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Marta Brunet es una de las primeras escritoras chilenas que relevará el trabajo doméstico
femenino, incluso prologará un libro de recetas. Junto con valorarlo, también abordará el tema
de “trabajo femenino alienado”, elaborado, posteriormente, por Mercedes Valdivieso en La
Brecha (1961) y por José Donoso en El obsceno pájaro de la noche (1970).
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Para las concepciones hegemónicas de los géneros femenino y masculino en la década de
los cuarenta en Chile v. Familia y la crisis de los géneros. En este artículo también hemos visto
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La casa fue primero de quincha con revoque de barro. Pero, al correr del tiem-
po, el hombre empezó a subir las lajas del río y alrededor de las paredes ya
existentes hizo otras de piedra. Era como una casa metida dentro de una casa. O
mejor dicho como una habitación metida dentro de otra habitación, porque la
casa no era sino ese espacio doblemente murado... (Brunet 1943, pp. 82-83).
cómo el doble discurso en relación con los temas que se consideran privados también se vierte
en la producción de Marta Brunet periodista y Marta Brunet escritora. Brunet escinde su discurso
y su subjetividad de acuerdo con el lugar de enunciación a fin de poder decir lo que en el Chile
de 1940 no se decía, esto es, que las relaciones entre hombres y mujeres están cruzadas por el
poder.
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Algo similar ocurrió durante la transición a la democracia. La discusión en torno a lo que
se denominó “la crisis moral”, llamó mucho más la atención que un posible debate sobre la
impunidad que pesaba (y pesa) en torno a los crímenes cometidos durante la dictadura o en
torno a la corrupción.
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La erotización de la violencia se narra en los tres relatos a través de una constante: el
silencio. De este modo, en “Piedra callada” solo pequeños indicios señalarán a Eufrasia como
la asesina de Bernabé; en “Aguas abajo” la cúpula entre la muchacha y su padrastro quedará
replegada, escondida, en unos puntos suspensivos y manifiesta en la nueva situación de poder
de la muchacha, y por último, en “Soledad de la Sangre” no se narrará la vuelta a casa de la
protagonista, quedando oculto a nuestros ojos la resolución a la violencia conyugal. Brunet da
una forma literaria a lo que denominamos “secreto de familia”. Esta obliteración de lo narrado
es, paradójicamente, el motor narrativo de los tres relatos. Decir no diciendo el “secreto de
familia” da cuenta del pachacuti, un cataclismo emocional y pasional, que se esconde tras las
representaciones hegemónicas de la familia chilena de principios de siglo.
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La primera escena nos presenta a los personajes del relato en función de los
trabajos que realizan en el hogar. Estos trabajos están determinados por el flujo del
río, el curso de las estaciones y el lugar de poder que cada personaje ocupa en la
familia. El hombre cortará y venderá leña en verano, en el momento en que el cauce
del río le permite salir; la mujer tejerá mantas en el invierno, secundada por la vieja
y la muchacha; hasta que en la primavera, cuando el río aminora su flujo, se irá al
pueblo a comprar “las faltas”. Los dos trabajos que producen dinero serán realizados
por “el Hombre” y “la Mujer”, mientras que la abuela, la muchacha y los niños ten-
drán la función de asistir a “el Hombre” o a “la Mujer” según su sexo. La situación
de no ganar dinero va aparejada con el escaso poder de estos últimos personajes.
Las aguas aparecen en el relato con dos significados que según nuestra lectu-
ra se superponen: por un lado, el tiempo cíclico, el del trabajo, que se presenta radi-
calmente diferente al concepto heraclitiano del tiempo en tanto hay renovación de
los cuerpos, pero no de las subjetividades. Todo transcurre igual, año tras año, de
modo que las generaciones, en vez de evolucionar o cambiar, ocupan el mismo pa-
pel y lugar que las precedentes. El otro significado que adquiere el río tiene que ver
con las pasiones “desbordadas” y “naturales” que ocurren en la casa.
Usando el río y su fluir, en pocas páginas Brunet describirá los años y los días
de la familia. Llega la noche y todos ellos se acuestan a dormir en la casa sin paredes
y completamente aislada de los demás. “La Mujer” y “el Hombre” esperan a que el
resto de la familia, especialmente, la muchacha, Maclovia, quien en esta escena será
la tercera ex(in)cluida, se duerma.
La pugna por el nombre y papel que se dará al hombre, en este diálogo entre
la madre y la hija, nos revela dos aspectos importantes para la compresión del cuen-
to; el primero se refiere a que la construcción de género masculina que estará signada
por ser “el marío” o “el taita” de alguien, al menos desde la construcción que las
mujeres realizan entre ellas. El segundo aspecto es la feroz rivalidad entre las muje-
res. Siguiendo a Girard en “El deseo triangular” (1961), pensamos que el hombre es
una mera excusa para la confrontación entre la madre y la hija5.
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Ante el incesto con el padre o, incluso, en la relación sexual con cualquier hombre, la
madre brinda una “protección” que linda con el abuso: “De regreso al molino, sin mayores
explicaciones, le dio una paliza a Esperanza. Con lo que entendió que tenía que buscar otro
apoyo si quería casarse con Bernabé” (“Piedra callada”, p. 71). El “amor materno” se expresa-
rá en el alejamiento de los hombres, definidos por ella como “brutos” y se confundirá en su
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expresión con la violencia. Es lícito preguntarse entonces, si la exclusión de los hombres expresa
más bien una feroz competencia con lo masculino que una autentica protección. La crianza de
las hijas de las madres brunetianas tenderá a la exacerbación de su sexualidad a través de
alentar un incesto con el padre como ocurre en “Aguas abajo” o a la represión de la sexualidad,
como sucede en “Piedra callada”. No obstante, como veremos, las hijas o mujeres jóvenes in-
tentarán utilizar para su liberación, precisamente, lo que les ha sido negado: el sexo.
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La segunda vez que se usa la palabra “mamita” es al final del relato. La mujer llama así a
la que durante todo el cuento es tratada de “vieja”. Con ello, se refuerza el desamparo y situación
de no poder que adquiere la mujer, y por otro lado, la colusión entre las tres generaciones que
las impulsa por ciega lealtad a repetir el mismo destino, la misma traición una y otra vez.
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que, como dice Girard, “la propia violencia es el signo más seguro del ser que siem-
pre le elude. A partir de entonces, la violencia y el deseo van mutuamente unidos”
(p. 155).
Vemos que más que un genuino deseo por el padrastro, lo que prima es una
suerte de venganza contra la madre y ansias de escapar a la subordinación que ésta le
impone. No obstante, la revancha le da un poder ambiguo: ser la elegida de entre
todos los hermanos para ser la gozada por el padre significa la liberación de los
poderes paternos y maternos, pero también, un estigma, una mancha. Así, se consti-
tuye en victimaria y víctima, a la vez, del padre y de la madre. Como ha sucedido
históricamente, el pecado del sexo recae fundamentalmente en ella y libera a “el
Hombre” de cualquier responsabilidad.
En la medida en que el poder de “el Hombre” va, aparentemente, en aumento
en cuanto puede escoger entre las dos mujeres y separarlas, su papel de “taita” va
desapareciendo y queda solo el de “marío”:
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Para ver la pequeña polémica entre criollismo y neocriollismo v. “La querella del criollismo.
Montaña adentro” de Alone (p. 29) y “Género y canon: la escritura de Marta Brunet” de Kemy
Oyarzún.
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Desde un proyecto vinculado a las vanguardias, María Luisa Bombal no visita la casa de
los inquilinos y se queda en la de los patrones. En su narrativa, descrita por las primeras
crónicas periodísticas como “vaporosa” o “lírica”, la violencia se dice a través de metonimias;
una patada en la chinela, la quema de unas fotos. A pesar de que con ello se reproduce el
estereotipo de que la violencia en las clases altas es más bien psicológica que física, Bombal
levanta una censura respecto a su clase y a los modos en que esta permanece invisible respecto
a ciertos temas.
Brunet narra desde un proyecto que se quiere mimético lo que Bombal apenas sugiere, esto
no solo se debe, creo yo, a lo diverso de sus proyectos literarios, sino también al lugar del
fundo a través del cual han escogido hablar.
Aunque históricamente se ha hecho rivalizar a Brunet y a Bombal, o se las ha puesto juntas
por motivos equivocados, la lectura dialógica de ambas autoras permite “oír” dos aspectos de
la voz de la madre en relación con la violencia, una dice lo que omite la otra.
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Esta misma estrategia la usará Eltit en Los trabajadores de la muerte.
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crítica aguda que Brunet realiza a la cultura de la hacienda chilena. Bajo estos elemen-
tos criollistas, los golpes, incestos, asesinatos, la explotación inter géneros e interclases
que ocurren en la casa-fundo, son tolerados e incluso ignorados por la primera críti-
ca que la consagra.
BIBLIOGRAFÍA CITADA
Alone (Díaz Arrieta). “La querella del criollismo: Montaña adentro”. Zig- Zag
2572 (10 de julio 1954), p. 29.
Brunet, Marta. “Aguas abajo”. Aguas abajo. Santiago: Nascimento, 1943.
––––. Montaña adentro. Santiago: Nascimento. 1923.
––––. Bestia dañina. Santiago: 1926.
––––. Bestia dañina . Buenos Aires: Losada, 1953.
––––. Amasijo. Santiago: Zig-Zag, 1962.
––––. “Dos hombres junto al muro”. Selección de cuentos, en Nicomedes Guzmán.
Santiago: Zig-Zag, 1963.
Carreño, Rubí. “Familia y la crisis de los géneros en los años treinta”. Taller de Letras
27, Santiago: PUC, pp. 135-148.
Donoso, José. El obsceno pájaro de la noche. Barcelona: Seix Barral, 1970.
Eltit, Diamela. Los trabajadores de la muerte. Santiago: Grupo Planeta. 1998.
Girard, René. Mensonge romantique et verité romanesque. Paris: Editions Bernard
Grasset, 1961.
––––. “El deseo triangular”. Mentira romántica, verdad novelesca. Caracas: Universidad
Central de Venezuela, 1963, pp. 7-40.
Oyarzún, Kemy. “El escándalo como modo de recepción”, en Marta Brunet. Aguas abajo.
Santiago: Cuarto Propio, 1997, pp. 7-33
––––. “Género y canon: la escritura de Marta Brunet”. Cyber Humanitatis. Santiago:
Revista de la Facultad de Filosofía y Humanidades, N° 14, Otoño del 2000, s.p.
RESUMEN / ABSTRACT
El artículo explora las significaciones del erotismo amalgamado a la violencia en “Aguas abajo” de
Marta Brunet. En este cuento, el triángulo “amoroso” entre la madre, la muchacha y el hombre releva
la rivalidad extrema entre madre e hija y la exclusión de lo masculino de los papeles adultos. La
sexualidad femenina aparece como una forma de obtener poder al interior de la familia y la masculina
como un estado “natural” de la cual “el hombre” no es responsable. Las relaciones endogámicas y
encerradas de los inquilinos del “fundo chileno” expresarían una situación social más amplia que
podría sortear las censuras a través del diálogo con el criollismo.
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This article explores the meanings of the erotic conjoined with the violent in Marta Brunet’s short
story “Aguas abajo”. In this text, the “love triangle” made up by the figure of “the mother,” “the
young girl” and “the man” represents more than what the trivial or classical conflict would lead us to
expect. The story portrays an underlying yet central rivalry between the mother and the daughter
which excludes the masculine element from the interplay of significant adult roles. Within the family
dynamics, female sexuality is a way of obtaining power, while male sexuality is assumed as a “natural
drive” of which the man is not responsible. In this story, the endogamic and claustrophobic relationships
within the Chilean “fundo” (country estate) express a broader social situation which can overcome
the limitations placed upon human relationships only through an interpersonal dialogue that
incorporates regional elements in the self-expression of the characters.