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Autonomía y sentido de la vida

Jorge Luis Muñoz

Desde antes de Bauman1 ha habido una gran preocupación por encontrarle un sentido a la vida
propia. Viktor Frankl2 incluso propone toda una filosofía al respecto, sin embargo la búsqueda de
sentido para la vida solamente tiene sentido dentro del capitalismo. En efecto, el capitalismo para
existir requiere del individuo aislado sin mayores lazos grupales que aquellos que le permitan la
subsistencia y que el capitalismo no puede cubrir.

Desde muy temprano el capitalismo experimentó encerrando a los trabajadores en fábricas


aislándolos de sus comunidades. Donzelot3 narra como el capitalismo se conformó remitiendo a la
mujer al hogar, a los hijos a la escuela y al hombre a la fábrica bajo la férula del poder del estado.
Actualmente la vida gira en torno al consumo y es ahí en donde se debe encontrar sentido a la
vida. Por desgracia la oferta de consumibles, con ser amplia, no es suficiente, acaba por inducir
hastío y aburrimiento debido a procesos puramente biológicos.

Típico de los promocionales televisivos y desprendido de los hombres llamados genios (de los
cuales se desprende que habrían de imitarse), es la búsqueda del sentido de la vida dedicándose a
alguna tarea en la vida: ser verde ecologista, pintor, político, web master, escritor, perseguidor de
sueños, buen padre, etc. Tarea que ciertas clases acomodadas y ciertas personalidades “firmes”
están en posición de realizar, quedando el resto de la humanidad sin posibilidad alguna de
perseguir sueños o genialidades.

Al requerir consumidores individuales el capitalismo necesita calentamientos globales, terroristas


u OVNIS para construir sentidos de la vida globales y administrables, además de los que cada
individuo debe construirse en lo personal. Para tales efectos recicla a Dios, a santos locales, genios
del arte, la ciencia, la filosofía, o el espectáculo y todo aquello capaz de retener la atención de la
gente aunque sea por unos pocos minutos. Con ese batallar logra construir redes neurales que
guían la percepción y construyen la que sostiene al sistema en una suerte de metástasis
rizomática que invade todo el tejido bio-psico-social.

Pese a ser el impulso vital principal, el requerimiento de un sentido de la vida no aparece sino
hasta el capitalismo, en el cual la necesidad de darle sentido a la vida se hace patente al quedar el
individuo al cargo de si mismo. En sociedades anteriores los soberanos y la religión se encargaron
de darle sentido a la vida. Ahora ya no hay un esclavista, un tirano o un Dios para guiar a la gente.
Si no se cuenta con la bendición de alguna locura o alguna vulgar fijación, se discurre a la deriva
quedando el consumo como único clavo ardiente.

La búsqueda de sentido para la vida que es consustancial al capitalismo no lo es para una


autonomía, ya que el sentido de la misma está en el hacer diario y no en el planteamiento
intelectual. El sentido de la vida autonomista emana de la acción colectiva, de la experiencia
compartida. A nivel biológico se funda en el proceso del error de predicción al contar con
expectativas avaladas por un colectivo y no por impulsos coyunturales. A nivel social surge de la
acción solidaria del grupo, misma que refuerza la tendencia biológica de la búsqueda de
sobrevivencia.
Hablar del sentido de la vida en una autonomía solo refiere las tendencias personales de cada
estructura perceptual individual y no a un sentido de la vida general. El hacer colectivo es la base
de sentidos individuales, mismos que en estricto rigor ya no son sentidos de la vida, sino
tendencias de vida debidas a estructuras perceptuales específicas. Tales tenencias no son sentidos
de vida en tanto que cambian continuamente proporcionando orientaciones que pueden llegar a
ser contradictorias. Las tendencias de los llamados genios tampoco constituyen sentidos de la
vida debido a que obedecen a fijaciones (las más de las veces) debido a procesos mentales atípicos
o francamente desquiciados. Es decir, carece de sentido hablar del sentido de la vida en
comunidades integradas (no esas comunidades que funda el capitalismo en base a créditos y
políticas gubernamentales).

El sentido de la vida en una comunidad integrada estaría en su hacer, pero ese es su hacer y no su
sentido de la vida. El sentido de la vida se diluye en el hacer por lo que resulta ocioso, sin sentido y
hasta ridículo llamar al hacer colectivo “sentido de la vida”.

El hacer colectivo provee de individuos equilibrados porque cada acción emerge dentro de una
cadena coherente de haceres que coinciden con imperativos biológicos y sociales, por ello, ahí el
sentido de la vida no puede existir. Éste es un concepto nacido del hacer capitalista. El hacer de las
comunidades emana de su auto representación, de lo que ellas creen de ellas mismas y no de un
concepto administrado por los aparatos de poder.

El hacer comunitario en torno al empleo, la diversión-esparcimiento, el sexo y la producción de


novedades es el marco que hace innecesario al sentido de la vida. El hacer colectivo no puede
representar la anulación del individuo. Ningún sistema despótico, ni el capitalismo capaz de hacer
metástasis con todos los aspectos de la vida, ha podido eliminar la individualidad por la simple
razón de que esta obedece a un proceso vital básico. Una autonomía que se precie de serlo deberá
tener alternativas para la disidencia y ser tan amplia como para contener muchos mundos.

Xochimilco, CDMX
Agosto de 2017

1
Bauman, Sigmut. El arte de la vida. E-pub. 2008
2
Frankl, Vicktor. El hombre en busca de sentido. Ed. Herder. Barcelona, 1991
3
Donzelot, Jaques. La policía de las familias. Ed. pretextos. Valencia, 1979

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