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C E N T R O D E E S T U D I O S E I N V E S T I GAC I O N E S M I L I TA R E S
CENTRO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES MILITARES
CESIM JULIO - 2017 Nº 498
FU N DADO EL 15 DE J U L IO D E 1 9 0 6
D E L
PRESIDENTE
CRL. MARIO QUINTEROS GARCÍA
Director del Centro de Estudios e Investigaciones Militares, Ejército de Chile
INTEGRANTES
GDD (R) IVÁN GONZÁLEZ LÓPEZ
Presidente del Centro de Estudios e Investigaciones Militares, Ejército de Chile
GDD (R) JUAN CARLOS SALGADO BROCAL
Asesor del Centro de Estudios Estratégicos, Academia de Guerra del Ejército de Chile
CRL. (R) RODOLFO ORTEGA PRADO
Profesor de la Academia de Guerra del Ejército de Chile
CRL. (R) LUIS ROTHKEGEL SANTIAGO
Investigador del Centro de Estudios e Investigaciones Militares, Ejército de Chile
DR. RICARDO RIESCO JARAMILLO
Decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Gestión Pública, Universidad San Sebastián
DR. ALEJANDRO SAN FRANCISCO REYES
Académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile
GENERAL (R) JULIO HANG (EJÉRCITO ARGENTINO)
Director del Instituto de Seguridad Internacional y Asuntos Estratégicos, Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales
TENIENTE CORONEL JESÚS DÍEZ ALCALDE (EJÉRCITO DE TIERRA DE ESPAÑA)
Investigador asociado del Instituto Español de Estudios Estadísticos
COMITÉ EJECUTIVO
GDB (R) ANTONIO YAKCICH FURCHE
Director
CRL. (R) JUAN SILVA GONZÁLEZ
Editor
MAY. (R) FELIPE AMAR TOBAR
Asesor IPM
PROF. FRANCISCO SÁNCHEZ URRA
Asesor de contenidos
SOF. (R) RAMÓN LAZEN ESPÍNDOLA
Difusión
Revista fundada el 15 de julio de 1906. Prohibida su reproducción parcial o total sin autorización. Las colaboraciones y los juicios en ella vertidos son de la
exclusiva responsabilidad de sus autores y no representan necesariamente el pensamiento ni la doctrina del Ejército de Chile.
EDITORIAL 7
D E L
EDITORIAL
Presentamos a nuestros lectores esta nueva edición del Memorial, con el convencimiento de
ser una publicación que, habiendo superado más de un siglo de vida, continúa cumpliendo con
los objetivos que se fijaron en su creación.
1817 fue el año en que los patriotas vieron cristalizados los sueños que años antes en Rancagua
vieron frustrados. El Ejército de los Andes, organizado metódica y tesoneramente en Mendoza
por José de San Martín y el apoyo comprometido e incondicional de O´Higgins, materializó una
epopeya de nivel mundial, al cruzar el macizo cordillerano en forma brillante desde el punto de
vista de la planificación, y aún más exitosa en lo referido a su ejecución.
Pero ello fue solo el inicio de una serie de acontecimientos, que partiendo de la inmor-
tal gesta de Chacabuco, posibilitaron la asunción al mando de la nación, del que ha sido
indiscutidamente considerado por sus méritos y aporte, el Padre de la Patria. La batalla fue
el epítome de su valentía y arrojo en la batalla, Bernardo, el otrora héroe de la plaza de
Rancagua, materializó una carga de infantería que por sí sola, posibilitó el triunfo de las
armas patriotas.
Lograda la victoria, se dio inicio a un proceso fundacional para Chile, convirtiéndose de colonia
en república, lo que obligó a crear prácticamente desde cero toda la estructura y funcionamiento
del nuevo Estado.
Parte de esa obra creadora fue la fundación de la Academia Militar, la que luego de doscientos
años, continúa haciendo realidad el sueño o’higginiano al formar en sus aulas a los oficiales del
Ejército de Chile.
Conforme a lo anterior, los cuatro primeros artículos se orientan al análisis del cruce de los
Andes y de la Batalla de Chacabuco. El primero de ellos describe desde la perspectiva de la logís-
tica actual, el apoyo a las tropas en el paso de la cordillera, entregando luz sobre la problemática
que ello implicó.
El primero de los artículos enunciados, aborda a modo de crónica, aspectos políticos, admi-
nistrativos y militares presentes en el momento de su fundación, agregándose en forma comple-
mentaria en el segundo de ellos, la influencia de la formación militar europea sobre el naciente
instituto castrense. Finalmente, en el último se deja constancia, en especial para conocimiento
de las futuras generaciones, de los principales hitos proyectados y ejecutados o en vías de mate-
rialización de las actividades celebratorias del bicentenario.
Agradecemos desde estas líneas el significativo aporte de nuestros autores, los que, con
entusiasmo, rigurosidad histórica e iluminados por una perspectiva profesional, contribuyeron
prioritariamente a cristalizar la presente edición.
D E L
CONSIDERACIONES LOGÍSTICAS EN
TORNO AL CRUCE DE LOS ANDES1
Mayor Claudio Roberts Morales2
Capitán Bernard Segovia Solís3
Teniente coronel (R) Jaime Zepeda Barrera4
Resumen: En este artículo se aborda la organización del Ejército de los Andes a cargo
del general San Martín, considerando especialmente la preparación y la ejecución
del cruce de la cordillera de los Andes por parte del Ejército Libertador, labores efec-
tuadas entre los años 1814 y 1817, desde el punto de vista de la logística utilizada,
con los detalles de sus problemas y actividades, separadas por servicios logísticos.
Palabras clave: Logística, San Martín, parque, Ejército de los Andes o Libertador.
Abstract: This article addresses the organization of the Army of the Andes
in charge of General San Martin, especially considering the preparation and
execution of the crossing of the Andes by the Liberating Army, undertaking
carried out between 1814 and 1817, from the point of view of the logistics
used, with details of its problems and activities, divided by logistics services.
Key words: Logistics, San Martín, park, Army of the Andes or Libertador.
INTRODUCCIÓN
El objetivo del presente artículo, es analizar bajo el punto de vista de los conceptos logísticos
actuales, la historia del cruce de los Andes.
En 1814, siendo comandante del Ejército del Norte, San Martín comprendió la inutilidad
operativa del escenario del Alto Perú y la gran complejidad logística que acarreaba exten-
1 Trabajo presentado en el ramo “Historia Militar de Chile II” del magíster “Historia Militar y Pensamiento Estratégico 2015-2016”
desarrollado en la Academia de Guerra del Ejército (ACAGUE).
2 Mayor del Servicio de Transporte, es Ingeniero de Transporte y Magíster en Ingeniería de Sistemas Logísticos de la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso, candidato a Magíster en Historia Militar y Pensamiento Estratégico en la Academia de Guerra del Ejército de
Chile y se está doctorando en Ingeniería Civil, en la Universidad de Granada, España.
3 Capitán del Servicio de Transporte, Profesor Militar de Escuela. Ingeniero de Transporte de la Pontificia Universidad Católica de Valpa-
raíso, posee un Postítulo en Ingeniería de Transporte y Magíster en Ingeniería de Transporte de la Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso, candidato a Magíster en Historia Militar y Pensamiento Estratégico en la Academia de Guerra del Ejército de Chile.
4 Teniente coronel (R) del Arma de Caballería Blindada, con la especialidad primaria de Estado Mayor y Profesor de Academia en la
asignatura de Logística. Diplomado en Gestión de RR.HH de la Universidad Bernardo O’Higgins, Magíster en Gestión y Planificación
Estratégica en la ACAGUE y candidato a Magíster en Historia Militar y Pensamiento Estratégico en la misma academia. Autor de diferentes
libros y artículos sobre historia y actualidad nacional.
der las líneas de comunicaciones, haciendo impracticable una empresa por ese lado hacia
“el centro absolutista de Lima”.5 También advirtió que la estrategia más efectiva consistía
en cruzar la cordillera de los Andes, liberar Chile y desde aquí marchar por mar hacia la
capital virreinal.
Ello implicaba crear un ejército, instruirlo, equiparlo y planificar sus acciones. En este
contexto, el presente trabajo se abocará a rescatar las consideraciones de orden logístico en
la planificación del cruce de los Andes. Se debe tener presente que, a la fecha del cruce de
los Andes, la función “logística” como tal no existía y las tareas que ella involucra estaban a
cargo de los intendentes, cuyas funciones estaban definidas en las Ordenanzas de Carlos III de
1768. Lógicamente, también se tenía un claro concepto de que sin bastimentos no se podría
realizar la acción.
La logística constituye una “técnica militar que se ocupa del movimiento de los ejércitos, de
su transporte y de su mantenimiento”6 y como concepto general se le entiende como “el conjunto
de los medios necesarios para llevar a cabo un fin determinado de un proceso complicado”. Para
efectos militares, su definición es: “Función primaria del mando que asesora al comandante y
propone soluciones que permitan hacer viable el desarrollo de las operaciones militares, asegu-
rando el sostenimiento por el tiempo requerido”,7 entendiéndosele también como “disponer lo
necesario para garantizar las condiciones de vida y de combate de la fuerza”.8 De conformidad
a las definiciones anteriores, examinaremos el esfuerzo logístico que se efectuó para la crea-
ción del Ejército de los Andes que básicamente consistió en asegurar la satisfacción de las
necesidades de la fuerza en vestuario y equipo, munición, armamento, atención sanitaria y
transporte, y las de orden alimenticio de hombres y ganado.
San Martín, que inicialmente (1813) pensaba que la travesía sería una simple marcha de
viaje, con las molestias y dificultades propias de la montaña, cambió de parecer cuando los
realistas recuperaron el dominio sobre Chile en 1814: las nuevas condiciones le obligaban a
efectuar una marcha estratégica a través de la cordillera, a cuyo pie oeste lo esperaría un
enemigo concentrado.9 Este aspecto lo intranquilizaba a tal punto que escribió “Lo que no me
deja dormir, no es la oposición que puedan hacerme los enemigos, sino atravesar estos inmensos
montes”.10
5 CAMOGLI, Pablo (2015). Nueva Historia del Cruce de Los Andes, Editorial Aguilar, Buenos Aires, p. 54.
6 Diccionario de la Real Academia Española (RAE), 2005.
7 Ejército de Chile. Manual MDO-90906. Diccionario Militar (2011). División Doctrina, Santiago, p. 133.
8 Ejército de Chile. Reglamento RDL-20001. Logística (2009). División Doctrina, Santiago, p. 15.
9 BERTLING, Hans (1917). Estudio Sobre el Paso de la Cordillera de Los Andes, Talleres del Estado Mayor General, Santiago, p. 27.
10 Ejército de Chile (2010). El Cruce de los Andes por el Ejército Libertador y su Legado Histórico a las Tropas de Montaña de Hoy. División
Doctrina, Santiago, p. 7.
El conductor militar, conocido por ser un matemático casi obsesivo, excesivamente previsor
y poseedor de una inteligencia perspicaz,11 debió haber tenido una idea de lo que este esfuerzo
implicaba, situación que Oreste Carlos Ales describe con las siguientes palabras:
“El Ejército tenía que ser alimentado, vestido, pagado; los recursos eran escasos o no existían;
había que crearlos, pesando en especial sobre la Intendencia de Cuyo y el Gobierno Central. Así es como
se recurre a diversos arbitrios; al sistema de auxilios patrióticos o de cooperación económica-militar,
se establece una contribución directa sobre capitales –derecho extraordinario de guerra–, se vigila
estrictamente el cobro del ramo de alcabalas (impuestos), se procede a la venta de tierras fiscales y
el importe del producido ingresa al tesoro, se establece un impuesto sobre los vinos y aguardientes,
etc., todo lo cual permite señalar una buena cuenta mensual a la Oficialidad y un socorro mensual
a la tropa, al igual que ir haciendo frente a los requerimientos de los proveedores”.12
Este esfuerzo “salvó los Andes, más altos y fragosos que los Alpes de Aníbal y Napoleón, y cayó
sobre el territorio de Chile con precisión matemática, que no tuvo la invasión de la Bohemia practi-
cada por Moltke 48 años más tarde”. 13 Se debe considerar, además, que a esa fecha las Provincias
Unidas del Río de la Plata también tenían en operación al Ejército del Norte, que desarrollaba su
campaña contra los realistas en el teatro noroeste del país y al que debía abastecerse permanen-
temente, y que a él se sumaban otras fuerzas que se encontraban en actitud defensiva en el frente
del este, por el desarrollo de la campaña de los portugueses en la zona de la ahora República
Oriental del Uruguay.
11 ESPEJO, Gerónimo (1882). El Paso de Los Andes. Crónica Histórica de las Operaciones del Ejército de los Andes, para la Restauración de
Chile en 1817. C. Casavalle, Buenos Aires, p. 41.
12 ALES, Oreste Carlos (1983). Reseña Histórica del Cuerpo de Intendencia del Ejército Argentino, Talleres Gráficos del Instituto Geográfico
Militar, Buenos Aires, pp. 174-175.
13 Ejército de Chile, Academia de Guerra N° 2/2015. La Emancipación de Chile y el Ejército de los Andes, Santiago, p. 5.
A fines de ese año, los pormenores del plan aún no se habían definido, y recién aparecían las
primeras luces una vez que se rechazó el plan de José Miguel Carrera de cruzar la cordillera en mayo
de 1815, definiéndose que no se podría realizar tal empresa con menos de 3.500 a 4.000 hombres
en armas. Dentro de las resoluciones adoptadas, y que tendrían relación con la logística, estuvo
la de establecer en octubre de 1815, un campamento de 250 varas16 en cuadro en la localidad
de El Plumerillo, distante una legua17 al norte de la ciudad de Mendoza, a objeto de centralizar
en un mismo lugar la instrucción, entrenamiento y acopio de material para el Ejército de los
Andes y la travesía de la cordillera y, también, para evitar las distracciones que pudiese ofrecer
un centro poblado a los reclutas.18 Este campamento fue terminado en septiembre de 181619 y se
ocupó recién en octubre. En este cuartel, dentro de las consideraciones logísticas, se habilitó un
sector para las maestranzas (que consideraba también la fábrica de pólvora y de salitre) y otro
para los almacenes (Ver gráfico N° 1). Para febrero de 1816 solo se contaba, tras largos y penosos
esfuerzos, con 2.200 hombres en Mendoza, por lo que se estima necesario exigir aún más a los
“ya esquilmados pueblos de Mendoza, San Juan y San Luis”.20
Cuando el Congreso de Tucumán proclamó Director de las Provincias Unidas a Juan Martín de
Pueyrredón, San Martín se trasladó a Córdoba y sostuvo una larga reunión con él, discutiendo el
proyecto del necesario cruce de los Andes para llegar a Perú, que algunos historiadores atribuyen
como idea personal y original de San Martín.21 Fruto de esta reunión, el 15 de julio de 1816, ambos
resolvieron trabajar unidos, en completo acuerdo y con la mayor decisión. Pueyrredón escribió a
San Martín: “y estando yo más convencido de toda la importancia que ofrece dicha expedición a la
seguridad y ventajas del Estado, la he resuelto decididamente”.22 Con este apoyo San Martín podría
conseguir más recursos.
Para poder resolver el problema del cruce de la cordillera se debía tener en mente varios pro-
blemas que debían ser analizados a la luz del objetivo perseguido:
El mando debía tener en consideración estos aspectos y otros de menor significación, a objeto
de efectuar su decisión. El de las rutas debió ser considerado permanentemente en los análisis
efectuados. Por ello San Martín dispuso frecuentes reconocimientos a la región cordillerana entre
Mendoza y Santiago,23 hasta el punto que se mencionaba que conocía de tal forma la cordillera por
donde él se proponía pasar, que no existía garganta, desfiladero, estrechura, ladera, precipicio o
río cuyas proporciones o circunstancias no conociese en todos sus detalles.24 La planificación del
cruce de la cordillera de los Andes consideró a seis columnas, con diferentes misiones y las que
ingresarían a Chile por diferentes pasos, como sigue: 252627
Coronel Las Heras28 750 hombres Uspallata 8 de febrero en Aconcagua, reunión columna principal.
30 milicianos
Capitán Lemus29 Piuquenes Fomentar insurrección en alrededores de Santiago.
25 blandengues
Comandante Freire30 84 Infantes Planchón Diversión estratégica en el sur del país.
La fecha no quedó inicialmente establecida, pero el mando estaba plenamente consciente que
la realización del cruce de la cordillera debía efectuarse entre los meses de enero a marzo, por
las condiciones climáticas y geográficas de la zona que ya se había estudiado, y que hacían muy
poco realizable una empresa de tales características entre abril y diciembre.
En esta planificación no es posible observar algún tipo de separación en cuanto a los niveles
de la logística, y solo se refiere a ella como un conjunto de necesidades, no separando el ámbito
de acción, centralizándose las actividades en el nivel superior.
28 Juan Gualberto Gregorio de Las Heras de la Gacha. Militar argentino, fue enviado a Chile integrando el Batallón de Auxiliares Argentinos
y fue segundo del coronel Balcarce. Se integró al Ejército de Los Andes con el grado militar de coronel. El apellido paterno original
de su padre era “Gregorio de Las Heras”. NELLAR, Fued Gabriel (1965). Juan G. Gregorio de Las Heras: su Vida, su Obra, Círculo Militar,
Buenos Aires, apellido que se fue acortando solo a “Las Heras“ debido a que Gregorio era confundido con su segundo nombre, y así se
dejó de citar.
29 José León Lemus, capitán de caballería (argentino) y Comandante del Castillo de San Carlos, al sur de Mendoza. Luego de cumplida su
misión como comandante de la columna que debía ingresar por Portillo con intenciones de distracción, se devolvió a San Carlos.
30 Ramón Freire Serrano, militar chileno, participa como capitán de caballería en el Desastre de Rancagua y emigra a Mendoza, donde,
luego de participar en algunas refriegas, se une al Ejército de los Andes; posteriormente llegó al grado militar de capitán general y fue
Director Supremo y Presidente de Chile.
31 Ejército de Chile, El Cruce de los Andes…, op. cit., p. 9.
También se debía considerar que se debía llegar al otro lado de la cordillera de los Andes,
específicamente a lugares que permitiesen alimentar y dar de beber a hombres y ganado, recuperar
las fuerzas y abastecerse de caballares y mulares para reemplazar los perdidos o enfermos lo más
rápido posible, antes de tener que enfrentarse a las fuerzas realistas. De no existir esta condición
la empresa se tornaba irrealizable.
Otro de los problemas evidenciados y que debía ser incluido en el planeamiento logístico,
ya que sus consecuencias podrían repercutir en el resultado de la empresa a realizar, era
que las temperaturas en la montaña tendrían una amplitud térmica32 entre + 30°C y -10°C,33
debido a que en la fecha de realización es temporada de verano, que se caracteriza por las
altas temperaturas durante el día y las bajas temperaturas (normalmente bajo 0° Celsius)
durante la noche.34
Esta condición, influida por los 3.000 metros de altitud media35 por donde debían transitar
las tropas, era agravada por el denominado “mal de montaña”, producto de la escasez de oxígeno
por sobre los 2.500 metros, que afecta el rendimiento de animales y produce fuertes malestares
en el ser humano.
La casi total ausencia de instalaciones de todo tipo durante el cruce de la cordillera obli-
gaba a considerar el detalle del desarrollo de ciertas actividades en la montaña, como la forma
de alojamiento del personal, la ubicación y el despliegue de las instalaciones logísticas para
la atención y otras para depósitos, y la forma de manejar el ganado durante los momentos de
reposo, entre otras.
32 Amplitud térmica: Diferencia entre la temperatura más baja y la temperatura más alta en el mismo día.
33 DE MATTEIS, Lorena (2011). Historia Argentina: Revolución de mayo e Independencia, Universidad Nacional del Sur, Bahía Blanca, p. 52.
34 Ejército de Chile, Academia de Guerra 2015/2. La Emancipación…, op. cit., p. 6.
35 DE MATTEIS, op. cit., p.52.
36 BERTLING, Estudio..., op. cit., p. 28.
planificación y para poder manejar cantidades ciertas, estimó que la fuerza con que debía cruzar
la cordillera era de unos 3.300 hombres a lo menos,37 cifra con la que inició sus consideraciones
o cálculos logísticos.
Esto es de vital importancia pues para poder disponer de los bastimentos necesarios una vez
fijado el objetivo, se debe determinar la fuerza que se requiere abastecer, en hombres y ganado, y por
cuánto tiempo. Con este referente, una solución logística38 apropiada debía surgir para determinar
los trayectos a realizar, teniendo obligatoriamente que determinar la fuerza y los días de marcha
de cada esfuerzo (trayecto). Ya sobre estos antecedentes, se puede determinar lo necesario para
cada jornada,39 con el lógico “parte” de lo que se debe tener, lo que se tiene y lo que falta, que
es el típico razonamiento logístico para enfrentar una tarea de abastecimiento. Esto se denomina
“situación logística”,40 que es el punto de partida para efectuar los razonamientos posteriores.
Luego, se suman a la incertidumbre anterior, las posibilidades que otorgan las zonas por donde
se desplazan las fuerzas, de las que se podría eventualmente aprovechar algo del terreno, como
forraje para el ganado, leña para elaboración de alimentos y calefacción, además de agua, tanto
para el consumo como para cocinar y la higiene personal. Una vez determinada la posibilidad de
efectuar “explotación de la zona”41 y establecidas las cantidades y momentos a efectuar el proce-
dimiento de abastecimiento, se debía calcular la diferencia restante entre lo que se necesitaba y
lo que se podía utilizar en la zona; así para lo que faltase diariamente se requería determinar las
posibilidades de adelantar mediante depósitos para abastecer en el camino o, estudiar la posibilidad
de trasladar lo necesario en las mismas columnas de marcha o en otras, pero bastante cercanas
a las que era necesario abastecer. También existía la posibilidad de efectuar una combinación de
ambos procedimientos, como solución logística para el problema a enfrentar.
Por otra parte, si bien el reclutamiento del personal es un problema administrativo, la “recluta”
de ganado es un problema de orden logístico. Por lo anterior, la disposición de las particularidades
37 Ejército de Chile, Historia del Ejército de Chile, op. cit., Tomo I, p. 186.
38 La solución logística es la descripción detallada del o de los procedimientos a efectuar para solucionar el problema logístico de abastecer
a las tropas en determinada acción. Este detalle implica disponer en cantidades los rubros, unidades de responsabilidad y momentos
de abastecimiento, con sus respectivos procedimientos. Consiste en establecer la mejor forma de proporcionar apoyo logístico a la
operación militar concebida, como también, determinar las soluciones de detalle a los problemas que se presentan antes o durante el
desarrollo de las actividades que se realizan. Ejército de Chile, RLD-20001, p. 189.
39 Ejército de Chile, Academia de Guerra 2015/2. La Emancipación…, op. cit., p. 17.
40 Conocer las capacidades, recursos disponibles, limitaciones, restricciones y facilidades que se presentan en un momento dado para dar
solución a un problema logístico determinado. Ejército de Chile, RLD-20001, p. 231.
41 La explotación de la zona consiste en el aprovechamiento directo de los recursos existentes en la zona jurisdiccional, representados
por rubros puntuales y/o específicos, constituyendo un recurso extremo para disminuir o minimizar los efectos de la carencia de
determinados rubros, es una solución incompleta y circunstancial que, por razones de la situación que vive una unidad, se ve obligada
transitoriamente a emplearla en rubros posibles, en consecuencia, este procedimiento no podrá considerarse una solución logística de
carácter permanente. Ejército de Chile, RLD-20001, p. 184.
Como ya se ha mencionado, las premisas básicas (febrero de 1816) que la fuerza en hombres
del Ejército sería de 3.300 personas transportados por mulas (se requería a lo menos dicha cifra
de mulas), y que el armamento pesado sería desarmado para su transporte, pero cambiaron en
cuanto a la fuerza de la unidad, ya que a mediados de noviembre el Ejército de los Andes contaba
con un efectivo de 3.500 hombres,44 y se incorporaban diariamente otros más.
SITUACIÓN LOGÍSTICA
Lo primero que se debe considerar, es el hecho que al no existir inicialmente el “Ejército de los
Andes”, se debe partir por crear una organización militar para desarrollar todos los pasos necesa-
rios y fundamentales para esta empresa: informarse – analizar – resolver y ejecutar, en relación a
todos los problemas que la creación del ejército requería, y lo mismo para el consiguiente paso,
el cruce de los Andes. Al no existir este “ente pensante” (Estado Mayor), debía ser creado, como
primera necesidad.
Otra especial consideración, es que, luego de un análisis de la zona por donde se efectuaría el
cruce, se pudo establecer que el único recurso que podría ser satisfecho, si bien no en abundancia,
era el agua, con algunas limitaciones salvables. De todo el resto, como menciona Bertling “la
cordillera no ofrece casi absolutamente nada en materia de recursos a un ejército, aunque sea muy
poco numeroso. Por consiguiente, todo lo que se necesita para la manutención de la gente y de los
animales hay que llevarlo consigo”.45
Por otra parte, la problemática, en general, de los aspectos logísticos por rubros, y que debía
ser estudiada para una eficiente solución, era la siguiente:
La alimentación de hombres debía ser adelantada, por la escasa posibilidad de ser llevada
por cada uno de los efectivos que marchan y/o sobre los animales de carga, por el peso extra y
por la poca conveniencia de agregar gente y animales a las columnas de marcha, sobre todo a la
principal. Por la posibilidad de ocurrencia de un revés, se les debiese proporcionar solamente las
42 Ganado de silla es la denominación categorizada de aquel animal que ha recibido el adiestramiento y está apto para que sea montado
por personas.
43 Ganado de carga es aquél que cuenta con el adiestramiento y el entrenamiento para ser utilizado en el transporte de cargas, de diferente
tipo, previamente definida para cada animal.
44 Ejército de Chile, Historia del Ejército de Chile, op. cit., Tomo I, p. 186.
45 BERTLING, Estudio…, op. cit., p. 82.
raciones que le permitan su subsistencia inmediata. La alimentación del ganado puede ser suplida
en una parte reducida por los recursos existentes en la zona por donde se desarrollarán los cruces.
Además, existe la problemática que el volumen del forraje para los animales es bastante mayor que
el peso de este, lo que obliga a tener que contar con muchas mulas para poca carga en términos
del peso. Para solucionar este problema deberían existir depósitos prestablecidos y puntos de
entrega. Para la alimentación de los animales, se debía ubicar lugares de pastoreo en las rutas
o bastante cercanos a ellas, para poder alimentar a los caballares y mulas mediante “pastoreo o
ramoneo”,46 además de establecer depósitos de alimentación de ganado (forraje) en los lugares en
que el pastoreo o el ramoneo no fuera posible. Se puede adoptar esta solución debido también a
que el forraje tiene una duración que permite mantenerlo por varios días en buenas condiciones
de consumo sin que pierda sus cualidades nutricionales en términos de humedad y proteínas, no
así las raciones o alimentos para el personal, que sufren una descomposición más rápida si no son
tratados o conservados de manera adecuada. Por otra parte, la escasez de agua puede influir en las
magnitudes de las unidades, en el distanciamiento y en la posibilidad de tener que utilizar varias
rutas de marcha o una sola. Por lo anterior, esta será una “condicionante logística”,47 siempre y
cuando no exista la posibilidad de su transporte, y en la magnitud de las fuerzas de esta empresa,
efectivamente así lo sería.
Para no agobiar a las fuerzas se consideró que, por existir la posibilidad de un encuentro con
el enemigo, las distintas facciones debían estar no más allá de 20 kilómetros una de la otra.
Si la escasez de agua es tan grande no queda otra opción que fraccionar las unidades y regular
su progresión según el caudal de agua o según la velocidad que tardan los pozos en llenarse
nuevamente.48
46 Acción de los animales al comerse el pasto o las ramas directamente de la fuente alimenticia (hierbas o ramas), sin la intervención de
maquinaria de cosecha o sistema de alimentación.
47 Condicionante logística: Todo aquel problema logístico que se impone por sobre una solución operativa y condiciona un planeamiento,
ya que sus implicancias pueden hacer fracasar el desarrollo de las acciones bélicas.
48 BERTLING, Estudio..., op. cit., p. 114.
49 Ibídem, p. 29.
50 Punto o lugar físico en el terreno, que no constituye una instalación logística, de carácter transitorio y se instala en forma fugaz, en un
punto geográfico conveniente, con el objeto de hacer la entrega de bastimentos, tanto en forma diurna como nocturna. Su superficie
abarca el radio necesario para desarrollar la actividad prevista. Ejército de Chile, RLD-20001, p. 80.
Armamento y munición
La necesidad era prácticamente completa, ya que los 923 hombres iniciales estaban pobremente
equipados, con parte de su armamento individual no operacional y con munición escasa, debido
a que las necesidades de las Provincias Unidas estaban en el frente altiplánico. Por lo anterior,
era necesario considerar a cada soldado con su armamento individual y la munición suficiente
para la empresa a realizar. Por ello se encargó a Pedro Regalado de la Plaza51 efectuar un estudio
respecto de las cantidades que se requerirían. Por otra parte, no se contaba con armamento pesado
(cañones), por lo que era necesario hacer o conseguir los cañones que se estimasen necesarios
para el desarrollo de la empresa, de diferentes calibres y tipos (de montaña y de batalla).
Vestuario y equipo
Existía la necesidad de vestir y de equipar52 a cada soldado con los elementos básicos, con la
excepción de aquellos que provenían de unidades ya conformadas, pero a estos últimos, se les
debía proporcionar los elementos para soportar el clima de montaña. Para lo anterior se debía
fabricar la ropa y adquirir o fabricar el equipo, sobre todo, en materia de correajes.
Fondos
No existía organización como tampoco dinero para financiar los sueldos del personal y las
necesidades de implementación de un cuartel, creación de unidades, adquisición de uniformes y
equipos y pagar la alimentación del personal y ganado, como tampoco para comprar armamento
y su correspondiente munición.
Sanidad
No se contaba con las instalaciones y el personal militar con los conocimientos necesarios, ni
con el entrenamiento ni con el material adecuado para proporcionar alivio o mejoras en cuanto
a sanidad, tanto en el cuartel como en el terreno. Para suplir esta deficiencia ya no era posible
capacitar personal, sino que debía ser reclutado aquel con los conocimientos y la práctica, y con
disposición para participar en esta expedición.
51 Pedro Regalado de la Plaza, (Mendoza, 1776 – Santiago, 1865), militar argentino, de participación destacada en la guerra de independencia
de su país y de Chile, como oficial del arma de artillería.
52 Vestir y equipar son términos diferentes: Vestir es la acción de proporcionar la vestimenta (cubre cabeza, blusa, pantalón, calzado) y
equipar es proporcionar los elementos que le permitan su subsistencia en el campo de batalla, como mochila, frazada, cantimplora,
elementos de rancho (plato, tenedor, cuchillo, cuchara), morral de munición y elementos de aseo de fusil, etc. Para el ganado, el
equipo es denominado atalaje y consiste en la silla de montar o albardón, según sea el atalaje de silla o de carga, con su correaje de
sujeción y las riendas o jaquimón, según corresponda.
Transporte
Ganado mular
Habida consideración de la necesaria utilización de mulas para alivianar el esfuerzo del personal
en la travesía, y también para transportar todo aquello que no pudiese ser cargado por el personal,
inicialmente ya se vislumbraba que el único animal capaz de colaborar en esta gestión era la mula,
salvo algunos bueyes y solo en determinados sectores. La mula era el animal necesario debido a
gran capacidad de carga (150 kilos aproximadamente, superior a la de un caballo), y también a la
estrechez de los caminos en la montaña.55 Además de lo anterior, el hecho de ir montado mejora
el rendimiento de marcha. La complicación inicial era determinar la cantidad necesaria; por ello
se debía considerar el volumen y peso que se debía acarrear, además de las particularidades de
determinadas cargas, como el forraje animal (que es más volumen que peso), cañones (poco vo-
lumen, pero mucho peso) y otras cargas que por su forma y peso debían ser trasladadas en forma
especial. Otra complicación de la mula es que requiere de un adiestramiento para su docilidad,
el que necesariamente toma tiempo; si a ello se le suma el necesario entrenamiento, el tiempo
disponible para reunir la mulas, amansarlas, adiestrarlas y entrenarlas era escaso. Por lo anterior,
se estimó inicialmente que 10.000 mulas serían necesarias para desarrollar esta empresa, si se
toma en cuenta que serían cerca de 5.000 hombres que necesitaban vivir en la montaña por 15
días.56 También se hacía necesario determinar qué elementos logísticos podrían se adelantados en
su marcha, a objeto de emplear la menor cantidad de mulas, es decir, utilizar unas para establecer
depósitos adelantados, regresar con ellas y utilizarlas posteriormente en la marcha. Esto debido a
que la provincia de Cuyo no estaba en condiciones de satisfacer la demanda de las 10.000 mulas
inicialmente calculadas para utilizarse en esta empresa.
Leña
En la montaña, la leña es un recurso muy escaso; aunque existe hasta casi una altura de 4.000
metros, es en muy poca cantidad; hay arbustos hasta cerca de los 2.500 metros, que se pueden
usar como leña de monte; superando esa altitud se debe ubicar una “planta subterránea llamada
por su forma “cuerno de vaca”, que es un combustible excelente, pero que existe sólo en cantidad
reducida y que se puede hallar teniendo práctica en buscarla”.57 Otro combustible, también esca-
so, es el excremento seco de ganado vacuno. Todo esto no bastaba para calentar y/o preparar
la alimentación del personal, por lo que había que calcular lo necesario, obtenerlo, acopiarlo y
ejecutar el transporte previo a los lugares de utilización o portarla junto con las unidades, lo que
aumentaba el número de mulas necesarias y el tamaño de las columnas logísticas.
La organización de este “ente pensante” fue la siguiente “Al jefe y 2º Jefe del Estado Mayor
lo acompañaban 4 (cuatro) secciones (o mesas). La 1ª Sección fue la mesa de los artilleros e inge-
nieros, que se ocupó del parque de artillería y armería, de la maestranza y del laboratorio para la
fábrica de pólvora. La 2ª Sección o mesa de la infantería y caballería se integró con el servicio de
remonta y veterinaria, a cargo del capitán José María Aguirre. La 3ª Sección o mesa de intendencia y
servicio de sanidad, con la proveeduría y el hospital a su cargo, fue conducida por el capitán Manuel
Acosta. Finalmente, la 4ª Sección fue la mesa de finanzas, que estuvo a cargo de las cuestiones
administrativas y financieras, y además, del batán de Tejeda para la fábrica de ropa. Esta mesa fue
comandada por el teniente Vicente Ramos”.59
Una de las primeras consideraciones que se tuvo en lo logístico fue la ubicación de la Base
de Operaciones del Ejército de los Andes.60 No cabía duda que esta debía estar en la ciudad de
Mendoza, habida consideración que, si bien San Luis estaba más cerca de Buenos Aires, no tenía
una buena posición para ingresar a la cordillera y era muy pequeño. La ubicación de Mendoza,
además, evitaba tener un excesivo alargamiento de las líneas de comunicaciones61 durante la
travesía de la cordillera.
De Planificación
Para la elección de las rutas a utilizar y la fuerza asignada a cada una de ellas se consideraron
solamente razones militares, por lo que este punto solamente se hará referencia a que la ruta de
Uspallata tenía el inconveniente logístico de contar con muy poco pasto, recurso que abundaba
en la región andina del camino de Los Patos.64 Por otra parte, las salidas de las rutas adoptadas
para el traslado del Ejército contaban con fértiles valles y con agua en abundancia, lo que podría
ser utilizados para recuperar al personal y ganado.65
59 Ibídem.
60 "Conjunto de instalaciones, debidamente organizadas, equipadas y guarnecidas, desde donde se materializa el apoyo logístico y administrativo
a la fuerza que ejecuta las operaciones militares, satisfaciendo integralmente las necesidades de vida y de combate del total de las unidades
que componen la lista de tropas de la unidad”, Ejército de Chile. Reglamento RDL-120001 “Logística”, (División Doctrina, Santiago,
2009), p. 64.
61 Direcciones generales que siguen los procesos logísticos y administrativos, que permiten mantener la eficiencia de combate de las
unidades. Se materializan por las vías de comunicaciones que unen las bases de operaciones con las instalaciones administrativas y
logísticas desplegadas por los órganos de maniobra. Ejército de Chile. Reglamento DD-110001 “El Ejército y la Fuerza Terrestre”, División
Doctrina, Santiago, 2010, p. 186.
62 CAMOGLI. Nueva Historia…, op. cit., p. 65.
63 BERTLING. Estudio..., op. cit., p. 98.
64 Ibídem, p. 127.
65 Ibídem, p. 129.
Estas situaciones debieron considerarse para establecer un itinerario, además de los largos
de cada ruta, los recursos disponibles y los puntos aptos para hacer alto, a efectos de coordinar
el avance de ellas.66
Dentro de las soluciones logísticas propuestas solo se visualizan las a desarrollar y administrar
por el mando del Ejército, no existiendo antecedentes de planificaciones o desarrollo de actividades
logísticas a nivel de unidades (batallones), lo que da a entender que este problema lo abordó y
desarrolló solamente el mando del Ejército de los Andes y su Estado Mayor.
La actitud de San Martín ante la exigencia de contar con armamento, vestuario, munición,
etc., para formar el Ejército de los Andes y no tener una respuesta positiva del gobierno en
el sentido de apoyarlo con la premura que este tenía, lo obligó a “interpretar ese contexto y
buscar soluciones específicas para atender las necesidades materiales del armado del ejército.
De nada habría servido quedarse a esperar apoyos externos o dejar que la producción local man-
tuviera su ritmo natural, con lo cual hubiera sido imposible materializar la campaña. En vez de
ello, el gobernador de Cuyo desplegó una gama de medidas de corte industrialista que procuraron
resolver, en lo inmediato, las falencias logísticas del aparato militar estatal”,67 proceso que, a la
larga, tuvo una amplia extensión territorial, ya que diversas regiones debieron cooperar con
la adaptación de sus propios aparatos productivos para atender a las demandas originadas en
la zona de Mendoza.68
Derivado de la precaria situación que se vivía en ese momento, tanto de las fuerzas que se
encontraban en Mendoza, de las verdaderas posibilidades de colaboración de la gobernación o
de los particulares de la provincia de Cuyo y del Director Supremo (o a quién este le solicitara),
se debió echar mano a cualquier procedimiento que permitiera el adecuado apertrechamiento del
personal de la organización. Es así como se patrocinó la participación gratuita de personal en la
elaboración de armas, vestuario y equipo para desarrollar el cruce de los Andes, y el desarrollo
posterior de la campaña, de la mejor forma posible.
Se nombró “Cuartel Maestre” o Jefe del Estado Mayor al general don Estanislao Soler y Comisario
General de Guerra a don Juan Gregorio Lemus, que ya se había desempeñado en tales funciones
en el ejército que había operado en el Alto Perú entre 1810 y 1815.69
66 Ibídem, p. 119.
67 CAMOGLI. Nueva Historia…, op. cit., p. 68.
68 GALASSO, Norberto (2007). Seamos Libres y lo Demás no Importa Nada. Ediciones Colihue, Buenos Aires, pp. 155-156.
69 ALES. Reseña Histórica…, op. cit., p. 177.
Este Comisario General de Guerra organizará la Intendencia del Ejército, siguiendo las instrucciones
que sobre la materia impartiera en 1812 la junta gobernante de las Provincias Unidas de la Plata,
cuyo texto disponía: “celar siempre las raciones que se den a cada uno y exactitud en el número de
ellas y buena calidad, pues de cualquier cosa en contrario de lo que se le proveyó, será Ud. responsable
de sus resultados”.70 Incluso, reproducía normas que ya había considerado la reglamentación española
colonial, entre ellas: “la formación del inventario y en la administración del botín de guerra, control a
realizar en la provisión de uniformes, correajes, monturas etc. intervención en el remate de “asiento”
para la provisión de diversos efectos del ejército, así como en la ejecución de las obras por cuenta del
erario, control de materiales, liquidación de gastos, normas para las compras que se efectúen fuera del
asiento o remate, forma como se procederá para la provisión de la alimentación y el vestuario, etc.”.71
El general San Martín consideró la necesidad de nombrar un Comisario General con experiencia
y autoridad, debido a "que en la verdad estaba al afirmar que de los Servicios de Abastecimiento
dependía en gran parte el éxito del pasaje de los Andes".72
El Comisario General se ciñó a las normas del Reglamento del Estado Mayor del Ejército de los Andes
dictadas por el Director Supremo Pueyrredón, que en lo relativo a la 3° Sección, Mesa de Subsistencias del
Ejército y Administración de Hospitales, disponían: “Se dividirá en dos departamentos: el primero tratará
todo lo concerniente a la manutención del Ejército, por consiguiente los estados generales de provisiones, los
presupuestos de lo necesario para mantener el Ejército en un corto tiempo, el alcance de los acopios hechos
y existentes, los repartos y distribuciones, el establecimiento de sus almacenes, sus entradas y salidas, el
modo de transportarlos, la dirección de las caballadas y ganado; en una palabra, cuanto contribuya al mejor
servicio de estos ramos y más económica administración sobre el asunto que ocupa este departamento. Es
decir queda perfectamente claro el funcionamiento y responsabilidad en el aspecto subsistencias, de tanta
importancia y gravitación en toda campaña militar”.73 Como Proveedor General del Ejército se nombró a
Domingo Pérez, chileno, antiguo Comisario de Guerra en el Ejército de la Patria Vieja.
De interés es destacar que el Comisario General Lemus estará a cargo de tales funciones desde
agosto de 1816 hasta julio de 1818, vale decir en toda la campaña que logrará la independencia
de Chile, y muchas de las normas antes indicadas serán utilizadas en la Comisaría de Guerra del
naciente “ejército chileno”. Lemus se abocó con entusiasmo a esta labor especialmente en la
coordinación con el Estado Mayor de las rutas que seguirían las fuerzas de liberación para esta-
blecer depósitos de víveres y forraje, como a la vez para poder determinar la forma de alimentar
y transportar a todo el Ejército (Anexo N° 2).
70 PIZARRO, Rafael (1995). Historia del Servicio de Intendencia del Ejército de Chile (1540-1878), Academia de Historia Militar, Santiago,
Tomo I, citando a ALES, p. 52.
71 Ibídem.
72 ALES. Reseña Histórica…, op. cit., p. 177.
73 Ibídem, p. 178.
Fruto del análisis efectuado y de las previsiones determinadas en función de las necesidades y
de las consideraciones para atravesar las montañas, comenzaron a fluir largos convoyes de carre-
tas atravesaron la pampa en movimiento pendular, desde Buenos Aires a Mendoza y viceversa,74
llevando armas, municiones, pólvora, víveres e implementos de toda especie.75
El 31 de diciembre de 1816 este ejército contaba ya con 14 jefes, 195 oficiales y 3.778 hombres,76
respecto a su ganado, con “7.359 mulas de silla y 1.922 mulas de carga conducían a las tropas, que
contaban con 1.600 caballos de pelea”,77 incluidos algunos de reposición por el caso de haber bajas.
De acuerdo al Estado de Fuerzas del Ejército, se ha podido determinar que, para la campaña,
el Batallón N° 7 contaba con 802 integrantes, con 814 el N° 8, con 718 el N°11 y con 594 los
Cazadores de los Andes. La artillería reunía 258 plazas y el Regimiento de Granaderos 801, con
una fuerza regular total de 3.987 plazas.78
74 El camino de las carretas y de los estafetas entre Mendoza y Buenos Aires pasó por La Ramada, La Dormida, Fuerte Bebedero, San Luis,
Río Quinto, San José, Achiras, Fuerte de la India, Bergamino, Bustos, Arco, La Cruz y Pinazo, con un largo de 1.250 km. Esto era una
gran dificultad en el sentido de abastecer a la creación del Ejército y abastecerlo para la travesía de los Andes. BERTLING, Estudio...,
op. cit., p. 186.
75 Ejército de Chile, Academia de Guerra 2015/2. La Emancipación, op. cit., p. 9.
76 Ibídem, p. 18.
77 RUIZ MORENO, Isidoro (2004). Campañas Militares Argentinas”, tomo I, Emecé, Buenos Aires, p. 134.
78 Información extraída de un cuadro de fuerza del texto de BERTLING, Estudio…, p. 95, citada también por ALES, Reseña Histórica….,
p. 291.
79 DE MATTEIS. Historia Argentina…, op. cit., p.52.
80 BERTLING, Estudio..., op. cit., p. 265.
81 Cifra aproximada, Ibídem, p. 141.
A estos hombres se debe agregar que algunas columnas llevaban personal agregado, al que
necesariamente también se debía alimentar.
Otro aspecto a considerar es el necesario enlace que debía existir entre las unidades, las
posiciones establecidas, los depósitos y Mendoza, ya que existía una amplia red de jinetes que
hacían las veces de mensajeros, los que actuaron desde mucho antes del inicio de la marcha, con
misiones duales (mensajeros y vigilantes) los que normalmente, durante la marcha del Ejército
de los Andes, aprovechaban las facilidades logísticas en el lugar al que llegaban o del que salían,
además de contar con su propia provisión de raciones.
La situación del Ejército de los Andes y las actividades que se ejecutaron, por rubros, son las
siguientes:
Alimentación
Respecto de los días a racionar para el cruce de la cordillera, existen diferentes cifras. Según
Encina, “se acumularon víveres para 20 días”;82 En el parte del general San Martín al gobierno de
Buenos Aires habla de “casi un mes”,83 y según Bertling, “15 días”.84 Mitre también refiere que
los abastecimientos estaban planificados para “15 días”.85
Lo concreto es que se dispuso además el consumo de cebada, maíz y afrecho como forraje,
estableciendo para las tropas raciones en base a galleta (de trigo), charqui molido (3.500
arrobas), harina tostada de maíz y trigo, ají, cebollas y ajos, estos últimos para protegerse
de la puna de las montañas. A cada soldado se le entregó una ración de campaña individual,
para ser llevada en su mochila “una pasta de carne tostada y molida, aliñada con grasa y ají,
a la cual sólo bastaba con agregar agua caliente y harina de maíz tostado, para preparar el
charquicán cuyano”, y para colaborar a mantener la temperatura y luchar contra el frío de las
cumbres, se asignó a cada hombre una ración de una botella de vino diario, además de dosis
extras de aguardiente.86
A objeto de aligerar el peso que debía llevar cada soldado, considerando que la ligereza au-
mentaba la velocidad de marcha y se sufría menos a la intemperie, se dispuso que mulas llevaran
82 ENCINA, Francisco Antonio y CASTEDO, Leopoldo (1959). “Resumen de la Historia de Chile”, Tomo I, Editorial Zig-Zag, Santiago, Tercera
Edición, p. 613.
83 Citado por Bertling en Documentos Históricos Referentes al Paso de los Andes, Imprenta Concepción, Concepción, 1908, p. 125, lo que
no proporciona claridad respecto de la cantidad de días que estaban considerados en cuanto a subsitencias.
84 BERTLING. Estudio..., op. cit., p. 106.
85 MITRE, Bartolomé (1887). Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana, Tomo primero, Buenos Aires, Imprenta de La
Nación, p. 524.
86 ALES. Reseña Histórica…, op. cit., p. 179.
la carga de alimentación que correspondía a los soldados, por lo que la cantidad de mulas fue
creciendo paulatinamente conforme se incrementaba la fuerza de las unidades.87
Se tenía previsto, para las columnas principales, que la llegada al otro lado de la cordillera
fuera a lugares (valles) con las posibilidades ciertas (en cuanto a actitud de la población y de la
disponibilidad de alimentos y agua) de recibir alimentación y agua para hombres y ganado. La
columna que pasaba por el paso de Los Patos llegaría al fértil valle de Putaendo y la columna que
pasaba por el paso de Uspallata llegaría al abundante valle del Aconcagua.88
Se tiene conocimiento que a las columnas principales se les asignaron subsistencias para ser
preparadas en lugares previamente escogidos, pero no se ha obtenido información respecto si la
responsabilidad de la preparación de estos alimentos estaba radicada en determinado personal de
apoyo logístico (rancheros) o estos elementos serían entregados para su preparación por los mismos
integrantes de las columnas (soldados). Llama la atención el caso de los animales vacunos vivos
que fueron dispuestos y empleados para la alimentación de la tropa, en donde no se indica alguna
medida de distribución, medición o de reparto, y quién estaba a cargo de ello, como tampoco si
se contaba con matarifes para su muerte y desposte.
El ganado en pie, tanto el que marchaba con la columna o el que había sido enviado a las
diversas áreas de depósitos en la ruta, estaba considerado en el racionamiento de la tropa (un
vacuno cada 80 hombres). Para raciones, el 28 de diciembre a O’Higgins se le entregaron 24 tercios
de yerba mate y 150 vacunos.90
Los almacenes principales, que incluían víveres, ganado en pie y forraje, fueron instalados
en Los Manantiales, Tambillos, Yalguaraz y Uspallata, además de otros secundarios ubicados en
casi todos los puntos designados para el alojamiento o reposo de las tropas durante la marcha.91
De esta forma se estableció una instalación logística de abastecimiento, la que hoy en día es
conocida como “Puntos de Entrega”.92
En enero de 1817, en vísperas de la marcha de las tropas hacia Chile informaba el Proveedor
General a San Martín:
“Quedan en todas sus partes cumplidas las órdenes de V.E. acerca de los depósitos de víveres
de toda especie en los puntos de Patos y Leiva, estando este surtido para seis días y el primero
para tres, cuyos acopios en ambos deberán surtir, según lo dispuesto por V.E., a un ejército de
tres mil hombres.93 Me lisonjeo que hasta hoy mis cálculos en el surtimiento del ejército, sobre
su sostén en el ramo de provisiones, ha salido con exceso y que V.E. en este interesante asunto
debe venir por ahora con menos cuidado, que le podría privar de otros de tanta interesencia y
responsabilidad. Yo quedo aún con algunos restos de provisiones y hoy paso a acamparme al punto
del Peñón, en donde espero la superior orden de V.E. para moverme con las arrias restantes. Aun
todavía han llegado las cuatrocientas arrobas de charqui que V.E. me previene que he de recibir,
en oficio de 10 del actual”.94
La yerba mate recibía especial consideración atendido que ella escaseaba en Chile
Se dispuso de ganado vacuno para la alimentación del personal y de ganado mular para el
transporte del personal y de los bastimentos. El ganado caballar realiza la travesía sin el peso de
jinetes o carga, para poder ser utilizado apenas las acciones bélicas lo determinaran.
La división de Los Patos debía ser dividida en distintas fracciones para la marcha desde Men-
doza hasta los Manantiales a causa de la escasez de agua en Las Cuevas y en Las Higueras. Lo
anterior debido a que ahí no hay cursos de agua en cantidad abundante, y solo había pozos con
una determinada capacidad para proporcionarla con limitada velocidad en llenarse. Al ser utilizado
por una fracción de marcha, este reduciría su capacidad, pero no podía utilizarse totalmente, pues
ello podría resultar en que parte del personal o ganado no pudiese consumir este vital elemento,
y esperar que recuperase su caudal provocaría un retraso en la marcha de las unidades que tendría
que asumirse. Por consiguiente, para no provocar esperas y dar fluidez al paso de las unidades
por ese lugar, fue necesario calcular los volúmenes que eran capaces de acumular los pozos y la
velocidad en que estos se rellenaban. Lo anterior condicionaría a las unidades a fraccionarse de
92 Servicio de Intendencia del Ejército de Chile, Revista Conmemorativa Centenario Intendencia Militar, Instituto Geográfico Militar, Santiago,
1979, p. 20.
93 Se refiere solamente a lo necesario para las columnas principales y no al total del Ejército de los Andes, que superaba los 4.000 hombres.
94 PIZARRO, Historia del Servicio…, op. cit., p. 55.
conformidad a la capacidad de los pozos y a la recuperación de estos una vez dejados de utilizar.
Entonces se debía calcular el consumo por fracción y el tiempo utilizado por ellas, para obtener
luego la separación en distancia de marcha de cada una de las fracciones, a objeto de ir llegando
al lugar, ocupar el pozo, retirarse, que se llenara nuevamente, y cuando estuviese listo, llegara
la siguiente agrupación.95
Afortunadamente para las fuerzas del Ejército de los Andes, no existía el mismo problema de
agua por las otras rutas que fueron determinadas en la planificación de la travesía de la cordillera
de los Andes.96
Por el problema ya mencionado, se fraccionó a las unidades que pasarían por estos lugares de
la siguiente forma y se estructuró el itinerario desde Mendoza a Manantiales que a continuación
se muestra:97
DESTACAMENTOS
DIA 1 2 3 4 5
18 Plumerillo Plumerillo Plumerillo Plumerillo Plumerillo
19 Jahuel Id. Id. Id. Id.
20 Las Higueras Jahuel Id. Id. Id.
21 Las Cuevas Las Higueras Jahuel Id. Id.
22 Yalguaraz Las Cuevas Las Higueras Jahuel Id.
23 Falda del cerro del Tigre Yalguaraz Las Cuevas Las Higueras Jahuel
24 Id. Id. Id. Id. Id.
25 Arroyo de Uretilla Falda del cerro del Tigre Yalguaraz Las Cuevas Las Higueras
26 Río San Juan Arroyo de Uretilla Falda del cerro del Tigre Yalguaraz Las Cuevas
27 Los Manantiales Río San Juan Arroyo de Uretilla Falda del cerro del Tigre Yalguaraz
28 Los Manantiales Río San Juan Arroyo de Uretilla Falda del cerro del Tigre
29 Los Manantiales Río San Juan Arroyo de Uretilla
30 Los Manantiales Río San Juan
31 Los Manantiales
En cada columna hay que agregar la cantidad respectiva de arrieros con sus animales de silla
y los animales de carga de los cuales se ocupaban.
Armamento y munición
Otra labor de gran importancia que fue desarrollada por la maestranza, en combinación con
la armería, fue la elaboración de la munición, tanto para fusil como para la artillería, además
de granadas y tarros de metralla para esta última. Los proyectiles de fusil estaban constituidos
por una bola esférica de plomo o hierro macizo, de unos 30 gramos de peso y un calibre de unos
17,5 milímetros. Las balas de cañón eran de hierro macizo. En los cañones, el calibre se medía en
libras (peso de la bala), mientras que en los obuses se medía en pulgadas (diámetro del ánima o
hueco del cañón).103
Como para la munición (en especial de artillería) se requerían grandes cantidades de hierro, fray
Beltrán recurrió a la mayor reserva de ese material en Mendoza, los campanarios de las iglesias.
Esta medida, que evidentemente contó con el aval de San Martín y que debe haber incomodado a
la curia local, la cumplimentó el monje guerrero mediante sofisticados aparatos de sogas y poleas
capaces de soportar el peso de las campanas al ser descolgadas desde lo alto de las torres. Según
explica Nellar,104 la necesidad de materias primas era tal que de las siete campanas existentes en
el convento de San Francisco, solo dejaron una para llamar a la misa. Además, de la población
existente se recogieron sin mayores miramientos ollas, caños, rejas, cadenas y cualquier elemento
que tuviera hierro.105 Con este procedimiento, podemos mencionar que por la imperiosa nece-
sidad existió como procedimiento la requisición, otra de las actividades de la función logística
“Obtención”.106
En octubre de 1815, De la Plaza elevó un informe a San Martín, en el que establecía las
siguientes cantidades necesarias para el aprovisionamiento de la tropa: 300 balas y 200 tiros
de metralla por cada pieza de artillería, más 600 balas de fogueo y otras 200 balas para obús.
En cuanto a los fusiles, calculó 250 tiros por hombre, más 120 cartuchos de fogueo. Para la
caballería estimaba 50 tiros por soldado y 20 cartuchos a fogueo. Si llevamos estos números
a la totalidad de hombres que integraron el ejército, tenemos que se hubiesen necesitado
732.000 cartuchos para los 2.928 infantes y 41.450 cartuchos para la caballería, con un total
de 773.450. Según los listados de armas transportadas por el Ejército de los Andes durante el
cruce, este habría contado con casi un millón de cartuchos, lo que marca un excedente de más
de 225.000 tiros con relación a la provisión de 1815. De este millón de cartuchos confecciona-
dos, aproximadamente un tercio se hizo en Buenos Aires y el resto se fabricó en la maestranza
de Cuyo. Una vez confeccionadas las balas, estas se colocaban dentro de un cartucho de tela o
de papel. Para coser los cartuchos se recurría a los sastres o, como hizo San Martín por oficio
de 29 de febrero de 1816, a las señoras del vecindario, que debieron coser 1.250 cartuchos de
cañón. Su armado demandaba un gran esfuerzo, en especial en cuanto a horas de trabajo. Cada
cartucho se armaba con una dosis de pólvora de aproximadamente 12 gramos y el proyectil
propiamente dicho.107
Por lo anterior, tanto la maestranza como la fábrica de pólvora y el taller de armas fueron
componentes claves del complejo industrial militar que funcionó en Cuyo, a pesar que la fábrica
de pólvora solo funcionó hasta fines de 1816,108 constituyéndose en el eje vertebrador sobre el
que funcionó toda la maquinaria bélica de aprovisionamiento del ejército de los Andes, por lo
menos hasta mediados de 1816 cuando el apoyo de Buenos Aires se hizo más concreto.109 De
hecho, todavía en noviembre de 1816 se estaba enviando “pólvora y otros artículos que saldrán la
semana entrante” 110 en apoyo al Ejército de los Andes, faltando aún por recibir 500.000 cartuchos
solicitados a Buenos Aires.111
Armamento Liviano
ELEMENTO CANTIDAD
Fusiles encajonados con sus bayonetas de ballones 200
Saca-trapos 50
Piedras de chispa de fusil 2.000
Id. de tercerolas 500
Ojetillos 200
Polvorines 200
Destornilladores 100
Rascadores 16
Sables de latón con cinturones 50
Barretas 8
Azadas 8
108 A partir de esa fecha, la pólvora era importada y fue traída desde Buenos Aires, ya que los altos costos de su materia prima (salitre)
hizo inviable seguir produciendo pólvora en Mendoza. Academia Nacional de la Historia, Guerra de la Independencia…, op. cit., p. 301.
109 CAMOGLI. Nueva Historia…, op. cit., p. 64.
110 Archivo de don Bernardo O’Higgins, tomo VII, p. 61.
111 Ibídem.
112 ALES, Reseña Histórica…, op. cit., p. 176.
113 Archivo de don Bernardo O’Higgins, op. cit., p. 86.
ELEMENTO CANTIDAD
Picos 8
Pabellones o tiendas 8
Moharras114 de lanzas 500
Cartuchos de bala para fusil 10.200
Id. A bala para carabina 2.000
Dos armeros y dos carpinteros con herramientas115
Hachas 8
Armamento Pesado114115
La fuerza llevaría para la campaña 22 cañones transportados, los que desglosados por calibre
se evidencian en “un tren de artillería, integrado por 2 obuses de 6 pulgadas, 7 cañones de 4 libras,
9 de montaña del mismo calibre y 4 adicionales de diverso tipo”.116
Por otra parte, haciendo un recuento del material de artillería mencionado por Bertling en
diferentes partes de su Estudio, no es coincidente con las cifras anteriores, ya que la cifra total
de lo mencionado sería de 21 piezas: 10 cañones de batalla de 6” (transportados por Beltrán),117
2 obuses de 6” (transportados por Beltrán),118 5 piezas de a 4” (Vanguardia al mando de Soler),119
2 piezas de a 1” (División al mando de O’Higgins),120 y 2 piezas de a 1” (División al mando de
Gregorio de Las Heras).121
Además de las diferencias en número citadas, también existen diferencias en cuanto al calibre
de algunas de las piezas, lo que para los fines de este trabajo no produce problemas, pero para
el abastecimiento de esas piezas era fundamental contar con el detalle cierto del calibre de cada
una de las piezas disponibles.
Según Mitre,122 la expedición contaba con 900.000 cartuchos de fusil que fueron llevados a Chile.
Según Mitre,123 la expedición contaba con 120 proyectiles por pieza, lo que genera un total
de 2.520, de diferentes calibres, considerando que se habrían transportado 21 (sic) 124 piezas en
total.125 Posteriormente, Mitre también menciona 2.000 tiros de cañón, 200 de metralla y 600
granadas.126
Vestuario y equipo
Con los fondos reunidos en 1816, además de la colaboración de la obra de mano local, se
confeccionaron uniformes para vestir y equipar a la tropa que “estaba desnuda y necesitaba ves-
tuario”. Para ello, se organizó una fábrica de paños, manejada por el chileno Dámaso Herrera, que
proveyó de telas ordinarias pero fuertes, para el vestuario que las señoras de Mendoza, encabezada
por la señora Remedios Escalada de San Martín, cortaban y cosían para los soldados.127 Dámaso
Herrera “en un antiguo molino instaló un batán para teñirlos. Esa fábrica, pobremente instalada,
sin operarios entendidos, apenas podía producir telas de mediana calidad, pero eran consistentes y
sirvieron bien para el vestuario del soldado”.128
Ello posibilitó poder equipar adecuadamente a los 4 batallones de Infantería que se or-
ganizan, los números 7, 8 y 11 de “Los Andes” y el “Cazadores”, que tomará el número 12.
Igualmente se vistió y equipó al personal que integraría la Artillería de los Andes. Todos los
cuerpos vestían casaca y pantalón azul, usando los batallones 7, 8 y 11 los cuellos y boca-
mangas rojas y vivos blancos; los Cazadores llevaban en verde lo que los otros en rojo y los
artilleros tenían el amarillo como color distintivo. Morrión de suela en la cabeza, fornitura
blanca integrada por una bandolera doble, una llevando la bayoneta y sable corto y la otra
para la cartuchera.
“A más de 400 frazadas... van ahora 500 ponchos, únicos que se han podido encontrar...
Van todos los vestuarios pedidos y muchas más camisas.
Van 400 recados (equipo caballos).
Van hoy, por correo, en un cajoncito, los dos únicos clarines que se han encontrado.
Van 200 tiendas de campaña o pabellones, y no hay más”.129
En noviembre se solicitó a Buenos Aires vestuario para los libertos y seis mil cueros de carne-
ros, los que serían enviados a mediados de diciembre (cuyo apresto demoraría más de 15 días).130
Fondos
Las formas en que San Martín obtenía recursos e instalaciones eran propias de la “requisición”,
bajo promesa que “algún día” sus dueños recibirán resarcimiento por su “colaboración”.131
Además, para la obtención de recursos de todo tipo, no solo los económicos, San Martín ape-
laba a la presión moral a objeto de sensibilizar a los habitantes adinerados de la provincia “a la
idea del bien común y a nuestra subsistencia, todo debe sacrificarse. Desde este instante, el lujo y
las comodidades deben avergonzarnos como un crimen contra la patria y contra nosotros mismos”.132
En relación a la grave situación del erario del gobierno central, Pueyrredón decía, “Y no sé
cómo me irá con las trampas en que quedo, para pagarlo todo, a bien que en quebrando, cancelo
cuentas con todos y me voy yo también para que me dé algo de charqui que le mando. No me
vuelva Ud. a pedir más, sino quiere recibir la noticia que he amanecido ahorcado en un tirante
de la fortaleza”.135
129 Carta del Director Supremo Pueyrredón al coronel San Martín, el 2 de noviembre de 1816. ALES, Reseña Histórica…, op. cit., p. 176.
130 Archivo de don Bernardo O’Higgins, op. cit., p. 61.
131 BARRIONUEVO IMPOSTI, Víctor. “La Mujer en las Campañas Sanmartinianas”, en Todo es Historia N° 40, Buenos Aires, agosto de 1970,
suplemento N° 29.
132 José de San Martín. Bando del 6 de junio de 1815.
133 Ejército de Chile, Academia de Guerra 2015/2. “La Emancipación…”, op. cit., p. 19.
134 Servicio de Intendencia del Ejército de Chile, Revista Conmemorativa Centenario Intendencia Militar, p. 20.
135 ALES. Reseña Histórica…, op. cit., p. 176.
Lo anterior permite entender los problemas del gobierno argentino que se había comprometido
con la suma de 8.000 pesos mensuales para cubrir los gastos de organización y mantención del
ejército, pero que no pudo cumplir por falta de recursos al tener que financiar, además, las tropas
que operaban en el norte contra los realistas del Alto Perú y contra los portugueses en la zona de
Montevideo.
Ahora bien, sobre la provincia de Cuyo había recaído el esfuerzo y a ella rendía homenaje San
Martín cuando oficiaba al gobierno central diciéndole:
“Admira en efecto que un país (provincia) de mediana población, sin erario público, sin
comercio ni grandes capitales, falto de maderas, de pieles, de lanas y ganados en mucha parte
y de otras infinitas primeras materias y artículos bien importantes, haya podido elevar de su
mismo seno un ejército de tres mil hombres, despojándose hasta de sus esclavos (enrolados en
el ejército) únicos brazos para su agricultura, ocurrir a sus pagas y subsistencias y a las de más
de mil emigrados; fomentar los establecimientos de maestranza, laboratorios de salitre y pól-
vora, armerías, parque, salas de armas, batán, cuarteles y campamentos; erogar más de 3.000
caballos, 7.000 mulas e innumerables cabezas de ganado vacuno, en fin para decirlo de una
vez, dar cuántos auxilios son imaginables y que no han venido de esa capital, para la creación,
progreso y sostén del Ejército de los Andes. No hay voces, no hay palabras para expresar lo que
son estos habitantes”.136
En tanto, según algunas versiones, las señoras de Mendoza hicieron donación de sus joyas
a objeto de poder contar con dinero para costear los gastos que demandaba tal empresa.137 Por
otra parte, hay versiones que indican que las joyas donadas no lo eran tanto, ya que solo fueron
algunas (en una reunión social a la que asistió San Martín y su señora) “y juntas no alcanzaron a
sumar 216 pesos fuertes, y significaban menos de lo que vale un esclavo”.138 Por lo anterior, este
no se puede considerar como un procedimiento para fines de “obtención”.
Lo cierto es que muchas mujeres dieron mucho más con abnegación y sacrificio, calladamente
y con riesgo de su vida, aportes físicos, morales y económicos.139
Por otra parte, la Proveeduría General le encargó al chileno Domingo Pérez140 “La formación
de esta complicada máquina y, desde luego, el pago de este ejército, fue una de las preocupaciones
más graves y de mayor responsabilidad del General en Jefe y del Director Supremo de las Provincias
Unidas. Cartas angustiosas son las de uno y otro”141 ha objeto de satisfacer oportunamente todas las
necesidades que existían tanto por la creación de las unidades como de preparación para la travesía.
Sanidad
Inicialmente se organizó un cuerpo médico, compuesto por Juan Zapata y Antonio Martel de
la Peña, los que efectuaban los chequeos médicos a aquellos destinados al Ejército de los Andes
y a los voluntarios que llegaban a incorporarse, calificándolos luego de la inspección de “útiles
e inútiles”.142 Estos últimos, según la recopilación de Cignoli, quedaban en esta categoría por
poltrosos (jovenzuelos inadaptables), mancos, sin dientes, viejos, cachéticos (desnutridos), fis-
tulosos y viejos estropeados.143
Específicamente para el cruce de los Andes se organizó un servicio médico a cargo del cirujano
Diego Parossien y del médico J. Isidro Zapata (chileno), quienes eran asistidos por un cuerpo de
enfermeros.144 Estos formarían la organización denominada “Hospital de Campaña” y se trasladarían
a la cola del grueso del Ejército.145 Posteriormente, para esta marcha, se crearon dos hospitales
de campaña, uno para la columna principal y otro para la columna de Uspallata, y se contó con
la participación de varios médicos146 (9) de Mendoza y de 5 padres betlemitas, también de esa
ciudad.147 Según Barros Arana, estos nueve individuos “tenían practica de asistir y curar enfermos
y que podían disponer de una botica bien provista”.148
Transporte
Como primera medida se resolvió que para no desgastar hombres y caballos, el personal
(todo el Ejército) debía viajar montado en mula,149 para llegar con los caballos descansados a
Chile, a una incierta batalla. De igual forma, su artillería, bagajes, armamento y vituallas, serían
transportados a lomo de mula. Además, debían transportarse anticipadamente las raciones de
alimentación, agua, leña y otros de personal y ganado para ser utilizadas en la travesía, como
también debían habilitarse sectores para poder pasar, ya sea en carreta o tractando, el personal,
los bastimentos y los cañones que acarreaba este ejército. Para lo anterior, se dispuso llevar un
141 Ejército de Chile, Academia de Guerra 2015/2. La Emancipación…, op. cit., p. 19.
142 CAMOGLI. Nueva Historia…, op. cit., p. 67.
143 CIGNOLI, Francisco (1951). La Sanidad y el Cuerpo Médico de los Ejércitos Libertadores: Guerra de la Independencia (1810-1828), Editorial
Rosario-Universidad de Texas, p. 228.
144 Ejército de Chile, Academia de Guerra 2015/2. La Emancipación…, op. cit., p. 19.
145 Ejército de Chile, Historia del Ejército de Chile, op. cit., Tomo I, p. 136.
146 Archivo de don Bernardo O’Higgins, op. cit., p. 51. Incorpora el Ejército de los Andes a los cirujanos Cesáreo Martínez Niño y don Benito
Fernández.
147 BERTLING. Estudio..., op. cit., p. 107.
148 BARROS ARANA, Diego (1999). Historia General de Chile, tomo X, Editorial Universitaria, Santiago, p. 375.
149 Pizarro, op. cit., p. 53.
puente desarmado, el que debía transportar, armar y establecer para habilitar ciertos sectores de
paso y ser utilizados para la travesía.
Para el personal y transporte se consideraron 1.600 caballos y 10.600 mulas,150 aunque hay
que considerar que las cifras totales difieren de un autor a otro.
Por otra parte, resultó muy difícil de reunir los varios miles de mulas requeridas para transportar
el ejército, las que, para el caso de la columna principal, fueron distribuidas así:
DE
MULAS DE SILLA
CARGA
2.800 infantes 1 mula por hombre y 1 de repuesto por cada cinco. 3.360 150
200 jefes y oficiales de infantería, con 3 mulas de silla para cada 2 oficiales; 1 de carga
300 140
para 2 oficiales y 2 de carga para cada jefe.
900 hombres de caballería y artillería, a razón de 3 mulas de silla para cada 2 hombres,
1.350 60
incluso 5 mulas de carga por compañía.
60 jefes y oficiales de caballería y artillería, en la misma proporción que los de infantería. 90 40
43 personas del Estado Mayor. 71 46
Hospitales y sus encargados. 47 75
Compañía de obreros con los útiles correspondientes. 74 30
120 trabajadores, con las herramientas necesarias para hacer transitables los pasos más
180 10
difíciles de las montañas.
1,200 hombres de milicianos encargados de las mulas de repuesto y el transporte de artillería. 1.800 -
Provisiones para 15 días para 5.200 hombres. - 510
113 cargas de vino para dar a cada individuo una botella diaria. - 113
Un equipaje de puentes de maromas completos. - 65
Un parque de artillería de campaña con 120 disparos por pieza, 900.000 cartuchos de fusil,
87 683
y 180 cargas de armas de repuesto.
TOTAL 7.359 1.922
Total General 9.281
Fuente: Miller, John, “Memorias del General Guillermo Miller al servicio de la República del
Perú”, Librería General de Victoriano Suarez, Madrid, 1910, tomo I, p. 91.
A la dotación mular antes indicada, deben sumarse “las que marcharon con los destacamentos
Freire, Lemus, Cabot y Zelada, lo que arroja un total general de nada menos que 13.000 mulas
usadas en la expedición”.151
Bertling proporciona mayores detalles en relación a la cantidad de mulas de las unidades que
no componían el grueso de la columna de marcha, mencionando respecto de las que marcharon
por El Portillo de Piuquenes y por El Planchón: “estos dos destacamentos se componían de 510
hombres, incluyendo los milicianos, y llevaban 1.020 mulas”.152
Parte del herraje de las mulas fue solicitado a Buenos Aires en noviembre de 1816, en donde
se requiere el envío de “la remesa de 8.000 pares de herraduras de mulas con dobles clavos”. 153
Transporte de la Artillería
Del transporte de los obuses y piezas de campaña se ocuparía el padre Luis Beltrán, para lo cual
se le proporcionó un escuadrón de milicianos con sus jefes y oficiales y una cuadrilla de peones
mineros con sus caporales y herramientas, para destruir peñascos y allanar los malos pasos que
abundan en la cordillera, los que alcanzaban a los 500 hombres.154
Otros
Reparaciones
Para no perder la operacionalidad del material se estableció una maestranza, a cargo del pa-
dre Luis Beltrán,157 quien fue asistido por el Sr. Berrueta (chileno). La tarea de esta repartición
era la recuperación operacional del material a través de la fabricación o reemplazo de piezas y
Una de las últimas medidas adoptadas para mejorar los senderos de paso de las unidades fue
la solicitud a los particulares de la entrega de todas las carretillas y a los mineros de todas las
herramientas de zapa para efectuar los trabajos necesarios en los caminos.161 De conformidad a
los reconocimientos, se determinó que el camino que requería de más trabajos para su acondicio-
namiento era el de Uspallata.162
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ción, Concepción, p. 125.
158 Ejército de Chile, Academia de Guerra 2015/2. La Emancipación de Chile…, op. cit., p. 18.
159 ENCINA y CASTEDO, op. cit., Tomo I, p. 609.
160 CAMOGLI. Nueva Historia…, op. cit., p. 67.
161 Ejército de Chile, Academia de Guerra 2015/2. La Emancipación…, op. cit., pp. 24-25.
162 BERTLING. Estudio..., op. cit., p. 132.
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1
2
3 4
6
7
PLAZA DE EJERCICIOS
12 11 10 17 5
4 a 5 cuadras
14
9
13 16
15
LEYENDA:
1 y 11 : Cocinas 9 : Bat. N° 11 de Infantería
2 y 10 : Alojamiento de oficiales 12 : Servicios higiénicos
3 : Granaderos a caballo 13 : Cuartel General
4 : Batallón de Artillería 14 : Estado Mayor
5 : Bandas 15 : Maestranzas
6 : Bat. N° 1 Cazadores de los Andes 16 : Almacenes
7 : Bat. N° 7 de Infantería 17 : Paredón para tiro al blanco
8 : Bat. N° 8 de Infantería
Abstract: The article pursues to describe and analyze the importance of geo-
graphic, physical, human and economic factors in carrying out the operations
of the Battle of Chacabuco, and how these factors were seized as a strategic
advantage for both the patriot and the royalist army. The main aim is to make
a general description of the scenario in the pre-battle actions, such as during
1 Administradora Pública con mención en Ciencias Políticas de la Universidad de Concepción, Licenciada en Ciencias Políticas y Admi-
nistrativas y Bachiller en Humanidades de la misma Universidad. Candidata a Magíster en Historia Militar y Pensamiento Estratégico
(2015-2016).
2 Es Alumno del III CREM de la ACAGUE, Profesor Militar de Escuela. Es Magíster en Ciencias Militares con mención en Gestión Estratégica.
Candidato a Magíster en Historia Militar y Pensamiento Estratégico (2015-2016).
3 Es Oficial del Arma de Telecomunicaciones. Es Magíster en Historia Militar y Pensamiento Estratégico. Posee el título de Ingeniero en
Sistemas Navales con mención en Telecomunicaciones.
4 Oficial del Arma de Telecomunicaciones, Profesor Militar de Escuela. Licenciado en Ciencias Militares, Candidato a Magíster en Historia
Militar y Pensamiento Estratégico (2015-2016).
its occurrance, as well as to make a brief analysis of the military factors of the
terrain in light of information gathered from primary and secondary sources
that allow to establish conclusions regarding the scenario of the battle and
its importance in the outcome of the actions. On the other hand, from the
historiographical perspective the article intends to be a contribution in the
description of the battle scenario and its exploitation from the offensive and
defensive the point of view by both belligerents, aspect on which we believe
our work can contribute to.
Keywords: Stage, geographic factors, Military terrain factors, strategic concep-
tion, strategic movement, Mayor State, tactical decisions, battlefield, critical
ground, approximation directions.
INTRODUCCIÓN
El escenario de la Batalla de Chacabuco no podría ser estudiado en una justa significación, sin
comprender que constituye una parte de un escenario geográfico mayor inserta en una operación
militar de gran envergadura, dentro de la cual comprende grandes extensiones territoriales que
abarcan desde la ciudad de Mendoza hasta la cuenca de Santiago.
Razón por lo cual, la presencia de factores geográficos de diversa índole, condicionan el desa-
rrollo de las operaciones, acciones o actividades militares de cualquier tipo, tal como es demos-
trado profusamente en la historiografía militar. Estos factores comúnmente se relacionan con los
elementos físicos, humanos y económicos. Con respecto a los físicos, tienen mayor importancia
el relieve, la hidrografía y el clima. En los humanos, la densidad y las cantidades de población; y
en los económicos, las vías de comunicaciones y las obras presentes en el área.
Derivado de lo anterior, el estudio de cada uno de los factores del terreno primordialmente,
que se analizan desde la perspectiva militar, permitió al incipiente Estado Mayor del Ejército de los
Andes y a los respectivos comandantes de las columnas de marcha sacar el conveniente provecho
que estos elementos les pueden aportar en la adopción de dispositivos o en la organización de
las unidades, no siendo la excepción, durante la Batalla de Chacabuco en 1817. Ratificándose
48 MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE
LA DESCRIPCIÓN MILITAR DEL ESCENARIO DE LA BATALLA DE CHACABUCO DE 1817
que en todos los conflictos armados que se han sucedido en la historia de la humanidad, existe
la intervención de tres factores elementales: los hombres, las armas y el escenario. Pero solo este
último es prácticamente inmutable.
Consecuentemente, el presente trabajo intentará realizar una descripción general del escenario
en las acciones previas, durante el desarrollo de la batalla, como también, realizar un breve análisis
de los factores militares del terreno a la luz de la información recabada de fuentes primarias y
secundarias que permitan establecer conclusiones asociadas al escenario de la batalla.
La primera planificación consistía en atravesar la cordillera de los Andes con la masa de las
fuerzas divididas en dos columnas: una de ellas y la principal era por la ruta de Los Patos, y la
segunda, pero no menos relevante, la de Uspallata, permitiéndole asegurar la reunión de ambos
caminos para liberar la batalla al llegar a territorio chileno.
La segunda, buscaba inducir al comando realista a dividir sus fuerzas, con la finalidad de pro-
mover la insurrección de las poblaciones de Chile, al mismo tiempo dar a conocer información falsa
respecto a las fuerzas patriotas5 y enviar un destacamento por cada uno de los siguientes pasos
cordilleranos: Comecaballos, Pismanta, Portillo y Planchón, los que promoverán la insurrección
contra las autoridades realistas para que las dos de más al sur tendrán por misión hacer creer al
enemigo que constituyen la vanguardia del Ejército.6
La primera instancia de acercamiento, por parte del Ejército de los Andes hacia Chile tenía
dos alternativas para aproximarlos directamente a Santiago, considerando que se encontraban a
5 Momento inicial de la operación, líneas de invasión a utilizar por la masa del Ejército, entre otras.
6 SUÁREZ, Martin (1974). Atlas Histórico Militar Argentino, Círculo Militar: Buenos Aires, p. 85.
una distancia de 60 kilómetros aproximadamente del territorio nacional. Estas alternativas eran
por una parte el norte y otra por el sur. Ergo, la geografía del terreno chileno cambiaba de tal
manera, que el estudio de este influenció considerablemente en las decisiones posteriores de su
plan de operaciones.7
Con respecto a la dirección sur, desde la cordillera de los Andes y de la cordillera de la Costa, el
valle central, que en todas partes está cortado de este a oeste por varios ríos caudalosos, hubiese
sido el primer obstáculo de esta operación. Esta idea del general de invadir Chile, consideraba
una importante vuelta desde Mendoza por el sur, lo que lo hubiese obligado a hacerlo por el
Planchón.8 O bien, por los que están al sur de este, pero se hubiese enfrentado sorpresivamente
a caudalosos ríos, lo que no era tarea fácil de hacer en el verano y menos en frente del enemigo.
A lo dicho se suma, que el movimiento estratégico podía haber sido muy amenazante, ini-
cialmente al salir del desfiladero de la cordillera, ya que no hay que olvidar que los españoles se
encontraban concentrados en Talcahuano y en las demás provincias del sur.9
Con respecto al panorama geográfico de la zona norte, a partir del extremo septentrional
del Valle Central se desprenden desde la cordillera de los Andes en dirección este-oeste diversos
contrafuertes que tienen un alcance sin interrupción hasta la misma orilla del mar, lo que hace
desaparecer aquel valle.
Estos contrafuertes se caracterizan por estar separados uno del otro por los cajones de los
ríos próximos; en este caso el que se encuentra más al norte de la región es el Choapa, siguiendo
dirección sur los del Petorca y de La Ligua, Putaendo y Aconcagua. Y su importancia es que al
sur del Aconcagua se encuentra la cuesta de Chacabuco, en cuyo pie austral se origina el valle
central.10
Es menester, por lo tanto, conocer las distancias de un cajón al otro y del último a Santiago:
7 BERTLING, Hans (1917). Estudio sobre el paso de la Cordillera de los Andes efectuado por el Jeneral San Martin en los meses de enero y
febrero de 1817, Talleres del Estado Mayor Jeneral: Santiago de Chile, pp. 35-40.
8 Paso que está ubicado a 210 kilómetros en línea recta de Santiago en dirección al sur.
9 BERTLING, op. cit., pp. 35-40.
10 Ibídem.
A partir de estos datos, es que, si se hubiese tomado desde Mendoza por los pasos del norte
del macizo del Mercedario, el general José San Martín hubiese tenido que trasladarse hacia Chile
sobre un terreno cuyas características se destacan por ser bastante montañoso, y poco apropiado
para un avance y ataque rápido como él pretendía.11
Para que hablar de los cordones que se hubiese encontrado en todos los caminos malos,
pedregosos y en algunas partes con bastante gradiente. Sin embargo, el defensor aquí lograría
encontrar una buena posición con facilidad para defenderse con fuerza. Además, la región por la
que hubiese tenido que atravesar para dar la vuelta por el norte, carecía de recursos.
Ante este estudio del escenario geográfico chileno por parte del general San Martín entre su
base de operaciones y su objetivo estratégico, logra entender y darse cuenta que, para poder con-
cretar una marcha directa hacia Santiago de forma rápida, solo disponía de tres pasos o caminos
fundamentales para hacerlo:
A partir de estas tres rutas, el general San Martín y el Ejército de los Andes podrán establecer
una exitosa comunicación entre la ciudad de Mendoza y Santiago de Chile, rutas que incluso fueron
utilizadas por el comercio en tiempos de paz.
Al mismo tiempo, con el fin de engañar a los españoles sobre la dirección del ataque principal
que se decidido realizar, el general San Martín establece también pequeñas fracciones de tropas
que tenían la misión de trasmontar la cordillera frente a las ciudades de Copiapó, Coquimbo y
Curicó.12
Por ejemplo, el itinerario de Mendoza a Putaendo, 467 km por el camino de Los Patos, señala
17 jornadas; el itinerario por Uspallata, de Mendoza a Villa Santa Rosa, 328 km, 10 jornadas,
prescritas en las marchas, y por último, el camino por el Portillo de Mendoza a Santiago, 290 km. 13
El camino de Los Patos se utilizaba exclusivamente para comunicar las provincias centrales
de Chile con San Juan y las provincias argentinas del norte. Además, hay que destacar que
este camino permitía una marcha militar bien preparada, y como la situación de ese entonces
dejaba practicar con tranquilidad un movimiento desde Mendoza hasta que el camino de Los
11 Ibídem.
12 MONREAL, Enrique (1924). El paso de los Andes y la Batalla de Chacabuco, Imprenta de la revista de ingenieros: Concepción, pp. 7-9.
13 Ibídem.
Patos entraba en la región andina, se podía tomar en consideración esta ruta, si así lo exigían
las necesidades militares y su nombre es por el valle del mismo nombre que atraviesa al oeste
del divortium acuarum.14
A partir de este es que se originan varios caminos en dirección a Chile que conducen hacia
los cajones de los ríos Choapa, Petorca, Ligua, Putaendo (Aconcagua) y Colorado; mientras en
Argentina existe un solo camino con paso real, el paso del Espincito que deriva la importancia
que tiene el valle de Los Patos.15
Este camino de Los Patos tiene la ventaja de atravesar por un trecho relativamente corto
la parte más árida de la región andina, encontrándose el pasto en más abundancia que en los
otros caminos, pero tiene el grave inconveniente de atravesar antes de llegar a la cordillera,
saliendo de Mendoza, una extensión bastante considerable en la cual se carece en absoluto de
todo recurso.16
Por otra parte, la ruta de Uspallata se origina en un caserío ubicado en el lado argentino por
fuera de la región cordillerana, conocida como la posada de Uspallata. El camino de Los Patos y
de Uspallata se juntan entre San Felipe y Los Andes y de aquí arrancan también caminos hacia
Valparaíso y Santiago, pasando este último por la cuesta de Chacabuco que cierra el valle de
Aconcagua por el sur.17
Y, finalmente, el paso sur (camino Portillo) debe atravesar dos cordones de la cordillera, uno
de ellos es del Portillo mendocino, y el que está ubicado más al poniente, el portillo de los Piu-
quenes o solo el Portillo. Origen del nombre que se deriva por la forma que tiene la parte de los
cordones en que estos dan pasada al camino.18 El camino del Portillo, en la parte comprendida
desde Puente Alto a Santiago es plana, no presenta obstáculos ni posiciones favorables para la
defensa.19
En cambio, los tres caminos desde que salen de sus respectivos desfiladeros quedan dominados
por los flancos, así el de Los Patos y el de Uspallata podrían ser atacados por tropas que provi-
nieran de Valparaíso y el camino de Puente Alto a Santiago, por tropas provenientes del sur. En
todo caso existiría la conveniencia de fortificar la salida de los desfiladeros para tener un apoyo
en caso de retirada.20
14 Ibídem.
15 Ibídem.
16 MONREAL, Enrique (1924). El paso de los Andes y la Batalla de Chacabuco, Imprenta de la revista de ingenieros: Concepción, pp. 7-9.
17 Ibídem.
18 BERTLING, op. cit., pp. 35-40.
19 MONREAL, op. cit., pp. 7-9.
20 Ibídem.
Los tres caminos elegidos, Los Patos, Uspallata y el del Portillo toman una dirección completa-
mente divergente. El de los Patos da una vuelta muy grande para llegar a Santiago. Pero pasando
el límite con Argentina, estos caminos cambian de dirección y van a converger hacia San Felipe
y Los Andes los dos primeros, y a Santiago el último.
Ahora, si esta línea de defensa natural se descuida o no se ocupa con las fuerzas necesarias, se
daría ocasión al enemigo que invadiera el territorio chileno por dichos caminos que pudieran concentrar
sus tropas y rehacer sus efectivos después de una marcha penosa por la cordillera sin que, desde la
capital, por ejemplo, pudiese acudir oportunamente la tropa necesaria para impedírsela, pues entre
la guardia de Achupalla y Santiago hay 4 o 5 jornadas y entre ese mismo punto y Los Andes 2 a 3.22
Ahora la cuesta de Chacabuco que dista de Los Andes 18 km, sería también un excelente
punto de apoyo para que el invasor protegiese en esa zona su concentración y se preparase para
un ataque a la capital.23
Puede decirse que la región de Chacabuco es un faldeo de los contrafuertes de la cordillera de los
Andes, y que la cuesta que separa las hoyas del Aconcagua y del Maipo no es sino la prolongación
accidentada de uno de estos últimos.
La altura media de los terrenos circunstantes de la cuesta, es de unos 800 metros sobre el nivel del mar.
Chacabuco. Sierra transversal de los Andes de Chile, que por los 33 grados de latitud une la
cordillera de los Andes con la de la costa, entre el cerro del Juncal y el del Roble. La atraviesa a
una altura de 1.286 metros el camino de Santiago a Los Andes.
21 Ibídem.
22 Ibídem.
23 MONREAL, op. cit., pp. 7-9.
24 LARA, Alberto (1917). La Batalla de Chacabuco, relación histórica y estudio crítico militar. Imprenta Universitaria, Santiago, pp. 146- 152.
La falda norte de la cuesta de Chacabuco tiene una extensión de más o menos 8 kilómetros desde
la cumbre al pie, y va a terminar en el valle de Aconcagua. Este faldeo está constituido por una
serie de cerros a modo de contrafuertes de la cuesta.
Todos los cerros de la falda norte de la cuesta están cubiertos de montes en su parte
alta, son muy escarpados, y, por consiguiente, muy poco aptos para operaciones milita-
res fuera de los caminos. No hay en todo ese faldeo planicies ni pequeños valles; sólo
existen quebradas.
La falda sur tiene una configuración un tanto diversa y está constituida por una verdadera red
o cadenas sucesivas de cerros, formando líneas de mayor altura las más cercanas a la cumbre
y disminuyendo a medida que se avanza al sur. No hay sino una sola quebrada profunda y de
largo considerable, que es la de la Ñipa, que nace en la cumbre de la falda sur de la cuesta y
viene a morir al pie del faldeo entre los cerros Quemado y del Chingue, entre los cuales forma
una pequeña abra angosta y alargada, ensanchándose hacia el sur y constituyendo un valle de
tres kilómetros de ancho entre los cerros Cardenudo y Tahuitaca.
El terreno de los cerros tiene vegetación; el del plan es del tipo llamado de rulo, a propósito,
para las siembras.
Las serranías de la cuesta son aptas para establecer en la cumbre una sólida defensa, pues cierran
y dividen, de la cordillera al mar, las hoyas del Aconcagua y del Maipo.25
En relación a una descripción detallada, el terreno en que estaban acampadas las tropas del
Ejército de los Andes, es todo plano y muy fértil; puede decirse que es una sucesión de praderas
regadas por el estero de Pocuro, que corre frente a la cuesta de Chacabuco en dirección paralela
al río Aconcagua, del que es afluente y al cual va a unirse frente a San Felipe, conservando
hasta el extremo sur de la Rinconada de los Andes la distancia, más o menos constante, de dos
kilómetros que tiene en todo el frente de la cuesta.
La cuesta de Chacabuco, en la parte comprendida entre Santa Rosa, Curimón y San Felipe, está
formada por una cadena de serranías cuyos faldeos van a morir en las márgenes del estero Pocuro.
Esta cadena de cerros forma una especie de semi anfiteatro cuyos extremos se apoyan en Santa
Rosa de Los Andes, por el este, y en San Felipe por el oeste, y cuyo seno podría decirse que está
formado por los cerros del Cernícalo y de las Tres Negras que, a su vez, forman el comienzo de
una gran quebrada en la falda norte de la cuesta.
25 Ibídem.
Los cerros que constituyen esa figura o anfiteatro, son, empezando por el este: Coquimbito,
Grande, Tres Negras, Cernícalo, Bandurrias, Durazno, Peñón, Caracoles, Patagual y Cerro Pico, y
forman algunas quebradas que no son de importancia; la única que la tiene es la mencionada,
por cuyo fondo corre el estero de la cuesta.
El faldeo de estos cerros en la parte norte es sumamente áspero y no permite las operaciones
militares sino por los dos únicos caminos que allí existen: la cuesta Nueva y la cuesta Vieja. Había
también algunos senderos que conducían hacia la cumbre, y que sólo podían ser aprovechados
para la exploración, pero no para llevar un ataque de relativa importancia, pues no puede subir
por ellos artillería.
Los caminos que desde el norte conducen a Santiago por la cuesta de Chacabuco, son los que
arrancan desde Los Andes y San Felipe hacia el sur, y van a juntarse a un kilómetro al norte de
los Baños de la cuesta, o sea casi al pie mismo de la falda norte.
En la actualidad esa región está cruzada de caminos, pero en 1817, según los historiadores, es-
pecialmente Barros Arana y Mitre, no existían otros que los nombrados; los demás eran senderos
y atajos, solamente.
Se seguía ascendiendo por el único camino, ya mencionado, y como 5 kilómetros antes de llegar
a la cumbre de la cuesta, se bifurcaba en dos senderos que poco a poco iban apartándose, de tal
modo que en la cumbre misma se encontraban a una distancia de cerca de 3 kilómetros uno de otro.
Barros Arana, describiendo estos caminos, dice: “En frente de las villas de San Felipe y Santa
Rosa, el tráfico de los viajeros había abierto una vía accidentada y penosa, practicable sólo para
caballos y mulas, casi como los pasos de la cordillera. Trepando por el norte hasta la altura de cerca
de 1.300 metros sobre el nivel del mar, o sea poco más de 500 metros sobre la altura de la parte
inmediata del valle de Aconcagua, ese camino baja al sur por una quebrada por donde corre, en
invierno, sobre todo, un arroyo que unido a otro va a formar más abajo el estero de Chacabuco”.
“En 1817 no había en las serranías de Chacabuco otro camino que el que tradicionalmente ha
seguido llamándose la cuesta Vieja, que sólo en algunos puntos había recibido pequeñas compostu-
ras para arreglar superficialmente los malos pasos. Los viajeros, arrieros o cuidadores de ganado se
separaban en grandes trechos de la vía principal y habían trazado con el tráfico senderos diversos
que los prácticos conocían perfectamente y que les permitían acortar o facilitar el viaje. El tráfico
era exclusivamente a caballo y a mulas, porque, tanto por la vía principal, cuanto por los senderos
de que hablamos, era imposible la conducción de carros”.26
26 Ibídem.
"Los senderos que se habían formado al oeste de la cuesta Vieja constituían lo que se llamó la
cuesta Nueva, camino; menos accidentado y que presentaba por esto mucho menos dificultades
que la cuesta Vieja; pero imponía una vuelta de tres o cuatro leguas, o sea una marcha de dos
horas más.
El camino de la cuesta Vieja, si bien era más corto, corría por el lado del Aconcagua, en zigzag
en gran parte, y era generalmente áspero, escabroso y en parte muy pendiente; en cambio, el de
la cuesta Nueva era mucho más tendido y presentaba menores dificultades para el paso de los
carros, pero era menos recto y obligaba a dar muchas vueltas.
La falda sur de la cuesta, como queda dicho, tiene una configuración un tanto diferente de
la del norte, pues además de ser más extensa, los cerros que la constituyen son de contornos
suaves, pero muy irregulares; están igualmente cubiertos de vegetación. Algunos faldeos de
los cerros que la forman, en la parte más alta tienen roca viva, como ser los del Chingue,
Halcones, Largo y Quemado.
Los cerros que forman la cumbre de la cuesta constituyen un solo cordón, que corre de este a
oeste, cuyas alturas principales son: Cerro de la Ñipa, (1.308 metros de altura); El Divisadero,
(1.367 metros); El Hornito, (1.364 metros); y Placeta Alta, (1.402).
Al sur de ese cordón corren otros cuatro, paralelos a él, que van disminuyendo poco a poco su altura:
Tercer cordón: Las Tórtolas Cuyanas, 958 m; El Almendro, 1.092 m; y Placeta de los Juncos,
1.075 m.
Cuarto cordón: Los Halcones, 1.025 m; Lomas Peladas, 966 m; y Las Mesas, 995 m.
Quinto cordón, de forma de anfiteatro: Quemado, 963 m; Guanaco, 863 m; Chingue, 941 m;
Diablo, 860 m; y Cardenudo, 804 m.
El faldeo de este último cordón forma un valle de 3 kilómetros de largo, de norte a sur, por unos
dos y medio de ancho, el cual se cierra al S.E. por el cerro de Tahuitaca, que tiene 879 metros
de altura, sobre el nivel del mar, es decir, 179 metros más que el nivel general del valle, cuyas
cotas en esta parte tienen como término medio 700 metros de altura.
Por entre los cerros de los Halcones, Guanaco y Quemado por el este, y las Lomas Peladas y cerro
del Chingue por el oeste, corre un vallecito de forma alargada y muy estrecho, pues su ancho
fluctúa entre 150 y 350 metros solamente. Éste nace en el portezuelo de las Tórtolas Cuyanas
y está casi totalmente cerrado al sur por los contrafuertes del cerro Quemado y el morro de la
puntilla sur del cerro del Chingue, teniendo un largo de tres kilómetros.
Al pie sur del cerro Tahuitaca estaba la viña y las casas de la hacienda Chacabuco.
Por el centro mismo de los valles indicados corre de N a S.O. el estero de la Margarita, que al pie
sur del cerro Cardenudo y casi frente al Raquín se une con otro pequeño esterito que nace de la
quebrada del Infiernillo.
Cierra por el sur el valle inferior el cerro de los Tauretes, de 751 metros de altura, al pie de cuya
falda N.E. está indicado el lugar donde estuvo instalado el campamento de los realistas en los
días anteriores a la Batalla de Chacabuco".27
En las siguientes páginas se realizará un análisis de los factores militares del terreno desde el
punto de vista defensivo, dispositivo empleado por las tropas realistas durante el desarrollo de
la Batalla de Chacabuco, el que será contrastado lógicamente con las operaciones desarrolladas
con el propósito de que en todo momento se produzca la vinculación entre las decisiones tácticas
tomadas y las características del terreno de la operación. Se debe considerar además que varias
de las decisiones de empleo táctico tomadas por los comandantes realistas, no solo se vieron
influenciadas por la geografía, sino también por aspectos políticos y de falta de previsión en la
concurrencia de las tropas a la zona general de Chacabuco debido a la falta de información o
retraso en su obtención respecto de la ubicación e intenciones del Ejército de los Andes.
27 Ibídem.
estrecho que permite el paso de las aguas del estero de Chacabuco y del camino que llevaba a las
casas entre este y el morro que nace desde el cerro Chingue hacia el sur.
Para defender la zona del valle de Chacabuco e impedir la progresión del Ejército de los Andes
hacia Santiago, más al norte del valle descrito en el párrafo precedente, corre el cordón de las
serranías de Chacabuco que tiene la particularidad de unir la cordillera de los Andes con la cor-
dillera de la Costa y está constituido por un solo cordón de cerros que va de poniente a oriente y
que es paso obligado para cualquier unidad que hubiese pretendido progresar desde el valle del
Aconcagua al de Chacabuco en dirección norte sur, situación que la historiografía describe que
ocurrió en el desarrollo de la batalla del mismo nombre.
Es así como el Ejército realista probablemente debió planificar y configurar las condiciones
necesarias para adoptar una posición defensiva aprovechando las alturas de las serranías de Cha-
cabuco y la ventaja táctica que estos terrenos críticos le otorgaba respecto de la explanada del
valle de Chacabuco descrito con anterioridad.
La posición defensiva en definitiva no fue desplegada en las alturas de las serranías de Cha-
cabuco debido a la falta de recursos para el mantenimiento de las tropas, en específico el agua,
a lo que se sumaba la imposibilidad de mantener este suministro y otros en forma permanente
en el lugar para la totalidad de las tropas producto de la dificultad existente para acceder a las
citadas alturas.
Por otra parte, el número de fuerzas realistas disponibles para la defensa de tan extensa zona
como las alturas de Chacabuco eran insuficientes para que esta opción fuera factible y aceptable.
Además, el camino a seguir entre la cresta topográfica de la cuesta y su bajada a nivel del llano
por el sur era recorrido solo por un sendero regular y el resto del terreno presentaba condiciones
de poca transitabilidad para el desplazamiento de tropas debido a la existencia de gran cantidad
de quebradas y terrenos rocosos con un alto grado de pendiente, de manera que el único sector
donde las tropas realistas podían tener alguna oportunidad era en los llanos situados entre los
pies de la cuesta y las casas de Chacabuco.
Pero existe otra razón importante de mencionar por la que las tropas realistas no habrían adop-
tado su dispositivo defensivo en las alturas de Chacabuco y que no está relacionada con razones
ni tácticas ni de las características del terreno. Esta razón obedecería a un motivo principalmente
político y que dice relación con que Marcó del Pont decidió mantener el valle de Chacabuco e impedir
la progresión de las tropas patriotas hacia el sur de las casas de Chacabuco ya que lógicamente
quería evitar algo que era absolutamente catastrófico para las intenciones realistas: la llegada
de los patriotas a Santiago. En este marco de falta de decisiones de los comandantes realistas,
deficiente planificación y un alto nivel de improvisación se desarrollaría la batalla decisiva que
expulsaría a los realistas de la zona.
58 MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE
LA DESCRIPCIÓN MILITAR DEL ESCENARIO DE LA BATALLA DE CHACABUCO DE 1817
Por otra parte, se encontraba a sus espaldas y con mayor cercanía todos los apoyos necesarios
para enfrentar la batalla de mejor forma que si se hubiesen organizado en lo alto de la cuesta, lo
que lógicamente favorecería su accionar defensivo en desmedro de las intenciones patriotas, desde
el apoyo con los suministros logísticos necesarios hasta la reducción de tiempos en la llegada de
tropas de apoyo a la posición defensiva.
En general, en la zona en la que se desarrolló la batalla existía para el bando realista una gran ventaja
respecto del campo de vista y tiro, ya que podían evidenciar la llegada de las tropas del Ejército de los
Andes con bastante antelación incluso estando fuera del alcance efectivo de sus armas. Lo anterior
se lograría ubicando tropas adelantadas en la cuesta de Chacabuco con la misión de alertar la llegada
de las tropas del Ejército de los Andes y de dar tiempo y espacio al dispositivo defensivo principal.
Lo anterior, había ocurrido bajo las órdenes del comandante Marquelli el día 9 de febrero con
el propósito de evidenciar la progresión del Ejército de los Andes hacia el dispositivo realista
mientras este se organizaba y esperaba los refuerzos provenientes de Santiago para combatir no
antes del 14 o 15 de febrero.30 El día 10 de febrero, el teniente coronel Miguel Marquelli dispone
el refuerzo de la unidad desplegada como vanguardia en la cima de la cuesta Chacabuco con otra
compañía de 100 infantes, la que sumada a las tropas desplegadas con anterioridad llegaban a la
suma de 225 soldados, unidad que tenía como comandante al capitán Juan Mijares.
28 Ibídem, p. 88.
29 MITRE, Bartolomé (2010). Historia de San Martín y la emancipación sudamericana, Grupo Ilhsa S.A., p. 550.
30 LARA, op. cit., p. 106.
El día 10 de febrero, el gobernador Marcó del Pont, entregó la responsabilidad de comandar las
tropas del Ejército realista en Chacabuco al brigadier Rafael Maroto, quien en la medianoche del
11 al 12 de febrero llegaba a la zona de Chacabuco con las tropas que llevaba desde Santiago (444
soldados de los regimientos Talavera y Chiloé),31 asumiendo inmediatamente el mando de las fuerzas.
Al amanecer del día 12 de febrero, Maroto subió a la cuesta a revistar las tropas destacadas
como vanguardia al mando del capitán Mijares y comprobando que la ubicación de Mijares era
ideal para evidenciar al adversario, dispuso terminantemente mantener el terreno ocupado hasta
su regreso con el resto de las tropas acantonadas en Chacabuco de acuerdo a lo siguiente: “…dí
la más estrecha orden al capitán Mijares para que a toda costa sostuviese ese punto en caso de una
invasión, que él, ni ningún soldado pudiese desampararlo, bajo pena de la vida y que solo pudiese
verificar su retirada al verse con el tercio de la gente…”.32
Terminado esto, Maroto retornó al campamento y ordenó a sus oficiales alistar las tropas para
subir a la cuesta a reforzar la posición ocupada por Mijares.
Durante la noche, las tropas del Ejército de los Andes habían iniciado su marcha hacia la cuesta
realizando esta acción sin mayores complejidades gracias al actuar de las tropas de Mujica que
se relatan a continuación: “Los realistas en número muy reducido para defender las crestas de las
serranías en una gran extensión, habían descuidado los senderos por donde aquélla marchaba (División
de O’Higgins), y habían reconcentrado todas sus fuerzas sobre el camino principal (la cuesta vieja).
Sus centinelas avanzados habían creído percibir confusamente en las últimas horas de la noche el
ruido lejano de un movimiento inusitado y sospechoso en la parte inferior de la cuesta; pero solo al
venir el día distinguieron claramente la aproximación de las primeras columnas enemigas, y dieron
la voz de alarma”.33
Las tropas realistas destacadas como vanguardia formaron rápidamente para dar cumplimiento a la
orden de Maroto de defender a toda costa el lugar, pero percibiendo que recibiría el ataque de fuerzas
muy superiores a las que poseía bajo su mando, que hasta esa hora no estimaban en más de 600 hombres,
remitió un parte a Maroto, informando la aproximación del adversario y que estaban prontos a iniciar
el fuego, siendo ratificada la orden de Maroto de mantener la cuesta hasta la llegada de refuerzos a la
zona, situación que fue dispuesta de inmediato al total de la división acantonada en Chacabuco y a
los Carabineros del coronel Quintanilla, quien parte a la brevedad a apoyar a Mijares mientras el grueso
de las tropas realistas (infantería) marcharía al mando de Maroto a la cima de la cuesta.
31 Parte oficial del brigadier Maroto de las medidas que tomó al recibir el mando de las tropas en Chacabuco la noche del 11 al 12 de
febrero de 1817.
32 Ibídem.
33 BARROS ARANA, Diego (1889). Historia General de Chile, Tomo X, Rafael Jover, Editor, Santiago, p. 598.
El avance regular y ordenado de la columna de O’Higgins, convence a Mijares de que sus posi-
bilidades de éxito en la misión de resistencia recibida, era a todas luces imposible de cumplir sin
los refuerzos esperados, mandó romper fuego sin causar mayores daños a la columna de O’Higgins
y dispuso la retirada de sus tropas empleando como ruta de marcha los faldeos del este del morro
Saavedra a través de la quebrada de las raíces, para unirse al grueso del Ejército realista.
De acuerdo a lo expresado por Maroto en su parte oficial, el coronel Quintanilla, quien acudía
en refuerzo de la vanguardia de Mijares, observó la retirada de estos en contacto con la vanguar-
dia de la columna de O’Higgins34 y le informó que al llegar a los pies de la cuesta se encontró
con las 2 compañías que se retiraban, ordenándoles que mantuvieran su acción para unirse a los
regimientos de los que eran parte orgánica, apareciendo como ya se mencionó en la cima de la
cuesta, las tropas del Ejército de los Andes, al mando de O’Higgins.
Al apreciar lo anterior, Maroto quien marchaba hacia la cima de la cuesta, detuvo su marcha y se vio
obligado a emprender la retirada y establecer su dispositivo defensivo en la línea de los cerros Guanaco,
Quemado y Chingüe, en virtud a que bajo el factor analizado estas alturas le proporcionaban superioridad
sobre las tropas del Ejército de los Andes, desplegando en el cerro Guanaco las tropas de Cazadores, en
el cerro Quemado los batallones Talavera y Chiloé, además de 2 piezas de artillería que cubrían todo el
frente del dispositivo desde su posición central y en el cerro el Chingue, un tanto aislado de los otros,
se desplegó la infantería de los batallones Concepción y Valdivia, además de la caballería de Abascal.
Cubierta y protección
Respecto de la cubierta y protección del terreno desde el punto de vista realista, solo podemos
mencionar que la vegetación presente en la zona corresponde al de tipo esclerófila, es decir, a
vegetación cuyas especies están adaptadas a largos períodos de sequía y calor como los imperantes
en la zona general de Chacabuco. Está compuesta principalmente de algunas hierbas, espinos y
arbustos de mediana altura como los que se pueden apreciar hasta el día de hoy en la zona de
estudio. Las características descritas principalmente debieron presentar una desventaja para las
tropas realistas en sus posiciones defensivas considerando que la citada vegetación pudo de alguna
forma haber sido empleada como cubierta por las tropas del Ejército de los Andes.
Obstáculos
Respecto de los obstáculos desde la mirada de las tropas realistas defensoras, podemos men-
cionar que se comportó como tal el morro El Chingue, ubicado en el flanco oeste del dispositivo,
debido a que su existencia impidió que se pudiera evidenciar la progresión de la 1ra División de
Soler. Además, es menester mencionar que los comandantes realistas habiendo realizado un es-
tudio acabado del terreno, podrían claramente haber evidenciado la importancia del citado morro
en la protección del flanco oeste y haber destinado una guarnición mayor a su protección y a las
vías de aproximación que estaban por detrás de este, la que fue aprovechada eficientemente por
la 1ra división de Soler.
Como ya se mencionó, en el morro el Chingue solo existía una fuerza de 130 hombres pertene-
cientes a los batallones Concepción y Valdivia al mando del coronel Eleorraga, dotación que como
se indicó era insuficiente si se considera además que, si las tropas patriotas conquistaban el morro
el Chingue, inmediatamente cargarían contra la posición principal desplegada en el cerro Quemado.
Terrenos críticos
En la zona existe un terreno crítico importante que cruza por completo el límite norte del valle
en dirección este a oeste, denominado cordón de las serranías de Chacabuco, sector que permite
obtener un amplio campo de vista y tiro hacia el norte del mismo, lo que de haber sido bien empleado
habría permitido evidenciar con bastante anterioridad la progresión del Ejército de los Andes hacia
el valle, o bien haber desplegado las posiciones defensivas en esta zona, con el propósito de impedir
su penetración hacia el valle de Chacabuco y haber detenido sus intenciones de llegar a Santiago.
El haber mantenido este terreno crítico, les hubiese proporcionado mayores ventajas respecto
del Ejército de los Andes que debía aproximarse obligatoriamente a través de esa dirección, en una
posición bastante desmejorada al tener que combatir en un terreno que ascendía y en el que no
podía desplegar sus tropas en formación para combatir producto de sus características topográficas.
62 MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE
LA DESCRIPCIÓN MILITAR DEL ESCENARIO DE LA BATALLA DE CHACABUCO DE 1817
Otros terrenos críticos existentes en la zona obedecen a los empleados por las tropas realistas
en la línea de despliegue principal de sus posiciones defensivas, esto es la línea de los cerros
Guanaco, Quemado y Chingue y que proporcionaban campo de vista y tiro a la infantería y artillería
realista. Sus alturas aproximadas son las siguientes:36
La distribución referencial de estos terrenos críticos ocupados en el campo de batalla por las
tropas realistas se grafica en la siguiente ilustración:
Direcciones de aproximación
Las direcciones de aproximación a las posiciones ocupadas por las tropas realistas estaban
claramente determinadas.
La otra dirección de aproximación corresponde a la ruta de la cuesta Nueva (2) que fue empleada
por la división del brigadier Soler y que mediante una maniobra de envolvimiento permitió que
las fuerzas del Ejército de los Andes sorprendieran a las posiciones del flanco oeste de la posición
defensiva que eran resguardadas en el morro el Chingue por las tropas del coronel Eleorraga, las
que no fueron suficientes para detener el avance patriota los que a su vez continuaron hacia la
retaguardia del dispositivo en busca de las casas de Chacabuco. Esta ruta fue muy bien seleccionada
ya que, a pesar de ser un camino de difícil y de lento tránsito, la progresión de las unidades se
podía realizar a completa cubierta desde la ubicación de las tropas realistas, por lo que favoreció
en gran medida a explotar la sorpresa en este flanco.
(1) (3)
(2)
De la observación de la ilustración anterior, podemos deducir que una eficiente forma de ha-
ber organizado el dispositivo defensivo, habría sido dominar con el grueso de las tropas la zona
general de la cumbre de la cuesta (3), ubicación que permitía dominar las posibles direcciones
de aproximación del adversario y que además contaba con un amplio campo de vista y tiro por
corresponder a una altura predominante respecto de las circundantes.
Por otro lado, desde el punto de vista ofensivo, el terreno debe ser analizado, naturalmente,
desde más al norte, donde tenemos el cordón de las serranías de Chacabuco, al este la quebrada
de la Mesa del Tebo, que al juntarse con la quebrada de la Ñipa forman el estero de Chacabuco,
el que cruza por el centro prácticamente la zona de combate. Al oeste, tenemos la quebrada del
Infiernillo y al sur Las Casas de Chacabuco.
Es en las serranías de Chacabuco donde se estima que San Martín mantuvo permanentemente
las tropas vigilando el movimiento de los realistas, que permitiera tener un panorama más claro
de lo que el Ejército patriota enfrentaría.
Como dice la historiografía, el Ejército patriota realizó su marcha hacia Chacabuco en dos
columnas, la de más al oeste liderada por Soler y la de más al este por O’Higgins, haciendo este
último, ingreso hacia el sector de Chacabuco por la siguiente dirección general de avance: cerro
de la Ñipa-Caída oeste morro Saavedra - cerro Los Halcones - cerro Guanaco - cerro Quemado.
Por otro lado, la columna de Soler utilizó la dirección de avance caída oeste cerro del Manantial
- cerro del Chingue - cerro Quemado.
Todas las rutas de aproximación eran terrenos montañosos, donde predominan las alturas y
quebradas, haciendo difícil el desplazamiento tanto para las tropas a pie como montadas.
Desde la mirada patriota, las serranías de Chacabuco son una especie de contrafuerte de la
cordillera de los Andes. Está constituida por un solo cordón de cerros que va desde poniente a
oriente; desde la cuesta de La Dormida. Para seguir hacia Santiago el Ejército patriota tenía que
atravesar esa serranía por el portezuelo que hoy se le denomina cuesta Vieja,39 ya que ese camino
está en la línea más corta entre Los Andes y Santiago.
En cuanto a la observación desde el punto de vista patriota, podemos afirmar que estos tenían
la ventaja de la altura, al encontrarse estos aproximándose desde una zona de mayor altura que
la zona donde se encuentra el valle de Chacabuco, por lo que le permitió a San Martín desplegar
tropas de observación desde aproximadamente unos cinco días antes del avance de las tropas,
con la finalidad de realizar el levantamiento del terreno y vigilar el movimiento de las tropas
realistas.40
Por otra parte, con respecto al campo de vista y tiro, al estar planificado un ataque y por
consiguiente tener que avanzar hacia la posición defensiva de los realistas, este factor se hacía
menos importante durante el avance de las tropas hacia la zona de Chacabuco, y teniendo
que enfrentar las tropas realistas en un plano. Sin embargo, la columna de O’Higgins, una vez
iniciada las hostilidades y si hubiera llegado la artillería (la que se perdió en el camino) a la
zona de combate, hubiera tenido una buena posición de tiro al poder aprovechar las alturas
del cerro de Los Halcones. Además, es importante mencionar que el tipo de armamento y
combate empleado en la época hacia más propicio que los combates se dieran de forma más
cercana y directa.
Este factor es analizado con mayor detalle desde el punto de vista defensivo, donde las
tropas realistas pudieron obtener ciertas ventajas del buen empleo de la observación y campo
de vista y tiro.
Cubierta y protección
La cubierta y protección desde el punto de vista patriota, podemos decir que no era un factor
que le pudiera dar una ventaja clara a ninguna de los dos bandos en combate, considerando
que existe una vegetación de mediana altura, con características de espinos y arbustos, que
dificultan el avance de las tropas. Con respecto a las quebradas y alturas que se encuentran
en la zona, estas les daban una ventaja a los realistas, al servirle como refugio y donde se les
permitía reorganizarse durante el combate, protegidos de la observación y campo de vista y de
tiro de las tropas adversarias, como lo fue el plano que se encuentra al norte del cerro de Los
Halcones, y donde O’Higgins se refugia y reorganiza luego de su primer enfrentamiento con las
tropas realistas.
Obstáculos
Los obstáculos presentes para los atacantes eran varios, los que presentaron cierta dificultad
y pudieron mermar el desempeño de los patriotas durante el combate. Dentro de estos debemos
nombrar como primer factor, las alturas más pronunciadas que se encuentran en el camino rea-
lizado desde el norte, constituido por las serranías de Chacabuco, las que, si bien los medios a
pie podrían pasar en ciertos puntos, esto se dificultaba aún más cuando se quiere avanzar con
tropas montadas o con piezas de artillería. A su vez, en la zona se encuentran quebradas que no
podrían haber sido utilizadas sin grandes dificultades que restringieron las vías de aproximación
y retrasan el avance de las tropas, condicionando el avance.
A pesar de las características del terreno mencionadas por las que se desplazaron los patriotas,
no pueden ser consideradas como restringidas para unidades a pies, sin embargo, si eran restrin-
gidas, en algunas zonas, para tropas montadas, lo que pudo retrasar su avance.
Terrenos críticos
El primer terreno crítico era el cerro La Ñipa donde los realistas con el capitan Mijares tenían
desplegadas sus tropas adelantadas, zona que fue obtenida después de un combate de encuen-
tro con los realistas y posterior retirada de estos y que permitía el control de las direcciones de
aproximación enemigas al valle.
Posteriormente, los terrenos que permitían obtener una ventaja sobre los adversarios estaban
dados principalmente por los cerros cercanos al valle de Chacabuco y permitía un mejor campo
de vista y tiro sobre la zona de combate y además control de las direcciones de aproximación,
estos eran los siguientes:
En el caso de la batalla misma, estos terrenos críticos no fueron aprovechados por ninguno de
los bandos con la finalidad de obtener una ventaja decisiva debiendo definirse el combate por lo
que ocurrió casi exclusivamente en el campo de batalla en el plano de Chacabuco.
MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE 67
CAROLINA GUZMÁN MALDONADO / SANTIAGO AGUAYO MOYA / JAVIER MACÍAS ARAYA / ÁLVARO RODRÍGUEZ BARRERA
Direcciones de aproximación
Las direcciones de aproximación para el Ejército patriota estaban determinadas con anterioridad
y condicionadas por las características del terreno, lo que hacía el avance predecible y siendo este
un factor difícil de explicar que no aprovechó el adversario previo al combate.
Por el este del dispositivo, la dirección de aproximación empleada por la División O’Higgins:
cerro de la Ñipa - caída oeste morro Saavedra – cerro Los Halcones – cerro Guanaco – cerro Que-
mado, siendo este camino determinado por la quebrada de la Ñipa y rodeando el morro Saavedra,
generando una nueva dirección de aproximación hacia el campo de batalla y que, finalmente,
ambas, se juntan con el estero de Chacabuco.
Por parte de la división de Soler, este utilizó el flanco oeste del dispositivo por el camino
nuevo de entonces, el que pasaba por el costado oeste del cerro Manantial y caía por detrás del
cerro del Chingue, siendo este camino empleado una ventaja que las tropas realistas no pudieron
contrarrestar llegando a ser importante para el desarrollo de la batalla.
CONCLUSIONES
Del análisis histórico-militar del escenario donde se desarrolló la Batalla de Chacabuco, se
puede deducir inicialmente, que la batalla es una consecuencia de una serie de acciones militares
que comenzaron durante el cruce de la cordillera de los Andes, a partir de los encuentros tácticos
desarrollados en Puchera y Guardia, entre otros, previo a la acción en Chacabuco donde se desa-
rrolla el combate principal. Bajo esta perspectiva nos encontramos con ambas fuerzas militares
que conocen las condiciones generales del escenario, razón por lo cual, los planificadores militares
pudieron obtener el máximo rendimiento de las fuerzas en función del objetivo militar propuesto,
no obstante, que existirán otras variables como el tiempo y las fuerzas disponibles que también
tendrá una influencia en el desarrollo de las operaciones.
Desde el punto de vista del escenario de la batalla propiamente tal, se puede ratificar y es
concordante con lo expresado por Ojeda Torrente41 respecto que un aspecto de la guerra que no
ha cambiado, ha sido la necesidad de adquirir información del escenario donde se desarrollará una
batalla, lo que ocurre con el permanente envío de informantes por parte de San Martín a fin de
verificar los lugares de paso, el terreno correspondiente a la cuesta de Chacabuco y la ubicación
de los realistas, asumiendo esta responsabilidad los ingenieros Antonio Arcos y José Álvarez Con-
tardo, para concretar la elaboración de su respectiva planificación a base de estos antecedentes.
41 OJEDA TORRENT, Jaime (1989). Un llamado a la conciencia sobre la importancia de una permanente investigación y docencia de la
Geografía Militar, en AA.VV., Revista Armas y Servicios del Ejército Nº 44, Santiago: Ejército de Chile, p. 50.
Seguidamente, esta valorización del escenario de Chacabuco permite inferir que la batalla se
realizó en este lugar, al existir ciertas condiciones de tipo topográfico, que de acuerdo a Julio
Von Chrismar,42 obedecen a criterios de un determinismo histórico geográfico, al existir algunas
características fisiográficas donde existe un encauzamiento de las operaciones militares, por los
grandes obstáculos y las direcciones naturales de aproximación o de movimiento, que para nuestro
análisis está constituido, por la ruta de aproximación a Santiago (caminos de norte a sur de la
cuesta Nueva y la cuesta Vieja), los morros Chingüe y Tahuitaca.
Además de lo anterior, existió una atracción de las áreas o terrenos críticos de valor estraté-
gico, en las que existen una serie de obstáculos naturales que se cruzan con las direcciones de
movimiento en forma transversal y longitudinal, provocando una angostura de los valles, lo que
lógicamente hizo establecer una posición defensiva por parte de los realista en los cerros Chingüe,
Quemado y Guanaco para impedir que las fuerzas patriotas alcanzaran los terrenos de amplios llanos
y despejados, ubicado al sur de este de “punto de sutura”, y en los cuales las fuerzas militares
patriotas pudiesen desplegarse y maniobrar con mayor libertad de movimiento, evitando la acción
de la artillería y en los que por lo menos uno de los dos adversarios pudiese aprovechar mejor su
superioridad numérica o material.
Desde el punto de vista táctico, y derivado del análisis de los factores militares del terreno, se
puede concluir que el Ejército realista no logró aprovechar en forma eficiente las características
topográficas del campo de batalla, aspecto que es una de las ventajas principales de una fuerza
que adopta una actitud defensiva, situación que se puede atribuir a distintos factores como la
pasividad de sus comandantes, la desorganización de las fuerzas y la falta de planificación de
la maniobra, derivando en una seguidilla de acciones de carácter reactivo debido a los altos
niveles de improvisación de la fuerza defensora que concluyeron con los ya conocidos resultados
de la batalla.
Si bien el terreno por sus características presentaba ventajas para las tropas realistas que se
encontraban defendiéndose, estas no fueron aprovechadas con la finalidad de sacar provecho a
esta situación y así detener el avance patriota.
Además el terreno presentaba direcciones de aproximación para los patriotas que eran previ-
sibles para el Ejército realista, que por una parte previeron ubicar tropas adelantadas en terrenos
críticos que permitieran darles tiempo y espacio, sin embargo, el factor humano influyo acá, al
no ser capaz el capitán Mijares de contener a las tropas de O’Higgins y retirarse sin cumplir la
misión encomendada.
42 VON CHRISMAR ESCUTI, Julio (1996 ). Los Campos de Batalla más Hollados de la Historia Universal, en AA.VV., Memorial del Ejército de
Chile Nº 450, Santiago: Ejército de Chile.
Por parte del Ejército realista se puede concluir que a pesar de no tener cartografía que
permitiera tener un panorama operacional común claro de la zona de avance, el general San
Martín empleo tropas para realizar reconocimientos y vigilancia, que le permitió tener una idea
más clara con respecto al dispositivo adversario, terrenos críticos, direcciones de aproximación,
cubierta y protección y los obstáculos que las tropas patriotas enfrentarían al cruzar las serranías
de Chacabuco.
Desde el punto de vista historiográfico, se puede deducir que, tras el análisis documental
realizado a fuentes primarias, secundarias y terciarias, no existe un mayor relato respecto de la
descripción del escenario de la Batalla de Chacabuco, limitándose prioritariamente a lo señalado
por Alberto Lara en su obra “Relación histórica y estudio crítico militar”.
Asimismo, existe una mayor valorización del terreno (efectos) por parte de los cronistas ar-
gentinos al nombrarlo como un “punto estratégico”, lo que difiere de la bibliografía nacional, al
relatar las acciones militares sobre un terreno con una toponimia correspondiente.
De lo anterior se infiere una congruencia entre la realidad histórica y las variables espacio-
tiempo, lo que permite precisar de la existencia de los hechos en el escenario dado, en otras
palabras, el escenario es congruente con la magnitud de fuerzas, sus tiempos de movimientos y
dispositivos tácticos, evidenciándose un aprovechamiento militar de las características de este
terreno para potenciar la maniobra ofensiva y defensiva, según corresponda.
BIBLIOGRAFÍA
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en AA.VV., Memorial del Ejército de Chile Nº 450, Santiago: Ejército de Chile.
1 Francisco Arellano Soffia, Teniente Coronel, Oficial de Estado Mayor, Profesor Militar de Escuela, Profesor Militar de Academia, Magíster
en Ciencias militares, Magíster en Gestión Educacional, Magíster de Historia Militar y Pensamiento estratégico, Curso de Comando y
Estado Mayor del Ejército Brasileño, año 2013.
2 Pablo A. Stein Hermosilla, mayor, Profesor Militar de Escuela, Egresado del Magíster de Historia Militar y Pensamiento Estratégico.
Curso de Perfeccionamiento de Oficiales del Ejército Brasileño, año 2009.
3 Christian Castro Muñoz, Abogado, MBA de la Universidad de Chile, Profesor de Derecho Penal y Licitación Oral, Egresado del Magíster
de Historia Militar y Pensamiento Estratégico.
Abstract: The article pursues to describe and analyze the importance of geo-
graphic, physical, human and economic factors in carrying out the operations
of the Battle of Chacabuco, and how these factors were seized as a strategic
advantage for both the patriot and the royalist army. The main aim is to make
a general description of the scenario in the pre-battle actions, such as during
its occurrance, as well as to make a brief analysis of the military factors of the
terrain in light of information gathered from primary and secondary sources
that allow to establish conclusions regarding the scenario of the battle and
its importance in the outcome of the actions. On the other hand, from the
historiographical perspective the article intends to be a contribution in the
description of the battle scenario and its exploitation from the offensive and
defensive the point of view by both belligerents, aspect on which we believe
our work can contribute to.
Keywords: Chacabuco, royalists, forces, units, distribution on the field for battle
INTRODUCCIÓN
El objetivo buscado en el desarrollo de este texto es la correcta representación de un Libro de
Orden de Batalla4 del ejército de los defensores del rey, que es puntualmente aplicable a la Batalla
de Chacabuco en la cuesta del mismo nombre. Para comprender y realizar lo anterior, se debe tener
en vista que en la actual doctrina del Ejército de Chile el Libro de Orden de Batalla (LOB) es un
análisis realizado a una fuerza opositora, como herramienta fundamental a la hora de estudiar al
adversario, pues permite establecer conclusiones a cerca de sus capacidades y debilidades.5 Este
estudio se estructura sobre diversos factores, entre los que podemos mencionar la composición
de sus unidades, su fuerza, las tácticas que utilizan, etc.
También se debe señalar que por un lado, este trabajo se basa en un análisis de la composición
de las fuerzas realistas antes de la Batalla de Chacabuco y, por otro, en las directrices que entrega
la reglamentación institucional referida a la confección de este tipo de instrumentos, que no son
más que herramientas del sistema de inteligencia militar que guían y proporcionan un medio de
identificación y evaluación de las capacidades de un adversario, facilitando la comprensión de
una amenaza y con ello posibilita la preparación de la propia fuerza para enfrentarla en forma
efectiva: la correcta utilización de un LOB lleva al discernimiento de las capacidades de la fuerza
opositora y con ello al desarrollo de los planes adecuados para un resultado favorable, con el
menor número de bajas propias. Considerando esto, el estudio patriota mostrado a continuación
era ineludible y altamente necesario para lograr la seguridad del Cono Sur.
4 Ejército de Chile. División Doctrina. RDI 20002 Reglamento Inteligencia, Función Secundaria, Imprenta DIV.DOC, Santiago, Chile, año 2012, p. 115.
5 Ejército de Chile. División Doctrina. RDI 20005 Proceso de Integración del Campo de Batalla, Imprenta DIV.DOC, Santiago, Hile, año 2015, p. 63.
En preparación de la proyectada invasión independentista, durante los últimos meses del año
1816 y el primero del siguiente, se desarrolló una intensa e incesante guerra de guerrillas7 por
parte de fracciones de tropas ultramontanas hacia el Reino de Chile, cuyo propósito era lograr la
dispersión por el territorio de las tropas leales a la Corona, lo que se logró con eficiencia, posibi-
litándose que la fuerza principal de invasión realizara el cruce por el Paso de los Patos y Uspallata
casi sin oposición. Llegó así el día 12 de febrero del año 1817, cuando el ejército rebelde se
encontró con las fuerzas del rey en la hacienda de Chacabuco.
Es en este momento, antes del encuentro de las fuerzas contrapuestas, que se debe iniciar
un análisis de la composición de las fuerzas realistas, para conocer más a fondo al adversario.
COMPOSICIÓN
Para conocer las características y capacidades de un ejército adversario con el objetivo de
derrotarlo, las Fuerzas Armadas han diseñado un análisis que las revela. Para ese estudio del ad-
versario normalmente se confecciona un gráfico de la organización de las unidades que enfrentan
a la propia. Este ejercicio será aplicado en retrospectiva, mostrándose conforme a la doctrina de la
OTAN y a la doctrina nacional actual, una Organización de Tarea (ORGATAR), respecto al dispositivo
a adoptar por parte de las fuerzas realistas presentes en la Batalla de Chacabuco.
6 URIEL HANCOCK, Anson (1893). Historia de Chile, Editorial La España Moderna, Madrid, España, p. 148.
7 TORRENTE, Mariano (1830). Historia de la Revolución Hispano Americana, tomo II, Madrid, España, Imprenta de Moreno, pp. 315 y 316.
toriamente por medio de búsqueda de textos, analizando el material bibliográfico que señale la
conformación, acontecimientos, etc.
Este método no es fijo y se pueden graficar nuevas orgánicas, conforme a las que el adversario
decida adoptar para las acciones. Para este caso, se ha definido el siguiente esquema:
Las unidades a estudiar, es decir aquellas que se presentaron en el campo de batalla, fueron
solo remanentes del Ejército Realista de Chile por causa de la dispersión que presentaban estas
fuerzas, que debían cubrir el territorio por donde posiblemente las unidades invasoras cruzarían
por columnas desde las Provincias Unidas del Río de la Plata y por los diferentes pasos cordille-
ranos, los que lógicamente eran desconocidos, pero inicialmente deducibles. Estas deducciones
fueron neutralizadas gracias a la campaña de desinformación y decepción que San Martín ejecutó
para facilitar el cruce, apoyado por la acción de guerrillas (“Guerra de Zapa”) al mando de Manuel
Rodríguez y otros, que difundieron información falsa, buscando el efecto de “distraer y obligar a
las tropas realistas a dispersarse”,8 para combatir a las fuerzas de diversas magnitudes en diferentes
pasos, como el del Planchón cerca de Talca.
SUR + CENTRO
GOB. CASIMIRO BRIG. RAFAEL
MARCÓ DEL PONT MOROTO
II II II II I
8 Ejército de Chile, Estado Mayor General del Ejército (1980). “Historia del Ejército de Chile”, tomo II, Santiago, p. 173.
9 Colección de Historiadores y de Documentos Relativos a la Independencia de Chile (en adelante CDHI) (1930). Últimos Días de la
Reconquista Española, Proceso Seguido de Orden del Virrey del Perú, a los Jefes y Oficiales del Ejército Real Derrotado en Chacabuco, Tomo
XXVIII, Dirección General de Talleres Fiscales de Prisiones, Taller de Imprenta, Santiago, Chile, pp. 240 y 302.
Así tenemos que al momento de iniciar el combate, las tropas realistas en el campo de Batalla
de Chacabuco, eran aproximadamente las siguientes:10
I I I I I I
GRANADEROS CAZADORES
FUSILEROS
En la figura anterior se muestra una organización típica de los batallones realistas en el mo-
mento de la Batalla de Chacabuco.
Cada batallón completo podía superar los 1.200 hombres, cifra variable según las circunstancias.
Ninguno de los identificados anteriormente contaba con el total de sus efectivos al momento de la batalla.
II II II II
I I I
FLANQUEADORES
(LANCEROS)
CARABINEROS
Debemos hacer presente que en algunas fuentes consultadas las unidades de caballería antes
mencionadas aparecen aludidos como “Húsares de Abascal” y los “Carabineros de la Concordia”,
mezclándose erróneamente los nombres de unidades distintas.
Artillería: los apoyos de fuego necesarios para una campaña no estaban integrados, siendo
unidades adjuntas, distribuidas desde la Brigada de Artillería del Reino de Chile, que desde 1810
poseía cuatro compañías con un total de 280 plazas. En este caso –Chacabuco–, la unidad que
brindó apoyo de fuego fue solo una batería conformada por 4-8 piezas15 pero que por Ordenanza
debían ser 6, contando cada una con un comandante de pieza y cuatro soldados sirvientes (o los
estimados como necesarios).16
12 LUQUI LAGLEYZE, Juan M. (1998). “Los Realistas (1810-1826)”, Ediciones Quiron, Valladolid, p. 35.
13 OSM, op. cit., Tomo II, p. 174.
14 CDHI, op. cit., tomo XXVIII, p. 151.
15 MILLER, William (1829). Memoirs of General Miller, tomo I, Imprenta Longman, Orme Brown y Green, Lóndres, Inglaterra, p. 131.
16 Ordenanza dividida en catorce reglamentos que SM manda a observar en el real cuerpo de artillería para sus diferentes ramos de tropa,
cuenta y razón y fábricas (1802). Tomo I, Imprenta Real, Madrid, España, p. 304 (art. 72).
17 LUQUI LAGLEYZE, op.cit., p. 35.
En 1813 la brigada de artillería había sido reforzada y sus plazas, mermadas por la guerra,
fueron completadas con 129 hombres y 8 cañones traídos de Lima; en 1814 llegó una sección más
para completar los claros en las filas a causa de la guerra, quedando sin plazas faltantes.
Además de lo anterior, las fuerzas hispanas en Chile se encontraban diseminadas por el territo-
rio nacional, manteniéndose guarniciones en los fuertes en las ciudades de Santiago, Concepción,
Valdivia y Chiloé.
Para 1817 el total de fuerzas realistas presentes en el reino eran las siguientes:
Fuente: SUÁREZ, Martín (1974). Atlas Histórico Militar Argentino. Imprenta del Círculo Militar, Buenos Aires, p. 85.
FUERZA
En este estudio del orden de batalla, este factor se orienta fundamentalmente a la determinación
de los efectivos que habrían tenido incidencia o que afectarían en algún grado el cumplimiento
de la propia misión, definiéndose como:
Dispositivo local
Fuerza en contacto: son las que están en contacto con propios medios adelantados dentro del área
de responsabilidad o con el esfuerzo principal de la unidad. En este caso, las fuerzas presentes en el
MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE 79
FRANCISCO ARELLANO SOFFIA / PABLO STEIN HERMOSILLA /CHRISTIAN CASTRO MUÑOZ
campo de batalla de Chacabuco, es decir los batallones de infantería de Talavera de la Reina, Chiloé y
Valdivia, a los que se agregan dos escuadrones de Carabineros de Abascal y una batería de artillería.
Se debe hacer notar que el contacto inicial lo recibió el capitán José Mijares (o Migares), quien por
órdenes del mayor Miguel Marqueli se dirigió al cerro que hacía las veces de cumbre de la cuesta de
Chacabuco, donde se parapetó con dos compañías de Infantería el día 10 de febrero, a la espera de
la vanguardia adversaria. Este contacto fue efectuado el mismo día de la batalla, el 12 de febrero.
Fuerza no en contacto: son aquellas que se encuentran en la profundidad del Área de Interés
de Inteligencia (AII) y que, por dispositivo, ubicación, organización, terreno, características del
área de responsabilidad del comandante y situación existente, pueden concurrir (lógicamente)
hacia el frente de la propia unidad antes del inicio del cumplimiento de la misión. En este caso,
luego del estudio efectuado, se puede observar que las unidades realistas presentes en el AII en
Chacabuco, eran los Húsares de la Concordia, ubicados al noreste de Santiago, a unas 8 a 12 horas
del campo de batalla, dependiendo de la velocidad de marcha.
Refuerzos
Para iniciar, es necesario precisar que “Refuerzo” es una acción que realiza una unidad que acude
al frente o sector de combate de otra unidad, con el fin de incrementar la capacidad de lucha de
esta última. En este párrafo del estudio se debe indicar si la situación existente en el área donde
se desarrollaría el conflicto (cuesta de Chacabuco) haría dudar sobre la posible concurrencia de
algunos medios del adversario realista hacia el propio frente o si pudieran derivarse hacia otros
frentes de unidades vecinas, es decir, hacia los sectores cordilleranos como el paso Come Caballos,
por donde las columnas patriotas descendían hacia territorio nacional.
Por ello, en este punto del análisis se investigó la presencia de unidades realistas próximas, que
esencialmente pudieran afectar en forma directa a las columnas patriotas de Las Heras y O’Higgins. Este
“refuerzo” hispano debía cumplir el requisito de que no estuvieran empleadas en el dispositivo local
(las unidades al mando de Maroto) y que pudieran materializar un desplazamiento que los aproximase
desde su zona de reunión hacia la zona de operaciones dentro de un límite de tiempo acotado que
afectara el cumplimiento de la misión (la destrucción de la fuerza realista). Así, viendo las definicio-
nes y requisitos anteriormente señalados, podemos concluir que las fuerzas pertenecientes al Real
Ejército de Chile capaces de emplearse contra las columnas O’Higgins y Las Heras, eran las siguientes:
Fuerzas de refuerzo realistas coronel Manuel Marañao:
UNIDADES EFECTIVOS
Batallón Valdivia 40
Batallón Chillán 700
Húsares de la Concordia 300
Dragones de la Frontera 400
Fuente: CDHI, tomo XXVIII, p. 265.
Aquí se deben considerar a todas las unidades que, por su particular empleo y repercusión en las
operaciones militares, deberían ser integradas para su análisis. Existieron unidades de exploración y
reconocimiento en fuerza en lo que corresponde a los pasos cordilleranos como Portillo de Piuquenes,20
la ruta más lógica de paso por la distancia desde Mendoza a Santiago, unidades de avanzada en las
Achupallas, Putaendo y las Coimas, pero solo son parte de un grueso u otras unidades que adelantan
tropas. No se pueden considerar tropas de montaña o algún tipo de fuerzas especiales.
DISPOSITIVO
Tácticas y procedimientos de empleo
Para las unidades de infantería, esta especialización requería la división de la tropa en tres
unidades diferentes: cazadores, fusileros y granaderos. Las labores a efectuar en el combate serían
para el primero (cazador) principalmente el combate cercano, por lo que estaban armados con
fusil, bayoneta y también con un sable corto. Los fusileros (mayoría de la tropa de un batallón)
realizaba acciones de tipo escaramuzas contra el adversario. Los granaderos eran la fuerza de
choque o la Vanguardia de una formación mayor.
Estas unidades de infantería usaban para las formaciones de tipo orden cerrado, la línea, que
era una configuración basada en tres escalones de fusileros que materializaban fuego por escuadra,
siendo reemplazados por la que seguía para mantener la cadencia, materializando finalmente una
carga de bayoneta. La otra formación de orden cerrado era el cuadro, que se realizaba formando
un cuadrado con el personal montando sus fusiles con la bayoneta. En esta se realizaba fuego de
la misma forma que en la línea (por escuadras) y se adoptaba para rechazar cargas de caballería
o cuando la unidad estaba rodeada.
Las formaciones de orden abierto estaban principalmente materializadas por la guerrilla, for-
mación en la que se realizaba un avance en forma dispersa de los fusileros por el terreno abierto,
y se materializaban tiros a discreción, especialmente ejecutado en terrenos disparejos (montaña).
Luego del período básico, la artillería se concentraba en la mejora constante del tiro directo de
las diferentes piezas que poseía el ejército realista, los cambios de posiciones, y el adiestramiento
de mulares y caballares de tiro para sus piezas.
Hay que hacer presente que el Ejército español era diferente al Ejército español de América,
pues este último utilizaba fortalezas y plazas fuertes contra los corsarios y las flotas de las poten-
cias adversarias de España –como fue el caso de Valdivia– y que además poseía fuerzas veteranas
y milicias creadas para la defensa de las ciudades en la frontera araucana, pero siempre estas se
hallaban enclaustradas en sus plazas defensivas.21 La hipótesis de guerra hispana a inicios del siglo
XIX excluía un conflicto interno o uno prolongado ya que un ejército extranjero, no conocedor
de la zona, sin víveres o refuerzos, acabaría pereciendo. Por ello a sus efectivos no se les preparó
para marchas largas o desplazamientos cuyas metas se encontraran demasiado lejos de sus bases.
A causa de los alzamientos en América, los efectivos destacados en las colonias debieron formar
un ejército operativo de la noche a la mañana y es menester señalar que el ejército que combatió
en Chacabuco era muy diferente al que realizó las campañas de 1813 y 1814. Este ejército inicial
era uno del tipo colonial del siglo XVIII, con componentes milicianos europeos (pocos) y criollos,
que combatieron en una guerra civil, casi no existiendo veteranos de una guerra modelo europea;
se puede sintetizar la situación diciendo que este ejército colonial era de carácter doméstico ame-
ricano, constituido por tropas locales en un 80%, y por oficiales establecidos en Chile en forma
casi permanente y además sumamente comprometidos con la élite del lugar.
Pocas unidades militares llegaron a América desde la misma España, siendo una de estas
excepciones el Batallón de Talavera, que arribó a Perú en 1813 y a Chile en 1814.
Varios de los oficiales presentes en la Batalla de Chacabuco habían luchado contra Napoleón en
España, de lo que estaban sumamente orgullosos y lo demostraban incesantemente. Esta altivez
provocó una malsana envidia y disensiones en el seno de las unidades de Chile, compuestas por
veteranos de guerra, pero de procedencia miliciana local.
El principal proveedor de soldados para la Capitanía General de Chile fue el mismo Chile. La
recluta era efectuada primero por sorteos y posteriormente por “Leva” en la ciudad, 23 luego en el
campo y la costa. El virrey Joaquín de la Pezuela menciona a estos reclutas como “tropa desnuda…
con el pie mondando en el suelo (descalzos)… la disciplina no la conocían y era raro el que sabía
hablar castellano”. 24 Se les vestía, entrenaba y se les enviaba a la guerra.
En cuanto al período de reclutamiento, este era de seis años en tiempo de paz y cinco en
tiempo de guerra.
Adiestramiento
Esta unidad hispánica reentrenó a los reclutas y a las unidades acantonadas en Chile. Los
Talaveras, con sus mandos e instructores, permitieron el adiestramiento de los batallones realis-
tas chilenos que combatirían en Chacabuco, conforme a lo aprendido en los campos de batalla
en la península y en las guarniciones de España. Si bien las unidades chilenas eran veteranas de
las campañas de 1813-1814, el entrenamiento de modelo europeo era necesario para mejorar su
desempeño en el campo de batalla, educando a los nuevos elementos y mejorando a los antiguos.
Para su preparación, los reclutas eran reunidos en puntos de instrucción en los cuarteles de las
unidades, pero muchas veces a causa de la urgencia de las unidades, se les remitía con menos de
la instrucción básica necesaria, por lo que eran mezclados entre tropa veterana para que recibieran
adiestramiento y práctica al mismo tiempo, siendo considerado este un método más práctico de
aprendizaje. Su gran desventaja estribaba en que debido tanto a las bajas de combate como a
las generadas por otras circunstancias (enfermedades, heridas, etc.) algunas unidades finalmente
tenían menos de la mitad de soldados veteranos y más de la mitad de soldados novatos, con la
consiguiente baja de la capacidad de combate.
Para su puesta en escena, es decir el combate, los batallones de Infantería fueron constituidos
y entrenados en concordancia a la doctrina francesa, según el Reglamento de la Nueva Constitu-
ción en que han de Establecerse los Regimientos de Infantería de Línea y los Batallones de Tropas
Ligeras de Ejército, de 1802.25 Así, se conformaban por dos compañías de granaderos y cuatro de
fusileros; en 1815, los batallones debían estar conformados por una compañía de granaderos, una
de cazadores y seis de fusileros, pero en Chile fue difícil alcanzar esta conformación.
24 WICKHAM, Chris (1995). Las crisis en la historia, Ediciones Universidad de Salamanca, España, p. 110.
25 SUÁREZ FERNÁNDEZ, Luis (1990). Historia General de España y América, Ediciones Rialp, Madrid, España, Tomo X, p. 155.
Los granaderos eran los más fuertes, más valientes y más altos fusileros equipados con fusil
con bayoneta, que les daba independencia para su defensa contra la caballería y la infantería
adversaria. Además, contaban con un sable para defensa inmediata y el combate cercano, podían
utilizarse como una fuerza de choque o como vanguardia de una formación mayor.
Los cazadores estaban armados con fusil, bayoneta y también con un sable corto para el
combate cercano, cada compañía contaba con cerca de 120 hombres, con uniformes mucho más
adornados que los fusileros y, al igual que ellos, las compañías de cazadores se distinguían por
medio del uso de pompones de colores (dragonas).
Los fusileros forman la mayor parte de un batallón de Infantería de Línea, eran el soldado de
Infantería típico que realizaba acciones de tipo escaramuzas contra el adversario, para lo cual
estaba armado con un fusil y bayoneta. Se puso énfasis en la velocidad de la marcha y la resis-
tencia, junto con el fuego dirigido individualmente a corta distancia y en el combate cercano.
Según el Nuevo Reglamento para la Caballería del Ejército Concerniente a su Fuerza, Organización,
Régimen Interior, Sueldos y Gratificaciones, de 1803,26 las unidades de Caballería se compondrían
de cinco escuadrones con dos compañías cada uno. Las unidades de carabineros eran la élite entre
todas las unidades de línea de Caballería, pero no usaban armadura, por lo que eran poco adecua-
dos para combates cercanos. La unidad de Caballería presente en Chacabuco eran los Carabineros
de Abascal, que contaba solo con dos escuadrones y había sido instruida por el teniente coronel
Antonio Quintanilla en 1813 (en ese momento era gobernador de Talcahuano), formada con base a
numerosos veteranos de la frontera araucana y desertores del Ejército Independentista, que poseían
la táctica española antigua,27 la que debió ser rectificada por los instructores peninsulares. Estas
unidades poseían poco más de 50 hombres por compañía. Se dividieron en una compañía de lanceros
y otra de carabineros propiamente tal. A diferencia de estos, los primeros usaban –como lo indica
su nombre– además del sable respectivo, lanzas de coligue de tres metros con punta de hierro.
26 Ibídem, 157
27 TORRES MARÍN, Manuel (1985). Quintanilla y Chiloé: la Epopeya de la Constancia, Editorial Andrés Bello, Santiago, Chile, p. 18.
28 SUÁREZ FERNÁNDEZ, op.cit., p. 168.
hombres, siendo el 10% 130 hombres, que era la fuerza aproximada de la batería en el campo
de batalla.
Como síntesis podemos señalar que el adiestramiento del Ejército español insular entre 1815
y 1817 (etapa militar relacionada con Chacabuco), estaba basado en las tácticas napoleónicas,
puesto que eran las que imperaron en los campos de batalla europeos, siendo copiadas en su
totalidad, adiestrándose a la tropa criolla en ella. A su vez se debe señalar que en los cuadros de
los independentistas existía una gran cantidad de oficiales que había combatido con y contra los
españoles en Europa, por lo que estas tácticas napoleónicas, en cada arma y servicio, incluyendo
la guerrilla desarrollada en la península, fueron desarrolladas casi en su totalidad, obviando el
hecho de que ambos ejércitos (realistas e independentistas) contaban con tropas muy inferiores
a las desplegadas en los campos de batalla del viejo continente.
Logística
Para la campaña en comento, los realistas tenían la ventaja de haber sido avituallados en Chile.
Sirva como antecedente el hecho de que tras el combate de Salala, la Columna Cabot del Ejército de
los Andes decomisó el siguiente material: 2 cañones de 4 libras; 80 fusiles; 6 espadas; 16 cajones
de municiones; 2 barriles de pólvora; 4 fardos de vestuario militar.29
A su vez, y como una forma de mostrar que la logística militar había sido convenientemente distri-
buida por el territorio y no solo por el sector cordillerano, podemos señalar que en La Serena la unidad
patriota se apoderó de algunos cañones (casi todos inútiles), 50 fusiles, 800 lanzas, varias cargas de
municiones y de pertrechos, haciendo hincapié en que mucho del material existente en bodega antes
de su llegada debe haber sido repartido a las tropas realistas, restando pocos elementos en la misma.
Además de mantener depósitos, los realistas poseían una rudimentaria logística militar modelo
francés que trasladaba en armones, carretas y a lomo de mula los elementos más imperiosamente
necesarios para el ejército en campaña, tales como alimentos, municiones y también los cañones
a usar en las operaciones.
Finalmente se debe señalar que cada combatiente llevaba un equipo básico y entre otras cosas
cargaba alimentos, municiones y su armamento, es decir, su equipo individual de combate.
Para el mantenimiento del material, existían herrerías (para armas blancas principalmente) en
cada pueblo importante o ciudad de la zona y un depósito de parque en Santiago, que también
efectuaba reparaciones en caso de necesidad.
29 BARROS ARANA, Diego (2002). Historia General De Chile, Editorial Universitaria, Santiago, tomo X, p. 567.
Logística de fabricación realista en Chile casi no hubo. Algunos autores solo refieren la fabri-
cación de lanzas en el país.30
Eficiencia de combate
La eficiencia de las unidades realistas era alta; fueron probadas en las batallas de la Patria
Vieja durante el período 1813-1814, en las que habían logrado afianzar a sus soldados con sus
oficiales, materializar acciones bajo fuego y realizar sitios en ciudades. Si bien en 1817 se habían
completado las vacantes generadas por las bajas y deserciones con reclutas del reino, estos hacían
parte de una unidad cohesionada, donde siempre el sentimiento del soldado lo impulsa a imitar
y apoyar a sus camaradas, mejorando así la eficiencia del conjunto.
En 1817, las unidades realistas chilenas y el Talavera estaban compuestas en gran parte por
americanos mezclados con peninsulares que eran la mayoría de los oficiales; eran veteranos que
habían demostrado constancia y decisión en las campañas de 1813-181432 y se encontraban en
buena forma.
Algo que disminuía claramente la eficiencia de combate era el clima de suspicacia y envidia
que los oficiales y soldados criollos mantenían con sus pares peninsulares, lo que dificultaría el
cumplimiento de cualquier misión encomendada. Esto no fue solucionado antes de Chacabuco, por
lo que puede haber sido un impedimento para buenas comunicaciones, la impartición de órdenes
y el cumplimiento de estas.
CARACTERÍSTICAS ESPECIALES
Inteligencia
Se mantenía un servicio de espías en los pueblos de la frontera con las Provincias Unidas del Río
de la Plata, en Mendoza y en otras ciudades y pueblos de Cuyo, además de mantener informantes en
el sur del Reino de Chile. Algunos de estos últimos eran los naturales (mapuches, huilliches), quienes
fieles a la corona informaban de cualquier movimiento rebelde a los mandos españoles.
Conforme a lo que indica Barros Arana, muchos de los espías españoles (criollos) en Mendoza fueron
descubiertos y en muchos casos transformados en informantes para los revolucionarios u obligados a confesar
y remitir información falsa al gobernador de Chile, entorpeciendo las acciones de la inteligencia realista. 33
En síntesis, el servicio de inteligencia de los realistas fue ineficaz, fracasó en su red de agentes
y falló en dilucidar cuál sería el paso principal del ejército rebelde.
Administración de personal
Las fuentes examinadas hacen escasa referencia a las calidades del personal de las fuerzas
realistas, limitándose a destacar las cualidades y actos militares de los jefes realistas, tales
como los coroneles Marqueli, Rafael Maroto, Elorreaga, Quintanilla, y Barañao (rioplatense) y por
cierto los del gobernador Casimiro Marcó del Pont. En todo caso, se asegura que para la Batalla
de Chacabuco en el Ejército del Rey solo militaba un centenar de hispanos (5%) y el mando lo
mantenían en su mayor parte estos peninsulares, siendo el cuerpo de las tropas conformado por
chilenos (90%); el restante 5% eran americanos de diferente origen.
Asuntos civiles
Conociendo los hechos expuestos y las partes antagónicas, cabe referirse aquí a la comparación
de los principales opuestos, centrados en los acontecimientos desarrollados a inicios de 1817,
y analizando el panorama estratégico de la Guerra de la Independencia chilena, en particular la
Batalla de Chacabuco del 12 de febrero del 1817.
Esto debe ser iniciado bajo el análisis de cuáles eran los factores políticos, económicos, reli-
giosos, sociales y tecnológicos asociados con la guerra (o conflicto social), es decir, los asuntos
civiles de la época y su influencia en la batalla.
Una vez obtenida la victoria realista en Rancagua y retiradas las tropas de O’Higgins y Carrera
hacia Mendoza, Osorio se dirigió a Santiago con el ejército victorioso, restaurando la autoridad
de España y del rey. Este solo hecho histórico representa por sí mismo un cúmulo de elementos
políticos, militares y sociales que desencadenarán en otra serie de acontecimientos. En una segunda
instancia podemos decir que durante los años de 1814 a 1815, los virreyes José Fernando de Abascal
y Sousa y Joaquín de la Pezuela mantuvieron en Chile la autoridad española gobernando con el
mayor rigor. El primero de ellos es quizás el más capaz y resuelto de los gobernantes españoles;
aniquiló la sublevación Pumacahua, la revolución de Alto Perú y de Chile.
Otro factor político a considerar es que una gran masa de chilenos apoyó la restauración de
la monarquía, encontrándose en un país cansado del gobierno de los hermanos Carrera y de las
distintas contiendas internas.
Un factor social que preparó a los chilenos para reanudar los esfuerzos independentistas fue
el desempeño del último gobernador de Chile desde finales de 1815, Francisco Casimiro Marcó
del Pont Díaz Ángel y Méndez (1770-1819), cuya crueldad no conoció límites. Entre otros hechos
a mencionar, fundó el Tribunal de Vigilancia y Seguridad Pública y suspendió la aplicación del
indulto a los desterrados en Juan Fernández, actividades que habrían generado un creciente
malestar entre los habitantes criollos.
Personalidades
En la mayoría de los casos existe poca o nula información de los mandos realistas para
la batalla de Chacabuco, pero se ha logrado recopilar y analizar algunos antecedentes de los
siguientes personajes:34 capitán general Francisco Casimiro Marcó del Pont; coronel Rafael
Maroto; teniente coronel José Piquero; teniente coronel Marqueli; teniente coronel Ildefonso
Elorreaga; teniente coronel Antonio de Quintanilla; teniente coronel Manuel Barañao; capitán
Vicente San Bruno.
Como una síntesis del análisis de los antecedentes personales y militares de los mencionados
protagonistas de la batalla, se concluye que:
Los personajes en estudio, por lo general, presentan una vasta experiencia en el uso y conoci-
miento teórico y práctico de la ciencia y arte de las armas, tanto en el continente europeo como
34 DÍAZ, Francisco (1917). La Campaña del Ejército de los Andes en 1817, Imprenta de los talleres del Estado Mayor General, pp. 31 a 35;
CDHI, op.cit., pp. 211 a 240. Para la biografía de D. Antonio de Quintanilla, publicación ordenada por la comisión del centenario de
Chiloé, imprenta Cervantes, Santiago, Chile, año 1926; FUENTES, J., CORTÉS, L., CASTILLO, F. & VALDÉS, A. (1978). Diccionario Histórico
de Chile (5ta Ed.). Editorial Antártica S.A, Santiago, Chile, pp. 329 a 342; CAMPOS HARRIET, F. (1976). Los defensores del Rey, editorial
Andrés Bello, Santiago, Chile.
sudamericano. Lo anterior permitiría inferir que la toma de decisiones en este ámbito debería
presentar más aciertos que errores, lo que en la práctica no fue así.
Muchos de los rasgos personales presentados impidieron a los realistas realizar una efectiva
amnistía y concretar una unión con los criollos, buscando la paz con los antiguos patriotas para
fortalecer la posición en el reino; la venganza y el rencor primó en gente como San Bruno, lo que
impidió un gobierno afianzado con su nación. Esto trajo una debilidad del dispositivo defensivo
nacional que repercutió en el resultado.
En algunos casos (Marcó del Pont, Atero), el prestigio, el orgullo y el miedo los llevó a tomar
pésimas decisiones, impidiendo a los mandos militares una planificación a tiempo y real, obligando
a las unidades a esperar los movimientos rebeldes (inacción).
Se puede apreciar que en estos personajes, a pesar de la experiencia bélica previa, reinó una
gran falta de previsión y un exceso de confianza, actitudes que sin duda fueron factores deter-
minantes en los resultados de la batalla, al no tomar las medidas pertinentes y evitar improvisa-
ciones. Un ejemplo claro de esto es la llegada de Maroto al campo de batalla a pocas horas del
inicio de la contienda, impidiendo una mínima preparación de las defensas. Hay reacciones, no
acciones preventivas.
Unidad de Infantería que desde 1813 dependía del Virreinato del Perú. Fue creada teniendo
como base al batallón fijo “Valdivia”, compuesto inicialmente por peninsulares (250),35 fue fun-
dado como unidad de resguardo de la frontera sur de Arauco en la ciudad del mismo nombre y
como protección ante la amenaza corsaria en los mares del sur. Fue llamado al servicio contra los
35 DE USAURO MARTÍNEZ DE BERNABÉ, Pedro (2008). La Verdad en Campaña. Relación Histórica de la Plaza, Puerto y Presidio de Valdivia,
revisión del texto, notas preliminares y al margen de Ricardo Mendoza Rademacher, Imprenta América, Valdivia, p. 41.
rebeldes criollos en 1813, aportando 600 infantes y 100 artilleros, destacándose por su valor en
las acciones de 1814, especialmente en la Batalla de Rancagua, quedando al finalizar la campaña
contra insurgentes, con sus cuadros en cantidad de 500 infantes (completo). Luego de terminado
el conflicto, volvió a su guarnición.36 A fines de 1816 fue llamado desde su unidad guarnicional
para brindar cobertura de pasos y fronteras, en conformidad a informaciones obtenidas por el
gobernador del Reino, en cuanto a que una fuerza rebelde invadiría Chile tras cruzar los pasos
cordilleranos; el batallón materializaría la misión encomendada, disgregando su tropa. El resto
del contingente que estaba presente en la zona central, 200 hombres, actuarían en Chacabuco,
siendo vencidos y disgregados. Sus remanentes huirían al sur, para continuar la lucha por el rey
desde la zona de Valdivia.
Fundado el 1 de octubre de 1813 en la plaza de Cádiz, España, formado por 1.000 reos ex-
carcelados, además de clases y oficiales veteranos de la Guerra de Independencia española del
Imperio francés. Al mando de su comandante Rafael Maroto, partió en diciembre de ese mismo año
con rumbo al Virreinato del Perú, llegando al puerto del Callao en abril de 1814 y luego a Chile.
Participó en un sinnúmero de combates hasta la Batalla de Rancagua. Posteriormente, en la etapa
de la Reconquista, efectuó labores de tipo policial al mando de su capitán Vicente San Bruno, lo
que minó el apoyo realista en Chile a causa de las severas medidas represivas que desarrolló. Sus
efectivos, tras las pérdidas en combate, fueron completados con criollos, los que eran inicialmente
de menor valor combativo que los hispanos. Luego de duros entrenamientos fueron igualados al
mismo nivel que los veteranos, para poder enfrentar la Guerra de Guerrillas o de Zapa que se libró
en el centro del Reino. El 12 de febrero de 1817, esta unidad fue convocada para combatir contra
las tropas del Ejército de los Andes en Chacabuco, siendo derrotados; su bandera de combate cayó
en manos rioplatenses, conservándose hasta la fecha en el Regimiento de Infantería de Montaña
número 22 del Ejército de la República Argentina.
de Rancagua. Para entonces, su número se encontraba reducido a 241 hombres. Durante la restau-
ración de la monarquía el Batallón de Infantería Ligera Veterano de Chiloé fue reorganizado según
la nueva ordenanza del ejército español, en una compañía de granaderos, una de cazadores y seis
de fusileros, participando en Chacabuco con 200 efectivos que fueron diezmados; sus remanentes
huyeron hacia el sur del Reino.
Carabineros de Abascal
Húsares de la Concordia
Proyectado en 1811 y organizado por el brigadier Antonio Pareja para la primera expedición
(1813), bajo el primer nombre de Batallón de la Concordia,40 con los remanentes de tropas realis-
tas que quedaban en Concepción para la defensa de la plaza; participaron en las campañas de la
Patria Vieja, hasta la Batalla de Rancagua, en que se destacaron por su bravura. Posteriormente,
a causa de graves pérdidas, sobre todo en Rancagua, son reorganizados y mantuvieron guarnición
en Concepción hasta que fueron llamados a la zona central. Una compañía de esta unidad alcanzó
a los remanentes de las fuerzas realistas de Chacabuco en Colina,41 quienes se retiraban siendo
perseguidos luego de la Batalla de Chacabuco. Los húsares pudieron desprenderse de la persecu-
ción y luego de llegar a Santiago se retiraron a su guarnición en el sur. Estaban en su mayoría
mal entrenados y poseían poco armamento.42
Además de las fuerzas peninsulares y chilenas, los defensores del rey contaban con el favor
de varias comunidades indígenas,43 que si bien aún mantenían un estado de guerra permanente,
al tener reconocida una frontera, a interlocutores válidos (embajadas) y parlamentos, mantenían
una suerte de acuerdo de asistencia mutua. Esta es una de las razones de por qué San Martín
les solicito paso libre por los pasos cordilleranos sureños a los loncos pehuenches: buscaba que
estos les informaran a sus aliados de la reunión y la solicitud efectuada, para con ello materia-
lizar una operación de desinformación que lograra la cobertura de estos pasos por parte de las
tropas del Reino, como realmente ocurrió. Aun contando con ese apoyo araucano, no existieron
tropas auxiliares (o yanaconas) en Chacabuco o sus alrededores que pudieran acudir en apoyo del
dispositivo realista.
El desempeño de las fuerzas realistas en las campañas de 1813-1814 había sido solvente: ha-
bían combatido con pasión y ensañamiento, pero con poco arte militar a causa del gran número
de reclutas sin instrucción que llenaban los vacíos de las bajas veteranas. Por ello, la actuación
que deberían exhibir en la prevista invasión de los independentistas por los pasos cordilleranos,
se estimaba que sería satisfactoria, agregándose la ventaja de asumir el rol de defensor en un
territorio conocido. Sin embargo, les faltó iniciativa, búsqueda de oportunidad y les sobró la con-
fianza en lo que se poseía, referente a la calidad y cantidad de tropa. Además de ello, el mando
político solo se preocupó del desprestigio que le acarrearía una decisión como el abandonar la
capital sin combatir, primando el interés personal sobre una adecuada planificación militar o sobre
las recomendaciones de los asesores militares.
Armas y equipos
Los soldados de Infantería portaban poncho, un sable corto similar al modelo francés Briquet,
fusil, bayoneta en su porta bayoneta, cartuchera (bandolera) con los tiros preparados en cartuchos
de papel, piedras pedernal de repuesto y cepillo para limpieza de armamento. Los de Caballería
tenían su correspondiente caballo, silla de montar, poncho y espada (o sable). Además de lo an-
terior, los lanceros portaban su lanza de coligue y pistola. Los cazadores llevaban el equipo de la
Caballería con sable, más un fusil con bayoneta, más corto y liviano que las tropas de Infantería,
especialmente diseñado para ellos.44
Las provisiones que cargaba cada soldado, como carne curada y trigo tostado, las portaba en
su mochila. Los realistas estaban bien apertrechados en cuanto a armamento y munición, tanto de
fusiles como de artillería y sables para caballería, los que habían sido surtidos desde el Perú, pero
conforme a testimonios serían de menor calidad que las armas llevadas por el ejército rebelde.45
Pese a lo anterior hay que hacer notar que los realistas no tuvieron, en términos absolutos, lo
que realmente se podría llamar “armamento uniforme”, puesto que parte de él era de producción
nacional (en España), compras del extranjero, decomisos a civiles, botín de guerra, etc., usán-
dose todo lo que tenían disponible, por la gran cantidad de unidades dispersas en el continente
americano. Estos fusiles, mayoritariamente de calibre 18 mm, eran de ánima lisa en su mayor
parte, siendo solo algunos pocos (en proporción) estriados, de chispa por pedernal, cápsula de
papel y muelle exterior.
Por la ordenanza española, los oficiales solo usaban sable, por el impedimento de dirigir a su
tropa y usar un fusil al mismo tiempo. Empero, fue corriente que portaran pistolas de llave mixta
y doble nuez, de un solo tiro, transportadas en la cintura o en su silla al estar montados, como
defensa inmediata.
La artillería portaba los mismos elementos que la infantería, pero como defensa inmediata
usaba machetes modelo 1802 o sable corto.
Un estudio del material artillero realista existente en el país y usado en la batalla es bastante
difícil, debido a la existencia de piezas de 24, 16, 12, 8 y 4 libras en la brigada de Artillería de
la Capitanía General.
Hay que señalar que, si bien no se fabricaron piezas de artillería y fusiles en América, sí se
reparaban (principalmente por desguace) y mejoraban sus características (rayado), no como al-
gunas de las armas blancas de los ejércitos hispanos, que sí se elaboraron en el continente, como
las lanzas, además de la pólvora.49
46 "Parte de batalla de José de San Martín a Pueyrredón", Archivo de Don Bernardo O’Higgins, tomo VII, Imprenta Universitaria, Santiago,
1950, pp. 134-135.
47 LUQUI LAGLEYZE, op.cit., p. 102.
48 BARROS ARANA, op.cit., tomo X, p. 567.
49 LUQUI LAGLEYZE, op.cit., p. 102.
Uniformes e insignias
El equipo y uniforme del soldado realista era muy similar en las diferentes unidades militares
desde finales del siglo XVIII, cuando la Corona española intentó unificar los uniformes de los
ejércitos coloniales de América, pero siempre se mantuvieron algunas variantes locales. Así, el
ejército virreinal a principios del siglo XIX tenía un vestuario generalizado, siendo el estilo con
uniforme de color azul el mayoritario. La diferenciación de unidades venía dada por el distinto
color de cuellos, mangas, chalecos, botones, bordados, etc. Pese a esta relativa homogeneidad,
debido a la falta de tela adecuada o a personalismos-regionalismos, para 1817 aún subsistían
uniformes de diferente color.
Carabineros de Abascal:
Los Carabineros usaban morrión con pluma roja. Dormán y pantalón celeste
con divisa roja. Vivos, trenzados y botones blancos. Botas húngaras de
húsar. La tropa llevaba chaquetas azules con vivos y divisas celestes. Los
pantalones eran de brin blanco con refuerzo de cordobán.
Húsares de la Concordia:
El uniforme de estos húsares (Los Colorados) era un morrión con pluma
roja, chaqueta y pantalón rojo, el pantalón con vivo blanco. Cuello, cha-
rreteras y bocamangas verdes. Botones blancos y botas húngaras de húsar.
(Si bien, como se dijo, esta unidad no participó de la batalla, se le
considera fuerza no en contacto, por lo que se describe su atuendo).
(Fuente: libros Crónica Militar de la Patria Vieja de Marco Octavio Benavente Ormeño y Los Realistas de Juan M. Luqui Lagleyze).
Se tiene conocimiento exacto de estas enseñas gracias a que se capturaron muchas de ellas en
las batallas y combates de la Independencia, las que se pueden apreciar en el Museo Histórico de
Buenos Aires (Batallón Chiloé, Batallón de Talavera, Batallón Valdivia)50 y estandartes posteriores
a 1817, en el Museo Histórico Nacional de Chile.
Como un segundo batallón carecería de bandera y precisaba de una, tanto para levantar el espíritu
de cuerpo de la unidad como para señalar el rumbo a seguir por las tropas, las unidades americanas
adoptaron una bandera con el “Aspa de Borgoña” bordada con un escudo real en un lado y en el
otro solo el aspa, para que en el caso de existir este segundo batallón, ambas unidades poseyeran el
simbolismo que encerraba este estandarte de la defensa del rey y pudieran además coordinar sus mo-
vimientos. Era importante conocer las enseñas debido a que el primer batallón era casi siempre unidad
de elite y la más veterana, así el mando sabría cómo enfrentarse al adversario que tenía enfrente.
Las banderas portarían también cintas de colores, significando el rojo y negro “sin tregua” y
el rojo y blanco “unión” de españoles y criollos.
También se puede señalar que las victorias realistas eran celebradas con distintivos o parches
para las tropas que actuaron en ellas, los que podían coser a su uniforme a modo de premio o
medalla, existiendo también las medallas propiamente tales, las que tenían sus categorías. Esto
último era importante de reconocer para saber el grado de entrenamiento o veteranía de las
unidades a enfrentar.
Para analizar y comprender el sistema de claves ocupadas por los realistas, debemos centrar-
nos en el para qué era necesario. Las grandes unidades utilizadas en las batallas comprendían un
conjunto de otras pequeñas. Es así como un batallón podía estar compuesto por 4 o 6 compañías
y una brigada por 4 o más batallones de Infantería y Caballería, apoyadas por Artillería. El cómo
coordinar un ataque de una gran unidad compuesta por más de 6 batallones era problemático,
en el sentido de que el comandante pudiera lograr que los movimientos fuesen sincronizados y
ordenados en sectores determinados. La solución actual para esto es transmitir órdenes por medio
de sistemas de radio que materializan los enlaces y logran el movimiento que el comandante ha
idealizado en su planificación.
En Chacabuco, el plan ideado por el brigadier Maroto, si bien fue principalmente materializado
por una posición defensiva que no debía realizar demasiados movimientos, igualmente debía coor-
dinar los repliegues, contraataques, etc., por lo que se precisaba de un sistema que lo consiguiera.
Los realistas de 1817 ya poseían este sistema que era de larga data, que había sido usado por los
antiguos tercios españoles del 1700, los que articulaban sus movimientos basados en un tambor
y pífanos que guiaban la marcha, un corneta (adoptado desde Napoleón) que ordenaba las forma-
ciones, sus cambios de orden, y los cambios de actitud a adoptar (defensa o ataque) por parte o
la totalidad del dispositivo. Además, como se ha indicado, la bandera de la unidad señalaba hacia
donde se debía continuar el ataque, siendo además de una enseña, un derrotero del movimiento.51
Los mencionados toques de las unidades para su movimiento están reglamentados en las Or-
denanzas de SM, para el Régimen, Disciplina, Subordinación y Servicio de sus Ejércitos, Vol. II” del
año 1768, en su tratado cuarto, titulo primero.52
51 Como no es posible describir el sonido de un toque de tambor y pífanos de un regimiento, entregamos el siguiente Link donde se
reproduce en forma fiel el toque de (a la) “Carga” de una unidad de infantería realista, mencionamos también que en la página de
internet de la cual ha sido transcrita existen otros toques relacionados: http://cancionesdemili.webcindario.com
52 OSM, Tomo II, pp. 144-148.
UNIDADES DE
CAPACIDADES FORTALEZAS DEBILIDADES
COMBATE
El adversario cuenta con aproxi-
El adversario posee pocas piezas
Alcance máximo de 1.100 metros, madamente 5 cañones de 4 libras.
Artillería y personal poco entrenado. Piezas
alcance efectivo 540 metros. La posición defensiva cubre todo
susceptibles de rodear y eliminar.
el campo de batalla.
Como síntesis del cuadro antes realizado, se puede señalar que existían debilidades sustanciales
en el dispositivo realista a enfrentar en los campos de Chacabuco. Estas, sin duda alguna, eran
conocidas por San Martín y O’Higgins, quienes bajo una correcta planificación de guerra, previsión
y ejecución de sus planes, pudieron aproximarse en forma descentralizada y segura a la Capitanía
General de Chile, para luchar por su libertad.
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Si se hace un breve recuento del estado de los movimientos revolucionarios sudamericanos hacia
1815, es perceptible que estos prácticamente estaban derrotados. La causa del rey (contrariamente
a lo que se suele pensar como efecto de los planteamientos dicotómicos de los historiadores del
1 Profesor asociado, Departamento de Ciencias Históricas, Universidad de Chile; Profesor del Programa de Magíster en Historia Militar y
Pensamiento Estratégico, Academia de Guerra; Licenciado en Historia (Universidad de Chile); Doctor en Historia (Pontificia Universidad
Católica de Chile). Entre sus obra se cuentan: La Contrarrevolución de la Independencia en Chile; 1817. De Mendoza a Chacabuco; El
Primer Congreso Nacional de Chile (1811) y sus Documentos Fundamentales. Es autor, además, de más de 30 artículos publicados en
revistas especializadas en Chile, Argentina, España y Colombia.
siglo XIX que indicaban que la mayor parte de la población del subcontinente era partidaria de
la independencia), era popular, tenía sus defensores y a esa fecha aparecía triunfante en todas
partes, a excepción de las Provincias Unidas del Río de la Plata, cuyo movimiento revolucionario
terminó siendo el más persistente y el único que tuvo un desarrollo ininterrumpido. Todos los
demás, desde México hacia el sur, fueron en algún momento controlados y militarmente derrotados.
Incluso más, puede decirse que en la América española las Provincias Unidas del Río de la Plata
fueron la primera entidad nacional que pudo declarar su independencia y mantenerla también
ininterrumpidamente.
Su gran contendor político y militar era Lima, la capital del virreinato. El conflicto se venía
desarrollando desde 1810 cuando las provincias del Alto Perú (es decir, parte del territorio que
hoy conforma la república de Bolivia y del noroeste argentino), que pertenecían al virreinato
platense, se negaron a reconocer la Junta de mayo y solicitaron ayuda al virrey Fernando de
Abascal, quien prontamente las socorrió pensando no solo en la defensa de los intereses del rey,
sino que también en la riqueza minera del suelo altiplánico. Quien lo controlara tendría acceso a
los recursos necesarios para sufragar los gastos que generaba la guerra.
Tres campañas desarrolladas entre 1810 y 1815, con avances y repliegues de cada uno de los
contendores, terminaron en una situación de equilibrio. Ni los revolucionarios pudieron avanzar
hacia Lima, ni los realistas hacia Buenos Aires. Para más, la resolución negativa de la guerra en
Chile en octubre de 1814 complicó más la situación de los rioplatenses: un extenso flanco quedaba
abierto y solo protegido por la cordillera de los Andes, que, aunque transitable solo en una parte
del año, presenta innumerables pasos por donde proyectar una fuerza militar invasora.
Ese fue el momento en que empezó a cobrar importancia la presencia del general José de San
Martín en Mendoza. Su experiencia en el Ejército del Norte, el que combatía en el Alto Perú, lo
había convencido de que por esa vía no se haría camino. Para llegar a Lima había que pasar a
Chile y luego seguir por mar hacia el Perú.
Como idea operativa ello no era algo novedoso y varias personas ya lo habían planteado.
Incluso en 1806 el virrey Abascal lo había propuesto, pero en sentido inverso, es decir, con un
desplazamiento marítimo desde Callao a Valparaíso y finalmente, cruzando la cordillera, hacia
Buenos Aires, ciudad que estaba en poder de los ingleses en esos momentos.
En este sentido, puede decirse que en la gestación intelectual del cruce de los Andes intervi-
nieron varios elementos: la derrota revolucionaria y el exilio chileno de 1814 hacia Mendoza; el
peligro de invasión que se cernía sobre las Provincias Unidas desde el oeste, la condición de San
Martín como gobernador intendente de la provincia y su idea estratégica de atacar directamente
al enemigo en su propio terreno. Todos estos elementos, indistintamente de su importancia o
104 MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE
OBSERVACIONES EN TORNO AL CRUCE DE LOS ANDES Y LA BATALLA DE CHACABUCO
gravedad, confluían en un factor que resultó ser determinante: el carácter de San Martín como
militar profesional, que imprimía características específicas a su quehacer.
Los detalles que debían atenderse eran muchos: las armas, las municiones, su traslado, los
uniformes y prendas de abrigo. Había que decidir qué monturas se usarían, qué tipo de estribos,
cómo se trasladarían los alimentos, cuáles serían estos, cómo se abastecería a las tropas y a los
animales de agua, cómo se trasladarían los bagajes, cómo se atenderían las emergencias médicas,
dónde se reuniría la gran cantidad de mulas y caballos que se requerirían. Había que contar con
miles y miles de elementos como herraduras, balas, piedras de chispa, portamuniciones. Hasta un
puente de maroma hubo que fabricar y transportar.
Todo ello y muchas cosas más fueron consideradas, y en toda esta gestión preparatoria exis-
tía la enseñanza de un accionar profesional, planificado y sistemático, absolutamente ajeno a
la improvisación que se puede advertir en otras acciones militares en la misma época, como por
ejemplo en las descoordinaciones evidentes que se aprecian en la conducción de las fuerzas en los
momentos previos al sitio de Rancagua en 1814 y, en el otro bando, en la seria acusación que el
general Osorio hizo a Primo de Rivera respecto de su conducta militar en los momentos iniciales
de la Batalla de Maipú en 1818.
2 COMISIÓN NACIONAL DEL CENTENARIO (1910). Documentos del Archivo de San Martín, tomo II, pp. 525-526.
Todo el esfuerzo desplegado dio frutos y el triunfo en Chacabuco tuvo una enorme influencia
en el curso de la guerra. El Perú realista, que desde 1810 estaba a la ofensiva, ahora, bajo la
dirección de Joaquín de la Pezuela, debió empezar a pensar en la defensa. Antes de febrero de
1817 era posible que Lima invadiera a Buenos Aires por Mendoza, ahora era al revés y por mar.
Obviamente los realistas no eran actores pasivos. Intentaron nuevamente controlar el, para ellos,
Reino de Chile o “pacificarlo”, para usar la expresión que empleaban. Mariano Osorio, el vencedor
de Rancagua, volvió y estuvo a punto de lograr el éxito. Venció en Cancha Rayada y lentamente
partió hacia el norte hasta ser detenido en Maipú. Esta expedición fue la última ofensiva realista.
El mar, ruta de la invasión, fue controlada y Lima terminó siendo independiente en 1821.
Así el Cruce de los Andes también tiene un valor en mostrar una forma del quehacer militar,
una forma de desarrollar una acción.
Si bien el valor y el arrojo de soldados y oficiales seguían siendo necesarios, al igual que
una serie de virtudes como el cumplimiento del deber, el honor y el patriotismo, ahora se debía
pasar a una nueva etapa, caracterizada por una modernización y profesionalización. Atrás debían
quedar los días en que un general rechazaba reclutas por su estatura y color de piel, o en que los
oficiales jóvenes e inexpertos desobedecían órdenes. Aunque los ejemplos puedan sobrar, no es
posible olvidar situaciones como el improvisado ataque de Juan de Dios Puga, con alrededor de
600 hombres, en contra del grueso del ejército realista acampado en Yerbas Buenas el 27 de abril
de 1813 o la improvisación con que se sostuvo el sitio de Chillán durante más de un mes, en un
invierno lluvioso y careciendo los sitiadores de elementos con que guarecerse de las precipitaciones
y sus casi desesperados ataques, así como también la ardua resistencia de los sitiados.
La desobediencia también había existido y ahí está como ejemplo el ataque de la fuerza al
mando de Manuel Blanco Encalada a la del realista Ildefonso Elorriaga en Cancha Rayada (marzo
de 1814) y, en el bando contrario, la suscripción por parte del general Gabino Gaínza del Tratado
de Lircay, con lo que contrariaba expresamente las órdenes del virrey Abascal.
Ahora, recogiéndose esas experiencias, debía producirse un cambio. Para ello se estableció la
Academia Militar el 16 de marzo de 1817. En ella se debían preparar metódicamente los “oficiales
ya formados e instruidos para llenar las vacantes de los regimientos”. Un “depósito”, tal como dice
106 MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE
OBSERVACIONES EN TORNO AL CRUCE DE LOS ANDES Y LA BATALLA DE CHACABUCO
el decreto fundacional. El propósito era contar con oficiales preparados, no con oficiales que irían
aprendiendo en la campaña, tal como había ocurrido con O’Higgins.
No solamente se educaría a los oficiales, también a los “sargentos y cabos con los conocimientos
tácticos necesarios para las maniobras de batallón y escuadrón, e igualmente instruidos en todo el
mecanismo del servicio para que puedan desempeñar debidamente los cargos y empleos a que sean
destinados en lo sucesivo”. Esto resultaba vital pues ellos eran los que tenían un contacto más
permanente y fluido con la tropa.
Si examinamos el decreto fundacional encontramos varias expresiones que podrían ser de-
finidas como “claves” pues representan el espíritu que guiaba el establecimiento del instituto:
“Academia teórica y práctica”, “desempeñar debidamente los cargos y empleos”, “honradez y buena
conducta”, “adquirir los conocimientos de la nueva táctica”, “formar buenos oficiales”, “plan de
estudios doctrinales”, “vivirán con la decencia y decoro debido a sus clases”, “dura disciplina”, “la
vida será frugal como es propio y conviene a un Estado republicano”, “decoro”, “principios de buena
educación”. A estas se suma una mucho más conocida: “no se exigen más pruebas de nobleza que
las verdaderas, que forman el mérito, la virtud y el patriotismo”.3
El acta de independencia dice: “La fuerza ha sido la razón suprema que por más de trescientos
años ha mantenido al Nuevo Mundo en la necesidad de venerar como un dogma la usurpación de
sus derechos y de buscar en ella misma el origen de sus más grandes deberes. Era preciso que algún
día llegase el término de esta violenta sumisión”. El dominio realista había terminado el 12 de
febrero de 1817 en gran parte del país, y desapareciendo el ejército del rey y gran parte de los
3 Decreto de Fundación de la Academia Militar, 16 de marzo de 1817 en GUERRERO, Cristián (2008). Repertorio de Fuentes Documentales
Para el Estudio de la Independencia de Chile, pp. 320-321.
funcionarios de la corona, la situación política experimentó un giro que implicó el inicio de una
época de definiciones claramente republicanas, las mismas que antes se vislumbraban muy lejanas,
imprecisas y temerosas. Durante la Patria Vieja habían primado las dudas e incluso no había sido
del todo claro entre los revolucionarios qué era lo que se pretendía lograr.
Transcríbase este decreto al señor Gobernador del obispado para que lo circule, a los curas de
esta diócesis, encargándoles su observancia y circúlese a las referidas corporaciones y jueces
del Estado, teniendo todos entendido que su infracción dará una idea de poca adhesión al
sistema de la América y será un suficiente mérito para formar un juicio indagatorio sobre la
conducta política del desobediente, para aplicarle las penas a que se hiciere cargo. Imprímase.-
O’Higgins.- Irisarri”.4
4 Decreto que ordena reemplazar el nombre de español por el de chileno, 3 de junio de 1818 en GUERRERO, Cristián (2008). Repertorio
de Fuentes Documentales Para el Estudio de la Independencia de Chile, p. 132.
Es de notar que en la parte final se dispongan duras sanciones a los eventuales contraventores
de esta norma, pero si tenemos en cuenta que todo esto formaba parte de un cambio revolucio-
nario, resulta entendible el esfuerzo de la autoridad por hacer realidad sus aspiraciones políticas.
También, dentro de este marco, se terminó con los títulos nobiliarios, que ahora resultarían
anacrónicos pues se pretendía que la sociedad se modernizara en base a la igualdad natural de
las personas y se crearon nuevas distinciones para los servidores destacados del Estado, como la
Legión al Mérito, que implicaban resaltar las virtudes que ahora se consideraban como indispen-
sables, como, por ejemplo, el patriotismo, la civilidad y el respeto al orden legal. En otras áreas
se introdujeron modificaciones que implicaron una importante modernización. En la medida en
que las circunstancias económicas lo fueron permitiendo se restablecieron el Instituto y la Bi-
blioteca Nacional, se introdujo el sistema lancasteriano de enseñanza mutua, y se crearon otros
establecimientos educacionales en provincia.
Chile empezaba a cambiar y pronto vendrían las necesarias cartas constitucionales. Aunque
actualmente se les pueda cuestionar por la forma en que se originaron, o por las implicancias
políticas de sus articulados, resulta indiscutible que en esta materia en 1818 y 1822 se dio un
gran paso adelante al promulgarse textos que fueron especificando deberes y derechos, y dando
una estructura coherente a los poderes del Estado.
La porfiada resistencia en la batalla de 1814, que rechazó la rendición como vía de término;
la audacia, el arrojo y el valor demostrado en las cargas de 1817; y el compromiso con la patria,
a la que se acudía a defender a todo trance y en toda circunstancia en 1818, se transforman en
elementos que contribuyeron sobremanera a la creación de una identidad nacional.
En todo esto, la figura de Bernardo O’Higgins, presente en las tres acciones, también adquirió
especial relevancia. El Libertador, como se le definió extraoficial y luego oficialmente, pasó a ser
el padre, o uno de los padres de la patria. La figura paterna que educa y que protege, el padre
que alimenta y se desvela por el futuro de sus hijos. Como lo escribió Neruda: “O’Higgins, tú nos
enseñaste que pan sin libertad es pan, pero pan amargo”.
MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE 109
CRISTIÁN E. GUERRERO LIRA
En la visión moderna, O’Higgins es una figura heroica que adquirió mayor relieve en Chacabuco.
Si bien ya se había distinguido en Rancagua, tiene una consagración mayor en esta batalla en la
que –si se quiere, adelantándose impetuosamente o, en su defecto, estimándose que respondía
adecuadamente a las circunstancias no planificadas del combate por no controlarse la reacción
del enemigo– arremete recordando lo ocurrido tres años antes. Curiosamente no existe una ima-
gen física y ampliamente difundida de su accionar en el campo de batalla de 1817. Sí la hay en
Rancagua, la que fue fijada en su monumento capitalino en 1872, y también existe la imagen del
“ilustre inválido” que llegó al campo de batalla, como lo llamó San Martín, y que fue inmortalizada
por fray Pedro Subercaseaux en 1908.
En una carta que en 1830 remitió a Juan Egaña, O’Higgins dijo: “Yo he sido acusado de
temerario por haberme arrojado a atacar con 700 bayonetas más de tres tantos este número en
los altos de Chacabuco; pero los que hacen esa acusación son incapaces de juzgar mis motivos y
sentimientos en aquella ocasión. Ellos ignoraban el juramento que hice durante las 36 horas de
combate en Rancagua; ellos no sabían los clamores y ruegos que diariamente ofrecía a los cielos
desde aquel día aciago, hasta el 12 de febrero de 1817; y ellos no eran sensibles de los abrasadores
sentimientos en que me consumía al oír los innumerables actos de injusticia y de crueldades,
perpetrados por mis oponentes contra mis más caros amigos y los más queridos de mi patria. Si
mis acusadores hubiesen conocido estas cosas y experimentado sus tormentos, entonces, y no de
otro modo, habrían comprendido mis sentimientos al ponerme a la cabeza de mi brava infantería
y usando de las voces de los días del Roble y de Rancagua, cuando exclamé: ¡Soldados, vivir con
honor o morir con gloria! ¡El valiente siga mi marcha! ¡Columnas a la carga!”.5
Pero no solamente es en torno a los héroes que se construyó parte de esa identidad nacional
que constantemente se reformula hasta el día de hoy, sino que también en torno a la historia
nacional y, especialmente, la de los años de la independencia.
5 Bernardo O’Higgins a Juan Egaña, Lima 20 de julio de 1830. En GUERRERO, Cristián y MIÑO, Nancy (editores). Cartas de Bernardo
O’Higgins, tomo I, p. 293.
Durante la primera mitad del siglo XIX, los políticos y los intelectuales chilenos se encontraban
inmersos en ese proceso de creación que se desarrollaba en forma paralela a otro que algunos
denominan la “construcción del Estado”.
Es ya una suerte de axioma decir que en Chile “el Estado ha construido la nación”, pero este
aserto puede cuestionarse en su precisión pues, de acuerdo al sentido que en esa época tenían
esos términos, la nación no era un cuerpo político, sino que solo un conglomerado humano que
compartía un territorio. Así, por lo menos, lo daban a entender los diccionarios de la Real Aca-
demia desde 1734 hasta 1869.
Entonces, lo que el Estado, los políticos y los intelectuales estaban haciendo era llenar de
contenido el concepto de nación. Es decir, especificar cuáles eran los elementos que definían
qué era “lo chileno”, cómo era un chileno culturalmente hablando y cuáles eran los elementos
comunes a la “colección de habitadores” –para usar la expresión del diccionario—, que vivían en
este territorio denominado Chile. ¿Cuáles eran sus tradiciones? ¿Cuál era su pasado?
Proliferaron, entonces, los estudios sobre esa época. Un buen ejemplo de la forma en que
el Estado contribuía a fijar una identidad usando para ello los estudios históricos fue la ley de
fundación de la Universidad de Chile en 1842. En ella se estableció que, anualmente, uno de los
profesores de la corporación debía pronunciar “un discurso sobre alguno de los hechos más señalados
de la historia de Chile”, los que posteriormente se publicaban. Este fue el origen de los primeros
escritos sobre la independencia, contándose entre ellos la Memoria Sobre las Primeras Campañas de
la Independencia, de Diego José Benavente; la relativa a la Primera Escuadra Nacional, de Antonio
García Reyes; la de Manuel Antonio Tocornal intitulada Memoria Sobre el Primer Gobierno Nacional;
la que escribió Ramón Briseño sobre el derecho público; la de autoría conjunta entre Miguel Luis
y Gregorio Víctor Amunátegui, La Reconquista Española, de 1851; y por último, La Dictadura de
O’Higgins, que el mismo Miguel Luis Amunátegui presentó en 1853.
La independencia era un tema que generaba unidad nacional y en sus relatos se destacaban
personajes que, por acciones que escapaban de lo cotidiano, adquirieron en justicia el rango de
héroes o próceres, constituyéndose algunos en Padres de la Patria, como hemos visto.
En ese esfuerzo, la historia militar encontró un campo prolífico para su desarrollo. El recuerdo
de los combates, de las grandes batallas y de las acciones heroicas estaba aún vivo; no había
MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE 111
CRISTIÁN E. GUERRERO LIRA
transcurrido mucho tiempo desde que habían sido una realidad. Se describieron los movimientos,
los ataques por flancos, las maniobras de la caballería, el valor de los infantes que atacaban con
bayoneta, al igual que el certero disparo del artillero y la agudeza de los comandantes.
Sin embargo, en ese ejercicio historiográfico faltaron algunas cosas. Faltó, en primer lugar, la
objetividad científica que, en la medida de lo posible, debe detentar el historiador.
También faltó el enemigo, el contrario, quien solo era visto como un ente negativo, y muchas
veces malvado, que obstaculizaba el camino a la libertad.
Y faltó la autocrítica: no todas las decisiones de los comandantes fueron acertadas; los sol-
dados no estuvieron siempre bien preparados y su equipamiento casi siempre fue deficiente; la
improvisación también estuvo presente. Incluso, muchas veces, ni siquiera se hizo referencia a
la otra cara del combate. Aquella faceta más humana, no la de los gritos de arenga en la lucha,
sino que la de los gritos de dolor, es decir, la cara menos amable y más impactante de la guerra.
Como fuere, el objetivo que se perseguía se logró; y pocos años después, en 1879, Vicuña
Mackenna llamaba a las armas bajo la sombra del recientemente inaugurado monumento al
general O’Higgins, ubicado en las cercanías de los de Carrera y San Martín. A todos ellos, el
elocuente e inspirado orador, los definió como “mudos emblemas de nuestras viejas glorias que
embellecen y coronan esta ancha avenida triunfal”, agregando que ellos dejarían “su helada y
silenciosa vestidura, y alzando su voz y su brazo de bronce del fondo de los mármoles y los siglos,
bendecirán a la América, puestos de rodillas, declarando a las edades que sus nietos de Chile fueron
dignos de sus abuelos”.
Aun cuando el análisis y la descripción del Cruce de los Andes y de la Batalla de Chacabuco eran
parte de todo este proceso, y por lo tanto concitaron el interés de los historiadores nacionales,
existía una dificultad que debemos situar en los cánones historiográficos de la época en que se
buscaba, más que nada, describir los hechos: ¿a quién correspondía la “autoría” del hecho histórico?
Si bien la batalla se había librado en Chile, no se podía desconocer que las Provincias Unidas
del Río de la Plata habían jugado un rol determinante en la preparación, conformación, discipli-
namiento y equipamiento de ese ejército, que era rioplatense. También debe considerarse que en
esa época también se discurría sobre la existencia de una “patria americana” y aun no estaban
claramente diferenciados “chilenos” y “argentinos”, y que, culturalmente hablando y salvo pequeñas
diferencias, ambos eran prácticamente lo mismo.
Así, en Chile terminó por considerarse a San Martín como un héroe propio, tal como se habían
considerado triunfos rioplatenses en 1812 como “triunfos de la patria”. Obviamente esto no fue un
sentimiento generalizado, pero existía esa hermandad que claramente se manifestó, por ejemplo,
112 MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE
OBSERVACIONES EN TORNO AL CRUCE DE LOS ANDES Y LA BATALLA DE CHACABUCO
en 1818 ante los efectos del que parecía un indetenible avance de los realistas que casi termina
izando la bandera del rey nuevamente en Santiago. Dos ejércitos, el de los Andes y el de Chile
combatieron codo a codo.
Como hemos visto, el Cruce de los Andes y la consecuente Batalla de Chacabuco no solo
implicaron el término de la restauración de la monarquía en Chile y el logro, ya definitivo, de la
independencia nacional. De ambos hechos históricos se desprendieron realidades que hasta el día de
hoy se mantienen vigentes, pues forman parte de la misma construcción de la identidad nacional.
BIBLIOGRAFÍA
COMISIÓN NACIONAL DEL CENTENARIO (1910). Documentos del Archivo de San Martín. Imprenta
de Coni Hermanos, Buenos Aires.
GUERRERO, Cristián y MIÑO, Nancy (editores) (2011). Cartas de Bernardo O’Higgins. Editorial
Historia Chilena, Santiago.
D E L
LA FUNDACIÓN DE LA ACADEMIA
MILITAR: ALGUNOS ASPECTOS POLÍTICOS,
ADMINISTRATIVOS Y MILITARES
Licenciada Ana María Tapia Villagra1
“Una Academia Militar en que sus alumnos aprendan el difícil
arte de la guerra, y se formen las columnas inexpugnables
de la independencia…”
(Bernardo O`Higgins)
Abstract: In 1817, Bernardo O’Higgins founded the Military Academy, with the
purpose of having a disciplined and educated group to organize the militias
existing at the time. The Academy had a French stamp, both in its structure
and in its doctrine. The foundation was not only an act of protocol on the
part of the Supreme Director, but regulated other details such as the internal
regime, the subjects imparted and even the uniform. It is noteworthy the fact
that O’Higgins gave a national sense and of probity to this academy, to which
even those of few resources, but of great virtues and patriotism could access.
Key Words: O´Higgins, Military Academy, establishment, patriotism, military
history.
1 Licenciada en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Magíster en Historia Militar y Pensamiento Estratégico, por la
ACAGUE. Magíster en Educación, mención Docencia de Nivel Superior, por la UANDES. Profesora y asesora docente de la Escuela Militar
y asesora docente de la Academia de Guerra. ana.tapia@acague.cl
permitió el dominio de la zona central por parte de los patriotas, asumió como Director Supremo
de Chile y se abocó a la campaña de 1817-1818, que determinaría la independencia en los campos
de Maipú. Sin embargo, esta campaña estaría marcada también por la necesidad de iniciar un
gobierno y un aparataje estatal, indispensable para la victoria armada.
En este sentido, la fundación de una academia militar en Chile obedece a una necesidad política
y militar, basada en la doctrina francesa, en la que la libertad de los pueblos significó un motor
ideológico fundamental en el movimiento independentista, pero que, además, aportó toda una
construcción teórica y práctica en la creación de los ejércitos nacionales, bases esenciales del Estado.
Con fecha 16 de marzo de 1817, el Director Supremo creó, mediante decreto supremo, una
academia militar para Chile, de cuyo primer reglamento se desprende la necesidad de formar un
cuerpo de oficiales, cabos y sargentos que dirigieran efectivamente al pueblo en los campos de
batalla. De esta manera, Totoro Taulis sostiene que:
“El Director Supremo de la nación se vio enfrentado a la necesidad de transformar lo que había
sido una fuerza militar circunstancial, motivada por aspiraciones patrióticas de corte coyuntural,
en un aparato armado permanente e instruido. La ausencia de oficiales chilenos llevó a O`Higgins a
fundar, en 1817, la Academia Militar con una pequeña planta de oficiales en la que predominaron
las tendencias francesas tanto en uniformes y armas como en estructura, línea de mando y en la
orientación general basada en la idea del pueblo en armas liderado por una planta permanente de
oficiales profesionales”.2
De acuerdo con el acta de fundación de la academia, luego de Chacabuco se necesitó con ur-
gencia llenar las vacantes de los regimientos, tanto los que O’Higgins comenzó a crear, como los
ya existentes. Pero la escasez de personal capacitado no solo se evidenció en los regimientos, sino
también en los cuerpos de milicias cívicas, y en la posible necesidad de tener que crear cuerpos
enteros para hacer frente a la campaña que estaba por venir.3
Junto con la educación de los mandos, O`Higgins se preocupó de crear diversas unidades
militares que pudiesen actuar de forma combinada con el Ejército de los Andes, pero que a la vez
se diferenciara de este, formando un ejército nacional. De esta manera, encomendó al coronel
Juan de Dios Vial que organizara en Aconcagua un cuerpo de Infantería que llevaría el nombre
de “Batallón número I del Ejército de Chile”, y al teniente coronel Joaquín Prieto le dispuso
2 PUIGMAL, Patrick: “Influencia francesa durante las guerras de la independencia de Chile: de lo militar a lo político”. En CENTRO DE
ESTUDIOS MILITARES (2005). Segunda Jornada de Historia Militar siglos XIX-XX. Santiago de Chile, p. 21.
3 “Considerando de la importancia que es, i las ventajas que deben resultar a los ejércitos de la patria el tener un depósito de donde
puedan sacarse oficiales ya formados e instruidos para llenar las vacantes de los rejimientos, cubrir los cuerpos de milicias cívicas, i aún
tomar cuadros enteros para levantar prontamente un nuevo ejército en caso necesario”. Acta de Fundación de la Academia Militar, que
se encuentra publicada en placa en el hall de honor de la actual Escuela Militar.
O`Higgins decidió que la academia militar que educaría a los mandos chilenos se emplazaría en
Santiago, en el convento de San Agustín. Sin embargo, cuando los patriotas se presentaron para
hacer uso del lugar, se encontraron con las puertas y ventanas destruidas por los monjes antes
de retirarse (debido a su tendencia prorealista), quienes incluso habían escrito en las paredes
mensajes ofensivos contra el Director Supremo, ante lo cual el coronel Arcos, a quien se le enco-
mendó la misión de inspeccionar las dependencias, se mostró escandalizado. El gobierno inició
las reparaciones rápidamente, además de la construcción de mesas, armerillos y bancas para ser
usadas por los alumnos, quedando habilitado el recinto para unas 500 plazas.
“El objeto de este establecimiento se dirije por ahora a formar una academia teórica i practica de
a donde puedan sacarse a los seis meses oficiales, sarjentos i cabos con los conocimientos tácticos
4 El sargento mayor Arcos, miembro del Ejército de los Andes, y edecán de San Martín en Chacabuco, actúa además como profesor de
táctica militar. Sirve luego al Ejército del Sur dirigido por el General O´Higgins. Jorge Beauchef, oficial francés que participó en las
campañas de la Tercera Coalición en 1805. Ingresado al Ejército de Chile como teniente, rápidamente ascendió a capitán y luego a
sargento mayor. Además de participar en la formación de la Academia Militar, combatió en el ataque a Talcahuano, la toma de Corral
y Valdivia, y la Campaña de Liberación de Chiloé, entre otras. En DEPARTAMENTO DE HISTORIA MILITAR, Cuaderno de Historia Militar
Nº 5, diciembre de 2009. IGM, Santiago, pp. 107-108.
necesarios para las maniobras de batallón i escuadrón, e igualmente instruidos en todo el mecanismo
del servicio para que puedan desempeñar debidamente los cargos i empleos a que sean destinados
en lo sucesivo”.5
El modelo francés fue aplicado en la enseñanza de los integrantes de este Ejército nacional,
por lo que la estructura y formación militar chilena fue adquiriendo una connotación ya conocida
en Europa. De hecho, es interesante destacar que, en el acta de fundación original, la academia
recibe el nombre de “Academia Militar de Matemáticas”, dejando en evidencia el espíritu politécnico
que caracteriza a la doctrina francesa, en la que la ingeniería y la artillería son fundamentales en
la concepción táctica de la época. De esta manera, Francisco Encina, en su Resumen de la Historia
de Chile, sostiene que la inicial academia militar “no pretendía ambiciosamente formar técnicos
profesionales, sino oficiales y clases capaces de instruir a los soldados y conducirlos en el combate”.6
De esta manera, la Academia debía formar buenos oficiales de Infantería, Artillería y Caballería,
los que serían evaluados después de seis meses con los primeros exámenes, por lo que O’Higgins
pide al coronel Arcos que organice la educación de la Academia de acuerdo con estos lineamientos.8
5 Acta de Fundación de la Academia Militar. Publicada en placa en hall de honor de la actual Escuela Militar.
6 ENCINA, Francisco (1964). Resumen de la Historia de Chile. Editorial Zig-Zag. Santiago, Tomo I, p. 641.
7 Acta de Fundación de la Academia Militar.
8 “Por consiguiente, el director de la academia arreglará i combinará el plan de estudios i ejercicios doctrinales de modo que se consiga este
fin. Se seguirán las tácticas de infantería y caballería publicadas en Francia el año de 1792 con las modificaciones que han tenido hasta
la última edición de 1815; i en lo tocante a la ordenanza militar, se adoptarán los estractos que forme el director de la academia, i que
hayan sido primero aprobados por el Director Supremo del estado”. BARROS ARANA, Diego (1890). Historia Jeneral de Chile. Rafael Joven
Editores, imprenta Cervantes, Santiago. Tomo XI, p. 30.
Así, el establecimiento educacional fue dividido en tres secciones. La primera, llamada Sección de
Cadetes Alumnos, estaría compuesta por 100 cadetes “que sirven actualmente en el ejército y los jóvenes
distinguidos por su honradez y buena conducta, que obtengan por el conducto y propuesta del director de
la academia nuestro decreto de admisión (…) los que se dividirán en dos compañías, que se montarán
sobre un pie puramente militar”.9 La mitad de ellos debía pagar, en el semestre, cincuenta pesos, por
su alimentación y enseñanza. Los otros, elegidos por el gobierno entre “hijos de militares, de viudas,
de padres pobres, pero virtuosos, en fin, en individuos que de cualquier modo hayan prestado servicios a
la patria, y se hayan hecho acreedores a su gratitud”, recibirían diez pesos mensuales. Será a propósito
de esta sección que O`Higgins plasmará la frase que hasta el presente guía a la Escuela Militar: “No se
exigen más pruebas de nobleza que las verdaderas, que forman el mérito, la virtud y el patriotismo”.10
La tercera, designada Sección de Oficiales Agregados, estaría formada por “todos los oficiales
que hayan servido anteriormente a la patria, y quieran continuar sus servicios”.12 De esta manera,
se pretendía uniformar el servicio en todos los cuerpos del Ejército. Dependiendo de su conducta,
aplicación y adelantos, el gobierno decidiría en la clase que debían ser colocados.
Una vez fundada la Academia, se inició el frenético proceso de estructurarla en sus detalles
e instrucciones. El gobierno se preocupó de promover el ingreso de buenos aspirantes, según da
cuenta la Gaceta del gobierno del 19 de marzo de 1817, donde se recomienda la escuela para
los padres de familia, según nos informa Barros Arana.13 Una vez integrados, los cadetes de la
9 ARCHIVO NACIONAL (1951). Archivo de don Bernardo O`Higgins. Imprenta Universitaria, Santiago. Tomo IX, p. 211.
10 Ibídem, p. 213.
11 Ibídem, p. 212.
12 ESTADO MAYOR GENERAL DEL EJÉRCITO (1980). Historia del Ejército de Chile. Impresos Vicuña, Santiago de Chile. Volumen II, p. 192.
13 “Nosotros deberíamos avergonzarnos de que avanzada la revolución al año séptimo, nos veamos todavía precisados a mendigar las luces
estrañas para defendernos, o a mantenernos siempre a espensas solo del valor que más de una vez convierte en desgracia los mejores
cálculos de victoria, si cada uno de los que han de mandar la fuerza no está poseído de aquellos principios científicos que han menos
horrible la destrucción de la humanidad. El arte de triunfar en el menor tiempo posible, economiza la sangre de nuestros semejantes; i
este arte aprendido en una academia de educación reúne en el militar las virtudes sociales que dulcifican su carácter, le hacen amable
en el trato familiar (…) los oficiales que salgan de la escuela podrán decir algún día en medio de las más tiernas bendiciones: nuestros
maestros nos enseñaron derechos desconocidos a nuestros abuelos: nosotros los sostuvimos con la espada; i nuestra conducta militar i
política acreditó las ventajas de la revolución i de la independencia”. En BARROS ARANA, op. cit., p. 31.
Academia deberían vivir con la decencia y decoro debidos a sus clases, pero frugalmente y bajo
una dura disciplina impuesta por sus instructores. Entre los oficiales destinados a la Academia
destacaban, además de Arcos y Beauchef, el subteniente de Caballería Félix Deslandes y el comi-
sario particular José Antonio Prieto.14
Con un staff de oficiales de primer nivel se dio prioridad a la instrucción militar netamente
práctica, que se desarrolló por medio de campañas en los alrededores de Santiago, ejercitando a
los aspirantes en el mando, siguiendo, como ya hemos mencionado, las tácticas de Infantería y
Caballería francesas, siendo uno de los principales instructores y formadores de esta primera ge-
neración don Jorge Beauchef, “verdadera alma de la escuela”, como señalan algunos historiadores.
El mismo oficial señala, en sus memorias, que gracias al apoyo del gobierno, las armas, caballos
y equipo estuvieron listos en poco tiempo,15 demostrando los jóvenes gran ardor y entusiasmo:
“Inmediatamente nos pusimos a enseñar los elementos de las tres armas de Infantería, Caballería
y Artillería. El cargo era pesado, pero yo lo desempeñaba con gusto, tanto por corresponder al entu-
siasmo de los jóvenes como por ser útil con mi nueva patria. Luego se vio a esa arrogante juventud
bien uniformada, con el fusil al brazo y la mochila a la espalda y con mucho donaire, porque los
chilenos son muy bien dispuestos para el servicio de las armas, además que no se nos dejaba carecer
de nada… se pasaron seis meses en un trabajo continuo, desde las seis de la mañana hasta la tarde.
Yo enseñaba a mis discípulos la actividad, la exactitud en el cumplimiento de los deberes militares,
el cuidado y aseo tan necesarios en esta carrera y sobre todo a sobrellevar las fatigas. Los obligaba
a hacer largas marchas con armas y bagajes, de manera que aprendiesen a conducir los soldados y
en fin todo lo que correspondía a su nueva profesión”.16
Además de implementar una instrucción según el modelo francés, también se implantó un uni-
forme y régimen interno de la misma usanza, existiendo un uniforme de cuartel y otro de parada.
Respecto del régimen interno de la Academia en sus inicios, podemos señalar que la diana,
dependiendo de la época del año, se tocaba a las cinco o seis de la mañana, para luego realizar
aseo e iniciar el servicio con instrucción militar hasta las ocho cuarenta y cinco minutos, la que
realizaban los oficiales ayudantes, actividad que luego delegaban en los brigadieres. A las nueve
se pasaba a rancho y, entre las trece y las quince horas, se realizaban clases de ordenanza, táctica
14 José Antonio Prieto actuó como comisario particular de la Academia, aunque sin revestir el carácter de comisario de guerra. Entre sus
funciones se encontraban administrar y llevar la correspondiente cuenta bajo supervisión del director. En: (sin autor) (1902). Datos
sobre la Escuela Militar de Chile. Diciembre de 1902. Santiago, de Chile, Imprenta i encuadernación “El Globo”, p. 7.
15 En el tomo XXV del Archivo de don Bernardo O`Higgins, op. cit., pueden encontrarse las disposiciones emanadas del gobierno proveyendo
de todo lo necesario para las actividades de la academia, como así mismo se detallan algunas disposiciones de ingreso para alumnos
de la primera y la segunda sección.
16 IBARRA, Mauricio (2004). Elementos de cambio y permanencia en la formación del cadete militar. Memoria para optar al título de
profesor militar de Escuela en la asignatura de Topografía, p. 46.
Según lo expresado por Ibarra en su estudio, los aspirantes debían saber de memoria, en el
plazo de un mes, temas sobre leyes penales, obligaciones del soldado, cabo y centinela, y obli-
gaciones generales para oficiales. Diariamente, se impartían clases de esgrima de sable (ataque y
defensa), tiro de pistola y tiro de fusil (ambos de chispa). Además, se dispuso para la formación
de los aspirantes la traducción de una serie de manuales franceses, como “Cursos básicos de for-
tificaciones de campaña”, “Curso de matemáticas para el uso de las escuelas militares de Francia”
o el “Curso de instrucciones especiales de Artillería”.18 Los avances de los cadetes fue admirado
incluso por el jefe del Estado Mayor del Ejército de los Andes, general Brayer, quien, luego de su
visita, alabó los resultados obtenidos por la Academia en tan poco tiempo.19
Los primeros egresos de la Academia fueron en 1817 y 1818, siendo sus graduados actores
fundamentales del proceso de consolidación de la independencia nacional. La mayoría de los
jóvenes fueron incorporados en los batallones del Ejército del Sur, donde se distinguieron espe-
cialmente. Entre estos destacó Ventura Lagunas, quien antes de existir la Academia había luchado
heroicamente contra los realistas durante la Patria Vieja. Durante dicho período, fue capturado
en medio del Desastre de Rancagua.
movieron al gobierno a becarlo para ingresar a la Academia, desde donde egresó en febrero de
1818 y combatió como subteniente del Batallón Nº 3 del Ejército de Chile en la Batalla de Maipú.
Asímismo, se tiene registro de que otros 46 egresados combatieron como oficiales en este en-
frentamiento decisivo, todos ellos dando muestras del patriotismo y valentía que caracterizarían
a las generaciones siguientes.
Como hemos visto, la doctrina francesa fue trascendental en la formación de los oficiales y de
los suboficiales que egresaron de la Academia Militar. De hecho, O`Higgins señaló como primera
prioridad o interés de la patria naciente su propia existencia, y que para alcanzar una real libertad
civil debía obtenerse primero la libertad nacional, por lo cual resultó básico levantar una fuerza
“arreglada e instruida en esa doctrina sublime y temida de la guerra”.22
Finalmente, es importante destacar que la creación de la que hoy llamamos Escuela Militar
exigió un esfuerzo nacional y estatal que se vio recompensado al lograr, a cabalidad, el objetivo
impuesto por O’Higgins. Este aporte se ha prolongado durante gran parte de la historia de Chile. En
la actualidad, la Escuela Militar continúa su búsqueda incansable de modernización y profesiona-
lización, pues el siglo XXI ofrece nuevos desafíos a este pilar del Ejército de Chile, que mantiene,
al mismo tiempo, un justo equilibrio entre tradición, valores y modernidad.
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Memoria para optar al título de profesor militar de Escuela en la asignatura de topografía.
Diciembre de 1902. Datos sobre la Escuela Militar de Chile. Santiago de Chile, Imprenta i
Encuadernación “El Globo”.
1 Algunos elementos presentes en el presente artículo fueron incorporados parcialmente en la ponencia “La creación de la Academia Militar:
un hito en la formación militar”, presentada en las XI Jornadas de Historia Militar “En la senda de la Independencia”, organizadas por
el Departamento de Cultura, Historia y Extensión del Ejército el día 13 de octubre de 2016.
2 Oficial de Ejército del Arma de Artillería. Oficial de Estado Mayor. Licenciado en Ciencias Militares. Magíster en Planificación y Gestión
Estratégica. Magíster en Historia Militar y Pensamiento Estratégico. Academia de Guerra del Ejército. Correo electrónico: mibarraz@
hotmail.com.
INTRODUCCIÓN
Formar soldados para la nación fue una de las primeras medidas adoptadas por los líderes
revolucionarios una vez que se apoderaron del poder político al interior del territorio chileno.
Aun cuando dentro de una parte de la élite política e intelectual de la época reinaba un sentido
de americanismo y patriotismo, lo cierto era que los diferentes cuadros que componían el “bajo
pueblo” de la sociedad colonial chilena no habían desarrollado un arraigo de carácter nacional,3
identificándose principalmente por su posición estamentaria o, en último caso, por su vinculación
con la península. Las nociones de “chileno”, “argentino” o “uruguayo”, por nombrar algunos,
fueron procesos estructurales lentos, solo perceptibles por medio de su larga duración.
En este sentido, la continua explotación de elementos simbólicos para aunar las voluntades
individuales en un proyecto político común, como por ejemplo las celebraciones y ceremonias
patrióticas, instauración de emblemas nacionales, uso de ritos nacionales, entre otros, sirvió
como medio para acercar a la población al ideario revolucionario.4 No obstante aquello, sería el
aporte de los sistemas educacionales vigentes en la época los que mayor impacto y repercusión
causarían para concretar los proyectos políticos en juego.
Al contexto anterior hay que añadir un número significativo de soldados de origen esclavo, o
recientemente libertos, que participaban de las campañas libertadoras expedicionarias como parte de
los esfuerzos por concretar su ambiguo estado de emancipación. En otras palabras, el frágil Estado
chileno formado luego de Chacabuco era defendido en su mayoría por mandos y soldados no prove-
nientes del territorio liberto. No se debe olvidar que, dentro de los programas ideológicos de las revo-
luciones liberales burguesas que se sucedieron en la América hispana, se abogaba por la instauración
de repúblicas basadas en la lógica del Estado-nación, por lo que, el origen nacional de los mandos
de dichos ejércitos nacionales representaba una constante preocupación para las élites dirigentes.
De este modo, la educación pasó a tener un carácter de nacional, diseñada e implementada
por el Estado y conducente a proveer a la sociedad de ciudadanos virtuosos y republicanos.5
3 LEÓN, Leonardo (2012). Ni patriotas ni realistas, El bajo pueblo durante la Independencia de Chile 1810-1822, Centro de Investigaciones
Diego Barros Arana, DIBAM, Santiago de Chile.
4 Para mayor información sobre este tema se recomienda revisar los trabajos de PINTO, Julio y VALDIVIA, Verónica (2009). ¿Chilenos
todos? La construcción social de la nación (1810-1840), LOM, Santiago de Chile; PERALTA, Paulina (2007). ¡Chile tiene fiesta! El origen
del 18 de septiembre (1810-1837), LOM, Santiago de Chile. CID, Gabriel y SAN FRANCISCO, Alejandro eds. (2009). Nación y Nacionalismo
en Chile. Siglo XIX, Centro de Estudios Bicentenario, Santiago de Chile.
5 Respecto al rol del Estado y la utilización del sistema educacional público como aparato ideologizador e inculcador de los principios liberales
del Estado-nación en Chile, se puede consultar las siguientes obras generales que han sido publicadas recientemente: SERRANO, Sol, PONCE
DE LÉON, Macarena y RENGIFO, Francisca (2012). Historia de la Educación en Chile. Aprender a leer y escribir (1810-1880), Tomo I, Taurus,
Santiago de Chile; AEDO-RICHMOND, Ruth (2000). La educación privada en Chile: un estudio histórico-analítico desde el período colonial hasta
1990, RIL Editores, Santiago de Chile; EGAÑA BARAONA, María Loreto (2000). La educación primaria popular en el siglo XIX en Chile: una
práctica de política estatal, Centro de investigaciones Diego Barros Arana, DIBAM, Santiago de Chile. De igual modo, se recomienda revisar
parte de la bibliografía clásica que se ha producido sobre este tema en el país, tales como los trabajos de LABARCA, Amanda (1939). Historia
de la Enseñanza en Chile, Imprenta Universitaria, Santiago de Chile; FRONTAURA ARANA, José Manuel (1892). Noticias históricas sobre las
escuelas públicas de Chile a fines de la era colonial: su origen, número, maestros, alumnos, Imprenta Nacional, Santiago de Chile.
El ejercicio de esta especial profesión y la complejidad técnica provocada por los cambios en el
armamento y en las tácticas de guerra hicieron necesaria una mayor instrucción de una oficialidad
militar que, hasta el siglo XVI, no había necesitado demostrar calificación alguna. Hasta entonces
se entendía que la educación nobiliaria era más que suficiente para profesar la carrera de las armas,
en donde la experiencia junto a un viejo oficial o el aprendizaje en el seno de la propia familia,
siguiendo al padre o a algún hermano, eran las mejores academias. La autoformación a través de
libros, en particular los clásicos de la antigüedad, había sido hasta ese momento el único medio
con el cual obtener una educación teórica. Los viajes a los países que contaban con los princi-
pales adelantos técnicos y tácticas fueron tan solo un método de formación complementario y
de extensión muy limitada. Un ejemplo de este panorama es posible apreciarlo por medio de los
diversos viajes que realizaron los jóvenes criollos americanos para desempeñarse en los distintos
conflictos bélicos que mantenía la Corona española contra otras potencias europeas. Sería su
6 ANDÚJAR CASTILLO, Francisco (1999). Ejércitos y militares en la Europa Moderna, Editorial Síntesis, Madrid, pp. 125-130.
Pero será en el siglo XVIII cuando el sistema de formación en academias se generalice, al-
canzando incluso a los principales Ejércitos del este de Europa. En su mayor parte, las academias
militares de carácter generalista que se constituyeron carecían de planes precisos de formación y
sus resultados distaban bastante de las necesidades técnicas que requerían los futuros oficiales. De
este modo, la educación obtenida de la experiencia de los regimientos, las lecturas individuales y
la influencia de un familiar experimentado en la vida militar prevalecieron por sobre la formación
y enseñanzas formales en las academias. A pesar del funcionamiento de estas academias, escuelas
y colegios militares, a fines del siglo XVIII la formación era un problema generalizado en todos
los Ejércitos, porque debido a que, al igual que la sociedad de la época, conservaban inalteradas
las estructuras paradigmáticas del pasado. En este sentido, Andújar señala que “... sin duda, uno
de los ejes principales que deben considerarse a la hora de estudiar la problemática de la formación
militar en el siglo XVIII, alude directamente al grado de preocupación que el poder real manifestó
hacia el problema de la formación científico-técnica de los profesionales del Ejército, pilar esencial
de su estructura de poder”.8
Para algunos autores, este conjunto de reformas educativas en las instituciones militares re-
presentaba el intento de respuesta parcial a las transformaciones que la creciente clase burguesa
fue imponiendo ante las fuertes tradiciones feudales, con el fin de instalar una concepción valórica
que fuese más compatible con sus concepciones del mérito y la capacidad.9 Aun así, a finales del
siglo XVIII predominaba en todos los Ejércitos europeos un sistema educativo centrado en torno
a la autoformación y a la idea de que la mejor escuela era la propia guerra y el ejercicio de la
profesión militar. Como complemento a su formación los oficiales disponían de un amplio cúmulo
de tratados militares, aunque no todos ellos fueron asequibles a la mayoría.
Por otra parte, se debe destacar el origen social del ejército, así, dentro de España existía una
sociedad fuertemente estamental y ello influyó en la carrera militar.10 De esta forma, dependiendo
del origen social que se ostentara, los hijos de nobles accedían a la carrera militar como cadetes,
7 CHUST CLAVERO, Manuel (2010). Las independencias iberoamericanas en su laberinto: Controversias, cuestiones, interpretaciones,
Publicaciones de la Universidad de Valencia, Valencia, p. 193.
8 ANDÚJAR CASTILLO, Francisco (1999). "La educación de los militares en la España del siglo XVIII". Chronica Nova. Revista de Historia
Moderna de la Universidad de Granada (Nº 19) p. 32.
9 Se puede mencionar en esta línea de investigación los trabajos desarrollados por SÁNCHEZ, Evelyne y DALLA CORTE, Gabriela (2000).
"Carrera de méritos y representaciones sociales en América Latina: un ensayo comparativo para la primera mitad del siglo XIX", Tiempos
de América: revista de historia, cultura y territorio (Nº 7), Universidad Jaume I, Castellón de la Plana, pp. 41-57. Un clásico de la época
lo constituyó el texto de CACCIA, Max (1852). De las virtudes militares y del mérito de la carrera de las armas en tiempo de paz, Imprenta
José M. Mares, Madrid.
10 VERGARA QUIROZ, Sergio (1993). Historia Social del Ejército de Chile, Vol. I, Edición Universidad de Chile. Dirección General Académica
y Estudiantil, Santiago de Chile.
desempeñándose en los regimientos y cuerpos de la guardia real siguiendo los grados de alférez hasta
llegar al generalato, pudiendo llegar a ocupar posiciones en cargos político-militares en el aparataje
estatal. Si se provenía de un estamento plebeyo, el acceso a la carrera militar se realizaba como
soldado pasando por el grado de alférez y eventualmente, dependiendo de su desempeño, en forma
excepcional podían ascender al grado de teniente y capitán, grado máximo al que era factible aspirar.
Pero este escenario sufriría considerables transformaciones durante el siglo XVIII, período
culminante de un proceso histórico-militar que sería posteriormente denominado por la historio-
grafía especialista como de “Revolución Militar”,11 puesto que existiría un cambio en el paradigma
de cómo concebir la profesión militar, principalmente respecto a la formación de la oficialidad.
Si en un primer momento la escuela donde se formaban los oficiales era el campo de batalla, en
donde mientras más experiencia se tenía en las batallas, mayor era la posibilidad de ascender,
principalmente si se conjugaba con el estamento social al que pertenecía el soldado, con el tiempo
se fue dando paso a la creación de academias y escuelas militares, donde se enseñaba el arte de
la guerra, ahora bajo modelos educacionales establecidos, dirigidos y sometidos a fundamentos
racionales provenientes de los principios ilustrados de la época.
Este cambio del sistema de formación militar permitió incluir estamentos sociales ajenos a la
profesión de las Armas. En este sentido, la incipiente y pujante burguesía comenzó a competir
por los puestos de mando y liderazgo al interior de las filas castrenses, debido al cambio sustan-
cial en la mentalidad de la sociedad de la época.12 Al introducirse la noción de que los futuros
oficiales debían estudiar y prepararse para el mando, ya no bastaba el origen social para ingresar
a la carrera militar, con ello se profesionalizan los ejércitos y sus integrantes.
11 En primer lugar el concepto fue acuñado por Michael Roberts en 1855 en una conferencia leída en Queen’s University of Belfast con el
título “The Military Revolution, 1560 – 1660”, la cual colocaba un acento especial en las transformaciones radicales experimentadas en
la organización, estrategia y armamento de los Ejércitos europeos durante la Edad Moderna y sus consecuencias a nivel político, social
y económico. Posteriormente, Geoffrey Parker extendería el período de análisis entre los años 1500 a 1800, tomando en consideración
las consecuencias tecnológicas, científicas y doctrinales perceptibles durante este período. Para mayor información se recomienda
revisar el trabajo de PARKER, Geoffrey (1990). La revolución militar. Las innovaciones militares y el apogeo de Occidente, 1500-1800,
Crítica, Barcelona.
12 HOBSBAWM, Eric J. (2001). La era de la revolución, Editorial Crítica, Barcelona.
prusiano en la Guerra de los Siete Años (1756-1763), el rey Frederick II consideró necesario mejorar la
educación de sus oficiales. Con este fin ordenó el establecimiento de instituciones para la instrucción
militar, para atraer jóvenes de la nobleza y convertirlos en oficiales. Como parte de su proyecto, en
1765 se fundó en Berlín la “Académie Militaire”, que en 1791 pasó a ser una academia de artillería.
Aquí, los suboficiales podían adquirir conocimientos de topografía, cartografía y geología para ser
promocionados en la carrera militar”.13
13 BLANCO, Mónica (2007). "Análisis comparativo de la comunicación del cálculo diferencial en el siglo XVIII: la educación militar en Francia
y Prusia". En Llull: Revista de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, Zaragoza, vol. 30, no 66, pp. 216-217.
14 GARCÍA HERNÁN, David (2000). "La función militar de la nobleza en los orígenes de la España Moderna", Gladius (N° 20).
En 1699 Leopoldo Duque de Lorena crea en Nancy (Francia) una Escuela Militar conocida con
el nombre de Academia de Ejercicios. Así, en 1735 nace la Escuela de Cadetes de Luneville. En
1750 se crea la Escuela Militar de París que Luis XV había fundado. Respecto a la creación de esta
institución educacional francesa, Blanco señala que “en la Francia pre-revolucionaria del XVIII
la educación universitaria se limitaba básicamente a los collèges, dirigidos por órdenes religiosas,
donde el nivel de matemáticas era más bien elemental. Sin embargo, este sistema coexistía con
otros. Alrededor de 1750 se estableció una red de écoles militaires, algunas de las cuales provenían
de hecho de collèges anteriormente religiosos. El control estatal ejercido sobre estas escuelas garan-
tizaba la homogeneidad en la educación. Además, el hecho de que tanto profesores como exami-
nadores estuvieran a menudo relacionados con la Académie des Sciences favoreció esta tendencia.
Otra característica de este sistema fue el énfasis dado a las aplicaciones, siendo así un precursor
de la llamada école physico-mathématique. El programa de estas escuelas cubría con frecuencia
aritmética, álgebra, geometría y trigonometría”.15 Un ejemplo de cadete lo constituye el propio
Napoleón Bonaparte, quien influirá poderosamente algunos años más tarde como referente para
la formación de cadetes al otro lado del Atlántico. En este sentido, la academia más prestigiosa
de ingenieros se fundó en Métz al noroeste de Francia, en donde persistía la gran tradición en el
arte de la fortificación gestada en tiempos de Vauban.
En el caso ruso, en 1732 la emperatriz de Rusia, Anna Ivanovna, crea en su capital una escuela
de cadetes conocida con el nombre de Escuela de Pajes de San Petersburgo. Posteriormente se
creará una segunda, bajo el reinado de Catalina II, multiplicándose estas escuelas dentro del
imperio.16 Tal es el caso de Moscú, que contaba nada menos que con tres cuerpos de cadetes. En
total cerca de 10 mil alumnos repartidos en 25 instituciones. Hubo también academias en Rusia,
en donde Pedro el Grande había fundado dos de Artillería y otras dos de Ingenieros. Como señala
Jean Marie Chopin, “las escuelas militares en Rusia pueden clasificarse en tres categorías distintas:
1° las escuelas militares, bajo la dirección del gran duque Miguel; 2° el cuerpo de los cadetes y las
escuelas que dependen del estado mayor de la Marina; 3° las escuelas militares a cargo del Ministerio
de la Guerra, y que están reservadas especialmente para los hijos de soldados”.17
Al igual que otros reinos y estados de Europa, España experimentó un lento proceso de con-
solidación de sus sistemas de enseñanza militar para la formación de su oficialidad, la cual se vio
afectada por los procesos bélicos de guerras internas y externas para la unificación definitiva del
reino. Finalizado este período, ya bajo el reinado Borbón, se dieron inicio a una serie de trans-
formaciones internas tendientes a unificar el proceso formativo militar en España, que, previo
al siglo XVIII, se encontraba distribuido en una serie de escuelas y colegios especializados en
diferentes armas, los cuales respondían más bien a una lógica medieval, más que a los últimos
adelantos técnicos y científicos derivados de las ciencias militares.
No obstante aquello, como señala Andújar, “el denominado “reformismo borbónico” no aportaba
sustanciales innovaciones respecto al sistema vigente durante el siglo XVII. Se continuó adoleciendo
de centros de formación permanentes, e incluso los que se fueron creando no tuvieron nunca una
existencia demasiado sólida. La misma Academia Militar de Barcelona para la enseñanza de las
matemáticas, establecida en 1722, junto con las de Cádiz, Pamplona y Badajoz, debió esperar hasta
el 22 de julio de 1739 para contar con un reglamento definitivo. Conforme avanzó el siglo XVIII, la
situación no experimentó sensibles modificaciones de mejora, antes al contrario, durante la segunda
mitad de la centuria, la formación castrense entró en un período de profunda crisis”.18
Es al interior de este contexto educativo militar en crisis, en el cual varios próceres de la inde-
pendencia hispanoamericana recibirán sus primeras lecciones respecto a la profesión de las Armas
y de las ciencias militares que le proporcionan su sustento técnico. Tanto José de San Martín como
16 CHOPIN, Jean Marie (1939). Historia de la Rusia, Imprenta de la Guardia Nacional, Barcelona, p. 393.
17 Ibídem, p. 399.
18 ANDÚJAR CASTILLO, Francisco, op. cit. p. 33.
José Miguel Carrera, por nombrar algunos, participaron de las Guerras Napoleónicas, dentro del
proceso bélico denominado Guerra de Independencia Española, entre 1808 a 1814, momento en
el cual se pusieron en pugna ambos modelos militares imperantes en Europa para inicio de siglo.
Ambos cuerpos citados fueron conocidos popularmente como Cuerpos de Armas y Municiones
hasta su fin en 1856. Se destaca principalmente de la Real Academia Militar que era fundamen-
talmente una institución donde acudían los más selectos estudiantes del país, quienes competían
duramente y de forma permanente para obtener los limitados cupos ofertados y graduarse final-
mente como oficial ingeniero o de artillería del Ejército.19
19 GUGGISBERG, Frederick Gordon (1900). “The shop”. The story of the Royal Military Academy. Cassell and Company Limited, Londres.
El triunfo de las armas patriotas en la Batalla de Chacabuco (1817) representó una reestruc-
turación y acomodo de todas las fuerzas e intereses que pugnaban por sus proyectos políticos al
interior del subcontinente americano. Para el caso particular de Chile, las repercusiones de este
hecho bélico para el desarrollo posterior de los procesos históricos en los cuales se desenvolvería
la joven nación, no pasaron inadvertidos por parte de la intelectualidad republicana, encargada
de dar forma, sentido y razón al conglomerado de voluntades que ahora se denominaba Chile.
De este modo, no por nada la historiografía liberal chilena (deseosa de dejar atrás lo que ellos
consideraban como la decrépita influencia del Ancien Régime) consideró este hecho de armas
como el símbolo que necesitaban para constituirlo como el hito histórico que determinaría el
paso de un antiguo modelo por otro nuevo, uno que de manera transversal denominarían como
Patria Nueva.
Una nueva patria que los próceres de nuestra independencia lograron percibir de modo inci-
piente en los albores de la naciente República. La inclinación en la balanza de poder luego de
los resultados de la Batalla de Chacabuco trajo consigo una serie de repercusiones que fueron
necesarias atender de manera diligente por parte de los líderes revolucionarios. Desde un punto
de vista militar el ejército que había logrado tan magna hazaña, digna sucesora del intrépido
Aníbal, estaba compuesto en su mayoría por soldados patriotas proveniente de las Provincias
Unidas del Río de La Plata.
En otras palabras, el frágil Estado chileno formado luego de Chacabuco era defendido en su
mayoría por mandos y soldados no provenientes del territorio liberto. No se debe olvidar que
dentro de los programas ideológicos de las revoluciones liberales burguesas que se sucedieron en
la América hispana, se abogaba por la instauración de repúblicas basadas en la lógica del Estado-
nación, por lo cual, los orígenes de los mandos de dichos ejércitos nacionales representaban una
constante preocupación para la élite dirigente.
Son estos principios basados en el mérito, valor y patriotismo los que rescataron los líderes revo-
lucionarios para la edificación de los diferentes institutos militares en el continente americano. En el
caso particular de la Academia Militar de Chile, se traduciría en un programa curricular acorde para
lograr los objetivos del Estado chileno, preocupado de mantener su soberanía territorial, la integridad
del poder político y el respaldo de una ciudadanía patriota, y basado en el respeto a la autoridad.
Para lograr dicho propósito, se establecieron ciertos requisitos de ingreso que se vinculaban
con un perfil definido del tipo de alumno que requería esta institución educacional castrense,
que iba de la mano con los requerimientos hacia la ciudadanía que la nación impulsaba. Para la
época, esas exigencias particulares se acotaban a conocimientos básicos de aritmética y saber
leer y escribir, lo cual para inicios del 1800 representaba una exclusión de un importante seg-
mento de la población nacional. Del mismo modo, “... para llenar dichas plazas y estructurar así
todas las secciones de la Academia se buscaron métodos que la publicitaran, en especial entre los
“ciudadanos padres de familia” para que sus hijos ingresaran y fuesen partícipes de este proceso
que generaría”, como señala Molinare, “... en poco tiempo oficiales, clases i soldados, que pueblen
el futuro ejército independiente i difundan en sus filas la sabia de la ilustración militar i la idea
republicana”.20
En este sentido, entre los primeros requisitos para formar parte de estos cupos, se estableció
en su reglamento inicial que “... no se exigen más pruebas de nobleza que las verdaderas que for-
man el mérito, la virtud y el patriotismo”,21 por lo tanto la composición social de este instituto
buscaba demostrar el interés por configurar idealmente una sociedad igualitaria, cuyo principio
fundamental era no manifestar trabas de acceso a la educación, salvo las éticas y valóricas mili-
tares y nacionales.
CONCLUSIONES
Con la creación de la Academia Militar se establecen las primeras bases de la profesionalización
del Ejército en Chile, el cual será fuertemente influenciado por el modelo francés. Lo anterior,
producto de la llegada a Chile de numerosos militares que se desempeñaron activamente en los
diversos campos de batalla del otrora glorioso Ejército de Napoleón. Estos experimentados vete-
ranos, transformados en aquel momento como verdaderos instructores y docentes, dejaron una
20 MOLINARE, N. (1911). "Colegios Militares de Chile 1814-1819", Anales de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, p. 53.
21 O´HIGGINS, Bernardo, Reglamento de Admisión de la Academia Militar, 1817. Citado en VARAS, José́ Antonio. Recopilación de Decretos
Supremos concernientes al Ejército. Tomo I, Santiago de Chile, p. 23.
No obstante lo anterior, aun cuando se reconoce en los modelos españoles y franceses los
principales referentes militares externos en la estructuración de una academia formadora de los
futuros oficiales del Ejército de Chile, no deja de ser loable destacar que, fuera de lo que resulta
objetivamente evidente (uniformes, régimen interno, marchas, formaciones, entre otras), la in-
fluencia que aportó el devenir histórico gestado en otras experiencias militares europeas para la
formación de su oficialidad a inicio del siglo XIX repercutió de manera significativa en la estructura
de pensamiento colectivo respecto al ideal del futuro oficial.
Tal como se pudo apreciar en el conjunto de experiencias que se expresaron, la formación militar
de los futuros mandos de estos ejércitos se transformó en una preocupación de carácter estatal,
los cuales, inspirados en un despotismo ilustrado, influyeron en la respectiva modernización y
tecnificación de su personal militar. En otras palabras, el valor en el campo de batalla tenía que
necesariamente venir acompañado, a partir de esta época, de conocimientos específicos de las
ciencias militares, en el que la táctica se complementaba con las nociones de geografía, logística,
matemática, historia, entre otros. Este espíritu reformador descendente, es decir impulsado por
el Estado, es adoptado por el país para la configuración y creación de su propia Academia Militar.
Finalmente, aun cuando se sabía que el país atravesaba por un estado de crisis de carácter
interno como externo grave, en el cual la carencia de armamento e instructores evidenciaba una
fragilidad institucional de proporciones, las autoridades de la época colocaron sus esperanzas en
la formación de un joven chileno que compartiera los valores e ideales ilustrados y burgueses que
tanto animaban los Ejércitos europeos pos Napoleón, en los cuales el talento, el mérito, el amor
a la patria, la autopreparación y el valor se sobreponían ante cualquier división estamentaria de
carácter nobiliario. Es este espíritu el que se ha traspasado generación tras generación al interior
de las aulas del viejo alcázar nacional.
138 MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE
LA FORMACIÓN MILITAR EUROPEA EN EL SIGLO XVIII Y SU INFLUENCIA EN LA CREACIÓN DE LA ACADEMIA MILITAR DE CHILE
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INTRODUCCIÓN
Recordar y emocionarse es parte de la naturaleza del hombre; en consecuencia, también lo es
de las organizaciones. Ellas son el producto de quienes las integran, son organismos vivos, con
corazón y alma. Es por ello que no se puede dejar pasar una fecha tan importante sin detenerse a
1 Oficial de Estado Mayor, Licenciado en Ciencias Militares, Magíster en Ciencias Militares con mención en Planificación y Conducción
Estratégica (Academia de Guerra), diplomado en Gestión Logística Empresarial, profesor militar, profesor de academia en Logística,
actualmente se desempeña como jefe del Programa Bicentenario y profesor en la Escuela Militar.
rememorar, reflexionar y sentir lo que ha sido el quehacer de la Escuela Militar y de sus integrantes
en sus 200 años de vida, sobre todo cuando se ha sido parte de esa historia.
Su devenir a través del tiempo y la conmemoración de esta fecha constituyen una oportunidad
para resaltar el esfuerzo y trabajo mancomunado de muchísimas personas durante dos siglos de
historia. Esos aportes son el sólido cimiento sobre el cual se continuará desarrollando su quehacer
durante los siguientes cien años, hasta alcanzar el tercer centenario.
El siglo XIX fue un período en el que Chile debió enfrentar diversos conflictos bélicos.
La formación de oficiales en la Escuela Militar destinados a servir a la patria fue esencial
para que el Ejército chileno saliera victorioso en cada uno de ellos. Durante la Guerra de la
Independencia, específicamente en la Batalla de Maipú (5 de abril de 1818), una centena de
cadetes se dirigió al campo de batalla junto al Padre de la Patria. Estos bravos jóvenes serían
quienes le darían el bautizo de fuego al instituto, siendo inmortalizados hasta hoy como las
recordadas “Cien Águilas”.
144 MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE
ESCUELA MILITAR: DOSCIENTOS AÑOS DE VIDA
Será recién en el año 1887, durante el gobierno de S. E. el presidente José Manuel Balmaceda
y bajo la dirección del coronel Luis Arteaga Ramírez, cuando se aprueba la construcción del pri-
mer cuartel proyectado específicamente para los fines de formación militar que debía cumplir el
instituto. El neoclásico alcázar de avenida Blanco Encalada, diseñado por el afamado arquitecto
francés Víctor Henri de Villeneuve, fue el que recibió a los primeros cadetes en 1895 y posterior-
mente en 1901 acogió a la totalidad del plantel.
El siglo XX trajo cambios importantes a la Escuela Militar. En 1939, tras las gestiones
del director coronel Arnaldo Carrasco, el gobierno de S.E. el presidente Pedro Aguirre Cerda
aprueba la idea de construir un nuevo cuartel para el instituto, adquiriendo para ello un te-
rreno en los campos del fundo San Luis de la Hacienda Las Condes. Más adelante, en 1943,
el Gobierno de S.E. el presidente José Antonio Ríos Morales asignó los recursos para poder
iniciar la ejecución de esta iniciativa. Es así como en octubre de ese año se lleva a efecto la
recordada ceremonia de colocación de la primera piedra, dando comienzo oficial a las obras
de construcción del actual hogar de la Escuela Militar. Estas instalaciones, diseñadas por el
destacado arquitecto Juan Martínez Gutiérrez, abrirían sus puertas a los primeros cadetes en
1955, recibiendo en 1958 a los restantes cursos. Cuarenta años después, en 1995, llegaron al
instituto las primeras alumnas, tras el cierre de la Escuela del Servicio Auxiliar Femenino del
Ejército (ESAFE), creada el año 1974.
Será en los inicios del siglo XXI cuando el instituto comenzó a desarrollar importantes
cambios en su malla de estudios, transformándose el 2001 en una institución de Educación
Superior que entrega la Licenciatura en Ciencias Militares a sus egresados. Conjuntamente, el
año 2005, obtiene la acreditación académica por el Consejo Nacional de Acreditación, siendo
la primera institución formadora de las Fuerzas Armadas en ser reconocida por dicha comisión.
Esta es la resumida historia de nuestra Escuela Militar, la misma que se alistaba para con-
memorar su bicentenario el año 2017, oportunidad especial para recordar a todos quienes nos
precedieron, desde el fundador del instituto y hasta nuestros días, e hicieron posible que se haya
cumplido exitosamente, a través de 200 años y a cabalidad, con la tarea original encomendada
por el Padre de la Patria.
La Comisión Bicentenario, una vez informada por el instituto de cada una de las 91 iniciativas
aprobadas inicialmente, sostuvo diversas reuniones de trabajo para llevar adelante un análisis de
cada una de ellas por separado, definiendo las ventajas y desventajas de su implementación, a la
vez que propuso otras adicionales que optimizaran el objetivo fijado. Surgieron así los proyectos
bicentenario, iniciativas que una vez aprobadas por la dirección del instituto, fueron expuestas a la
División Educación, al Comando de Educación y Doctrina, al Comando de Ingenieros del Ejército, a
la Dirección de Relaciones Internacionales, a la Dirección de Proyectos e Investigación del Ejército,
a la Jefatura del Estado Mayor General del Ejército y finalmente al Comandante en Jefe, General de
Ejército Humberto Oviedo Arriagada, autoridad que dispuso incorporar esta conmemoración dentro
del Plan Orca y de las actividades institucionales de su período de gestión de mando.
Una vez aprobadas las 23 iniciativas que conformarían el Programa Bicentenario, se dio inicio
a la preparación y coordinación de la ejecución de cada una de ellas por parte de la Escuela Militar
y de diversos organismos institucionales y extrainstitucionales que colaboraron en su desarrollo;
entre estas iniciativas podemos mencionar:
Destinados a programar y preparar actividades de diferente naturaleza y tipo, los que ayuda-
rían a optimizar los procesos educativos de la Escuela Militar o las condiciones en que estos se
desarrollan. Estos concentraron más del 71% de la inversión prevista en el Programa Bicentenario,
destacando entre ellos iniciativas tales como la revisión del proyecto educativo, la readecuación
del régimen administrativo docente, la mejora del programa de diplomados y posgrados, la habi-
litación de la nueva biblioteca y su proyecto tecnológico, la remodelación del patio de manteni-
miento para facilitar el acceso sur a la biblioteca, el polideportivo Cien Águilas y la mejora de la
infraestructura educativa y deportiva.
MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE 147
JOSÉ PEDRO VALDIVIESO LASO
Conformada por un conjunto de iniciativas de diferente naturaleza y tipo, las que en ar-
monía con el medioambiente permiten la optimización del uso de los espacios disponibles y
el aprovechamiento de tecnologías en beneficio de mejorar la infraestructura del instituto,
la difusión interna de nuestra historia y las condiciones en las cuales se desarrolla el trabajo
de alumnos, profesores e integrantes de la Escuela Militar. En su desarrollo se consideró una
148 MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE
ESCUELA MILITAR: DOSCIENTOS AÑOS DE VIDA
inversión aproximada del 21% de lo previsto en el Programa Bicentenario. Entre estos se in-
cluyen proyectos tales como la remodelación de las oficinas de la Plana Mayor, la construcción
de la Plaza Bicentenario, la pavimentación de calles interiores y de un estacionamiento, la
reparación de los pavimentos de la fachada del instituto, el cierre total de la reja perimetral,
el mejoramiento de la terraza del casino de oficiales y el levantamiento planimétrico de los
subterráneos del instituto.
LA SEMANA BICENTENARIO
Así se denominó el espacio de tiempo entre el miércoles 8 y el sábado 18 de marzo de
2017. Un período muy intenso, lleno de tareas, emociones y recuerdos para todos quienes
tuvieron la oportunidad de participar directa e indirectamente en la celebración del día mismo
del Bicentenario y en las actividades que lo rodearon. Todo lo que se realizó fue importante,
desde el trabajo de las cocinas, de los comedores, de los transportes, de los alojamientos,
de las recepciones de maletas, de la preparación de equipo y material militar, y de la coor-
dinación de un sinnúmero de actividades de todo tipo, no pudiendo dejar de mencionar la
importante acomodación y atención de las delegaciones internacionales durante toda su
estadía. Sin perjuicio de ello, es interesante destacar los eventos que se desarrollaron en
esta significativa fecha:
Esta importante actividad profesional militar, la primera de su tipo que se realiza en Chile,
tuvo como objetivo central conocer y compartir una experiencia de mando y liderazgo. Lo impor-
tante no es quién triunfó, sino que permitió conocer y compartir con los alumnos de escuelas y
academias similares, constatando el compromiso, lealtad y esfuerzo con que cada uno de ellos
representó a su respectivo instituto, buscando siempre obtener lo mejor en una competencia
militar leal y amistosa.
En este desafío participaron 14 patrullas, entre las que estuvieron las 10 extranjeras, perte-
necientes a Argentina, Brasil, China, Colombia, El Salvador, Estados Unidos (West Point), Estados
Unidos (Texas), Honduras, México, Reino Unido, además de las 4 nacionales, una de la Escuela
Naval, una de la Escuela de Aviación y dos de la Escuela Militar.
Ceremonia Militar
Curiosamente, esta ceremonia también fue la primera de su tipo que se realiza en Chile. Así
quizás podría considerarse a la promoción participante, pues se reunió en una misma ocasión la
conmemoración del bicentenario y la entrega de los espadines a los alumnos ingresados al instituto
este año, la "promoción bicentenario”. En esta especial oportunidad se contó con la participación
de las máximas autoridades del país e invitados especiales, siendo presidida por S.E. la presidenta
de la república, Michelle Bachelet Jeria, acompañada por el ministro de Defensa Nacional José
Antonio Gómez Urrutia, el Comandante en Jefe, General de Ejército Humberto Oviedo Arriagada,
y el director del instituto, coronel Cristián Guedelhoefer Erbetta.
En el desfile participaron varias delegaciones ajenas al instituto, entre las que destacan las
9 extranjeras pertenecientes a Argentina, Brasil, China, Colombia, Estados Unidos (West Point),
Estados Unidos (Texas), Honduras, México, Reino Unido, además de 3 nacionales, una de la Escuela
Naval, una de la Escuela de Aviación y una de la Escuela de Carabineros.
150 MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE
ESCUELA MILITAR: DOSCIENTOS AÑOS DE VIDA
Este fue también un momento muy simbólico, rodeado de las delegaciones extranjeras, S.E. la
presidenta de la república, el ministro de Defensa Nacional, el Comandante en Jefe del Ejército,
y el director del instituto, quien procedió a cortar la cinta, dando por inaugurado este especial
sitio. Ahí se reúne la historia del instituto.
Este lugar está lleno de símbolos y de espacios importantes e inmortales, que, proyectándose
en el tiempo, servirán para fortalecer la formación de los futuros oficiales y para que se disfrute
de su entorno. En el centro se ubica la escultura de 2,60 metros del Padre de la Patria, Libertador
General Bernardo O´Higgins Riquelme. Se observa que en su mano derecha porta el decreto de
creación del instituto, que sella la concreción de esta iniciativa y compromiso con Chile y su Ejér-
cito. Lo acompañan a ambos costados los bustos de destacados patriotas. Algunos de ellos fueron
donados por países amigos en el pasado. Se trata del duque de Caxias Luis Alves de Lima e Silva,
de Brasil; del general Francisco de Paula Santander, de Colombia; del capitán Abdón Calderón, de
Ecuador; del mariscal Francisco Solano López, de Paraguay; del general José Gervasio Artigas, de
Uruguay; y del general en jefe José Antonio Páez Herrera, de Venezuela.
Un sendero recorre la plaza de norte a sur. Ahí encontramos 4 trincheras que surgen desde la
profundidad de la tierra: la 20, la 30, la 40-50 y la de reconocimientos. En ellas están depositados
los recuerdos de muchas generaciones de oficiales que han cumplido varios años al servicio de
la patria y de la institución. En la última encontramos diversos reconocimientos de amigos del
instituto, entregados a través del tiempo. Estos monumentos tampoco están cerrados, perma-
necerán siempre abiertos y dispuestos a acoger, en el futuro, el testimonio de una generación y
también el de algún amigo.
MEMORIAL DEL EJÉRCITO DE CHILE 151
JOSÉ PEDRO VALDIVIESO LASO
Una “cápsula del tiempo”, silenciosa y disimuladamente, se plantó en esta plaza. Está cons-
tituida por un baúl que contiene diversos elementos, que serán conocidos por la generación que
tenga la oportunidad de desenterrarla y abrirla el año 2117, descubriendo lo que las actuales
generaciones preservaron para el recuerdo. ¿Cómo lo recibirán? Conversemos en 100 años más.
Adornan esta plaza 16 banderas en el costado oriente, como mudo testigo de ese recordado
16 de marzo de 1817, cuando nace a la vida la Academia Militar formadora de profesionales
militares.
Finalmente, y no por ello menos importante, un anfiteatro central, circular y abierto. Un espacio
que, junto con permitir observar toda la historia, recuerdos y la belleza del lugar, facilitará que ahí
se puedan reunir los alumnos, ya sea para conversar, para fomentar la amistad y la camaradería,
para recibir alguna enseñanza o para desarrollar un coloquio.
diferentes disciplinas y los terremotos que han afectado al país obligaron a formular este pro-
yecto, el que todos esperan pronto sea una realidad.
Ello se llevó a efecto con la participación de las máximas autoridades del país, encabezadas
por S.E. la presidenta de la república, el ministro de Defensa, el ministro del Deporte Pablo Sque-
lla Serrano, el Comandante en Jefe del Ejército y el director del instituto, además de invitados
especiales.
Este sello reúne un conjunto de símbolos tradicionales, como son el emblema patrio, el torreón
y el águila de la Escuela Militar, el escudo de nuestro glorioso Ejército y una pareja de cadetes
vistiendo el uniforme del instituto con sus penachos blanco y rojo.
En la Iglesia de San Agustín, ubicada en la calle Estado (ex Calle del Rey), entre Agustinas y
Moneda, el mismo lugar donde funcionó el Convento de San Agustín, sede del primer cuartel de la
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JOSÉ PEDRO VALDIVIESO LASO
Academia Militar en 1817, el obispo general castrense, general de brigada Santiago Silva Retamales,
concelebró una Santa Misa de Acción de Gracias con la participación del arzobispo metropolitano
de Santiago, cardenal Ricardo Ezzati Andrello, del ex obispo general castrense, Gonzalo Duarte
García de Cortázar, el capellán de la Escuela Militar y diversos capellanes del servicio religioso,
la que fue presidida por el Comandante en Jefe, General de Ejército Humberto Oviedo Arriagada,
acompañado del alto mando institucional, delegaciones extranjeras e invitados especiales.
A ella asistieron la totalidad de los oficiales y alumnos del instituto, para dar gracias a Dios
por los beneficios que nos ha dispensado en estos 200 años de historia, a la vez que pedir su
gracia divina para seguir cumpliendo la tarea de formar a los futuros oficiales del Ejército de Chile
en la mejor forma.
Gala ecuestre
El Centro Ecuestre del instituto realizó una presentación abierta a todo público, como parte de
las celebraciones por el Bicentenario de la Escuela Militar. La actividad contó con la participación
de la Sección Alta Escuela del Ejército y el Cuadro Negro, además de la Escuadra Ecuestre de las
“Palmas de Peñaflor”.
Recepción oficial
La Escuela Militar cerró las actividades de conmemoración con una recepción en el patio Al-
patacal, siendo esta presidida por S.E. la presidenta de la república. Participaron las diferentes
autoridades nacionales, las delegaciones internacionales e invitados especiales, pudiendo así
compartir un grato momento en el plantel.
CONCLUSIONES
Estas páginas están dedicadas al recuerdo de este momento de la historia de la Escuela Militar
y a la evocación de miles de hombres y mujeres, chilenos y extranjeros, quienes desde diferen-
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ESCUELA MILITAR: DOSCIENTOS AÑOS DE VIDA
tes posiciones han servido el propósito central del instituto, definido por el Libertador General
Bernardo O’Higgins Riquelme hace ya 200 años. Honramos, entonces, a 60 directores, a más de
75 subdirectores, a miles de profesores civiles y militares, a miles de oficiales, suboficiales, cla-
ses, soldados, empleados civiles, operarios y otros, lista larga de detallar, quienes dieron vida a
la Escuela Militar y permitieron formar, a lo largo de la historia, a alrededor de 25.000 jóvenes
chilenos que han cursado estudios en el plantel y a los cerca de 15.000 oficiales egresados para
servir a la patria, a su Ejército y a todos los chilenos.
El año Bicentenario no ha finalizado. Sin embargo, es importante destacar que las tareas
de conmemoración realizadas a la fecha han resultado exitosas. Ello se debe al compromiso de
muchas autoridades y diversas personas, desde el Comandante en Jefe del Ejército, hasta muchos
de menor rango, que silenciosa y abnegadamente colaboraron para hacer realidad lo planificado.
Entre todos ellos nos permitimos destacar a los integrantes de la Comisión Bicentenario: al
general de brigada Jorge Guzmán Fredes, al coronel Juan Luis Martín Quintana, al coronel Mario
Pablo Figueroa Brito, al suboficial mayor José Rodríguez Mazuret y al suboficial Carlos Valdivia
Zamorano, quienes trabajaron con un gran compromiso en pos de los objetivos señalados.
Se agradece la colaboración para preparar este artículo de la señora Teresa Varas Flores (perio-
dista, licenciada en Ciencias Sociales, magíster en Comunicación Museal CIESPAL Quito-Ecuador
y gerente cultural en la OEA ad honorem) y del señor Guido Poli Spada (licenciado en Historia y
en Educación de la Universidad de Los Andes).
D E L
REVISTA
ARMAS Y SERVICIOS
DEPARTAMENTO COMUNICACIONAL DEL EJÉRCITO
ENERO-FEBRERO DE 2017
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SIRIA DEL PILAR RUBIO L.1
En el año del "Bicentenario del Cruce de Los Andes", la trascendental gesta, iniciada en enero
de 1817 y comandada por el general José de San Martín, es reconstruida por 140 efectivos de los
Ejércitos de Chile y Argentina, quienes "homenajearon a aquellos valientes que permitieron forjar
la independencia de ambos países", replicando en forma exacta y detallada la formación de dos
columnas binacionales que realizaron la travesía histórica, recreando los puntos exactos de cada
enfrentamiento, desde Uspallata hasta el recorrido hacia el territorio nacional, avanzando unidos
hasta Chacabuco.
Finalmente, las páginas de la presente edición resaltan la preparación del Ejército de Chile
como fuerza de tarea polivalente, actuando ante catástrofes, y la valiosa labor de conectividad que
realiza el Cuerpo Militar del Trabajo, esta vez, en el desarrollo del proyecto vial Visviri-Parinacota.
1 Analista en Gestión Sistema de Investigación y Desarrollo del Ejército, Centro de Estudios e Investigaciones Militares del Ejército.
ser abierta en 100 años más; la entrega de espadines a los ciento setenta y ocho cadetes que
conforman la "promoción bicentenario"; la Gala Ecuestre realizada en el instituto que contó
con la participación del Regimiento Escolta Presidencial N° 1 “Granaderos”, la Escuela de
Equitación del Ejército y la Escuadra Ecuestre Palmas de Peñaflor; el concierto “200 años, 200
músicos”, instancia que contó con la presentación de Los Niños Cantores de Viena; el homenaje
de Las Condes a la Escuela Militar; y la Competencia Internacional de Patrullas, en donde 140
cadetes, que conformaron 14 patrullas, recorrieron 32 kilómetros en una dura competencia.
Nos ilustra así el panorama de lo que fueron las celebraciones del Bicentenario de la Escuela
Militar, hecho que trasciende al sueño de O´Higgins, que aún está vigente en las aulas del insti-
tuto, al igual que nuestro quehacer institucional.
El tercer Reporte de Gestión Institucional del Ejército también es destacado en las páginas de
esta publicación, centrándose en los principales puntos tratados por el Comandante en Jefe del
Ejército, General de Ejército Humberto Oviedo Arriagada, en su exposición en el cuartel general
de la IV División ubicado en Coyhaique.
De esta forma se tratan los conceptos de valor estratégico, gestión financiera, el área estraté-
gica de la defensa, entrenamiento del Ejército, material y equipo. Se concluye así la importancia
de la inversión en Defensa y su impacto para el país.
Armas y Servicios también destaca en sus páginas el diverso accionar institucional que se ma-
nifiesta en las tareas que desarrolla en el Centro de Entrenamiento de Desminado y Destrucción de
Explosivos; con su accionar en emergencia y catástrofes; con el Plan Comunicacional del Ejército
2017-2018; el funcionamiento de la Secuencia de Formación del Cuadro Permanente; el nuevo
modelo de salud integral con enfoque familiar; la actualización del Sistema de Investigación y
Desarrollo del Ejército; la labor del colegio del Hospital Militar de Santiago; como también con
las actividades de la Fundación de Señoras del Ejército.
Desde el punto de vista histórico, nos recuerda el significado de la heráldica del distintivo de
Ingeniero Politécnico Militar; la hazaña del ascenso a los Ojos del Salado a 60 años de su logro; la
grandeza del teniente coronel Santiago Bueras, el “huaso” de los dos sables; los grandes egresados
de la Escuela Militar en el mundo de las artes y letras; como también el Regimiento de Artillería
N° 1 “Tacna” y su batería histórica.
Finalmente, las páginas de esta edición resaltan las cartas de agradecimiento recibidas por
el Ejército tras los incendios forestales acaecidos durante el primer trimestre del presente año,
las cuales son testimonios de gratitud tras las importantes labores realizadas en beneficio de la
patria en momentos tan angustiantes.
A contar del año 2015, su elaboración y publicación la asumió el Centro de Estudios e Inves-
tigaciones Militares (CESIM), que también se encarga de su distribución semestral a las entidades
académicas, centros de estudios nacionales y extranjeros, Fuerzas Armadas y de Orden y Seguridad
e investigadores, entre otros.
El contenido de cada una de las ediciones está basado en artículos relacionados con las
ciencias militares, abordando las distintas dimensiones que inciden en la profesión militar. Tam-
bién se elaboran ediciones temáticas, en las que se centran los primeros artículos, sin dejar de
considerar otros tópicos de diversa naturaleza, monografías y ensayos, en el marco de la línea
editorial previamente establecida, difundida, además, en la página web del CESIM: www.cesim.
cl en el link “publicaciones”.
Aquellas personas que quieran colaborar pueden remitir sus escritos a memorialdelejercito.cesim@
ejercito.cl, o bien al correo intranet institucional A1005, cumpliendo con las siguientes normas:
Artículos: estos deben tener una extensión máxima de 9.000 palabras, aproximadamente,
escritas en letra Arial 12, a 1,5 espacio y deben ser inéditos. Si el trabajo es el resultado de una
ponencia o producto de alguna investigación, deberá puntualizarse mediante un asterisco, colocado
al final del título y que remita a una primera nota a pie de página. En caso de utilizarse cuadros,
gráficos o mapas, deberá explicitarse su fuente.
Todos los artículos deben contener un breve currículum del autor (grados académicos, perte-
nencia a alguna institución y e-mail) en nota a pie de página.
En el caso de los artículos contenidos en revistas impresas, deben citarse de acuerdo al si-
guiente orden:
Ejemplo de artículo: FERRADA, Luis. “La defensa nacional y su aporte a la política antártica
de Chile”, Escenarios Actuales (N° 3) p. 29, diciembre 2012.
Si el texto referido no corresponde a un artículo o libro, se debe especificar la fuente (Ej: caso
de monografía electrónica). En tal caso la referencia completa se debe ordenar así:
La Bibliografía completa deberá ser proporcionada al final del trabajo, en orden alfabético
de los apellidos de los autores.
C E N T R O D E E S T U D I O S E I N V E S T I GAC I O N E S M I L I TA R E S
CENTRO DE ESTUDIOS E INVESTIGACIONES MILITARES
CESIM JULIO - 2017 Nº 498