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El segundo amor es mejor que el primero

Si eres de las que cree firmemente en el amor a primera vista, debes


reconsiderarlo. Te contamos por qué.

Encontrar al indicado no es tarea fácil, muchas veces nos cerramos al amor


gracias a nuestros intentos fallidos por su búsqueda. También existe el
tipo de persona que es un ser nostálgico creyente en que el primer
amor es el verdadero. Lo único cierto es que en el amor y la guerra todo
es valido,así que puede que realmente suceda en el primer intento.

Al contrario de lo que la mayoría cree, hay expertos que plantean que el


segundo amor es más real y seguro que el primero, ya que nos brinda
mayor estabilidad emocional y afectiva. El Psicólogo Estadounidense
Robert Epstein, asegura que la segunda pareja nos proporciona mayor
intimidad emocional y una relación duradera y sincera.

Tal vez te interese cómo decir adiós con amor.

Sabías que hay cosas de nuestra relación y vida privada que es mejor no
contar? Aquí te contamos cuáles son y por qué. Es mejor prevenir que
curar.

Cuando llegamos a esta segunda etapa, somos personas más maduras en


todo sentido, así que podemos captar con facilidad si alguien es o no el
indicado. Cuando el amor es maduro se ve beneficiado, ya que ha sido
trabajado a nivel individual o como pareja, así que aceptamos los
errores y aprendemos de los que se cometieron en la primera vuelta.

“Cuando llega el primer amor la pareja se entrega hasta la saciedad y van


perdiendo la perspectiva” comenta Cristiana Callao Psicóloga y
sexóloga. De manera qué, cuando ésta relación acabe nos dejará
devastados por un tiempo al romper el espejismo del “indicado”, pero
también nos hará personas fuertes y asertivas para cuando llegue ese
segundo amor y todo tenga una mirada refrescante y nueva.

Así que ya sabes, probablemente no ha llegado a tu vida el indicado, si te


encuentras en una relación que no te llena no te atormentes, sal de la
zona de confort en la que te encuentras y veras que todo es más claro y
cómodo.

Si tienes una relación no olvides que si no podemos brillar ni ser nosotros


mismos con nuestra pareja, estamos en el lugar equivocado.

Más valen pájaros volando que amor


mediocre en mano
Lo dejé ir y a pesar de todos los pronósticos y la supuesta fatalidad de
terminar una relación que "es para nosotros" esto fue lo que pasó.

Ahogada, asfixiada, amargada y apagada.


Cuatro palabras que definen a la perfección cómo me sentía dentro de mi
última relación.

No, no se trata de una de esas situaciones en las que él tiene máscara de


lobo feroz, de monstruo infame y se lleva la culpa de todo mi malestar y
frustraciones. Era buen tipo, pa´que. Aparte de los problemas que
suelen tener todas las parejas no es que viviéramos inmersos en algo
particularmente feo o macabro en nuestro día a día.

Simplemente no era.

Con él me bajé del bus de que el amor era una película de Disney en repeat.
Punto positivo, eso sí, porque si uno no se baja de ese bus solito la vida
misma se encarga de bajarlo a uno a la fuerza. Nada más complejo y
lleno de altibajos que el amor.

Pero también entendí que a pesar de no aspirar a Disney, una relación que
vale la pena si debe tener componentes claves que en la mía no
parecían estar por ninguna parte: complicidad, libertad de ser quien se
es realmente y ante todo la certeza de que por muy diferentes que
seamos compartimos una misma idea de camino por la vida.

¿A qué me refiero?

A que es obvio que no podemos ser iguales y que no nos deben gustar las
mismas cosas pero que en cuanto a la visión del mundo, de la vida y del
futuro, debemos ir de la mano.

Creo que nunca encontramos eso. Y aunque me engañaba y empeñaba en


creer que era normal sentirme ajena y algo vacía pues eso es lo que les
pasa a las parejas después de un rato, había una voz que nunca me
dejaba tranquila y que solo parecía decir “por aquí no es la cosa”.

Cada vez que el futuro se presentaba en nuestra puerta con diferentes


nombres y apariencias (matrimonio, hijos, familia política, ideal de
vida), saltaba sin falta esa voz que al principio era más un murmullo y
después de un tiempo una batucada de tambores en mi cabeza.

Así que lo dejé ir.

A pesar de las caras sorprendidas de todos a mi alrededor, de las


preguntas, de las recriminaciones… simplemente lo dejé ir.

La sociedad espera que digamos que fue lo más difícil que hemos hecho en
nuestras vidas, que estamos mal y que decirle adiós a esa persona con
la que ya todos nos veían es una prueba titánica. Y la verdad... ni tanto.
Por lo menos en este caso no lo fue.

Hubo más alivio que angustia y más esperanza que remordimiento. Fue un
momento revelador de esos que a veces la vida nos regala de pura
buena onda porque cree que merecemos iluminarnos de vez en cuando
y entender que a veces sí sabemos que es lo mejor para nosotros. En
ese momento entendí que mucho mejor sola que miserablemente
cómoda.
Porque si no podemos brillar ni ser nosotros mismos con nuestra pareja (a
pesar de la vida misma y sus caminos culebreros) estamos en el lugar
equivocado.

Porque Disney no existe, pero sí existen los amores plenos, sanos, que no
se estancan sino que se transforman, esos que no son fuegos
artificiales que hacen mucho ruido sino un lugar siempre calientito en
el corazón.

Porque nada pesa más en la vida que esos amarres que damos por sentados
y las decisiones que tomamos en parte por seguir la corriente.

Porque siempre hay nuevos comienzos y si le damos espacio el amor


siempre se acordará de nosotros...

Más vale pájaros volando que un amor mediocre en mano.

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