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ENCICLOPEDIA

Portugos y
brasileños
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Tabaré Melogao URUGUAYA


Portugos y
brasileños
Tabaré Melogno

I . Los lusitanos en la
mar Océana
En las lindes de la antigua demarcación la­
tina de "Lusitania”, el apeñuscado grupo
de campesinos y marinos ibéricos y de los
"portugos” resistirían con éxito los em­
bates de la invasión musulmana, agregando
sus huestes a la conducción señera de Alfon­
so el Sabio, unimismados en una misma fe
y una misma tierra, superando antiguos ce­
los y cantonalismos. Emerge entonces, va
en el siglo XII, el flamante reino de Portu­
gal, que hallará su destino en el mar, mien­
tras los reinos hispánicos "adelantan” tierras
para la Cristiandad. Conquistada Ceuta, en
1415, sus marinos, bajo la dirección sabia
y prudente del Infante don Enrique "el
navegante”, se abrirán paso en la "mar
Océana”, desde el trampolín de las Azores
y Madeira.
La temprana alianza de sus monarcas con
las ricas burguesías cosmopolitas de sus
grandes ciudades puertos, encuentra en Juan
II, el "príncipe perfecto”, un brillante in­
térprete y coordinador de esfuerzos. Bajo su
enérgica dirección, los lusitanos recorren en
todos los rumbos el "mar de Guinea”, y, al
amparo de la Bula de Nicolás V, de 1454.
rastrean los perfiles de islas y tierras, que
custodian secretamente en cartas y relacio­
nes, en las que — valga la afinada crítica
de Jaime Cortesao— esconden la revelación
primera de América.
Cumplida la empresa colombina Juan II aceptará la
premiosa instancia de los Reyes Católicos para delimitar
jurisdicciones, lo que hace, finalmente, el Papa Alejandro
VI, en sus célebres Bulas "Inter Cartera” de 3 y 4 de mayo de
1493. Pero como la divisoria excluía a Portugal de toda
participación en la empresa americana, el monarca lusitano
se empeñó en obtener su rectificación, lo que logró, en
el tratado suscrito el 7 de junio de 1494, en Tordesillas,
al trasladar la línea 370 leguas al oeste del archipiélago de
Cabo Verde. Al morir, en 1496, el "Príncipe Perfecto”
legaba a su hijo, don Manuel, el secreto patrimonio ame­
ricano y la amable benevolencia de sus padres políticos,
los Reyes Católicos, para culminar sin tropiezos un vasto
designio coloniaL

2. De “ Vera Cruz” al
Brasil

Pedro Alvarez Cabial habría de dar cumplimiento — el


22 de abril de 1300— a la toma de posesión oficial del
territorio americano, al que designó con la cristiana y caba­
lleresca denominación de “tierra de Vera Cruz”. Pero ésta
se trocaría pronto en “Brasil”, ante el impacto provocado
por el éxito de la célebre madera tintórea, que llevaría al
sagaz Femando de Noronha a contratar con la Corona su
directa explotación, régimen que duraría hasta 1314, y cuya
característica esencial era la obligación de fundar factorías-
fortalezas con el pabellón portugués.
Conocido el descubrimiento del "mar del Sur”, por
Balboa, don Manuel dispuso una expedición secreta hacia
el Plata, en busca del canal interoceánico, lo que motivó
la réplica hispánica a cargo de la armada de Juan Díaz
de Solís. Y a partir de entonces —y coincidiendo con la
muerte de la esposa de don Manuel— la Corona castellana
cambió su actitud pacífica y confiada por una abierta hosti­
lidad diplomática y política. La respuesta lusitana fue la
instauración de las llamadas "capitanías del mar”. Cada dos
años partía una escuadra, a realizar un crucero por las
costas brasileñas, para precaver incursiones españolas y de
los corsarios franceses. Este régimen, que procuraba impo­
ner, como en las posesiones de Oriente, el criterio de "mare
dausum”, duraría hasta 1330 aproximadamente.
Simultáneamente se iniciarían los primeros focos de
población: Pernambuco, Porto Seguro y San Vicente. Se
otorgaba a cierto número de colonos, dirigidos por un capi­ Por los breves y torrentosos ríos costeros
tán, de nombramiento real, la tierra y los elementos nece­
sarios para adaptar a la región el cultivo del azúcar, ya ensa­
del Brasil penetró el fuego europeo.
yado con éxito en Madeira y Santo Tomé, con mano de
obra indígena. (Grabado de "Warbaftege . . . " de Hans Staden. Marburgo, J337)

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Una nueva etapa en la organización de este mundo todo el dramático sentido de la hazaña de aquellos prime­
colonial estuvo marcada, en 1530, por la empresa de Martín ros colonos, al decir que se trataba de "conquistar por
Alfonso de Sousa, cuyos objetivos eran defender la dilatada palmos una tierra que les fuera dada por leguas. . . ”
costa, precisar los límites del dominio lusitano, al norte y Las carencias del sistema llevaron a la creación del
al sur, y establecer y organizar los primeros núcleos de colo­ "Gobierno General”, a fines de 1548, destacándose el pri­
nización, distribuyendo tierras y cargos. Supo desde enton­ mer titular, Tomé de Sousa, por su vasta labor de organi­
ces Portugal el alcance territorial de Tordesillas; la natu­ zación administrativa y coordinación económica de los esta­
raleza fluvial del Río de la Plata — explorado en 1531— blecimientos de la costa. Como hecho trascendente abe
y la inexistencia de metales preciosos en su región. Asimis­ señalar la llegada, junto con él, de los primeros padres de
mo, con la afirmación de los poblados de San Vicente y la Compañía de Jesús, entre los que descollaba Manuel de
Piratininga, quedarían echadas las bases sociales y econó­ Nóbrega. Su magnífica labor de catcquesis, que supo com­
micas. prender y penetrar la mentalidad de los nativos no sólo les
Los ataques de los corsarios franceses promovieron, a permitió iniciar la aculturación del indígena, sino también
su vez, la creación de las llamadas "donatarias”, que, a cargo echar las bases de una organización y una pedagogía, que
de capitanes de probada experiencia en Oriente, se exten­ habrían de servir de modelo a las misiones guaraníticas, y
dían, en fajas perpendiculares a la costa, desde Marañón que culmina con la fundación de núcleo primario del "Co­
hasta Santa Catalina. Los resultados concretos del sistema legio de San Pablo”, en las cercanías de la aldea de "San
serían la fijación de dos núcleos sólidos de población: San­ Andrés de Borda do Campo”, donde vivía el famoso Juan
tos, en la capitanía de San Vicente, y Olinda, en la de Ramalho, singular patriarca de innumerable gentío indí­
Pemambuco. El sabio cronista Duarte Pacheco definiría gena y mestizo, cepa originaria de los futuros "mamelucos".

Entrada al puerto de Babia a mediados del siglo XIX.


1612, y luego de diversas incidencias, cedería la colonia,
3. Conflicto y lucha de ante el em puje del "mameluco" Jerónim o de Albuquerque.
En 1580, al extinguirse la dinastía de A vis, ciñ ó la

ambiciones corona de Portugal, Felipe II de España. Se consagraba así


la ’TJnión Peninsular”, en la que se conjugaban la defensa
de la fe católica y el com ún interés del monarca con la
rica burguesía lusitana en la empresa colonizadora. Para
el Brasil, el período de "los F elipes” fue una época de
profundas transformaciones: se extendió la colonización,
fundándose numerosas ciudades; se incorporaron nuevas
regiones; se intensificó la relación con la zona platense;
y se m antuvo una eficaz defensa contra los invasores e x ­
tranjeros.
La exploración del N ordeste y la penetración hacia la
cuenca amazónica fueron objetivos precisos de la política
española. D esde la conquista de Parahiba, en 1584, hasta
la de Pará y la fundación de Santa María de Belem , en
1616, se extiende una persistente gestión, signada por la
lucha con los franceses, que permitiría, desde com ienzos
del siglo X V II, la apertura de las com unicaciones terres­
tres entre Pernambuco y Bahía.

A partir del m om ento en que los primeros colonos


agregaron a la explotación de la madera tintórea el cul­
tivo del azúcar, el Brasil se convertiría en centro de am bi­
ciones diversas. Franceses, ingleses y holandeses después,
concurrirían a disputarle a Portugal el disfrute de las rique­
zas americanas.
Los corsarios franceses se harían presentes ya en la
primera mitad del siglo XVI; pero el intento más persis­
tente sería el del brillante gentilhom bre N icolás Durand
de Villegaignon, al desembarcar, el 10 de noviem bre de
1555, en una pequeña isla de la bahía de Guanabara, deno­
minando pom posamente a la colonia en ciernes, "Francia
Antártica". D iversos conflictos internos, sobre todo de ín ­
dole religiosa, crearon serias dificultades al fundador, quien,
finalmente, se embarcó para Francia, con la intención de
clarificar los objetivos de su empresa, y, en su ausencia, el
gobernador Mem de Sá ocupó la isla, en marzo de 1560.
La pacificación definitiva se lograría recién en 1567, con
la derrota total de los indios del lugar, los "tamoyos”, alia­
dos de los franceses. En el curso de la lucha, el l 9 de
marzo de 1565, Estado de Sá echaría las bases de una
población, a la que llamó "San Sebastián", núcleo inicial
del futuro R ío de Janeiro.
Desde 1497 los ingleses empezaron a participar acti­
vamente en la navegación del Atlántico y ya en 1530
W illiam Hawkins, negociante de Plymouth, inició los via­
jes al Brasil, abriendo el cam ino para el establecim iento
de un comercio regular, al que se asociarían también hom ­
bres de negocios portugueses. Pero estas empresas se inten­
sificaron en el reinado de Isabel. Francis Drake, en 1577,
señaló rumbos, y tras él, Fenton, W ithrington y Lister
Cavendish y James Lancaster, incursionarían, años después,
en la costa brasileña. El últim o ocupó R ecife y regresó
con 15 navios cargados de mercancías apresadas a los m er­
cantes portugueses y españoles.
Serían también los franceses los primeros en poblar
el Marañón. El líder de la "Francia equinoccial”, D aniel
Río de Janeiro con el Convento de San Antonio fundado por
de la Touche, señór de La Ravardiere, se estableció, en Fray Vicente de Salvador.

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C orresponde al período hispánico el establecim iento
holandés en el Brasil. D esd e com ienzos del siglo X V I los
navios holandeses, debidam ente autorizados, realizaban un
lucrativo com ercio triangular, con manufacturas, esclavos y
azúcar, entre Europa, A frica y Brasil. Pero, entre 1585 y
1609, los reyes hispánicos — en respuesta a la insurgencia
de H olanda y Z elandia— adoptaron drásticas m edidas res­
trictivas, que se reim plantaron, luego de breve tregua, en
1621. C om o reacción, los com erciantes flam encos llegaron
a aconsejar a las autoridades de su país la conquista del
Brasil. Y en ese m ism o año se fundó la "Compañía de las
Indias O ccidentales", con participación estatal y m on op o­
lio del com ercio, navegación y conquista de tierras en
A m érica y parte de Africa. El primer proyecto de con ­
quista fue dirigid o contra Bahía, en 1624, pero una pode­
rosa escuadra ibérica liberó la ciudad al año siguiente. U n
segundo ataque, en 1630, esta vez contra Pernam buco, por
entonces la mayor región productora de azúcar del m undo,
tu vo éxito, consolidándose el d om in io con la designación
del C onde Juan M auricio de N assau-Siegen, com o G ober­
nador. La excepcional capacidad del C onde y el am plio
apoyo obtenid o de las autoridades y com ercio de las "Pro­
vincias Unidas", determ inaron una época de prosperidad
y desarrollo y una brillante vida cultural en la "Nueva
H oland a” brasilense.
La ruptura de la "U nión Peninsular”, con el adveni­
m ien to de los Braganza al trono portugués, en 1640, des­
pertó en los luso-brasileños el deseo de verse libres de la
dom inación holandesa, lo que lograron, luego de diversos
enfrentam ientos, merced al apoyo de Inglaterra, con la
capitulación del N ordeste, en 1654, ratificada por el tra­
tado de paz suscrito en 1661.

desde fin es del sig lo X V II y primera mitad del siguiente,


se desenvolverá el "gran ciclo de oro”, seguido de la explo­
tación de las m inas de diamantes; y finalmente, el "ciclo
de las bandeiras de p ob lación ”, estimuladas por la cacería
prim ero y la cría después, del ganado, en los campos de
los actuales estados de Paraná y Santa Catalina.
Pero esta penetración en el territorio, no sólo tuvo
4. Ganado, oro y diamantes por intérpretes a los capitanes de la conquista, sino que
fue el resultado, en su mayor parte, de la dispersión del
colorido m undo m estizo del propio Brasil: fue la obra de
las "bandeiras”. Su nom bre — escribe Capistrano de Abreu
— "acaso proviene de la costum bre tupí de levantar una
El proceso de la conquista y ulterior expansión terri­ bandera en señal de guerra”. D irig ía la expedición un jefe
torial del Brasil está señalado, desde el com ienzo, por obje­ suprem o, que disponía de los mayores poderes y era señor
tivos de explotación económ ica im puestos por las exigen ­ de vida y m uerte sobre sus subordinados. Por debajo de
cias del m ercado europeo de los tiem pos modernos. A los éste, con cierta graduación, estaban aquellos que contri­
ya conocid os ciclos del "palo brasil” y el azúcar, que m o ­ buían a los gastos o proporcionaban gente. Figura obli­
tivaron la exploración y dom in io de la costa, se irían agre­ gada era ¡el capellán! Los indígenas esclavos servían de
gando, en la sucesiva penetración del interior, ya en la cargadores. La carga se com ponía de pólvora, balas, hachas
segunda m itad del siglo X V I, el llamado ciclo de la "caza y otras herramientas, cuerdas para atar a los cautivos, algu­
del in d io ”, en las regiones del sur y del oeste y la bús­ nas veces sem illas, otras, sal y vituallas. Acostumbraban
queda del oro en regiones pertenecientes al actual estado partir de madrugada, acampaban antes del atardecer; el
de Paraná; sigu ien d o el curso de los ríos San Francisco resto del día lo pasaban cazando, pescando, buscando miel
y Paranahiba, el "ciclo del ganado” abrirá la colonización silvestre, arrancando palm itos, cogiendo frutas; las pobres
del "sertao” y con ella la ligazón geográfica de los diversos chozas de los indios les proporcionaban las cosas suplemen­
m o v im ien to s de expansión salidos del litoral; en el centro, tarias, y destruirlas era uno de los m edios más apropiados

106
— ft
Latadero de o rod e l pico (Ita
udnAl IH.l 5 ). ontzReise ni
para cautivar a sus dueños. Si encontraban algún río nave­
gable, improvisaban canoas ligeras, fáciles de desviar en
los saltos, de aligerar en los bancos o de ser conducidas a
5. La Colonia del
la sirga. Por tierra aprovechaban los senderos de los indios;
a falta de ellos seguían torrentes y riachuelos, pasando de
Sacramento y la
uno a otro lado según les convenía, y que hoy todavía
recuerdan las denom inaciones de "Passa-dois”, "Passa-dez", expansión hacia el Sur
"Passa-vinte"; "Passa-trinta”; deslizábanse por las alturas en
busca de gargantas; evitaban, naturalmente, los matorrales,
y caminaban preferentem ente por los cerros”.
Las principales "bandeiras” son las provenientes de
San Pablo de Piratininga. Estratégico punto de entronque
de rutas naturales, escala intermedia para las conexiones
entre el Litoral y el Planalto, y nudo, por el R ío T ieté, de
un importante sistema hidrográfico, estaba en inmejorables D ecisiva fue, en la expansión hacia el Sur, la atracción
condiciones para volcar la energía de sus pobladores en la del R ío de la Plata. D urante el período hispánico el estua­
formidable empresa de penetración hacia el interior. rio funcionaría com o vía de tránsito con el Perú y con
Los itinerarios de las bandeiras se adaptaron princi­ los im portantes núcleos de población luso-brasileña in clu i­
palmente a los rasgos de la hidrografía, en busca de los dos en las provincias del Paraguay y de Buenos Aires,
objetivos económicos que caracterizaron los diversos ciclos. siendo el m etal potosino el objetivo de mayor interés. El
La gigantesca geografía del Brasil fue así recorrida por la frecuente com ercio entre Buenos Aires y los puertos del
audacia de aquellos singulares "adelantados”, desde la cuen­ Brasil habría de resentirse com o consecuencia del estado
ca amazónica hasta las tierras del Plata y sus grandes tri­ de guerra derivado del ascenso de los Braganza, en 1640,
butarios, esponjando el territorio lusoamericano en pro­ al trono lusitano; y quedó oficialm ente interrum pido des­
funda proyección continental, largamente superado el confín pués de 1678, en que se firm ó la paz entre las dos coro­
de Tordesillas. nas ibéricas.

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La extraordinaria abundancia de ganado vacuno en la lerable en el p u n to llave de las provincias platenses, que
"banda oriental" del estuario, constituyó, asim ism o, pod e­ vulneraba seriam ente su seguridad y configuraba una grave
roso m otivo para decidir a Portugal a incorporarla a su fisura, por el com ercio clandestino, en las espaldas atlán­
dom inio. La fundación de la "Nova Colonia do Sacramento”, ticas del m o n op olio lim eño.
por el gobernador de R ío de Janeiro, Manuel de Lobo, en La réplica hispánica fue la fundación de Montevideo.
la tercera semana de enero de 1680, concretó, en los h e­ Su proyección ulterior en el proceso poblacional de la Ban­
chos, este propósito, que, desde tiem po atrás era objeto da y el prolongado asentam iento lusitano de la Colonia,
de planes, que llegaron a enfocar, incluso, la conquista de convergerían, entonces, para otorgarle a nuestro país el sin­
la p ro p ia Buenos A ires, que "se puede hacer con gran faci­ gular carácter — único en A m érica— de comarca bifronte,
lidad e interés nuestro, d añ o y división de C astilla, y a la de con flicto y encuentro de las vertientes étnicas y cultu­
q u e se p u ed en aplicar los hom bres de San P ab lo ”, com o rales de las dos Madres Patrias ibéricas, y de su refracción
su g eriría el p ad re A n to n io V ieira. El estab lecim ien to com ­ americana. La condición de pradera abierta y extendida del
p letab a el sistem a circu lato rio del Brasil y aseguraba un territorio oriental, por lo dem ás, contribuiría a perpetuar,
vasto m ercado para la M etrópoli y sus colonias del A tlá n ­ más que im pedir, el enlace de la Cartago coloniense con
tico; para los españoles, en vez, co n stitu ía un enclave in to ­ el hinterland del R ío Grande, por donde se proyectaba

ENTRADAS
Características Geográficas

En el N jreste ' catingas", espinosas, calientes y áridas y falta Lo; campos que se extienden al
de agua. Penetración efectuada a pie . la penetración. Ausencia Je grandes bosq
En ¡a Amazonia excesiva humedad . pero innumerables cursos tación suficiente, clima favorable. A l
navegables. Penetración realizada en canoa.

Características Históricas
Lucha contra ¡os indígenas, muy dura; asimismo, luchas con­ 5i bten los vkentinos tuvieron que enfrt
tra los extranjeros. en la primera etapa, hasta 1639, los dominar
se vieron algo frenados por los jesuítas. La
jetos fue prácticamente nula.

C ara cterística s E c o n ó m ic a s

La prosperidad de la industria azucarera dim inuía deseos de La pobreza de los vicentinos estimu
penetración; la mano de obra esclava nací* inn«-&serias los tvdtos; otras riquezas — indiost metales preciosos,
el contacto con Europa jaciíiutca exportaciones e emigración. sólo en eí interior podrían
en su búsqueda.
Tomado de Helio

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entonces el empuje creciente del Brasil, conjugado con la sus terrenos hacia el Plata, le convertirían en un mundo
trashumancia de las vaquerías tapes y el tráfago de los de relación activa con la pradera oriental. N i las exitosas
"changadores” del área gaucha. campañas de Cevallos de 1762 y 1776, ni la nueva juris­
El poblamiento sur del Brasil, a fines del siglo XVII, dicción del Virreinato del Plata, lograrían, asimismo, fijar
había alcanzado, hacia el litoral, dos puntos muy distantes en definitiva, el límite colonial. La demarcación de San
entre sí: San Antonio dos Anjos da Laguna, en Santa Cata­ Ildefonso, en 1777, a pesar de la extirpación del enclave
lina, y la Colonia. La zona intermedia, con una costa poco lusitano de la Colonia, tampoco perduraría. Y en 1801
acogedora, permanecía, en el confín de los dos imperios podrían los portugueses obtener, por el audaz golpe de
iberoamericanos, ajena a todo propósito poblacional. Las mano de José Borges do Canto, el territorio misionero
campañas navales francoespañolas, derivadas de la guerra oriental, inexistente ya la resistencia jesuítica, cuya expul­
de la Sucesión de España, al amenazar las comunicaciones sión de los territorios americanos, ordenada casi simultá­
marítimas entre la Colonia y su base de aprovisionamiento, neamente por ambas Coronas ibéricas, había quitado el
el lejano Río de Janeiro, impusieron la necesidad de abrir único fiel de balanza efectivo para equilibrar la recíproca
comunicaciones terrestres directas, que vino a orientar el gravitación de los dos mundos coloniales vecinos.
"Roteiro” escrito por Domingos de Filgueira en 1703. Con­ Y sería en esa circunstancia de pradera abierta y fron­
cluida la guerra, y aceptado por España en 1715 —segundo tera frustrada, entre esos dos mundos — rivales y copartí­
tratado de Utrecht— el dominio portugués de la Colonia, cipes, a la vez, de la conformación histórica de la Banda
se inició una activa porfía entre las autoridades de Río y Oriental— que ahondaría el afán centrípeto del patriciado
de Buenos Aires, para establecer guardias y núcleos de de Montevideo — vencedor de la Colonia y opositor de
población en la orilla izquierda del Plata. Fracasado el in­ Buenos Aires— para afirmar su vocación de predominio,
tento lusitano de poblar Montevideo, en 1723, y ocupado exclusivo y excluyente de todo rival.
el punto por los españoles, en 1724, con la fundación del
fuerte de San José, la corriente lusobrasileña avanzó, entre
1726 y 1730, hasta Curitiba, siguiendo el "Roteiro” men­
cionado; con ello se hicieron conocidos los llamados "cam­
pos do Viamáo", por los que se abría el acceso a las ricas
vaquerías "del Mar” y "dos Pinheiros".
Entretanto, en el interior riograndense, las "bandei-
ras" vicentinas habían desalojado de la región "del Tape"
a los misioneros jesuítas de la Provincia del Paraguay, que
retrogradaron, asentándose en el Guayrá y en la llamada
"Provincia del Uruguay", donde lograrían resistir con éxito
los embates de los mestizos lusoamericanos.
El ataque español a la Colonia, en 1735, habría de
determinar la .definitiva fundación lusitana del Río Grande.
Una expedición al mando de José da Silva Pais, organi­
zada para socorrer la plaza sitiada y reconquistar Monte­
video —detenida en su acción por la firma del armisticio
de París, de 1737— fundaría, en el mismo año, en la mar­
gen derecha del sangradero de la laguna de los Patos, la
colonia de "Río Grande de San Pedro”. En 1738 era creada
la Capitanía de Santa Catalina y poco después los campos
de Viamáo eran poblados por matrimonios azorinos, fun­
dándose en la margen del Guaíba, al fondo de la laguna
de los Patos, el "Porto dos Casais”, futuro Pono Alegre.
Suscrito el tratado de Permuta, en 1750, entre las dos po­
tencias peninsulares, por el cual España trocaba las Misio­
nes Orientales por la Colonia, estallaría la "Guerra Guara-
nítica", como se llamó a la resistencia de los indígenas
reducidos, acaudillados por los padres jesuítas, a la acción
conjunta de los ejércitos español y portugués, encargados
de imponer el cumplimiento del Tratado. Pero restablecida
la situación a los términos anteriores por el Tratado de El
Pardo, en 1761, las autoridades lusitanas consideraron pro­
picia la oportunidad para demarcar una nueva jurisdicción
en el sur, creando la Capitanía de Río Grande de San
Pedro. Ingenio azucarero
Río Grande debía ser, en la intención de la Corona
lusitana, una "marca” de consolidación de los territorios
poblados a expensas del dominio hispánico; pero la natu­
raleza del habitat geográfico y la natural declinación de

109
6. La refracción de la
Revolución de Occidente

La R evolución Francesa, regicida y republicana, en gen ­


draría el cesarismo m oderno de N ap oleón, que amenazaba
sustituir en todo el continente europeo el "antiguo régi­
men" por el nuevo orden de la burguesía industriosa y
comercial, bajo la tutela de la advenediza Casa de los Bo-
naparte. Su inevitable enfrentam iento con Inglaterra, p io ­
nera en el régim en burgués de la M odernidad, quedaría en
suspenso, en 1802, con la paz de A m iens. Pero doblegados
el Zar de Rusia, el Rey de Prusia y el Emperador de A u s­
tria, en el tratado de T ilssit, de 1804, el flam ante E m pe­
rador de los franceses pudo pensar de nuevo en la lucha
contra el obstinado bastión insular.
En el decurso de este enfrentam iento, Portugal, aliado
de Inglaterra y, económ icam ente, su cabecera de puente
continental, y país lim ítrofe de España, aliada a Francia
— desde 1796— se encontraba, al iniciarse el siglo X IX ,
en situación por demás com prom etida. En febrero de 1801,
España y Francia intimaban, a riesgo de guerra, al Prín­
cipe Regente, don Juan, su d efinición en favor del Em pe­
rador. A pesar del apoyo inglés en armas y dinero. Portu­
gal fue rápidamente vencido por el ejército español, que
ocupó y retuvo la plaza de O livenza. Pero en Am érica la
guerra favoreció al Brasil, cuyas fuerzas tomaron las M isio­
nes Orientales. Firmada la paz, en Badajoz, el 6 de junio,
el Príncipe, desde ya, pensaría en Brasil com o sede del
R e i n o .. .
Más grave sería la crisis entre 1805 y 1807. N a p o ­
león, vencedor en Austerlitz, pero derrotado en Trafalgar,
dictaba los decretos estableciendo el "bloqueo continental”
a Inglaterra. D on Juan procuró dilatar toda resolución has­
ta el últim o instante, vital com o lo era la conexión com er­
cial británica; pero suscrito, en octubre de 1807, el tratado
secreto de Fontainebleau, entre España y Francia, por el
que se decretaba la partición del reino lusitano y se auto­
rizaba el paso del ejército francés por suelo español para
llevar a cabo la empresa. Portugal estaba perdido. El Prín­
cipe R egente, a quien el embajador inglés Lord Strangford,
le exhibió el texto del Tratado, decidió partir con su fam i­
lia, altos dignatarios y un contingente armado, hacia Bra­
sil. El 29 de noviem bre de 1807 el convoy real — ocho
naves, con 10.000 personas— pasaba la barra del Tajo y brasileños al com ercio de todos los países amigos: era el
al día sigu iente el mariscal Junot entraba a Lisboa, sin precio de la decisiva colaboración inglesa. Luego de san­
poder cum plir su objetivo de aprisionar a los B ra g a n za .. . cionar varias reform as en b en eficio de la ciudad y su co­
El 23 de enero de 1808 desembarcaba en Bahía el m ercio, se trasladó a R ío de Janeiro, adonde llegó el 8
Príncipe R egente, rodeado de la nobleza, los mercaderes, de marzo. El 10 de junio proclam aba el estado de guerra
los militares; aplaudido con em oción por la masa deslum ­ con Francia y en una rápida incursión, sus fuerzas — con
brada, que contem plaba el espectáculo inusitado que ele­ apoyo naval inglés— capturaban Cayena, capital de la Gua-
vaba al Brasil a la categoría de sede de la monarquía. El yana francesa. En 1810 com pletaba la política comercial
28, don Juan dictaba la Carta regia que abría los puertos de apertura de puertos y estrechaba aún más los lazos con

110
El gobierno de don Juan echó las bases del futuro
del Brasil. H ubo un notable progreso material: obras p ú ­
blicas, un teatro, palacios, un herm osísim o jardín botánico;
se estim uló la inm igración de colonos suizos y alem anes
y se creó el primer Banco; se fundaron las academias m ili­
tar y de marina, la imprenta real y una fábrica de pólvora;
se efectuaron experiencias siderúrgicas en Sorocabana; y
se crearon los órganos de gobierno, im plantándose todo el
com plicado engranaje de la adm inistración de un Im perio.
La tradicional política exterior no sufrió variantes:
afirmada la alianza con Inglaterra, se procuró, en Am érica,
alcanzar las fronteras naturales, lo que significaba desco­
yuntar el Virreinato del Plata, incorporando la Banda O rien ­
tal y m ediatizando al Paraguay. La ocasión era propicia,
porque la invasión napoleónica aflojaba la capacidad d e­
fensiva española; pero Inglaterra por m edio de Lord Strang-
ford, se interpuso, ya que no le convenía se m odificara el
"statu quo” en el Plata, ni adicionar problemas americanos
a la ya penosa situación europea de España.
M enos convenientes eran todavía los planes de la prin­
cesa Carlota Joaquina de Borbón, esposa de don Juan y
hermana de Fernando VII, que aspiraba a custodiar los
dom inios de su Real casa, erigiéndose en R egente del V i­
rreinato, ante la acefalía del trono hispánico. Ella fue el
centro de novelescas intrigas en la corte de R ío, en que
participaron por distintos m otivos las autoridades españo­
las de M ontevideo, los gobiernos del Paraguay y del A lto
Perú, y dirigentes criollos de Buenos Aires — los herm a­
nos Rodríguez Peña, Sarratea, Belgrano— que m editaron
un plan monarquista en el Plata, con la princesa com o
Emperatriz y la alianza portuguesa para asegurar la inde­
pendencia. Pero Lord Strangford, siem pre vigilante, se en ­
cargaría de desbaratar la in icia tiv a . . .
En el Plata, entretanto, se precipitaban los aconteci­
m ientos. D isuelta en la Península la "Junta Suprem a” y
constituido, irregularmente, en la isla del León, frente a
Cádiz, el C onsejo de R egencia, el patriciado criollo de
Buenos Aires, en oportuno golp e de mano, declaraba ca­
duca la autoridad del Virrey Cisneros y tomaba directa­
m ente el poder, el 25 de m ayo de 1810. Enfrentada la
Junta porteña a la contrarrevolución, con centros en Cór­
doba, prontam ente reducida, Paraguay y M ontevideo —
ahora bajo la em pecinada conducción del Virrey Elío— el
m om ento era oportuno para la intervención lusitana. El
R egente m ovilizó fuerzas sobre las fronteras paraguaya y
oriental y envió emisarios a las respectivas autoridades
leales a la R egencia española, ofreciendo su apoyo p olítico
y militar; pero el levantam iento de las huestes cam pesinas
de la Banda bajo la jefatura carismática de José Artigas,
Desembarco de la Princesa Leopoldina en Río de y la deposición del gobernador V elazco, en A sunción, por
el patriciado criollo, a la par que la celosa custodia de
Strangford, volvieron a frustrar la habilidosa maniobra.
Inglaterra, firmando con ésta, el 19 de febrero, un Tra­ La coyuntura se presentaría nuevam ente, al solicitar
tado de Comercio y N avegación por el cual el pabellón Elío el apoyo portugués para tomar por retaguardia la línea
de aquélla se equiparaba con el portugués y sus com er­ sitiadora de M ontevideo, establecida por los patriotas. En
ciantes obtenían el privilegio de un juez propio para diri­ una rápida operación, el capitán general de R ío Grande,
mir sus causas; asim ism o, Portugal se obligaba a abolir D ie g o de Souza, invadió sim ultáneam ente el territorio de
gradualmente el tráfico de esclavos. Entraba así, tam bién la Banda y el m isionero, procurando evitar que la em igra­
el Brasil, en la órbita ultramarina de la nación protecto­ ción oriental cruzara, "con la patria a cuestas”, el Uruguay,
ra, — com o dice Calmón— "sin libre voz, hasta mejores y apoyando, a la vez, a las "partidas tranquilizadoras” que
tiem pos. . . ” E lío — liberado del asedio por el arm isticio de octubre

y ------------------------------------------------------------------------------------- ■----------------
111
de 1811, suscrito con Buenos Aires— derramaba sobre la agente secreto inglés— coronel Juan de Rademaker, y el
campaña. Pero una vez más el envite lusitano se v io con ­ m on tevid ean o D r. N ic o lá s H errera, m inistro de Gobierno
tenido por el embajador inglés. Bajo su enérgica m edia­ y R elaciones E xteriores del triunvirato porteño. Hacia se­
ción, el enviado porteño Sarratea redactaría las bases de tiem bre, de Souza se retiraba, a regañadientes, de la Banda,
un tratado de pacificación que, el 26 de m ayo de 1812, hostigado por las d iv isio n es artiguistas, y arreando, como
suscribirían en Buenos Aires el representante lusitano — y represalia ingentes tropas de ganado vacuno y ca b a lla r...

Entrada de las tropas portuguesas en Montevideo el 20 de enero de 7 . por el portón de San Pedro.
en este ob jetivo com ún, divergentes eran las motivaciones
7. La revolución popular y los fines concretos. Para la burguesía mercantil y la aris­
tocracia terrateniente y esclavócrata del Brasil, el necesario
y la reacción patricia aplastam iento del artiguism o, com o peligroso fermento de
insurrección de las castas y del abigarrado mundo "gau­
ch o” e indígena, se doblaba del propósito, dictado por la
geografía y la econom ía, de incorporar la Banda Oriental
al ám bito de un soñado im perio americano. Para la oligar­
quía patricia porteña, embretada entre el avance del arti­
guism o y la amenaza de una expedición reconquistadora
peninsular, la solución era obtener el acuerdo y apoyo del
flam ante "R eino U n id o de Portugal, Brasil y Algarves”,
para — com o expresaría crudam ente su agente confidencial,
el Dr. M anuel José García— "desviar el golpe que los
procedim ientos anárquicos del caudillo de la Banda Orien­
H acia 1815, erguido el caudillo oriental en "Protector tal estaban preparando” y, en la coyuntura propicia, some­
de los Pueblos Libres” y dom inando el puerto de M onte­ ter de nuevo a su autoridad el interior rebelde, utilizando
video, parecía inm inente el triunfo de la revolución p opu­ "la fuerza de un poder extraño", necesario para "formar
lar, republicana y federal, del artiguismo. T anto en R ío un centro com ún de autoridad, capaz de organizar el caos
com o en Buenos Aires, la reacción de los patriciados fue en que están convertidas estas provincias”. Como era "un
la misma: elim inar al "anarquista” y "sedicioso” Artigas. error im aginar proyecto alguno de sólida prosperidad mien­
Pero, si bien coincidían los intereses de ambas oligarquías tras sus bases n o se asienten sobre la ruina de la anarquía

112
que actualmente nos devora ”, era evidente la coincidencia
del interés lusitano y del porteño en el estrangulam iento
del artiguismo, aunque el segundo debía, para ello, sacri­
ficar una porción clave del territorio. Aún iría más allá
en su programa el agente García, procurando convencer
al vacilante Congreso de Tucum án, en la conveniencia de
"reconocer com o su monarca” a Juan VI, bajo una Carta
Constitucional.
El patriciado m ontevideano, entretanto, soportaba muy
a su pesar el austero régim en artiguista que, a la par que
limitaba sus oportunidades de lucro mercantil, ponía en
cuestión sus privilegios, con una política agraria fundada
en la efectiva posesión y en la productividad de las tierras,
con ascenso ‘ indeseable” del paisanaje pobre, del indio
cristiano y de los negros y hombres de casta libres. N o
faltarían en su seno los prom otores de una protesta que
en la “revolución de los cívicos” tentó sustraerse a la égida
del Caudillo; pero su verdadero intérprete y agente sería
el Dr. N icolás Herrera. H om bre dotado de una clara inte­
ligencia e ilustración, superior a todos sus compatriotas
por la vastísima experiencia política adquirida en el pro­
pio escenario europeo y desde las altas jerarquías del g o ­
bierno revolucionario porteño, Herrera sería el inductor
saga* de lo que él m ism o habría de calificar com o una
"sublime intriga” para, de un golpe, liberar al atemorizado
patriciado m ontevideano de la coyunda artiguista y restau­
rarle el predom inio perdido. Suyas fueron las sugerencias
más atinadas que contenían las m inuciosas instrucciones
para la organización política y adm inistrativa de la Pro­
vincia, de que fuera portador el Capitán General Carlos
Federico de Lecor, ”el pacificador. . B A SFS D E IN C O R P O R A C IO N A P R O B A D A S
Entre el 20 de enero de 1817, en que Lecor y su lucida P O R EL C O N G R E S O C I S P L A T I N O

comitiva hacían su entrada al Real de San Felipe, bajo El territorio te consideraría como un Estado diverso de
palio, y el 20 de enero de 1820, en que las últimas huestes * los demás del Reino Unido, bajo el nombre de Cisplatino ,
orientales leales al Caudillo caían derrotadas en Tacuarem ­ ia ) Oriental. Tendría el mismo rango que los demás de la j
Monarquía y estaría representado en el Congreso Nacional,
bó — mientras, en el Pilar, Ram írez y López entregaban
Sus límites serían los del principio de la Revolución . . .
la victoria federal de Cepeda al provincialism o porteño— f,por el norte del río Cuareim hasta la Cuchilla de Santa
se inscribe el ciclo de la revancha patricia frente a la revo­ Ana. . .", ''sin perjuicio de la declaración que el Soberano
lución popular y americana del artiguismo. El 5 de setiem ­ Congreso Nacional, con audiencia de nuestros diputados, dé
bre de 1820 el férreo "carai-guazú” cruza el Paraná y cae sobre el derecho que puede competer a este Estado, a los
campos comprendidos en la última demarcación practicada
en el encierro selvático del Paraguay del D octor Francia. . . en tiempos d tl gobierno español *.
Se conservarían las leyes, "en cuanto no se opongan a la
Constitución General', asi como las costumbres, derechos
y privilegios de todos los individuos de la Provincia, y se
establecía la independencia de las autoridades civiles y
militares.
8. La Cisplatina El comercio, la industria y la agricultura estarían libres
de toda traba.
Se reservarían los empleos de la Provincia para "sus
naturales o habitantes casados o avecinados en ella”.
Por ningún motivo se impondrían contribuciones extra-
ordinartas.
Se establecían garantías contra las levas y se afirmaba la
permanencia de las milicias dentro del territorio.
Se consultaría a las autoridades locales para cualquier
reforma del regimen fiscal.
En M ontevideo, entretanto, vencida la “tiranía d o­ Se mantenía la independencia eclesiástica.
m éstica”, el patriciado, satisfecho, veía restaurarse el orden "Continuará en el mando de este Estado el Sr. Barón
social y económ ico, en los marcos de una progresiva orga­ de la Laguna".
Se nombraba un Síndico Procurador general del Estado,
nización que le devolvía la seguridad y la directa adm i­ para vigilar el cumplimiento de lo establecido y reclamar
nistración de sus intereses, bajo la paternal tutela de Lecor, en caso de violación.
a quien sus “Instrucciones” le prescribían “halagar a la (Extractado de J. E. Pivel Devoto,
población inspirándole confianza”, respetar sus “leyes, usos "El Congreso Cisplatino”)

113
y costumbres", "derechos y propiedades”, y, en lo econó­ se encargaba de expl icitar, en abundantes bandos y prego­
m ico, restablecer las normas vigen tes en la época hispá­ nes. N o m enos trascendencia tuvieron las disposiciones
nica. U na de las formas de premiar la colaboración patri­ referentes a la vida económ ica. El puerto de Montevideo
cia fue la proliferación de cargos y honores. Señala Arcos con oció un período de intensa actividad que culminaría,
Ferrand que "había un Capitán G eneral, un G obernador en 1818, en que p u d o constatarse un fuerte crecimiento
Intendente, un Síndico, un Presidente de la Cámara de de la población y una redoblada actividad mercantil. En
Justicia, una Junta de H acienda, un Cabildo, un Tribunal la bahía, las naves m ercantes — sobre todo inglesas— ,
de C om ercio, un Tribunal Eclesiástico y dos Juzgados ordi­ afluían cada vez en mayor núm ero, y en las tiendas de la
narios”, para un pueblo de "doce m il almas”. Todas esas ciudad las damas patricias encontraban el surtido de "no­
instituciones fueron dócil instrum ento de los designios del vedades” que les perm itían lucir a la moda del siglo en
Barón de la Laguna; si acaso podría escapar a la crítica los salones frecuentados por los aristocráticos oficiales lusi­
el Tribunal del Consulado, a cuyo frente el Dr. Lucas J. tanos y los prohom bres severos y condecorados del régimen,
O bes, uno de los "asesores” de la invasión, llegó a insi­ con aires de m úsica suave, plática culterana y brindis opor­
nuar ciertos pujos de independencia de criterio, que lo tunos a la salud de su M ajestad F id e lís im a .. . Esta situa­
llevaron a chocar con frecuencia con el Gobernador Inten­ ción tenía tam bién sus contraluces, provenientes sobre todo
dente y con el sum iso Cabildo. A él correspondió, justa­ de la autoridad sin lím ites que ejercía Lecor y de la vora­
m ente, la iniciativa de dotar a la peligrosa Isla de Flores cidad fiscal con que se m anejaban las contribuciones, cada
de un fanal, que denom inaría "la V igía Lecor” y que, en vez m ás altas, frente a la necesidad de atender los desme­
1819, sería objeto de un frustrado C on ven io de lím ites didos gastos burocráticos y de representación, con que se
que canjeaba la "Farola” por una am plia zona del terri­ sostenía el régim en.
torio de la Banda! M ientras tanto, Juan V I debía enfrentar, en Europa
Las obras de restauración material de ed ificios púb li­ y en Am érica, dificultades políticas y diplomáticas que
cos, calles, alumbrado; las m edidas de orden sanitario; los amenazaban su real dom inio. En el V iejo Mundo, Fernan­
propósitos m oralizadores, contribuirían a afianzar ante la do VII había protestado por la intervención portuguesa
oligarquía m ontevideana, la im agen de un régim en larga­ en el Plata, ante las potencias reunidas en la "Santa Alian­
m ente añorado, cuyas ventajas, por su parte, el gobierno za”. En las conferencias de París, de 1817, el representante

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Montevideo cisplatino visto por J. Ai. Besnes e ¡ r / g o y w (Museo Histórico Municipal).


lusitano, Conde de Palmella, m oviéndose hábilm ente entre blicano y su programa económ ico. Empero, la derrota del
las encontradas tendencias de las potencias mediadoras, lo­ Protector, reduciría esta rebeldía a un sordo ferm ento
graría que, finalmente, se recomendara a Fernando dispo­ latente.
ner una expedición de reconquista, a cuyo jefe se com pro­ El año X X tomaría, en cam bio, en Europa, un sign o
metía Portugal a entregar la Gisplatina, retirando de inm e­ adverso, con el triunfo, en O porto y Lisboa, del "partido
diato sus fuerzas a la frontera de R ío Grande. Palmella liberal". La rebelión de R iego obraría com o percutor para
sostenía que tal acción española era indispensable para ase­ la decisión de los liberales portugueses, que formaron un
gurar a los dom inios americanos de Portugal la seguridad gobierno interino en Lisboa y convocaron a las Cortes C ons­
de un orden subvertido y convulsionado por la "anarquía” tituyentes, solicitando, a la vez, a Juan VI, su regreso. El
artiguista. . . Fernando ordenó, en 1819, la form ación de monarca, fracasado en su tentativa de ganar tiem po, debió,
la expedición reconquistadora, en Cádiz, cuyo jefe, el coro­ por fin, decidir su actitud: cam bió el m inisterio, confiando
nel Riego, se sublevaría, en 1820, im poniéndole al Rey el la cartera de N egocios Extranjeros y Guerra al liberal Sil­
restablecimiento de la C onstitución del año XII, y frus­ vestre Pinheiro Ferreira, e hizo anunciar su próxim a mar­
trando, con ello, la proyectada empresa americana. cha a Europa, y el depósito, en el Príncipe don Pedro,
Entretanto, en el propio Brasil, en Pernambuco, esta­ su hijo, de la Regencia del Brasil.
llaba, en 1817, una revuelta contra el régim en de Juan VI, El nuevo M inistro encaró entonces, con resolución y
organizada, al estilo masónico, por elem entos lusitanos lib e­ realismo, el problema de la Cisplatina. H erm anado id eoló­
rales y por "nacionalistas” americanos, opuestos al dom inio gicam ente con los liberales españoles y ante el retorno del
europeo, y que coincidirían en el repudio a los "marin- Rey, creía fundam ental elim inar todo m otivo de fricción
heiros” — com o llamaban a los portugueses. El m ovim iento entre las dos Coronas, e inspirado por ello, rem itió cuida­
fue severamente castigado y la masonería puesta fuera de dosas instrucciones a Lecor para que los orientales, por
la ley. Contribuiría, asim ism o, a perturbar la acción m ili­ interm edio de sus representantes regularm ente electos, d eci­
tar sobre las fuerzas de Artigas, la sim patía y adhesión dieran, librem ente y sin coacción alguna, sobre el destino
que prestaban a la causa de éste, m uchos pequeños hacen­ político de su tierra.
dados y sus mesnadas gauchas, atraídos por su ideario repu­ Las normas de Pinheiro Ferreira, sin em bargo, habrían
de escollar ante la posición asumida por el veterano C api­
tán General de la Cisplatina y el grupo de adictos in te­
grantes del "Club del Barón”, de unir el destino oriental
al de un Brasil americano, separado de Portugal. D e ahí
que, en amañadas reglam entaciones, que circuló a los p u e­
blos el Gobernador Intendente Juan José D urán, se in te­
gró el Congreso "Cisplatino” con hom bres de conocida
adhesión al "plan am ericano”. En el curso de las d elib e­
raciones, celebradas en julio de 1821, se pronunciaron tres
discursos, a cargo de Jerónim o P ió Bianqui, Francisco Llam-
bí y D ám aso A n ton io Larrañaga, coincidentes en señalar
la incapacidad de la Provincia para subsistir com o estado
independiente y la necesidad de contar con la tutela de la
monarquía lusoamericana, bajo una C onstitución liberal
para asegurar a sus habitantes el goce de los derechos
civiles y la prosperidad eco n ó m ica . . . Se evitaría de ese
m odo el peligro — según palabras de Bianqui— de que
la sociedad volviera ser "la presa de un am bicioso atrevido
sin otra ley que la satisfacción de sus pasiones”, o la am e­
naza del Entre R íos — invocada por Llambí— ya que
"abandonados a nosotros m ism os, vam os a fom entar el celo
de las provincias lim ítrofes”.
La incorporación al R ein o U n id o de Portugal, Brasil
y Algarves fue decidida entonces "por una aclam ación g e ­
neral" com o "único m edio de salvar a la P rovincia”, pero
el experim entado núcleo doctoral del patriciado m o n tev i­
deano articuló, en "Bases” m inuciosas, un estatuto particu­
lar para el que gustó llamar "Estado C isplatino” que le
aseguraba, en los hechos, el predom inio p olítico y el p ri­
vilegio económ ico, con m antenim iento de las leyes, usos y
costumbres, la reserva de los em p leos públicos para los
hijos del país y el uso del español com o lengua oficial.
A sim ism o, y para halagar el sentim iento del pueblo, se
m antenían los colores blanco y celeste para el pabellón
provincial y el escudo tradicional ornado con las armas
portuguesas.

115
9. El Brasil americano y
la Segregación platense

El soporte social y económ ico del régim en de la Cis-


platina radicó, com o se ha dicho, en la clase principal de
la sociedad oriental, representada directam ente en los órga­
nos de gobierno y de adm inistración por sus más conspi­
cuos miembros. Pero lo que permitiera a Lecor y a sus
paniaguados la vigencia y el disfrute del orden restaurador
cisplatino había sido el com prom iso con Fructuoso Rivera,
últim o lugarteniente revolucionario de la campaña y su
caudillo más em inente, desaparecido el gran Artigas. En
Tres Arboles, el 2 de marzo de 1 8 2 0 , suscribía Rivera un
El gobierno cisplatino derramó títulos de nobleza y condecora­
acuerdo con los representantes del Cabildo m ontevideano, ciones sobre cabezas y pechos serv
por el cual, al deponer las armas, condicionaba tal acti­
tud a que "no se haría novedad en las propiedades, fueros su asesor y consejero D r. Lucas O bes, que le aseguraba
y privilegios de los pueblos del distrito” era la m ejor solu ción en aquellos d ifíciles instantes. M ien­
La promesa del "respeto a la propiedad” había sido tras la evid en cia de la injusticia y la penetrante intuición
el m edio por el cual Lecor había logrado la aceptación de de su espíritu criollo iban m ellando en el ánim o del cau­
su d om in io por parte de los diversos núcleos de autoridad d illo el sign ificad o de tan interesados consejos, se tuvo
en la campaña. Sobre esa base, apenas pacificada la pro­ noticia de una novedad trascendental: el Príncipe Regente,
vincia, hizo circular un Bando, por el que se amparaban don Pedro, había proclam ado, el 7 de setiem bre de 1822,
los derechos de aquellos propietarios que se presentaran la independencia del Brasil. El hecho conm overía en muy
personalm ente a reclamarlos, pero sin que ese reconoci­ diversa m edida a la adm inistración lusitana, al patriciado
m iento significara la expulsión material de los "poseedores adepto y el caudillo y sus huestes populares.
de buena fe ”, que eran, demás está decirlo, los adjudica­ En el seno del ejército lusobrasileño se produjo una
tarios de la época artiguista. Por m edio de ese precario división entre quienes veían en el Brasil am ericano la pers­
equilibrio, el Barón de la Laguna lograría una tregua en pectiva de un glorioso destino, com o el propio Lecor, y
la campaña, la que m antuvo incluso, procediendo con d eli­ quienes, por sus ideas liberales, acompañaban la reforma
berada lentitud en aquellos casos en que se efectuaron constitucional del R eino, auspiciada desde Lisboa, como el
reclamaciones. Pero, después del Congreso, afirm ado ya brigadier A lvaro D e Costa, jefe del R egim iento de Volun­
definitivam ente el régim en, la política con respecto a la tarios Reales. La situación hizo crisis el 12 de octubre,
propiedad se reorientó, con signo contrario. El 2 1 de n o­ cuando Lecor y sus adictos, en Canelones, — adonde se
viem bre de 1 8 2 1 , un Bando del Capitán G eneral dispuso había establecido luego de abandonar M ontevideo— acla­
que los poseedores regularizaran sus títulos. Los adjudica­ maron a don Pedro com o Emperador del Brasil y presio­
tarios artiguistas ocupantes de terrenos fiscales o no rei­ naron a los cuerpos de ejército y Cabildos del interior para
vindicados, no fueron nunca atendidos; y en los campos obtener un pronunciam iento similar. Entre el patriciado,
cuyos dueños reclamaron, debieron afrontar la controver­ a su vez, hom bres com o Herrera, D urán, Obes, promotores
sia judicial, con la casi seguridad de un fallo adverso. y partícipes activos del régim en, se pronunciaron decidi­
A nte esa situación, los hombres de la campaña, que dam ente por el n uevo Im perio americano; otros, como
habían aceptado, bajo aquellas bases, ingresar en los cua­ Santiago Vázquez, G iró, M uñoz, especularían con el pro­
dros de la adm inistración cisplatina, expresaron su disgus­ p ósito de obtener del liberal D a Costa la entrega de las
to: algunos se dispusieron a incorporarse al m ovim iento llaves de la ciudad y con ellas la posibilidad de una inde­
revolucionario que por entonces se gestaba; la mayoría, pendencia, con el apoyo del gobierno porteño y de las
em pero, tendió su mirada al hombre representativo, Fruc­ provincias del litoral. Este sector, constituido de tiempo
tuoso Rivera, amparo y tutela de sus lealtades y devocio­ atrás en sociedad secreta — los "Caballeros Orientales”— ,
nes patrióticas. El destino venía así a colocar a "don Fru­ que reconocía com o m entor p o lítico a Santiago Vázquez
tos” en la situación que el m ism o llamara de "centinela — deslum brado por el sistem a rivadaviano de "progreso y
de los tie m p o s. . . ” civilización"— dom inaba asim ism o el Cabildo. En sesión
Las "Bases” aprobadas en el Congreso Cisplatino, aun­ del 24 de diciem bre de 1822 se acordó desconocer la auto­
que distorsionadas por el Bando de Lecor, habían contado ridad del Barón de la Laguna. Y al año siguiente, el cuer­
con la adhesión y apoyo de Rivera, estrechamente cercado po prom overía gestion es ante D a Costa, los gobiernos de
por los prohom bres civiles del régim en y en particular por Buenos Aires y de las provincias y ante los caudillos de

116
DECRETO DE LECOR SOBRE
ECONOMIA G A N A D ER A

CARLOS FEDERICO LECOR. B A R O N DE LA L A G U N A ,


del Consejo de su-Magestad, H idalgo de su Real Casa, Co­
mendador de ¡as Ordenes de San Benito de A x il, y de la
Torre y Espada, Teniente General de ¡os Reales Ejércitos
de S. M. F., General en Jefe de las fuerzas de mar y sierra
empleadas en la parte oriental del R ío de la Plata, Capitán
General de esta Provincia, Superintendente General, Subde­
legado de Real Hacienda y Renta de Correos, etc., etc., etc.
CONSIDERANDO EL LAM ENTABLE ESTADO DE RUI
NA Y DESOLACION EN QUE SE H ALLAN IO S
CAMPOS DE ESTA HERMOSA PR O VIN CIA por ios
desastres de la guerra citU ; y deseando que el hacendado
encuentre arbitrios para restablecer sus estancias, y el culti­
vador sus labores: que todas las familias puedan repararse
de los pasados quebrantos para gozar en sosiego las dulzuras
de la paz: y que vu elta en fin ¡a Campaña a su antiguo
esplendor y riqueza por los esfuerzos de la industria prote­
gida del orden y la autoridad de ¡as Leyes# he creído del
interés común de la Provincia mandar, como mando y or­
deno. que se guarden y cumplan por todos sus habitantes
¡as disposiciones de buen gobierno y policía que se contie­
nen en los artículos siguientes:
PRIMERO: Desde hoy en adelante queda rigurosamente
prohibida la extracción, para fuera de los lím ites de la Pro­
vincia, de caballos, tacas y toda especie de ganados indis­
tintamente.
SEGUNDO: Todas ¡as licencias concedidas anteriormente
para extraer ganados quedan nulas y sin efecto, hasta que
otra cosa permita *7 estado actual de la campaña.
TERCERO: Todos los ganados que se llevan a las fronte­
ras, en contravención a este decreto , serán aprehendidos por
los Comandantes del tránsito y partidas celadoras, y presos
sus conductores. Si los ganados fuesen robados de ¡as es­
tancias se entregarán a sus respectivos dueños , testificada
que sea su propiedad: y los que se sorprendan a los mismos
interesados se venderán en subasta pública al mejor postor ,
conforme a las instrucciones que se circularán a las Autori­
dades competentes , y de su producto se formará un depósito
en ¡a tesorería da ¡a Provincia para socorrer a las familias
indigentes de la campaña y auxiliar a los hacendados pobres
para Ia repoblación de sus estancias.
CUARTO: Los ladrones de ganados serán juzgados y sen­
tenciados con todo el rigor de las Leyes por los Jueces civiles
y tribunales de justicia, debiendo proceder en las causas de
esta naturaleza con la brevedad posible.
QUINTO: Nadie podrá matar vacas bajo ningún pretexto;
Dy cuando los hacendados quieran hacer faenas o matanzas
generales de toros y novillos , lo alisarán al Juez y Coman­
dante del partido, que velarán sobre ¡a conservación de las
vacas y darán cuenta sin dilación al Superior Gobierno de
las infracciones que en este punto se cometan.
SEXTO: Quedan igualmente prohibidos los saladeros en
todos los puntos de la Provincia, y sin efecto ni valor las
licencias que se hubieren obtenido para establecerlos, hasta
que sea oportuno concederlas de nuevo a los hacendados .
El presente decreto se circulará impreso a las Autoridades
competentes, se publicará por Bando en la Capital de la
Provincia y se fijará en todos los pueblos de ella para que
llegue a noticia de todos. Dado en la villa de Guadalupe, a
27 de marzo de 1820.
Barao da Laguna
(Publicado por M. Falcao Espal ser, en "La Vigía
Lecor", págs. 200-201).

El General Lecor con el escudo que ostento la CtudaJelu

1 17
la campaña, Rivera y Lavalleja, y otros olvidados com an­
dantes de la gesta artiguista, para obtener auxilios y hom ­
bres para la empresa revolucionaria.
Lavalleja, delatado a las autoridades por sus vínculos
con los conspiradores m ontevideanos, intentó reunirse en
el Rincón de Clara, con gentes de la campaña, pero fraca­
sado en su intento, y perseguido de cerca por Rivera debió
refugiarse en el Entre Ríos. Rivera, por su parte, había
contestado al Cabildo, d efiniendo con claridad su op in ión
contraria al m ovim iento; y no vacilaría en jurar, con su
cuerpo de "Dragones de la U n ió n ”, al Emperador don P e­
dro, el 17 de octubre de 1822. Pero ya maduraba en su
ánim o un am bicioso plan político, tendiente a coordinar,
en una vasta confederación republicana del área "gaucha”
a los pueblos del R ío Grande, M isiones, Corrientes, Entre
R íos y el U rugu ay. . .
A l retirarse D a Costa con sus tropas para Lisboa, en
octubre de 1823, el grupo aporteñado del Cabildo de M on­
tevideo, ignorado por el tortuoso Rivadavia — que en vió
a R ío, por com prom iso, a V alentín G óm ez, y a M on tevi­
deo, al Gral. Soler, en débil actitud com ponedora— ; per­
dida la esperanza de ayuda, que prom etieron prim ero y
negaron luego, los débiles gobiernos provinciales, con sig­
naría, m elancólicam ente, en acta del 29 de octubre, la nuli­
dad de todos los actos de incorporación, juramentos y acla­
m aciones "a los intrusos poderes de Portugal y el B r a s il.. . ”
Se abriría entonces el período de la dom inación bra­
sileña. Bajo el im perio de la Constitución de 1824, la Cis-
platina se ordenaría con una "Presidencia”, cuyos titulares
habrían de ser Francisco de Paula M aggessi y T om ás G ar­
cía de Zúñiga. Pero el orden p olítico y adm inistrativo del
régim en brasileño no acallaría la oposición creciente del
patriciado, que se sentía excluido del pleno dom in io de
la cosa pública y que, además, se agraviaba de las extrac­
ciones de ganado — en cantidades que llegaron a más de
cuatro m illones de cabezas— para el R ío Grande; de la
com petencia ruinosa para los saladeros m ontevideanos d e­
terminada por el auge de los riograndenses; y de las pre­
ferencias en los repartos de tierras, a los brasileños sobre
los orientales. El patriciado, que recibió bajo palio al in ­
vasor cuando éste le prom etía la seguridad y la paz, se
mostró predispuesto a apoyar a la revolución de los patrio­
tas, al sentirse m inado por aquél en sus bases políticas y
económicas.
Producida la Cruzada Libertadora de los Treinta y
Tres, el sentim iento de liberación oriental se encendió en
toda la campaña, tras la conducción de Lavalleja y Rivera,
incorporado a la gesta después de haber intentado frustrarla
desconfiando de su procedencia porteña, m ovido a acep­
tarla por la eclosión fraterna del criollism o. En la Florida,
el 25 de agosto de 1825, la solem ne D eclaración de Inde­
pendencia y de reasunción de la soberanía oriental, en el
retorno de las provincias hermanas del Plata, definen el
programa de los Cruzados que, sin nombrarlo, reafirman la
Patria V ieja de A r t ig a s .. . Rincón y Sarandí son victorias
de las huestes campesinas, a las que no faltan gallardos
escuadrones de gauchos brasileños, contra el sistem a de
aristocratism o patricio que defiende el ejército de Lecor, y x
deciden la aceptación de la Provincia Oriental en el cuer­
p o nacional de las Provincias Unidas, y la consecuente de­
Los hombres que desembarcaron en la Agraciada aniquilaron la
claración de guerra por p a n e del Emperador. ignominia.

118
PO RTUG O S Y BRASILEÑOS

Mientras el débil gobierno nacional de Buenos Aires Disputado ardorosamente por los imperios ibéricos,
y el acosado gabinete de don Pedro acuden diplom ática­ rivales y copartícipes en su conform ación histórica, el terri­
mente a solicitar de Gran Bretaña una m ediación para torio oriental del Uruguay, al estallar la revolución popular
poner fin a una guerra extenuante, en la Provincia O rien­ emancipadora, de la que fue intérprete y conductor señero
tal retoman la dirección de los negocios públicos hombres José Artigas, expandió el ideario republicano y federal hacia
que, com o Giró, aspiran a consagrar la "unidad” riopla- los dos perfiles de su entorno americano. Por las provin­
tense bajo la égida rivadaviana, y que reconocerán com o cias del Plata, gestó la conciencia de la soberanía política
Carta Magna la Constitución unitaria de 1826. La réplica y económica de las comunidades-provincias en la articu­
de los pueblos, sorprendidos y vulnerados en su represen­ lación de la unidad plural del federalismo. Por el Brasil,
tación soberana, encuentra en Lavalleja el digno intérprete entró en el área gaúcha y fecundó las raíces el alma repu­
y ejecutor al reasumir el m ando supremo, en junio de 1827. blicana que habría de forjar, a la caída del Imperio aris­
Mientras, "don Frutos”, hostigado por los com andos porte­ tócrata y esclavista, el grande y poderoso país moderno.
ños y recelosos de las actitudes políticas de su compadre Al recorrer la Historia, se verifica que, entré nosotros,
Juan Antonio, ponía en práctica su antiguo plan de em an­ la peripecia de las luchas y conflictos no fue una enconada
cipación gaucha, reconquistando las M isiones Orientales y "guerra de N aciones”, según el esquema europeo tradicio­
llevando al coraron del R ío Grande el estandarte repu­ nal, sino la forja común del destino de nuestros pueblos.
blicano. . . Por ello, no hay odios ni rencores ancestrales entre com u­
Pero entonces se interpuso la sagacidad del enviado nidades que unim ism izan cotidianam ente la vida de los
británico Lord Ponsonby, que, explotando hábilm ente la barrios de sus ciudades bicéfalas, en el lazo fronterizo nor­
parálisis militar del Emperador le im pone las bases de una teño, y que hablan, cantan y sueñan, con acento común,
segregación del territorio oriental, que antes impusiera al en las lenguas ibéricas, forjadas en el crisol de los tiem ­
gobierno porteño. El pueblo oriental en armas, estrechan­ pos por las grandes Madres p e n in su la re s...
do filas alrededor de su jefe, Lavalleja, m arginado de la El explosivo desarrollo del Continente y sus contingen­
tramoya política en el cam pam ento del Cerro Largo, sin tes poblacionales, es, en el presente, el más grave desafío
recursos, es conducido por la intriga patricia, que inter­ del destino ibero-americano; y en él, Uruguay, trasplatino
preta el saladerista Pedro Trápani, confidente de Ponsonby, puente de Bolivia, Paraguay y Argentina, y sim ultáneam en­
y refuerza, con solem nidad el propio secretario de la m i­ te, y sin desnaturalizarse, com plem ento y proyección del
sión inglesa, Mr. Frazer, a pagar el duro precio de la Brasil, confronta una responsabilidad y una función que no
segregación de su patria de la hermandad platense, para puede eludir y que condiciona todo el futuro común de
obtener el anhelado fruto de la em ancipación. Suscrita la los pueblos hijos de una misma tierra y hermanos de una
paz, en agosto de 1828; constituido el G obierno Provisorio misma y dolorosa gestación histórica.
del Estado oriental; convocada la Asam blea Constituyente y
Legislativa, y, finalm ente, jurada la C onstitución de 1830,
ya retiradas las fuerzas de ocupación brasileñas y auxilia­
doras argentinas, la frágil R epública iniciará el duro cam i­ BIBLIOGRAFIA
no que, bajo una independencia formal, esconde la realidad
CORTESAO, Jaime. — "Los portugueses", en "Historia de América y de
del aislamiento americano y de la celosa tutela británica. . . los pueblos americanos" (dirigida por Antonio Ballesteros y Beretta) ,
íBarcelona-Buenos Aires, 1 9 4 7 ) , tomo III.
Proyectándose desde la geografía y desde la historia,
Uruguay y Brasil se imbrican en los rumbos del D estino. CORTESAO, Jaime y CALMON, Pedro. — "Brasil", en Colección citada.
(Barcelona-Buenos Aires, 1 9 5 6 ) , tomo XXIV.
De raigambre hispano-criolla y vertebrado en el cuadro de
BUARQUE DE HOLANDA, Sergio. — "Historia geral da Civilizando Brasi­
las comunidades del Plata, el país uruguayo, en su perfil leña", (San Pablo, 1 9 6 0 -1 9 6 3 ) , tomos I y II.
nor-este, apoya su cim iento geológico en el m acizo brasi- VIA NNA, Helio. — "Historia do Brasil", (San Pablo, 1 9 6 3 ) , 2 tomos.
lense y la penicolina de su pradera se continúa en el ám ­ AZAROLA GIL, Lu is Enrique. — "La epopeya de Manuel Lobo", ( Madrid,
bito sureño del Brasil, del que declinan sus ríos y cuchillas. 1931).

Todo le hace tierra de transición y equilibrio entre el m un­ EALCAO ESPALTER, Mario. — "La Vigía Lecor", (Montevideo, 1919 >-
do rioplatense y el coloso brasílico, nexo y cam ino de sus PIVEL DEVOTO, Juan E. — El Congreso Cisplatino", ( Montevideo,
1935).
proyecciones étnicas y económ icas. Por ello su fracaso com o
ARCOS FERRAND, Luis. — "La Cruzada de los Treinta y Tres". ( Mon­
"marca” fronteriza y su triunfo com o ám bito de continua tevideo, 1 9 2 5 ) .
relación e intercambio. Y , finalm ente, la posesión del puer­ CARBAJAL, Carlos. — La penetración luso-brasileña en el Uruguay ”,
to principal en su costa platense, — asom ando al A tlán ti­ (Montevideo, s / d . ) .
co— le impone com o epicentro de toda la vasta cuenca REYES ABADIE, BRUSCHERA, MELOGNO. — "La Banda Oriental. Pra
dera. frontera, puerto", (Montevideo, 1966)
geográfica a la que sirve, en la gravitación natural de sus
comarcas y sus pueblos.
Carátula: Embarque de las tropas portuguesas para la expedición <ontr.¡
Montevideo.
HISTORIA ILUSTRADA DE LA CIVILIZACION URUGUAYA
Enciclopedia C u ad ern o
Introducción Introducción
I. La historia política. • Carlos Real de Azúa. I. El pensamiento de Artigas.
II. 180 años de literatura. • Angel Rama. II. Cuentos de horror. - Horacio Quiroga.
III. La evolución económica. - Luis C. Benvenuto. III. Montevideo en cuentos. - Benedetti, Hernández,
Martínez Moreno, Onetti, Somers.
Tom o I Tomo I
1 . El mundo indígena. - Eugenio Petit Muñoz. 1. Los indios del Plata • Lozano, Azara , Larra-
ñaga, Zorrilla de San Martín, Acevedo Díaz.
2. Las tierras del sin fin. - Daniel Vidart. 2. Diario del viaje a Paysandú - Dámaso Larra-
ñaga.
3. La España de la conquista. - Darcy Ribeiro. 3. Cartas del nuevo mundo. • Colón, Vespucio,
Lopes de Sousa.
4. Conquistadores y colonizadores. - Washington 4. La voz de los vencidos. - (textos indígenas).
Reyes Abadie.
5. La conquista espiritual. - Alberto Methol. 5.
Las vaquerías del mar. * Cardiel, González.
6. Portugos y brasileños. • Tabaré Melogno. ó.
Muerte al invasor. - (poemas y proclamas).
7. El gaucho. - Daniel Vidart. 7.
La poesía política. • (antología).
8. El mostrador montevideano. - Lucía Sala de 8.
El nacimiento de la ciudad. - Pérez Castellano
Touron. y otros.
9. Amos y esclavos. - Agustín Beraza. 9. Cantos y bailes negros. - Rossi y otros.
10. La vida cotidiana en 1800. - Alfredo Caste­ 10. Las visitas extranjeras. - (antología).
llanos.

Tomo II 25. Ingleses, ferrocarriles y frigorí­ T om o V


ficos.
11. Los porteños. 41 . Los años locos.
26. Masones y liberales.
12. La guerra de los imperios. 42. El tango.
27. Los retratistas del país.
13. Artigas: la conciencia cívica. 43. Las vanguardias literarias.
28. Los gringos.
14. Las montoneras y sus caudillos. 44. Los pensadores.
29. Los grandes negocios.
15. La Independencia y el Estado 45. La quiebra del modelo.
30. La belle époque.
Oriental. 46. El arte nuevo.
16. Los patricios. 47. La g arra celeste.
17. Civilización y barbarie. Tomo IV 48. Urbanización e industrialización.
18. El mundo romántico. 31. La cultura del 900. 49. La Universidad.
19. Divisas y partidos. 32. Saravia: el fin de las guerras 50. Herrera: el nacionalismo agrario.
20. Las guerras civiles. civiles.
33. Obreros y anarquistas.
34. Batlle: la conciencia social. Tom o VI
3 5 . Estatización y burocracia.
Tomo III
3 6 . El ascenso de tas clases medías. 51 . La conciencia crítica.
21. Principistas y doctores. 37. Sufragistas y poetisas. 52. El sindicalismo.
22. Latorre y el Estado uruguayo. 38. La vida musical. 53. Crisis económica.
23. Vareta: la conciencia cultural. 39. La Iglesia. 54. Nuestro legado espiritual.
24. La estancia a la m b ra d a . 40. La democracia política. 55. El mensaje de los jóvenes.

1 enciclopedia ekmnar
* 1 cuaderno Di
COUCCION

ENCICLOPEDIA
« - r! Arco, del Uruguay. Redacción y Administración: Cerro Largo 949,
Ang im a . Director ejecutivo: Luis Carlos Benvenuto. Administro-
■° ;drígu- Dirección artística: Nicolás Loureiro y Jorge CarrozwiM
impresora U ruguaya Colombino 5. A., Juncal 1511, Monf?
v Pap I). Junio 1968. Copyright Editores Reunidos.
U G UA YA

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