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Cécile Quintana*
Resumen
El libro de cuentos de Enrique Serna, Amores de segunda mano, publicado en 1994,
revela de manera significativa los rasgos generacionales de la cuentística posmo-
derna caracterizada por el recurso sistemático al humor, la hibridez del género,
y la experimentación con el lenguaje. Amores de segunda mano destaca sobre todo
por el hábil uso de estrategias narrativas de “primera categoría” que el sistema
de Jaap Lintvelt (Essai de typologie narrative, 1986) permite analizar con extrema
agudeza. Pues define los tipos narrativos en términos de efectos para darle ma-
yor consistencia al lector como “centro de orientación” del relato. Precisamente
Enrique Serna juega con las posibilidades metaliterarias de este “centro” a ni-
vel de la narración, del argumento y el lenguaje sin descuidar la construcción de
personajes fuera de sí y/o de lugar, de logrados y vitales efectos tragicómicos.
Abstrac
Enrique Serna’s short-story collection, Amores de segunda mano, published in 1994,
significantly displays the postmodern traits inherent in his generation. These
traits are: the systematic use of humour, genre hybridity, and experimentation
with language. Amores de segunda mano stands out from other works thanks to its
skilful use of “first category “ narrative strategies. Jaap Lintvelt system (Essai de
typologie narrative, 1986) permits us to analyse these strategies with great accuracy,
defining the different narrative types in terms of effects, thus putting the reader
in the story’s “centre of orientation”. Precisely, Enrique Serna uses in a plalyful
fashion the metaliterary possibilities of this “centre” in relation to the narrative,
the plot and language, without neglecting the creation of characters out of their
senses or/and out of place, and well achieved tragicomedy results.
2 Véase uno de los últimos estudios sobre el cuento mexicano contemporáneo : Zavala, Lauro Paseos por el cuento
mexicano contemporáneo, Nueva Imagen, México, 2004.
3 Eco, Umberto. Lector in fabula. Grasset. Paris. 1979. P. 77. (Es mía la traducción)
4 En este nivel de lectura identifico-emocional, la entidad lectora se diseca en tres facetas, según Michel Picard, ( La
lecture comme jeu, Coll. Critique, Minuit, Paris, 1986) : el liseur (el leídor) es el individuo de carne y hueso ; el lu
(el leído) remite al inconsciente del lector que reacciona ante las estructuras fantasmáticas del texto ; el lectant (el
lectante) define la instancia más crítica y más distanciada, la que se interesa en la complejidad de la obra sin olvidar
nunca que el texto es una construcción. A partir de esta disección teórica, Vincent Jouve (L’effet-personnage dans le
roman, PUF, Paris. 1992) se centra en el leído, para destacar una parte pasiva, pero también una parte activa que él
llama el lisant (el leyente). Esta nueva faceta remite al sujeto atrapado por la ilusión referencial. En efecto, mientras
lee, el leyente se adhiere a la realidad de un mundo imaginario hasta identificarse con los personajes, para mayor
afirmación de su propio Yo ficcional.
ESTUDIO 51
Lo propio de un texto, es que nos incita no sólo a comprobar desde fuera sus carac-
terísticas objetivas, sino a volvernos a nuestra vez lo que es, a confundirnos por arte
del espíritu con su propia sustancia. El fenómeno esencial que lo marca en nuestras
relaciones con nosotros mismos es el fenómeno de identificación. 5
Estrategias narrativas
En el cuento “El desvalido Roger”, la evolución del personaje depende de su
puesta en narración más que de su puesta en escena. De ñoña inofensiva, Elea-
nore se convierte en una criminal, no porque su viaje a México la haya cambia-
do, sino porque el narrador ha cambiado de perspectiva. Según los esquemas
de Jaap Lintvelt, esta narración heterodiegética de tipo auctorial8 le permite al
narrador abarcar una visión tanto exterior como interior del personaje; por otra
parte, dicho narrador usa el estilo indirecto libre muy sútilmente para burlar-
se de su personaje –una modosita norteamericana impactada por un reportaje
sobre los terribles efectos de un terremoto en México– sin necesidad de asumir
personal y abiertamente los términos de una crítica despectiva. La carita ame-
drentada de un niño visto de cerca en la pantalla de la televisión la convence
de ir por él, para adoptarlo y sacarlo de su injusta condición de huérfano. Se
ilusiona con este proyecto, sin saber siquiera dónde queda México :
Ese pobre ángel vivía en México, pero ¿dónde estaba México ? Era el país de los ma-
riachis que cantaban tango, de eso estaba segura, pero no podía ubicarlo geográfi-
camente. (“El desvalido Roger”, p. 21)
5 Poulet, George s. "Lecture et interprétation du texte littéraire", Qu’est-ce que’un texte ? Eléments pour une hermé-
neutique, Ouvrage collectif. Corti. Paris. 1975. P. 59.
6 Lintvelt, Jaap. Essai de typologie narrative, Corti, Paris. 1981.
7 Cuando la perspectiva del lector coincide con la del personaje-narrador, Jaap Lintvelt habla de tipo auctorial, cuando
coincide con la del personaje-actor, habla de tipo actorial.
8 Cf. nota n°7.
–¿Sabe una cosa ? Usted está loca. Métase, ándele, haga su escenita y ojalá que de
una vez le pongan la camisa de fuerza. (“El desvalido Roger”, p. 33)
Me quise morir de orgullo al notar que su mano raspaba y la mía era tersa mucho
más femenina que la suya. (“Amor propio”, p. 135)
En realidad el travestí, un personaje que ha cobrado una vida interior más ple-
na que la suya propia (p. 134), hace desempeñar a la verdadera Marina su propio
papel de copia, y no de original. De hecho, el cuento empieza con una escena
que programa esta inversión de los papeles, ya que el travestí ocupa una posi-
ción de espectador, frente a un video de su actuación, y queda fascinado ante el
espectáculo de ser alguien (p.134). Frente al video, el travestí se convierte en es-
pectador de su propia imagen, desempeñando así el papel de la verdadera Ma-
rina frente a su imagen representada por el travestí en su espectáculo. Así, los
pronombres terminan por superponerse en frases que pudieran parecer agra-
maticales, como ella subí (p.136). Al fin, existe otra Marina, que ni es el travestí
ni es la verdadera, sino una Marina fantaseada:
[…] como si a través de nuestros ojos una tercera mujer que no era ella ni yo se aden-
trara en el vacío de los reflejos interminables. (“Amor propio”, p. 137)
Con la evocación de esta tercera mujer, queda claro que, al fin, Marina no
es más que un papel. El travestí habla de su personaje como de una materia des-
personalizada (p. 134). La misma Marina confiesa que su nombre, como el de
todas las actrices, es prestado, pues en realidad se llama Anastasia Gutiérrez.
Así que Marina es una envoltura desencarnada que alimenta los sueños y fan-
tasías de quienes la encarnan, sea en el Marabunta Club, sea en el cine. La idea
de envoltura se materializa a través del vestido de algodón del cual se deshace
el cuerpo antes de entregarse a una noche de amor, y que representa a la vez el
traje de la actriz y el disfraz del travestí. La última escena, al amanecer, enfoca
el vestido tirado en el suelo como para señalar el fin de la actuación, en que las
caras de la verdadera Marina y el travestí, aún intercambiables, aparecen a la
luz del día sin maquillaje ni artificio:
En mi desconcierto recogí por error el vestido de algodón y ese mismo día encar-
gué otro a Carlos porque no estoy loca para usar el del mugroso joto que salió del
cuarto a medio vestirse, atropellado por esa infame a la que maldije desde el eleva-
dor y no he vuelto a imitar desde entonces. Con el tiempo aprendí a despreciarla y
ahora casi le tengo lástima, porque una estrella no debe guardar rencor a segundo-
nas y Roberto podrá ser vanidoso, voluble, tonto si ustedes quieren, pero nunca se
ha dejado cegar por el amor propio. (“Amor propio”, p. 140)
Cabe señalar la ausencia de puntuación en las tres cuartas partes del cuen-
to. Así, la escritura hecha flujo continuo parece materializar la misma continui-
dad de las identidades, en parte confundibles. Entre el travestí y la actriz no
existe ningún tipo de frontera, ni siquiera sintáctica. Sólo el epílogo, referido
en la cita, usa señales de puntuación. De modo que el lector se pasa el tiempo
deshaciendo el enredo de las frases encajadas unas en otras. La continuidad de
las frases crea una discontinuidad –o un hiato, en la terminología de W. Iser–
materializada, por ejemplo, por la falta de congruencia gramatical (ella subí), u
opacidad de las unidades sintácticas, y de ahí, semánticas. Así, el esfuerzo sos-
tenido por el lector se vuelve una condición de la constitución del texto litera-
rio como objeto finalizado.
El acto de lectura se ve escenificado también en el cuento « Borges y el ul-
traísmo », mediante el hábil manejo de los recursos narratológicos. Este cuento
raya en una peripecia narrativa en que el lector resulta engañado en el proceso
de identificación. Silvio, el personaje-narrador, busca vengarse de la afrenta pú-
blica que le ha hecho el ilustre profesor Florencio Durán al burlarse de su tra-
bajo de tesis sobre Borges. A raíz de este insultante episodio, Silvio se propone
seducir a Mercedes, la mujer del profesor, disfrutando por anticipado el dulce
sabor de la venganza cuando se haga pública la fama de cornudo del esposo.
Después de unas semanas, decide mandarle a Florencio Durán una carta anó-
nima para revelarle la terrible verdad, indicándole la cita del próximo encuen-
tro entre los amantes. Silvio programa llegar tarde a la cita para contemplar la
agarrada de pelos de la adúltera con su esposo, pero le sale el tiro por la culata :
Pero nada sucedió como lo había planeado. Mercedes no fue descubierta y sólo es-
taba furiosa por mi tardanza. Florencio ni siquiera se tomó la molestia de vigilarla.
El mismo día que leyó el anónimo tomó sus maletas y se largó a París, donde se ha
dedicado a escribir la narración que ahora estás leyendo como si de tu boca saliera.
¿ Verdad que parece escrita por ti ? ¿ Verdad que parece autorretrato ? Si no te re-
conoces en él será porque embellecí tu carácter. Mil disculpas : el esperpento psico-
lógico es un género que no domino. (“Borges y el ultraísmo”, p. 130)
10 Flaubert, Gustave. Lettre à Louise Michel, 22 juillet 1852, cité par Michel Picard, Lire le temps. Minuit. Coll. Critique.
1989. P. 43.
11 Mozart explicaba: "Puedo abarcar el conjunto con una sola ojeada, como ante un cuadro o una estatua. En mi
imaginación, no escucho la obra en su sucesividad […] sino que la domino toda de un golpe, por así decirlo". (Cit.
et trad. Brigitte et Jean Massin, Mozart. Club français du Livre. 1959. P. 474). (Es mía la traducción)
ESTUDIO 55
aprehensión puede darse con una sola mirada. En literatura, este sueño de con-
tener la obra en un solo pensamiento se vuelve posible en los textos que juegan,
como el de Enrique Serna, con sus modalidades receptivas.
El arte de Enrique Serna se vale de una puesta bajo tensión de los tipos na-
rrativos, del acto de lectura, y también del lenguaje. En esto se aproxima a auto-
res de su generación, como Agustín Monsreal, Hugo Hiriart o Lazlo Moussong,
quienes acceden declaradamente a una reflexión metapoética. Pero Enrique Ser-
na no se aleja nunca de su propósito de contar una historia, de modo que la re-
flexión metapoética la escenifica a través del argumento.
Desde que Arturo empezó a tener conciencia de sus actos, nos impuso en el trato
con él un lenguaje anochecido en el que los colores, los verbos cómplices del ojo,
los calificativos ligados a la visión y hasta los demostrativos eran palabras tabú.
No podíamos decir verde o blanco, tampoco éste o aquél, ni referirnos a otras cua-
lidades físicas o estéticas que no fueran perceptibles por medio del tacto, el oído,
el olfato o el gusto. La cortina verbal nos obligaba a realizar complejos malabaris-
mos de estilo : un simple « estoy aquí » requería del más detallado emplazamiento
geográfico (estoy a cuatro pasos de tu cama, entre la puerta y el clóset), el atarde-
cer era un enfriamiento del día, la noche conservó su nombre, pero convertido en
sinónimo del sueño, lo que nos impedía mencionar actividades nocturnas, para no
entrar en explicaciones delatoras sobre la función de las ventanas, preferimos lla-
marlas « paredes de vidrio ». Todo con tal de que Arturo no conociera la luz de oí-
das. (“La noche ajena”, p. 162)
12 Barthes, Roland. Le plaisir du texte, Coll. Points. Seuil. Paris. 1973. P. 23.
Admite mamá, que sólo eras cariñosa conmigo en frente de los demás. […] Eras
una anfitriona demasiado vehemente. Acosabas a las visitas con tu cariño […] y no
permitías que se fueran temprano porque le tenías pánico a la mañana siguiente, a
los ceniceros atiborrados de colillas, al teatro sucio y vacío de la cruda sin reflecto-
res. (“La última visita”, p. 75)
Que se vayan al carajo con su compasión. ¿ Qué se creen estos cabrones ? ¿ Que no
puedo visitarme sola ? (“La última visita”, p. 79)
para burlarse de los comerciantes de arte. Pero el efecto resulta totalmente con-
traproducente, ya que la vida del niño se convierte en un verdadero infierno. Se
vuelve un objeto de lujo público, propiedad de quienes lo atesoran como un bien
más de su colección. El niño se encuentra totalmente desposeído de su libertad,
cuando el arte es afirmación absoluta de este principio. Él mismo se considera
como “un esclavo envuelto en sábanas de seda” (p. 58), por lo mismo de que su
dueña lo mima e inicia a los placeres y valores de quienes se afirman por el po-
der del dinero. La idea de una dulce esclavitud que sugiere la caricia de la seda,
remite al mal de la posmodernidad, esclavizada por lo que al mismo tiempo le
fascina y se impone falsamente como el útil primero de la libertad : el dinero. De
ahí la inaptitud e inercia para actuar. En efecto, vimos que no surge ningún terre-
no fértil para las luchas colectivas. Las ganas de vengarse o desquitarse no con-
llevan propuestas de cambio para la colectividad, se reducen a satisfacer nimias
aspiraciones personales cuando no vergonzosas. Conforme va creciendo, el niño
tatuado conoce experimentaciones traumáticas, que vuelven los discursos artísti-
cos vacíos e inservibles ante su sufrimiento. El valor destructor e incluso autodes-
tructor del arte, en una época identificada con la edad de la impostura, lo explica
la mecenas que compra obras de arte con el fin de degradarlas :
Así, en esta edad postmoderna, el arte entra en crisis como para significar,
de manera más global, la crisis de los signos. Con todo, el tratamiento humo-
rístico de los personajes y situaciones mantiene a distancia la radicalidad de un
discurso que declarara irresolublemente el fin de las utopías. El humor repre-
senta una tabla de salvación, a partir de la cual pueden concebirse otros posi-
bles, aunque sean literarios.
Conclusión
Enrique Serna explora todos los tipos de desajustes, a nivel de la narración, la
lectura, el lenguaje y el argumento, como se ha sintetizado. Esta idea de des-
ajuste está claramente visualizada por la definición de la palabra misericordia
que sirve de epígrafe al cuento “ El desvalido Roger “, en que la supuesta gene-
rosidad de Eleanore resulta ser un puñal clavado en el corazón del niño al que
quiere adoptar, y de hecho al que termina matando simbólicamente :
Misericordia : puñal con que solían ir armados los caballeros de la Edad Media para
dar el golpe de gracia al enemigo. (“El desvalido Roger”, p. 19)
B I B L I O G R A F Í A
13 Peñate Rivero, Julio. "El cuento literario y la teoría de los sistemas : propuestas para una posible acticulación", Teoría
e interpretación del cuento. Coll. Perspectivas hispánicas. Estudios editados por Peter Fröhlicher y Georges Güntert.
Neuchâtel (Suiza). 1995. P. 61.