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En la neurosis el sujeto no pudo salir por completo del primer tiempo del Edipo en tanto

permanece tratando de cumplir con una imagen que busca satisfacer el deseo de la madre. La
posición del neurótico está en tratar de restituirle a la madre, al otro materno, lo que le falta.

Lacan plantea que el padre es un significante. El padre simbólico. Es un significante. EL padre


como significante para barrer o despejar de la teoría psicoanalítica los debates ambientalistas,
que discutían la función del padre en la familia: si estaba presente, con su autoritarismo le jodía
la vida al sujeto, o si estaba ausente o era débil también lo jodía… etc. Tema de límites, pegarles
etc, Lacan barre con toda esta cuestión haciendo del nombre del padre. No es necesario del
papá del sujeto, ni siquiera de una figura masculina (tío, abuelo, etc…), se trata de un
significante, de una instancia simbólica que debe ser pensado no como un padre sino como un
significante. El padre simbólico está presente en la neurosis. Hay inscripción del padre simbólico
en la neurosis. Distinto en la psicosis, donde no está inscripto, sino forcluido. Compensaciones
del psicótico, identificaciones imaginarias, roles sociales que lo sostienen: compensación
imaginaria del Edipo ausente. O sea, en la psicosis no hay Edipo, no hay constitución o armado
del complejo de Edipo. Edipo y metáfora paterna son sinónimos en Lacan. En la neurosis no hay
una deficiencia, o déficit del significante del NP. Está presente en el sujeto. La noción de padre
imaginario, no existe, es un fantasma, es una imagen. Padre que puede humillar al sujeto,
omnipotente, violador, tirano, maltratador, etc. El padre imaginario es el cuco, una imagen que
asusta a los niños pero que hay versiones más adultas, el padre imaginario es el enemigo. El
enemigo demonizado. No es un padre castrador en el sentido positivo y sano del término. La
castración implica un corte, un corte con la madre, es sano. Un corte con el goce y un corte con
una posición que el sujeto tiene respecto del goce y respecto del otro. Todo sujeto que va al
análisis está buscando una separación. Todo trabajo psíquico es trabajo de duelo, establecer un
duelo o un corte con algo, hay un objeto incestuoso (Freud), u objeto de goce (Lacan) que se
busca perder. No tiene que ver con separarse de personas concretas. El padre imaginario no
produce ninguna operación positiva de castración, es el enemigo, puede producir una ilusión
pero no es agente de castración. El padre real es el agente de la castración, es un factor, no es
un significante. Es una persona? Si y no, es complejo. La función paterna es vista como los
límites. La madre es quien adosa al sujeto en su deseo. La función de la madre es la función de
su deseo. Entender el deseo materno no es fácil. Hay muchas madres no afectuosas que
igualmente cumplen con su función de madre. Cuando se habla de la función del padre se habla
de límites, de dar provisión material. También lo puede cumplir la madre. La madre es alguien
que provee, es nutricia. Se le supone el tener porque la madre es ese otro al cual se le dirige la
demanda. El Otro al que se le pide es la madre pero no lo pone como “mamá”. La madre es la
destinataria de las demandas. Entonces se le supone un tener, la demanda instituye a la madre
como teniendo y como todo poderosa. Tiene lo que al otro le falta. Una falta no es una carencia,
o un déficit. La visión de la falta como algo negativo es un fantasma neurótico. La mujer no es
eso, no le falta nada. Pero en algún momento el sujeto se va a confrontar con la mujer que hay
en la madre y es acá donde viene la crisis del Edipo, es descubrir la mujer que hay en la madre:
hay un deseo en ella que no se conforma con el hijo. Es este deseo del otro (29:00)

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