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de uno de los principales bloqueos de la

competitividad.

Romper con la relación corporativa de Estado


para liberar a la economía
1. Un poco de antecedentes

La estructura laboral mexicana; es decir, el conjunto de relaciones


que se definen a partir del mercado laboral, tiene sus raíces en el
pacto post-revolucionario concretado hacia 1928 -1929 con el
nacimiento del Partido Nacional Revolucionario –antecedente directo
del PRI.

En ese momento se define el papel que el Estado, surgido de la


Revolución Mexicana, le otorga a los sindicatos como mediadores de
las políticas gubernamentales.

Hay que recordar que es en 1929 que se constituye la Confederación


Patronal de la República Mexicana como el sindicato de los patrones.

Es en 1931 que ve la luz la Ley Federal del Trabajo. Es en ella que se


establecen las bases de la relación corporativa de estado y que ha
perdurado hasta nuestros días y que a pesar de estar viviendo una
alternancia política en el gobierno, sigue intocable y usada tal y como
lo fue durante todo el período de gobierno de partido único. Y sigue
vigente a pesar, o quizá deberíamos decir, gracias a la retórica de
reforma de los sucesivos gobiernos, así sean éstos los que durante
tanto tiempo clamaron por democracia.

Él control del Estado sobre los sindicatos, y en general sobre las


relaciones laborales le otorgó al primero la facultad de decidir por sobre
la voluntad de las partes involucradas (patrones y trabajadores).

1
El objetivo principal de la legislación laboral mexicana ha sido y
seguirá siéndolo, mientras perduren las bases instrumentales de
corporatismo, el control de los agentes del mercado de trabajo y no
la productividad, la competitividad o la eficiencia del mercado de
trabajo y del sistema productivo, que siempre pasarán a segundo
término.

Los principios de la legislación mexicana del trabajo se han considerado


siempre muy avanzados en lo que concierne por ejemplo a la protección
social. Pero justamente por eso y después de resolver el problema de la
distribución y la reproducción del poder postrevolucionario, el Estado
naciente matizó la intención y postergó indefinidamente su
cumplimiento. Optó mejor por dotarse de mecanismos de control que
evitarán que la población trabajadora, pero también los patrones
pudieran movilizarse para hacer cumplir los principios de la Constitución
de 1917 que dejó como herencia la Revolución.

• Se generó entonces una administración de la ley que adecuara


la necesidad del gobierno de dejar la letra pero incumplirla en
los hechos.

• por lo tanto, “contamos con una legislación con un alto costo


de cumplimiento y un bajo costo de incumplimiento”.1

• podemos afirmar con algunos análisis recientes que la formula


que ha permitido esto es generar un sindicalismo a modo; de
forma tal que:

• <<A más poder sindical, corresponda más control


del Estado>>

• La clave del modelo de funcionamiento del mercado laboral


está en la relación corporativa basada en complicidad entre
dirigentes sindicales, empleadores y gobierno; simulación
en el proceso organizativo y en la negociación colectiva2.

Los trabajadores y los patrones son reconocidos oficialmente en


la medida en que se constituyen como partes funcionales del
nuevo Estado, como los sectores del partido en el gobierno.

1
Bensusan (Graciela). Instituciones laborales y Estado de bienestar en México y AL. UAM. México,
2010
2
Ibidem

2
2. El nuevo orden económico: las políticas estructurales de
ajuste de los años ochenta y noventa.

Quien afirme que el entorno laboral mexicano carece de flexibilidad,


carecería a su vez de sensibilidad y de memoria histórica de corto
plazo.

México se ha visto sometido a una política de ajuste financiero y


económico sistemática y sostenida desde principios de los años
ochenta. Desde el memento en que el país entra en situación de
moratoria de la deuda externa e intervienen los organismos
financieros internacionales, se inicia una serie de reformas en el
funcionamiento de la economía que afectan directamente al
funcionamiento del mercado de trabajo.

Aquel que ponga en duda la capacidad de flexibilización autoritaria


ejercida sobre el mercado mexicano es que lo anima el deseo de
negar la realidad. ¿Cuáles fueron lo elementos de flexibilización
usados en estas reformas estructurales de los años ochenta-noventa?

Veamos el salario. Una de las medidas de ajuste sistemáticas,


permanentes y sostenidas desde ese momento, es la contención del
poder adquisitivo del salario. El salario es el precio
gubernamentalmente controlado por excelencia.

No hay un solo experto que afirme algo distinto a la constatación de


una perdida sistemática del poder adquisitivo del salario si hay
diferencias éstas se ubican en la magnitud que fluctúa entre 50 y
76%.

De los 42.8 millones de personas que forman la PEA, ocupada, 14


millones perciben hasta dos salarios mínimos y otros 9 millones
perciben 3 salarios mínimos. Es decir, estamos hablando de casi
54% de la PEA ocupada situada en esos niveles de salarios. El salario
mínimo fluctúa entre 54.47 pesos y 57.46 pesos; es decir, 4.5 dólares
diarios.

La apuesta por contener y reducir el salario como factor de control


macroeconómico es un hecho consumado y no un deseo de reforma.
El salario se convirtió en un factor de “ventaja competitiva” desde el
inicio del decenio de los 80’s.

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¿En dónde está la rigidez salarial del mercado de trabajo? Se trata
más bien de una rigidez de control estatal que impide que el salario
se convierta en un factor de crecimiento del mercado interno.

Veamos el empleo.

La más reciente crisis genera presión recesiva que ha implicado


despidos masivos y contracción en la demanda de empleo. El
argumento recurrente de los que quieren pasar a un ciclo más de
ajuste recesivo en la masa salarial asegura que a mayor flexibilidad
del mercado de trabajo, sobre todo en términos de costo salarial,
significa un estímulo en la creación de empleos.

Pero lo que no dicen es que al hacer aún mayor presión a la baja


sobre los llamados costos salariales, lo único que provocarán será una
precarización generalizada del empleo es decir, una tendencia
contraria al “adecentamiento” si se nos permite esta alusión a lo que
se supone es un objetivo en el mundo del trabajo: el empleo decente.

El índice de informalidad ha alcanzado este año la cifra inédita de


más de 12.6 millones de personas y la población subocupada se elevó
hasta los 3.9 millones de personas. El INEGI también precisa que
28.8 por ciento de la población ocupada,, se encuentra en el
ambulantaje y en actividades que no están registradas ante la
autoridad competente.

Los trabajadores han estado en todo este tiempo bajo la cobertura de


una ley que se dice impide la flexibilización del mercado laboral.
Cuando lo que ha permitido esta ley es justamente adecuar las
condiciones del mercado de trabajo a las necesidades de las políticas
de ajuste aplicadas desde la misma autoridad que se queja de rigidez
en el mercado laboral.

Para rematar con estas constataciones de fluidez en las decisiones


macroeconómicas en relación con el mercado de trabajo, baste hacer
alusión al fenómeno del llamado “outsourcing” o subcontratación de
servicios de renta de personas.

Los servicios de tercerización representan un mercado de 3,200 mdd


para México, según expertos; el outsourcing puede generar alrededor
de 600,000 plazas de empleo formal en el país para 2012. se afirma
por las proppias empresas de outsourcing que una de las ventajas de
esta modalidad es que se da una disminución del costo en recursos
humanos ya que <<El personal que desarrolla las actividades es
externo, por lo que no se tiene ningún tipo de compromiso y
responsabilidades hacia ellos.>>

En México operan al menos 295 empresas o agencias de outsourcing


autorizadas y por cifras oficiales de la STPS sabemos que más de 2
millones de personas trabajan actualmente bajo este esquema de

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triangulación creado precisamente para minimizar el costo de la
mano de obra. Las firmas que integran la Asociación Mexicana de
Empresas de Capital Humano colocan mensualmente a unos 100 mil
trabajadores.

La flexibilización del mercado de trabajo se ha practicado ya por


cerca de tres decenios y se ha hecho bajo un esquema caduco,
herencia de ese régimen corporativo de Estado que nos legó el
arreglo del poder post-revolucionario y que supuestamente hemos
querido superar a partir del año 2000.

Pero la prueba de que la transición democrática no se quiere llevar a


cabo es justamente la persistencia en la profundización del modelo
corporativo. En este sentido, queremos plantear la propuesta de una
reforma que modifique la estructura que bloquea no tan solo la
democracia en el mundo del trabajo, sino que supedita las variables
que en el discurso sirven para justificar lo contrario: la productividad,
la innovación productiva, la calidad, es decir, la competitividad.

La competitividad no podrá lograrse con un esquema autoritario


caduco al que sabemos que la población no le asigna ya ningún
significado distinto al de corrupción. Sabemos por supuesto que la
corrupción es uno de los principales enemigos de la competitividad.

Asistimos a un bloqueo institucionalizado de la sociedad. Nuestra


sociedad y economía están bloqueadas por un orden que nos sometió
por poco más de 70 años y que en tanto que régimen podemos ya
conmemorar sus 80 años. México necesita transitar hacia un modelo
que le abra y libere los espacios de la creatividad y de la
competitividad pero con responsabilidad con el bienestar de la
población toda.

Los bonos que se nos han dado por nuestra propia dinámica como el
demográfico y el democrático estamos a punto de tirarlos al basurero
histórico.

Hemos venido aquí para dar cuenta de nuestra preocupación por el


alejamiento de los ideales democráticos de nuestra sociedad que se
percibe en este campo, pero también hemos venido a poner a
consideración una iniciativa de Reforma constitucional en materia
laboral para transitar hacia nuestra modernidad económica y política.

• Este viejo orden corporativo es insostenible en una sociedad


que pretende lograr la transición democrática.

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• No se puede ser democrático usando instituciones autoritarias –
corporativas-clientelares.
• Se requiere una reforma para promover la inclusión social, crear
bienestar, pasar a políticas promotoras de empleo de alta
productividad, corregir la desigualdad y apostar a la
profesionalización de la fuerza de trabajo como factor de
competitividad (abandonar el salario como factor competitivo)

• Para generar un contexto político – institucional de desarrollo


integral es necesario anular los bloqueos propios del régimen
corporativo

• Los últimos 25 años han mostrado como es fácil avanzar en la


flexibilización en los hechos a pesar de – o gracias a- la
legislación laboral vigente.

El mercado laboral nunca podrá pretender ser eficiente mientras


mantenga vigente esta estructura de supeditación de las relaciones
laborales a las necesidades políticas del gobierno en turno.

Lo que se obtiene con este arreglo es un sistema de intercambio de


favores que permite la disciplina y el acatamiento de los intereses
políticos: la consecuencia es una supeditación a quien otorga el poder
es decir, a los intereses del gobierno.

Se trata de un arreglo social autoritario. Que se supone hemos


buscado romper de manera clara a partir del año 2000.

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