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‘Contribuciones al debate en torno a los tocapus coloniales desde el ayllu Qaqachaka, Bolivia’.
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Denise Arnold
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Escrituras siLenciadas:
historia, memoria y
procesos cuLturaLes
HOMENAJE A JOSÉ FRANCISCO DE LA PEÑA
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CONTRIBUCIONES AL DEBATE EN TORNO
A LOS TOCAPUS COLONIALES DESDE
EL AYLLU QAQACHAKA, BOLIVIA
DENISEY. ARNOLD
Instituto de Lengua y Cultura Aymara, la Paz, Bolivia
y Birkbeck College London
INTRODUCCIÓN
el Norte de Potosí, sobre todo del ayllu Qaqachaka (prov. Abaroa, depto. Oruro,
Bolivia), ya las ideas de las propias tejedoras acerca de estas prácticas, buscamos
aclarar la relación entre algunos diseños actuales parecidos a tocapus y la identidad I
con los kipus y otros textiles, como medios de comunicación para su programa de
evangelización jesuítica. En aquel programa, los textiles andinos servían a Valera y
su movimiento para fines didácticos, como la base de un lenguaje textil en común
en vías de elaborar. En la práctica, los intentos de BIas Valera y colegas de codificar
y así unificar los kipus y tocapus de aquella coyuntura y de difundir estas ideas entre
algunos curacas mediante las cofradías jesuíticas -e incluso en la Nueva Corónica ,
••
23 2
I
consolidar la parte inka de su utopía neo-inka cristiana, para que los indígenas de
su movimiento se sintieran todavía inkas (Ibid.).
Para tales propósitos, las características de los textiles con sus tocapus no se
centraban solamente en su belleza como indumentaria o como dones importantes
para los curacas en las alianzas con los inkas para integrar sus territorios al Tawan-
tinsuyu, de que nos habla Molina (1916 [1573]: 57). También funcionaron como
elementos sagrados puesto que los textiles, mediante los tocapus, encarnaban una
«fuerza mágica-religiosa» (Laurencich 2006). Según las descripciones de Murúa
(1946 [1590]: 491) que Laurencich toma como fuente, esta fuerza en el textil pasaba
•
a su usuano.
Es esta fuerza sagrada y el modo de su transmisión al cuerpo del usuario que
buscamos aclarar aquí. En la ausencia de fuentes coloniales que describen este pro-
ceso de transmisión, recurrimos a otro cuerpo de tocapus que merece estudiar. Esto
es el conjunto de prendas actuales (y de las décadas recientes) de las propias comu-
nidades y ayllus en los Andes, en que se usan aún imágenes parecidas a los tocapus.
Nuestro propósito es contribuir al debate en torno a los documentos Miccinelli con
algunos detalles etnográficos adicionales.
PRIMERO, contextualizamos los estudios hasta la fecha sobre la relación entre los
tocapus del presente y del pasado. Con referencia a la posibilidad de una similitud
de funciones, John Earls (2005) plantea que uno de los temas en común de los
tocapus del pasado y del presente podría ser su denotación de -la identidad, los
atributos y las funciones del usuario-, aunque él no se detiene en examinar esta
propuesta con detalle.
Para Earls, como para Laurencich, los tocapus también podrían significar
números. Earls señala además que los diseños modulares en las fajas (chumpi)
que se usan hasta hoy, muy parecidos a tocapus, a menudo son representaciones
pictográficas de objetos geográficos y eventos celestiales. Inclusive, los ponchos
usados por los hombres en muchas comunidades y las mantas (lliqllas) usadas
por las mujeres tienen diseños similares a tocapus. Earls agrega que algunos tex-
tiles arqueológicos de los estados de Wari y Tiwanaku expresaron el orden del
calendario (Zuidema 1992, Cook 1996), lo que le hace pensar en imágenes cuyo
propósito sería coordinar tareas comunales con fechas determinadas en el año
(ver Salomon 2004).
233
,
Este enfoque en el aspecto comunicativo e informativo del toeapu como tam-
bién del kipu andino es la posición de Carmen Arellano (1999). Como dice ella,
mientras en Europa la información se plasmaba a través de la escritura alfabética i
sobre el papel, los Inkas fijaban la información preferentemente con nudos (kipus)
y en forma de cuadrados con figuras geométricas y/o figuras estilizadas (toeapu) en
textiles.
Gail Silverman, en su libro El tejido andino: un libro de sabiduría (1998) y en
una serie de ensayos recientes (1999, 2005), analiza más detenidamente las figuras
(pallay) en los textiles de la comunidad de Q'eros (en la región de Cusca, Perú),
centrándose en el uso de varios motivos a modo de «escritura»: el Inka que revive en
el mito Inkarriy, los tres cerros, etc. Ella encuentra ahí un lenguaje codificado que
funciona según una serie de analogías, algo como sugieren Kress y Van Leeuwen en
su libro Reading images (1996). Por ejemplo, en los textiles de Q'eros, la forma del
triángulo figura como una expresión del «cerro» en una serie de prendas: la llijlla
o manta, la eh 'uspa o bolsa para coca y otras. Frank Salomón (2004) encuentra la
misma forma en los bastones de mando en San Damián de Huarochirí.
•
El análisis de Silverman acerca de los textiles de Q'eros resalta también un as-
pecto corporal importante, lo que se expresa sobre todo en las figuras del Inkarriy
que demuestran el gradual brote de vida de su cabeza cortada. Silverman analiza
la dinámica de este motivo, en que se puede relacionar la etapa de desarrollo de la
figura con el momento preciso en el mito del Inkarriy, por ejemplo hay momentos ,
en que se enfatiza más el ombligo, los ojos, la boca, el cuerpo, los brazos y los pies
(1998: lI8 y sig.). Sin embargo, ella no relaciona estos motivos textiles mucho con
las etapas parecidas en la vida de las personas del ayllu de Q'eros. ¿Sería un lenguaje
en común que también se relaciona con la vida diaria, o es un lenguaje restringido
al contexto sagrado del mito de Inkarriy?
234
las figuras parecidas a tocapus en estas prendas, según una metodología etnográfica
y semiótica-histórica.
Para entender la función de estas figuras en la semiótica de su significado socio-
cultural-corporal, lo que llamamos en otra parte la «sinestética», consideramos el
nexo cercano entre la estética y la corporalidad (Arnold y Yapita 1998, cap. 2). Por
una parte, tomamos en cuenta el papel de cada prenda en el conjunto de prendas
en juego, a través del progreso de la vida de alguien. Por otra, consideramos cómo
la identidad del usuario -e incluso la misma noción de la persona- se expresa y se
ubica gradualmente en esta configuración de diseños textiles, a la vez que las imá-
genes gráficas contribuyen al desarrollo de la persona. En este sentido, en las figuras
en los tocapus modernos, no se trata de significados permanentes y rígidos sino de
conjuntos semánticos de ideas que varían según la etapa de la vida de alguien. Es
posible que esto fuera el caso en los tocapus históricos y habría que tomarlo en cuen-
ta en los comentarios sobre los tocapus en los documentos Micinnelli.
Para contextualizar mejor las relaciones entre los tocapus históricos y las figuras
de las prendas actuales de esta región, prestamos atención a los comentarios de la
tejedora Elvira Espejo. Para ella, son los lugares de Qaqachaka, Llallagua, Pocoata,
Chayanta y Uncía, «que tienen tocapus aún en sus textiles, en particular en las fajas
llamadas t' isnu», y al tejer una de estas fajas, «se está identificando como originario
del lugar». Este hecho ha sido confirmado en varias ocasiones. Por ejemplo, don
Domingo Jiménez, sabio de un ayllu vecino, nos comentó una vez que él considera
que la faja expresa la identidad del usuario más que cualquier otra prenda. Para El-
vira Espejo, este nexo cercano entre la identidad y la faja «deriva de las raíces incai-
cas en la región»; es quizás una expresión de la historia regional en común (aunque
breve) de todos estos ayllus bajo el dominio de los Inkas en el siglo XVI, antes de
la llegada de los españoles. Por tanto, ella se esmeraba en explicar la terminología
actual del tocapu tanto en lengua quechua como en aymara.
Todavía las fajas de esta región llevan diseños en cuadraditos o «moldes» que se
llama tika (o tika tika cuando están en cantidad) y que son parecidos a los tocapus
incaicos. Lo importante para Elvira es que estos cuadraditos tienen la forma de
«insignias personales continuas», y que estas insignias a su vez tienen que ver con la
identidad y el nombre de la persona que las usa. Nos hace recordar un comentario
atribuido a Guaman Poma de Ayala (en el folio 546 de su libro), en que el cronista
andino indica que, mientras los españoles llevaban «cédula» para identificarse entre
ellos, los indios llevaban una «serial», aunque no dice cuál. Al contemplar este di-
cho, Rosario Quispe-Agnoli (2002) pregunta si podría tratarse de estos cuadrados
geométricos que portaban en su atuendo indicando status y funciones sociales.
235
Según Elvira, la similitud entre el tocapu histórico y las figuras textiles actuales
tiene que ver no sólo con las figuras en sí, sino también con las estructuras textiles
y combinaciones de colores. En este caso, el tocapu se caracteriza, en parte, por la
estructura textil «que resalta el contraste de colores, de claros y oscuros». Es decir,
«el color no es continuo, sino que existe un fuerte contraste desde la parte de arriba
del textil y la parte de abajo». Aparte de ello, la faja por su naturaleza «enfatiza el
eje horizontal» como hacía el tocapu histórico. Comentó Elvira que existe algo de
esta estética aún en las mantas actuales de la mujer, donde la estructura de los cua-
dros de diseño, que se llaman también tika, se ha desarrollado más intensivamente,
según su conocimiento, desde los años 50 del siglo XX. Pero siempre, para figuras
de este tipo, se ha inspirado en los diseños de antes.
Igual que otros, Elvira compara la estructura textil de las fajas o mantas actuales
con la escritura tipo alfabética, en el sentido de que las «letras» serían los dibujos
individuales y «su continuidad sería como la escritura seguida». Pero, según Elvira,
a diferencia de la escritura europea, la escritura andina se leerá «desde abajo hacia
arriba», es decir desde la base de la faja (t'isnu) o su lugar de inicio (el t' ixsi) , hacia
su culminación (el tukaña). Ver la figura I.
,
•
PRINCIPIOS DE LECTURA DE LOS TOCAPU
El embarazo
DURANTE el embarazo, la embarazada misma teje una faja para su parto y para la
wawa (guagua) o alguien teje una faja para ella. Los diseños de estas fajas con sus
cuadritos pertenecen a ciertas familias y pasan de madre a hija en la línea materna.
Retornamos a este punto adelante.
237
FIG. 2. EL USO DE LA FAJA EN EL PARTO, EN UN CUADRO POR ELVIRA ESPEJO
Las mujeres también suelen fajarse con una bufanda en el parto mismo. En este
caso, la bufanda que se usa en forma desdoblada tiene un diseño ajedrezado de
color, parecido a tocapus. Estas bufandas se usan para amarrar la parte superior de
la barriga durante el parto, para apoyar al descenso del feto, y luego se la amarra
en la cintura después del parto, «para darle fuerza» y «para agarrar la sangre»: que
no toda la sangre salgue. Otra función de este amarro es que la barriga se vuelve
a la normalidad después del parto. A veces el esposo sentado detrás de su esposa,
usa la faja o bufanda en su propia cintura, «para apoyar a la mujer». Ver la figura
2. En otros casos, mientras la partera apoya a la mujer, el esposo toma reposo en la
cama, amarrado con una bufanda, en una condición de «couuade» y llora como si
• •
estuviera por tener su propIO parto.
El nombrar la wawa y su crecimiento posterior
239
ma noción del crecimiento desde el centro es evidente en el tocapu, cuyos diseños se
hallan comúnmente en el eje horizontal de la cintura de las prendas. Además, cada
figura de diseño tiene su propio centro u «ombligo» (llamado kururu en aymara),
como se ilustra en la figura 3.
El punto de crecimiento
SI bien se inicia el crecimiento de la wawa desde «el centro», en las próximas eta-
pas de la vida la energía del crecimiento va hacia otros puntos. Por ejemplo, en la
próxima etapa del desarrollo del niño, se piensa que el punto de crecimiento iría
primero a la cabeza y luego por abajo, hacia los pies. El ciclo de etapas de la vida
procede así, del centro a la cabeza y a los pies. Por esta razón, se piensa que en la
persona mayor que está al punto de morir, por haber gastado ya todas sus fuerzas
físicas, todas estas fuerzas se han ido por abajo.
Otro principio en este ciclo de vida tiene que ver con la manera de sujetar el
nombre de la persona, llamado suti, como una de las almas principales del ser. La
faja que se llama t'isnu tiene que ver con el ciclo de la persona y también con su
nombre. Pierde la vida, y gradualmente se pierde el nombre. Se trata entonces de la
articulación del nombre o suti, entre los demás espíritus o almas del ser. En el pen-
samiento de esta región de los Andes, por ejemplo aquel expresado por el sabio don
Domingo ]iménez, es común considerar que existen tres almas: el nombre o suti,
el axayu y el janayu. El punto de crecimiento del ser considerado como el mayor y
más importante de estas almas, que se puede comparar con el punto del tronco o
de la rama principal, sea de una persona o planta o animal, es el nombre o suti. Le
sigue en las partes más periféricas la presencia del axayu o ánimo, lo que ordena a
las demás partes y abre los ojos para ir adelante, como el espíritu menor del nom-
bre. Finalmente, en las ramas y partes laterales del cuerpo derivadas de ellas, y que
van hacia abajo, es el janayu, el intermediario de las almas, en la terminología de
don Domingo (Jiménez y Yapita con Arnold 1996: 145-170).
Otro detalle importante es que se piensa de esta configuración de almas en
otra metáfora textil, como si fueran capas del ser, en que una envoltura guiará a la
otra. En la primera etapa, cuando se forma la vida, se habla del hilo (ch'ankha) que
entra en la matriz, y forma la wawa como un ovillo de hebras. Luego, el proceso de
desarrollo y crecimiento, por ejemplo en la formación de los músculos, se piensa en
términos de los «entrelazados del hilo». Se habla así de las inserciones de la lana de
base a todas las partes corporales.
En la segunda etapa del crecimiento, cuando nace la wawa, hay normas fami-
liares y de las relaciones de parentesco implicadas en este proceso de desarrollo. En
esta etapa es precisamente la hermana del esposo (la ipala, HZ, o cuñada al lado
paterno) quien tiene que amarrar la wawa con la faja familiar que ya mencionamos.
Cuando la wawa nace, es la ipala quien le amarra con esta faja, o alternativamente
con una honda, desde el hombro hasta los tobillos. Al amarrar a la wawa con esta
honda, se señala el desarrollo de su identidad para que una mujercita sea buena
pastora y el hombre sea un buen guerrero, en la construcción socio-cultural del
género (Arnold y Yapita 1998: 293).
Los diseños de la faja o la honda siguen las etapas del crecimiento del feto, según
las ideas regionales en torno a este desarrollo (Arnold y Yapita con Tito 1999: 199-
200, 238; Arnold y Yapita 2000, cap. 6). En el caso de los varones, la honda (que
se llama apsu q'urau/i) tiene una forma cuadrada, es trenzada para ser muy dura y
tiene pequeños cuadritos de diseño y color a modo de tocapus. Además, se hace en
la vuelta de la honda un cuadro de color blanco y negro, seguido por otro de color
rojo y verde, y así seguidamente con diferentes figuras o sino la misma figura.
Después de amarrar la uiauia, se le pone «señas». Para que la wawa sea tejedora,
en el caso de una mujer, hay que poner en el primer cruce de la faja una piedra en
forma de una illa o amuleto de tejedora (que se llama sawu tawaqu). Y para que
la wawa sea buen guerrero, en el caso del varón, se pone una piedra en el mismo
lugar.
La tía llamada ipala hace eso «por ser la propia hermana de la madre». A menu-
do es su propia hermana en la práctica, «puesto que dos hermanas suelen casarse
con dos hermanos». La ipala suele tejer la faja para esta ocasión y se busca una
mujer joven para realizar esta tarea, puesto que ella debe tener «mucha inspiración
y creatividad». En otros casos, es la misma madre que la teje, pero en este caso las
ipalas mandan fajas (t'isnus) adicionales. Históricamente, fue la ipala (HZ) que
también cumplía la función de sutis mala: la «madrina» o «madre que nombra».
CUANDO la wawa ya tiene un año, lleva ya en su cintura su faja con tocapus, como
un recuerdo del hecho de que la wawa ha venido del ombligo (en la cintura). Por
esta razón, la faja «tiene que sujetar el ombligo». Se mira mucho a los colores y dise-
ños que se usan en estas fajas, puesto que éstos influyen en el desarrollo de la wawa,
no sólo en su nombre sino en su carácter, su personalidad y sus propias habilidades.
Por ejemplo, Elvira cuenta cómo, en otra ocasión, su madre tejía una faja en esta
etapa de la vida para su hermanito Vidal con mucho negro, y con blanco y rojo,
y cómo su padre en reacción comentó que esta faja era allqa (muy contrastado) y,
debido a ello, su hermanito tiene una tez oscura, pero a la vez es muy inteligente y
valiente.
OTRO rito en torno a las wawas que recurre a la corporalidad del textil durante esta
etapa de la vida, para endurecer sus huesos, se llama chulultaniyaña: «hacer correr
el chululu». Aquí, chululu se refiere a la wawa misma. Este rito tiene muchos ele-
mentos parecidos a los tocapus incaicos por su relación con el nombramiento de la
persona y por el uso de colores y vestimenta. También tiene similitudes con el rito
histórico aymara llamado sukullu que describe Bertonio, y que comentó Therése
Bouysse-Cassagne en el libro La identidad aymara (1987: 232 y sig.) en el contexto
de la «adquisición de identidad individual».
Los actores principales en esta ceremonia identitaria son los padres y la tía del
lado paterno, llamada ipala. En el caso que no haya una ipala, el tío del lado ma-
1 terno (que se llama larita) puede cumplir la misma función, pero en lo general se
asocia a los varones más con los productos (que ellos llevan en bultos en la ceremo-
nia) y a las mujeres más con las wawas humanas. Muchas veces, la mamá le ruega
con un don de comida a una de las ipalas (sus cuñadas o hermanas) faltando un día
para bautizar así a la wawa, puesto que ellas son las personas indicadas para esta
tarea ritual cuyo resultado sería que la wawa tenga buenos huesos, buena fortuna y
buenas manos. Según Elvira, «a veces se realiza este rito cuando la wawa tiene un
año y a veces cuando la wawa ya es grande». Se dice que la relación de bautismo
entre la ipala y la wawa dura por toda la vida. Por ejemplo, hacía correr a Elvira su
• tía Antonia, y por eso «siempre ella tenía que regresar a la casa de esa tía».
El rito de «hacer correr el cbululu» empieza en la mañana del día del Espíritu (en
Pentecostés en mayo), cuando se está escogiendo los productos agrícolas mejores
del año. Se considera a la wawa como un producto más en el año y «tal como se
•
bautiza los productos, asimismo se bautiza a la uiauia». Hay diferencias en el trato
ritual de estos dos tipos de u/atoa, puesto que se decoraba los productos agrícolas
, con lana cruda, en tanto que se decoraba las wawas con lana hilada, pero se con-
sidera que ambos tienen «espíritu». Primero se entra al sitio ritual de todo el ayllu
de Qaqachaka en la calle principal que se llama «la esquina de los Llanquepacha»,
donde están concentrados los líderes de los ayllus y las ipalas. (Los Llanquepacha
eran caciques importantes del lugar en el período colonial.). Allí les sirven a las
ipalas tres vasos y recién comienza el rito de hacer correr.
Durante el rito, las wawas tienen que dar tres vueltas por la plaza, corriendo.
Después de la primera vuelta, se hace un pequeño descanso en la esquina de los
Llanquepacha para brindar con otros tres vasos «para todas las cosas de abajo». Se
refiere a las tierras ya los productos de las tierras bajas del ayllu. En la tercera ronda
ya se brinda «para las tierras de arriba». Esto es para trenzar las diferentes partes
del ayllu, las tierras de abajo con las de arriba. Finalmente se brinda para todas las
cosas de la esquina de Llanquepacha, es decir todo el ayllu.
Es el jilanqu o líder de cada ayllu menor quien toca el instrumento llamado
pululu (una calabaza de los valles con un tallo largo donde se sopla) cuando corren
las wawas. Ver la figura 4- Según Elvira: «tres jilanqus tocaban pululus antes». En
ningún momento tenía que callarse, «porque las wawas tenían que correr». El
mismo instrumento llamdo pululu quizás da su nombre al rito, de chululu, por el
sonido que hace: «cbululu, cbululu, chululu... » Se piensa que el jilanqu, al soplar
al pululu con su forma redonda y cuello largo, está sacando cualquier espíritu que
243
,
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ta el cuello. Se señala primero los dos hombros y luego el punto del gorro tejido. Al
realizar la acción de colocar las lanas, se reitera que «es para que tenga sus huesos»,
igualmente para el varón o la mujer. Ver la figura 5.
En Qaqachaka, se relaciona este rito de señalar la wawa con la memoria social
de los tiempos incaicos. Por ejemplo, se dice que en la época de los inkas, se ha-
cía también las señales de lana (chimpu) pero en el pecho y de forma horizontal,
«como los flecos de un poncho», algo como el énfasis horizontal de los cuadros del
tocapu.
El rito también tiene mucho en común con la ceremonia histórica del sukullu,
aunque ésta ocurría en la fiesta de Corpus Christi, un mes más tarde en el año
(Bouysse-Cassagne 1987: 233). Según la descripción de Ludovico Bertonio escrita
en los inicios del siglo XVII, el sukullu también tenía que ver con el momento de
coger los productos agrícolas del año y «todos los niños que avían nacido aquel
año» (sic, 1984 [1612]: 323). Incluimos su descripción aquí, puesto que se enfatiza
igualmente el uso de hilos colorados en un eje horizontal alrededor del poncho
corto en el caso de los varones o el lugar de la faja en el caso de las mujeres:
245
•
Añadían a todo esto el vestir a los niños una camiseta negra, que tenia entrete-
jidos tres hilos colorados, uno en el medio, y dos a los lados, de alto abaxo, y por
delante, y detrás. Lo mismo hazian con las niñas de aquel año, solamente se di- í
ferenciavan en el nombre porque se llamavan Huampaña; y en los hilos colorados
que eran muchos, y eran entretexidos no de alto abaxo , sino alderredor, y cayan en
medio de su urquecillo o sayta, un poco mas abaxo de donde se faxan las mugeres
grandes: aunque las niñas de aquella edad no usan de faxa o huaka que llaman (sic,
ibid.).
247
•
años atrás (en los años 70) y actualmente las jóvenes usan solamente polleras y blusas.
Por esta razón, la atención ahora va a la cintilla del sombrero en vez de a la faja.
249
•
se asocia con la mujer (Laurencich 2003, fig. 3), aunque las definiciones varían
entre el documento Exsul Immeritus BIas Valera populo suo y la Historia et ru-
dimenta linguae piruanorum. En el primer documento, se define el rombo con
senda rombo adentro (10 que sería en Qaqachaka la «flor en el corral») como
«vagina y linfa del pene», en tanto que en el segundo documento se lo define
como el órgano femenino fecundado» e incluso como «dos fuerzas opuestas»
(Laurencich 2007: 138). En ambos casos, el lenguaje directo que se usa nos pa-
rece señalar la manipulación del significado de aquel diseño en manos de los
jesuitas de la época.
Es también pertinente que varios analistas han comentado sobre la frecuencia
con que este diseño romboide figura en los qeros coloniales. Por ejemplo, Allen
llama la atención al uso en algunos qeros coloniales de imágenes asociadas con •
•
la mujer, a menudo con rombos rojos (2002: 188). En nuestro estudio sobre estas
imágenes, llamamos la atención a la posibilidad de que, en la imaginería del
qero colonial, la inclusión del rombo conformaba parte de un conjunto signifi-
cativo mayor, en que se expresaba la etapa más fértil y generativa en la vida de
la pareja ideal de guerrero y tejedora (Arnold y Hastorf 2008: 101). En este caso,
se expresa en el qero la fuerza del guerrero con imágenes de los instrumentos de ,•
guerra, la ferocidad de dos felinos y con frecuencia las imágenes de las cabezas
trofeo. En cambio, se expresa la habilidad de la tejedora con instrumentos de
tejer. En los diseños de los qeros estudiados por Allen, el rol de la mujer como
tejedora es implícito.
No obstante, en otros qeros coloniales, la figura de la mujer es explícitamente
una tejedora y lleva una rueca o bultos de textiles como ofrendas (Flores Ochoa
1990: 52). En muchos ejemplos de estos qeros coloniales, planteamos que se ha
expresado su fertilidad inminente mediante el uso de los romboides rojos e
incluso con ciertas clases de flores de color rojo: el qantu, kantuta y decanto.
Sugiere Mulvany (2004: 413-6) que los jóvenes incaicos de sangre real usaban
estas flores en guirnaldas en sus cabezales para ciertas ceremonias en la estación
lluviosa en noviembre y diciembre, que se llamaba el «tiempo de las flores»
(pawqar waray) cuando se celebraba su llegada a la madurez.
I 11 11
11 11 •
253
La vejez
CONCLUSIÓN
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