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En el capítulo 3, El nuevo rostro urbano: la forja de una identidad, se centra en brindar

información puntual sobre las migraciones en Lima desde la década de 195 a mediados de
la década de 1980. Señalando que el ritmo de crecimiento de la capital es superior al de
cualquier otra región del país: en 1984 el 50% de la población urbana se encuentra en la
capital. Según el censo de 1981 el 41% de los pobladores de Lima eran provincianos. Como
señala el autor, esto vienen del interior del país en busca de nuevas oportunidades y mejores
servicios. El 54% de estos vienen de la sierra. Siendo los habitantes de Ancash los que
poseen un mayor porcentaje con respecto a los demás. “Lima es una ciudad de forasteros”
(p. 71) Los nuevos pobladores se asientan sobre lo que fueron los valles de Lurín y Chillón
por el norte, Pucusana por el sur y Ricardo Palma por el este. Todo esto modifico los limites
de la Lima tradicional. Incluso el autor señala, que la llegada de estos pobladores modifico
el circuito tradicional ya que muchos pobladores se movilizaron hacia nuevas zonas. Es en
este punto que surgen dos tipos de zonas en Lima “la primera corresponde a distritos
surgidos de barriadas y urbanizaciones populares (…) y la segunda incluye a los distritos
tradicionales y modernos.” (p. 74) En la primera zona, se considera el desborde como el
mecanismo que las lleva adelante, incluso llevando a encerrar al sector tradicional mediante
las invasiones, ya que estas redujeron el casco urbano de los sectores medios y opulentos
(p. 75)

Durante la década de 1950, se tuvo un control oficial del crecimiento urbano. Sin embargo,
este no estuvo planificado para el volumen de las migraciones masivas generándose las
primeras rupturas con la legalidad propuesta por el sector oficial.

“El migrante tuvo que adaptarse al contexto que le ofrecía la ciudad y encontrar soluciones
en las posibilidades dadas por su experiencia previa. Tenia dos opciones: someterse (…) o
violar los limites del sistema establecido.” (p. 75-76)

El segundo camino fue la regla en muchos casos, las invasiones en áreas marginales tomaron
fuerza a partir de ese momento. “(…) las invasiones de predios urbanos y rurales, el Perú
inauguro la era de la nueva contestación de masas”. (p. 77) Hacia la década de 1980 las
barriadas y urbanizaciones populares se consolidaron como intensos focos de mestizaje. En
estas la combinación de tradiciones provenientes de los primeros migrantes y las tradiciones
de la capital, incorporadas por hijos de estos dieron como resultado nuevas expresiones
culturales. (p. 78) También se menciona el nuevo rostro que tiene Lima desde 1960. Una de
las características fue la aparición de ferias ambulantes en las calles, muy parecidas a las
que se dan en la sierra. Igualmente aparecen espacios comerciales representativos del
sistema económico contestatario: La Parada, Polvos Azules, La Avenida Grau, son algunos
de estos. Lo andino poco a poco fue borrando la tradición hispánica y se introdujo en los
distritos más tradicionales (p. 79) Sobre los provincianos en Lima señala Matos Mar la
importancia de la asociación y los clubes provincianos como instituciones que giran en torno
a la fiesta folclórica, pero también como instituciones que ofrecen al apoyo al migrante y
proteger la identidad cultural de su lugar de origen (p. 82)
Sobre la identidad cultural que se busca preservar, además se menciona a la música andina
como expresión que “evoluciona y se urbaniza” (p. 83) Al folclore andino se le incorporan
elementos de la tecnología existentes en la capital produciendo una nueva expresión. La
cual, es impulsada por medios de difusión como la radio, televisión o incluso los casetes en
los mercados mencionados anteriormente. La música es un punto central en la vida del sector
contestatario o desbordado del que habla el escritor. Alrededor de esta encontramos a lo
largo de las décadas referentes como los coliseos folclóricos durante la década de 1960 y
más adelante los chichodromos y salsodromos en las décadas de 1970 y 1980. (p. 85)

Otros de los elementos que caracterizan al nuevo rostro de la ciudad son: El microbús. Este
genera caos con rutas complicadas. Los espacios públicos también colapsan, ya que son
pocos los parques en Lima (p. 87) La autoridad limitada y la expansión de la delincuencia y
violencia convirtiendo a Lima en una ciudad tomada. El sistema político oficial se encuentra
colapsado frente a esto y la respuesta de los sectores populares es la organización en torno a
“sistemas autónomos de vigilancia barrial (…)” (p. 88)

La presencia de provincianos en la capital no es solo un caso aislado, es un caso


representativo de una realidad nacional señala el autor. Es interesante como en este capitulo
se muestra a estos migrantes como una fuerza que transformo el rostro del país. Es
interesante el contraste que señala en la pagina 89 del texto debido a que muestra el
contraste entre los migrantes andinos de las décadas de 1950 y 1960 con los migrantes del
contexto en que fue escrito el libro. Los primeros tienen demandas paternalistas frente al
estado, los segundo buscan transformar con sus propios medios frente a la incapacidad de
este. (p. 90)

Lo ilegal se institucionaliza y es la nueva cultura a la que “el Perú oficial solo puede responder
con el escandalo, la indiferencia o los intentos esporádicos y violentos para hacer sentir que
sigue existiendo más allá de los limites de la inmensa casbah limeña” (p. 92) Los sectores
contestatarios avanzan en la ciudad dejando a los sectores tradicionales encerrados en
reductos cada vez más exclusivos y influyendo de a pocos en sus patrones de conducta,
incluyendo a la banca y sectores industriales. (p. 93 – 94) Para cerrar el capitulo el autor
señala que el contexto de crisis impulsa este estilo contestatario caracterizado por la
ilegalidad. El fenómeno no es comprendido por las diversas instituciones oficiales o
tradicionales. Sin embargo, señala que el estilo tiene un valor positivo, ya que condenarlo
seria condenar la misma creatividad del hombre peruano. Propone canalizar este impulso en
la construcción de un orden social más justo y más nuestro. (p. 95)

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