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Escuela de Milán

Nombre: Aarón Fuentealba Castro


De acuerdo a los conceptos de la Escuela de Milán, ¿qué papel juegan las hipótesis en un proceso
terapéutico y como se relacionan con las preguntas circulares y con la actitud del terapeuta?

Desde la Escuela de Milán las hipótesis son supuestos más o menos útiles, que dirigen la acción
terapéutica, puntos de partida que orientan sobre qué temas indagar en la vida del sistema consultante. Es
importante mencionar que no tienen un carácter de verdad, e incluso aquellas hipótesis descartadas son
útiles si contribuyen a entregar información relevante para el proceso terapéutico. Información que permita
hacer una diferencia en la comprensión que los consultantes traigan sobre sí mismos, su historia y
relaciones.

Las hipótesis son dinámicas, en donde el terapeuta no puede detenerse de manera rígida “enamorándose
de sus hipótesis”, sino que debe evolucionar con el consultante para construir nuevas diagnosis sistémicas
en un diálogo constante.

En un primer momento las hipótesis para la Escuela de Milán no debían ser compartidas con los
consultantes, estando en la cabeza del terapeuta quién buscaba verificarlas o refutarlas en la intervención;
esto se encuentra en consonancia con la cibernética de primer orden, donde el terapeuta se encuentra
fuera del sistema y le puede observar de manera externa, en un rol experto, aunque con miradas
innovadoras desde la influencia del MRI. En la evolución de la Escuela de Milán se han propuesto nuevas
miradas que apuntan a la co-construcción de hipótesis, en un diálogo constante con los consultantes,
comprendiendo que las hipótesis no corresponden al terapeuta ni al consultante, sino que es algo nuevo
que nace en el sistema terapéutico. Estos postulados hacen eco de una cibernética de segundo orden o
de los sistemas observantes, donde el terapeuta se encuentra dentro del sistema, siendo parte de este.

La construcción de hipótesis trata de conectar datos provenientes del escuchar y observar, por tanto la
comunicación verbal y no verbal son relevantes. El principal énfasis está puesto en indagar relaciones e
interacciones y como estas son retroalimentadas de manera circular. Esto no implica que el contenido
verbal de la terapia sea invisibilizado, pero es empleado para encontrar retroacciones y feedback.

Las preguntas circulares cobran importancia al construir hipótesis, debido a que buscan establecer la
manera en que las emociones, conductas y creencias se retroalimentan entre los integrantes de un sistema.
Por ejemplo preguntas circulares podrían ser ¿qué crees que siente tu madre cada vez que Luis no llega a
la casa?, ¿qué hace Pedro cuando María no quiere levantarse?, ¿quién está de acuerdo contigo en que
José es el más enojón?, o ¿qué pasaría con tu mujer si llegases temprano a casa?. Siendo las preguntas
circulares una herramienta efectiva para la construcción de hipótesis sistémicas, puesto que facilitan que
todos los miembros del sistema participen en una comprensión circular de los “problemas”, entendiéndose
parte de un sistema con responsabilidades y posibilidades de acción, evitando la culpa y estigmatización
hacia un miembro del sistema. Desde la mirada de la escuela de Milán, ningún miembro de la familia puede
quedar fuera de la hipótesis sistémica, son por tanto las preguntas circulares las que más aportan para la
construcción de hipótesis, por sobre las preguntas lineales.

Al elaborar hipótesis la actitud del terapeuta debe ser activa, como miembro del sistema que reviste poder
no puede limitarse a escuchar y confirmar narrativas, esto solo reafirmaría hipótesis iniciales del tipo de
quién tiene la culpa que dificultan el cambio e invisibilizan las retroalimentaciones dentro del sistema y las
responsabilidades de los miembros. Por otra parte el terapeuta debe ser curioso, emplear diversas hipótesis
que le permitan deambular en distintos campos de la vida cotidiana, evitando caer en repeticiones de
contenidos e impasse terapéutico producidos por una tendencia a comprobar hipótesis rígidas. El terapeuta
debe ser neutral, en el sentido de no establecer alianzas o “aliarse con cada integrante de la familia y a la
vez con ninguno”, para lograr esto debe aliarse con cada miembro de la familia a la hora de preguntar o
connotar positivamente, pero otorgando el mismo espacio y valor a cada uno; esto provocaría que ningún
miembro de la familia se sienta más aliado al terapeuta que otro. El terapeuta debe ser consciente que sus
hipótesis no son objetivas, sino que están influenciadas por su experiencia, premisas y teorías, por tanto
debe estar dispuesto a desestimarlas en función de otras hipótesis más útiles y co-construidas en el sistema
terapéutico.

Se desprende desde la mirada de la Escuela de Milán, que el terapeuta debe ser éticamente responsable
al exhibir sus hipótesis al sistema consultante, en tanto el lenguaje construye una narrativa conjunta que
podrá marcar un alivio al sufrimiento del terapeuta o la mantención y agravación de este. Además debe
haber humildad en el terapeuta para hacer surgir nuevas voces en la terapia y no tomar un rol de experto
desde el cual hacer prevalecer sus propias creencias.

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