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Índice
Objetivos de la Investigación
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● Identificar la enunciación del término ‘basura’ como una práctica cultural,
entendiendo el lenguaje y las relaciones que permite como una práctica cultural
situada.
Hemos elegido este tema porque creemos es una discusión que merece darse y
urge, en efecto, que se dé. El desastre socioambiental actual está presente y se nos
viene encima, hoy en día es el campo de batalla tal vez más extenso que pueda
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llegar a darse, ya que incumbe a todas la personas que habitan la Tierra. De alguna
manera todos hemos sido reclutados, y es perentorio reconocer si por la postura que
causa esta crisis o por la postura que tajantemente critica dicha crisis. O,
ciertamente, por la tercera postura, la absurda neutralidad de la indiferencia, la
indignante pasividad de muchos.
En nuestros tiempos y a este lado del planeta lo que más nos está haciendo falta es
cuestionarnos nuestras propias prácticas cotidianas. Pero sabemos que el cambio no
lo lograremos solos y resulta perentorio convocar a la población en su conjunto.
Por ello dichas prácticas no solo deben empezar a implementarse sino además
deben convocar al resto a sumarse. Mediatizar estas posturas resulta ineluctable.
Como nos indicaría Gandhi: “Se puede vivir dos meses sin comida y dos semanas
sin agua, pero solo se pueden vivir unos minutos sin aire. La tierra no es una
herencia de nuestros padres, sino un préstamo de nuestros hijos. El amor es la
fuerza más grande del universo, y si en el planeta hay un caos medioambiental es
también porque falta amor por él. Hay suficiente en el mundo para cubrir las
necesidades de todos los hombres, pero no para satisfacer su codicia.”
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Nos interesa este tema porque se evidencia desde lo cotidiano; el hecho de tirar algo
al tacho de basura es ya una acción automatizada, un acto que parece casi un
impulso normalizado. Todo lo que llega a nuestras manos se torna rápidamente en
basura. Todo lo que está a nuestro alrededor de alguna manera carece de un valor
estable, incluso las personas pueden catalogarse como basura en cuanto no
representen un interés específico para nuestra gula depredadora de banalidades.
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una plataforma cultural mayor. A la vez que no sería coherente con otros sistemas
culturales que también serán mencionados.
Con el pasar de los años, descubrieron la agricultura como otra forma viable,
práctica y segura (en términos alimenticios) de poder subsistir en el medio, naciendo
así las sociedades sedentarias. En aquella era, todos los objetos eran bien
aprovechados y reutilizados hasta su degradación natural, contribuyendo
inconscientemente al cuidado de los materiales del ambiente -no diremos recursos,
dado que probablemente dicho concepto tampoco haya sido usado en tal época-.
Durante el periodo de la pre-industrialización, veremos que en medio de esta
sociedad rural:
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al parecer progresiva en términos de acumulación, trajo consigo cambios
socioeconómicos que repercutirían en cambios estructurales profundos.
El estar dentro de los márgenes del capitalismo -influido este por la revolución
industrial- condujo a que los procesos de producción se transformaran; era necesario
llevar a la práctica un sistema productivo eficiente, con bajos costos de producción y
que generara la mayor cantidad de riquezas posible. Esto repercutió de manera
significativa en cuanto a la progresiva aceleración de los procesos.
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No pasarían mucho tiempo para que llegase a asentarse una faceta más dura del
capitalismo, la economía neoliberal, dando pie a la consolidación de una sociedad del
consumo. La vida se torna en un constante estar consumiendo como valor indicativo
de nuestra calidad de vida, su masificación no traería más que un desenfrenado ciclo
de usar y desechar, una cadena ad infinitum de desvalorización de los bienes, todo
objeto de alguna manera es susceptible de ser catalogado como objeto útil solo hasta
minutos antes de empezar a considerarse basura, al parecer nada se salva, ni los
mismos sujetos.
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ecologistas, aunque puestos en duda, dada su ambigua posición y preferencia por
consignas más que por un manejo de conocimiento efectivo.
Y es aquí que tiene lugar el lenguaje, ¿de qué maneras enunciamos nuestra
realidad? ¿qué significantes transitan por nuestros imaginarios al plantear la
existencia de aquello ‘basura’? ¿es el neoliberalismo el proceso que ha agudizado la
crisis socioambiental, no sólo por sus lógicas de
extracción/producción/distribución/mercado, sino además por los discursos que
necesariamente emanan de estas prácticas? ¿es, por tanto, ‘basura’ un término que
sintetiza los significantes de nuestra época actual?
Entendemos que trabajamos con un concepto que puede ser utilizado de muy
distintas maneras. El desafío aquí es lograr evidenciar las significaciones que
transitan en el uso que las personas dan al concepto. Entenderemos también que
cada uso dado al término en cuestión es en sí mismo una práctica cultural, su uso
irrestrictamente se halla situado. Dicho de otra manera, tanto dialecto como idiolecto
confluyen en los diversos usos que puedan darse de esta palabra. Cada palabra es
un trasvasije cultural.
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Ello, como ya hemos mencionado, determina la forma en que nos relacionamos con
el entorno y aquello que lo compone. Es confusa esa línea en que las cosas se
tornan o no basura según nuestras concepciones, observándose que la misma cosa
puede serlo para una persona y no para otra (para una comunidad y no para otra).
¿Qué habría de determinante en cada cultura que permite la normalización de las
cosas-basura o, por el contrario, la negativa a esta normalización? Podría la
respuesta a esta cuestionante tener cierta circularidad, entiéndase que, precisamente
esas maneras en que los sujetos se relacionan con su entorno son las que ocasionan
que el término siga expandiéndose.
Atisbamos que las condiciones actuales son las que aceleran la expansión de esta
concepción, la era neoliberal globalizada ha de tener características específicas para
que esto se desarrolle precisamente así. No es coincidencia que el nombrar basura a
algo defina un modo de habitar bastante peculiar y que esta época en Occidente nos
delimite un modo de habitar también bastante peculiar y generalizado.
Reconoceremos, en efecto, que designar algo como basura nos muestra los
sistemas de valoración propios (a la vez que compartidos). El concepto tendría cierta
inmanencia en la sociedad en que se usa. En una sociedad displicente con respecto
a las entidades del entorno, sean seres vivos, instituciones o bienes resulta lógico
que se pueda ‘basuriar’ (nombrar como basura) a estas mismas. La lógica del
mercado lo dictamina: zonas de sacrificio en que son basura quienes la habitan y que
se convierten en basura luego de que le extraen hasta el último gramo de recurso
valorable en el mercado; basura también en la producción, las externalidades tóxicas
se vierten como basura, se basurea también el entorno en el cual se vierten dichos
elementos; en el proceso de empaquetado seguimos viendo basura al utilizar
elementos que no tienen otro futuro más que el ser desechados; basura son
considerados aquellos consumidores en potencia, son vistos como mentes
moldeables hacia el puro fin de comprar y comprar; basura en la obsolescencia de
aquellos productos cuya fin es convertirse en basura para promover el incesante
proceso de consumo de basura y descarte; basura también los marginales de este
sistema, otras excrecencias que son empujados a la periferia; ¿qué podrá librarse de
ser catalogado basura?
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más nos ayudará en nuestro análisis, dado que, con esta máxima podemos
preguntarnos: ¿qué es aquello con valor para nuestra sociedad en nuestros tiempos?
Nos ha parecido interesante un texto en particular: “Identidades (de la) basura”, de
Gabriel Gatti. Quien pareciera haber tenido pretensiones similares a las nuestras
aunque con un claro tono tendencioso. Diríamos, que su análisis no parece querer
describir/explicar este fenómeno desde la materialidad que le corresponde,
evidenciado en las relaciones entre sujetos y basura, sino de una exégesis
orden/marginalidad/excrecencias -social(es)- claramente sesgado por algún afán
civilizatorio y una fe ciega en los procesos político-económicos masificados
actualmente.
Los autores Berger y Luckmann nos pueden ayudar con la respuesta, precisamente,
haciéndose la pregunta al negativo nos plantearán la imposibilidad de actuar desde la
pura subjetividad, siempre nuestro actuar está situado y por tanto, mediado y
permeado por las prácticas culturales en que se inscribe nuestro habitar.
“…es difícil concebir como tal a una <sociedad> que carece de un sistema
de valores -cualquiera sea su naturaleza- y de reservas de sentido
adaptadas a sus características. Todos nacemos y nos criamos dentro de
comunidades de vida (Lebensgemeinschaften) que además son -en
diversos grados- comunidades de sentido (Sinngemeinschaften). Lo
anterior quiere decir que incluso si se carece de una reserva de sentido
compartida universalmente, y adaptada a un sistema de valores único y
cerrado, pueden desarrollarse concordancias de sentido dentro de las
comunidades, o bien éstas pueden extraerse del depósito histórico de
sentido. Por ende, esos sentidos comunes pueden, desde luego, ser
transmitidos a los niños de manera relativamente coherente.” (Berger y
Luckmann, 1997, p. 45-46)
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implicar. Destaquemos aquí: el cruce de las condiciones materiales y simbólicas que
subyace a toda comunidad de sentido. Por lo tanto no podríamos entender la
presencia -o ausencia- de un determinado concepto sino desde su presencia -o aún,
en posibilidad de presencia- en las necesidades expresivas de los sujetos de
determinadas realidades. Digamos, la palabra ‘basura’ existe en el lenguaje sólo si
existe en la realidad o al menos en el imaginario de que algo puede llegar a ser
considerado como tal, no requiere un objeto-basura, sino una intención de catalogar
algo como tal.
Dónde podríamos pesquisar estas intenciones sino desde nuestros hábitos, aquel
nivel directamente relacionado con nuestro actuar/entrar en relación con el entorno. Y
nuestros hábitos actuales, generalizando, son bastante cercanos a lo propio de estos
tiempos, entiéndase: marcados por una sociedad del consumo desenfrenado,
delimitados por políticas de producción acelerada y su ley de obsolescencia, una
marcada alienación o indiferencia con respecto a lo que sucede en otras
comunidades.
Son estos precisamente los lineamientos de la actualidad que, una vez globalizados
parecieran permear por todos los rincones sociales y mentales. Adscribiéndose de
esta manera generalizadamente a las maneras de actuar de la población y, por
supuesto, sus maneras de enunciar. Nos explicarán los autores:
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informada. Aunque ciertamente, no podemos sub-conocer aquellos planteles
académicos, universitarios y otras instituciones que han permitido la proliferación de
conocimientos ecológicos altamente pertinentes a la realidad actual y a las regiones
en que se insertan los estudios (y en ocasiones programas de intervención).
Reconoceremos también espacios de resistencia que plantean y engendran a
distintas escalas orientaciones del conocimiento con renovados lineamientos,
veremos por ejemplo a la ecología de estudios locales y pertinentes, por lo general
comunitarios disputándole el conocimiento a las fieles servidoras de la academia (la
universidad y las escuelas). Por otra parte se verán a los movimientos ecologistas
disputándole la opinión pública a los medios de comunicación, aunque no siempre
resolviendo sus propias ambigüedades. Berger y Luckmann lo plantearán de la
siguiente forma:
Reiteramos por tanto lo significativo que resulta el terreno mediático como campo en
disputa, así como los términos que por aquel circulen. Este es precisamente el
detalle que no debemos olvidar. En estos tiempos, la única manera de enfrentarse a
la lógica de la acumulación es a través de la lógica de la circulación, el concepto
basura podría significar el meollo de este conflicto.
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Conclusiones
Tras lo dicho podemos aseverar que el término ‘basura’ se nos aparece a modo de
categoría, y como toda categoría tiene pretensiones de orden y clasificación, cruzada
por tanto por los intereses de la hegemonía de turno. Nos hemos encontrado en un
texto de contrapsicología y género una asertiva frase acerca de las categorías, nos
dice que no podemos concebirlas sino desde sus “complicidades e implicancias
discursivas”, poniendo especial atención en las “exclusiones que generan, (sus)
pretensiones de validez y (los) presupuestos que ocultan.
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pero lo que en realidad le da su carácter mutable es el que las comunidades de una
sociedad como la actual pueden fijar su valoración donde les plazca. Toda
comunidad produce su propia basura, con características tan propias que rayan en lo
identitario. Toda sociedad gestiona sus riquezas, libres serán por tanto de
clasificarlas como patrimonio o como basura (nótese lo intercambiables que pueden
llegar a ser estos términos, precisamente por hallarse situados).
No resulta novedoso este planteamiento, bien lo identificarán los autores Berger y
Luckmann denominándolo pluralismo moderno, una especie de crisis de valores en
que coexisten comunidades de sentido con sistemas de valores propios. La basura
sería precisamente uno de estos valores, tal vez el más significativo, en cuánto
compartido por poblaciones más o menos significativas: “Una sociedad es
absolutamente inconcebible sin valores comunes e interpretaciones compartidas de
la realidad” (Berger y Luckmann, p.55-56), esperamos que el concepto basura no sea
el que siga compartiéndose.
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Glosario
● Basura: nos referimos a algo que carece de valor y de utilidad. Algo que nos
representamos como no necesario o inclusive como un estorbo. Diríamos, de
aquello que pretendemos desentendernos, posterior a su producción o consumo.
“El término residuo comprende todo bien u objeto que se obtiene a la vez
que el producto principal, e incluye tanto los que han devenido
inaprovechables ("desechos"), como los que simplemente subsisten
después de cualquier tipo de proceso ("restos" o "residuos" propiamente
dichos)." (Campins Eritja, M., 1994).
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de las personas (como por ejemplo a los ancianos, personas en situación de calle,
marginados) que son vistas como elementos necesarios de descartar de la sociedad.
“Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar
el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de
la exclusión y la inequidad’. Esa economía mata. No puede ser que no sea
noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea
una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar
más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es
inequidad. Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley
del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como
consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven
excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera
al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar
y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del ‘descarte’ que, además, se
promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de
la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda afectada en su
misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se
está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está fuera. Los
excluidos no son ‘explotados’ sino desechos, ‘sobrantes’»” (Evangelii
gaudium 53, 2013, p.45)
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● Consumismo: Siendo esta una práctica nacida en el seno de la “sociedad de
consumo”, el consumismo corresponderá a aquella tendencia al consumo excesivo e
–incluso- innecesario de bienes y servicios. Herramientas como la publicidad y la
mercadotecnia lo han propulsado con éxito, logrando asentarse directamente en las
bases de nuestro entorno sociocultural y –dada su relación con la cultura del
descarte- generado profundos daños a nivel medioambiental.
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organismos y su medio ambiente físico y biológico. El medio ambiente
físico incluye la luz y el calor o radiación solar, la humedad, el viento, el
oxígeno, el dióxido de carbono y los nutrientes del suelo, el agua y la
atmósfera. El medio ambiente biológico está formado por los organismos
vivos, principalmente plantas y animales.” (Sánchez; Pontes, 2010, p.8)
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social y la aceleración del ritmo de la vida- han pasado a transformarse en
un sistema de retroalimentación entrelazado, que se impulsa a sí mismo de
manera constante.” (Rosa, 2013, p. 50)
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] a los productos, experiencias y sensaciones [... ] cuya venta es lo único que da
forma y significado a nuestras vidas.”
Mapa conceptual
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Referencias
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Andujar. G. (2014). La Cultura del Descarte. Espacio Laical. Año 10 (3/2014), 13.
Recuperado de: http://espaciolaical.com/wp-content/uploads/EL-3-2014.pdf
Banco Mundial (2012) What a Waste. Washington, DC: World Bank. Recuperado de:
http://siteresources.worldbank.org/INTURBANDEVELOPMENT/Resources/336387-
1334852610766/What_a_Waste2012_Final.pdf
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Luna, G. (2003) Factores involucrados en el manejo de la basura doméstica por parte
del ciudadano (Tesis doctoral) universitat de Barcelona, Barcelona. Recuperado en:
http://diposit.ub.edu/dspace/bitstream/2445/42742/1/GLL_TESIS.PDF
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