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BIBLIOTECA DEL~
NUEVOS HECHOS , NUEVAS IDEAS
XIII
REVISTA DE OCCIDENTE

H S T O R A 11 R E V E FRANCISCO BRENTANO
l.
Ludo Moritz Hartmann: La decadencia de 1 mundo anti-
guo ,. 5 ptas.
Il. .Arturo Rosenberg: Historia de la República romana • 6 ptas.
PSICOLOGIA
III. Enrique Finke: La mujer en la Edad Media.
IV. Eduardo Schwartz: El emperador Constantino y la Iglesia
cristiana • 6 ptas.

COLECCIÓN «HOY Y MAÑANA» TRADUCCIÓN DEL ALEMÁN POR

l. F. C. S. Schiller: Tántalo o el futuro del hombre • 2 ptas.


J o s :e G A O S

11. ..i\.nthony M. Ludovici: Lysistrata • 3 ptas.


III. J. B. S. Haldane: Calínico • 2 ptas.

N O V A N O V O R U M

Pedro Salinas: Víspera del aozo , 3,5o ptas.

'R.evista., dv Occidentv
A.venida Pi y Margall, 7
Madrid
. ,,.
'<, L S.1 ~ g 6 Y5 '?

Hay obras de ancha fama y escaso influjo. Otras, por


el contrario, siguen un destino tácito y como subrepticio,
al tiempo mismo en que van transformando la superficie
de la historia. El libro de Francisco Brentano, Psicología
desde el punto de vista empírico, publicado en 1874, es de
este último linaje. El hecho es tan escueto y tan sorprr:n-
dente que merece especialísima consignación. Este libro,
publicado en 1874, ha producido un cambio total en la
ideología filosófica del mundo, y, sin embargo, la segunda
edición no ha aparecido hasts. 1925. Aconsejan datos
Copyright by · como este al fino historiador la ma.yor perspicacia cuan-
Revista de Occidente do busque los orígenes de las mutaciones humanas, que
Madrid• 1926 suelen hallarse, como la cuna de los grandes ríos, en lu-
gares repuestos y a tr.,smano.
Francisco Brentano es, sin duda, la figura más heteró-
clita de la filosofía contemporánea. Su estilo de pensador
recuerda por su sobriedad, vigor y eficiencia sólo a las
mentes antiguas. Brentano, nacido en 18J8, fué sacerdote
católico, y por algún tiempo profesor en Viena. Por difi-
cultades con el Gobierno de su país dejó la cátedra., des-
pués de haber repudiado los hábitos de clérigo, aunque
perduró en sus profundas convicciones cristianas. En 1 i-
;>or no compuso más que un libro: el primer tomo de la
Psicología antes citada. Lo demás de su labor se reduce a
breves folletos, compuestos de pura esencia· intelectual,
cada uno de los cuales trajo consigo la reforma. de
toda una disciplin1.1 filosófica.. Su Psicología de Aristóte-
les (1867) y su estudio Sobre los diversos significados del
ser, según Aristóteles (t862) fueron el punto de partida
para un nuevo aristotelismo, que sirvió de carril a sus
posteriores innovaciones.
En su discurso Sobre el origen del conocimiento mo-

Imp. G. Hemández y Galo Sáez , Mesón de Paños, 8 • Madrid ~


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ral (1889) da el paso decisivo para fundar lo que, lue¿o
de magnífico desarrollo, debido a sus discípulos y discí-
pulos de sus discípulos, se llama hoy «ciencia de los va-
lores».
Para Brentano la filosofía no era un menester litera-
I
rio. No le ur¿ía escribir pá¿inas y pá¿inas, sino esculpir
definiciones y ar¿umentos. Convencido de que pesaba so-
DE LA DISTINCIÓN ENTRE LOS FENÓMENOS
bre él la sublime misión de restaurar la verdadera filoso-
fía, echada a perder por Kant y sus descendientes, vivió PSÍQUICOS Y LOS FENÓMENOS FÍSICOS •
concentrado sobre las cuestiones esenciales de la metafí-
sica, la ética y la psicología. Fortuna o genialidad le
atrajo, como discípulos, los hombres jóvenes que lue¿o § 1. El mundo entero de nuestros fenómenos
han influido más decisivamente en el pensarr.iento euro- se divide en dos grandes clases: la clase de los fe-
peo: Husserl, Meinon¿, Stumpf, Ebrenfels, etc. Puede nómenos físicos y la de los fenómenos psíquicos.
decirse que la filosofía actual de tipo más risoroso y Hemos hablado de esta distinción al fijar el con-
científico procede de Brentano, al través de sus ¿randes
discípulos.
cepto de la psicología, y hemos vuelto sobre ella
Conviene, pues, que los aficionados españoles puedan en la investigación acerca del método. Pero lo di-
manejar la obra esre¿ia de tal filósofo. A este fin se inicia cho no es bastante. Debemos definir ahora con
ahora su versión castellana, y comenzamos por los dos más precisión y exactitud lo que entonces quedó
famosos capítulos de su Psicología que más fértil influjo
sólo fugazmente indicado.
han tenido. A ellos seguirá el ensayo Sobre el origen del
Esto parece tanto más obligado, cuanto que to-
conocimiento moral, donde agudamente crea Brentano las
bases de una nueva ética. davía no hemos alcanzado ni unanimidad ni
Retirado en Zuricb, ciego en sus últimos años, sereno plena claridad en la delimitación de ambas esfe-
y alerta, murió el gran filósofo en marzo de 1917. ras. Vimos ocasionalmente cómo algunos fenó-
menos físicos, que aparecen en la fantasía, han
sido tomados por fenómenos psíquicos. Pero hay
otros muchos casos de confusión. E incluso sig-

Este estudio constiti1ye el capítulo I del segundo libro de la


Psicología desde el punto de vista empirico .

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l
conceden que aquello que aparece en la sensación
no guarda correspondencia con la causa eficiente.
nificados psicólogos se justificarían difícilmente
Con lo cual se descubre que los que llaman fe-
contra el reproche de contradecirse a sí mismos '-'.
nómenos físicos no se nos aparecen, en verdad.
Frecuentemente tropezamos con manifestacio-
Más aún; que no tenemos ninguna representa-
nes como la de que la sensación y la imagen fan-
ción de ellos; manera notable, por cierto, de abu-
tástica se distinguen porque la una surge a con-
sar del nombre de fenómeno. Así las cosas, no
secuencia de un fenómeno físico, mientras la otra
podemos por menos de ocuparnos del problema
es provocada por un fenómeno psíquico, según las
leyes de la asociación. Pero los mismos psicólogos con algún mayor detenimiento.
§ 2. La explicación a que aspiramos no es una
definición, según las reglas tradicionales de los
• Y o, por lo menos, no consigo conciliar las diversas definicio- lógicos. Éstas han experimentado reiteradamente
nes que A. Bain ha dado en una de sus obras psicológicas más re- en los últimos tiempos una crítica exenta de pre-
cientes, Mental science, Lond. 3 , edit. 1872. En la p. 120, n. 0 59, juicios, y aún habría que añadir algunas pala-
dice que la ciencia psíquica (Science of mind, que él llama también
bras a lo que ya se les ha reprochado. Nuestro
Subject science) está fundada sobre la autoconciencia o atención
introspectiva; los ojos, los oídos, el órgano táctil, son medios para la intento se encamina a dilucidar estos dos nom-
observación del mundo físico, del object world, como él dice. En bres: fenómeno físico, fenómeno psíquico. Que-
0
la p. 198, n . 4, I, dice, en cambio: «La percepción de la materia o remos excluir todo equívoco y confusión tocante
conciencia objetiva ( object consciousnes.• ) está ligada a la exteriori- a ellos. Y no debemos reparar en los medios, con
zación de la actividad mus cular, en oposición al sentimiento pasivo.»
tal de que sirvan realmente a la claridad ape-
Y añade en la explicación: «En el sentimiento puramente pasivo, así
como en aquellas sensaciones en l as cuales no participa nuestra acti- tecida.
vidad muscular, no percibimos materia, estamos en un estado de A este fin no sólo cabe la indicación de deter-
conciencia subjetiva (su bject consciousness). » Explica esto con el minaciones más altas y más generales. Así como
ejemplo de la sensación térmica, cuando se toma un baño caliente, la inducción se opone a la deducción en la esfe-
y con aquellos casos de suave contacto, en los cuales no tiene lugar
ra de la prueba, así también aquí la explicación
ninguna actividad muscular, y manifiesta que, en iguales condiciones,
los sonidos, y puede que hasta la luz y el color, serían una expe-
por lo particular, por el ejemplo, se opone a la
riencia puramente subjetiva (subject experience). De modo que explicación por lo general. Y ella estará en su
toma ejemplos para la conciencia suhjetiva, precisamente en las sen- lugar cuantas veces los nombres particulares sean
saciones de la vista, el oído y el tacto, que había designado en el otro más claros que los generales. Explicar el nombre
pasaje como intermediarios de la conciencia objetiva, en oposición a
la conciencia subjetiva.
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son un color, una figura, un paisaje que veo; un
color, diciendo que designa el género del rojo, acorde que oigo; el calor, el frío, el olor que sien-
azul, verde y amarillo, es, quizá, un procedi- to, y las cosas semejantes que me aparecen en la
miento más eficaz que, a la inversa, querer expli-
fantasía.
car el rojo como una clase especial de color. Pero Estos ejemplos bastarán para hacer intuitiva
la explicación por las determinaciones particula-
la distinción de ambas clases.
res prestará todavía mejores servicios, tratándose § 3. Sin embargo, intentaremos dar una ex-
de nombres como los de nuestro caso, nombres plicación del fenómeno psíquico, en otro modo
que no son usuales en la vida, mientras que los más unitario. A este fin se nos ofrece una deter-
de los fenómenos particulares, comprendidos bajo minación de la que hicimos uso anteriormente,
ellos, son usados frecuentemente. Tratemos, pues, cuando decíamos que designábamos con el nom-
en primer término, de aclarar los conceptos me- bre de fenómenos psíquicos, tanto las representa-
diante ejemplos. ciones como todos aquellos fenómenos cuyo fun-
Toda representación, mediante sensación o damento está formado por representaciones. Ape-
fantasía, ofrece un ejemplo de fenómeno psíqui- nas necesitamos advertir que una vez más enten-
co; entendiendo yo aquí por representación, no demos por representación, no lo representado, sino
lo que es representado, sino el acto de represen- el acto de representarlo. Este acto de representar
tar. La audición de un sonido, la visión de un forma el fundamento, no del juzgar meramente,
objeto coloreado, la sensación de calor o frío, así sino también del apetecer y de cualquier otro acto
como los estados semejantes de la fantasía, son psíquico. Nada puede ser juzgado, 11ada tampoco
los ejemplos a que aludo; asimismo, el pensa- apetecido, nada esperado o temido, si no es re-
miento de un concepto general, siempre que ten- presentado. De este modo, la determinación dada
ga lugar realmente. También todo juicio, todo comprende todos los ejemplos aducidos de fenó-
recuerdo, toda expectación, toda conclusión, toda menos psíquicos, y, en general. todos los fenóme-
convicción u opinión, toda duda, es un fenómeno nos pertenecientes a esta esfera.
psíquico. Y también lo es todo movimiento del Caracteriza la falta de madurez, en que la
ánimo, alegría, tristeza, miedo, esperanza, valor, psicología se encuentra, el hecho de que apenas
cobardía, cólera, amor, odio, apetito, volición, in- quepa formular una sola proposición sobre los
tento, asombro, admiración, desprecio, etc. fenómenos psíquicos, sin que sea impugnada por
Por el contrario, ejemplos de fenómenos físicos
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muchos. No obstante, la gran mayoría coincide
con nosotros, por lo menos en lo que acabamos timíentos y apetitos, sin representaciones, y que
de decir, que las representaciones son el funda- la vida de los animales superiores y del hombre
mento de los demás fenómenos psíquicos. Así comienza también con un mero sentir y apete-
dice Herbart muy justamente: «Cada vez que cer, mientras que el representar sobreviene cuan-
sentimos, ha de existir en la conciencia, como re- do está más adelantada la evolución *. Por lo
presentado, algo, todo lo embrollado y confuso cual también parece entrar en conflicto con nues-
que se quiera; de modo que este determinado tra afirmación.
sentir implica este determinado representar. Y Pero, si no yerro, la contradicción es más apa-
cada vez que apetecemos... tenemos en el pensa- rente que real. De varias manifestaciones suyas
miento aquello que apetecemos» *. paréceme resultar que Meyer toma el concepto de
representación en un sentido más estrecho que 1·
Pero Herbart va más allá. En todos los demás
fenómenos no ve sino ciertos estados de repre- nosotros, y, en cambio, ensancha el concepto de
sentaciones, que pueden derivarse de éstas; opi- sentimiento en la misma medida. «El represen-
nión que ha sido impugnada repetidas veces, y en tar-dice-no surge hasta que la modificación
especial por Lotze, con razones decisivas. Entre sentida en el propio estado, puede ser considerada
otros, J. B. Meyer la ha atacado recientemente como consecuencia de un estímulo externo, aun-
en una larga discusión, en su exposición de la que esto empiece manifestándose sólo en el acto,
psicología de Kant. Pero no se ha contentado inconscientemente realizado, de mirar o tocar un
con negar que los sentimientos y apetitos puedan objeto externo». Si Meyer entendiese por repre-
ser derivados de las representaciones; ha afirma- sentación lo mismo que nosotros, le sería imposi-
do que los fenómenos de esta especie pueden exis- ble hablar así. Se percataría de que un estado
tir sin ninguna representación **. Meyer llega a como el que describe cual comienzo del represen-
creer que los animales inferiores tienen sólo sen- tar, contiene ya un gran número de r(:presenta-
ciones, por ejemplo, representaciones de sucesión
temporal, representaciones de yuxtaposición es-
• Psicol., como ciencia, parte II, sección 1.ª, cap. primero, pacial y representaciones de causa y efecto. Si
§ 103. Cf. También Drobisch, Psicol. cmpir., p. 38 y 348, y otros de
la escuela de Herbart. todo esto debe estar presente al alma, para que se
•• Psicología. de Kant, Berlín, 1870, p. 9.2 y ss.
• Ibídem, p. 94.
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de los procesos interiores a la propia piel, podría
fo.croe una representación, en el sentido de J. B.
estar unida inmediatamente una diversa excita-
Meyer, es claro que esta representación no puede
bilidad del alma a las modificaciones nocivas o
ser el fundamento de todos los demás fenómenos
provechosas para ella, aunque esta nueva excita•
psíquicos. Pero ese «estar-presente» de cada una
bilidad no fuera simplemente derivable de aquel
de las cosas nombradas, es precisamente un «estar-
sentimiento; un alma semejante podría tener sen..
representado», en nuestro sentido. Y un «estar-
timientos de placer y displacer junto a la sensa•
representado» semejante se halla dondequiera
ción ... Un alma así dotada no poseería aún nin-
aparece algo a la conciencia; ya sea amado, odia-
guna representación ... ''' » Vemos, pues, cómo lo
do o considerado con indef erencia; ya sea. recono-
único que merecería el nombre de sentimiento,
cido, rechazado o-no sé expresarme mejor que
según nosotros, aparece también, según J. B. Me-
diciendo-: representado, en una completa abs-
yer, como cosa secundaria junto a una primera,
tención de juicio. Tal como nosotros usamos la
que cae bajo el concepto de representación, tal
palabra «representar», puede decirse que «ser
como nosotros lo tomamos, y forma el supuesto
representado» vale tanto como «aparecer», «ser
indispensable de aquella secundaria. Parece, pues,
fenón1eno». que si la opinión de Meyer es traducida a nuP.stro
J. B. Meyer mismo reconoce que todo senti- lenguaje, la contradicción desaparece por sí
miento de placer y displacer, incluso el ínfimo,
misma.
presupone un acto de representación, en este sen-
Algo semejante acontece quizá con otros que
tido, si bien, discrepando de nosotros en su ter-
minología, no lo llama representar, sino sentir.
Tal me parece resultar por lo menos de las pala- • Psicol. de Kant, p. 9z. J. B. Meyer parece comprender la sen-
bras siguientes: «No hay término medio entre sación del modo como Ueberweg, en su Lógica, 1, § 36 (z.• edición,
p. 64): «La percepción se distingue de la mera sensación porque en
tener y no tener una sensación. Pero la forma
ésta la conciencia se adhiere sólo al estado subjetivo, pero en la per-
más simple de la sensación no necesita ser más cepción recae sobre un elemento que es percibido, y que, por tanto ...
que un mero sentir la modificación del propio se contrapone al acto de percibir como algo distinto y objetivo... Si
cuerpo o de una parte del mismo, surgida a con- esta opinión de Ueberweg sobre la sensación, a diferencia de la per-
secuencia de cualquier estímulo. Los seres provis- cepción, fuese justa, sin embargo, el tener una sensación implicaría
un representar, en nuestro sentido. Se verá, posteriormente, por qué
tos de tal sensación tendrían sólo un sentimiento
no la reputamos justa.
de sus propios estados. A este sentimiento vital
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se expresan en términos parecidos a los de Meyer. sonido y a las otras llamadas cualidades sensi-
Con todo, puede suceder que, respecto de algunos bles; una cualidad que pertenece a los fenómenos
sentimien.tos sensibles de placer y displacer, al- físicos y que debe distinguirse bien del sentimien-
guien opine, en verdad, que no tienen por base to concomitante. Cuando oímos un sonido gra-
11.Ínguna representación, en nuestro sentido. Por tamente dulce o uno estridente, un acorde armó-
lo menos, no puede negarse cierta propensión a nico o una disonancia, a nadie se le ocurrirá
ello. Tal sucede, por ejemplo, respecto de los sen- identificar el sonido con el sentimiento de placer
timientos que surgen al cortarse o quemarse. o dolor concomitante. Pues también allí donde
Cuando uno se corta, no tiene las más veces una cortadura, una quemadura o un cosquilleo
ninguna percepción de contacto; cuando se que- despierta en nosotros sentimientos de dolor o
ma, ninguna percepción de calor; sólo el dolor :placer, debemos distinguir del mismo modo un
parece existir en uno y otro caso. fenómeno físico, que se ofrece como objeto de la
Sin embargo, también aquí el sentimiento tiene percepción externa, y un fenómeno psíquico de
por base, sin duda, una representación. En tales sentimiento, que acompaña a la aparición de
casos, tenemos siempre la representación de una aquél; si bien el observador superficial propende
determinación local, que designamos habitual- en esto a la confusión.
mente en relación con una u otra parte visible y El motivo capital que provoca el engaño es el
tangible de nuestro cuerpo. Decimos que nos siguiente. Es sabido que nuestras sensaciones son
hace daño el píe o la mano, que nos duele este o trasmitidas por los llamados nervios sensitivos.
aquel sitio del cuerpo. Por tanto, aquellos sobre Antes se creía que cada género de cualidades sen-
todo que consideran una representación local se- sibles, como el color, el sonido, etc., se servía. de
mejante como algo primariamente dado, por la nervios especiales como conductores exclusivos.
excitación ·de los nervios mismos, no podrán Actualmente, la fisiología se inclina cada vez más
negar una representación como fundamento de al parecer opuesto *. Casi universalmente enseña
estos sentimientos. Pero tampoco los demás pue- que los nervios para las sensaciones de contacto,
den sustraerse a admitir lo mismo. Pues en nos- excitados de otro modo, producen en nosotros las
otros no existe meramente la representación de sensaciones de calor y frío, y excitados de un ter-
una determinación local; existe también la de una
cualidad sensible especial, análoga al color, al • Cf. e11 especial Wundt., Psicol. lisio]., p. 345 y ss.

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menos térmicos. No es de admirar, por tanto,
cer modo, las llamadas sensaciones de placer y que no distingamos siempre con exactitud lo que
dolor. Pero, en verdad, algo semejante pasa con es un fenómeno de la sensación térmica y lo que
todos los nervios, ya que un fenómeno sensible es un fenómeno de la sensación de contacto.
del último género mencionado, puede ser provo- .Acaso ni los distinguiéramos, sí no apareciesen
cado en nosotros por cualquier nervio. Si son ex- habitualmente con mutua independencia. Con-
citados muy fuertemente, todos los nervios pro- siderando ahora las sensaciones de sentimien-
ducen fenómenos dolorosos, que no se distinguen to, hallamos, por el contrarío, que a sus fenóme-
entre sí por su especie. Trasmitiéndonos un ner- nos están las más veces unidas sensaciones de
vio diversos géneros de sensaciones, sucede a me- otra clase, las cuales desaparecen de su lado, a lo
nudo que trasmite simultáneamente varias, como sumo, en el caso de una excitación muy fuerte.
por ejemplo, la mirada a una luz eléctrica tiene .Así se explican muy bien los engaños sobre la
por consecuencia, a la vez, un fenómeno cromáti- aparición. de un género especial de cualidades
co «hermoso», esto es, grato para nosotros, y un sensibles, y que se creyera tener una sensación
fenómeno de otro género, que nos es doloroso. sóla, en vez de dos. Como la representación sub-
Los nervios del tacto trasmiten frecuentemente, a siguiente venía acompañada de un sentimiento
la vez, una llamada sensación de contacto, una relativamente muy fuerte, incomparablemente
sensación de calor o frío y una sensación de pla- más fuerte que el consecutivo a la primera espe-
cer o de dolor. Ahora bien; resulta que cuando cie de cualidad, considerábase este fenómeno psí-
varios fenómenos sensoriales aparecen a la vez, quico como el único que se había recibido. Y
son a veces considerados como uno. Esto se ha desapareciendo luego por completo la primera
demostrado de un modo convincente, con respec- especie de cualidad, creíase no tener más que un
to a las sensaciones del olfato y del gusto. Está sentimiento, sin representación básica de un fe-
probado que casi todas las diferencias que se sue- nómeno físico.
len considerar como diferencias de gusto, son, en Un motivo más, que favorece el error, es que la
verdad, sólo diferencias entre fenómenos olfato- cualidad que precede al sentimiento, y éste mismo,
rios surgidos simultáneamente. Cosa parecida su- no llevan dos nombres distintos. Se llama tam-
cede cuando probamos un manjar caliente o frío: bién dolor, en este caso, al fenómeno físico que
a menudo creemos apreciar diferencias de gusto, aparece con el sentimiento del dolor. No se dice
que en verdad son sólo diferencias en los fenó-
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que se tenga la sensación de este o aquel fenó- fenómeno psíquico y no como un fenómeno físi-
meno en el pie, con dolor, sino que se dice que se co. Y precisamente por esto creyeron que su per-
siente dolor en el pie. Esto es un equívoco, como cepción en el miembro era una percepción ínt er,
lo encontramos frecuentemente, allí donde varias na; esto es, evidente e infalible *.
cosas están en estrecha relación mutua. Llama- Pero el hecho de que los mismos fenómenos
mos sano al cuerpo, y por relación con él, al aire, al aparezcan a menudo del mismo modo, tras la
sustento, al color de la cara y a otras cosas seme- amputación del miembro, contradecía su opinión·
jantes; pero manifiestamente en otro sentido. En Por lo cual otros, a la inversa, argumentaron es-
nuestro caso, según el sentimiento de placer o de céptica.mente contra la evidencia de la percepción
dolor, que acompaña a la aparición de un fenóme- interna. Todo se soluciona cuando se ha apren'
no físico, llamamos a este fenómeno mismo pla- dido a distinguir entre el dolor, en el sentido en
cer y dolor; y también aquí el sentido está modifi- que este nombre designa la modificación aparen,
cado. Es como si dijésemos que un acorde es un te de una parte de nuestro cuerpo, y el sentimien'
placer, porque experimentamos un sentimiento to del dolor, que se enlaza con su sensación. Una
de placer al oírlo, o que la pérdida de un amigo vez hecho esto, ya no se podrá afirmar que el sen'
es un gran pesar. La experiencia revela que el timiento del dolor sensible, que se experimenta en
equívoco es uno de los principales obstáculos una lesión, no tiene por base ninguna represen'
para descubrir diferencias. Sobre todo aquí, ha- tación.
bía de ser un obstáculo, porque se ofrecía. de suyo Por todo lo cual, podemos considerar como
un peligro de error, y la misma trasposición del ut1.a definició11. indudablemente justa de los fe~
nombre era quizá la consecuencia de una confu- nómenos psíq.uicos, la de que, o son represen~
sión. De este modo, muchos psicólogos se enga- taciones, o descansan sobre repres entaciones
ñaron, y otros errores siguieron a éste. V arios que les sirven de fundamento (en el sentido
psicólogos llegaron a la conclusión falsa de que explicado). Con esto habríamos dado una se~
el sujeto que siente debía estar presente en aquel gunda. definic:ión de su concepto, divisible en
sitio del miembro lesionado, en que un fenómeno menos miembros que la primera. Empero, no es
doloroso se localiza en la percepción. Pues como enteramente unitaria; antes bien, nos presenta los
identificaban el fenómeno con el sentimiento de
dolor concomitante, lo co:q.sideraron como un • A.sí el jesuíta Tongiorgi en su difundido Manual de filosofía ·

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fenómenos psíquicos divididos en dos grupos. yo, que posee una magnitud extensa. Un placer
§ 4. Una definición completamente unitaria, no tiene longitud, anchura, ni espesor; en ningún
que caracteriza todos los fenómenos psíquicos, respecto es una cosa extensa. Un pensamiento o
frente a los fenómenos físicos, ha sido intentada una idea pueden referirse a magnitudes extensas;
en sentido negativo. Todos los fenómenos físicos, pero no cabe decir de ellos que tengan una ex-
se ha dicho, tienen extensión y una determinación tensión en sí mismos. Y tampoco podemos decir
local, ya sean fenómenos de la vista o de otro que nn acto voluntario, un apetito, una creencia,
sentido, ya sean productos de la fantasía, que llenen un espacio en ciertas direcciones. Por lo
nos representa objetos semejantes. Lo contra- cual, cuanto cae en la esfera del sujeto, se llama
rio, se añade, pasa con los fenómenos psíquicos; inextenso. Usando, pues, cual sucede comúnmen-
pensar, querer, etc., aparecen desprovistos de ex- te, el nombre de espíritu para la totalidad de las
tensión y sin situación en el espacio. experiencias internas, podemos definirle negati-
Según esto, podríamos caracterizar fácil y exac- vamente mediante un hecho único: mediante la
tamente los fenómenos físicos frente a los psíqui- carencia de extensión» '~.
cos, diciendo que son aquéllos que aparecen ex- Al parecer, hemos encontrado, pues, por lo me-
tensos y en el espacio. E inmediatamente, los nos negativamente, una definición unitaria para
psíquicos serían definibles, frente a los físicos, la totalidad de los fenómenos psíquicos.
con la misma exactitud, como aquellos fenóme- Pero tampoco aquí reina unanimidad entre los
nos que no tienen extensión ni una determina- psicólogos; y se oye a menudo rechazar, por mo-
ción local. Se podría invocar a Descartes y Spi- tivos opuestos, la extensión y la carencia de ex-
noza en favor de tal distinción; pero singular- tensión, como caracteres distintivos entre los fe-
mente a Kant, quien considera el espacio como nómenos físicos y los fenómenos psíquicos.
la forma de la intuición del sentido externo. Muchos consideran falsa la definición, porque
A. Bain da recientemente la misma definición. no sólo los fenómenos psícftúcos, sino también
«La esfera del objeto o mundo objetivo (externo) muchos de los fenómenos físicos aparecen sin ex-
-dice-, queda circunscrita exactamente por una tensión. Un gran número de psicólogos, no sin
propiedad: la extensión. El mundo de la expe- importancia, enseñan que los fenómenos, bien de
riencia subjetiva (el mundo interno) carece de
esta propiedad. Se dice de un árbol o de un arro- • Mental science, lntrod., cap. l.

- 26 - - 27 -
definición dada podría ser rebatida, desde el pun~
ciertos sentidos, bien de todos, se revelan origi-
to de vista de un gran número de significados psi-
nariamente exentos de toda extensión y localiza-
cólogos. En el fondo, ha de contarse también a
ción. Sobre todo con respecto a los sonidos y a Bain, que pareció defenderla, entre estos pensado-
los fenómenos del olfato, es muy general esta
res, pues Baín sigue enteramente la dirección de
opinión. Lo mismo pasa, según Berkeley, con los Hartley. Sólo pudo hablar como ha hablado, por-
colores; según Platner, con los fenómenos del
que (si bien no con entera consecuencia) no cuen-
tacto; según Herbart y Lotze, lo mismo que se- ta los fenómenos de los sentidos externos, en sí y
gún Hartley, Brown, los dos Míll, H. Spencer y
por sí, entre los fenómenos físicos.
otros, con los fenómenos de todos los sentidos Otros rechazarán la definición citada, por un
externos. Cierto que los fenómenos que nos son
motivo opuesto, como queda dicho. La afirmación
revelados por los sentidos externos, señalada-
por ellos atacada no es la de que todos los fenó-
mente la vista y el tacto, nos parecen ser todos
menos físicos aparecen extensos, sino la de que
extensos en el espacio. Pero esto-se dice-viene
todos los fenómenos psíquicos carecen de exten-
de que asociamos con ellos, sobre la base de una
sión. También ciertos fenómenos psíquicos se re-
experiencia anterior, las representaciones del es-
velan extensos, según ellos. Aristóteles parece
pacio que se han desenvuelto paulatinamente; en
haber sido de esta opinión, cuando, en el primer
su origen carecen de determinación local, pero
capítulo de su tratado sobre el sentido y lo sensi-
son localizados por nosotros más tarde. Si sólo ble, considera evidente por sí mismo, sin necesi-
fuera este, en realidad, el modo por el cual los dad de previa demostración, que la percepción
fenómenos físicos alcanzan una determinación
sensible es el acto de un órgano corpóreo *.
local, no podríamos manifiestamente seguir dis- Psicólogos y fisiólogos recientes se expresan a
tinguiendo ambas esferas por esta propiedad; y veces de modo parecido, respecto de ciertas emo-
tanto menos, cuanto que también ciertos fenó- ciones. Hablan de un sentimiento de placer y
menos psíquicos son localizados por nosotros de dolor, que aparecería en los órganos externos,
ese modo, como, por ejemplo, cuando situamos
muchas veces incluso tras la amputación del
un fenómeno de ira en el león excitado, y nues-
tros propios pensamientos en el espacio que ocu-
• De sens. et sens., 1, p. 436, 6, 7. Cf. también lo que dice de las
pamos.
emociones, y en especial, del miedo, en De anim., 1, 1, p. 403 a 16.
He aquí, pues, el primer motivo por el cual la
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miembro; y, sin embargo, el sentimiento es, como guas psicólogos han llamado la atención sobre
la percepción, un fenómeno psíquico. Muchos una especial afinidad y analogía que existe entre
afirman también que los apetitos sensibles apare- todos los fenómenos psíquicos, y en la que los
cen localizados, y los poetas están de acuerdo con
esto, cuando hablan, si no de un pensamiento, sí
de un deliquio o de un anhelo que penetran el
corazón y todos los miembros.
fenómenos físicos no tienen parte.
Todo fenómeno psíquico está caracterizado por
lo que los escolásticos de la Edad Media han
llamado la inexistencia * intencional (o men-
l
\'
Vemos, pues, que la distinción dada es objeto tal} ** de un objeto, y que nosotros llamaríamos, '
de censura, así por el lado de los fenómenos físi- si bien con expresiones no enteramente inequívo-
cos, como por el lado de los fenómenos psíquicos. cas, la referencia a un contenido, la dirección ha-
Quizá una y otra oposición sea igualmente in- cia un objeto (por el cual no hay que entender aquí
fundada *. En todo caso, se hace necesaria aún una realidad), o la objetividad inmanente. Todo
una más amplia definición, común a todos los fenómeno psíquico contiene en sí algo como su
fenómenos psíquicos; pues la contienda sobre si objeto, sí bien no todos del mismo modo. En la
ciertos fenómenos psíquicos y físicos aparecen ex- representación hay algo representado; en el jui-
tensos o no, revela que el carácter indicado no bas- cio hay algo adrr.ítido o rechazado; en el amor,
ta para la distinción clara; y además, dicho carác- amado; en el odio, odiado; en el apetito, apeteci-
ter es sólo negativo, para los fenómenos psíquicos. do, etc.,***.
§ 5. ¿Qué carácter positivo podremos, pues,
• Esta palabra no significa la no existencia, sino la existencia
indicar? ¿O acaso no hay ninguna definición
positiva, que valga conjuntamente para todos los en.- (N. del T.)
•• Usan también la expresión «estar objetivamente ( objective)
fenómenos psíquicos? A. Bain piensa, en efecto, en algo», la cual, e quererse servir de ella ahora, seria tomada a la
que no hay ninguna"·*. Sin embargo, ya los anti- inversa, como designación de una existencia real fuera del espíritu.
Pero la expresión de «Ser objetivo en sentido inmanente», que se usa
• La afirmación de que ciertos fenómenos psíquicos aparecen a veces en el mismo sentido y en la cual el inmanente impide maní•
extensos, descansa manifiestamente sobre una confusión entre los fiestamente el equívoco temible, puede reemplazarla.
fenómenos físicos y los psíquicos, semejante a aquella de que trata- ••• Y a Aristóteles ha hablado de esta inherencia psíquica. En sus
mos antes, al demostrar que una representación es el fundamento libros sobre el alma, dice que lo sentido en cuanto sentido, está en
necesario de los sentimientos sensibles. quien siente; e.l sentido aprehende lo sentido, sin la materia; lo pen-
The senses and the intellect. lntrod. sado está en el intelecto pensante. En Filón encontramos igualmente

- ~o - - ~1 -
Esta inexistencia intencional es exclusivamen- te,llo hay pensamiento sin un objeto pensado, ni
te propia de los fenómenos psíquicos. Ningún fe- ap etito sin un objeto apetecido. «En cambio-
nómeno físico ofrece nada semejante. Con lo cual dice-en los fenómenos del sentimiento (los fenó-
podemos definir los fenómenos psíquicos, dicien- menos del placer y el dolor), la conciencia no
do que son aquellos fenómenos que contienen en representa ante sí la impresión o estado psíquico,
si, intencionalmente, un objeto. no lo considera para sí (aparte), sino que, por
Pero también aquí tropezamos con discusiones decirlo así, está fundida. en unidad con él. La pe-
y oposiciones. En especial, Hamilton niega la culiaridad del sentimiento consiste en que en él
propiedad indicada a una clase muy amplía de no hay nada, fuera de lo subjetivamente subjeti-
fenómenos psíquicos, a saber, a todos aquellos vo (subjektively subjehive); no se encuentra ni
que él denomina sentimientos (feelings), al pla- un objeto distinto del yo, ni ninguna objetiva-
cer y dolor, en sus muy variadas especies y mati- ción del yo "' ». En el primer caso, habría algo
ces. Respecto a los fenómenos del pensamiento y «objetivo», según el modo de expresarse Hamil-
el apetito, coincide con nosotros. Mani:6.estamen- t on; en el segundo, algo «objetivamente subjeti-
vo», como en el conocimiento de sí mismo, cuyo
objeto Hamilton llama sujeto-objeto; Hamilton.,
la doctrina de la existencia e inexistencia mental. Pero confuncliendo negando ambas cosas, en lo que se re:6.ere al sen-
ésta con la existencia, en su sentido propio, llega a su contradictoria
timiento, niega a éste, del modo más decisivo,
doctrina del Logos y las Ideas. Cosa parecida les sucede a los neopla-
tónicos. S. Agustín menciona el mismo hecho, en su doctrina del toda inexistencia intencional.
Verbum mentís y el exitus interior de éste. S . .Anselmo lo hace en su Sin embargo, lo que Hamilton dice no es com-
famoso ru:gumento ontológico; habiendo muchos subrayado que el pletamente exacto. Ciertos sentimientos se re:6.e-
fundamento de su paralogismo consistió en considerar la existencia ren, innegablemente, a objetos que el propio len-
mental como una existencia real (cf. Ueberweg, Historia de la filo-
guaje indica, mediante las expresiones de que se
sofía, Il). Santo Tomás de A.quino enseña que lo pensado está inten-
cionalmente en el que piensa, el objeto del amor en el amante, lo
sirve. Decimos que nos alegramos de algo, que
apetecid~ en quien apetece, y utiliza estas afirmaciones para fines nos alegramos por algo, que nos entristecemos o
teológicos. f.xplica la inherencia del Espíritu Santo, de que habla la apesadumbramos por algo; y también se dice:
Escritura, como una inherencia intencional mediante el amor. Y esto me alegra, esto me duele, esto me hace daño,
trata de hallar también cierta analogía con el misterio de la Trinidad
y de la procedencia del Verbo y del Espíritu ad intra, en la inexisten-
cia intencional que hay en el pensamiento y en el amor. Lect. on Metapb., l, p. 43Z.

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etcétera. La alegría y la tristeza, lo mismo que la sentació:;_y del conocimiento, como veremos en
afirmación y la negación, el amor y el odio, el ape- la investigación sobre la conciencia interna. Sin
tito y el desvío, siguen claramente a una repre- embargo, en éstos hay una inexistencia mental,
sentación y se refieren a lo representado en ésta. un sujeto-objeto, para decirlo con las palabras de
Nos inclinaríamos a asentir a Hamilton, so- Hamilton; lo mismo, pues, sucederá con aquellos
bre todo, en aquellos casos en los que, como he- sentimientos. Hamilton no tiene razón cuando
mos visto, sucumbimos más fácilmente a la ilu- dice que en ellos todo es «subjetivamente subje-
sión de que el sentimiento no tiene por base nin- tivo», expresión ésta que propiamente se contra-
guna representación, como, por ejemplo, en el dice a sí misma, pues donde no se pueda hablar
caso del dolor despertado por un corte o una que- de objeto, tampoco cabe hablar de sujeto. Bien
madura; pero el motivo no es otro que la propen- mirado, Hamilton atestiguaba en contra suya al
sión a esta suposfrión, errónea, como vimos. Por hablar de una fusión en unidad del sentimiento
lo demás, Hamilton reconoce, con nosotros, el con la impresión psíquica. Toda fusión es una
hecho de que las representaciones forman el fun- unificación de varías cosas; de modo que la ex-
damento de los sentimientos, sin excepción, y, presión figurada, 11ue debía hacer intuitiva la pe-
por tanto, también en este caso. Con lo cual su culiaridad del sentimiento, sigue refiriéndose a
negación de que corresponda un objeto a los sen- cierta dualidad en la unidad.
timientos resulta tanto más sorprendente. Podemos, pues, considerar, con razón, la in-
Una cosa hay qtte añadir: el objeto al cual un existencia intencional de un objeto como una pro-
sentimiento se refiere no es siempre un objeto piedad general de los fenómenos psíquicos, que
externo. Cuando oigo un acorde, la complacencia distingue a esta clase de fenómenos de la clase de
que siento no es propiamente una complacencia los fenómenos físicos.
en el sonido, sino una complacencia en la audi- § 6. Otra propiedad, común a todos los fenó-
ción. Quizá incluso se pudiera decir, no sin ra- menos psíquicos, es la de que éstos sólo son per-
zón, que se refiere a sí misma, en cierto modo, y cibidos en la conciencia interna, mientras que la
que, por tanto, resulta, más o menos, lo que Ha- única percepción posible de los fenómenos físicos
milton dice; a saber: que el sentimiento está «fun- es la externa. Hamilton hace resaltar este carác""
dido en unidad» con su objeto. Pero esto pasa del ter distintivo *.
mismo modo en muchos fenómenos de la repre- • Ibídem.

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Alguien pudiera creer que en una definición ficientemente caracterizados mediante esta defi-
semejante se ha dicho harto poco, pues lo natu- nición. No es que todos los fenómenos psíquicos
ral parece más bien definir, a la inversa, el acto sean perceptibles íntimamente para cualquiera y
por el objeto, o sea la percepción interna, en opo- que, por tanto, debamos contar entre los fenóme-
sición a cualquier otra, como percepción de los nos físicos cuantos no podamos percibir: antes
fenómenos psíquicos. Pero la percepción interna, bien, es manifiesto, y fué señalado anteriormente
prescindiendo de la singularidad de su objeto, por nosotros de un modo expreso, que ningún
tiene otra cosa que la distingue; a saber: aquella fenómeno psíquico es percibido por más de uno
evidencia inmediata, infalible, que a ella sola le sólo; pero hemos visto también entonces que to-
corresponde entre todos los modos de conocer ob- dos los géneros de fenómenos psíquicos se hallan
jetos de experiencia. Cuando decimos, pues, que representados en toda vida psíquica humana ple-
los fenómenos psíquicos son los aprehendidos namente desarrollada, y por esto la alusión a los
por la percepción interna, queda dicho que su fenómenos que constituyen. el dominio de la per-
percepción tiene una evidencia inmediata. cepción interna sirve a nuestro fin de un modo
Más aún. La percepción interna no es sólo la sub.cien te.
única que tiene evidencia inmediata: es la única § 7. Hemos dicho que los fenómenos psíqui-
percepción, en el sentido propio de la palabra. cos son los únicos de los cuales es posible una
Hemos visto que los fenómenos de la llamada percepción en sentido propio. Igualmente pode-
percepción externa no pueden considerarse, ni mos decir que son los ún:icos fenómenos que tie-
siquiera por vía de fundamente_ción mediata, nen una existencia real, además de la intencio-
como reales ni verdaderos de ningún modo; que nal. Un conocimiento, una alegría, un apetito,
quien, confiado, los toma por lo que parecen, existen realmente; un color, un sonido, una tem-
queda convicto de error, por el nexo de los fenó- peratura, sólo existen fenoménica e intencional-
menos. Luego la llamada percepción externa, ri- mente.
gurosamente tomada, no es una percepción, y los Hay filósofos que llegan a decir que es eviden-
fenómenos psíquicos pueden ser caracterizados te, por sí inismo, que a un fenómeno, como el que
como los únicos, respecto de los cuales es posible llamamos fenómeno físico, no puede correspon-
una percepción, en el sentido propio de la palabra. derle ninguna realidad. A:firman que quien ad-
Los fenómenos psíquicos quedan también su- mite esto y atribuye otra existencia que la men-

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tal a los fenómenos físicos, expresa algo contra- que sea que un color sólo se nos aparece cuando
dictorio en sí. Bain, por ejemplo, dice que se han nos lo representamos, no cabe concluir de aquí
intentado explicar los fenómenos de la percep- que un color no pueda existir sin estar represen-
ción externa mediante la hipótesis de un mundo tado. Un color no representado expresaría una
físico, «el cual existe primero sin ser percibido, contradicción, si el ser representado estuviese con-
pero llega a serlo mediante su acción sobre el es- tenido en el color como uno de sus elementos, por
píritu». «Esta concepción-añade-encierra una ejemplo, una cierta cualidad e intensidad, pues
un todo sin una de sus partes es, en verdad, una
contradicción. La doctrina reinante es que un ár-
bol, en sí mismo, es algo, prescindiendo de toda contradicción. Pero este no es manifiestamente el
percepción; algo que produce una impresión en caso. De otro modo sería incomprensible cómo la
nuestro espíritu mediante la luz que envía, y en- creencia en la existencia real de los fenómenos
tonces es percibido; de modo que la percepción es físicos, fuera de nuestra representación, ha podi-
un efecto, y el árbol impercibido>> (esto es, el exis- do, no diré surgir, sino alcanzar la más univer-
tente fuera de la percepción) «es la causa. Pero el sal expansión, conservarse con la más extremada
árbol es conocido sólo mediante una percepción; tenacidad, e incluso ser compartida largo tiempo
no podemos decir lo que fuera antes de la percep- por pensadores de primer rango. -Si fuera exac-
ción e independientemente d~ ella: podemos pen- to lo que Bain dice: «podemos pensar en un ár-
sar en él como percibido, pero no como imperci- bol como percibido pero no como impercibido;
bido. Hay, pues, una contradicción manifiesta en hay una contradicción manifiesta en la hipóte-
la hipótesis: se nos exige en el mismo momento sis»-; si esto fuera exacto, ciertamente que sus
que percibamos la cosa y que no la percibamos. otras conclusiones serían irrecusables. Pero justa-
Conocemos la sensación de contacto del hierro, mente esto es lo que no se puede conceder. Bain
pero no nos es posible conocer la sensación de explica su aserto, diciendo: «se nos exige en el
contacto prescindiendo de la sensación de con- mismo momento que percibamos la cosa y que
no la percibamos». Pero no es exacto que se exija
tacto» *.
Debo confesar que no alcanzo a convencerme esto: pues primero, no todo pensamiento es una
percepción, y además, aun cuando este fuera el
de la exactitud de esta argumentación. Por cierto
caso, se seguiría únicamente que sólo se puede
pensar en los árboles percibidos por uno, pero no
• Mental Science. 3.ª ed., p. 198.

- ~9 -
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que sólo se pueda pensar en los árboles como tos, que prueban claramente cómo aquí ninguna
percibidos por uno. Saborear un terrón blanco de existencia real corresponde a la intencional. Y
azúcar, no significa saborear un terrón de azúcar siendo así, hasta donde nuestra experiencia al-
como blanco. El paralogismo resulta muy claro, canza, no erraremos al negar en general a los fe-
si se le aplica a los fenómenos psíquicos. Si al- nómenos físicos toda existencia distinta de la in-
guien dijese: «no puedo pensar en un fenómeno tencional.
psíquico, sin pensar en él; luego sólo puedo pen- § 8. Se ha hecho valer otra circunstancia,
sar en los fenómeno s psíquicos como pensados como distintiva de los fenómenos físicos y los fe-
por mí; luego no existen fenómenos psíquicos nómenos psíquicos. Se ha dicho que los fenóme-
fuera de mi pensamiento»; este sería un razona- nos psíquicos aparecen uno tras otro, mientras
miento completamente igual al que Bain hace. que los fenómenos físicos aparecen muchos a la
Sin embargo, el propio Bain no negará que su vez. Pero no siempre se ha dicho esto en uno y
vida psíquica individual no es la única que tiene el mismo sentido; ni todos los sentidos dados a
existencia r eal. Cuando Bain añade: «conocemos la afirmación han resultado consonantes con la
la sensación de contacto del hierro, pero no nos verdad.
es posible conocer la sensación de contacto como Recientemente, H. Spencer se ha expresado así
algo en sí, prescindiendo de la sensación de con- a este respecto: «Las dos grandes clases de acti-
tacto», usa manifiestamente la expresión sensa- vidades vitales, que la fisiología y la psicología
ción de contacto, primero, significando lo senti- comprenden, respectivamente, se distinguen por-
do, y luego, significando el acto d e sentirlo. Son que mientras la una implica modificaciones, así
estos, empero, conceptos distintos, aunque el nom- simultáneas como sucesivas, la otra implica sólo
bre sea el mismo. Por tanto, sólo quien se deje modificaciones sucesivas. Los fenómenos que for-
engañar por el equívoco, podrá hacer la concesión man el objeto de la fisiología, se presentan como
de evidencia inmediata pedida por Bain. un sinnúmero de series diversas, enlazadas unas
No es, pues, cierto que la hipótesis de que un con otras. Aquéllos que forman el objeto de la
fenómeno físico, como los que se hallan inten- psicología, se presentan como una serie única.
cionalmente en nosotros, exista fuera del espíri- Una mirada a las muchas actividades continuas
tu, y en la realidad encierre una contradicción; que constituyen la vida del cuerpo en su totali-
sólo comparando uno con otro, resultan conflic- dad, muestra en seguida que son simultáneas

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-que la digestión, circulación, respiración, ex- fisiológicos y los fenómenos psíquicos, desciende
creción, secreción, etc., con todas sus numerosas a una mera diferencia de grado. Más aún. Sí pre-
subdivisiones, trascurren a la vez y en depen- guntamos lo que Spencer entiende por los fenó-
dencia recíproca-. Y la más ligera introspec- menos fisiológicos, cuyas modificaciones transcu-
ción permite descubrir con claridad cómo las ac- rren simultáneas, en oposición a los fenómenos
tividades que constituyen el pensamiento, no psíquicos, al parecer designa con este nombre, no
trascurren juntamente, sino una tras otra» ''. fenómenos físicos propiamente tales, sino las
H. Spencer compara en particular los fenómenos causas, desconocidas en sí mismas, de estos fenó-
fisiológicos y físicos de uno y el mismo organis- menos; pues respecto de los fenómenos físicos
mo, unido a una vida psíquica. Sí no hubiera q_ue aparecen en la sensación, sería innegable que
hecho esto, habría tenido que conceder necesaría- no pueden modificarse simultáneamente, sí las
mente q_ue también varías series de fenómenos sensaciones no tolerasen modificaciones simultá-
psíquicos pueden trascurrir simultáneas, pues en neas. De este modo no podemos conseguir un ca-
el mundo hay más de un ser vivo dotado de psi- rácter distintivo para cada una de ambas clases.
que. Pero la afirmación sentada por él 1;ampoco Otros han querido ver una singularidad de la
resulta completamente verdadera, dentro de los vida psíquica, en que la conciencia sólo puede
límites que le da. Y el propio H. Spencer está aprehender un solo objeto, nunca varios simultá-
tan lejos de desconocerlo, q_ue alude inmediata- neamente. Estos hacen referencia al notable caso
mente a aquellas especies de anímales inferiores, del error en la determinación del tiempo, que se
por ejemplo los radiados, en los cuales una vida desliza regularmente en las observaciones as-
psíquica plural se desenvuelve sim1.1ltáneamente tronómicas, por razón de que el golpe simul-
en un solo cuerpo. Por donde opina que aq_uí táneo del péndulo no entra en la conciencia
hay poca diferencia entre la vida física y la psí- al mismo tiempo q_ue la estrella observada en-
quica <''', lo cual otros no concederán fácilmente. tra en contacto con el hilo del telescopio, sino
Y hace aún concesiones más amplias, de modo antes o después '~. Los fenómenos psíquicos se
que la indicada distinción entre los fenómenos
• Cf. Bessel, Observaciones sstronómicas. Sección VIII. Kce-
• Principles of Psychol, 2.ª ecl., I, § 177, p. 395. nisherg, 1823, Introcl. Struve, Expédition chronométrique, etc. Pe-
Ibiclem. tershurgo, 1844, p. 29.

- 4.2 - - 43 -

l..
siguen, pues, en serie simple, uno tras otro. Pero conocer que a menudo nos representamos algo, y
fuera seguramente ilícito generalizar sin más lo a la vez emitimos un juicio sobre ello o lo apete-
que revela semejante caso de la más extremada cemos? Luego habría una pluralidad simultánea
concentración de. la atención. H. Spencer, al me- de fenómenos psíquicos. Hasta cabría sentar con
nos, dice: «Hallo que a veces cabe descubrir no mejor derecho la afirmación inversa: que varios
menos de cinco series simultáneas de modifica- fenómenos psíquicos existen frecuentemente a la
ciones nerviosas, las cuales entran en la concien- vez, pero nunca más de un fenómeno físico.
cia en diverso grado, de modo que no podemos Entonces, ¿en qué sentido puede decirse que de
llamar a ninguna de ellas absolutamente incons- los fenómenos psíquicos aparece siempre uno
ciente. Cuando andamos, existe la serie de los sólo, y, en cambio, hay muchos fenómenos físicos
fenómenos locales; una serie de fenómenos de a la vez? Puede decirse, en el sentido de que la di-
contacto puede acompañarla en ciertas circuns- versidad de los fenómenos psíquicos que se le apa-
tancias; existe también muy frecuentemente (al recen a alguien en la percepción interna, se presen-
menos en mí) una serie de fenómenos sonoros, ta siempre como una unidad, mientras que no su-
los cuales forman una melodía o el fragmento de cede lo mismo con los fenómenos físicos que al-
una melodía, que me persigue; y la serie de fenó- guien aprehende simultáneamente, mediante la
menos visuales se suma a ellas: todas las cuales, llamada percepción externa. Como en otras mu-
subordinadas a la conciencia dominante, que está chas partes, también en esto han confundid.o
formada por un tropel de reflexiones, la cruzan y muchos la unidad con la simplicidad y afirmado,
se entretejen en ella *. Hamilton, Cardaillac y por esto, percibirse a sí mismos como algo sim-
otros psicólogos refieren cosas parecidas, fundán- ple, en la conciencia interna. Otros, a su vez,
dose en su experie\).cia. Pero aun admitido como negaron la unidad, combatiendo con razón la
exacto que todos los casos de la percepción fue- simplicidad del fenómeno. Pero así como los pri-
sen análogos al del astrónomo, ¿no se debería re- meros no pudieron ser consecuentes, antes bien
hablaron de una rica multitud de elementos di-
versos, tan pronto como describieron su intimi-
• Ibídem, p. 398. Drobisch dice asimismo que es «Un hecho que
varias series de representaciones pueden atravesar la conciencia si- dad, así tampoco los últimos pudieron dejar de
multáneamente, pero a diversas alturas, por decirlo así ... Empít:ische atestiguar involuntariamente la unidad de los
Psychologie (Psicología empírica), p. 140. fenómenos psíquicos. Hablan, como los otros, de

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un «yo», y no de un «nosotros», y lo designan, los demás fenómenos pertenecen a los fenómenos
ya como un «haz» de fenómenos, ya mediante físicos. Tras esto, hablamos del carácter de la
otros nombres que caracterizan la confluencia en extensión, que algunos psicólogos han considera-
una unidad íntima. Cuando percibimos simultá- do como una propiedad de todos los fenómenos
neamente un color, un sonido, calor, un olor, físicos, careciendo los psíquicos de ella. Pero esta
nada nos impide atribuir cada uno a una cosa. afirmación no había pasado sin contradicciones,
especial. Por el contrario, la diversidad de los y sólo investigaciones posteriores pueden decidir
actos de sensación correspondientes, el ver, el oír, sobre ella; por ahora, sólo cabe afirmar que los
el experimentar el calor y el oler, y con ellos, el fenómenos psíquicos aparecen, efectivamente, des-
querer y sentir y el reflexionar simultáneos, así provistos de extensión, en su totalidad. Inmedia-
como la percepción interna que nos da conoci- tamente encontramos, como propiedad definitiva
miento de todo ello, hemos de tomarlos por fenó- de todos los fenómenos psíquicos, la inexistenrj
menos parciales de un fenómeno unitario, en el cía intencional, la referencia a algo como obje-
cual están contenidos, y por una única cosa. Algo to; ningún fenómeno físico revela nada pareci-
más tarde discutiremos a fondo en qué consiste el do. Definimos, además, los fenómenos psíquicos
motivo de esta necesidad, y expondreni.os por como el exclusivo objeto de la percepción interna;
extenso otros puntos pertinentes a esto. Pues lo por lo que ellos solos son percibidos con eviden-
que aquí tocamos no es nada menos que la lla- cia inmediata; ellos solos son percibidos, en el sen-
mada unidad de la conciencia, uno de los hechos tido riguroso de la palabra. Una determinación
psicológicos más rico en consecuencias y atacado más se enlaza con ésta: la de que son los únicos
de continuo. fenómenos que tienen una existencia real, además
§ 9. Resumamos Jos resultados de las discu- de la intencional. Finalmente, hicimos resaltar,
siones sobre la distinción entre los fenómenos como distintivo, que los fenómenos psíquicos que
físicos y los fenómenos psíquicos. Empezamos alguien percibe, se le aparecen siempre como una
haciendo intuitiva la índole especial de ambas unidad, no obstante su diversidad; mientras que
clases, mediante ejemplos. Luego definimos los los fenómenos físicos que el mismo percibe si-
fenómenos psíquicos como representaciones, y multáneamente, no se presentan del mismo modo
como fenómenos que descansan sobre las repre- como fenómenos parciales de un fenómeno único.
sentaciones, que les sirven de fundamento; todos Aquel car ácter que entre todos distingue mejor

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a los fenómenos psíquicos es, sin duda, la inexis- cío, en tres dimensiones, y transcurriendo de modo
tencia intencional. Gracias a ésta, como también semejante al tiempo, en una. dirección *. Sin dar \/
(
a las otras propiedades indicadas, podemos con- una explicación sobre la naturaleza absoluta de
siderarlos como definidos claramente frente a los este mundo, se contenta con atribuirle fuerzas,
fenómenos físicos. que provocan las sensaciones y se influyen mu-
Las explicaciones dadas de los fenómenos psí- tuamente en su acción, y establece las leyes de la
quicos y de los fenómenos físicos, no pueden coexistencia y la sucesión de estas fuerzas. En
menos de aclarar nuestras definiciones anteriores ellas da indirectamente las leyes de la sucesión
de la ciencia psíquica y la ciencia de la naturale- de los fenómenos físicos de las sensaciones, cuan-
za; hemos dicho de ésta que es la ciencia de los do éstas son pensadas como puras y teniendo
fenómenos físicos, y de aquélla, que es la ciencia lugar en una invariable facultad de la sensación,
de los fenómenos psíquicos. Ahora es fácil descu- mediante la abstracción científica de las condicio-
fi
brir que ambas definiciones implican tácitamente nes psíquicas. De este modo algo complicado hay
ciertas restricciones. que interpretar la expresión «ciencia de los fenó-
Esto ocurre, sobre todo, con la definición de la menos físicos», cuando se la hace sinónima de
ciencia de la naturaleza. Pues ésta no trata de ciencia de la naturaleza **.
todos los fenómenos físicos; no trata de los de la
fantasía, sino sólo de los que aparecen en la sen- • Cf. sobre esto Ueberweg (System der Logík), en cuya exposi-
sación. Y aun tocante a éstos, sólo establece leyes ción no todo es de aprobar. En especial, no tiene razón cuando pien-
en cuanto dependen de la excitación física de los sa el mundo de las causas externas, extendiéndose en el espacio, y
no de modo semejante al espacio, y en el tiempo, y no de modo
órganos sensoriales. Podría formularse el proble-
semejante al tiempo.
ma científico de la ciencia de la naturaleza, •• La explicación no es enteramente como Kant la exigiría, pero
diciendo: la ciencia de la naturaleza es aquella se acerca a sus explicaciones tanto como es factible. En cierto sentido
ciencia que trata de explicar la sucesión de los se acerca a las opiniones de J. St. Mili en el escríto contra Hamilton
fenómenos ·físicos de las sensaciones normales y (cap. 11), sin coincidir tampoco con ellas en todos los puntos esen-
ciales. Lo que Mill llama las posibilidades permanentes de sensación
puras (no influídas por ningún estado ni proceso
(permanent possíbílítíes of sensatíon) tiene estrecha afinidad con lo
psíquico especial), fundándose en la hipótesis de que nosotros hemos llamado fuerzas. La afinidad, así como la prín-
la acción sobre nuestros órgenos sensoriales de cipal discrepancia con la concepción de Ueberweg, fué mencionada
un :mundo, extendido de modo semejante al espa- en la nota anterior.

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Sin embargo, hemos visto cómo se aplica a ve- respecto de la extensión en tres dimensiones,
ces, abusivamente, la expresión «fenómeno físico» como sucede aún ahora. De aquí viene el nom-
a las fuerzas mismas recién mencionadas. Y bre inadecuado de «percepción externa». Añádase
como, naturalmente, éste es designado como el que el acto de la sensación tiene, además de la in-
objeto de una ciencia, objeto cuyas leyes ésta es- existencia intencional del fenómeno físico, otras
tablece directa y expresamente, no creo errar propiedades de las cuales el investigador de la na-
cuando supongo que, también en la definición de turaleza no se ocupa, porque mediante ellas la sen-
la ciencia de la naturaleza como ciencia de los sación no da del mismo modo indicaciones sobre
fenómenos físicos, este nombre es asociado fre- las circunstancias especiales del mundo exterior.
cuentemente al concepto de las fuerzas de un Respecto a la definición del concepto de la psi-
mundo, extendido de modo semejante al espacio cología, podría parecer, en primer término, que el
y transcurriendo de modo semejante al tiempo, concepto de los fenómenos psíquicos debería an-
las cuales provocan las sensaciones, mediante su tes ampliarse que restringirse, ya que los f enó-
acción sobre los órganos sensoriales, y se influ- menos físicos de la fantasía caen enteramente
yen mutuamente en su acción, y cuyas leyes de dentro de su consideración, por lo menos tan
coexistencia y sucesión investiga la ciencia de bien como los fenómenos psíquicos, en el sentido
la naturaleza. Considerar estas fuerzas como el definido antes, y tampoco aquéllos que aparecen
objeto, tiene la ventaja de que el objeto de la en la sensación pueden dejar de ser tenidos .en
ciencia resulta algo que existe real y verdadera- cuenta en la teoría de ésta. Pero es evidente que
mente. Esto último se alcanzaría también si se sólo entran en cuenta como contenido de los fe-
definiera la ciencia de la naturaleza como la cien- nómenos psíquicos, al describir la índole peculiar
cia de las sensaciones, haciendo tácitamente la de éstos. Y lo mismo pasa con todos los fenóme-
misma restricción que acabamos de exponer. Lo nos psíquicos que tienen una existencia exclusi-
que ha hecho dar la preferencia a la expresión, vamente fenoménica. Habremos de considerar
«fenómeno físico», fué, sobre todo, la circunstan- como objeto propio de la psicología, sólo los fe-
cia de que se pensaba que las causas externas de nómenos psíquicos, en el sentido de estados reales.
la sensación, eran semejantes a los fenómenos Y refiriéndonos exclusivamente a ellos, decimos
físicos aparentes en ella: ya sea en todos los res- que la psicología es la ciencia de los fenómenos
pectos, como fué el caso primitivamente, ya sea psíquicos.

- So - - Si -
II

DE LA CLASIFICACIÓN DE
LOS FENÓMENOS PSÍQUICOS

PRÓLOGO

Las obras que suelen contribuir más al progre-


so de la ciencia no son los compendios y manua-
les que se proponen la exposición de una disci-
plina científica, como un todo, sino las monogra-
fías dedicadas a un problema sólo. No es de ad-
mirar, pues, que mi Psicología. desde el punto de
vista empírico haya podido encontrar acogida en
amplios círculos, a pesar de haber quedado redu-
cida a un fragmento; ciertas cuestiones elemen-
tales fueron resueltas en ella de un modo entera-
mente nuevo, y me esforcé por asegurar todo
nuevo aserto mediante una fundamentación de-
tenida. En especial, la atención general se ha di-
rigido cada vez más hacia mi investigación sobre
la clasificación de los fenómenos psíquicos, y el
hecho de que se me haya pedido recientemente
permiso para publicar de nuevo el capítulo co-

- 53 -
de que ya no opino que una referencia psíquica
rrespondiente, en traducción italiana, puede con-
nunca pueda tener por objeto más que algo real.
siderarse como la señal de un interés siempre
El designio de mostrar, precisamente en este pun-
creciente.
to, que mi concepción actual es la justa, me forzó
Más de tres decenios habían transcu.rrido des-
a introducir c:uestiones enteramente nuevas, por
de la aparición de mi libro, y nuevas investiga-
ejemplo, a entrar en la investigación sobre los
ciones, que no habían alterado en lo capital las
modos de la representación.
opiniones expuestas entonces, me habían condu-
Sé bien que lo conciso de la exposición no hace
cido, sin embargo, a un nuevo desarrollo o mo-
fácil su inteligencia. Tanto más me he esforza-
dificación justificativa (al menos según yo creo)
do, pues, por conseguir una gran precisión en la
en más de un punto de no pequeña importancia.
Me pareció imposible no mencionarlas. Pero expresión.
Algunos psicólogos alemanes, que han tenido
convenía, a la vez, conservar la exposición en su
conocimiento d.e la traducción ita.liana y de las
forma originaria, en la que había actuado sobre
~diciones puestas a ella, me han hecho notar que
los contemporáneos; tanto más cuanto que yo
haría bien en publicar a. la vez el libro en lengua
había hecho la experiencia de que varios estima-
alemana, sobre todo estando agotada hace años
dos psicólogos, que habían concedido una seria
mi Psicología desde el punto de vista. empírico.
atención a mis teorías, estaban más dispuestos a '
Así, incita.do por ellos, aparece cuanto la nueva
asentir a ellas en la redacción antigua, que a se-
edición italiana contiene, como segunda edición
guirme por los nuevos caminos emprendidos. Me
del original alemán, ampliada del modo in-
decidí, pues, a reproducir el texto antiguo sin mo-
dificaciones, pero a la vez a enriquecerlo median- dicado.
FRANCISCO BRENTANO.
te ciertas adiciones que dispuse, en parte como
notas al pie de la página, y en parte, y princi-
Florencia, 1911 .
palmente, como apéndices. Contfonen una defen-
sa contra ciertos ataques que mis teorías experi-
mentan, y además una indicación de aquellos
puntos en los cuales yo mismo encuentro necesa-
ria una corrección.
Una de las novedades más importantes es ·la

- 54 - 55 -
CAPlTULO PRIMERO m

OJEADA A LOS PRINCIPALES ENSAYOS DE UNA


CLASIFICACIÓN DE LOS FENÓMENOS PSÍQUICOS

§ 1. Llegamos a una investigación que es de


gran importancia, no sólo en sí, sino también
para todas las siguientes. La consideración cien-
tífica necesita de la división y del orden, y éstos
no deben ser elegidos arbitrariamente: deben, en
lo posible, ser naturales, y lo son, cuando corres-
ponden a una clasificación de su objeto, lo más
natural posible.
Como en otras partes, habrá que hacer aquí di-
visiones y subdivisiones de los fenómenos psí-
quicos; pero, en primer término, se tratará de de-
terminar las clases más generales.
Las primeras clasificaciones en el dominio de

(1) Este capítulo· es el V del segundo libro de mi Psicología des-


de el punto de vista empírico. Los capítulos anteriores, suprimidos \. ,,
aquí y a cuyo contenido nos referimos a veces, tratan: el cap. 1, de 1
la distinción entre los fenómenos psíquicos y los fenómenos físicos; 1 1(

los caps 11 y 111, de la conciencia interna, y el cap. IV, de la uni- '!


_!lad de la conciencia.

- 57 -
lo psíquico, como en otras esferas, surgieron paso de los guardianes o guerreros y el estado de los
a paso con la progresiva evolución del lenguaje; gobernantes. Los tres grupos capitales de las na-
éste contiene expresiones más y menos generales ciones, el de los relajados meridionales (feni-
para los fenómenos del interior, y los primeros cios y egipcios), que van a la caza de los goces de
productos de la poesía prueban que, con anterio- la riqueza; el de los valientes, pero rudos, bárba-
ridad al comienzo de la filosofía griega, estaban ros del Norte, y el de los helenos, amantes de la
ya hechas en lo esencial las distinciones mismas cultura, se distingnen también con arreglo a las
que tienen aún hoy u.n nombre corriente. Sin mismas tres partes del alma y a su relativa pre-
embargo, antes de que Sócrates fomentase la de- ponderancia. )
finición, con la cual la clasificación científica se Platón utilizó su división como base riara deter-
relaciona del modo más íntimo, ningún filósofo minar las diferencias más esenciales en las direc-
hizo un ensayo de división de los fenómenos psí- ciones de las tendencias, y también parece haberla 11
quicos digno de mencionarse. establecido en atención a estas diferencias. Halló
El mérito de haber abierto el camino pertenece en el hombre una lucha de contrarios: primero, en- ¡
a Platón: éste distinguió tres clases fundamentales
de los fenómenos psíquicos, o más bien, tal como
tre las exigencias de la razón y los impulsos sensi-
bles; luego, entre los varios impulsos sensibles mis-
~
él se expresaba, tres partes del alma, cada una de mos. Y esta oposición entre la pasión vivamente
las cuales encerraba actividades psíquicas par- encendida, que arrostr a el dolor y la muerte, y la
ticulares; a saber: la parte concupiscente, la iras- r elajada inclinación al placer, que retrocede ante
cible y la racional (1). A estas tres partes corres- cualquier dolor, le pareció singularmente llama-
pondían, como hemos señalado ocasionalmen- t iva y no menor que la oposición entre las exi-
te (2), los tres estados capitales que Platón dis- gencias de la razón y los í.mpulsos irracionales.
tinguió en la república: el estado de los adqui- De este modo creyó deber reconocer tres partes
rentes, el cual comprendía los pastores, agricul- del alma, diversas también por su asiento: la
tores, artesanos, comerciantes y demás; el estado parte racional residiría en la cabeza; la irascible,
en el corazón; la concupiscente, en el vientre (1);
(1) Las expresiones griegas son: -;:o hcdtup:i¡-;:tXóv, -;:o &u p.oa \oi~ y i:o
1-or:mxóv. (1 ) Ya Demócrito había creído que el pensamiento tiene su
(2) Libro 1, cap. 11, § 7 de mi Psicol. desde el p. de v. emp, asiento en el cerebro y la ira en el corazón. Los apetitos los había

- 58 - - 59 -
·~

pero de tal suerte, que la primera es separable del


parece adjudicarla también a la racional, con

cuerpo e inmortal, y sólo las otras dos están ad-
heridas al cuerpo y ligadas a él en su existencia.
Platón creía que se distinguían también por su
expansión sobre un círculo más o menos ancho
otros modos del conocimiento (1). También las
aplicaciones que Platón hace de su división, y en
cuyo supuesto éxito quería hallar una confirma-
ción, muestran más bien su flaqueza. Apenas na-
!
de seres vivos. La parte racional convendría sólo
die estará dispuesto hoy a considerar, con Pla-
al hombre, de todos cuantos seres viven sobre la
tón, agotadas las profesiones capitales que se des-
tierra; pero el hombre tendría de común la iras-
tacan en la sociedad, con los tres estados de los
cible con los animales y la concupiscente con és-
adquirentes, los guerreros y los gobernantes. Ni
tos y con las plantas.
el arte encuentra en ella el puesto debido, ni la
Lo imperfecto de esta división se reconoce f á-
ciencia. La experiencia muestra la diversidad en-
cilmente: sus raíces están exclusivamente en la
tre las dotes para las actividades teóricas y prác-
esfera de lo ético; y el hecho de que una parte sea
ticas demasiado claramente, para que no deba-
denominada racional, no contradice esto, pues
Platón, lo mismo que Sócrates, consideraba la
mos reconocer en el talento del pensador cientí-
fico una clase de perfección enteramente distin-
l
virtud como un saber. Tan pronto como se quie-
ta que la que hay en el talento del gobernante,
re determinar a qué parte debe atribuirse esta o
sin contar con que la libertad de la ciencia, y con
aqueila actividad especial, se cae en perplejidad.
ella su progreso sin trabas, estaría sumamente
La percepción se11sible, por ejemplo, parece que
amenazada por la soberanía de un filósofo, sobe-
debe atribuirse tanto a la parte concupiscente
ranía que Platón consideraba como un ideal.
como a la irascible, y en ciertos pasajes Platón
Con todo, la división platónica encierra los
gérmenes de las distinciones que tuvieron lugar
puesto en el hígado. Esta seria una diferencia insi¡lnificante con la en Aristóteles y que, incomparablemente más sig-
doctrina platónica posterior. Pero nada hace verosímil que Demó-
nificativas que las de Platón mismo, han dado la
crito quisiera comprender la totalidad ele las actividades psíquicas en
estas tres partes; más bien exige la cohesión ele sus opiniones que se norma durante milenios.
figurara cada órgano como dotado de actividades psíquicas especia- § 2. Hallamos en Aristóteles tres divisiones
les, y un pasaje de Plutarco parece indicar esto precisamente.
(Plac. IV, 4, 3.) No podemos decir, pues, que ya Demócrito haya he- 1
(1) Cf. las observaciones de Zeller en su Filosofía de los grie•
cho un ensayo de división ele los fenómenos psíquicos.
sos, II, a, .:i.• ecl., p. 540.

- 6o - - 61 - 1
\

L
básicas de los fenómenos psíquicos; pero dos de esta división, ha dividido las actividades psíqui-
ellas, correspondiéndose perfectamente miembro cas, en el sentido moderno de la expresión, sólo
a miembro, pueden ser consideradas como una. en los dos grupos de las actividades comunes a
Primero dividió los fenómenos psíquicos, con- los animales y las peculiares al hombre. Estos
siderando los unos como actividades del órgano miembros coinciden con los miembros de la pri-
central y los otros como inmateriales; o sea en mera. El grado de universalidad de su existencia
fenómenos de una parte mortal y de otra parte define su orden.
inmortal del alma. Otra división capital dada por Aristóteles, dis-
Luego los dividió según su mayor o menor tingue los fenómenos psíquicos-tomada la ex-
extensión, en comunes a los animales y peculia- presión en nuestro sentido (1)-en pensamiento
res al hombre. Esta división resulta tripartita en y apetito, votíc; y iípE~tc;, en el sentido más amplio.
él, pues Aristóteles consideraba animadas a las Esta división se cruza con la anterior, en cuan-
plantas, a causa de su amplio concepto de lo psí- to es objeto de nuestra consideración. Aristó-
quico, como vimos anteriormente. Enumera, por teles comprende en la clase del pensamiento la
tanto, una parte vegetativa del alma, una sensi- percepción sensible y la fantasía, la memoria y
tiva y una intelectiva: la primera, que abraza los la previsión empírica, además de las supremas
fenómenos de la nutrición, del crecimiento y de actividades intelectuales, como la abstración, la
la reproducción, sería común a todos los seres vi- formación de juicios universales y la deducción
vos terrestres, incluso las plantas; la segunda, que científica (2). Los deseos y tendencias superiores,
abarca los sentidos y la fantasía, los otros fenó- igual que los impulsos ínfimos, y todos los sen-
menos afines y las emociones, es para él la espe-
cífica de los animales; en fin, cree que la tercera, (1) De anim. 111, 9, comienzo; 10, comienzo.
que comprende el pensamiento superior y la vo- (2) Wundt acusa de «logiscimo» a los que encuentran semejan-
luntad, es exclusivamente peculiar al hombre en- tes la sensación y el conocimiento superior. Si esta censura fuese
tre los seres vivos terrestres. Pero a consecuencia fundada, alcanzaría también a Aristóteles. Pero ¿cómo es que Des-
cartes ha juzgado aquí enteramente igual, y que muchos, al negar
de la restricción que el concepto de la actividad
los conceptos uníversales, quisieron subordinar las actividades menta-
psíquica ha experimentado con posterioridad, el les correspondientes a las de la sensación? Esto ha sido un error, sin
primero de los tres miembros cae enteramente duda; pero negar lo común a la sensación y al pensamiento íntelec-
fuera de su campo. De modo que Aristóteles, con tivo, sería no menor yerro.

- 62 - - 6~ -
timientos y emociones; en suma, cuantos fenó- to, y Aristóteles puso la diferencia entre ambas
menos psíquicos no están incluídos en la prime- clases, precisamente en esto. No las creía ende-
ra clase, quedan comprendidos en la del apetito. rezadas a objetos diversos, sino a los mismos ob-
Si indagamos lo que haya movido a Aristóte- jetos, pero de un modo diverso. En sus libros
les a unir, mediante esta división, lo que la divi- Sobre el alma., y en su Meta.física., dice clara-
sión anterior había separado, descubrimos fácil- mente que una misma cosa es objeto del pensa-
mente que fué cierta semejanza que la represen- miento y del apetito, y después de recibida en la
tación y apariencia sensibles muestran con la facultad de pensar, mueve el apetito (1). La di-
representación y certeza intelectuales, conceptua- versidad de base de los fenómenos psíquicos, y
les, y los apetitos inferiores con las tendencias su expansión sobre un círculo más o menos an-
superiores. Halló aquí y allí la misma modalidad cho de seres dotados de psique, fué el fundamen-
de inexistencia intencional, para decirlo con una to de la división anterior; su distinta relación al
expresión que tomamos anteriormente a los esco- objeto inmanente es la de ésta. El orden de suce-
lásticos (1). El mismo principio determinó que sión de los miembros está determinado por la
actividades que la división anterior había unido, relativa independencia de los fenómenos (2). Las
fuesen separadas en clases diversas. La referencia representaciones pertenecen a la primera clase;
al objeto es diversa en el pensamiento y el apeti- pues una representación es la condición necesa-
ria de todo apetito.
(1) Esta expresión ha sido mal comprendida, creyendo que se § 3. Las divisiones aristotélicas permanecen
trata de proposición y persecución de un :6.n. Quizá hubiera sido esencialmente en vigor en la Edad Media.; su in-
mejor evitarla; los escolásticos usan más frecuentemente aún la ex-
fluencia continúa dentro de la Edad Moderna..
presión «Objetivo», en vez de «intencional». Se trata, en efecto, de
que, para el objeto psíquicamente activo, y como tal, algo está pre- Cuando Wolff divide las facultades del alma en
sente en su conciencia de cierto modo, ya sea como meramente pen- superiores e inferiores, y en una cognoscitiva. y
sado, ya sea como apetecido, rehuido u otro modo semejante. Si di otra apetitiva., y entrecruza estas dos divisiones, re-
la preferencia a la expresión ..-intencional», lo hice porque tenía por conocemos con facilidad un esquema que corres-
mayor aún el peligro de un equívoco si designaba lo pensado con
ponde en esencia a la doble división aristotélica.
los términos de pensado como objetivamente siendo, pues los mo-
dernos suelen llamar objetivo a lo que existe en realidad, por oposi-
ción a «los fenómenos meramente subjetivos.., a los cuales no corres- (1) De 11nim., III, 10. Metapli., A, 7.
ponde ninguna realidad. (2) Cf. los pasajes citailos supra.

- 64 - - 65 5
La última división ha influído también en In- noscitiva, facultad sensitiva o aproba.tiva («por
glaterra largo tiempo. Las investigaciones de Hume cuya virtud sentimos placer o dolor en una
la tienen por base. Reíd y Brown introdujeron en cosa») y facultad apetitiva (1); Kant, su contem-
ella modificaciones insignificantes y nada felices; poráneo, se apropió la nueva clasificación a su
aquél distingue las facultades del alma en intelec- modo (2): llamó facultad cognoscitiva, sentimien•
tivas y activas (1), y éste, después de haber opues- to de placer y dolor y facultad apetitiva a las tres
to las sensaciones como afecciones externas, a to- facultades del alma, y basó en ellas la división
das las demás como afecciones internas, dividió de su filosofía crítica. Su «Crítica de la razón
estas últimas en estados intelectuales del espíritu pura» se refiere a la facultad cognoscitiva, en
y emociones (2). Brown comprende en esta últi- cuanto contiene los principios del conocimiento
ma clase todo cuanto Aristóteles comprende en mismo; su «Crítica del juicio» a la facultad cog-
su opcEic;. noscitiva, en cuanto contiene los principios del
§ 4. Una división de novedad más significa- sentimiento; y su «Crítica de la razón práctica» a
tiva y de influjo más duradero, y que aún hoy es la facultad cognoscitiva, en cuanto contiene los
considerada comúnmente como un progreso en principios del apetito. Gracias principalmente a
la clasificación de los fenómenos psíquicos, fué esto, la clasificación ganó influjo y expansión;
establecida por Teten.s y Mendelssobn en la se- de modo que aún hoy es la dominante casi en
gunda mitad del siglo pasado. Dividieron éstos general.
las actividades ·psíquicas en tres clases coordina- Kant considera fundamental la división de las
das, y admitieron una facultad especial para cada actividades psíquicas en conocimiento, sentimien-
una. T etens llamó a sus tres facultades funda- to y voluntad, porque cree que ninguna de las
mentales: sentimiento, intelecto y facultad acti• tres clases puede derivarse de otra o reducirse con
va (3); Mendelssohn las denominó facultad cog.- ella a una tercera, como a su raíz común (3): las

(1) Aristóteles había considerado el apetito como el principio (1) En una nota sobre las facultades cognoscitiva, sensitiva y
del movimiento voluntario (De anim., 111, 10). apetitiva, que procede del año 1776, si bien impresa sólo en las obras
(2) Extemal-internal affections; intellectual states of mind- completas (IV, p . 122 y ss.) y en las Horas matinales, aparecidas
emotions. en 1785. Lección VII (obras compl., 11, p. 295).
(3) Sobre la naturaleza bumana, l. Ensayo X, p. 625 (apareci- (2) Cf. sobre esto J. B. Meyer, Psicolo ~ía de Kant, 41 y ss.
do en 1777). (3) .. Todas las facultades del alma o capacidades pueden reducir-

- 66 - - 67 -

~
diferencias entre el conocimiento y el sentimien- Las consideraciones con que Kant apoya y
to son demasiado grandes para que parezca po- justifica su división son escasas. Pero cuando
sible pensar en nada semejante; por más que todo más tarde varios filósofos, como Carus, W eiss,
placer y dolor supongan un conocimiento, el co- Krug y otros, que volvieron a la división bipar-
nocimiento no es un sentimiento, ni el sentimien- tita en facultad representativa y facultad apetiti-
to es un conocimiento; el apetito se muestra asi- va, no sólo atacaron la división de Kant, sino
mismo completamente heterogéneo con uno y otro; que quisieron presentarla como imposible de an-
todo apetito, y no sólo la volición expresa, sino temano, otros, en especial W. Hamilton, empren-
también el deseo impotente y hasta el anhelo de dieron su defensa, y desarrollaron las ideas que
lo reconocido como imposible (1), es una tenden- Kant había indicado someramente.
cia a la realización de un objeto, mientras que el Los ataques fueron extraños por cierto. Krug
conocimiento se limita a aprehender y juzgar el argumentaba que si la facultad representativa y
objeto, y el sentimiento del placer no se refiere al la facultad apetitiva son dos, es sólo porque la
objeto, sino meramente al sujeto, siendo por sí actividad del espíritu tiene una dirección doble,
mismo el motivo para conservar su propia exis- una dirección hacia dentro y una dirección hacia
tencia en el sujeto (2). fuera. Las actividades del espíritu se dividirían,
pues, en una inmanente o teórica y una tran-
seunte o práctica. Pero sería imposible encajar
se a tres, que no se pueden deducir de una base común, y son: la
facultad cognoscitiva, el sentimiento de placer y dolor y la facultad
entre ellas una tercera clase, pues ésta debería
apetitiva». («Critica del juicio», introd. Ill.) tener una dirección que no iría ni hacia dentro ni
( 1) Ibídem, nota. hacia fuera, lo cual es inconcebible.
(2) En el artículo sobre la filosofía en general, y en el párrafo en Fácil debió serle a Hamilton demostrar la
que Kant trata «Del sistema de todas las facultades del espíritu hu-
mano», y expone y razona su doctl'.Ína con más extensión que en
va en la que, consideradas a la vez como la causa de la realidad de
otras partes, dice que ciertos filósofos se han esforzado por conside-
este objeto, son atribuídas a la facultad apetitiva, y, en fin, su rela-
rar como aparente la diferencia entre la facultad cognoscitiva, el
ción meramente con el sujeto, cuando tienen en sí mismas los motivos
sentimiento de placer y dolor y la facultad apetitiva, y por reducir
para conservar su propia existencia en él, y en tanto son considera-
todas las facultades a la facultad cognoscitiva sola. Pero en vano.
das en 'relación al sentimiento de placer, el cual no constituye nin-
«Pues hay siempre una gran diferencia entre las representaciones,
gún conocimiento, si bien cabe suponer uno como fundamento de-
por cuanto , referidas meramente al objeto y a la unidad de la con-
terminante.» (Obras de Kant. Edición de Rosnckranz, I, p. 586 y ss.)
ciencia de éste, pertenecen al conocimiento, o aquella relación objeti-

- 68 - - 69 -

1
inanidad de un razonamiento semejante. ¿Por tampoco pueden denominarse voliciones o apeti-
qué, pregunta con Biunde, no habríamos de decir tos. Sin embargo, pertenecen a los fenómenos
más bien que cabe pensar en el alma tres géneros psíquicos, por lo cual es necesario coordinar a las
de actividades, de las cuales las unas serían otras dos clases una tercera, que con Kant, puede
ineuntes, las otras inmanentes y las terceras denominarse la de los sentimientos (1).
transeuntes? (1). Y en realidad, por este camino, Fácil es descubrir que este argumento es insu-
sin duda algo aventurado, se llegaría a una clasifi- ficiente. Podría ser que las expresiones volición y
cación, cuyos tres miembros coincidirían bastante apetito, del lenguaje usual, fuesen demasiado
bien con lo que Kant decía del conocimiento, el estrechas para comprender todos los fenómenos
sentimiento y el apetito, en el pasaje citado antes. psíquicos distintos de los fenómenos del pensa-
Pero Hamilton no sólo rechaza este ataque; miento, e incluso que un nombre apropiado fal-
intenta también probar, de un modo positivo, la tase en el lenguaje usual; pero que, sin embargo,
necesidad de admitir los sentimientos como una los fenómenos que llamamos apetitos y los que
clase fundamental aparte. A este fin, índica que llamamos sentimientos formasen una sola y más
hay ciertos estados de la conciencia, que no pue- amplia clase de fenómenos psíquicos, coordinada
den clasificarse, ni como pensamientos, ni como por naturaleza a los fenómenos del pensamiento.
apetitos. Tales son las emociones que se suscitan Una verdadera justificación de la división no es
en cualquiera, cuando lee el relato de la muerte posible, sin una declaración del principio diviso-
de Leónidas en las T ermópilas, o escucha la rio. Hamilton no deja de hacerla en otro pasaje,
siguiente bella estrofa de una conocida balada considerando, con Kant, las tres clases, como los
antigua: fenómenos de diversas facultades del alma, de las
cuales ninguna es susceptible de ser derivada
.Por Widdríngton la pena cubre mí cabeza ,
de otra.
porque la muerte le arrebató,
a él que, cuando los píes le faltaron,
Descartes, Leibnitz, Spinoza, W olff, Platner y
siguió luchando de rodillas.» otros filósofos, dice, han creído deber considerar
la facultad representativa como la facultad fun-
Tales emociones no son pensamiento puro, ni damental del espíritu, de la cual las otras se deri-

(1) Sr. W. Hamílton, Lectures on Metaphysics, II, p. 423 . (:1) Ibídem, II, p. 420.

- 7o - - 71 -
van, porque el conocimiento de la conciencia pero no apetitos ni voluntad, en sentido propio.
interna acompaña a todos los fenómenos. Pero »Pero, por otro lado, nos es imposible pensar
no tienen razón. «Estos filósofos no advirtieron que una actividad voluntaria exista con indepen-
que, si bien el placer y el dolor, y lo mismo los dencia de todo sentimiento; el esfuerzo volunta-
apetitos y las voliciones, sólo existen en cuanto rio es una facultad que sólo puede ser determina-
son conocidos como existentes, sin embargo, en da a actuar por un dolor o un placer, esto es, por
estas modificaciones ha sobrevenido una e:uaiidad una apreciación del valor relativo de los obje-
absolutamente nueva, un fenómeno psíquico ab- tos (1).»
solutamente nuevo, que nunca estuvo comprendi- Esta justificación de la clasificación, en cuanto
do en la facultad de conocer y, por tanto, nunca al principio, número, índole y orden de los miem-
pudo derivarse de ella. La facultad de conocer es bros, puede considerarse como una ampliación
sin disputa la primera en orden, y la conditio de las observaciones hechas por Kant en el mis-
sine qua non de las otras, y podemos pensar un mo sentido.
ser capaz de conocer algo como existente y, sin Oigamos aún a Lotze, quien, en su Psicología
embargo, desprovisto de todo sentimiento de pla- médica, y todavía más en su Microcosmos, hace
cer y dolor, de toda capacidad para apetecer y una penetrante defensa de la división tripartita
querer. Por otro lado, somos completamente inca- kantiana, frente al nuevo intento de Herbart
paces de pensar un ser, que estando en posesión para soslayar toda pluralidad de facultades.
de sentimientos y apetitos, no tenga el conoci- «La antigua psicología-dice Lotze-ha creído
miento de algún objeto al que sus afectos se diri- que el sentimiento y la voluntad contienen ele-
jan, ni la conciencia de estos afectos. mentos peculiares, que no emanan, ni de la natu-
»Podemos también pensar un ser dotado sólo raleza de la representación, ni del carácter general
de conocimiento y sentimiento, un ser dotado de de la conciencia, en la que ambos tienen parte;
la facultad de conocer objetos, gozándose en el por lo cual fueron asociados a la facultad de la
ejercicio de su actividad y afligiéndose por su representación como dos facultades igualmente
parálisis, y, sin embargo, privado de aquella ca- primitivas, y las recientes concepciones no pare-
pacidad para la energía voluntaria, de aquel cen afortunadas al refutar las razones que indu-
deseo que hallamos en el hombre. Un ser se-
mejante tendría sentimientos de dolor y placer; (1) Lect. on Metapb.., I. p. 187 y s. , cf. 11, p. 431.

- 72 - - 7~ -
1
1

jeron a admitir estas tres facultades primitivas. ble como el que las oposiciones irreconciliables t'
Nosotros no afirmamos que la representación, el entre diversas representaciones, cuyo conflicto
sentimiento y la voluntad, se separen en el suelo hace violencia al alma, le causen dolor, y que de 1
del alma, surgiendo como tres series evolutivas éste surja una tendencia hacia la reforma salva-
independientes, con distintas raíces, y creciendo dora. Pero esto nos parece ser así a nosotros, por- \
eada una por sí, para tocarse sólo en sus últimas
ramificaciones, en variadas reacciones. La obser-
vación muestra demasiado claramente que, con la
que somos algo más que seres que representan; la
necesidad de aquella sucesión no se comprende
por sí misma, sino por la tradición general de
¡
¡
1

mayor frecuencia, los sucesos del curso represen- nuestra experiencia interna, que nos ha habitua-
tativo son los empalmes de los sentimientos, y
que de éstos, del placer y el dolor, se derivan las
apetencias y repulsiones. Pero esta patente de-
pendencia no decide si, de hecho, el suceso prece-
do, desde hace mucho tiempo, a su efectiva in-
exorabilidad y no nos permite ver que hay ver-
daderamente un vacío entre cada miembro de la
serie y el miembro siguiente, vacío que no pode-
!
dente, cual causa plena y eficiente, produce por su
propia virtud el subsiguiente, o si, como mera
circunstancia ocasional, lo arrastra a su zaga,
actuando en colaboración con la fuerza ajena de
mos llenar sino admitiendo una condición toda-
vía no observada. Sí prescindimos de esta expe-
riencia, un alma que se limitase a representar no
encontraría en sí ningún motivo para considerar
l
j 1·
una condición, que coopera tácita y escapa a nues- una modificación interna (aunque fuese amena-
tra observación ... zadora para la continuación de su existencia) de \
»La comparación de aquellos fenómenos psí- otro modo que con la misma indiferente clarivi-
quicos nos fuerza, si no erramos, a esta última dencia de observación con que consideraría cual-
suposición. Si consideramos el alma sólo como quier otro conflicto de fuerzas. Pero si un senti-
un ser que representa, no descubriremos en nin- miento surgiese de otras fuentes, yuxtapuesto a
guna situación a que llegue mediante el ejercicio la percepción, el alma meramente sensitiva no
de esta actividad, por singular que esta situación encontraría en sí, ni siquiera en medio de un do-
sea, un motivo suficiente que la fuerce a salirse lor mortal, motivo ní poder para intentar una
de este su modo de manifestarse y a desarrollar modificación: padecería, sin llegar a querer. Como
sentimientos de placer y dolor. Sin duda, puede no es así, y para que pueda ser de otro modo, la
parecer que, al contrario, nada es tan comprensi- facultad de sentir el placer y el dolor necesita

- 74 - - 75 -
existir originariamente en el alma, y los sucesos Si dos fenómenos psíquicos hubieran de ser
del curso representativo, reaccionando sobre la atribuídos a clases fundamentales distintas, por
naturaleza del alma, la provocan a este modo de la sola razón de no poderse deducir de antemano
manifestación, sin engendrarlo ellos mismos; y la capacidad para el uno de la capacidad para el
cualesquiera que sean los sentimientos que se otro, habría que distinguir no sólo entre la repre-
adueñen del ánimo, no producen ningún deseo, sentación y el sentimiento y el apetito, como
sino que resultan solamente los promotores de Kant, Hamilton y Lotze quieren, sino entre la
una facultad de querer, existente en el alma, y visión y el gusto, y hasta entre la visión del rojo
que ellos encuentran en ésta, sin podérsela dar, y la visión del azul, como fenómenos pertene-
caso de que faltara ... cientes a distinta clase suprema.
»Estas tres facultades primitivas se presenta- Lo dicho es evidente respecto de la visión y el
rían, pues, como disposiciones superiores escalo- gusto: hay numerosas especies de animales infe-
nadas, cada una de las cuales, al exteriorizarse, riores que tienen gusto, pero no vista. Mas lo
suscitaría la actividad de la siguiente» (1). mismo pasa con la visión del rojo y la visión del
Lotze prosigue su explicación y defensa de la azul, como queda dicho; y u11 ejemplo palpable
clasificación kantiana. Pero el pasaje aducido se encuentra en el hecho de la ceguera para el
basta para mostrarnos que concibe su principio rojo, del llamado daltonismo.
lo mismo que Hamilton, y que establece el nú- Estas consideraciones muestran del modo más
mero y orden de las tres facultades de un modo claro que la aptitud para una percepción cromá-
enteramente análogo: ambos no hacen sino des- tica no puede deducirse de antemano de la apti-
envolver las ideas de Kant. tud para otra. Reducidos a la visión del azul y el
Mas el principio que Kant aplica en su divi- amarillo, nunca llegaríamos a tener idea del rojo.
sión básica de los fenómenos psíquicos, y que Por lo cual J. St. Mill considera el fenómeno de
Hamilton, Lotze y muchos otros hacen suyo, pa- cada color como un hecho último, que no cabe
rece poco apropiado para determinar las clases su- deriv.ar de otro (1).
premas; y no porque la opinión de Herbart deba Ahora bien, cualquiera comprende que sería
mantenerse, sino, diría yo, por una razón opuesta. absurdo formar diversas clases supremas con las

(1) Microcosmos, I, p. 193 y ss. (1) Lós. deduct . e induct., libro 111, cap. XIV, § 2.

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representaciones del rojo y de los otros colores, un punto de vista semejante al que díó la norma
como sí fuesen fenómenos que descansaran en di- a Aristóteles, en su distinción del pensamiento y
versas facultades primitivas, no susceptibles de el apetito. Un pasaje que hemos citado antes del
derivarse unas de otras. Con lo cual nos vemos artículo de Kant sobre la filosofía en general, co-
forzados a concluir que este principio divisorio loca claramente la diferencia entre el conoci•
no es apropiado en modo alguno para determi- miento y el apetito en una diversa referencia al
nar las clases supremas de los fenómenos psíqui- objeto, mientras que la peculiaridad del sentí,.
cos. Si lo fuera, tendríamos que distinguir mani- miento consistiría en la carencia de toda referen-
fiestamente no el pensamiento, el sentimiento y cia semejante, pues que este fenómeno psíquico
el apetito, sino un número incomparablemente se refiere meramente al sujeto. Esta es la gran
mayor de clases supremas de fenómenos psí- diferencia. De ella podía ser una consecuencia la
quicos. imposible derivación mutua de las facultades;
Es ciertamente doloroso afirmar que Kant y pero ella, por sí sola, abre un abismo más pro-
los significados pensadores que defendieron tras fundo que la imposibilidad de la derivación: un
él su clasificación no se habían dado una cuenta abismo. .que no existe en aquellos otr0s casos que
suficiente del principio que les determinó a ha- forzaban a admitir dístín tas facultades prímí•
cerla. Vemos, además, que ya los predecesores de tívas.
Kant, T etens y Mendelssohn, en apoyo de su di- Lo mismo pasa con Hamilton. Si le pregunta-
visión, apelaron a la imposibilidad de derivar las mos por qué considera los sentimientos y las ten-
facultades. Pero cuando se ve la incongruencia en- dencias como fenómenos de distintas facultades
tre el supuesto principio divisorio y los miembros primitivas, y por qué tiene por imposible que
de la división, no se puede por menos de admi- sean explicables por una facultad fundamental
tir que todos estos pensadores, más o menos in- única, da la siguiente respuesta en el segundo
conscientemente, fueron guiados por motivos en- tomo de sus Lecciones de metafísica: «Lo hago
teramente distintos. Hállanse en sus manifesta- -dice-porque la conciencia nos revela en estos
ciones claras huellas que lo indican. fenómenos, además de un conocimiento, que se
Lo que determinó verdaderamente a Kant a di- mezcla a todos ellos por causa de la percepción
vidir las actividades psíquicas en sus tres clases, interna, ciertas cualidades que no están conteni-
fué, creo yo, su coincidencia o discrepancia, desde das, ni explícita ni implícitamente, en los fenó-

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menos del conocimiento mismo. Las propiedades E:ste pasaje de Hamilton resulta casi una pa-
por las cuales estas tres clases se distinguen recí- ráfrasis de la nota de Kant antes citada. Concor-
procamente son las siguientes: en los fenómenos dando en lo esencial, habla sólo más extenso y
del conocimiento, la conciencia distingue un ob- más claro. Según esto, el punto de vista desde el
jeto conocido del sujeto cognoscente ...; en el sen- cual Hamilton ha dividido los fenómenos psíqui-
timiento, en los fenómenos de placer y dolor, no cos en las diversas clases supremas, es manifies-
ocurre así: la conciencia no se opone al estado tamente, si descendemos al fundamento último, el
psíquico, sino que está fundida con él, por decirlo de la inexistencia intencional, como en Aristó-
así: en el sentimiento no hay nada más que lo teles. Hamilton piensa que en algunos fenómenos
que es subjetivamente subjetivo ( subjektively psíquicos no se encuentra ninguna inexistencia
subjektive)»-un aserto de que ya hemos hecho intencional de un objeto; tales son, para él, los
mención-; «por último, en los fenómenos del sentimientos. Pero también aquellos en los cua-
apetito y de la voluntad, se halla un objeto, como les se encuentra dicha inexistencia, muestran, se-
en los del conocimiento, y un objeto que es tam- gún él, una diferencia fundamental en la moda-
bién objeto del conocimiento; pero si bien ambos lidad de esta inexistencia, y deben dividirse en
-el conocimiento y el apetito-contienen una pensamientos y deseos.
relación a un objeto, se distinguen por la diversi- Finalmente, por lo que toca a Lotze, tampoco
dad de esta relación. En el conocimiento no exis- en él faltan señales de que un motivo más impor-
te ninguna exigencia, el objeto no es buscado ni tante que la mera imposibilidad de derivar las
esquivado; mientras que el apetito supone una facultades fué el que le hizo considerar las tres
carencia y una inclinación que conduce al inten- clases de la representación del sentimiento y del
to de alcanzar el objeto (cuando las facultades apetito como distintas clases fundamentales de
cognoscitivas lo presentan como capaz de propor- los fenómenos psíquicos. Sólo la circunstancia de
cionar el goce de lo que se necesita) o al de re- que la imposibilidad de la derivación había sido
pulsarlo, cuando estas actividades lo hacen apa- negada por la escuela herbartiana le condujo a
recer amenazador para el intento de satisfacer insistir con especial energía sobre este punto pre-
aquella necesidad» (1). cisamente. Lotze no desconoce que las facultades
del alma irreductibles una a otra son más de tres;
(1) Lect. on Metapb. 11, p. 431. considera las disposiciones para la visión y la

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tran en esta referencia y agota ésas diferencias.
audición como disposiciones originarias distintas,
Cuando nosotros mismos hayamos de pronun-
lo mismo que nosotros; y encontramos menciona-
ciarnos sobre la cuestión, al cabo de esta ojeada
da esta verdad justamente en su investigación
sobre las clasificaciones intentadas hasta aquí,
sobre las tres clases fundamentales (1). Entonces,
¿por qué ha adjudicado las representaciones de trataremos también este punto.
los sonidos y colores a la misma clase fundamen-
§ 5. Como hemos advertido, la división de la
conciencia en representación, sentimiento y vo-
tal, y no ha tenido en cuenta en su división bási-
luntad, que acabamos de exponer, se ha hecho
ca otras distinciones, especialmente de la esfera
muy general en los últimos tiempos. También
de los sentimientos, de los cuales cabe probar con
Herbart y su escuela la han admitido; y los her-
facilidad que tampoco pueden derivarse? La per-
bartianos suelen tomarla por base para ordenar
cepción de alguna diferencia singularmente hon-
la materia, en las exposiciones de la psicología em-
da, que, existiendo entre aquellas tres clases, no
pírica, del mismo modo que los demás. Lo que los
se encuentra de igual modo en los otros casos de
distingue es sólo que no reducen las dos últimas
derivación imposible, debe haber sido decisiva.
clases a facultades primitivas especiales, sino que
Tras lo descubierto en Kant y Hamilton, cabe
intentan derivarlas de la primera. Esfuerzo mani-
presumir, desde luego, que una diferencia entre
fiestamente vano, como ha sido observado repeti-
las actividades psíquicas por la referencia al ob-
jeto es lo que ha conducido también a Lotze a das veces.
§ 6. Entre los representantes de la escuela
considerar justamente estas tres clases como las
empírica inglesa, que está en cierta oposición a la
más distintas, como las clases fundamentales de
escuela de Hamilton, Alejandro Bain ha hecho
los fenómenos psíquicos.
igualmente una división tripartita con análogos
Queda por investigar si se ha hecho realmente
nombres. Distingue: primero, el pensamiento, in-
bien en tomar este punto de vista al intentar una
telecto o conocimiento (tbougbt, intellect or cog-
división capital de las actividades psíquicas, y si
nition); segundo, el sentimiento (feeling), y ter-
la división en pensamiento, sentimiento y apetito
cero, la volición o la voluntad (volition or tbe
coincide verdaderamente con las diferencias fun-
will). Al parecer, nos encontramos aquí con la
damentales que los fenómenos psíquicos mues-
misma división fundamental, y Bain mismo ape-
la a esta coincidencia, en su apoyo.
(1) Microcosmos . I, p. 198.

_ Bi - 83-
Pero si se atiende a las explicaciones que Bain esta actividad procedente del sentimiento» (1).
da de los tres miembros de su clasificación, resul- Nos otros no denominaríamos el comer, andar,
ta que la semejanza de las expresiones oculta una hablar y demás, volición, sino a lo sumo efectos
gran diferencia en las ideas. Bain en.tiende por la de la volición. Kant habla. a veces del apetito,
tercera clase-la volición o la voluntad-algo en- entendiéndolo como una producción de los obje-
teramente distinto de lo que los psicólogos alema- tos apetecidos. En la Crítica. de la razón práctica.
nes y Hamilton suelen designar con esta palabra, define la facultad apetitiva como «la facultad
a saber: la acción procedente de fenómenos psí- de ser, por medio de las propias representaciones,
quicos. Al comienzo de su voluminosa obra so- la causa de la realidad de los objetos de estas re-
bre los sentidos y el intelecto, dice que la volición presentaciones» (2). Pero no puedo creer que se
o la voluntad comprende el conjunto de nuestra prestara a designar el comer o el andar como un
actividad, en tanto que es dirigida por nuestros apetito; todo indica que se limitaba a explicar sus
sentimientos (1). Y más abajo explica esta idea ideas de un modo impropio (3). Otra cosa sucede
así: «Todos los seres dotados de conciencia, que con Bain. Los asertos arriba considerados nos
conocemos, tienen no sólo la facultad de sentir, fuerzan a admitir que verdaderamente asociaba
sino también la de obrar (act). El empleo de una un sentido distinto a la palabra «volición», y lo
fuerza para conseguir un fin es la señal de una que sigue inmediatamente confirma esta interpre-
naturaleza psíquica. Comer, andar, volar, cons,, tación, pues Bain intenta fijar la diferencia entre
truír, b.ablar, son actividades que proceden de su volición y las fuerzas naturales del viento, el
movimientos psíquicos. Todas surgen de ciertos agua, la gravedad, la pólvora, etc., y entre ella y
sentimientos que deben hallar satisfacción, y esto las funciones fisiológicas inconscientes; por ejem-
es lo que les da el carácter de actividades psíqui,,
cas propiamente tales. Cuando un animal des,, (1) Tb.e senses and tbe intellect, p . 4. Cf. Mental and moral
garra, mastica y iraga su alimento, da. caza a su science, p. 2.
presa o b.uye de un peligro, las sensaciones o los (2) Crítica de la razón práctica. Prólogo, Cf. Crítica del juicio.
sentimientos son quienes suscitan y sostienen Introducción, III, y el pasaje del artículo sobre la filosofía en áene-
ral, antes citado.
su actividad. Damos el nombre de volición a
(3) De otro modo, no atribuiría todo deseo y todo anhelo al
apetito (lo cual no hace Bain), ni adjudicaría la libertad a la facul-
(1) Tb.e senses and tb.e intellect, p. 2. tad de desear.

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plo: la circulación. Todo lo cual, manifiestamen- en las ediciones posteriores de su gran obra psi-
te, no lo consideraría necesario si por volición no cológica, y en su compendio. Bain parece haber
entendiese más bien un fenómeno (físico) proce- sido in.citado a ella por Heriberto Spencer, en el
dente de fenómenos psíquicos, que un fenómeno cual se puede reconocer una división semejante
psíquico íntimo. en fenómenos psíquicos primitivos y evoluciona-
En realidad, la división dada por Bain de los dos, pues que la idea de evolu ción. domina a to-
fenómenos psíquicos concuerda más con la dhi- das las demás en sus Principios de psicología.
sión aristotélica en pensamiento y apetito (al Spencer divide las actividades psíquicas evolucio-
cual se añade en ocasiones un movimiento volun- nadas en cognoscitivas (memoria, razón) y afec-
tario) que con la división posterior en represen- tivas (sentimiento, voluntad), y piensa que los
tación, sentimiento y apetito. Lo que nosotros comienzos de una y otra clase están en los fenó-
llamamos apetito y voluntad, para Bain pertene- menos primitivos; de modo que cabría decir que
ce al sentimiento. En él, el sentimiento y el ape- hace cruzarse con la primera una segunda divi-
tito aparecen asociados nuevamente· en una. sola sión, cuyos miembros recuerdan la distinción
clase. Además de esto, ha ensanchado la esfera aristotélica del 'ioiíc; y la opE~tc; (1).
de los sentimientos por otro lado, incluyendo en § 7. Con esto podemos concluír nuestra ojea-
ella las sensaciones, que pertenecen a la primera da a los principales ensayos de clasificación. Si
clase según la mayoría de los modernos y tam- consideramos Jos principios que hallamos aplica-
bién según Aristóteles. dos en ellos, vemos que han sido establecidos
Bain da otra división que se cruza con la pre- desde cuat ro puntos de vista distintos. Encontra-
citada. Divide los fenómenos psíquicos en fenó- mos tres de ellos ya en Aristóteles. Éste había
menos primitivos y en fenómenos que se derivan dividido las actividades psíquicas: primero, por
de éstos en el curso de una evolución. Entre los cuanto algunas adhieren al cuerpo, y otras no es-
primeros cuenta las sensaciones, los apetitos pro- tán unidas a él; luego, pensándolas como, en
cedentes de las necesidades del organismo y los parte comunes al hombre con los animales y en
instintos. Por instinto entiende los movimientos
que se ejecutan sin haberlos aprendido o ejercita- (1) Cf. Ribot: Psycbologie a.ngla.ise contempora.ine. París, 1870
do. Ha tomado esta división por base para orde- (p. 19). En esta obra se da una hermosa ojeada a las teorías psico-
nar la materia, con preferencia a todas las demás, lóáicas de Herberto Spencer.

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parte exclusivamente propias de aquel, y, por úl-
timo, según la distinta modalidad de la inexisten-
cia intencional, o, como nosotros podríamos de-
cir, según la distinta modalidad de la conciencia.
Este último principio divisorio lo vemos aplicado CAP!TULO II
con especial frecuencia y en todas las épocas.
Queda aún el principio de la segunda división de
DIVISIÓN DE LAS ACTIVIDADES PSÍQUICAS EN REPRE-
Bain, que divide los fenómenos psíquicos en f enó-
SENTACIONES, JUICIOS Y FENÓMENOS DE AMOR Y ODIO
menos primitivos y en fenómenos que se derivan
de éstos por evolución.
En las investigaciones siguientes nos pronun- § 1. ¿A qué principios nos atendremos al pro-
ciaremos, por nuestra parte, respecto al principio ceder a la división fundamental de los fenóme-
y a los miembros de la división fundamental. nos psíquicos? Manifiestamente, a los tenidos en
cuenta en otras partes, al practicar la clasifica-
ción, y de cuyo empleo la ciencia natural nos
ofrece más de un ejemplo señalado.
Una clasificación científica debe ser tal, que or-
dene los objetos de un modo útil a la investiga-
ción. A este fin debe ser natural, esto es, debe re-
unir en una clase lo que se relaciona por natura-
leza de un modo más estrecho, y debe separar en
clases diversas lo que por naturaleza está relativa-
mente alejado. De aquí que sólo sea posible, supo-
niendo cierto grado de conocimiento de los obje-
tos; y es regla fundamental de la clasificación, que
debe resultar del estudio de los objetos por clasifi-
car y no de una construcción a priori. Krug cayó
en este error cuando argumentaba de antemano
que las actividades psíquicas debían ser de dos &é-

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neros: las que se dirigen de fuera adentro y las el capítulo anterior son estimables, por cuanto
que se dirigen de dentro afuera. Y también Hor- que han resultado del estudio de los fenómenos
wicz pecó contra este principio cuando, como vi- psíquicos mismos. Sus autores han atendido tam-
mos anteriormente (1), basándose en observacio- bién a que los miembros sean naturales, toman-
nes fisiológicas que le mostraban la oposición en- do por norma la independencia recíproca de los
tre los nervios sensitivos y motores, se aventuró fenómenos o una disparidad profunda. Mas con
a suponer una oposición análoga entre el pensa- esto no se ha dicho que acaso la imperfección de
miento y el apetito, oposición que penetraría el su conocimiento de la esfera psicológica no los
dominio entero del alma, en vez de tratar de con- haya extraviado en esta aspiración. En todo
firmar o rectificar la división básica usual me- caso, algunos de estos ensayos no son aprove-
diante un estudio más exacto de los fenómenos chables en la misma medida que los otros, tanto
psíquicos mismos. Ciertamente se comprende porque su fundamento es controvertible todavía,
muy bien que, dado el atraso de la psicología, se como porque las ventajas, que parecen proporcio-
prefiriera llegar a una clasificación semejante, apo- nar a la investigación, desaparecen a consecuen-
yándose en otras investigaciones que no las de cia de obstáculos especiales.
los fenómenos psíquicos. Pero si el camino natu- Aclaremos esto en detalle.
ral es poco accesible todavía, no cabe la esperanza Aristóteles dividió los fenómenos psíquicos en
de acercarse más a la meta por ningún otro. Mas comunes al hombre con los animales y en pecu-
quien tome por norma los conocimientos alcan- liares al hombre. Si nos ponemos en el punto de
zados hasta ahora acerca de los fenómenos psí- vista de la doctrina aristotélica, esta división nos
quicos, aunque no consiga establecer por hoy parecerá excelente en muchos respetos. Aristóte-
una división básica definitivamente buena, la les creía que ciertas facultades del alma son ex-
prepará al menos, ya que también aquí, como en clusivamente propias del hombre, y las conside-
otras partes, la clasificación y el conocimiento de raba como inmateriales; en cambio, consideraba
las propiedades y leyes se perfeccionan mutua- las comunes a los animales como facultades de
mente con la evolución de la ciencia. un órgano corporal. Admitiendo, pues, la exacti-
§ 2. Los ensayos de división considerados en tud de sus concepciones, esta división aisla, en el
primer miembro, aquellos fenómenos que apare-
(1) Libro I, cap. 111, § l5 de mi Psicol. desde el p. de v. emp. cen aislados de los demás en la naturaleza; y la

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circunstancia de que los unos sean funciones de La opinión de Descartes no puede extravíar-
un órgano y los otros no, hace esperar que cada 0nos, aunque algunos se inclinan recientemente a
una de las dos clases revelará importantes pro- ella, en atención a los fenómenos reflejos; en
piedades y leyes comunes. Pero las opiniones cambio, reputados pensadores de direcciones di-
aristotélicas, sobre la base de las cuales la divi- versas, abogan todavía por la opuesta; y en es-
sión sería aceptable, contienen muchos puntos :im- pecial, los berkeleyanos se han hecho numerosos
pugnables. Muchos niegan que haya fuerzas espi- en Inglaterra, y empiezan a propagarse también
rituales propias del hombre en oposición al ani- por el continente. Ahora bien; si no se hallara
mal, ni hay unanimidad tampoco acerca de cuáles realmente ninguna diferencia cualitativa, como
fenómenos psíquicos sean comunes al hombre con se dice, entre las dotes psíquicas de los hombres
el animal y cuáles no. Mientras Descartes niega y los animales, la división de los fenómenos psí-
a los anímales toda actividad psíquica, otros y quicos, en comunes a los anímales y peculia-
no insignificantes investigadores hacen partici- res al hombre, perdería evidentemente mucho de
par a las especies anímales superiores en todos su significación. En todo caso, la contienda de
nuestros fenómenos psíquicos más simples. És- las opiniones y la dificultad de resolverla no nos
tos creen que sus actividades difieren de las nues- permiten utilizar esta división como división bá-
tras sólo en grado, y opinan que toda la diferen- sica, al ordenar nuestra materia.
cia de sus operaciones se puede explicar por esa Además, la ventaja principal que la clasifica-
diferencia de grado suficientemente. Cuando, por ción pudiera ofrecer a la investigación, en el me-
ejemplo, Aristóteles sostiene que la facultad de jor caso, a saber: el estudio aislado de una parte
los conceptos abstractos, generales, falta a los de nuestros fenómenos psíquicos, es contrarresta-
animales, Locke está de acuerdo con él; pero des- da esencialmente por el hecho de que sólo de un
de otros y opuestos lados se discute que pueda modo indirecto poseemos un conocimiento de la
haber en esto una diferencia fundamental entre vida psíquica de los anímales. Esta circunstancia,
las dotes psíquicas del hombre y el animal: los junto con el deseo de no hacer hipótesis no proba-
unos pretenden haber demostrado con precisión das, disuadió al mismo Aristóteles de emptearla
la existencia de conceptos generales en los ani- como división básica, en la exposición sistemáti-
males; los otros, Berkeley a la cabeza, niegan
que en realidad existan, incluso en el hombre.
ca de su doctrina del alma.
Como vimos, Bain ha dividido los fenómenos.
¡'
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psíquicos en fenómenos elementales y en fenó- proceder a una división básica de los fenómenos
menos que resultan de éstos en el curso de una psíquicos. Lo que más distingue los fenómenos
evolución. También aquí la primera clase com- psíquicos de los físicos, es que a aquéllos les es
prende fenómenos que aparecen independientes objetivamente inherente algo. Por esto es muy
de los demás en la naturaleza. Pero también comprensible que las diferencias más profunda~
aquí pasa una cosa análoga a la que acabamos en el modo, según el cual algo les es objetivo,
de señalar, a saber: que allí donde aparecen in- constituyan las mejores diferencias de clase en-
dependientes, no pueden ser observados por nos- tre ellos mismos. Cuanto más se ha desarrollado
otros directamente. Tampoco son pequeñas las la psicología, tanto más ha encontrado que las
dificultades para formar un juicio seguro sobre propiedades comunes y las leyes dependen de las
el carácter de los primeros comienzos de la vida diferencias fundamentales en el modo de referir-
psíquica. Cuando en años posteriores un estímu- se al objeto, más que de otras cualesquiera. Y
lo físico provoca una sensación, las disposicio- mientras que las clasificaciones citadas anterior-
nes adquiridas pueden influir sobre el fenómeno, mente están expuestas a la objeción de que su
transformándolo poderosamente. Y así encontra- utilidad desaparece en gran parte debido a la po-
mos, en efecto, que este campo es hoy un prefe- sición del observador, ésta se halla libre de se-
rente tema de disputa. Por esto, aunque habre- mejante menoscabo de su valor. Las considera-
mos de tener siempre en cuenta el punto de vista ciones más varias nos llevan, pues, a utilizar el
de Bain al realizar nuestras investigaciones, me- mismo principio en nuestra división básica.
jor será elegir otra norma para la división básica. § 3. Pero ¿cuántas clases supremas y cuáles ha-
De las clasificaciones consideradas restan sólo bremos de distinguir? Hemos visto que no existe
las que tienen por principio divisorio la diversa re- unanimidad entre los psicólogos en este respecto.
ferencia al objeto inmanente de la actividad psí- Aristóteles ha distinguido dos clases fundamen-
quica, o la diversa modalidad de su existencia in- tales diversas: el pensamiento y el apetito. Pero
tencional. Este punto de vista fué el que Aristó- entre los modernos se ha hecho usual una divi-
teles prefirió a todos los demás al ordenar la ma- sión tripartita: representación, sentimiento y vo-
teria, y el que los pensadores más diversos de esta luntad (o como se prefiera denominar a estos tres
última época adoptaron, más o menos conscien- géneros), en vez de aquella bipartición.
temente, con más frecuencia que otro alguno, al Para exponer nuestra opinión sin más tardar,

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sostenemos también que hay que distÍnguir tres
clases capitales de actividades psíquicas, aten- no sea representado (1). Cuando oigo y compren-
do un nombre, me represento lo que designa; y,
diendo a la diversa modalidad de su referencia a
en general, éste es el fin de los nombres, provocar
su contenido. Pero estos tres géneros no son los
mismos que se establecen comúnmente; y a falta representaciones (2).
Entendemos por juicio, el admitir algo (como
de expresiones más adecuadas, designamos al
verdadero), o rechazarlo (como falso), de confor-
primero con el nombre de representación, al se-
midad con la acepción filosófica usual. Pero he-
gundo con el nombre de juicio, y al tercero con el
mos indicado ya que este admitir o rechazar se
nombre de emoción, interés o amor.
encuentra también en ciertos casos para los que
Todas estas denominaciones son susceptibles
muchos no usan la expresión juicio, como, por
de equívoco; todas se emplean frecuentemente en
ejemplo, en la percepción de los actos psíquicos y
un sentido más estrecho. Pero nuestro vocabula-
en el recuerdo. Y naturalmente, no dejaremos de
rio no nos ofrece otras expresiones unitarias que
correspondan mejor a los conceptos. Y aunque es subordinar también estos casos a la clase del
triste tener que utilizar expresiones de significa- juicio.
Una expresión unitaria, justamente apropiada,
do :fluctuante como términos en definiciones tan
importantes, y más aún emplearlas en un sentido falta en general para la tercera clase, cuyos fenó-
quizá desusadamente extenso, esto me parece en menos denominamos emociones, fenómenos del
nuestro caso mejor que introducir denominacio- interés o fenómenos de amor. Según nosotros,
nes completamente nuevas y desconocidas.
(1) V. § 3 del estudio anterior sobre la düercncia entre los fenó•
Nos hemos explicado con anterioridad acerca menos psíquicos y los fenómenos físicos.
de lo que llamamos representación. Hablamos de (Z) Meycr (Psicoloaia de Kant), Bergman (De la conciencia),
una representación siempre que algo se nos apa- Wundt (Psicoloaía fisiolóaica), y otros, entienden el concepto de
rece. Cuando vemos algo, nos representamos un representación de un modo mucho más estrecho, mientras que, por
ejemplo, Herbart y Lotze, usan este nombre como nosotros. Pasa
color; cuando oímos algo, un sonido; cuando
aquí lo que advertimos anteriormente, tocante al nombre de concien-
imaginamos algo, un producto de la fantasía. cia. (Libro II, cap. Z, § 1.) Lo mejor será usar el nombre de moclo
Gracias a la generalidad con que usamos la pala- que sirva para llenar un vacío de la terminología. Ahora bien, po1ee-
bra, pudimos decir que es imposible que la activi- mos otras expresiones para las clases especiales, mientras que no
dad psíquica se refiera de algún modo a algo qu,e tenemos ninguna otra para nuestra primera clase fundamental. Su
empleo en este sentido muy general, parece, pues, obligado.

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esta clase debe comprender todos los fenómenos designa al juicio como un asentimiento, o se ha-
p síquicos que no están contenidos en las dos pri- bla de los fenómenos del apetito en sentido am-
meras clases. Pero se entiende comúnmente por plio (1). Pero, prescindiendo de esto, alguien,
em ocion es sólo los afectos que están ligados a una acaso, me reprochará que uso el nombre con de-
excitación física notable. La cólera, el miedo, el masiada amplitud. Es seguro que no en todos sus
apetito viol ento, serán por todo el mundo deno- sentidos abarca la esfera total. Se dice, en efecto,
m ina d os emociones; m a s dentro de la generalidad que se ama a un amigo en un sentido, y el vino
con que n os otr os u s amos la palabr a, debe aplicar- en otro; amo al amigo por cuanto le deseo bien;
se del mismo m odo a todo deseo, toda resolución y el vino, por cuanto lo apetezco y lo gusto con pla-
t odo propósito. Kant, por lo menos, se sirvió de cer, como algo bueno. Pues bien: creo que algo es
la pal abra ánimo en un sentido todavía más am- amado-o, dicho con más exactítu"d, algo es ama-
plio que nosotr os, designando todas las facultades do u odiado-en todo acto perteneciente a esta
p sí qu icas, in cluso la del conocimiento, como fa- tercera clase, tomado en el sentido que la palabra
culta des del ánimo. tiene en el segundo caso. Lo mismo que todo jui-
También se suele usar la expresión «interés» cio toma un objeto por verdadero o falso, así
con preferencia par a ciertos actos que pertenecen también, de un modo análogo, todo fenómeno
a la esfera circunscrita aquí, especialmente en los perteneciente a la tercera clase toma un objeto
cas os en qu e s e suscita afán de saber o de nove- por bueno o malo. Disquisiciones posteriores ex-
dad. Pero no cabe negar que todo placer o dolor plicarán esto con más detalle, y espero lo pongan
por algo pu ede denominarse interés-no del todo completamente fuera de duda.
inadecuada mente-, y que todo deseo, toda espe- § 4. Si comparamos nuestra división triparti-
ranza, t oda resolución voluntaria es un acto del ta con la que predomina en la psicología, desde
interés que se toma por algo. Kant, vemos que discrepa de ella en un doble
En rigor h abría debido denominar esta clase respecto. Divide en dos clases fundamentales los
amor u odio, en vez de decir sencillamente amor; fenómenos que estaban reunidos en la primera
pero he he cho que un nombre represente por sí
solo la pareja d e t érm inos, en gracia a la breve-
(1) Como Kant, cuando llama facultad apetitiva a una de sus
dad, y porque se pi en sa in clu ído el contrario tam- orsEt•
tres facultades fundamentales , y .Aristóteles, al emplear como
bién en otr os casos; como, por ejemplo, cuando se nombre de una clase fundamental.

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Sin embargo, la experiencia enseña y la psico-
logía explica cómo el reconocimiento del error re-
clase hasta aquí, y comprende en un solo miembro sulta no poco dificultado, cuando prejuicios anti-
los fenómenos de las dos últimas clases. Habre- guos y hondamente arraigados están al lado del
mos de justificarnos en cada uno de estos respectos. error de observación. Entonces no basta contra-
Pero ¿cómo lograr una justificación semejante? decir la opinión tradicional e invitar a una nueva
¿Podremos hacer otra cosa que remitir a la expe- observación; tampoco hacer referencia a los pun-
riencia interna, la cual enseña que la referencia de tos en donde residen los errores de observación
la conciencia al objeto es una referencia comple- que se quiere rectificar, y contraponer la verda-
tamente igual o semejante en un caso y fundamen- dera situación, sino que será necesario dirigir a
talmente diversa en el otro? Parece que no haya la vez la atención sobre aquellas peculiaridades
otro medio a nuestra disposición. La experiencia que guardan relación con ello, y en especial a
interna es evidentemente el único árbitro capa- aquello que, siendo reconocido comúnmente, está
citado para juzgar en la contienda sobre la igual- en contradicción con la presunta observación. En
dad o diversidad de la referencia intencional. fin, se debe tratar de descubrir, no sólo el error,
Pero todos nuestros contrarios apelan también sino también el motivo del error.
a su experiencia interna. ¿Cuya experiencia me- Pues que todo esto es obligado siempre, lo es
r ecerá ser preferida? también en nuestro caso. Nos esforzaremos, pues,
Mas la dificultad no es distinta de la que se por justificar cuidadosamente de este modo nues-
presenta en muchos otros casos. Tatl'bién en tra distinción de la representación y el juicio, en
otros casos sucede que se cometen errores en la el capítulo próximo, y nuestra reunión del senti-
observación, ya sea que se pase algo por alto, ya miento y el apetito, en el capitulo que siga al
sea que se mezcle o confunda con lo observado próximo.
algo que se infiere o se añade mentalmente o de
otro modo. Pero cuando otros observadores nos
llaman la atención, reconocemos el error cometi-
do, sobre todo al renovar la observación. Pues
esto habremos de hacer aquí, con la esperanza de
alcanzar una modificación de las convicciones
discrepan.tes y una general concordancia en esta
importante cuestión. 101-

- 100 -

Jo.
CAPÍTULO III

LA REPRESENTACIÓN Y EL JUICIO,
DOS DISTINTAS CLASES FUNDAMENTALES

§ 1. Cuando decimos que la representación y


el juicio son dos distintas clases fundamentales de
los fenómenos psíquicos, queremos decir, según lo
indicado antes, que son dos modalidades, entera-
mente diversas, de la conciencia de un objeto. No
negamos con esto que todo juicio suponga una re-
presentación. Afirmamos que todo objeto juzgado
es recibido en la conciencia de un doble modo,
como representado y como afirmado o negado.
La relación sería análoga a la que la gran mayo-
ría de los filósofos, y Kant no menos que Aris-
tóteles, admiten entre la representación y el ape-
tito, con razón, como vimos. Nada es apetecido
que no sea representado; pero el apetito es una
segunda modalidad, enteramente nueva y pecu-
liar, de la referencia al objeto; una segunda clase,
enteramente nueva, de la recepción del objeto en
la conciencia. Nada tampoco es juzgado que no
sea representado; pero sostenemos que, en cuan-

- 103 -
to el objeto de una representación se convierte en Si un segundo y peculiar modo de referencia
el objeto de un juicio afirmativo o negativo, la no se añadiese a la representación en el juicio; si
conciencia entra en una clase completamente el modo de estar el objeto del juicio en la con-
nueva de referencia. El ~bjeto está recibido en la ciencia fuese esencialmente el mismo que corres-
conciencia doblemente, como representado y como ponde a los objetos en tanto que son representa-
afirmado o negado; lo mismo que, cuando el ape- dos, sólo podría encontrarse su diferencia, o en
tito se dirige hacia él, es el objeto inherente como una diferencia de contenido (esto es, en una di-
representado, a la vez que como apetecido. ferencia entre los objetos a los cuales la repre-
Esto, decimos, es lo que la percepción interna y sentación y el juicio se refieren), o en una ·dife-
la consideración atenta delos fenómenos del juicio rencia en la perfección con que el mismo conte-
en la memoria nos permiten reconocer claramente. nido (1) es pensado por nosotros al representar y
§ 2. Pero esto no ha impedido que la verda- al juzgar. Pues entre el acto de pensar, que lla-
dera relación entre representar y juzgar haya mamos representar, y aquél que llamamos juz-
sido desconocida universalmente hasta ahora y, gar, existe una diferencia interna.
por tanto, debo contar con que mi tesis empiece Cierto que A. Bain tuvo la desdichada idea de
provocando la mayor desconfianza, aunque no buscar la diferencia entre el representar y el juz-
diga sino lo que el testimonio de la percepción gar, no en estas actividades mentales mismas,
interna confirma inmediatamente. sino en las consecuencias enlazadas a ellas. Por
Pero si no se quiere admitir que en el juzgar el hecho de que, cuando no nos limitamos a re-
aparece una segunda manera de referirse la con- presentar meramente algo, sino que asentimos a
ciencia al objeto, fundamentalmente distinta del ello, lo tomamos por norma de un modo espe-
mero representar, no se niega, ni -se puede ne-
gar, que existe alguna diferencia entre uno y otro (1) El modo que tengo de usar aquí el nombre .-contenido», y
estado. Quizá una consideración más detallada que mantengo en esta edición, conforme a mi propósito de reprodu-
del punto en que esa diferencia pueda consistir cir fielmente la edición anterior, apenas es recomendable. Se aleja
del uso corriente. Pues nadie diría del juicio «Dios existe-, que tie-
propiamente, aun cuando no sea concebida a
ne el mismo contenido que el juicio «Dios no existe»; porque teriaa
nuestro modo, predispondrá a admitir nuestra el mismo objeto. En las observaciones que añado como apéndice a
tesis, mostrando que no es posible dar ninguna esta edición, yo mismo he tomado la palabra .-contenido», no en eate
respuesta defendible. sentido desusado que le doy aquí, sino que me he atenido al wual.

- 104 - - 105 -
cial en nuestro querer y obrar, pensó que la dife- El viejo Mili ( 1 ), y recientemente Herbert
rencia entre el asentir y el mero representar, no Spencer (2), han caído en un error análogo. Es-
consiste más que en este influjo sobre la volun- tos dos filósofos opinan que la representación de
tad. El acto de representar, cuando ejerce este in- una reunión de dos caracteres está unida a la
flujo es, según él, una creencia (belief), por el creencia (belief), cuando una asociación insepa-
solo hecho de ejercerlo. He llamado desdichada rable entre ambos caracteres se ha formado en la
a esta teoría. Y, en efecto, ¿de dónde viene que conciencia, esto es, cuando el hábito de represen-
un acto de representar el objeto tenga ese influjo tarse unidos dos caracteres se ha hecho tah fuer-
sobre el obrar, y el otro no lo tenga? El mero te, que la representación de uno de los caracteres
planteamiento de la cuestión basta para mostrar llama al otro a la conciencia y lo enlaza consigo
claramente el error de que Bain se hizo culpa- indefectible e irresistiblemente. La creencia-en-
ble. Esas especiales consecuencias no existirían, si señan-no consiste en nada más que en esta aso-
no hubiese un fundamento especial para ello en ciación inseparable. No vamos a investigar aquí
la naturaleza del pensamiento. Lejos de que la si una asociación inseparable entre los caracteres
diferencia en las consecuencias haga superflua la existe realmente en todo caso en que cierta unión
hipótesis de una diferencia interna entre la mera de caracteres es tenida por verdadera, ni si la
representación y el juicio, denuncia enérgicamen- unió:1;1 es realmente tenida por verdadera en todos
te esta diferencia interna. Combatido por J ohn los casos en que una asociación semejante se ha
Stuart Mili (1), Bain mismo ha reconocido como formado. Admitido que ambas cosas sean exac-
errónea la tesis defendida por él en su gran obra tas, es fácil reconocer que esta determinación de
sobre las emociones y la voluntad (2), y en las la diferencia entre el juicio y la representación
primeras ediciones de su compendio de psicolo- no puede bastar, pues si la diferencia indicada
gía, y la ha rechazado en una nota final a la fuese la única existente entre el juicio y la repre-
tercera edición de éste (3). sentación correspondiente, ambos, considerados
en sí mismos, serían un acto de pensamiento
(1) En una nota al «Analysis of the phenomena of the hu-
man mind», de James Mill, Z edit., 1, p. 402. (1) Anal. of the pbenom. of the human mind, chapt. XI.
(Z) The emotions and the will. (Z) Principles of Psycholoay, z edit., l. London and Edin-
(3) Mental and Moral science, 3 edit., London, 1872. Note on
the cbapter on belief, append., p. 100.
hurll, 1870. Véase sobre esto J. St. Mill en una nota al capítulo del
Analys citado, p. 402.
1
- 106 - - 107 -
completamente idéntico. El hábito de pensar re-
unidos dos caracteres no es, a su vez, un acto de ridad interna del asentimiento, así también el
pensamiento ni la especial constitución de un viejo Mill y Spencer han hecho valer como pe-
acto de pensamiento, sino una disposición que culiaridad de esta modalidad del pensamiento,
se revela única y exclusivamente en sus conse- algo que habrían debido considerar, a lo sumo,
cuencias. Y la imposibilidad de pensar uno de como la causa de dicha peculiaridad.
dos caracteres sin el otro, tampoco es un acto de § 3. Queda, pues, asegurado que la diferencia
pensamiento ni la especial constitución de un entre representar y juzgar debe ser una diferencia
acto de pensamiento, sino sólo un grado especial- interna entre uno y otro acto de pensamiento. Y
mente elevado de aquella disposición, según la si esto es así, vale lo que hemos dicho antes, a
opinión de los filósofos nombrados. Si esta dis- saber: que quien impugne nuestra concepción
posición se revela sólo en que la unión de los del juicio, sólo podrá buscar la diferencia exis-
caracteres es pensada sin excepción, pero entera- tente entre él y la mera representación en una de
mente del mismo modo que antes de su adquisi- estas dos cosas: o en una dife;:encia entre los ob-
ción, es claro que, como decíamos, ninguna dife- jetos pensados, o en una diferencia en la perfec-
rencia existe entre el acto anterior del pensa- ción con que son pensados. Consideremos en
miento, que sería una mera representación, y el primer término la última de estas dos hipótesis.
posterior, que sería una creencia. Pero si la dis- Cuando se trata de una diferencia en la perfec-
posición se manifiesta en otro modo de influjo, ción de dos actividades psíquicas, las cuales coin-
de suerte que tras la adquisición de la disposi- ciden tanto en el modo de su referencia al objeto
ción el acto de pensar la unión queda modificado como en el contenido a que se refieren, no cabe
y obtiene una constitución especial nueva, en- hablar más que de una diferencia en la intensidad
tonces es menester decir que la verdadera dife- de uno y otro acto. La cuestión que hemos de
rencia entre el asentir y el mero representar resi- investigar no es otra, pues, que la de si la pecu-
de en esta constitución, no en la asociación inse- liaridad del juicio frente a la representación con-
parable de que procede. Por esto decía yo que el siste en que el contenido es pensado con mayor
error de James Mill y Herbert Spencer era aná- . intensidad en el juicio, esto es, si la representa-
logo al de Bain. Así como Bain confundió una ción de un objeto se eleva a asentimiento, me-
peculiaridad de las consecuencias con la peculia- diante un aumento de su intensidad. Es evidente
que semejante interpretación no puede ser justa.
- to& -
- 109 -
Según ella, el juicio sería una representación más que se realiza en la esfera de nuestra representa-
intensa, y la representación un juicio más débil. ción; por lo cual el juicio afirmativo, y, de un
Pero una cosa representada, por clara y distinta modo algo distinto, el negativo, son designados
y vivaz que lo sea, no es una cosa juzgada, ni un muy frecuentemente, en oposición a la mera
juicio es una mera representación, por escasa que representación, como un acto de pensamiento
sea la seguridad con que recaiga. Puede suceder compuesto o relacionante. Comprendido así, lo
que alguien tome por real algo que se le aparece que constitui-:ía la diferencia entre el juicio y la
en la fantasía con febril vivacidad, como si lo mera representación, no sería realmente nada
viese, lo cual no haría, si se le apareciera en una más que una diferencia entre el contenido del
impresión más débil; pero si bien, en ciertos juicio y el contenido del acto de pensamiento
casos, la mayor intensidad de una representación meramente representativo. Pensada cierta clase
va acompañada de un asentimiento, no por eso de unión o relación entre dos caracteres, este pen-
es la representación misma un asentimiento. Por samiento sería un juicio; en cambio, todo pensa-
esto, la ilusión puede desaparecer, persistiendo la miento que no tuviese por contenido una relación
vivacidad de la representación. Y en otros casos, semejante, debería ser llamado mera represen-
asentimos a algo con toda seguridad, aunque el tación.
contenido del juicio sea representado sin vivaci- Pero también esta opinión es insostenible.
dad alguna. En fin, si el asentimiento a un obje- Si admitimos como exacto que cierta clase de
to fuese una representación intensa, ¿cómo con- unión entre varios caracteres es lo único que for-
cebir el negativo disentimiento al mismo? ma siempre el contenido de un juicio, esto distin-
Cier tamente fuera inútil detenemos más en la guirá los juicios de algunas representaciones,
impugnación de una hipótesis que, de antemano, pero en modo alguno de todas. Pues sucede
sólo pocos estarán dispuestos a defender. Veamos manifiestamente que un acto de pensamiento,
más bien si conseguiremos asimismo demostrar que es una mera representación, tiene por conte-
que el otro camino por el cual cabría, con mayor nido un conjunto de varios caracteres, perfecta-
apariencia, la esperanza de esquivar nuestra tesis, mente análogo y hasta completamente idéntico al
es imposible. que forma el objeto de un juicio, en otro caso. Si
§ 4. Una opinión muy corriente afirma, en digo: algún árbol es verde, el verde, unido como
efecto, que juzgar consiste en unir o separar, cosa propiedad a un árbol, forma el contenido de mi

- tío - - 111 -
juicio. Pero alguien podría preguntarme: ¿es rojo dones o consecuencias. Más feliz estuvo en esto
algún árbol? Y yo, no bastante conocedor del J ohn Stuart Mill, el cual hizo resaltar con gran
reino vegetal y olvidando el color otoñal de las energía el punto expuesto, y se ha acer cado, m ás
hojas, podría reservarme todo juicio sobre la pre- que ningún otro filósofo, a una apreciación justa
gunta. Sin embargo, comprendería la pregunta, y de la diferencia entre la representación y el juicio.
«Es enteramente exacto-dice en su Lógica-
me representaría un árbol rojo, a consecuencia
que cuando juzgamos que «el oro es amarillo»,
de ella. El rojo, unido como propiedad a un árbol,
tenemos la idea del oro y la idea de amarillo, y que
de un modo enteramente análogo a como antes
ambas ideas deben reunirse en nuestro espíritu.
el verde, formaría entonces el contenido de una
Pero es claro también que esto es sólo una parte
representación, con la cual no se daría ningún
de lo que sucede, pues podemos yuxtaponer dos
juicio. Y si alguien sólo hubiese visto árboles con
ideas, sin que tenga lugar una creencia, como
hojas rojas y nunca uno con hojas verdes, y se le
cuando, por ejemplo, nos limitamos a imaginar
preguntase sobre los árboles verdes, comprende-
una montaña de oro, o cuando no creemos; pues
ría quizá en una mera representación, una re-
hasta para no creer que Mahoma sea un apóstol
unión de caracteres, no sólo análoga, sino exacta-
mente igual, a la que fué contenido de mi juicio. de Dios debemos yuxtaponer la idea de Mahoma
y la de un apóstol de Dios. Definir lo que sucede,
James Mill y Herbert Spencer habían recono-
además de la yuxtaposición de dos ideas, en el
cido evidentemente esto cuando, al determinar la
peculiaridad del juicio, no afirmaron, como la caso de la afirmación o la negación, es uno de los
problemas metafísicos más intrincados» (1).
mayoría de los demás, que el contenido del juicio
es cierta clase de unión entre caracteres represen- En sus notas críticas al Análisis de los fenÓtJ
menos del espíritu buma.no, de James Mill, pro-
tados, sino que añadieron, como una condición
más, que debía existir una asociación insepara- fundiza más en el asunto. Combate, en el capítu-
lo sobre la predicación, la opinión que quiere ver
ble entre ellos. También A. Bain había conside-
en ella la expresión de cierto orden entre las
rado necesario añadir una característica especial:
ideas, del mismo modo que ve en el nombre la
el influjo del pensamiento sobre el obrar. El
expresión de una idea aislada. La diferencia ca-
error que cometieron fué sólo el de buscar el
complemento, no en una peculiaridad interna del
(1) L6aica ded. e ind. Libro 1, cap. 5, § 1.
acto de juicio, sino en una diferencia de disposi-
-- 113 - 8
- 112 -
racterística entre una predicación y otra forma trar claramente que la creencia no puede resol-
del lenguaje, es más bien-a:6.rma por su parte- verse en meras representaciones, ni formarse me-
que la predicación no se limita a poner cierto diante una mera yuxtaposición de representacio-
objeto ante el espíritu, sino que a.firma algo sobre nes. Se debe reconocer, dice, que todo ensayo para
él; que no incita meramente a la representación derivar un fenómeno del otro es imposible, y
de cierto orden entre las ideas, sino a la creencia considerar la diferencia entre la representación y
en él, mostrando que este orden es un hecho el juicio como un hecho último y primordial.
real (1). Vuelve repetidamente so1re esto en el «Ln resumen-pregunta al :6.nal de una larga
mismo capítulo (2) y en capítulos posteriores, discusión-, ¿cuál es para nuestro espíritu la di-
como en el capítulo sobre la memoria, la cual, ferencia entre el pensamiento de que existe algo
además de la idea de la cosa y de la idea de ha- en realidad y la representación de un cuadro es-
berla visto, comprende, entre otros elementos, la bozado por la fantasía? Con:6.eso que no hallo
creencia. de haberla visto (3). Pero donde trata ninguna salida por la cual se pueda escapar a la
con especial extensión de la naturaleza peculiar opinión de que la díf erencia es una diferencia
del juicio frente a la mera representación, es en última y primordial» (1). Vemos que J. St. Mill
una larga nota al capítulo «Belief;>. Vuelve amos- reconoce aquí una diferencia análoga a la que
Kant y otros han establecido entre el pensamien-
(1) The caracteristic difference between a predication and a11y to y el sentimiento. Expresada en su lenguaje, la
other form of speech, is that it does not merely brin¡\ to mind a cer- tesis de Mill sería la de que para la representa-
tain object ... ; it asserts something respectin¡! it... Whatever view we
ción y la creencia o, como nosotros diríamos,
adopt of the psichological nature of Belief, it is necessary to distin-
guish between the mere su¡\¡!estion to the mind of a certain order
para la representación y el juicio, deben admitirse
among sensations or ideas-such as tnkes place when we think of the dos facultades primitivas diferentes. Pero confor-
alphabet, or the numeration table-and the indication that this or- me a nuestro modo de expresarnos, su tesis es la
der is an actual fact, which is occurrin¡), or which has occurred de que la representación y el juicio son dos clases
once or ofte11er, or which, in certain definite circunstances, always completamente diversas de la referencia a un con-
occurs; whích are the things indicated as true by an affirmative pre-
dicatíon, and as false by a negative one. (Anal. of tbe pbenom. of tbe
tenido, dos modalidades fundamentalmente di-
Jrnman mind. 2.ª edit., cap. IV, sec. 4, note 48, I, p. 162 y s.) versas de la conciencia de un objeto.
(2) Ibídem. Nota 55, I, p. 187. (1) .That the distinction is ultimate and primordial,,. (Ibídem,
(3) Ibídem. Ch. X, nota 31, 1, p. 329.
I, p . 412.)

- 114 - - 115 -
Admitido, pues, como se ha dicho, que en todo do, una predicación en la cual la existencia, como
juicio haya realmente una unión o separación de predicado, es unida con A, como sujeto. El obje-
caracteres representados-y John Stuart Mill era, to que admitimos no es la unión de un carácter
en efecto, de esta opinión (1)-, la peculiaridad (la existencia) con A, sino A misma. Igualmente,
esencial del pensamiento que juzga, en oposición cuando decimos «A no existe», esto no es una
al pensamiento que se limita a representar, no predicación de la existencia respecto de A, en el
consiste en esto. Semejante peculiaridad del con- sentido opuesto; no es una negación de la unión
tenido distinguiría los juicios de algunas repre- de un carácter (la existencia) con A, sino que A
sentaciones, pero no de todas. Por lo cual no ha- es el objeto que negamos.
ría superflua la hipótesis de otra y más caracterís- A fin de que esto resulte bien claro, llamo la
tica particularidad, como la que reconocemos en atención sobre el hecho de que quien admite un
la diferencia del modo de la conciencia. todo, admite implícitamente cada parte del todo.
§ 5. Pero hay más aún. Ni siquiera es exacto Por tanto, el que admite una unión de caracte-
que en todo juzgar haya una unión o separación res, admite implícitamente cada elemento de la
de caracteres represen ta.dos. El admitir o el re- unión. Quien admite que existe un hombre sa-
chazar no se dirigen exclusivamente a los con- bio, esto es, la unión. de un hombre con el carác-
juntos o las relaciones, como el deseo o la repul- ter «sabiduría», admite implícitamente que exista
sión. También un carácter aislado, que nos re- un hombre. Apliquemos esto al juicio «A existe».
presentamos, puede ser admitido o rechazado. Si este juicio fuese la admisión de la unión de un
Cuando decimos «A existe», esta proposición carácter (la existencia) con A, la admisión de
no es, como muchos han creído y siguen creyen- cada elemento de la unión se hallaría en él implí-
citamente; por tanto, también la admisión de A.
(1) Mill la da a conocer en su Lógica, al tratar del contenido de No eludiríamos, pues, el reconocimiento de la
101 juicios (Libro 1, cap. 5), y en las notas a la citada obra de su simple admisión implícita de A. Mas ¿en qué
padre; por ejemplo, en el pasaje siguiente: .,¡ think it istrue, that eve- esta simple admisión implícita de A se distinguiría
ry assertion, every object of Belief-everythin8 that can be true or de la admisión de la unión de A con el carácter de
false-that can be an object of assent or dissent-is some order of
la «existencia», que sería expresada en la propo-
sensations or of ideas: some coexistence or succession of sensations
or ideas actually experienced, or supposed capable of beinJ! experien- sición «A existe»? Evidentemente, en nada. Ve-
ced... (loe. cit. Ch. IV, note 48, p. 162). mos, pues, que la admisión de A es el verdadero

- 116 - - 117 -
y pleno sentido de la proposición, o sea que nada te que la predicadón. no pertenece a la esencia de
sino A es el objeto del juicio. todo juicio; la percepción es, en efecto, un cono-
Consideremos del mismo modo la proposición cimiento o un asentimiento, aun cuando erróneo.
«A no existe»; quizá su consideración haga más Hemos tocado esto, al hablar de los diversos as-
evidente aún la verdad de nuestra concepción. pectos de la conciencia interna (1). Y tampoco lo
Si quien admite un todo, admite implicítamente niegan aquellos pensadores que sostienen que
cada parte del todo, quien niega un todo no nie- todo juicio consiste en una unión del sujeto y el
ga implícitamente las partes del todo. Quien nie- predicado. Por ejemplo, J. St. Mill lo reconoce
ga que haya cisnes blancos y azules, no niega de un moclo expreso, en distintos lugares, entre
implícitamente que haya cisnes blancos. Y es na- otros, en el pasaje citado por nosotros última-
tural; pues con que una parte sea falsa, el todo mente. No hay, añade aquí, mayor dificultad en
no puede ser verdadero. Por tanto, quien rechaza considerar como primordial y última la di:Ee-
una unión de caracteres, no rechaza implícita- rencia entre la admisión de una realidad y la re-
mente cada uno de los caracteres que son ele- presentación de un producto de la fantasía, como
mentos de la unión. Quien, por ejemplo, niega hemos hecho, que en considerar como primordial
que haya un pájaro sabio, esto es, la unión de un la diferencia entre una sensación. y una idea (2).
pájaro con el carácter de la sabiduría, no niega Esta diferencia, sigue diciendo, parece casi la
implícitamente que un pájaro o que la sabiduría misma, considerada desde un punto de vista dis-
exista en realidad. Hagamos aplicación de esto a tinto (3). A.hora bien; no podría fácilmente darse
nuestro caso. Si el juicio «A no existe» fuese la
negación de la unión de un carácter (la existen- (1) Libro Il, cap. 3, § 1 y 6S. de mi P•ic. desde el p. de v. emp.
cia) con A, A misma no sería negada en modo (2) En el smtiao ae Hume; v. mi Psic. desde el p. de v. emp.
alguno con ello. Pero nadie sostendría esto últi- (3) Dice: There is no more difficulty in holaing it to be so, than
mo. Antes bien; es claro que nada sino la nega- in holains the difference between a sensation a ana en iaea to be pri-
ción de A, es el sentido de la proposición. Con lo moraial. It seems almost e.nother aspect of the same aifference . .Asi-
mismo dice en el curso del mismo trataao: The aiHerence [between
cual nada tampoco sino A es el objeto de este
recognisins something as a reality in nature, and resaraing it as
juicio negativo. mere thought of our own) presents itself in its most elementary
§ 6. El hecho de que toda percepción figure form in the aistinction bctween a sensation ana a iaea. (Loe. cit.,
entre los juicios, muestra también muy claramen- p. 419.)

- 118 - - 119 -
nada más evidente e innegable que el hecho de lo cual el concepto de existencia no pudo ser pre-
que una percepción no consiste en la unión de dicado en el primer juicio, como no pudo serlo el
un concepto-sujeto con un concepto-predicado, concepto de juicio. Y por ello se descubre tam-
ni se refiere a una unión semejante, sino que bién de esta manera que al menos la primera
el objeto de una percepción interna. no es otra percepción, la dada en el primer fenómeno psí-
cosa que un fenómeno psíquico, y el objeto de quico, no pudo consistir en una predicación se-
una percepción externa tampoco otra que un fe- mejante.
nómeno físico, sonido, olor u otro semejante. J. St. Mill define en la última (octava) edición
Tenemos aquí, pues, una confirmación muy pa- de su Lógica el concepto de «existencia» del modo
tente de la verdad de nuestra tesis. siguiente: <«Existir-dice-, vale tanto como susci-
¿O abrigaría duda alguien aún? ¿Se dejará in- tar o poder suscitar algunas (no importa. cuáles)
ducir alguien aún a la creencia de que también la sensaciones u otros estados de conciencia» (1).
percepción consiste en la afirmación de la unión Aunque no apruebo completamente esta defini-
de un carácter (la «existencia») con el fenómeno ción, ella bastaría, sin embargo, para hacer bien
correspondiente, porque no se dice meramente visible la imposibilidad de que el concepto de
que se percibe un color, un sonido, que se percibe «existencia» pudiera ser utilizado como predica-
una visión, una audición, sino también que se do del juicio, en la primera sensación. Pues esta
percibe que una visión, una edición existe? Se- definición coincide con la que nosotros pensa-
mejante desconocimiento de los hechos patentes mos exponer como exacta, en que la noción de
me parece casi inconcebible. Pero la discusión existencia sólo pudo alcanzarse por atención a
del concepto de existencia hará resaltar de nue- actividades psíquicas, las cuales, a la inversa, ha-
vo y con especial claridad lo insostenible de se- bían de presuponer en aquel caso dicha noción y
mejante opinión. V arios han opinado que este aplicarla como ya dada.
concepto no puede estar tomado de la experien- § 7. Que no todo juicio se refiere a una unión
cia. Nos otros habremos de examinarlo a este de caracteres representados, ni implica inevitable-
respecto, en la investigación sobre las llamadas mente la predicación de un concepto respecto de
ideas innatas. Y veremos que procede de la expe- otro, es una verdad reconocida habitualmente,
riencia, pero de la experiencia interna., y que ha
sido conseguido sólo por atención al juicio. Por (1) Traducción alemana ele Gomperz. Apénclice, III, p. 373.

- 120 - - 121 -
aunque no sin excepción. Kant, en su crítica de Esto era un término medio, turbio y contra-
la prueba ontológica, ha hecho la certera obser- dictorio. Herbart le puso fin, distinguiendo cla-
vación de que en una proposición existencial, es ramente las proposiciones existenciales de las
decir, en una proposición de la forma «A existe», proposiciones categóricas, como una clase espe-
el existir «no es un predicado real, esto es, un con- cial (1). Otros :filósofos, y no sólo sus numerosos
cepto de algo que pueda añadirse al concepto de partidarios, sino hasta cierto punto también
una cosa». «Es meramente>>-dice--, «la posi- aquellos que, como Trendelenburg, polemizan
ción de una cosa o de ciertos caracteres en sí ordinariamente contra la escuela herbartiana, se
mismos». Pero en vez de explicar que la proposi- han adherido a él en este punto (2).
ción existencial no es una proposición categórica,
ni analítica, en el sentido de Kant (esto es, una
En la Edad Media, Tomás de Aquino se ha acercado a la verdad
proposición en la cual el predicado está incluído tanto como Kant, y ha sido-notémoslo-reflexionando s obre la
en el sujeto), ni sintética (esto es, una propo- misma proposión «Dios existe». Tampoco, según él, el «existe» es un
sición en la cual el sujeto no comprende en sí el predicado real, sino un signo del asentimiento (Sum . Tbeol. P. l,
predicado) (1), Kant se dejó llevar a contar esta Q . 3, A. 4 ad 2). Pero también él considera la proposición como
categórica (ibídem), y cree que este juicio contiene una comparación
proposición entre las sintéticas, opinando q.ue,
de nuestra representación con su objeto, lo que, según él, pasaría con
así como el «es» de la cópula pone habitualmente todo juicio (Q. 16, .A. 2). Hemos visto anteriormente que esto es im-
dos conceptos en relación mutua, el «existe» de posible (Cf. Libro JI, cap. !II, § 2 , p. 1.82 y ss. de mi Psic. desde el
la proposición existencial pone «al objeto en re- p. de "· emp.)
lación con mi concepto». «El objeto»-dice-«se (1) Cf. sobre esto. Drobisch: Lógica, 3.ª ed. p. 61.
(2) Investigaciones lógica~, 2.ª ed., JI, p. 208. Cf. también la
añade sintéticamente a mi concepto» (2).
cita ele Schleiermacher (ibielem, p. 214, nota 1) . Inelicios de una con-
cepción justa de la proposición existencial se encuentran ya en .Aris•
(1) Doy también estas definiciones siguiendo a Kant. El hecho tóteles. Sin embargo, parece no haber llegaelo a una plena claridael
de que no se ajusten a los juicios correspondientes (lo cual pondrán sobre ello. En su Metafísica, 8 , 10, enseña que, como la verelad ele!
de relieve las investigaciones siguientes ), no impide que los caracte- pensamiento consiste en su concorelancia con las cosas, el conoci-
ricen suficientemente, a causa de su coincidencia con la opinión que miento de los objetos simples, por oposición a otros conocimientos,
se tiene comúnmente de ellos. debe ser un acto ele pensamiento simple, una percepción (él lo llama
(2) Que Kant contaba los juicios de las proposiciones existen- un entrar en contacto, lhTúY) y no una unión o separación de carac-
ciales entre los juicios categóricos, se ve por el hecho de que no los teres. En el escrito De lnterpretatione (cap. 3), dice claramente que
lJ).enciona especialmente en la Relación de los juicios. el «Ser.. de la cópula nq significa por sí naela, como un nombre, sino

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P ero todavía h a y más. Aunque no todos los clones, convirtiéndolas en la expresión de un jui,.
pensadores r econ ocen como exacta la concepción cío afirmativo o negativo, careciendo en sí misma
de la prop osición exist encial defendida por nos- de toda significación. Oigamos, por ejemplo, a
otros, tod os, sin excepción, conceden al p resente J. St. Mill, que es nuestr o adversar io en la con"
otra verdad, de la cual esta concepción puede cepción de la prop osición existencial: «Un predi"
deducirse con el mayor rig or . Aun aquellos que cado y un sujeto-dice-son todo lo necesario
int erpr etan mal la n aturaleza d el «existe» y pera formar un juicio. Per o como por la mera
del «n o existe» de la proposición ex istencial, yuxtaposición de dos nombres no podemos des"
aprecian con completa exactitud el «es» y «no es», cubrir que son un p r edicado y un sujeto, esto es,
que se añaden como cópula a un sujet o y un que uno de ellos debe ser afirmado o negado del
predicado. Aunque creen que el «existe» y el «no otro, es menester un modo o una forma que lo dé
exist e» de la proposición ex istencial designan a conocer, algún signo que sirva para distinguir
algo por sí solos y añaden la representación del una predicación de cualquier otr a forma oral...
predicado «existencia» a la r epresentación del Esta función es ejercida habitualmente en una
sujeto, para enlazarlos m u tuam ente, reconocen, afirmación, por la palabra «es», y en una nega"
p or el contrario, respecto d e la cópula, que se li" ción, por «no es», o por otra part e del verbo
mita a completar la expresión de las representa" «ser». Esta palabra, que sirve como signo de la
predicación, se llama cópula» (1). Distingue lue"
que completa sólo la expresión de un juicio, y nun ca ha distinguido go expresamente de este «es » o «no es » de la có"
de este «Ser» de la cópula el «existir» de la proposición exist encial. pula, el «existe» que encierra el concepto de la
como algo esencialment e diverso y como algo que tiene ya de suy o existencia en su significación. Esta es la teoría,
una significación. Zeller dice con razón: «Aristóteles n o dice en nin-
no sólo de Mill, sino-se puede decir-de cuan"
guna parte que toda proposición, incluso la proposición existencial,
considerada lógicamente, con ste de tres partes.» Y hace n otar cóm o tos no coinciden con nosotros en la concepción
muchas cosas inducen más bien a a dmitir una opinión opuesta en de la ptoposición existencial. A.demás de los ló"'
Aristót eles. (Filos. de los griegos, II, 2, p. 158, n . 2 .) S i endo esto gicos, defiéndenla también gr amáticos y lexicó"
exa cto, Aristóteles no habría sido sup erado por l a teoría de la lógica grafos (2). Y cuando J. St. Mill dice que Ja.-
p osterior , com o Zeller parece creer, sino al contrario, h abría anticipa-
do a qu í, com o en muchos otros puntos, una concepción m ás exacta. (1) Lógica ded. e induct. Trad. de Schiel, I , p. 93.
{Cf. t ambién la reproducción de la teoría aristotélica en Santo Tomás (2) Cf., por ejemplo , el Diccionario de la L engua Alemana, de
de A quino, S umm. Tb eol., P. 1. Q. 85, A . 5.)
Heyse.

- 124 - - 12S -
mes Mill desarrolló claramente por vez primera son mortales~, tiene el mismo sentido que la pro.-
esta concepción (1), carece por completo de ra.i posición existencial «un hombre inmortal no
zón. La habría podido encontrar expuesta ente" existe» o «no hay un hombre inmortal» (1).
ramente igual, por ejemplo, en la Lógica de Port La proposición categórica «algún hombre no es
Royal (2). docto», tiene el mismo sentido que la proposición
Pues bien: no se necesita más que esta conce" existencial «Un hombre indocto existe» o «hay un
sión que todos nuestros contrarios hacen tocante hombre indocto».
a la cópula, para inferir de ella, con necesidad, Como las cuatro clases de juicios categóricos
que tampoco al «existe» y «no existe» de la pro" que los lógicos suelen distinguir (2) están repre"
posición existencial puede ser atribuída otra fun.,. sentados en los cuatro ejemplos elegidos, la posi-
ción. Pues se puede mostrar, con la mayor clari" bilidad de la transformación verbal de las propo"
dad, que toda proposición categórica puede tra" siciones categóricas en proposiciones existencia"
ducirse en una proposición existencial, sin nin- les queda probada universalmente; y es claro que
guna alteración del sentido, y que entonces el el «existe,> y «no existe» de la proposición exis"
«existe» y no «existe» de la proposición existen" tendal no es nada más que un equivalente de la
cial ocupa el lugar de la cópula. cópula y no predicado, y carece enteramente de
Voy a demostrarlo con algunos ejemplos. significación, tomado por sí solo.
La proposición categórica «algún hombre está Pero la reducción de las cuatro proposiciones
enfermo», tiene el mismo sentido que la proposi" categóricas a proposiciones existenciales, dada
ción existencial «Un hombre enfermo existe» o
«hay un hombre enfermo».
(1) La lógica usual considera los juicios «todos los hombres
La proposición categórica «ninguna piedra es son mortales » y ..-ninaún hombre es inmortal» como equivalentes
viva'>, tiene el mismo sentido que la proposición (Cf .. por ejemplo, Ueherweg, Lógica, parte 5, § 96, z.• ed.., p. Z35);
existencial «una piedra viva no existe» o «no hay en verdad, son idé11ticos.
una piedra viva». (Z) Los particulares afirmativos, los universales negativos y los
erróneamente llamados universales afirmativos y particulares negati•
La proposición categórica «todos los hombres
vos; en verdad, como la anterior reducción a la forma existencial per•
mite reconocer claramente, ninaún juicio afirmativo es universal (o
(1) Ibídem, p. 95. habría que llamar universal al juicio con materia individual), ni nin-
(Z) Loaique ou l'art de penser, II •' partie, chap . III. gún juicio negativo particular.

- 126 - 127 -
por nosotros, ¿es exacta en realidad? Quizá sería confirma de manera señalada la ob,servación de
combatida precisamente por parte de Herbart, a Aristóteles: que premisas erróneas pueden con-
quien apelamos antes como testigo; pues su in" ducir a una conclusión cierta. Es fuerte y aun
terpretación de las proposiciones categóricas era imposible pretensión, la de creer que la proposi-
completamente distinta de la nuestra: creía que ción «algún hombre pasea», o la aducida antes,
toda proposición categórica expresa un juicio hi" «algún hombre está enfermo», con.tiene la hipó-
potético; que el predicado sólo es afirmado o ne- tesis tácita: «si hay un hombre>>. Y asimismo,
gado del sujeto sobre cierta hipótesis, esto es, so- que la proposición. «algún hombre no es docto»
bre la hipótesis de la existencia del sujeto; en lo parta de igual hipótesis, no sólo no es cierto, sino
cual precisamente basaba su demostración de que que no tiene la menor apariencia de verdad. En
la proposición existencial no puede considerarse la proposición «ninguna piedra es viva», no sa-
como una proposición categórica (1). Según nos.- bría decir qué significación pueda tener la res-
otros, por el contrario, la proposición categórica tricción: «SÍ hay una piedra». Si no hubiese nin-
corresponde a un juicio que se puede expresar guna piedra, el decir que no hay ninguna piedra
igualmente en la forma existencial, y las propo,; viva, sería entonces seguramente tan. cierto como
siciones categóricas verdaderamente afirmativas ahora, que existen piedras. Sólo en el ejemplo
contienen implícita la admisión del sujeto (2). «todos los hombres son mortales», una de las
Pero aunque aprobamos la opinión de Herbart proposiciones, habitualmente llamadas universa-
sobre el «existe» de la proposición existencial, no les afirmativas, puede parecer que una condición
podemos estar de acuerdo con su modo de dedu- restrictiva está contenida en ella. La proposición
cirla; antes bien, esto nos parece un ejemplo que parece afirmar la unión de «hombre» y «mortal».
Esta unión de hombre y mortal no existe, mani-
(1) Cf. Drobisch: Lógica, 3.ª ed., p. 59 y ss. fiestamente, si no existe ningún hombre. Sin em-
(2) Las verdaderamente afirmativas son la llamada particular bargo, la existencia de un hombre no puede in-
afirmativa y la llamada particular negativa, según lo advertido en
una nota anterior. Las proposiciones verdaderamente negativas, a las
ferirse de la proposición «todos los hombres son
cuales las universales afirmativas pertenecen también, no contienen, mortales». De este modo, la proposición parece
naturalmente, la admisión del sujeto, puesto que no afirman nada, afirmar la unión de hombre y mortal sólo sobre
sino que niegan. Una explicación anterior revela por qué no contie- la hipótesis de la existencia de un hombre. Pero
nen tampoco la ne~ación del sujeto. una mirada a la proposición existencial, equiva-

- 128 - 129 - 9
lente a esta proposición categórica, resuelve toda que obre mal y no se dañe a sí mismo». La pesa-
la dificultad, mostrando que esta proposición no dez que la expresión del juicio tiene en la forma
es, en verdad, una afirmación, sino una negación, existencial, explica que el lenguaje haya inventa-
y por esto pasa con ella algo análogo a lo que do otras envolturas sintácticas; pero en la diver-
acabamos de advertir sobre la proposición «nin- sidad de las tres proposiciones no hay más que
guna piedra es viva». una diferencia de expresión verbal, aunque el cé-
Por lo demás, si he combatido la teoría herbar- lebre filósofo de Koenigsberg se dejara arrastrar
tiana de que todas las proposiciones categóricas por tales diferencias, hasta el punto de admitir
son proposiciones hipotéticas, lo he hecho sólo fundamentales distinciones en los juicios y basar
para justificar en detalle las traducciones en pro- categorías a priori especiales sobre esta «relación
posiciones existenciales que he dado arriba; pero de los juicios».
no porque esta reducción fuera imposible, en el La reductibilidad de las proposiciones categóri-
caso de que Herbart tuviese razón. Al contrario, cas, más aún, la reductibilidad de todas las pro-
lo mismo que dije de las proposiciones categóri- posiciones, que expresan un juicio, a proposicio-
cas, digo de las hipotéticas: también todas éstas nes existenciales, es indudable (1). Y esto sirve,
pueden envolverse en la forma existencial, y en-
tonces resulta que son proposiciones puramente ( 1) Quedan ciertos casos en los cuales esta reductibilidad po-
negativas. Un ejemplo bastará para mostrar cómo dría ser combatida por motivos especiales. Aunque no quiero, por
el mismo juicio puede expresarse en la forma de causa de ellos, detener la marcha de la investigación en el texto (pues
una proposición hipotética, en la de una categó- muchos lectores no verán motivo para ello), por otro lado me parece
conveniente considerarlos, al menos en una nota. J. St. Mili, al que•
rica y en la de una existencial, sin la menor al-
rer explicar en su Lógica la distinta naturaleza del «Ser» de la cópula
teración. La proposición «si un hombre obra mal, y del «existe» de la proposición existencial, el cual implica, según él,
se daña a sí mismo>>, es una proposición hipotética, el concepto de la existencia, apela a la proposición «un centauro es
pero su sentido es el mismo que el de la proposi- una invención de los poetas ... «Esta proposición-dice-no puede
ción categórica «todos los hombres que obran mal, predicar una existencia, pues, al contrario, resulta de ella que el
sujeto no posee una existencia real» (libro l, cap. IV, § 1). Otra vez
se dañan a sí mismos». Y ésta tiene igual signifi-
aduce, con análogo fin, la proposición ..-Júpiter es un non•ens». En
cación que la proposición existencial «Un hombre efecto, estas proposiciones son de tal índole, que su reductibilidad a
que obre mal y no se dañe a sí mismo, no existe», proposiciones existenciales parece apenas posible. En mi correspon-
o, algo mejor expresado, «no hay ningún hombre dencia con Mill, había yo planteado una vez la cuestión de las pro-

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· por doble modo, para refutar la errónea opinión tendal entra en lugar de la cópula en la reducción
de la proposición categórica a la existencial, y per-
de aquéllos que quieren hallar la diferencia esen-
mite reconocer que no contiene un predicado,
cial entre el juicio y la representación, en que el
como ésta tampoco lci contiene. Además, se ve muy
juicio tiene por contenido una reunión de carac-
evidentemente cómo 1a unión de varios miembros,
teres. Primero, el «existe» de la proposición exis-

que existiera meramente en la representación, la proposición no


posiciones existenciales, y, en especial, hecho valer la posibilidad de
sería verdadera. El motivo especial por el cual se propende a dudar
reducir toda proposición a una proposición existencial, contra la
de la reductibilidad de Iss proposiciones como «el centauro es una
tesis de que el «existe» de ésta fuese respecto del de la cópula lo que él
:ficción» a proposiciones existenciales, consiste en una relación de sus
creía. En su respuesta, Mill persistía en su antigua interpretación. Y
predicados con sus sujetos, relación inadvertida hasta aquí por los
aunque no contradecía expresamente la reductibilidad de todas las
lógicos, a mi parecer: Análogamente a lo qae los adjetivos son para
demás proposiciones a proposiciones existenciales, defendida Por mí,
el sustantivo a que se añaden, los predicados son, para el sujeto
sospeché no haberle expuesto con bastante evidencia este punto de
unido con ellos, de ordinario algo que enriquece ~1 concepto mediante
mi demostración. Volví sobre él y examiné especialmente los ejem-
caracteres nuevos, pero a veces algo qlie lo modifica. Lo primero
. plos de su Lógica. Como encuentro precisamente un borrador de la
pasa, por ejemplo, cuendo digo un «hombre es docto»; lo segundo,
carta entre mis papeles, voy a reproducir literalmente la pequeña dis•
cuando digo un «hombre está mutrlo.v. Un hombre docto es un hom•
cusión. «No será inútil-escribía yo-mostrar especialmente la posi-
bre, pero un hombre muerto no es un hombre. Luego la proposición
bilidad de semejante reducción en una proposición que usted aduce
«hay un hombre muerto» no supone la existencia de un hombre,
·en su Lógica, por decirlo así, como un ejemplo en que es visible lo
sino sólo la de un hombre muerto, parn ser verdadera. A.nálo&a•
· contrario. La proposición «Un centauro es una invención de los poe-
mente, la proposición «un centauro es tmn ficción> 110 exige que
tas>, exige, como usted advierte con razón, no que un centauro
haya un centauro, sino un centauro :fingido, esto es, la :ficción de un
exista, sino, antes bien, lo contrario. Pero para ser verdadera, exige,
centauro, etc.» Acaso este explicación sirva para remover una obje•
por lo menos, que exista alguna otra cosa, esto es, una ficción de los
ción que podría haber surgido en alguien. Por lo que toca al propio
poetas, que reuna partes del organismo humano con partes del caba-
Mill, resultó que 110 le había sido necesaria, pues me respondió
llo, de un modo sin¡jular. Si no hubiese una :ficción de los poetas, si
el 6 de febrero de 1873: «You did not, as you seem to suppose fail
no hubiese un centauro fingido por los poetas, la proposición sería
to convince me of the invariable convertibility of ali categorical
falsa; y su significación no es, efectiva.mente, sino ésta: «hay una :fic-
affirmative propositions into predications of existence (quiere decir
ción poética, que imagina reunidos en un ser vivo un busto humano
proposiciones existenciales a:firmntivas, que yo, naturalmente, no
y el cuerpo de un caballo», o (lo que dice lo mismo) «hay uncen•
había denominado «predicaciones de existencia»). The suggestion
tauro fingido por los poetas,,. Cosa semejante pasa cuando digo:
was new to me, but I at once saw its truth when pointed out. lt is
•:Júpiter es un non-ens», o sea: es algo que existe meramente en la
not on that point that our difference hinges>, etcétera. Pero, a pesar
fantasía, pero no en la realidad. La verdad de la proposición no exige
de conceder la reductibilidad de todas las proposiciones categóricas a
que haya un Júpiter, pero sí que haya otra cosa. Si no hubiese alao

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que se creía tan esencial para la naturaleza uni- Si se hubiese reconocido esto desde un princi-
versal y particular de los juicios, la combinación pio, no se le habría ocurrido a nadie la idea de
de sujeto y predicado, de antecedente y conse- distinguir las representaciones y los juicios di-
cuente, etc., es sólo, en verdad, cosa de expresión ciendo que el contenido de las primeras es una
verbal. idea simple y el contenido de los últimos, una idea
compuesta. Pues, en verdad, no existe la menor
diferencia por lo que toca al contenido. El que
proposiciones existenciales, Mill mantenía, como anteriormente, su afirma, el que niega y el que incierto pregunta,
opinión de que el «existe» y «no existe» de éstas contiene el con-
tienen el mismo objeto en la conciencia: el últi-
cepto de la «existencia> como predicado. Ello se revela, en efecto, en
el pasaje citado de su carta, y lo expresaba más resueltamente aún mo, representándoselo meramente; los dos pri-
en el siguiente. Pero no decía cómo podía sostener entonces su teo- meros, a la vez, representándoselo y admitién-
ría de la cópula. Consecuentemente, hubiera debido abandonarla y dolo o rechazándolo. Todo objeto que es conte-
transformar esencialmente muchas cosas más en su Lógica (como, por nido de una representación puede ser contenido
ejemplo, el libro 1, cap. V, § 5). Habiendo aceptado su invitación a
visitarle durante el verano en Aviñon, esperaba poder entenderme
de un. juicio, según las circunstancias.
más fácilmente de palabra con él sobre ésta y otras cuestiones que § 8. Echemos una rápida ojeada sobre la mar-
había entre nosotros, y no insistí sobre el punto. Pero su repentina cha de nuestra investigación en sus momentos
muerte frustró mis esperanzas. esenciales. Decíamos que aunque no se conceda
Añadiré sólo una breve observación a mi discusión con Mill. Las que entre la representación y el juicio existe la
proposiciones como «un hombre está muerto» no pueden llamarse
misma diferencia que entre la representación y el
categóricas, en el verdadero sentido de la palabra, porque muerto no
encierra un atributo, sino, como queda dicho, una modificación del apetito, esto es, una diferencia en el modo de la
sujeto. ¿Qué se diría del razonamiento categórico siguiente?: «todos referencia al objeto, sin embargo, nadie niega que
los hombres son seres vivos; algún hombre está muerto; luego algún deba reconocerse alguna. diferencia entre ambos.
muerto es un ser vivo.o. Sin embargo, sería un silogismo válido de la Esta diferencia no puede ser evidentemente una
tercera figura, si la menor fuera una verdadera proposición cate&ó•
diferencia meramente externa, una mera diversi-
rica. Si, con Kant, admitiéramos diversas clases de «relación» de los
juicios, correspondientes a estas diversas formas de predicación, ten- dad de causas o de consecuencias. Esta diferen-
dríamos que hacer nuevos descubrimientos «trascendentales». Pero, cia, si se excluye la diferencia en el modo de la
en verdad, la especial fórmula de predicación queda fácilmente elimi- referencia, sólo puede concebirse de dos maneras:
nada, pues que la proposición existencial «hay un hombre muerto» o como una diferencia en lo pensado, o como una
afirma enteramente lo mismo. Espero, pues, que en adelante no se
diferencia en la intensidad con que es pensado.
confundirán diferencias verbales con diferencias de pensamiento.

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Hemos examinado ambas hipótesis. La segunda sólida confirmación de nuestra tesis y que desha-
resultó indefendible en seguida. Pero también la ce toda duda sobre ella. Sin embargo, vamos a es-
primera, a la cual al principio podía haber cierta clarecer, desde otro punto de vista, la diferencia
propensión, resultó completamente insostenible entre la representación y el juicio, dada la funda-
al considerarla en detalle. Aunque una opinión mental importancia de la cuestión. No sólo la
todavía muy corriente sostenga que la represen- imposibilidad de explicar la diferencia de otro
tación se refiere a un objeto simple, y el juicio a modo, sino muchas más cosas denuncian la ver-
un objeto compuesto, a una unión o separación, dad que, según nuestra tesis, se ofrece inmedia-
demostramos, por el contrario, que también las tamente en la experiencia interna.
meras representaciones tienen por contenido es- Comparemos, a este fin, la relación entre la re-
tos objetos compuestos, y los juicios, aquellos ob- presentación y el juicio con la relación entre dos
jetos simples. JYiostramos que la unión de un su- clases de fenómenos cuya honda diversidad en la
jeto y un predicado, y otras combinaciones seme- referencia al objeto está fuera de duda: con la re-
jantes, no pertenecen a la esencia del juicio. Lo lación entre las representaciones y los fenómenos
probamos mediante la consideración de la propo- de amor y odio. Así como un objeto que es a la
sición existencial, afirmativa y negativa; lo con- vez representado y amado, o a la vez representa-
firmamos basándonos en nuestras percepciones do y odiado, está intencionalmente en la con-
y en especial en nuestras primeras percepciones, ciencia de doble modo, así también ocurre esto
y, por último, mediante la reducción de las pro- mismo con respecto a un objeto que nos repre-
posiciones categóricas, y aun de todas las clases sentamos y firmamos a la vez, o que a la vez
de proposiciones, a proposiciones existenciales. nos representamos y negamos.
Lo que constituye la peculiaridad del juicio fren- Todas las circunstancias son análogas aquí y
te a la representación, no puede ser, pues, ni una allí; todas muestran que si, en el primer caso, a
diferencia de contenido, ni una diferencia de in- la primera modalidad de la conciencia se añade
tensidad. No queda otro recurso, pues, sino con- una segunda modalidad de la conciencia funda-
cebir la peculiaridad del juicio como una peculia- mentalmente distinta, otro tanto sucede también
ridad en la referencia al objeto inmanente, como en el otro caso.
nosotros hemos hecho. Considerémoslo en detalle.
§ 9. Creo que esta dilucidación constituye una Entre las representaciones no encontramos

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otras antítesis que las de los objetos aprehendi- yor o menor energía, la vehemencia o mesura en
dos en ellas. Por cuanto el calor y el frío, la luz la potencia de estos sentimientos.
y la oscuridad, un sonido alto y otro bajo, etcétera, De un modo enteramente análogo hallamos
constituyen antítesis, podemos llamar antitéticas un género de intensidad nuevo por completo, en
la representación de lo uno y de lo otro; y en nin- los juicios que se añaden a la representación.
gún otro sentido se hallan antítesis en todo el El grado mayor o menor de certeza en la convic-
dominio de estas actividades psíquicas. ción u opinión no es manifiestamente algo sus-
Al sobrevenir el amor y el odio, aparece una ceptible de ser considerado como más afín a la
clase enteramente distinta de antítesis. Su antíte- diferencia en la intensidad de las representa-
sis no es una antítesis entre los objetos, pues el ciones que a la diferencia en la intensidad del
mismo objeto puede ser amado u odiado: es una amor.
antítesis entre las referencias al objeto; señal cla- Más aún: ninguna virtud, ni maldad moral al-
ra, sin duda, de que aquí tenemos una clase de guna, ningún conocimiento ni error es inherente
fenómenos en los cuales el carácter de la referen- a las representaciones. Todo esto les es íntima-
cia al objeto es completamente distinto que en mente extraño; y si podemos decir de una repre-
las representaciones . se1'ltación que es moralmente buena o mala, ver-
Una antítesis totalmente análoga aparece in- dadera o falsa, es, a lo sumo, por homonimia,
negablemente en la esfera de los fenómenos psí- como, por ejemplo, cuando se dice que una repre-
quicos cuando, no el amor y el odio, sino la afir- sentación es mala, porque quien amase lo repre-
mación y la negación, se refieren a los objetos re- sentado, pecaría; o que otra es falsa, porque quien
presentados. afirmase lo representado, erraría, o porque la re-
Además (1), en las representaciones no se en- presentación lleva consigo el peligro de aquel
cuentra otra intensidad que la mayor o menor amor o el de esta afirmación (1).
nitidez y vivacidad del fenómeno. La esfera del amor y del odio nos muestra,
Al aparecer el amor y el odio, sobreviene un pues, un género enteramente nuevo de perfección
género enteramente nuevo de intensidad, la ma-
(1 ) Cf. lo que ya Aristóteles ha observado, en este sentido, en
(1) Cf. a lo siguiente mis discusiones e investigaciones de psico· mi disertación «De la varia significación del ser, según Aristóteles .. ,
logía sensorial, a las que remito . p. 31 y s.

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e imperfección, del cual la esfera de la representa-
re persistentemente al nuevo objeto, sin conside-
ción no contiene el menor rastro. El bien y el
.ración al origen.
mal morales entran en el reino de la actividad
También en este respecto hallamos un hecho
psíquica cuando el amor y el odio se asocian a
enteramente análogo en los juicios. También en
los fenómenos representativos-por lo menos fre-
ellos, leyes especiales que valen exclusivamente
cuentemente y allí donde se trata de entes psíqui-
para el juicio, y están en análoga relación con la
cos responsables.
lógica que las leyes del amor y del odio con la
Una cosa análoga pasa también aquí con el ética, se añaden a las leyes generales del curso
juicio. Ese otro género, igualmente nuevo e im- de las representaciones, cuyo influjo sobre la es-
portante, de perfección e imperfección, en el cual fera del juicio es innegable. Un juicio se infiere
la mera representación no tiene parte, como de- de otro, según leyes especiales, como un amor
cíamos, es una propiedad de la esfera del juicio,
surge de otro, según leyes especiales.
de un modo análogo a como el género citado pri- Por esto J. St. Mill dice, con razón, en su ló-
meramente es la propiedad de la esfera del amor gica de las ciencias del espíritu: «Tocante a la
y del odio. La afirmación o la negación son cono- creencia, los psicólogos habrán de investigar,
cimiento o error, del mismo modo que el amor y siempre mediante un estudio específico, según las
el odio son virtud o maldad.
reglas de la inducción, qué creencia tenemos por
Por último, el amor y el odio, aunque no son la conciencia inmediata, qué leyes rigen la géne-
independientes de las leyes del curso de las repre- sis de una creencia por otra, cuáles son las leyes
sentaciones, están sometidos a leyes especiales de por cuya virtud una cosa es considerada por nues-
sucesión y desarrollo, que constituyen las bases .tro espíritu como la prueba de otra cosa, con ra-
psicológicas de la ética, en cuanto forman un gé-
zón o sin ella. Tocante al apetito, habrán de
nero de fenómenos especial, fundamentalmente
investigar asimismo qué objetos apetecemos pri-
distinto en la modalidad total de la conciencia. mordialmente y qué causas nos conducen a ape-
Con mucha frecuencia un objeto es amado u tecer cosas que nos son primordialmente indife-
odiado por causa de otro, mientras que en sí y por rentes o incluso desagradables, etc.» (1). Confor-
sí no nos movería en ninguno de ambos sentidos, me a esto, no sólo rechaza, en una de sus notas
o acaso lo haría en el opuesto. Y a menudo el
amor, una vez transferido de este modo, se adhie- (1) Lógica ded. e ind., libro VI, cap. IV, § 3.

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al Análisis de James Mill, la opinión de este nes. Discusiones posteriores iluminarán más aún
autor y de Herbert Spencer, según la cual la creen- lo que se ha dicho aquí sobre las leyes especiales
cia consiste en una asociación inquebrantable de de los juicios y de las emociones (1).
representaciones, sino que niega también que la Nuestro resultado es, pues, éste: la analogía
creencia se forme sólo por las leyes de la asocia- de todas las circunstancias concomitantes hace
ción de las ideas, como estos dos pensadores te- visible de nuevo que, si debe admitirse una di-
nían que admitir necesariamente. «Si este fuera ferencia fundamental en la referencia al obje-
el caso-dice-, el sentimiento sería cosa del to, entre la representación y el amor, y en gene-
hábito y del acaso, y no de la razón. Una aso- ral entre dos fenómenos psíquicos diversos, debe
ciación entre dos representaciones, por fuerte que admitirse también entre la representación y el
sea, no es una razón suficiente para el asenti- juicio.
miento; no es una prueba de que los hechos co- § 10. Resumiendo brevemente, los argumen-
rrespondientes estén enlazados en la naturaleza tos en pro de esta verdad son los siguientes:
exterior. La teoría parece suprimir toda diferencia Primero. La experiencia interna revela inme-
entre el asentimiento del sabio, regido por las de- diatamente la diferencia en la referencia al con-
mostraciones y que corresponde a las sucesiones tenido, que sostenemos existe entre la representa-
y coexistencias reales de los hechos en el mundo, ción y el juicio.
y el asentimiento de un loco, producido mecáni- Segundo. Si no existiese ésta, no existiría nin-
camente por cualquier asociación casual, que pro- guna diferencia entre ellos. Ni la hipótesis de
voca la representación de una sucesión o coexis- una diferencia de intensidad, ni la hipótesis de
tencia en el espíritu, asentimiento este que se una diferencia de contenido entre la mera repre-
caracteriza exactamente por el dicho usual de sentación y el juicio, son defendibles.
afirmar algo «porque se le ha metido a uno en la Tercero. Si se compara la diferencia entre la
cabeza» (1). representación y el juicio con los otros casos de
Sería superfluo detenernos más en un punto diferencias psíquicas, se ve que no falta aquí una
que está suficientemente claro, y es reconocido sola de las particularidades que se revelan en las
por todos los pensadores, con escasas excepcio- otras partes, donde la conciencia se refiere a un

(1) Loe. cit., ch. XI, nota 108, I, p. 407. (1) Libros IV y V. (No llegaron a imprimirse.)

- 142 - - 143 -
objeto de modos completamente distintos. Lue- timientos y los impulsos, sobrevienen en casos
go si no reconocemos aquí esta diferencia, no de- especiales.
beríamos reconocerla tampoco en el mundo psí- Para confirmar esta observación sólo necesito
quico, en ningún otro caso. recordar un pasaje de las lecciones de Hamilton,
§ 11. Nos queda un problema que resolver. aducido anteriormente. «Es evide~te-decía-que
Debemos mostrar, además del error de la opinión todo fenómeno psíquico, o es un acto del cono-
usual, el motivo de este error. cimiento, o es posible única y exclusivamente
Las causas del error han sido, a mi parecer, de mediante un acto del conocimiento, pues la. con,:
dos especies. ciencia interna. es un conocimiento, y ésta es la
El primer motivo ha sido un motivo psíquico, razón por la cual muchos filósofos como Descar-
esto es, un hecho psíquico que favorecía el enga- tes, Leibnitz, Spinoza, W olff, Platner, entre otros,
ño; el otro, un motivo verbal. fueron inducidos a considerar la facultad repre-
El motivo psíquico me parece consistir princi- sentativa, según ellos la llamaban, la facultad
palmente en que todo acto de la conciencia, por del conocimiento, como la facultad fundamental
simple que sea, por ejemplo, el de representarme del alma, de la cual todas las demás se derivaban.
un sonido, encierra, no sólo una representación, La respuesta, empero, es fácil. Aquellos filósofos
sino a la vez un juicio, un conocimiento. Es este no tenían en cuenta que, si bien el placery el dolor,
el conocimiento del fenó meno psíquico en la con- el apetito y la voluntad no existen sino en tanto
ciencia interna, cuya universalidad demostramos son conocidos como existentes, en estas modifica-
anteriormente (1). Esta circunstancia, que ha in- ciones ha sobrevenido un fenómeno absoluta.men-
ducido a varios pensadores a subsumir todos los te nuevo, que nunca estuvo contenido en la mera
fenómenos psíquicos bajo el concepto de cono- facultad del conocimiento, y, por tanto, nunca
cimiento, como un género unitario, ha decidido pudo derivarse de ella. La. fa.culta.d del conoci-
a otros a comprender, en uno al menos, la repre- miento es segura.mente la. primera. en orden, y,
sentación y el juicio, porque nunca aparecen se- por tanto, la conditio sine qua. non de las restan-
parados, mientras que establecían nuevas clases tes, etc.» (1).
especiales para los fenómenos que, como los sen- Como vemos, el hecho de que ningún fenóme-

(1) Lecturea on Metapbysics, I, p . 187.


(1) Libro II, cap. III a~ mi Psicol. desde el p. de v. emp.

- 144 - - 145 - 10
ho psiquico sea posible sino en cuanto está acom- quico (1). Se explica que esto no condujera a un
pañado del conocimiento interno, induce a Ha- error análogo, o no haya conducido tan frecuente-
milton a creer que un conocer es lo primero en mente como la universalidad de la percepción in-
nosotros, en cuanto al orden, y reuniendo la re- terna concomitante, porque la omnipresencia de
presentación con él, distingue clases especiales los sentimientos no ha sido reconocida tan uni-
sólo para el sentimiento y los deseos. Pero de he- versalmente, y porque ciertas representaciones nos
cho no es exacto que un acto de conocimiento sea dejan por lo menos relativamente indiferentes, y
lo primero, en cuanto al orden; pues si un acto la misma representación está acompañada de di-
semejante aparece en todo acto psíquico, y, por versos y hasta opuestos sentimientos, en diversos
tanto, ya en el primero, ello es sólo secundaria- tiempos (2). La percepción interna, por el contra-
mente. El objeto primario del acto no es siempre rio, existe siempre e i~variablemente con el mis-
conocido (pues si no, nunca juzgaríamos errónea- mo grado de convicción, y cuando está sometida
mente) ni siempre juzgado (si no, no habría cues- a una diferencia de intensidad, es una diferencia
tión ni investigación sobre él), sino que a menu- que asciende y decae en el mismo grado que la
do y en los actos más simples es sólo representa- intensidad del fenómeno acompañado por ella (3).
do. Y aun respecto del objeto secundario, el co- Éste es el que llamé motivo psíquico del error.
nocimiento forma sólo el segundo momento, en § 12. A él se añade, como he dicho, un motivo
cierto modo, puesto que teniendo la representa- verbal.
ción de lo juzgado por condición previa, como No podemos esperar que las circunstancias que
todo juicio, esta representación es lo primero (si indujeron a errar, incluso a sagaces pensadores,
no temporalmente, sí en cuanto a la natura- no hayan influído sobre las opiniones corrientes.
leza). El lenguaje del pueblo nace de éstas. Por lo cual
Del mismo modo que Hamilton atribuye el debemos sospechar de antemano que el nombre
primer puesto, en el orden de los fenómenos, al
conocimiento, podría atribuírselo al sentimiento
y, como consecuencia, confundir éste también (1) V. libro II, cap. III, § 6 de mi Psicol. desde el p. de v. emp.
Cf. también las discusiones e investil!aciones sobre psicología sen-
en la representación y el juicio. Como hemos sorial.
visto, un sentimiento se encut.ntra siempre (2) Cf. ibídem.
como fenómeno secundario en todo acto psí- (3) V. ibídem, § 4.

- 146 - 147 -

1 1
con el que suelen designarse las actividades psí- palabra «pensamiento» haya obrado perjudicial-
quicas, en la vida ordinaria, resultará ser un mente en nuestro caso.
nombre que, aplicado a las representaciones y a § 1:5. Pero otra particularidad de la expresión
los juicios, mas no a ningún otro fenómeno, verbal ha dificultado mucho más, sin duda, el co-
comprenda ambos, como pertenecientes a una nocimiento de la justa relación.
clase más amplia, unitaria. Así resulta, en efec- La expresión de un juicio puede decirse que es,
to. Llamamos pensamiento, con igual desemba- generalmente, una proposición, una reunión de
razo, tanto al acto de representar como al de juz- varias palabras, lo cual se comprende fácilmente
gar; en cambio, no podemos aplicar esa expre- desde nuestro punto de vista. Ello se relaciona
sión a un sentimiento o a una volición, sin ha- con el hecho de que una representación es la base
cer violencia al lenguaje. También en las len- de todo juicio, y que los juicios afirmativos y ne-
guas extranjeras, antiguas y modernas, encontra- gativos coinciden respecto al contenido a que se
mos términos que son usados en la misma ex- refieren, pues el juicio negativo se limita a negar
tensión. el objeto que el juicio afirmativo correspondiente
Quien conozca la historia de los esfuerzos cien- admite. Aunque la expresión del juicio era el fin
tíficos no me contradirá, si atribuyo una influen- principal de la comunicación verbal, ofrecía.se in-
cia perniciosa a esta circunstancia. Si muy céle- minente la tendencia a no emplear para ello la
bres filósofos de la Edad Moderna han sucumbi- expresión verbal más sencilla: el vocablo único.
do, una y otra vez, incluso al paralogismo del Utilizando éste para expresar la representación
equívoco, ¿cómo una identidad en los términos que sirve de base común a cada par de juicios, y
no había de ser señuelo para ellos al clasificar añadiendo una doble flexión o un par de voca-
una esfera de fenóm enos? Whewell, en su His- blos estereotipados («como ser» y «no ser»), para
toria de las ciencias inductivas, señala estos erro- obtener expresiones de los juicios mismos, se aho-
res y otros parecidos con numerosos ejemplos; el rraba la mitad de la operación a la memoria, me-
lenguaje ha conducido con frecuencia a unir lo diante este sencillo artificio, ya que los mismos
que no era igual y a distinguir lo que no era di- nombres hallaban aplicación en los juicios afir-
ferente, y los escolásticos no fueron los únicos mativos y en los juicios negativos correspondien-
que fundaron distinciones sobre meras palabras. tes. Había además la ventaja de poseeer una ex-
Es muy natural, pues, que la homonimia de la presión pura para la otra clase de fenómenos las

- 148 - - 149 -
representaciones, omitiendo aquellos signos com- § 14. La falsa raíz ha echado, naturalmente,
plementarios, expresión que podía prestar mu- variados retoños de error, que se extendieron en
chos otros excelentes servicios en preguntas, ex- amplia ramificación, no sólo sobre el terreno de
clamaciones, órdenes, etc., dado que las represen- la psicología, sino también sobre el de la metafí-
taciones son también la base de los apetitos y sica y la lógica. El argumento ontológico de la
sentimientos. existencia de Dios es sólo uno de sus frutos. Las
violentas contiendas que las escuelas medievales
Por tanto, no podía por menos de suceder que
la expresión del juicio resultara un conjunto de sostuvieron sobre la essentia y el esse, y sobre el
varios elementos separables, aun mucho antes de esse essentíae y el esse existentia.e, dan testimo-
los comienzos de la investigación propiamente nio de los convulsivos esfuerzos de una enérgica
científica. intelectualidad, que se obstina en adueñarse del
Con lo cual se formó la opinión de que el jui- indigestible elemento. Tomás, Escoto, Occam,
cio mismo debía ser un conjunto, y un conjunto Suárez, todos participan vivamente en la contien-
de representaciones, ya que la mayoría de las pa- da; todos tienen razón en la polémica; ninguno
labras son nombres, expresión de las representa- en sus tesis positivas. La cuestión gira siempre
ciones (1). Y una vez asentado esto, pareció darse en torno a si la existencia de la esencia es la mis-
en ello un carácter distintivo entre el juicio y la ma realidad que la esencia u otra distinta. Esco-
representación, y nadie se sintió obligado a inves- to, Occam, Suárez, niegan, con razón, que sea
tigar más detenidamente si ésta podía ser toda la una realidad distinta (negativa que debe estimar-
diferencia entre la representación y el juicio, ni se en alto grado, sobre todo en Escoto, y consi-
menos si la diversidad entre ellos podía conce- derarla en él casi como un milagro); pero caen, a
birse de este modo. consecuencia de ello, en el error de sostener que
Con todo esto podemos explicarnos muy bien la existencia de toda cosa pertenece a la esencia
por qué la verdadera relación entre dos clases fun- de la cosa misma, y la consideran como su con-
cepto más general. La oposición de los tomistas
damentalmente diversas de fenómenos psíquicos,
permaneció desconocida tanto tiempo. estaba aquí en lo justo, aunque su crítica no al-
canzaba el punto propiamente débil, y se refería
principalmente a la base de comunes hipótesis
(1) Cf., como prueba, el primer capítulo de la obra aristotélica
De interDretatione. erróneas, ¿Cómo-exclamaban-la existencia ele

- 1.50 -
- 151 -
toda cosa va a ser su concepto más general? iEsto que ya no levantarán consigo a nadie por encima
es imposible! Su existencia resultaría entonces de de las nubes. Lo significativo es que un pensador
la definición, y, consecuentemente, la existencia eminente, como Tomás de .Aquino lo fué con se-
de lo creado sería tan evidente por sí misma y tan guridad, creía haber demostrado 1·ealmente la per-
necesaria de antemano como la del creador mis- fección infinita de la causa primera del mundo,
mo. De la definición de un ser creado no rc:.sulta mediante esta prueba. Tras esto ya no necesito
más sino que carece de contradicción, o sea, que recurrir a los ejemplos de la metafísica moderna,
es posible. La esencia de una criatura es, por tan- conocidos de todos, que pueden patentizar, con
to, su mera posibilidad, y toda criatura real está no menor evidencia, el perjudicial influjo de las
compuesta de dos elementos, de una posibilidad concepciones erróneas acerca del juicio, y lo que
real y de una realidad real, cada uno de los cua- con éstas se relaciona inmediatamente (1).
les es afirmado del otro en la proposición exis- § 15. El desconocimiento de la esencia de los
tencial, y que se comportan mutuamente de un juicios ha engendrado, necesariamente, grandes
modo análogo al de la materia y la forma en los errores también en la lógica. He perseguido esta
cuerpos, según .Aristóteles. Los límites de la po- idea, en sus consecuencias por este lado, y he
sibilidad son, naturalmente, los de la :realidad re- hallado que conduce nada menos que a una com-
cibida en ella. De este modo, la existencia, que en pleta revolución, pero también a una reconstruc-
sí sería algo ilimitado y omnicomprensivo, es en ción de la lógica elemental. Y todo se torna más
la criatura una existencia limitada. Otra cosa sencillo, más transparente y más exacto. Voy a
pasa en Dios. Éste es el ser ne<.:esario por sí mis- mostrar el contraste entre las reglas de esta lógica
mo, al que todo lo contingente se retrotrae. Por reformada y las de la lógica tradicional, sólo con
tanto, no está compuesto de posibilidad y de rea- unos cuantos ejemplos; pues su completo desarro-
lidad. Su esencia es su existencia; la afirmación de llo y fundamentación, naturalmente, nos deten-
que no existe es una contradicción. Y precisamen- dría demasiado tiempo y nos llevaría demasiado
te po:r esto es infinito. Su existencia, no recibida lejos de nuestro tema (2).
en ninguna posibilidad, es ilimitada; y de este
modo Él es la suma de toda re~lidad y per-
(1) A.lgunos efectos sobre la filosofía tro.scendenta.l de Kant se
fección.
han mencionado en lo que antecede.
Estas son especulaciones de alto vuelo, pero (2) Con motivo de las lecciones de lógica que di el invierno de

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En lugar de las antiguas reglas de los silogis- escuela no podrá oír sin horror. Y o digo que el
mos categóricos, aparecen como reglas capitales, silogismo tiene cuatro términos, y él ha condena-
que permiten una aplicación inmediata a cada do siempre la quaternio terminorum como un
figura y son perfectamente suficientes por sí so- paralogismo (1); que las conclusiones negativas
las, para la apreciación de todo silogismo, las tres tienen premisas puramente negativas, y él ha en-
siguientes: señado siempre que nada puede seguirse de dos
1. Todo silogismo categórico contiene cuatro premisas negativas; que bajo las premisas de la
términos, de los cuales dos son mutua.mente conclusión afirmativa se encuentra un juicio ne-
opuestos y los otros dos figuran dos veces. gativo, y él hubiera jurado que éste exige ineludi-
2. Si la conclusión es negativa., ca.da. una. de la.s blemente dos premisas afirmativas. Es más: no
premisas tiene de común con ella. la. cua.lida.d y un ha quedado lugar para una conclusión categórica
término. de premisas afirmativas, y él había enseñado que
3. Si la. conclusión es a.firma.tiva., una de las las premisas afirmativas eran las mejores, puesto
premisas tendrá la. misma. cualidad y un término que cuando una negativa se asociaba a ellas, la
igual, y la. otra. la cualidad opuesta. y un término denominaba la pejor pars. Por último, en las
opuesto. nuevas reglas no se oye nada de «universal» y
Estas son reglas que un lógico de la antigua «particular», y él tenía estas expresiones siempre

1870-71 en la Universidad de Wurzburgo, he elaborado, completa y (1) Recentísimamente, también un lógico inglés, Boole, ha reco-
sistemáticamente, una teoría elemental lógica sobre esta nueva base. nocido con justeza que muchos silogismos categóricos tienen cuatro
Como suscitó interés, no sólo en mis oyentes, sino también en los términos, de los cuales dos son contradictorios entre sí. Otros le han
profesionales de la filosofía a quienes la comuniqué, es mi propósito dado la rnzón, y también A. Bain, que en su Lóaica trata extensa-
revisarla y publicarla cuando acabe de dar a luz mi Psicología, Las mente de las adiciones de Boole a la Silogística, da a conocer inequí-
reglas que pongo a continuación en el texto, a modo de ejemplos, lo vocament e su asent imiento (1, p. 205) . Aunque Boole se limita a po-
mismo que las restantes, encontrarán en esta obra la cuidadosa fun- ner estos silogismos con cuatro términos junto a los silogismos con
damentación que hay derecho a exigir, ciertamente, tratándose de tres términos, en vez de reconocer la quaternio terminorum como re-
una oposición a toda la tradición, desde Aristóteles. Por lo demás, gla general, y aunque su manera de derivarlos no tiene ninguna ana-
muchos reconocerán quizá por sí mismos la necesaria concatenación logía con la mía, es interesante para mí, como una señal de que tam-
con la opinión expuesta sobre la naturaleza del juicio. Cf. Fran:.: bién del otro lado del canal se empieza a dudar de la ley de los tres
Hillebrand, Nuevas teorías de los siloaismos cateaóricos, términos.

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Las consecuencias fueron más nocivas en la
en la boca, por decirlo así. Y sus antiguas reglas,
¿no se han mostrado tan adecuadas en el examen teoría de las llamadas in.ferencias inmediatas. No
de los silogismos, que ahora, a la inversa, los mil solo, por ejemplo, la verdadera regla de la conver-
silogismos medidos por ellas resultan una prueba sión es que toda proposición categórica es con-
y una garantía para ellas mismas? ¿Vamos a de- vertible simplemente (basta ver claro cuál es el
verdadero sujeto y cuál el verdadero predicado),
jar de reconocer como válido el célebre silogismo
«todos los hombres son mortales, Cayo es un sino que con las antiguas re.!ilas se consideraban
válidas muchas conversiones que en verdad son
hombre, luego Cayo es mortal», y todos sus com-
nulas, y a la inversa. Lo mismo pasa con las lla-
pañeros? ... Esto parece una imposible pretensión.
madas inferencias por subalternación y oposi-
Pero el caso no es tan apurado. Como los erro-
ción (1). También resulta algunas veces, que si se
res de donde surgieron las antiguas reglas de
comparan críticamente las antiguas reglas, unas
la silogística consistían en el desconocimiento de
con otras, se halla que están en contradicción mu-
naturaleza de los juicios, en cuanto al contenido
tua, de manera que lo válido según una resulta-
y la forma, ellos mismos neutralizaban las más
veces su acción perjudicial, cuando consecuente- ría nulo según la otra.
§ 16. Remitimos el desenvolvimiento y prue-
mente se aplicaban las reglas (1). Entre todos los
ba detallada de esto a una futura revisión de la
silogismos considerados como legítimos, según las
lógica (2). Las consecuencias nocivas que el des-
reglas tradicionales, sólo los inferidos según cua-
conocimiento de la naturaleza del juicio tuvo
tro modos eran nulos, a cambio de lo cual un nú-
para la lógica o la metafísica, nos importan aquí
mero no insignificante de modos legítimos fué
pasado por alto (2). menos que aquellas que tuvo para la psicología

(1) La conversión de una de las llamadas proposiciones univer-


(1) Si, por ejemplo, se decía, a consecuencia del malentendido,
sales afirmativas en una particular afirmativa es inadmisible; todas
que el silogismo categórico legítimo necesita tres términos, el mismo
las inferencias habituales por subalternación son nulas; y entre las
error era causa de que en el silogismo particular se vieran tres térmi-
inferencias por oposición, las de la falsedad de los llamados juicios
nos, donde, en verdad, había cuatro.
contrarios y las de la verdad de los llamados juicios subcontrarios.
(Z) Esto último ha sido reconocido también por los lógicos in.
(Z) Cf. el tratado de Franz Hillebrand, recientemente aparecido,
aleses precitados. Los cuatro modos nulos de que hablo, son: Da-
Nuevas teorías de los silogismos categóricos, el cual profundúa ell
rapti y Felapton, en la tercera figura, y Bamalip y Fesapo, en la
cuarta. lo que menciono aquí.

- 1S7 -
- 156 -
y que, a causa de la relación entre la psicología y leyes del asentimiento. Derivarlas de las leyes del
la lógica, opusieron también a ésta un nuevo curso de las representaciones, no le parecía sufi-
obstáculo a un desarrollo fructífero. La psicolo .. ciente de ningún modo. Pero la reunión de repre-
gía tradicional ha descuidado, puede decirse que sentaciones, la yuxtaposición de un sujeto y un
completamente y de un modo indebido, la inves- predicado, que consideró siempre como esencial, µ,
tigación de las leyes de la génesis de los juicios; en sus opiniones sobre la naturaleza del juicio, '
y esto ha sido así,' porque unía siempre el repre- por lo demás muy justas, no hizo resaltar su-
sentar y el juzgar en una sola clase, en el «pen- ficientemente el carácter del juicio, como una
sar>>; y creía haber hecho lo esencial respecto a clase fundamental especial, de condición idéntica
los juicios cuando había investigado las leyes de a las otras. Y así ha sucedido que ni siquiera
la sucesión de las representaciones. De este modo Bain, tan próximo a Mill, ha aprovechado la ad-
hasta un psicólogo tan eminente como Hermann vertencia hecha por éste, para llenar un gran va-
Lotze dice: «Respecto al juicio y a la imagina- cío de la psicología.
ción, concederemos sin dificultad que no pertene- La sentencia que la Escolástica había heredado
cen al patrimonio innato del alma, sino que son de Aristóteles, «parvas error in principio maxi-
disposiciones que se desarrollan a través de la mus in fi.ne», se ha confirmado en todas sus par-
vida, la una lenta, la otra rápidamente. Concede- tes, en este caso.
remos a la vez, que para explicar su génesis
bastan las leyes de 1 curso de 1as representa-
ciones» (1). He aquí el motivo de la gran omi-
sión, claramente expuesto. Radicaba en la defi-
ciente clasificación, que Lotze había tomado de
Kant.
J. St. Mill ha juzgado en esto más rectamente.
·E n los pasajes citados por nosotros anterior-
mente, le vimos señalar con energía la ineludible
necesidad de una investigación específica de las

(1) Microcosmos, 1.• ed., J• p. 192.

- 158 - - 1~9 -
CAPÍTULO IV

UNIDAD DE LA CLASE FUNDAMENTAL


PARA EL SENTIMIENTO Y LA VOLUNTAD

§ 1. Después de haber establecido que la re-


presentación y el juicio son dos clases fundamen-
tales distintas de fenómenos psíquicos, fáltanos
justificarnos respecto a nuestro segundo punto
de discrepancia con la clasificación dominante.
Así como separamos la representación y el juicio,
reunimos, en cambio, el sentimiento y la vo-
luntad.
Aquí no somos tan innovadores como en el
punto anterior; desde Aristóteles hasta T etens,
Mendelssohn y Kant, se ha admitido universal-
mente una sola clase fundamental para los senti-
mientos y las tendencias; y, entre las autoridades
psicológicas de la actualidad, hemos visto a Her-
bert Spencer distinguir sólo dos partes en la vida
psíquica, una cognoscitiva y otra afectiva. Pero
dada la importancia de la cuestión, esto no debe
apartarnos de cimentar y asegurar nuestra teoría

- 161 - 11
con el mismo cuidado y usando de todos los me- y qué un apetito, volición o tendencia, la cosa es
dios que estén a nuestra disposición. enteramente distinta; yo, por lo menos, no sé, en
Emprendemos aquí la misma marcha que al verdad, dónde ha de estar propiamente el límite
investigar la relación entre la representación y el entre ambas clases. Entre los sentimientos de
juicio; apelamos, pues, ante todo, al testimonio placer y dolor, y lo que se llama habitualmente
de la experiencia inmediata. La percepción inter- volición o tendencia, hay otros fenómenos ínter ..
na, decimos, muestra ahora claramente aquí la medios. La distancia puede parecer grande entre
falta de una diferencia fundamental, como antes los extremos; pero si se tienen en cuenta los esta-
allí nos enseñó su existencia; y nos revela ahora dos intermedios, sí se compar an únicamente los
una coincidencia esencial en la modalidad de la fenómenos contiguos, no se encuentra en todo
referencia al objeto, como antes nos reveló una este campo una separación, sino que las tran-
diversidad completa. siciones tienen lugar de un modo siempre
Si el resto de los fenómenos psíquicos, de que paulatino.
tratamos ahora, mostrase en realidad una di- Tornemos como ejemplo la serie siguiente: tris-
ferencia tan honda como el pensamiento que teza-anhelo del bien no poseído-esperanza de
representa y el pensamiento que juzga; si la na- que nos acaezca-deseo de procurárnoslo-deci-
turaleza misma hubiese trazado realmente un sión de emprender l~ aventura-resolución vo"."
límite neto entre sentir y desear, podrían quizá luntaria a la_ acción. Uno de los extremos es un
deslizarse errores en la definición de la na turale- sentín~.iento: el otro, una volución. Ambos pare-
za peculiar a una y o.tra clase, pero la delimita- cen distar mticho. Pero si se atiende a los miem"."
ción de los géneros, la indicación de los fenóme- bros intermedios y se c¿mparan únicamente los
nos pertenecientes a un género y al otro, sería, contiguos, ¿no se encuentra _por todas partes la
ciertamente, cosa fácil. Sin vacilar diremos que cohesión más íntima y un tránsito casi ímpercep-
«hombre» expresa una mera representación, y tible?-Si queremos clasificarlos en sentimientos
«hay hombres» un asentimiento, aunque estemos y tendencias, ¿en cuál de las dos clases fundamen-
en la mayor oscuridad respecto a la naturaleza tales debemos poner cada uno de ellos?-Deci-
del juicio; y una cosa análoga pasa en la esfera mos: «siento anh~lo», «siento esperanza», «sien-
toda del uno y el otro género del pensamie:q.to. to el deseo de procurarme esto», «siento valor
Pero en la cuestión de qué sea un sentimiento para emprender la aventura».-Lo único que

- 162 - ._,. 163 -


nadie diría es que siente una resolución de la vo- psíquicos. Así es cómo el carácter de nuestros fe-
luntad. ¿F,s éste, acaso, el límite? Y todos los nómenos internos nos fuerza a extender la uni-
miembros intermedios, ¿pertenecen a la clase dad de la misma clase natural a todo el reino de
fundamental de los sentimientos? Si nos deja- los sentimientos y tendencias (1).
mos guiar por el lenguaje usual del pueblo, lo § 2. Si la clase fundamental es la misma para
juzgaremos así. Y de hecho, al menos la tristeza
por la carencia y el anhelo de la posesión se com-
(1) Es interesante e instructivo observar el vano empeño de loa
portan algo así como la negación de un objeto psicólogos por determinar un límite fijo entre el sentimiento y la vo-
y la admisión de su no existencia se comportan luntad o la tendencia. Contradicen el uso tradicional del lenguaje; y
mutuamente. A pesar de todo, ¿no hay en el an- el uno contradice al otro , y a veces se contradice a sí mismo. Kant co-
helo un germen de la tendencia? ¿No brota este loca el desesperanzado anhelo del imposible reconocido, en la facul-
tad apetitiva, y no dudo que habría colocado en ella también el arre-
germen en la esperanza, y se desenvuelve-al
pentimiento; y, sin embargo, esto no concuerda ni con el modo ha-
pensar en la necesidad de la propia coopera- bitual de designación, cuando se habla de un sentimiento de anhelo,
ción-en el deseo de obrar y en la decisión de ha- ni con la definición kantiana de la facultad de desear como .Ja fa-
cerlo, hasta que, por último, el afán supera, a cultad de ser, mediante las pro;>ias representaciones, la causa de la
la vez, el temor al sacrificio y el deseo de más realidad de los objetos de estas representaciones». Hamilton se ad-
mira de la confusión entre los fenómenos de ambas clases, muy fre-
larga reflexión, y está maduro para la resolu-
cuente, como él reconoce, siendo tan fácil descubrir el límite natural
ción?-Seguramente que si queremos repartir entre ellos (Lect. on metapb., II, p. 433); pero sus repetidos esfuer-
esta serie de fenómenos en varias clases funda- zos para dar una definición exacta muestran que no es esto cosa fá-
mentales, ni podremos oponer los miembros in- cil en modo alguno. Como ya vimos, dice que los sentimientos care-
termedios, juntos con el primero, bajo el nombre cen de objeto, en el pleno sentido de la expresión, que son ocsubjeti-
vamente subjetivos», mientras que, segú n él, las tendencias todas van
de sentimiento, al último, ni juntos con el últi-
dirigidas hacia un objeto; en lo cual, pudiera creerse, tiene hallado
mo, bajo el nombre de voluntad o apetito, al pri- un criterio sencillo y fácilmente aplicable. Pero aunque éste sería el
mero; no podremos más que considerar cada fe- caso, si la definición correspondiese a la peculiarida d de los fenóme-
nómeno por sí, como una clase especial. Pero nos, Hamilton no pudo satisfacerse con ella, dada su positiva inexac-
entonces, creo yo, nadie puede negar que las di- titud; incluso tratándose de los sentimientos más caracterizados,
como la alegría y la tristeza, todos dirán que también ellos les pare-
ferencias entre estas clases no son tan hondas
cen tener un objeto. Hamilton establece otra diferencia, aunque qui-
como las diferencias entre la representación y el zá no sin all)una contradicción con la primera; dice que el sentimiento
juicio, o entre ellas y todos los demás fenómenos se refiere sólo a lo presente, mientras el apetito se dirige a lo futuro.

- 164 - - 165 -
los fenómenos del sentimiento y los de la volun- común de su dirección a los objetos? La experien-
tad, es preciso que, con arreglo al principio de di- cia interna debe responder también a esto, si
visión admitido por nosotros, el modo de la refe- nuestra opinión es justa. Ella lo hace, en efecto,
y suministra así inmediatamente otra prueba más
rencia de una y otra conciencia sea esencialmen-
te afín. Pero ¿qué clehemos indicar como carácter de la unidad de esta clase suprema.
Así como la naturaleza general del juicio con-
siste en que un hecho es admitido o rechazado,
«El placer y el dolor -dice-, como sentimientos, pertenecen exclu-
así el carácter general de la esfera que nos ocupa
sivamente al presente, mientras que el apetito se refiere únicamente
al futuro; el apetito es un deseo, una tendencia o a conservar dura-
ahora consiste también, según el testimonio de la
deramente el estado presente o a trocarlo por otro» (II, p. 633). experiencia interna, en cierto admitir o rechazar,
Estas defuúciones no yerran, como las anteriores, en que una de ellas aunque no en el mismo sentido, sino en uno
no corresponde en verdad a ningún fenómeno psíquico. Pero éste es análogo. Lo mismo que algo puede ser contenido
también su único médto, pues la división del conjunto, en presente y
futuro, es tan incompleta como arbitraria. Es incompleta, pues ¿dón-
con la clase que formáramos para el pasado? Creo que lo injustifica-
de hemos de poner aquellas emociones que no se refieren al presente
do y antinatural de este proceder no escaparía a nadie. Así, pues,
o al futuro, sino al pasado, como el arrepentimiento y la ¡jratitud?
también este ensayo ele una delimitación entre el sentimiento y la
Habría que formar una tercera clase para ellas. Pero este fuera el
voluntad es completamente cles¡jraciaclo. Por consi¡juiente, no es ex-
mal menor; mucho peor es la arbitrariedad con que los fenómenos
traño que la confusión entre los sentimientos y las tendencias, que
psíquicos más cercanos deberían separarse en clases fundamentales
Hamilton censura en los demás, haya de sufrirla él mismo sin reme-
diversas, en atención a las diversas características temporales de sus
dio. Si se leen las definiciones que da ele los fenómenos en particular,
objetos. Así, por ejemplo, los fenómenos que se suelen designar como
difícilmente se acierta, a veces, a saber en cuál de sus dos clases fun-
deseos, se refieren, en parte, a lo futuro, en parte a lo presente, en
damentales quiso poner uno u otro. Define la vanidad como «el de-
parte a lo pasado. Deseo verte a menudo; quisiera ser rico; desearía
seo de agradar a otros, por afán de ser considerado por ellos», y la
no haberlo hecho , son ejemplos que representan los tres tiempos; y
sitúa entre los sentimientos (II, p. 515); pone igualmente entre ellos
aunque los dos últimos deseos sean estériles y sin esperanza, el carác-
el remordimiento y la ver¡jüenza; esto es, «el temor y cuidado de
ter general del deseo subsiste en ellos, como Kant-la autoridad pre-
atraerse el menosprecio de los otros», como si en ambos su dirección
ferida de Hamilton-reconoce. Pero puede incluso suceder que si al-
a un objeto y su referencia a algo no presente-en el uno por sí
guien desea que su hermano haya lle¡¡ado felizmente a América, su
mismo, en la otra se¡jún la definición que Hamilton da-no fuese
deseo se refiera al pasado, sin por esto referirse a alijo cuya imposi-
visible del modo más claro. Este completo fracaso de un pensador
bilidad sea evidente. ¿Debemos considerar estos estados psíquicos,
tan autorizado confirma, creo yo, de un modo contundente, lo que
que el len¡juaje reune aquí, bajo el nombre de deseos, como no empa-
he advertido sobre la falta de una clara delimitación entre las dos
rentados estrechamente? ¿Debemos separarlos, para poner una parte
supuestas clases fundamentales, trazada por la naturaleza misma.
con los actos voluntarios, otra con el dolor y el placer, otra tercera

- 166 - - 167 -
de un juicio, por cuanto como verdadero sea ad- rechaza disentimiento, esto no significa que aquél
misible o como falso rechazable, así también pue- consista en una predicación de la verdad respecto
de ser contenido de un fenómeno de la tercera de lo asentido, ni éste en una predicación de la
clase fundamental, por cuanto como bueno pueda falsedad respecto de lo disentido; nuestras expli-
ser grato (en el sentido más amplio de la pala- caciones anteriores han demostrado que lo que
bra), o como malo, ingrato. Si allí se trataba de estas expresiones significan, es una modalidad
la verdad y la falsedad de un objeto, aquí se trata especial de la recepción intencional de un objeto,
de su valor o no valor. una modalidad especial de la referencia psíquica
Creo que nadie entenderá mis palabras como a un contenido de la conciencia. Lo único exacto
si yo quisiera decir que los fenómenos de esta es que quien asiente a algo, no sólo admite el ob-
clase son actos de conocimiento, por los cuales se jeto, sino que, además, a la pregunta de si el obje-
percibe bondad o maldad, valor o no valor en cier- to debe ser admitido, admitirá tambjén la admisi-
tos objetos; pero advierto expresamente que esto bilidad del objeto, esto es (pues la bárbara expre-
fuera un total desconocimiento de mi verdadera sión no significa otra cosa), la verdad del objeto.
opinión, para hacer completamente imposible La expresión de asentimiento se explica así. Y la
toda interpretación semejante. Si fuera de otro expresión de disentimiento se explicará de un
modo, contaTÍa estos fenómenos entre los juicios, modo análogo.
mientras que los separo de ellos formando una Pues igualmente, las expresiones «ser grato
clase especial; y además presupondría en general como bueno», «ser ingrato como malo», que usa-
las representaciones de bondad y maldad, valor y mos aquí de un modo análogo, no significan,
no valor, para esta clase de fenómenos, mientras para nosotros, que en los fenómenos de esta cla-
que no sólo no lo hago, sino que antes bien mos- se la bondad sea atribuída a una cosa grata como
traré cómo todas las representaciones de esta ín- buena, o la maldad a una ingrata como mala;
dole surgen de la experiencia interna de estos antes bien, significan una modalidad especial de
fenómenos. También las representaciones de la la referencia de la actividad psíquica a un conte-
verdad y la falsedad nos vienen en considera- nido. Lo único exacto, aquí también, es que aque-
ción a los juicios, y sobre el supuesto de ellos, lla persona cuya conciencia se refiera de este modo
como nadie duda. Cuando decimos que todo jui- a un contenido, afirmará a consecuencia de ello
cio que admite es asentimiento, y todo juicio que la pregunta de si el objeto es de naturaleza tal

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que se pueda entrar con él en la referencia corres- mala. Sólo acaso la certeza de ~ue obraré, dice,
pondiente; lo cual no significa nada sino atribuir- «puede ser equivalente al saber de mi volición;
le bondad o maldad, valor o no valor. pero entonces, aquel elemento peculiar de 1a apro~
Un fenómeno de esta clase no es un juicio, como bación, de la admisión o propósito, que hace de
el de «esto debe amarse» o «esto debe odiarse» la voluntad una voluntad, estará incluído en el
(estos fueran juicios sobre la bondad y la mal- concepto del obran>. Y volviéndose contra aque-
dad), sino que es un acto de amor o de odio. llos que quieren concebir la voluntad como cierto
Repito, pues, ahora, en el sentido de la expli- poder de obrar, explica: «Esta aprobación, por la
cación dada, y sin el recelo de ser mal entendido, cual nuestra voluntad adopta como suya la reso-
que en los fenómenos de esta clase se trata de la lución que los apremiantes motivos del curso de
bondad y la maldad, del valor o el no valor de los las representaciones le ofrecen; o la desaproba-
objetos, análogamente a como en los juicios se ción, con la cual la separa de sí, serían concebi-
trata de la verdad o la falsedad. Y esta caracte- bles ambas, aunque ninguna de las dos poseyera
rística referencia al objeto es la que, como sos- el menor poder para intervenir, determinan-
tengo, la percepción interna nos da a conocer, de do y modificando el curso de los sucesos inter-
un modo igualmente inmediato y evidente, en el nos» (1). ¿Qué es esta aprobación o desaproba-
apetito y la volición, así como en todo cuanto ción de que Lotze habla? Es claro que no quiere
llamamos sentimiento o emoción. decir el hallar una cosa buena o mala, en el se~­
§ 3. Lo que digo, puede considerarse como tido de un juicio práctico, pues coloca los juicios
reconocido universalmente respecto de las ten- en la clase de las representaciones, como ya he-
dencias, apetitos y voliciones. Oigamos a uno de mos visto. Luego ¿qué otra cosa enseña, sino que
los defensores más sobresalientes e influyentes la esencia de la volición consiste en una referen-
de la distinción fundamental entre sentimiento y cia especial de la actividad psíquica al objeto
voluntad. como bueno o malo?
Lotze, al combatir a aquellos que consideran la Análogamente podríamos aducir pasajes de
voluntad como un saber y dicen que el «yo quie- Kant y de Mendelssohn, los principales funda-
ro ser» es igual a un seguro «yo seré», pone la dores de la división tripartita usual, que indican
esencia de la volición en una aprobación o des-
aprobación, o sea, én hallar una cosa buena o (1) Microcosmos, 1·.• ed., l, p. 280.

- 170 - - 171 -

l
cómo esta referencia al objeto como bueno o unan1mes en reconocer el hecho de experiencia
malo constituye el carácter fundamental de todo señalado por nosotros, respecto de las tendencias
apetito (1). Pero preferimos retroceder en seguida y la voluntad, aunque quizá no todos aprecian su
a la antigüedad, para unir el testimonio de la significación de igual modo.
psicología antigua con el de la moderna. § 4. Volvamos ahora a los otros fenómenos
Aristóteles habla aquí con una claridad que de que se trata, y especialmente, hacia el placer y
no deja nada que desear. «Bueno» y «apetecible» el dolor, que la mayoría de las veces suelen dis-
son términos sinónimos para él. «El objeto del tinguirse de la voluntad como sentimientos. ¿Es
apetito» (ro opExrrív), dice en sus libros del alma, exacto que también aquí la experiencia interna
«es lo bueno o lo que aparece como bueno». Y al nos haga descubrir con claridad aquel peculiar
principio de su Ética explica: «Toda acción y modo de la referencia a un contenido, aquel «Ser
toda elección parece tender a algo bueno, por. lo grato como bueno» o o:ser ingrato como malo»,
cual se ha designado lo bueno, con razón, como como carácter fundamental de los fenómenos?
aquello a que todo tiende» (2). Por esto identifica ¿Trátase aquí claramente del valor y el no valor
también la causa final con el bien (3). Esta teoría de los objetos, de un modo análogo a como se
subsistió en la Edad Media. Tomás de Aquino trata de su verdad o falsedad en el juicio? Por lo
enseña, con toda claridad, que así como el pensa- que a mí toca, esto me parece no menos evidente
miento entra en relación con un objeto en cuanto en ellos que en el apetito.
cognoscible, el apetito entra en relación con él en Mas como podría creerse que una prevención
cuanto bueno. De este modo, puede suceder que actúa aquí y me hace interpretar mal los fenóme.-
uno y el mismo objeto sea objeto de actividades nos, apelaré también a los testimonios ajenos.
psíquicas totalmente heterogéneas (4). Oigamos, ante todo, a Lotze también en este
Vemos en estos ejemplos, cómo los pensadores punto. o:Si una propiedad primitiva del espíritu
más sobresalientes de los diversos períodos están era la de no sólo experimentar modificaciones,
sino también percibirlas representándoselas»,
(1) Cf. Mendelssohn, Obras completas, IV, p. 122 y ss. dice en su Microcosmos (1), «Un rasgo igualmen-
(2) De Anim., 111, 10. Etb. Nic. I, 1. Metapb ., A, 7. Cf. tam- te primitivo del mismo es el de no sólo represen-
bién R.h.et, I, 6.
(3) M etapb., A, 10, y Passim.
(4) Cf., p. ej., Summ. Tbeol., P. l. Q . So. A 1 ad 2. (1) Microcosmos, 1.• ed., 1, p. 201.

- 172 - - 173 -
társelas, sino percatarse también, en el placer y subordinado a su primera clase. La expresión
dolor, del valor que tienen para él». Inmediata- parece, pues, poder justificarse sólo de un modo,
mente después, se expresa de un modo análogo: y precisamente en el sentido . de nuestra con-
«En el sentimiento del placer, el alma se hace cepción. Es también digno de nota el hecho de
consciente del ejercicio de sus fuerzas como de un que Lotze no diga meramente que el sentimiento
aumento en el valor de su existencia.» Y repite
frecuentemente la idea y la mantiene por igual mulación o perturbación desconocida,.. La admisión sigue al senti-
tratándose de los sentimientos superiores e infe- miento, aunque sea pisándole los talones. ·- Pero si preguntamos
riores. El núcleo propio del impulso sensible es, por qué esos sentimientos son referidos siempre así, no logramos de
según él, «únicamente un sentimiento que, en el Lotze, a mi parecer, ninguna respuesta enteramente satisfactoria. Su
opinión no parece la de que la representación de ese placer, sin una
placer y dolor, nos denuncia el valor de un esta-
estimulación simultánea como aquella a la cual, según Lotze, la re-
do corporal que acaso no llega al conocimiento ferimos, encerraría una contradicción. ¿De dónde, pues, aquella ne·
consciente» (1); y «los principios morales de cesidad o invencible inclinación?- Nosotros, desde nuestro punto de
todos los tiempos han sido máximas del senti- vista, podemos, creo yo, responder a la pregunta: Con la misma ne-
miento que percibe valon; y «han sido aprobados cesidad c.o n que se atribuye l~ verdad al objeto de un juicio afirma-
por el espíritu siempre de otro modo que las ver- tivo o negativo, a consecuencia de este juicio, atribúyesele valor o no
valor al objeto de una actividad de la tercera clase fundamental, al
dades del conocimiento» (2).
ejercer esta actividad~ y coino consecuencia de ella. Pues· así sucede
No me atrevo a definir con plena seguridad también en el placer y el dolor. Si tenemos una sensación acompañada
cómo Lotze se imagina la p"ercepción del valor en de placer, atribuimos un valor a lo. sensación, y en este sentido, 'el
el sentimiento; pero que no consideraba el senti- proceso es evidentemente necesario, Pero al punto somos llevados más
lejos. Notando, por ejemplo, que las sensaciones agradables proceden
miento mismo como el conocimiento de un valor,
de ciertos procesos corporales, también éstos serán necesariamente
es indudable, no sólo por razón de algunas decla- valiosos para nosotros, a causa de sus consecuencias; y por virtud de
raciones (3), sino porque en tal caso lo habría las leyes peculiares, que hemos de establecer posteriormente para esta
esfera de los fenómenos psíquicos, sucederá que se harán paulatina-
(1) Ibídem, p. z77. mente objetos de nuestro amor y estimación, con independencia de
(Z) Microcosmos, 1.ª ed., p. Z68. las consecuencias. Puede suceder incluso que les adjudiquemos exce-
(3) En el pasaje acabado de citar opone la aprobación mediante lencias, para admitir las cuales no poseemos la menor base racional,
el sentimiento (como «otra modalidad de la aprobación») a toda ad- como cuando sin ninguna experiencia de que los manjares sabrosos
misión de una verdad. Y en la p. Z6Z dice que los sentimientos de sean saludables, les atribuimos esta buena propiedad por su sabor.
placer o dolor «serían siempre referidos por nosotros a alguna esti- La superstición del pueblo quiere ver una excelente medicina en el

174 - 175
percibe el valor y el no valor, poniéndolo así en clolon a una apreciación del valor relativo de los
referencia con el objeto como bueno o malo, sino objetos (1). Dejemos a su cuidado el poner en
que también, respecto a él, se sirve enteramente consonancia este aserto con el carácter «subjeti-
ele la misma expresión, aprobar, que había em- vamente subjetivo», que, según él, tienen los sen-
pleado antes para denominar el «elemento pecu- timientos. Declaraciones semejantes, que recono-
liar que hace ele la voluntad, voluntad». A la cen claramente la referencia ele los fenómenos
inversa, otra vez dice, en vez de «querer», «parti- sentimentales a los objetos como buenos y malos,
cipación cordial» (1), expresión usada habitual- se repiten en él en otras partes, incluso con mu-
mente para los fenómenos del placer y la pena. cha frecuencia (2).
¿Cómo no ver en esta trasferencia de las expre- En fin, Kant, en su Crítica del juicio, precisa-
siones más características de una esfera a otra, mente cuando quiere distinguir el sentimiento y
un testimonio involuntario, pero significativo, de el apetito, denomina ambos complacencia, sólo
la esencial afinidad entre el moclo ele referirse los que la una desinteresada y la otra práctica. Inves-
fenómenos ele ambas partes a sus objetos, y, con tigado con más detalle, esto viene a significar
ello, de su común pertenencia a una clase funda- que en el sentimiento se tiene un interés mera-
mental? mente por la representación de un objeto, mien-
Hamilton-pues tampoco queremos dejar sin tras que en el apetito el interés se dirige a la exis-
mención a este gran defensor ele la independen- tencia clel objeto; y también esta distinción des-
cia ele los sentimientos-, con términos entera- aparecería, si se demostrara que lo que Kant
mente análogos a los ele Lotze, llama «placer y llama aquí sentimiento está dirigido, en verdad,
a aquella representación misma como a su obje-
to. Mas en un escrito anterior, Kant dice dere-
chamente: «En nuestros días se ha comenzado a
oro, porque resulta múltiplemente valioso y útil, desde otro punto
de vista. Pero en nuestro caso hay experiencias específicas que dan
ver que la facultad ele representarse lo verdadero
a conocer una amplia correspondencia entre el placer y la estimula- es el conocimiento, y la de percibir lo bueno, el sen11
ción orgánica, y permiten una presunción racional de que lo mismo
pueda pasar en el caso particular presente. Estos motivos pueden
(1) Lect. ou Metapb, l., p. 188.
añadirse a los antes expuestos, si no universalmente, siquiera por lo
(2) Cf. ibídem 11, p. 434 y ss., especialmente p. 436, núme-
regular, y colaborar con ellos.
ros 3 y 4.
(1) Ibídem, p. 280.

- .177 - 1.a
- 176 -
timiento, y que ambas no deben confundirse una su tiempo se comenzara a colocar una facultad
con otra» (1). especial que se refiere a algo como bueno, al lado
Tales testimonios en boca de los adversarios de la que está dirigida a algo como verdadero. La
más sobresalientes, son ciertamente de una inne- psicología antigua, en el espacio y tiempo que
gable significación. Y también aquí las afirma- Aristóteles la señoreó, distinguió en este sentido
ciones concordantes de los períodos trascurridos el pensamiento y el apetito. Los sentimíefitos de
hace mucho, se unen con las modernas (2). placer y dolor, y, en general, cuanto no es pensa-
Nuestra ojeada históúca nos ha enseñado cuán miento representativo o juicio, estaban compren"
poco exacto es que, como Kant pensaba, sólo en didos también en el apetito-tanto aquélla en-
sanchó el término-. Esto implicaba lo que nos
(1) lnvestiJJación sobre la clarida d de los principios de la Tea• interesa principalmente en nuestra cuestión, la
logia natural y la Moral, I, p. 109, escrito del año 1763.
afirmación de que la relación a los objetos como
(2) Herbart aduce algunos otros testimonios recientes, pero muy
involuntarios, en pro del carácter común del sentimiento y la volun-
buenos o malos que sostenemos es el carácter
tad. Si se pregunta a los psicólogos cuál sea el origen de los límites esencial y universal de los sentimientos, se da en
entre el sentimiento y el a.p etito, «Sus explicaciones-dice-se mueven ellos no menos que en el apetito y la voluntad.
en círculo ... » Maass, en la obra sobre los sentimientos (p. 39 de la Las declaraciones de Aristóteles sobre la referen-
1.ª p.) explica el nentimiento por el apetito («un sentimiento es agra-
cia del placer concomitante a la perfección del
dable, en tanto es apetecido por él mismo»);pero este mismo autor, en
la obra sobre las pasiones (p . 2, cf., p. 7), dice que es una conocida ley
acto, que se encuentran en la Ética Nicomaquea,
natural el apetecer lo que es representado como bueno y el repeler lo y que hemos mencionado en la investigación so-
que es representado como malo. Con lo cual surge la cuestión de qué bre la conciencia, y algunos pasajes de su Retó-
es lo buen o y qué lo malo. A la cual recibimos esta respuesta: la rica (1), revelan lo mismo. La escuela peripaté-
sensibilidad r epresenta como bueno aquello por lo cual es agradable-
tica de la Edad Media, en especial To más de
ment~ afectada, etc. Y ya hemos incurrido en el circulo.-Hoff-
bauer, en su Compendio de la psicología empírica, comienza el capí-
Aquino, en su interesante doctrina sobre la cone"'
tulo de la facultad afectiva y la facultad apetitiva así: «Tenemos xión de las emociones, defiende la misma concep-
conciencia de muchos entados que tendemos a producir; llamamos ción del modo más inequívoco (2).
agro.dables a estos estados. Ciertas representaciones engendran en
nosotros la tendencia a realizar su objeto; llamamos apetito a esta
tendencia», etc. Los sentimientos y los apetitos tienen aquí una mis- (1) V. Libro 11, cap. 3, § 6 de mi Psicol. desde el p. de v. emp. V.
ma base, la tendencia (Manual de Psicología, P. 2.ª, Sec. 1.ª, Capí- Bbet., l, 11, especialmente p. 1.370, a, 16; 11, 4, p. 1.:081, a, 6.
tulo 4, § 96). (2) Summ. Tbeol. P 11, 1, Q. 26 y ss.

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También el lenguaje de la vida corriente indica modo enteramente peculiar. Pues aunque sean
que en el placer y el dolor existe una referencia menos habituales, en uno u otro caso, cualquiera
al objeto, la cual es esencialmente afín a la de la comprende, cuando se los usa, lo que se ha queri-
voluntad. El lenguaje gusta de transportar las do decir con ellos, y ve que no enajenan su signi-
expresiones que aplicó primero a una esfera, a la ficación propia. Lo único que habla contra ellos
otra. Llamamos agradable a lo que nos causa en tales casos, es que el lenguaje usual suele dar
placer, desagradable a lo que nos causa dolor; la preferencia a términos más especiales. Y es
pero hablamos también de un agrado y de una que verdaderamente, en un sentido muy usual,
aceptación grata por parte de la voluntad. Asi- aunque no exclusivamente ligado con éste, son
mismo el «placer», en el sentido de aprobación, términos que caracterizan, en su universalidad,
fué transportado manifiestamente desde la esfera el modo de la referencia al objeto, peculiar a
del sentimiento a una resolución voluntaria, y la nuestra tercera clase fundamental.
expresión «gustar», en «haz fo que gustes» o «¿le Las asociaciones de «placer y amor», «amor y
gusta a usted?», etc., ha experimentado el mismo dolon y otras semejan.tes, muestran el término de
traslado, no menos claramente. Hasta la palabra «amor» aplicado a los sentimientos más caracte-
«placer» en la pregunta «¿te place?» se convierte l"Ízados. Y cuando decimos «amable», «odioso»,
en el signo innegable de una dirección de la vo- ¿qué significamos, sino un fenómeno que des-
luntad. Por otro lado, la <<malquerencia» apenas pierta placer o dolor? Por otro lado, expresiones
puede llamarse un acto de voluntad, aunque la como «me agrada», «haz lo que te plazca», alu-
expresión está derivada de ésta, y la expresión den claramente a fenómenos de la voluntad. En
alemana widerwillen (literalmente «contravolun- la frase: «tiene una predilección por la profesión
tadJP ), que designa ciertos fenómenos de la repug- científica», se expresa algo que quizá muchos
nancia, se ha convertido innegablemente en el considerarán como sentimiento, mientras otros lo
nombre de un sentimiento. considerarán como una dirección habitual de la
Pero el lenguaje hace más que transportar cier- voluntad. Igualmente dejo a otros que decidan si
tos nombres de los fenómenos de una esfera a los en nombres-como «malquisto», «desamorado»,
fenómenos de la otra. En los términos «amou y «predilecto» (como en «caballo predilecto» Y «es-
«odio», tiene un medio de designación que es apli- tudio predilecto>>}-se pueden aducir más motivos
cable a todos los fenómenos de la esfera, de un para atribuír el estado psíquico, de que se habla•

- t8o - - 181 -
a la esfera que llaman de los sentimientos o a la mentales-han manifestado sobre esto, alude cla-
que consignan a la voluntad. Por lo que a mí ramente a este carácter común y confirma-igual-
toca, creo que, como expresiones más generales, mente que el lenguaje del pueblo-la exactitud
abarcan ambas esferas en este caso particular. de nuestra descripción de los fenómeno s internos.
Quien anhela algo, ama tenerlo; aquello que § 5. Prosigamos el plan de nuestra investiga-
entristece a alguien, sufre el desamor de aquel ción.
Cuando se trató de demostrar que la represen-
a quien entristece; quien se alegra de algo, quiere
que sea; quien quiere hacer algo, ama hacerlo tación y el juicio son dos distintas cla ses funda-
(si no en sí y por sí, al menos por esta o aquella mentales de fenómenos psíquicos, no nos conten-
consecuencia), etc.; y los actos nombrados no son tamos con apelar al testimonio directo de la ex-
actos que coexistan meramente con un acto de periencia; mostramos también que la gran dife-
amor, sino que ellos mismos son actos de amor. rencia que existe, innegablemente, entre u n o y
Resulta, pues, que «ser bueno» y «ser amable», lo otro fenómeno, debe cargarse por entero a la
cuenta de la diversa modalidad de su referencie.
mismo que, por otro lado, «ser malo» y «ser odio-
al objeto. Si se prescindiera de esta diferencia,
so» dicen lo mismo, y tenemos derecho a elegir el
todo juicio se confundiría con una representa -
término de «amor» por nombre de nuestra tercera
clase fundamental, comprendiendo en él el opues- ción, y viceversa. Planteemos ahora la misma
to, análogamente a como se suele hacer con el cuestión tocante al sentimiento y la voluntad.
apetito y la voluntad, como ya se indicó. Quien no reconociese ningu na diferencia, en el
Como resultado de nuestra discusión, podemos modo de la conciencia, entre un sentimiento de
afirmar que la experiencia interna revela clara- alegría y dolor y una volición, ¿sería igualmente
mente la unidad de clase fundamental para el incapaz de indicar algo distintivo? ¿Habría d es-
sentimiento y la voluntad. Lo hace mostrándo- aparecido también toda diversidad entre ellos?
nos que en ninguna parte hay un límite neta- Éste no es, seguramente, el caso.
Hemos visto anteriormente cómo entre sentir
mente trazado entre ellos, y que un carácter co-
una alegría o un dolor y la volición, en el sentido
mún de su referencia al contenido los distingue
más propio, hay una serie de estados psíquicos
de los restantes fenómenos psíquicos. Lo que los
intermedios, por decirlo así, de los cuales no s e
filósofos de dirección más diversa-y aun los mis-
sabe bien si, al dividir la esfera toda en sentí-
mos que dividen la esfera en dos clases funda-

_ 18z - -183 -
miento y voluntad, corresponderían más a la han podido prescindir de la antítesis que reina
una o a la otra parte. El anhelo, la esperan.za, la en esta esfera, como la antítesis de la afirmación
decisión y otros fenómenos pertenecen a estos es- y la negación reina en la esfera del juicio, y tam-
tados. N adíe sostendrá, ciertamente, que cada bién hubieron de tomar en cuenta a veces las di-
una de estas clases sea de tal índole que no se ferencias en la intensidad de los fenómenos. Pero
pueda indicar ninguna diferencia entre ellas, más no es necesario, y, para lo restante, bastan
fuera de una particularidad en la referencia al los medíos mencionados anteriormente para de-
objeto. Las peculiaridades de las representacio- finir los conceptos de todas las clases pertenecien-
nes y las peculiaridades de los juicios, que yacen tes a esta esfera; con lo cual, naturalmente, no
en el fondo de ellas, sirven para diferenciar las se ha dicho que todo ensayo hecho con su ayuda
unas de las otras; y a estas diferencias se ha haya tenido éxito realmente.
atendido cuando, antigua y modernamente, se ha Lot.ze, que, en su Psicología médica, sigue este
intentado delimitarlas definiéndolas. Y a Aristó- camino de la definición para diversas clases que
teles lo ha hecho en su Retórica y en la Ética coloca entre los sentimientos, se abstiene de todo
Nicomaquea.; y otros, como, por ejemplo, Cice- ensayo semejante respecto a la particularidad de
rón, en el libro IV de las Tusculanae Questiones, la voluntad, teniéndolo por necesariamente in-
han seguido su ejemplo. Posteriormente encon- fructuoso. «Vanamente-dice-se intenta negar
tramos ensayos análogos en los Padres de la la existencia de la voluntad, tan vanamente como
Igl esia, como Gregorio de Nisa, Agustín y otros, sí nos esforzásemos por definir, mediante expli-
y en un grado eminente, en la Edad Media, en caciones descriptivas, su naturaleza simple, que
To más de .Aquino, en Prima. Secundae. V olve- sólo se puede sentir de un modo inmediato» (1).
mos a encontrarlos, en la Edad Moderna, en Esto es consecuente desde su punto de vista (2),
Descartes, en su Trata.do de las pasiones; en Spi- pero no me parece exacto en modo alguno.
no.za, en la tercera parte de su Ética., la de más
mérito de toda la obra; ulteriormente, en Hume,
Hartley, James Mill, etc., hasta nuestro tiempo. (1) Microcosmos, 1.ª ed., I, p. 280.
(2) Kant y Hamilton no han sacado la consecuencia; pero por
Naturalmente, estas definiciones, queriendo
un lado, fueron poco felices en sus ensayos; por otro lado, en la me-
delimitar una clase particular, no sólo frente a dida en que tuvieron éxito, dan solamente testimonio, contra su idea
otra, sino frente a todas las demás, no siempre básica, de que existe una diferencia fundamental de clase . .Así, Kant,

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Toda volición participa en el carácter común re, la convicción de que se puede definir también
de nuestra tercera dase fundamental, y por esto la voluntad, por modo análogo y con medios
quien designa lo querido como algo que es grato, análogos a las clases particulares de los senti-
amable a alguien, ha caracterizado con ello la mientos, y que no es tan indescriptiblemente
naturaleza de la actividad voluntaria, en cierto simple, como Lotze enseñaba (1).
modo y ron extrema universalidad. Si se añaden § 6. Pero si dijimos que la voluntad es defini-
luego características basadas en la particularidad ble mediante la adición de tales características al
del contenido, en la peculiaridad de la represen- concepto general del amor, no queremos decir con
tación y del juicio, que yacen en el fondo de la esto que quien nunca haya experimentado en sí
volición, complétase la primera indicación de un el fenómeno especial mismo, pueda llegar a una
modo análogo, formando una definición exacta- claridad completa acerca de él, mediante la defi-
mente delimitativa, como la de una clase de los nición. Este no es el caso en modo alguno. En
sentimientos, en otros casos. Toda volición se este respecto existe una gran diferencia entre la
endereza a una acción que creemos entra en nues- definición de la voluntad y la definición de una
tro poder, a un bien esperado como consecuencia clase especial de juicios, mediante la indicación
de la volición misma. del género del contenido, al cual se dirigen afir-
Y a Aristóteles ha tocado estas definiciones es- mativa o negativamente. Cuando se ha pronun-
pecíficas, al definir lo elegible diciendo que es un ciado algún juicio afirmativo o negativo, cabe re-
bien a alcanzar mediante la actividad. J am<>s presentarse intuitivamente cualquier otro juicio,
Mill y Alexander Bain han analizado más pro- tan pronto como se sabe a qué está dirigido afir-
fundamente las condiciones especiales del fenó- mativa o negativamente. En cambio, por frecuen-
meno, contenidas en las representaciones y jui- temente que alguien haya amado u odiado, en los
cios básicos. Estos análisis, aunque alguien pue- más varios grados de energía, nunca podrá re-
da encontrar criticable en ellos esto o aquello, presentarse perfectamente en su naturaleza pecu-
despertarán, creo yo, en todo el que los conside- liar el fenómeno de la voluntad-si no ha teni-
do in specie voluntad de algo-, por la indicación
cuando opone la complacencia de la voluntad, como complacencia en
el ser, a la complacencia del sentimiento, como complacencia desinte, (1) En el libro V habremos de ocupru:nos más profundamente
resada, que se satisface mediante la mera representación. de la cuestión.

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de la particularidad de la voluntad en las citadas como entre dolores cualitativamente distintos,
referencias. Si Lotze no hubiera querido decir también entre fenómenos de amor cualitativa-
nada más que esto, nos habríamos conformado mente distintos existe una esencial afinidad y
por completo con su opinión. coincidencia. La comparación con la esfera del
Pero todo esto puede decirse igualmente de juicio lo explica claramente. También en ésta
otras clases especiales que generalmente se inclu- existen diferencias en el modo de referirse al ob-
yen en el sentimiento. Porque cada una de ellas jeto, puesto que, sobre todo, la diferencia entre
ofrece, para servirme de una expresión del mis- admitir y rechazar, debe considerarse como tal (1).
mo Lotze, un colorido particular. A quien no Con justicia se la llama diferencia de cualidad.
haya sentido más que las emociones de la alegría Sin embargo, puesto que coinciden en su carác-
y de la tristez a, no será posible darle noción in- ter general, la unidad de clase fundadamente las
tuitiva de la peculiaridad íntima de la esperanza comprende a ambas, y su separación, aunque
o del temor, mediante definición de estos senti- prescrita por la naturaleza, no es, empero, tal que
mientos. Es más; otro tanto cabe decir con res- posea una importancia tan fundamental, ni mu-
pecto a dif er entes especies de alegría: la alegría cho menos, como la que existe entre la represen-
de la conciencia tranquila y el placer de una agra- tación y el juicio. Lo mismo sucede en nuestro
dable temperatura; la alegría de contemplar un caso. Es más; todavía es-si posible-más evi-
hermoso cuadro, y el placer de degustar un man- dente decir que, al proceder a una división fun-
jar sabroso, no son distintas sólo cuantitativa, damental de los fenómenos psíquicos, las diferen-
sino que lo son cualitativamente, y sin una ex- cias cualitativas entre modos especiales del amor
per iencia específica, la indicación del objeto par- no pueden tomarse en cuenta, que decir que las
ticular no podría despertar una representación diferencias de cualidad entre los juicios no deben
perfectamente congruente. entrar en consideración. Las clases supremas se
En vista de estas diferencias cualitativas, ha- multiplicarían extraordinariamente, o más bien
brá que conceder, sin duda, que dentro de la es- serían realmente innumerables, sobre todo si se
fera del amor existen diferencias en el modo de
la referencia al objeto. Pero esto no quiere decir (1) Habría que pensar aquí también en las diferencias entre evi-
que la unidad de una misma clase fundamental no dente y no evidente, entre apodíctico y meramente asertórico, Y
comprenda a todos los fenómenos del amor. Así otra.e m&1.

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tiene en cuenta que aquello que entra en relaci6n tal entre la representación y el juicio, mostramos
con un objeto amado u odiado, es, a su vez, ob- cómo todas las circunstancias indican . que una
jeto de amor o de odio, y muchas veces con dis- referencia al contenido, fundamentalmente diver-
tinto colorido fenoménico. Además, una delimi- sa, distingue a un fenómeno del otro. Al añadir-
tación harto estrecha de esas clases supremas se el juicio a la representación, encontramos un
sería contraria al fin de una división primera y género enteramente nuevo de antítesis, un género
fundamental. enteramente nuevo de intensidad, un género en-
Por eso los que han dividido en varias clases teramente nuevo de perfección e imperfección y
fundamentales la esfera que nosotros hemos con- un género enteramente nuevo de leyes de génesis
siderado como una sola, no han tenido en cuenta, y sucesión. También la clase del amor y del odio,
en su división, todas esas diferencias. Distinguen tomada como un todo, se nos ofreció entonces
sólo dos clases, el sentimiento y la voluntad, pero caracterizada del mismo modo omnilateral, por
no tienen en cuenta todos los coloridos especiales sus peculiaridades, frente a la representación y al
de los fenómenos del amor y odio que existen en juicio. Si una diferencia fundamental, en el modo
la esfera por ellos llamada voluntad, ni los más de la referencia al objeto, existiese además dentro
numerosos que existen en la esfera del sentimien- de esta clase misma, debemos esperar que, de un
to. Así, pues, por su conducta práctica, reconocen, modo análogo, cada esfera revele la singularidad
en la gran mayoría de los casos, que estas dife- de su carácter en cada una de las direcciones in-
rencias subordinadas no justifican una división dicadas.
en diferentes clases fundamentales; con lo cual Pero este no es el caso en modo alguno.
queda admitido, en principio, que, si nuestra dis- Ante todo, cabe convencerse fácilmente de que,
cusión es exacta, hay que rechazar también su dentro de la esfera total del sentimiento y lavo-
distinción entre el sentimiento y la voluntad luntad, no aparece en ninguna parte una diversi-
como clases supremas. dad de antítesis, una de las cuales sea tan hete-
§ 7. Llegamos a una tercera serie de dilucida-
ciones que confirmarán nuestra tesis de la común
rogénea a la otra, como la antítesis del amor y el
odio es diversa de la antítesis de la afirmación Y
1
pertenencia del sentimiento y la voluntad a .una .la negación. Aun comparando la alegría y la
misma clase fundamental natural. tristeza con el querer y el no querer, vemos que,
Al tratar de establecer la diferencia fundamen- en el fondo, se nos presenta aquí y allí la misma

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antítesis entre lo amable y lo odioso, el agrado y mi deseo de volver a verle no es ta:n fuerte como
el desagrado. Sin duda, aparece algo modificada mi propósito de hacerle sentir mi desaproba-
en cada uno de los dos casos, correspondiendo al ción, etc.
diverso colorido de los fenómenos; pero la dife- Una cosa análoga sucede respecto a la perfec-
rencia no es mayor que la que se encuentra entre ción e imperfección. Hemos visto cón:;.o en las re-
las antítesis de la alegría y la tristeza, la esperan- presentaciones no hay, ni virtud ni maldad mo-
za y el temor, el denuedo y la pusilanimidad, el ral, por un lado, ni conocimiento ni error, por
deseo y la repulsión, y muchas otras dentro de otro. Los dos últimos aparecen con los fenóme-
esta clase. nos del juicio. La primera pareja se encuentra
Lo mismo pasa con la intensidad. La totalidad exclusivamente en la esfera del amor y el odio,
de la clase se distingue claramente por un género como ya se ha dicho. Mas ¿encuéntrase quizá en
especial de intensidad. Las diferencias de certeza una sola de las dos clases en que se ha dividido
no son comparables con las diferencias en los la esfera, en la voluntad, pero no en la de los
grados del amor y del odio, como fué señalado sentimientos? Se ve fácilmente que este no es el
anteriormente; y risible sería que alguien dijera: caso, sino que, así como hay una voluntad mo-
esto es para mí doble de verosímil que aquello de ralmente buena y moralmente mala, hay tam-
amable, o cosa semejante. Pero dentro de la pro- bién sentimientos moralmente buenos y moral-
pia clase no pasa lo mismo. Las diferencias de mente malos, como, por ejemplo, la compasión,
grado en el amor y el odio pueden compararse la gratitud, el heroísmo, la envidia, la crueldad,
unas con otras, lo mismo que los diversos grados la cobardía, etc. A causa de la ya indicada falta
de certeza en la afirmación y la negación. Así de una delimitación clara, ignoro hasta qué pun-
como puedo decir sin inconveniente, que afirmo to alguno de estos ejemplos no pertenecerá más
una cosa con mayor certeza que niego otra, puedo bien al dominio de la voluntad; pero uno sólo de
también decir que amo a una en mayor medida ellos bastaría a nuestro fin (1). Tampoco se puede
que odio a otra. Y puedo definir como mayores y
menores, en relación mutua, no sólo las intensi- ( 1) Es cierto que los nombres de virtud y maldad suelen ser
dades de términos antitéticos, sino también las de u sados por nosotr os en un sentido demasiado estrecho, para que se
pueda decir de todo acto de amor o de odio que es virtuoso o malo.
una alegría y un deseo, y una volición y un pro-
Honramos con el nombre de virtud sólo ciertos actos señalados, en
.pósito. Me alegro de esto más que deseo aquello; los cuales es amado lo verdaderamente amable, u odiado lo verdade-

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sostener que la virtud y la maldad son comunes a
Preguntemos ahora lo que pasa con estas leyes.
ambos dominios, pero que en la voluntad se ha
¿Están reducidas acaso a la clase de la voluntad?
de añadir a ellas una clase especial, nueva, de per- ¿O domina siquiera una parte de ellas los senti-
fección e imperfección, y hasta ahora, al menos, mientos y las actividades voluntarias juntamen-
nadie, que yo sepa, ha señalado una semejante. te, mientras la otra parte, señalada por un carác-
Pasemos al último punto de la comparación, a ter nuevo y peculiar, vale exclusivamente para los
las leyes de la sucesión de los fenómenos. fenómenos de la voluntad? Ninguna de ambas
En los juicios, aunque no se muestran inde- cosas es exacta; los actos de la voluntad, en un
pendientes de las leyes generales del curso de las caso, como los actos de la alegría o la tristeza, en
representaciones, preséntanse, además, otras le- otro, resultan unos de otros, de un modo entera-
yes especiales, que no pueden derivarse de aqué- mente análogo. Me alegro o me aflijo de un obje-
llas. Hemos observado ya que estas leyes consti- to, por causa de otro, mientras que aquél, de suyo,
tuyen las principales bases psicológicas de la ló- me habría dejado impasible; e igualmente, ape-
gica. En el amor y el odio, dijimos entonces, tezco y quiero algo en razó.n de otra cosa, sin la
acaece algo análogo; en efecto, estos fenómenos cual no lo pretendiera. El hábito del goce, cuan-
no son independientes, ni de las leyes del curso do sobreviene la falta de éste, produce una ape-
de las representaciones, ni de las de la génesis y tencia más fuerte; así como, a la inversa, un largo
sucesión de los juicios, pero, sin embargo, tam- afán precedente robustece y realza el goce al-
bién ellos muestran leyes especiales y originales canzado.
en su sucesión y desarrollo, las cuales forman las Pero ¿cómo? Decimos que las mismas leyes
bases psicológicas de la ética. valen, esencialmel'l.te, para la esfera de los senti-
mientos y para la de la voluntad; y, sin embargo,
ramente odioso; y asimismo, adjudicamos el nombre de maldad sólo la mayor antítesis que se ofrece en todo el mundo
a ciertos actos señalados, en los cttales tiene lugar una conducta
psíquico, parece existir precisamente aquí. La
opuesta. Los actos de amor y odio, en los cuales una condttcta co-
rrespondiente parece natural, no se designan como virtuosos. Podría.-
voluntad, a diferencia de todos los demás géne-
mos ctuizá mostrar cómo estos conceptos pueden ensancharse hasta ros, pasa por ser el reino de la libertad, el cual
ser aplicables con una completa generalidad. Pero nos basta haber excluye, si no todo influjo, por lo menos el impe-
demostrado ctue, tal como se les aplica comúnmente, no ofrecen nin- rio de unas leyes como las existentes en otras
llún apoyo a la distinción usual entre el sentimiento y la voluntad.
esferas. Con lo cual parece encontrarse aquí una
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sólida base para la distinción tradicional entre el el placer de la crueldad, y otros muchos fenóme-
sentimiento y la voluntad. nos de la alegría y la tristeza, son. considerados
El hecho del libre albedrío, sobre el cual se como actos no menos libres que el propósito de
apoya esta objeción, ha formado, como es sabido, cambiar de vida y el designio de inferir un daño
desde antiguo, el objeto de una vehemente polé- a alguien. Es más; los sentimientos de un amor
mica, en la cual nosotros mismos participaremos a Dios contemplativo resultan, para muchos, más
en un lugar posterior (1). Pero sin anticipar en meritorios que la acción caritativa de la volun-
modo alguno el resultado futuro, estamos, creo tad al servicio del prójimo, aun cuando los tales
yo, en situación de rechazar el argumento desde sólo quieren hablar de mérito y demérito respecto
luego. Admitido que aquella libertad plena, que de las acciones libres. Si a pesar de esto, se ha
hace aparecer una volición, una falta de volición, hablado en general de la libre voluntad solamen-
y una volición opuesta, como posibles, en el mis- te, ello obedece en los antiguos, al uso de este
mo caso particular, se encuentre realmente en la nombre, que como vimos, era ampliado y exten-
esfera de la voluntad, seguramente no existe en dido igualmente al sentimient o y a la voluntad
toda esta esfera, sino sólo allí donde, o acciones en sentido estricto; y en los modernos, obedece a
de diversa índole, o al menos, el hacer y el omi- frecuentes confusiones que se introdujeron en sus
tir, se ofrecen, cada cual a su modo, a la con- investigaciones. Incluso Locke no ha llegado
sideración, como un bien. Esto ha sido reco- nunca a distinguir claramente entre la facultad
nocido siempre, y expresamente, por los defenso- de ejecutar u omitir una acción, según que se
res más significados del libre albedrío. Pero lo quiera o no se quiera ejecutarla, y la posibilidad
que, aunque expresado quizá menos claramente, de quererla o no quererla en las mismas circuns-
se da a conocer, sin embargo, como una convic- tancias. Por tanto, es seguro que, si en la esfera
ción suya, igualmente innegable, es que actos del amor y del odio hay libertad, no se extiende
asimismo libres se encuentran entre aquellas ac- a los actos de la voluntad sola, sino asimismo a
tividades psíquicas que no pueden denominarse ciertas manifestaciones de los sentimientos, y
voliciones y se atribuyen a los sentimientos. El que, por otro lado, tanto todo acto de la voluntad,
dolor del arrepentimiento por una antigua falta, como todo acto del sentimiento, puede llamarse
libre. Esto basta para mostrar cómo la afirmación
(1) Como tal estaba proyectado el libro V. de la libertad no abre un abismo entre el sentí-

- ·196 - - 197 -
miento y la voluntad, ni ofrece apoyo alguno a Tercero y último. Hemos visto que entre el
la clasificación tradicional. sentimiento y la voluntad no se halla una dife-
§ 8. Hemos recorrido la tercera parte del ca- rencia en las circunstancias, tal como se suele
mino trazado a nuestra investigación. El trayec- presentar, en otras partes, entre modalidades di-
to que hemos acabado ahora, al examinar la re- versas de la conciencia.
lación entre el sentimiento y el apetito, ha sido Por tanto, podemos co11.siderar completamente
esencialmente el mismo que antes, cuando se tra- demostrada la unidad de nuestra tercera clase
taba de demostrar la distinción fundamental en- fundamental; y sólo nos queda denunciar ahora
tre la representación y el juicio. Pero esta ve.z respecto del sentimiento y la voluntad, como an-
nuestras observaciones han sido, paso a paso, las teriormente respecto de la representación y el jui-
opuestas. cio, las causas que favorecieron un falseamiento
Resumamos brevemente el resultado. de la verdadera relación.
Primero. La experiencia interna nos ha mos- § 9. Estos motivos de error me parecen haber
trado cómo no hay trazado en ninguna parte un sido de índole triple: psíquicos, verbales e histó-
límite neto entre el sentimiento y la voluntad. ricos, si así queremos llamarlos, esto es, los moti-
En todos los fenómenos psíquicos, que no son re- vos aportados por los yerros precedentes de la
presentaciones o juicios, hemos encontrado un psicología en otras cuestiones.
carácter concordante de la referencia al conteni- Consideremos en primer término las principa-
do, y podemos denominarlos a todos fenómenos les causas psíquicas.
de amor y de odio, en un sentido unitario. Hemos visto anteriormente cómo los fenóme-
Segundo. Mientras que, en la representación nos de la conciencia interna están fundidos con
y en el juicio, la falta de una diversidad en el su objeto de un modo peculiar. La percepción in-
modo de la conciencia hacía imposible indicar terna está comprendida en el acto percibido, e
una distinción, en cambio en la esfera del senti- igualmente el sentimiento interno que acompaña
miento y la voluntad hemos visto que, supuesta a un acto, es él mismo parte de su objeto. Era
la antítesis del amor y el odio y sus diferencias fácil confundir esta especial manera de unión con
de grado, cada clase particular puede definirse el objeto, con un modo especial de la referencia
atendiendo a los fenómenos especiales que residen intencional a él, y separar los fenómenos del
en su base. amor y el odio pertenecientes a la conciencia in-

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terna, de todos los restantes, como una sola clase Pero ¿cómo es que, mientras la singular umón
fundamental. de los fenómenos internos con su objeto condujo
Si recordamos el modo de expresarse Kant aquí a una distinción entre dos clases fundamen-
acerca de la distinción entre el sentimiento y el tales, no ocurrió lo mismo en la esfera del cono-
apetito, descubriremos, creo y o, claras huellas de cimiento? ¿Por qué no se ha separado la percep-
la relación de su doctrina con la distinción que ción interna de todos los demás conocimientos
acabamos de indicar. Decía, en efecto, que la fa- como una modalidad propia, fundamentalmente
cultad apetitiva tiene una «relación objetiva», diversa, de la conciencia?-La respuesta es fácil.
mientras que el sentimiento se refiere «mera- Hemos visto cómo nuestra t ercera clase funda-
mente al sujeto». mental tiene la peculiaúdad de encerrar una mu-
Esto mismo resalta en Hamilton, tanto más chedumbre de especies que difieren entre sí más
cuanto más se explana este autor acerca de la dis- que las distintas clases de juicios. Por tanto, el
tinción entre los sentimientos y las tendencias; y desconocer la concordancia en el car ácter general
sus definiciones, que por lo demás son difíciles de de la referencia al objeto, era más fácil aquí que
poner en consonancia recíproca, concuerdan en in- en los fenómenos del conocimiento; y la misma
dicar que, para él, la clase del sentimiento com- circunstancia que evitara todo extravío en esta
prendía principalmente los fenómenos afectivos esfera, fué la que causó el error en la otra.
pertenecientes a la conciencia interna. Su defini- § 10. Otra causa psíquica se agr ega a la indi-
ción, según la cual el sentimiento pertenece exclu- cada. Recordemos que Kant y sus sucesores adu-
sivamente al presente, es entonces justificada, y su cían, en pro de la diversidad fundamental de la
caracterización de los sentimientos, como «subje- voluntad respecto del sentimiento, la imposibili-
tivamente subjetivos», resulta al menos compren- dad de derivarla de los fenómenos de esta clase.
sible. La investigación sobre la génesis de los sen- Está fuera de duda que los fenómenos de la vo-
timientos, tal como se halla en el tomo segundo luntad no pueden derivarse realmente de otros
de sus lecciones, está también en consonancia fenómenos psíquicos. Y no quiero decir con esto
completa con una concepción semejante (1). que el colorido peculiar de las acciones volunta-
rias sólo pueda conocerse mediante una experien-
(1) Lectures on Metaphysics, Il, p . 436 y ss. Cf. también Lotze, cia específica; esto es algo que pasa igualmente
Microcosmos, 1.ª ed., l, p . 261 y ss. , y loe. cit. con otras clases especiales del amor y del odio.

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El peculiar colorido de la esperanza y el del goce de experiencias y la existencia y acción real de un
de la posesión, el peculiar colorido de la noble género especial de fuerzas a las cuales estas ex-
alegría espiritual y el del placer sensual inferior, periencias se refieren. La fuerza de ciertos fenó- 1
tampoco pueden derivarse. Otra circunstancia menos del amor para realizar los objetos a los
hay que hace aparecer la voluntad como no sus- cuales están dirigidos, es, pues, una condición
ceptible de derivación y que suscita la inclina-
ción a concebirla como manifestación de una fa-
previa de la volición; sólo ella (aun cuando no se
considere la facultad de obrar como la facultad
1
cultad primitiva especial. misma de querer, cual Bain ha hecho) da, en
Toda volición o tendencia, en su sentido más cierto modo, la capacidad para ésta. Mas esa
propio, se refiere a una acción. No es simplemen- fuerza para la exteriorización y la realización del
te un afán de que suceda algo, sino un deseo de amor y del deseo es completamente heterogénea
que tenga lugar algo como consecuencia del de- de la capacidad para estos fenómenos mismos;
seo mismo. Antes de haber alcanzado el conoci- de donde resulta que no parece derivable de ésta,
miento, o al menos la presunción, de que ciertos y mucho menos aún de la facultad del conoci-
fenómenos de amor y deseo arrastran tras de sí miento; y así la capacidad de tender y querer pa-
los objetos amados, como sus consecuencias in- rece una facultad en alto grado insusceptible de \JI ;I
mediatas o mediatas, es imposible una volición. derivación, si bien la imposibilidad de dicha de-
Ahora bien, ¿cómo llegar a tal conocimiento o rivación no se basa en el hecho de que los fenó-
presunción?-De la naturaleza de los fenómenos menos correspondientes revelen un carácter fun-
del amor, ya sean fenómenos de placer o dolor, damentalmente distinto del de los restantes fenó-
de deseo, de temor, u otros, no cabe sacarla. Sólo menos del amor.
resta, o admitir que sea innata, o que sea tomada Por el contrario, examinando la cuestión más
de la experiencia, análogamente a otros conoci- de cerca, se verá que aquí se revela nuevamente
mientos de relaciones causales. Lo primero sería, un rasgo de afinidad entre los fenómenos de la
evidentemente, admitir un hecho del todo extraor- voluntad y los otros fenómenos del amor y el de-
dinario, el cual, más que ningún otro, fuera com- seo. Si la volición supone la experiencia de un
pletamente irreductible. Pero lo segundo, que de influjo de los fenómenos del amor en la produc-
antemano es, sin duda, incomparablemente más ción del objeto amado, esto supone, evidentemen-
verosímil, supone claramente un círculo especial te, que también los fenómenos de amor que no

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puedan llamarse voliciones se revelarán efica- sideradas en la relación al sentimiento del pla-
ces, de modo análogo a la volición, aunque quizá cer>>, habla de otra «referencia objetiva, cuando,
en grado más débil. Pues si semejante eficencia consideradas a la vez como la causa de la reali-
perteneciese exclusivamente a la volición, queda- dad de este objeto, son atribuídas a la facultad
ríamos enredados en un círculo fatal. La volición apetitiva». Mas la delimitación de las dos clases,
supondría la experiencia de la volición, mientras, que resulta cuando se reunen los fenómenos in-
naturalmente, a la inversa, también esta expe- ternos del amor, como sentimientos, y se oponen
riencia supondría la volición. Pero la cosa es muy a todos los demás, no coincide en modo alguno
distinta si el mero deseo de ciertos sucesos tiene con aquella a que se llega cuando se toma la ten-
por consecuencia su realización; entonces puede dencia hacia un objeto, que supone conocida la
repetirse, con la modificación que el conocimien- relación causal expuesta, y se separa de todos los
to de esta eficiencia le confiere, esto es, como vo- restantes fenómenos del amor. Por esto hallamos
lición. en Kant aquella sorprendente afirmación de que
Basten estas indicaciones hasta que nos ocupe- todo deseo, aunque sea un imposible reconocido,
mos posteriormente de un modo más detenido, como, por ejemplo, el deseo de tener a las, es ya
con el problema del origen de la volición. una tendencia a lograr lo deseado, y contiene la
Si une manifestación de Kant sobre la peculia- repr~sentación de la causalidad de nuestro de-
ridad de los sentimientos, anteriormente consi- seo (1). Es un intento desesperado para trazar
derada, nos descubrió cómo su clasificación reco- el límite entre las dos clases, de manera que
nocía la pertenencia de ciertos fenómenos del queden en consonancia las dos exigencias dife-
amor a la conciencia interna, otras, y no pocas. rentes.
aluden muy claramente a las circunstancias que Otros han preferido extender la clase de los
acabamos de considerar. Kant ha definido la fa- sentimientos hasta el límite de la volición pro-
cultad apetitiva justamente como «la facultad de piamente tal, y otros han atribuído, a cada una
ser, mediante las propias representaciones, la cau- de ambas clases, partes más o menos considera-
sa de la re~Jidad de los objetos de estas represen- bles de los miembros intermedios. De aquí la in-
taciones», y en el mismo pasaje en el cual habla seguridad de la delimitación, que hemos hallado.
de una. referencia de las representaciones «mera-
mente al sujeto», con respecto a la cual «son con- (1) Crítica del juicio, introducción, III, n.

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§ 11. Decíamos que a las causas psíquicas, cton demasiado estrecha para poder abarcar to-
fundadas en la naturaleza peculiar de los fenó- dos los fenómenos psíquicos distintos de los del
menos mismos, hay que añadir ciertos motivos pensamiento, era inminente la idea de que hay fe-
verbales. nómenos no comprendidos en las clases estableci-
Aristóteles, que ha reconocido exactamente la das hasta aquí, y que, por tanto, debía coordinar-
unidad de nuestra tercera clase fundamental, la se a éstas una clase nueva. Un pasaje de Hamil-
designó, como vimos, con el nombre de apetito ton, aducido anteriormente, muestra cómo esta
(opE~t~). E.l término estaba mal elegido (1); nada circunstancia no dejó de influír realmente (1).
más extraño al lenguaje de la vida ordinaria, que § 12. Pero decíamos que el error respecto a la
llamar a la alegría un apetito. Pero esto no im- unidad de esta clase de fenómenos psíquicos, ha
pidió que la E.dad Media se dejara llevar aquí, lo tenido una tercera especie de causas; los yerros
mismo que en tantos otros respectos, por la autori- cometidos en las investigaciones anteriores han
dad «del filósofo» y de sus traductores, y denomi- influído nocivamente aquí.
nara facultas appetendi a la facultad de todos los El error principal que teníamos aquí a la vista
actos pertenecientes a esta clase (2), y posterior- era el de considerar la representación y el juicio
mente Wolff se adhirió a la terminología de los como fenómenos de la misma clase fundamental.
escolásticos, con .5U distinción de la facultad cog- Había las tres ideas (como se las suele llamar
noscitiva y la facultad apetitiva. Mas como el con preferencia) de la verdad, el bien y la belleza;
nombre de apetito tiene en la vida una significa- y parecían coordinadas entre sí. Se creyó que de-
bían tener una relación con tres aspectos coordi-
nados, y fundamentalmente diversos, de nuestra
(1) Aristóteles fué conducido a él verosímilmente por la reunión vida psíquica. Se adjudicó la idea de la verdad a
en un concepto más general del &op.o~ y la <m&op.!CI que aparecen jun-
la facultad cognoscitiva, la idea del bien a la fa-
to al ),oT~:lp.o• en la división de Platón; una prueba má.s de la verdad
de nuestra afumación anterior: que las divisiones básicas de Aristó-
cultad apetitiva; la tercera facultad, la de los sen-
teles proceden de la platónica. Esta relación es innegable en otros timientos, fué un oportuno descubrimiento, y se
respectos. le asignó la idea de la belleza. Y a Mendelssohn,
(2) Huellas de una emancipación se ven sólo algunas veces, como, al hablar de las tres facultades del alma, habla de
por ejemplo, en Tomás de Aquino, cuando usa la expresión «amare..
como nombre general de una clase en la Summ. Tbeol., P. I, Q. 'lJ7,
(1) Lectures on Metapb., II, p. 420; cf. supra cap. 1, § 4.
artículo 1. 0 y en otras partes.

206 - - 207 -
la verdad, el bien y la belleza. Y los defensores Otros han hecho un ensayo opuesto; han colo-
posteriores de una división tripartita análoga, re- cado la belleza bajo el concepto del bien, como
prochan a Kant el reducir el sentimiento del pla- por ejemplo Tomás de .Aquino, cuando dice
cer y el dolor «exclusivamente al juicio de gusto que lo bueno es aquello que agrada, lo hermoso
estético» y el «considerar la facultad apetitiva, no aquello cuya apariencia agrada (1). La aparien-
como una fuerza puramente psicológica, sino en cia de la belleza es considerada aquí por primera
relación al ideal del bien, al que debe servir» (1). vez como un bien, y entonces, naturalmente, tam-
Una investigación más precisa de si el reparto bién lo que provoca esa apariencia es un bien, en
de la verdad, el bien y la belleza entre las tres atención a ello. La belleza en este sentido :figura,
clases de la facultad cognoscitiva, apetitiva y afec- sin duda, entre los bienes; pero también de la
tiva, se puede justificar en realidad, levantará verdad puede decirse algo análogo; y por tanto, el
más de una duda. carácter de apetecible parece ser común a los tres
Hemos aducido anteriormente un pasaje de conceptos, como no puede menos de ser, ya que
Lotze, en el cual este pensador, aunque distingue se trata de tres ideales.
la voluntad y el sentimiento como facultades fun- Es menester, pues, concebir de un modo algo
damentales, considera «los principios morales de distinto la trinidad de la belleza, la verdad y el
todos los tiempos» como «sentencias de un senti- bien, y en seguida se descubrirá que está real-
miento estimativo». Herbart (2) ha condensado mente en relación con los tres lados de nuestra
la ética entera como una rama especial de la esté- vida psíquica; pero no con el conocimiento, senti-
tica, más general, según él; de modo que para él miento y voluntad, sino con aquellos tres que
el ideal del bien amenaza sumirse enteramente nosotros hemos distinguido, en las tres clases
en el de la belleza, o subordinarse a la idea más fundamentales de los fenómenos psíquicos.
comprensiva, como una forma especial de ella. Cada clase fundamental de fenómenos psíqui-

(1) B. Meyer, Psicología de Kant, p. 120. (1) De ratione boni est quod in eo quietetur appetitus. Sed ad
(z) En el fondo, ya Adán Smith, si Kant tiene razón, cuando rationem pulcl1ri pertniet quod in ejus aspectu seu coanitione quie•
dice que lo bello es lo que suscita una satisfacción desinteresada. tetur appe:itus ... Pulchrum addit supra bonum quemdam ordinem
Mucho antes que ellos dijo Agustín: «Honestum voco intelligibi• ad vim cognoscitivam; ita quod bonum clicatur id quod simpliciter
lem pulchritudinem, quam spiritualem nos proprie dicimus» (83 complacet appetitui; pulchrum autem dicatur id cujus ipsa ap•
Q. Q. qurest. 30, al principio). prehensio placet. (Summ. Theol., P. II, 1, Q. 27, A. 1 ad 3.)

- 208 - 209 - 14
cos tiene un género de perfección peculiar a ella; libre hacia los bienes superiores, desembarazada
y esto se da a conocer en el sentimiento interno de toda consideración al placer y al interés pro-
que, como vimos, acompaña a todo acto. A los pios; está en la abnegada entrega de sí mismo, a
actos más perfectos de cada clase fundamental, lo que por su perfección es más amable que todo;
les es inherente una noble alegría que a ellos se en el ejercicio de la virtud o del amor al bien por
refiere. La perfección suprema de la actividad él mismo, y en la medida de su perfección. La
representativa, está en la contemplación de la alegría inherente a la acción noble, y en general
belleza, ya sea sostenida por la acción del objeto, al noble amor, es la que corresponde a esta per-
o independiente de ella. En esta contemplación fección, de un modo análogo a como las alegrías
estriba el goce supremo que podemos encontrar del conocimiento y de la contemplación de la be-
en la actividad representativa como tal. La per- lleza corresponden a la perfección de los otros
fección suprema de la actividad judicativa está en dos lados de la vida psíquica. El ideal de los
el conocimiento de la verdad; sobre todo en el ideales consiste en una unidad de toda verdad,
conocimiento de aquellas verdades que nos reve- bien y belleza; esto es, en un ente cuya represen"'
lan más que otras una rica abundancia de ser. ta.ción muestra la belleza infinita, y en ella, como
Este es el caso, por ejemplo, cuando comprende- en su modelo infinitamente superior, toda la be-
mos una ley, por la cual, como por la ley de la lleza finita imaginable; cuyo co11ocimiento revela
gravitación, se explica de un golpe un vasto cam- la verdad infinita, y en ella, como en su primera
po de fenómenos. Por esto el saber es una alegría y universal razón explicativa, toda la verdad fini- 1 1
y un bien en sí y por sí, y prescindiendo de toda ta; y cuyo a.mor ama el bien infinito, omnicom-
la utilidad práctica que proporcione. «Todos los prensivo, y en él todo cuanto participa de un
hombres desean, por naturaleza, saber», dice el modo finito en la perfección. Éste, digo, es el
gran pensador que ha saboreado las alegrías del ideal de los ideales. Y la bienaventuranza de las
conocimiento más que muchos otros. Y dice otra bienaventuranzas consistiría en el triple goce de
vez: «La contemplación cognoscitiva es lo más esta triple unidad, en tanto que, contemplada la
dulce y lo mejor » (1). En fin, la perfección supre- belleza infinita y, por su contemplación, conocida
ma de la actividad amatoria, está en la ascensión como la verdad necesaria e infinita y revelada
como la infinita amabilidad, sería amada con
(1) Aristot., Metaph. A. 1; .\, 7. completa y necesaria entrega, como el bien infi-
- 210 - 211 -
nito. Esta es también la bienaventuranza pro- gusto» (1). En los Principios metafísicos del'lJe-
metida en la más perfecta de las religiones que rech.o (1797) repite otra·vez que hay un placer que
han aparecido en la historia, el Cristianismo; y no está enlazado con ningún apetito del objeto,
los máximos pensadores del paganismo, y es- sino con la mera representación que formamos
pecialmente el divino Platón, coinciden con de un objeto; y advierte: «Se podría llamar placer
él en la esperanza de una bienaventuranza se- meramente contemplativo, o complacencia inacti-
mejante. va, al placer que no está unido necesariamente
Como vemos, aunque se niegue con nosotros con el apetito del objeto; que, por tanto, no es en
que el sentimiento constituya una clase funda- el fondo un placer en la existencia del objeto de
mental; aunque se adopte nuestra división básica, la representación, sino que depende mera.mente
la trinidad de los ideales de la belleza, la verdad de la representación. Llamamos gusto al senti-
y el bien, puede explicarse perfectamente por el miento de esta última especie de placer» (2).
sistema de las facultades psíquicas. Es más: sólo Confírmase, pues, nuestro aserto de que el des-
nuestra división lo hace completamente compren- conocimiento de la diversidad fundamental entre
sible; e incluso en Kant no faltan manifestacio- la representación y el juicio predispuso a admitir
nes que atestiguan que sólo la referencia de la otra diferencia fundamental que no existe en rea-
belleza a la actividad representativa, llevada a lidad; y que el primer error cometido en la divi-
cabo por nosotros, sitúa la belleza en su lugar sión de los fenómenos psíquicos contribuyó esen-
exacto. En la Crítica del juicio dice Kant: «La cialmente a la producción del segundo. Parece
forma de dicho objeto es juzgada, en la mera re- que esta circunstancia no ha sido de las menos
flexión sobre la misma, como la base de un placer perturbadoras.
en la representación de semejante objeto; con (1) Crít. d. juicio. lntrod., VI.
cuya representación este placer es juzgado como (Z) Principios metafísicos del Derecho, cap. !.-También Tomás
necesaria.mente unido, y, consiguientemente, no de Aquino, quien, como en general la escuela peripatética, tuvo de
común con Kant el error de reunir la representación y el juicio en la
sólo para el sujeto que pretende aquella forma,
misma clase fundamental, da testimonio de la referencia de la belleza
sino para todo el que juzga en general. El objeto a la representación en el pasaje citado arriba. En otro lugar dice:
llámase entonces bello, y la facultad de emitir Bonum proprie respicit appetitum ... Pulchrum autem respicit vim
juicios segtÍn un placer semejante (consiguiente- coanoscitivam: pulchra enim dicuntur, quae visa placent. (Summa
mente también con valor universal) llámase el Theol., P. I, Q. S, .A. 4 , ad. 1.)
'1,
- 212 - - 213
Fuera de esto, el nuevo error fué favorecido,
naturalmente, también por la falta de claridad
sobre el principio propio de la división. Hemos
hablado anteriormente de esto, y por ello pode-
mos ahorrarnos ahora toda palabra de más. CAP1TULO V
Sean cuales fueren, además, los motivos que
hayan contribuído a que se considere errónea-
COMPARACIÓN DE LAS TRES CLASES FUNDAMENTA-
mente el sentimiento y la voluntad como dos
LES CON EL TRIPLE FENÓMENO DE LA CONCIENCIA
clases fundamentales diversas, creo que en la in-
INTERNA. DETERMINACIÓN DE SU ORDEN NATURAL
vestigación precedente quedan recogidas las prin-
cipales ocasiones del error. Son tan varias e im-
portantes, que no debemos admirarnos de que § 1. Las tres clases fundamentales de la repre-
más de un pensador sobresaliente se dejara extra- sentación, del juicio y del amor, establecidas por
viar por ellas; y así, espero que su exposición ha- nosotros, nos recuerdan una trinidad de fenóme-
brá hecho desaparecer el último reparo contra la nos hallada ya anteriormente. En la conciencia
afinidad del sentimiento y la voluntad, defendida interna, que acompaña a todo fenómeno psíqui-
por nosotros. Nuestra división básica parece co, vimos inclusos una representación dirigida a
ahora completamente asegurada. Por tanto, pode- él, un conocimiento y un serLtimiento; y, eviden-
mos considerar establecido que los fenómenos temente, cada uno de estos elementos correspon-
psíquicos revelan, ni menos ni más, que una tri- de a una de las tres clases de actividades aními-
ple diferencia fundamental, en su referencia al cas que hemos encontrado ahora.
contenido, o, como nosotros podemos decir, en la Vemos, por esto, que los fenómenos de las tres
modalidad de la conciencia; y que, conforme a clases fundamentales se entrelazan del modo más
esto, se dividen en tres clases fundamentales: en íntimo. Pues no cabe imaginar una unión más
la clase de las representaciones, en la de los jui- íntima que la existente entre los tres elementos
cios y en la de los fenómenos de amor y de odio. de la conciencia interna.
Vemos, además, que las tres clases tienen la
máxima universalidad; no hay un acto psíquico
en el cual no estén todas representadas. A cada

- 214 - - 215 -

-~
clase le corresponde una cierta omnipresencia en versalidad también para la actividad voluntaria.
la vida toda del alma. «En nuestros ·libros de filosofía-dice-el cono-
Pero de esto no se sigue que puedan derivarse cimiento, el sentimiento y la voluntad pueden
unas de otras, como fué señalado anteriormente. estar separados en libros y capítulos; en la natu-
Cada estado total de la vida psíquica revela la raleza están entretejidos. En toda modificación
existencia de una facultad para cada uno de los del espíritu, hasta la más simple, se hallan el co-
tres géneros de actividades. Pero cabe pensar, sin nocimiento, el sentimiento y la voluntad junta-
contradicción, que existiese una vida psíquica, a mente, para formar el estado psíquico~> (1), etcé-
la cual faltará uno o dos de estos géneros y la tera. Pero quien analice el concepto de la volición
eapacidad para ellos. Queda, asimismo, una dis- no puede dudar de que Hamilton afirma un im-
tinción entre los actos psíquicos, que pueden lla- posible, respecto de su tercera clase fundamental.
marse meros actos representativos, en un sentido Una volición se hace posible sólo mediante la
relativo, y aquellos en los cuales no ocurre esto, idea de la propia eficiencia, como dijimos ante-
por cuanto el objeto primario de un acto es, ya riormente; circunstancia que, mostrando en ge-
meramente representado, ya también afirmado o neral el carácter menos universal de este concep-
negado, ya a la vez amado u odiado de algún to, prueba en especial cuán lejos está de poder
modo. En estos últimos, las cuerdas que en el hallar aplicación a una actividad primitiva.
primer caso habían tan sólo resonado como me- Así vemos, también por este lado, que nuestra
ros armónicos, son pulsadas, por decirlo así, di- clasificación lleva ventaja con respecto a la ac-
rectamente. tu~lmente usual, aunque yo no adjudicaría a esta
Este hecho da testimonio de la universal signi- circunstancia una significación tan decisiva como
ficación de cada una de las tres clases; y este tes- a otros varios resultados de la discusión prece-
timonio es ciertamente bienvenido cuando se tra- dente.
ta la cuestión de 1 carácter fundamental de la § 2. Nos queda ahora por resolver una cues-
clase. La división tripartita usual, en conocimien- tión cuya solución está también preparada y, en
to, sentimiento y voluntad, no puede aducirlo en
su provecho de igual modo. Hamilton, verosímil- (1) Lect. on Metaph., 1, p. 188. Posteriormente (ibídem II, pági-
mente porque comprendía la importancia de esta na 433), repite una vez más la misma idea, pero ya no con la misma
circunstancia, ha reclamado una completa uní- ~eguridad.

- 216 - - 217 -
cierto modo, anticipada en las investigaciones El segundo lugar corresponde al juicio, por ra-
precedentes: es la cuestión de la sucesión natural . zones análogas. El juicio es la clase más simple,
de las tres clases. - después de la representación. Tiene por base so-
Lo mismo que en todas partes, también en lamente la representación, no los fenómenos del .
nuestr o caso la independencia relativa, la sim- amor y del odio.
plicidad y la generalidad de las clases deben ser La idea de un ente que uniese la actividad del
las que determinen su orden. juicio con la de la representacion, pero carecien-
Con arreglo a este principio, es claro que el do de todo movimiento de amor o de odio, no
primer puesto le corresponde a la representación. encierra ninguna contradicción; y podemos aña-
Esta es el más sim ple d e los tres fenómenos, ya dir a aquellas leyes del curso de las representa-
que el juicio y el amor encierran siempre una re- ciones, de que hablábamos, cierto círculo de leyes
presentación; es asimismo el más independiente, especiales del juicio, en las cuales no se trata para
pues es la base de los restantes, y precisamente nada de los fenómenos del amor. Cosa distinta
por ello este fenómeno es también el más gene- pasa, en cambio, con estos fenómenos, cuando se
ral. No quiero decir que el juicio y el amor no consideran en su relación al juicio. No es cierta-
estén representados de algún modo en todo esta- mente necesario que quien ama algo crea que este
do psíquico; lo hemos hecho resaltar ahora mis- algo existe o puede existir; pero todo amor es un
mo. Pero hemos señalado a la vez cierta diferen- querer que algo sea; y cuando un amor engendra
cia de generalidad, por cuanto el objeto primario otro, cuando una cosa es amada por amor de
sólo está presente de un modo necesario y uni- otra, esto no sucede nunca sin que actúe la creen-
versal en la conciencia, en el modo de inheren- cia en ciertas relaciones de la una con la otra.
cia intencional que es propio del acto de repre- Según el juicio sobre la existencia o la inexisten-
sentar. También cabría pensar sin contradicción cia, la verosimilitud o la inverosimilitud de aque-
un ente que, sin la facultad del juicio y del amor, llo que se ama, el acto del amor es, ya alegría, ya
estuviese provisto sólo de la facultad de represen- tristeza, ya esperanza, ya temor, y otras muchas
tación, pero no a la inversa; y las leyes del curso formas que aún toma. Parece inconcebible que
de las representaciones en una ficción psíquica se- un ente esté dotado con la facultad del amor y de
mejante, podían ser algunas de las leyes cuyo influ- odio, sin tener parte en la del juicio. Y asimismo
jo se revela actualmente en nuestra vida psíquica, es imposible establecer ley alguna de sucesión, ¡1

- 218 - - 119 - i
para este género de fenómenos, prescindiendo posteriores, pues su independencia solamente
enteramente de los fenómenos del juicio. Esta pudo se:r afirmada por nosotros en un sentido
clase está, pues, detrás de las del juicio, en cuan- restringido y relativo. La voluntad interviene im-
to a la independencia, en cuanto a la simplicidad periosamente, no sólo en el mundo exterior, sino
' y, por ello, también en cuanto a la generalidad, también en la esfera interna de la representación,
aunque con respecto a la generalidad, sólo en el y también los sentimientos influyen en el curso
sentido, naturalmente, en que pudo hablarse de de ésta. Asimismo es sabido cuán frecuentemente
una diferencia de generalidad en la representa- los hombres afirman algo, porque lisonjea su va-
ción y el juicio. nidad o corresponde a sus deseos. La división
Se ve, por lo dicho, cuánto desconocen el verda- más natural y el orden más natural de los miem-
dero nexo de los hechos aquellos que consideran la bros de ésta son, pues, siempre algo artificiales.
voluntad como el primero entre todos los fenóme- Cuando Comte, en su famosa jerarquía de las
nos psíquicos, cual sucede a muchos pensadores ciencias, ordenó todas las disciplinas teóricas en
precisamente en nuestros días. No sólo el repre- una serie, Herbert Spencer opuso a ésta su teoría
sentar es notoriamente una condición previa de la del «consensus» de todas las ciencias, el cual im-
voluntad; las crecientes discusiones revelan que pide designar a una como anterior a otra. Esta
también el juicio precede al amor y al odio en afirmación fué quizá demasiado lejos; pero Comte
general, y mucho más al fenómeno relativamente mismo había concedido que su gradación no es
tardío de la volición. Esos filósofos trastruecan, absoluta y que la ciencia anterior es apoyada y
pues, el orden natural precisamente en su con- realzada reiteradamente por la posterior.
trario.
Pondremos por base de las investigaciones más
especiales subsiguientes, la clasificación natural
hallada, como también el orden natural de sus FIN
miembros. Hablaremos primero de las leyes de
las representaciones, luego de las de los juicios y,
por último, de las del amor y el odio. Sin em-
bargo, será imposible, al considerar las clases an-
teriores, evitar por completo una ojeada a las

- 220 - - 221 ~
INDICE

Dr. LA DISTINCIÓN ENTRE LOS FEi-l"ÓMENOS


PS1QUICOS Y LOS FENÓMENOS FÍSICOS Pá!ls.

§ 1. Necesidad de estudiar detenid~nnente la cuestión. 11


§ 2. Explicación de la distinción por medio de ejemplos. 13
§ 3. Los fenómenos psíquicos son representaci;nes o tie-
nen representaciones por base...... .. ... . . . . . 15
§ 4. Definición de los fenómenos psíquicos por su caren-
cia de extensión. Contradicción que se alza fren-
te a esta definición .. ....................... 26
§ 5. Es característica de los fenómenos psíquicos su re-
ferencia a un objeto. . • . . . . • • • . • . . . . • . • . • • • 30
§ 6. Los fenómenos psíquicos sólo pueden ser percibidos
por la conciencia interior; para los físicos sólo es
posible la percepción exterior.. . . . . . . . • • . • . . . 35
§ 7. Los fenómenos psíquicos sólo pueden existir feno-
ménicamente; los físicos pueden también existir
en la realidad. . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . • • . . . 37
§ 8. Si es exacto, y en qué sentido lo sea, d ocir que los
fenómenos psíquicos sólo existen t;nO tras otro,
mientras que los físicos existen muchos a la vez. 41
§ 9. R.etrospección sobre las definiciones de la ciencia
física y la ciencia psíquica ••.•..••• •. • · · . · • . 46

- zz3 -
II Págs.

§ 2. Debe preferirse en la actualidad una clasificación


DE LA CLASIFICACIÓN DE LOS FENÓMENOS
que tome por principio el diferente modo de re-
PS1QUICOS 90
Págs. ferencia al objeto inmanente . . ..•... . •.•.•..
§ 3. Las tres clases fundamentales na t urales son: repre-
PROLOGO • • • . . • . • • . • • • ••.•...•••.••••••••.••••••. . 53 sentaciones, juicios :v fenómenos de amor :v odio. 95
§ 4. Procedimiento que deb e seguirse para justificar :v
funda r esta división. . . . • . . . • . • . • • . . • • ...•. 99
CAPÍTULO PRIMERO. - ÜJEADA A LOS PRINCI-
PALES ENSAYOS DE UNA CLASIFICACIÓN DE LOS
FENÓMENOS PSÍQUICOS. CAPÍTULO III. - LA REPRESENTACIÓN y EL
§ 1. División platónica del alma en tres partes: una con- JUICIO, DOS DISTINTAS CLASE.S FUNDAMENTALES
cupiscente, otra irascible, otra racional . •.•••.• 57
§ 2. Las divisiones fundamentales de los fenómenos psí- Testimonio de le experiencia interna. • . . . • . . .. 103
§ 1.
61 1
,..
quicos en Aristóteles .•••....••. ..•••••••. • . § 2. La diferencia entre la representación :v el juicio es
§ 3. Influjo de las clasificaciones de Aristóteles, WolR, 1 una diferencia d e la s actilddades mismas ..•••• 104
Hume, R..eid, Brown .. ••.••••..••••••....••. 65 lí No es unn diferencia de intensidad. . . . . • . . . .•. 109
§ 3.
§ 4. División tripartita en represontación, sentimiento
§ 4. No es una diferencia de contenido .. ... . 110
:v apetito. Tetents, Mendelssobn, Kant, Hamil· § 5. No es exacto que el enlace del sujeto :v el predicado
ton, Lotze. r:Cuál fué propiamente su principio u otra combinación semejante pertenezca a la
directivo?•. ••..•..•• . ••••••.•••..•••••••.• ó6 esencia del juicio. Demuéstralo primero la consi•
§ 5. Aceptación de los tres miembros de la división por deración de la proposición existencial afirmativa
la escuela berbartiana •• • •.•.• . •..•• . ••••••• 83 :v ne ~ ativa ••••. ..• .. .. ..• . ..•. • •. . •.•.• . · 116
§ 6. Las divisiones de Bain .• ••••••••• .•.. ••. ..• • . . 83 § 6. segundo: lo confirma la consideración de las per-
§ 7. R..etrospección de los principios empleados en la cepciones, sobre todo las condiciones de las pri-
clasificación fundamental. • . . • . . •••••.•••. . 87 meras percepciones . . . . . . . . . .. . . . . . . . . .. . .. 118
§ 7. tercero: se infiere de lo reductibilidad de todas las
predicaciones a proposiciones existenciales . .... 121
CAP1TULO II. - DIVISIÓN DE LAS ACTIVIDADES
§ 8. No ba:v, pues, más remedio que reconocer la pecu•
PS1QUICAS EN REPRESENTACIONES, JUICIOS Y
liaridad del juicio en el modo particular de su
FENÓMENOS DE AMOR Y ODIO. referencia a su contenido • . . . • . • . . . . . . · . · 135

§ 1. Eliminación de las clasificaciones que no proceden § 9. Todas l as peculiaridades que en otros casos caz·acte•
del estudio de los fenómenos psíquicos. •••••.. 89 rizan la .' liferencia fundamental en el modo de

- 22.5 - 15
- 224 -
Pi1.as.
Pi1.gs,

§ 5. Carácter de las diferencias de clase dentro de la es•


referirse al objeto, se encuentran también en
lera del sentimiento y la voluntad. Son definibles
nuestro caso .... . .......... . .............. .. 136 183
merced a los fenómenos que les sirven de base . .
§ 10. Retrospección sobre los tres modos de lundamen-
§ 6. Diferencias subordinadas en el modo de referirse
tación . . ................................... . 143 187
al objeto . . . ... . . . . . . . . . . . . • . • . . . . . • . . ..
§ 11. La concepción errónea de la relación entre la re-
§ 7. Ninguna de las peculiaridades que en otros casos
presentación y el juicio fué oeasionada por el i señalan la diferencia fundamental en el modo de
hecho de que en todo acto de la conciencia va 1
la referencia al objeto, caracteriza la diferencia

§ 12.
incluido un conocimiento. . . • • . •.•••... . .•• 144
Hay que añadir los motivos verbales del error:
. entre el sentimiento y la voluntad • . . .. .• . •.. . 190
198
§ 8. Retrospección de la precedente triple explicación.
primero, la denominación común del pensamiento 147
§ 9. Las causas principales que ocasionaron el error so-
§ 13, seaunclo, la expresión en proposiciones. • . . . • • . • 149
bre la relación entre el sentimiento y la volun-
§ 14. Consecuencias de haber desconocido la naturaleza tad, fueron las siguientes: primero, la particular
del juicio: en la metafísica • ...• , .... . . , •• . . 151
unión de la conciencia interna con su objeto
§ 15. en la lógica ... . •. , . , .. , , ...•. . . , ...•. , .. , ... . 153
pudo fácilmente confundirse con una modalidad-
§ 16. en la psicología. . .••. , .•• . , .. . .... . .. . 157 especial de la conciencia . • . . . . . , •. . .. • , . , . . 199
§ 10. seaunclo, 1a voluntad supone una capacidad de
CAPÍTULO IV. - UNIDAD DE LA CLASE FUN- actuación irreductible a la facultad de amar. . , • 201
DAMENTAL PARA EL SENTIMIENTO Y LA VO- § 11. Añadióse a estos un motivo verbal: la denomina-
ción inadecuada de la clase común con el nom-
LUNTAD.
bre de apetito . •• . . •. . . , • . • • . . . . . . . . . . • . . . • 206
§ 12. También el error sobre la relación entre)a repre-
§ 1. La experiencia interna enseña la unidad de la cla•
sentación y el juicio, fomentó el error sobre la re-
se fundamental para el sentimiento y la volun-
lación entre el sentimiento y la voluntad. Refe-
tad: primero, mostrándonos estados intermedios
rencia de las tres ideas de lo bello, lo verdadero,
que ofrecen entre sí tránsitos continuos y paula-
lo bueno a las tres clases fundamentales . • • • • . • 207
tinos. .... . .. . .. . .• . . . . .. •.••..•. ... . , . • . 161
§ 2. segunclo, dándonos a conocer el carácter coinci-
dente de sus referencias al contenido •• . . , . • 165
§ 3. Demostración de que todo querer y desear se en-
dereza a algo como bueno o malo. Los filósofos de
todos los tiempos son en esto unánimes . . . • • . . 170
§ 4. Demostración de que lo mismo sucede con respec•
to al sentimiento . . . . . • . . . . . . • . . • . . . . • . . • 173

- 226 - - zz7 -
Págs.

CAPÍTULO v. - COMPARACIÓN DE LAS TRES


CLASES FUNDAMENTALES CON EL TRIPLE FENÓ-
MENO DE LA CONCIENCIA INTERNA. DETERMI-
NACIÓN DE SU ORDEN NATURAL.

§ 1. Cada uno de los tres aspectos de la conciencia Ín•


terna corresponde a una de las tres clases de fe.
nómenos psíquicos....... . . . . . . • . . . • • • . . • . 215
§ 2. El orden natural de las tres clases fundamentales
es este: primero, representación; segundo, juicio,
y tercero, amor. • • . . . . . . . . .••.. •.•. .. . . . 217

- 2.28 -

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