Vous êtes sur la page 1sur 16

EL PÉNDULO IRREMEDIABLE

Texto dramático basado en el cuento homónimo.

de: Jacobo Tafoya

Dirección: Jacobo Tafoya


Producción: ________________
Elenco: Victoria Vallejo (María Inés), Sergio Ortiz (Guillermo) y Gilberto Alanís (Francisco).

Remontaje, primavera 2019

1
EL PÉNDULO IRREMEDIABLE
Texto dramático basado en el cuento homónimo.
De: Jacobo Tafoya

En tu casa yo me pierdo, yo me encuentro y al fin soy


en tu casa yo deshago con mis manos una flor
en tu casa yo inauguro hasta el último rincón
en tu casa yo me ahogo con el agua de tu voz
en tu casa hay señales que me dicen dónde estoy
pero a veces en tu casa yo me encuentro y no soy.
-Enrique Ballesté.

PERSONAJES:
MARÍA INÉS (30-35 años)
FRANCISCO (30-35 años)
GUILLERMO (30-35 años)

ESCENA 0

MARÍA INÉS barre el centro del escenario, en trance. La escenografía consiste en un escritorio
cubierto con una manta negra.

Oscuro.

ESCENA 1 – La casa heredada.

El escenario vacío, salvo por un escritorio grande, con su silla, de principios del siglo XX,
cubierto con una manta negra. Entran MARÍA INÉS y FRANCISCO, ambos descubriendo el
espacio.

FRANCISCO: ¿Qué te parece?


MARÍA INÉS: Tenías razón, no está mal. Pero va a necesitar una buena pintada y un ejército para
limpiarla.
FRANCISCO: No te preocupes, te digo que poco a poco.
MARÍA INÉS: (Señalando a lo alto de las paredes) Y mira esas manchas.
FRANCISCO: Parecen de hollín. Como que hubo un incendio hace mucho.
MARÍA INÉS: Será. De cuando los villistas se la quitaron a tu bisabuelo.

2
FRANCISCO: Tal vez. (Pausa) No está nada mal la herencia. Como dices, una buena pintada y
ya queda habitable. (Pausa) Vamos a estar mejor que en Culiacán, vas a ver. Torreón es buena
ciudad.
MARÍA INÉS: (Camina por el lugar) ¿Y quién más habrá vivido aquí?
FRANCISCO: Me dijeron los del catastro que fue cuartel revolucionario; varios generales, dicen.
Luego ya, uno que otro funcionario y quedó intestada.
MARÍA INÉS: Se me hace mucha casa para nosotros dos.
FRANCISCO: Ya nos acomodaremos. Nos va a servir.
MARÍA INÉS: ¿Servir para qué?
FRANCISCO: Para nosotros. (Pausa) Vamos a estar mejor, ya verás.

Transición de luz.

Esa noche. MARÍA INÉS limpia el escritorio ya descubierto. No puede abrir uno de los cajones.

MARÍA INÉS: ¡Paco!


FRANCISCO: (Entra) ¿Qué pasó?
MARÍA INÉS: Este estudio va a ser mío.
FRANCISCO: ¿Y yo?
MARÍA INÉS: ¿Tú qué?
FRANCISCO: Yo dónde voy a trabajar.
MARÍA INÉS: A ti ni te gusta traerte trabajo a la casa. Yo aquí voy a acomodar mis libros y a
escribir. Me gustó el escritorio.
FRANCISCO: Está bien, como tú digas. Con que no termine como siempre, lleno de tareas y
exámenes.
MARÍA INÉS: No, va a estar limpio.
FRANCISCO: Yo sigo con la recámara, a ver si no rompieron nada los de la mudanza. (Sale)

Transición de luz.

FRANCISCO: (Entra) María Inés. ¡María Inés! ¡Ya me voy! (Explora el escritorio)
MARÍA INÉS: (Entra en bata, observando unos segundos a FRANCISCO. Lleva su laptop en las
manos.) Sí, Paco. Que te vaya bien.
FRANCISCO: ¿Vas a ver hoy lo de la plaza?
MARÍA INÉS: No, en estos días me confirman en qué escuela quedo, ya te dije.
FRANCISCO: Está bien. Le avanzas a la desempacada, por favor. Todavía quedan muchas cajas
cerradas.
MARÍA INÉS: Sí, no me tienes que decir.
FRANCISCO: (Condescendiente, cariñoso) Y sigues con tu novela, eh. Esta casa seguro te hará
imaginarte muchas historias.

3
MARÍA INÉS: Ni siquiera has leído las otras dos, Paco.
FRANCISCO: Claro que sí. Pero ya sabes que yo no sé de esas cosas. Me gustaron, pero no sé si
son buenas o no, las leo y ya.
MARÍA INÉS: Pues no me has dicho nada.
FRANCISCO: Pero ya has leído varias críticas. ¿Para qué quieres también mi opinión?
MARÍA INÉS: Para nada.
FRANCISCO: No vamos a discutir por eso, María Inés. Ya me voy. Te encargo la desempacada.
MARÍA INÉS: Sí, está bien. Que tengas buen día.
FRANCISCO: Tú también. (Sale)

Oscuro.

ESCENA 2 – Guillermo.

Sueño. GUILLERMO apoyado sobre el escritorio. Su vestimenta es de clase media-alta, de


principios del siglo XX, se ha quitado el saco. Traza planos que cubren la superficie del
escritorio. Las voces de dos niños no se escuchan, en su lugar hay sonidos de flautas o algún
instrumento con tono infantil. Se escucha el sonido de un instrumento, similar a una voz de
mujer llamando a GUILLERMO. Él sale molesto a atender el llamado. Durante toda la escena
MARÍA INÉS observa activamente, encapsulada en una pared del estudio.

Transición de luz.

MARÍA INÉS está dormida, recargada sobre su laptop. FRANCISCO entra al estudio y le toca
el hombro.

FRANCISCO: María Inés.

MARÍA INÉS despierta.

FRANCISCO: (Con molestia indiferente) Ya deja eso, ya es tarde. Vente a la cama.


MARÍA INÉS: ¿Acabas de llegar?
FRANCISCO: Sí, primera semana y ya es una joda. ¿Te quedaste dormida escribiendo?
MARÍA INÉS: Sí. Estuve todo el día terminando de acomodar la cocina y luego me puse a escribir
un rato. También fue una friega.
FRANCISCO: Ya nos iremos acoplando. ¿Siguen sin confirmarte nada de la escuela?
MARÍA INÉS: No, todavía nada. Y ahorita ni quiero; hay mucho que hacer aquí en la casa.
FRANCISCO: Bueno, sabes que tampoco tienes que trabajar.
MARÍA INÉS: Sí, lo sé.
FRANCISCO: Puedes buscarte otros jobis además de la escritura.

4
MARÍA INÉS: Sí, mi vida, para entretenerme en lo que tú llegas y poderte atender feliz.
FRANCISCO: No, no va por ahí y lo sabes. Sólo quiero que estés contenta. Sé que dar clases no
te gusta tanto y tampoco se trata de que…
MARÍA INÉS: Ya, vámonos a dormir.
FRANCISCO: (Saliendo) Vamos.
MARÍA INÉS: (Pausa) No. Mejor adelántate, yo voy a escribir otro rato.

Transición de luz.

Sueño. GUILLERMO en su estudio. MARÍA INÉS observa desde su pared. Todas las voces son
sonidos de instrumentos descompuestos. Escena de discusión de GUILLERMO y su esposa. La
mímica da a entender que la discusión es sobre un olor. MARÍA INÉS con desesperación intenta
intervenir, sin hablar ni desplazarse. Eventualmente la imagen mental de la esposa sale.
GUILLERMO simula un golpe fuerte sobre el escritorio y lanza un grito a las paredes, cerca
de donde está MARÍA INÉS. El grito suena a platillos estrellándose.

Transición de luz.

MARÍA INÉS escribiendo. FRANCISCO entra.

MARÍA INÉS: ¿Hoy sí vienes a comer?


FRANCISCO: Se supone. Me dijeron que los viernes hay menos trabajo.
MARÍA INÉS: (Pausa) ¿Quieres algo en especial?
FRANCISCO: (Cariñoso) Lo que tú quieras prepararme.
MARÍA INÉS: No todo te gusta. Dime bien qué se te antoja y te lo preparo.
FRANCISCO: Lo que sea está bien. Pero te aviso si vengo.
MARÍA INÉS: Okey.
FRANCISCO: Ya me voy.
MARÍA INÉS: Que te vaya bien.
FRANCISCO: ¿No me das un beso?
MARÍA INÉS: Sí, claro. Los que tú quieras.

FRANCISCO sale.

Transición de luz.

Sueño. GUILLERMO olfatea el aire del estudio, camina desconcertado, constantemente


revuelve los papeles sobre el escritorio y traza en ellos un mapa del estudio. Comienza a palpar
todas las paredes olfateando. Se detiene frente a MARÍA INÉS petrificada y permanecen así
algunos segundos. Ella lo ve, él a ella no. Un tintineo agresivo rompe el momento.

5
GUILLERMO corre al escritorio y, arrancándole un pedacito a un plano, escribe en el papel
y lo guarda en el cajón que antes MARÍA INÉS no había podido desatascar. Se escucha otro
tintineo y GUILLERMO sale enervado de la habitación.

Oscuro.

ESCENA 3 – Sin ti no tengo nada.

MARÍA INÉS intenta abrir el cajón atascado y le distingue un borde más grueso que el de los
demás cajones. Sale. Regresa con un cuchillo de cocina y raspándole con él los bordes al cajón
logra desatascarlo. Revisa el interior. Saca el trozo de papel que Guillermo había metido en el
último sueño, pero con el debido deterioro del tiempo.

MARÍA INÉS: (leyendo) ¿Quién es usted?

(Pausa)

MARÍA INÉS: ¡Paco! (Saliendo) ¡Oye! ¿Tú metiste este papel en el escritorio? ¡Paco!

MARÍA INÉS regresa leyendo el papel y lo pone sobre el escritorio. Se reprocha divertida.

FRANCISCO: (Entrando) ¿Me hablabas?


MARÍA INÉS: No, nada. Un papel raro que encontré.
FRANCISCO: ¿Un papel? ¿En dónde?
MARÍA INÉS: En el cajón. ¿Tú lo pusiste?
FRANCISCO: No, qué voy a andar yo abriendo tu escritorio. Es tu espacio, recuerda.
MARÍA INÉS: Está bien. Disculpa.
FRANCISCO: ¿Qué decía el papel?
MARÍA INÉS: Nada, olvídalo. Lo tiré.
FRANCISCO: Seguro era alguna basura que ahí estaba.
MARÍA INÉS: Sí, Paco. Que ya no importa, no te apures.
FRANCISCO: (Pausa) ¿Qué ese olor? Como a perfume viejo.
MARÍA INÉS: No sé. Estoy escribiendo, por favor.

FRANCISCO sale. MARÍA INÉS toma el papel y escribe al reverso, cerciorándose de que ya
no esté Francisco cerca.

MARÍA INÉS: (leyendo) María Inés, vivo en esta casa.

6
Mete el papel al cajón y lo cierra, reprochándose nuevamente la ocurrencia. Abre su laptop
y se dedica a continuar con la redacción de su novela.

Transición de luz.

Sueño. MARÍA INÉS detrás de la pared fingida. GUILLERMO sentado al escritorio


enajenado en los planos. Sonidos agresivos de instrumentos desafinados sustituyen las
palabras de su esposa gritándole. Él argumenta, también con sonidos de instrumentos. La
discusión termina con un bramido instrumental, simulando que la esposa sale de la
habitación. GUILLERMO abre el cajón en cuestión y saca el papel que había ahí metido. Lo
regresa frustrado al no encontrar nada más. Se quita el saco. Saca una hoja de otro cajón y
sentado al escritorio comienza a escribir en ella. A veces detiene la pluma y examina con el
olfato el aire que lo rodea. Tres sonidos secos de instrumentos, que simulan a alguien tocando
a la puerta, lo hacen abrir apresurado el cajón en cuestión y guardar en él la carta recién
hecha. Sale de la habitación.

Transición de luz.

MARÍA INÉS despierta sobre su escritorio por tres golpes a la puerta del estudio.

FRANCISCO: (fuera) ¿Por qué te encierras?

MARÍA INÉS atiende la puerta. FRANCISCO entra.

FRANCISCO: ¿Qué haces? ¿Por qué te encierras?


MARÍA INÉS: (adormilada) Por nada. Estaba escribiendo.
FRANCISCO: Pero sabes que no necesitas encerrarte.
MARÍA INÉS: Sí, lo sé. Pero tú también sabes que el estudio es mi espacio.
FRANCISCO: (Pausa) Siempre es lo mismo, María Inés. O te la pasas escribiendo, o durmiendo
tus siestas. ¿Cuándo te resuelven lo de la plaza? Ya va casi un mes y nada.
MARÍA INÉS: No sé. Esos trámites tardan mucho.
FRANCISCO: (Pausa) Parece que prefieres dormir y escribir, antes que estar conmigo.
MARÍA INÉS: Ya, Paco.
FRANCISCO: ¿Que ya? Ahora soy exagerado. (Pausa larga) ¿Para qué vinimos a Torreón, María
Inés? Dime, ¿para qué nos mudamos?
MARÍA INÉS: ¿Para qué? No sabía que había un para qué. Nos mudamos porque heredaste esta
casona y quisiste vivir aquí.
FRANCISCO: ¿Nada más fui yo el que quiso?
MARÍA INÉS: Tal vez no te bastaba nuestra vida allá.

7
FRANCISCO: (Pausa) ¿Y cómo me iba a bastar? Verte siempre indiferente, siempre cansada.
Estabas ya harta de la escuela y de tus papás. No me niegues ahora que tú no querías también salir
corriendo de Culiacán.
MARÍA INÉS: Pues sí, (pausa) sí quería salir corriendo. Pero no contigo.
FRANCISCO: (Pausa) Nadie te obligó.
MARÍA INÉS: (Pausa) Me obligué yo. (Pausa) Me obligué a seguir buscando en ti lo que no te
he vuelto a encontrar en ocho años de matrimonio. Nunca he vuelto a ser más importante que tus
proyectos, que tu trabajo.
FRANCISCO: ¿Y no ves que todo eso lo dejé para buscar algo nuevo contigo? ¿Tú crees que a mí
me gusta esta pinche casa vieja que no hemos podido ni terminar de limpiar? Cambié de trabajo,
dejé en Culiacán todo para ver si alejándonos, sólo nosotros, podíamos volver a funcionar. ¡Ah!
¿Qué carajo es ese pinche olor? Apesta a loción de anciano. (Pausa) No sé qué te pasa, no sé qué
te falta. (Pausa) ¿Es porque no tenemos hijos?
MARÍA INÉS: ¡Otra vez con los hijos! ¡Siempre pensando que si una mujer se siente sola es
porque no tiene hijos!
FRANCISCO: ¿Entonces qué es? Explícame. ¿Por qué siento que yo hago todo porque seas feliz
y tú no intentas nada? Trabajo mucho para que estemos bien, soy bueno contigo, te dejo hacer tus
cosas, enfrascarte en lo que te gusta, y tú nada. Aquí estoy en una ciudad que no conozco,
intentando que nos demos la oportunidad de volver a enamorarnos, y nada. Yo no te arrastré.
(Pausa) No me digas ahora que no sabías para qué nos fuimos de Culiacán. Tú también querías
que esto volviera a funcionar.
MARÍA INÉS: (Pausa) Mi felicidad no depende de ti, ni de los hijos.
FRANCISCO: ¿No depende de mí? ¿Entonces para qué estamos peleando si yo no puedo hacer
nada?
MARÍA INÉS: Es que ya no me veo toda la vida contigo.
FRANCISCO: (Pausa) ¿Me estás diciendo que te quieres divorciar?
MARÍA INÉS: No sé.
FRANCISCO: ¿Te vas a bajar del barco así tan fácil?
MARÍA INÉS: Vámonos a dormir ya, mejor.
FRANCISCO: ¿Te quieres divorciar de mí?
MARÍA INÉS: No.
FRANCISCO: ¿Entonces? (Pausa) ¿Entonces? ¿Si me estás diciendo que ya no te ves conmigo,
para qué chingados sigo aquí? ¿Para qué, María Inés?
MARÍA INÉS: No sé. No sé. No es tan fácil.
FRANCISCO: Sin ti no tengo nada.
MARÍA INÉS: No nos vamos a divorciar.
FRANCISCO: ¿Entonces, mi vida? Mira, estamos empezando otra vez; casa nueva, nueva ciudad,
nuevo trabajo. ¿Por qué no hacemos los dos todo lo posible para que esto funcione otra vez? Sólo
es cosa de que los dos estemos…
MARÍA INÉS: Está bien, Paco. Pero ya. (Pausa) Vámonos a dormir.

8
MARÍA INÉS sale. FRANCISCO permanece unos segundos en escena y sale cruzando camino
(sin contacto) con GUILLERMO que atraviesa el escenario con desasosiego.

Oscuro.

ESCENA 4 – Las cartas.

Mañana siguiente. MARÍA INÉS está sentada en la silla. Triste, pensativa.

FRANCISCO: (Entra) Ya me voy a la planta, pues.


MARÍA INÉS: Sí. Nos vemos al rato.
FRANCISCO: ¿Estamos bien?
MARÍA INÉS: Sí, no te preocupes. Estamos bien. Que tengas buen día.
FRANCISCO: Hoy sí vengo a comer.
MARÍA INÉS: Muy bien.

MARÍA INÉS acomoda la laptop para escribir, se sienta. Intenta volver a abrir el cajón, pero
está sellado; le revisa los bordes. Sale. Vuelve con el cuchillo de cocina. Raspa el borde del
cajón y lo abre. Guarda el cuchillo en otro cajón, al que lo regresará cada vez que lo use.
Lentamente saca la carta de Guillermo y comienza a leerla. GUILLERMO entra en otro
plano.

GUILLERMO: ¿Quién es usted? Llevo meses viéndola cuando duermo. La veo caminar por mi
patio, por mis pasillos, la veo tipografiar en una máquina sobre mi escritorio y sigo sin entender
quién es usted. Sé que pertenece a otro tiempo, que ronda por mi casa en otro tiempo entre muebles
extraños y ruidosos. Sé que cuando estoy despierto usted sigue viva de alguna manera, porque la
biblioteca sigue empapada de un perfume de rosas agrias y dulces, un perfume que de tan fino se
ha impregnado en el hueso de los muros y ha causado que mi mujer me tenga por el más infiel de
los maridos. No la culpo. Esta fascinación malsana por saber de usted me ha causado el abandono
de lo que fueron mis mayores móviles.
Reconozco lo absurdo de este método. Suponer tan solo que mis necedades podrían llegar a
sus manos con el tiempo, es tan risible como creer que usted ha de encontrar el interés y el camino
para contestarlas, lo que además podría causarle el grave enfado de ese caballero al que usted
llama Paco y que yo tengo por su marido.
Disculpe el atrevimiento y lo imaginativo de mis deseos, es sólo que la sigo soñando y no sé
qué hacer con su perfume.
Guillermo Schott.

9
MARÍA INÉS regresa con espanto la carta al cajón y sale. GUILLERMO se queda
observándola.

GUILLERMO camina por el estudio, revisa el cajón algunas veces. Se ve preocupado, triste.
Gradualmente va cayendo en la desesperanza. Sale.

Oscuro.

Más tarde. MARÍA INÉS, con ropa de diario, barre el estudio y acomoda el escritorio, viendo
el cajón con recelo.

MARÍA INÉS: Guillermo. Guillermo. (Pausa) Qué fácil para él, mandar mensajes al futuro.
Siempre estamos mandando cosas al futuro, pero cómo hacerlo al pasado si el tiempo es un
maldito tren que sólo avanza. (Deja de barrer de golpe) ¡Al que yo llamo Paco! ¡Me escucha!
(Sale y regresa sin escoba y con la laptop. Escribe. Toma la laptop en sus manos y lee.)

MARÍA INÉS: Guillermo, yo también te sueño. También te veo en mi casa, sobre mi escritorio,
en mi estudio; pero aquí no huele a rosas, aquí mis libros están enraizados en un olor de encino
fermentado.
Al que llamo Paco sí es mi marido, pero no sospecha nada, a él no le importan estas cosas; si
le contara que te he visto, no se enfadaría, se burlaría de mí por creer en fantasías, por estar
enajenada con tu vida, por haberme quedado embelesada con tus ojos, por sentir que duermo
atrapada en las paredes de nuestra casa mientras me divierto viéndote cazar el perfume que tú
llamas de rosas. Lamento, por cierto, que tengas problemas con tu esposa.

(GUILLERMO entra, en otro plano y se recarga en el escritorio).

MARÍA INÉS: Los he visto discutir varias veces, pero, a diferencia tuya, yo no puedo entender
lo que dices, sólo escucho ruidos de instrumentos. ¿Dónde estás, Guillermo? Yo sí estoy en otro
tiempo, pero espero haber encontrado la manera de hablarte. Te disculpo el atrevimiento y, por
favor, síguete atreviendo. Me llamo María Inés.

MARÍA INÉS, con la laptop en mano recorre el espacio como esperando a que pase algo.
Relee.

MARÍA INÉS: Guillermo, yo también te sueño. También te veo en mi casa, sobre mi escritorio,
en mi estudio; pero aquí no huele a rosas, aquí mis libros están enraizados en un olor de encino
fermentado…

Deja la computadora sobre el escritorio.

10
MARÍA INÉS: (saliendo) Guillermo, yo también te sueño. También te veo en mi casa, sobre mi
escritorio, en mi estudio…

Transición de luz. Guillermo sale.

MARÍA INÉS entra nerviosa al estudio usando ropa de diario y se pasea por él dubitativa
por varios segundos.

MARÍA INÉS: ¡Paco!


FRANCISCO: (Entra) ¿Qué pasó?
MARÍA INÉS: ¿Vas a salir en la noche?
FRANCISCO: ¿Por qué la pregunta? No, no creo. ¿Con quién saldría?
MARÍA INÉS: Hace días te fuiste con gente de la planta. No te caería mal despejarte un rato.
FRANCISCO: ¿Y si salimos tú y yo?
MARÍA INÉS: No, Guillermo. Hoy no traigo muchas ganas.
FRANCISCO: ¿Quién chingados es Guillermo?
MARÍA INÉS: Nadie, perdón; un personaje de mi novela con el que estoy batallando.

FRANCISCO sale. MARÍA INÉS sale detrás de él.

Transición de luz.

Sueño. GUILLERMO, muy desaliñado, coloca con resignación una nueva carta en el cajón.
De otro cajón saca un portarretratos con una foto familiar y se sienta a un lado del
escritorio, recargando la espalda en un costado de éste. Se rompe en llanto, pero el sonido
es el de trombones sin ritmo, espasmódico. El retrato cae de sus manos y emite un sonido
seco de instrumento.

MARÍA INÉS entra y saca del cajón la carta.

GUILLERMO: María Inés. Mi esposa me descubrió contestando a tus palabras. Leyó la carta
donde yo te confesaba esta pasión iracunda, esta obsesión por querer cruzar a zancadas el tiempo
y darle lógica a lo que no la tiene; la leyó y la rompió al instante. Se ha llevado los belices repletos
de su vida conmigo y también a mis hijos, pero no sé a dónde. Me ha dejado solo, vuelto un infante
al que le han despojado de lo que más le importaba. Ahora la casa es tan inmensa, las habitaciones
tan oscuras, que sólo me queda asir tu imagen como mi único rescate. Estoy rasgado en la locura.
Lo he perdido todo por empuñar tu presencia, de la que no puedo estar seguro. De ti sólo tengo
mis sueños y los fantasmas de las rosas, y bien podrías ser sólo eso, un destello que no existe fuera
de mi demencia. Tú al menos, si es verdad que después existes, tienes las pruebas de mi pasado

11
en papel. Yo no tengo nada, pero sobrevivo con la necia necesidad de creerte viva y con la
memoria de aquel sueño donde te vi bañándote. Guillermo Shott.

MARÍA INÉS deja con pasmo la carta sobre el escritorio y sale adormilada. GUILLERMO
sale también luego de unos segundos.

Transición de luz.

Mañana.

MARÍA INÉS entra con prisa al estudio, en bata. Abre la laptop y comienza a escribir.

MARÍA INÉS: (leyendo) Guillermo, sí existo, te juro que existo. Me has visto leyendo tus cartas,
me has escuchado deshacerme buscando estar sola para contestarlas. Me duele tu soledad, me
duele porque es peor que la mía; yo al menos tengo una compañía infranqueable. Paco es buen
hombre, aún lo quiero, pero es demasiado cobarde y se conforma con eso, podría pasarse la vida
entera buscando el valor para dejarme, porque ni siquiera tiene el valor para conocerme. En
cambio tú, tú que para mí eres más inasible de lo que yo soy para Paco, tú que me has hecho creer
que estoy más viva cuando duermo, tú sí sabes cómo es sentir esto. Tú conoces la desesperación
de sentirse idiota por perseguir lo que nunca podría alcanzarse, tú conoces cómo duele querer con
la memoria cuando no queda más remedio. Es eso, nosotros sólo perseguimos un aroma queriendo
tocarlo con las manos, queriendo ver lo que debe escucharse, queriendo vivir lo que está hecho
para ser soñado. (Deja la computadora sobre el escritorio)
No tendría por qué explicarte cómo llegué a sentir esto en tan corto tiempo, sé que lo
entiendes tan poco como yo. Sé que los dos nos buscamos como refugio de las soledades que no
nos dejan vivir tranquilos. Te contesto resignada, sabiendo que lo más cerca que podría estar de ti
sería ir a buscar tu tumba y abrazarla (por favor no me pidas que lo haga, no quiero saber de tu
muerte). Sé que estoy queriendo a un hombre vivo, más vivo que el que está en mi casa, y decido
seguirte queriendo, decido alimentar esta incongruencia de enamorarme a pesar del tiempo,
sintiendo que le hablo a un hombre que vive en las paredes y en el olor a encino que me produce
el sueño.
Sigue escribiendo, Guillermo, porque lo necesito. Sigue escribiendo porque te juro que sí
existo, aunque sea en tu delirio.
¡Te juro que sí existo! ¡Te juro que sí existo!

MARÍA INÉS se sienta en la silla del escritorio y se queda dormida.

Transición de luz.

12
FRANCISCO: (Entrando) María Inés. (Despertándola) ¿Te sientes bien? Todavía estás en
piyama. ¿Qué pasó? ¿Te dormiste toda la mañana?
MARÍA INÉS: No. Me acosté un rato nada más.
FRANCISCO: ¿Segura? (Pausa) ¿Hay algo para comer?
MARÍA INÉS: No sé, Paco. Estoy cansada. Recaliéntate el guiso de ayer.
FRANCISCO: ¿Cansada? Pero dices que dormiste un rato y la casa no está recogida. ¿Qué hiciste
toda la mañana? ¿Escribiste?
MARÍA INÉS: Nada, Paco; no hice nada. Ve a la cocina. Ahorita voy.
FRANCISCO: Es que no limpiaste la casa, ni hiciste de comer y dices que tampoco escribiste.
¿Qué pasa? ¿Te sientes bien?
MARÍA INÉS: Nada, Paco; no pasa nada. (Sale)
FRANCISCO: Bueno, pero al menos limpia tu estudio, por favor; sigue apestando a loción de
viejo. (Sale)

MARÍA INÉS regresa a la posición que tenía antes, sonríe, y se vuelve a quedar dormida.

Oscuro.

ESCENA 5 – Interludio de los amantes.

Escena rítmica, casi erótica, entre MARÍA INÉS y GUILLERMO en la que se observan, se
leen, se simulan. Ambos se acarician a sí mismos mientras el otro admira. Cuando hay
cercanía corporal, nunca llegan a tocarse, sólo se dibujan los cuerpos en el aire. Pueden
despojarse de algunas prendas. Detrás de ellos, FRANCISCO entra y sale de escena,
ignorante del ritmo de la pareja. Se recomienda acompañar la escena con la canción
“Jugar a la vida”, interpretada por Amparo Ochoa.

FRANCISCO ya no regresa. La música se desvanece pero no del todo.

MARÍA INÉS: A los dos nos corroe la certeza de saber que nunca podremos tocarnos, pero
estamos resignados a amarnos con los ecos de las voces que el tiempo va dejando en las casas
viejas.
GUILLERMO: Para hacer el amor nos bastan las palabras.
MARÍA INÉS: Los olores que bifurcan nuestro estudio del resto de la casa.
GUILLERMO: Nos basta coincidir en soñarnos desnudos. (Pausa). Adoro tu piel de trigo. Podría
pasarme todo el siglo bebiendo de tu cuello, besándote el pecho y el vientre como animal tierno.
MARÍA INÉS: Dibujándome la espalda con los dedos.
GUILLERMO: Deseo arrancarme de las paredes cada vez que te veo moldearte mojada en el
cuarto de baño.

13
MARÍA INÉS: Me gusta hablarte con el cuerpo, mezclar mis palabras con caricias en los muslos,
decirte que en las tardes el aura del aroma a encino me posee deslizándose como arroyo por mi
sexo.
GUILLERMO: Para impregnarte toda.
MARÍA INÉS: Para hacerme vibrar igual que el aire a una cuerda de guitarra que está a punto de
romperse.

Oscuro.

ESCENA 6 – Es mi bisabuelo.

FRANCISCO entra al estudio buscando a María Inés, llamándola. Le llama la atención un


portarretrato con la foto de Guillermo y lo toma, observándolo detenidamente. MARÍA
INÉS entra.

MARÍA INÉS: ¿Me hablabas?


FRANCISCO: ¿Y esta foto?
MARÍA INÉS: (Pausa) Me la encontré al fondo de un cajón del escritorio. Se me hizo buen adorno
(toma el portarretrato de las manos de Francisco).
FRANCISCO: (Ingenuo) Es mi bisabuelo.
MARÍA INÉS: (Pausa) Ya sé.
FRANCISCO: (Saliendo, desvaneciéndose) Era ingeniero civil, hijo de alemanes. Lo contrataron
a principios del siglo pasado para que diseñara nuevas colonias en Torreón y…

Oscuro breve.

GUILLERMO aparece donde estaba Francisco. MARÍA INÉS ve hacia el otro extremo de
la habitación, sosteniendo el portarretrato.

MARÍA INÉS: Ya no me duele no tenerte aquí, Guillermo. Vivo tranquila sabiéndote querer,
explicándole a mis manos cómo nunca podrán acariciarte el pecho, cómo nunca te podrán recorrer
temblando sin querer despegarse de tu cuerpo. Pero la carne es lo de menos. Te quiero porque
aprendí a besarte con palabras, aprendí a quererte con la voz a pesar de la insalvable distancia.
Varias veces caí en la desesperación de necesitar tenerte cerca para poder disolver el quererte
tanto, para no estar viviendo al borde del tiempo pensando cómo todo sería mejor teniéndote
ahora.
Ya por fin comprendo nuestro amor. Te quiero en tu soledad más que en la mía y por eso aquí
voy a estar, por eso aquí quiero seguir estando, porque no me canso de colgarme de tu olor en las
paredes, lo disfruto quedándome dormida, imaginando que esta vez no voy a despertarme. Tal vez
algún día nos pase. Porque aunque te quiero tranquila, cómo me gustaría existir contigo para que

14
la muerte nos llegara al mismo tiempo, para no vivir sabiendo que te quiero a pesar de tu muerte
y que tú me quieres sin mi nacimiento. Por favor, Guillermo, al menos muérete de viejo, porque
yo quiero morirme contigo cuando ya no me quede siquiera el sueño.

Sale GUILLERMO. Escena continua.

ESCENA 7 – El péndulo irremediable

MARÍA INÉS permanece sosteniendo el portarretrato.

MARÍA INÉS: Ya por fin comprendo nuestro amor. Te quiero en tu soledad más que en la mía y
por eso aquí voy a estar, por eso aquí quiero seguir estando…

Entra FRANCISCO.

FRANCISCO: Ya sé cómo murió mi bisabuelo.


MARÍA INÉS: (Pausa) ¿Cómo?
FRANCISCO: (Ingenuo) Fui al archivo histórico y encontré varios documentos que mencionaban
a Wilhem Schott. Se supone que cuando entra el ejército villista a Torreón, algunos
revolucionarios saquearon la casa y la quemaron, pero antes colgaron a mi bisabuelo aquí, en su
estudio. Así murió, ahorcado y quemado.

MARÍA INÉS, que escuchaba atenta y empuja a FRANCISCO fuera del estudio.

MARÍA INÉS: ¡Guillermo, te van a matar, los villistas, van a entrar a Torreón a destruirlo todo,
van a quemar la casa y te van a matar! ¡Haz algo, que no te maten, que no te arranquen de mi vida,
que no te lleven para siempre! ¡Haz algo, por favor, por quien quieras, no dejes que te maten,
corre, haz algo, vete de la casa, qué sé yo! (llorando) Que no te maten, Guillermo, que no te maten.

Cambio de luz.

MARÍA INÉS, llorando detrás de la pared imaginaria. Entra GUILLERMO, busca y


encuentra su revolver en los cajones del escritorio; no tiene balas, las busca por todo el
estudio pero se rinde. Con urgencia escribe una carta. Mete el papel en el cajón. Sale de
escena, mientras MARÍA INÉS se histeriza. Regresa con una soga de ahorcado, una
lámpara de aceite y un bote de resina. MARÍA INÉS se deshace en gritos mudos. Deja la
soga sobre el escritorio, sella el cajón con la resina y riega aceite de la lámpara por toda
la habitación para después prenderle fuego. Arrastra la silla del escritorio al centro, sube
a ella, cuelga la soga y le mete el cuello. Se queda inmóvil. Cambio de luz. MARÍA INÉS

15
rompe la pared con un grito, y va al escritorio para abrir el cajón con el cuchillo y sacar
una hoja chamuscada. No deja de llorar mientras lee la carta.

GUILLERMO: María Inés, he de causar yo mi muerte antes que dejar que mi vida sea cobrada
por ladrones a los que no les debo nada. Disculparás que me convierta en un péndulo irremediable,
más que lo ilógico de nuestro amor. Siento demasiado el dolor que voy a causarte; ya el tiempo te
lo irá sanando.

GUILLERMO da un talonazo a la silla y se ahorca. MARÍA INÉS rompe la carta y cae


desmayada sincronizada con GUILLERMO.

Oscuro.

En el escenario permanece GUILLERMO colgado. Ya el fuego se ha apagado. Se escuchan


en off espuelas y resoplidos de caballos llegando, luego el rechinido de una puerta pesada
abriéndose.

ESCENA 0

Se repite la escena inicial con MARÍA INÉS barriendo en trance, agregando el cuerpo de
Guillermo colgado. FRANCISCO está en un costado, se acerca a MARÍA INÉS, le da su
anillo en la mano y la besa en la frente. Ella sigue en trance.

MARÍA INÉS: Este estudio está muy sucio. (Pausa) Además, huele a un perfume muy viejo.

Oscuro.

TELÓN.

16

Vous aimerez peut-être aussi