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La finalidad del presente tema es familiarizar al alumno con el contenido y los límites
del Derecho Administrativo. Se trata de establecer los criterios que nos permitirán
deslindar esta rama del Derecho del resto del Ordenamiento, con fundamento en la
idea de que, con carácter general, la Administración no goza de una libertad de
opción entre distintos regímenes jurídicos, sino que, como veremos más adelante,
existe una reserva constitucional del Derecho Administrativo.
En cualquier caso, no se busca hacer una mera aproximación teórica a una cuestión que
se estudia cumplidamente a lo largo del grado, sino adentrarnos en lo que constituye el
núcleo imprescindible del Derecho Administrativo, con la finalidad para explotar
con éxito todas las vías que se nos ofrecen para lograr nuestras pretensiones frente a la
Administración, sea en la vía judicial, sea en la administrativa. En unos momentos,
como los actuales en los que se está generalizando el recurso al Derecho privado por
parte de la Administración, conviene precisar en qué ocasiones ese uso está prohibido o
limitado por el Ordenamiento.
denominada ley paraguas— que promueve una aplicación amplia de los principios
generales de la Directiva con pocas restricciones (Ley 17/2009, de 23 de noviembre,
sobre el libre acceso a las actividades de servicios y su ejercicio); y adicionalmente, una
ley denominada comúnmente ley ómnibus, que modifica la normativa estatal para
adecuarla a los principios de la Ley 17/2009. Se trata de la Ley 25/2009, de 22 de
diciembre, de modificación de diversas leyes para su adaptación a la Ley sobre el libre
acceso a las actividades de servicios y su ejercicio.
A ello hay que añadir las modificaciones operadas en esta materia por la Ley de
Economía Sostenible, que son también de un profundo calado.
Y lo primero que cabe preguntarse es qué razón hay para que el sujeto
«Administración» esté sometido a un Derecho propio, distinto del de los particulares.
Esa razón se centra en la existencia del interés público como objetivo permanente de
la acción administrativa. Es decir, existe un Derecho propio de la Administración,
porque esa Administración «sirve con objetividad los intereses generales» (artículo
103.1 CE), mientras que el Derecho privado, que sirve perfectamente para atender a
los intereses particulares, resulta insuficiente para garantizar los intereses comunes de
la colectividad.
Figura 1.
Ello no quiere decir que el modelo español de Derecho Administrativo sea un modelo
universal y eterno. Hay otras formas de actuación de la Administración: por un lado,
desde una perspectiva histórica, el poder público no siempre ha estado sometido al
Derecho, ni al público ni al privado: en los países de la Europa Occidental se afirmó
durante la Edad Moderna el criterio absolutista del «princeps legibus solutus», lo
que venía a significar que el soberano ni estaba vinculado por las leyes existentes —
pues él mismo era la fuente de Derecho en sentido formal—, ni actuaba tampoco a
través de instrumentos jurídicos, sino de meras acciones de poder.
Por otro lado, aún en las fases históricas en las que sí se afirmaba la sujeción del poder
público al Derecho, este no siempre era un Derecho propio y específico de dicho
poder público distinto del que regulaba las relaciones de los ciudadanos entre sí. En la
Edad Media, por ejemplo, las relaciones del monarca —antecedente de la
Administración— con sus súbditos estaban reguladas en gran medida por el Derecho
privado.
39/2015). Dicho precepto de la LRJCA nos indica qué se entiende como Administración
Pública:
Figura 2.
En general, podemos afirmar que se trata de un grupo de entes que han de tener
personalidad jurídica propia y han de estar constituidas en forma pública.
Finalmente, caen dentro de estos entes de Derecho Público que tienen personalidad
jurídica propia las Entidades Gestoras y Servicios Comunes de la Seguridad
Social.
Se rige por su ley de creación, sus estatutos y la legislación especial de los sectores
económicos sometidos a su supervisión y supletoriamente, en cuanto sea compatible
con su naturaleza y autonomía, por lo dispuesto en la LRJSP, en particular, lo dispuesto
para los organismos autónomos, la Ley de Procedimiento Administrativo Común de las
Administraciones Públicas, la Ley General Presupuestaria, la Ley de Contratos del
Sector Público, la Ley de Patrimonio de las Administraciones Públicas, así como el resto
de las normas de derecho administrativo general y especial que le sea de aplicación. En
defecto de norma administrativa se aplicará el derecho común.
Estas entidades son del tipo de la Comisión Nacional del Mercado de Valores, Consejo
de Seguridad Nuclear, ente público RTVE, universidades no transferidas, Agencia de
Protección de Datos, Instituto Español de Comercio Exterior, Consorcio de la Zona
Especial Canaria, Comisión Nacional de la Competencia y los Mercados.
Junto a la delimitación positiva, podemos efectuar una labor de deslinde del concepto
de Administración Pública partiendo de los entes que quedan excluidos de tal
consideración. Analizando, pues, a contrario sensu el criterio de delimitación que
hemos mencionado, llegamos a la conclusión de que quedan fuera de la consideración
de Administraciones Públicas las siguientes entidades:
Recapitulando, nos encontramos con una regla general: sería Derecho Administrativo
el ordenamiento jurídico de base de las personas jurídicas mencionadas en el artículo 2
de la Ley de Régimen Jurídica del Sector Público que tienen consideración de
Administraciones Públicas.
Pero esa afirmación, como ya hemos anticipado, no es del todo exacta. Sin perjuicio
de reconocer que efectivamente hay una identificación de principio entre el Derecho
Administrativo y las Administraciones Públicas o, visto desde otra perspectiva, ejercicio
de potestades públicas y Derecho Administrativo, también es cierto que, como ya ha
podido deducirse de lo expuesto, no todas las relaciones de las Administraciones
Públicas con los particulares se rigen por el Derecho Administrativo, ni tampoco se
aplica el Derecho Administrativo solo a los entes que figuran en la enumeración de los
preceptos citados.
En otros ámbitos, por el contrario, sí puede existir una opción, al menos desde el punto
de vista teórico: por ejemplo, la acción de la Administración para recuperar la posesión
de un inmueble puede someterse, en el plano hipotético, a las normas de Derecho
Civil o a las de Derecho Administrativo. Ambos sectores pueden regular un
mismo supuesto de hecho. ¿Cuándo acudir a unas u otras? ¿Existe libertad de opción
para la Administración?
Algunos autores (García de Enterría y Ariño Ortiz), dando un paso más allá, no
discuten que la Administración pueda actuar según formas de Derecho común,
pero afirman que cuando ejercita las funciones que le son propias, siempre decide o
resuelve de acuerdo con parámetros de Derecho Público, aunque luego instrumente
o ponga en práctica esas decisiones de acuerdo con normas de Derecho Privado.
Esto se observa con cierta claridad en el campo de los contratos del sector público.
Es evidente que el proceso de formación de la voluntad administrativa es el mismo en el
ámbito de los contratos administrativos y en los privados. En los dos casos será
necesario un acuerdo de inicio, recabar informes de fiscalización y asesoría jurídica,
aspectos todos que se regirán por el Derecho administrativo. Pero una vez que la
decisión está tomada se puede acudir, instrumentalmente, al cauce del Derecho privado
para ponerla en práctica. Así pues, habría un núcleo duro propio del Derecho
Administrativo.
Desde otra perspectiva, algunos autores (Parada Vázquez, Silvia del Saz) han
construido la tesis de que existe una «reserva constitucional del Derecho
Administrativo». Con ello tratan de explicar la existencia de un núcleo inderogable
de situaciones y actos sometidos al Derecho Administrativo.
Figura 3.
Desde el siglo XIX se ha venido afirmando la existencia de una actividad realizada por
la Administración que no estaría sometida al Derecho Administrativo. Se trata,
básicamente, de los denominados «actos políticos». Es evidente que la razón de ser
de la creación de esta figura y de su persistencia a lo largo de los años es evitar el
sometimiento de determinadas categorías de actos al control de la Jurisdicción
Sin embargo, hay que reconocer que existe una actividad del Gobierno de la Nación (y
hoy también, de los Consejos de Gobierno de las Comunidades Autónomas), que es
expresión del núcleo duro de las competencias del poder ejecutivo, de modo que
controlar el contenido material de esas competencias significaría que quien al final
decide es el juez y no el Gobierno, y ello no es propio de un sistema de separación de
poderes. Imaginemos, por ejemplo, la decisión de reconocer un Estado en el ámbito de
las relaciones internacionales, o de prescindir de la generación de energía nuclear.
Son decisiones que competen legítimamente al ejecutivo. Por eso, en estos casos, el
Así pues, sobre esos tres aspectos siempre será posible el control judicial, aunque
nos encontremos con un acto tradicionalmente denominado como «político».
«El alcance de esta revisión (se refiere a la revisión judicial) vendrá limitado
desde una doble perspectiva. En primer término porque la autorización tiene
una naturaleza discrecional y constituye un acto de política económica del
Gobierno que se encuentra fuera del control judicial, salvo en sus aspectos
reglados. También le cabe supervisar, al menos globalmente, si la adjudicación
no es arbitraria ni irracional y si responde a los fines propios del sector
industrial de que se trate».
Finalmente, nos encontramos con determinados casos en los que algunas actividades
ejecutadas por personas jurídicas privadas, que no son Administración ni siquiera
forman parte del Estado globalmente considerado, están sometidas en sus relaciones
con terceros al Derecho Administrativo, y no al Derecho privado o laboral, que en
principio les sería de aplicación. A título de ejemplo, las relaciones de los
concesionarios —privados— de un servicio público con los usuarios están regulados por
normas de Derecho Administrativo —tarifas, condiciones de uso del servicio,
prestaciones obligatorias, derechos de acceso, etc.— Incluso, en ocasiones también se
impone el Derecho Administrativo cuando esas empresas contratistas de la
Administración que prestan servicios públicos contratan con terceros, como sucede en
los contratos subvencionados con fondos públicos, de acuerdo con lo dispuesto en la
Ley de Contratos del Sector Público.
Ante esa acumulación casuística de supuestos que se apartan del principio de exacta
correspondencia entre Administración Pública y Derecho Administrativo, podemos
preguntarnos lícitamente si existe un núcleo irreductible de actos y disposiciones que
deban estar siempre regulados por el Derecho Administrativo o si, por el contrario, en
nuestro actual sistema normativo existe una libertad de opción por parte del
legislador, o de la propia Administración para someter sus actividades al Derecho
Público o al Derecho Privado según convenga.
Derecho
Actos de autoridad
Administrativo
Figura 4.
Así, buscando una pretendida «eficacia» en el actuar de los poderes públicos, nos
encontramos con un alejamiento de las normas de Derecho Público en una
Según nos muestra Ariño, las vías fundamentales que han servido de cauce para la
huida del Derecho Administrativo son esencialmente las siguientes:
En un primer momento, tras el triunfo más o menos pleno de los postulados propios de
la concepción liberal de la Administración a principios del siglo XIX, la función de los
poderes públicos se limita formalmente a asegurar los derechos y las libertades
consagrados en los textos constitucionales. Se actúa así a través de leyes garantizadoras
de esas libertades, que solo inciden en la esfera personal de los individuos en cuanto es
necesario para asegurar las libertades de los demás. El Estado crea el marco para que
los particulares puedan desarrollar su actividad y garantiza, eso sí, el orden público.
Pero la necesidad está ahí: el Estado liberal ha hecho desaparecer las entidades que de
alguna forma prestaban servicios sociales (gremios, cuerpos intermedios, etc.) o los ha
hecho minimizar la prestación de esos servicios (este es el caso de la Iglesia). De esta
forma, el campo de la protección social se hallaba semiabandonado.
Sin embargo, los dogmas liberales del momento impiden una actitud de plena
intervención pública. A ello hay que añadir en el terreno práctico la insuficiencia
presupuestaria de la Hacienda Pública para poner en marcha ese tipo de iniciativas. El
resultado de esa tensión entre la necesidad de impulsar esas actividades y las
concepciones ideológicas dominantes será la creación de la concesión
administrativa, que permite que el Estado retenga la titularidad del servicio y sea el
garante de su prestación sin que venga obligado a gestionarlo directamente, lo que le
resultaría imposible por razones presupuestarias.
otros países europeos, desde los años 40 hasta bien avanzados los 80 del siglo XX. Este
fenómeno de progresiva intervención en la vida económica del país vino acompañado
de un incremento de la política de planificación, cuya finalidad fue la de otorgar una
cierta estabilidad sistemática a la tarea de conformación del orden social. El modelo
terminó por sucumbir por razones económicas, mezcladas o disfrazadas con otras
ideológicas: a pesar de la mejora de las técnicas fiscales, el presupuesto público no pudo
aguantar el peso de la actividad económica del Estado.
En los últimos años del siglo XX, a partir de los años 80, la actividad estatal pasó a
adoptar un esquema distinto: la intervención directa en el mercado y la
planificación fueron reemplazadas, al menos en parte, por la regulación. El
nuevo paradigma trataba, no de sustituir al mercado, sino de recrear las condiciones de
mercado necesarias para una adecuada distribución de los bienes y servicios, pero sin
que el Estado interviniera directamente en él como operador económico.
Por fin, los últimos años de crisis económica han llevado a focalizar la atención del
legislador en la mejora de la calidad de la regulación. En algunas ocasiones,
ciertamente habrá de procurarse una mayor regulación, pero en la mayoría de los casos
la crisis ha mostrado la escasa calidad de la misma, especialmente en determinados
mercados. Y es que limitarse a regular es más difícil que intervenir directamente en el
mercado.
Seguidamente vamos a hacer, con una perspectiva dinámica, un rápido recorrido por
las distintas modalidades de actividad administrativa que hemos expuesto.
La actividad de policía
Desde los años 80 hasta nuestros días podemos hablar de dos subfases en el ámbito de
esta regulación económica: una primera, que llegó hasta el estallido de la crisis iniciada
en 2007, caracterizada por una cierta desregulación, es decir, por un intento no
siempre logrado de podar parte de la fronda de normas existentes que ahogaban en
buena medida el inicio y el desarrollo de la actividad económica.
Las principales manifestaciones de esta nueva orientación son tres, en opinión del
profesor Sánchez Morón:
La actividad de fomento
El origen de la actividad del fomento se remonta a los inicios del propio Estado que vela
por el bienestar de sus ciudadanos aunque, como puso de relieve Villar Palasí, el
fomento como título legitimador de la acción del Estado aparece en España en un
sentido estricto durante el tránsito del despotismo ilustrado al primer
constitucionalismo, y desaparece después ante la recepción del Derecho administrativo
francés y la influencia del liberalismo, que le sirvió de postulado ideológico de base.
Volvió a retomarse a principios del XX, cuando el Estado asumió nuevas tareas de
promoción social.
De ello se deriva la exigencia de que este tipo de ventajas jurídicas encuentren apoyo
en el plano legislativo, sin que la norma reglamentaria pueda amparar su concesión,
pues ello supondría la vulneración del principio de inderogabilidad singular de los
reglamentos.
Desde otra perspectiva, autores como Santamaría Pastor han distinguido, dentro de las
figuras que consisten en aportaciones de capital a actividades privadas, entre las
transferencias de capital directas e indirectas. En las primeras, un ente público
hace entrega de recursos económicos para financiar una actividad, para compensar
pérdidas de ingresos o para proporcionar unas rentas personales que permitan ejercer
la actividad fomentada (beca de estudios, por ejemplo).
Sin embargo, hay que tener en cuenta que la noción estricta de subvención de nuestro
Ordenamiento, que se acaba de recoger, coexiste con el concepto más amplio de ayuda
de Estado que aparece en el artículo 107 TFUE, y que puede ser definida como «ayuda
otorgada por los Estados o mediante fondos estatales, bajo cualquier forma».
Estado, aunque se preste por particulares, como sucede en el artículo 128 CE: « […]
mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales […]».
Como sucede en relación a cada uno de los ámbitos de la actividad administrativa que
venimos estudiando, el concepto de servicio público ha de plantearse en el marco del
esquema general de los fines del Estado. Para ello hay que adentrarse en el
sustrato ideológico de la Revolución Francesa, caracterizado por la prohibición de todas
las organizaciones intermedias entre el Estado y el individuo, considerados en ese
momento histórico como entes que asfixiaban la libertad del individuo. Esos
cuerpos intermedios y otro tipo de entidades, como la Iglesia, venían desarrollando una
intensa labor de asistencia social —escuelas, hospitales, etc. — que dejó de prestarse.
Ello motivó que el Estado hubiera de intervenir para subvenir a esas necesidades
sociales, aunque desde el punto de vista de los estrictos postulados liberales de la
Revolución ello fuera indeseable.
Jurídico español es muy preciso al respecto —ya hemos visto como coexisten distintas
acepciones del término—, ni se trata de un debate absolutamente cerrado en el plano
dogmático.
Uno de los autores que ha realizado en esta materia un esfuerzo de teorización más
convincente en los últimos tiempos ha sido Gaspar Ariño. Dicho profesor ha definido
la actividad de servicio público como aquella que es «propia del Estado o de otra
Administración Pública, de prestación positiva con la cual, mediante un procedimiento
de Derecho Público, se asegura la ejecución regular y continua, por organización
pública o por delegación, de un servicio técnico indispensable para la vida social». De
esta forma, sus notas características serían las siguientes:
Junto a estos servicios públicos estrictos existirían supuestos en los que aunque la
actividad no está reservada al Estado como exige el artículo 128 CE, hay un grado de
regulación de la prestación al público tan intenso, que alguna doctrina no duda en
hablar de «servicios públicos impropios o virtuales» (servicio de taxi, centros privados
de enseñanza, transporte discrecional, actividad bancaria o de seguros). En realidad no
son servicios públicos stricto sensu. Podríamos denominarlos, con la Sentencia del
Tribunal Constitucional 109/2003, servicios privados de interés general o, en
terminología comunitaria, servicios de interés general.
Como muchos autores han puesto de relieve, hay una cierta relación intelectual entre el
concepto de servicio de interés general y el tradicional del servicio público, que se
manifiesta en especial en la imposición de unas obligaciones de servicio público al
prestatario del servicio. No obstante, el servicio de interés general es más flexible
porque no es obligado que su titularidad sea pública, y permite por ello formas más
flexibles de prestación.
» Principio de continuidad, que viene a significar que quien presta el servicio está
obligado a no interrumpir su prestación.
» Principio de modificabilidad: por razones de interés general, los poderes públicos
pueden disponer el cambio de las condiciones de la prestación del servicio, y ese
cambio es obligatorio para la empresa que lo presta.
» Principio de igualdad de acceso.
» Garantía de calidad, de acuerdo con los estándares fijados.
Criterios:
Principio de continuidad
Principio de modificabilidad
Asequibilidad
Figura 5.
La actividad sancionadora
Administración, junto a los jueces, la competencia para sancionar. Quizás por ello
el proceso de reconocimiento general de una potestad sancionadora en manos de la
Administración, más allá del establecimiento de sanciones concretas en normas
sectoriales se ha llevado a cabo recientemente, mediante su inclusión en el artículo 25
CE.
material, como las de fomento, policía, y servicio público, sino que forma parte de ellas,
a pesar de la clasificación que nosotros hemos hecho en estos temas.
Materiales
Procesales
Figura 6.
» Principio de tipicidad:
o Infracciones: solo constituyen infracciones administrativas las vulneraciones del
ordenamiento jurídico previstas como tales infracciones por una ley.
o Sanciones: se prohíbe la vaguedad o excesiva amplitud.
» Non bis in idem (art. 31 LRJSP): «No podrán sancionarse los hechos que hayan sido
sancionados penal o administrativamente» (identidad de sujeto, hecho y
fundamento):
o Aspecto procesal: preeminencia del procedimiento penal: se paraliza el
expediente administrativo cuando se inicia el penal.
o Aspecto sustantivo:
• STC 177/1999: no se puede condenar penalmente si ya ha habido sanción
administrativa.
• STC 3/2003: no se puede condenar penalmente si ya ha habido sanción
administrativa, pero solo si el procedimiento administrativo es «equiparable»
en ese caso al penal.
o Derecho a la asistencia letrada, con ciertos matices. Las más recientes sentencias
SSTC 272 y 316/2006 de 25 de septiembre y de 15 de noviembre entienden que
estos derechos, que proceden del Derecho penal, son trasladables al ámbito
sancionador en sus estrictos términos.
Legislación
También resulta determinante el artículo 128 y los artículos 24 y 25, sobre la actividad
sancionadora de la Administración.
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Doctrina
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Propiedad Intelectual
Sánchez, M. (2011). Derecho Administrativo. Parte General (7ª edición) (pp. 769-789).
Madrid: Tecnos.
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También en este manual, se recomienda la lectura del capítulo XV, en el que se realiza
una depurada clasificación de los instrumentos de ordenación y control. Recoge las
novedades introducidas recientemente en nuestro país por la Ley de Economía
Sostenible y se refiere en profundidad a las normas de incorporación a nuestro
Ordenamiento de la Directiva de Servicios.
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También se recomienda la lectura del capítulo XVIII, que hace una depurada
clasificación de las finalidades actuales de la tradicional función de policía de la
Administración.
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El manual aborda con especial atención, entre otros asuntos, las técnicas de
intervención administrativa en los diferentes sectores económicos.
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La actividad sancionadora
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Es de especial relevancia para este tema las páginas 715 a 748, relativas a la potestad
sancionadora.
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Jurisprudencia
Esta sentencia, en particular, sus Fundamentos de Derecho Quinto y Sexto, tratan dos
cuestiones básicas que se han desarrollado a lo largo del presente tema: los actos
políticos como actos excluidos del control jurisdiccional, y las vías de hecho de la
Administración.
La sentencia tiene que pronunciarse sobre uno de los argumentos que había utilizado la
Administración para oponerse al recurso formulado por el impugnante: ese argumento
radicaba en el recurso era inadmisible pues la actuación recurrida constituía un acto
político no fiscalizable. Dicha actuación, procedente de los Ministros y Secretarios de
Estado de Interior y Asuntos Exteriores, consistía en ordenar determinadas acciones de
rescate de un grupo de inmigrantes que viajaban cerca de las costas de Mauritania en
un barco que había quedado a la deriva.
También se estudia si esa actividad es una vía de hecho, es decir, realizada sin
cobertura jurídica alguna, o si estamos ante una actuación realizada con amparo legal.
Hay que concluir que la sentencia fue recurrida en casación, pero el recurso fue
desestimado por la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo, en su
sentencia de 17 de febrero de 2010, dictada en el recurso de casación 548/2008. En
cualquier caso, esta resolución tiene menos interés a nuestros efectos que la de la
Audiencia Nacional, porque no se incide en los dos argumentos que hemos citado y que
sí se habían tratado en la instancia.
En esta reciente sentencia se estudia la cuestión del acto político haciendo un recorrido
por la evolución jurisprudencial del concepto.
Esta es una de las numerosas resoluciones en las que se precisa el alcance del principio
de legalidad en materia de sanciones administrativas. En particular, trata del alcance
que puede tener la remisión de la ley sancionadora al reglamento.
Accede al artículo a través del aula virtual o desde la siguiente dirección web:
https://www.boe.es/boe/dias/2011/01/05/pdfs/BOE-A-2011-277.pdf
Se ha incluido esta sentencia porque resume de manera muy clara la posición del
Tribunal Constitucional en relación a la posibilidad de los ayuntamientos de «crear»
tipos sancionadores mediante ordenanzas municipales, que obviamente, no son
productos legislativos.
Accede al artículo a través del aula virtual o desde la siguiente dirección web:
http://hj.tribunalconstitucional.es/es/Resolucion/Show/5030
Material complementario
Doctrina
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Propiedad Intelectual
Lecturas
Ariño, G. (2004). Principios de Derecho Público Económico (3ª edición ampliada) (pp.
31-80). Granada: Edit. Comares.
Blogs
¿Hay derecho?
Accede al blog a través del aula virtual o desde la siguiente dirección web:
http://hayderecho.com/
Casos prácticos
En este primer caso se trata de dar solución a distintas cuestiones relacionadas con el
régimen jurídico de una Sociedad Mercantil constituida con arreglo al Derecho
Mercantil, pero cuyo capital es en un 51 % propiedad de una Administración Pública.
Dicha sociedad tiene un objeto social relacionado con la construcción y debido a la
crisis ha de acometer una serie de medidas de índole societaria, laboral, contractual,
etc. Se trata de estudiar si en cada uno de esos casos de aplica el Derecho
Administrativo u otra rama del Ordenamiento.
Test
3. En una sesión del Órgano de Dirección de RENFE —que es una entidad pública
empresarial—, uno de los concurrentes solicita que se apliquen las normas de Derecho
mercantil —Ley de Sociedades de Responsabilidad Limitada— para determinar el
quórum de asistencia, mientras que quien preside ese órgano indica que hay que acudir
a las normas administrativas que regulan el régimen de los órganos colegiados —Ley
30/1992—. Eres el asesor jurídico. ¿A quién darías la razón?
A. Al presidente, pues estamos ante una entidad pública empresarial, y la
formación de voluntad de sus órganos se regula por el Derecho Administrativo.
B. Al presidente, pues podemos optar por uno u otro régimen y el que más nos
interesa ahora es el contenido en el Derecho Administrativo.
C. Al otro interviniente, dado que por ser empresarial la entidad pública, no hay
razón para no aplicarle el Derecho mercantil, como cualquier otra empresa.
D. Al otro interviniente, puesto que el Derecho Administrativo no tiene ninguna
previsión relativa al quórum que hay que alcanzar para que un órgano pueda
reunirse.
7. El Congreso de los Diputados quiere adquirir unas impresoras para los despachos de
los Diputados y de los letrados. ¿A qué normas habrá de atenerse?
A. Al Derecho Civil, porque el Congreso no es una Administración Pública.
B. Directamente a la Constitución y al Reglamento de las Cámaras.
C. Al Derecho Administrativo porque se trata de una actividad materialmente
administrativa.
D. Puede optar libremente por cualquier sector del Ordenamiento, puesto que es el
órgano en el que está depositada la soberanía nacional y no está vinculado por
las leyes, ya que puede derogarlas cuanto quiera.
Pregunta 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10
Respuesta C C A C D B C A C D