El imaginario territorial insular en los collages de Edward Rojas
Introducción: el giro territorial en el arte Se sostiene que el llamado giro territorial llevado a cabo en el ámbito artístico y literario, tiene su origen en una condición territorial abierta, expandida y omnipresente, que adquiere cuerpo en la escritura al modo de una hiperconciencia crispada del espacio, como registro performático de un nuevo sensorium o manera de percibir la espacialidad, esta vez desde la virtualidad y multidimensionalidad. Sin lugar a dudas, la irrupción de los nuevos paradigmas puestos en juego tras la crisis de la episteme moderna, sumado a la conflictividad territorial de los escenarios del presente, han contribuido de manera decisiva a este fenómeno, al punto que hace previsible un interés mayor en las dinámicas socio espaciales que se anuncian en el horizonte siempre móvil de las problemáticas socioambientales y su efecto inevitable de derivas conceptuales y socio espaciales. De ahí que nociones tales como territorio, espacio, lugar, cartografía, mapa, etc., que han sido objeto de una sobre elaboración histórica, sean a su vez objeto de un desplazamiento critico desde la escritura literaria y las artes visuales en tanto ejercicio activo de subjetivación de lo dado, trazando contramapas de significación territorial orientados a nuevas aperturas teóricas y prácticas, cabe resaltar, desde donde ensayar nuevas ficciones territoriales. Es así que este nuevo sensorium territorial, esta nueva experiencia de la territorialidad inscribe una serie grafo – performance que elude y cuestiona la lógica y los contenidos ideológicos de demarcación territorial, reclamando otro reparto de lo sensible. Los imaginarios territoriales en su deriva artística - situados en el espacio inmediatamente colindante con los imaginarios territoriales, que son colectivos, plurales y pertenecen al archivo común de la cultura - recogen la experiencia de subjetivación como proceso de des-territorialización y re-territorialización, en donde, imágenes, narraciones, sonoridades, performances, formas y volúmenes, protagonizan una política de desmaterialización espacial en la medida que su performance efectúa una política de emancipación de significaciones fijas y naturalizadas, gracias a la liberación del flujo conectivo, heterogéneo y múltiple. Ahora bien, ¿qué es aquello a lo cual el arte atiende y que no nos es alcanzable por otros medios?, y más específicamente ¿Qué aspectos o dimensiones del territorio son posibles de ser percibidos desde el arte? . Ya sea como tema de la evocación poética, ya como conjunto de condiciones históricas y biográficas de producción artística, lo que el arte nos permite capturar en su simbolización de la realidad está dado por la condición de indeterminación e incertidumbre de la experiencia moderna, caracterizada por sus tensiones irresueltas entre tradición y modernidad, en especial, sus efectos disolutivos sobre una realidad evanescente que se deshace a cada momento en que irrumpe una innovación tecnológica y sus efectos no deseados en el entorno, cada vez que se emprende una cruzada modernizadora que transforma los entornos familiares de la habitabilidad, cuando las expresiones más atávicas se hibridizan en el intercambio simbólico de las redes de comunicación globales o, más dramáticamente, cuando tenemos que trasladarnos de ciudad a raíz de un cambio laboral o una ruptura emocional. Es esta indeterminación la que explota el arte en su intento de conjurar el curso de una temporalidad disolvente en lo inmediato. Parafraseando a Adrián Gorelik (2004), diríamos que el arte, en su vocación desconcertante, pone en acto el tiempo quebrado y el espacio fragmentado de los territorios, desconectándonos de la experiencia naturalizada del espacio moderno, de ese continuum adormecedor que teje nuestra experiencia cotidiana donde todo está establecido y aclimatado, es decir, familiar. Lejos del ícono y la retórica del monumento, el arte representa un momento de radical disposición de la subjetividad en donde el horizonte de la experiencia del tiempo se contrae a una subjetividad descentrada, liberada de las convenciones perceptivas de la vida cotidiana (Habermas, 1993). De ahí también el reflejo deforme que devuelve el arte, el estado de irresoluto a que reduce la realidad expuesta en sus nudos irresueltos, sus grietas e intersticios por donde emana la imaginación.
Se Trata de Elaborar Una Reflexión Del Fenómeno Pandemia Que Tenga en Consideración El Trasfondo Del Proceso Destituyente de La Rebelión Popular Del 2019