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Resumen
El siguiente texto pretende ser un breve ensayo que recorre parte de la trayectoria
emprendida por Karl Marx que lo llevó a comprender la necesidad de establecer un vín‐
culo entre la teoría y la praxis. El texto intenta ser una crítica frente a aquellos que, pre‐
tendiendo defender el marxismo o intentando volver a él, abandonan toda praxis revo‐
lucionaria.
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HIC RHODUS. DOSSIER: A D O S C I E N T O S A Ñ O S D E L NA C I M I E N T O D E K A R L M A R X . N U M E R O 14. A G O S T O DE 2018
Introducción
2018, en un afán por constituir efemérides redondeadas, se convirtió en el año de
diversos aniversarios que traen a colación eventos evocables desde las más diversas
perspectivas políticas. ¿Que se evoca? ¿Que se selecciona de esa historia? ¿Qué objetivo
guarda ese recorte? La tarea interminable del historiador no se debe tanto a la multipli‐
cidad de hechos humanos ocurridos, sino a la multiplicidad de conclusiones que pue‐
den elaborarse. Es claro, esa elaboración esconde intereses de época, de orientación polí‐
tico‐académica pero, sobre todo, de clase.
Cien años de la reforma universitaria, que sacudió al movimiento estudiantil latinoa‐
mericano y abrió el camino, en la disputa política, para desarrollar perspectivas revolu‐
cionarias o (su contraparte) nacionalistas para nuestro continente. Cincuenta años del
mayo francés, y de los eventos ocurridos en 1968, donde se sintetizaron (como en nin‐
gún otro momento) las contradicciones desarrolladas en paralelo por la crisis capitalis‐
ta, la crisis de la burocracia soviética y el intento de las masas por superar esas direccio‐
nes anquilosadas.
También cien años de Brest‐Litovsk, del fin de la primera guerra, la revolución alema‐
na y (causa/consecuencia) del derrumbe del imperio alemán que dio lugar a una tardía
y débil República parlamentaria. Apenas setenta años antes Marx y Engels publicaban
en Londres El Manifiesto del Partido Comunista (del cual se cumplieron nada menos que
170 años en febrero de 2018) el mismo Marx del que este año se conmemoraron 200 años
de su nacimiento.
Marx nace
Karl Heinrich Marx nació el 5 de mayo de 1818 en Tréveris, una antigua ciudad
Renana ubicada cerca de la frontera francesa. Desde 1815 formaba parte de la
Confederación Alemana, una nueva unidad territorial, conformada durante el Congreso
de Viena, con la intención de restablecer el orden político del continente luego de las
guerras napoleónicas.
Por su cercanía con Francia (y debido a los años de ocupación) existía en la región una
fuerte influencia liberal que se correspondía con cierto desarrollo industrial. Sin embar‐
go, y con la formación en germen del proletariado, el liberalismo no adquirió en
Alemania el carácter revolucionario que había mostrado en la revolución francesa for‐
zando a que, el ala más izquierdista de los revolucionarios alemanes terminen inclinán‐
dose al democratismo o, incluso, al socialismo.
La formación de dos clases antagónicas, que toman posición contra la reacción, explica el desarrollo
paralelo del movimiento liberal y de un movimiento democrático y socialista, que se opondrán cada
vez más a medida que se acentúen las luchas de clases. (Cornú, 1965: 25‐26)
Karl contaba, por ambas líneas familiares, con celebres rabinos entre sus antepasados.
Fue Herschel Marx, padre de Karl, quien rompió con esta tradición al convertirse al pro‐
testantismo. Era abogado, y poseedor de algunos viñedos, que permitían a la familia
cierta posición acomodada pero no lujosa. Según diferentes biografías Henriette
Presborck, madre de Karl, era una judeo‐holandesa semi‐analfabeta que valoraba más el
bienestar de su familia y la tranquilidad económica que el estudio. Poco se sabe de la
relación de Karl con su madre, solo que esta le regañaba (incluso en su adultez) por no
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Marx crece
Al promediar los dieciocho años Karl Marx era un joven descontento con su carrera
universitaria, frecuentador de tabernas y un poeta relativamente mediocre. Durante el
verano de 1836, en su regreso a Tréveris, comenzó un romance secreto con Jenny von
Westphalen (una joven de familia noble quien luego sería su esposa), con lo que agregó
a su estado de ánimo las pasiones de un amor no concretado.
Los malos resultados en los exámenes y el descontento con la Universidad de Bonn
culminaron con la ida de Karl a Berlín para continuar allí con sus estudios. Debido a su
crianza, Marx era aún un idealista, influido en parte por Kant y Fichte, así como por las
ideas de la revolución francesa de Voltaire y Rousseau (Gemkow, 1975: 24). No obstan‐
te, en Berlín, se aproximaría más a la doctrina de Hegel y a un ámbito educativo más
serio.
Berlín ofrecía, por lo demás, un medio mucho más favorable que Bonn para los estudios. Los estu‐
diantes llevaban allí una vida menos disipada que en otras ciudades, y su universidad había reuni‐
do allí los más célebres maestros.
En esa época, la Universidad de Berlín era el centro del hegelianismo, y esa doctrina, que presenta‐
ba el singular encanto de reducir el desarrollo de lo real al de la idea, y de permitir así al hombre
participar de alguna manera en la creación del mundo y regular la evolución del mismo, ejercía en
todos los campos una influencia muy grande. Todas las ciencias se inspiraban en las concepciones y
en el método hegeliano, se disputaba el favor de recibir una parte de sus luces, y todo parecía en el
hegelianismo tan verdadero, tan racional, que en apariencia desafiaba el tiempo. (Cornú, 1965: 69)
Marx, sin duda, fue afectado por la filosofía de Hegel (por ser esta la orientación filo‐
sófica más general de todos los que se formaron en la Universidad de Berlín en aquel
tiempo). Pero otras dos influencias concluyeron por ser más determinantes. En una
estrategia por combinar su pasión por la filosofía, pero sin dejar de lado el estudio del
derecho (quizá por no defraudar a su padre) hacia 1837 Marx orientó sus estudios a la
filosofía del derecho combinando las enseñanzas de dos de sus profesores, Eduard
Gans1 y Friedrich Savigny2. A pesar del claro enfrentamiento político existente entre
ellos, Marx pudo sintetizar valiosas enseñanzas de ambos.
[Gans] consideraba fundamental el problema social y, aun antes de haberse iniciado realmente la
lucha política, preveía que ésta sería relegada a un segundo plano por la lucha social. No ocultaba
sus simpatías por la clase obrera, entonces atrozmente explotada, carente de toda ley social y de toda
organización sindical… (Cornú, 1965: 75)
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La influencia de Savigny, que se hizo sentir sobre él junto con la de Gans, tampoco fue despreciable,
por lo menos desde el punto de vista metodológico, y la enseñanza de este maestro, se esforzaba por
extraer una doctrina del estudio minucioso de los hechos y de los textos, no habría de ser para él una
enseñanza inútil. (Cornú, 1965: 76)
Gans, influido a su vez por los saintsimonianos, se inclinaba en sus clases por remar‐
car los conflictos sociales y las paupérrimas condiciones de vida a la que era sometida
la clase obrera. Savigny, a pesar de su conservadurismo, se comportaba como un cate‐
drático serio, brindando suma importancia el estudio de los hechos históricos concretos.
Los hechos que atravesaron los debates de esta intelligentisia fueron los ocurridos duran‐
te revolución francesa. Lo mismo ocurrió (antes) con Kant y Hegel, pero mientras el pri‐
mero elaboró el grueso de su teoría previo a la revolución;
Lo contrario sucedía con respecto a Hegel. Había atravesado la época de los trastornos económicos
de fines del siglo XVIII y comienzos del XIX y se empeñó en explicar al mundo tal cual deviene.
Nada permanece inmóvil. Su idea absoluta, su razón, solo vive y se manifiesta en un proceso conti‐
nuo. (Riazanov, 1971: 55)
Marx encontraba en estos una base sólida que estructurará su pensamiento y lo vin‐
culará a ciertos grupos con las mismas problemáticas.
En una carta escrita a su padre, en noviembre de 1837, Marx decide romper con el ide‐
alismo en el que se había formado. Había llegado, según sus propias palabras, a “un
punto límite” y explicaba su nueva definición en torno a la filosofía diciendo “sin filo‐
sofía no hay nada que hacer.” Marx comenzaba un proceso de ruptura con la tradición
idealista de sus años de juventud y, en parte también, rompía con su amado padre.
Marx se reproduce
Entre 1837 y 1842‐43 Marx se vinculó a un grupo de intelectuales conocidos como
Junghegelianer. Este grupo, según Lenin “…se esforzaba por extraer de la filosofía de
Hegel conclusiones ateas y revolucionarias” (Lenin, 2000) Iniciados con la crítica de
David Strauss en su libro “La vida de Jesús” de 1835, el interés del grupo radicaba en
mostrar que la religión era un producto histórico, por lo que (contrariamente a la impor‐
tancia que Hegel le daba al Luteranismo como religión oficial) el nuevo Estado debía ser
menos religioso y más racional.
Por un lado, quedaba claro en estas premisas el impacto de la revolución francesa.
Pero por otro, también se iba clarificando el carácter conservador del Estado y de la bur‐
guesía alemana. La llegada al gobierno de Federico Guillermo IV, en 1840, generó espe‐
ranzas de cambios liberales. Pero contrariamente a lo esperado el nuevo Rey de Prusia
censuró la prensa liberal, prohibió en las universidades a los profesores críticos (como a
Bruno Bauer en 1842) y se opuso a ciertas reformas constitucionales progresistas.
Por efecto del incesante crecimiento de la reacción, que con Federico Guillermo IV adoptó una forma
pietista y romántica, los Jóvenes Hegelianos entraron en pugna cada vez más abierta con el Estado
prusiano.
El espíritu agresivo de estos jóvenes reflejaba el robustecimiento de la oposición de la burguesía, que
reclamaba cada vez con más vigor reformas políticas, en especial la libertad de prensa y un régimen
constitucional. (Cornú, 1965: 173)
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Las discusiones pasaron del estudio de la religión, al de la política; del análisis crítico
de los textos de Hegel, a una crítica revolucionaria; del plano del debate, al plano de la
acción. Esos mismos debates fueron los que hicieron estallar al grupo de los Jóvenes
Hegelianos llevando a sus miembros al retiro (como el caso de Bauer) al individualismo,
al materialismo o, incluso, a una vuelta al idealismo.
Hacía 1842, ya trasladado a Colonia para trabajar en la Gaceta Renana, Marx había
radicalizado lo suficiente sus puntos de vista como para considerar que el Estado no era
el representante de los intereses generales ni mucho menos la forma más elevada de la
humanidad. No implicó esto una ruptura con el hegelianismo sino, como recordaría
años más tarde en El Capital3, una antítesis de sus postulados.
Mi método dialéctico no sólo difiere del de Hegel, en cuanto a sus fundamentos, sino que es su antí‐
tesis directa. Para Hegel el proceso del pensar, al que convierte incluso, bajo el nombre de idea, en
un sujeto autónomo, es el demiurgo de lo real; lo real no es más que su manifestación externa. Para
mí, a la inversa, lo ideal no es sino lo material traspuesto y traducido en la mente humana. (…) La
mistificación que sufre la dialéctica en manos de Hegel, en modo alguno obsta para que haya sido el
quien, por primera vez, expuso de manera amplia y consciente las formas generales del movimien‐
to de aquélla. En él la dialéctica está puesta al revés. Es necesario darla vuelta, para descubrir así el
núcleo racional que se oculta bajo la envoltura mística. (Marx, 1988: 19‐20)
Ya los primeros números fueron a caer en el más decidido comunismo, esto es, en la tendencia de
una secta que en Francia está muy delimitada y apenas goza del apoyo de los grandes talentos, mien‐
tras que en Alemania constituye un fenómeno apenas motivado y apoyado a lo sumo por una redu‐
cida propaganda de obreros. (Enzensberger, 1999: 30)
Al promediar los veintiséis años Karl Marx era un joven que había alcanzado una
madurez suficiente gracias al estudio serio, el debate en círculos políticos, y el impacto
causado por la realidad social. Los límites, en la posibilidad de transformar esa realidad,
que encontró al interior del grupo de intelectuales, así como el fracaso de la expectativa
reformista para Alemania, la persecución y el exilio, terminó de inclinarlo hacia el comu‐
nismo como doctrina y a la búsqueda del apoyo de la clase obrera como base social
transformadora.
La importancia de resaltar estos años radica en que fue aquí cuando Marx alcanzó a
expresar los dos elementos más descomunales de su vida4.
Por un lado, la necesidad imperiosa de unificar la teoría con la praxis. La misma que‐
daría expresada en una crítica escrita en 1845 contra Ludwin Feuerbach5, uno de sus vie‐
jos compañeros de la Junghegelianer. Allí expresa su ruptura definitiva con el “antiguo
materialismo” realiza una perfecta mixtura entre los problemas teóricos y prácticos y
da, como conclusión, una guía de acción.
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Por otro lado, expresó la idea de que las tareas por realizarse no podían venir de la
mano de un sector minoritario y aislado, sino que dependían de la lucha de la clase
obrera por su emancipación. Esta era su tarea histórica y, a la vez, la tarea de toda la
humanidad. La dicotomía dialéctica expresada en El manifiesto del Partido Comunista “La
historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es la historia de las
luchas de clases” expresa en parte esta idea, y el famoso cierre del manuscrito
“¡Proletarios de todos los países, uníos!” marca también un programa de acción.
El filósofo español Ciro Mesa, en un trabajo de 2004, afirma que el primer concepto
marxiano (de la década de 1840) de la historia, no está referido al componente científi‐
co (que se aplicará luego) sino al concepto de subversión.
Por más que en nuestra época se haya llegado a asumir generalmente, también por el pensamiento
más conservador, que el interés práctico es inherente al concepto de historia y al conocimiento his‐
tórico, desde nuestro horizonte actual resulta endemoniadamente complicado comprender que una
concepción de la historia puede entenderse a sí misma como una parte de la transformación revolu‐
cionaria del mundo. La dificultad ante la que nos encontramos tal vez resida en el hecho del bloqueo
actual de la posibilidad de una praxis que pudiera transformar lo existente. Sin embargo, la inmi‐
nencia de esta posibilidad, algo tan alejado de nuestras expectativas, es precisamente lo que anima
y mueve los textos de Marx y Engels de esa época. (Mesa, 2004: 30)
Marx muere
Karl Marx murió el 14 de marzo de 1883. Al parecer solo nueve personas asistieron a
su funeral en el cementerio londinense de Highgate. En el discurso que leyó frente a su
tumba, Engels subrayó los dos grandes descubrimientos hechos por su amigo; “la ley
del desarrollo de la historia humana” y “la ley específica que mueve el actual modo de
producción capitalista”. Esas eran apenas algunas de las tareas que había desarrollado
Marx a lo largo de su vida. Pero lo más interesante del discurso de Engels consta en el
señalamiento de que todo lo había hecho como producto de su voluntad revolucionaria.
Tal era el hombre de ciencia. Pero esto no era, ni con mucho, la mitad del hombre. Para Marx, la cien‐
cia era una fuerza histórica motriz, una fuerza revolucionaria. Por puro que fuese el gozo que pudie‐
ra depararle un nuevo descubrimiento hecho en cualquier ciencia teórica y cuya aplicación práctica
tal vez no podía preverse en modo alguno, era muy otro el goce que experimentaba cuando se tra‐
taba de un descubrimiento que ejercía inmediatamente una influencia revolucionadora en la indus‐
tria y en el desarrollo histórico en general. Por eso seguía al detalle la marcha de los descubrimien‐
tos realizados en el campo de la electricidad, hasta los de Marcel Deprez en los últimos tiempos.
Pues Marx era, ante todo, un revolucionario. Cooperar, de este o del otro modo, al derrocamiento de
la sociedad capitalista y de las instituciones políticas creadas por ella, contribuir a la emancipación
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del proletariado moderno, a quién él había infundido por primera vez la conciencia de su propia
situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su emancipación. (Engels, 1999)
Según el propio Engels “tal era la verdadera misión de su vida”, por lo cual a conti‐
nuación subrayó lo que consideró la obra más determinante en la vida de Marx, aque‐
lla de la cual podría estar verdaderamente orgulloso aunque no hubiera hecho ninguna
otra cosa, la creación de la Asociación Internacional de Trabajadores.
Las largas horas de estudio, incluyendo la realización inconclusa de El Capital como
su obra culmine, no lo detuvieron en su intervención política, de hecho, formaba parte
de ella. La acción militante transformadora uniendo la teoría y la praxis le dio a su plan‐
teo político una escala universal.
Marx resucita
Poco tiempo debió pasar para que el marxismo fuera “revisado”. Fue la socialdemo‐
cracia alemana que, luego de la recuperación económica del capitalismo hacia fines del
siglo XIX y de cierto crecimiento en la intervención obrera en sindicatos y parlamentos,
consideraron caducas dos de los aportes que Engels había resaltado frente a la tumba de
Marx; “la ley específica que mueve el actual modo de producción capitalista”, al descon‐
fiar (producto de la reciente recomposición económica) de la ley de la caída tendencial
de la tasa de ganancia; y en el “derrocamiento de la sociedad capitalista y de las institu‐
ciones políticas creadas por ella” al poner ahora su confianza en el parlamento burgués
y a los sindicatos como organismos de cambio paulatino hacia el socialismo.
Esta revisión abrió todo un debate al interior de la recientemente formada Segunda
Internacional, quebrando los partidos socialdemócratas europeos en alas revoluciona‐
rias y alas reformistas. Sin embargo será el ala revolucionaria del Partido Obrero
Socialdemócrata de Rusia el que, luego de una escisión en su segundo congreso de 1903,
rescataría al marxismo del revisionismo reinante.
El bolchevismo (hasta ese momento una fracción del POSDR) en la figura de Lenin,
desarrolló primero un programa que mostraba la necesidad de un partido independien‐
te, de la clase obrera, y con una forma de centralismo democrático para su funciona‐
miento. Fue el ¿Qué hacer? de 1902. Luego logró interpretar la recuperación económica
del capitalismo de fin de siglo XIX y principios del XX mostrando un cambio en la etapa
de desarrollo capitalista, sin negar la ley del valor ni la caída tendencial de la tasa de
ganancia, fue con Imperialismo, fase superior del capitalismo (McDonough, 1997). En ello
radicó uno de los principales valores de Lenin, recuperó al marxismo frente a sus detrac‐
tores utilizando el “método” de Marx (sin copiarlo esquemáticamente), y llevándolo
como nadie a la praxis revolucionaria.
Los hechos posteriores a la revolución rusa derivaron en un acelerado proceso de
burocratización. La acción asesina del stalinismo (y toda la secuela burocrática posterior
a 1953) se convirtió para los críticos de la revolución en el ariete contra el bolchevismo.
Es abundante la literatura que intentó “resucitar” a Marx para oponerse a la más gran‐
de expresión revolucionaria de la historia. No alcanzó, para contradecirlos, con los seña‐
lamientos hechos por Trotsky en su debate contra Willi Schlamm. Allí, Trotsky afirma‐
ba que el bolchevismo había resultado en la expresión más grandiosa del marxismo, uti‐
lizando el método de Marx, interpretó el desarrollo histórico en forma dialéctica, enten‐
diendo el hecho que, incluso los procesos históricos superadores contienen, en su seno,
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Conclusión
Trotsky dijo una vez que “…en cada pequeño burgués exasperado hay una partícula
de Hitler” pero omitió decir que en cada joven enamorado (o enamorade), disconforme
con su carrera, idealista (no convencido) y revolucionario, existe una partícula de Marx.
Negar esto es endiosarlo, es suponer que (más allá de sus características personales y
contextuales) cada una de las personas de este mundo no contiene en sí mismo la poten‐
cialidad de realizar grandes cosas.
Quienes plantean volver a Marx, lo hacen por miedo al bolchevismo o simplemente
por pereza. Organizar, acampar frente a una fábrica en apoyo a huelguistas, debatir y
disputar direcciones políticas (al interior de un partido o incluso del Estado) es muy
difícil… Por lo que se tiene que buscar la forma de demostrar que Marx es solo un filó‐
sofo genial, un teórico (porque estudiaba mucho) o, simplemente divinizarlo a él y su
teoría como algo inalcanzable.
Todos pueden ser Marx (aunque ya no es necesario que nadie lo sea), si se puede estu‐
diar conscientemente, interpretar la realidad aplicando un método y actuar para trans‐
formar el mundo colocándose, siempre, del lado de los explotados.
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Notas
1 Eduard Gans (1797‐1839) fue jurista alemán, liberal, enfrentado al gobierno prusiano, por cuyo motivo su
obra Vorlesungen über die Geschichte der letzten fünfzig Jahre fue censurada. Fue profesor de derecho en Berlín, donde
murió, curiosamente, el día que Karl Marx cumplió veintiún años.
2 Friedrich Karl von Savigny (1779‐1861) jurista alemán, catedrático de derecho romano en la Universidad de
Berlín hasta 1842. Fundó la escuela histórica del derecho, en oposición al racionalismo ilustrado, demostrando que
la teoría del derecho no puede separarse de la práctica del mismo.
3 La cita es del epílogo a la segunda edición alemana.
4 “Desde 1844‐1845, años en que se formaron sus concepciones, Marx fue materialista y, especialmente, parti‐
dario de Ludwig Feuerbach, cuyos puntos débiles vio, más tarde, en la insuficiente consecuencia y amplitud de
su materialismo. Para Marx, la significación histórica universal de Feuerbach, que “hizo época”, residía precisa‐
mente en el hecho de haber roto en forma resuelta con el idealismo de Hegel y proclamado el materialismo…”
(Lenin, 2000).
5 Nos referimos a las Tesis sobre Feuerbach, publicadas póstumamente por F. Engels en 1888.
Bibliografía
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https://www.marxists.org/espanol/m‐e/1880s/83‐tumba.htm
Enzensberger, Hans (1999) Conversaciones con Marx y Engels. Barcelona: Anagrama.
Gemkow, Heinrich (1975) Carlos Marx. Biografía completa. Buenos Aires: Ed. Cartago.
Lenin, Vladimir (2000) [1915] Carlos Marx. Breve esbozo biográfico, con una exposición del marxismo. Recuperado el
1 de agosto de 2018 de https://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/carlos_marx/carlosmarx.htm
Marx, Karl (1888) [1845] Tesis sobre Feuerbach. Recuperado el 1 de agosto de 2018 de
https://www.marxists.org/espanol/m‐e/1840s/45‐feuer.htm
Marx, Karl (1988) El capital. México: Siglo XXI.
Marx, Karl (1999) El manifiesto del Partido Comunista. Barcelona: Edicomunicacion.
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del Sur, Mayo.
Mesa, Ciro (2004) Emancipación frustrada. Sobre el concepto de historia en Marx. Madrid: Biblioteca Nueva.
Riazanov, Dimitri (1971) Marx y Engels. Santiago de Chile: Quimantu.
Trotsky, León (1975) Bolchevismo y stalinismo. Buenos Aires: El Yunque.
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F E R NA N D O R A M Í R E Z . E S C O N D E R L A AU S E N C I A . RESEÑA CRITICA AL EVENTO “M A R X NA C E ” E N BU E N O S A I R E S
Esconder la ausencia.
Reseña critica al evento
“Marx nace” en Buenos Aires
Fernando Ramírez
Universidad de Buenos Aires
fercesar28@hotmail.com
Resumen
Análisis critico en torno al evento “Marx Nace” realizado en el Teatro Cervantes de la
Ciudad de Buenos Aires con ocasión del 200 aniversario del nacimiento de Karl Marx.
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“Marx Nace” es el nombre de la jornada organizada por el Cervantes y el Goethe‐Institut, con apoyo
de la Fundación Rosa Luxemburgo y curaduría de Fernando de Leonardis y Carla Imbrogno. No es
un congreso sobre marxismo; tampoco un ciclo de espectáculos. Desde pasadas las 10 y hasta las 23,
hay lecturas comentadas de escritos del autor, performances de sus textos de ficción, diálogos, filo‐
sofía, música y proyecciones. (Yaccar, 2018).
La actividad contó, entonces, con todas las características de una verdadera “indus‐
tria cultural” donde se mezclaron “ofertas” tales como remeras, postales y libros de las
más diversas extracciones temáticas sobre Marx, junto a un variopinto grupo de pane‐
listas invitados. Se destacaba en el ambiente, sobre todo, “el espíritu pluralista” que rei‐
naba en las salas dando muestra de independencia de criterios a la hora de exponer
ideas. De acuerdo a las declaraciones del director del propio teatro;
Yo puedo decir que coincido en uno por ciento con las decisiones del gobierno‐ dijo a Infobae
Alejandro Tantián, director del Teatro Cervantes y quien sostiene una programación de elevadísima
calidad dramatúrgica‐ pero también debo decir que no hubo nunca ningún reproche ni consejos por
parte del gobierno para la programación de nuestras obras en el teatro. La autarquía del Cervantes
ha sido siempre respetada y lo digo como funcionario que soy. (Rojas, 2018)
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F E R NA N D O R A M Í R E Z . E S C O N D E R L A AU S E N C I A . RESEÑA CRITICA AL EVENTO “M A R X NA C E ” E N BU E N O S A I R E S
de los intelectuales del gobierno anterior que se sumó inmediatamente a la campaña que
pedía “ceder la palabra” del ministro de cultura de la Nación, Hernán Lombardi, ni bien
alcanzado el gobierno luego de las elecciones de 2015.
Poco se puede agregar a la invitación extendida a personajes como Juan José Sebreli,
quien revistó en su juventud en las filas de “la izquierda intelectual” y hace años profe‐
sa una orientación derechista hoy afín al gobierno de Mauricio Macri; o como Vicente
Palermo, integrante del Club Político Argentino, usina de intelectuales y propagandis‐
tas de las políticas del gobierno nacional a la hora de justificar el ajuste, la represión poli‐
cial y los presos políticos, tal cual lo probaron en varias de sus intervenciones por diver‐
sos medios gráficos y televisivos.
Lo único claro en este combo de personajes fue la invisibilización de quienes luchan
día a día entre las filas de los trabajadores desde el campo del marxismo. Se dejó de lado
para ello una de las principales sentencias, justamente, de Marx: “Los
filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo
que se trata es de transformarlo” (Marx, 1888).
Operación Tarcus
La mesa conformada por el historiador Horacio Tarcus, de larga trayectoria en rese‐
ñas y estudios de bibliografía marxista y director del Centro de Documentación e
Investigación de la Cultura de Izquierdas (CEDINCI), estuvo conformada además por
el sociólogo Emilio De Ipola y la doctora en Ciencias Sociales (abocada a los estudios de
género) Laura Fernández Cordero. Tuvo como principal eje marcar “modos de lectura
críticos”, “por fuera de las tradiciones ortodoxas” del marxismo donde se destacó la
exposición de Horacio Tarcus eminentemente representativa de esta orientación. Tarcus
llevó las palmas en una operación de “desmarxistizar” a Marx so pretexto permanente
de no petrificarlo en los “dogmas” o no retener “ningún guardián de la verdad” a la
hora de ensayar “lecturas e interpretaciones”. Su prédica puede resumirse en un Marx
profundamente light, impotente e inofensivo para cualquier proyecto revolucionario. La
obsesión crítica de Tarcus se colocó en una línea vieja y repetida, la del izquierdismo que
abjura de la construcción partidaria. Su afirmación textual fue, frente a estas críticas, que
“Marx no era un hombre de partido”. Sumado esto a que Marx y Engels habrían tenido
“autonomía” en la Liga de los Justos y de “grupos existentes de la época”. Debe ser
entonces que el título Manifiesto del Partido Comunista lo que para Tarcus representó
poco menos que una ornamenta en la perspectiva de Marx. Tarcus hizo pasar gato por
liebre cuando elevó y superpuso las experiencias particulares de Marx y Engels con sus
proyecciones políticas a partir de la dictadura del proletariado, la centralidad de la lucha
de clases y la necesidad de que el proletariado tome el poder para la transformación his‐
tórica hacia una sociedad sin clases y sin explotadores ni explotados. El otro punto con‐
tra el que Tarcus arremetió fue la herencia del leninismo, un parche que tanto intelec‐
tual presuntamente anti dogmático que sueña con la “reformulación del marxismo”, no
deja de batir hace décadas sin explicar mejor donde demonios colocarían el legado leni‐
nista además de bibliotecas y las formas de “iconos superados” más allá de los recono‐
cimientos “políticamente correctos” acerca de quien dirigió “la revolución que cambio
la historia del siglo veinte” al decir del propio Tarcus. Si Tarcus intentó rescatar a Marx
de la ortodoxia, para ello no tuvo reparos en hacer con Lenin un entierro necesario. La
diatriba continuo de forma más local al burlarse de Infobae (por una primera nota que
este medio publicó con ácidas críticas a la jornada como lo hizo), fue fácil para reivindi‐
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car la expresión del “pluralismo” sin hacer del teatro “un aparato ideológico del Estado”
preso del macrismo, según respondió Tarcus a quienes por derecha y por izquierda
cuestionaron el evento. Pero la ideología del anti partido y el anti leninismo prenden en
cualquier aparato si encuentra el método para hacerlo. Tarcus tuvo la habilidad de pre‐
sentar su recorrido en historiografía marxista enumerando una lista eterna de autores
marxistas pero optando por una selección que lo descubre: como lo insinuara a las cla‐
ras, el diálogo con Derrida, como ya aludiera en otras intervenciones, le interesó más
que con Lenin y no hubo falta de posición en eso: el último debe tener un sepelio digno
mientras que el primero tiene que revivir una y otra vez.
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F E R NA N D O R A M Í R E Z . E S C O N D E R L A AU S E N C I A . RESEÑA CRITICA AL EVENTO “M A R X NA C E ” E N BU E N O S A I R E S
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mana. Recuperado el 15 de mayo de 2018. https://www.marxists.org/espanol/m‐e/1840s/45‐feuer.htm
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Yaccar, María (2018) “Acciones para eludir el mito” Recuperado de Página/12, 7 de abril de 2018.
https://www.pagina12.com.ar/106636‐acciones‐para‐eludir‐el‐mito
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Oposiciones, metáforas y
paradojas del concepto de
historia en los primeros
escritos del joven Marx
(1842-1848)
Eugenia Fraga
Fac. de Ciencias Sociales, IIGG, UBA
euge.fraga@hotmail.com
Resumen
En el presente trabajo indagaremos en las diferentes definiciones del concepto de his‐
toria dadas por Karl Marx en varios de sus escritos principales del llamado período de
juventud de su obra: La gaceta renana, Los anales franco‐alemanes y Los manuscritos econó‐
mico‐filosóficos. En todos los casos, delinearemos distintos tipos de conceptualizaciones
y metáforas utilizadas, así como las mutaciones operadas entre los distintos textos y las
paradojas que emergen entre ellos.
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Introducción
Como hemos afirmado en otro trabajo (Fraga, 2017) en el que nos abocamos al análi‐
sis de los textos de la segunda parte de su llamado período de juventud (1845‐1848),
resulta innegable que la historia constituye un problema relevante en la obra de Marx
(Aguirre Rojas, 1986; Blanchette, 1983; Chaui, 2006; Cohen, 1979; Domarchi, 1972;
Hobsbawm, 1984; Rader, 1979; Shaw, 1978). Como mostramos allí, emergen todo a lo
largo de su obra temprana nociones como las de “historia universal” (Marx, 1982a: 215),
“desarrollo histórico” (1982e: 456), “némesis histórica” (1982g: 559), “relato histórico”,
“reminiscencias históricas” (p. 610), “acciones históricas” (1978: 91), “historia empírica”
(p. 95), “espíritu de la historia”, “fabricación de la historia” (p. 96), “meta de la historia”
(p. 106), “historia profana” (p. 143), “concepción de la historia”, “fuerza propulsora de
la historia” (1985: 22), “fases históricas” (p. 38), “base real de la historia”, “protohistóri‐
co”, “historicidad” (p. 41), “fuerza motriz de la historia”, “filosofía de la historia”, “his‐
toriografía”, “historia real”, “proceso histórico” (p. 42), “épocas de la historia” (p. 43),
“inicios de la historia” (p. 61), “premisa histórica” (p. 62) o “papel histórico” (p. 68).
Ahora bien, es de suponer que toda esta familia de palabras se apoya en alguna defi‐
nición singular del concepto de historia. Dado que la obra del autor es muy extensa, en
este trabajo nos concentraremos en rastrear la conceptualización que Marx hace de la
historia, muy específicamente, en la primera parte de su denominado “período de
juventud”, es decir, en los textos que van desde 1842 hasta 1844 (en el trabajo ya men‐
cionado nos hemos dedicado, en cambio, al estudio de La sagrada familia y La ideología
alemana). Dividiremos el escrito en tres etapas, cada una correspondiente a una publica‐
ción clave: la Gaceta renana, los Anales franco‐alemanes, y los Manuscritos económico‐filosó‐
ficos.
El abordaje propuesto para responder a nuestro interrogante se enmarca una vez más
en la perspectiva de la historia conceptual. Nos hacemos eco de Koselleck cuando pos‐
tula que “una palabra se transforma en concepto cuando la plenitud de un contexto polí‐
tico‐social de significación y experiencia, en el cual y para el cual se usa la palabra, ingre‐
sa totalmente en la palabra” (1974, p. 21). Consideramos que “historia” no es únicamen‐
te una palabra, sino que, en el contexto de la obra temprana de Marx, ésta constituye un
concepto en sentido fuerte. Esto tiene que ver con que, por la relevancia otorgada al pro‐
blema de la historia en su teoría, lo que en principio podría ser un mero vocablo logra
condensar la experiencia de la que es contemporáneo, es decir, se convierte en un
“soporte semántico” con un contenido sociopolítico. En un concepto, explica el autor,
pueden medirse el “espacio de experiencias” y el “horizonte de expectativas” de una
época dada, a partir del rastreo del conjunto de definiciones otorgadas al mismo en ella.
De hecho, Koselleck mismo presenta el ejemplo de la concepción moderna de la histo‐
ria como dando forma a un concepto propiamente dicho. Por otro lado, el trabajo se
enmarca también en la perspectiva afín de la “metaforología”, especialmente en la
variante delineada por Hans Blumenberg (2014). El análisis de las metáforas asociadas
a los conceptos es esencial puesto que permite poner de relieve que muchas veces en la
teoría social las “definiciones” no alcanzan, por lo que se precisan ciertas “imágenes”
para expresar unas “ideas” complejas y cargadas, especialmente en tanto asociadas a
representaciones del pasado, del presente y del futuro. En las conclusiones del trabajo
profundizaremos en los conceptos y metáforas utilizados por Marx en la primera parte
de su obra de juventud.
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otras palabras, la filosofía es la toma de conciencia, por parte del espíritu del tiempo, del
devenir histórico (Marx, 1982b: 230‐231). Como vemos, aquí Marx presenta una impron‐
ta hegeliana aún muy fuerte3. Nuevamente, aquí la historia está puesta del lado factual,
y la filosofía sería su racionalización.
En El manifiesto de la Escuela Histórica del Derecho, a su vez, la referencia a la historia es
doble. En un primer momento, el autor distingue entre el tono filosófico de los france‐
ses, y el tono histórico de los alemanes (Marx, 1982c: 241). Aquí Marx está criticando el
“servilismo” de los alemanes, su tradicionalismo, frente al “liberalismo” de los france‐
ses, frente a su modernidad. Como puede apreciarse, aquí la historia vuelve a ser sinó‐
nimo de pasado y tradición. Sin embargo, en un segundo momento, la perspectiva cam‐
bia. El autor habla de su escrito en tanto “juicio histórico”, y lo opone a las “quimeras
históricas”, los “vagos sueños sentimentales” y las “ficciones” (p. 243). Emerge aquí de
nuevo aquella cuarta oposición entre razón histórica / opinión. Es de notar sin embargo
que también las quimeras pueden ser históricas, pero esto tiene que ver con que se apo‐
yan en un pasado imaginario y buscan perpetuar la tradición.
Finalmente, en Debates sobre la ley castigando los robos de leña, Marx habla de la “dure‐
za indiscriminada en el castigo” a los robos por parte de los campesinos, como constitu‐
yendo “un hecho tanto histórico como racional”(Marx, 1982d: 251). El asunto comienza
a complejizarse, porque si bien sigue apareciendo la dualidad entre hechos y razones, o
empíria y teoría para decirlo en términos más filosóficos, vemos ahora con claridad que
ambas instancias tienen su dosis de verdad, de realidad, de efectividad, incluso de
razón. En este sentido es que cabe hablar de una razón de la historia, de una racionali‐
dad en su despliegue4.
Desde el momento en que el judío y el cristiano aceptan que sus respectivas religiones no son ya más
que dos fases diferentes de desarrollo del espíritu humano, dos diferentes pieles de serpiente de la
muda de la historia, los hombres, las serpientes que han mudado de piel, no se enfrentarán ya en un
plano religioso, sino solamente en un plano crítico, científico, en un plano humano. (Marx, 1982e:
464‐465)
Las diferentes religiones aparecen aquí en una suerte de continuum histórico: el cris‐
tianismo sería la superación del judaísmo, en la misma medida en que el ateísmo es la
superación del cristianismo. Esa serie de fases históricas, a su vez, no es sino el paso de
una comunidad mediada por la religión, a una comunidad plenamente humana. El vec‐
tor de la historia, esta vez, se orienta desde la religión hacia la ciencia, es decir que el
desarrollo histórico tiene un sentido crítico. Pero además, se utiliza la figura de la ser‐
piente que muda de piel para graficar el cambio histórico: la serpiente ya contiene en
potencia todas sus pieles, pero las más superficiales van cayendo una tras otra, dejando
ver cada vez más la verdadera esencia de la serpiente. Así como anteriormente la histo‐
ria se oponía a la censura, aquí se la opone a la religión, al tiempo que se la iguala a la
ciencia, a la crítica y al humanismo5.
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Marx plantea que, “al cabo de tantos siglos de historia devorada por la superstición”
al fin se logrará que “la superstición sea devorada por la historia” (Marx, 1982e: 468). En
cada caso, la historia es utilizada de forma diferente. Que la historia haya sido devora‐
da por la superstición implica que, en el pasado, la hegemonía la retenía la religión en
la disquisición de los asuntos humanos. Pero que la superstición sea devorada por la his‐
toria implica que el pasado religioso será inevitablemente rebasado por el despliegue de
la historia, con toda su fuerza y su razón. Si por un lado la historia es el pasado, por otro
es la imposición del futuro. En una tercera referencia, por su parte, la historia es enten‐
dida no ya como rémora del pasado sino como motor racional de su propio despliegue.
Así, al afirmar que “el judaísmo no se ha conservado a pesar de la historia, sino gracias
a ella” (p. 487), el autor deja clara la indisociabilidad entre el judaísmo y el capitalismo.
El judaísmo, aunque debe ser superado, fue tan indispensable para el desarrollo histó‐
rico como el capitalismo, al cual también hay que dejar atrás. Es que la historia no es una
realidad efectiva, siempre ya realizada y plena, sino una realidad en perpetuo devenir,
así como en constante autoperfeccionamiento y de autoconcientización progresiva.
En otro artículo de los Anales, titulado En torno a la crítica de la filosofía del derecho de
Hegel, el problema de la historia cobra una relevancia singular. Veamos el nuevo acerca‐
miento al concepto delineado por Marx:
La misión de la historia consiste, según esto, en descubrir la verdad más acá, una vez que se ha hecho
desaparecer al más allá de la verdad. Y, ante todo, la misión de la filosofía, puesta al servicio de la
historia, después de desenmascarar la forma de la santidad de la autoenajenación del hombre, está
en desenmascarar la autoenajenación bajo sus formas profanas. (Marx, 1982f: 492)
Lo primero que hay que destacar es que la historia es una entidad con una misión. Y
como ya hemos visto, esa misión está asociada a la verdad positiva de la ciencia y la
libertad, en contraposición a la quimera imaginativa de la religión, la tradición y la
represión. Pero además, la historia tiene una servidora: la filosofía es la encargada del
desenmascaramiento de las verdades de la historia de detrás de los velos enajenantes
divinos y seculares. La historia no es inmediatamente transparente, sino que se encuen‐
tra oculta por la objetivación y el ulterior extrañamiento de su propio devenir. Pero es
también su propio devenir el que sacará su verdad a la luz.
Acto seguido, Marx describe la peculiar situación alemana en el seno del “firmamen‐
to histórico”. Los alemanes “han compartido las restauraciones de la historia moderna
sin haber tomado parte en sus revoluciones”. En la historia como devenir, ocurren tanto
revoluciones como restauraciones, es decir que la historia no es lineal sino que parece
avanzar y retroceder sin solución de continuidad6. A su vez, la historia puede subdivi‐
dirse en etapas, una de las cuales ‐la más reciente‐ es la modernidad. Por otro lado, Marx
afirma que la singularidad de la historia alemana ‐nuevamente una historia nacional‐ es
que su filosofía parece ir en contra de la historia, en tanto esta última supone “un látigo
tradicional, histórico”, una escuela que se autofundamenta en “sus títulos históricos”,
en sus “títulos cristiano‐germánicos”, una “escuela a la que la historia sólo le muestra
su a posteriori“ (Marx, 1982f: 492‐493). Vuelve a aparecer aquí la paradoja de que la his‐
toria es a la vez pasado y futuro, es a la vez tradicional y moderna. Si por un lado la his‐
toria alemana es la de su legado religioso y étnico, por otro lado la historia universal
busca imponerle su verdad, lo cual sólo puede hacer a posteriori, porque la historia ale‐
mana va rezagada respecto de la historia universal. Vemos surgir entonces una quinta
oposición: historia local / historia universal.
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Pero además de dirigir una crítica a la filosofía alemana, el autor dirige una crítica a
las posiciones más liberales que, sin embargo, van a buscar el fundamento de la libertad
“más allá de nuestra historia, a las selvas vírgenes teutónicas”. Marx se refiere aquí a las
posturas primitivistas, que creen posible hacer retroceder a la historia. Por ello se pre‐
gunta, en ese caso, “¿cómo distinguir nuestra historia de la libertad de la historia de la
libertad del jabalí?” (p. 493). En una primera lectura, pareciera que no sólo los hombres
tienen historia y libertad, sino que éstas podrían encontrarse también en el reino animal.
Sin embargo, esta postura es precisamente la que el autor está criticando: el pasado del
hombre se confunde de tal modo con el de los animales, que es necesario operar una dis‐
tinción clara entre unos y otros. Y dicha distinción viene dada, justamente, por la pose‐
sión ‐o deberíamos decir, por la construcción‐ de la historia y de la libertad. Toma forma
aquí una sexta oposición entre animalidad e historia. La historia, como vemos, es lo emi‐
nentemente humano.
Surge entonces una nueva complejización: la historia no necesariamente se equivale a
la realidad, pues, como afirma Marx, las “realidades alemanas” se hallan “por debajo
del nivel de la historia, por debajo de toda crítica” (Marx, 1982f: 493). Aquí, la historia
concebida como historia de liberación es sinónimo de la historia concebida como movi‐
miento crítico de la realidad. La oposición planteada más arriba parece entonces inver‐
tirse. Lo factual puede oponerse al dictado de la historia, entonces: hechos históricos /
crítica histórica. Aquí Marx parece recaer por un momento en una postura hegeliana por
la cual “el concepto” es más racional que la realidad7. Y es aquí también donde aparece
la famosa figura de la historia como repetición tragicómica:
Es instructivo, para esos pueblos, ver cómo el antiguo régimen, que ellos vivieron como tragedia,
representa ahora su comedia, convertido en el espectro alemán. Su historia fue trágica mientras [...]
el antiguo régimen era el orden del mundo existente en lucha con un mundo en gestación, mientras
vivía al amparo de un error histórico‐universal, que no era simplemente un error personal. [...] La
historia es siempre concienzuda y pasa por diversas fases antes de enterrar a las formas muertas. La
fase final de una forma de la historia del mundo es la comedia. [...] ¿Por qué esta trayectoria históri‐
ca? Para que la humanidad pueda separarse alegremente de su pasado. Este regocijante destino his‐
tórico es el que nosotros queremos. Marx, 1982f: 494)
La historia es el pasado trágico del antiguo régimen feudal y religioso, con su falta de
libertad, su jerarquía, su enajenación. Pero una vez iniciada la era moderna, la perma‐
nencia alemana en una realidad que va a la zaga de la historia liberadora sólo puede ser
vivida como farsa. Si la historia tiene una razón, también comete errores: la historia erra‐
da es la historia local, y la historia racional es la historia universal. Como vemos, la his‐
toria no es una mera sucesión de etapas, sino que en su seno se libran luchas entre los
órdenes ya existentes y los órdenes en gestación. Es decir que en un mismo momento
histórico conviven los restos del mundo que muere y los gérmenes del que está por
nacer. Por ello, antes de terminar de enterrar el pasado, la historia toma conciencia de él
para luego poder avanzar más fácilmente, casi con agrado. La historia es una entidad no
sólo racional sino consciente, es una historia humanizada. Por último, vemos que la his‐
toria es concebida como predestinación: su desarrollo presenta una orientación ya pau‐
tada ‐la libertad, la modernidad‐, que, a pesar de todas las trabas y de todos los errores,
al final siempre triunfará8.
Cuando la historia se repite, en lugar de transformarse y avanzar, ella se asemeja a un
“recluta torpe”, que sólo sabe practicar “los ejercicios ya trillados”. En este sentido es
que Marx habla de “prehistoria” y “posthistoria”. La prehistoria es aquella que se guió
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por “la imaginación” y “la mitología”; la posthistoria es la de la filosofía, que toma con‐
ciencia de la historia, es decir, de la realidad material, como hemos visto, a posteriori. De
aquí que Marx afirme que Alemania es “contemporánea filosófica del presente, sin ser
su contemporánea histórica” (Marx, 1982f: 495). Esto quiere decir que, por muy progre‐
sivo que sea el pensamiento alemán, su realidad material no se condice con él. Alemania
vive una posthistoria sin haber vivido la historia, de allí la comedia que parece repre‐
sentar en el concierto del mundo. Y es por ello que, en cierto sentido, Alemania perma‐
nece en la prehistoria: su filosofía es una prolongación meramente ideal, fantástica, de
la historia real del desarrollo, de la que carece.
La historia alemana es entonces una “historia hecha de sueños”, que sin embargo
debe ser incluida en la “realidad existente” del “presente oficial moderno”, para poder
ser sometida a crítica y convertirse en una prolongación no ya abstracta sino real del
mismo (Marx, 1982f: 496). Llegamos a un nuevo nivel de complejidad en la teoría: hay
historia en el plano material y en el ideal, y puede tratarse de una historia soñada tanto
como de una historia científica9. Pero si triunfa la historia crítica, entonces se logra la
emancipación. Y la emancipación sólo puede alcanzarse por medio de “la formación de
una clase atada por cadenas radicales”, una clase “que ya no puede apelar a un título
histórico, sino simplemente al título humano” (p. 501). Como vemos, la conformación
de lo que luego será el proletariado depende de que éste posea un alcance general, que
no sea una mera particularidad al interior de la sociedad civil, sino que devenga una
clase universal. Aquí la historia vuelve a ser sinónimo de lo particular, mientras que lo
humano equivale a lo general universal. Tenemos aquí nuestra séptima oposición: his‐
toria particular / universalidad humana, que es en realidad un desprendimiento de
aquel otro par que oponía historia local e historia universal.
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tórico, la propiedad industrial privada logra “convertirse, bajo la más general de las for‐
mas, en una potencia histórica universal” (Marx, 1982g: 614‐615). El enfrentamiento his‐
tórico es entonces concebido como un enfrentamiento entre formas particulares y for‐
mas generales de la propiedad. Asimismo, vemos nuevamente que la historia no es line‐
al, porque algo que surge como universal puede devenir particular, y viceversa. Como
sabemos, el planteo del autor es que por el devenir histórico, la propiedad privada tam‐
bién caducará; de hecho, se plantea que la propiedad misma, independientemente de la
forma que adopte, tenderá a desaparecer:
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arrollo y preparación. La historia es de por sí una parte real de la historia natural, de la transforma‐
ción de la naturaleza en hombre. (p. 624)
Decir que la historia es una preparación nos da la pauta de que la historia tiene un
objetivo. Ese objetivo, como vimos, es el comunismo, y este puede ser pensado como la
conciencia del hombre en cuanto hombre, es decir, del hombre en tanto existencia mate‐
rial. Deducimos entonces que el objetivo de la historia, su meta, tiene que ver con alcan‐
zar la plena concientización de su desarrollo. Asimismo, Marx afirma que la historia del
hombre es la continuación de la historia de la naturaleza. Como vimos más arriba, el
hombre es gestado en el seno de la naturaleza, y es en este sentido que la suya puede ser
concebida como una rama particular de la historia natural14. Pero se agrega aquí una
nueva dimensión: la historia es una entidad real, material. La historia no es aquí un rela‐
to, una teoría, un concepto, sino que es un devenir concreto y factual que, en todo caso,
puede ser reconstruido a posteriori a partir de volverlo consciente. Encontramos todo
esto confirmado más adelante en el texto:
Para superar la propiedad privada real, hace falta la acción real del comunismo. La historia se encar‐
gará de llevarla a cabo, y ese movimiento que idealmente nos representamos ya como auto supera‐
ción tendrá que recorrer en la realidad un proceso muy duro y muy largo. Sin embargo, debemos
reconocer como un progreso efectivo el hecho de que tengamos ya de antemano la conciencia tanto
de la limitación como de la meta de este movimiento histórico, y una conciencia, además, que se
eleva por encima de él. (Marx, 1982g: 632)
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Ahora bien, en tanto el hombre deviene lo que es, va tomando forma históricamente su
naturaleza17. En este sentido, entonces, es que “la historia es la verdadera historia natu‐
ral del hombre” (p. 655).
Conclusión
Luego de analizar minuciosamente los distintos escritos de la primera parte del perí‐
odo de juventud de Marx, nos atrevemos a esbozar algunas conclusiones parciales.
Como vimos, mientras que en los primeros escritos la historia aparecía definida de
modo tácito y a partir de pares de conceptos opuestos, en los escritos posteriores el abor‐
daje de la historia es más complejo, adopta más dimensiones. Esto se relaciona, en nues‐
tra opinión, con el hecho de que mientras los primeros escritos son artículos periodísti‐
cos, los escritos posteriores son de carácter más estrictamente teórico. Consideramos
que la urgencia de la coyuntura hace que los escritos periodísticos deban presentar su
posición sin detenerse en sutilezas y matices, a la vez que los escritos teóricos, ya sean
de carácter más filosófico o más económico, tienen el objetivo, justamente, de alcanzar
la clarificación y la sofisticación conceptual. De este modo, mientras que en la Gaceta
Renana casi no aparecen definiciones distinguibles de la noción de historia, y en cambio
priman las antinomias tajantes, en los Manuscritos económico‐filosóficos abundan las defi‐
niciones multifacéticas de la historia, que incluso llegan a cuestionar o borrar las antino‐
mias planteadas con anterioridad. En este sentido, los escritos aparecidos en los Anales
Franco‐Alemanes constituyen un punto de quiebre, pues si bien fueron textos publicados
en formato periodístico, su contenido presenta un alto grado de complejidad filosófica.
En cuanto a las definiciones concretas del concepto de historia, podemos clasificarlas
en tres tipos: las definiciones oposicionales, las definiciones descriptivas, y las definicio‐
nes figurativas. Mientras que las definiciones oposicionales aparecen fundamentalmen‐
te en los escritos periodísticos, las descriptivas y las figurativas son las más frecuentes
en los escritos teóricos. Dentro de las definiciones oposicionales del concepto de histo‐
ria, entonces, se cuentan las siguientes antinomias: historia moderna (opuesta a la tradi‐
ción); historia de libertad (opuesta a la censura); historia real (opuesta a la idealidad);
historia científica (opuesta a la religión); historia en devenir (opuesta a lo estático); his‐
toria que avanza (opuesta al retroceso); historia heterogénea (opuesta a la linealidad); e
historia revolucionaria (opuesta a la pura crítica). En cuanto a las definiciones descrip‐
tivas, tenemos que la historia es racional, consciente, crítica, progresiva (en el sentido de
que se va perfeccionando), necesaria (pues tiene un destino), justa (pues salda sus pro‐
pios errores), conflictiva (se da como enfrentamiento entre formas de propiedad), rela‐
cional (es la relación entre los hombres y el mundo), y colectiva (en el sentido de gené‐
rica).
En un tercer nivel, podemos rastrear las metáforas (o definiciones figurativas) que
Marx utiliza para describir a la historia. Así, tenemos que la historia cambia como una
“serpiente” que muda de piel; que la historia se encuentra oculta tras el “velo” de las
abstracciones; que la historia se repite como “tragedia” y como “comedia”; y que la his‐
toria permite ser pensada como “problema” que busca y alcanza su propia solución. Es
necesario destacar, sin embargo, que el conjunto de estas definiciones de la historia no
siempre se acoplan, sino que a veces se contradicen. Así, podemos ver dos mutaciones
que se operan en las definiciones del concepto de historia. La primera mutación es la
que va de una acentuación de la historia nacional a una acentuación de la historia uni‐
versal. En efecto, si en sus primeros escritos Marx piensa a la historia como propiedad
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Notas
1 Para un análisis contemporáneo de la relación entre la historia, la tradición y la modernidad, y de la historia
como estudio de la modernidad capitalista, remitimos a Zhang, 2007.
2 Para un estudio sobre el concepto de “libertad” en el marco de la teoría de la historia de Marx, remitimos a
Addis, 1966.
3 Remitimos a la siguiente citas de Hegel extraída de La fenomenología del espíritu, para entender cómo lo his‐
tórico efectivo y concreto se opone a lo racional, conceptual y espiritual: “En lo que respecta a las verdades histó‐
ricas, por hacer una breve mención de ellas en cuanto de ellas se toma en consideración lo puramente histórico (es
decir, cuando ellas se toman por su lado exclusivamente histórico sin entrar en asuntos conceptuales o de princi‐
pio), en lo que respecta a las verdades históricas, digo, se concede fácilmente que esas verdades conciernen a la
existencia particular, conciernen a un contenido por el lado de su contingencia o incluso de su arbitrariedad, con‐
ciernen a determinaciones de ese contenido que no son necesarias” (Hegel, 2006: 143).
4 Si bien tanto Marx como Karl Popper dan un lugar relevante a la racionalidad en sus concepciones de la his‐
toria, se trata de dos enfoques bien diferentes: mientras el primero postula que la racionalidad es un rasgo de la
historia, el segundo criticará esta idea afirmando que la racionalidad es una cualidad humana a pesar de lo que
muestra la historia (Suchting, 1972).
5 A pesar de la crítica que Marx realiza a la religión, y a pesar de su postulación del ateísmo como superación
de las religiones y como meta de una historia verdaderamente humana, distintos autores han mostrado cómo la
filosofía de la historia marxiana presenta rasgos claramente mesiánicos, redencionistas, salvacionistas, y por ello
religiosos (Löwith, 2007).
6 Esta afirmación de que la historia no es lineal es, en esta etapa del pensamiento de Marx, aún superficial,
pero se irá profundizando a lo largo de su obra y será absolutamente central en sus últimos escritos ‐los escritos
en torno a la “cuestión rusa”‐, en los cuales destierra toda noción de filosofía de la historia, de historicismo, de
necesidad histórica y de determinismo (Tarcus, 2008).
7 Nuevamente, remitimos al modo en que Hegel opone, esta vez en La filosofía del derecho, la realidad histórica
factual al concepto ideal de las cosas: “Para el concepto de la cosa es indiferente [...] su origen histórico [...] De lo
que se trata es de saber si estas instituciones son racionales y por lo tanto en y por sí necesarias” (Hegel, 1988: 293).
8 Nociones como las de destino o predestinación denotan cierto determinismo en la concepción de la historia
marxiana. Esta cuestión es trabajada a fondo en Sánchez Estop, 1984.
9 Tiempo más tarde, Benedetto Croce hará esta misma distinción, pero afirmando que la verdadera historia es
la gnoseológica: la historia es el conocimiento, en el presente, de su propia lógica práctica (Croce, 1915).
10 Esta relación entre la historia y la justicia, o mejor dicho, esta concepción de la historia como realización de
un objetivo de justicia, es trabajado en profundidad por diversos autores (Cohen, 1980).
11 Para una revisión crítica de la dimensión material y materialista de la concepción marxiana de la historia,
remitimos a Wright Mills, 1989.
12 Para un estudio más acabado de la concepción progresiva de la historia, que da cuenta de las lecturas que
Marx realizó de la filosofía moral escocesa, y especialmente de Adam Ferguson, remitimos a Hill, 2013. Asimismo,
para un estudio del modo en que la dialéctica del progreso histórico empalma con las ideologías de los movimien‐
tos sociales contemporáneos, remitirnos a Löwy, 1996.
13 La “Escuela de los Anales”, especialmente de la mano de uno de sus máximos referentes, Fernand Braudel,
retomará este principio de estudiar la “larga duración” de la historia ‐aquí, el “modo de producción” capitalista‐
para poder comprenderla de manera total (Aguirre Rojas, 1992).
14 Para un trabajo sobre el concepto marxiano de “naturaleza” y su relación con el problema de la historia,
remitimos al estudio de Zhang, 2006.
15 En palabras del propio Hegel, respecto a su concepción de la historia como producto del esfuerzo: “el espí‐
ritu del mundo ha tenido la paciencia de recorrer esas formas en el largo extenderse del tiempo y de tomarse el
inmenso trabajo que representa la historia universal, y porque el espíritu del mundo tampoco podía cobrar con‐
ciencia de sí con un trabajo menor” (Hegel, 2006: 134).
16 Efectivamente, Hegel define a la historia como la versión racional, necesaria, ideal de instituciones entre las
que prima el Estado: “cuál sea o haya sido el origen histórico del estado en general o de un estado particular [...]
no incumbe a la idea misma del estado. [...E]s, en cuanto fenómeno, un asunto histórico” (Hegel, Principios de filo‐
sofía del derecho, p. 319); y más adelante: “La idea del estado [...] es la idea universal como género y como poder
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EUGENIA FRAGA. OPOSICIONES, M E T Á F O R A S Y PA R A D O JA S D E L C O N C E P T O D E H I S T O R I A E N L O S P R I M E R O S E S C R I T O S ...
absoluto frente a los estados individuales, el espíritu que se da su realidad en el proceso de la historia universal”
(Hegel, 2006: 324‐325).
17 Para profundizar en este cruce entre la historia y la naturaleza humana, que toma la forma de una doble
definición de la historia como naturaleza humana y de la naturaleza humana como intrínsecamente histórica,
remitimos a Edgell y Townshend, 1993.
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HIC RHODUS. DOSSIER: A D O S C I E N T O S A Ñ O S D E L NA C I M I E N T O D E K A R L M A R X . N U M E R O 14. A G O S T O DE 2018
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El lugar de la Reforma
del ‘18 en la evolución
de las formas de lucha
estudiantil en Argentina
Mariano Millán
CONICET-Instituto Ravignani / Sociología e IIGG - UBA
marianomillan82@gmail.com
Resumen
Este artículo es un ensayo sobre el lugar de la Reforma de 1918 en la evolución de las
formas de acción y organización del movimiento estudiantil argentino, desde 1871 hasta
el presente. La tesis principal es que el acontecimiento de la Reforma en Córdoba cons‐
tituye un punto de llegada de numerosos debates y confrontaciones anteriores y, al
mismo tiempo, inaugura una tradición de ideas y modos de lucha con fuerte presencia
en los momentos más álgidos de la lucha de clases en el siglo XX.
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Introducción
La Reforma Universitaria de Córdoba en 1918 ha sido tradicionalmente considerada
como el acontecimiento inicial del movimiento estudiantil argentino y latinoamericano.
También como el disparo de largada para la constitución de numerosas identidades
políticas e ideológicas de las izquierdas (marxistas, nacionalistas y/o socialistas) en
nuestro país y en América Latina, que remodelaron la relación entre intelectuales y com‐
promiso político.
Desde las primeras compilaciones realizadas en los años ’30 por el dirigente reformis‐
ta Gabriel Del Mazo (1956), se impuso una perspectiva de análisis dirigida a localizar la
Reforma en contextos sociales y políticos más amplios que los de la vida universitaria.
Algunos trabajos reconstruyeron la crónica de aquellas jornadas de 1918, como los de
Alberto Ciria y Horacio Sanguinetti (1987), Gabriel Solano (1998), Victoria Chabrando
(2012), Pablo Rieznik (s/f) o Eduardo Díaz de Guijarro (2018). Otros delinearon perspec‐
tivas de mayor escala sobre las ideas políticas del movimiento estudiantil argentino y
latinoamericano a partir de la gesta cordobesa, como el influyente libro de Juan Carlos
Portantiero (1978), el inmerecidamente casi olvidado trabajo de Gustavo Hurato (1990),
las obras de María Caldelari y Patricia Funes (1998), Néstor Kohan (1999), Hugo Biagini
(2000), Osvaldo Graciano (2008), Martín Bergel (2008) y la reciente tesis de Natalia
Bustelo (2015). Algunos de estos libros y artículos bucearon en las concepciones univer‐
sitarias y sus relaciones con la política, otros procuraron mayor énfasis a las afinidades
entre las ideas políticas del movimiento estudiantil y las de la intelectualidad del perío‐
do, una tradición en la que se inscriben libros como los de Patricia Funes (2007) y Pablo
Requena (2018). Un tercer grupo, donde ubicamos a Portantiero, Bustelo y Constanza
Bosch Alessio (2014), hizo hincapié en la sintonía entre la revuelta universitaria y la fun‐
dación de ciertas corrientes de izquierda, reconstruyendo los balances que hicieron los
grupos militantes de sus propias experiencias y analizando sus iniciativas políticas a
partir de ello.
En la última década cobraron importancia las investigaciones que abordaron la
Reforma prestando mayor entidad a las características de la vida académica y a la socia‐
bilidad dentro de las instituciones universitarias. En esta renovación del campo se ubica
el trabajo señero de Pablo Buchbinder (2008) y las obras en curso de Gabriela Schenone
(2009; 2011) y Luciana Carreño (2017; 2018).
Como puede notarse, existen notorias diferencias entre los enfoques para observar la
Reforma, desde una localización más amplia en el conjunto social a una más abocada a
los aspectos universitarios. Estas aproximaciones contienen una llamativa divergencia:
quiénes tomaron el primer punto de vista observaron con más detalle las repercusiones
de los hechos de 1918; por el contrario, las investigaciones que adoptaron el segundo
dedicaron mayor esfuerzo a explicar las causas.
En este ensayo proponemos una lectura de la Reforma Universitaria de 1918 como
acontecimiento fundante, más no inaugural, del movimiento estudiantil argentino.
Entendemos que la Reforma constituye el resultado de una evolución de casi medio
siglo en la acción política y gremial de los alumnos, donde observamos cambios en las
formas de lucha, en los reclamos, en el carácter y los alcances de las organizaciones, y
en los posicionamientos universitarios y políticos. Para ello en primer lugar reconstrui‐
mos los antecedentes del movimiento estudiantil. Luego, a partir de y sin reiterar las
crónicas existentes, marcamos las peculiaridades de los hechos ocurridos en Córdoba
durante 1918. Finalmente, comentamos someramente la amplia y heterogénea tradición
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fesionales y/o confesionales, como en Teología. Durante los años previos a la Reforma
los estudiantes universitarios representaban un pequeño contingente humano: en 1916
apenas superaban las 7.100 personas (Buchbinder, 2005: 75) sobre un conjunto de alre‐
dedor de 8.000.000 de habitantes para 1914. Se trataba de una minoría del 0,088% de la
población, compuesta casi exclusivamente por jóvenes varones burgueses.
Estos datos resultan fundamentales para marcar ciertas diferencias con el escenario
actual. Hacia 2015 en Argentina se contaban 130 universidades (50% estatales), con
12.617 ofertas de carreras entre pregrado, grado y posgrado (SPU, 2017). Solamente la
UBA concentra una red de 12 facultades (Agronomía, Arquitectura, Derecho,
Económicas, Exactas y Naturales, Farmacia y Bioquímica, Filosofía y Letras, Ingeniería,
Odontología, Psicología, Sociales, Veterinaria) un Ciclo Básico Común, dos colegios
secundarios, un hospital y numerosas entidades educativas y sanitarias. En las univer‐
sidades, aunque con notorias diferencias entre sí, quienes integran los organismos de co‐
gobierno, entre los que se cuentan estudiantes, deben ser elegidos periódicamente. Las
designaciones docentes regulares requieren de concursos. El peso de las corporaciones
profesionales y del empresariado sobre la actividad académica, aparentemente crecien‐
te durante las últimas décadas de crisis presupuestaria crónica, es diferente según las
profesiones y ciencias que se considere. Asimismo, en el centenario de la Reforma la
cifra de alumnos universitarios supera levemente los 2.000.000 (Fachelli y López Roldán,
2017: 6) sobre una población estimada en menos de 43.000.000, es decir un 4,65%. A dife‐
rencia de hace un siglo, las mujeres concentran, aproximadamente, el 60% de la matrí‐
cula (SPU, 2017). En 2010 los graduados de la educación superior eran de 3.300.000 de
personas (Alonso, 2015) con lo cual la/os universitaria/os en la Argentina actual superan
el 12% de la población.
Como bien ha denunciado el movimiento estudiantil, la realidad institucional de la
universidad argentina en el siglo XXI dista grandemente de lo normado, aun cuando
estas reglamentaciones establecen límites de hierro para la democratización de los órga‐
nos de dirección de las facultades. No obstante, las diferencias en este aspecto y en el del
contexto nacional e internacional respecto de los años de la Reforma son cualitativas.
Por ello la recuperación de la tradición reformista y la aplicación de sus principios supo‐
nen un cotejo riguroso de estas circunstancias. Asimismo, vale destacar que este conjun‐
to de ideas tomaron forma tras una acumulación histórica de varias décadas, donde con‐
vergieron experiencias estudiantiles y fenómenos de mayor alcance.
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¿Qué buscaban los jóvenes que acudían a estudiar en la Universidad? Responder esta pregunta nos
lleva […] hasta las raíces coloniales de las instituciones universitarias. […]. El acceso a la burocracia
civil o eclesiástica y la posesión de los cargos en las audiencias o en los cabildos catedralicios esta‐
ban a menudo supeditados a la ostentación de alguno de los títulos, ya fuese de bachiller, licencia‐
do o doctor, que otorgaban algunas de las más de treinta universidades […] en Hispanoamérica […]
una verdadera élite “titulada” ‐especialmente desde mediados del siglo XVIII cuando la venta de
cargos fue progresivamente limitada‐ se superpuso con notables ventajas a otra signada por la rique‐
za material o por otro tipo de méritos… (14).
…se inauguraba […] un juvenilismo que se pronunciaba sobre las cuestiones gremiales de los estu‐
diantes y que, a pesar de su declarada apoliticidad, enlazaba la reforma universitaria a una mejor
formación de una elite oligárquica, sobre la que no se dudaba que estaba destinada a dirigir el país.
(2018: 38)
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diantil porteño adoptaron otra tonalidad, una forma más cercana a lo que González
Calleja llamó la movilización corporativa escolar, que tenía:
…origen académico, pero estaba vinculada a razones ideológicas, como la defensa de los valores de
la democracia, la libertad de expresión o el laicismo, lo que daba un tono de incipiente politización
a la protesta. […] su rápido desarrollo, frecuentemente tumultuario, superaba los límites de las ins‐
tituciones académicas para convertirse en un problema de orden público que requería la interven‐
ción de las autoridades.” (2005: 24)
Desde el punto de vista organizativo, este ciclo llegó a su punto culminante en la fun‐
dación de la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA), en 1908. En coinciden‐
cia con estas articulaciones, durante el mismo año de su institución la FUBA participó
del Primer Congreso de Estudiantes Americanos en el Teatro Solís de Montevideo, junto
a delegaciones de varios países. En Uruguay se había aprobado recientemente la parti‐
cipación de representantes estudiantiles en el co‐gobierno universitario. Esta reivindica‐
ción fue tomada por el Congreso, junto a otras gremiales y académicas en el marco de
un debate estudiantil de marcada “perspectiva continental”, que anticipó varios
“…principios del reformismo de Córdoba” (Oddone y Paris, 2010: 96). Estos congresos
se reiteraron en 1910 en Buenos Aires y en 1912 en Lima.
Al tiempo que se desarrollaban los mencionados acontecimientos y se vertebraban
estas organizaciones, dentro de las elites argentinas y latinoamericanas emergía y gana‐
ba influencia un heterogéneo cuerpo de ideas que tomaban mayor distancia con las
metrópolis imperialistas, el capitalismo norteamericano y reafirmaban el rol de América
Latina como futuro centro de la civilización. Esta verdadera ruptura puede advertirse
en los escritos de José Enrique Rodó, Rubén Darío, Manuel Ugarte, José Martí o José
Vasconcelos, por citar autores de amplia circulación, que presentaban enormes contras‐
tes con las visiones de generaciones intelectuales anteriores, presentes en los textos de
Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento o Juan Bautista Alberdi, entre otros escrito‐
res clave en la constitución de los Estados Nación en América Latina. Quizás uno de los
casos más interesantes al respecto lo constituye la trayectoria personal de José
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Los sectores dominantes en Córdoba fundaban su predominio […] en su naturaleza doctoral que abría,
además, el camino al ejercicio de las profesiones liberales y a la carrera en la burocracia, en el gobierno,
en la justicia y […] en la misma academia. […] todo intento de modificación de la estructura de poder
en la ciudad de Córdoba debía ser […] una reforma universitaria.” (Buchbinder, 2008: 86).
Desde el último tercio del siglo XIX había emergido en la ciudad un grupo de burgue‐
ses dueños de talleres fabriles, generalmente de origen ibérico, que se fueron entrelazan‐
do con las familias tradicionales de Córdoba, dominantes en la vida política y universi‐
taria de la ciudad (Pianetto, 1991: 88). Asimismo, durante aquel período cobró intensi‐
dad la disputa entre clericales y anti‐clericales, mayormente liberales, en el seno de la
burguesía cordobesa (Moyano, 2006). Estas fricciones se producían en un marco contra‐
dictorio en la correlación de fuerzas de estos conglomerados: a nivel nacional predomi‐
naban los liberales, pero a escala provincial se imponían los católicos. Esta situación,
según Silvia Roitenbrud (2000), fue parte de las motivaciones de ciertos actores del cris‐
tianismo local para proyectar, desde Córdoba, la creación de un gran partido católico y
nacionalista. Al respecto, resulta necesario recordar que el liberalismo mediterráneo
había llegado a la presidencia de la Nación con la figura de Miguel Juárez Celman en
1886, siendo desalojado en 1890, cuando se produjo la Revolución del Parque. Estas con‐
tradicciones se vieron alteradas por el surgimiento del radicalismo como fuerza política
nacional, que en el contexto provincial agrupó a partidarios de ambos conjuntos.
Desde el punto de vista de la conformación del campo cultural e intelectual cordobés,
como señaló Pablo Requena, desde década de 1870 se fueron estableciendo espacios e
instituciones, generalmente de perfil liberal, que potenciaron el desarrollo de las cien‐
cias y las artes en la ciudad. Las más salientes fueron la Academia Nacional de Ciencias,
que editaba su Boletín y las Actas, el Observatorio Astronómico Nacional, que imprimió
los Resultados del Observatorio Astronómico Nacional y los Anales de la Oficina Meteorológica
Nacional, y la Sala de Pintura del Museo Provincial. Algunas de estas prácticas y disci‐
plinas fueron permeando la actividad universitaria, como puede verse en los artículos
científicos publicados en la Revista de la Universidad Nacional de Córdoba durante 1914
(2018: 84‐90).
La clase obrera cordobesa, como la de otras ciudades argentinas, se había expandido
numéricamente durante el medio siglo anterior a la Reforma. La incipiente industriali‐
zación concitó la migración de proletarios de las provincias vecinas, como Catamarca,
La Rioja y San Luis, quienes se desempeñaron en la fabricación del calzado, en la indus‐
tria gráfica, en la panadera, en los servicios de transporte, incluido el ferrocarril, en la
construcción y otros rubros de servicios y alimentación. Entre fines del siglo XIX y prin‐
cipios del XX se constituyeron las principales sociedades de resistencia por oficios, tales
como fideeros, hojalateros, cigarreros, sastres, etc. (Pianietto, 1991: 91). En ese mismo
período, como ha indicado Lucas Poy, en la ciudad de Córdoba se localizaba uno de los
conjuntos regionales de centros socialistas más activos (2016: 163). En disputa con el gre‐
mialismo (a veces mutualismo) y el socialismo por la conducción política de los trabaja‐
dores, la Iglesia Católica organizó el “Círculo de Obreros Católicos” y la “Asociación de
Josefinos”.
Si comparamos las formas de acción política y sindical de los trabajadores cordobeses
respecto de los de Buenos Aires o Rosario, puede constatarse que hasta 1910 no se pre‐
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senciaron los niveles de masividad y/o violencia de las otras grandes ciudades argenti‐
nas (Vagliente, 2018: 173). En gran medida a causa de la debilidad relativa del proceso
de industrialización local, en otra a raíz de la incidencia organizativa del catolicismo
entre los asalariados cordobeses. Sin embargo, como destacó Ofelia Pianetto, esta ten‐
dencia sufrió un vuelco decisivo hacia 1917, cuando se fundó la Federación Obrera Local
en el marco del comienzo de un ciclo de luchas reivindicativas de la clase obrera cordo‐
besa, tanto urbana como rural, que prosiguió hasta 1921. Consideramos que este es un
aspecto menos subrayado por la bibliografía sobre la Reforma y que resulta fundamen‐
tal para comprender sus características y su legado para el movimiento estudiantil del
siglo XX.
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y la huelga, dirigidas por sindicatos de estudiantes que se integraban críticamente en el sistema y exi‐
gían el derecho a la representación y a la defensa de sus intereses por los cauces legales. (2005: 24)
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El carácter retardatario del congreso resultó evidente en varios aspectos. El más grave
fue la derrota ajustada de la moción presentada por Gabriel Del Mazo y Dante Ardigó
para un pronunciamiento en favor de la gratuidad de los estudios universitarios. Sin
embargo, en las resoluciones de este encuentro pueden encontrarse muchos de los prin‐
cipios clásicos del reformismo universitario, que constituyen una tradición para la mili‐
tancia estudiantil argentina:
…autonomía, gobierno tripartito paritario, asistencia libre, docencia libre, régimen de concursos y
periodicidad de cátedra, publicidad de los actos universitarios, bienestar estudiantil, extensión y
orientación social universitaria, libertad de juramento, nacionalización de las universidades del
Litoral y Tucumán…” (Ciria y Sanguinetti, 1987: 33).
Muchas de estas ideas eran el resultado de debates y conquistas previas en otras uni‐
versidades del país o de América Latina, como en el caso del Uruguay. Su proclamación
el contexto de una revuelta estudiantil y popular ha sellado de manera indeleble estos
principios en la conciencia de los universitarios argentinos. No obstante, debe recono‐
cerse que las resoluciones del Primer Congreso y el Manifiesto Liminar, constituyen
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Por el contrario, para los intérpretes de izquierda de la tradición reformista, los acon‐
tecimientos de Córdoba representan el derecho sagrado a la insurrección, el anti‐impe‐
rialismo y la lucha por una universidad libre de las ataduras de las corporaciones y com‐
prometida con el pueblo. Si hoy la universidad argentina no responde al modelo preten‐
dido por el Pacto de Bolonia, como ocurre en Chile, en parte se debe a la pervivencia de
estas tradiciones de la Reforma, que articulan a quienes se resisten a convertir de nues‐
tras facultades en enseñaderos low cost.
La Reforma no se encuentra en los homenajes de quienes administran un sistema uni‐
versitario en decadencia, que no cuenta con recursos para pagar sueldos que superen la
línea de pobreza. La Reforma vive en lo/as militantes que resistieron la Ley de
Educación Superior y recuperaron la FUBA. Son ellos y ellas quienes, con los métodos
de 1918, resistieron las acreditaciones de Facultades y Carreras a la CONEAU, un orga‐
nismo que atenta contra la autonomía, y lucharon por la democratización y el presu‐
puesto universitario.
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A cien años de la Reforma
Universitaria: Comienza la
unidad obrero – estudiantil
Carlos David Garberi
Universidad de Buenos Aires - IMPA
Resumen
El presente trabajo forma parte de una investigación para la tesis de Maestría en
Educación: Pedagogías críticas y problemáticas socio educativas, de la Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA. A su vez, es la continuación de una serie de investigacio‐
nes sobre la historia del movimiento estudiantil argentino que comenzaron hace algu‐
nos años bajo el marco de un grupo de investigación radicado en la Secretaria de
Extensión y Bienestar Estudiantil en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. En el
presente artículo pasare revista a la Gazeta Universitaria del año 1919, órgano de la
Federación Universitaria de Córdoba (FUC), para analizar cuáles fueron los relieves de
la unidad del movimiento estudiantil cordobés con la clase obrera de la misma provin‐
cia, teniendo proyección a nivel nacional. El impacto de la revolución rusa y su ideario,
la primera guerra mundial, la crisis económica y la inflación, la lucha contra la ley de
residencia y la represión estatal, la luchar por las libertades democráticas, las acciones
conjuntas llevadas adelante, son los temas por los cuales a travesera este artículo. Pensar
la Reforma Universitaria como un movimiento dialéctico con las luchas sociales de toda
la provincia. Este movimiento de adentro hacia fuera, y viceversa, pone de relieve como
el movimiento estudiantil comienza un proceso que va del cuestionamiento de la uni‐
versidad al cuestionamiento de la sociedad.
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HIC RHODUS. DOSSIER: LA REFORMA DEL ‘18 CIEN AÑOS DESPUÉS. N U M E R O 14. A G O S T O DE 2018
“El hecho es innegable. Desde el primer momento el obrero estuvo al lado del estudiante, alen‐
tándolo con su presencia, apoyándolo con sus armas de lucha. Pronto este acercamiento se troco
en íntima vinculación. Los gremios iban a la huelga por las campañas de los estudiantes, y estos
hacían lo propio con las del proletariado, entrando como en su casa a los locales obreros para dar‐
les conferencias y deliberar con ellos.”
Julio V. González, “Significación social de la reforma universitaria”, Conferencia en la
Facultad de Derecho de la UBA, 1923
En un trabajo anterior (Garberi, 2009) señalábamos que las capas medias y los secto‐
res de elite llegan a la Universidad con un bagaje ideológico y cultural que adquieren en
el seno de la familia y lo consolidan con la enseñanza media. En absoluta tensión con
este bagaje cultural e ideológico entran en contacto con lo más avanzado de la produc‐
ción intelectual. Esto lleva a que se produzca una transformación cualitativa en la estruc‐
tura mental de estos sectores, a la hora de reinterpretar la sociedad y su propio ámbito
de interacción intelectual. Se produce una nueva interpretación cultural. En este senti‐
do, la relación intelectual con el mundo produce el quiebre llevando a procesos de des‐
clasamiento, que permiten a estos sectores terminar cuestionando sus propios orígenes
de clase.
Al mismo tiempo, resulta importante aclarar la forma en que utilizamos la categoría
revolución. Para nosotros, la Reforma universitaria fue una verdadera revolución un
verdadero cambio profundo en la estructura social de las instituciones universitarias.
Los marginados, los silenciados, los ninguneados de la universidad subvierten el orden,
toman el poder y ponen a andar un nuevo tipo de universidad. A pesar del carácter libe‐
ral y reformista del movimiento y sus pensadores, la contradicción con la estructura
arcaica a la que se enfrentaron los llevó por la senda de una verdadera revolución. En el
andar del proceso los estudiantes fueron tomando conciencia de la necesidad de barrer
revolucionariamente las trabas que le imponía el viejo régimen. Así, observamos cómo
el programa cristalizado en el Manifiesto Liminar terminó imponiendo transitoriamen‐
te el gobierno de los estudiantes. A pesar de que los protagonistas de la reforma pudie‐
ron instrumentar a su favor “populismo temprano” (Drake, 1992) (Mackinnon y
Petrone, 1998) del gobierno de la Unión Cívica Radical (Rock, 1978), la experiencia de la
vinculación con ese gobierno y esa fuerza política les condujo a una conclusión funda‐
mental: que, si no tomaban en sus propias manos los destinos de sus reclamos, la refor‐
ma nunca hubiera dado a luz. Por otro lado, creemos que la reforma universitaria termi‐
nó constituyendo un efecto boomerang para América Latina. Las oleadas revoluciona‐
rias que llegaron producto de la revolución rusa de octubre de 1917 tomaron dimensio‐
nes particulares en junio de 1918 en Córdoba, para terminar, desparramándose como
pólvora por todo el continente. En un trabajo reciente Hernan Camarero pone de relie‐
ve esta situación:
…Desde 1917, a partir de una huelga ferroviaria, se produjo en esa provincia un intenso fenómeno
de movilización y organización entre los obreros del calzado, de la madera, gráficos, albañiles, pin‐
tores, caleros y molineros entre otros. […] En 1918 estalló una combativa y exitosa huelga en el cal‐
zado, que consolidó el poder de la Federación Obrera local, constituida por la mayoría de los gre‐
mios de la ciudad de Córdoba, a partir del impulso de miembros del PSI. […] sus militantes fueron
los principales impulsores de la unificación de unos cuarenta sindicatos en la Federación Obrera
Provincial (FOP). […] La FOP se solidarizó con la Federación Universitaria Cordobesa (FUC) que, en
ese momento, recorría los claustros universitarios. La formación del Comité Pro‐Córdoba Libre da
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cuenta de ello. La FUC y los dirigentes estudiantiles e intelectuales (como Enrique F. Barros,
Deodoro Roca, Tomas Bordones y Saúl Taborda, entre otros), a su vez, daban respaldo a las luchas
de los sindicatos y la FOP. Ambas entidades expresaron abiertamente su simpatía con la Revolución
rusa. La solidaridad obrero – estudiantil era entendida como clave para afrontar la lucha contra la
“oligarquía reaccionaria, conservadora y clerical” […] El acuerdo se expreso en iniciativas concretas:
en enero de 1919 la FOP, la FUC y el PSI organizaron una huelga general de 48 horas en la provin‐
cia en protesta por la represión policial‐militar de la Semana Trágica.” (Camarero, 2017:182‐184)
De esta forma, la reforma ha quedado identificada con ciertas modificaciones (la asistencia libre o la
renovación periódica de los cuerpos académicos, por ejemplo) en la letra de alguna ordenanza; ha
sido clausurada quedando negada así en lo que ella, según sus realizadores, tenía de más propio: su
ser “proceso dinámico”. (Galfione, 2002)
Abordar la reforma más allá de los muros universitarios en que pretenden encorsetar‐
la, permite pensarla como un instrumento vigente de transformación social.
Procederemos a analizar la unidad del movimiento estudiantil en un contexto nacional
e internacional donde la correlación de fuerza entre la burguesía y la clase obrera se
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HIC RHODUS. DOSSIER: LA REFORMA DEL ‘18 CIEN AÑOS DESPUÉS. N U M E R O 14. A G O S T O DE 2018
inclina a favor de esta última. Dicho en la crítica al aislamiento universitario por los pro‐
pios estudiantes:
…los profesionales de la política egoísta y los gobernantes por ellos elegidos enturbiaron las aguas,
que debieron ser puras, de toda educación, fue porque en la universidad no estuvo definida y clara
y fuerte la conciencia de su función social… (La Gaceta… nro 4, 1919: 6)
La tiranía del centavo influye en la felicidad y determina el sufrimiento físico del pueblo. El hambre
y el frío estragan su salud y debilitan su brazo y su cerebro. Pero lo más doloroso es la maldad de
los hombres envileciendo su conciencia…” (La Gaceta… nro 13, 1919: 1)
Es que la sociedad Argentina de 1918 también expresaba una situación de crisis, debi‐
do a que la correlación de fuerzas entre las clases, abierta con la Revolución Rusa a nivel
internacional, ponía la balanza a favor de los explotados. En este sentido, la crítica a la
sociedad de clases y la barbarie capitalista está presente en el espíritu de los reformistas
del 18:
Mientras el sistema de privilegios destine a un solo miembro al pequeño círculo que usufructúa toda
la naturaleza terrestre y los pueblos en que, sin trabajar, se sirve a expensas del pueblo; mientras el
pueblo – que es el cuerpo de la sociedad – se vea privado de los elementos necesarios para nutrirse
integra y suficientemente y careza de libertad para desarrollar sus actividades u organismo indus‐
triales, intelectuales y morales; mientras todos los hombres no vean siquiera respetado y protegido
el fruto de sus esfuerzos racionales, a la vez que palpan los abusos del monopolio, en la tierra, en el
gobierno, en el comercio, en la instrucción, etc., sería inútil o estéril toda tentativa parcial de mejora
social o democrática…La ignorancia y los atrasos de los pueblos, está en el crimen social que,
poniendo en manos de unos pocos la propiedad absoluta de la tierra, – y por consiguiente de todo
lo que ella puede producir, ‐ les ha entregado a esos pocos, a esa insignificante minoría, la vida, la
existencia física, intelectual y moral del resto de la humanidad. (Ferrer, 1919: 2)
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…Los grandes potentados de la tierra son los únicos impacientes. Ellos deciden, porque ellos man‐
dan. No les interesa saber si el pueblo sufre. No quieren comprender que la lección le ha impuesto
al mundo una era mejor y más humana. Que la brutal matanza de cinco años ha demostrado al
mundo que mientras decida el egoísmo de su suerte, no habrá paz, no habrá felicidad y no habrá
vida…el pueblo que trabaja, aquel que elabora con su propio sudor el pan para sus hijos, es pueblo
que no va ganando nada en la partida, pero que presta su sangre para satisfacer la ambición de sus
magnates… ¡Si hasta la tranquilidad del mundo es un comercio! (...) (La Gaceta… nro 13, 1919: 1)
La crítica a la guerra imperialista es implacable como guerra de clases que deja un ten‐
dal de muertos en las clases trabajadoras que “…no va ganando nada en la partida”.
...Si dicen que le explotan, es anarquista. Si pide leyes que lo amparen ante la desenfrenada explota‐
ción de sus amos, es terrorista. Si protesta de su miserable condición de esclavo, es peligroso ¿Y
cómo no ha de serlo, si quienes deciden su suerte son sus propios amos y ellos disponen de la fuer‐
za y ellos pueden dictar leyes sociales y de residencia que los amparen?...las clases elevadas, las que
han podido gozar de los beneficios de la escuela, las que han conseguido abrir sus cerebros hacia
horizontes más amplios, las que tienen el deber de hacer felicidad del pueblo, esas se organizan mili‐
tarmente para matar al pueblo; esas, forman asociaciones del trabajo y se prestan a sitiar por ham‐
bre al obrero, y elevan la bandera nacional para enlodarla con su egoísmo y entonan el himno nacio‐
nal para callar la protesta popular, y usurpan el nombre de patria para disimular su verdadera anar‐
quía. Esta es la verdadera vergüenza de hoy. El pueblo debe callar porque la moral del momento no
permite decir la verdad y porque el orden social no permite que el que no tienen otra ocupación que
pasear en su automóvil o emborracharse en el cabaret, deje de multiplicar su capital por dos, por
cuatro o por cien. (La Gaceta… nro 13, 1919: 1)
Estos planteos son a su vez una disputa de sentido simbólico por construir una noción
de patria hegemónica alternativa a la de las clases dominantes. Esta batalla por imponer
una noción de patria justa, igualitaria, soberana tiene un fuerte sentido de radicalidad
democrática. El movimiento estudiantil la da en el plano ideológico, pero también la da
en las calles.
El 13 por la noche se congregaron en la plaza General Paz 12 mil pechos entusiastas y alborozados,
dispuestos a resarcirse de la forzosa continencia de cuatro días antes ¡Y a fe que lo hicieron cumpli‐
damente! El itinerario fijado se recorrió entonando la Marsellesa y vivando todo lo que el afecto
popular de Córdoba Libre tiene por más caro…el impedimento al Partido Socialista de ostentar su
bandera, pretexto de que era roja. Las autoridades de la F. U. dejaron constancia de su protesta por
el abuso (…) (La Gaceta… nro 15, 1919: 2)
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HIC RHODUS. DOSSIER: LA REFORMA DEL ‘18 CIEN AÑOS DESPUÉS. N U M E R O 14. A G O S T O DE 2018
De la denuncia a la acción
El movimiento estudiantil comienza a construir comités que le permitan junto a la
clase obrera y otros sectores, combatir las políticas represivas. De esta manera “La
Federación de Asociaciones Culturales se presenta al señor jefe de policía y expresa su
más formal protesta por la prohibición de realizar el mitin pro–afianzamiento de las
libertades constitucionales y derogación de las leyes de residencia y de defensa social y
revela como inexactos los fundamentos de dicha resolución” (Berman y Aprile, 1919: 2)
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Cordobesa...Nos dirige una carta estimulante su Secretario general, ciudadano Pablo B. López, en la
que dice que esa poderosa entidad desea cooperar, en la forma en que lo ha hecho, “a la realización de
los ideales que se ha propuesto la juventud estudiosa y progresista”. (La Gaceta… nro 15, 1919: 6)
La Federación obrera local resuelve protestar por inicuo atentado de que fueron víctimas el pueblo
y los estudiantes e incitar a estos a que perseveren en su lucha contra el jesuitismo y el dogma (…)
(La Gaceta… nro 13, 6)
La Federación Socialista ha tomado la siguiente resolución: Invitar a todas las agrupaciones cultura‐
les, gremiales y políticas que persiguen los propósitos enunciados a constituir un comité mixto con
el objeto de gestionar el decreto 4561 de 25 de junio de P.E. Provincial…Fijar el día 12 de julio a las
8:30 pm. para la reunión de delegados de las agrupaciones que resuelvan formar el mencionado
comité en el local Colon 115 de esta Ciudad. (La Gaceta… nro 14, 1919: 6)
El movimiento estudiantil es consciente de que debe luchar por una nueva dirigencia
moral e intelectual de la sociedad, que debe construir una nueva hegemonía. Por eso hace
de la defensa de las bibliotecas populares y los centros culturales una cuestión de índo‐
le estratégica:
…son esas bibliotecas o centros de cultura, cuyo fin exclusivo es la elevación mental y moral de los
trabajadores, de esas otras asociaciones, de la índole de “Córdoba Libre”, que sin estar formadas por
obreros o para obreros, por los sentimientos y ideales que animan a sus componentes, tienen fines
concordantes…sabe el proletario, tiene el hondo convencimiento de que la fuerza de sus opresores
reside, por una parte en las formas de producción, que les someten a una servidumbre económica,
y por la otra, en su ignorancia, en su falta de conocimientos, que le ponen a merced de la habilidad,
inteligencia o astucia de los que tanto han aprovechado la experiencia humana condensada en libros
y trabajos, para satisfacer sus egoístas ambiciones…se sabe que todos los grandes revolucionarios
han sido hombres de vasta cultura o de grandes sentimientos, y que toda revolución es precedida
por una intensa renovación espiritual. En ese sentido es que se dice que la ciencia desempeña un
papel revolucionario. Los trabajadores saben perfectamente que beneficio le han de proporcionar los
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conocimientos, tanto para comprender mejor los derechos que les asisten, cuanto para luchar con
éxito por su triunfo. (La Gaceta… nro 14, 1919: 6)
Continuó andando el tiempo y el amo encontró como desquitarse aumentando el precio de sus pro‐
ductos al amparo de leyes proteccionistas y especulando con el hambre popular. Acaparó los pro‐
ductos y luego impuso precios fabulosos que llevaron de nuevo la miseria al trabajador. (La Gaceta…
nro 17, 1919: 2)
Una vez más pasan de la denuncia a la acción directa, lanzando una campaña contra
la especulación en los precios de los productos de consumo para la canasta familiar, lla‐
mando a todo el pueblo a sumarse a la misma.
Lo entiende así la F. U. y ante detalles como el de las vergonzosas especulaciones que pueden evi‐
tarse, se empeña en llamar la atención de los poderes públicos ante la angustiosa situación que se ha
creado a las clases llamadas menesterosas de la sociedad con hecho como el de los precios…Al efec‐
to se propone iniciar una campaña en pro del abaratamiento de las subsistencias que culminara en
un mitin monstruo para el cual se cuenta con la indudable participación del pueblo entero. (La
Gaceta… nro15, 1919: 5)
El cadáver de Jaures fue el símbolo del fracaso definitivo de la paz conservadora del socialismo, es
decir del socialismo burgués. Esta dura hora de profunda renovación ha cavado un abismo entre dos
ideologías, entre dos métodos de acción. Los generosos propósitos reformistas de Jaures han cadu‐
cado definitivamente, y frente a ellos se levanta hoy victorioso el pensamiento de Georges Sorel que
encarna los altos ideales del sindicalismo revolucionario que sólo confía en la acción directa del pro‐
letariado. (La Gaceta… nro 17, 1919: 1)
Los estudiantes socialistas revolucionarios de Francia envían un fraternal saludo a los estudiantes
del mundo entero. Como nuestros hermanos franceses reconocemos también nosotros la absoluta
necesidad de grandes transformaciones económicas y sociales que culminen con la definitiva aboli‐
ción del orden capitalista de la sociedad. (La Internacional del Espíritu, En Gaceta Universitaria, Año
II, número 18: pág. 5)
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Los trabajadores del mundo, los desheredados, los rebeldes, los utopistas, los miserables de todas par‐
tes siguen con amor a ese hombre que anima la gran Revolución Rusa, Lenin…La lucha se ha iniciado
más formidable entre aquellos mismos principios democráticos, y los inminentemente sociales de la
Revolución Rusa: entre Wilson y Lenin, aquel se dirige a los gobiernos aliados, éste habla a los traba‐
jadores del mundo. ¿Cuál triunfará? Quién sabe si como dice Román Rolland: “el reloj del mundo esta
atrasado y hay que ponerlo a la hora con el de Petrogrado” (La Gaceta… nro 17, 1919: 6)
Reflexiones Finales
La Reforma del 18 abrió una crisis orgánica a partir de un proceso de radicalidad
democrática que puso al movimiento estudiantil a pensar un nuevo tipo de intelectual a
partir de pasar de una consciencia de subordinado a una de oprimido, reconociendo las
relaciones antagónicas con las castas dominantes. La alianza con el movimiento obrero
llevó a trasladar la conciencia revolucionaria al plano de la sociedad, a través de la acción
directa en la defensa de las libertades democráticas, de las condiciones materiales de vida
y de la cultura como forma de elevación del ser humano. Más allá del discurso hegemó‐
nico sobre la reforma en la actualidad que la reduce a un hecho universitario. La presen‐
te indagación me permite formular la hipótesis de que el movimiento estudiantil de la
Córdoba del 18 fue de la crítica de la universidad a la crítica a la sociedad. Un abordaje
articulado con otras fuentes me permitirá poner a prueba dicha hipótesis.
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Notas
1 Para este trabajo se han consultado los números 13 a 21 de La Gaceta Universitaria, correspondientes al segun‐
do año de esta publicación. Fueron publicadas entre abril y septiembre de 1919. Archivo del Museo Casa de la
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La reforma universitaria
de 1918. Fundación
del movimiento estudiantil
latinoamericano
Gabriel Solano
Legislador de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (FIT/PO)
Resumen
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HIC RHODUS. DOSSIER: LA REFORMA DEL ‘18 CIEN AÑOS DESPUÉS. N U M E R O 14. A G O S T O DE 2018
La Reforma representó mucho más que un mero episodio estudiantil. Tuvo presente
desde un primer momento el ímpetu de los sectores medios en un contexto más gene‐
ral determinados por la I Guerra Mundial, la Revolución Rusa y el ascenso general de la
clase obrera europea de la primera posguerra. Si este proceso influirá decididamente en
el auge del movimiento reformista, la derrota de la revolución y el equilibrio capitalista
que se dará a mediados de la década del 20 jugarán en su contra.
Por último, a modo de introducción, debemos señalar que uno de los mayores méri‐
tos de la Reforma es que puso de manifiesto la unidad de la transformación educativa y
cultural con la transformación social y política de la sociedad. Nada más alejado para un
estudiante reformista que el apoliticismo o el academicismo, entendidos como variantes
que rechazan la vinculación del movimiento estudiantil con la lucha política y social.
Los reformistas no dudaron en apoyar a partidos políticos cuando pensaban que estos
favorecían su lucha; de la misma manera cuando consideraron que éstos no existían
resolvieron fundarlos, e incluso llegaron a combatir los partidos que ellos habían funda‐
do cuando vieron que no respondían a sus intereses y se lanzaron a construir otros nue‐
vos. Es por eso que el estudio de la Reforma, y de los diversos caminos que eligieron sus
protagonistas, mantiene hoy todo su interés para la juventud.
Las universidades argentinas se regían por una ley dictada en 1885. Valía tanto para
las universidades de Córdoba, La Plata o Buenos Aires. En estas dos últimas, sin embar‐
go, se habían realizado reformas para darle una cierta participación al cuerpo docente
compuesto por la elite liberal. La intención de la clase dominante era limitar las atribu‐
ciones del clero que hasta el momento gozaba de toda clase de prebendas y dotar al
Estado de un personal político propio. Esto llevo a que en el terreno educativo los insti‐
tutos dependientes del episcopado perdieran la atribución de expedir títulos habilitan‐
tes, atribución que se le dio a la Universidad de Buenos Aires.
Los cambios en la educación superior fueron reflejando los cambios en las principa‐
les ciudades del país, principalmente en Buenos Aires. “Desde 1869 a 1914, la población
argentina casi se había quintuplicado. Los extranjeros, que en 1869 no pasaban de
210.292, cuarenta y cinco años más tarde sumaban 2.357.292, o sea el 30 % de la pobla‐
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ción total”(Ciria y Sanguinetti, 1983: 21). Con el aumento de la población se fue gestan‐
do una clase media urbana que empezó por presionar para una democratización del
acceso y la organización misma de la universidad. Esto produjo que en las universida‐
des, que hasta el momento eran un coto cerrado de las clases dominantes, la matrícula
tienda a un crecimiento incorporando a nuevos sectores. En la universidad de Buenos
Aires, por ejemplo, la matrícula pasó de 4.000 estudiantes en 1910 a 10.000 en 1918. Para
contrarrestar esta tendencia surgieron los proyectos educativos para introducir en el
educación media la enseñanza técnica para alivianar la presión sobre la educación supe‐
rior. En forma simultánea aparecía en escena una nueva clase social, el proletariado, que
ya tenía para principios de siglo una fuerte organización gremial; en 1896 se había fun‐
dado el primer partido obrero del país, el Partido Socialista.
La universidad de Córdoba
Estos antecedentes ordenaron la rebelión que iba a producirse en 1918. No era casual,
tampoco, que esta estallara en Córdoba.
La ciudad es un claustro encerrado entre barrancas; el paseo es un claustro con verjas de fierro; cada
manzana tiene un claustro con monjas y frailes; los colegios son claustros; toda la ciencia escolástica
de la Edad Media es un claustro en que se encierra y parapeta la inteligencia, contra todo lo que salga
del texto y el comentario. Córdoba no sabe que existe en la tierra otra cosa que no sea Córdoba.
(Facundo, 1998)
Este comentario de Sarmiento coincide con el clima que nos transmite J. B. Justo sobre
su universidad:
Entrar en la vetusta casa en que funciona la universidad de Córdoba es caer bajo la obsesión de imá‐
genes eclesiásticas. En medio del patio nos encontramos con una gran estatua de fray Trejo y
Sanabria, estatua bastante pesada para que no pudiera ser volteada a lazo en la última revuelta estu‐
diantil. (Justo, 1933: 280)
No fue casualidad que una de las consignas coreadas por los estudiantes cordobeses
era “Frailes NO”.
Los cambios que se habían realizado en las otras universidades ya para 1917 no habí‐
an llegado a Córdoba. Desde su fundación, en 1614, por los jesuitas la universidad no
había perdido su aspecto monacal. Se estudiaba todavía el derecho público eclesiástico
y canónico, y se enseñaba en filosofía del derecho que “la voluntad divina era el origen
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En 1918, al iniciarse nuevamente las clases, los estudiantes vuelven a plantear sus
reclamos. Se realizaron las primeras asambleas convocadas por los centros de estudian‐
tes de Medicina e Ingeniería y se resolvió ir a la huelga si no se cumplían sus reclamos.
El 10 de marzo se realiza una movilización callejera, de la que participa también la facul‐
tad de Derecho. Se funda el Comité Pro‐Reforma que dirigió el movimiento hasta que
se fundó la Federación Universitaria de Córdoba (F.U.C.) el 16 de mayo de 1918.
Como las autoridades habían resuelto no tomar en cuenta los reclamos estudiantiles,
el 14 de marzo el Comité pro Reforma da a conocer su primer documento en el que
llama a la huelga general por tiempo indeterminado. El documento denunciaba que la
“La Universidad Nacional de Córdoba amenaza ruina” y que el “estado de cosas impe‐
rante en lo relativo a los planes de estudio, como la organización docente y disciplina‐
ria dista en exceso de lo que debe constituir el ideal de universidad argentina”. El obje‐
tivo inicial, entonces, trata de provocar modificaciones frente a una situación docente
insostenible, pero no incorpora todavía el reclamo de la participación estudiantil en el
gobierno universitario. En definitiva, lo que se buscaba era que la Universidad cordobe‐
sa se pusiese a la altura de las de Buenos Aires y la Plata, mediante el camino de presio‐
nar al gobierno de Yrigoyen obligándolo a intervenir.
El 1 de abril, día de comienzo de clases, era una fecha clave para los estudiantes. Se
iba a comprobar si la orden de huelga era escuchada o no. La huelga fue total; ni un estu‐
diante concurrió a clases. Las autoridades deciden contraatacar y resuelven clausurar la
universidad debido a “los reiterados actos de indisciplina que públicamente vienen rea‐
lizando los estudiantes”. Las autoridades le comunican al ministro de instrucción que
“los jóvenes huelguistas firmes en su empeño revolucionario y de franca rebeldía, pro‐
nunciándose en reuniones públicas con graves dicterios contra las autoridades de la
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casa, cometiendo atropellos contra los estudiantes pacíficos que desean inscribirse, lle‐
garon el día 1, señalado para la inauguración de los cursos a los mayores extremos de
insubordinación.
Matienzo resuelve decretar vacantes todos los cargos de rector, decanos y académicos
con antigüedad mayor a 2 años; ¡sólo 7 quedaron en sus puestos! Se convocan eleccio‐
nes para todos los cargos vacantes. En la primera elección, realizada el 28 de mayo, para
elegir a todos los decanos, vice‐decanos e integrantes de los Consejos Directivos triun‐
fan los candidatos que contaban con el apoyo estudiantil. Matienzo considera que se
“abre una nueva época de existencia” para la universidad de Córdoba y da por finaliza‐
da la intervención.
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mercenarios que actuaban como guardaespaldas intentan sacar sus cuchillos para agre‐
dir a los estudiantes. Los estudiantes, incluso, intentan incendiar el viejo edificio de la
Compañía de Jesús. Cuando esto sucedía, y los consejeros se escondían de los tumultuo‐
sos, Horacio Valdés, dirigente de la Federación Universitaria de Córdoba, ocupando el
pupitre del rector, escribe en un papel unas frases y lee la orden del día: “La asamblea
de todos los estudiantes de la Universidad de Córdoba decreta la huelga general. Junio
15 de 1918”.
Los acontecimientos del 15 de junio sepultan la ilusión de que es posible concretar las
reivindicaciones de los reformistas a través de la intervención desde arriba del gobierno
radical. La alianza entre el movimiento estudiantil y la docencia liberal se fractura. El
movimiento reformista entra en una nueva etapa.
Los estudiantes del 18 debieron hacer su propia experiencia. Intentaron primero ejer‐
cer presión sobre la intelectualidad liberal del propio “cuerpo de profesores” para desig‐
nar a un Rector afín a sus reclamos. Sin embargo, en el momento de votar, los profeso‐
res se habían inclinado por el candidato de la reacción.3 Entonces, los estudiantes se
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La crítica reformista al sistema educativo fue tomando, entonces, una dimensión más
general:
Exigimos una educación sin pretales ni anteojeras, que prepare a los hombres para la vida en lugar
de acondicionarlos para todos los despotismos. Por eso penetramos a los templos deslumbrantes de
luces y oro y rompimos en las manos de los charlatanes de feria el instrumento del vasallaje con que
atan las conciencias a todos los dolores y las miserias de este mundo ensombrecido por la bajeza y
la mentira cristiana. (González, 1998: 92)
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conocimientos necesarios para ejercer la docencia pudiera hacerlo, aun en el caso de que
no formare parte de la “estructura docente” manipulada por la burocracia estatal. La
selección de los docentes debía darse por concurso, en el que los estudiantes debían
tener participación. Se garantizaba la libertad de pensamiento tanto para el docente
como para el estudiante que podía elegir entre diferentes cátedras. A la vigencia prácti‐
ca de este reclamo se lo denomina “cátedra paralela”.
Extensión universitaria
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Los estudiantes habían invitado “al pueblo a la inauguración de las clases”, pero esta
no pudo realizarse porque el ejército, enviado por el gobierno nacional, ocupó la univer‐
sidad siendo detenidos todos los ocupantes. Sin embargo, esa misma tarde, el interven‐
tor informó a la Federación que “saldrán el miércoles 11”. Los estudiantes habían cum‐
plido su objetivo. El proceso contra los detenidos fue pronto olvidado.
La llegada del interventor José Santos Salinas fue festejada por los estudiantes como
un triunfo. Pronto se modifican los estatutos y se incorporan todos los principios de la
Reforma: autonomía, participación estudiantil en el gobierno universitario, docencia
libre, extensión universitaria y asistencia libre a clases. Después de varios meses de
lucha la Reforma Universitaria parecía un hecho. Rápidamente la Reforma se extiende
por todo el país. En las universidades de Buenos Aires, La Plata, Litoral y Tucumán los
estudiantes logran imponer los principios reformistas. Hacia 1921 la Reforma regía en
todas las universidades argentinas.
Con el prestigio de la Reforma a su favor los estudiantes argentinos son recibidos con
gran entusiasmo en el Congreso Internacional de Estudiantes que se reúne en México en
1921. “Mexicanos y argentinos dominaron el congreso con su devoción ardiente a las
ideas de regeneración social e impusieron las resoluciones adoptadas al fin y publicadas
como fruto de aquella asamblea” (Henríquez Ureña, 2016: 140). Así la reforma adquie‐
re prestigio mundial y rápidamente se expande durante más de una década por los paí‐
ses de América Latina.
Contrarreforma
Alvear, que pertenecía al ala derecha del radicalismo, se apoyó en los sectores conser‐
vadores enemigos de la reforma. En noviembre de 1922 decide tomar la ofensiva y
ocupa con el ejército la Universidad del Litoral. La misma suerte corre la Universidad
de Córdoba. El poder en la universidad vuelve a estar en manos de las camarillas de
profesores. Para esto se reforman los estatutos limitando la participación estudiantil en
el cogobierno. Los estudiantes pueden elegir tres de los once miembros de los consejos
directivos, pero estos tres deben ser profesores. También en la Universidad de Buenos
Aires y en la de Tucumán se modifican los estatutos con un sentido antirreformista. Una
a una las conquistas estudiantiles son eliminadas de las universidades argentinas.
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versidades del país, elimina las conquistas reformistas y somete al movimiento estu‐
diantil a una intensa represión.
Desde finales del siglo pasado la penetración del capital extranjero había creado en las
grandes ciudades del continente una clase media que pugnaba por ingresar en la uni‐
versidad. Su pretensión, sin embargo, chocaba la estructura medieval de éstas, que tení‐
an como función formar a los hijos de las clases dominantes. Esta contradicción fue la
base para que la chispa que se encendió en Córdoba en 1918 prendiera rápidamente
hasta expandirse durante más de una década por todo el continente. El fuego sacudió
primero al Perú, luego a Chile y Cuba, a Colombia, Guatemala y Uruguay. Una segun‐
da oleada, se dará en la década del 30 en el Brasil, Paraguay, Bolivia, Ecuador, Venezuela
y México.
Los acontecimientos en los otros países del continente mantienen una similitud con
los ocurridos en Argentina. En Perú, por ejemplo, en las universidades que eran “acapa‐
radas intelectual y materialmente por una casta generalmente desprovista de impulso
creador no podían aspirar siquiera a una función más alta de formación y selección de
capacidades” (Mariategui, 2018) estalló en 1919 la rebelión estudiantil. Con su vista
puesta en Córdoba, la juventud peruana levantó las banderas de la Reforma
Universitaria.
En el país también el proceso político más general mantenía semejanzas con el argen‐
tino. La casta de los “civilistas”, representantes de los sectores más conservadores de la
oligarquía era derribada para dejar el poder a los sectores más liberales comandados por
Augusto Leguía, que asume el gobierno en julio de 1919. Leguía, llega al poder apoya‐
do por los estudiantes que lo consideran “maestro de la juventud”. Rápidamente las
demandas estudiantiles son cumplidas y se dicta una ley universitaria que incorpora las
pretensiones estudiantiles.
Sin embargo, el gobierno de Leguía, ni bien desplazó del poder al sector conservador
se convirtió él mismo en representante de las clases dominantes aliadas al imperialismo
y al clero. En 1923, el gobierno reprime una movilización estudiantil matando a dos
estudiantes. Las reformas son eliminadas de la Universidad. Víctor Raúl Haya de la
Torre, el máximo líder estudiantil, se debe exiliar en México.
En Chile, los estudiantes también habían proclamado su lucha por la Reforma de las
universidades. Decidieron apoyar, para esto, a un candidato liberal, Arturo
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Alessandrini, que disputaba el poder con el sector más conservador. Luego de ganar las
elecciones, Alessandrini seguirá el ejemplo de los gobiernos de Argentina y Perú, y
negará la posibilidad de cualquier reforma. Una situación similar se dio en otros países
dejando en claro la imposibilidad de viabilizar la reforma a través de los políticos libe‐
rales, que se veían rápidamente pasados al campo de la reacción.
La experiencia había demostrado que sin una transformación profunda de las atrasa‐
das sociedades latinoamericanas no era posible que la Reforma pudiera sostenerse en el
tiempo. Ahora bien: ¿Qué tipo de transformación tenía que darse? ¿Cuál era la clase
social llamada a encabezarlo? y ¿qué papel tenían reservados los estudiantes en esa
transformación? El aprismo, encabezado por el peruano Haya de la Torre y los partidos
comunistas nacientes le darán distintas respuestas a estas preguntas.
Pero para Ortega y Gasset dentro de cada generación también había diferencias que
no estaban motivadas por las clases sociales sino por “la distancia permanente entre los
individuos permanentes y selectos”. Dentro de estos últimos se encontraban, claro está,
los estudiantes, que formarían luego el APRA peruano, y que se postulaban como los
dirigentes del cambio social. Este mesianismo estudiantil presente en todos los docu‐
mentos de los reformistas, gustoso de la exaltación del verbo y de la palabra inflamada,
sin embargo, se dará contra la pared al comprobar en la realidad la incapacidad de la
pequeña burguesía para desempeñar un papel independiente.
Esta limitación estructural estará presente en el APRA peruano y en todos los parti‐
dos que surgen bajo su influencia como el MNR boliviano, el PRA en Cuba, Acción
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Democrática de Venezuela, etc. Haya de la Torre toma como modelo para la creación del
APRA al Kuomintang chino, al que consideraba un movimiento policlasista dirigido por
la pequeño burguesía. El objetivo inicial que se propone no es la revolución socialista
porque…
…nuestros pueblos deben pasar por períodos previos de transformación económica y política y qui‐
zás por una revolución social ‐no socialista‐ que realice la emancipación nacional contra el yugo
imperialista y la unificación económica y política indoamericana. La revolución proletaria, socialis‐
ta, vendrá después...” (Haya de la Torre, 1936: 68).
La respuesta vendrá de las filas del comunismo, y más precisamente de dos protago‐
nistas de la Reforma, el peruano Mariátegui y el cubano Mella. En primer lugar, atacan
la teoría de la joven generación. Mariátegui consideró que no era la “nueva sensibilidad”
de la juventud lo que había encendido su entusiasmo revolucionario sino que “era la
desesperada lucha del proletariado en las barricadas, en las huelgas, en los comicios, en
las trincheras. La acción heroica, operada con desigual fortuna, de Lenin y su aguerrida
fracción en Rusia, de Liebneckt, Rosa Luxemburgo y Eugenio Leviné en Alemania, de
Bela Kun en Hungría…” (Mariategui, 2015: 93)
El fundador del Partido Comunista Cubano, Julio Mella, también parte de la crítica a
la teoría de la joven generación: “La lucha social” dirá “…no es cuestión de glándulas,
canas y arrugas, sino de imperativos económicos y de fuerza de las clases, totalmente
consideradas”. Para él, la liberación nacional no podrá ser obtenida por la pequeño bur‐
guesía sino por la clase obrera.
¿Puede ser un hecho la reforma universitaria? Vemos muchas dificultades se implanten totalmente.
Para un cambio radical, de acuerdo con las bases reformistas, es necesario el concurso del gobierno.
¿Es capaz un gobierno de los que hoy tiene América en casi todas sus naciones de abrazar íntima‐
mente los principios de la reforma universitaria? Afirmamos que es imposible. ¿Puede la juventud
universitaria imponer ella, de por sí, los principios nuevos en las universidades? En algunas de sus
partes sí, pero en otras no. En lo que a Cuba se refiere es necesario primero una revolución social
para hacer una revolución universitaria. (Mella, 2017)
El camino que trazó Mella, si bien no lo pudo recorrer en su totalidad, será seguido
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décadas más tarde por un movimiento naciente dirigido también, en gran parte, por
jóvenes universitarios. Fueron ellos los que crearon el “Movimiento 26 de Julio”, bajo el
liderazgo de Fidel Castro, que realizó la primera revolución obrera del continente. En la
patria de Mella, la Reforma triunfo como Revolución.
Deodoro Roca, una de las figuras características de la Reforma, tuvo razón cuando, en
1936, al trazar un balance de los sucesos del 18, comentó: “La reforma fue todo lo que
pudo ser. No pudo ser más de lo que fue, en dramas y actores. ¡Dio de sí todo!” Esta con‐
vicción, compartida por el resto de sus compañeros, significó que la Reforma superaría
el terreno puramente universitario y se abría a la lucha política más general. Pero al
hacerlo comprobó rápidamente sus propios límites. El movimiento reformista no pudo
desempeñar un papel independiente en la escena política, y rápidamente se dividió
entre los que se pasaron al terreno de la burguesía y los que abrazaron la causa del pro‐
letariado.
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HIC RHODUS. DOSSIER: LA REFORMA DEL ‘18 CIEN AÑOS DESPUÉS. N U M E R O 14. A G O S T O DE 2018
Notas
1 El diario La Nación se preguntaba “¿Qué es la Corda?” ‐y respondía‐ “No es un partido, ni club, ni una socie‐
dad, ni nada que se le parezca. Es una tertulia de doce caballeros, católicos ‐este es su más fuerte vínculo espiri‐
tual‐ y de edades aproximadas, muy unidos entre si por lazos de amistad y aun de parentesco, que se reúnen en
comidas y almuerzos periódicos, ya en un hotel, ya en casa particular de alguno de ellos. Universitarios en su
mayoría, políticos casi todos, funcionarios y ex funcionarios, legisladores y ex legisladores, los asuntos públicos
los ocupan desde luego (…) Allí hay independientes, radicales azules, algún simpatizante con los rojos, algún pla‐
tónico amigo de los demócratas... Tienen gente en todos los partidos, tienen diputados de todos los rumbos. Así,
caiga el que caiga, triunfe el que triunfe, la Corda sale siempre parada” Publicado en La Nación, 16/6/1917.
2 Publicado en La Prensa, 16/6/1917.
3 Parte de este apartado fue trabajado en la revista La Caldera, nº 25, publicación de la UJS.
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72
Características del empleo
y la desocupación en el
Noroeste Argentino en la
posconvertibilidad (2003-2015)
Ariel Osatinsky
Instituto Superior de Estudios Sociales (CONICET/UNT)-Facultad de Filosofía y
Letras (UNT)
aosatinsky@yahoo.com.ar
Resumen
El artículo analiza la evolución y características de la desocupación y el empleo en los
aglomerados del NOA, vinculando esos procesos con las transformaciones que experi‐
mentaron las estructuras productivas de la región a partir de 2003.
Estas economías experimentaron una nueva etapa de crecimiento económico, y un
renovado impulso de sus exportaciones. Sin embargo, los cambios tuvieron un carácter
coyuntural.
La ausencia de transformaciones económicas estructurales explica la persistencia de
importantes problemas de empleo. El descenso de la desocupación tuvo un freno a partir
de 2007; no hubo cambios significativos en la distribución de los ocupados en las diferen‐
tes actividades económicas, mientras que el empleo informal continuó siendo elevado.
73
HIC RHODUS. CRISIS C A P I TA L I S TA , P O L É M I C A Y C O N T R OV E R S I A . N Ú M E R O 14. A G O S T O DE 2018
Introducción
El Noroeste Argentino (NOA), región que abarca 470.184 kilómetros cuadrados, se
caracteriza por tener una participación reducida en el Producto Bruto Interno (PBI) del
país. En el largo período que va del modelo agroexportador (1980‐1930) a la industriali‐
zación sustitutiva de importaciones (1930‐1970), esa participación fue de 6%1, sin contar
con producción exportable de relevancia a nivel nacional, y con escasos productos sus‐
ceptibles de ser colocados en el mercado interno del país. En ese lapso, abarcó un por‐
centaje del total de habitantes superior (11%) al que tenía en la producción nacional
(Manzanal et al., 1989; Rofman et al., 1997; Ferrer, 2008, Velázquez, 2008, Bolsi et al.,
2009).
Como consecuencia de lo señalado, las provincias de esta región (Catamarca, Jujuy,
Salta, Santiago del Estero, y Tucumán) experimentaron históricamente un profundo
deterioro social, y tuvieron importantes segmentos de población afectados por los pro‐
blemas de empleo (Rofman et al., 1997; Bolsi et al., 2009).
Entre los años 1980 y 2002 las economías del NOA fueron afectadas por las transforma‐
ciones económicas neoliberales, entre las que podemos mencionar un proceso de desin‐
dustrialización, crisis de diversos cultivos ligados al mercado interno, y un retroceso de
actividades importantes como el comercio o la construcción, procesos que se agravaron
en el marco de la recesión de 1998‐2002 (Rofman et al., 1997; Rapoport, 2000; Ferrer,
2008). Estos cambios provocaron un acentuado deterioro laboral, expresado en el creci‐
miento de la desocupación, la subocupación y el empleo informal (Lindenboim 2008).
A su vez, en aquellos años el mercado mundial comenzó a tener un peso más signifi‐
cativo en las economías regionales, reflejado en la expansión de producciones primarias
destinadas a la exportación. En las respectivas estructuras económicas, producciones
ligadas al mercado mundial adquirieron un peso relevante, incrementando la importan‐
cia del sector primario.
A partir de 2003, las economías del NOA experimentaron una nueva etapa de creci‐
miento económico y un renovado impulso de sus exportaciones. Si bien la posconverti‐
bilidad tiene entre sus características un crecimiento importante del Producto Bruto
Geográfico (PBG), sobre todo en sus primeros años, hubo una continuidad en relación a
la creciente importancia del mercado mundial en las respectivas economías provincia‐
les. A su vez, la notable expansión de la producción fue perdiendo intensidad con los
años, agravándose las dificultades económicas.
En función de lo señalado, el artículo analiza las transformaciones que experimentaron
las estructuras productivas del NOA a partir de 2003, indagando si en el período de la
posconvertibilidad estos cambios persisten con los rasgos que adquirieron a fines del
siglo XX, o bien poseen características diferentes que reflejan la existencia de rupturas
con el ciclo anterior.
Se estudia la evolución y composición que tuvieron las estructuras productivas y las
exportaciones de las provincias bajo estudio en el período, y se describe el impacto que
las transformaciones económicas tuvieron en los respectivos mercados de trabajo, en
particular en los problemas de empleo.
Conceptos y mediciones
En el análisis de la dinámica de una determinada economía, no sólo importa la descrip‐
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ción del ciclo ascendente o descendente en el que se encuentre, sino también los cam‐
bios que sufre esta en cuanto al peso o la importancia relativa que poseen las distintas
actividades que la componen en un determinado período de tiempo. El estudio de las
transformaciones que experimentan los sectores primario, secundario y terciario, nos
permite conocer las características de la estructura económica.
Es la actividad económica o producción de bienes y servicios la que genera los recur‐
sos, y por lo tanto a la riqueza, de la que dispone una sociedad para satisfacer sus nece‐
sidades. El acceso a esos recursos o ingresos va a depender de la forma en que se parti‐
cipe en el proceso de producción. De allí, la importancia de analizar las características
laborales que posee la producción de bienes y servicios, así como los cambios en el
empleo que generan las transformaciones económicas. Un trabajador sin ocupación no
participa del proceso de creación de bienes y servicios y por lo tanto, queda marginado
de la distribución de riqueza que surge en el proceso de producción. A su vez, aquellos
que se encuentran ocupados, pueden sufrir bajos niveles salariales, condiciones preca‐
rias de empleo o bien, pueden no poseer una ocupación plena (Lindenboim, 2005).
El capitalismo es un modo de producción que tiende a deteriorar las condiciones de
trabajo de quienes tienen solamente su fuerza de trabajo para ofrecer. En particular, la
llamada etapa neoliberal se caracteriza por la aplicación de reformas económicas estruc‐
turales a nivel mundial, que transformaron al desempleo, a la subocupación, al empleo
informal y la precariedad laboral en las características sobresalientes de los mercados de
trabajo.
Teniendo en cuenta los procesos económicos y las transformaciones laborales que
tuvieron lugar en el mundo y en la Argentina entre las últimas décadas del siglo XX y
comienzos del siglo XXI, es claro que los empresarios para sobrevivir en la competencia
del mercado, impulsan el deterioro de las condiciones de empleo y la reducción de los
salarios. Ello tiene repercusiones en el mercado interno, debilitándolo y reduciendo su
tamaño (Graña, 2013).
El artículo analiza el período de la posconvertibilidad que, a diferencia de lo sucedido
hasta 2002, se caracteriza por una expansión de la economía argentina. Sin embargo, se
mantuvo una orientación económica de mayor dependencia con el mercado externo a
través del fomento de las exportaciones con fuerte presencia de producciones primarias,
adquiriendo producciones agro‐mineras mayor peso en distintas estructuras producti‐
vas (Féliz et al., 2012).
En la posconvertibilidad se puede observar distintas etapas: entre 2003 y 2007 la eco‐
nomía tiene tasas de crecimiento elevadas. Con posterioridad, la expansión del PBI
alcanza menor magnitud, y luego de 2011, tendría lugar una fase caracterizada por el
estancamiento económico.
En el trabajo se examina el peso de las actividades económicas y de los sectores prima‐
rio, secundario, terciario, en tanto ello permite caracterizar, en gran medida, el grado de
desarrollo económico. Se tiene en cuenta la evolución y composición del PBG y de las
exportaciones provinciales.
En el análisis de los respectivos mercados de trabajo, se considera tanto el empleo,
como la desocupación y la subocupación2. Asimismo, en el conjunto de población afec‐
tada por problemas de empleo, se incluye a quienes están afectados por el empleo infor‐
mal. Se trabajó con las tasas de desocupación y subocupación; la distribución de la
población ocupada según actividades económicas; el porcentaje de asalariados sin des‐
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cuento jubilatorio, y la evolución del empleo estatal. Por último, se considera el peso de
los Programas de Empleo, factor que influyó en el descenso de la desocupación en la
posconvertibilidad3.
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Tabla 1. Evolución y variación relativa del PBG de las provincias del NOA.
1993‐2006.
Fuente: PBG: Larrechea et al., 2009, sobre la base de datos de las Direcciones
Provinciales de Estadística. Población: INDEC, Censo Nacional de Población y
Vivienda 1991, Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda 2001, y Censo
Nacional de Población, Hogares y Vivienda 2010.
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ción crece de manera lenta ya que las empresas aprovechan las posibilidades de super‐
explotación disponibles (tanto directamente de la fuerza de trabajo como, indirectamen‐
te, de la naturaleza)” (Féliz, 2016: 22).
Si se compara los valores de la Tabla 3 con los de la Tabla 1, es claro el menor crecimien‐
to que experimentaron las economías de las provincias bajo estudio a partir de 20076.
Tabla 3. Variación relativa del PBG de las provincias del NOA. 2007‐2011.
En la Tabla 4 se observa el peso que tenían los sectores primario, secundario y terciario
en el NOA y sus provincias, en relación al que poseían a nivel nacional.
Tabla 4. Peso relativo de los sectores Primario, Secundario y Terciario en el PBG.
NOA y Argentina. (1993‐2006).
(*) Como se señaló, en el caso de Catamarca se tomó 2005 puesto que en 2006 el peso
del sector minas y canteras aparece sobredimensionado fruto de una coyuntura extraor‐
dinaria de elevados precios de dicha producción en aquel año.
(**) Se trabajó con datos de 1994 por carecer de información estadística para el año
1993.
Fuente: Larrechea et al., 2009, sobre la base de datos de las Direcciones Provinciales de
Estadística; INDEC, Dirección Nacional de Cuentas Nacionales.
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El Noroeste presenta un peso mayor del sector primario ya que las expansiones de cul‐
tivos exportables y de la minería acontecieron en economías poco desarrolladas. En con‐
traposición, el sector secundario en el Noroeste tenía una participación más reducida
que el promedio nacional al poseer una actividad industrial de menor magnitud. La
expansión del sector secundario en la posconvertibilidad se explica más por el creci‐
miento de la construcción que por el del sector manufacturero. A su vez, en el sector ter‐
ciario, el promedio nacional era superior al de la región del NOA debido al mayor peso
de los servicios del sector privado en otras regiones del país.
En las Tablas 5 y 6 se observa el peso que tenían las principales actividades en las eco‐
nomías bajo estudio.
Tabla 5. Peso relativo de las principales actividades del PBG. Catamarca, Salta,
Santiago del Estero. (1993‐2006).
Fuente: Larrechea et al., 2009, sobre la base de datos de las Direcciones Provinciales de
Estadística; INDEC, Dirección Nacional de Cuentas Nacionales.
Tabla 6. Peso relativo de las principales actividades del PBG. Jujuy y Tucumán.
(1993‐2006).
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Fuente: Larrechea et al., 2009, sobre la base de datos de las Direcciones Provinciales de
Estadística; INDEC, Dirección Nacional de Cuentas Nacionales.
La primera de ellas agrupa a las provincias del NOA en las que el proceso de primari‐
zación característico de las últimas décadas del siglo XX, en particular de los años ‘90,
fue más intenso. En los años de la posconvertiblidad, a la importante expansión de cul‐
tivos exportables, en particular cereales y oleaginosas (soja) en Salta y Santiago del
Estero, se suman la exportación de combustibles en Salta y la producción minera en
Catamarca. Ello explica el significativo peso del sector primario en estas tres provincias
(Tabla 4). Importa señalar también que son producciones que tienen un importante cre‐
cimiento en un contexto de economías poco desarrolladas.
En las Tablas 5 y 6 se observa también que en la posconvertibilidad la construcción
experimentó un significativo crecimiento, mientras que la industria se expandió a un
menor ritmo, conservando una participación semejante a la que tenía en los años 90.
Cabe señalar que en Jujuy y Tucumán el sector manufacturero tiene un mayor desarro‐
llo que en las restantes provincias, en particular debido a la actividad azucarera y al con‐
junto de la producción vinculada a alimentos y bebidas, siendo el tabaco y la actividad
citrícola también importantes en Jujuy y Tucumán respectivamente.
En cuanto al sector terciario, el comercio tuvo una mayor expansión que las activida‐
des de la administración pública y servicios sociales (Tablas 5 y 6), las que continuaron
teniendo un peso importante cercano al 25% de la estructura productiva.
En el caso de los servicios vinculados al sector público importa señalar que teniendo
un peso relevante, perdieron participación sobre todo en los años 90 en las respectivas
economías provinciales por el avance del sector primario, producto del proceso de pri‐
marización que aconteció en el período.
Esa expansión en la década de 1990 del sector primario se dio en el marco de políticas
que fomentaron el crecimiento de producciones primarias ligadas al mercado mundial
(agrícolas, minera), y explica que, en el marco de la profunda recesión que atravesó la
economía nacional entre 1998 y 2002, las exportaciones continuaran creciendo en el
NOA. Con posterioridad, en tiempos de posconvertibilidad, las exportaciones siguieron
aumentando hasta 2011, y luego experimentaron un retroceso a partir de aquel año
(Tabla 7). Estas dinámicas formaban parte de un fenómeno nacional. “La apreciación
cambiaria combinada con la consolidación de una posición subordinada en el mercado
mundial, convergieron con la crisis global para colocar a las cuentas externas rápida‐
mente en su histórica situación de precariedad” (Féliz, 2016), mostrando la cuenta
corriente un déficit entre 2011 y 2014.
Tabla 7. Participación del NOA en las exportaciones del país (2010 y 2014). Tasa de
crecimiento 2003/10 y 2011/14 y Composición de las Exportaciones (2010).
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La Tabla 7 muestra que las provincias del Noroeste conservaron una reducida partici‐
pación en el total exportado por el país, característica también presente en la década de
1990. Mientras la Región Pampeana abarca gran parte de los complejos productivos que
tuvieron una importante expansión en 2003‐2011 (oleaginoso, cerealero, ganadero, auto‐
motriz), el minero era el único complejo con cierta importancia en el total de exportacio‐
nes de la Argentina (6% del total) en el que el Noroeste tenía cierto peso (38%), que se
explica por la producción de Catamarca y, en menor medida, de Jujuy. Otras produccio‐
nes, en las que el NOA tenía una participación importante, representaban un porcenta‐
7
je reducido de las exportaciones totales del país . Importa destacar el crecimiento de la
participación de Catamarca y Santiago del Estero en las exportaciones argentinas, cuyas
dinámicas fueron disímiles: mientras que la mayor participación catamarqueña es fruto
de la producción minera que se desarrolló desde 19978, es decir en los años previos a la
posconvertiblidad, en el caso de Santiago del Estero, su participación tuvo un incremen‐
to importante a partir de 2003.
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Los recursos primarios, producciones de nulo o escaso valor añadido, o bajo grado de
elaboración, tenían un significativo y mayoritario peso en las exportaciones del
Noroeste (Tabla 8). En los años de la posconvertibilidad, la participación de este rubro
en las exportaciones creció aún más. Por el contrario, las manufacturas de origen indus‐
trial fueron perdiendo peso en las exportaciones totales de la región, y su peso era
menor al 20% en prácticamente todas las provincias, con la excepción de Tucumán.
En síntesis, las economías del Noroeste se expandieron en el nuevo ciclo que se inicia
en 2003, sin embargo no se observa transformaciones estructurales. La industria no
adquirió un mayor peso del que tenía en los ´90, el sector terciario continuó teniendo un
peso mayoritario en las estructuras económicas, y las producciones primarias orienta‐
das al mercado exterior siguieron expandiéndose. A su vez, el NOA mantuvo una par‐
ticipación reducida en la producción y en las exportaciones del país, siendo predomi‐
nante y creciente el peso de los recursos primarios en las exportaciones de la región.
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Tabla 10. Ocupados según actividad económica. Aglomerados del NOA. 2003 y 2006.
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Tabla 11. Empleados estatales cada 1000 habitantes y variación relativa del empleo
estatal. Provincias del NOA. 2003‐2015.
Fuente: Dirección Nacional de Coordinación Fiscal con las Provincias del Ministerio de
Hacienda y Finanzas Públicas de la Nación.
A partir de 2003 se dio mayor alcance a una política que se comenzó a implementar en
diferentes países – entre estos la Argentina‐ en la década de 1990, por la cual para tener
acceso a una cobertura ya no era suficiente estar sin trabajo, sino que el acceso a un sub‐
sidio comenzó a vincularse con la necesidad de realizar una contraprestación laboral.
Así, se consideró como ocupados un número importante de beneficiarios del Plan Jefes
y Jefas de Hogares Desocupados (JJHD) y de otros Programas de Empleo, que realiza‐
ban algún tipo de contraprestación (Tabla 12). Ello también contribuyó al descenso de la
tasa de desocupación9.
Como se observa en la Tabla 12, hubo un número importante de desocupados que a
partir de 2003, integraron estos Planes y Programas10. El NOA que representaba en la
primera década del siglo XXI el 11% de la población argentina, concentraba el 17/18%
de estos planes y programas en el período 2003‐2006.
Tabla 12. Beneficiarios del Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados y de Programas
de Empleo. Provincias del NOA. 2003‐2009.
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Fuente: elaboración propia sobre la base de datos del Sistema de Información del
Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación, citados por Neffa et
al., 2011, pp. 97‐108.
El empleo informal o “en negro”, que se expandió notablemente en el país en las últi‐
mas década del siglo XX, continuó afectando a un porcentaje importante de los asalaria‐
dos en el ciclo que se inicia en 2003 (Tabla 13).
El hecho de que 5 de cada 10 asalariados se encuentren empleados “en negro” tiene
relación con el peso que tenían en el total de ocupados actividades como el comercio o
la construcción (cerca del 40% de los ocupados) donde esas modalidades están expan‐
didas, y con diferentes formas de empleo informal que desarrolla el propio Estado,
como es el caso por ejemplo de los beneficiarios de Planes y Programas de Empleo.
2007‐2014:
A partir de 2007/08, la crisis económica mundial cobró fuerza e impactó negativamen‐
te en la economía y el mercado de trabajo. A su vez, la capacidad instalada llegaba a un
límite. En ese contexto, las mejoras laborales que se dieron en los primeros años de la
posconvertibilidad dieron paso a una etapa que se caracterizaría por una persistencia de
importantes problemas de empleo, con un ritmo significativamente menor de creci‐
miento de la tasa de ocupación. Incluso, con posterioridad a 2011, en el marco de un
estancamiento económico, hubo diversos casos de caída del empleo e incremento en la
tasa de desocupación.
Cabe señalar que desde 2007 las estadísticas producidas por el INDEC perdieron con‐
fianza debido a la intervención de la institución realizada por el Gobierno Nacional11.
En ese marco, con una menor expansión económica, la población ocupada de los aglo‐
merados creció a un ritmo menor. Entre los períodos 2003/06, 2006/10 y 2011/14, la tasa
de crecimiento de los ocupados en los aglomerados del NOA fue de 12,9%, 8,1% y 7%
respectivamente, es decir, una tendencia decreciente12.
La desocupación en 2007‐2011 desciende sólo en los aglomerados de Tucumán y Jujuy.
Con posterioridad, en estos aglomerados presenta una tendencia creciente, mientras
que en los restantes disminuye aunque a menor ritmo en relación a los primeros años
de la posconvertibilidad (Tabla 14).
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micas, la Tabla 16 muestra que la primera década del siglo XXI terminaba sin cambios
significativos. El sector industrial continuó concentrando aproximadamente 10% de los
ocupados, al igual que la construcción, mientras que comercio y los servicios del sector
público concentraban más del 50% de los que trabajaban.
Tabla 16. Ocupados según actividad económica. Aglomerados del NOA. 2010.
Reflexiones finales
En la década de 1990 la economía del país avanzó hacia “un tipo de orientación a la
exportación de productos básicos e intermedios, sin la expansión y desarrollo de los
bienes finales” (Gorenstein, 2012: 198), proceso que fue acompañado por la consolida‐
ción de la desindustrialización. Si bien a partir de 2003, las economías de las distintas
regiones argentinas experimentaron un nuevo ciclo de crecimiento, este no fue acompa‐
ñado por transformaciones de relevancia en la estructura productiva.
En las provincias del NOA las actividades primarias como la minería o producciones
agropecuarias, que tuvieron una importante expansión en los años 90, conservaron un
peso importante en las economías (cerca del 20%). A su vez, el sector secundario recu‐
peró la participación que tuvo en la década de 1990 sobre todo por la expansión de la
construcción. La industria, si bien se expandió, no adquirió mayor peso del que tenía en
los años 90, lo que refleja la ausencia de un genuino proceso de reindustrialización. El
sector terciario continuó representando el 60% de las economías provinciales del NOA.
En la posconvertibilidad las producciones ligadas al mercado mundial continuaron
consolidándose, expresado ello en el incremento de las exportaciones provinciales. Sin
embargo, no se fomentó la exportación de bienes con mayor nivel agregado y encade‐
namientos productivos hacia adelante y atrás.
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Notas
* Agradezco los comentarios y sugerencias de los evaluadores anónimos de la revista.
1 Datos del Consejo Federal de Inversiones (CFI).
2 “Ni la primera revolución industrial (la aplicación de la fuerza de vapor a la producción, a fines del siglo
XVIII) ni la segunda (la aplicación industrial de la química, la electricidad y el petróleo, a fines del siglo XIX) cre‐
aron una masa de desocupados permanentes. Al contrario, ampliaron la masa de obreros ocupados en todo el pla‐
neta; esto es porque el capitalismo se encontraba entonces en una fase de ascenso y pudo – ampliando la escala
de producción, conquistando nuevos mercados, abriendo nuevas ramas productivas‐ absorber la mano de obra
que había sido dejada sobrante por la aplicación de la nueva tecnología. En la actualidad ocurre lo contrario […]
La sobreproducción de mercancías –y de los capitales que las producen‐ impiden al capitalismo absorber la mano
de obra puesta en excedencia por el cambio tecnológico” (Oviedo, 1998: 26).
3 El PBG expresa el valor de los bienes y servicios finales producidos por una economía provincial en un perio‐
do de tiempo determinado (generalmente un año).
4 Mientras que la desocupación agrupa a todos aquellos que sin tener ocupación la están buscando activamen‐
te, la subocupación hace referencia a los ocupados que trabajan involuntariamente menos de 35 horas a la sema‐
na (Neffa, 2005). Desocupados y ocupados conforman la población económicamente activa (PEA).
5 Las fuentes de información que se utilizan son, para los aspectos económicos, las respectivas Direcciones de
Estadística Provinciales, la Subsecretaría de Programación Económica del Ministerio de Economía y Finanzas
Públicas, el Consejo Federal de Inversiones, y datos del ex Ministerio de Industria de la Nación. El análisis de la
desocupación, subocupación, distribución de los ocupados según actividad económica, y empleo informal, se rea‐
lizó a partir de la información aportada por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). Por último, la informa‐
ción correspondiente al empleo estatal y a la población beneficiaria de Programas de Empleo proviene de la base
de datos de la Unidad de Información Provincial del Ministerio del Interior y Transporte de la Nación, y del
Sistema de Información del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación.
6 “…las ganancias en competitividad del capital local estuvieron asociadas principalmente a un factor endeble
y transitorio como el tipo de cambio, en lugar de derivarse de una inversión sostenida en tecnología e infraestruc‐
tura que contribuya a una mejora en la competitividad externa vía reducción de costos productivos locales no sala‐
riales” (Belloni et al., 2016: 86).
7 En 2010 casi el 75% de las exportaciones del país seguían concentradas en los complejos oleaginoso (28,2%),
automotriz (12,7%), petrolero‐petroquímico (12,2%), cerealero (8%), minero (6,1%) y ganadero (5,8%)
(Subsecretaría de Programación Económica del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas, 2011).
8 Se pudo obtener información de la evolución del PBG de Jujuy hasta el año 2011, y de Salta y Tucumán hasta
el año 2015. No se obtuvo datos en relación a la evolución del PBG de Catamarca y Santiago del Estero posterior
a 2006, aunque lo más probable, al igual que las restantes provincias del NOA y la economía nacional, es que tam‐
bién hayan experimentado un menor crecimiento.
9 Se refiere a los complejos frutícola, hortícola, tabacalero y azucarero, que en 2010 representaban el 2,2%, el
1,2%, el 0,5% y el 0,4% respectivamente de las exportaciones totales del país.
10 Si bien Bajo La Alumbrera, yacimiento minero ubicado en el departamento de Belén, produjo un notable
incremento del PBG y de las exportaciones de Catamarca, aportó a la provincia una porción minoritaria del valor
agregado por la explotación, no generó una importante demanda de fuerza de trabajo, agravó la desigual distri‐
bución que existía en cuanto a recursos imprescindibles como el agua o la energía eléctrica y generó una impor‐
tante contaminación en el NOA (véase Mastrangelo, 2004; Machado Araoz, 2009).
11 Cabe señalar que no todos los beneficiarios de Planes y Programas fueron considerados como ocupados, aun‐
que sí una parte importante de ellos.
12 Se trata de los Planes Jefes y Jefas de Hogares Desocupados, Programa de Empleo Comunitario (PEC), Seguro
de Capacitación y Empleo, Programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo, Programa de Recuperación productiva
(REPRO), Programa Desarrollo del Empleo Local (DEL),
13 El desplazamiento de los técnicos encargados de confeccionar la EPH restó confiabilidad a la evolución de los
indicadores laborales.
14 Datos de correspondientes al 3° trimestre de los años mencionados, de la EPH.
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¿El futbolista como integrante
de la clase obrera?
Una aproximación al caso
argentino
David Ibarrola
Universidad de Buenos Aires
Resumen
La pregunta que motiva el artículo es si los futbolistas son miembros de clase obrera.
La relación entre el futbolista como sector social, y el capitalismo atraviesa todo el tra‐
bajo. Situándome desde el punto de vista del materialismo histórico, pretendo abordar
esta problemática en el caso argentino, explorando acontecimientos puntuales de la his‐
toria de los futbolistas argentinos que forjaron su subjetividad.
Mediante este análisis, intento no sólo aproximarme a la respuesta a la pregunta, sino
que espero realizar un aporte para pensar una política socialista respecto a esta temáti‐
ca. Si los futbolistas son miembros de la clase obrera, es indispensable que los partidos
revolucionarios adopten una posición clara para este campo ya que el deporte, al fin y
al cabo, al ser uno de los grandes negocios mundiales no es ajeno a la tormenta de la cri‐
sis capitalista. Al contrario, es otra expresión de la descomposición social que genera la
crisis capitalista.
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El fútbol es un deporte que apasiona a los argentinos. Tanto en las derrotas como en
las victorias se transforma en tema de conversación durante la semana. Cuando un
grupo de jugadores ha tenido una temporada exitosa y a la siguiente comienza tenien‐
do una mala racha, en los medios, en las tribunas y en las calles se habla de “aburgue‐
samiento” de los futbolistas. Ya no estarían empujados por la necesidad de destacarse
para poder llevar un plato de comida a su casa. Están “salvados”. Son frecuentes las crí‐
ticas a las mega‐estrellas del fútbol mundial al momento de sufrir un traspié deportivo,
respecto a la monumental suma de dinero que perciben a diario, como si el alto nivel de
ganancia fuera inversamente proporcional a la voluntad o el rendimiento deportivo.
Otros quizás pensarán en los jugadores de las categorías menores que combinan
entrenamientos con trabajos en fábricas o en comercios. Que se levantan a las seis de la
mañana y llegan por la noche, todo en pos cumplir el sueño de jugar este deporte. O los
niños que dejan su infancia y su adolescencia en su pueblo natal y viajan a las grandes
urbes a buscar suerte en algún club. Cuando un futbolista muere de un golpe contra los
paredones de contención de concreto de las canchas ¿No es similar a cuando un obrero
de la construcción cae a un pozo ciego y pierde la vida por no tener las medidas de segu‐
ridad necesarias?
Nuestro objeto de estudio es complejo y heterogéneo. Ser futbolista en Argentina
tiene una gran relevancia social y dota a los más destacados de una notoria preeminen‐
cia social. Pero de entre todos los futbolistas que hay en nuestro país, separados por
género, variante del fútbol, nos circunscribiremos específicamente a los futbolistas mas‐
culinos “de once”, rama de este deporte de mayor desarrollo e imagen. Más que una
cuestión de comodidad o arbitrariedad, este recorte también dice mucho sobre la socie‐
dad en la que vivimos. El capital, esa fuerza poderosa que somete todo a su voluntad es,
como sabemos, tremendamente parasitaria. Aquellas esferas de la economía que consi‐
dera rentables son rápidamente transformadas por esta, mientras que las otras quedan
a la deriva sin poder competir con ellas1. Estos desbarajustes, que se ven en la esfera de
la actividad industrial de un país (Lenin, 2008).
No es nada novedoso decir que el capitalismo es parte fundamental en la génesis del
fútbol en nuestro país. Algunos autores (Frydenberg, 2011) han vinculado la expansión
de dicho deporte al desarrollo urbano de Ciudad de Buenos Aires en los primeros años
del siglos XX. La llamada acumulación originaria del capital en Argentina, la llegada del
ferrocarril y los inmigrantes de fines del siglo XIX, fueron factores de vital importancia.
En los aglomeramientos urbanos que se formaban en los espacios baldíos que dejaba el
tendido de las vías del ferrocarril comenzaba emerger la pasión por este deporte. De
acuerdo con Frydenberg, el crecimiento de las ciudades, particularmente aquellas con
puerto, como Buenos Aires, La Plata y Rosario, se produjo en paralelo con la “democra‐
tización” del fútbol. Al mismo tiempo, la clase trabajadora argentina daba sus primeros
pasos y sus primeras luchas. Fue un periodo también en que desde el Estado se estimu‐
laba la creación de grupos para practicar deporte, tal es así, que éste cedía terrenos y
desarrollaba acuerdos con dichas instituciones, en pos de impulsar este asociacionismo
entre población (Daskal, 2010). El comienzo de la proliferación masiva de clubes y la
transformación de estos en un polo de atracción para la población tampoco son casua‐
les. Las primeras victorias del movimiento obrero argentino, la obtención de una reduc‐
ción en la jornada laboral, un espacio mayor para la escolarización, y la reducción del
trabajo infantil, tuvieron como resultado un aumento sustancial del tiempo libre de la
población trabajadora argentina, que se traduciría en una demanda de espacios de reu‐
nión y dispersión. La génesis del futbol acompaña, entonces, la llamada “moderniza‐
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ción” de nuestro país, la emergencia y los primeros pasos del proletariado argentino.
Pero el capitalismo de hoy no es el mismo de hace casi cien años. Este modo de pro‐
ducción se encuentra en una gigantesca crisis que detonó hace casi diez años, y el
deporte no es ajeno a esto (Vallejos, 2009). Las consecuencias de esta crisis en el futbol
son las mismas que en cualquier otra esfera de la economía: se retrae el mercado, se
deteriora la situación de los clubes, se atrasan los pagos de salarios, quiebras de clubes,
entre otras tantas cosas. A medida que la descomposición del sistema capitalista avan‐
za, los clubes argentinos se deterioran cada día más, incapaces de escapar a esta tenden‐
cia. La relación del capitalismo, otrora motor de su expansión, con el fútbol, se ha rever‐
tido. En el medio del caos organizativo de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), ha
quedado de manifiesto el vínculo entre el desarrollo capitalista y el provenir de un sec‐
tor de la población argentina que establece una relación profunda con este deporte.
Mientras los dirigentes de la AFA recientemente se aprestaban a entregar los derechos
de televisación al capital extranjero, evaluaban la posibilidad de “privatizar”2 los clubes,
a espalda de socios y trabajadores del deporte, se sucedían huelgas y pronunciamientos
en contra de la “privatización”. Se entiende entonces, que la respuesta a la pregunta que
encabeza nuestro trabajo irá trazando vínculos con la relación más general entre fútbol
y capitalismo e instará a reflexionar sobre el accionar político sobre esta situación.
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Esta situación, como se verá más adelante, se materializará en una serie de conflictos
durante el siglo XX y decantará en una situación en la que el futbolista se encuentra
separado de los clubes, y debe “venderse” a estos. No parece ser un proceso violento,
sino gradual, acompañado de transformaciones en el mundo del deporte. Los límites
estrechos del amateurismo comenzaban a ser un impedimento para una actividad que
se tornaba en un negocio atractivo.
Hechas estas consideraciones, que a falta de un mejor nombre denominaremos
“estructurales”, se abre otra discusión vinculada íntimamente al concepto de clase: ¿Qué
características debe de tener el trabajo para ser denominado productivo según la teoría
marxista? Éste es un punto crucial, debido a que la condición para formar parte de la
clase obrera es realizar un trabajo productivo. Marx sostiene que el trabajo productivo es
aquel que produce plusvalía. Es decir, el trabajo debe de ser asalariado y producir capital
productivo, y dicha fuerza de trabajo debe de ser comprada por el capital. Implica una
relación históricamente dada. El problema no está en la utilidad o necesidad social de la
mercancía producida, ni si ésta adopta un carácter material (Mandel, 1977). Así lo afir‐
ma Marx:
Por ejemplo, los maestros de establecimientos educacionales pueden ser simples asalariados del
empresario del establecimiento (…) Aunque en relación a los alumnos estos maestros no son traba‐
jadores productivos, lo son en relación con su empleador. Éste cambia su capital por la fuerza de tra‐
bajo de ellos, y se enriquece gracias a este proceso. Lo mismo ocurre con empresas tales como tea‐
tros, lugares de diversión, etc. En tales casos la relación del actor con el público es la de un artista,
pero en relación con su empleador es un trabajador productivo (1974: 347).
A partir de esto, podemos sostener que el futbolista produce una mercancía no mate‐
rial: el espectáculo deportivo. Sería un grave error pensar al futbolista únicamente par‐
tiendo de una relación unilateral entre éste y quien lo contrata. Por el contrario, el méto‐
do marxista consiste en pensar la totalidad del proceso productivo. Y al hacer esto se
puede dar cuenta que el futbolista sí produce plusvalía, ya que su salario (por más ele‐
vado que pueda ser) siempre es inferior a los valores que produce. Para ver esto alcan‐
za con observar los balances anuales de los clubes, en relación a los costos y ganancias
en comparación con el ítem de gastos del fútbol. Tomemos en consideración la produc‐
ción del espectáculo del fútbol en su totalidad y todo lo que esta genera: banderines,
remeras, televisación…
Una vez obtenida, tiene que repartirla con capitalistas que realizan otras funciones en el conjunto de
la producción social (...) La plusvalía se fracciona, por lo tanto, en varias partes. Sus fragmentos caen
en manos de diferentes categorías de personas y asumen formas diferentes, independientes las unas
de las otras, tales como la ganancia, el interés, beneficio comercial (...) (Engels, 1975: 173).
Ahora bien, más allá de la posición del jugador en el entramado de estos negocios,
¿Cómo procesa este grupo las “experiencias” de dicha posición? Estas vivencias, here‐
dadas o compartidas, articulan la identidad de sus intereses comunes y contrapuestos a
los de otro grupo de hombres. La “experiencia” de formar parte de una clase está
ampliamente determinada por las relaciones de producción a los que los hombres están
sujetos. Lo subjetivo y lo objetivo se sintetizan en la noción de clase y sólo pueden ser
separados de forma artificial, analítica, para fines expositivos.
Las personas no actúan “de forma clasista” en un momento específico, sino a lo largo
de un proceso histórico. E. P. Thompson analiza cómo los individuos se comportan de
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acuerdo a sus intereses de clase, incluso antes y como condición de que haya formacio‐
nes maduras de clase, “con sus instituciones y valores conscientemente definidos en
función de la clase” (Meiksins Wood, 2001: 98). Estos elementos, su disposición a com‐
portarse como una clase, su conciencia de clase, emergerán como consecuencia de la expe‐
riencia común y las conclusiones de la misma. En todo esto también juegan un papel
relevante las particularidades históricas y culturales del medio en que se forma la clase.
Entonces, la siguiente tarea será realizar un análisis de distintas situaciones puntua‐
les con el propósito de entender en qué medida la vida de un grupo de seres humanos
depende de la entrega de la fuerza de trabajo para la obtención de los medios de vida
bajo la forma de salario, en qué lugar del proceso de proletarización se encuentra una
determinada fracción de la sociedad, si existen elementos de coacción extraeconómica,
entre otras cosas. La desposesión, su posición objetiva, no es el único factor que deter‐
mina la pertenencia a la clase obrera. Considerando estos enfrentamientos sociales, pro‐
cesos de lucha, excediendo una visión que se restrinja a una relación entre individuos,
permitirá ver a una clase social como una totalidad histórica. Retomando a Iñigo
Carrera, “al analizar procesos de enfrentamientos sociales podrá conocerse cuáles de las
múltiples relaciones establecidas por los conjuntos de individuos, están en juego en un
momento determinado y, por ende, si se están constituyendo en clase.”(2003: 7).
El caso argentino
Luego de que varios conflictos concatenados hayan preparado el terreno, en 1931 una
huelga de futbolistas, que incluyó una movilización a plaza de mayo y un pedido de
audiencia con el presidente de facto (Uriburu), terminó desembocando en la profesiona‐
lización del futbolista argentino (Frydenberg, 1999).Hasta ese momento predominaba lo
que se conoce como “amateurismo marrón”, en el cual el jugador cobraba un salario
encubierto, generalmente por partido o se le conseguía un trabajo en el Estado, al cual
nunca asistía físicamente.
Diversas protestas que exigían la implementación de remuneración salarial por prac‐
ticar la actividad fueron impulsando la formación de una Asociación mutualista de
jugadores para 1929. Los futbolistas convocados para la selección nacional también se
sumaron al reclamo y fueron sancionados. Como consecuencia de esto se sumó la
amnistía al principal reclamo de los huelguistas que era el “pase libre” (poder negociar
dónde jugar sin que haya necesidad de acuerdo entre ambos clubes).Finalmente el arbi‐
traje estatal terminó imponiendo la profesionalización con la intención de desactivar el
conflicto y otorgar beneficios a las instituciones, debido a que creía que los jugadores ya
no se interesarían por el reclamo del pase libre si sus ingresos eran suficientes. Sin
embargo, los dirigentes de los clubes comenzaron a preocuparse por poner un límite al
sueldo del futbolista. Ya no podían enarbolar argumentos amateurísticos, cuando
durante el marronismo los jugadores pedían aumentos (Frydenberg, 1999). Se habría
una nueva etapa.
Esta profesionalización dio comienzo a la era en la cual sólo sirven los resultados
(ganar), ser eficaz. Otros factores debían ajustarse al clima de época, entre ellos la corpo‐
ralidad. Para lograr satisfacerlas necesidades del creciente espectáculo ya no había lugar
para la laxitud y la flexibilidad, propias del fútbol amateur. Comenzó a imponerse una
disciplina regular de entrenamiento, con el apoyo de los medios que se ocupaban de
hacer propaganda sobre el mal estado físico del jugador promedio, en pos de lograr una
mayor excelencia. Un rol importante jugaba el Diario Crítica que “enfatizaba en sus edi‐
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…las determinaciones objetivas ‐la trasformación de las relaciones de producción y las condiciones
laborales‐ nunca se imponen sobre cierta materia prima indiferenciada de la humanidad, si no sobre
seres históricos, los portadores de los legados históricos, las tradiciones y los valores” (Meiksins
Woods, 2001: 109).
Se puede pensar entonces a los futbolistas como parte de esta clase social.
A modo de cierre
A pesar de ser visto por la mayoría como un entretenimiento, el campo del fútbol no
deja de reflejar todas las contradicciones y la descomposición social del capitalismo, su
crisis. Si el fútbol en tanto espectáculo es un mercancía como cualquier otra, el enfoque
adecuado para entender este problema es tomar al fútbol como una unidad económica,
una mercancía “…cuya principal función es la de generar plusvalía como producto mer‐
cantilizado. (...) un eslabón dentro del capitalismo monopolista que se esfuerza por crear
permanentemente nuevos mercados y expandir así el rendimiento económico...” (Gil,
2000: 1). No se debe caer en el error de centrar la mirada en el fútbol como un reproduc‐
tor de la ideología burguesa, como ilustra Sazbón (2011) cuando comenta las posiciones
de Mumford o Parry quienes lo entienden como actividades distractivas de posibles
levantamientos políticos o Brohm que plantea el deporte como una correa de trasmisión
de valores asociados al mercado, que valen también para este, como la competencia, el
self‐made‐man, etc. No se trata de que el fútbol se “vuelve” en contra de los intereses
del proletariado, sino de que las mercancías en general se vuelven contra quien las pro‐
duce. Pensar así permite analizar el problema del fútbol como un problema más del
capitalismo y no tomarlo de forma aislada evitando pensar que la cuestión es inherente
al propio deporte. Nada es malo o bueno per se, sino que su contenido y forma están
íntimamente vinculados con las relaciones sociales de producción. En un período de
más de cien años hemos pasado de la creación esforzada de jóvenes y trabajadores de
espacios de recreación bajo el formato del asociacionismo no lucrativo4, al funciona‐
miento actual de gran parte de los clubes como cuasi‐empresas, poblados de gerentes,
lugar de negociados para los capitalistas del fútbol y plataforma de lanzamiento para
futuros políticos patronales (Hijós, 2013). Los principios de asociación, bien común,
sociabilidad, democracia e integración propios de los clubes fundados a fines del siglo
XIX y principios del XX (Frydenberg, 2001) inevitablemente se iban a encontrar en su
camino con la potencia social y económica del capital. ¿Cuál fue el resultado de esta con‐
flagración? El profesionalismo, los sponsors, la intervención científica de los cuerpos, las
giras internacionales en tierras lejanas, la compra‐venta de menores… los resultados
están a la vista. Este fenómeno no responde a otra cosa que a la tendencia del capital a
penetrar y controlar sectores que no administraba ni influía de forma directa, transfor‐
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mando todas las actividades en fuentes de lucro (Heller, 2016) . El capital tiende a inva‐
dir todos los ámbitos de la vida económica y social. La única forma de terminar con esta
realidad invertida en donde la mercancía en tanto producto se vuelve contra su produc‐
tor, es organizando la sociedad bajo los intereses del proletariado. Solo así el sujeto se
reconciliará con el objeto, el productor con el producto.
Ahora bien el panorama del fútbol nos insta a pensar en una intervención socialista
en la temática. Ya los primeros partidos obreros habían tenido el desafío de afrontar
muchos de los acontecimientos narrados en este artículo. Tanto el Partido Socialista (PS)
como el Partido Comunista (PC) intervinieron en el asunto atacando la mercantilización
y desarrollando sus propias ligas amateurs, promoviendo prácticas vinculadas a formar
una “cultura obrera” (Guiamet, 2013; Camarero, 2011). La comparación, pese a la enor‐
me diferencia temporal, es útil. El deporte hoy se encuentra infinitamente más mercan‐
tilizado que entonces ¿Cuáles son las consignas que el partido del proletariado debe
levantar hoy? ¿Debe intervenir en la lucha reivindicativa de los jugadores, que como
vimos, han construido sus instituciones laborales? ¿Acaso deberá trazar una distinción
entre los contratos millonarios y los jugadores de las últimas divisiones? Las explosio‐
nes de la crisis capitalista son y serán espectaculares, ya que “no pueden dejar de expre‐
sar ahora lo que corresponde a un periodo de agotamiento histórico” (Rieznik, 2015: 14).
No hay duda que varias de esas propuestas pueden combinarse para dar forma a una
política obrera y socialista para el futbol. Los revolucionarios deben preguntarse si quie‐
ren un deporte amateur o consideraran al futbolista como un trabajador, implicando
esto que esta sea su medio de vida.
No se le escapa al autor de este artículo que, según la teoría marxista, las clases socia‐
les se definen en relación a otra. En el modo de producción capitalista, las dos principa‐
les clases son el proletariado y la burguesía. ¿Existe un antagonismo de este tipo entre
el futbolista y quien lo contrata? Esta pregunta no es sencilla. A lo largo de la historia
también hemos visto a los dirigentes de los clubes sancionando, extorsionando y tratan‐
do de frenar la organización de los futbolistas. Hablando de los futbolistas como un acti‐
vo económico del club, argumentando los gastos de formación, pero a la vez apelando
al pasado amateur del futbol, cuando estos cruzaban una línea que afectaba sus intere‐
ses como representantes electos de los clubes. O aliviándose cuando se sacaban de enci‐
ma a los más “revoltosos”, con la intención de “controlar el vestuario” (Macri et al, 2009)
y acusándolos de “corporativos” (Godio, 2011).
El tema no se agota aquí. No hay que dejar de tener en cuenta que, en Argentina,
quien contrata lo hace en nombre de una asociación civil sin fines de lucro. Esto impli‐
ca que los dirigentes electos no perciben un salario por su actividad, la cual, en princi‐
pio, no es su medio de vida. Aun así, estas entidades están igualmente sometidas a los
vaivenes de la economía como cualquier otra unidad económica. Deben contratar per‐
sonal y despedirlo, pedir préstamos bancarios, etc. El espectáculo del futbol hace varias
décadas ha adoptado un carácter mercantil. La especialización, los profesionales técni‐
cos, van ganando cada vez más poder en los clubes, empleando las técnicas y directri‐
ces aprendidas en las mejores escuelas de negocios, incluso rompiendo con la tradición
de no percibir un salario por su actividad .En síntesis, no solo no parece ser una tarea
tan sencilla determinar qué es lo que aparece oponiéndose a los trabajadores/futbolistas,
sino que también suma un nuevo tópico de reflexión para los socialistas: como interve‐
nir desde el punto de vista dirigencial en los clubes, en el marco de recientes experien‐
cias societarias progresistas como Boca es Pueblo o la recientemente creada
Coordinadora del Hincha.
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Notas
1 Sobre el vaciamiento de las ligas femeninas, ver https://www.minutouno.com/notas/1490290‐niunamenos‐el‐
futbol‐jugadoras‐denuncian‐discriminacion‐la‐afa.
2 En nuestro país los clubes se organizan bajo el formato de asociaciones civiles sin fines de lucro. Los
intentos de transformar a los clubes en SAD, un formato jurídica comercial, rompería con esta tradición
centenaria y habilitaría de un modo abierto el ingreso de capitales privados, rigiendo las instituciones por
posesión de acciones y no por criterios democráticos (un socio, un voto). Estos intentos, que salieron del
mundo de los clubes, para llegar a los distintos parlamentos, fueron frecuentes sobre fines del siglo XX y
en los últimos años (Daskal y Moreira, 2017)
3 Al respecto Marx agrega “Así, pues, esta masa es ya una clase con respecto al capital, pero aún no es una clase
para sí. En la lucha, de la que no hemos señalado más que algunas fases, esta masa se une, se constituye como
clase para sí. Los intereses que defiende se convierten en intereses de clase.” (Marx, 1987:136).
4 Esto es en la mayoría de los casos, aunque es necesario mencionar equipos que eran fundados con el estímu‐
lo de las patronales, con el propósito de enfrentar grupos de obreros y generar sentimientos de identificación con
la empresa. Esto, a juzgar por lo señalado por autores que han trabajado períodos históricos similares, parece ser
una práctica de alcance mundial (Wheeler, 1978).
5 Formato jurídico que reglamenta cargos ad honorem y obliga a reinvertir las ganancias de la asociación, en
este caso el club, en su propio patrimonio.
6 Ver Prensa obrera “Sobre la muerte de Cristian Gómez”, 28/5/2015
7 http://canchallena.lanacion.com.ar/1832432‐en‐el‐ascenso‐todo‐sigue‐igual‐tras‐la‐muerte‐de‐ortega‐en‐
mayo‐cinco‐jugadores‐chocaron‐contra‐paredones
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