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Sumario: 1. Introducción, 2. El daño resarcible, 3. Daño a la persona, 4. El
daño moral, 4.1 Daño moral y daño a la persona, 4.2. La probanza del daño
moral: apuesta por su presunción, 4.3. El dilema de la cuantificación del
daño moral, 5. Justificación del resarcimiento del daño moral.
1. Introducción
Los daños que puede sufrir una persona se agrupan teniendo en cuenta los
valores o intereses afectados, en patrimoniales y extra-patrimoniales.
Entre los primeros encontramos aquellos que afectan el patrimonio de la
víctima, es decir que poseen una valoración económica, que son
identificables y cuantificables de manera más o menos sencilla.
Por ello es de suma importancia conocer qué conceptos engloban cada uno
de estos daños antes aludidos, así como delimitar claramente sus
diferencias. Sin embargo, debido al objetivo plateado en el presente ensayo
nos limitaremos en abordar el daño moral.
En este trabajo, como se ha dicho, fundamentalmente trataremos el tema
del daño moral, su tratamiento legislativo y algo muy denso y novedoso por
esta parte como es su presunción y forma de resarcitoria o cuantificadora,
temas éstos últimos que, incluso, son objeto de cuestionamientos y
negaciones.
2. El daño resarcible
A esto por nuestra parte debemos agregar que los bienes o intereses
pueden ser objeto de valorización cuando son intercambiables en el
mercado o en dinero. En tal sentido, los daños patrimoniales son aquellos
que en sí pueden ser valorizables en dinero o intercambiables en el
mercado.
Por nuestro lado partiendo de la realidad estructural del ser humano el daño
a la persona es aquel que afecta o lesiona su unidad psicosomática (daño
moral, daño biológico, a la salud, etc.) o su libertad (daño al proyecto de
vida). Asimismo dentro se tiene que ambos aspectos comprende la
protección a los derechos de la personalidad del individuo, esto es aquellos
que le son inherentes por su condición de ser humano. Esta comprobación
nos lleva a determinar que existen dos esferas que abarca el daño a la
persona: el daño a la unidad psicosomática y el daño a su libertad.
3. Daño a la persona
Por ello, la aparición del daño a la persona, para Tunc, es uno de los
acontecimientos más importantes ocurridos en los últimos años en tema de
responsabilidad civil. La primera intención de estudio del daño a la persona,
la encontramos en el profesor Francesco Busnelli y posteriormente en el
también italiano Guido Alpa, quienes sostienen que existe un daño al ser
humano, más importante que cualquier daño a los objetos del mundo, el
cual debe ser reparado en toda circunstancia, con criterios y técnicas que
tengan en cuenta su singular naturaleza.[4]
4. El daño moral
Felipe Osterling Parodi, entiende también por daño moral como: “Aquel
daño no patrimonial, que es inferido en el derecho de la personalidad o en
valores que pertenecen más al campo de la afectividad que al de la realidad
económica”.
Siendo ello así se aprecia que la probanza del daño moral resulta una tarea
compleja, pues más allá que en algunos casos sea suficiente hacerlo a
través de la descripción simple de los hechos y con un peritaje psicológico
de quien alega el daño, en otros casos esto no es suficiente para el
juzgador y convierte muchas decisiones en arbitrarias e injustas más aún
cuando el objeto materia de probanza es sumamente difícil para quien
padece el daño; por ello estimamos que se debe optar por la presunción del
daño moral no solo porque en sí –creemos- que toda conducta, que afecte
de alguna manera algún aspecto de la esfera de dominio del sujeto ya sea
de contenido patrimonial o no, causa un menoscabo emocional, un
sufrimiento en el sujeto. Por ejemplo no se puede dudar el daño moral que
sufre el padre por la muerte del hijo producto de un accidente de tránsito
como tampoco se puede dudar del sufrimiento que padece quien ve
destruido su automóvil nuevo recién adquirido, como tampoco se puede
negar el daño moral que sufre quien ve menoscabado su capacidad motora
producto de una mala praxis médica que hace necesario la amputación de
una sus piernas, en estos casos vemos que, por la intensidad de la acción
dañosa y perjuicio generado, el daño moral es evidente. Sin embargo,
también vemos que existen casos en que a pesar que el daño sea bastante
inferior a los mencionados, como en el caso de la pérdida de un simple
celular o reloj de poco costo, creo que tampoco podemos dudar que la
persona pueda experimentar un sufrimiento, claro que no en la misma
intensidad que aquellos, pero existente al fin.
En efecto tenemos que el BGB en su § 253 del Código Civil alemán (BGB)
impide el resarcimiento en dinero de los daños no patrimoniales en los
casos en los que esta posibilidad no esté expresamente prevista por la ley.
Por nuestra parte solo nos queda resaltar que el obiter dictum de la citada
Resolución Suprema nos permite apostar por que la Jurisprudencia peruana
siga reconociendo la presunción del daño moral según las circunstancias
del caso concreto.
Por otro lado, en relación a la cuantificación del daño moral el mismo que
por definición no puede medirse en dinero ni consecuentemente repararse
por aquel, el profesor Fernando de Trazegnies, precisa que «…es posible
obligar al causante de un daño a que pague el costo de la operación, de los
remedios y de la rehabilitación de la persona a la que le quebró una pierna
en un accidente de automóvil. Pero, ¿cómo puede medirse cuánto vale en
dinero el puro dolor que sintió el atropellado, el sentimiento del terror y de
impotencia que tuvo que verse arrojado intempestivamente por tierra, la
aprehensión de la intervención quirúrgica, etc.? Y ¿aún si asignáramos un
valor arbitrario al sentimiento, acaso la victima sentimental “volverá al
estado original” –que es la función de la reparación– por el hecho de recibir
una suma de dinero?»[18]
Frente a este criterio se anota bien que el daño moral, desde la perspectiva
de una función reparadora del sistema de responsabilidad nuestro y el latino
en general, a diferencia del daño patrimonial, tendría un carácter de
satisfacción. Así el maestro De Trazegnies[20], recogiendo lo que se ha
escrito fundamentalmente en el Derecho romano y lo que se ha esbozado
sobre el particular, precisa que: “Algunos juristas contemporáneos han
comprendido correctamente el enfoque romano y distinguen entre el
carácter de “reparación” que tiene la indemnización frente al daño
material y el carácter de “satisfacción” que tiene frente al daño moral. Más
delante de De Trazegnies, agrega: “… está distinción ilumina la verdadera
naturaleza vengativa de la indemnización por daño moral: no es una
reparación sino una satisfacción del deseo de que al agresor le pase
también algo, que sufra cuanto menos en su patrimonio”.
[5] Idem.
[6] Idem.
[16] Idem.
[17] Art. 196 del Código Procesal Civil: “Salvo disposición legal diferente, la
carga de probar corresponde a quien afirma hechos que configuran su
pretensión, o a quien los contradice alegando nuevos hechos”.