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Resulta fácil ver esto como una victoria para la democracia; los diplomáticos
estadounidenses, ansiosos por la estabilidad de la región, quieren creer esto más
que nadie. No obstante, hemos visto esta historia antes: Tal y como lo muestran los
recientes acontecimientos en el Oriente Medio, los repentinos brotes de democracia
pueden desvanecerse rápidamente. Las protestas y las elecciones no son
suficientes. El arduo trabajo de construir la democracia inicia una vez que las aguas
han vuelto a su cauce. Y no está muy claro si Guatemala está lista o no para llevar
a cabo esta tarea.
Uno no tiene que identificarse con este hombre para saber que él está en lo correcto.
El Estado de Derecho hasta el momento rige en su caso, pero la administración de
la justicia en Guatemala aún depende mucho de una comisión que Naciones Unidas
estableció para erradicar la corrupción y del compromiso de unos cuantos
magistrados y jueces con valores éticos.
Culpable o no, hasta ahora Pérez Molina en verdad está pagando los platos rotos
del sistema. El Congreso le quitó la inmunidad, desviando así la atención de su
propia corrupción, ya que en las elecciones de la semana pasada, la mitad de sus
diputados fueron reelectos y los mismos tres partidos con participación en el Poder
Legislativo obtuvieron la mayoría de las curules. Mientras tanto, el Congreso está
debatiendo el mínimo indispensable en lo que respecta a reformas políticas, y si los
esfuerzos anteriores son algún indicador, lo más probable es que sus miembros se
cerciorarán de que todo cuanto sea aprobado protegerá su propia inmunidad, así
como también sus intereses económicos y políticos.
Además, existen problemas con el FCN en sí. Este partido fue fundado por oficiales
militares de derecha que tienen vínculos con las mismas redes del crimen
organizado que han tomado la política guatemalteca y cuyos miembros principales
están implicados en brutales crímenes de guerra cometidos durante la guerra civil
de 36 años en el país. De hecho, uno de esos veteranos ha sido elegido diputado
del nuevo Congreso como miembro del partido de Morales.
El miedo, que había estado ausente en las protestas de los últimos seis meses, está
regresando sigilosamente. Los activistas saben que evitaron la represión,
principalmente porque sus protestas se mantuvieron pacíficas, y temen que un
regreso a la política de siempre por parte de Morales podría incitar a la frustración
popular y que se torne en actos violentos, dándole al Gobierno una excusa para
silenciarlos. El general Quilo advirtió lo mismo, diciendo que los manifestantes
podían protestar libremente, siempre y cuando se comportaran y se abstuvieran, en
sus propias palabras, de “manchar paredes o dañar carros”.
No hay mal desenlace que sea inevitable cuando se trata de la historia de una
primavera democrática. La trayectoria de la democracia es confusa y poco directa.
No obstante, la posibilidad de giros equivocados, como el que parece estar tomando
Guatemala, puede evitarse siempre y cuando los demócratas guatemaltecos y sus
socios internacionales se mantengan vigilantes, sensatos y comprometidos. Tal y
como me lo dijo Nineth Montenegro, la diputada que estuvo en el centro de la lucha
por la reforma: “Nosotros no hemos hecho todo este trabajo para rendirnos ahora”.