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GEORGE CANTOR O LA BÚSQUEDA DE EIN SOF

Georg Cantor fue un matemático, inventor de la teoría de conjuntos, que es la base de


las matemáticas modernas. Gracias a sus atrevidas investigaciones sobre los conjuntos
infinitos fue el primero capaz de formalizar la noción de infinito bajo la forma de los
números transfinitos (cardinales y ordinales). Hoy en día, la comunidad matemática
reconoce plenamente su trabajo, y admite que significa un salto cualitativo importante
en el raciocinio lógico.

BIOGRAFÍA

Descendiente de judíos por ambas ramas, Georg Cantor fue hijo mayor del próspero
comerciante Georg Waldemar Cantor de origen sefardita y de su mujer María Bohm. El
padre había nacido en Copenhague, Dinamarca, pero emigró siendo joven a San
Petersburgo, Rusia, donde nació el matemático Georg Cantor el 3 de marzo de 1845.
Una enfermedad pulmonar fue causa de que el padre se trasladara en 1856 a Francfort,
Alemania, donde vivió en el cómodo retiro hasta su muerte en 1863. Debido a esta
curiosa mezcla de nacionalidades es posible que diversas patrias reclamen a Cantor
como hijo. Cantor se inclinó hacia Alemania, pero no puede decirse que Alemania le
favoreciera muy cordialmente. Los primeros estudios de Cantor fueron semejantes a los
de la mayor parte de los matemáticos eminentes. Su gran talento y su interés absorbente
por los estudios matemáticos fueron conocidos precozmente ( antes de cumplir los 15
años ). Su primera educación fue confiada a un preceptor particular, y después siguió un
curso en la escuela elemental de San Petersburgo. Cuando la familia se trasladó a
Alemania, Cantor asistió a algunas escuelas privadas de Francfort y de Damstandt
primero, ingresando luego en el Instituto de Wiesbaden en 1860, cuando tenía 15 años.
Comenzó sus estudios universitarios en Zurich, en 1862, pero pasó a la Universidad de
Berlín al siguiente año, después de la muerte de su padre. En Berlín se especializó en
Matemáticas, Filosofía y Fisíca. Dividió su interés entre las dos primeras, y jamás tuvo
por la Fisíca una verdadera afición. En matemáticas sus profesores fueron: Kummer,
Weierstrass y su futuro enemigo Kronecker. Siguiendo las costumbres alemana, Cantor
pasó breve tiempo en otra Universidad, y cursó el semestre de 1866 en Gottingen.
Con Kummer y Kronecker en Berlín, la atmósfera matemática estaba altamente cargada
de Aritmética. Cantor hizo un profundo estudio de las "Disquisitiones Arithmeticae" de
Gauss, el escribió, en el año de 1867, su disertación, aceptada para aspirar al título de
doctor sobre un punto difícil que Gauss había dejado a un lado respecto a la solución en
números enteros x, y, z de la ecuación determinada:

ax2 + by2 + cz2 = 0, a, b, c ∈ . Era un excelente trabajo, pero puede afirmarse que
ningún matemático que lo leyera podría vaticinar que el autor, de 22 años llegaría a ser
uno de los más originales creadores de la historia, de la matemática. No hay duda de que
el talento se refleja en este primer ensayo pero no se ve el genio. No hay un solo indicio
de gran creador en esta disertación, rigurosamente clásica. Lo mismo puede decirse de
todas las obras publicadas por Cantor antes de los 29 años. Eran excelentes, pero
podrían haber sido hechas por cualquier hombre brillante que hubiera comprendido
totalmente, como Cantor lo hizo, el concepto de las demostraciones rigurosas de Gauss
y Weierstrass. A los 27 años dio clases en la Universidad de Halle a partir de 1872 fue
catedrático. Sus primeros trabajos con las series de Fourier lo condujeron al desarrollo
de una teoría de los números irracionales. El año 1874, apareció el primer trabajo
revolucionario de Cantor sobre la teoría de conjuntos. El estudio de los infinitos por
parte de Cantor fue considerado por Kronecker con una locura matemática. Creyendo
que la matemática sería llevada al manicomio bajo la dirección de Cantor, Kronecker lo
atacó vigorosamente con toda las armas que tuvo en su mano, con el trágico resultado
de que no fue la teoría de conjuntos la que cayó en el manicomio, sino el propio Cantor.

Cantor murió en Halle (ciudad del centro de Alemania), el 6 de enero de 1918, teniendo
73 años de edad. Ya le habían sido concedidos múltiples honores y su obra había
logrado ser reconocida.

INVESTIGACIÓN MATEMÁTICA

La discutida Mengenlehre (Teoría de Conjuntos) puede muy bien ser considerada, por
su orden cronológico, como la conclusión de toda la historia. Este tema es un ejemplo,
en la Matemática, del colapso general de aquellos principios que los profetas del siglo
XIX, previendo todas las cosas, pero no el gran cataclismo, creyeron que constituían los
fundamentos de todas las cosas desde la ciencia física a los gobiernos democráticos.

Cantor descubrió que los conjuntos infinitos no tienen siempre el mismo tamaño, o sea
el mismo cardinal: por ejemplo, el conjunto de los racionales es enumerable, es decir,
del mismo tamaño que el conjunto de los naturales, mientras que el de los reales no lo
es: existen, por lo tanto, varios infinitos, más grandes los unos que los otros. Entre estos
infinitos, los hay tan grandes que no tienen correspondencia en el mundo real, asimilado
al espacio vectorial R³. Este hecho supuso un desafío para un espíritu tan religioso como
el de G. Cantor. Y las acusaciones de blasfemia por parte de ciertos colegas envidiosos
o que no entendían sus descubrimientos no le ayudaron. Sufrió de depresión, y fue
internado repetidas veces en hospitales psiquiátricos. Su mente luchaba contra varias
paradojas de la teoría de los conjuntos, que parecían invalidar toda su teoría (hacerla
inconsistente o contradictoria, en el sentido de que una cierta propiedad podría ser a la
vez cierta y falsa). Además, trató durante muchos años de probar la hipótesis del
continuo, lo que se sabe hoy que es imposible, y que tiene que ser aceptada (o rehusada)
como axioma adicional de la teoría. El constructivismo negará este axioma, entre otras
cosas, desarrollando toda una teoría matemática alternativa a la matemática moderna.

Empezó a interpretar el infinito absoluto como Dios, y escribió artículos religiosos


sobre el tema.

LA TEORÍA DE CONJUNTOS

El concepto de conjunto es uno de los más fundamentales en matemáticas, incluso más


que la operación de contar, pues se puede encontrar, implícita o explícitamente, en todas
las ramas de las matemáticas puras y aplicadas. En su forma explícita, los principios y
terminología de los conjuntos se utilizan para construir proposiciones matemáticas más
claras y precisas y para explicar conceptos abstractos como el de infinito..
Según la definición de conjunto de Cantor, éste es "una colección en un todo de
determinados y distintos objetos de nuestra percepción o nuestro pensamiento,
llamados los elementos del conjunto". Frege fue uno de los admiradores de la nueva
teoría de Cantor, y dio una definición de conjunto similar. En 1903 B. Russell
demostraría que la teoría de conjuntos de Cantor era inconsistente y cuestionaría la
definición de conjunto en la teoría de Cantor. Pero pronto la teoría axiomática de
Sérmelo (1908) y refinamientos de ésta debidos a Fraenkel (1922), Skolem (1923), von
Newman (1925) y otros sentaron las bases para la Teoría de Conjuntos actual.
En esta historia cruzada de las matemáticas, la lógica y los fundamentos de ambas, la
teoría de conjuntos permitiría por un lado una fundación logicista de las matemáticas;
pero por otro lado la teoría de conjuntos mirada como parte de las matemáticas
proporciona el metalenguaje, el contexto o sustrato de las teorías lógicas. Finalmente,
puede ser completamente expresada en un lenguaje de primer orden y sus axiomas y
teoremas constituyen una teoría de primer orden a la que pueden aplicarse los resultados
generales que se aplican a cualquier teoría de primer orden.

Un conjunto se caracteriza por tres cualidades: contiene todas las cosas a las cuales
pertenece una cierta propiedad definida (por ejemplo el color, el volumen, el gusto);
ninguna cosa que no tenga esa propiedad pertenece al conjunto; cada cosa del conjunto
es reconocible como esa cosa, y como diferente de cualquier otra de las cosas del
conjunto, brevemente, cada cosa del conjunto tiene una individualidad reconocible
permanente. El mismo conjunto se debe considerar como un todo. Esta definición podrá
ser demasiado drástica para su uso. Consideremos, por ejemplo, lo que sucede al
conjunto de Cantor de todos los números trascendentes al obedecer a la tercera
exigencia. La existencia no está probada para los conjuntos (como han sido definidas
antes), que aparecen en la teoría de Cantor.

Estas dos formas de hablar divide a los matemáticos en dos tipos: los que creen que la
Matemática es una invención puramente humana y los que creen que la Matemática
tiene una "existencia" extrahumana por sí misma, y que "nosotros" simplemente
actuamos sobre las "verdades eternas" de la Matemática en nuestro viaje por la vida.
La teoría de Cantor está cercana a los partidarios de la "existencia". Es posible que la
pasión de Cantor por la teología haya determinado su fidelidad.
Un ejemplo muy notable e importante del modo "existencia" de considerar la teoría de
conjuntos proporciona el postulado de Zermelo (enunciado 1904). "Para todo conjunto
M cuyos elementos son conjuntos P (es decir, M es un conjunto de conjuntos o una
clase de clases), no estando vacías y no superponiéndose los conjuntos (ninguno de los
dos contiene elementos comunes), existe al menos un conjunto N que contiene
precisamente un elemento de cada uno de los conjuntos P que constituyen M ".

Una serie de cosas contables diferentes, como todos los ladrillos de una pared, se puede
ordenar fácilmente; necesitamos sólo contarlas como 1, 2, 3..., en cualquiera de las
múltiples y diferentes formas que ellas mismas sugieren. Pero, ¿cómo ordenar todos los
puntos de una línea recta? No pueden ser contados como 1, 2, 3... La tarea parece
infructuosa cuando consideramos que entre dos puntos cualesquiera de la línea
"podemos encontrar" o "existen" otros puntos de la línea. Si cada vez que contamos dos
ladrillos adyacentes surge otro entre ellos, en la pared, nuestra cuenta se hará confusa.
De todos modos; los puntos de una línea recta parecen tener cierto tipo de orden,
podemos decir si un punto está a la derecha o a la izquierda de otro, y así
sucesivamente. Los intentos para ordenar los puntos de una línea no han dado buen
resultado. Zermelo propuso su postulado como un medio para hacer el ensayo más fácil,
pero no ha sido aceptado de un modo general como una suposición razonable o como un
procedimiento de uso seguro.

EL PROBLEMA DEL INFINITO

La naturaleza del infinito ha sido siempre objeto de controversia. Las famosas paradojas
de Zenón de Elea, quien explicó con inquietante lucidez que el movimiento es
imposible, porque exige que el móvil pase por una infinidad de puntos en un tiempo
finito, suscitaron ya el problema en la antigüedad. Bolzano defendió el concepto de
conjunto infinito. Bolzano dio ejemplos de como los elementos de un conjunto infinito
podían ponerse en correspondencia 1-1 con elementos de sus propios subconjuntos. En
1831 Gauss expresó su "horror al infinito real" del siguiente modo: "Protesto contra el
uso de la magnitud infinita como una cosa completa, que jamás puede permitirse en
Matemática. Infinito es simplemente una forma de hablar, y la verdadera significación
es un límite al que ciertas razones se aproximan indefinidamente, mientras otras
aumentan sin restricción". El éxito de la física newtoniana es en gran parte
consecuencia de haber introducido Newton el cálculo de tasas de variación de lo
infinitamente pequeño, y ello a pesar de que durante más de 200 años no pudo ofrecerse
una formulación matemáticamente rigurosa de esta idea, cuya eficacia es tan grande
cuan delicado su manejo. En tiempos modernos han aparecido nuevos problemas
asociados con el infinito en la teoría de conjuntos abstractos, teoría que proporciona
fundamento y cimentación a prácticamente la totalidad de las matemáticas
contemporáneas Además, la idea de infinito ha estado siempre, a través de la historia,
cargada de tintes y matices teológicos, que han pesado en la aceptación o en el rechazo
de este concepto y de las doctrinas matemáticas o filosóficas con él asociadas. Todas
estas corrientes de pensamiento convergen en la vida y obra del matemático Georg
Cantor.

La obra a la que Cantor dedicó su vida es, en sustancia, bien conocida. Al desarrollar la
que él mismo bautizó "aritmética de los números transfinitos", dotó de contenido
matemático al concepto de infinito actual. Y al hacerlo así puso los cimientos de la
teoría de conjuntos abstractos, contribuyendo además, de forma importante, a
fundamentar el cálculo diferencial y el continuo de los números reales. El más notable
logro de Cantor consistió en demostrar, con rigor matemático, que la de infinito no era
una noción indiferenciada. No todos los conjuntos infinitos son de igual tamaño; por
consiguiente, es posible establecer comparaciones entre ellos. El conjunto de todos los
puntos de una recta, por ejemplo, y el conjunto de todos los números fraccionarios son,
ambos, conjuntos infinitos. Demostró que, en un sentido bien definido, el primero de
tales conjuntos es de tamaño mayor que el del segundo. Resultaron tan chocantes a la
intuición de sus contemporáneos las ideas de Cantor, que el eminente matemático
francés Henri Poincaré condenó la teoría de números transfinitos como una
"enfermedad", de la que algún día llegarían las matemáticas a curarse. Leopold
Kronecker, que fue uno de los maestros de Cantor, y miembro preeminente de la
matemática institucional alemana, llegó incluso a atacarle directa y personalmente,
calificándolo de "charlatán científico", " renegado" y "corruptor de la juventud. Al
principio, Cantor se resistió a aceptar la existencia de números transfinitos, convencido
como estaba de que era imposible formular coherentemente la noción de infinito actual,
sin cabida por tanto en matemática rigurosa. No obstante, según refiere, pronto superó
su "prejuicio" al respecto de los números transfinitos, por encontrarlos indispensables
para el desarrollo ulterior de sus ideas matemáticas. Justamente a causa de sus dudas
iniciales pudo Cantor prever la oposición que iba a encontrar en diversos campos, que
intentó vencer aplicando no sólo razonamientos matemáticos sino también filosóficos y
teológicos. Cuando fue convocado para responder a sus críticos, congregó sus ideas con
fuerza considerable. Su enfermedad mental, lejos de desempeñar un papel enteramente
negativo, pudo muy bien haber proporcionado, durante sus fases maníacas, la energía y
la tenacidad obsesiva con que promovió su teoría.

Filósofos y matemáticos habían venido rechazando desde los tiempos de Aristóteles la


noción de infinitud completa, a causa, sobre todo, de las paradojas que parecía plantear.
Galileo, por ejemplo, había ya hecho notar que, si en matemáticas fueran admisibles
conjuntos infinitos completos, habría tantos números enteros pares cuantos pares e
impares reunidos. Cada número entero par puede ser emparejado biunívocamente con el
número entero de valor mitad, quedando así definida una correspondencia biunívoca
entre los elementos de uno y otros conjuntos. Otras de las voces que manifestaban
tradicionalmente oposición a la idea de infinidad completa eran las alzadas por teólogos
como santo Tomás de Aquino, por considerar que tal noción comportaba un desafío
directo a la naturaleza única, infinita y absoluta de Di_s. Para evitar semejantes
tropiezos, los matemáticos habían venido trazando una distinción taxativa entre lo
infinito en tanto que cantidad completa, el infinito actual, y lo infinito en potencia,
como podría quedar representado por una suma indefinida e ilimitada -lo que se llama
serie- que convergiera hacia un cierto límite. No fue Cantor el único en estudiar las
propiedades del continuo detallada y rigurosamente. En 1872, el mismo año en que fue
publicado el artículo de Cantor, publicaba también el matemático alemán Richard
Dedekind un análisis del continuo basado en conjuntos infinitos. Si bien la observación
de Dedekind es coherente con una correcta comprensión del continuo, esconde una
grave flaqueza. De haberle alguien preguntado a Dedekind cuánto más rico en puntos
era el continuo que el conjunto infinito de los números racionales, Dedekind hubiera
quedado sin respuesta. La fundamental aportación de Cantor a este problema fue
publicada en 1874, en el Journal für die reine und agewandte Mathematik de August
Leopoid Crelle. En efecto: Cantor tomó prestada la paradoja citada por Galileo y la
convirtió en un procedimiento de comparación de tamaño de conjuntos infinitos. Cantor
definió como equivalentes dos conjuntos cuando podía definirse entre los elementos de
uno y otro conjunto una correspondencia biunívoca. Una tal correspondencia
proporciona un procedimiento natural de comparación de tamaños. Aplicando el mismo
principio de correspondencia, demostró que la propiedad que Galileo había considerado
paradójica era, en realidad, una propiedad natural de los conjuntos infinitos. El conjunto
de los números pares es equivalente al conjunto de todos los números enteros positivos,
pares e impares reunidos, porque los emparejamientos entre miembros de uno y otro
conjunto pueden proseguir por siempre, sin omitir a miembro alguno de ninguno de
ambos conjuntos. Cantor pudo también exhibir un método, tan refinado como
ingenioso, gracias al cual el conjunto de los números racionales podía quedar en
correspondencia con el de todos los enteros. Cantor llamó numerables a aquellos
conjuntos cuyos elementos pueden ser puestos en correspondencia, uno con uno, con los
números del conjunto de enteros positivos, lo que equivale a poderlos contar.

Cantor comenzó su demostración suponiendo que exista una correspondencia biunívoca


entre los conjuntos de los números reales y de los números enteros. Su razonamiento
consiste en ver que tal hipótesis lleva a contradicción; se deduce entonces que la
suposición inicial tiene que ser falsa, o sea, que es imposible que exista una
correspondencia biunívoca entre ambos conjuntos. Su razonamiento puede ser
simplificado atendiendo solamente a los números reales comprendidos entre 0 y 1. Si
este conjunto de números ya fuera mayor que el conjunto de los números enteros, el
conjunto de los números reales lo sería también. Supongamos, por consiguiente, que los
números reales comprendidos entre 0 y 1 pudieran quedar uno por uno emparejados con
números enteros. Establecer una tal correspondencia equivaldría a dar una lista de los
números reales, cada uno representado por un número decimal infinito. Es entonces
posible definir un nuevo número real comprendido entre 0 y 1 y no incluido en la lista.
Fijémonos en la primera cifra del primer desarrollo decimal de la lista de números
reales. Si esta cifra es un 1, como primera cifra decimal del número que estamos
definiendo escribiremos un 9. Si la primera cifra del primero de los números de la lista
no es un 1, en el número a definir tomaremos como primera cifra un 1. Continuamos
construyendo el número a definir cambiando la segunda cifra del segundo desarrollo
decimal de la lista por igual procedimiento, la tercera del tercero, etcétera. El número
real así construido difiere al menos en una cifra de cada uno de los números que
componen la lista, y representa un número comprendido entre 0 y 1. Se ha construido,
pues, un número que no se encuentra en la lista de números reales y, por tanto, la
hipótesis de que es posible confeccionar una lista donde figuren todos los números
reales conduce a contradicción.

La definición de número irracional dada en el artículo de Cantor de 1872 equivalía a


aceptar la existencia de conjuntos infinitos completos. Cantor abrazó una postura
formalista acerca de la existencia de los irracionales, arguyendo que la única razón y
fundamento para poner en tela de juicio su existencia matemática habría de ser su
coherencia formal e interna. "Al introducir nuevos números -escribió en una ocasión- la
matemática tan sólo está obligada a dar definiciones de ellos, mediante las cuales...
puedan ser definitivamente distinguidos unos de otros. En cuanto un número satisfaga
todas estas condiciones puede y tiene que ser considerado en matemática como
existente y real.” Este punto de vista, que alude a los irracionales, resultó crucial para la
justificación que dio para introducir los números transfinitos. En su artículo de 1872
había definido conjuntos de puntos excepcionales introduciendo la noción de punto
límite (también llamados puntos de acumulación). Con mayor generalidad, se dice que
un punto es de acumulación de un conjunto si el conjunto contiene siempre una
infinidad de puntos arbitrariamente próximos al punto. Dado un conjunto infinito
cualquiera P, Cantor definía el conjunto derivado de P, P1, como conjunto de todos los
puntos de acumulación de P. Análogamente, si P1 fuese también un conjunto infinito su
conjunto derivado P2 está definido como conjunto de todos los puntos de acumulación
de P1. Demostró que la relación de ser subconjunto establece una ordenación natural de
los conjuntos: resulta que cada elemento de P2 es también elemento de P1, es decir, que
P2 es subconjunto de P1. Análogamente, P3 lo es de P2, y así sucesivamente. Puede
suceder que, para algún número entero finito n, el conjunto Pn sea un conjunto finito;
cuando tal condición se verifique, el conjunto infinito P de puntos que dará lugar al Pn
será el conjunto de puntos excepcionales requeridos para demostrar la versión general
del teorema de Cantor sobre unicidad de las representaciones en serie trigonométrica de
las funciones. Por otra parte, puede suceder que ninguno de los conjuntos derivados que
integran la sucesión P1, P2, P3,... sea un conjunto finito. Cantor argumentó que también
en este caso tenía sentido considerar el conjunto de los puntos que sean comunes a todos
los conjuntos derivados P1, P2, P3 ....Pn . Designó por al conjunto de puntos
comunes a todos los conjuntos derivados; a partir de 1880 comenzó a referirse al
superíndice con el carácter de símbolo transfinito. Además, si constase de
infinitos puntos, podría formarse el conjunto derivado , el cual, a su vez, abriría las
puertas de toda una sucesión de conjuntos derivados: y siguientes. En vista de la
densidad de los números racionales sobre la recta, y la relativa rareza de los números
enteros al ser situados sobre ella, puede parecer burdamente contrario a la intuición que
ambos conjuntos resulten ser de igual tamaño.

El siguiente paso de Cantor fue, empero, todavía mucho más impresionante: demostró
que no puede existir ninguna correspondencia biunívoca como las explicadas entre el
conjunto de los números enteros y el conjunto de los puntos de una recta, es decir, el
conjunto de los números reales. Brevemente: los números reales forman un conjunto no
numerable. Cantor pudo haber añadido que los superíndices , , y sucesivos
constituyen en realidad números de un tipo nuevo, pero al principio no lo hizo así. En
1872 había tenido el cuidado de analizar los números irracionales tan sólo en términos
de sucesiones de números racionales; análogamente, al principio consideraba que los
símbolos , , , ... eran meras etiquetas de identificación de conjuntos. Sin
embargo, en 1883 dejó de lado sus reticencias y los presentó como números transfinitos,
a modo de extensión autónoma y sistemática de los números naturales. La razón
inmediata para introducirlos, mantenía Cantor, estaba en que eran necesarios para seguir
avanzando en la teoría de conjuntos y en el estudio de los números reales. No obstante,
para poder responder a críticos como Kronecker, Cantor argumentó desde una postura
filosófica formalista: una vez reconocida la consistencia interna de los números
transfinitos no podía negárseles un puesto junto a otros miembros otrora controvertidos
y hoy admitidos en matemáticas, como por ejemplo los números irracionales. Habiendo
formulado una teoría de lo infinito capaz de sortear las conocidas paradojas
matemáticas, Cantor estaba convencido de haber eliminado la única objeción que los
matemáticos podían oponer para negarse a considerar en sus trabajos conjuntos infinitos
completos.

Los números transfinitos que finalmente Cantor introdujo son hoy conocidos por una
notación que para ellos adoptaría en años posteriores, a saber, la primera letra del

alfabeto hebreo, ‫אּ‬ (aleph). Los alephs designan la cardinalidad, o número de


elementos, de los conjuntos infinitos, y por ello las equivalencias entre conjuntos
infinitos son frecuentemente expresadas con auxilio de los números transfinitos, los
alephs. Tiene, pues, considerable interés histórico que los primeros números transfinitos
que Cantor introdujo no fueran cardinales sino ordinales. Los números ordinales quedan
definidos por el orden o posición que ocupan en una lista. El número ordinal asociado
con un conjunto finito se corresponde con el número cardinal de ese conjunto. Sin
embargo, para conjuntos infinitos es preciso distinguir su número cardinal de su número
ordinal. En efecto, Cantor descubrió más tarde que es posible convertir esta propiedad
de los conjuntos infinitos en un criterio para distinguirlos de los conjuntos finitos. Un
conjunto es finito solamente si su número cardinal y su número ordinal son iguales.

Cantor desarrolló la teoría de números transfinitos con la cual logró salvar la


contradicción de la aniquilación de los números finitos por el infinito mencionada
anteriormente. Primero construye los números a los que llamó Números Ordinales
mediante las siguientes reglas:

1. 0 es un ordinal.
2. Si a es un número ordinal entonces a + 1 ( su sucesor ) es un ordinal.
3. Si se tiene una sucesión de ordinales {a} entonces existe un último ordinal
∈ lim a el cual es mayor que todo a.

De esta reglas vemos que los números naturales son todos números ordinales. Más aún,
el infinito potencial indicado por Aristóteles producto del proceso de contar es también
un ordinal en virtud de la regla 3. A este ordinal se le denota por ω . La aniquilación de
los números finitos se salva mediante la regla 2 pues como es ordinal entonces los
números ω , ω + 1, ω + 2, ω + 3,..., ω + ω = 2ω , 2ω + 1,...ω 2 ,..., ω ω ,... , son también números
ordinales.

En el desarrollo de esta teoría Cantor identificaba los números ordinales con conjuntos.
De esta forma los ordinales transfinitos obtenidos del proceso de conteo se podían
considerar diferentes. Ahora bien, todos los ordinales transfinitos generados a partir de
ω por medio de un proceso de conteo (ω , ω + 1, ω + 2,...) tienen la misma cardinalidad.
Esta cardinalidad es conocida como Alef subcero y se denota como ℵ0 = Card (ω ) .
Cantor define entonces los Números Cardinales como aquellos números ordinales que
no tienen la misma cardinalidad que cualquier ordinal menor. Por ejemplo, todos los
números ordinales finitos (vistos como conjuntos) son a su vez números cardinales. Sin
embargo el ordinal transfinito ω + 1 no es un número cardinal pues ω < ω + 1 y ambos
tienen la misma cardinalidad. Cantor llamó a los cardinales infinitos alefs, alef subcero
ℵ0 , es el primer cardinal infinito correspondiente al ordinal ω . ℵ1 es el primer ordinal
con cardinalidad mayor que ω , es decir, el primer ordinal que no puede ponerse en
correspondencia biunívoca con ω Siguiendo este proceso se obtienen los números
cardinales siguientes: ℵ2 , ℵ3 ,..., ℵω , etc.

El Teorema de Cantor establece que si σ es un cardinal entonces se cumple que


σ < 2σ luego como el Continuo c = 2Card ( ) = 2 ℵ0 se tiene que ℵ0 < 2ℵ0 = c . Además, si
σ es un cardinal y S (σ ) denota a el sucesor de σ , entonces ℵS (σ ) es el primer cardinal
infinito más grande que ℵ0 . Luego, en virtud del teorema de Cantor se tiene el siguiente
resultado: ℵS (σ ) ≤ 2ℵσ
Como un caso particular de este resultado se tiene que ℵ1 ≤ 2ℵ0 = c .

Se dice que tal afirmación es ``indecidible'' en la teoría de conjuntos con la axiomática


de Zermelo-Fraenkel ya que en 1940 Gödel demostró que la hipótesis del continuo es
consistente con esta axiomática y en 1963 Paul Cohen demostró que su negación
también es consistente. Más aún, Cohen demostró que el Continuo puede ser cualquier
cardinal mayor o igual que ℵ2 .

La teoría de números transfinitos se ha desarrollado aún más allá de los números


cardinales. Después de la construcción de los números cardinales se establece la
construcción de los cardinales inaccesibles. Se dice que Θ es un cardinal inaccesible si
no puede ser alcanzado por medio de la suma de Θ ordinales menores que Θ . La teoría
de números transfinitos no puede establecer la existencia de estos números inaccesibles
dentro de la axiomática de Zermelo-Fraenkel y debe recurrir a una generalización de
esta introduciendo un axioma de infinitud generalizado llamado el axioma de
inaccesibilidad que indica que existe al menos un cardinal inaccesible..

La teoría de Cantor contiene aún más cuestiones acerca del infinito actual y de la
Aritmética de los números transfinitos que las que aquí hemos indicado. Pero como la
teoría está aún en la fase de discusión podemos seguir adelante considerándola como un
enigma. ¿"Existe" o "podemos construir" un conjunto infinito que no es semejante (en el
sentido técnico del apareo uno a uno) al conjunto de todos los enteros racionales
positivos ni de todos los puntos de una línea? La respuesta no se conoce.
Tras un largo periodo de hospitalización, en 1908, Cantor le escribió a una amiga de
Göttingen, la matemática inglesa Grace Chisholm Young. Según él mismo la describía,
su enfermedad maníaca tomó una sorprendente cualidad generativa: "Un sino peculiar,
que gracias a Dios no me ha roto en forma alguna; antes bien, me ha vuelto
interiormente más vigoroso, feliz y lleno de gozo expectante de lo que he estado durante
un par de años, me ha tenido apartado de mi hogar, y puedo decir que también del
mundo... En mi largo aislamiento, ni las matemáticas ni más en particular la teoría de
números transfinitos han dormido o estado en barbecho en mi interior". En otra
ocasión, Cantor describió en términos casi religiosos su convicción en la veracidad de
su teoría: "Mi teoría se yergue firme como la roca; las flechas que contra ella se lancen,
rápidamente se volverán contra su arquero. ¿Cómo puedo yo saberlo? Porque la he
estudiado desde todos los ángulos durante muchos años; porque he examinado todas
las objeciones que hayan podido hacerse contra los números infinitos, y sobre todo
porque, por así decirlo, he seguido sus raíces hasta la causa primera e infalible de
todas las cosas creadas".

Generaciones posteriores podrán tal vez prescindir de las connotaciones filosóficas de


Cantor, mirar desdeñosos sus abundantes referencias teológicas y místicas, hacer caso
omiso de sus pronunciamientos metafísicos y no comprender lo más mínimo de las
profundas raíces religiosas de la fe que finalmente tendría Cantor en la absoluta
veracidad de su teoría. Todos estos compromisos ayudaron a consolidar su decisión de
no abandonar los números transfinitos. Parece como si la oposición con que debió
luchar contribuyese a reforzar su determinación. Su paciencia, no menos que cualquier
otra cosa que Cantor haya podido aportar, aseguró que la teoría de conjuntos
sobreviviera a los años iniciales de duda y denuncia, floreciendo finalmente con fuerza
vigorosa y revolucionaria en el pensamiento científico del siglo XX

¿Cómo será la Matemática dentro de una generación, cuando, según esperamos, estas
dificultades hayan desaparecido? Sólo un profeta puede introducir su cabeza en el
peligroso lazo corredizo de la predicción. Pero si existe una continuidad en la evolución
de la Matemática, y la mayoría de los observadores desapasionados creen que así es, la
Matemática del futuro será más amplia, más firme y con un contenido más rico que la
que nuestros predecesores conocieron. El espíritu de la Matemática es eternamente
joven. Como Cantor dijo: "La esencia de la Matemática reside en su libertad". La
"revolución" presente es tan sólo otra afirmación de esa libertad.

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