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Enfermería Médico-Quirúrgica II

Pepa Medina
TEMA 32
ENFERMEDADES INFECCIOSAS DEL APARATO URINARIO.
Infecciones de las vías urinarias
Las infecciones de las vías urinarias (IVU) siguen en frecuencia a las del aparato
respiratorio. Se estima que el 10 -20% de las mujeres sufre al menos un episodio
de IVU a lo largo de su vida. A partir de los 50 años la prevalencia de IVU en los
varones aumenta de forma progresiva, quizás en relación con patología
prostática o manipulaciones urológicas. En la mujer la prevalencia de IVU pasa
del 1% en la edad escolar al 5% a los 20 años, coincidiendo con el inicio de las
relaciones sexuales y los embarazos. A partir de esta edad sigue en aumento a
razón del 1-2% por cada década de vida, de modo que a los 70 años más del 10%
de las mujeres tienen bacteriuria asintomática. En ancianos de ambos sexos
afectos de una enfermedad crónica u hospitalizados, la prevalencia de
bacteriuria supera el 25% de la población. La importancia de las IVU radica no
sólo en su frecuencia, sino también en el riesgo que entrañan de originar
bacteriemia, lesión renal progresiva.
La infección puede localizarse en la uretra (uretritis), la vejiga (cistitis), la
próstata (prostatitis) o el riñón (pielonefritis).

CISTITIS
Patogenia
El mecanismo habitual de producción de la IVU es el ascenso de gérmenes desde
el meato urinario hasta la vejiga.
En condiciones normales, la orina y las vías urinarias son estériles y sólo la
uretra distal está colonizada por flora cutánea y vaginal constituida por
Staphylococcus, difteroides, estreptococos no hemolíticos, Lactobacillus,
Mycobacterium smegmatis y microrganismos anaerobios. En ocasiones, y de
forma transitoria, pueden encontrarse Escherichia coli u otros bacilos
gramnegativos (BGN). En cambio, la mayoría de las mujeres con IVU sufren
previamente colonización significativa y persistente por estos gérmenes.
En la mujer la uretra es corta y permite el paso de gérmenes hacia la vejiga, en
especial durante el coito. En cambio, en el varón la uretra tiene mayor longitud y,
junto con la presencia de una sal de cinc de efecto bactericida que secreta la
próstata normal, evita el ascenso espontáneo de gérmenes. En el varón la IVU
obedece en general a la manipulación instrumental de la uretra, a la existencia
de prostatitis crónica o a la presencia de una anomalía urológica.
Una vez que los gérmenes han alcanzado la vejiga, el hecho de que colonicen u
originen infección de la mucosa depende del binomio virulencia y eficacia de los
mecanismos de defensa. La virulencia está en relación con la capacidad del
microrganismo para adherirse a la mucosa vesical y con la densidad de la

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población bacteriana. La superficie vesical está recubierta de
glucosaminoglucano, compuesto de carácter hidrófilo que fija moléculas de agua
e impide el acercamiento de las bacterias a la mucosa.
La velocidad de multiplicación de los microrganismos en la orina vesical depende
de la capacidad reproductiva intrínseca de cada germen y de las características
fisicoquímicas de la orina. Los E coli, tienen períodos de reduplicación en la orina
inferiores a una hora, en tanto que microrganismos anaerobios, los de la flora
cutánea presente en la uretra distal, Streptococcus pneumoniae y los
estreptococos betahemolíticos crecen mal en la orina y rara vez causan infección
urinaria. El descenso del pH urinario, las variaciones amplias de osmolaridad y, en
menor grado, el aumento de concentración de urea y los niveles bajos de glucosa
afectan negativamente la velocidad de crecimiento de los gérmenes.
El mecanismo de defensa de la vejiga de mayor eficacia es la dilución de los
gérmenes por efecto del flujo de orina y su eliminación periódica con la micción.
Después de cada micción, en condiciones normales, la vejiga se vacía
virtualmente de forma completa y elimina los microrganismos que han penetrado
en su interior; por el contrario, si queda un residuo de orina, la infección se au-
toperpetúa y el efecto dilucional se reduce. En conclusión, un intervalo de tiempo
prolongado entre dos micciones y la retención de orina posmiccional permiten
que la densidad de bacterias en la orina alcance el nivel crítico, por encima del
cual se produce infección de la vejiga.
Los pacientes con sonda uretral sufren infecciones por gérmenes que colonizan
el meato uretral , procedentes de la flora rectal o transportados por las manos
del personal sanitario que los atiende. La incidencia de bacteriuria después de un
sondaje simple varía en relación con la edad, el sexo, el estado de salud previo, la
presencia de anomalías urológicas y la técnica con que se realiza el sondaje,
entre otros factores. El porcentaje de contaminaciones oscila entre el 1% en
mujeres jóvenes y sanas y el 20% en gestantes en el último trimestre del
embarazo. Si se utiliza una sonda permanente, conectada a un sistema cerrado,
la incidencia de bacteriuria se incrementa en un 5% por día de sondaje. Después
de 2-3 semanas de sondaje permanente todos los pacientes tienen bacteriuria.

Etiología. En los pacientes que no presentan un trastorno urológico de base, E


coli es el microrganismo responsable de más del 80% de las IVU. Las restantes
están producidas por otras enterobacterias (Proteus mirabilis y Klebsielia spp).
P. mirabilis es particularmente frecuente en niños varones, al parecer debido a
que coloniza el saco prepucial. Produce una ureasa que descompone la urea en
amonio y la orina se alcaliniza. A pH alcalino, la solubilidad de los fosfatos,
cálcico y magnésico, disminuye, por lo que ambos precipitan y originan cálculos de
estruvita. Si el paciente presenta algún problema urológico, se ha sometido a

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instrumentación uretral o sufre cambios de la flora colónica (como consecuencia
de la administración de antibióticos) aumenta la frecuencia de infección por BGN
diferentes de E coli por cepas de este germen resistentes a los antibióticos
habituales. Enterococcus faecalis es a menudo responsable de infección en
ancianos con hipertrofia prostática y en pacientes postoperados que han
recibido profilaxis con cefalosporinas. s. aureus y s. epidennidis producen
infección en pacientes con sonda uretral permanente. Staphylococcus aureus
puede alcanzar el riñón por vía hematógena, procedente de un foco distante. Si
se identifica en un urocultivo, es conveniente descartar la presencia de un
absceso renal o prostático.
Aunque los virus rara vez producen IVU, puede observarse viruria asintomática
en el curso de muchas infecciones víricas. En la infección sistémica por
citomegalovirus la afección renal es casi constante.
La IVU es polimicrobiana en alrededor del 5% de los pacientes. En estos casos, a
menudo existen antecedentes de manipulación de la vía urinaria, sonda uretral,
anomalías urológicas (litiasis, vejiga neurógena) o una fístula con la vagina o el
intestino.

Cuadro clínico. La IVU puede ser asintomática y manifestarse sólo por la


presencia de bacteriuria en el urocultivo. La cistitis se caracteriza por la
aparición de disuria, polaquiuria y micción urgente (síndrome cistitico). Con
menor frecuencia el paciente refiere incontinencia, tenesmo y dolor suprapúbico,
que a veces aumenta con la micción (estranguria). La fiebre y otras
manifestaciones sistémicas son muy raras. En ocasiones puede haber hematuria
macroscópica (cistitis hemorrágica).
Aproximadamente en el 5% de las mujeres normales existe una predisposición a
sufrir IVU, debido a la colonización del meato urinario por E coli. La prevalencia
de bacteriuria asintomática en este colectivo es de alrededor del 75%. En el
curso de un año, un tercio de estas mujeres presenta clínica de infección
urinaria, otro tercio persiste con bacteriuria asintomática, el tercio restante
negativiza el urocultivo y en un numero similar de mujeres, inicialmente
negativas, el urocultivo se positiviza. Durante el embarazo, las mujeres con
bacteriuria intermitente asintomática pasan a tener bacteriuria continua desde
los primeros meses. El 30% de estas pacientes sufre pielonefritis aguda, en
particular durante el tercer trimestre de gestación.

Diagnóstico. Exámenes complementarios y diagnóstico etiológico.

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La sospecha de IVU se confirma mediante: a) el examen al microscopio de una
muestra de orina y b) la práctica de un urocultivo. Ambas pruebas deben
realizarse en orina recién emitida.
La IVU origina leucocituria, que puede detectarse practicando un recuento. El
95% de las pacientes con IVU sintomática tienen más de 10 leucocitos/mL de
orina. La presencia de cilindros leucocitarios en el sedimento de orina indica que
la infección se localiza en el parénquima renal.
El urocultivo es una prueba imprescindible para: a) establecer el diagnóstico de
certeza de IVU; b) identificar el agente causal; c) conocer su sensibilidad a los
antibióticos, y d) confirmar la curación bacteriológica. Se realiza con una
muestra de orina de la primera micción de la mañana o, en su defecto, con una
muestra que haya permanecido en la vejiga como mínimo 4 horas, durante la
micción la orina se contamina con los gérmenes de la uretra distal. La fiabilidad
del urocultivo está en relación con el grado en que se consiga reducir esta
contaminación. Para ello, se desprecia la orina inicial que arrastra los gérmenes
de la uretra y se recoge en un frasco estéril, una muestra de la mitad de la
micción. Si no es posible realizar la siembra en el curso de las 2 h siguientes a la
obtención de la orina, debe mantenerse refrigerada a 4 ºC. La muestra se
siembra y se incuba durante 24 h a 37 ºC. Para diferenciar la bacteriuria
significativa de la simple contaminación es necesario cuantificar el número de
bacterias por mililitro de orina. Esto se consigue realizando la siembra. Cada
colonia representa al menos una bacteria en la orina original. Se requieren 24-48
h más para identificar el germen y conocer el antibiograma.

Tratamiento. Cistitis. El tratamiento de un episodio aislado de cistitis simple


puede realizarse sin practicar urocultivo. Sin embargo, debe tenerse en cuenta
que actualmente, en España, más del 50% de las cepas de E coli son resistentes a
la ampicilina, y alrededor del 40% lo son a las cefalosporinas de primera
generación.
Cuando la evolución es favorable se comprueba una regresión ostensible de la
sintomatología de la cistitis antes del tercer día de tratamiento.

Pacientes con sonda uretral. Los pacientes con sonda uretral permanente sólo
deben recibir tratamiento antibiótico cuando presentan clínica de infección.
Es necesario además cambiar la sonda, porque el antibiótico no elimina los mi-
crorganismos que crecen adheridos a su superficie.

Evolución y profilaxis
La mejoría clínica de una infección urinaria no significa que el paciente esté
curado, puesto que la bacteriuria puede persistir en ausencia de síntomas.

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El resultado del tratamiento de la IVU sólo puede establecerse mediante
urocultivo. La recurrencia de una infección urinaria se presenta según dos
modelos de patogenia y pronóstico distintos, conocidos como recidiva y
reinfección. Las recidivas representan el 20% de las recurrencias. Por lo general
ocurren en el curso de las 24 semanas siguientes a la aparente curación. Se
producen a partir de microrganismos que han persistido desde el primer
episodio, ya sea porque el tratamiento antibiótico no fue adecuado o bien porque
los gérmenes se acantonaron en un lugar inaccesible al antibiótico (litiasis renal o
prostatitis crónica). Algunos pacientes sufren recidivas sin causa aparente, es
decir, después de realizar un tratamiento correcto.
El 80% restante de las recurrencias se debe a reinfecciones producidas por un
nuevo germen. La reinfección, más frecuente en la mujer, es fácil de reconocer
cuando está producida por un germen distinto del inicial. En un pequeño
porcentaje de pacientes la reinfección se debe a la existencia de una vejiga
neurógena, un divertículo de gran tamaño, reflujo vesicoureteral o algún grado
de obstrucción uretral. El denominador común de estos procesos es la retención
de orina posmiccional. Se debe recomendar a la paciente que ingiera abundante
cantidad de liquido, que adquiera el hábito de realizar micciones frecuentes y
que orine después del coito. Si las reinfecciones son poco frecuentes, cada
episodio puede tratarse aisladamente. De lo contrario, si se producen más de 3
recaídas sintomáticas en un año o existe riesgo de infección grave o de lesión
renal, es preferible realizar profilaxis en días alternos o bien después del coito.
La profilaxis de la IVU en pacientes sondados incluye:
? La colocación de un equipo estéril con la máxima asepsia posible.
? El lavado de las manos cada vez que deba manipularse la sonda.
? Mantener la sonda permeable.
? Fijar el catéter para evitar traumatismos.
? Evitar irrigaciones.
? Mantener siempre la bolsa de drenaje por debajo del nivel de la vejiga.
? No cambiar la sonda, excepto en caso de obstrucción.
? Si el paciente vacía espontáneamente la vejiga, es preferible sustituir la
sonda por un colector.
La administración de un antibiótico con fines profilácticos a pacientes con sonda
uretral no evita la aparición de bacteriuria. Sólo está indicada en dos
situaciones: a) cuando se procede a cambiar la sonda de un paciente con
cateterización permanente y b) cuando se prevé una cateterización breve (de
menos de 15 días) y el desarrollo de bacteriuria entrañe cierto riesgo.

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Prostatitis
La prostatitis es una inflamación de la glándula prostática debida a infección
bacteriana (prostatitis bacteriana), aguda o crónica, o a una causa desconocida.

Etiología y patogenia.
La prostatitis aguda bacteriana suele deberse a infección por BGN, en particular
E coli, seguida en orden de frecuencia por Klebsiella spp, Poteus spp y Preudo
monas aeruginosa
Los gérmenes pueden alcanzar la próstata por tres vías: a) por reflujo de
orina contaminada o infectada, a través de los conductos prostáticos que
desembocan en la uretra; b) por diseminación hematógena, o c) por propagación
de flora fecal a través de los ganglios linfáticos.

Cuadro clínico.La inflamación prostática se manifiesta por la aparición de un


síndrome cistitico (disuria, polaquiuria, urgencia miccional) acompañado de
síntomas de obstrucción uretral, en general discretos, y de dolor o molestias en
la región perineal que pueden irradiar hacia el sacro, el recto, la zona
suprapúbica o los genitales externos.
La prostatitis bacteriana aguda cursa con manifestaciones clínicas de
inflamación prostática, acompañadas de fiebre elevada, a menudo con
escalofríos, y afección del estado general.
En la prostatitis bacteriana crónica, por lo general, los síntomas locales son
escasos y la próstata es normal al tacto. La enfermedad se manifiesta por
infecciones recurrentes de la vía urinaria (cistitis y/o pielonefritis) producidas
por el mismo germen. El primer episodio puede estar relacionado con un sondaje
uretral u otro tipo de manipulación urológica.

Tratamiento.La eficacia del tratamiento de la prostatitis bacteriana,


especialmente en las formas crónicas, está en relación con la concentración que
alcanza el antibiótico en la secreción prostática. Los antibióticos administrados
por vía oral en dosis habituales, alcanzan concentraciones terapéuticas. Para el
tratamiento empírico inicial de la prostatitis aguda puede emplearse la
asociación de varios antibióticos, administrados por vía oral o parenteral según la
gravedad del caso. Si la evolución es favorable, el tratamiento se sigue por vía
oral con un antibiotico elegido de acuerdo con el resultado del antibiograma,. Se
recomienda mantener el tratamiento durante un mes, con el objeto de evitar la
evolución hacia una prostatitis crónica. En caso de prostatitis bacteriana
crónica, la elección del antibiótico se efectúa de acuerdo con la sensibilidad del
germen aislado y la capacidad de difusión del antibiótico a la secreción
prostática.

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Tanto en la prostatitis aguda como en la crónica deben practicarse urocultivos
de control a los 15 días, al mes y, si es posible, a los 6 meses de finalizado el
tratamiento.

Pielonefritis
Concepto.
La infección del tracto urinario superior (IUS) es una entidad diferenciada
dentro del conjunto de las infecciones urinarias. El diagnóstico de pielonefritis
aguda es clínico y corresponde al síndrome que acompaña a la respuesta in-
flamatoria ante una invasión bacteriana del parénquima renal. La pielonefritis
crónica es un diagnóstico fundamentalmente radiológico, caracterizado por
cicatrices renales y cambios destructivos en el sistema calicial.

Etiología. Infecciones extrahospitalarias.


Escherichia coli es responsable del 75% o más de las infecciones urinarias ad-
quiridas fuera del hospital. Otros bacilos gramnegativos, incluyendo Klebsiella y
Proteus, son en su conjunto responsables del 10-15% de las restantes
infecciones urinarias.

Infecciones intrahospitalarias.
Las infecciones adquiridas en el hospital, cuya importancia es creciente,
presentan un cuadro bacteriológico distinto. Aunque E coli continúa siendo la
bacteria más frecuente, suele tratarse de cepas intrahospitalarias con múltiples
resistencias antibióticas. Otras bacterias que se deben tener en cuenta son
Preudomonas aeruginosa y Serratia, ya que a veces aparecen en brotes
epidémicos intrahospitalarios. También pueden encontrarse Staphylococcus
epidennidis y hongos del tipo Candida.

Fisiopatología y epidemiología.
Las vías posibles por las que los microrganismos pueden alcanzar el riñón: a) a
partir de la sangre; b) por vía ascendente desde la vejiga, a través de la luz del
uréter, la primera sólo ocurre durante sepsis sistémicas con punto de partida en
otro órgano, siendo la segunda la que ocasiona la mayoría de las pielonefritis.
La llegada de bacterias al riñón desencadena la expresión de diversas citocinas y
factores quimiotácticos de neutrófilos, incluyendo interleucinas 1 a 6, y factores
estimulantes de la formación de colonias de granulocitos y macrófagos. Entre los
mecanismos celulares por los cuales la infección urinaria causa lesión
parenquimatosa y ulterior cicatrización se incluyen la producción de radicales
libres de oxígeno y la liberación de proteasas por parte de los neutrófilos que
infiltran el riñón.

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Existen, una serie de condiciones que afectan la patogenia de las IUS:
? Sexo. Las IUS son más frecuentes en mujeres, especialmente en las que
presentan actividad sexual, prevaleciendo la interpretación de que la
configuración de la uretra femenina favorece el ascenso de bacterias desde
la región perineal.
? Embarazo. Las características particulares de la fisiología urinaria durante el
embarazo facilitan la infección de la orina.
? Obstrucción. Las dificultades para la evacuación urinaria pueden condicionar
un proceso infeccioso de difícil erradicación por bacterias gramnegativas
poco virulentas en condiciones de flujo urinario normal.
? Vejiga neurógena. Puede aplicarse el mismo criterio que en la obstrucción.
? Reflujo vesiculaureteral. Es aplicable también el mismo criterio que en la
obstrucción.
? Factores de virulencia bacteriana. los referidos en el caso de E coli.
? Maniobras urológicas. Entrañan un riesgo elevado en todos los pacientes.

Cuadro clínico. La pielonefritis aguda, en su presentación típica, suele


caracterizarse por la aparición de escalofríos y elevación de la temperatura, que
puede ser superior a 40 ºC, dolor en la región renal y síntomas de vías urinarias
bajas. La presencia de fiebre es uno de los mejores indicios de afectación renal.
El dolor de la pielonefritis puede irradiarse al epigastrio o al abdomen inferior y,
silo hace a la ingle, sugiere obstrucción ureteral. Una minoría de pacientes
tienen sólo molestias vagas en la zona renal, dolor abdominal o fiebre
intermitentes.
Los síntomas de pielonefritis pueden tener una progresión rápida y muchos
pacientes consultan al médico sólo horas después del comienzo del cuadro.
Alrededor del 50% de los pacientes con pielonefritis aguda tienen antecedentes
de infecciones urinarias bajas en los 6 meses previos. En los niños, la clínica
suele ser diferente respecto a los adultos, con mayor incidencia de síntomas
inespecíficos. En los recién nacidos debe hacerse hincapié en el estudio por-
menorizado en busca de anomalías estructurales del tracto urinario.

Tratamiento de las infecciones urinarias del tracto superior.


Básicamente se reduce a la administración de antibióticos de eficacia
comprobada, en concentración y pH adecuados y durante el tiempo suficiente.
Es esencial la realización de cultivos con antibiograma y, si existe un sustrato
anatómico favorecedor de la infección, debe considerarse prioritaria su
resolución.
Para numerosos autores, existen argumentos definitivos a favor de hospitalizar
a los pacientes con pielonefritis aguda. Esta actitud es respaldada por varias

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razones: a) un grupo de estos pacientes tiene íleo, náuseas y vómitos, que
impiden tolerar la medicación oral; b) la terapéutica inicial preferentemente ha
de ser parenteral para asegurar niveles altos de antibióticos en el suero y los
tejidos; c) las dos circunstancias anteriores hacen necesaria la colocación de una
vía venosa y la administración de líquidos intravenosos y d) se requieren cultivos
de orina y sangre obtenidos adecuadamente.
Sin embargo, algunos grupos han obtenido excelentes resultados en
pielonefritis agudas no complicadas, empleando un tratamiento con antibióticos
parenterales, rehidratación, analgésicos y antieméticos. Pasado el brote agudo,
debe continuarse una vigilancia periódica con urocultivos, para descartar una
bacteriuria asintomática o recurrente.
En caso de recaída en el período inmediato posterior a la finalización del
tratamiento o falta de respuesta clínica desde el principio, deben considerarse
tres posibilidades diagnósticas: a) el antibiótico no ha sido el adecuado o era
necesario más de uno; b) no se han alcanzado concentraciones suficientes en el
sitio donde se encuentran las bacterias por inaccesibilidad (barrera anatómica,
especialmente obstrucción o cálculo) o fallo del mecanismo concentrador renal, o
c) el antibiótico no se ha utilizado durante un período suficientemente
prolongado.

CUIDADOS DE ENFERMERIA EN PACIENTES CON INFECCIONES DE


VÍAS URINARIAS INFERIORES
Valoración inicial
Se obtiene la anamnesis de signos y síntomas de pacientes en quienes se
sospecha infección de vías urinarias. Se valoran, registran e informan los
siguientes parámetros: presencia de dolor, frecuencia, urgencia y cambios en la
orina; patrón normal de vaciamiento para descubrir factores que puedan
predisponer a infección de vías urinarias; relación de los síntomas de la infección
con el coito; higiene personal; conocimiento del enfermo de los antimicrobianos
prescritos y medidas asistenciales preventivas. Además de todo esto se verifica
volumen, color, concentración, turbidez y olor de la orina.

DIAGNÓ STICOS DE ENFERMERÍA


Según los datos de la valoración inicial, entre los diagnósticos de enfermería se
incluyen los siguientes:

? Dolor e incomodidad .
? Ateración en los hábitos relacionados con la frecuencia, urgencia e indecisión
en la eliminación de orina

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? Déficit de conocimientos en cuanto a los factores predisponentes de
infección y recurrencia, detección y prevención de la misma, y
farmacoterapia

INTERVENCIONES DE ENFERMERÍA
? Se alienta al paciente a que ingiera cantidades considerables de líquidos para
promover el flujo sanguíneo renal y lavar las bacterias por la orina. Se deben
evitar los líquidos que irritan la vejiga, como café, té y bebidas de cola. Sele
indica que intente la micción frecuente (cada 2 a 3 h) para vaciar por
completo la vejiga, ya que esto disminuye de manera significativa la cuenta
bacteriana, reduce la estasis urinaria y previere la reinfección.
? Son útiles los antiespasmódicos para aliviar la irritación y el dolor de la vejiga
urinaria. El ácido acetilsalisilico, el calor al perineo y los baños calientes
ayudan a mitigar la urgencia, la Incomodidad y los espasmos.
Enseñanza al paciente. Las mujeres que padecen Infecciones repetidas de
vías urinarias deben recibir Indicaciones detalladas de los siguientes puntos:

1.Reducir las concentraciones de patógenos en el introito vaginal con las


siguientes medidas de higiene:
? Ducha en lugar de baño, ya que las bacterias en el segundo caso pueden
penetrar por la uretra.
? Limpiar él entorno al perineo y el meato uretral después de cada evacuación.

2.Beber gran cantidad de líquido durante el día para limpiar de bacterias; evitar
café, té, cola y alcohol.

3.Orinar cada 2 a 3 h durante el día y vaciar por completo la vejiga. Esto evita la
sobredistensión de la vejiga y la alteración de riego sanguíneo a las paredes de la
misma, lo que predispondría a infección de vías urinarias.

4. Si el coito es la causa inicial de desarrollo de bacteriuria


? Orinar inmediatamente después del acto sexual.
? Tomar una dosis del antimicrobiano prescrito después del acto sexual.
Si la bacteria sigue apareciendo en la orina, puede requerirse tratamiento
antimicrobiano a largo plazo para prevenir la colonización de la región periuretral
y la recurrencia de la infección. Los medicamentos se toman después de vaciar la
vejiga, antes de ir a la cama, para asegurar una concentración adecuada del
fármaco durante la noche.

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5.Si está indicado, se toman muestras para prueba para vigilar la bacteriuria,
como sigue:
? Se lava alrededor del meato urinario varias veces.
? Se toma la muestra de orina a mitad del chorro.

Vilancia y tratamiento de las complicaciones. El reconocimiento oportuno de


las infecciones del tracto urinario es esencial para prevenir la recurrencia y la
posibilidad de complicaciones como insuficiencia renal y sepsis. El objetivo del
tratamiento es evitar que la infección avance y provoque lesiones renales
permanentes e insuficiencia renal. El tratamiento antimicroblano adecuado, la
ingestión abundante de líquidos, orinar con fecuencia y aplicar medidas de
higiene es lo adecuado para las infecciones del tracto urinario. Se indica al
paciente que se consulte con el médico si presenta fatiga, náusea, vómito o
pruritos. Cabe revisar periódicamente la función renal en enfermos con infec-
ciones recurrentes.
En los pacientes con infección del tracto urinario, especialmente cuando está
relacionada con introducción de catéter, se incrementa el riesgo de sepsis.
Siempre que sea posible se evitarán los catéteres permanentes; se retirarán lo
más pronto posible. No obstante, si se require un catéter permanente se inician
intervenciones de enfermería específicas para evitar la Infección.
Estas Incluyen técnicas de asepsia estricta durante la inserción del catéter más
pequeño posible; fijar el tubo para evitar que se mueva; inspeccionar
frecuentemente color, olor y consistencia de la orína; limpieza perianal diaria
meticulosa con agua y jabón y mantener un sistema cerrado.
La valoración cuidadosa de los signos vitales y el nivel de conciencia puede
advertir una sepsis inminente. Se informará al médico de los cultivos de sangre
positivos. Se administrará el tratamiento antimicrobiano adecuado y la ingestión
abundante de líquidos.

EVALUACIÓ N
RESULTADOS ESPERADOS
? Experimenta alivio de dolor, urgencia, disuria y fiebre.
? No hay dolor, urgencia, disuria.
? Toma los analgésicos y antimicrobianos según lo prescrito.
? Bebe ocho a 10 vasos de agua al día.
? Orina cada 2 a 3 horas.
? Elimina orina clara e inodora.
? Aumenta sus conocimientos sobre medidas preventivas y modalidades de
tratamiento prescrito.
? No presenta complicaciones.

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? No comunica síntomas de infección o insuficiencia renal. (náusea, vómito,
fatiga, comezón).
? Niveles normales de nitritos, urea y creatinina; cultivos de orina y sangre
negativos.
? Sigos vitales y temperatura normales.
? Gasto urinario adecuado (>30 ml/h).

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