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El perdón en clave en la vida cristiana, pero en la vida de pareja y familiar lo es aún más - hay
que vencer el resentimiento
El perdón en clave en la vida cristiana, pero en la vida de pareja y familiar lo es aún más - hay
que vencer el resentimiento
Occidente es distinto por el influjo del cristianismo y la cultura bíblica, que insisten en la
necesidad del perdón, que es sanador y permite un nuevo comienzo.
Jesucristo enseñó a sus seguidores el Padrenuestro, en el que los cristianos rezan a Dios
"perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores". E
insistió: "Si perdonáis a otros sus ofensas, también os perdonará a vosotros vuestro Padre
celestial" (Mateo 6,14).
En la Biblia, Libro de Proverbios (quizá del siglo VII a.C) afirma: "El que perdona la ofensa
cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos" (Proverbios 17,9). San Pablo, en
su carta a los Efesios pide a los cristianos: "Sed bondadosos y compasivos unos con otros, y
perdonaos mutuamente, así como Dios os perdonó en Cristo" (Ef 4,32). Y lo repetía a los
Colosenses: "Toleraos unos a otros, y perdonaos si alguno tiene queja contra otro. Así como el
Señor os perdonó, perdonad también vosotros" (Col 3,13).
También la psicología moderna recoge la importancia de poder perdonar. "Es imposible ser
feliz si no perdonamos a los demás y también, si no nos perdonamos a nosotros mismos. Es
una condición necesaria para tener amigos, querer a los demás y vivir una vida
psicológicamente sana. Porque sin el perdón se instalaría en nosotros el resentimiento, una
enfermedad del alma y uno de los principales escollos para la felicidad", escribe Ignacio Iturbe
en la revista Hacer Familia.
Iturbe señala que "para Max Scheller el resentimiento es una autointoxicación psíquica, un
envenenamiento de nuestro interior que depende de nosotros mismos. Es una respuesta
emocional mantenida en el tiempo a una agresión percibida como real, aunque exactamente
no lo sea. Esta respuesta consiste en un sentirse dolido y no olvidar".
El resentimiento bloquea para la acción
Iturbe señala que, de hecho, "al tener resentimiento le estamos concediendo a otra persona la
potestad de coartar nuestra felicidad, le estamos entregando la llave de nuestra felicidad. Esta
nunca debería estar sometida o depender de factores circunstanciales sino que debemos
descubrir que la felicidad anida en nuestro interior; pero hay que saber descubrirla. Al romper
con el resentimiento y optar por el perdón, recuperamos la libertad".
Hay que tener en cuenta que si bien el resentimiento pertenece al área afectiva, el perdón
tiene más que ver con la voluntad. "Cada vez que perdonamos optamos por cancelar la deuda
moral que el otro ha contraído con su proceder, es decir, le liberamos en cuanto deudor".
Julio Lorenzo Rego, autor de "La terapia del perdón en una sociedad endurecida", da 4
consejos para lograr superar el resentimiento.
Hay que aprender a ponerse en el lugar del otro, antes de juzgar sus acciones. Casi todas las
actitudes y conductas humanas tienen una explicación.
Si hemos sido agredidos, el problema es del agresor porque es quien ha actuado mal. Pero
hemos de estar abiertos al perdón y, aún más, a tenderle la mano porque necesita ayuda y,
posiblemente, nuestra ayuda.
He de tener claro que nadie puede hacerme daño si yo no quiero. Está en nuestras manos
levantar una barrera ante las ofensas.
4. No buscar perfecciones exageradas
Nadie es perfecto, y errar es de humanos. A veces, los problemas surgen de buscar una
perfección exagerada en los demás cuando todos somos falibles.
El cristianismo ha intentado siempre en los distintos países y época crear una "cultura del
perdón" para que la sociedad sea más habitable, humana y menos endurecida.
Esta cultura del perdón es una de las principales novedades cuando los misioneros la predican
en zonas con cultura de la venganza. También es contracultural en el Occidente materialista,
competitivo, avaricioso y lleno de personas heridas y resentidas, a menudo hijos de familias
rotas.
Una cultura del perdón incluye perdonar con frecuencia, no como algo excepcional. Ignacio
Iturbe, en su artículo asesorado por Julio Lorenzo Rego, concluye que "para ello es preciso
estar dispuesto a ver lo mejor del corazón del otro y llegar a poder decirle "sé que no eres así,
sé que eres mucho mejor y te perdono", queriendo lo mejor para quien nos ha ofendido y se
ha equivocado".
El Resentimiento
Es un gozo saludarle amable oyente. Reciba una cordial bienvenida al estudio bíblico de hoy. La
Palabra de Dios dice en Génesis 6 que cuando los hombres comenzaron a multiplicarse sobre
la faz de la tierra, había gigantes en la tierra en aquellos días. Seguramente fue de estos
gigantes que descendieron los gigantes que mucho tiempo después se encontraron con los
doce espías de Israel quienes fueron enviados por Moisés en una misión secreta de
reconocimiento de la tierra prometida. Estos gigantes infundieron tanto temor en los israelitas
que la mayoría de ellos desistieron de su anhelo de conquistar esa tierra que fluye leche y
miel. Qué triste. Estos Israelitas se dejaron dominar por los gigantes y de esa manera no
recibieron las grandiosas promesas que Dios les había hecho. Nosotros también amable
oyente, podemos dejar de recibir grandiosas promesas de Dios por el solo hecho de dejarnos
dominar de algunos gigantes. Los gigantes que amenazan con dominarnos y nos infunden
tanto temor no son de carne y hueso como los gigantes del pasado sino que son más bien
hábitos o actitudes contra las cuales todos nosotros tenemos que luchar. Ya hemos visto que
estos poderosos gigantes pueden ser el desánimo, la crítica, el temor, el chisme, la culpa, la
dureza de corazón, el complejo de inferioridad, los celos, la soledad, los malos entendidos y la
enfermedad. En el estudio bíblico de hoy vamos a tratar acerca de otro de estos poderosos
gigantes.
Los gigantes acerca de los cuales se habla en las Escrituras eran gigantes literales, eran
hombres reales. Los gigantes de quienes estamos hablando nosotros son de diferente clase,
pero son igualmente reales, igualmente peligrosos, igualmente amenazadores, igualmente
poderosos. Nuestros gigantes son aquellas cosas que nos estorban o impiden conseguir lo
mejor, nos impiden ser lo que debemos ser, o lo que queremos ser o lo que Dios quiere que
seamos. A menudo somos estorbados, arrinconados, asustados, pisoteados o derrotados por
estos gigantes. O aprendemos a conquistarlos o terminarán conquistándonos y alejando de
nosotros todas las cosas buenas que Dios tiene para nosotros. Los gigantes que enfrentamos
no son inofensivos. Nos atacan sin importar lo que seamos o donde estemos. Si no nos
mantenemos alerta, nos privarán del mismo gozo del Señor, el cual es nuestra fortaleza,
conforme a lo que dice Nehemías 8:10 donde leemos: porque el gozo de Jehová es vuestra
fuerza.
Estos gigantes pueden dejarnos maltrechos, gimiendo y con nuestra vida marchita e inútil. Uno
de estos gigantes al acecho se llama resentimiento. El resentimiento es el enojo guardado en
nuestro corazón ante una persona, cosa o circunstancia que nos causó algún tipo de malestar.
Un joven puede vivir resentido contra sus padres porque cuando era niño sus padres no le
prodigaron amor. Una esposa puede vivir resentida contra su esposo porque en algún
momento éste le agredió física y verbalmente. Cuando el resentimiento no es confrontado
franca y honestamente y erradicado de nuestra vida, corre el riesgo de transformarse en
rencor que en esencia es resentimiento arraigado y tenaz. El rencor es condenado en la
Palabra de Dios. Levítico 19:18 dice: No te vengarás, ni guardarás rencor a los hijos de tu
pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo Jehová.
Interesante que el resentimiento y el ulterior rencor son un atentado contra el amor. Por eso
Pablo al hablar del perfecto amor dice en 1 Corintios 13:5 que el amor no guarda rencor.
Cuando nos rendimos ante el gigante del resentimiento nos afligirá sin misericordia.
Sufriremos espiritualmente, porque el resentimiento es un obstáculo en nuestra comunión con
Dios. Sufriremos emocionalmente, porque el resentimiento es como vivir con una herida
abierta que va infectándose más y más a medida que avanza el tiempo. Sufriremos
físicamente, porque el resentimiento es el origen de muchas enfermedades. Según los
médicos, una de las causas para las úlceras gastrointestinales es justamente el resentimiento.
Así que, amable oyente, es altamente peligroso dejarnos dominar por el gigante llamado
resentimiento. Lo prudente es conquistar este poderoso gigante. Si tiene a Cristo en su
corazón, está en capacidad de derrotar a este gigante en su vida. Existe un arma mortal que el
gigante del resentimiento no puede resistir. Esa arma se llama perdón. Al escuchar esta
palabra, a lo mejor se pondrá a la defensiva y dirá: La verdad es que no puedo perdonar a esa
persona. Lo que esta persona me hizo es imperdonable. Si supiera lo que me hizo esta
persona. Por supuesto que yo no sé lo que alguien le ha hecho amable oyente, pero ¿Quiere
saber algo? Cualquier cosa que le hayan hecho es nada en comparación con lo que usted y yo
hemos hecho en contra de Dios. Lo que nosotros pecadores hicimos a Dios fue tan grave, que
costó la vida de su amado Hijo. Pero lo grandioso es que Dios nos perdonó. Efesios 4:30-32
dice: Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la
redención.
Eph 4:31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda
malicia.
Eph 4:32 Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros,
como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.
A pesar de que nuestra ofensa a Dios fue tan grave, Él nos perdonó en Cristo. Por tanto, dice
Pablo, así mismo perdone a todo aquel que le ofende, sin importar la magnitud de la ofensa. El
perdón, amable oyente, es el mejor favor que nosotros podemos hacernos a nosotros mismos.
El gigante del resentimiento nos aconseja vivir resentidos como una arma para atacar al que
nos ofendió. Nuestro resentimiento hacia esa persona será el permanente recordatorio que
fuimos agredidos por esa persona. Llegamos a pensar que la persona que nos ofendió estará
sufriendo lo indecible por cuanto nosotros estamos resentidos. Pero es todo lo contrario
amable oyente. Cuando estamos resentidos nosotros llevamos la peor parte. Ya hemos
señalado que el resentimiento es un lujo que no debemos permitirnos porque el precio que
tenemos que pagar no se puede cuantificar en lo espiritual, en lo emocional y en lo físico. Si
queremos dejar de estar resentidos, debemos perdonar. No estamos diciendo que sea fácil
perdonar. El mismo Señor Jesucristo dijo que no sería fácil. Mateo 16:24 dice: Entonces Jesús
dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y
sígame.
Sin importar como definamos la cruz en este versículo, no podemos reducirla a algo fácil o
simple. Es algo muy difícil, arduo y penoso. Dios quiere que perdonemos a otros igual como Él
nos ha perdonado a nosotros. Además amigo oyente, el perdón no es una opción que tenemos
los creyentes. Ninguno de los que somos hijos de Dios podemos decir: Si quiero perdono y si
no quiero no perdono. El perdón es en realidad un mandato del Señor. Marcos 11:25-26 dice: Y
cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre
que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas.
Mar 11:26 Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os
perdonará vuestras ofensas.
INTRODUCCION
LA PALABRA DEL SEÑOR EN MATEO 18:6 NOS HABLA DEL QUE HAGA
TROPEZAR A UNO DE ESTOS PEQUEÑOS, LA PALABRA TROPEZAR ES
SKANDALIZO, QUE SIGNIFICA TAMBIEN OFENSA, Y TRAMPA, ES
DECIR QUE SATANAS USA LAS OFENSAS QUE LOS DEMAS NOS
HACEN PARA TENERNOS ATRAPADOS EN LA AMARGURA, EN EL
ODIO, EN EL PASADO.