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Introducción al pensamiento de
Benedictus de Spinoza (1632-1677)
OBJETIVO GENERAL
Con apoyo en el texto de la Ética demostrada según el orden geométrico de Benedictus de Spinoza (1632-
1677), el estudiante reflexionará sobre las discusiones del pensamiento moderno y las estructuras teóricas que lo
posibilita y desarrollará las competencias necesarias para su propio avance en el ejercicio profesional de la filosofía.
Asimismo, estudiará en dichos textos las características y métodos de la filosofía a partir del análisis de sus lenguajes,
argumentos y discursos para profundizar en la determinación y comprensión de los problemas filosóficos.
Tema Subtema Página
Introducción a 1. El contexto histórico (político, religioso, filosófico y social) de los Países Bajos del norte 3-4
la vida y obra 2. Autobiografía de Spinoza: 5
de Spinoza • experiencia, bienes y filosofía; felicidad y medios
3. Idea de Dios y método deductivo geométrico 5
• las dos Éticas
Principios 4. La naturaleza y propiedades de Dios 6-8
metafísicos y • Dios es causa de sí mismo, es infinito y existe necesariamente (Argumento de la potencia); Dios
físicos es único; Dios es causa libre de todas las cosas: existe y actúa por la sola necesidad de su
naturaleza; Dios es causa inmanente de todas las cosas: el conato
5. Orden ontológico: Todo está determinado por la esencia de Dios (necesidad) 8-10
• Modos infinitos inmediatos y mediatos
6. El ser humano como cuerpo (física spinoziana) y mente 10-11
• El ser humano como modo finito; paralelismo de la mente y del cuerpo; los cuerpos = modos
finitos de la extensión; círculo de cuerpos movidos; la muerte
Epistemología 7. Los tres grados de conocimiento
• Orden epistemológico = orden ontológico; verdad = idea adecuada ; la verdad es norma de sí 11-12
misma
• Primer modo de conocimiento: imaginación, definición de imagen, memoria, lenguaje, términos 12-14
trascendentales y nociones universales, dos formas de imaginación: experiencia vaga y signos
• Segundo modo de conocimiento: razón y nociones comunes 14
• Tercer modo de conocimiento: intuición 14
Ética 8. Psicología de las pasiones
• Método geométrico en el estudio del ser humano: deseo; afectos pasivos y activos: paso; duración 13-16
o variación de la potencia por la imaginación; alegría y tristeza; bien y mal como valores
subjetivos; producto del deseo; diversidad de afectos por objetos e individuos
• De la esclavitud humana o de la fuerza de los afectos; amor y odio; fluctuación de las pasiones; 16-17
ambición o humanidad; idea de sí mismo: gloria, vergüenza, contento de sí y arrepentimiento;
ambición y enemistad; discordias sociales; impotencia de la razón.
9. Ética y liberación
• Remedios para los afectos: valores objetivos; la razón, virtud suprema; criterios morales; reglas 17-18
de la razón (la razón enseña los mejores medios para la autoconservación); ideal o modelo del
hombre libre; remedios de las pasiones;
• Sabiduría y amor intelectual de Dios: intuición de Dios; eternidad de la mente; vida del sabio. 19
Filosofía 9. Estado natural y estado civil: libertad y seguridad 19-22
política • Derecho natural; Estado natural; Sociedad; Potencia ≠ Potestad o dominio político; Fundamento
del Estado: pacto y ley común; Fin del Estado: razón y libertad
Benedictus de Spinoza (1632-1677) 2
2. Autobiografía
Experiencia, bienes y filosofía. «Después que la experiencia me había enseñado que todas las
cosas que suelen suceder en la vida ordinaria, son vanas y fútiles, como veía que todas aquellas que eran
para mí causa y objeto de temor, no contenían en sí mismas ni bien ni mal alguno, a menos que afectaran
mi ánimo, me decidí, finalmente, a investigar si existía algo que fuera un bien verdadero y capaz de
comunicarse, y de tal naturaleza que por sí solo, rechazados todos los demás, afectara al ánimo; aún
más, si existiría algo que, hallado y poseído, me hiciera gozar eternamente de una alegría continua y
suprema» (TlE 1).
«Digo me decidí finalmente, porque, a primera vista, parecía imprudente querer dejar una cosa
cierta por otra todavía incierta. En efecto, yo veía las ventajas que se derivan del honor y de las riquezas
y que me veía forzado a dejar de buscarlos, si quería dedicarme seriamente a un nuevo negocio» (TlE 2).
«Porque lo que es más frecuente en la vida y, por lo que puede colegirse de sus obras, lo que los
hombres consideran como el sumo bien, se reduce a estas tres cosas: las riquezas, el honor y el placer.
Tanto distraen estas tres cosas la mente humana, que le resulta totalmente imposible pensar en ningún
otro bien» (TlE 3).
Felicidad y medios. «Este es, pues, el fin al que tiendo: adquirir tal naturaleza [humana] y
procurar que muchos la adquieran conmigo; es decir, que a mi felicidad pertenece contribuir a que otros
muchos entiendan lo mismo que yo, a fin de que su entendimiento y su deseo concuerden totalmente con
mi entendimiento y con mi deseo. Para que eso sea efectivamente así, es necesario entender la
Naturaleza, en tanto en cuanto sea suficiente para conseguir aquella naturaleza [humana]. Es necesario,
además, formar una sociedad tal como cabría desear, a fin de que el mayor número posible de individuos
alcance dicha naturaleza con la máxima facilidad y seguridad» (TlE 14; ver E4A3-A9).
3. Idea de Dios y método deductivo geométrico: definición y desarrollo interno del objeto
El método reflexivo como la idea de la idea a partir del paralelismo entre la esencia formal y la
esencia objetiva: «[…] el método no es más que el conocimiento reflexivo o la idea de la idea. Y, como
no hay idea de idea, si no se da primero la idea, no se dará tampoco método sin que se dé primero la
idea. Por consiguiente, buen método será aquél que muestra cómo hay que dirigir la mente conforme a la
norma de la idea verdadera dada. Como, además, la relación que existe entre dos ideas es la misma que
se da entre las esencias formales de las mismas, se sigue que el conocimiento reflexivo que versa sobre
la idea del ser perfectísimo, es más valioso que el conocimiento reflexivo de las demás ideas. En una
palabra, el método más perfecto será aquel que muestra, conforme a la norma de la idea dada del ser más
perfecto, cómo hay que dirigir la mente» (TIE 38).
«Resulta evidente que, para que nuestra mente reproduzca perfectamente el modelo de la
Naturaleza, debe hacer surgir todas sus ideas a partir de aquella que expresa el origen y la fuente de toda
la Naturaleza, a fin de que también ella sea la fuente de las demás ideas» (TIE 42; ver TIE 99; E2P7C).
«[…] para que todas nuestras percepciones se ordenen y conjunten, se requiere que
investiguemos […] si existe un ser y, al mismo tiempo, cuál es, que sea la causa de todas las cosas, de
suerte que su esencia objetiva sea también la causa de todas nuestras ideas. Entonces […] nuestra mente
reproducirá al máximo la Naturaleza, ya que poseerá objetivamente su esencia y su orden y unión. Por
donde podemos ver que nos es, ante todo, necesario deducir siempre todas nuestras ideas a partir de
cosas físicas o de seres reales, avanzando, en lo posible, siguiendo la serie de las causas, de un ser real a
otro ser real, y de forma que no pasemos a lo abstracto y universal […]» (TIE 99). «[…] por serie de
causas y seres reales no entiendo aquí la serie de cosas singulares y mudables, sino únicamente la serie
de cosas fijas y eternas» (TIE 100).
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Dios es causa libre de todas las cosas: existe y actúa por la sola necesidad de su naturaleza
«Por modo entiendo las afecciones de la sustancia, o sea, aquello que es en otro, por medio del
cual también es concebido» (E1Def5).
Benedictus de Spinoza (1632-1677) 7
«De la necesidad de la naturaleza divina deben de seguirse infinitas cosas en infinitos modos,
esto es, todo cuanto puede caer bajo el entendimiento infinito» (E1P16).
«Dios actúa por las solas leyes de su naturaleza, y no coaccionado por nadie» (E1P17).
«[…] no hay ninguna causa que incite, extrínseca o intrínsecamente, a Dios a actuar, excepto la
perfección de su misma naturaleza» (E1P17C1).
«Se llamará libre aquella cosa que existe por la sola necesidad de su naturaleza y se determina
por sí sola a obrar. Necesaria, en cambio, o más, bien coaccionada, aquella que es determinada por otra a
existir y a obrar según una razón cierta y determinada» (E1Def7).
«[…] sólo Dios es causa libre, porque sólo Dios existe por la sola necesidad de su naturaleza (por
E1P17). Por consiguiente (por E1Def7), sólo Dios es causa libre» (E1P17C2).
«Otros piensan que Dios es causa libre, porque puede, según ellos creen, hacer que las cosas, que
hemos dicho que se derivan de su naturaleza, esto es, que están en su potestad, no se hagan o no sean
producidas por él. Pero esto es lo mismo que si dijeran que Dios puede hacer que en la naturaleza del
triángulo no se siga que sus tres ángulos son iguales a dos rectos, o que de una causa dada no se siga un
efecto, lo cual es absurdo» (E1P17S).
«Por eternidad entiendo la existencia misma, en cuanto se concibe que se sigue necesariamente
de la sola definición de una cosa eterna» (E1Def8).
«[…] la omnipotencia de Dios ha estado en acto desde toda la eternidad y permanecerá en la
misma actualidad por toda la eternidad» (E1P17S).
«[…] por la duración sólo podemos explicar la existencia de los modos, mientras que la
existencia de la sustancia se explica por la fruición infinita de existir o, forzando el latín, de ser» (Ep 12,
pp. 54-55).
«La existencia de Dios y su esencia son una y la misma cosa» (E1P20). «[…] la existencia de
Dios es, como su esencia, una verdad eterna» (E1P20C1). «[…] Dios, o sea, todos los atributos de Dios
son inmutables. Ya que, si cambiaran por razón de su existencia, deberían cambiar también (por E1P20)
por razón de su esencia, esto es (como es por sí mismo evidente), convertirse de verdaderos en falsos, lo
cual es absurdo» (E1P20C2).
«En la naturaleza de las cosas no se da nada contingente, sino que todas son determinadas por la
necesidad de la naturaleza divina a existir y a obrar de cierto modo» (E1P29).
«[…] por Naturaleza naturante debemos entender aquello que es en sí y se concibe por sí, o sea,
aquellos atributos de la sustancia que expresan una esencia eterna e infinita, esto es (por E1P14C1 y
P17C2), Dios, en cuanto que es considerado como causa libre. Por Naturaleza naturada, en cambio,
entiendo todo lo que se sigue de la necesidad de la naturaleza de Dios, o sea, de cada uno de los
atributos de Dios, esto es, todos los modos de los atributos de Dios, en cuanto que son considerados
como cosas que son en Dios y no pueden ni ser ni ser concebidos sin Dios» (E1P29S).
«Afirmo, en efecto, que Dios es causa inmanente, como se dice, de todas las cosas, y no
transitiva; aún más, que todas las cosas están en Dios y se mueven en Dios, lo afirmo yo con Pablo1 y
quizá también, aunque de otro modo, con todos los antiguos filósofos e incluso, me atrevería a decir, con
todos los antiguos hebreos, en cuanto se puede colegir de algunas tradiciones antiguas, pese a sus
adulteraciones sin número» (Ep 73, p. 307, de Spinoza a Oldenburg, nov-dic, 1675).
«En la naturaleza de las cosas no se da nada contingente, sino que todas son determinadas por la
necesidad de la naturaleza divina a existir y a obrar de cierto modo» (E1P29). Esta proposición aplica a
la autodeterminación de las cosas, por la causa inmanente.
«Ninguna cosa puede ser destruida sino por una causa exterior» (E3P4). «Las cosas son de
naturaleza contraria, es decir, no pueden estar en el mismo sujeto, sólo en la medida en que una puede
destruir a la otra» (E3P5).
«Cada cosa, en cuanto está en ella, se esfuerza por perseverar en su ser» (E3P6; ver TTP
16:189). «El conato con que cada cosa se esfuerza en perseverar en su ser, no es nada distinto de la
esencia actual de la misma» (E3P7).
«Digo que pertenece a la esencia de una cosa aquello que, si se da, se pone necesariamente la
cosa, y que, si se quita, se quita necesariamente la cosa; o sea, aquello sin lo cual la cosa y, a la inversa,
aquello que sin la cosa no puede ser ni ser concebido» (E2Def2).
«Por realidad y perfección entiendo lo mismo» (E2Def6).
«[…] mientras se desconocen las esencias de las cosas, no se comprenden sus propiedades; y si
pasamos por alto las esencias, trastocaremos necesariamente la concatenación del entendimiento, la cual
debe reproducir [refero] la concatenación de la Naturaleza, y nos alejamos totalmente de nuestra meta»
(TIE 95).
5. Orden ontológico: Todo está determinado por la esencia de Dios (necesidad), no por una
supuesta libertad de su voluntad ni por su beneplácito
«La voluntad no puede llamarse causa libre, sino sólo necesaria» (E1P32).
«[…] Dios no obra por la libertad de la voluntad» (E1P32C1).
«Confieso que esta opinión que somete todas las cosas a cierta voluntad indiferente de Dios, y
sostiene que todas ellas dependen de su beneplácito, se aparta menos de la verdad que la de aquellos que
sostienen que Dios lo hace todo en razón del bien. Pues éstos parecen poner fuera de Dios algo que no
depende de Dios, a lo que Dios mira como a un modelo en su obrar, o a lo que tiende como a cierto
objetivo. Lo cual, por cierto, no es otra cosa que someter a Dios a la fatalidad, que es lo más absurdo que
cabe afirmar de Dios, ya que hemos mostrado que él es la causa primera y la única libre, tanto de la
esencia de las cosas como de su existencia» (E1P33S2, p. 32).
«[…] si las cosas hubieran sido producidas de otro modo por Dios, habría que atribuir a Dios otra
naturaleza, diversa de la que nos vimos forzados a atribuirle en consideración a la idea del ser
perfectísimo. […] si quisieran meditar la cuestión y detenerse a sopesar bien la serie de nuestras
demostraciones, terminarían rechazando de plano esa libertad [contraria a la necesidad] que suelen
atribuir a Dios, no sólo como ridícula, sino también como un gran obstáculo para la ciencia. […] como
en lo eterno no hay ni cuándo ni antes ni después, de la sola perfección de Dios se sigue que Dios nunca
1
El pasaje de Pablo en Hechos 17:28 dice: «Pues en él [Dios] vivimos, nos movemos y existimos […]». Es importante notar
que este pasaje es una cita extrabíblica, en donde Pablo cita a Epiménides de Cnosos o de Creta (s. VI a.n.e.). Pero en los
siglos XVII y XVIII muchos filósofos se apoyan en Pablo para «darle» fuerza al mundo; por ejemplo, Malebranche, Clarke y
Berkley. Pero Spinoza considera que este principio fue malinterpretado por los nuevos cristianos, primeros adulteradores
de la verdadera doctrina cristiana. Ver Gueroult, Spinoza, L’âme (Ethique 2), pp. 585-586.
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puede ni nunca ha podido decretar otra cosa, o sea, que Dios no existió antes que sus decretos ni puede
ser sin ellos» (E1P33S2, pp. 30-31).
«Las cosas no han podido ser producidas por Dios de una manera ni en un orden distintos de
cómo han sido producidas» (E1P33).
Modos infinitos inmediatos: «Todas las cosas que se siguen de la naturaleza absoluta de un atributo de
Dios, debieron existir siempre y ser infinitas, esto es, son eternas e infinitas en virtud del mismo
atributo» (E1P21).
Modos infinitos mediatos: «Todo cuanto se sigue de algún atributo de Dios, en cuanto que está
modificado por una modificación tal que por él existe necesariamente y es infinita, debe también existir
necesariamente y ser infinito» (E1P22).
«Todo modo que existe necesariamente y es infinito, debió seguirse necesariamente o de la
naturaleza absoluta de algún atributo de Dios o de algún atributo modificado por una modificación que
existe necesariamente y es infinita» (E1P23).
«El entendimiento en acto, ya sea infinito, así como la voluntad, el deseo, el amor, etc. deben ser
referidos a la Naturaleza naturada y no a la naturante» (E1P31). «[…] la voluntad y el entendimiento se
relacionan con la naturaleza de Dios de la misma manera que el movimiento y el reposo, y, en general,
todas las cosas naturales, que (por E1P29) deben ser determinadas por Dios a existir y a obrar de cierto
modo» (E1P32C2). «En Dios se da necesariamente la idea, tanto de su esencia como de todas las cosas
que se siguen necesariamente de esa misma esencia» (E2P3).
«[…] la sustancia pensante y la sustancia extensa es una y la misma sustancia, que es
comprendida ora bajo este ora bajo aquel atributo. Y así, también un modo de la extensión y la idea de
ese modo es una y la misma cosa, pero expresada en dos modos; cosa que algunos hebreos parecen
haber visto como a través de una niebla, ya que afirman que Dios, el entendimiento de Dios y las cosas
por él entendidas son una y la misma cosa» (E2P7S).
Atributo Modos inmediatos infinitos Modos mediatos infinitos Modos finitos
(Universo de las esencias) (Universo de las duraciones, (duraciones)
comprende los modos finitos)
Extensión movimiento y reposo Figura Total del Universo Cuerpos
de la extensión (humanos y otros)
Pensamiento entendimiento y voluntad Figura Total del Universo Ideas
absolutamente infinito del pensamiento (almas y mentes)
«[…] los ejemplos [sobre modos infinitos] que usted pide son: del primer género [o modo
infinito inmediato], en el pensamiento, el entendimiento absolutamente infinito; en la extensión, en
cambio, el movimiento y el reposo; del segundo género [o modo infinito mediato], la faz de todo el
universo, la cual, aunque varíe de infinitos modos, permanece, no obstante, la misma» (Ep 64, p. 278;
ver E1P21-23; KV 1, 3, §2).
mente humana no es otra cosa que la idea de alguna cosa singular que existe en acto» (E2P11). «De aquí
se sigue que la mente humana es una parte del entendimiento infinito de Dios» (E2P11C).
Axioma de la destrucción: «En la naturaleza real no se da ninguna cosa singular más poderosa y
fuerte que la cual no se dé ninguna otra, sino que, dada una cualquiera, se da otra por la que la cosa dada
puede ser destruida» (E4Ax).
consiguiente, la falsedad sólo consiste en que se afirma de una cosa algo, que no está contenido en el
concepto, que de ella hemos formado, como cuando se afirma del semicírculo el movimiento o el reposo
[sin el concepto de esfera]. De donde se sigue que los pensamientos simples no pueden menos de ser
verdaderos, como la idea simple de semicírculo, de movimiento, de cantidad, etc. Lo que éstas contienen
de afirmación, coincide con su concepto, sin exceder en nada de él» (TIE 72).
Deseo. «Tanto si tiene ideas claras y distintas como si tiene ideas confusas, la mente se esfuerza en
perseverar en su ser por una duración indefinida y tiene conciencia de ese esfuerzo suyo» (E3P9). «Este
conato, cuando se refiere sólo a la mente se llama voluntad; pero cuando se refiere a la vez a la mente y
al cuerpo, se llama apetito. Este no es, pues, otra cosa que la misma esencia del hombre, de cuya
naturaleza se siguen necesariamente aquellas cosas que contribuyen a su conservación y que el hombre
está, por tanto, determinado a realizar. Por lo demás, entre apetito y deseo no hay ninguna diferencia,
excepto que el deseo suele atribuirse a los hombres en cuanto que son conscientes de su apetito; y por
eso puede definirse así: ‘el deseo es el apetito con la conciencia del mismo’» (E3P9A; ver E3AF1;
1KV5,1; 2KV17). Si bien la duración es una colaboración, también es una competición contra otros
modos finitos por hacerse de colaboradores.
«Por afecto entiendo las afecciones del cuerpo, con las cuales se aumenta o disminuye, ayuda o
estorba la potencia de obrar del mismo cuerpo, y al mismo tiempo las ideas de estas afecciones»
(E3Def3). «Así, pues, si podemos ser causa adecuada de alguna de estas afecciones, entonces por afecto
entiendo una acción, y en otro caso una pasión» (E3Def3, explicación). «Las acciones de la mente
surgen sólo de las ideas adecuadas; las pasiones, en cambio, sólo dependen de las inadecuadas» (E3P3).
Todo afecto es la variación de potencia que genera cierta idea. Toda idea nos produce un afecto:
reconozco su realidad en cuanto apoya o niega mi realidad.
Alegría y tristeza. «La idea de todo aquello que aumenta o disminuye, ayuda o estorba la
potencia de obrar de nuestro cuerpo, aumenta o disminuye, ayuda o estorba la potencia de pensar de
nuestra mente» (E3P11). «Vemos, pues, que la mente puede sufrir grandes cambios y pasar ora a una
mayor ora a una menor perfección; y estas pasiones nos explican los afectos de la alegría y la tristeza.
En lo sucesivo entenderé, pues, por alegría la pasión por la que la mente pasa a una perfección mayor;
por tristeza, en cambio, la pasión por la que la misma pasa a una perfección menor» (E3P11S).
«[…] cuanto más apto es un cuerpo para hacer o padecer más cosas a la vez, más apta que las
demás es su mente para percibir a la vez más cosas. Y cuanto más dependen de él solo las acciones de
un cuerpo, y menos concurren con él en su acción otros cuerpos, tanto más apta para entender
distintamente es su mente» (E2P13S).
Bien y mal como valores subjetivos, producto del deseo. «[...] nosotros no nos esforzamos,
queremos, apetecemos ni deseamos algo porque juzgamos que es bueno, sino que, por el contrario,
juzgamos que algo es bueno, porque nos esforzamos por ello, lo queremos, apetecemos y deseamos»
(E3P9S). «[...] cada uno juzga o estima, según su afecto, qué es bueno, qué malo, qué mejor, qué peor y
qué, en fin, lo mejor y qué lo peor» (E3P39S).
Diversidad de afectos por objetos e individuos. «Se dan tantas especies de alegría, tristeza y
deseo y, por tanto, de cada afecto que de éstos se compone [...] o que de éstos se deriva [...], como
especies existen de objetos por los que somos afectados» (E3P56). «Cualquier afecto de cualquier
individuo difiere tanto del afecto de otro individuo como la esencia del uno difiere de la esencia del
otro» (3E57). El hombre como el campo de las pasiones, pero éstas siempre tienen un objeto, no existen
al margen de él.
Ambición o humanidad. «También nos esforzaremos por hacer todo aquello que imaginamos
que los hombres miran con alegría y, al contrario, rechazaremos todo lo que imaginamos que los
hombres rechazan» (E3P29). «Este esfuerzo por hacer algo y también de omitirlo, con el único objetivo
de agradar a los hombres, se llama ambición, sobre todo cuando ponemos tanto empeño en agradar al
vulgo que hacemos u omitimos algo con daño propio o ajeno. En otro caso [cuando no hay daño], suele
llamarse humanidad. Por otra parte, llamo alabanza a la alegría con la que imaginamos la acción de
otro, con la que se esforzó en deleitarnos; llamo, en cambio, vituperio a la tristeza con la que nos
oponemos a su acción» (E3P29S).
Idea de sí mismo: gloria, vergüenza, contento de sí y arrepentimiento. «Si uno ha hecho algo
que imagina que afecta de alegría a los demás, será afectado de alegría, acompañado de la idea de sí
mismo como causa, es decir, se contemplará a sí mismo con alegría. Al contrario, si ha hecho algo que
imagina que afecta de tristeza a los demás, se contemplará también a sí mismo con tristeza» (E3P30).
«[…] llamaremos gloria a la alegría acompañada de la idea de una causa interna, y vergüenza a la
tristeza contraria a ella: entiéndase, cuando la alegría o la tristeza surge de que el hombre cree ser
alabado o vituperado; de no ser así, a la alegría acompañada de la idea de una causa interna la llamaré
contento de sí, mientras que a la tristeza contraria a ella la llamaré arrepentimiento. Además, como (por
E2P17C) puede suceder que la alegría, con la que alguien imagina afectar a los demás, sea solamente
imaginaria, y (por E3P25) cada uno se esfuerza en imaginar de sí mismo todo lo que imagina que le
afecta de alegría, fácilmente puede suceder que quien se gloríe, sea soberbio y que imagine ser grato a
todos, cuando a todos es molesto» (E3P30S).
Ambición y enemistad. «Si imaginamos que alguien ama o desea u odia algo que nosotros
amamos, deseamos u odiamos, por eso mismo amaremos, etc. eso más constantemente. En cambio, si
imaginamos que él aborrece lo que nosotros amamos, o al revés, sufriremos fluctuación del ánimo»
(E3P31). «De aquí [...] se sigue que cada cual se esfuerza cuanto puede por que los demás amen lo que
él ama y odien lo que él odia; de ahí lo del poeta: “esperemos por igual y por igual temamos los
amantes; de hierro es, si uno ama lo que otro deja”» (E3P31C). «Este esfuerzo por conseguir que todo el
mundo apruebe lo que uno mismo ama u odia, es, en realidad, ambición. Y por eso vemos que, por
naturaleza, cada cual desea que los demás vivan según su propio ingenio; y como todos lo desean por
igual, por igual se estorban, y mientras todos quieren ser alabados o amados, todos se odian
mutuamente» (E3P31S; ver TP 1/5).
Discordias sociales. «Los hombres pueden discrepar en naturaleza en cuanto que soportan los
conflictos de afectos que son pasiones; y en esa misma medida también, un solo y mismo hombre es
variable e inconstante» (E4P33). «En cuanto los hombres soportan afectos que son pasiones, pueden ser
contrarios entre sí» (E4P34).
Impotencia de la razón. «La fuerza de una pasión o afecto puede superar las demás acciones o
potencia del hombre, de suerte que ese afecto se adhiera pertinazmente al hombre» (E4P6). «El deseo
que surge del conocimiento verdadero del bien y del mal, puede ser extinguido o reprimido por muchos
otros deseos que surgen de los afectos que nos perturban» (E4P15). «De ahí lo del poeta “veo lo mejor y
lo apruebo, pero sigo lo peor”2. Y lo mismo parece haber pensado el Eclesiastés cuando dijo: “quien
aumenta la ciencia, aumenta el dolor”3» (E4E17S).
9. Ética
Remedios para los afectos
2
Ovidio: Metamorfosis, VII, 20-21.
3
Ecl 1:18.
Benedictus de Spinoza (1632-1677) 17
Valores objetivos. «Aquellas cosas que hacen que se conserve la proporción de movimiento y
reposo, que tienen entre sí las partes del cuerpo humano, son buenas; y, al contrario, son malas aquellas
que hacen que las partes del cuerpo humano tengan entre sí otra proporción de movimiento y reposo»
(E4P39). «Por bien entenderé aquello que sabemos con certeza que nos es útil» (E4Def1). «El
conocimiento del bien y del mal no es otra cosa que el afecto de alegría o de tristeza, en cuanto que
somos conscientes de él» (E4P8).
La razón, virtud suprema. «Por virtud y potencia entiendo lo mismo; es decir, la virtud, en
cuanto se refiere al hombre, es la misma esencia o naturaleza del hombre, en cuanto tiene el poder de
hacer ciertas cosas que se pueden entender por las solas leyes de su naturaleza» (E4Def8) «No se puede
afirmar categóricamente que el hombre obra por virtud, en cuanto que es determinado a obrar por tener
ideas inadecuadas, sino tan sólo en cuanto que es determinado por el hecho de que entiende» (E4P23).
«No sabemos con certeza que algo es bueno o malo, sino aquello que conduce realmente a entender o
aquello que puede impedir que entendamos» (E4P27). «El supremo bien de la mente es el conocimiento
de Dios y la suprema virtud de la mente es conocer a Dios» (E4P28).
Criterios morales. «Sólo en cuanto los hombres viven bajo la guía de la razón, concuerdan
siempre y necesariamente en naturaleza» (E4P35). «El bien que apetece para sí todo aquel que persigue
la virtud, lo deseará también para los demás hombres, y tanto más cuanto mayor conocimiento tenga de
Dios» (E4P37). «Aquello que dispone al cuerpo humano para que pueda ser afectado de muchas formas
o lo hace apto para afectar de muchas formas a los cuerpos exteriores, es útil al hombre, y tanto más útil
cuanto más apto hace al cuerpo para ser afectado de muchas formas y afectar a otros cuerpos; y, al
contrario, es nocivo lo que hace al cuerpo menos apto para ello» (4E38). «Las cosas que conducen a la
sociedad común de los hombres o las que hacen que los hombres vivan en concordia, son útiles; y, al
contrario, son malas las que provocan la discordia en la sociedad» (4E40).
«La alegría no es directamente mala, sino buena; en cambio la tristeza es directamente mala»
(4E41). «El odio nunca puede ser bueno» (E4P45). «Quien vive balo la guía de la razón, se esfuerza, en
cuanto puede, por compensar el odio, la ira, el desprecio, etc., de otro hacia él con el amor o la
generosidad» (E4P46). «Los afectos de esperanza y del miedo no pueden ser por sí mismos buenos»
(E4P47). «La compasión, en el hombre que vive bajo la guía de la razón, es por sí misma mala e inútil»
(E4P50). «El contento de sí puede surgir de la razón, y sólo el contento de sí que surge de la razón, es el
máximo que puede darse» (E4P52). «La humildad no es virtud, es decir, no surge de la razón» (E4P53).
«El arrepentimiento no es virtud, es decir, que no surge de la razón; sino que quien se arrepiente de lo
hecho es doblemente miserable o impotente» (E4P54).
Reglas de la razón: la razón enseña los mejores medios para la autoconservación. «Según la
guía de la razón, perseguiremos de dos bienes el mayor y de dos males el menor» (E4P65). «Según la
guía de la razón, perseguiremos un mal menor por un bien mayor y despreciaremos un bien mayor que
es causa de un mal mayor» (E4P65C). «Según la guía de la razón, apeteceremos antes un bien mayor
futuro que un bien menor presente, y un mal menor presente antes que un mal mayor futuro» (E4P66).
«Un mal presente menor, que es causa de un bien futuro mayor, lo apeteceremos según la guía de la
razón, y un bien presente menor, que es causa de un mal futuro mayor, lo despreciaremos» (E4P66C).
Ideal o modelo del hombre libre. «El hombre libre en ninguna cosa piensa menos que en la
muerte, y su sabiduría no es meditación de la muerte sino de la vida» (E4P67). «Si los hombres nacieran
libres, no formarían ningún concepto del bien y del mal mientras fueran libres» (E4P68). «El hombre
libre, que vive entre ignorantes, procura cuanto puede declinar sus favores» (E4P70). «Sólo los hombres
libres son entre sí muy agradecidos» (E4P71). «El hombre libre nunca obra con dolo, sino siempre con
buena fe» (E4P72). «El hombre que se guía por la razón, es más libre en el Estado, donde vive según el
común decreto, que en la soledad, donde sólo se obedece a sí mismo» (E4P73).
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Remedios de las pasiones. «A todas las acciones, a las que somos determinados por un afecto
que es pasión, podemos ser determinados sin él, por la razón» (E4P59). «El poder de la mente sobre los
afectos consiste: 1°) en el mismo conocimiento de los afectos; 2°) en que separa los afectos de su causa
exterior, que imaginamos confusamente; 3°) en el tiempo con que las afecciones, referidas a cosas que
entendemos, superan a las referidas a cosas que concebimos de forma confusa o mutilada; 4°) en la
multitud de causas con que son avivadas las afecciones que se refieren a las propiedades comunes de las
cosas o a Dios; 5) por fin, en el orden con que la mente puede ordenar y concatenar mutuamente sus
afectos» (E5P20S).
9. Política
Derecho natural. «Cada uno existe por derecho supremo de la naturaleza, y, en consecuencia,
por supremo derecho de la naturaleza cada uno hace aquellas cosas que se siguen de la necesidad de su
naturaleza» (E4P37S2). El derecho natural de cada individuo «[...] se extiende hasta donde alcanza el
deseo y el poder de cada uno [...]» (TTP Praef:11). «Así, pues, en virtud de un supremo derecho de la
naturaleza cada uno juzga qué es bueno y qué es malo, y provee a su utilidad según su propio ingenio
(ver E4P19 y E4P20) y se venga (ver E3P40C2), y se esfuerza en conservar lo que ama y en destruir lo
que odia (ver E3P28)» (E4P37S2). «[...] según el derecho de naturaleza, nadie está obligado a vivir
según el ingenio4 de otro, sino que cada cual es garante de su propia libertad» (TTP Praef:11). «Por
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Domínguez traduce « Ingenium » como «criterio».
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derecho natural nadie […] está obligado, si no quiere, a complacer a otro ni a considerar bueno o malo
sino aquello que, según su ingenio, juzga como tal» (TP 2/18).
Estado natural. En el estado natural: «[...] no hay nada que sea bueno o malo por acuerdo de
todos; pues todo el que está en el estado natural, mira tan sólo por su utilidad y decide, según su ingenio
y teniendo sólo en cuenta su utilidad, qué es bueno y qué malo, y no está obligado por ley alguna a
obedecer a nadie, fuera de él mismo; de ahí que en el estado natural no es concebible el pecado»
(E4P37S2).
«Si fuera tan fácil mandar sobre las almas [animus] como sobre las lenguas, todo el mundo
reinaría con seguridad y ningún Estado sería violento, puesto que todos vivirían según el ingenio de los
que mandan y sólo según su decisión juzgarían qué es verdadero o falso, bueno o malo, equitativo o
inicuo» (TTP 20:239).
Sociedad. «[…] puesto que todos los hombres, sean bárbaros o cultos, se unen en todas partes
por costumbres y forman algún estado político, las causas y los fundamentos naturales del Estado no
habrá que extraerlos de las enseñanzas de la razón, sino que deben ser deducidos de la naturaleza o
condición común de los hombres» (TP 1/7). «Dado que los hombres se guían [...] más por la pasión que
por la razón, la multitud tiende naturalmente a asociarse, no porque la guíe la razón, sino algún
sentimiento común, y quiere ser conducida como por una sola mente, es decir [...] por una esperanza o
un miedo común o por el anhelo de vengar un mismo daño» (TP 6/1).
Dios o la naturaleza: «[...] no crea las naciones, sino los individuos, los cuales no se distribuyen
en naciones sino por la diversidad de lenguas, de leyes y de costumbres practicadas; y sólo de estas dos,
es decir, de las leyes y de las costumbres, puede derivarse que cada nación tenga un ingenio especial,
una situación particular y, en fin, unos prejuicios propios» (TTP 17:217).
Potencia ≠ Potestad o dominio político. «[...] cada individuo depende jurídicamente de otro en
tanto en cuanto está bajo la potestad de éste, y [...] es jurídicamente autónomo en tanto en cuanto puede
repeler, según su propio ingenio5, toda fuerza y vengar todo daño a él inferido, y en cuanto, en general,
puede vivir según su propio ingenio» (TP 2/9). «Tiene a otro bajo su potestad, quien lo tiene preso o le
quitó las armas y los medios para defenderse o de escaparse, o quien le infundió miedo o lo vinculó a él
mediante favores, de tal suerte que prefiere complacerle a él más que a sí mismo y vivir según su
ingenio6 más que según el suyo propio. Quien tiene a otro bajo su potestad de la primera o de la segunda
forma, sólo tiene su cuerpo, pero no su mente. En cambio, quien lo tiene de la tercera o la cuarta forma,
ha hecho suyos tanto su mente como su cuerpo, aunque sólo mientras persista el miedo o la esperanza;
pues tan pronto desaparezca ésta o aquél, el otro sigue siendo jurídicamente autónomo» (TP 2/10).
Fundamento del Estado: pacto y ley común. «Nadie puede dudar, sin embargo, cuánto más útil
les sea a los hombres vivir según las leyes y seguros dictámenes de la razón, que [...] no buscan otra cosa
que la verdadera utilidad humana. Ni nadie tampoco que no desee vivir, en cuanto pueda, con seguridad
y sin miedo [...] Y, si consideramos, además, que sin la ayuda mutua los hombres viven necesariamente
en la miseria y sin poder cultivar la razón [...] veremos con toda claridad que, para vivir seguros y lo
mejor posible, los hombres tuvieron que unir necesariamente sus esfuerzos. Hicieron, pues, que el
derecho a todas las cosas que cada uno tenía por naturaleza, lo poseyeran todos colectivamente [...] El
derecho de dicha sociedad se llama democracia; ésta se define, pues, como la asociación general de los
hombres que posee colegialmente el supremo derecho a todo lo que puede» (TTP 16:191-193; ver TP
2/15-17).
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Atilano Domínguez traduce aquí «Ingenium» como «criterio».
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Atilano Domínguez traduce « ingenium » como «criterio».
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«[...] el pacto no puede tener fuerza alguna, sino en razón de la utilidad, y que, suprimida ésta, se
suprime ipso facto el pacto y queda sin valor. Por tanto, es necio pedir a alguien que nos sea siempre fiel
a su promesa, si, al mismo tiempo, no se procura conseguir que al que rompa el pacto contraído, se le
siga de ahí más daño que utilidad. Esta doctrina debe aplicarse, sobre todo, en el momento de organizar
un Estado» (TTP 16:192).
«La constitución de cualquier Estado [Imperium] se llama política [status civilis]; el cuerpo
íntegro [integrum corpus] del Estado se denomina sociedad [civitas]; y los asuntos comunes [communa
negotia] del Estado, cuya administración depende de quien detenta el poder estatal, reciben el nombre de
asuntos públicos [respublica]» (TP 3/1).
«[...] no hay razón alguna que nos permita siquiera pensar que, en virtud de la constitución
política [ex civitates instituto], esté permitido a cada ciudadano vivir según su propio ingenio7; por tanto,
ese derecho natural, según el cual cada uno es su propio juez, cesa necesariamente en el estado político.
Digo expresamente en virtud de la constitución política, porque el derecho natural de cada uno (si lo
pensamos bien) no cesa en el estado político. Efectivamente, tanto en el estado natural como en el
político, el hombre actúa según las leyes de su naturaleza y vela por su utilidad» (TP 3/3). «[...] tampoco
podemos concebir que esté permitido a cada ciudadano interpretar los decretos o derechos de la
sociedad. Pues, si le estuviera permitido, cada uno sería ipso facto su propio juez, ya que no le sería nada
difícil excusar o revestir de apariencia jurídica sus actos. Organizaría, pues, su vida según su propio
sentir [ex suo ingenio], lo cual [...] es absurdo» (TP 3/4).
«[…] un Estado cuya salvación depende de la buena fe de alguien y cuyos negocios sólo son bien
administrados, si quienes los dirigen, quieren hacerlo con lealtad, no será en absoluto estable. Por el
contrario, para que pueda mantenerse, sus asuntos públicos deben estar organizados de tal modo que
quienes los administran, tanto si se guían por la razón como por la pasión, no puedan sentirse inducidos
a ser desleales o a actuar de mala fe. Pues para la seguridad del Estado no importa qué impulsa a los
hombres a administrar bien las cosas, con tal que sean bien administradas. En efecto, la libertad de
espíritu o fortaleza es una virtud privada, mientras que la virtud del Estado es la seguridad» (TP 1/6; ver
TP 7/2; TTP 17:202-3).
«[...] como el verdadero fin de las leyes sólo suele resultar claro a unos pocos, mientras que la
mayoría de los hombres son casi completamente incapaces de percibirlo y están muy lejos de vivir de
acuerdo con la razón, los legisladores, a fin de constreñir a todos por igual, establecieron sabiamente un
fin muy distinto de aquel que necesariamente se sigue de la naturaleza de las leyes. A los cumplidores de
las leyes [los legisladores] les prometieron, pues, aquello que más ama el vulgo, mientras que a sus
infractores les amenazaron con lo que más teme; es decir, que han procurado sujetar, en la medida de lo
posible, al vulgo como a un caballo con un freno. De ahí que se ha considerado, ante todo, como ley una
forma de vida que es impuesta a los hombres por mandato de otros; y, en consecuencia, los que
obedecen a las leyes, viven, como suele decirse, bajo la ley y parecen sus esclavos» (TTP 4:58-59).
Fin del Estado: razón y libertad. «Así como en el estado natural el hombre más poderoso es
aquel que se guía por la razón, así también es más poderosa y más autónoma aquella sociedad que es
fundada y regida por la razón. Pues el derecho de la sociedad se determina por el poder de la multitud
que se rige como por una sola mente. Ahora bien, esta unión mental no podría ser concebida por motivo
alguno, sino porque la sociedad busca, ante todo, aquello que la sana razón enseña ser útil a todos los
hombres» (TP 3/7). «Cuando decimos, pues, que el mejor Estado es aquel en que los hombres llevan una
vida pacífica, entendemos por vida humana aquella que se define, no por la sola circulación de la sangre
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Atilano Domínguez traduce aquí «ex suo ingenio» como «según su propio sentir».
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y otras funciones comunes a todos los animales, sino, por encima de todo, por la razón, verdadera virtud
y vida de la mente» (TP 5/5). «El verdadero fin del Estado es, pues, la libertad» (TTP 20:240).
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
SPINOZA. Compendio de gramática de la lengua hebrea. González Diéguez, G. (introd., trad. y notas). Madrid:
Trotta, 2005.
SPINOZA. Correspondencia. Introd., trad. y notas de A. Domínguez. Madrid: Alianza Editorial, 1988. [Epistolae.
1661-1677. Ed. Gebhart, op. cit., vol. 4, pp. 1-336.]
SPINOZA. Ética. Introd., trad. y notas de A. Domínguez. Madrid: Trotta, 2000. [Ethica more geometrico
demonstrata. ¿1663-1675? Ed. Gebhart, op. cit., vol. 2, pp. 41-308.]
SPINOZA. Tratado Breve. Introd., trad. y notas de A. Domínguez. Madrid: Alianza Editorial, 1990. [Korte
Verhandeling … ¿1663? Ed. Gebhart, op. cit., vol. 1, pp. 1-121.]
SPINOZA. Tratado de la Reforma del Entendimiento. Principios de la Filosofía de Descartes. Pensamientos
Metafísicos. Introd., trad. y notas de A. Domínguez. Madrid: Alianza Editorial, 1988. [Tractatus de
Intellectus Emendatione. 1663. Ed. Gebhart, op. cit., vol. 2, pp. 1-40. Renati Des Cartes Principorum
Philosophiae Pars I. 1663. Ed. Gebhart, op. cit., vol. 1, pp. 123-230. Cogitata metaphysica. 1663. Ed.
Gebhart, op. cit., vol. 1, pp. 231-281).]
SPINOZA. Tratado Político. Introd., trad. y notas de A. Domínguez. Madrid: Alianza Editorial, 1986. [Tractatus
Politicus. 1677. Ed. Gebhart, op. cit., vol. 3, pp. 269-360).]
SPINOZA. Tratado Teológico-Político. Introd., trad. y notas de A. Domínguez. Madrid: Alianza Editorial, 2003
(2ª ed.). [Tractatus Theologicus-Politicus. 1670. Ed. Gebhart, op. cit., vol. 3, pp. 1-267.]
BIBLIOGRAFÍA COMPLEMENTARIA
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DELEUZE, G. Spinoza: filosofía práctica. Trad. de A. Escotado. Barcelona: Tusquets, 2001 (19811).
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