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Actividad 1.2 Normalidad-anormalidad.

El sentido histórico de la alienación mental

En la antigüedad la alienación era vista como algo demoniaco, una posesión

satánica que impedía físicamente al enfermo, pero no en el alma, por lo que se

buscaba destruir el cuerpo “habitado” por el demonio.

Después del renacimiento comienza a creerse que la posesión tiene alcances

en el alma, es decir, que el diablo se une al alma del poseído, con lo que se vuelve

posesor de su libertad.

La evolución de pensamiento para el siglo XVIII aporta una nueva idea que

refiere que la locura no es la superposición de un mundo sobrenatural, es decir, deja

de creer en las posesiones, ahora se considera que es la desaparición de las

facultades más altas del hombre, pues es la privación o incapacidad de reconocer

lo verdadero. A partir de esto empieza a surgir un concepto más humanista, pues

se dejan de lado las suposiciones demoniacas, sin embargo, éste avance se ve

acompañado de una práctica inhumana de alienación. Dentro de la mencionada

concepción humanista, se considera al insano como un desposeído, pues ha

perdido la facultad que define la humanidad del hombre: la libertad, en sus formas

civiles y jurídicas. Esto ejemplifica con la demanda de interdicción de la marquesa

de Espart, en la que se manifiesta que el marques se ha vuelto incapaz de

administrar sus bienes y educar a sus hijos, con lo que se anula su voluntad; ésta

voluntad se ve coartada y suplida por la voluntad de un tercero que utiliza sus


derechos, se le ha sustituido como sujeto de derecho pues de acuerdo a la

legislación, su capacidad jurídica se transmite a un tercero capaz.

Previo a 1838 la internación se daba de oficio, pero para éste año se

comienza a implementar una internación voluntaria, sin embargo y como ya se ha

mencionado, los derechos y libertades del insano se encuentran en manos de un

tercero, por lo que la voluntad no es propiamente del internado, sino de quien se ha

vuelto titular de los derechos de éste. Derivado de esto se considera que la

humanidad que el siglo XVIII restituyó al insano, le es arrebatada nuevamente por

el siglo XIX al despojarlo de sus derechos y el ejercicio de éstos, propio de su

naturaleza como ser humano.

La internación del enfermo lo enajena del mundo, de sus relaciones sociales,

sus experiencias y todas las condiciones de su existencia, el insano comienza a ser

visto como un extranjero que deja de encajar, ya no es propio ni bien visto, la

alienación se convierte en más que un estatus jurídico, comienza a ser una

experiencia real que puede derivar en la aparición de signos esquizofrénicos como

la ruptura del contacto afectivo y la realidad, indiferencia, ruptura de relaciones, etc.

Todo esto marca al enfermo con todos los tabúes sociales, provocando un rechazo

mayor y un total impedimento para una readaptación, por lo que el enfermo ya no

puede lograr una reinserción en el mundo, es decir, sigue y seguirá siendo un

extranjero, lo que provoca que la sociedad signe al enfermo con estigmas en los

que el psiquiatra leerá los signos de la esquizofrenia.

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