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Giselle Huamani, Martin Moscoso, Patricia Urteaga RONDAS CAMPESINAS DE CAJAMARCA: LA CONSTRUCCION DE UNA ALTERNATIVA* 1, INTRODUCCION na primera constataci6n en el desarrollo de este trabajo, es 1a inexis- | tencia de una relaci6n estrecha entre la realidad y lanorma. Este pro- blema es sustancial, puesto que el objetivo principal del Derecho (re- gular las relaciones sociales) se ve truncado desde su origen, quedando asf con un contenido meramente declarativo. Sc trata pues, en definitiva, de cuestionar qué entendemos por Derecho a la luz de lo que la realidad nos ofrece. En este sentido, hemos tomado co- mo base fundamental de nuestro trabajo la experiencia de campo realizada en Cajamarca con las rondas campesinas de Hualgayoc-Bambamarca. Nuestra posicidn en el tratamiento de este fenémeno ticne mucha seme- janza con el] acercamiento desde la Antropologia Jurfdica, ya que ésta esté vinculadaa "la perspectiva que subordina el derecho normativo ala conside- racién de la realidad social". Sin embargo, no hemos recurrido al método que suscribe, pues este trabajo pretende dar una visién global y de conjun- to que nos permita revisar la problematica de las rondas campesinas, plan- teando dudas e interrogantes més que respuestas definitivas. Esto permitiré Henar de contenido nuestras premisas teéricas acerca del Derecho, amplian- febrero de este alo, un grupo de estudiantes de las facultades de sociologfa, antropolo- psicologfa y derecho de 1a Universidad Catdlica, realizamos una investigacién sobre Jas’ rondas campesinas en Bambamarca, capital de la provincia de Hualgayoc. Cada gropo se organi26 para estudiar puntos de importancia particular, segin su especialidad. Los autores, estudiantes de derecho, analizamos on este anticulo, desde una perspectiva Juridica, el fenémeno de las rondas. : Este trabajo ha sido realizado en base a los testimonios de ronderos y mujeres campesinas. Muchas de nuestras afimaciones conticnen parte de la concepeién gue los ronderos tienen sobre su propia organizaciGn. Agradecemos su invalorabie contribucién. También queremos agradecer a todas las personas que han tenido que ver con ese trabajo, muy especialmente a Telmo Rojas, a Raquel Irigoyen, a Eduardo Brice y a CEPES, ya que sin su aporte éste no habria podido realizarse. 63 do nuestra visi6n y sobre todo abricndo un espacio de cuestionamiento y re- flexién al respecto. Nuestra sociedad, en términos generales, comprende una multiplicidad de culturas y organizaciones sociales, con particularidades dindmicas y dis- tintas unas de otras, que nos hacen casi extrafios al concepto de nacién. Te- nemos, dentro de un mismo territorio, desarrollos de tipo social, cultural y cconémico variados y difcrenciales pero que mantienen entre sf grados de mestizaje y aculturacién, Sin embargo, no podemos negar que nuestra so- ciedad tiene un modelo de desarrollo econémico, social y cultural determi- nado. Es por ello que hemos asumido como tal un modelo de Estado, de so- ciedad y de desarrollo, que hemos recogido en nuestra norma fundamental. Este modclo es producto de determinado desarrollo histérico-social. Los antecedentes los encontramos entre los siglos XVIII y XIX, cuando se de- sarrollaron los procesos de transito del feudalismo al absolutismo y de este ultimo ala democracia representativa, correlato del capitalismo. La unifica- cidn, centralizacién y laicizacién del poder lleva a la creaci6n de un orden jurfdico que garantice Jos principios polfticos correspondientes, de tal mane- ra que se presente como universal, aut6nomo y general (Trazegnies, de: 1986). EI surgimiento del capitalismo trae consigo un revestimiento jurfdico que, en palabras de Kennedy, ticne como objetivo ordenar los intereses e- gofstas en funci6n de la seguridad como elemento esencial de la existencia de ese orden econdémico-social. Podemos decir, entonces, que a cada desarrollo hist6rico corresponde determinado tipo de ordenamiento polftico-social. En contraposicién a este devenir historico en general homogéneo, nuestras sociedades asumen, des- de 1a conquista, un rasgo culturalmente distinto, que lleva a un proceso de desvaloracién de nuestras culturas ancestrales. Es asf cémo el desarrollo econémico en nuestro pafs comicnza a tener preponderancia sobre las otras formas de intercambio correspondientes a culturas no-occidentales, en las cuales se desarrollan formas de ordenacién. y regulacion de la vida social que no corresponden a lo que, por nuestra for- maci6n positivista, conocemos como Derecho, pero que existen como parte de la vida y de la organizacién de estos grupos sociales, que las consideran tan legitimas y vdlidas como nuestro sistema jurfdico al derecho positivo. Este tiltimo, como orden jurfdico coactivo que emana de lanorma funda- mental 0 Constitucién, y que organiza Ja sociedad de forma estadual, asu- me que el Estado debe reservarse la produccion y aplicacién de las normas juridicas que regulan nuestra sociedad, asigndndose, para c] cumplimiento de tales fines, el monopolio de la fuerza y de la coaccién. Esta coaccién es legftima, entendiendo porlegitimidad cl que emane de esanorma fundamen- tal. Observamos, pues, que paralelamente, y desconociéndose uno al otro, conviven ambos sistemas dentro de un mismo territorio, convirtiendo al modelo, mas que en una realidad, en la expresién de un objetivo programd- tico. 64 Con este trabajo pretendemos aportar en la mejor comprensién de nues- tra sociedad en sus miiltiples manifestaciones, especialmente en lo referido alos sistemas no-formales de creacién de normas y administracién de justi- cia. II, MARCO SOCIO-ECONOMICO-POLITICO DE BAMBAMARCA Aste respecto, desarrollaremos una descripci6n que nos permita cubrir los Ambitos sociales, econémicos y politicos de Bambamarca. De esta ma- nera podremos obtener claridad sobre Ia presencia estatal y su determina- cidn en funcidn de estos factores. El problema de la tierra es primordial en Bambamarca, puesto que su economia es principalmente agricola. Sin embargo, nos dimos cuenta de que la cantidad de ticrras con las que cuenta cada campesino impide que és- te pueda comercializar los productos obtenidos en cada cosecha, por lo que su cconomia es de subsistencia. Esto se agrava debido a la progresiva par- celacién de la ticrra, que tuvo su origen en la constatacién de la poca rentabi- lidad de la tierra de las grandes haciendas. "_.Lo que distingue a esta subregién no es simplemente el predo- minio de la pequefia agricultura... sino la presencia de la pequefia produccién agricola unida a la ausencia de grandes haciendas mo- dernas y de cualquier cultivo comercial especializado y dominan- te." (Telmo Rojas y John Gitlitz.) Sin embargo, con el tiempo la tierra repartida a cada campesino result6 mucho menos rentable, ya que este sistema de parcelaciones —de padres a hijos— se hizo mas dramdtico a medida que la familia campesina aumenta- ba. Jestis Ruiz, dirigente rondero, nos explica lo siguiente: “Bambamarca es un lugar muy reducido en ticrras. Cada dia las po- cas tierras que existen se van dividiendo mds por este factor de he- rencias que es una costumbre en la zona. Entonces llega un momen- to donde uno tiene un cuarto de hectarea, menos de un cuarto de hectérea, una simple huerta, no sé cudnto. Y ahf esté la pelea entre hermanos, la pelea entre vecinos..." Junto a este fendmeno, hay algunos casos (la minorfa) de campesinos que, en respuesta a este problema, elaboran estrategias de subsistencia. Es- teesel caso de campesinos que adquieren parcelas en distintos pisos ecol6- gicos, con lo que obtienen una miniproduccion diferenciada que contribuye ala mcjora de su economia. El empobrecimiento de la tierra responde a varios factores. Uno de ellos es cl ya mencionado. Existen otros de orden infracstructural, como la poca asistencia técnica y crediticia, que restringe cl volumen de Ja produccién, 65

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