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Causas sistémicas de la guerra

Hace muchos años, cuando la humanidad se estableció en pequeñas comunidades,

cohabitaron en armonía y puede decirse que no existía rivalidad entre ellos. Se levantaron

como sociedades unidas por lazos de ayuda mutua, esto se debía a su afán de preservar su

especie y conservar sus territorios. Sin embargo, si existían pequeños conflictos donde se

diputaban las tierras, los frutos y demás recursos necesarios para su subsistencia.

La guerra no precedió al Estado. Simplemente en la etapa final de la organización

política de la sociedad surgió la violencia. La formación y el perfeccionamiento del Estado

se abrió paso mediante un proceso de selección cultural donde se observan las etapas del

hombre: cazador-recolector, cabecilla, gran abastecedor, gran hombre y jefe político o líder.

Casi todos los periodos de la historia de la humanidad se han definido por el resultado de

guerras y enfrentamientos bélicos, desde los que entablaron los primeros pobladores de la

Tierra por acceder a regiones más fértiles y cálidas hasta los que se han presenciado en el

siglo XXI

No obstante, la guerra no es innata al hombre, no son los genes los que llevan marcada la

guerra ni los que provocan la violencia, no se nace siendo un criminal, monje o soldado”.

Es necesaria la existencia de ciertos lineamientos culturales, un grado de educación y cierto

entorno social que den comienzo a cada tipo de oficio. Tampoco hay pueblos que, de

manera innata, sean más violentos que otros; puede haber circunstancias sociales, religiosas

y políticas que hagan a un pueblo más luchador o más resistente al sufrimiento y a los

atropellos de otros, como lo es el caso de la comunidad afgana, que durante más de tres mil

años ha soportado la agresividad y humillación de muchos imperios (Hedges, 2003).


Para entender el origen de cualquier guerra, independientemente de sus actores y del

sitio donde tenga lugar, es preciso distinguir entre dos tipos de causas de la guerra: causas

inmediatas, son las que se producen en los momentos previos al inicio de la confrontación

armada. Casi siempre son detonantes concretos a través de los cuales se materializan las

diferencias de los bandos en disputa y las causas lejanas, se trata de las condiciones

estructurales que avivan la confrontación. Suelen ser más difíciles de identificar y pueden

estar presentes durante años hasta que se convierten en detonantes. Por eso mismo, definir

sus soluciones es mucho más complejo y requieren de un tratamiento estructural (Keegan,

1995).

Sin embrago, las principales causas de la guerra y las cuales permiten identificar con

mayor claridad el panorama de cualquier nación son:

Causas económicas: Estas causas han estado presentes en casi todas las guerras. El

elemento económico es uno de los de mayor peso a la hora de iniciar un conflicto y es un

detonante para la conquista de bienes, territorios, legados e infraestructuras, entre otros. En

muchas ocasiones, la guerra económica está relacionada con el poder político (Walzer,

2001).

Causas político – ideológicas: El elemento político y el ideológico van de la mano. En

muchos sentidos, la política expresa las ideologías, algo que a menudo genera diferencias

entre los defensores de una u otra postura. Causas de la guerra de Siria: por ejemplo, uno de

los detonantes de la guerra han sido las diferencias políticas existentes entre las fuerzas del

Gobierno y los grupos opositores, que derivaron en la confrontación armada (Walzer,

2001).
Causas de índole religioso: La defensa de los credos o el predominio de una religión

sobre otra son también con frecuencia causas de guerra. La Edad Media es el mejor ejemplo

de ello. También lo son las luchas que algunos grupos religiosos extremistas libran

actualmente en países como Mali, Siria, Libia, Boko Haram en Nigeria o República

Centroafricana, entre otros (Walzer, 2001).

Se puede concluir que las verdaderas causas que dan origen a las guerras de manera

sistémica, son aquellas que obedecen a intereses políticos, religiosos, culturales y

económicos, todos ellos con fines ocultos, tras la imagen de buscar igualdad y equidad para

los individuos se esconden las ansias de poder, no importa si las personas han sido

educadas bajo ambientes familiares, religiosos o políticos justos, siempre existirá una clase

dominante que querrá mantener su poder y de igual forma existirá una clase trabajadora que

pretenderá luchar por sus derechos y de allí, de ese estado de inconformismo y de

dominación surgen y seguirán surgiendo las guerras.

Bibliografía

Hedges, C. (2003). La guerra es la fuerza que nos da sentido. Madrid: Síntesis.

Keegan, J. (1995). Historia de la Guerra. Barcelona: Planeta.

Walzer, M. (2001). Guerras justas e injustas. Un razonamiento moral con ejemplos

históricos. Barcelona: Paidós.

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