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Etnopsicoanálisis:
sujeto onírico y sujeto epistémico
Cuando leí La Interpretación de los Sueños de Freud (1900), durante el tercer año escolar de la
secundaria, me impactó a tal grado que decidí estudiar psicoanálisis ---que por aquel entonces
tenía poco tiempo que se enseñaba en la UNAM. Yo quería ser interpretador de sueños. Ahora
ya entiendo que eso sería más bien un chamán y no un psicoanalista; pero ahora entiendo
también que ambos tienen un poco uno del otro; o quizá mucho más de lo que pensamos.
Entender eso me costó algún tiempo al igual que le costó al psicoanálisis décadas de diálogo
difícil con la antropología llegar a entenderlo, y además aceptarlo como lo que ahora se conoce
por etnopsicoanálisis.
En etnopsicoanálisis se sabe que el chamán conocido como espiritista o espírita ---que recibe
el don de los dioses o espíritus y a través de sus sueños--- ejerce precisamente en el ámbito
del subconciente, de sus objetos, de sus procesos y figuras. Lo que hace es materializar o
concretar los fantasmas suficientemente para poder enfrentarlos con los recursos yoicos y la
palabra, el fantasma pierde así su dimensión etérea, inaccesible, invulnerable, fantasmática; y
se modifican entonces las relaciones de/con objetos malos o persecutorios; quizá esto les
parezca familiar a los psicoanalistas cazafantasmas. Ese tipo de chamán, pues, impacta
precisamente en el terreno donde tiene su etiología la histeria, el delirio esquizo, la perversión,
el pensamiento mágico-religioso, donde se dan la condensación y el desplazamiento como
procesos constructores del símbolo y el sueño; donde se articulan los registros de lo real, lo
imaginario y lo simbólico. Y él es habitante permanente de esa casa de los espejos que es la
Identificación Proyectiva.
Lo que se impacta con el discurso mediumnímico, en trance espiritista, son las relaciones de
poder entre deseo y objetos, entre catexias y contracatexias, entre procesos intrapsíquicos
defensivos, incluso entre factores psicopatógenos. Se impacta asimismo los procesos de
organización y producción del saber subconciente, de ese saber que llega a la conciencia
configurado con su lógica singular, con esa lógica nada racionalista, nada kantiana, cargada de
las más diversas tonalidades afectivas; con esa lógica sui géneris de la actividad onírica: que
es de por sí a-moral, a-temporal, a-racional, a-histórica.
Así, esa lógica mágica y mística es en realidad el dispositivo analítico y hermenéutico del
hombre-de-saber, del hombre-que-cura; del sistema chamánico dice Michele Perrin cuando
habla de la lógica chamánica en el libro Chamanismo en Latinoamérica (Lagarriga, et al, 1995).
Y también es el dispositivo de su "paciente", pues lo usual es que ambos se encuentren en el
espacio que les brinda una cultura en común, una cultura compartida que los identifica y que
los comunica. Es decir, comparten un saber culturalmente organizado, internalizado, que les
permite creerse uno al otro, tener fe. Requisito indispensable pues sin la fe no hay resultados,
ni siquiera condiciones para la comunicación o el diálogo. Es un saber que se internaliza en el
proceso de endoculturación y que sustenta el discurso del poder chamánico, de herencia oral
generación tras generación.
De tal manera que el chamán indígena es un mediador entre dioses y hombres como Hermes
en la Antigua Grecia, también es un mediador entre inconciente y sociedad como Freud en
Viena. Y es en verdad un agente o sistema que organiza y que evidencia la producción del
conocimiento desarrollada por el sujeto cultural, incluso por el sujeto onírico, por el sujeto
histórico; y en síntesis final por el sujeto epistémico.
El interpretador de sueños es un chamán especializado, aprende y trabaja con los sueños y el
soñar, con la voz del "mundo otro", del mundo sagrado, sobrenatural. El que interpreta sueños
puede ser también simple vehículo espiritista que presta su cuerpo y su voz para el discurso
mediumnímico de algún espíritu, que es el que realmente interpreta o responde la pregunta. A
veces interpreta y a veces da información para que el "paciente" o consultante pueda llegar a
una interpretación, la que con frecuencia se siente o se presenta como un auténtico insight de
corte psicoanalítico. El interpretador de sueños puede --efectivamente-- establecer un diálogo
de sujeto-a-sujeto, un diálogo entre sujetos de la misma condición sociohistórica y cultural.
Ciertamente, todo eso va más allá del principio freudiano acerca de los sueños como simple
realización de deseos frustrados durante la vigilia. Ese sería un tipo de sueños pero no todos
los existentes, y esa sería una de las funciones del soñar, pero sólo una entre muchas otras.
Resulta evidente, ahora, que las aportaciones del sujeto indígena a los criterios interpretadores
enriquecen en mucho la capacidad de comprensión psicoanalítica del fenómeno onírico. Y es
de hacerse notar que ya existían antes de la famosa traumdeutung freudiana. Así que debemos
destacar --no sin cierta sonrisa irónica-- que la interpretación de los sueños hoy ya cuenta con
mayores recursos que hace cien años en Viena.
Ahora se trata de comprender al objeto a través del sujeto, a través de la subjetividad, a través
de su mirada singular de la verdad. Ya es tan importante la realidad como la percepción y
representación que de ella tiene el sujeto, o sea la construcción que de esa realidad está
logrando cada sujeto. Y que finalmente será una construcción hermenéutica, por supuesto, y
fenomenológica a partir de la experiencia y la vivencia. Así, la "dura" racionalidad modernista
no tiene más opción que aceptar la necesaria y "blanda" irracionalidad "posmodernista" (¿?). Lo
que recuerda las palabras del Quijote sufriendo por Dulcinea del Toboso, cuando apasionado le
dice: "razón de mi sinrazón, sentido de mis sinsentidos".
Y es así cómo las ciencias del sujeto y la subjetividad entran al escenario epistemológico de las
relaciones de poder interdisciplinarias. Es un escenario de montaje positivista que exige rígidas
normas de comportamiento y lenguaje, con mecanismos foucaultianos de exclusión: como
forma de asegurarse el poder del saber y el saber como poder. Freud es un claro ejemplo de lo
que tuvo que hacer para ser aceptado en ese escenario, otro es el caso del mismo Devereux y
el etnopsicoanálisis.
Nuestra propuesta surge de uno de los cuestionamientos que se le hacen al psicoanálisis por
parte especialmente de filósofos y epistemólogos. Ese cuestionamiento señala que en la
situación analítica --tanto de investigación como de intervención-- los psicoanalistas (y
positivistas) establecemos una relación de sujeto-a-objeto, en la que el paciente o el observado
es el objeto y el analista o el observador es el sujeto. Es esa una relación vertical, autoritaria,
es una relación de poder asimétrica entre el terapeuta o investigador y el paciente o
investigado. Sucede lo mismo en el caso del psicoanalista-etnólogo, de modo que cada sujeto
cultural o grupo étnico recibe un tratamiento de objeto y no de sujeto, es pues el objeto
observado, es el objeto interpretado, es el objeto intervenido, es siempre el objeto.
Esa relación tradicional de sujeto a objeto --derivada de las ciencias naturales y físicas-- se
fractura al trasladarse a las ciencias sociales y humanas puesto que el ser humano tiene la
capacidad de dialogar, la cual no tienen los objetos físicos y naturales; y el ser humano tiene la
capacidad de participación. Es decir de participar en el proceso de investigación o de
intervención pero en calidad de sujeto. Y así en la medida en que se le reconoce su calidad de
sujeto a ese grupo étnico, a ese paciente, a esa comunidad investigada, se tiene la posibilidad
y las condiciones de establecer una relación de sujeto a sujeto y no de sujeto a objeto. En otras
palabras se establece una relación dialógica en la que ambos sujetos culturales observan,
explican, interpretan; y sobre todo producen el conocimiento. Es un conocimiento mestizo
producto de procesos sincréticos en espacios interculturales. Y de esa manera se logra
dimensionar al sujeto indígena, al sujeto onírico, al sujeto cultural, como un verdadero sujeto
epistémico.
Notas
1 Información de campo proporcionada por la antropóloga Cristina Manca, durante un seminario del
doctorado en Salud Mental Comunitaria, 1999.
2 Recomendación de Don Rodolfo, espirititista xalapeño muy conocido por su capacidad curativa que
murió hace algunos años.
Bibliografía.
--, 1977. De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento. Siglo XXI Editores,
México.