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SOPHIA

Boletín Mensual del


C E N T R O D E E S T U D I O S “S O P H I A”
Sección Hispana de la ARCANE SCHOOL de Nueva York

FRANCISCO BRUALLA – Redactor Responsable

Vol. III. M A Y O 1 9 4 0 No. 5.

S U M A R I O

FUERZA MORAL Y CULTURA 02


Por El Tibetano

LA GIMNASIA DE LA VOLUNTAD 05
Por el Dr. Roberto Assagioli

A LA HORA DEL CREPÚSCULO 12

S U P L E M E N T O
ESTUDIO – X

“Estudios de Psicología Espiritual”

Por El Tibetano

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Publicación del “CENTRO DE ESTUDIOS SOPHIA”


Rivadavia 4893, Casa 11, Buenos Aires, Argentina
FUERZA MORAL Y CULTURA.

Por El Tibetano.

La humanidad ansiosa espera la redención que las religiones y los


idearios políticos le prometen, a condición que acepte ciertos dogmas y
determinados sistemas políticos y económicos, que cada uno proclama como
infalibles. Pero dogmas y sistemas son tan variados y antagónicos, que en la
mente de los hombres existe una verdadera confusión; la cual no permite
discernir cuáles sean los mejores, constituyendo esto una de las causas
fundamentales de los conflictos humanos.

Dos cosas serán necesarias para que tal confusión cese y vuelva la calma
y serenidad a los espíritus. Primero que se permita que cada religión y cada
ideario desenvuelva libremente sus teorías, con tal que no ataquen a los
demás y sin otra limitación que la de no alterar el orden público; y segundo,
que se deje libre a cada individuo para profesar, en religión, la que más le
atraiga, y en política se afilie al partido o agrupación que considere mejor
capacitado para administrar el bien común.

Cuando las naciones conozcan el derecho supremo de autodeterminación


para todos los pueblos y razas, cualquiera que sea el número de individuos
que las compongan, y se respete tal derecho lealmente, de manera que todos
puedan ejercerlo sin temores ni recelos, cada nación adoptará la religión y
la ideología política mejor adaptada a su propia idiosincrasia. Las luchas
internas cesarán también, cuando los partidos políticos tengan únicamente en
cuenta el bien de la nación, en vez de las conveniencias de sus partidarios
exclusivamente. La nación que consiguiera esto vería muy pronto desaparecer
la mayoría de los partidos políticos, tal como existen hoy, porque no habría
más que un supremo ideal que no puede ser otro que el bienestar y el progreso
de la nación como un todo y no limitado a un sector determinado; aunque se
reconozcan diversos caminos para alcanzar tal ideal.

Con respecto a la auto-determinación, los individuos, las razas y las


naciones se mantendrían constantemente en armonía y se agruparían para fines
determinados de bien común; de manera que la actividad de cada uno se
desarrollaría dentro del ideal más amplio de contribuir alñ bienestar y
progreso del género humano.

Los males de la humanidad provienen principalmente en que, a los


obstáculos naturales, con que el hombre tropieza para su desenvolvimiento, se
añaden los entorpecimientos puestos por el egoísmo y la envidia de sus
semejantes, y las limitaciones con que instituciones y gobiernos, a veces
ilegítimos, coartan su libertad.

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Mientras los hombres hayan de ser gobernados por gobiernos de fuerza (y
los son todos, aun los considerados como más liberales, puesto que todos se
apoyan en la fuerza de las armas) no puede haber verdadera paz; porque el
instinto del hombre armado lo impulsa a subyugar al inerme e imponerle su
voluntad. La situación actual del mundo lo dice bien a las claras. Serán
muchos que con toda sinceridad crean que las naciones necesitan policía y
ejército, siquiera para mantener el orden dentro de sus fronteras. Puede que
sea así ahora, dada la escasa cultura de las masas; pero esa necesidad es más
aparente que real. Así como en pedagogía se ha demostrado la falsedad y poca
consistencia de la máxima, según la cual: “la letra con sangre entra”, no
sería difícil demostrar, con la historia en la mano, que la violencia y la
opresión, como sistema político, es contraproducente. La historia nos está
demostrando, cada vez con más severidad, que la guerra no resuelve ningún
conflicto; no los ha resuelto nunca, ni los resolverá jamás; porque cada
guerra es la semilla de otra más sangrienta.

Los individuos, los gobiernos y las naciones que apelan a la fuerza de


las armas para hacer valer su punto de vista, confiesan que carecen de la
suficiente fuerza moral que proporciona una causa justa. La única fuerza
verdaderamente digna de respeto es la fuerza moral; cuando ésta falta es
porque lo que se pretende no es justo ni equitativo, por eso se apela a la
fuerza bruta para imponerlo.

Todo se reduce en último término a falta de verdadera cultura. Los que


apelan a las masas para despertar el odio contra el adversario y arrastrarlas
a la guerra, en nombre de un patriotismo engañoso, que esas masas no
entienden, se apoyan en la incultura y el temor de esas mismas masas; pues
hoy sería difícil encontrar un individuo de mediana cultura, que no esté
convencido que ni vencidos ni vencedores obtienen nada bueno de la guerra.

La moral de lo dicho es, que si se quiere llegar a un estado de paz


permanente; si se quiere que la tranquilidad y el bienestar de todo el género
humano no esté a merced de los más audaces o de los más fuertes, el único
remedio está en la difusión de la verdadera cultura; que lo que se gasta en
armamentos se gaste en dar instrucción y cultura, con lo cual muy pronto la
policía y el ejército podrán reducirse a la mínima expresión, hasta
desaparecer completamente; porque entonces la fuerza moral será la única
fuerza utilizable en el mundo.

Las naciones están dispuestas a volcar sus arcas y a gastar lo que


tienen y lo que no tienen en armamentos en prevención de una guerra, que
siempre se podría evitar al aparecer los primeros síntomas del conflicto. En
cambio, entristece observar la parsimonia y mezquindad con que se provee a lo
que ha de dar instrucción y cultura al pueblo. Los presupuestos para las

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fuerzas armadas se votan rápidamente, como si los países quisieran estar
siempre en pie de guerra; en cambio los presupuestos de instrucción y
cultura, general y especializada, se eternizan y jamás alcanzan a satisfacer
las necesidades culturales de los pueblos

Sin embargo; es la cultura la que hace a los hombres sociables; es la


verdadera cultura, sinónima de moral elevada, la que los hermana y hace que
se entiendan. De ella proviene la fuerza moral, que hace innecesaria la
fuerza bruta; a la cual, a la larga, aquélla derrota siempre.

Dése cultura a los pueblos; ármeseles de fuerza moral y entonces la paz


será permanente, porque estará aentada sobre una base inconmovible.

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LA GIMNASIA DE LA VOLUNTAD.

Por el Dr. Roberto Assagioli.


Director del “Instituto de Psicosíntesis” de Roma.

Véanse los artículos: “Necesidad y Valor de la


Educación de la Voluntad” y “La Voluntad Fuerte”
publicados respectivamente en los números
de Enero y Febrero de 1940.

El principio fundamental del método para fortalecer la voluntad es


simple: “Todo órgano, toda facultad se desarrolla con el ejercicio”. El
músculo se robustece practicando una serie de contracciones: así la voluntad
se ejercita queriendo.

Así como para fortalecer un músculo, o un grupo de músculos existen


ejercicios de gimnasia médica, combinados de modo que ponen en movimiento
solo la parte del cuerpo más débil, así también, para reforzar la voluntad
hay que ejercitarla sola, independientemente de otra función psíquica.

El método de los “ejercicios inútiles”, ha sido patrocinado sobre todo


por el psicólogo americano William James y después por Boyd Barrett; quien lo
adoptó como base de su método de fortalecimiento de la voluntad.

Veamos como James nos muestra el valor de su método:

“Mantened viva en vosotros la facultad del esfuerzo mediante un pequeño


ejercicio inútil cada día. Vale decir; sed sistemáticamente heroicos cada día
en las pequeñas cosas innecesarias; haced cada uno o dos días alguna cosa por
la sola y simple razón que es difícil y preferirías no hacerla; de manera
que, cuando surja el momento cruel del peligro y de la necesidad, no os
encuentre débiles o mal entrenados. Un ascetismo de este género equivale a la
póliza de seguro que un individuo paga sobre su casa y sobres sus bienes”.

“Pagar el seguro no le resultará un placer y es posible que no lo


necesite nunca. Pero si el fuego llegara a destruirle la cas, el seguro le
salvará de la ruina”.

“Otro tanto sucede al hombre que se ha entrenado, día por día, en el


hábito de concentrar su atención, de quere enérgicamente, de privarse de
cosas innecesarias. Estará firme en la brecha como una torre, aunque la ruina
esté en torno suyo, mientras sus compañeros de desventura se dispersaran como
las pajuelas del trigo cribado” W. James, “Los Ideales de la Vida”.

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Los ejercicios propuestos por Boyd Barrett pueden ser ejecutados por
todos con facilidad, porque no exigen ninguna condición externa especial.
Basta poder estar solos en una habitación, sin ser molestados, durante cinco
o diez minutos al día, a cualquier hora.

El método de Boyd Barrett consiste esencialmente en la ejecución regular


y perseverante de una serie de pequeños deberes, simples, fáciles e
insignificantes. Lo importante es que los ejercicios sean ejecutados con
precisión, regularidad y constancia y que se hagan voluntariamente, con
satisfacción, recordando siempre el fin precioso que se persigue.

Cada ejercicio se ha de hacer durante varios días – por regla general


una semana – después se cambia, para evitar la monotonía o la formación de un
hábito, que se convierta en automatismo.

He aquí un ejercicio de este género, extraído del libro de Boyd Barrett:

Ejercicio:

Retiraos a una habitación tranquila, donde nadie os moleste, munidos de


un reloj y lo necesario para escribir. Escribid la fecha y la siguiente
promesa:

Cada día, durante los próximos siete días, estaré aquí de pie sobre una
silla, durante diez minutos y procuraré hacerlo con satisfacción.

Ejecutad enseguida el ejercicio y apenas terminado, anotad las


sensaciones, los estados de ánimo experimentados durante los diez minutos. Lo
mismo haréis los días siguientes.

He aquí algunas comprobaciones introspectivas, anotadas por Boyd


Barrett, después de haber hecho este ejercicio:

Primer día: Ejercicio un poco extraño; tan fuera de lo natural que


me ha hecho sonreir, cruzar los brazos, o apoyarlos en los flancos para
sentirme más cómodo. Me ha resultado arduo mantenerme en actitud de
voluntaria satisfacción sin hacer nada. Naturalmente, me he distraído y he
pensado: ¿A qué me conducirá este experimento…?

Segundo día: El tiempo del ejercicio ha pasado fácilmente y sin


desagrado. He tenido una sensación de satisfacción y también como de orgullo
y de virilidad, al hacer mi voluntad. Me he sentido “tonificado” – interior y
físicamente – por el solo hecho de ejercitar mi voluntad y de mantener mi
resolución.

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Tercer día: He experimentado una sensación de “poder” al seguir el
propósito impuesto por mi mismo. Gozo y energía se sienten al querer y al
realizar la propia voluntad. Este ejercicio tonifica moralmente y despierta
en mi una sensación de nobleza y de virilidad. Mantengo una actitud, no de
sometimiento o resignación, sino de querer, activamente, hacer lo que estoy
haciendo, y es esto lo que me da satisfacción.

Boyd Barrett propone otros ejercicios diversos de este género. He aquí


algunos:

1. Repetir con calma en alta voz por espacio de cinco minutos la frase:
“yo quiero hacer esto”, acompañándola con movimientos rítmicos con un
bastón o una regla.

2. Caminar de un lado a otro, en una habitación, durante cinco minutos,


tocando cada vez el mismo objeto en cada extremo.

3. Escuchar el tic tac de un reloj, haciendo un determinado movimiento


cada cinco oscilaciones.

4. Subir y bajar treinta veces, de una silla.

5. Poner con calma y decisión, sin apuros, cien pedazos de cartón en una
caja (este ejercicio es particularmente adecuado para combatir la
impulsividad).

Podrían intentarse miles de ejercicios similares, pero lo importante no


es hacer este o aquel ejercicio, sino el modo cómo se realiza. Hay que
hacerlo voluntariamente, con interés, con precisión, con “estilo”. Hay que
procurar mejorar cada vez la forma de ejecución, la claridad de la
introspección y la fidelidad de las anotaciones escritas, y sobre todo,
acrecentar la conciencia y la forma de querer. Es necesario entrar en pugna
consigo mismo; en otros términos, es necesario asumir una “actitud
deportiva”, en todo el sentido de la palabra.

Ejercicios de la voluntad en la vida cotidiana.

Otra serie de ejercicios para reforzar la voluntad se puede encontrar en


las miles de ocasiones que nos ofrece la vida diaria, con sus deberes y
ocupaciones. No hay actividad que no pueda servir a este fin, porque, con
nuestro propósito y actitud interna, y con el método particular de
ejecutarlo, lo transformamos en un ejercicio de la voluntad. Uno de ellos
puede ser: Levantarse 10 o 15 minutos antes de la hora acostumbrada, con el
firme y claro propósito de fortalecer nuestra voluntad. También la toilette

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puede darnos la oportunidad de ejercitar la voluntad, si vigilamos y educamos
los movimientos necesarios, haciéndolos precisos, ordenados y rápidos, pero
con calma. Esta es una cualidad importantísima, preciosa, para desarrollar en
la vida moderna: aprender “la rapidez tranquila” en esta vida presente que
con su ritmo acelerado, nos hace a todos inquietos, aun cuando no tengamos
que hacer nada, por sugestión colectiva.

La “rapidez tranquila” no es fácil, pero es posible; ella nos da la


oportunidad de ser eficientes, productivos, sin la tensión y el agotamiento
que provoca la prisa, sin perder nuestra compostura, nuestra nobleza
interior, aquella que Dante llama dignidad en los versos en que dice: “que a
la dignidad la destruye el apresuramiento”.

“Quando li piedi suci lasciar la frotta


Che l´onestade ad ogni atto dismaga”.

No es fácil adaptarse porque requiere una especie de desdoblamiento; hay


que ser espectadores de nuestros actos; hacerlo así o intentarlo, constituye
un excelente modo de desarrollar la voluntad.

Después, en el resto de la mañana, en la oficina, en el ejercicio de la


profesión; en la atención a los trabajos domésticos, se pueden hacer
numerosos ejercicios de voluntad: aprender la serenidad y la vigilancia de sí
mismo durante el trabajo, dominar las emociones, los actos de impaciencia y
de cólera ante pequeñas incomodidades y contrariedades; por ejemplo; cuando
alguien nos pisa en el tranvía, cosa muy frecuente; mientras esperamos ante
una ventanilla; el error de un dependiente; la injusticia de un superior.
Cuando volvemos a casa a almorzar tenemos ocasión de hacer algunos otros
buenos ejercicios: Frenar el impulso de descargar contra nuestra familia el
mal humor causado por las contrariedades y las preocupaciones de los
negocios; soportar serenamente y corregir las eventuales desarmonías que
encontraremos en el ambiente doméstico. En la mesa, es un ejercicio útil y
benéfico para la salud frenar el impulso de comer apresuradamente, pensando
aún en nuestros negocios; tratando, en cambio, de masticar bien los
alimentos, saborearlos con verdadera fruición y reposar la mente. No menos
útil será el acto de abstenernos de comer un manjar apetitoso, si sabemos que
nos hará daño. En el resto del día tendremos mil ocasiones de continuar la
gimnasia de la voluntad. Por ejemplo: Resistir las contradicciones de
personas o de cosas que tiendan a desviarnos del cumplimiento de los deberes
que nos hemos propuesto.

Dar un paseo con paso rápido y cadencioso, o bien vagabundear


perezosamente por la calle. Cesar resueltamente la labor, en cuanto nos damos
cuenta que estamos cansados y tomarnos un oportuno reposo o divagar, frenando

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la nerviosidad de querer terminar con nuestro trabajo. Un breve reposo, al
empezar a sentirnos cansados, vale más que un largo descanso, en caso de
agotamiento.

Algunas fábricas y grandes estableciomientos industriales han adoptado


ya el sistema de aplicar breves y frecuentes descansos, con lo cual han
obtenido un gran aumento en el rendimiento de los operarios. Cada uno de
nosotros debiera introducirlo en sus actividades; nunca debieramos trabajar
más de una hora sin interrupción. Para ello, basta ejecutar cualquier
ejercicio muscular o un relajamiento breve a ojos cerrados.

Para la fatiga mental, en general, lo mejor es el ejercicio físico; por


lo demás, cada uno puede practicar aquello que más le convenga. Una de las
ventajas del reposo frecunte y breve es la de no perder el fervor, la
inspiración en el trabajo, evitando el agotamiento nervioso que produce el
exceso. Un ritmo ordenado en nuestra actividad genera armonía en nuestro ser;
la armonía es la ley universal de la vida. El cosmos está compuesto de
vibraciones; cada fenómeno natural es rítmico; el hombre se aparta de la
armonía solo cuando no obedece las leyes del ritmo vital. Hacerse ritmico es
un principio de sabiduría y de salud. El ritmo obra en nosotros, suscitando y
dando entrada a aquella fuerza misteriosa que nos conecta con las leyes
cósmicas. Aun la cadencia de un paso rítmico (paso militar) tiene su razón de
armonía. Nada hay pequeño en la vida del hombre, ni en las cosas. Hay que
saber encontrar en lo pequeño la expresión de lo universal. Así se une y
relaciona nuestra vida con la vida del cosmos; y cada acto, aunque pequeño,
adquiere un valor mayor.

Un buen ejercicio es acostarse a una hora determinada, interrumpiendo


resueltamente una lectura agradable o una conversación interesante.

Al principio, es difícil hacer bien todos estos ejercicios, y al


intentarlo podría desanimarnos el fracaso. Para eso aconsejamos comenzar con
pocos ejercicios distribuidos en el curso del día; y solo a medida que se
vayan ejecutando regularemente los primeros aumentar el número, alternándolos
y variándolos. Es preciso hacerlos con interés, alegremente, anotando los
éxitos y fracasos, tratando de establecer y batir nuestros propios “records”;
con la mejor actitud deportiva. Así se evita el peligro de caer en un rígido
automatismo y lo más importante, que no nos resulte un pesado deber aquello
que debe ser un ejercicio agradable y ameno.

Todos, en torno nuestro, de algún modo colaboran en nuestro propósito:


un superior pedante, un socio exignete, se convierten en ejercicios
gimnásticos, la barra, las paralelas, con las cuales hacer girar y elevar

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nuestra voluntad; una ama de casa o una cocinera no puntuales, nos ofrecen
oportunidad para hacernos pacientes y serenos o para leer un buen libro
mientras esperamos; el amigo dicharrachero y disipador nos da motivo para
reforzar nuestro poder de inhibición, refrenar nuestra lengua y ser corteses,
pero también a rehusar firmemente. “Saber decir no”; arte difícil pero muy
útil para nuestra disciplina y la de los demás.

Ejercicios Físicos y Educación de la Voluntad.

Los ejercicios físicos, gimnásticos y deportivos, son muy útiles para


robustecer, no solo nuestro cuerpo, sino también nuestra voluntad. Gillet, ha
denominado a la gimnasia “la escuela elemental de la voluntad” y ha dicho que
ella puede servir de modelo a la gimnasia del alma. En realidad, cada
movimiento físico es un acto de voluntad, un mandato para el cuerpo, y la
repetición de tales actos, con la atención, los esfuerzos, el dominio y la
constancia que requieren, sirve eficazmente para ejercitar y reforzar la
voluntad. También las sensaciones orgánicas así suscitadas: el vigor físico,
la sangre que corre más rápido, el calor benéfico, la agilidad de los
miembros, su pronta obediencia, dan una sensación de fuerza moral y de
autoridad, que eleva el tono de la voluntad y desarrolla la energía. Pero
para obtener el mayor beneficio, es necesario que los ejercicios se hagan con
el fin exclusivo, o al menos principal, de educar la voluntad; los ejercicios
gimnásticos y deportivos han de hacerse con mesura, precisión y atención. No
deben ser muy violentos o forzados; cada movimiento o serie de movimientos
deben ser ejecutados con ímpetu decidido, con rapidez y precisión. Entre los
juegos deportivos y los deportes, los más adecuados no son los más violentos
o agitados, sino los moderados y prolongados que exigen constancia, destreza,
coraje y permiten pausas y variedad de movimientos. Son, particularmente
adaptables el golf, el tenis, el patinaje, el alpinismo. Un paseo por las
montañas, de discreta duración y dificultad, realizado con el propósito
principal de ejercitar la voluntad constituye un ejercicio modelo. La salida
inicial hasta el refugio, el breve reposo, el despertar a las dos, y la
rápida lucha contra el sueño, la pereza, el frío… y tal vez el miedo; las
vicisitudes de la ascención por la escarpada roca, sobre la nieve; después,
el prudente descenso, la lucha contra la atracción del abismo, el coraje de
saltar decididamente por sobre las grietas, la resistencia en el largo y
monótono descenso, he aquí una serie de óptimas ocasiones para ejercitar y
desarrollar conscientemente la voluntad, en todos sus aspectos.

Como no siempre podemos dedicarnos a estos agradables deportes, debido a


tantos impedimentos, ocupaciones, salud, gastos, clima, etcétera, pueden
suplirse con otras actividades físicas, que no tienen la exigencia de
aquéllas.

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Los ejercicios gimnásticos, por ejemplo. Al nombrarlos se suele pensar
de inmediato en los gimnasios; pero también se pueden hacer en la propia
casa, y hay excelentes métodos de gimnasia de cámara. Entre ellos recuerdo
como el mejor el del profesor danés Muller “Mi Sistema”. Este tiene la
ventaja de la simplicidad y la economía (no requiere ningún aparato); por
otra parte no es atlético, porque no tiende a desarrollar particularmente los
músculos, pero es higiénico, y desarrolla todo el cuerpo, activa la
circulación, etcétera. No es fatigoso y se puede graduar para cualquier
organismo, y lo mismo puedes adoparlo los niños como las personas mayores (lo
usan personas de 70 a 80 años).

Por eso no nos maravilla su éxito, que ha sido enorme. El libro de


Muller ha sido traducido a 24 idiomas y difundido en millones de ejemplares.
En Londres hay un floreciente Instituto Muller. Este método es además
particularmente adaptable para la educación de la voluntad porque insiste,
sobre todo, en la precisión, el estilo y la rapidez.

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A LA HORA DEL CREPUSCULO

Febrero 10 de 1939. (R.)

A la hora del crepúsculo la voz del Maestro se dejó oir y dijo:

El gran problema del hombre surge a causa que no se decide a entregarse


por entero a la vida. Se aferra con uñas y dientes a cosas materiales a las
cuales inviste del poder de darle satisfacción y felicidad; no obstante que
en ciertos momentos reconoce que tal satisfacción y felicidad distan se ser
reales, no se decide a desprenderse de dichas cosas, hasta que, a la larga,
le resultan una carga y un obstáculo a su verdadero progreso.

Lo mismo ocurre con las naciones y colectividades. Los hombres se


destruyen mutuamente en defensa de instituciones anticuadas, que han dejado
de tener utilidad, y se resisten a aceptar lo nuevo, solo porque es nuevo.
Así, tratan de oponerse al impulso renovador de la vida, aferrándose a lo
viejo, llamado a desaparecer, en vez de ponerse de buena gana a la par de la
vida, con lo cual dejarían de sufrir al no oponerse al desenvolvimiento
natural de las cosas, que la misma Vida impone.

***

13 de Febrero de 1940. (J.)

La Vida siempre lleva al hombre por la senda más fácil hacia la


perfección. El sufrimiento está en razón directa con la resistencia que el
hombre opone al curso de la Vida. La sabiduría y la compasión del Padre son
tan grandes, que siempre gradua el sufrimiento de manera que, no solo pueda
el hombre resistirlo, sino que le toque el corazón para que aprenda la
lección que el dolor implica.

Los que creen en la misericordia del Padre están en lo justo. No es


cierto que las leyes del Universo sean absolutamente rígidas. La infinita
bondad del Padre, en su Sabiduría no menos infinita, ha dado cierto grado de
flexibilidad a la actuación de las fuerzas, en beneficio de sus hijos los
humanos.

Por eso, en todas las circunstancias difíciles, el hombre hará bien en


encomendarse a la misericordia del Padre, porque tal misericordia existe en
realidad y actúa siempre que se la invoque con fe y amor, sin que ello
implique una desviación de la ley.

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Si no fuera así, la humanidad habría sido destruida innumerables veces;
pues el hombre, se su ignorancia, habría causado grandes catástrofes, que el
Padre Sabio y Misericordioso ha contrarrestado, restableciendo el equilibrio
alterado.

Pero el hombre ha de aprender sus lecciones y, como para ello el dolor


es indispensable, el Padre regula éste de manera que el hombre aprenda y no
se destruya a sí mismo.

***

Febrero 13 de 1939 (R.)

Cualquiera que sea la posición del hombre en el esquema del Universo, ha


de considerarse superior a cuanto le rodea; aunque en determinados aspectos
se sienta impotente para hacer prevalecer su superioridad. Desde el punto de
vista físico el hombre es inferior a determinados animales en lucha cuerpo a
cuerpo; pero el hombre ha pasado el periodo del predominio puramente físico;
porque posee otras facultades que hacen innecesario tal predominio.

La superioridad del hombre sobre el resto de la naturaleza radica en su


inteligencia. Con su inteligencia, no solo puede dominar a los animales más
feroces, sino que gradualmente va aprendiendo a dominar a los elementos y a
las fuerzas mismas de la naturaleza.

La inteligencia, la mente, es la gran fuerza y poder que el Padre ha


puesto a la disposición del hombre al objeto que lo ejerza para el
desenvolvimiento propio y el de toda la naturaleza.

Hasta ahora, sin embargo, el hombre, maravillado ante el poder puesto a


su disposición, se ha entretenido en ejercitarlo, sin analizarlo en su
esencia, ni descubrir la fuente del mismo y así ha avanzado mucho en el
conocimiento y uso de las fuerzas de la naturaleza; pero muy poco en el
conocimiento de sí mismo como origen de tal poder.

La humanidad, sin embargo, ha llegado a un punto crítico en que está por


renegar de sus adelantos científicos que aplica principalmente en las artes
de la destrucción y, al parecer, le han conducido a un callejón sin salida;
salvo que consiga conocimientos de orden superior que le permitan descubrir
la propia esencia del ser humano y, de esta manera, reajustar las relaciones
humanas, sobre una base científica fundada en la verdad. La ciencia de la
Vida espiritual es la única que puede proporcionar tales conocimientos; los
cuales se irán descubriendo a medida que se desenvuelva la nueva Psicologia.

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La ciencia mecánica parece haber llegado a su límite de desarrollo.
Ahora corresponde desarrollar la ciencia de las fuerzas sutiles de la
naturaleza y el arte de aplicarlas; pero tal conocimiento sería peligroso y
por eso no será entregado hasta que el hombre alcance un regular dominio de
su naturaleza emocionar y de su mente.

***

Febrero 13 de 1940 (A.)

Grandes son los secretos que serán revelados a los hombres de ciencia
que con sinceridad y corazón puro se entreguen a la Vida. Los Hermanos
Mayores están ansiosos que se les dé la oportunidad de enseñar; pero
necesitan mentes abiertas y libres de prejuicios.

La intuición, unida a los grandes conocimientos que ya se tienen,


proporcionará al hombre grandes poderes; pero la intuición se desarrolla con
dificultad cuando la mente racional se niega orgullosa a aceptar todo aquello
que está más allá de su capacidad de razonamiento. El conocimiento está al
alcance, solo necesitan los hombres aceptarlo como don del Padre.

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