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Sinfonía n.

º 8 (Sibelius)
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Fotografía de Jean Sibelius en 1939. Para esta fecha es probable que hubiera
abandonado la composición de su Octava sinfonía.

La Sinfonía n.º 8 de Jean Sibelius fue su último proyecto de composición importante,


en el que el autor estuvo trabajando de forma intermitente desde mediados de la década
de 1920 hasta 1938, aunque nunca la publicó. Durante este tiempo, el compositor finés
se encontraba en la cúspide de su fama, considerado como una figura nacional en su
Finlandia natal y aclamado como un compositor de talla internacional. Se desconoce
hasta qué punto estaba completada la Octava sinfonía; Sibelius se negó a darla a
conocer en repetidas ocasiones argumentando su baja calidad, pero a pesar de ello,
siguió afirmando que estaba trabajando en ella incluso después de haber quemado la
partitura y todo el material relacionado en 1945, según testimonios posteriores de su
familia.

Gran parte de la reputación de Sibelius, durante su vida y tras su fallecimiento, proviene


de su trabajo como sinfonista. Su Séptima sinfonía, estrenada en 1924, ha sido
ampliamente reconocida como un hito en el desarrollo de la forma sinfónica y en ese
momento no había ninguna razón para suponer que cesaría la creación de nuevas obras
orquestales. Sin embargo, después de terminar el poema sinfónico Tapiola en 1926, la
producción del compositor se limitó a piezas menores y revisiones de obras anteriores.
Prometió en varias ocasiones el estreno de la Octava sinfonía a la Orquesta Sinfónica de
Boston y a su director Serguéi Kusevitski, pero Sibelius retrasaba cada fecha
programada, argumentando que la obra no estaba lista todavía. Hizo promesas similares
al director británico Basil Cameron y al finlandés Georg Schnéevoigt, que de igual
manera no llegaron a materializarse.

Tras la muerte de Sibelius en 1957, se hizo pública la noticia de que la Octava sinfonía
había sido destruida una década antes y se pensó que la obra había desaparecido para
siempre. En la década de 1990, mientras se estaban catalogando los cuadernos y bocetos
del compositor, varios estudiosos plantearon la posibilidad de que parte de las partituras
de la obra perdida podrían haber sobrevivido. Desde entonces, se han identificado varios
bocetos manuscritos como fragmentos de la Octava, tres de los cuales fueron grabados
por la Orquesta Filarmónica de Helsinki en 2011 —la duración total es inferior a los tres
minutos—. Mientras que algunos musicólogos han especulado que sería posible
reconstruir la sinfonía en caso de que otras partes lleguen a ser identificadas, otros han
apuntado a que es poco probable dada la ambigüedad del material en sí.

Índice
 1 Antecedentes
 2 Composición
o 2.1 Inicios
o 2.2 Progreso y postergación
o 2.3 Limbo
 3 Destrucción
 4 Descubrimiento
 5 Especulaciones
 6 Referencias
 7 Bibliografía
 8 Enlaces externos

Antecedentes

Ainola, el hogar de Sibelius desde 1904 hasta su muerte

Jean Sibelius nació en 1865 en Finlandia, que desde 1809 era un gran ducado autónomo
perteneciente al zarato ruso después de haber estado bajo control sueco durante varios
siglos.1 El país se encontraba dividido entre una minoría de habla sueca, culturalmente
dominante y a la que la familia de Sibelius pertenecía; y una mayoría de habla
finlandesa, nacionalista y partidaria del movimiento fennómano.2 Hacia 1889, Sibelius
conoció a su futura esposa Aino Järnefelt, proveniente de una familia firmemente
fennómana.3 La asociación de Sibelius con los Järnefelt lo impulsó a desarrollar su
propio nacionalismo; en 1892, año en que se casó con Aino Järnefelt, completó su
primera obra de corte nacionalista: la suite sinfónica Kullervo.4 A lo largo de la década
de 1890, el control ruso sobre el ducado se volvió más opresivo. Sibelius produjo una
serie de obras en las que reflejaba la resistencia finlandesa a la dominación extranjera,
culminando con el poema sinfónico Finlandia.5

Sibelius fue reconocido como artista de talla nacional en 1897 cuando el Estado le
concedió una pensión para que pudiera dedicar más tiempo a componer. 6 En 1904, él y
su esposa se mudaron a Ainola, una residencia de campo que construyó a orillas del
lago Tuusula, en Järvenpää, donde vivieron el resto de sus vidas. 7 A pesar de que su
etapa en Ainola no fue siempre tranquila y alegre —Sibelius a menudo contraía deudas
y era propenso a episodios de consumo excesivo de alcohol— logró producir, durante
los siguientes veinte años, una gran cantidad de obras para orquesta, música de cámara,
piezas para piano y canciones, así como otros tipos de composiciones. 8 Su popularidad
se extendió por toda Europa así como a Estados Unidos, donde en una gira realizada en
1914 fue investido doctor honoris causa por la Universidad de Yale.9 En su país natal
su fama era tal que la celebración de su quincuagésimo cumpleaños en 1915 fue un
evento nacional, cuyo momento culminante fue el estreno en Helsinki de su Quinta
sinfonía.10

A mediados de la década de 1920, Sibelius había adquirido la condición de monumento


nacional viviente y era el principal embajador cultural de su país, independiente desde
1917.2 Según su biógrafo Guy Rickards, «la mayor parte de su inspiración» está vertida
en las siete sinfonías que compuso entre 1898 y 1924. 11 James Hepokoski, estudioso de
Sibelius, considera su Séptima sinfonía —de un solo movimiento y concluida en 1924—
como su logro más notable, y constituye «la consumación de cómo había repensado la
forma sinfónica en su madurez». Esta obra fue seguida en 1926 por Tapiola, un poema
sinfónico en donde, según Rickards, Sibelius «llevó los recursos orquestales hacia
regiones completamente nuevas [...] Tapiola se adelantó treinta o cuarenta años a su
tiempo».12

Composición
Inicios

La primera mención a la Octava sinfonía en el diario personal de Sibelius data del 12 de


septiembre de 1926, en donde anotó: «trabajando en la nueva». 13 Sin embargo, algunas
de las ideas iniciales para la nueva sinfonía fueron probablemente puestas por escrito
con antelación, pues era un hábito de Sibelius dejar de lado temas e ideas a la hora de
componer para utilizarlos posteriormente en otros proyectos. Así, uno de los bocetos
existentes de su Séptima sinfonía, en la cual estuvo ocupado entre 1923 y 1924, incluye
una sección rodeada con un círculo y con una anotación anexa que dice Octava, en
números romanos.14 En el otoño de 1927, Sibelius informó al crítico musical de The
New York Times Olin Downes —uno de sus mayores admiradores— que tenía dos
movimientos escritos de su Octava sinfonía y que el resto lo había compuesto en su
mente.15

A inicios de 1928, Sibelius realizó uno de sus viajes habituales a Berlín, para embeberse
de la vida musical de la ciudad e inspirarse para componer. Envió informes a su esposa
en las que hablaba satisfactoriamente del progreso en la obra, asegurando que la
sinfonía sería «maravillosa».15 A su regreso a Ainola, en septiembre, le comunicó a su
hermana que estaba «escribiendo una nueva obra, la cual enviaré a Estados Unidos. Aún
necesita tiempo, pero saldrá bien». 16 Sin embargo, en diciembre del mismo año, cuando
su editor Wilhelm Hansen le preguntó por la obra que estaba desarrollando, Sibelius
afirmó que solo existía en su mente. A partir de entonces, los informes de Sibelius sobre
el progreso de su sinfonía se volvieron erráticos, difíciles de seguir e incluso
contradictorios.15

Progreso y postergación
El director Serguéi Kusevitski, a quien Sibelius le prometió el estreno mundial de la
Octava sinfonía

Probablemente por incitación de Downes, Sibelius había prometido a la Orquesta


Sinfónica de Boston y a su director Serguéi Kusevitski el estreno mundial de su nueva
sinfonía.17 Desde hacía varios años, en una correspondencia prolongada con el director
y con Downes, Sibelius dudó y postergó su entrega. En enero de 1930, dijo que la
sinfonía «no está cerca de estar lista y no puedo decir cuando va a estarlo», pero, en
agosto del mismo año, dijo a Kusevitski que era posible que se presentara la obra en la
primavera de 1931, lo cual no ocurrió. 18 En verano de 1931, Sibelius le dijo a Downes
que la Octava sinfonía ya casi estaba lista para ser impresa, al igual que otras obras que
el compositor tenía pendientes.19 Esto animó a que, en diciembre del mismo año,
Kusevitski anunciara en el Boston Evening Transcript la obra para la temporada 1931-
32 de la orquesta, ante lo cual Sibelius tuvo que comunicarle a través de un telegrama
que la obra no estaría concluida a tiempo para esa temporada.18

Kusevitski decidió al próximo año presentar las siete sinfonías de Sibelius durante la
temporada 1932-33 de la Sinfónica de Boston, con el estreno mundial de la Octava
sinfonía como evento culminante. En junio de 1932, Sibelius le escribió al director
sugiriendo que se podría programar su nueva obra para finales de octubre. Una semana
más tarde, se retractó diciendo: «Estoy muy perturbado al respecto, por favor, no
anuncies la presentación».18 Igualmente, hizo promesas para diciembre de 1932 y enero
de 1933, sin llegar a cumplir ninguna. Kusevitski estaba perdiendo la esperanza; sin
embargo, volvió a preguntar por la composición en verano de 1933. Sibelius fue
evasivo; no realizó ninguna promesa de entregarla, pero mencionó tener intención de
«volver al tema en una fecha posterior». El asunto en relación a la Sinfónica de Boston
y su director terminó en ese punto.15 El compositor había llegado a acuerdos con otros
directores: prometió el estreno europeo a Basil Cameron y a la Royal Philharmonic
Society,16 así como la primera presentación en Finlandia a Georg Schnéevoigt, quien
hacía poco tiempo se había convertido en director de la Orquesta Filarmónica de
Helsinki.20 Sin embargo, todos estos acuerdos estaban encadenados al ilusorio estreno
en Boston, por lo que también quedaron en nada. 16 Además, según el crítico David
Patrick Stearns, posteriormente en esa década, Eugene Ormandy —un gran admirador
de Sibelius y director de la Orquesta de Filadelfia desde 1936— presionó fuertemente
por el derecho de realizar el estreno en caso de que terminara la sinfonía. 21
Durante sus dilaciones con Kusevitski, Sibelius continuó trabajando en la sinfonía. En
1931, pasó nuevamente un tiempo en Berlín, desde dónde escribió a Aino Sibelius en
mayo de ese año que «la sinfonía está avanzando a paso rápido». Su progreso fue
interrumpido por una enfermedad, pero para el final del año el compositor estaba
confiado, afirmando que «estoy escribiendo mi Octava sinfonía y me siento lleno de
juventud. ¿Cómo se explica esto?».22 En mayo de 1933, mientras seguía dándole
negativas a Kusevitski, Sibelius anotó en su diario que estaba completamente inmerso
en la composición: «Estoy tomando todo de otra manera, más profundamente. Un
gitano dentro de mí. Romántico».22 Más tarde ese verano, habló con un reportero al que
le dijo que su nueva sinfonía estaba casi acabada: «Será el resumen de toda mi
existencia, sesenta y ocho años. Esta probablemente será mi última obra. Ocho sinfonías
y cientos de composiciones. Tiene que ser suficiente». 16

En algún momento de ese verano empezó con la copia formal de la sinfonía. El 4 de


septiembre de 1933, Paul Voigt, el copista oficial de Sibelius, pidió el registro de los
derechos del primer movimiento de la sinfonía —veintitrés hojas de partitura—.
Sibelius le informó —la nota se conserva— de que la obra completa manuscrita tendría
cerca de ocho veces el largo del extracto que le había dado y le indicó que la sinfonía
podía ser más grande que cualquiera de sus siete predecesoras. 19 Aino Sibelius
posteriormente recordó otras visitas en otoño de ese año a Voigt en donde Sibelius —
cuyo estado de humor ella describió como sombrío y taciturno— le entregó más pilas de
música manuscrita al copista.15

Limbo

Varios informes parecían confirmar que el estreno de la sinfonía era inminente: el


compositor finlandés Leevi Madetoja mencionó en 1934 que la obra estaba
prácticamente terminada;23 asimismo, un artículo del periodista sueco Kurt Nordfors
indicó que ya estaban completos dos movimientos y el resto de la obra se encontraba
esbozada.15 A medida que la presión para producir la sinfonía aumentaba, Sibelius se
volvió más retraído y menos dispuesto a hablar de su progreso. En diciembre de 1935,
durante una entrevista relacionada con la celebración de su setenta cumpleaños, indicó
que había descartado el trabajo de todo un año, lo que apuntaba a una revisión completa
de la obra.24 Sin embargo, cuando un corresponsal de The Times le pidió detalles sobre
los avances de la obra, el compositor se irritó. Sibelius se puso furioso cuando Downes
continuó insistiendo por información sobre la sinfonía, llegando a gritarle «Ich kann
nicht!» («¡No puedo!»).1725

Entre los papeles de Sibelius se ha encontrado un recibo en que se menciona una


Symphonie, el cual está firmado por Weilin y Göös y fechado en agosto de 1938. Si bien
no se ha establecido que esta transacción esté relacionada con la Octava sinfonía, el
estudioso Kari Kilpeläinen señala que ninguna de las anteriores sinfonías del
compositor llevan el título sin numerar. Ante esto, él mismo plantea dos interrogantes:
«¿Pudiera haber omitido el número para evitar que se propagara la noticia de que había
completado su Octava sinfonía? o ¿podría ser que no le hubiera dado un número porque
no estaba satisfecho con su obra?». 15 La hija del compositor, Katarina, habló de la
inseguridad que afectaba a su padre en ese momento, agravada por las continuas
expectativas y el alboroto que rodeaban a su obra. «Él quería que fuera mejor que las
otras sinfonías. Finalmente, se convirtió en una carga, a pesar de que ya había escrito
gran parte. Al final, no sé si él hubiera aceptado lo que había escrito». 24
Sibelius permaneció en Finlandia durante la guerra de Invierno, que duró de 1939 a
1940, a pesar de que tenía ofertas de asilo en Estados Unidos. Después de que la guerra
concluyera, en marzo de 1940, se trasladó con su familia a un apartamento en Helsinki,
dentro del distrito de Töölö, en la calle Kammiokatu —más tarde rebautizada como
«calle Sibelius» en su honor—, en donde permanecieron por un año. Durante ese
tiempo, el pianista Martti Paavola los visitó, quien pudo examinar los contenidos de la
caja fuerte de Sibelius. Paavola comentó más tarde a su discípulo, Einar Englund, que
entre la música allí guardada había una sinfonía, «muy probablemente la Octava».26

Destrucción
De vuelta a Ainola, Sibelius se entretuvo haciendo nuevos arreglos de antiguas
canciones. Sin embargo, su mente volvía con frecuencia a la sinfonía que en ese
momento tenía casi abandonada. En febrero de 1943, le dijo a su secretario que esperaba
completar una «gran obra» antes de morir, pero culpó a la guerra de su incapacidad para
progresar. «No puedo dormir por las noches cuando pienso en ello».27 En junio discutió
acerca de la sinfonía con su futuro yerno, Jussi Jalas, proporcionando otra razón para no
completarla: «Para cada una de mis sinfonías, he desarrollado una técnica especial. No
puede ser algo superficial, sino que tiene que ser algo que se haya vivido. En mi nueva
obra, estoy luchando precisamente con estas cuestiones». El compositor también
manifestó a Jalas que todos sus bocetos y borradores debían ser quemados después de
su muerte, pues no quería que nadie recordara sus fragmentos rechazados como los
«últimos pensamientos de Sibelius». 27

Ainola, circa 1938-1945. De derecha a izquierda: Jean Sibelius, Aino Sibelius y Santeri
Levas, secretario del compositor.

En algún momento a mediados de la década de 1940, probablemente en 1945, Sibelius y


Aino Sibelius quemaron juntos un gran número de manuscritos del compositor en el
salón comedor de Ainola. No hay registro de lo que se incineró; mientras la mayoría de
los historiadores asumen que la Octava sinfonía fue una de las obras destruidas,
Kilpeläinen destaca que hay por lo menos dos manuscritos de los fragmentos de la obra
—la obra original y la copia hecha por Voigt—, así como bocetos y versiones
anteriores. Es posible, afirma Kilpeläinen, que Sibelius no pudiera haber quemado todos
ellos.15 Aino Sibelius, que consideró el proceso muy doloroso, mencionó con
posterioridad que la destrucción pareció aliviar la mente de Sibelius: «Después de esto,
mi marido parecía más tranquilo y su actitud era más optimista. Fue un momento
feliz».28 La interpretación más positiva del suceso, de acuerdo al crítico musical del
Philadelphia Inquirer David Patrick Stearns, es que se deshizo de borradores viejos de
la sinfonía buscando aclarar su mente para un nuevo comienzo. 21 En 1947, después de
visitar Ainola, el director y compositor Nils-Eric Fougstedt afirmó haber visto una copia
de la Octava sinfonía en un estante, «con partes corales separadas». El musicólogo
Erkki Salmenhaara postula la idea de que ocurrieron dos quemas: la de 1945, en la que
se destruyó el material temprano, y otra posterior en la que Sibelius finalmente
reconoció que nunca pudo completar la obra a su agrado. 15

Aunque Sibelius informó a su secretario que la sinfonía había sido destruida, el hecho se
mantuvo en secreto entre el círculo privado del compositor. Durante los años restantes
de su vida, Sibelius de vez en cuando dio a entender que el proyecto de la Octava
sinfonía todavía estaba vivo. En agosto de 1945 le escribió a Basil Cameron: «He
terminado mi Octava sinfonía varias veces, pero todavía no estoy satisfecho con ella.
Estaré encantado de entregársela a usted en cuanto llegue el momento». 15 En realidad,
después de la quema, Sibelius había abandonado por completo la composición creativa;
en 1951, cuando la Real Sociedad Filarmónica le pidió una obra para conmemorar el
Festival de Gran Bretaña de ese año, él se negó.29 Todavía en 1953 le dijo a su
secretario, Santeri Levas, que estaba trabajando en la sinfonía mentalmente. Solo en una
carta de 1954, dirigida a la viuda de su amigo Adolf Paul, admitió que la obra nunca
estaría completa.30 Sibelius falleció el 20 de septiembre de 1957; al día siguiente su hija,
Eva Paloheimo, anunció públicamente que no existía la Octava sinfonía. La quema del
manuscrito se dio a conocer más adelante, cuando Aino Sibelius reveló el hecho al
biógrafo Erik W. Tawaststjerna.19

Los críticos y comentaristas se han preguntado las razones por las que Sibelius
finalmente abandonó la sinfonía. A lo largo de su vida, fue propenso a la depresión y a
tener crisis de confianza.31 Alex Ross en The New Yorker cita un texto de 1927 del
diario del compositor, cuando supuestamente se estaba escribiendo la Octava sinfonía:
«El aislamiento y la soledad me conducen a la desesperación... [...] Me siento
maltratado y todos mis verdaderos amigos están muertos. Mi prestigio en la actualidad
está por los suelos. Es imposible trabajar. Si solo hubiera una manera de salir». 32 Los
estudiosos de su figura han señalado al temblor que tenía en la mano, que le hacía difícil
la escritura, y al alcoholismo que lo aquejó en varias etapas de su vida.21 Otros han
argumentado que el ensalzamiento de Sibelius como héroe nacional acalló
efectivamente al compositor; tuvo miedo de que cualquier obra que realizara no
estuviera a la altura de las expectativas de la nación que lo adoraba. 17 Andrew Barnett,
otro de los muchos biógrafos del compositor, apunta a una intensa autocrítica del
compositor, quien paralizaría o reprimiría aquello que no cumpliera con sus estándares
autoimpuestos: «Fue esta actitud la que provocó la destrucción de la Octava sinfonía,
pero el mismo rasgo le obligó a mantener en revisión la Quinta hasta que estuvo
perfecta».33 El historiador Marc McKenna considera que Sibelius pudo estar reprimido
por una combinación de perfeccionismo y aumento de la desconfianza en sí mismo. De
acuerdo a él, el mito de que Sibelius todavía estaba trabajando en la sinfonía, sostenido
por más de quince años, fue un bulo deliberado: «Admitir que se había detenido por
completo sería admitir lo impensable, que ya no era un compositor». 17

Descubrimiento
Después de que Sibelius falleciera, su figura continuó siendo popular entre el público.
Sin embargo, entre los críticos fue comúnmente denigrado, pues encontraban a su
música anticuada y tediosa.34 René Leibowitz, partidario de la música de Arnold
Schönberg, publicó un folleto en que describía a Sibelius como «el peor compositor del
mundo».35 Los demás críticos lo descartaron como irrelevante, más aún en una época en
que había una tendencia irresistible hacia la música atonal.36 Este ambiente disminuyó
la curiosidad sobre la existencia de cualquier material de la Octava sinfonía hasta
finales del siglo XX, cuando revivió el interés de los críticos por el compositor. En
1995, Kilpeläinen, quien había publicado en la Universidad de Helsinki un estudio
sobre los manuscritos de Sibelius, escribió que todo lo que podía estar relacionado sin
duda alguna con la Octava sinfonía era una única página de los bocetos de la Séptima en
la que aparecía una parte remarcada y con un texto anexo que decía «VIII». Sin
embargo, añadió que la biblioteca de la Universidad contenía más bocetos de Sibelius,
datados desde finales de 1920 hasta inicios de 1930, algunos de los cuales eran
semejantes al fragmento remarcado y que probablemente serían parte de la Octava.
Kilpeläiner también manifestó: «recientemente han salido a la luz varios documentos
que nadie había soñado siquiera que existían. Tal vez todavía hay algunas pistas sobre la
Octava sinfonía escondidas y esperando a que algún estudioso las descubra». 15

En 2004, se publicó un

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