con "lo que se supone que debemos hacer”.
Protocolos no escri- ENCUENTROS CON DIOS - INTRODUCCIÓN
tos, pero que muchas veces nos impiden alcanzar lo que anhela-
mos en nuestro corazón: se supone que en la presencia de Dios
debemos estar callados, quietos, no hacer aspavientos, ni mostrar
emociones, ni nada parecido. Pero cuando hay hambre, olvidamos
la etiqueta, y no nos preocupa el qué dirán, ni el si a Dios le gusta-
rá. Bartimeo gritó, debió Hacer un escándalo. Debió llamar la aten-
ción de toda la gente. Debió haberse visto muy tonto. Pero él no
pensó en nada de eso, Simplemente el hambre por Jesús le llevó a
buscar un encuentro con él. Eso es lo que creo que tenemos que
recuperar. El hambre por El, al punto de, si es necesario, romper el
protocolo.
Así que hoy, luego de leer el pasaje de referencia, simplemente lo
alabé, y dejé que mi hambre por El me guiara; lo que dio por resul-
tado una maravillosa experiencia de … y alegría desbordante, que,
puedo decirle, aún la siento mientras escribe esto.
Me vi cayendo de espaldas en lo que parecería el mar, entre olas
espumosas, que de ninguna manera me infundían temor, sino por
el contrario, me dejaban sentir una sensación de amor, seguridad e
indescriptible alegría, al punto que solté sonoras carcajadas. Ese
mar era Su Presencia, y conforme me sumergía podía sentirlo más
y más.
Misión cumplida
De esta forma estoy terminando con mi compromiso de reportar
mis experiencias en mi búsqueda de Dios, día a día durante una
semana. Por supuesto que yo seguiré en la misma búsqueda, pero
quizás no la cuente como lo he venido haciendo. Mi intención al
hacerlo ha sido despertar en mis seguidores de este blog precisa-
mente un hambre por encuentros con Dios. Modelar un poco de
qué es esto de buscar a Dios, tener una relación de corazón a cora-
zón, y disfrutar Su Presencia. Espero haberlo logrado. Espero ha-
berte inspirado.
20
No me cabe duda de que la gente tiene hambre de Dios. y cada día
más gente lo busca. Cada vez hay más personas que, luego de haber
entregado su vida a Jesús, asisten a una iglesia, oran, leen su Biblia y
hacen todas las cosas que un creyente “se supone" debe hacer. Sin
embargo, y a pesar de todo ese crecimiento tan impresionante del
número de creyentes, me queda una inquietud: ¿qué tanto hemos
entendido cuál es la médula de esto que llamamos “vida cristiana”, o
Vida con Dios, o como queramos llamarla?. Me parece que para la
mayoría de la gente todo se centra en “hacer"?. Hacer las cosas que
se supone que los creyentes tenemos que hacer, ya lo dije, por ejem-
plo: orar, leer la Biblia, Congregarse, dar testimonio, alabar, evangeli-
zar, diezmar y ofrendar, someterse a los pastores, obedecer al mari-
do, Honrar a los padres, no participar de las obras del mundo, etcéte-
ra, etcétera, etcétera. Una vida que a final de cuentas la hemos entendido
como una lista enorme de cosa qué hacer, alcanzar, o cumplir, para llenar un es-
tándar, una calificación, o al menos lograr una aprobación.
Pero la verdad es que todo eso tarde que temprano se vuelve desgas-
tante mientras no tengamos una fuerza interna que nos impulse a
vivir -no en base al "tengo que", o a satisfacer “lo que agrada a Dios"-
sino a partir de una pasión y un amor por Dios. Porque una vez que
esa pasión se despierta, las listas de cosas por hacer salen sobrando.
Un fuego se enciende que hace todo lo demás fácil y ligero.
Jesús nos lo explicó de esta manera: …El que permanece en mi, como
yo en el, dará mucho fruto, separados de mi no pueden ustedes hacer
nada (Jn. 15:5 NVI). Permanecer en El es la clave. Y para mi, ese per-
manecer habla de conectar nuestros corazones, de amarle, de esta-
blecer una relación efectiva, real, tangible, Íntima, dinámica, de la que
surja la vida interior, y que como consecuencia nos impulse a “hacer"
las otras cosas en las que normalmente nos enfocamos.
Jesús pone el énfasis en "permanecer”. Si no permanecemos no po-
demos hacer las cosas. Pero nosotros hemos insistido en Hacer las
cosas, creyendo que haciéndelas permaneceremos. Jesús claramente
nos enseña que es al revés. ¿Porqué a la mayoría de los creyentes les
cuesta trabajo orar, por ejemplo? Porque no hay una pasión interior.
Podemos amenazar e intimidar al creyente diciéndole que si no ora se
va a enojar Dios con el, y tal vez logremos que haga un esfuerzo para
1
hacer como que ora; pero tarde que temprano el combustib1e se le
terminará… porque no tiene la pasión. Y así sucederá con todo lo demás
Encuentros con Dios
En resumidas cuentas, el problema que planteo es que nos falta —
hablo de forma general- un amor apasionado. Nos falta enamoramos
de Dios. Hacer a Jesús nuestro Amado Porque tan pronto eso sucede
en un creyente, no hace falta empujarlo; de la misma manera que no
hace falta empujar a un adolescente para que quiera ir a ver a Su no-
via. Lo arrastra la “pasión".
Pero por otro lado, creo que para apasionamos necesitamos conocer
a Dios Y tal vez pensemos que lo conocemos porque hemos leído la
Biblia, pero lo que sucede muchas veces es que terminamos cono-
ciendo el libro, pero no el corazón de Dios.
Yo me pregunto. ¿qué sucedería si todos los creyentes vie ramos y
habláramos con Dios como lo hizo Moisés, o Abraham, o Isaías, o
Noé, o el mismo Jesús? Cara a cara. Con experiencias sobrenaturales.
Ir a su trono. Ver su rostro. Oír su voz. Experimentar su gloria. ¿No
despertara en nosotros pasión? ¿No encendería eso un fuego en
nuestro corazón? El problema comienza cuando oímos sugerencias
tan descabelladas como la que acabo de hacer. Tendemos inmediata-
mente a descalificarnos. En nuestro Interior oímos una voz que nos
dice ¡Eso no se puede! Y luego brota de algún lugar dentro de noso-
tros una larga y compleja explicación de por qué no es posible tener
encuentros con Dios.
Es en esos encuentros con Dios donde podemos conocerle. Donde El
se revela a nosotros. Donde nos enseña su corazón Donde descubri-
mos su amor por nosotros. Donde todo lo que por años hemos leído
en la Biblia cobra sentido. Allí es donde nos enamoramos de EL. Allí es
donde Dios deja de ser una suposición, porque ahora le experimenta-
mos. Esos encuentros con Dios deben ser la riqueza más grande que
debemos atesorar. Y hemos de anhelarlos, buscarlos, despertar un
hambre por ellos, porque en ellos veremos a Dios.
Pero es extraño, cuando escuchamos historias de gente que platica
haber tenido encuentros con Dios maravillosos y sobrenaturales, la
mayoría chasquea la boca con incredulidad, mientras se pregunta
“¿qué habrá fumado este?".
2 los protocolos. Nos Impulsa a ir tras EI aunque dejemos de cumplir
Decidí iniciar mi búsqueda de un encuentro con Dios leyendo la Bi-
blia. El evangelio de Marcos, para ser exacto. Leí y leí hasta encon-
trar algo en lo que sintiera que Dios me estaba hablando. Y cuando
llegué a la historia de Bartimeo sentí que Dios me enseñaba algo
preciso. Y sobre eso que recibí basé mi búsqueda de hoy.
Hambre de Dios.
Bartimeo el ciego, podría haber sido un mendigo o lo que fuera,
pero si algo la caracterizaba era que sabía lo que quería. Y tal vez
pensaríamos que su anhelo más grande era recobrar la vista, lo que
sería muy legitimo. Pero para mí, la manera en que clama a Jesús
cuando sabe que es El el que va por el camino: "¡Jesús, hijo de Da-
vid, ten compasión de mi!” me deja ver que quería algo más. Es de-
cir, creo que lo que más quería era encontrarse con Jesús.
Recibir la vista sin duda le era muy importante, pero ante la oportu-
nidad de conocer y recibir un toque del Hijo de Dios, aquello pasó a
ser secundario y desató un hambre por Jesús en El. que la manifes-
tó gritando y rompiendo sin duda todo protocolo. Hasta que logró
llamar su atención, y Jesús lo llamó.
¡Hambre! Creo que es la palabra clave. Necesitamos despertar
hambre de Dios. Hambre y sed de encontrarnos con EL. Hambre de
ver más de EL. Como lo decía el salmista:
Cual ciervo jadeante en busca del agua,
así te busca, oh Dios, todo mi ser.
Tengo sed de Dios, del Dios de la vida.
¿Cuándo podré presentarme ante Dios?
(Salmo 42 NVI)
El hambre de Dios le atrae a El a nosotros. Cuando él percibe el aro-
ma de un corazón deseoso de un encuentro sobrenatural, corre
hacia él. Los encuentros y experiencias con Dios normalmente no
se darán, ni espontáneamente, ni siquiera por el mucho orar o ayu-
nar. sino en respuesta al hambre que tengamos de El (porque bien
podemos orar y ayunar sin hambre de Dios).
De hecho, un encuentro con Dios está compuesto de dos elemen-
tos que colisionan y dan como producto una maravillosa experien-
cia con Jesús: nuestra hambre por El, y Su hambre por nosotros. El
hambre por Dios —como lo dije anteriormente— nos hace romper
19
dos de tentación. Quitémonos de la mente la idea de que tenemos
que componernos para presentarnos impecables delante de EI. Es
más bien delante de El a donde podemos llegar descompuestos pa-
ra de allí salir impecables. Sería tan tonto como esperar a estar sa-
nos para ir a visitar al doctor.
Sepamos que podemos ir delante de Dios en cualquier momento,
que no seremos rechazados, y que lo que nos espera allí con El es su
amor restaurador y Su fuerza para vencer. Sólo allí podemos ver
cumplido aquello por lo que Jesús nos enseñó a orar: Padre nues-
tro… líbranos de la tentación. Por lo demás, cuando desperté, me
sentía renovado y seguro de mi identidad en Dios.
Normalmente yo casi nunca recuerdo qué soñé, pero hoy al abrir los
ojos tuve la sensación de haber pasado un tiempo muy agradable
con el Señor. No recuerdo si hoy fue entre nubes como Hace un par
de días; pero sí sé que estuve con El y la pasamos muy bien.
ENCUENTROS CON DIOS — DÍA 7 (FINAL)
Llegaron a Jericó. Y cuando Jesús ya salía de la ciudad, seguido de
sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego llamado Barti-
meo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. Al oír que era
Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar:
—¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!
Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más toda-
vía:
—¡Hijo de David, ten compasión de mí!
Entonces Jesús se detuvo, y dijo:
—Llámenlo.
Llamaron al ciego, diciéndole:
—Ánimo, levántate; te está llamando.
El ciego arrojó su capa, y dando un salto se acercó a Jesús, que le
preguntó:
—¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego le contestó:
—Maestro, quiero recobrar la vista.
Jesús le dijo:
—Puedes irte; por tu fe has sido sanado.
En aquel mismo instante el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús
por el camino.( Marcos 10:46-52 DHH)
18
Creo que la inquietud por encontrarme con Dios me surgió hace
a1gunos años cuando un joven, de esos "locos apasionados" por Je-
sús me contó esta historia: Cuando su papá vivía, disfrutaba mucho
tomar todas las mañanas un café con él mientras conversaban. Era
para él un hermoso tiempo de calidad con su papá. Por eso, al falle-
cer su padre, ese tiempo y esa conexión le hicieron mucha falta. Así
que decidió decirle a Dios que el seguiría con la costumbre, pero que
a falta de su padre, invitaba lo invitaba a El a tener ese tiempo de
conexión. Y así lo hizo durante mucho tiempo, creyendo firmemente
en esa conexión con Jesús. Y creía a tal punto que cada mañana ser-
vía dos cafés, uno para él y otro para Jesús, y comenzaba a hablarle y
disfrutar Su presencia, que en ocasiones llegaba a sentirse muy fuer-
te. Cuando llegaba la hora de irse a trabajar, se levantaba, tomaba el
café que había servido para Jesús, que para entonces ya estaba frío,
y lo tiraba. Pero resultó una mañana, para su mayúscula sorpresa que al termi-
nar se levantó, y se encontró con que la taza de Jesús estaba vacía.
Tal vez al leer esta historia te pasen cosas por la cabeza como las
que me pasaron a mi cuando la oí. Una podría ser: “sí, claro, ya lo
creo" (con tono de sarcasmo); otra puede ser algo como: “¡Qué ter-
nurita! ¡Qué historia tan conmovedora" (pero en el fondo no le da-
mos más calificación que la que le daríamos a un cuento para niños).
El punto es que nos negamos a creer que sea posible algo así. Yo
también lo pensé. Sólo que en mi caso, comencé a sentir una voceci-
ta muy suave dentro de mí que me cuestionaba insistentemente:
“¿y por qué no?" Y esa fue la voz que me despertó un hambre y una inquietud.
Creo firmemente que es posible ver a Dios, hablar con El, y experi-
mentar su Gloria, aquí en la Tierra. Y para testimonios, tenemos mu-
chos en la Biblia. Así que me he dado permiso de creerlo, desearlo y
buscarlo; con una consecuencia que he descubierto: que en la medi-
da en que lo creo, lo deseo y lo busco, más se despierta ese amor
apasionado por EL. Más me siento permanecer en El.
Partiendo de una perspectiva humana, científica, lógica —como la
que ha permeado en la iglesia— historias como esas, y deseos como
los míos, suenan tontos e Infantiles. Pero por eso mismo es que co-
mienzo a entender más lo que Jesús quiso decir con aquello de ...a
menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán
en el reino de los cielos (Mt. 18:3).
3
 Por supuesto que existe el temor a quedamos dormidos —que lo
Nos hemos perdido de mucho de lo que hay en el Reino por insistir
más seguro es que nos sucederá— y especialmente porque hemos
en pensar como cultos e ilustrados adultos. Esa a sido nuestra des-
pensado que dormimos mientras oramos es una deshonra y una ver-
graciada decisión
güenza. Pero al menos yo he aprendido a que es más bien un privile-
gio y un honor. Para mi es como recargar mi cabeza en Su regazo, y
En búsqueda de Dios.
dejar que el mundo dé vueltas, que al fin y al cabo yo estoy seguro
Quiero experimentar más de Dios. No voy a conformarme a lo que
con mi Señor.
he vivido. Se que Dios tiene más para mí, y lo creo, y voy tras ello…
Así fue el día de hoy. Poco después de disfrutar de un rato de convi-
Pero no sólo quiero vivirlo yo. Quiero ayudar a otros creyentes que
vencia en familia mientras comíamos, me retiré a buscar al Señor
están en la misma situación de duda, desconfianza o incredulidad en
para reponer fuerzas. Y así fue que me acosté sobre mi cama, y co-
la que me atoré muchos años, a que puedan salir de esa prisión, y
mencé a adorar al Señor, en lenguas en voz muy baja.
experimentar la libertad que hay en la Presencia de Dios. En buena
Igual que las otras veces, al principio me costó trabajo concentrarme
parte, esa es la razón de este blog. Por eso escribo aquí. Porque creo
en buscar al Señor, y enfocar mi mente, afectos y emociones hacia
que hay una libertad que muchos creyentes necesitan experimentar.
EL. Parecía que los distractores los tenía adentro, no afuera. Pero
Y yo sólo quiero compartir mi jornada, esperando que mi experien-
poco a poco me fui envolviendo en El, y me fui llenando de su paz. Y
cia pueda bendecir a muchos.
como siempre que sucede esto, me fui abandonando en sus brazos y
Por eso mismo, quiero hacer algo que creo que Dios me ha inspira-
dejando que mi corazón le expresara en adoración mi amor por El.
do. Me propongo a buscar todos los días a Dios, especialmente du-
Hoy menos que nunca supe cuánto tiempo estuve allí, porque en
rante los siguientes siete, dedicando un tiempo para adorarle, bus-
algún momento me quedé plácidamente dormido, como niño pe-
carle, y esperar en El. Lo único que estos días tendrán de diferente
queño, seguro de que estaba descansando en El.
es que estaré, reportando, a manera tal vez de un diario, mis expe-
riencias en este blog.
Un lugar para ser restaurados.
De esta forma, si tú quieres salir de tu incredulidad, o quieres crecer
Disfrutar la Presencia de Dios no es un premio por nuestro buen
en tu intimidad con Dios, podrás leer aquí mis experiencias durante
desempeño; antes bien, es un privi1eg¡o que tenemos por lo que
esta semana, con la esperanza que de alguna manera te inspire...
Jesús hizo por nosotros desde la cruz. Es un error pensar que la Pre-
Te espero entonces, todos los días, durante una semana, aquí.- Bendiciones.
sencia de Dios es algo a lo que tenemos acceso solamente cuando
está todo bien, o somos fuertes, o hemos hecho lo correcto. Creo
ENCUENTROS CON DIOS — DÍA 1
más bien que es donde tenemos que ir sobre todo cuando nos senti-
Hoy inicié el día buscando disfrutar de la Presencia de Dios. Tan
mos débiles, abatidos, fracasados, cansados, frustrados, desmotiva-
pronto me levante puse un poco de música. En particular hoy, puse
dos, o incluso cuando sabemos que hemos pecado, o también cuan-
“A Little Longer”, de Jenn Johnson, una canción que me inspira mu-
do estamos siendo tentados.
cho a buscar a Dios por la letra que tiene y la parte en la que es Dios
No tenemos que esperar a que las cosas marchen de maravilla para
quien dice, en resumen, algo así como "no tienes que hacer nada,
acceder a la Presencia; ni tenemos que creer que es un lugar al que
sólo estar aquí, quédate un rato más". Me encanta recordar que eso
tenemos que llegar a ofrecer nuestros méritos. Recordemos que
es lo que Dios me dice cuando estoy con El.
cuando Caín presentó como sacrificio a Dios el producto de sus labo-
Me puse en pie y simplemente me quedé quieto, con los ojos cerra-
res, Dios no mostro agrado por su ofrenda. Antes bien, la Presencia
dos, escuchando la canción y Llenándome de Dios. Pensando sólo en
de Dios es el 1ugar a donde necesitamos ir para ser fortalecidos, ani-
El. Activando mi fe, creyendo que estoy en sus brazos, y recibiendo
mados, restaurados, recibir descanso, o incluso perdonados, o libra-
de Su amor. 4 17
Pero aun así, la música ayuda mucho. Nos inspira y nos mueve. Y so-
bre todo en estos días en que la tecnología nos facilita tanto escu-
char nuestras melodías favoritas, aprovechemos esas ventajas tan
maravillosas.
Hace algunos años conocí un género de música muy característico y
que nos ayuda a crear esa atmósfera espiritual. Es un tipo de melo-
días creadas precisamente con el propósito de sumergimos en la Pre-
sencia de Dios y saturarnos de
EL. La mayor parte de esta música consiste en una oración instru-
mental, aunque la hay con letra, cantada, pero que en la mayoría de
los casos, son cánticos muy espiritua1es, proféticos, y a veces me
atrevería a darles el calificativo de angelicales.
Yo conocí este género como "música de soaking", o “soaking music"
por su nombre en idioma inglés. La palabra soaking (léase "soukíng")
significa sumergir o remojar. Lleva el sentido de meternos en un
"fluido", que en este caso sería el Espíritu Santo, para saturarnos de
EL. En español algunos le hemos dado el nombre de música para su-
mergirse.
Esa fue la música que escuchamos Esther y yo esta mañana, y que
nos ayudó a sumergimos en la Presencia de Dios. Si no estás familia-
rizado con este tipo de música, permíteme recomendártela. Escúcha-
lo de fondo mientras descansas y te relajas en la Presencia de Dios y
le adoras con libertad. (Visita alguna de estas página web
www.soakingwithaporpuse. com o www.soakíng.net)
ENCUENTROS CON DIOS — DÍA 6
Este día se caracterizó por mucha actividad; y para la tarde sentía ya
que necesitaba un descanso, y qué mejor que el que puedo encon-
trar en la Presencia de Dios. Creo que el capítulo 4 de Hebreos tiene
un significado mucho más profundo del que hemos pensado. Cuando
habla del reposo está haciendo referencia a ese lugar de descanso
que encontramos cuando estamos con El. Habitar en Su Presencia y
disfrutar de ella nos permite descansar de nuestras cargas y conflic-
tos. Recargar baterías, y reenfocar nuestras vidas.
A menudo, cuando estamos cansados decimos: “me siento agotado,
creo que no voy orar", pero la verdad es que es el momento en que
más necesitamos, si no queremos llamarlo “orar", pero sí descansar
en Dios.
16
No me percaté en qué momento terminó la canción. Yo me quedé
quieto, simplemente recibiendo. Sin decir una palabra. No dije nada.
Simplemente recibiendo de El.
Fue un momento delicioso. Muy suave. Lo sentía, EI estaba allí. Me
fue muy fácil comenzar a sentir su Presencia que me envolvía. Fue
casi inmediato. No sé cuánto tiempo estuve allí, simp1ememe reci-
biendo, y sin hablar. Me he propuesto que cuando esté haciendo
esto, no medir el tiempo. No voy contra reloj, ni estoy esperando
llenar un determinado tiempo. Simplemente quiero disfrutar. Pudie-
ron ser 10 minutos, o media hora. No lo se. No tengo idea Mi inten-
ción era disfrutar.
En algún momento tuve que moverme de allí. Acababa de levantar-
me y mi vejiga me exigía descargar lo acumulado por la noche. Así
que fui a hacer lo pertinente, y regresé a donde me había quedado
para continuar en lo mismo.
Podría decir que no pasó nada extraordinario. Quiero decir, no vi
que se abrieran los cielos; no vi ángeles bailar alrededor de mi; no vi
el trono de Su gloria; ni escuché trompetas sonar. Simplemente dis-
fruté estar con EL. Tampoco puede decir que recibí una palabra especifica, ni
alguna revelación en Concreto, que no fuera el saber que soy amado.
Segunda vuelta.
Fue transcurriendo el día, y con él sus altibajos. Después de medio-
día salí a andar en bicicleta por la playa cerca de mi casa. Me acom-
pañaron mis dos perros, Spot y Lucky. Me detuve cuando llegamos a
cierta playa que me gusta visitar y que casi siempre está vacía. Me
ubiqué a la sombra de un árbol, y me senté a adorar, Igualmente en
silencio, escuchando un poco de música con mis audífonos.
Esta ocasión, tal vez por lo acontecido durante el día, y por las mu-
chas cosas que traía en mente, me costó trabajo concentrarme y
disfrutar 1a Presencia de Dios. Mi mente andaba en muchas cosas,
muchas preocupaciones. Poco a poco pude acallar mi alma, como
dice el salmista, y descansar.
Una vez más estuve quieto y en silencio. Creo que ahora estuve más
tiempo que en la mañana, pero no lo sé a ciencia cierta. Igualmente
estuve recibiendo de Dios, sintiendo su amor, y llenándome de Su
paz. Fue delicioso y reparador. Me emocionaba mucho saber que
estaba con el Señor.
5
Sucedió algo curioso. Cuando llegamos al lugar, los perros corrieron
de inmediato a jugar en el agua, y a corretear por la playa, como
siempre hacen. Yo, mientras, me quedé sentado junto a mi árbol,
con mi lucha, tratando de concentrarme y dirigir mi fe en la certeza
de la Presencia de Dios conmigo. Pero cuando logré “pasar el tope",
los perros regresaron conmigo y a partir de ese momento se queda-
ron Junto a mí, prácticamente recargados en mi. De plano Lucky se
echó pegado a mí y metió su cabeza debajo de mi pierna, mientras
que Spot se puso delante de mí y pegaba su Hocico a mi pecho, co-
mo buscando que lo acariciara.
Podía sentir que disfrutaban estar allí conmigo. Me pregunto si Dios
estaba tratando de ejemplificar con los perros lo que en ese mo-
mento sucedía entre El y yo. Decidí creer que eso es lo que Dios quería de-
cirme. Puedo decir que ha sido un gran día, y eso que aún no termina.
¿Expectativas o expectación.
Hay algo más que deseo comentar. En este proceso de búsqueda,
en el que llevo ya algún tiempo, ha habido muchas cosas que he
aprendido, y una de ellas es que la razón por la que no nos damos
permiso de creer o soñar con tener encuentros con Dios es porque
tenemos miedo a desilusionarnos y sentirnos defraudados si no la
tenemos… Tememos enfrentar una desi1usión que podría poner en
riesgo lo poco que nos queda de fe. De la misma manera que nos da
miedo poner las manos sobre un enfermo y decirle: ¡Se sano! O ha-
blarle a un muerto y decirle: ¡Levántate! Y preferimos, por nuestra
misma falta de pasión, refugiarnos en la seguridad que ofrece la du-
da, en vez de correr el riesgo de la fe.
Pero creo que el fondo de lo que sucede es que hemos enfocado
mal las cosas. Si nosotros nos acercamos a Dios poniendo tales o
cua1es expectativas, sin duda que al no cumplirse, nos sentiremos
defraudados y ofendidos por Dios.
El problema de movemos con expectativas es que éstas llevan con-
sigo el factor condicional. “si tú haces esto, yo te doy aquello", “Yo
hago esto, esperando recibir aquello”. "Yo te doy esto, porque es-
pero que tú me des algo", y si no recibo lo que esperaba, entonces
viene la ofensa. En otras palabras, de antemano estoy condicionan-
do mi confianza o mi amor a lo que me de la otra persona., en este
caso, Dios…
6 15
No cabe duda que estos momentos son algo que todos los creyentes
debemos dar prioridad. Buscar interactuar con Dios. Cuando hablo de
hacer conciencia de la Presencia de Dios, muchas veces la gente res-
ponde inmediatamente y me comentan algo así como: “yo sé que
Jesús está conmigo”, o “Dios va conmigo a dondequiera que yo voy."
Pero honestamente, eso no es notica, ni tiene mucho de sensacional.
Saber que Dios va con nosotros no necesariamente impacta nuestras
vidas.
Es el interactuar en una re1ación con El lo que nos nutre y nos trans-
forma. Mientras sólo pensamos que Dios está conmigo donde quiera
que vaya, lo vemos a El como nuestro ayudador —y claro que lo es.
Pero cuando interactuamos y abrimos espacios en nuestra relación,
no solo para hablarle, sino también para escucharle y conectar nues-
tros corazones, entonces nos percatamos de que somos poderosos,
que somos colaboradores de Jesús, que tenemos una misión y ade-
más un respaldo especial. Definitivamente hay una gran diferencia
entre solo saber que está allí, y el interactuar en amor, conexión y
relación.
Es la misma diferencia que hay entre una pareja que lleva mucho
tiempo casada, que viven bajo el mismo techo y comparte las mismas
cosas, pero no tiene relación, ni conexión, ni intimidad de corazón. Y
otra que se mantiene en un amor floreciente, continuamente renova-
do, una relación activa, y una conexión en la que los dos corazones se
tocan. En la primera, uno y otro saben que están allí, pero sin conec-
tarse, como sucede muchísimos creyentes. La segunda ilustra al cre-
yente que disfruta de ser un adorador que expresa su amor apasiona-
da y extravagantemente.
Música para sumergirse.
La música es un elemento, que aunque no es indispensable, nos ayu-
da mucho creando la atmósfera que necesitamos. Y digo que no es
indispensable, porque para conectarse con Dios lo único realmente
indispensable es creer: la Fe. Personalmente creo que la escena que
en la Biblia ilustra mejor lo que es la adoración es el pasaje de la mu-
jer que quebró su frasco de alabastro para derramar su perfume a los
pies de Jesús, regarlos con sus lágrimas, y sacarlos con sus cabellos.
Es un cuadro que lo dice todo en términos de adoración... y sin em-
bargo no hay música allí.
vas, sino manejarme con expectación. Y eso, además de todo, nos
hace inmensamente libres.
ENCUENTROS CON DIOS— DÍA 5
No cabe duda que hay días en que el tiempo pasa volando. Hoy fue
uno de esos. Afortunadamente lo primero que hice hoy fue tomar
mi tiempo con Dios, de otra forma no sé cómo lo hubiera acomoda-
do en el resto del día.
Otra vez tuve como Invitada a Esther. Apenas despertando, y antes
de iniciar la rutina diaria nos dispusimos juntos a buscar a Dios, y
disfrutar Su Presencia. Fue un rato muy agradable. Me sentí incluso
más a gusto que la vez pasada. Aunque como casi siempre, me costó tra-
bajo arrancar, digamos, pero poco a poco pude conectarme con Dios.
Hoy traté de ser más observador de lo que sentía y experimentaba.
Al principio mi mente divagaba, y no lograba concentrarme o hacer
conciencia de Su Presencia. Pero es curioso cómo de pronto sentí
como una chispa de esa sensación tan especial, mezcla de paz, de
seguridad, de alegría desbordante que se percibe cuando nos en-
volvemos en El. Y cuando la sentí, fue para mí como una señal de
que algo bueno venía. Y sí, ciertamente, en ese momento fijé mis
pensamientos y afecto hacia el Señor, y eso ayudó para que la chis-
pa encendiera un fuego. Fue tan clara la sensación de Su Presencia.
Me envolvió por unos minutos, creo yo, y me sentí amado y reconfortado.
Creo que algo por lo que es muy importante aprender a disfrutar el
estar delante de Dios es porque cuando estamos allí, y lo creemos,
y lo palpamos, recibimos una especial revelación de nuestra identi-
dad, aprendemos quiénes somos ante El, y descubrimos cuánto nos
ama. Eso nos de seguridad y una perspectiva muy diferente de la
vida. Cuando “bajamos de la nube” muy probablemente los proble-
mas seguirán siendo los mismos, pero nuestra manera de enfocar-
los y abordarlos será muy distinta. Ya no hay razón para enfocamos
en nosotros mismos, ni en nuestros conflictos; sino en Jesús. Deja-
mos de sentirnos víctimas, para disfrutar ser vencedores. Hasta el
enfoque de nuestra oración cambia, porque dejamos de mendigar
su auxilio, para pasar a declarar lo que creemos que ya es nuestro
porque Jesús lo ganó para nosotros. Tenemos confianza, nos senti-
mos seguros. Dejamos de enfocarnos hacia la victoria, para enfocar
la vida desde la victoria.
14
Pero qué tal si en vez de manejar expectativas, nos manejamos can
expectación. Esto es: "Yo voy a darte esto simplemente porque te
amo, porque me alegro en que lo recibas. No tienes que darme a1go
a cambio. Te doy libertad de que respondas como quieras, de todas
maneras confío en ti y te amo". El factor condición no existe, y por
tanto no hay lugar para la desilusión. Esto nos da una libertad increí-
ble. y se la damos también a la otra persona.
Volviendo al punto del que partí, en mi búsqueda de Dios y de tener
encuentros con El, ciertamente lo deseo; pero no condiciono. Simple-
mente he aprendido a buscar intensamente a Dios, no por lo que
pueda sacar o recibir de EI; sino por lo que yo vengo a entregarle: mi
adoración. ¿Qué va a hacer Dios en respuesta a la expresión de mi
amor. No lo sé. Y además le doy libertad de que haga lo que guste, o
que no haga nada especial, si fuera el caso. Es decir, de antemano
decido no enojarme, ni sentirme, ni desilusionarme, porque no estoy
poniéndole expectativas. Y eso le da mucho sentido a mi relación con El.
ENCUENTROS CON DIOS — DÍA 2.
El día de hoy seguí mi rutina de cada domingo: apenas me levanté,
bajé a prepararme una taza de mi café favorito -un French Roast, ne-
gro y bien cargado—, caminé a mi oficina, me senté en la silla frente
a mi escritorio, puse en mi computadora la música del mismo álbum que oí
ayer, me coloqué mis audífonos, y me dispuse a encontrarme con Dios.
Pero hoy las cosas no fluyeron igual que ayer. Al menos al principio.
Algunos dirán que era "la carne" que se resiste al espíritu, o “el dia-
blo" poniendo obstáculos. Tal vez. Sólo que yo no soy muy partidario
de ese enfoque, me suena como si quisiera culpar a alguien más de
mis decisiones. Yo más bien diría que por alguna razón estaba distraí-
do, o desenfocado. Pero era yo. E intentaba centrarme en la Presen-
cia de Dios, pero mis pensamientos divagaban, e incluso, cuando me
daba cuenta, ya estaba haciendo otra cosa en la computadora o pen-
sando en la inmortalidad del cangrejo. Me tomó un buen rato enca-
rrilarme. Comprendí un poco más por qué el salmista se ordenaba a
sí mismo: ¡alaba alma mía el Señor!.
Finalmente decidí ponerme en pie, levantar mis manos y comenzar a
orar suavemente en lenguas. Y así estuve por un buen rato, mientras
seguí escuchando la música. Eso me ayudó. Al rato me comenzó a inundar
esa paz y esa libertad tan características de la Presencia de Dios. 7
Cuando caí en cuenta, ya estaba yo levantando mis manos en adora-
ción, y moviéndolas rítmicamente, cuasi-danzando, meciéndome de
un lado a otro.
Cuando estoy sintiendo esa Presencia, me invade una sensación de
seguridad que me causa risa pensar en las cosas que me preocupan.
Si estoy tan seguro aquí, por qué me angustio. Ahora creo que cuan-
do el sa1mism escribió El Señor es mi luz y mi salvación, ¿de quién
temeré?... ha de haber estado riéndose, pensando algo así como:
“...qué tonto soy cuando me dejo atemorizar..." en fin, me causa gra-
cia, y me hace reír mientras estoy allí. Y francamente prefiero reír
que llorar. No se aún por qué normalmente cuando hablamos de co-
munión con Dios la asociamos con llorar, y no digo que llorar sea ma-
lo… ya también lloro a veces. Pero pienso que debe ser más un moti-
vo de alegría, que de tristeza. O al menos, así me sucede a mi Y no lo
negaré: lo disfruto mucho.
¿Y qué le pido a Dios?
Con toda intención, he tratado de evitar asociar este “ejercicio" de
conexión con Dios con lo que solemos llamar oración. La oración es
buena, y necesarísima no tengo nada contra ella. El problema, creo
yo, es que hemos asociado la oración con pedir. Y si no tenemos algo
que pedir, no tenemos algo que hablar con Dios.
Tal vez alguien podría preguntarse: ¿y qué le pide éste a Dios mien-
tras pasa ese tiempo con El? ¡Sorpresa! No le pido nada. O al menos,
prácticamente no me enfoco en ello. La mayoría de la gente, cuando
piensa en acercarse a Dios, de inmediato piensa en qué va a pedirle.
Pero yo tengo la convicción de que una relación no puede basarse en
solo pedir. Sería bastante incómodo. Me parecería que es algo moti-
vado por el interés.
Por supuesto que es válida pedir; exponer delante de Dios nuestras
necesidades, angustias, clamar por su auxilio, etc. Todo eso es per-
fectamente válido. Sólo que creo que no puede ser eso la base de
nuestra relación con EI, sino, como ya he dicho, la expresión de un
amor apasionado y extravagante. Y una vez cumplido eso, podemos
pedir lo que queramos, con la certeza de que nos será dado.
Por eso, mi objetivo es más bien expresar mi amor a El, mi adoración
extravagante. Creo que cuando Jesús dijo en Mateo 7:7: Pidan, y se
les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá, estaba pre-
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creo abriré espacios para experimentar mas cosas de Dios, pera no
significa que todos los días será igual.
La Conciencia de la Presencia de Dios.
Hay un concepto que creo que Dios me ha ido enseñando, y al que
le llamo “la conciencia de la continua presencia de Dios".
Para explicarlo, me remito a la carta a los Efesios, en la Biblia, don-
de Pablo dice que el Padre esta en las regiones celestiales; que Je-
sús esta en las regiones celestiales sentado a la derecha del Padre; y
que nosotros también estamos en esas mismas regiones celestiales
sentados con Jesús (Ef. 1:3,20 y 2:6). Eso me dice que nosotros ya
estamos en esos lugares donde está la presencia de Dios, ¡allí habi-
tamos! Dicho de otra manera, no es un lugar a| que entramos cada
vez que alabamos o adoramos u oramos o queremos hablar con
Dios. Es el lugar en el que vivimos. Y, aunque no lo vemos con nues-
tros ojos naturales, pero esos lugares son más reales que los que sí
vemos naturalmente. Tampoco necesitamos sentir que estamos;
más bien lo que necesitamos es creer que allí estamos.
Difiero con la enseñanza tradicional que nos dice que cuando alaba-
mos a Dios entramos en su Presencia, como si fuéramos cruzando
por las diferentes etapas del Tabernáculo de Moisés, hasta llegar el
lugar santísimo donde mora la presencia de Dios. Pienso que si cada
vez que alabamos tuviéramos necesidad de "entrar", ¡significaría
que en algún momento tuvimos que salir! Y yo no creo que las co-
sas sean así, porque Jesús nos compró e1 boleto para residir allí, e
incluso nos compró un “seguro" que cubre todos nuestros pecados.
En Su Presencia es donde moramos siempre.
¿Por qué, entonces, unas veces sentimos que “entramos“, y otras
veces sentimos que no? Porque lo que sentimos puede ser voluble,
pasajero, cambiante, y hasta caprichoso; pero no define dónde es-
tamos. Regirnos solamente por lo que sentimos puede llegar a ser
muy riesgoso. Por eso debemos aprender e dirigirnos por la fe: la
convicción de lo que no vemos, no oímos, o no percibimos, ¡pero
que sí es! Yo hoy, por ejemplo, no sentí, ni oí, ni vi algo en especial…
¡pero sí estuve allí!… ¡y sigo estando!... ¡y lo Creo!
Y algo maravilloso de la fe, es que cuando nos manejamos con la
certeza que nos da, nos hace inmunes a la decepción y la desilu-
sión, principalmente porque la fe no me permite poner expectati-
un techo de palma, me senté en la arena y comencé a buscar a Dios.
Pera hoy no fue tan sencillo. En principio hoy tuve muchas distraccio-
nes... Me costaba trabajo concentrarme en lo que buscaba: disfrutar a
Dios. Para ayudarme, volví a ponerme mis audífonos y escuchar música
que me inspirara.
No creo que la música sea indispensable, pero si creo que ayuda mu-
cho para preparar un ambiente dentro de nosotros. Aun así, mi mente
divagaba.
Usé mm recurso que suele funcionarme: Orar en lenguas, Cerré los
ojos y comencé a hablar en lenguas y dirigir mis pensamientos y mi co-
razón hacia Dios. La escena debe haber sido graciosa, porque en ese
memento, Lucky, mi pastor alemán adolecente, se tiro delante de mi
para que le rascara la panza. Así que allí estaba yo rascando la panza al
perro y orando en lenguas. Se que era un cuadro poco ortodoxo, pero
me funciono, al menos para dirigir mi interior hacia Dios.
Tal vez no fue mucho tiempo el que estuve allí, pero fue sustancioso.
Me sentí muy cerca del corazón de Dios, y descansé en EL. Más tarde
me levanté y comencé' a caminar por la playa, igualmente orando y
adorando a Dios, principalmente en lenguas.
Expectación.
¿En qué consistió el "éxito" de mi experiencia del día de hoy? Sincera-
mente hoy no vi nubes, como ayer, ni a Jesús volando. No vi el cielo
abrirse, ni sentí nada Extraordinario… ¿Y entonces… por qué lo puedo
calificar de exitoso? Simplemente porque creí.
Trayendo a colación aquello de lo que escribí en mi entrada de hace un
par de días acerca de la importancia de acercarnos con expectación, y
no hacerlo con expectativas, pienso que eso establece una actitud cla-
ve en esto de buscar a Dios. No todas las veces va a suceder algo espe-
cial. No creo que haya una regla sobre cuándo si y cuando no, o por
qué si y por qué no, simplemente, en ocasiones sucederá algo especial,
y en otras, nada. Lo importante es que no nos descalifiquemos porque
no experimentamos algo especial. Hoy, por ejemplo, a diferencia de los
demás días, no experimenté algo especial, o sobrenatural. No sentí lo
mismo que las veces anteriores que les he reportado. Pero eso no sig-
nifica que Dios no estuvo allí, o que no hubo conexión, o que yo no
“entré a la Presencia de Dios”. La clave no esta en lo que experimenta-
mos, sino en lo que creemos. Por supuesto que en la medida en que yo
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sentándonos diferentes niveles en los que podemos optar relacionar-
nos con EL.
Contrastando el primero, pedir, y el último, llamar, entiendo que el
que sólo pide, sólo recibe; pero el que llama, tiene el privilegio de
que le abran para que pueda entrar. En esa perspectiva, escojo lla-
mar para poder entrar, porque se que los que entran a la casa son
los hijos, y son los herederos de todo…
ENCUENTROS CON DIOS — DÍA 3.
Este lunes tuve una variante muy significativa. No estuve solo. Quiero
decir, Hoy me acompañó Esther, para los que no la conocen, mi que-
rida esposa desde hace 25 años.
Cuando despertamos, me propuso que pasáramos juntos un tiempo
con Dios, y que ella me seguiría en lo que he venido haciendo. Y lue-
go me preguntó "¿Y qué es lo que vamos a hacer?" Mi respuesta in-
mediata Fue: "vamos a hacer lo que queramos… durante este tiem-
po, no hay protocolo, pero hay libertad y cada uno somos libres de
hacer lo que queramos”.
Haz lo que quieras.
Ese simple detalle me hizo recordar que una de las cosas que más
valoro es la libertad que hay en Su Presencia. Cuando estoy allí, sien-
to que puedo hacer lo que yo quiera. De hecho, esa misma es mi de-
finición de libertad: “Haz lo que quieras."
Puedo hacer cua1quier cosa cuando estoy en Su Presencia. No hay
protocolos. No hay etiqueta. No hay requisitos. No hay estándares.
¡Sólo hay libertad! Puedo cantar, puedo llorar, puedo reír, puedo ca-
llar, puedo danzar, puedo alzar mis manos, puede permanecer de
pie, puede caer de rodillas, o puedo acostarme; puedo caminar, pue-
de correr; puedo vestir de la forma que sea, o puedo no vestir…
¡puedo hacer lo que yo quiera! ¡Puedo ser yo mismo!… ¡y cómo se
disfruta eso!.
Según he ido aprendiendo en mis experiencias con Dios, es el ejerci-
cio y el disfrute de esa libertad lo que nos permite adentrarnos en Su
Presencia. Cuanta más libertad nos damos para expresar nuestro
amor y adoración —por extravagante que parezca— más disfruta-
mos, más lo sentimos, más nos regocijamos, y más recibimos. Des-
graciadamente la mayoría de los creyentes, a pesar de que tienen
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una gran capacidad de adorar, suelen restringirse por razón de un yu-
go religioso en el que han creído (el problema no es que el yugo exis-
ta; ni siquiera es problema que otros nos lo quieran imponer: el pro-
blema es que el creyente lo acepte y crea en su poder, porque desde
el momento y en la medida en que cree en él, le otorga poder sobre si).
De alguna forma necesitamos damos permiso de ejercitar esa libertad,
y de hacer lo que queramos en Su Presencia, aunque rompamos el
protocolo. La mujer que derramó el perfume a los pies de Jesús, rom-
pió el protocolo, y adoró al Señor con libertad. David, cuando llevó el
arca, también rompió el protocolo cuando danzó desnudo delante del
Señor. Igualmente Juan, al recostarse en el pecho del Señor rompió e1
protocolo para encontrar allí un refugio de paz y seguridad. Hay mu-
chas cosas que hemos creído que debemos hacer cuando estamos de-
lante de Dios; reglas que, aunque no escritas son muy creídas, que a
final de cuentas nos restringen y no nos dejan disfrutar de EI plenamente.
Volar.
Personalmente, una de las representaciones más significativas de la
libertad es el poder volar. Con cierta frecuencia he soñado que vuelo.
¡Y cómo lo he disfrutado! Aún en mis sueños, me siento increíblemen-
te libre, porque siento que nada, ni la misma gravedad de la Tierra me
impiden hacer lo que yo quiero.
Hoy, mientras estaba allí con Esther, sobre la cama envueltos en sába-
nas y cobijas, con un fondo musica1, y descansando en Su Presencia,
de pronto —en esa pizarra que Dios nos ha dado dentro de nuestra
cabeza- una vez más me vi volando. Mientras disfrutaba de Su paz y su
gozo, podía yo volar. Volaba entre nubes, de tonos que variaban del
rosado al amarillo, Como las nubes de esos hermosos atardeceres en
el malecón de La Paz. Entraba y salía de las nubes a gran velocidad. Y
me divertía mucho, como niño.
Pero dc pronto, de una de las nubes a la que yo estaba por entrar,
¡salió Jesús! Pero no el Jesús solemne y majestuoso. Yo mas bien lo vi
divertido. Me asusto. No lo esperaba. Me salió de sorpresa y casi cho-
camos de frente. Pero puedo decirles que él lo gozo. Lo hizo a propósi-
to para jugar conmigo. Lo vi reírse, casi carcajearse ¿Y por qué no de-
cirlo así. ¡Me Jugo una travesura! Me dio la impresión que me estaba
esperando detrás de la nube, y en el memento preciso ¡zas! se me
apareció de frente. Yo también me reí. Me dio mucha risa. Y de hecho
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estaba yo allí, sentado en mi cama riéndome. He de haber parecido
tonto, pero no me preocupé: yo Lo disfrutaba mucho.
En mi visión, decidí seguir a Jesús y seguirle el juego. Así que fui atrás
de El, jugando y retozando entre las nubes. A ratos lo perdía, pero
pronto volvía a encontrarlo.
Me divertí. Me divertí mucho. Lo gocé. (Quién dijo que buscar a Dios
es aburrido? Donde esta el espíritu hay libertad, y donde hay libertad
hay mucha alegría. Luego entonces, Dios debe ser un Dios muy alegre.
Libertad para pedir, o no pedir.
A propósito de libertad, y de “haz lo que quieras", siento que es im-
portante hacer una aclaración con respecto a [o que ayer publiqué
respecto al pedir.
De la misma manera que tenemos permiso de hacer una cosa u otra
delante de Dios, igualmente tenemos permiso de pedir o no pedir
cuando estamos frente a El. Es nuestra libertad. De ninguna manera
quiero dar la Impresión de que estoy en contra de orar o pedir a Dios.
Solamente quiero dejar en claro que si todo se nos va en extender
peticiones, estaremos llevando una vida centrada en nosotros mis-
mos, en nuestros problemas, en nuestras carencias y deficiencias, ¡e
incluso en el diablo más que en Dios. Por eso, SI tenemos y queremos
pedir, hagámoslo. Pero que todo surja de una intensa conexión con El.
Libertad significa que no hay reglas cuando estamos delante de El.
Por tanto, no hay tal cosa come esto es lo correcto y esto lo incorrec-
to; ni lo aceptable para Dios y lo no aceptable: ni lo que le agrada y lo
que no le agrada. Porque mientras todo nazca de una conexión de
amor y una expresión de adoración apasionada y extravagante, todo,
absolutamente todo lo que hagamos le será agradable, aceptable,
correcto, y lo celebrara... porque somos Sus hijos y nos ama igual-
mente con pasión. Que puedan ustedes también disfrutar de estar en
la Presencia de Dios con libertad. Nos vemos mañana.
ENCUENTROS CON DIOS — DIA 4
Hoy fue un día diferente en muchos sentidos. La agenda estaba un
poco más apretada y no fue fácil encontrar un rato para estar Con
Dios. Pero finalmente encontré un espacio a mediodía, antes de co-
mer. Salí en bicicleta a la playa, como la vez pasada, y me Llevé a mis
dos perros. Hoy llegué un poco más lejos. Allí me detuve donde había
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