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ISSN: 0121-7550
nomadas@ucentral.edu.co
Universidad Central
Colombia
El presente ensayo es una interpretación de la obra del artista conceptual Bernardo Salcedo –recientemente fallecido–
como supuesto miembro colombiano de un nuevo periodo internacional iconoclasta.
Palabras clave: Bernardo Salcedo, iconoclasta, Jörgersen, blanco, poesía, ceguera.
O presente ensaio é uma interpretação da obra do artista conceitual Bernardo Salcedo –recentemente falecido–
como suposto membro colombiano de um novo período internacional iconoclasta.
Palavras-chaves: Bernardo Salcedo, iconoclasta, Jörgersen, alvo, poesia, cegueira.
This essay is an interpretation of the works of conceptual artist Bernardo Salcedo –who recently died– as the so-
called Colombian member of a new international iconoclastic period.
Key words: Bernardo Salcedo, iconoclastic, Jörgersen, white, poetry, blindness.
* Escritor, crítico de arte, autor de diversos libros y director de las revistas: Desde el Jardín
de Freud, Palimpsesto (Universidad Nacional de Colombia) y Conversaciones desde La
Soledad (Arte-Ensayo-Poesía-Ciudad y Política). E-mail: santiagomutis@etb.net.co
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“Obra de Bernardo Salcedo, 196_”
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muy refinados), sino porque no veía en él más que “...se acabó...”; Botero, “como primitivista es haitiano,
diseño; precisamente lo que son, y de lo que extraña- como pintor es mexicano y como escritor es La alegría
mente carecen, sus árboles del Banco de la República: de leer”; Beatriz González “se dedicó a la teoría del
una escultura insípida –de tamaño escultórico– y de arte... está buscando en la cultura formas para desa-
enorme insignificancia. ¿Acaso una ironía, invo- rrollar su venta creativa”; Luis Caballero, “está hacien-
luntaria? Un bosque decorativo en nuestro “Miedo do cosas muy malas en dibujo... Qué tal que regrese a
Ambiente”, como dice el poeta Juan Manuel Roca, sus proyectos de Capilla Sixtina. Eso es retórica”; Roda,
pues, no nos engañemos, “la muerte ha de ser que no “nos aburre con una serie de óleos trasnochados y al-
haya más árboles” (Armonía Somers). mibarados”, y Negret –siguiendo su esfuerzo de
reducidor de cabezas, y de espíritus–, sería probable-
mente un origamista de salón, “y cree que es un escul-
I. La fe del descreido tor”; pero él se queja de los rechazos, de las
discriminaciones y, principalmente, de que le obsta-
En el seco divertimento de las clasificaciones, Ber- culicen la entrada a los museos, donde él quiere ocu-
nardo Salcedo sería un neonadaista (“No hay verdad, par el lugar de los pintores y de los escultores, y ganarse
sino la vida absurda que mueve sus orejas de asno”, su público. Extrañamente, Salcedo hace concursar su
Gonzalo Arango, 1965), al menos en una clasifica- Caja de Dante en un premio de pintura, y promueve
ción casera para su primera etapa, que duró diez años. un escándalo –manía que convertirá en método, y en
También podríamos hacerlo caber en la frase que es- apoyo publicitario– al ver que no todos lo celebran, y
grimieron los surrealistas intentando defender y poeti- a quienes se lo niegan (“¿por qué quiere Salcedo un
zar el azar: “El encuentro fortuito de un paraguas y premio de pintura?”) los amenaza en la prensa con
una máquina de coser sobre una mesa de disección”.
demandarlos. Finalmente, Salcedo es premiado como
pintor. De manera que con esta primera Caja de Dante,
Su caja “Lo que Dante nunca supo (Beatriz amaba
Salcedo representa su propia encrucijada: ¿por dónde
el control de la natalidad)” (1966) está compuesta
comenzar? Por la propia muerte, respondería tal vez
por una docena de huevos dentro del cajón de una
Salcedo, valientemente. Le ha decretado arbitraria-
vieja “cámara fotográfica” –¡de 1,20 metros de alto!–
mente la muerte a la pintura, para nacer como artista.
pintada de blanco en 7 de sus 8 caras, con tres o cua-
Y ahora, el pintor premiado desafía: “no soy profesio-
tro muñoncitos infantiles. Su punto de vista –o el de
nal ni soy un artista”.
la vieja “cámara”– apunta hacia un horizonte negro
–¿la pintura?– de donde nos vienen estos huevos esté-
riles, que él convierte en obra, o en apuesta visionaria Pero cuando debe hacer la lista de los grandes ar-
(o pronóstico), sobre la explosión demográfica tistas colombianos, dice: “Botero, Obregón, Salcedo”.
(sobrepoblación) o la muerte de la pintura. (Para no Ha “destruido” a la generación anterior y se pone a la
comentar esto de la muerte de la pintura, digamos sólo cabeza de la propia, donde hay mejores artistas que él:
que hay quienes, en semejante caso, preferiríamos de- Pablo Solano, Antonio Grass, Augusto Rendón, Darío
cir que “el Arte se ha quedado momentáneamente sin Jiménez, Feliza Burztyn, Beatriz González, Pedro
artistas”). Salcedo, un arquitecto sin don ninguno para Alcántara, María Tereza Negreiros, Miguel Ángel Ro-
la pintura ni para el dibujo, y tal vez tampoco para la jas, Nirma Zárate, Leonel Góngora, Luis Caballero,
escultura, tiene soluciones formales para sus ideas, Judith Márquez, Luciano Jaramillo, Alicia Tafur, Au-
¡imaginación!, a veces corrosiva, otras poética, algu- gusto Rivera, Antonio Samudio, Manuel Camargo,
nas banal. Juan Cárdenas, Félix Ángel, Fernell Franco, Alicia
Viteri, Óscar Jaramillo... Entre tantos y tan buenos,
Eduardo Ramírez Villamizar le parecía apenas un Salcedo es el raro, como también Feliza, pero ella no
diseñador; Calor Rojas, “simple figura de papel... de pretendía sino trabajar, y murió temprano. Además,
falsos procederes estéticos”; Carlos Granada, “el más Salcedo ama a Marta Traba, a quien respalda desde su
oscuro exponente de la mediocridad plástica”; Ma- columna periodística en medio de las feroces polémi-
nuel Hernández, “sutilmente asociado al elenco rep- cas en torno a los salones de artistas, y lo hace con un
til”; Santiago Cárdenas, “títere pusilánime”; Obregón, seudónimo de dibujos animados: El Doctor Trueno.
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escoger, relacionar, develar, otorgar significados utili- Kahlo al titular su cuadro del asesinato –masacre– de
zando objetos de la vida común, ajenos por completo una mujer, cien veces apuñaleada por su sanguinario
al arte, pero no a la narración de los hechos. Hacer amante, “Unos cuantos piquetitos”. Como Salcedo no
propias estas primeras letras de un arte que no lo es, y renuncia a “la sensación estética” –más bien la busca
darle forma, marco, espacio y un significado personal, desesperadamente–, y como, sin duda, su obra está
es indudablemente una ruptura, y una aventura. Lo dotada de energía –cualidad, digamos, del objeto ar-
cual no supera nada, mucho menos la pintura (o la tístico–, nosotros recibimos o somos víctimas de su
escultura). El artista sin atributos debe valerse de otros “estímulo estético”; es decir: estamos en pleno dere-
medios, recoger su voz entre los escombros. Y esto es cho de interpretar y hasta de juzgar su obra, tanto for-
más que extraordinario. Pero lejos ya del valiente y malmente como en su contenido, si hemos de creer
oscuro inicio (Duchamp), podemos criticar cualquier que el artista es dueño y señor de sus medios (o que
balbuceo, sin asombrarnos tánto por la novedad y el contrata buenos artesanos que cumplen sus deseos); y
descubrimiento, sino preguntándonos qué nos dice por tanto, el tal “estímulo estético” –cosa buscada por
Salcedo con este nuevo lenguaje, que ya pronto cum- el artista–, por definición es cosa nuestra. De manera
plirá un siglo. que su monólogo, convertido en diálogo, puede crear
complicidad, reconocimiento y franco rechazo. “Quien
Se dice que los surrealistas fueron los primeros en expone se expone”, dice el viejo adagio, “y nos expo-
hacer hablar a la pintura de algo diferente a pintura; ne”, hay que agregar; así que la respuesta a su obra no
no lo creo, ni tampoco me parece tan grande el méri- sólo es un derecho moral sino también un deber, si es
to; ni creo que su no-pintura pueda siempre decirnos que nos tomamos en serio. Él mismo lo propone: “to-
más de lo que nos dice un cuadro de Wyeth o de davía valoran la plástica por su importancia visual y
Hopper, o que un pequeño óleo de Vermeer, para no por su importancia formal y no por la esencia misma
compararlos con la bestia humana que hizo lo que hizo del arte” (1970). Lo paradójico es que buena parte de
en Altamira (aunque Magritte, con su pintura elemen- su trabajo tiene sólo un valor formal, plástico, pues es
tal o no-pintura, haya logrado hacer flotar en el aire su solución formal lo que la valida como obra. Y la
una idea, liberada de valores plásticos, más no de la paradoja continúa, pues, por ejemplo, por su acumu-
imagen). Salcedo creía que estaba acabando con la lación de objetos, formalmente lo llaman barroco, pero
pintura. Si tal cosa fuera posible, ella se acabaría sola. carece del gozo y la exaltación de la vida propios del
Sin el diseño aprendido de la arquitectura (que reem- Barroco. De manera que si la crítica insiste en su aná-
plaza los valores de la plástica) Salcedo no habría po- lisis formal, en la manera de estructurar y construir, en
dido darle forma, contención, expresión, contenido, su manera de abrir y cerrar espacios “arquitectónicos”,
a la oscura voz que lo empujaba a recoger muñecos, a es porque claudica ante su poética, lo cual es insólito
conservar maletas, a no poder contenerse ante la mano en un artista que se pretenderá conceptual. ¿Un arte
de una santa tallada en madera y decidirse a “cortár- conceptual sin concepto? ¿“La poesía se quedó sin
sela” para ensamblarla en su obra en proceso. Todos poetas”?
tenemos esos impulsos, pocos se dedican a oírlos, me-
nos aún logran decir lo que oyen, y casi ninguno logra La civilización improvisada
interesarnos con lo que encuentran. Lenguaje y ver-
dad, sí, pero el lenguaje también sirve para mentir. El La Caja de Dante, como todas sus otras cajas, es
lenguaje es aprendido, la verdad es nuestra. una nítida propuesta artística: diseño riguroso, escue-
to, contundente, rígido, a veces sepulcral, que se abre
Este largo periodo de Salcedo lo resume la inteli- como una metafísica flor de madera para mostrarnos
gentísima, bien informada, culta, vehemente y buena en el centro su contenido, totalmente diferente, abi-
prosista Marta Traba –a quien no sé por qué nunca garrado y hermético, al que nos atrae como a insec-
nombran como parte de la generación de Mito– con tos. Todo lo ha cubierto de blanco para aislarlo de la
sólo dos palabras: “desmembramiento caprichoso”, pero realidad, para darle unidad de obra, para mostrarnos
no dice más al respecto; al mismo tiempo menciona el su novedoso escenario como un lenguaje puro y po-
“absurdo –como un elogio– y habla del humor más deroso, que aún no sabe hablar, frío como un bisturí.
fino”, lo cual me parece otra ironía, como la de Frida Un nuevo espacio, para el delirio; un nuevo lenguaje,
La figura, no sólo infantil sino religiosa, es un re- Salcedo termina este periodo –o lo culmina– con
cuerdo colectivo: el pesebre. Para quienes duden de una obra en donde forma, color, contenido y texto apun-
esta asociación, o de su “actualidad”, puedo darles un tan en una misma dirección, en donde la caja y el co-
ejemplo: al grave fenómeno del calentamiento global lor blanco –y el supuesto vértigo de la caída que es
que hoy amenaza a nuestra improvisada civilización, se también nacimiento y viaje al “más allá”– al fin de-
le llama El Niño, no por ironía, sino porque el calenta- nuncian su simbología: la Muerte.
miento del océano Pacífico y la corriente cálida que
causa sucede en Navidad; por eso la gente lo llama El Se trata de El enmaletado (o El último viaje), “mo-
Niño. Luego esta “imagen” no es del todo arbitraria, tivo” proporcionado abruptamente por la realidad: un
sino que pertenece a la cálida corriente subterránea de hombre descuartizado es encontrado en un taxi den-
nuestro inconsciente, sobre todo en quien se ha con- tro de una maleta (El Tiempo, 1975). La realidad co-
vertido al ateismo, como creo es el caso de Bernardo lombiana supera entonces su exploración en la
Salcedo. He ahí el diálogo que establece su monólogo. memoria, y para “contarla” le entrega todos sus ha-
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llazgos; así, la caja se convierte en maleta, la maleta todos ellos son vistos a través de un vidrio opaco,
en ataúd –“El viaje” (1975)– y el niño que caía o na- empañado, que los envuelve en una niebla que todos
cía, en adulto que ya ha terminado de caer, y yace, reconocemos: la niebla de la memoria. De manera que
hecho trozos, viajando en el fondo de un baúl. Nacer la “caja elemental” con piedras que forman un breve
es caer, como también vivir y morir, y todo esto lo horizonte, él la llama “Paseo al río”.
hacemos hoy agobiados de objetos, que es en lo que
al fin nos convertimos, o nos convierten, si pensamos Estas nuevas cajas cerradas con vidrio velado, igual-
que esta última caja trata de un asesinato, un asesina- mente blancas para reclamar su aislamiento y pose-
to ocasionado en la lucha por esos objetos, o por la sión, parecieran iniciar un inventario del mundo
suma de todos ellos: la demencial lucha por el dinero. –vivido–, un catálogo que todo lo clasifica: una peluca
Un amargo abandono de la infancia, y un logro plásti- rubia (de mujer asesinada), una “Caja agraria” –segu-
co y conceptual. Forma y contenido, al fin, son uno ramente con tierra estéril–, un par de tenis (dispues-
solo. Salcedo ha fundido el nacimiento con la muerte. tos con gracia para no sugerir la muerte) o una dolorosa
caja titulada “Minifundio” (1969), con un puñado de
tierra oscura: “É de bom tamanho / Nem largo nem
II.Niebla en la ventana fundo / É a parte que te cabe / Deste latifúndio / Nao
é cova grande / É cova medida / É a terra que querias
Aunque el adulto se ha impuesto sobre el niño en / Ver dividida / É uma cova grande / Para teu pouco
la obra de Salcedo –siempre seremos un híbrido de defunto / Mas estarás mais ancho / Que estavas no
madurez (aceptación de la muerte), búsqueda y re- mundo...” (Joa Cabral de Melo Netto, “Funeral de um
cuerdos infantiles– la infancia le habla al hombre, te- lavrador”, 1968).
nuemente, como el viento, o en imágenes que trae el
humo, o lo empuja con sus manos de sueño. La torpe- La desconcertante sencillez formal de estas cajas,
za del adulto confunde al niño, pero algo queda; diga- no exentas de sorpresa, donde todo aparece envuelto
mos, por ejemplo, el desasosiego. en la vaguedad y el silencio de la memoria, son bella-
mente mencionadas por María Iovino como “rinco-
Salcedo llama a todas sus obras del periodo ante- nes personales”, de una “profunda simpleza”, donde
rior “cajas” porque guardan algo, pero son puertas o los objetos pierden “maquillaje y ganan vida indivi-
ventanas, muros, baúles, armarios, marcos, nichos, ma- dual” y adquieren una “capacidad narrativa como tes-
letas, ataúdes, relicarios... todo lo que esconde algo, tigos y partícipes”, porque más que cosas son
algo que nunca veremos plenamente. “latencias”. El objeto como narración, inducida por el
título. (Dice el escritor Álvaro Cunqueiro que los
En esta segunda vida de la obra de Salcedo, su ma- Celtas contaban los sucesos mostrando los objetos que
jestad el objeto recobra su sentido, su humildad, su daban testimonio de su veracidad). Lamentablemen-
cuerpo. Esos objetos de la rutina, que él alejó del mun- te, no siempre Salcedo “cuenta” cosas excepcionales,
do pintándolos de blanco, despojándolos y creándo- se distrae en el humor, en el comentario, o en una
les otro ámbito, haciéndolos asépticos y extraños, y libra de arroz, a pesar de haber inventado una auténti-
abandonándolos a su forma –con rastros humanos no ca caja mágica, que poética –o políticamente– pudie-
exentos de sensualidad– o mostrándolos como estruc- ra ser extraordinaria. Carente de título, y confiando la
turas, serán ahora elementales, conservarán su color, obra sólo al objeto que contiene (a casi todas las lla-
su suave poder de cosa vivida. Ya no más acumula- ma “caja elemental”, y eso es lo que son) Salcedo re-
ción de objetos disociados, ahora Salcedo recoge uno nuncia a la magia de la memoria, a la historia que nos
solo, y conserva sus relaciones, porque es un objeto hace diferenciar una piedra de todas las demás (ais-
recordado. Salcedo cerrará las cajas –para poder con- lándola no sólo del río, del campo, de las demás pie-
tener el objeto–, las llamará “Cajas elementales”, y las dras, sino del tiempo... para que las cosas nos importen
convertirá en vitrinas, en donde aprisiona estos obje- más). Si a un poco de polvo o cenizas él los llamara
tos-realidad, muchos de los cuales están realmente “Quevedo”, “Bosque”, “Reforma agraria”, “Gregorio
vivos –tierra, fríjoles, heno, arroz...–, o casi: piedras, Vásquez”, “Alianza para el Progreso”, “Lady Di”, “Cocó
arena... El trabajo artístico, y poético, consiste en que Chanel”, “La Gran Colombia”, “Palacio de Justicia”,
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“Retrato en cámara lenta”, 1973. Ensamblaje, resinas sintéticas, aluminio, madera y óleo. 65 x 70 x 59 cm.
Colección Banco de la República. Reg. 0484. Fotografía Ernesto Monsalve Pino
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“estilo de una época”. Aunque simultáneamente en el cer obra” (Jean Clair). La violencia de su pobreza,
arte conviven –como en todo– “tendencias” y con- enceguece.
cepciones no sólo distintas sino incluso opuestas, lo
que al unísono hoy llaman exclusivamente “arte con- Este decidido abandono de cualquier imagen, y su
temporáneo”, que descarta, por ejemplo, la pintura, carácter “internacional”, me hacen verlo como un
podría tomarse como el estilo dominante, como un auténtico iconoclasta, no sólo a él, sino al “espíritu”
síntoma de esta época. Para el Arte, y para todo hu- de la época.
manismo, “el sentido es el rostro del otro”, a lo cual ha
renunciado el arte contemporáneo. De manera que Este movimiento histórico contra las imágenes –y
sin rostro y sin sentido, este arte se disuelve en el fluir que hoy es contra el Arte, por aquello de suprimir el
del tiempo, se funde con él, como una “realidad” más, sentido y el rostro del Hombre–, me explica la cohe-
que sólo momentáneamente se hace visible, momen- rencia de críticos, artistas, medios e instituciones en-
tos que se perderán en el tiempo, “como lágrimas en tregados a este nuevo fanatismo, que, como el viejo
la lluvia”, según palabras –benévolas para nuestro movimiento iconoclasta, es una lucha de poder.
caso– de uno de los personajes de la película Blade
Runner. Esta supresión del otro, y del sentido del arte, Aunque la pérdida de documentos históricos ha
es pues lo característico de esta “tendencia”, en la que hecho este episodio dúctil a las interpretaciones, cita-
se hunde Salcedo, y que es, para mí, aunque lo diga ré a algunos historiadores (tomados de la Historia del
sólo como una intuición o una propuesta, la afirma- Imperio bizantino de A. A. Vasiliev), cuyos sucesos
ción de una nueva época iconoclasta. dejan ver, primero, su existencia y su honda grave-
dad, así como la importancia y el poder de la imagen; y
La crítica considera un hito del arte nacional, y después, y entre líneas, el porqué la asociación con el
de la obra de Salcedo, su instalación “Hectárea de presente es interesante. Valga, pues, la digresión, que
heno” (1970): 500 bolsas de plástico llenas de heno, no lo es tanto:
numeradas y amontonadas en el centro de un museo
de arte moderno, sin ningún propósito estético –de El movimiento de los destructores de imágenes
eso se trata–. –cuyos terribles episodios de crueldad omitiré, salvo
uno–, que históricamente tuvo emperadores y miles
Con franqueza, no entiendo el valor individual de de seguidores por más de un siglo, buscó políticamen-
esta obra, simple e insulsa. La crítica, entusiasmada, te “la sumisión” (de mahometanos y judíos al Imperio
la defendió –y la defiende aún, y lo tendrá que seguir bizantino), “facilitada por la eliminación de los iconos”
haciendo– como “concepto instalado” y como “nues- (a los que aquellos eran hostiles). Una reforma “soste-
tra” entrada a las tendencias internacionales del arte nida por lo mejor de la sociedad, la mayoría del alto
–de hecho es esta la primera instalación realizada en clero y el ejército”, que “fracasó (cien años después)
Colombia: sin duda, una audacia–. por la oposición” del pueblo, “de gente minúscula, de
mujeres y de la multitud de los monjes”.
Personalmente, significó para Salcedo el primer
premio de la Bienal Iberoamericana de Artes de El emperador León III, “deseoso de ser único due-
Coltejer en Medellín. (No creo que ningún premio ño y autócrata en todas las esferas, esperaba, proscri-
sea “inocente”, ni tampoco ningún certamen: la so- biendo el culto de las imágenes, liberar al pueblo de la
ciedad exalta sólo sus propios valores, o los que quie- fuerte influencia de la Iglesia, que empleaba el culto
re imponer). de las imágenes como poderoso medio de asegurarse
la obediencia de los laicos. El ideal de León era reinar
Para mí, es una obra cegadora. La oculta violencia como señor absoluto sobre un pueblo unido en lo re-
de sus primeras obras, que plantea su propia imposibi- ligioso”. Otro historiador ve en el iconoclasma (el
lidad de realización, se convierte aquí, a pesar de su movimiento como política de Estado, s. VIII) “una
debilidad, en un antihumanismo consciente, que se reforma puramente religiosa destinada a contener los
propone como “programa de acción”, al mismo tiem- progresos del paganismo renaciente bajo la forma del
po que declara suya “la impotencia moderna para ha- culto abusivo de las imágenes”. Otro piensa que fue
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a Brice Parain, quien nos es útil para ver cuánto le dos, sobre la cual se levanta el mundo, el silencioso
debe el arte contemporánea a sus críticos: “Las dos sistema solar, “nuestra” galaxia, el universo, el infini-
funciones inferiores del lenguaje, presentes ya en el to, la oscuridad... Por debajo de la minúscula pareja
animal, son expresión y comunicación. Pero su fun- de jóvenes, nos acercamos a su piel, sus células, áto-
ción superior, que sólo el hombre ha desarrollado, es mos, neutrones, partículas de antimateria... y nueva-
la representación, que permite distinguir entre error y mente llegamos a otro infinito, a otra oscuridad. Más
verdad”. (Aclaremos: “Todo arte es abstracto, en ma- sorprendente aún que estos dos infinitos que se tocan
yor o menor grado”, Juan Friede; representar es, en- en nosotros (macro y microcosmos, observables sólo
tonces, “presentar de nuevo”, no como copia –eso no por la ciencia, de la cual carecemos) es el ocultamien-
es arte–, sino como realidad transgredida, transfigura- to del Hombre, quien ha ¡desaparecido!, y por supuesto
da, trascendida, pues lleva un alma en sus venas). su rostro, el arte, la cultura, su historia. Todo esto se
ha hecho insignificante, inexistente.
Desprestigiados, ridiculizados y abandonados todos
los cánones, quebrados los valores necesarios para pul- Dentro de esta pedagogía –“bombas de conoci-
sar una obra –aunque yo haya extremado en este ensa- miento”, ha dicho elocuentemente el alcalde–, Salcedo
yo todos los términos–, el público es una masa sin hace sus trabajos (“periodo textual”, dicen los críti-
criterio a merced de los críticos, los museos, los cos) con el lenguaje, sus “bodegones” infantiles, sus
curadores, la propaganda... promotores a ultranza del “frases de cajón” (adolescentes) y sus “planas” escola-
arte contemporáneo. Al fin y al cabo, el público está res: multiplicaciones, cuentas y operaciones, hechas
entrenado para consumir. “Comprar es vivir”, rezaba el en hojas de cuaderno, calificadas –con rojo y mala
eslogan de un centro comercial en Caracas. En el im- letra–, tareas escolares, tablas, frases repetidas (“no
portante Diccionario anarquista de urgencia (Iván Darío debo pasar la noche en blanco / no debo...”), sumas
Álvarez & Juan Manuel Roca, Bogotá 2007), se define imposibles, recibos de caja, cifras inverosímiles (como
a esta masa como “la materia prima con la que un polí- la del sufragio universal, orgullo y sostén de la demo-
tico se gana el pan”. “Las masas aman la autoridad”. cracia: “Ganó Pastrana”, 1970), listas de mercado...
en fin, todo lo que hemos de olvidar, y que él conser-
La obra como castigo va, recorta, ordena geométricamente y expone... como
pruebas de algo, de un aprendizaje, de una revelación...
La pedagogía iconoclasta abunda en ejemplos elo- Rastros de nuestra vida, de todos y de nadie, vida anó-
cuentes, empezando por la “pedagogía” informal –más nima, civilización de polvo. En fin, nada, rutina. Y eso
constante, intensa y eficaz que la otra–, como son la sería esta serie –donde nuestro desobediente artista,
televisión, el y la internet, el cine (USA)... Pero va- el artista conceptual, “piensa” como un diseñador– si
mos a un ejemplo concreto. En el plan de recupera- Salcedo no hubiese hecho una plana con la manida
ción de la ciudad de Medellín, en el bello Parque de frase, que se nos revela magistral, El tiempo es oro / El
los Deseos frente a la Universidad de Antioquia, se tiempo es oro / El tiempo es oro /... burlándose, desobe-
levantó el magnífico Observatorio Astronómico, que deciendo la ley que repite en la plana, negándose a
resume en el primer piso el desarrollo de la humani- cumplirla, despreciando el tiempo que para todos es
dad –muy didácticamente– con una enorme escultura oro, dinero, y que para él es sólo un poco de su vida,
de plástico del feroz hombre de las cavernas –con un de su tiempo, invirtiendo esta tentación y esta conde-
mazo en la mano–, saltando, el Observatorio, por en- na del capitalismo, convirtiéndola en el oro del tiempo,
cima de 40.000 años invisibles hasta llegar al hombre como dice el poeta Ludwig Zeller. Si la frase fuese una
del espacio, un astronauta que suponemos escondido tarea escolar –como afirma Salcedo– sería un ejerci-
dentro de su blanco vestido contra la soledad y la cio para hacer ricos. Pero el artista, al repetir cien ve-
intemperie del universo. Esta apología de la técnica ces El tiempo es oro, detiene el tiempo, lo convierte en
–que no tenemos– se nos presenta como el culmen de circular, y en él hace girar una idea, sostenida por su
la ciencia, del saber, de la evolución y la historia del propio cuerpo.
hombre. En el segundo piso del hermoso edificio, se
remata la enseñanza con una imponente serie de imá- Salcedo rehúsa aquí deshumanizarse, vender su
genes: en el centro, una diminuta pareja de enamora- tiempo, y nos lo hace visible... nos lo regala, como un
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“Cuentas”, 1969. Técnica mixta (collage, tinta y lápiz sobre papel). 34.7 x 24.9 cm. Museo de Arte Moderno de Bogotá. Reg. 1032
La palabra como obra, son sus pequeñas cajas de Como siempre, una sola obra resume, recoge todo
madera. Salcedo no se distrae en las solas palabras, el esfuerzo, y lo hace valedero. En este caso, es su lec-
sino que utiliza frases, “frases de cajón”, como “Bajó el ción “Desaparición del escudo”, titulada también “Pri-
costo de la vida” o “Moral administrativa”. Pudo tam- mera lección” (1970), obra de una sola –única– lectura,
bién haber guardado en la caja, por ejemplo, los votos no sujeta a interpretaciones. El Escudo Nacional, en
de Rojas Pinilla con los que ganó Pastrana, o docu- la Cartilla Nacho de Medellín, es presentado así:
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“Nuestro Escudo tiene la forma de un corazón, con desterró de la cordillera a una especie como el Cón-
tres franjas horizontales. Presenta una granada de oro dor, que llevaba al límite la capacidad de vuelo en
y dos cuernos de la abundancia; un gorro frigio y un todo el reino animal, para reemplazarlo por un avión
paisaje entre dos océanos. Rodean el Escudo cuatro de Avianca, que tampoco es nacional, no, Salcedo
banderas tricolores, dos a cada lado. Arriba, un cón- sólo quiere denunciar nuestra mentira y autoengaño.
dor lleva una corona de laurel con una cinta que dice Ofender –con justa razón– es más importante para él
‘Libertad y Orden’”. En manos de Salcedo, cincuenta que educar a los niños. Esta es la diferencia entre ex-
años después, el escudo de Colombia se muestra en poner en un museo de arte o en las escuelas. El propó-
blanco y negro, y ante nosotros va perdiendo, en cin- sito de Salcedo es, entonces, reeducar a los artistas en
co pasos, aquella parte del grabado que Salcedo ta- su nueva militancia gráfica, publicitaria y conceptual,
cha: No hay cóndores – No hay abundancia – No hay para hacerlos dar el paso al “nuevo” arte. Tampoco le
libertad – No hay canal – No hay escudo – no hay patria. importa mucho la sobrevivencia del Cóndor. Como
Las frases se engullen la imagen. Una lección elemen- dice la estampilla nacional ilustrada con un ejemplar
tal para acabar con una mentira de cajón, resuelta con de esta especie, dibujado por el extraordinario
eficacia y concisión gráficas. Si no tenemos escudo ni Landazábal: “Fauna en extinción – Protejámosla”, como
patria, no tenemos cara: somos fantasmas en una cé- si la “extinción” fuera por causa de ella misma y no
dula de ciudadanía. Pero, ¿por qué exponerla sólo en nuestra. Por esto creo que la obra de Salcedo es
las galerías de arte? ¿Por qué no en una nueva cartilla antipedagógica, no genera ningún aprendizaje (y de
de La alegría de leer, en la Casa Museo del 20 de Julio,
paso enseña que la obra de arte es eso): “seguimos
en la plaza central, en La Quinta de Bolívar, o publi-
enfocando en la producción de pequeñas obras que
cada en la prensa nacional, en afiches callejeros o re-
mueren en sí mismas, sobre una pared, sin conectarlas
partirla en hojas volantes?
con una identidad colectiva” (Luis Camnitzer). No,
no tenemos escudo, ni tenemos un símbolo de país, ni
A pesar de la intrincada complejidad que le atri-
tampoco país, según parece. “Una sociedad se define
buye la crítica a esta obra, el mismo Salcedo la consi-
no sólo por lo que produce –dice Edward Wilson– sino
dera una “lección escolar”, una gráfica con texto –dos
también por lo que destruye, y principalmente por lo
elementos opuestos de lectura unívoca–, un trabajo
para des-educar la infancia, pero que extrañamente que rehúsa destruir”.
Salcedo exhibió en el sagrado recinto del Museo y no
en las escuelas, en donde no sería una obra de arte Salcedo pudo haber sometido los símbolos pa-
sino el efectivo y didáctico desmantelamiento de un trios a esta prueba de la verdad, pues “Cuando un
símbolo mentiroso, el Escudo Nacional; de donde se hombre miente (más aún cuando se trata del Esta-
deduce que a Salcedo (“esta exposición tiene un ca- do), la mitad del mundo desaparece” (Merlín). Pero
rácter eminentemente didáctico”, B. S., 1971) no le nuevamente se detuvo, y nos deja sólo un reflejo
interesa tanto la pedagogía –por lo menos no tanto del desastre.
como a su “maestro” Luis Camnitzer– como el Escudo
mismo y su propio trabajo gráfico, no para hacer un Más tarde, en otras hojas de cuadernos rayados
nuevo símbolo, una nueva bandera que desenmasca- de colegio, hará manchas de acuarela(¡!), como
re nuestra realidad, pues su trabajo nos lo presenta quien toma notas de un dictado, azul, café, terraco-
como algo insoluble, abandonándonos en el vacío. En ta, y las ordenará como piezas de un rompecabezas
una reciente fotografía periodística de una mudanza para formar el mar, el cielo, una tormenta. Lo hará
forzada –una “instalación móvil”–, se ve alejarse un también sobre láminas de metal –¡como planas de
camioncito cargado con un trasteo que desde atrás un pintor!–, y burlándose de su debilidad las titulará
parece el escudo nacional, en donde un flacucho y “Acuarela a la lata”, para convertirlas en arte con-
simpático perro hace de cóndor, tres colchones reem- ceptual (sólo en el título). ¿Pero qué obra de arte no
plazan las cuatro banderas, una estufa de gasolina ocu- tiene concepto? Él quiere burlarse de esto –aunque
pa el lugar de los dos cuernos de la abundancia, dos lo hace en un material perdurable– y ocultar así la
cachuchas sustituyen el gorro frígio, etc. Salcedo no inquietud que siente, tal vez aún mayor que la nues-
quiere imponer una nueva realidad sobre aquella que tra. (Abandona).
MUTIS DURÁN, S.: BERNARDO SALCEDO: UNA CARTA BLANCA N ÓMADAS 189
Duchamp monta una rueda de bicicleta sobre un ta- con las manos vacías. La consecuencia es sencilla:
burete no es irreverente con el público, sino con la quedamos a merced del mercado.
proximidad de la guerra: una reflexión, la cual “des-
truye su propia negación”. No hay gratuidad. El arte colombiano contemporáneo de Salcedo,
“Duchamp exalta el gesto” (aunque él mismo dice: o un poco posterior, lo hace ver aparatoso, kitsch,
“Me gusta mirarla, lo mismo que me gusta ver las lla- vistoso como un muerto en mitad de la sala; me
mas en la chimenea”). Cuando usa un retrato, se dis- refiero, por ejemplo, a María Teresa Hincapié, a
fraza de mujer o disfraza a La Gioconda de hombre (con Óscar Muñoz, a Doris Salcedo o al pintor Germán
un mensaje más o menos procaz). Él “no postula un Londoño, quienes tienen mucho “concepto” y len-
valor nuevo” con sus objetos, hace “crítica activa” guaje, pero han renunciado a la neutralidad, a la
(Octavio Paz). Pero ¿qué crítica hay en las fotografías indiferencia moral, al sinsentido. No hacen las co-
de Salcedo? Tal vez contra la mediocridad ambiental, sas por estar “contentos”, no son publicistas de nada,
contra el gusto (que “nace de la división de clases”, mucho menos de sí mismos. En “Señales particula-
O. P.), y, claro, contra los pintores (“no creo de nin- res” todo es anónimo, menos él. Dice Julio Rocca
guna manera en la pintura”). ¿Decir que es malo lo B. (1981): “La patética identidad de unos persona-
malo, y reemplazarlo por algo igualmente cuestiona- jes que se hicieron fotografíar precisamente para no
ble? “Sus arbitrarias nuevas realidades... constituyen a perderla, en un momento de pasiva desesperación,
veces humoradas carentes de peso significativo”, sin es destruida, borrada por un acto de Salcedo y re-
embargo, Gil Tovar concluye “que (esto) coloca a emplazada (por) un objeto... brutalmente adherido
(Salcedo) en uno de los puntales más firmes del arte al rostro”.
moderno en Colombia” (1985).
Víctimas del mercado, queremos ser enterrados en
Yo creería que en vez de un “continuador” de un BMW rojo, y matamos por un reloj o unos zapatos.
Duchamp, o una “alma gemela” de Picasso, Salcedo Si en un museo de arte moderno exhibimos un gigan-
es con estas “fotografías intervenidas” un malicioso tesco clip rosado (al que los críticos llamarían inme-
publicista, enamorado del “impacto”, el desconcier- diatamente “escultura” –“llaman escultura a todo lo
to, la eficacia... ¿Aunque no diga nada? que no puede enrollarse”, B. S.– y la academia escri-
biría algunos tratados), nos maravillamos como ante
un nuevo tótem –ante la importancia que le damos a
El “gusto rehúye el examen y el juicio”, pero los
algo in$ignificante–; si lo instalamos en la calle, será
críticos prefieren pasar por alto el que Salcedo nos
simplemente el “gracioso” aviso publicitario de un
haga dudar de él (el gusto “es una noción epidérmi-
adminículo insignificante, que ha creado fortunas. De
ca del arte”, O. P.), y celebran en cambio que se
manera que el retrato del inventor del clip bien puede
destruya “el examen y el juicio”, labor que ya han
perder su rostro bajo un racimo de clips; al fin y al
hecho, mejor que ellos, el mercado y sus medios de
cabo el adminículo se convirtió en algo más impor-
comunicación.
tante que su “creador”, en su “identidad cultural”. Esto
le daría algún sentido a las bolsas de aspiradora, sal-
El desconcierto y la carencia de significación (an-
chichones, cepillos, espaguetis, tornillos, gorros de
helada, buscada y lograda; ¿o es tan sólo una inven-
baño... que sobreponen su insignificancia a la de tan-
ción de los críticos?) provienen de estar ocupando el
tos y tantos inventores, vendedores y consumidores,
lugar del cuadro, de la obra de arte, y no serlo. Esta es tan patéticos como los innumerables objetos que hoy
su contemporaneidad, y su gesto, que a veces él con- dicen valer tanto o más que la gente. Pero Salcedo
vierte en gesticulación. Todos los ready-made son de afirma categóricamente: “no hay mensaje”. Yo creo
Duchamp (“operario de arte”). Todos son un plagio, que sí lo hay, y que en su tiempo libre se burla de su
todos le pertenecen, pues no tienen autor. Lo mismo oficio de publicista y se saca el clavo usando sus me-
pasa con los objetos carentes de sentido, los objetos dios. Al fin de cuentas es un “lenguaje” impactante y
neutros –vacíos de contenido–, y las estrategias para eficaz. Por eso un trozo de salchichón puede constituir
mantenerlos en “su” condición. Todos trabajan en el la única señal particular de “alguien”, que para colmo
sentido contrario al arte, ocupan su lugar, y nos dejan no es único, sino todos, pues a todos “algo” nos cubre
MUTIS DURÁN, S.: BERNARDO SALCEDO: UNA CARTA BLANCA N ÓMADAS 191
el rostro. Todo ciudadano es “EL desconocido”. ¿Es tos a nuestra intimidad, y empieza a armar poemas
esta, pues, la confirmación de nuestra identidad... ne- con las manos: Recoge allí una vieja lámpara azul,
gada? “[Yo] no estoy enviando mensajes”. Yo sí lo creo, allá unas reglas de arquitecto, rescata un recio tren
pero él ha hecho –y dicho– todo lo posible –casi tan- de juguete, se hace a unas límpidas o torneadas pie-
to como los críticos– para confundirnos. zas de madera y levanta con todo esto una “Ciudad
nocturna”. Encuentra un “expresivo” y desnudo ár-
bol de bronce, lo siembra sobre un rústico cepillo,
V. Borrón y cuenta nueva los ensambla sobre un oscuro cajón de madera (ce-
rrado), y crea un inquietante “Paisaje”. Guarda la
El artista nace, piensa Salcedo, y “si tiene cómo, se música en una fina caja de roble, y la entreabre para
hace”. Pero con “los fundamentos académicos... la nosotros. Construye un triángulo vacío con nobles
gente se olvida de sus inspiraciones profundas y se materiales de colegio y pone a navegar en él –rumbo
entrega...”. La “educación formal es una limitante a la hipotenusa– un delicado velero de tres mástiles:
para... los artistas porque no está hecha de manera tal “El viaje de Pitágoras”. Corta la estatuilla de una
que explore las posibilidades anímicas, sino... el adies- mujer desnuda con los brazos levantados de brillante
tramiento en técnicas”. Si “el individuo... entra a la bronce y la deja sobre el vidrio de la caja abierta en
universidad a hacer la antítesis de lo que lo han guia- dos lados, para que veamos cómo desaparece en el
do a hacer, puede llegar a ser artista”. agua que no vemos: “Inmersión”. Tiende en el suelo
una especie de ventana negra en donde riega cientos
El artista está siempre en pugna con la sociedad, de pulidas esferas de metal, que brillan en la Gran
reconoce Salcedo. “Hay gente que se desespera en la Noche, etc.
soledad mientras que el artista aprovecha la soledad
intensamente. La soledad es lo que más lo alimenta Trabaja con el vacío, el secreto, los colores, las for-
porque es el tiempo de la lectura interna. El silencio mas, la geometría, los materiales, las texturas, el silen-
es el valor más importante del arte plástico... El ar- cio, el equilibrio, los volúmenes, los objetos, las
tista es un ser retraído de por sí”. Aunque no le atraen analogías, la intimidad... Dice el ensayista Jorge Eliécer
“las teorías sobre la espiritualidad”, Salcedo comien- Ruiz, hablando de un escritor colombiano: “la profun-
za a reconocerla. “En ese sentido, el arte... ayuda da y desconcertante diferencia que fijara Coleridge
mucho a la estabilidad emocional... porque ese hom- entre imaginación y fantasía. Para el poeta inglés la
bre que trabaja en eso [como un artesano]... se reafir- fantasía era una cualidad subalterna que propiciaba la
ma, encuentra sus límites y, también, el límite de la creación de hechos nuevos. La imaginación, en cam-
materialidad”. bio, es aquella virtud del espíritu que permite encon-
trar nuevas relaciones entre hechos ya establecidos.
“El aislamiento –dice ahora Beatriz López, 1986– La primera, engendra los monstruos de la razón. La
desintoxicó su espíritu, y su estilo adquirió nuevas for- segunda preside la génesis de la poesía...”.
mas”. Salcedo sigue hablando de los “planes estrafala-
rios y anacrónicos” con los que el Estado –la academia No sé si Salcedo aprobara del todo el que yo lo
y los bancos– intervienen la cultura, y dice que le gus- arranque de la novedad y de la irreverencia, que tan-
taría hacer, respecto a su obra, borrón y cuenta nueva. to le gustan, aunque ahora parece tener un alma más
“El artista que individualmente deriva y trabaja su sus- serena (y fértil). Pareciera que Salcedo, por primera
tento de su trabajo y la tranquilidad emocional de sus vez, VE la música, la poesía, la voz del hombre, y tam-
logros también se está autogestando. No hay que es- bién el cielo, los árboles, las montañas, los ríos, la no-
perar nada diferente al trabajo propio”. che, las tormentas, la lluvia, el mar... y rehúsa
atormentarlos para extraerles su verdad. Salcedo quiere
Algo en su vida lo ha hecho madurar, sopesar sus oponerse al desastre. Como Jörgersen, con una obra
palabras y su temperamento. Aunque estos son des- que consiste en una llama encendida en la oscuridad
tellos –nuestras fronteras interiores son móviles– su de una capilla campestre abandonada, a la que titula
obra cambia, se aparta de la obscenidad del mundo Orquídea: (“llama que alumbra en la noche que sepa-
y en lugar de hacer “arte conceptual”, lleva los obje- ra los reinos”, Maeterlinck).
MUTIS DURÁN, S.: BERNARDO SALCEDO: UNA CARTA BLANCA N ÓMADAS 193
de resistencia”, de resistencia a un mundo “feroz y cables”. Eso es, en el fondo, lo único “capaz de expan-
obsceno”. Por eso Herrán añora al Salcedo “perver- dir el conocimiento” (Camnitzer). Yo diría, de desper-
so”, y por eso ataca al Salcedo artista, que según él tar, de volver a la sensibilidad, y desaclimatarnos de
“baja la guardia”, se vuelve “tradicional”, en fin, al la muerte. Un destello de misterio, de credulidad (que
Salcedo que entra a los territorios del arte recogiendo tanto irrita a los “críticos” del posmodernismo).
un quehacer arduo, más de treinta años de trabajo, de
búsquedas, experimentaciones, callejones sin salida, Guillermo Wiedemann (1963) ordenó la basura
logros plásticos y confrontaciones, con sus contempo- con los viejos teoremas de la geometría, convirtién-
ráneos, con la sociedad y consigo mismo. Mareas y dola en un asunto esencial, en una bella estructura
lluvias inundarán sus cajas. que rescata la composición y las texturas salvándonos
de su agresión, haciendo eco de un orden superior;
En 1979, Luis Camnitzer “exhibirá” en el canto de Feliza Bursztyn levanta la chatarra convirtiéndola en
su mano, levantado contra las nubes del cielo, una un homenaje a Gandhi, o en una rosa de desechos, y
lluvia de cristal como una “escultura”; Soto trae a Bernardo Salcedo convierte los serruchos en una vi-
Bogotá un aguacero de acrílico y lo instala en el Pla- sión del horizonte, en la inmensidad, en un universo
netario (Museo de Arte Moderno)... y llueve dentro vivo: donde otros ven –y fabrican– basura o desechos,
del bello edificio durante más de un mes seguido, con el arte propone otro camino: el de no caer en la negli-
sus diez metros de altura: un bosque de agua en el que gencia, en el gesto que daña, en la irresponsabilidad y
se internaban los niños, y salían sólo sus risas; en una en la falta de ética. Ante la agresión de la trivialidad y
vieja novela de Ray Bradbury, un padre lleva a su hijo la imposición del libertinaje, y “el arte de reducir ca-
de 7 años a la colina, para mostrarle el viento de octu- bezas”, Salcedo restaura ahora el Arte de ver, de escu-
bre entre los árboles: pasaba como una ballena blanca char, de valorar, de sentir. Algo que hoy parece
en altamar. superfluo, porque es contrario a la degradación. Se
trata, pues, del acceso a la “imaginación”: “atreverse a
Ver el paisaje sin codicia es doblemente anacróni- pensar”, en medio de la turbulencia, oponer un fun-
co, una estúpida caída en el romanticismo. Y así nos cionamiento distinto al funcionamiento bárbaro de la
va, amenazados por una naturaleza que hoy comienza gran maquinaria, y decidirse a creer que el mundo –y
a devolvernos nuestros errores. la vida– tal vez tengan algún sentido. Y lo interioriza.
Salcedo trabaja sosteniendo un mundo simbólico que
Salcedo introduce aguaceros en vitrinas de made- se está destruyendo. Ante la afrentosa banalidad,
ra, y la lluvia, esbelta, silenciosa, cae tras los cristales, Jörgersen proclamaba “el efecto mariposa”: el batir de
sobre el mar, en grises diagonales de plata, en vertica- las alas de una bella criatura levanta una tormenta en
les brillantes, como esculturas. Una bellísima repre- las antípodas.
sentación, en donde los objetos prestan sus cuerpos
para evocar, y detener, una visión, ilustrando lo que “¡Oh, miseria humana, a cuantas cosas te sometes
Huidobro recogió de una tradición indígena: “Poeta, por dinero!” (Leonardo Da Vinci).
no cantes a la lluvia, haz llover”. Esta es su serie de
marinas, entre cajas de madera, piedras, vitrinas, ca- Andrei Tarkovski consideraba su película “El sa-
jones, marcos, urnas... hechos con serruchos. Mares crificio” como su testamento cinematográfico, no por
encrespados, con nadadores, solitarias lluvias, ritmos, ser su última obra o por haberla hecho estando enfer-
lejanías, con cielos negros, grises, sin estrellas... que él mo de muerte, sino porque ella trata de “la ausencia en
llama “Mediterráneo”, “Mares”, “Ventana al mar”, nuestra cultura de espacio para la existencia espiri-
“Mareas”... Lo que no tiene medida, lo inconmensu- tual”, cuya privación, según él, amenaza a la socie-
rable, lo llevará a 49 x 37 x 14,5 cm. dad. “Quise mostrar que un hombre puede renovar
sus nexos con la vida al renovar sus compromisos con-
Volteando la frase de Luis Camnitzer, podríamos sigo mismo...”. Claro, Tarkovski, que es un místico,
decir que Salcedo ha hecho una elección estética, con ofrece para “recuperar la integridad” su propio sacrifi-
consecuencias políticas. Obras que sobreviven “mu- co: “un hombre que se sacrifica por alguien”. Este pro-
cho más allá de la lectura”, lo cual las hace “inexpli- fundizar en la existencia tal vez va mucho más allá de
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