campesinos
son unos campesinos trabajadores ,unos camaradas de los obreros socialistas
con todos los derechos, sus aliados más seguros, sus hermanos carnales en la
lucha contra el yugo del capital .