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VERDAD ESPECULATIVA Y VERDAD DE LA ACCION: HACIA UNA

INTEGRACIÓN DE LA DIMENSIÓN TEÓRICA Y PRÁCTICA DEL


CONOCIMIENTO FILOSÓFICO

Por: Cristian Rodríguez

Hallar la naturaleza del dominio objetivo o de la tarea fundamental del conocimiento


filosófico a partir de una determinada actitud vital y personal hacia la realidad, es una de las
cuestiones a las que el común de los filósofos, desde la antigüedad clásica griega hasta
nuestros días, han dedicado una atención especial. En efecto, pensadores tan distantes como
Tomás de Aquino o Immanuel Kant, por ejemplo, estuvieron de acuerdo con que el objetivo
del quehacer y de la enseñanza de la filosofía no era estudiar las opiniones de los filósofos,
sino, sobre todo, como se dice que afirmó el pensador alemán, aprender a filosofar o, lo que
es lo mismo, buscar la verdad del ser (Aquino, Trad., 2001). Aunque tal finalidad paracería
excluir, por principio, que los núcleos conceptuales de la filosofia no guardaran en sí mismos
tada una fuerza operativa capaz de proyectar su perpectivca de intelectualidad más allá de la
esfera de la contemplación o, más recientemente, de los círculos académicos, lo cierto es el
común de la experiencia nos demuestra que la razón opera en un eje dual de reflexión y
acción que no son inversamente proporcionales o mutuamente excluyentes. En esta
perspectiva, y al ser consultado sobre la opinión que merecían las afirmaciones del periodista
Damián Pachón acerca del papel central de la filosofía en la sociedad y en la reflexión sobre
su componente concreto que es el hombre, el Dr. Díaz llama la atención sobre la necesidad
de que la tendencia de muchos filósofos, por volver la mirada hacia los fenómenos cotidianos
y concretos, sea generalizada en todos los ambientes en donde la filosfía aun se cultiva como
disciplina curricular o como saber profesional para que pueda, citando al Prof Mockus,
promover desde el “pensar ambivalente” la accesibilidad de la reflexión y de las conclusiones
a las que llega la filosofía a un sector importante de la sociedad, especialmente en aquellas
en donde la toma de decisiones, para el logro de los empeños públicos, recaen en la manos
de la ciudadanía.

Sin embargo, con demasiada frecuencia, una parte importante de los sectores de la sociedad,
así como muchos teóricos de la política y educación contemporáneas, acusan a la filosofía
por su incapacidad de impactar positivamente en la configuración de paradigmas culturales

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capaces de promover un clima social justo y equitativo para hacer frente a los retos y a las
problemáticas derivadas de las dinámicas gubernamentales y económicas del mundo
globalizado. Con todo, el interés por la verdad no debe permanecer ajeno a los desafíos
políticos actuales que exigen de la filosofía repensar la misión esencial de los agentes y de la
entidades públicas y privadas que permitan el auténtico despliegue de la dimensión práctica
y poiética de la razón para humanizar la vida comunitaria y política. En este sentido, tal y
como lo sugiere el Dr. Díaz, resulta indispensable superar las dificultades que las objeciones
a la filosofía enclaustrada en los círculos de investigación universitarios a través de la vuelva
del pensamiento hacia los verdaderos agentes de los que emergen los fenómenos que objeto
de estudio de la filosofía y a los que deben volver, después de haber analizado sus
particularidades esenciales, tales como el hombre y la sociedad en la que vive.

En ocasiones, las grandes síntesis filosóficas que han contribuido significativamente al


progreso y a la trasformación de la historia humana, dan la apariencia de ser un discurso
científico que carece de un objeto claramente definido o de ser del relato de un sujeto
pensante que se anula a sí mismo en la pretensión de revelar, con una visión omnisciente, los
arcanos misterios de la realidad de la que él mismo se siente ajeno. Es la misma clase de
filósofos a que los que a veces se acusa, no sin razón, de enturbiar las aguas para que parezcan
profundas y que, a través del dominio admirable de la palabra, encienden un fuego que, “en
lugar de iluminar con su luz una habitación oscura, llenan de humo la casa” (Abelardo, 1986,
pág. 15). Este tipo de actitud intelectual es, quizá, una de los mayores responsables de que la
filosofía esté desapareciendo paulatinamente de la esfera vital del común de los hombres y
las mujeres en el mundo de hoy.

La invitación del Dr. Díaz para que la filosofía empiece a proyectarse más allá del ámbito
estrictamente académico puede ser materializada a través de la superación de la dimensión
ontológica, que domina gran parte de las escuelas de pensamiento en Europa y en
Latinoamérica, y la subjetivación de la estética para la rehabilitación del valor de la verdad
del arte. Tal y como lo expuso H.G. Gadamer (2012, pág. 121), la formación estética reviste
en nuestros días una importancia capital para la recuperacion de la experincia de la verdad a
través de la imagen de la obra de arte. Esto, aplicado a nustro tema, implica que la filosofía
puede volver a ocupar un lugar relevante en la vida de las personas de hoy si se cultivan

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nuestras disposiciones estéticas para descubrir que lo fudamental no es la pregunta por el ser
del ente sino aquella que, reconociendo que el ser ya nos ha sido dado y que participamos
activamente de él, apunte a descifrar en sí una idea de belleza que configure todo un universo
de referetes estéticos que eleven la dimensión del pensamiento desde la inmediatez de la vida
cotidiana a las cosas que se descubren ante una mirada atente y reflexiva sobre esa parte de
la realidad con la que topamos a diario.

Referencias
Abelardo, P. (1986). Historia de mis desventuras. Ed. y trad., J. Ciguel (Buenos Aires: Centro
Editorial de América Latina).

Aquino, T. d. (2001). Comentario al Libro sobre el Cielo y el Mundo. Ed. y trad., A. Maella (EUNSA:
Navarra).

Gadamer, H. (2012). Verdad y Método. Trad., A. Aparicio y R. Agapito (Salamanca: Ediciones


Sígueme.

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