Vous êtes sur la page 1sur 340

2● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Territorialidades y lucha
por el territorio
en América Latina
Geografía de los movimientos sociales
en América Latina
4● Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 5

Carlos Walter Porto-Gonçalves

Territorialidades y lucha
por el territorio
en América Latina
Geografía de los movimientos sociales
en América Latina

Instituto Venezolano de Ciencia y Tecnología


Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina.
Geografía de los movimientos sociales en América Latina.

Prólogo de Edgardo Lander.

Traducción
José Quintero Weir.

Editado por el Instituto Venezolano de Ciencia y Tecnología (IVIC)

Escuela de Letras-LUZ
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 7

Presentación

Es motivo de satisfacción para nosotros poder presentar el


primer volumen de nuestra Colección Lecturas Emancipadoras,
la que tiene por meta entregar a nuestros estudiantes una selec-
ción de textos y documentos que, consideramos fundamentales
para el estudio y comprensión de nuestro proceso geo-histórico
y cultural latinoamericano, así como las condiciones de nuestra
dependencia y colonialidad pero, sobre todo, las posibilidades
de consolidación de las luchas sociales de nuestros pueblos en
función de nuestra autonomía e independencia.
Se trata de antologías con las que intentaremos abarcar
todas las áreas y disciplinas académicas, así como textos poco
conocidos o no reeditados y de difícil acceso, traducciones de
materiales de trascendental importancia para la formación de
nuestros estudiantes.
En este sentido, hemos querido comenzar nuestras Lec-
turas Emancipadoras con una antología de los más importantes
artículos del geógrafo brasileño Carlos Walter Porto-Gonçalves,
no sólo por la importancia y actualidad que su pensamiento tiene
para la comprensión de las luchas sociales de América Latina el
que, además, ha forjado en el mayor rigor académico y consus-
tanciado con la participación efectiva en las luchas sociales al
lado de las comunidades seringueiras1* de la selva amazónica y
de dirigentes sociales como el internacionalmente reconocido y
desaparecido Chico Mendes.
Así, hemos seleccionado algunos de sus trabajos en los
que plantea entre muchas cosas una razón fundamental: no hay
cultura sin territorio, de tal manera que, todo proceso histórico
corresponde al mismo tiempo a un proceso de territorialización
en el que las comunidades construyen y defienden su espacio. En
este sentido, la configuración del mundo por parte de los pueblos
en su proceso histórico está sujeta al desarrollo de territorialida-

1* En portugués, las palabras caucho y seringueira se refieren a especies distintas. La serin-


gueira es el árbol al que se corta finamente su piel para extraer la savia que se transforma-
rá en goma elástica. El árbol se queda en pie. El caucho, en cambio, es un árbol distinto,
al que se tumba completo y de una sola vez y, de su tallo, se hace la goma elástica. La
seringueira permite que los extractores permanezcan viviendo en su sitio de extracción. De
este modo, el seringueiro se territorializa mientras que el cauchero se va más adelante, de-
rrumbando nuevos árboles. El primero es sedentario o, como mínimo, semi-sedentario, en
tanto que el cauchero es nómada. El primero vive del bosque, el segundo, de su derrumbe.
Son, por lo tanto, completamente distintos el seringueiro y el cauchero. (Nota del Autor)
* Hemos querido mantener a lo largo de esta selección el término original, respetando no
sólo el vocablo por sus implicaciones lingüísticas sino, sobre todo, por el proceso cultural y
político que el mismo ha adquirido en la lucha de estas comunidades del Brasil. NT.
8● Carlos Walter Porto-Gonçalves

des que así, generan formas de ver y entender el mundo que les
son propias y, por tanto, generando su propia racionalidad.
Esperamos pues, que este y los números por venir,
cumplan con el cometido que nos anima: contribuir a elevar el
espíritu crítico de nuestros estudiantes como camino verdadero
a su propia emancipación y a su aporte en la emancipación de
todos.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 9

Prólogo

Los señores y poseedores de la naturaleza


Edgardo Lander

...tan distintamente como conocemos los


diversos misterios de nuestros artificios,
podríamos emplearlos de la misma manera
en todos los usos para los cuales
son propios y así, nos convierte en
señores y poseedores de la naturaleza.

Descartes

El lector tiene en sus manos una estimulante colección de


ensayos de Carlos Walter Porto-Gonçalvez que constituyen un
valioso aporte al debate político conceptual contemporáneo en
búsqueda de alternativas al pensamiento hegemónico, colonial-
eurocéntrico y sus pretensiones universalistas. Ponen estos
textos particular énfasis en las formas como se están pensando/
viviendo otras concepciones/prácticas de las territorialidades en
las luchas populares en América Latina. Son textos que abarcan
desde una aguda reflexión crítica a los supuestos y condiciones
básicas del conocimiento hegemónico de la sociedad moderna,
pasando por una reconceptualización del espacio y del territorio,
hasta una exploración de las implicaciones directamente políticas
de estas reformulaciones criticas.
En esta presentación sólo se destacarán algunos de los
temas y propuestas centrales de la rica diversidad de asuntos
que el autor aborda en esta colección de ensayos. En particular,
interesa destacar aquí la pertinencia de estas propuestas teóricas
y políticas para dos asuntos críticamente pendientes en la coyun-
tura venezolana actual: el modelo de sociedad que se construye
y sus relaciones insostenibles con la llamada “naturaleza”, e
indisolublemente asociado a lo anterior, el estado actual de los
derechos de los pueblos indígenas en el país.
Un primer aspecto que hay que destacar de los análisis
10 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

críticos que recorren estos ensayos es el énfasis en que la actual


crisis del patrón civilizatorio occidental, que se fue imponiendo
en el sistema mundo colonial-moderno a lo largo de los últimos
cinco siglos, debe entenderse como la crisis de un modo de co-
nocer. No son posibles alternativas a esta civilización sin saberes
otros, alternativos.
Considera que el paradigma de conocimiento hegemónico
se caracteriza por ser dualista y dicotomizante.

Este pensamiento moderno europeo, hoy en crisis, en su


búsqueda de una verdad objetiva distinguió objetos “claros
y definidos”, retiró al sujeto de la relación que así, desde
fuera, por el método científico, esto es, racional, develaría
los misterios de la naturaleza para dominarla mejor. Así,
se erige todo un conjunto de categorías dualistas propias
del pensamiento moderno europeo -naturaleza y cultura;
sujeto y objeto; materia y espíritu; cuerpo y mente; razón y
emoción; individuo y sociedad; ser y pensamiento...

Este dualismo dicotómico tiene trascendentes impli-


caciones. No se trata sólo de dicotomías sino igualmente de
relaciones jerárquicas que establecen la primacía de uno de los
polos de la dualidad sobre el otro. Algunas de estas dicotomías,
como las que se formulan entre tiempo y espacio, son de especial
interés para aproximarse a las “territorialidades y lucha por el
territorio en América Latina”, temas centrales que atraviesan
estos ensayos.

Hay en la tradición hegemónica del pensamiento europeo


occidental una supremacía del tiempo en relación al espa-
cio, sobre todo, en la moderna-colonialidad. El progreso es,
casi siempre, algo que se da en cuanto cambio cualitativo
en el tiempo, de allí que pueda decirse que aquel pueblo
o aquella región es atrasado(a) o adelantado(a), como si
hubiese un reloj o, más precisamente, un cronómetro cul-
tural. No sólo Europa ocupa el panteón de la civilización
frente a los otros pueblos y regiones que viven más cerca
del estado de naturaleza en el continuum ya aludido, sino
también, el progreso está en un polo activo -Europa, los
Estados Unidos, Japón- de donde se expande, a lo largo
del tiempo, hacia los otros lugares que así, son pasivos.
Hasta la misma utopía es un no-lugar, o mejor, es un lu-
gar imaginario que es en otro tiempo mejor que nuestro
tiempo, lejos de nuestro espacio del aquí-y-ahora.
Time is Money (tiempo es dinero), una de las máximas cen-
trales de una sociedad mercantil que se instituyó a partir
del Renacimiento -es sólo una más de las indicaciones de
la sobrevaloración, en esta sociedad, del tiempo sobre el
espacio. A fin de cuentas, no se dice Space is Money (espacio
es dinero), más sin embargo, sabemos que no siendo la
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 11

riqueza reductible a su expresión simbólica -el dinero- la


constitución de la sociedad mercantil europea implicó,
desde el inicio, la conexión con otros mundos de vida
de donde provenía la materia tangible (oro, plata, por
ejemplo).

Al asumirse una dualidad radical entre cultura y naturaleza,


la llamada naturaleza queda en lo fundamental fuera del campo
de mirada de las ciencias sociales.

Dejar fuera a la naturaleza tiene enormes consecuencias


para las ciencias sociales, por no decir a la sociedad misma.
Finalmente, significó dejar fuera todo un conjunto de luga-
res, regiones y sus pueblos y culturas que se forjaron a partir
de múltiples matrices de racionalidad, contribuyendo así,
a la idea de que había una única matriz de racionalidad -la
europea- que resumía un universo de significaciones que
comandan en sus prácticas todas las contradicciones del
mundo moderno y contemporáneo (Liberalismo-socialismo,
por ejemplo). Así, la relación capital-trabajo pasó a comandar
la dinámica societaria subestimando el significado de la na-
turaleza y la importancia de los pueblos que construían sus
prácticas y significaciones en una relación con-la-naturaleza
y no contra-la-naturaleza.

A partir de esta constatación, el autor explora cómo desde


otras concepciones del espacio y del territorio es posible, tanto
fundamentar una perspectiva teórico/epistemológica desde
la cual realizar un cuestionamiento radical de la racionalidad
hegemónica, como el reconocimiento de vitales espacios de resis-
tencia y de construcción de alternativas en las luchas populares
actuales en el continente, especialmente campesinas, de pueblos
indígenas y afrodescendientes.

El espacio geográfico y el territorio se colocan así, como


conceptos claves para la comprensión de los complejos
procesos que ahora ponen en crisis el mundo moderno-
colonial hasta porque son conceptos que históricamente
están ligados a ese mundo que los creó. En fin, una de las
cuestiones centrales que se presentan en nuestros días habla
del respeto, exactamente, a las nuevas grafías en la tierra,
a los nuevos límites territoriales y, como la definición de
límites es la propia esencia de la política, es toda la cuestión
de los protagonistas lo que está en juego. Así, se impone la
necesidad de des-sustantivar al espacio geográfico puesto
que, casi siempre, es visto como una realidad objetiva ex-
terior a la sociedad.
...la geograficidad va más allá de las condiciones naturales,
como es aceptado en las ciencias sociales. Con certeza, la
naturaleza forma parte de la materialidad que constituye
el espacio geográfico. Y aquí no se admite una distinción,
12 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

tan cara al pensamiento dualista dicotomizante, entre lo


material y lo simbólico. Consideramos, al contrario, que los
hombres y mujeres sólo se apropian de aquello que tiene
sentido; sólo se apropian de aquello a lo que atribuyen una
significación y, así, toda apropiación material es, al mismo
tiempo, simbólica.
Sociedad y territorio, podemos ver, son indisociables. Toda
sociedad al constituirse lo hace constituyendo su espacio, su
hábitat, su territorio. Al contrario del pensamiento disyun-
tivo que opera por dicotomías, como quiere hacer creer el
aún hegemónico pensamiento eurocéntrico moderno, no
tenemos primero a la sociedad (o el espacio) y después
el espacio (o la sociedad) -sociedad y espacio. En verdad,
sociedad es espacio, ante todo, porque es constituida por
hombres y mujeres de carne y hueso que en su materialidad
corporal no puede prescindir del agua, de la tierra, del aire y
del fuego. El hecho de que los hombres y mujeres serán seres
que hacen historia y cultura, los animales simbólicos que
son, no los hace dejar de ser materia viva. Toda apropiación
material es, al mismo tiempo, y no antes ni después, simbó-
lica. Finalmente, no nos apropiamos de nada que no tenga
sentido, que no tenga significado. El concepto de territorio
pensado más allá de los dualismos nos obliga a abandonar
uno de los pilares del pensamiento eurocéntrico que es la
separación de sociedad y naturaleza

Para la construcción del andamiaje de las ciencias sociales


la subvaloración del territorio tuvo, como era de esperarse, conse-
cuencias para el lugar que la geografía ocupó como disciplina:

La geografía, en cuanto saber que se mantuvo preso al


espacio, pagó un precio caro por ello. Por haberse desa-
rrollado preocupada por el espacio tuvo que lidiar con la
relación de la sociedad con la naturaleza y así, también fue
mal reconocida en la división del trabajo científico entre las
ciencias naturales y las ciencias sociales. El paradigma de
cientificidad hegemónico heredado exigía ese recorte entre
lo natural y lo histórico y hay allí más de una razón para
que la geografía fuese descalificada en la jerarquía del poder
científico. Esta identificación entre lo natural y lo social era
suficiente para que se descalificase el conocimiento como
un conocimiento precientífico.
..en la geografía del imaginario eurocéntrico no cabe el lu-
gar de la naturaleza, donde hasta los mismos pueblos son
salvajes, cabiendo a Europa el lugar de la cultura. Como en
el imaginario eurocéntrico hegemónico cabe a la cultura
dominar la naturaleza la dominación sobre nosotros estaría
plenamente justificada.

Otra expresión constitutiva de este patrón de conoci-


miento hegemónico colonial y eurocéntrico es la separación
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 13

radical que se establece entre el conocimiento considerado como


válido (el conocimiento científico, el conocimiento occidental)
en oposición con el conocimiento no-científico, el conocimiento
de los “otros” que tendría poco o nada que aportar. No se trata
de un mero asunto epistemológico, sino de unas determinadas
relaciones históricas de poder entre los “unos” y los “otros”,
relaciones de poder que son un aspecto medular de las luchas
políticas de nuestros tiempos. En palabras del autor:

Expliquemos una tesis central que hasta aquí ha estado sub-


yacente: los paradigmas no caen del cielo. Los paradigmas
son instituidos por sujetos sociales, histórica y geográfica-
mente situados y, de esta manera, la crisis de este paradigma
es también, la crisis de la sociedad y de los sujetos que los
instituyeron... Ahora, no nos sorprendamos, por lo tanto,
cuando vemos emerger nuevos paradigmas y junto a ellos,
nuevos sujetos que reivindican un lugar en el mundo.
Hoy es posible confrontarnos con la emergencia de matrices
de otras racionalidades tejidas a partir de otros modos de
hacer, pensar y sentir, sea en América Latina, África o Asia;
entre segmentos no occidentales de Estados Unidos, Cana-
dá y hasta en la misma Europa, con diversas poblaciones
indígenas y de afrodescendientes que claman por afirmarse
frente a un mundo que se creyó superior porque estaba
basado en un conocimiento científico universal (imperial),
que colonizó el pensamiento científico en todo el mundo,
descalificando las otras formas de conocimiento.

Para el autor, estrechamente asociado con esta construc-


ción occidental de la separación del espacio y del territorio,
de la separación jerárquica entre cultura y naturaleza, está la
construcción del imaginario con pretensiones universalistas, (de
fundamento cristiano) del progreso y el desarrollo.

La idea de desarrollo, en cuanto utopía/ ideología integrativa


de la Modernidad, parece tener un fuerte cuestionamiento,
sobre todo después de los años sesenta/ setenta.
Se inscribe así en el debate una cuestión que se pretende
nueva que es la relación sociedad-naturaleza en lo que con-
cierne al desarrollo, puesto que a derecha y a izquierda, se
creía que desarrollo significaba salir de la naturaleza y más
que eso, dominarla, instrumentalizándola, reduciéndola
al estatuto de recurso, que como se sabe es un medio para
alcanzar un fin.
La idea de desarrollo presenta una íntima relación con
la de Geografía Política. Antes que nada, desarrollo pre-
supone crecimiento, hasta porque desarrollarse significa
des-envolverse, lo que implica abrir, quebrar, romper lo
14 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

que está envuelto. Fuertemente influenciado por la herencia


cristiana que permea el pensamiento occidental, la idea de
desarrollo se reviste de una pretensión universalista, en este
sentido, pretende redimir (salvar) los pueblos a través de su
conversión a los patrones de desarrollo europeos.
Vimos como el Progreso- Desarrollo pasó a constituirse en
uno de los pilares del llamado Mundo Moderno y, también
como el Estado Nacional se volvió su forma geográfica
política por excelencia.

Señala el autor que a partir de las décadas de los 60 y los 70


del siglo pasado, se produce un “punto de inflexión/bifurcación”
y las ideas de desarrollo y crecimiento sin límite comienzan a
“demostrarse insostenibles”. La idea del desarrollo sustentable
aparece como parte del reconocimiento de la necesidad de cam-
bios en “las creencias y valores” de la sociedad para lograr la
sobrevivencia de la vida en el planeta. Sin embargo, el desarrollo
y la apuesta a la posibilidad de un crecimiento sin límites están
profundamente arraigadas aún en propuestas teórico concep-
tuales que se asumen como críticas:

La idea de Desarrollo Sustentable (...) intenta recuperar el


Desarrollo como categoría capaz de integrar los desiguales
(y los diferentes) en torno de un futuro común (y no de
un futuro en comunidad o un futuro en comunión). Eso
demuestra en sí mismo que puede haber más continuidad
que ruptura de paradigmas en el proceso en curso. Indicaría,
por otro lado, que el Desarrollo, además de una idea muestra
las dificultades de reproducción fuera de ella. De ahí lo de
Sustentable. Debemos buscar comprender la emergencia de
esa idea, en términos analíticos, en las tensiones/luchas por
atribuir sentido a la vida social inscriptas en el seno de una
organización social que ya no se sustenta.

Las nociones de progreso y de desarrollo están estrechamen-


te articuladas con unas formas de entender la tecnología, o las
fuerzas productivas y su papel en la sociedad moderna. Cuan-
do la “naturaleza” es entendida como un “otro” radicalmente
externo, como cosa, como un objeto, puede ser sometida con el
propósito de satisfacer unas ilimitadas “necesidades” humanas.
En esta visión de fundamento positivista la tecnología de la
sociedad moderna avanza en una dirección lineal ascendente
hacia la abundancia material que haría posible la superación
del reino de la necesidad.
El peso que se le ha dado al cuestionamiento de los patro-
nes científico-tecnológicos en la critica al capitalismo ha fluctua-
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 15

do mucho durante los dos últimos siglos. Las interpretaciones


sobre la supuesta neutralidad de la tecnología en el pensamiento
socialista y/o marxista han sido objeto se fuertes polémicas. Inclu-
so en la obra de Marx hay perspectivas diversas en la evaluación
del significado de la tecnología de la sociedad capitalista. Ésta es
caracterizada en algunos textos como expresión de las relaciones
de dominación/explotación de la sociedad capitalista, en otros
como expresión del desarrollo lineal, progresivo y ascendente
de las fuerzas productivas. En esta segunda perspectiva, la
tecnología de la sociedad capitalista sería el aporte histórico,
la base material que haría posible la sociedad que la sucederá
históricamente, la sociedad socialista. Sin embargo, como lo de-
mostró la experiencia soviética, a partir de los mismos patrones
científico-tecnológicos y de las mismas formas de sometimiento
de la llamada “naturaleza” no es posible la construcción de una
sociedad alternativa. La tecnología que ha producido esta sociedad es
tan capitalista como lo es su Estado. Hay aquí un muy problemático
punto ciego, un límite severo en buena parte de la critica marxista
a la sociedad capitalista. La tecnología no es un hecho neutro, es
por el contrario, constitutiva de las relaciones sociales de poder
históricas en las cuales se produce, y con ello parte fundamental
de la dinámica reproductora y legitimadora de esta sociedad.
Esas relaciones de poder no desaparecen con los cambios en las
relaciones de propiedad sobre estas tecnologías.2
El autor formula críticamente las relaciones entre técnica/
tecnología y poder, concibiendo la tecnología como constitutiva
de las relaciones sociales:

...relaciones técnicas son inmanentes a las relaciones sociales


y de poder y no algo que se hace al lado o desde afuera de
estas relaciones.
...la técnica se inscribe en el centro de las relaciones sociales
de poder, no pudiendo ser encarada como un Deus ex Machi-
na, como una instancia separada del contexto socio-histórico
que la crea. No es fortuito, por lo tanto, que la Primera Re-
volución Industrial que instituyó la maquino-factura, haya
tenido la resistencia del Movimiento Luddista, que quebraba
las máquinas, ya que les retiraba el poder y el empleo. La
Segunda Revolución Industrial, seguida por el Taylorismo,
también encontró gran resistencia entre los trabajadores...
Siendo así, toda Revolución Tecnológica es también parte
de un proceso de revolución en las relaciones sociales de
poder. Destaquemos que la Revolución Tecnológica no

2 Ver: Edgardo Lander, Contribución a la crítica del marxismo realmente existente. Verdad,
ciencia y tecnología, Fundación Editorial El Perro y la Rana, Caracas, 2008.
16 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

es causa o consecuencia de la revolución en las relaciones


sociales y sí parte constitutiva de las propias relaciones
sociales y de poder.

La tecnología de la sociedad capitalista expresa la confian-


za omnipotente en las posibilidades del control creciente sobre
la naturaleza y el crecimiento material sin límites. Es la forma
en que se relaciona con la “naturaleza” una sociedad que tiene
fe ciega en el progreso.
La producción de riquezas no tiene límites en el interior de
ese orden imaginario Moderno, no estamos delante de un
juego de suma cero, donde para que uno gane el otro tiene
que perder. Ahora, en la Modernidad, la capacidad técnico-
científica de dominar la naturaleza permite una producción
ilimitada de riquezas donde todos pueden ganar. A eso se
le llama Desarrollo.
Mismo la crítica de Karl Marx al capitalismo, no es una
crítica al desarrollo de las fuerzas productivas. Marx es
rigurosamente hablando, un clásico de la Modernidad,
tal como Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill...
para quedarnos solamente entre los que van a ser conocidos
como economistas.

Luchas por el territorio en América Latina

El autor enfatiza que lo está en juego cuando se habla de


territorios, son “modos distintos de apropiarse de la tierra por
medio de culturas diferentes y, de este modo, estamos hablando
de distintas territorialidades.” Argumenta que muchas de las
principales luchas populares que se dan hoy en el continente no
pueden ser comprendidas sin reconocer la centralidad que en
éstas tiene la dimensión territorial. Son luchas de movimientos
indígenas, de afrodescendientes y de campesinos -como la del
MST- cuyo potencial emancipatorio no puede ser reconocido “si
permanecemos prisioneros de categorías analíticas pensadas a
partir de una realidad específica como Europa, por más que nos
hayamos habituado con el eurocentrismo a la idea de un pensa-
miento universal y así, válido en cualquier circunstancia.”
... en estas resistencias, r-existencias, las epistemes y el
territorio (donde la cuestión de la tierra tiene un lugar cen-
tral) ganan una enorme importancia, no sólo por el lugar
que el orden moderno-colonial nos destinó en la división
internacional del trabajo, sino también por el significado de
la naturaleza para la reproducción de cualquier sociedad,
formas que el antropocentrismo eurocéntrico cree que la
ciencia y la técnica pueden dominar.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 17

En estos conflictos territoriales vienen cumpliendo un papel


destacado las matrices de racionalidad campesinas, además
de aquellas fundadas en civilizaciones otras, tanto de pue-
blos originarios como de afrodescendientes.

En las diferentes luchas analizadas en estos ensayos está


claramente presente la contraposición de racionalidades diferen-
tes, de concepciones divergentes de la propiedad, de nociones
confrontadas de la territorialidad. En la medida en que avanza
la frontera de la ocupación/apropiación capitalista en grandes
extensiones territoriales previamente ocupadas por poblacio-
nes indígenas, afrodescendientes, campesinos o seringueiros, se
produce un proceso equivalente al del cercamiento de las tierras,
bosques y aguas de uso común, compartido (the commons) tal
como ocurrió durante la revolución industrial en el Reino Unido.
Con la privatización de aquello que es de uso compartido, con la
mercantilización de la “naturaleza”, se socavan las condiciones
de vida de las poblaciones afectadas. En estas condiciones la
lucha por la preservación del territorio es al mismo tiempo por
la defensa de la propia cultura de estos pueblos y comunidades.
En palabras de Chico Mendes: no hay defensa de la selva sin la
defensa de los pueblos de la selva.
Estas áreas son ocupadas por pueblos invisibilizados, mu-
chos de los cuales están aquí hace más de 12 mil años, al
contrario de lo que afirma la ideología de los conquistadores
que nombra como vacíos demográficos y desiertos las áreas
que quieren someter. Sólo la colonialidad del pensamiento
hegemónico puede ignorar el conocimiento tejido por estos
diferentes pueblos en esta milenaria historia.

La oposición a estos procesos de despojo está creciente-


mente articulada no sólo en términos de resistencia al despla-
zamiento de sus tierras, sino igualmente en la defensa/creación
de otros patrones de ocupación territorial. Se expresan en estas
luchas nociones radicalmente divergentes de las concepciones
de “naturaleza”, “recursos”, “tierra” y “propiedad” que carac-
terizan al eurocentrismo colonial del liberalismo.

Es fundamental que prestemos atención a estas nuevas
territorialidades que están potencialmente inscritas entre
estos diferentes protagonistas, y que se movilizan con/
contra los sujetos y las conformaciones territoriales que allí
están en crisis, intentando identificar sus posibilidades y
sus límites emancipatorios. Hay nuevas conflictividades
sobre-imponiéndose a las antiguas. En esta imbricación de
temporalidades distintas la cuestión del territorio se explica
con la crisis del Estado.
18 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

En esta tensión de territorialidades, lo colectivo/comunita-


rio se coloca casi siempre contrario a la exclusividad de la
propiedad privada que, siendo espacio de uso exclusivo y,
ya por ello, de exclusión, es la base del espacio mutuamente
excluyente, de la soberanía absoluta que subyace al concepto
de territorio en las matrices hegemónicas del pensamiento
moderno-colonial. Así, es preciso que superemos la lógica
dicotómica, la lógica del esto o aquello y, definitivamente,
aceptemos las lógicas relacionales, plurales y que nos apun-
tan hacia territorialidades de otro tipo.

No se trata, argumenta el autor, de una simple oposición


binaria entre dos modelos estáticos del territorio, ni de “reificar
ninguna conformación territorial a priori sea cual fuera. ...más
que la idealización de cualquier territorialidad es preciso veri-
ficar las relaciones que las conforman.”
...los territorios no son substancias ahistóricas... siempre
inventados y, como tales, los realizan concretamente su-
jetos históricos que los instituyen. Por lo tanto, hay que
considerar al territorio y sus sujetos instituyentes y así, es
fundamental que desnaturalicemos este concepto.

Las actuales confrontaciones político-sociales en torno a


los territorios y enfrentamientos entre concepciones divergentes
del territorio no son, de modo alguno, fenómenos que ocurren
exclusivamente en el mundo rural, indígena o campesino, sino
igualmente en los ámbitos urbanos y suburbanos, un asunto
fundamental en vista de que es éste hoy un continente mayori-
tariamente urbano. Crecientemente, la urbe latinoamericana se
caracteriza por formas de segregación espacial en los cuales se
constituyen patrones divergentes de territorialidad.
Es común que en estas aglomeraciones suburbanas se
reproduzcan barrios de las comunidades campesinas e indíge-
nas de origen, donde las relaciones de parentesco conforman
comunidades de vecinos. Son ruralidades que se reinventan en
los espacios suburbanos, fundamentales en la reterritorialización
de estas poblaciones. Redes de empleo informal, mutuales para
la construcción de casas y familias ampliadas, conforman de esta
manera, redes de socialización primarias que cuentan hasta con
un sistema de salud sui generis, el médico de familia...

En estas mismas ciudades, sin embargo, vemos un contra-


urbanismo de espacios cerrados de Shopping centres y de
condominios cerrados de las clases medias y burguesas. La
unidad de estas ciudades se mantiene por medio de domina-
ciones sociales y de poder injustas que se agravan, aún más,
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 19

con la crisis de las relaciones tradicionales de dominación


con la implantación de las políticas de ajuste estructural y
el supra-nacionalismo constitucionalista.

La contribución de Carlos Walter Porto-Gonçalvez


a debates pendientes en Venezuela hoy

Estos textos constituyen valiosos aportes particularmente


pertinentes para abordar dos asuntos críticos del proceso de
cambio que hoy vive Venezuela: 1) La respuesta que se le da a los
retos planteados por los límites del planeta y la urgencia de otros
patrones civilizatorios alternativos a la lógica depredadora de la
sociedad industrial del progreso, y; 2) La situación actual de los
pueblos indígenas que viven en el territorio venezolano.
A propósito de lo primero es necesario preguntarse, ¿es
posible un proceso de transformación profunda de la sociedad
petrolera/rentista venezolana, capaz de dar cuenta de los retos
urgentes que nos plantean hoy los reconocidos límites del
planeta, sobre la base de la ampliación de la dependencia de
la explotación de hidrocarburos? ¿En qué dirección camina-
mos si después de 10 años del proceso bolivariano, en el año
2008 los hidrocarburos representaron el 93% del valor total de
las exportaciones del país? ¿Es posible la construcción de una
sociedad alternativa sobre la base del imaginario de Venezuela
como potencia energética mundial? ¿Sobre la base de los planes
de expansión masiva de la explotación de los crudos pesados
de la Faja del Orinoco, y de los yacimientos de gas del Delta del
Orinoco y mar afuera frente a la costa de Paria? ¿Será el destino
del Orinoco y su delta similar al vivido por el Lago de Mara-
caibo gracias a largas décadas de explotación petrolera? ¿Nada
hemos aprendido de los devastadores efectos que tuvo el cierre
del Caño Mánamo sobre las poblaciones Warao del Delta? ¿Es
más importante el carbón que las comunidades indígenas y el
agua de la Sierra de Perijá?
Después de prácticamente un siglo, la lógica inercial de
cultura rentista de esta sociedad petrolera está profundamente
instalada. Las aspiraciones y demandas que los ciudadanos le
hacemos al Estado suponen la existencia de un país rico con una
renta petrolera en permanente expansión. Adicionalmente, como
señala el autor, en la sociedad capitalista nacemos bajo el régimen
de producción de subjetividades mercantilmente estimuladas. Los ni-
veles de vida de las minorías privilegiadas de este país durante
ya muchas décadas han estado alimentados por el petróleo. Las
políticas sociales de este gobierno, que han contribuido tan sig-
20 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

nificativamente a la ampliación de los derechos de los sectores


populares, a mejoras sustantivas en el acceso a la alimentación,
los servicios de salud y la educación, han sido posibles gracias
a un ingreso petrolero no sólo creciente sino que ha estado en
proporciones mayores en manos del Estado. Las principales
iniciativas de política exterior, en especial hacia América Latina
y el Caribe, como Petrocaribe o diversos programas del ALBA,
han sido financiadas con estos recursos. Resulta por lo tanto
extraordinariamente difícil imaginar que esta sociedad pueda
romper su adicción a esta droga. Se podría descalificar la exi-
gencia de asumir este reto como una aspiración utópica alejada
de las realidades geopolíticas del mundo contemporáneo.
Y sin embargo, ya hace algún tiempo que dejó de ser po-
sible negar las realidades de la crisis civilizatoria, de los límites
del planeta, del cambio climático, o el papel de la combustión de
hidrocarburos en la generación de gases de efecto invernadero.
Ya esto no puede ser descalificado como producto del imaginario
afiebrado de ambientalistas apocalípticos. En lo esencial incluso
el debate científico ha concluido. Sólo la derecha radical, en su
defensa fundamentalista de la plena libertad del mercado pone
en duda estas tendencias. Vivimos ante la realidad de estos lí-
mites y sus consecuencias en el presente. Se trata de hechos que
ocurren ante nuestros ojos, no de proyecciones referidas a un
futuro remoto e indeterminado. Una sociedad otra, alternativa a
la lógica depredadora/explotadora del capitalismo y del indus-
trialismo sólo es posible a partir de un cuestionamiento tanto
teórico como práctico del dualismo cultura/naturaleza, de la
dogmática fe en el progreso/desarrollo y la confianza ciega en la
posibilidad de que las potencias de la ciencia y la tecnología nos
permitirían superar el mundo de la necesidad para alcanzar el reino
de la libertad. Ha sido este el intento no de aprender a convivir
con, sino de liberarnos del resto de la naturaleza. Estos delirios
prometéicos de convertirnos en dueños y señores de la naturaleza nos
han conducido a donde estamos. La idea de que Venezuela pueda
ser un potencia energética mundial3 no representa en este sentido
una ruptura, sino una imposible búsqueda de recuperación del
pasado.
Las contribuciones de Carlos Walter Porto-Gonçalvez son
igualmente pertinentes para nutrir el urgente e indispensable
debate nacional sobre la situación de los pueblos indígenas en

3 República Bolivariana de Venezuela. Presidencia. Proyecto Nacional Simón Bolívar. Primer


Plan Socialista. Desarrollo económico y social de la nación 2007-2013. Caracas septiembre
2007.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 21

el país. Tal como señala Esteban Emilio Mosonyi, (que ha sido


a lo largo de décadas uno de los investigadores más profunda-
mente conocedor de las lenguas y culturas indígenas, uno de los
intelectuales/activistas más consecuentemente comprometidos
con la defensa de los derechos de dichos pueblos), el proceso
bolivariano tiene aquí una severa deuda. Esto ocurre a pesar de
fundamentales conquistas en el terreno jurídico. El contenido de
la Constitución del año 1999 que postula una sociedad democráti-
ca, participativa y protagónica, multiétnica y pluricultural constituye
un extraordinario avance en los derechos de los pueblos indíge-
nas, tanto en su formulación doctrinaria o conceptual, como en
los contenidos más precisos que aparecen en los sucesivos artí-
culos que se refieren a este asunto. El artículo 19 de dicho texto
constitucional expresa en forma categórica una clara ruptura con
toda la normativa jurídica pre-existente en el país:

El Estado reconocerá la existencia de los pueblos y comuni-


dades indígenas, su organización social, política y económi-
ca, sus culturas, usos y costumbres, idiomas y religiones, así
como su hábitat y derechos originarios sobre las tierras que
ancestral y tradicionalmente ocupan y que son necesarias
para desarrollar y garantizar sus formas de vida. Corres-
ponderá al Ejecutivo Nacional, con la participación de los
pueblos indígenas, demarcar y garantizar el derecho a la pro-
piedad colectiva de sus tierras, las cuales serán inalienables,
imprescriptibles, inembargables e intransferibles de acuerdo
con lo establecido en esta Constitución y en la ley.
Estos derechos adquieren mayor precisión en la Ley de
demarcación y garantía del hábitat y Tierras de los pueblos
indígenas que entró en vigencia en el año 2001, y en la Ley
orgánica de pueblos y comunidades indígenas aprobada por la
Asamblea Nacional en el año 2005. Venezuela es firmante o
ha votado a favor de los principales instrumentos jurídicos
internaciones que tienen incidencia sobre los derechos de
los pueblos indígenas: Convención Internacional sobre la Elimi-
nación de Todas las Formas de Discriminación Racial; Convenio
de Diversidad Biológica; Convenio sobre Pueblos Indígenas y
Tribales en Países Independientes (Convenio 169 de la OIT), De-
claración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas;
Declaración sobre los Derechos de las Personas Pertenecientes a
Minorías. Más recientemente votó a favor de la Declaración
de las Naciones Unidas sobre los derechos de los pueblos indígenas
aprobada por la Asamblea General de dicha organización
en el año 2007.4

4 De acuerdo al artículo 23 de la Constitución vigente: “Los tratados, pactos y convenciones


relativos a derechos humanos, suscritos y ratificados por Venezuela, tienen jerarquía cons-
titucional y prevalecen en el orden interno, en la medida en que contengan normas sobre su
goce y ejercicio más favorables a las establecidas en esta Constitución y en las leyes de la
República, y son de aplicación inmediata y directa por los tribunales y demás órganos del
Poder Público.”
22 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Como queda claro a partir de los textos de Carlos Walter


Porto-Gonçalvez, una primera condición de posibilidad para que
los derechos contemplados en este conjunto de normas jurídicas
puedan hacerse realidad pasa por el efectivo reconocimiento
de sus territorios.5 Sin ello no será posible para estos pueblos y
comunidades la preservación y pleno despliegue de sus propias
culturas en el contexto de una sociedad caracterizada por la
Constitución como multiétnica y pluricultural.
En la Constitución los derechos territoriales de los pueblos
indígenas no se formulan como una genérica declaración de
principios, sino como un compromiso preciso en el tiempo. De
acuerdo a la décimo segunda disposición transitoria de dicho
texto:

La demarcación del hábitat indígena a que se refiere el


artículo 119 de esta Constitución, se realizará dentro del
lapso de dos años contados a partir de la fecha de entrada
en vigencia de esta Constitución.

Sin embargo, es poco lo que se ha avanzado en estos diez


años. En palabras de Esteban Emilio Mosonyi:

En todo caso, la realidad viene siendo una sola: las comuni-


dades indígenas, salvo excepciones muy exiguas y hasta dis-
cutibles como ocurre en Anzoátegui, aún no han recuperado
sus tierras. Podrán aducirse atenuantes como cualquier tipo
de dificultad inherente al proceso demarcativo, a veces la
falta de acuerdo entre indígenas y especialistas, la muy poca
pericia de funcionarios con distintas jerarquías para tratar
tan espinoso problema. Todo esto es verdad en parte, nadie
lo puede negar. Pero ya ha transcurrido demasiado tiempo,
a tal punto que muchos indígenas se han vuelto escépticos,
creyendo que nunca se les hará justicia. Esta constatación se
agrava cuando dirigimos la mirada hacia otros países con
habitantes indígenas, constitutivos o no de grandes segmen-
tos de las respectivas poblaciones nacionales, por cuanto no
es éste un problema esencialmente cuantitativo.6

5 Sobre esto, la Declaración de las naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indíge-
nas no deja dudas: “... si los pueblos indígenas controlan los acontecimientos que los afecten
a ellos y a sus tierras, territorios y recursos podrán mantener y reforzar sus instituciones,
culturas y tradiciones y promover su desarrollo de acuerdo con sus aspiraciones y necesida-
des...” De acuerdo al artículo 26 de esta declaración: “1. Los pueblos indígenas tienen dere-
cho a las tierras, territorios y recursos que tradicionalmente han poseído, ocupado, utilizado
o adquirido. 2. Los pueblos indígenas tienen derecho a poseer, utilizar, desarrollar y controlar
las tierras, territorios y recursos que poseen en razón de la propiedad tradicional u otro tipo
tradicional de ocupación o utilización, así como aquellos que hayan adquirido de otra forma.
3. Los Estados asegurarán el reconocimiento y protección jurídicos de esas tierras, territorios
y recursos. Dicho reconocimiento respetará debidamente las costumbres, las tradiciones y los
sistemas de tenencia de la la tierra de los pueblos indígenas de que se trate.”
6 “Balance general de los diez años del proceso bolivariano: pueblos indígenas. Un recono-
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 23

...el aparente proyecto de reivindicación total, duradera e


intercultural de nuestro mundo indígena no ha pasado de
ser hasta el presente una suerte de “efecto carnada” para
embellecer la Constitución. Insistimos en que sin la solu-
ción medianamente equitativa del problema de las tierras
indígenas, es imposible desarrollar un trabajo serio porque
seguiría faltando lo principal e imprescindible. También, por
otro lado, parecía haber poca voluntad política consistente
y cónsona con los hermosos planteamientos constitucio-
nales, especialmente en lo referente a las Disposiciones
Transitorias en que se dramatiza su urgencia. Si apartamos
a los propios indígenas y a sus aliados más conspicuos, el
resto del estamento político, de arriba hacia abajo y de abajo
hacia arriba, así como nuestra casi siempre apática opinión
pública, han venido aplazando sine die cualquier acción
seria y definitiva.7

La carencia de una política pública basada los principios


constitucionales y demás normas jurídicas vigentes se ha hecho
particularmente evidente en la Sierra de Perijá, territorio de los
pueblos barí, yukpa, japreria y wayúu:

En este sector se conjugan todos los males que se han venido


agravando a lo largo de esta década, si bien son de proce-
dencia colonial. Como ya existe una abundante literatura
al respecto, principalmente hemerográfica y de mensajes
electrónicos, trataremos de resumir los indicadores más
relevantes. Los estudios antropológicos y de otra índole
-unidos a la memoria colectiva de los pueblos- demuestran
que ya desde comienzos del siglo XX los indios perijaneros
de todas las etnias y de ambos países vienen perdiendo ve-
lozmente sus tierras ancestrales, a manos de terratenientes,
compañías petroleras, forestales y carboníferas, colonos
procedentes de diversas latitudes. Ahora, las comunida-
des o aldeas indígenas están concentradas en minúsculas
zonas de refugio aisladas entre sí, indefensas a pesar del
brío y valentía excepcionales de sus moradores, quienes
no obstante son pocos y desarmados. En los años más
recientes el problema se agrava con la presencia de grupos
armados colombianos irregulares -es casi indiferente que
se trate de guerrilleros, paramilitares, narcotraficantes o
hampones de cualquier laya- quienes están provocando a
su vez la migración hacia la misma serranía de campesinos
colombianos inocentes que llegan en calidad de refugiados.
Con tantos actores colectivos presentes en la zona, aun las
pocas tierras indígenas y los recursos que atesoran, incluso
los hídricos tan importantes para la ciudad de Maracaibo,

cimiento histórico con fuertes problemas colaterales”, en Diez años de la revolución boli-
variana. Segunda parte, Revista Venezolana de Economía y Ciencias Sociales, Caracas,
enero-abril, 2009. P. 162.
7 Op. cit., pp. 163-164.
24 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

corren el peligro inminente de ser arrebatados, cuando no


destruidos, por completo. Por los informes que poseemos,
el gobierno colombiano no ha hecho nada para enfrentar el
problema. Pero lo que más nos extraña e indigna es que el
propio gobierno venezolano -nacional y local- esté cometien-
do un disparate tras otro y no precisamente en favor de los
indígenas sino de las fuerzas que los adversan.8

No sólo es poco lo que se ha avanzado en el asunto crí-


tico de la delimitación de los territorios indígenas sino que ha
continuado la expansión de las fronteras del “progreso” hacia
territorios que deberían haber sido objeto de delimitación. La
ganadería de los terratenientes de Perijá, la explotación del
carbón en la misma zona y los planes de explotación del gas
en el Delta del Orinoco constituyen una clara violación la Ley
Orgánica de pueblos y comunidades indígenas. De acuerdo artículo
123 de esta ley:

Se prohíbe la ejecución de actividades en el hábitat y tie-


rras de los pueblos y comunidades indígenas que afecten
grave o irreparablemente la integridad cultural, social,
económica, ambiental o de cualquier otra índole de dichos
pueblos o comunidades.

Del conjunto de tensiones y contradicciones que necesa-


riamente caracterizan todo proceso de cambio, pocas son tan
vitales para el futuro de este proyecto como las referidas al patrón
civilizatorio y a los derechos de comunidades y pueblos cuya
digna resistencia después de cinco siglos de colonialismo, tanto
ibérico como republicano, constituye un testimonio histórico, un
llamado a la conciencia colectiva nacional de que otro mundo es,
con creciente urgencia, necesario.
Tengo confianza en que esta colección de ensayos estimule
debates y confrontaciones sobre estos asuntos críticos. Las rela-
ciones de los otros sectores de la sociedad con las resistencias y
luchas indígenas no pueden ser vistas fundamentalmente como
“solidaridad” con la lucha de los “otros”, o sólo como expresión
de culpa por lo que a nombre propio se le ha hecho y continúa
haciendo a otros. Es ésta una lucha propia, lucha de quienes
aspiran a la construcción de una sociedad democrática. Lo que
está en juego es la sociedad a la cual se aspira, y con ello, el futuro
de la humanidad y de la vida en el planeta.

8 Op. cit. pp. 164-165.


Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 25

Primera Parte
De Geografías, desarrollo y territorialidades
26 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 27

De la geografía a las geo-grafías:


Un mundo en busca
de nuevas territorialidades♣

♣ Publicado originalmente en: Ceceña, Ana E., Sader, Emir (2002), La guerra infinita: hege-
monía y terror mundial, CLACSO, Buenos Aires.
28 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 29

“Aquellos que nos veían viviendo futurísticamente en el


universo virtual de las redes, aquellos que decían que el
horror vivido ese día ya había sido previsto por los filmes
de catástrofes, el día 11 de septiembre (de 2001) estableció;
en primer lugar, que aún vivimos y trabajamos en edificios
de hierro, piedra y vidrio, cuya resistencia y desgaste nada
tienen que ver con las pantallas y los efectos especiales, y
que, cuando caen, caen de hecho”

Jacques Rancière

De Epistemes y de territorios

Límite entre saberes, límite entre disciplinas, límite entre


países. Por todos lados se habla de que los límites ya no son rí-
gidos, que los entes ya no son “tan claros, distintos y definidos”
como recomendara René Descartes (1596-1650). Cada vez más
se habla de empresas internacionales, o transnacionales o multi-
nacionales, así como se habla de interdisciplinaridad, transdis-
ciplinaridad o multidisciplinaridad. En fin, por todos lados son
usados los prefijos inter, trans o multi indicando que las fronteras,
sean epistémicos, sociológicas o geográfico-políticas, si es que
podemos separarlas, son más porosas de lo que se creía.
Con esto entra en crisis toda una tradición inventada por
los europeos desde el Renacimiento con René Descartes, Galileo
Galilei (1564-1642), Francis Bacon (1561-1727), Isaac Newton
(1643-1727) y Jean Bodin (1530-1596), entre otros nombres, en
torno de los cuales se constituyó las bases del conocimiento
científico moderno. Conocimiento moderno este, dicho sea de
paso, que se pretende un saber universal y no un saber histórica y
geográficamente situado, esto es, europeo. Diríamos que, escon-
der la provincia geográfica de su origen es la primera condición
para presentarlo como un saber que se quiere universal, esto
es, aquel que parece no ser de algún lugar, atópico, y que así
surge negando los múltiples saberes locales y regionales cons-
truidos a partir de múltiples historias locales y regionales que
se desarrollaron hasta 1492 cuando se inicia, entonces, aquello
que el filósofo político estadounidense Immanuel Wallerstein
denominara “sistema-mundo”.
Así, el pensamiento moderno europeo se coloca a sí mismo
como un saber superior en el mismo movimiento que califica a
todos los otros saberes como locales, regionales o provincianos.
Sabemos cómo este movimiento de colonización del conoci-
miento por el pensamiento europeo se construyó en una doble
30 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

configuración territorial: una interna a los estados territoriales


nacientes, en la medida que el otro interno es calificado como
provinciano, regional o que ni siquiera habla una lengua tenien-
do, a lo sumo, un dialecto; y otra externa, en la medida en que la
constitución de la unidad territorial interna se da por la expulsión
de los otros –de los moros en el caso de los dos primeros estados
territoriales modernos (Portugal y España) o como el encuentro
con el otro externo que va a perder sus diferentes cualidades
(aztecas, mayas, guaranis, bantú, ashantis…) para ser llamados
por los europeos por un nombre general –indígena, aborigen,
lo que los unifica a todos.
He allí, el momento en que el europeo se descubre blan-
co para distinguirse del indio y, después, se descubre europeo
distinguiéndose de América, inaugurando el llamado Nuevo
Mundo y, asimismo, distinguiéndose del mundo musulmán. Las
regiones geo-culturales del mundo comienzan a diseñarse con
sus asimetrías características –civilizado y bárbaro (no olvidemos
que el bárbaro de antaño –la Europa no romana, bien puede ser
el civilizado de hoy).
El pensamiento moderno europeo, poco a poco va a cons-
truir una geografía imaginaria, donde las diferentes cualidades
de los distintos pueblos y culturas que luego de 1492, en asimé-
trica relación, serán dispuestos en un continuum lineal que va de
la naturaleza a la cultura, o mejor, de América y de África, donde
están los pueblos primitivos más próximos a la naturaleza, a la
Europa, donde está la cultura, la civilización. Dominar la natu-
raleza, sabemos, es el fundamento de la civilización moderna
construida por los europeos a su imagen y semejanza y, para ello,
los pueblos a ser dominados fueron asimilados a la naturaleza,
comenzando por considerarlos salvajes, que significa rigurosa-
mente, los que son de la selva, luego entonces, son aquellos que
deben ser dominados por la cultura, por el hombre (europeo,
burgués, blanco y masculino). Se ve, pues, que la invención del
europeo civilizado es al mismo tiempo la invención del salvaje y
así, la invención de la modernidad es inseparable de la invención
de la colonialidad.
“El éxito de la ciencia dio al Estado moderno un modelo legitima-
dor en la toma de decisiones ‘racionales’. El descubrimiento de los
hechos verdaderos llevaba a tomar las decisiones correctas. En otras
palabras, lo Verdadero conducía al Bien. La racionalidad se convirtió
en sinónimo de ‘racionalidad científica’ y el conocimiento fue sinó-
nimo de ‘conocimiento científico’. Otras formas de conocimiento y
otras apelaciones a la racionalidad, como el conocimiento práctico
agrícola, medicinal o artesanal, fueron considerados de segunda
categoría” (Funtowicz y De Marchi, 2000:58).

La pretendida universalidad del pensamiento moderno


europeo se fue apropiando del espacio geográfico concreto de
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 31

cada día, lugar de la co-existencia de lo diverso, donde cohabitan


diferentes cualidades –animales, plantas, tierra, agua, hombres
y mujeres de carne y hueso con sus desigualdades sociales y sus
diferencias culturales e individuales de humor y de pasiones-
hacia una abstracción matemática en la que estas cualidades son
puestas en suspenso, tal como el pensamiento se separa de la
materia. Es R.D. Laing quien establece que,
“…esta situación proviene de algo que ocurrió en la conciencia eu-
ropea en la época de Galileo y Giordano Bruno. Estos dos hombres
son epígonos de dos paradigmas –Bruno, torturado y quemado en
la hoguera por afirmar que había un número infinito de mundos;
y Galileo, al decir que el método científico consistía en estudiar
este mundo como si en él no hubiese conciencia o criaturas vivas.
Galileo llegó a afirmar que, solamente los fenómenos cuantificables
eran admitidos en el dominio de la ciencia. Él dijo: “Aquello que no
pueda ser medido y cuantificado no es científico”; y en la ciencia
posgalileica esto pasó a significar: “lo que no puede ser cuantificado
no es real”. Esta fue la más profunda corrupción de la concepción
griega de la naturaleza como physis, como algo vivo siempre en
transformación y nunca divorciado de nosotros. El programa de
Galileo nos ofrece un mundo muerto, desvinculado de la visión,
de la audición, del paladar, del tacto y del olfato –y unido a esto se
relegó la sensibilidad ética y estética, los valores, la calidad, el alma,
la conciencia y el espíritu. La experiencia fue lanzada hacia fuera
del ámbito del discurso científico. Ciertamente, nada modificó tanto
nuestro mundo en los últimos cuatrocientos años como el audaz
programa de Galileo” (R.D. Laing citado por Capra, 1988:108-9).

Este pensamiento moderno europeo, hoy en crisis, en su


búsqueda de una verdad objetiva distinguió objetos “claros y
definidos”, retiró al sujeto9 de la relación que así, desde fuera,
por el método científico, esto es, racional, develaría los misterios
de la naturaleza para dominarla mejor. Así, se erige todo un
conjunto de categorías dualistas propias del pensamiento mo-
derno europeo –naturaleza y cultura; sujeto y objeto; materia y
espíritu; cuerpo y mente; razón y emoción; individuo y sociedad;
ser y pensamiento- que, sobre todo luego de Heisemberg con su
“principio de incerteza”10, ya no se sustenta y se ve obligado a
reconocer que en la Physis, más allá de “leyes de la naturaleza”,
orden y causalidad/necesidad, hay también indeterminación aca-
so el caos y que, más allá del conocimiento científico, existen otras
formas de conocimiento e igualmente, que el conocimiento está

9 De la misma forma que no considera pertinente sustentar que su conocimiento es igual-


mente provinciano –el europeo- como cualquier otro conocimiento es, siempre, histórica
y geográficamente situado. Decir solamente que los entes están históricamente situados,
abre siempre espacio para colocar los diferentes entes que cohabitan el mundo en una
perspectiva evolucionista. Considerar el espacio nos obliga a poner en debate la dimen-
sión del poder.
10 En el que el sujeto interfiere con el objeto lo mismo que en el interior de las llamadas
“ciencias exactas” e independientemente de la ideología del investigador.
32 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

en lo más mínimo, inscrito en la vida (bios)11 y más aún, que este


pensamiento atomístico-individualista (Porto-Gonçalves,1989)
que opera por dicotomías es más característico de este pensa-
miento moderno europeo que del “pensamiento salvaje”, para
utilizar la expresión de Lévy Strauss (Lévy-Strauss, 1989).
“El conocimiento del paradigma emergente tiende así a ser un
conocimiento no dualista, un conocimiento que se funda en la
superación de las distinciones tan familiares y obvias que, hasta
hace poco, considerábamos insustituibles, tales como, naturaleza /
cultura; natural / artificial; vivo / inanimado; materia /mente; obser-
vador / observado; subjetivo / objetivo; colectivo / individual; animal
/ persona. Este relativo colapso de las distinciones dicotómicas
repercute en las disciplinas científicas sobre las que se fundaron”
(de Sousa Santos, 1996:40).

Expliquemos una tesis central que hasta aquí ha estado


subyacente: los paradigmas no caen del cielo. Los paradigmas son
instituidos por sujetos sociales, histórica y geográficamente
situados y, de esta manera, la crisis de este paradigma es tam-
bién, la crisis de la sociedad y de los sujetos que los instituyeron
(Porto-Gonçalves, 2001b). Ahora, no nos sorprendamos, por lo
tanto, cuando vemos emerger nuevos paradigmas y junto a ellos,
nuevos sujetos que reivindican un lugar en el mundo. Dicho de
otra forma, estos sujetos que muchos llaman nuevos, tal vez no
lo sean tanto12, ponen en debate otras cuestiones, otras relacio-
nes, ellos(as) tuvieron que forjarse en situaciones asimétricas de
poder sin que por ello se anularan y, más que resistir, r-existieron,
se reinventaron en su diferencia, tal como el europeo es también
una invención en la diferencia, aunque en la condición de polo
dominante en el “sistema-mundo”. Finalmente, desde que se dio
este extraordinario encuentro moderno-colonial (1492), Etienne
la Boètie (1530-1563) (Boètie, 1982) diría “mal encuentro”, emergen
culturas y pueblos diferentes13 mostrándonos un mundo mucho
más diverso de lo que pudo creer la visión colonial eurocéntrica,
o lo que solamente ve la lógica del capital y no las lógicas dife-
rentes de los que a ella se resisten.
Hoy es posible confrontarnos con la emergencia de ma-
trices de otras racionalidades tejidas a partir de otros modos de
hacer, pensar y sentir, sea en América Latina, África o Asia; entre

11 Finalmente, todo ser vivo se caracteriza por su autonomía-dependencia frente al entorno


de donde extrae su alimento por medio de su conocimiento del mismo, lugar de apertura y
fechamiento al mismo tiempo. Así, gusto, tacto, audición, además de la visión, son fuentes
de conocimiento. El sentido de la visión es tan fuerte en la cultura europea moderna que
se dice que un hombre inteligente no es aquel que escucha, sino aquel que “ve más allá”,
por lo que de esta manera, es un “hombre de visión”.
12 Sabemos toda la carga positiva que esta idea de lo nuevo pasó a tener en el contexto del
pensamiento moderno europeo. Lo nuevo parece ser bueno por el simple hecho de ser
nuevo y lo viejo parece ser ruin por el simple hecho de ser viejo. No se entra en el mérito
de lo que es. Es lo que Humberto Eco llamaría el fundamentalismo de lo nuevo.
13 Ver película Baraka (1992) dirigida pelo estadunidense Ron Fricke.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 33

segmentos no occidentales de Estados Unidos, Canadá y hasta


en la misma Europa, con diversas poblaciones indígenas y de
afrodescendientes que claman por afirmarse frente a un mundo
que se creyó superior porque estaba basado en un conocimien-
to científico universal (imperial), que colonizó el pensamiento
científico en todo el mundo, descalificando las otras formas de
conocimiento.
Es interesante observar que gran parte de este encuentro
(mal encuentro) venía a ser cuestionado a partir de una categoría
–la naturaleza- de la cual las ciencias humanas y sociales queda-
ron apartadas y las ciencias naturales la dividieron y disecaron,
poniendo a disposición sus descubrimientos al capital para su
mejor ejercicio de la dominación. Igualmente es importante
observar que, el descubrimiento de las leyes de la naturaleza
se constituía en un fundamento objetivo que legitimaba su
dominación y, de este modo, el orden social (moderno) que de
allí emanaba, era un orden natural porque surgía de las leyes
de la naturaleza.
Dejar fuera a la naturaleza tiene enormes consecuencias
para las ciencias sociales, por no decir a la sociedad misma.
Finalmente, significó dejar fuera todo un conjunto de lugares,
regiones y sus pueblos y culturas que se forjaron a partir de
múltiples matrices de racionalidad, contribuyendo así, a la idea
de que había una única matriz de racionalidad –la europea-
que resumía un universo de significaciones que comandan en
sus prácticas todas las contradicciones del mundo moderno y
contemporáneo (Liberalismo-socialismo, por ejemplo). Así, la
relación capital-trabajo pasó a comandar la dinámica societaria
subestimando el significado de la naturaleza y la importancia
de los pueblos que construían sus prácticas y significaciones
en una relación con-la-naturaleza y no contra-la-naturaleza (Serge
Moscovici), como la sociedad europea. En la economía, este
debate, por ejemplo, se dio descalificando a los pensadores fi-
siócratas porque defendían no sólo que la naturaleza es fuente
de riqueza sino también, porque estaban Quesnay (1694-1774),
Turgot (1727-1781) y Petit defendiendo a las clases ligadas a la
agricultura que, a su vez, estaban condenadas a desaparecer en
nombre del progreso de la industria y de la ciencia-técnica (y de
la burguesía industrial emergente, por decir lo menos).
La naturaleza vuelve hoy a ser fuente de intenso debate
que pone en jaque este par de categorías dualistas del pensamien-
to moderno europeo, el cual es, la dicotomía naturaleza-cultura.
La división del trabajo científico entre las ciencias naturales y las
ciencias humanas queda en suspenso cuando el cambio climá-
tico global deja de ser un tema exclusivo de geógrafos, físicos y
meteorólogos y se torna objeto de debate político poniendo en
34 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

jaque la actual matriz energética fosilista vis a vis con el futuro


de la humanidad y del planeta. Se acrecienta aún más el enor-
me interés que instituciones de investigación de punta como la
NASA, vienen manifestando por elevadísimo índice de acierto
en la previsión del tiempo meteorológico que practican peritos de
las poblaciones tradicionales del sertón semi-árido del nordeste
brasileño, peritos estos que nunca entraron en una escuela formal.
La diversidad biológica se vuelve un tema no sólo biológico,
casi siempre destinado a los grandes grupos empresariales, sino
también, tema de interés de aquellas poblaciones que poseen
conocimientos preciosos sobre especies animales y vegetales y
que hoy disputan los derechos de propiedad intelectual o que
no se establezcan derechos de propiedad privada sobre la natu-
raleza. Como se ve, quedan indefinidos no sólo los límites entre
las ciencias pero también entre diferentes modos de conocer, sin
que sea ya posible distinguir con tanta certeza el límite entre
quien sabe y quien no sabe. Y aquí, sabemos, hay aquellos que
hasta admitem que ya no son tan rígidos los límites entre las
disciplinas científicas tal cual fueron siendo instituidos al interior
del paradigma hoy en crisis, que hasta admiten que los límites de
los estados territoriales ya no son tan absolutos como hasta ahora
el moderno pensamiento político europeo admitió, con su idea
de soberanía absoluta, correlato del de espacio absoluto, “claro
y distinto”, conforme veremos más adelante; por otro lado, no
admiten con el mismo énfasis que no deben ser tan rígidas las
líneas demarcatorias, los límites entre las diferentes matrices de
racionalidad, que precisan dialogar más de cómo han sido hasta
ahora, jerarquizadas y tratadas como inferiores e incapaces de
un pensamiento superior (sea lo que eso signifique), como si
fueran naturaleza a ser dominada.
Es interesante observar que la emergencia de estos otros
sujetos sociales venidos de tantos lugares y regiones del mundo,
se den en una misma época en la que el propio pensamiento
europeo redescubre, como si fuera un renacer, filósofos preso-
cráticos14 como Heráclito, Demócrito, Epicuro, Anaximandro
y tantos otros. La memoria es aquí fundamental, no sólo por
la proximidad que estos pensadores tienen con estas otras
matrices de racionalidad hoy emergentes, que cohabitan sus
espacios con sus dioses, que no distinguen espíritu de materia,
naturaleza de cultura, pensamiento de ser (Mangabeira, 2001).
Estos pensadores presocráticos no construyeron sistemas filosó-
ficos y doctrinarios, como sería característico del buen filósofo

14 Observemos, sin embargo, que estos pensadores son llamados por el nombre de otro
pensador que ni siquiera conocieron –Sócrates- y así, son todos conocidos con el nombre
de presocráticos, tal como los diferentes pueblos del mundo fueron llamados indígenas o
aborígenes.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 35

a partir de la crisis de la democracia griega. Al contrario, nos


legaron ideas bajo la forma de aforismos y, de este modo, sus
pensamientos estaban abiertos para que un interlocutor como
ellos interactuara. Una dialógica era constituyente de estos
pensamientos, de estos pensadores, de allí que valoraran tanto
al arte de la argumentación.
Hay otra razón además, para esta aproximación entre los
llamados pensadores presocráticos y estas múltiples matrices de
racionalidad que emergen a la escena política actual. Se trata,
de considerar que ellas comparecen también al debate luego
de toda una tentativa de expulsarlas de la polis, de retirarles el
derecho a un lugar en el mundo. Me explico: fue en la crisis de
la democracia griega15 que una determinada razón comenzó
a querer afirmarse no a partir de la polis, sino sobre la polis,
distinguiendo la razón verdadera, o saber filosófico, del saber
mítico o religioso. Aquí el logos, la razón, debe ser conducida
con método y se ve como superior al arte de la argumentación,
a la retórica. A partir de aquí, es como si la sabiduría (Sofía)
dejase de tener amigos (filia) en la tierra y sólo nos llegase por
los esfuerzos de algún sabio aislado, libre del trabajo manual y
de la vida mundana. De esta manera, la verdad, la razón16, no
habitaría más entre los hombres y mujeres mortales como en
la Ágora, lugar de la democracia, sino que sería traída de fuera,
como si fuera ungida por un sabio desde los cielos (Theo-ría)17.
Se intentaba allí, expulsar otras hablas, otras razones, para que
La Razón se impusiese soberana. Hubo hasta un Rey-filósofo que
quiso imponer la ley verdadera, porque estaba racionalmente
constituida como una verdad exterior a la sociedad. Asimismo,
el número de habitantes de la polis fue racionalmente calculado
para que la ciudad estuviese de acuerdo con la razón. Es con la
tentativa de esta razón imperial que se impone que, ser sofista
o ser retórico pasó a ser visto de modo negativo, a pesar de que
sofista deriva de sabiduría (Sofía) y la retórica ser el arte de la
argumentación, arte del diálogo. Son estos “nuevos bárbaros”,
como diría Nietzshe, -zapatistas, seringueiros, indígenas, dis-
capacitados, mujeres, ecologistas, migrantes, indocumentados,
homosexuales, campesinos, negros, hip hopers, obreros y jóve-
nes- que vuelven a la escena política, que reubican el ágora, esto
es, el lugar de la política nuevamente en debate. Pero, para que

15 En una época, se registra, Grecia pertenecía mucho más al mundo oriental que de la
actual Europa, que no pasaba de ser una península del Asia habitada por bárbaros.
16 Es interesante observar cómo en el lenguaje del sentido común, verdad y razón son tér-
minos equivalentes. Siempre se debate para saber quien tiene razón, quien está con la
verdad. Lo más interesante es que “el dueño de la verdad” es, casi siempre, visto con
resabio, lo que indica que tan importante como saber quien está con la razón o quien está
con la verdad es el debate para llegar a la razón y a la verdad. Una vez más retornamos
al ágora griega.
17 Que, en este caso, está mucho más próxima a la Theo-logía.
36 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

esto se de, es claro, se supone que los interlocutores sean a priori


considerados calificados como tal para el debate, que tengan
derecho al habla, al ágora y, para esto, es preciso admitir que los
otros pueden tener razón igual siendo Otros, y que la razón habita
este mundo, que ella no viene de afuera, sino al contrario, que
ella se instaura entre los seres mortales que pueblan la Physis.
Cornelius Castoriadis (Castoriadis, 1982), insistía en que
un importante legado que los antiguos griegos nos habían dejado
reside en la idea de que son los propios hombres y mujeres los
que crean su propio mundo y, en este magma de significaciones,
la razón adquiere un lugar destacado. Se registra que la razón
aquí está, siempre, sujeta de la crítica y, por esto y para esto,
razón y ágora en tanto locus de este debate, se presuponen. Una
razón fundamental está libre de crítica racional, tal como la ra-
zón del Rey-filósofo. Esta es una cuestión que ahora mismo es
colocada por los fundamentalismos de distinto orden que nos
amenazan por todos lados y a todos (de Mercado, Islámicos,
Destinos Manifiestos, entre otros).
En una época como la nuestra, en la que todos los límites
están siendo puestos en duda, es preciso recuperar la idea de
que el límite emana de la polis, de donde viene la política, tal
como nos enseñan los antiguos griegos. Es que polis significaba
originariamente, no la ciudad como siempre nos han enseñado,
sino el límite, el muro que separa a la ciudad del campo. Sólo en
un segundo momento, polis pasó a designar a la ciudad, o sea,
lo que está contenido dentro de los muros, dentro de los límites.
Más, no olvidemos que política es exactamente el arte de definir
los límites18 y, así, para los griegos, polis y política se presuponen
tal como ciudad y ciudadanía.

Los Estados Territoriales.

Desde 1648, con la paz de Westfalia, un orden interna-


cional venía siendo instituido consagrando el Estado territorial
como forma geográfica de organización del poder en las socie-
dades modernas y contemporáneas. Dicho sea de paso, en esa
época aún no era posible hablar del Estado nacional puesto que,
el soberano era el monarca que se afirmaba sobre un espacio
delimitado por fronteras forjadas por medio de alianzas (ca-
samientos) y guerras. Soberano era el Príncipe –el Estado- que
reinaba sobre un territorio. En esa época aún se creía que los
Reyes eran Reyes porque estaban ungidos por Dioses (todos con
mayúsculas) y, así mismo, porque tenían sangre azul. El Estado

18 Tiranía cuando uno define los límites para todos. Oligarquía cuando unos pocos definen
los límites y Democracia cuando todos los ciudadanos definen los límites para todos.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 37

Territorial Moderno es una invención genuinamente europea y


constitutiva del mundo moderno-colonial, tiene esa marca origi-
naria de un Estado que nace como un poderoso instrumento de
control de la multitud (Negri y Hardt, 2001), conforme veremos
con más detalles más adelante. Destaquemos, por ahora, que esta
nueva forma de organización del espacio instituida con el Esta-
do Territorial Moderno no por casualidad recupera el Derecho
Romano y “la idea de que los príncipes y los reyes eran por sí
legibus solutos, esto es, exentos de restricciones legales” (Ander-
son, 1984:27) y, así, la razón de Estado se coloca por encima de
los hombres y mujeres comunes, es un derecho que se quiere
universal, el Romano, se coloca por encima de los derechos
consuetudinarios de las gentes. Tenemos aquí la política sin el
ágora, la ciudad sin ciudadanía. La Razón de Estado contra los
“de abajo”. Regresaremos a esto más adelante.
Se destaca, además, que el de 1648 es un tratado entre
blancos europeos que están pactando entre sí, en Westfalia, una
reordenación jurídica de un orden internacional que cambiará
radicalmente con la inundación de metales preciosos que hicie-
ron expandir el orden mercantil por el mundo con la explotación
de la naturaleza –oro, plata, especies varias, así como el azúcar
entre otras materias- por medio de la servidumbre indígena y
de la esclavitud de los negros venida de América, África y Asia.
Era este el Nuevo Mundo. Los principios de Westfalia están aún
hoy presentes, consagrando una moderna-colonialidad donde
Europa, de un lado, mantenía a América y gran parte del África
al sur del Sahara bajo su dominio colonial y, del otro, el norte de
África y un Oriente que Europa no logrará dominar y que abarca
el resto del Mundo Antiguo (Oriente próximo. Oriente Medio y
el Extremo Oriente), cuyos límites, dicho sea de paso, pasaron
a constituir a Europa, siempre preocupada con la amenaza del
Gran Turco. No es difícil ver aquí la verdadera obsesión de lo
nuevo que va a caracterizar a Europa (notas 4 y 6).
Es en el interior de este nuevo “container de poder”
(Giddens, 1989) –los Estados Territoriales Modernos- que las
luchas sociales por la libertad, igualdad y fraternidad tienen
lugar en este mundo moderno-colonial. Este orden geográfico
y político instituido por los protagonistas que se hacen a sí mis-
mos por medio de los Estados Territoriales Nacionales, gana
sus contornos más avanzados recientemente con la creación de
la Organización de las Naciones Unidas luego de la II Guerra
Mundial. Es que el nacionalismo expansionista imperialista
había llevado al mundo a dos guerras en menos de 20 años
(1914-1918 y 1939-1945) envolviendo directamente los territorios
de los Estados Nacionales situados en el polo dominante del
orden moderno-colonial y, sólo por eso, se entiende que hayan
38 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

sido llamadas Guerras Mundiales. A partir de aquí se esboza la


configuración de una nueva territorialidad que Negri y Hardt
llamaron del Imperio, que no reconoce ninguna externalidad y,
se quiere por tanto, trans-nacional, global y planetaria. A partir
de entonces, pasamos a un orden internacional inestable, de
convivencia contradictoria entre sus protagonistas, que se hacen
a sí mismos por medio de distintos regímenes de producción
territoriales de poder como los Estados Nacionales, el Imperialis-
mo y el Imperio, instaurando un verdadero “caos sistémico”.
“Se trata de una situación de falta total, aparentemente irreme-
diable, de organización. Se trata de una situación que surge por
haber una escalada del conflicto más allá del límite dentro del cual
el mismo despierta poderosas tendencias contrarias, o porque un
nuevo conjunto de reglas y normas, sin anularlo, o por una com-
binación de estas dos circunstancias. En la medida que aumenta el
caos sistémico, la demanda de “orden” –al viejo orden, a un nuevo
orden, ¡cualquier orden!- tiende a generalizarse cada vez más entre
los gobernantes, los gobernados, o ambos. Por tanto, cualquier
Estado o grupos de Estados que esté en condiciones de atender a
esta demanda sistémica de orden tiene la oportunidad de tornarse
mundialmente hegemónico” (Arrigí, 1994:30).

Podemos ver ahora que la configuración geopolítica de la


llamada Guerra Fría, conformó un determinado régimen de pro-
ducción de poder reducido al binomio Capitalismo-Socialismo o
Estado y Mercado (un par más de aquellas categorías dualistas
que tan bien caracterizan el pensamiento europeo occidental), ni
de lejos conseguía dar cuenta de las múltiples manifestaciones
de deseo de libertad, justicia e igualdad que vemos expandirse
y que vienen de la escena política mediante desplazados, refu-
giados, migrantes, éstos cada vez en mayor número, o a través
de movimientos sociales que claman por demarcación de sus
territorios (campesinos, indígenas, comunidades negras, entre
otros); que apuntan hacia otras formas de re-ligazon (de re-ligare)
étnica y/o religiosa; otros que apuntan hacia las desigualdades
sociales, de género o, aún, a todo el cuadro de dilapidación de
las condiciones naturales de existencia puestas en riesgo por
un poderoso sistema científico-técnico-internacional moderno-
colonial que, ya mereció de algunos teóricos como U. Beck (Beck,
1992), la caracterización de “sociedad de riesgo”19.
Así, frente a lo que Arrigí llamó “caos sistémico” es preciso
ver algo más que “un Estado o grupo de Estados” que vienen
a ejercer la hegemonía y sí, ver que cualquier configuración

19 Riesgos estos, dicho sea de paso, producidos e intensificados por una razón instrumental
que se propone dominar a la naturaleza (Efecto Invernadero, Disminución de la Capa
de Ozono, Efectos de la Vaca Loca, Disminución de la Diversidad Biológica, Lluvias Áci-
das, entre otros, tienen todos en común la contribución decisiva del complejo tecnológico
moderno-colonial)
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 39

territorial que viene a establecerse en cuanto un determinado


orden sistémico será instituido por protagonistas histórica y
geográficamente situados, que son estos los que están buscando
re-significar el mundo y así, es toda la cuestión de los límites que
están sobre la mesa. Y, ya lo vimos, límites es la propia naturaleza
de la política.
Vimos cómo para los griegos, ciudad y ciudadanía, o polis
y política no se excluyen tal como espíritu y materia, y que son
mucho menos nítidos de lo que se creía los límites que separan
el logos, la razón, la emoción, de la pasión. De este modo, no
sólo la división del trabajo científico –las diversas disciplinas,
por ejemplo- están puestas en jaque, pero también, la relación
del conocimiento científico con otras formas de conocimiento y,
en consecuencia, con aquellos que son portadores de estos otros
conocimientos, con todas las implicaciones sociales y políticas
en que esta cuestión nos coloca.
Son los nuevos territorios epistémicos que están tenien-
do que ser reinventados juntamente con los nuevos territorios
de existencia material, en fin, son nuevas formas de significar
nuestros estar-en el-mundo, de grafiar la tierra, de inventar nuevas
territorialidades, ultimadamente, de geo-grafiar.

Recuperando el espacio geográfico


para una teoría social crítica.

“…la formación de los discursos y la genealogía del saber


deben ser analizadas a partir no de los tipos de concien-
cia, de las modalidades de la percepción o de las formas
de ideología, sino de las tácticas y estrategias de poder.
Tácticas y estrategias que se desdoblan a través de las
implantaciones, de las distribuciones, de los recortes, de
los controles de los territorios, de las organizaciones de do-
minios que podrían constituir una especie de geopolítica,
por donde mis preocupaciones encontrarán los métodos
de ustedes (geógrafos). Hay un tema que me gustaría
estudiar en los próximos años: el ejército como matriz
de organización y de saber –la necesidad de estudiar la
fortaleza, la ‘compañía’, el ‘movimiento’, la colonia, el
territorio. La geografía debe estar bien en el centro de las
cosas de las que me ocupo”.

Michel Foucault

Hay en la tradición hegemónica del pensamiento europeo


occidental una supremacía del tiempo en relación al espacio,
sobre todo, en la moderna-colonialidad. El progreso es, casi
40 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

siempre, algo que se da en cuanto cambio cualitativo en el tiem-


po, de allí que pueda decirse que aquel pueblo o aquella región
es atrasado(a) o adelantado(a), como si hubiese un reloj o, más
precisamente, un cronómetro cultural. No sólo Europa ocupa el
panteón de la civilización frente a los otros pueblos y regiones
que viven más cerca del estado de naturaleza en el continuum ya
aludido, sino también, el progreso está en un polo activo –Euro-
pa, los Estados Unidos, Japón- de donde se expande, a lo largo
del tiempo, hacia los otros lugares que así, son pasivos.
Hasta la misma utopía es un no-lugar, o mejor, es un lugar
imaginario que se sitúa en otro tiempo mejor que nuestro tiempo,
lejos de nuestro espacio del aquí-y-ahora.
Time is Money (tiempo es dinero), una de las máximas
centrales de una sociedad mercantil que se instituyó a partir
del Renacimiento –es sólo una más de las indicaciones de la
sobrevaloración, en esta sociedad, del tiempo sobre el espacio.
A fin de cuentas, no se dice Space is Money (espacio es dinero),
más sin embargo, sabemos que no siendo la riqueza reductible a
su expresión simbólica –el dinero- la constitución de la sociedad
mercantil europea implicó, desde el inicio, la conexión con otros
mundos de vida de donde provenía la materia tangible (oro,
plata, por ejemplo).
La productividad, es otro de estos categoremas que cons-
tituye el magma de significaciones del mundo moderno-colonial
es, también, temporal, pues indica un quantum producido en una
determinada unidad de tiempo, así como la rentabilidad sólo
puede ser apreciada en un marco temporal.
Consideremos, además, a la velocidad en esta verdadera
obsesión del capitalismo moderno-colonial, y la vemos tam-
bién en la búsqueda a todo costo, de suprimir el espacio por
el tiempo. Después de todo, se es tanto más veloz en cuanto al
mayor espacio que recorremos en una misma unidad de tiempo
–kilómetro/hora, metro/segundo. Es en este contexto de signi-
ficaciones que cobra sentido llamar a alguien, descalificándolo,
de atrasado o lento.
Hasta las mismas coordenadas geográficas –latitud y
longitud- que enmarcan el espacio se hace por medio del tiem-
po, esto es, en grados, minutos y segundos20. Consideremos, de
paso, que establecer el parámetro del tiempo del mundo por
el meridiano de Greenwich es un marco de afirmación de una
Europa Noroccidental que así, se distingue, bajo el manto de
la ciencia, de otra Europa, la Mediterránea Ibérico-Genovesa,
cuya hegemonía se afirmó, bajo una Bula del Papa de Roma,

20 Se sabe que un grado de longitud equivale a una hora; una hora a 60 minutos y un minuto
a 60 segundos.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 41

dividiendo al mundo por el meridiano de Tordesillas. Siempre


un meridiano marcando el mundo, geografiando. A partir de
entonces el reloj21, máquina del tiempo es, según Lewis Munford
(Munford, 1973), la primera máquina verdaderamente moderna,
consagra la hegemonía del tiempo como categoría hegemónica
bajo el punto de vista del polo hegemónico de la modernidad-
colonialidad.
Ni siquiera un pensador marxista de la estatura de L.
Althusser se escapó a esta tradición que descalifica al espacio:
“El recurso de las metáforas espaciales, de las que (…) en el presente
texto hago uso ubica un problema teórico: el de las condiciones de
existencia de un discurso con pretensión científica. Este problema
puede ser expuesto de la manera siguiente: ¿por qué un cierto discurso
requiere necesariamente el uso de metáforas tomadas de discursos no
científicos?” (Foucault, 1976).
Así, el espacio como el aquí-y-ahora es, platónicamente,
locus de las imperfecciones mundanas, parece condicionarnos y
así, nos impide ser libres. La idea de la libertad como un pájaro
volando es una de las ideas fuertes que privilegia el tiempo en
detrimento del espacio –se dice, el tiempo vuela-, más sin em-
bargo estamos obligados a recordar con Immanuel Kant que, el
vuelo del pájaro por más que implique el alejamiento del espacio
concreto del día a día con sus coacciones, sólo es posible por la
fricción del pájaro con el aire. No hay libertad sin fricción. No
se escapa de la materialidad volando. El vuelo implica la mate-
rialidad del aire y el trabajo del accionar de las alas del pájaro.
No hay libertad sin fricción y sin trabajo.
Asociada a esa imagen fuerte, otro igualmente fuerte
en la tradición europea occidental, del intelectual que debería
retirarse de la vida mundana –el espacio nuestro de cada día-
para, por el pensamiento libre de cualquier coacción, acceder a
la verdad. Son enormes los efectos que de allí provienen como
la sobrevaloración del trabajo intelectual, abstracto, en relación
al trabajo manual, concreto, así como toda una topología inscrita
en el discurso político entre el superior y el inferior, entre los “de
abajo” y los “de arriba”, entre aquellos que ven lejos porque ven
desde lo alto (panopticum) y los que tienen corta visión porque
no tienen amplios horizontes.
El filósofo Michel Foucault tuvo el mérito de recuperar el
significado del espacio y lo hizo no como una categoría antagó-
nica del tiempo. Él es quien dice que,
“Sería necesario hacer una crítica de esta descalificación del espacio
que viene reinando hace varias generaciones. (…). El espacio era el
que estaba muerto, fijo, no dialéctico, inmóvil. En compensación,
el tiempo era rico, fecundo, vivo, dialéctico”.

21 El Big Ben de Londres da la hora verdadera del mundo


42 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

La utilización de los términos espaciales tiene un qué de


anti-historia para todos los que confunden la historia con las
viejas formas de evolución, de la continuidad viva, del desarro-
llo orgánico, del progreso de la conciencia o del proyecto de la
existencia. Si alguien hablaba del espacio, es porque lo hacía en
contra del tiempo. Es porque “negaba la historia”, como decían
los tontos, y porque era “tecnócrata”. Ellos no comprenden que,
en la demarcación de las implantaciones, de las delimitaciones,
de los recortes de objetos, de las clasificaciones, de las organi-
zaciones de dominios, lo que hacía aflorar procesos –históricos
ciertamente- de poder. La descripción espacializante de los
hechos discursivos desemboca en el análisis de los efectos de
poder a los que están ligados (Foucault, 1979:158-9).
He allí el meollo de la cuestión captada por Foucault –la
relación íntima entre espacio y poder- que ya habíamos adelan-
tado. Y aquí toda la cuestión del poder se revela en la medida
que las delimitaciones, los recortes de objetos, las clasificaciones, las
organizaciones de dominios siendo procedimientos de poder afirman
el poder aún cuando “la descripción espacializante de los hechos
discursivos (que nos proporcionaría) análisis de los efectos del poder
a los que están ligados” no es considerada, como nos dice arriba
Foucault.
La geografía fue uno de estos saberes prácticos que rena-
ció en la constitución del mundo moderno-colonial antes que
la geografía se constituyera como un saber con pretensiones
científicas en el siglo XIX22. La palabra geógrafo aparece en 1537
para designar ‘al funcionario del Rey que hacía los mapas’, o
sea, aquel especialista en representar el espacio, en delimitar las
fronteras para el Estado Territorial naciente. No olvidemos que,
al mismo tiempo que el espacio se torna fundamental para el
control por parte del Estado Absolutista naciente, exactamente
por eso, se coloca mucho más como una cuestión práctica, de
procedimientos de control, que de intereses teóricos. El espacio,
como el poder absoluto, no está en discusión.
La perspectiva, otro saber que se desarrolla a partir del
Renacimiento como ponderación matemática se quiere por esto,
objetiva. Aún, perspectiva es, paradójicamente, observar a partir
de un punto de vista y, con eso, da origen a un sujeto que observa
que así, se esconde tras la objetividad de la abstracción mate-
mática. Más tarde, con la ayuda de la Estadística (staat + istik,
del alemán) ciencia de Estado, los geógrafos se encargaron de

22 La geografía, en cuanto saber que se mantuvo preso al espacio, pagó un precio caro por
ello. Por haberse desarrollado preocupada por el espacio tuvo que lidiar con la relación de
la sociedad con la naturaleza y así, también fue mal reconocida en la división del trabajo
científico entre las ciencias naturales y las ciencias sociales. El paradigma de cientificidad
hegemónico heredado exigía ese recorte entre lo natural y lo histórico y hay allí más de
una razón para que la geografía fuese descalificada en la jerarquía del poder científico.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 43

proporcionar las condiciones para la organización del espacio23


(amènegement du territoire, dicen los franceses) para que el Estado
Territorial Moderno se afirmase (Porto-Gonçalves, 1996).
El espacio geográfico y el territorio se colocan así, como
conceptos claves para la comprensión de los complejos procesos
que ahora ponen en crisis el mundo moderno-colonial hasta
porque son conceptos que históricamente están ligados a ese
mundo que los creó. En fin, una de las cuestiones centrales que
se presentan en nuestros días habla del respeto, exactamente, a
las nuevas grafías en la tierra, a los nuevos límites territoriales y,
como la definición de límites es la propia esencia de la política, es
toda la cuestión de los protagonistas lo que está en juego24. Así,
se impone la necesidad de des-sustantivar al espacio geográfico
puesto que, casi siempre, es visto como una realidad objetiva
exterior a la sociedad.
La perspectiva tradicional de no considerar la geografici-
dad del mundo tiene implicaciones importantes para las ciencias
sociales, por no decir para la sociedad misma. El territorio, por
ejemplo, es considerado como un soporte, como si fuera una
base de la sociedad y, como tal, algo sobre lo que la sociedad se
yergue y que, además, no tiene mayores implicaciones sobre el
devenir. Sus límites fronterizos son vistos como un involucro
externo que delimita la soberanía entre Estados como si estos
límites externos no contuvieran las marcas de los protagonistas
internos que los instituyen25.
Ahora, es preciso considerar que cada sociedad es, an-
tes que nada, un modo propio de estar-junto (proxemia) lo que
implica siempre, que toda sociedad al instituirse en tanto tal lo
hace construyendo su-espacio no cabiendo pues, una separación

Esta identificación entre lo natural y lo social era suficiente para que se descalificase el
conocimiento como un conocimiento precientífico. “Además, siempre hubo ciencias que se
mal reconocieron en estas distinciones tanto que se tuvieron que fracturar internamente
para adecuarlas mínimamente. Me refiero a la antropología, la geografía y también la psi-
cología. Se condensaron, privilegiadamente las contradicciones de la separación ciencias
naturales/ciencias sociales. De allí que, en un periodo de transición entre paradigmas, sea
particularmente importante, desde el punto de vista epistemológico, observar lo que pasa
en estas ciencias” (de Sousa, 1996:46).
23 Aquello que los geógrafos, de una manera hasta cierto punto pueril, dicen es su objeto de
estudio –la organización del espacio- es, en verdad, un atributo del Estado, entre ellos los
geógrafos. En verdad, para los geógrafos la organización del espacio es, casi siempre, un
objeto de deseo tanto en cuanto un objeto de estudio.
24 Esta cuestión se coloca en el mismo plano de la búsqueda de nuevos paradigmas en la
medida en que todo nuevo paradigma es instituido teniendo, por tanto, procesos y sujetos
instituyentes.
25 El caso brasileño es ejemplo de esta tesis. Solamente en 1823, por tanto, un año después
de la independencia del Brasil de Portugal, las elites luso-amazónicas resolvieron aliarse
a Río de Janeiro, entonces capital del Brasil, integrando la actual Amazonia, entonces
Provincia del Gran-Pará y Río Negro, dando los contornos aproximados del territorio del
Brasil de hoy. Se registra que el 54% de estos territorios fueron integrados al Brasil porque
las elites lusas de la Amazonia temían de la abolición de la esclavitud en Portugal y, de este
modo, asociándose a Río de Janeiro, la esclavitud permaneció. Tal vez, aquí encontremos
buenas razones para el perfil de la enorme concentración de riqueza y poder reinante en el
territorio de la sociedad brasileña (Porto-Gonçalves, 2001b.).
44 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

entre lo social y lo geográfico, separación ésta que en un segundo


momento lógico, sirve para establecer una relación de causali-
dad, sea de la sociedad hacia el espacio (sociologismo), sea del
espacio hacia la sociedad (espacialismo, geografismo). El ser social
es indisociable del estar.
La sociedad en su devenir histórico no es a-geográfica.
La expresión, por cierto, causa un cierto extrañamiento, aunque
sea natural decir que el espacio que vivimos está impregnado
de historia. Es como si fuese natural hablar de la historicidad
del espacio geográfico y no de la geograficidad de la historia.
Podríamos, a manera de provocación epistemológica, afirmar
que si la historia se hace geografía es porque, de alguna forma,
la geografía es una necesidad histórica y, así, una condición de
su existencia que como tal, ejerce una coacción que aquí debe
ser tomada al pie de la letra, o sea, como algo que co-agencia, que
agencia con, y es co-agente.
El territorio no es simplemente una sustancia que contiene
recursos naturales y una población (demografía) y, así, están
dados los elementos para constituir un Estado. El territorio es
una categoría espesa que presupone un espacio geográfico que
es apropiado y este proceso de apropiación –territorialización-
enseña identidades –territorialidades- que están inscritas en los
procesos siendo, por tanto, dinámicas y mutables, materializan-
do en cada momento una determinada orden, una determinada
configuración territorial, una topología social (Bourdieu, 1989).
Estamos lejos pues, de un espacio-sustancia y sí, frente a una
tríada relacional territorio-territorialidad-territorialización. La
sociedad se territorializa siendo el territorio su condición de exis-
tencia material. Es preciso recuperar esta dimensión material,
sobre todo, en este momento como el que vivimos, en el que
se da cada vez más importancia a la dimensión simbólica, casi
siempre de modo unilateral, como si lo simbólico se opusiera
a lo material.
Es preciso considerar aquí que la geograficidad va más allá
de las condiciones naturales, como es aceptado en las ciencias
sociales. Con certeza, la naturaleza forma parte de la materia-
lidad que constituye el espacio geográfico. Y aquí no se admite
una distinción, tan cara al pensamiento dualista dicotomizante,
entre lo material y lo simbólico. Consideramos, al contrario,
que los hombres y mujeres sólo se apropian de aquello que
tiene sentido; sólo se apropian de aquello a lo que atribuyen
una significación y, así, toda apropiación material es, al mismo
tiempo, simbólica.
No nos sintamos confortables con esta observación, como
si ella nos hubiese liberado de un empirismo o de un materialis-
mo vulgar, puesto que ella nos coloca frente a enormes desafíos
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 45

tanto teóricos como, sobre todo, políticos. A fin de cuentas, no


estamos habituados a trabajar con la complejidad de la relación
entre lo material y lo simbólico y, por eso, optamos ora por uno
ora por otro26. Consideremos la palabra agua que en tanto pala-
bra, es duplo (simbólico) del agua (materia). Aunque la palabra
sea fundamental para relacionarnos socialmente, la palabra agua
en cuanto tal no puede saciarnos la sed. Hay una dimensión de
la materia que es irreductible a lo simbólico.
Por más que el capital financiero, volátil sea dicho de paso,
quiera imponer su lógica simbólica matemática y abstracta al
mundo, hay una materialidad que concierne a la producción de
la vida que es irreductible a la lógica financiera. El Medio Oriente
y, el Asia Central, se ve ahora, son de esto la mayor expresión
en la medida en que allí duermen las principales reservas mun-
diales de petróleo.
En otro lenguaje, tal vez más esclarecedor, hay allí con-
centración de energía y, por tanto, concentración de capacidad
de trabajo27 como nos lo enseñan los físicos. El conocimiento
científico y la tecnología para explotar el petróleo, como cono-
cimiento científico y tecnológico en cuanto tales, no producen
el petróleo en su materialidad. En verdad lo extrae y, solamente,
en la medida en que tenga el control jurídico y político de los
yacimientos y, así, controla y moviliza el trabajo necesario para
esto y, por eso, es frente a toda una territorialidad (en el actual
contexto capitalista) en la que nos encontramos. El conocimiento
acerca de la molécula de carbono no produce el petróleo que,
en las proporciones existentes en las regiones señaladas, fue
producido en un tiempo geológico que mineralizó materia viva
fotosintetizada hace millones de años atrás (de allí que se hable
de recursos no-renovables). Aquellos que tienen el conocimiento
y el poder económico de exploración de esta riqueza, por más
poder que detenten, y lo detentan bien sabemos, no tienen el
poder de producir el petróleo como tal, en su localización, y esta
tentativa de suprimir la geografía por la historia que es toda la
historia real y concreta en su materialidad, en su geograficidad.
Toda esta materialidad, además, ha tenido efectos dramáticos,
como los que hoy sacuden al mundo, por la centralidad que
los combustibles fósiles tienen al interior del actual complejo
industrial y de poder. De este modo, la geografía, la misma

26 En Geografía hubo quien dijera (Vidal de la Blache) que era una ciencia de los lugares, no
de los hombres. O también B. Werlen que dice que ‘si la acción, en lugar del espacio, se
tornase en el objeto central de la Geografía social, la disposición espacial de los objetos
sería relevante no como una causa sino como una condición y una consecuencia necesa-
ria de la acción humana’ (citado por Milton Santos, op. Cit., p. 68).
27 La misma cantidad de trabajo humano no produce la misma riqueza si opera con petró-
leo o con otra forma de energía. De este modo, apropiarse de reservas de petróleo es
apropiarse de más valor potencial en la medida en que energía –capacidad de trabajo- es
más valor potencial.
46 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

sociedad y la naturaleza, insistan en co-agenciar con su propia


materialidad.
Hay límites siempre vagos e imprecisos, es claro, entre lo
material y lo simbólico y, por eso, es siempre posible de-signar
los entes de modo diferente, dar nombres distintos, vueltos
igualmente (socialmente) como propios. Y los nombres propios,
sabemos, son apropiaciones del mundo, son invenciones del
mundo. Veamos lo que al respecto nos dice Ernst Cassirer:
“La clasificación es una de las características fundamentales del
lenguaje humano. El propio acto de denominación depende de un
proceso de clasificación. Dar nombre a un objeto o a una acción
equivale a incluirlo en cierta clase de concepto. Si esta inclusión
fuese, de una vez por todas, preescrita por la naturaleza de las co-
sas, sería única y uniforme. No obstante, los nombres que ocurren
en la lengua humana no pueden ser interpretados de esta manera
invariable. No están destinados a referirse a cosas substanciales,
a entidades independientes que existen por sí mismas. Son entes
determinados por intereses y propósitos humanos, que no son fijos
ni invariables. Ni siquiera son hechas al acaso las clasificaciones que
se encuentran en el lenguaje humano; se basan en ciertos elementos
constantes, que se repiten, de nuestra experiencia sensorial. Sin
tales repeticiones no habría posición segura ni punto de apoyo para
nuestros conceptos lingüísticos” (Cassirer, 1977:212-3).

Y así vemos reaparecer la tensión constitutiva (creati-


va) entre lo material y lo simbólico, entre el lenguaje y ciertos
elementos constantes, que se repiten, de nuestra experiencia
sensorial28. El geógrafo brasileño Milton Santos (Santos, 1996)
insiste en esta indivisibilidad entre lo material y lo simbólico al
decir que el espacio geográfico “es un mixto, un híbrido, formado
de la unión indisociable de sistemas de objetos y sistemas de acciones.
Los sistemas de objetos, o espacio-materialidad, forman configuraciones
territoriales, donde la acción de los sujetos, acción racional o no, viene
a instalarse para crear un espacio”. “…El espacio geográfico debe ser
considerado como algo que participa igualmente de la condición social y
de lo físico, un mixto, un híbrido. En este sentido, no hay significaciones
independientes de los objetos” (Santos, 1996:234 a 70).
Estamos así lejos de otra característica del pensamiento
hegemónico en el mundo occidental de reconocerse en la abs-
tracción matemática sobrevalorando la cantidad en detrimento
de la calidad. En el espacio de la geometría la cantidad señala la
variación del mismo, en tanto que el espacio geográfico contiene

28 Ya podemos percibir aquí la importancia de poder decir lo que es y lo que no es la reali-


dad y, de allí la importancia, no sólo de los intelectuales que según el decir condicionan
el ver más, en los días que corren, la importancia de los medios de comunicar y de
condicionar el ver, o sea, la importancia de los mass media. Ver a este respecto el exce-
lente libro “La invención del Nordeste” de Durval Muniz Albuquerque Jr. (Albuquerque,
1996).
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 47

la materialidad como un atributo donde coexisten los diferentes,


diversos entes (difer + entes). Aquí la geografía revela toda su
incomodidad frente al paradigma hegemónico dualista y dico-
tomizante en la medida que ‘la relación espacial, inaprensible
por las estructuras clásicas de acción y de representación, es
inteligible como un principio de coexistencia de la diversidad’
(Sodré, 1998:18) y constituye una garantía del ejercicio de posi-
bilidades múltiples de comunicación (Santos, 1996:255) lo que
llevó a Muníz Sodré a reconocer que hay una dimensión o una
lógica geográfica de la cultura (Sodré, 1988:15).
Esta coexistencia de lo diverso, esta contigüidad carac-
terística del espacio nuestro de cada día, que inspiró a Milton
Santos a osar llamarlo espacio banal, nos muestra que el espacio
geográfico requiere un abordaje complejo que supere el pen-
samiento reduccionista atomístico-individualista. Veamos:
Los economistas se preocupan con esta cuestión de la proximidad,
la distancia, siendo considerada como un factor relevante en la
estructuración del comercio internacional (Berthelot, 1994:15-
16). Más la proximidad que interesa al geógrafo no se limita a
una mera definición de las distancias; ella tiene que ver con la
contigüidad física entre personas en una misma extensión, en un
mismo conjunto de puntos continuos, viviendo con la intensidad
de sus relaciones. Es así que la proximidad, dice J.L. Guigou
(Guigou, 1995:56) ‘puede crear la solidaridad, lazos culturales y
de este modo identidad’.

El papel de la vecindad en la producción de la conciencia


es mostrado por J. Duvignaud (Duvignaud, 1977:20), cuando
identifica en la ‘densidad social’ producida por la fermentación
de los hombres en un mismo espacio fechado, una ‘acumulación
que provoca un cambio sorprendente’ movido por la afectividad
y por la pasión, y llevando a una percepción global, ‘holista’, del
mundo y de los hombres (Santos, 1996:255)29.
Sin embargo, queremos en esta parte resaltar el signifi-
cado de los conceptos de territorio y de la geograficidad de lo
socio-histórico, tal vez valga la pena subrayar que el espacio
geográfico del periodo actual es, sobre todo, un medio técnico-
científico-informacional (Milton Santos). En él los objetivos son,
principalmente, objetos técnicos y, así, llevan dentro de sí una
intencionalidad –una hipertelia, una máxima intencionalidad,
como nos sugiere G. Simondon (Simondon, 1989). Un objeto

29 Es, completa “en la medida en que otros especialistas la pueden acoger, en el listado de
acciones y en la población de objetos, aquellos que interesan a sus estudios sectoriales,
el geógrafo es obligado a trabajar con todos los objetos y todas las acciones” (Santos,
1996:257-8). O, a pesar que nos enseña que “la significación geográfica y el valor geo-
gráfico de los objetos vienen del papel que, por el hecho de estar en contigüidad, forman-
do una extensión continua, y sistemáticamente interconectados, ellos se desempeñan en
un proceso social” (Santos, 1996:63).
48 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

técnico concreto (G. Simondon) pretende ser “la más perfecta con-
vergencia entre la tecnología y la función deseada, perfección imposible
de ser alcanzada en la naturaleza” (Santos, 1996:233).
Aquí se ve que la perfección del objeto técnico es tanto
mayor cuanto más reducido a la intencionalidad. Lo que se
procura con los objetos técnicos que cada vez más pueblan
nuestra cotidianidad “es un aumento de la eficacia de la acción que
depende de la gran certeza con que es ejercida –just in’time, just in
space (sólo en el tiempo, sólo en el espacio)- y la información
contenida en los objetos técnicos procura disminuir la incerteza”
(Santos, 1996:237-8).
A la técnica convertida ‘en una especie de principio para toda
actividad, toda cosa’ es, en sí misma, ‘un principio de raciona-
lidad’, dice Marc Humbert (Humbert, 1991:54). Insertada en los
objetos, aparece como una ‘lógica inscrita, gracias al ingeniero, en
la naturaleza de las cosas’ (Latour, 1989:21; Gras, 1993:218). Hay,
de este modo, en el objeto técnico, la previa determinación de
una racionalidad, ‘una forma predeterminada de acción sobre la
naturaleza’ gracias a la ‘conexión inmediata de la tecnología con
las actividades prácticas de la vida’ (Santos, 1996:238).

Es Langdon Winner (Winner, 1985) quien explica la rela-


ción entre la tecnología, espacio y poder, cuando nos dice que,
“las innovaciones tecnológicas recuerdan los actos legislativos o polí-
ticos que establecen un cuadro para el orden público capaz de resistir
las generaciones. Por esto, la misma atención que se da a las reglas,
papeles y relaciones públicas debe ser dado también a las cosas como
construcción de carreteras, creación de redes televisivas y el recorte
de trazos aparentemente insignificantes en las nuevas máquinas”
(Winner, 1985:30-31).
Debemos, aquí, retomar la idea ya varias veces invocada
que el espacio es locus de la existencia de lo diverso, naturaleza y
cultura al mismo tiempo, lugar de esta contigüidad característica
que es el espacio nuestro de cada día. Esto porque:
“En el lugar, nuestro Prójimo, se superpone, dialécticamente, el
eje de las sucesiones que transmite los tiempos externos de las
escalas superiores y el eje de los tiempos internos, que es el eje de
las coexistencias, donde todo se funde, enlazadas definitivamen-
te, las nociones y las realidades del espacio y del tiempo. En el
lugar –un cotidiano compartido entre las más diversas personas,
firmas e instituciones- cooperación y conflicto son la base de la
vida en común. Porque cada cual ejerce una acción propia, la
vida social se individualiza; es porque la contigüidad es creadora
de comunión, la política se territorializa, con la confrontación
entre organización y espontaneidad. El lugar es el cuadro de
una referencia pragmática al mundo, del cual deviene el teatro
insustituible de las pasiones humanas, responsables, a través de
la acción comunicativa, por las más diversas manifestaciones de
la espontaneidad y de la creatividad (…) El territorio compartido
impone la interdependencia como praxis, es esta “base de opera-
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 49

ciones” de la “comunidad” al decir de Parsons (…) constituye una


mediación inevitable para el ejercicio de los papeles específicos
de cada cual, conforme realza B. Werlen (Santos, 1996:257-8).

Así, el espacio geográfico es “una condición para la acción;


una estructura de control, un límite a la acción; una invitación a la ac-
ción” (Santos, 1996:257). De este modo, considerar la geograficidad
es hacer que la historia se reconcilie con la vida en la materialidad
de la relación sociedad naturaleza en la medida que el espacio
incluye esta “conexión materialista de un hombre con el otro”
(Marx y Engels, 1947:18-19).
Expliquemos por tanto, que la geograficidad en sus dimen-
siones espacial y natural nos obliga a considerar la simultaneidad
de los eventos y no solamente la sucesión. Así, nos es posible ver
que aquello que hasta aquí hemos considerado mundo moderno,
centrado en la dinámica europea, estadounidense y japonesa es
indisociable de la colonialidad de América Latina y El Caribe, del
África y Asia que proveen gran parte de la energía que mueve
este mundo, ya sea en la forma de petróleo, sea en oro, plata o
de las riquezas minerales o agrícolas que, sabemos, nunca son
sólo materias sino también, trabajo (y no hay trabajo sin energía)
servil, esclavo o sub-asalariado.
Y tan importante en tanto esta comprensión que inspiró a
varios intelectuales es ver cómo todo este proceso es percibido
por aquellos que, cada vez más, sufren los efectos de decisiones
tomadas a la distancia (televisión30, teledetección, tele-acción),
cuyas acciones, casi siempre, son tomadas en función de la di-
mensión económica. A la uni-dimensionalidad de los que toman
las decisiones se contrapone la multi-dimensionalidad de la vida
inscrita en la geografía de cada día, locus de la conformación de
la subjetividad. La percepción remota, o sensorialidad remota,
ignora la percepción inmediata del espacio vivido.
Estas tensiones de territorialidad nos obligan a considerar
el pasaje acusado por Foucault de la “sociedad disciplinar” hacia
una “sociedad de control”. Así, los espacios de conformación
de la subjetividad –la familia, la escuela, el asilo, la prisión, la
fábrica, el estado-nación, el mundo-
…no (son) sino definidos de la misma manera. La crisis significa,
en otras palabras, que hoy los cercados que acostumbraban definir
el espacio limitado de las instituciones fueron derrumbados, de
modo que la lógica que funcionaba principalmente dentro de las
paredes institucionales, ahora se esparce por todo el terreno social
(Negri y Hardt, 2001:216; las negritas son mías).

30 Podríamos aquí explorar las pistas entre espacio y poder con la visión. Nos basta indicar
el Panopticum de J. Bentham recuperado por Michel Foucault como metáfora y práctica
y observarnos en los televisores que nos filman en las vías y en los edificios en la nueva
sociedad de control.
50 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

O, aún cuando nos dice que


…el paisaje urbano está cambiando del foco moderno de la plaza
común y del encuentro público hacia los espacios fechados de
los shopping centers, de los freeways y de las comunidades fechadas
(…) El espacio público ha sido a tal punto privatizado, que ya no
tiene sentido entender la organización social en términos de una
dialéctica entre los espacios público y privado, entre el “dentro
y el fuera” (…) La noción liberal de lo público, el lugar exterior
donde actuamos en presencia de los otros, fue universalizada
(porque estamos siempre bajo la mirada de los otros, monito-
reados por cámaras de los sistemas de seguridad) y sublimada
o des-afectada en los espacios virtuales del espectáculo (Negri y
Hardt, 2001:208).
Destaco aquí, por la extrema lucidez de esta compren-
sión, cómo todo esto es captado a partir de otros lugares. Pa-
semos la palabra a Victor de Gennaro, Secretario General de
la Central de Trabajadores Argentinos. En entrevista con la
investigadora Ana Esther Ceceña (Ceceña, 2001) él nos ofrece
un lúcido análisis de la implantación del proyecto neoliberal
en Argentina donde destaca que
…la contrarrevolución no era solamente la represión, era la des-
estructuración social, y vimos que de la clase trabajadora 72%
era precario. Eran los momentos de mayor auge del pensamiento
único, cuando se pregonaba el fin del trabajo –y realmente estaba
en cuestionamiento hasta eso, si íbamos a seguir existiendo como
trabajadores. Nosotros apostamos a que no, a que no nos iban a
desaparecer, a que la riqueza la sigue generando el trabajo y a
idear formas nuevas de organización pero desde la misma esencia,
desde la recuperación de la identidad.
Reconstituir esto nos abrió a una nueva mentalidad y descubrimos
que el nuevo lugar donde los trabajadores nos nucleamos, donde
estamos todos los días, es el barrio. Esto se sintetizó en la frase “la
nueva fábrica es el barrio”. La fábrica o lugar de trabajo donde
uno se formaba, donde aprendía la historia, donde se construía
y recuperaba la identidad y la memoria como trabajador hoy no
existe más. Evidentemente hay que ir a organizarnos en el barrio
y para esto se creo la afiliación directa para todo trabajador que
viva de su trabajo. Se trata de un compañero de clase que tiene
que volver a reconstituirse. Fue un tiempo muy difícil y aunque
la resistencia al modelo de privatizaciones y de exclusión iba
teniendo algunas victorias defensivas, lo más importante es que
empezamos a ver que nos devolvía a nuestros compañeros: exme-
talúrgicos, extextiles, ex, ex, extrabajadores, empezaban a acercarse
y organizarse en calidad de trabajadores precarios.
Tuvimos experiencias maravillosas como la Federación de Tierras,
Vivienda y Hábitat que nos acercaba pobladores, trabajadores
rurales, sectores que tienen que ver con la tierra, o los aborígenes,
o las trabajadoras sexuales, organizaciones que jamás hubieran
estado como trabajadores en una central (Ceceña, 2001:63).
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 51

Observemos, además, cómo un nuevo espacio se coloca en


el horizonte de los protagonistas a partir de las contradicciones
del propio proceso de reorganización societario. Más adelante,
Victor de Gennaro nos brinda con una clara aprehensión que la
división sectorial, así como la distinción entre trabajadores, ya
no pueden ser tratadas con los mismos paradigmas en el período
actual que él, también, distingue
La lucha sectorial es una lucha defensiva, más fácil, que rápida-
mente logra unificarse en torno a un programa de reivindicaciones.
Pero en estas nuevas condiciones es distinto. Por ejemplo, en un
hospital, donde todos son trabajadores de la salud, la propensión,
si los alienta, es a la de marcar las diferencias: los médicos son
una cosa, las enfermeras son otra, los radiólogos otra y los traba-
jadores de mantenimiento también. Pero en realidad esta etapa
del capitalismo, de globalización, de concentración, demuestra
que no hay una política de salud. Es indispensable unificar a
todos los trabajadores tras una gran bandera que es discutir la
salud como política. Y discutir todo el sector salud, todo el pro-
yecto de enfermedad que nos venden, no la privatización, sino
un proyecto de salud, implicaba dos cosas: unificar a los sectores
que iban a recibir salud. Si la comunidad no disputa un tipo de
salud diferente y acepta esto que le venden, muy difícilmente
podemos alcanzar reivindicaciones más naturales. En síntesis, no
habrá carrera sanitaria para las enfermeras si no hay posibilidad
de que un pueblo pelee por tener salud y ejerza su derecho a la
salud (Ceceña, 2001:64).

Ana Esther Ceceña, que entrevista a Victor de Gennaro,


nos ayuda a comprender la significación del territorio cuando
nos dice que
En octubre del año 2000 La Matanza, un barrio obrero (ahora en
gran medida de desempleados) del Gran Buenos Aires, organizó
el bloqueo de la carretera más importante del país en términos
económicos. Se trató de una lucha ‘pueblada’ como dicen los ar-
gentinos, porque involucró a todos los integrantes del barrio, con
distintas estrategias de sobrevivencia y distintas modalidades y
experiencias de lucha. El episodio de La Matanza constituyó un
aprendizaje en las potencialidades del sentido territorial de las
nuevas formas de organización de la población, al tiempo que
evidencia el carácter antipopular del gobierno, a pocos meses
de haber asumido. El gobierno tuvo que firmar un convenio con
los insurrectos de La Matanza, aceptando todas sus exigencias.
(Ceceña, 2001:65)

Casi un año después, el 24 de julio de 2001, los desem-


pleados, cada vez más conocidos como piqueteros, realizaban
en el Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, en la misma La
Matanza, un congreso nacional con más de 2000 delegados.
Un exmetalúrgico, Claudio Landone, deja claro de donde este
movimiento toma su fuerza cuando declara “yo no puedo hacer
huelga, porque fui despedido de una fábrica que quebró. Hago
piquetes”. (Correo Brasilense 22/07/01).
52 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Con estos “cortes de ruta”, los piquetes, se vuelven, por


el conflicto, el evidente significado cada día mayor del espacio
como un todo –“la nueva fábrica es el barrio”- por la importancia
que adquieren la distribución y la circulación en un mundo en
el que hay una intensa fabricación capitalista de la subjetividad
(Felix Guatarri) vía mass media. En estos piquetes la lógica del
trabajo abstracto es bloqueada por aquellos que no quieren ser
meros objetos y, así, afirman su subjetividad concretamente blo-
queando las rutas, bloqueando la velocidad. Finalmente, cuanto
más los medios de comunicación estimulan simbólicamente los
deseos, menos pueden evitar que los objetos circulen concre-
tamente por las carreteras, por las vías públicas. Aquí, por los
piquetes –ya que “yo no puedo hacer huelga”- la geograficidad
de lo social en su subjetividad materializada se muestra como
contradicción.
En el caso argentino, y sabemos que no sólo él, la sub-
ordinación a los dictámenes del mundo financiero, a la lógica
del dinero en estado puro que ignora la compleja materialidad
inscrita en el espacio geográfico de cada día, implicó “30.000
compañeros desaparecidos, la mayoría trabajadores o dirigentes
sindicales, más de 100.000 presos y detenidos, más de 500.000
exilados, pero además, más de medio millón de delegados
activistas despedidos de las fábricas” (Ceceña, 2001:63). Así,
más que un mundo que funciona en redes, que sobrevaloriza el
mundo de la virtualidad donde el flujo del símbolo mayor –el
dinero- se da sin fricción, hay una desmaterialización cruel y,
hasta por lo mismo, macabra.

Un mundo en busca de nuevas territorialidades.

Con la creación de la ONU que, traía en su seno el Estado


Territorial ya consagrado en 1648, el mundo post 2da Guerra
Mundial ve instaurar, paradójicamente, lo que Giovanni Arrigí
llamará “caos sistémico”. Aquí es preciso saber tomar partido
del privilegio del tiempo que hace posible explicar tendencias
históricas31 que para la época apenas se esbozaban. De hecho,
la ONU, con todas las contradicciones que marcan su existen-
cia, indica el paso de un sistema internacional hacia un sistema
global, imperial, en la medida en que “apunta (…) igualmente
hacia una nueva fuente positiva de producción jurídica, eficaz en es-
cala global –un nuevo centro de producción normativa que puede
desempeñar un papel jurídico soberano” (Negri y Hardt, 2001:22.
Negritas del autor).

31 No hay como dejar de explicitar la inspiración del tiempo de larga duración de F. Brau-
del.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 53

Este “caos sistémico” abriga regímenes de producción de


poder con configuraciones territoriales contradictorias como el
Estado Nacional, el Imperialismo, el Imperio –que se pretende un
orden global supranacional y, aún, múltiples protagonistas cam-
pesinos, indígenas, negros, mujeres, ambientalistas, trabajadores
asalariados que r-existen con/contra estos diferentes órdenes y
que son portadores de múltiples territorialidades potenciales.
Finalmente, ¿cómo hablar del fin o de la disminución
del poder de los Estados Territoriales Nacionales cuando, exac-
tamente después de la 2da Guerra Mundial, se multiplica el
número de los mismos? No obstante, es preciso observar que el
surgimiento de más de una centena de nuevos Estados Territo-
riales Nacionales luego de la 2da Guerra se dio, sobre todo, en
África y en Asia. En América Latina el neocolonialismo ya se ha-
bía instaurado desde el siglo XIX, consolidando el dislocamiento
de la hegemonía de Tordesillas hacia Greenwich, o mejor, del
mundo mediterráneo (Portugal, España y Génova) hacia el Mar
del Norte (Inglaterra, Francia y, después, Alemania). Dicho sea
de paso, que los nacientes estados americanos mantuvieron en
el poder a los descendientes de los blancos europeos –los criollos
en la América española- negando a los indígenas y negros hasta
la condición misma de asalariados (Quijano, 2000). El colonialis-
mo interno es mucho más que una dominación regional, como
casi siempre es considerado. Hay una clara condición racial y
de clase que atraviesa a las nuevas formaciones nacionales que
traen en su interior la condición moderno-colonial ya varias
veces aquí invocada.

El orden imperial –ante todo, financiero.

Deshagamos, luego del inicio y aunque rápidamente,


uno de los principales mitos que nos ha sido impuesto en la
caracterización de esta nueva configuración del poder, que
Negri y Hardt llaman Imperio, que habla del papel que en él
juega la revolución tecnológica, sobre todo, la telemática y todo
lo que ella implica. Todo parece derivar de lo que se viene lla-
mando revolución tecnológica en curso sin que se aclare quién
pone en movimiento a esta revolución tecnológica, como si
fuese un proceso espontáneo, natural. Cuando observamos los
principales sectores donde estas nuevas tecnologías se vienen
afirmando –el militar, el financiero y los medios de comuni-
cación de masas- ya nos apuntan a los posibles protagonistas
de este proceso. Los atentados del 11 de septiembre de 2001
señalan esta triple dimensión del poder imperial, no sólo por
haber sido atacado el Pentágono, símbolo del poder militar, el
World Trade Center, símbolo por excelencia del capital finan-
54 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

ciero32 transmitido en video en tiempo real, sino también por


indicar que al no reconocer el Imperio externalidad no hay más
un afuera y un adentro, lo que refuerza el análisis de Negri y
Hardt, o del mismo David Harvey (Harvey, 1989), de que nos
encontramos frente a nuevas territorialidades en tensión.
Este orden imperial se presenta como una tentativa de
superar una crisis profunda de la ideología nacionalista que
había sido llevada al paroxismo con el Imperialismo33 por medio
de dos guerras en menos de 30 años y, también involucrando el
territorio del polo hegemónico del orden moderno-colonial. Aún
en plena 2da Guerra Mundial se comienza a diseñar un orden
financiero que se quiere por encima de los Estados Territoriales
Nacionales y que, contradictoriamente, convive con el imperia-
lismo dando oportunidad así, a una de las tensiones territoriales
constitutivas de los días que corren. Veamos:
De todos los lados del conflicto, la acción de las clases dominantes
ultrapasan los límites nacionales. (…) los aliados imprimirán un
carácter supranacional al que inicialmente había sido un mero
acuerdo militar, la Declaración de las Naciones Unidas firmada
en enero de 1942 por 26 países, explicaba tales objetivos. A partir
de 1944 fueron tomadas medidas para convertir a las Naciones
Unidas en una organización de carácter permanente. En otro pla-
no, la Conferencia de Bretón Woods, realizada en julio de 1944,
estableció el sistema monetario y financiero que vendría a regir
el mundo luego del conflicto, proyectando al Banco Internacional
para la Reconstrucción y el Desarrollo y del Fondo Monetario
Internacional. Cualquiera que hubiese sido el vencedor, la paz se
asentaría en instituciones supranacionales. Mucho más significa-
tivos que la internacionalización al interior de cada uno de los dos
bloques beligerantes fueron los intereses comunes que los unían
a todos y los contactos que en ellos tenían lugar. (…) Con base en
estos intereses sociales comunes a los capitalistas de ambos lados
se tejieron, a pesar del conflicto, y más allá de los compromisos
militares, políticos e ideológicos, contactos institucionales per-
manentes, en el ámbito del Banco de Pagos Internacionales. Este
banco fue establecido en Basilea en Suiza, en 1930, para permitir
la cooperación técnica entre bancos centrales de varios países y,
su Consejo de Administración hasta hoy es compuesto, en parte,
por gobernadores de bancos centrales (Bernardo, 2000:52-53).

Tal como aquel cuerpo de juristas que a partir del Rena-


cimiento recuperara el derecho romano para ordenar el nuevo
orden geográfico y jurídico-político en base a la propiedad
privada (absoluta) incondicional y en la soberanía (absoluta)
mutuamente excluyente que nos dio el Estado Territorial mo-

32 Se sabe que sólo 20 (andares) pertenecían a una de las mayores empresas del mundo
financiero y, además, que allí funcionaba una importante oficina de la CIA.
33 No olvidemos que nos referimos al imperialismo siempre con una cualificación geográ-
fica nacional (imperialismo alemán, imperialismo belga, imperialismo yanqui, imperialis-
mo francés, imperialismo italiano, imperialismo japonés, entre otros).
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 55

derno-colonial, vemos emerger un nuevo protagonista que son


los gestores financieros que se ubican en tanto gestores de una
territorialidad imperial que se piensa no imperialista.
Pese al enorme significado político de estos nuevos
protagonistas de las finanzas mundiales –FMI, BIRD, Banco de
Pagos Internacionales- su lógica capitalista puramente fundada
en el dinero (D-D’) no puede prescindir de la mediación de las
mercancías (D-M-D’) y, consecuentemente, de las implicaciones
materiales-simbólicas y, por tanto, territoriales. Aquí está toda
la contradicción entre el dinero y la riqueza que manifiesta,
finalmente, la contradicción entre la expresión simbólica de la
riqueza –el dinero- y la riqueza misma.
La tensión de territorialidades desencadenada por la
hegemonía política cada vez mayor de los sectores financieros
se hace sentir con toda la fuerza cuando se tiene que reducir
las monedas a una única moneda, sobre todo, cuando esta
moneda es una moneda nacional, el dólar estadounidense,
como ha sido el caso. Así, la tendencia hacia el imperio, ca-
racterística de los gestores de las finanzas mundiales, se ve
contradictoriamente apoyando el viejo imperialismo y, con
esto, reavivando la lógica territorialista nacionalista que,
por su lógica propia, habría que superar. No sin sentido esta
tensión de lógicas territoriales distintas se hace presente con
todo su peso en la cuestión energética. Finalmente, si el dinero
se constituye, por un lado, en la energía simbólica necesaria
a la lógica capitalista, el combustible fósil es, por otro lado,
la energía material que permite aumentar el potencial de
producción de más valor de todo el complejo industrial que
produce las mercancías.
Para aquellos que han puesto el acento no en la contradic-
ción entre el Imperio y el Imperialismo (y el Estado Nacional en
él imbuido) sino más bien en el hecho de atribuir a las grandes
corporaciones multinacionales y a los mercados financieros
un poder mayor que el de sus propios Estados de origen, lo
que habría caracterizado la euforia americana de los años 90,
concordamos con José Luis Fiori cuando nos dice que “pasado
el periodo de las grandes compras y fusiones transnacionales, todos
los balances hechos indican que, en el caso de los sectores estratégicos
–desde el punto de vista tecnológico y militar-, el factor nacional
fue decisivo y hubo intervenciones estatales de las grandes potencias
siempre que algunas de sus grandes corporaciones se vio amenazada
por capitales extranjeros”.
En el campo de acción directa de los gestores de las
finanzas mundiales con su lógica imperial –el mercado
financiero propiamente dicho- que reina más que en cual-
quier otro campo, hasta porque la materia que en él circula
56 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

es realmente34 simbólica, el mundo de la comunicación por su


soporte informático (telemático) donde se valoriza, sobre todo,
la existencia de un mundo virtual. Se considera, además, el sig-
nificado que tienen en este mundo y para estos protagonistas,
la idea de que no hay límite hasta para los días y las noches
porque las bolsas funcionan las 24 horas. En fin, no hay límite
para los números y aquí, ya lo vimos, estamos en el mundo de
la expresión de la riqueza y no de la riqueza misma. Se trata de
que, aproximadamente, ha sido llamado capital volátil aquel
capital que se desprende de la materialidad del espacio concreto
y que intenta someter a las diferentes cualidades que habitan
ese espacio a su lógica, la lógica de la cantidad.
La más completa figura en nuestro mundo es presentada desde la
perspectiva monetaria. Desde aquí se puede ver un horizonte de
valores y una máquina de distribución, un mecanismo de econo-
mía y un medio de circulación, un poder y un lenguaje. (…).
Las grandes potencias industriales y financieras producen, de
este modo, no sólo mercancías sino también subjetividades. Pro-
ducen subjetividades agenciales dentro del contexto biopolítico:
producen necesidades, relaciones sociales, cuerpos y mentes –o
sea, producen productores. (…).
(Así) un lugar donde deberíamos localizar la producción biopo-
lítica de orden es en los nexos inmateriales de la producción de
lenguaje, de la comunicación y de lo simbólico que son desarro-
llados por los medios de comunicación. (…).
La mediación es absorbida dentro de la máquina productiva. La
síntesis política del espacio social es fijada en el espacio de la
comunicación. Es por esto que las industrias de la comunicación
asumirán una posición tan central. Ellas no sólo organizan la
producción en una nueva escala e imponen una nueva estructura
adecuada al espacio global, sino que también hacen inmanente
su justificación. El poder, en cuanto produce, organiza; en tanto
organiza, habla y se expresa como autoridad. El lenguaje, en la
medida en que comunica, produce mercancías, y más allá de eso,
crea subjetividades, pone unas en relación con las otras y las
ordena. Las industrias de comunicación integran el imaginario y
lo simbólico dentro del tejido biopolítico, no sólo colocándolos
al servicio del poder sino integrándolos, de hecho, en su propio
funcionamiento. (Negri y Hardt, 2001:51-52).

Estamos así, frente a un dislocamiento del locus de pro-


ducción de necesidades sobre el que E. Thompson (Thompson,
1998) nos había llamado la atención. No es más exclusivamente
dentro de nuestro seno familiar o de la misma escuela que se da
la conformación de la subjetividad que, así, se transfiere hacia
estas máquinas de fabricación capitalista de la subjetividad,
conforme gustaba llamarlas Felix Guattari (Guattari, 1982). Una
vez más, es del espacio social como un todo del que estamos

34 Y no virtualmente.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 57

hablando y es, sobre todo, la decisión de cosas tan simples y tan


fundamentales como el pan nuestro de cada día del que tenemos
que reapropiarnos.
Estos mismos medios de comunicación vienen carac-
terizando como movimientos “anti-globalización”35 todo el
conjunto de manifestaciones que se vienen haciendo a escala
global y que traen en su seno movimientos que comportan
múltiples dimensiones, inclusive las territoriales. Sin embargo,
estos movimientos señalan hacia otros posibles regímenes de
poder a escala global (Milton Santos) indicando, así, que a escala
global, mundial o planetaria se coloca como necesaria para todo
y cualquier protagonista y que ya no es más monopolio de los
“de arriba” hacer relaciones internacionales, como había sido
hasta ahora.

La naturaleza re-visitada.

Hay otro campo aún, -en el ámbito ambiental- donde la


tendencia hacia la conformación de un orden global (imperial)
viene ganando una enorme legitimidad, tal vez sólo compara-
ble al de los derechos humanos. Y, aquí, no podría ser mayor
el conjunto de contradicciones que parecen emerger entre
territorialidades distintas. Señalemos, de entrada, que todo
un conjunto de ideas y prácticas que conforman este campo
apunta claramente hacia una “consciencia planetaria” y nos
invita a sentirnos miembros de una “comunidad de destino”
(Balandier) mundial, global, planetaria (Porto-Gonçalves,
2001ª). En fin, estamos frente a riesgos globales, al punto que
hasta autores como Giddens (Giddens, 1991) y Beck (Beck,
1992), caracterizan a la sociedad moderna como una “sociedad
de riesgo”.
Al interior de este campo, los Estados Nacionales no pa-
recen tener posibilidades de superar problemas que traspasan
sus fronteras puesto que, no respetan las dinámicas de la natu-
raleza. Más aún, lo mismo podría ser invocado en relación a la
propiedad privada incondicional y absoluta que, como hemos
visto, es uno de los fundamentos de la constitución del Estado
Territorial Moderno. Sin embargo, en una sociedad en la que
la producción está regida por una lógica de la concurrencia
que acciona una búsqueda del aumento de la productividad
y, así, un ritmo incesante que tiende hacia el infinito porque

35 “Globalifóbicos” fue el término usado por los medios de comunicación mexicanos para
designar a los jóvenes que en Guadalajara protestaron en las calles contra la reunión
del G-8. La represión y encarcelamiento de muchos de ellos era justificado por los
medios en virtud de tal condición. (Nota del Traductor, con todo consentimiento del
autor).
58 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

lo que busca es la expresión cuantitativa de la riqueza en su


inmaterialidad, los tiempos naturales, culturales y psíquicos
acaban por ser afectados mostrando efectos y contradicciones
varias. Todo indica que la propiedad privada incondicional y
absoluta sea más sólo uno de los límites (esencia de la política,
insisto) que precisamos colocar más abiertamente en debate. El
propietario privado no puede reinar tan soberanamente como
reinó hasta ahora, conforme Karl Polanyi (Polanyi, 1978) ya nos
había alertado.
Más allá de eso, este campo ambiental también expone
otras enormes contradicciones que reinan en el actual “caos
sistémico” que caracteriza la geografía del mundo contempo-
ráneo. Destaquemos que el 20% de la población mundial sería
responsable por el consumo (productivo e improductivo) de
cerca del 80% de la energía y de las materias primas manipuladas
anualmente en todo el planeta. Información que pone en jaque
al argumento maltusiano tan invocado en este mismo campo,
cuando se sabe, con Eltmar Altvater (Altvater, 1994), que un
estadounidense medio consume el equivalente a más de 170
etíopes o a más de 50 paquistaníes, lo suficiente para señalar
que un bebé pone más en riesgo el planeta cuando nace bajo
el régimen de producción de subjetividades mercantilmente
estimuladas. Es lo que Altvater denominó régimen de producción
de bienes oligárquicos, o sea, aquel régimen que se funda en la
producción de bienes que sólo pueden existir en sí para unos
pocos, pues, si todos tienen estos bienes los riesgos de todos
aumentan36. Es todo el orden moderno-colonial que se encuentra
así, en jaque –principio de igualdad, por ejemplo- en la medida
en que su modo de vida es imposible de generalizarse para
todo el planeta. La idea de dominación de la naturaleza, central
para el pensamiento moderno europeo es puesta en cuestión,
no solamente porque apunta hacia la degradación ambiental
o el agotamiento de los recursos naturales37, sino porque junto
con la naturaleza emergen múltiples sujetos que hasta ahora
permanecían manteniéndose en las orillas, en los marcos de las
territorialidades ahora en crisis.
Hay aún, en el interior de este campo, todo un debate
acerca de la diversidad biológica que tiene, de un lado, a todo el
sector industrial ligado a la biotecnología y, por otro, proporciona
la posibilidad a múltiples pueblos y culturas presentarse en la
escena política como se puede ver por medio de la movilización
de poblaciones campesinas, indígenas o comunidades negras en

36 Aquí, uno de los pilares de la modernidad, o sea, aquel que dice que hombres y mujeres
son iguales, queda amenazado.
37 Elmar Altvater (Altvater, 1994) nos da una lista de la dependencia de recursos minerales
por parte de los países hegemónicos.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 59

amplias regiones de América Latina (México, Colombia, Perú,


Ecuador, Bolivia, Brasil, según Escobar, 1996; Leff, 2000; Porto-
Gonçalves, 2001b; García Linera, 2001). Asimismo, el Movimien-
to de los Trabajadores Rurales Sin Tierra en el Brasil resignifica
sus luchas incorporándose de modo propio al campo ambiental,
reforzando la perspectiva socio-ambiental que en el Brasil fue
inaugurada por los seringueiros que tuvo su liderazgo de mayor
expresión con el ecosocialista Chico Mendes (1944-1988) (Porto-
Gonçalves, 2001ª y Porto-Gonçalves, 2001b).
Se destaca, además, que es en el interior de este campo
ambiental donde ha sido grande la tensión entre gestores
territorialistas nacionales, militares sobre todo, y gestores
territorialistas que operan a escala global. Las organizaciones
no gubernamentales también están aquí, fuertemente impli-
cadas en estas relaciones contradictorias. Finalmente, se trata
de determinar usos diferenciados a los recursos naturales y
a la naturaleza, sabemos que, más allá de portar “recursos
naturales” es, también, fuente de recursos simbólicos, de ideo-
logías románticas territorializadas, como los nacionalismos y
regionalismos (sangre y tierra, por ejemplo) que, de una u otra
forma, se han nutrido hasta ahora, del concepto moderno de
soberanía mutuamente excluyente. Y el ambientalismo, por su
lado, se ha inspirado en la misma naturaleza para construir una
ideología planetarista de la Madre Tierra en franco contraste
con la Madre Patria.

El comercio y la cultura: el derecho de las gentes.

La tensión de territorialidades puede aún ser observada


en las discusiones de la Organización Mundial del Comercio (ex
GATT) donde la lógica imperial de los gestores financieros entra
en conflicto con las diferentes territorialidades que constituyen
los Estados Territoriales Nacionales, así como otras que buscan
“un lugar en el mundo”38. Aquí, tanto los bienes materiales
como los inmateriales (culturales) son objeto de intensas y tensas
luchas por/contra barreras y protecciones39.
En este ámbito gana particular relevancia el debate sobre
la propiedad intelectual por el carácter social y colectivo de
bienes intangibles como el conocimiento, como el conflicto entre
aquellos que quieren colocar barreras, por patentes, y aquellos
que quieren garantías de acceso libre para semillas y cultivos;
aquellos que quieren colocar barreras, por patentes, o acceso
libre a los remedios y fármacos; al embate entre los que quieren

38 Me inspiro aquí en la memoria de un film argentino con este nombre.


39 Una vez más, límites, y con ellos, el sentido pleno de la política (arte de definir límites, repi-
to).
60 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

los softwares libres y aquellos que los quieren cerrados por pa-
tente (Linux-Microsoft); así como el debate sobre los derechos
de autor coloca como interlocutores válidos, por el conocimiento
que producen, varias poblaciones y sus culturas que hasta ahora
fueron descalificadas40.
Es interesante observar que en este seno surge lo que pare-
cía imposible, esto es, una especie de “internacional campesina”
como la Vía Campesina41. Tal vez aquí se viene haciendo más
explícita que en cualquier otro campo la tensión de territoriali-
dades y todo el potencial de que nuestro mundo está preñado
de nuevas territorialidades. Aquí está en juego los diferentes
sabores con que nos alimentamos día a día y que, sabemos,
implica saberes (savoir y saveur) y así, es toda la cultura la que
está implicada. Asimismo los paisajes, para nuestro confort y
placer, puesto que fueron conformados por las más diferentes
prácticas culturales (de allí que se hable de agri+cultura) que
de esta manera, estamos viendo, nos ofrecen mucho más que
alimentos y materias primas. Es la multifuncionalidad de la
agricultura, muy próxima a lo que Enrique Leff viene llamando
racionalidad ambiental, enfatizando en su carácter político y de
justicia social, junto con sus dimensiones técnica y cultural (Leff,
1994; 1998; 2000 y 2001).

Fin de las fronteras: para los migrantes, nuevos muros.


Uno de los mayores desafíos que se presenta en el posible
diseño de nuevas territorialidades se refiere al fenómeno de los
enormes dislocamientos poblacionales de nuestra época.
“Un fantasma recorre el mundo, el fantasma de la migración. To-
dos los poderes están aliados en una despiadada operación contra
ella, más el movimiento es irresistible. Junto con el llamado Tercer
Mundo, existe un flujo de refugiados políticos y la transferencia de
fuerza de trabajo intelectual, además de los movimientos en masa
del proletariado agrícola, industrial y de servicios. Los movimien-
tos legales y con documentos son aplastados por las migraciones
clandestinas: las fronteras de la soberanía nacional son coladeras,
y toda la tentativa de reglamentación completa sufre una violenta
presión” (Negri y Hardt, 2001:233).

40 Es significativo la tensión de territorialidades que caracteriza los días que corren, sobre
todo después del 11 de septiembre de 2001, que la OMC consiga hacer su primera
reunión inmediatamente después de este suceso, en noviembre de ese mismo año, la
primera que se da sin que tuvieran lugar amplias manifestaciones de la sociedad civil
conforme venía sucediendo últimamente. La tranquilidad de la referida reunión pudo ser
obtenida en Doha, capital de Qatar en el Medio Oriente, allí mismo donde los regímenes
políticos controlan rígidamente la participación de la sociedad civil al mismo tiempo que
garantizan el flujo de petróleo a Occidente.
41 Un cotejo de esta experiencia con lo que dice el Manifiesto Comunista de 1848 con
respecto de los campesinos, tal vez se constituya en un buen primer paso para reunir
movimientos sociales distintos y apuntar hacia posibles nuevas perspectivas paradigmá-
ticas y políticas.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 61

Hay aquí mucho más que la producción y reproducción


de la fuerza de trabajo para el capital y que ha sido siempre
analizado a través del prisma de la regulación de las condiciones
técnicas del trabajo por el capital. Hay también, un deseo irrepri-
mible de libertad. No hay duda que, lo que esta multitud procura
dejar atrás son las condiciones miserables de vida, casi siempre
derivadas del modo como sus comunidades y regiones son in-
volucradas (en verdad (des)arrolladas, según Porto-Gonçalves,
2001b) por el orden moderno-colonial y, lo que buscan
…es la abundancia de deseos y la acumulación de capacidades de
expresión y producción que los procesos de globalización determi-
nan en la conciencia de todo individuo y de todo grupo social –y,
por tanto, una cierta dosis de esperanza. La deserción y el éxodo
son una forma poderosa de lucha de clases, dentro de la posmoder-
nidad imperial y contra ella. Esta movilidad, sin embargo, aunque
constituye un nivel espontáneo de lucha, hoy lleva con mucha
frecuencia hacia nuevas condiciones desarraigadas de pobreza y
miseria (Negri y Hardt, 2001:233).

En este contexto de los grandes desplazamientos de


poblaciones del mundo de hoy tenemos, tanto a las mafias que
trafican gente, como cada vez más se ve en los noticieros, como
en aquellos camiones frigoríficos que transportaban europeos,
orientales y asiáticos hacia Inglaterra; o navíos que vagan sin que
los diversos estados quieran recibir a las masas de refugiados
que sólo aumentan, tal como ocurrió recientemente (Octubre
de 2001) con los desplazados que Australia se negó a recibir
desconociendo la legislación internacional; y aún, en otra direc-
ción, el elevado número de una migración selectiva de trabajo
altamente calificado (informática, por ejemplo), como la indios
y paquistaníes trabajando en Estados Unidos y en Inglaterra, así
como africanos con formación superior trabajando en Europa
(cifras no muy precisas indican, en este caso, más de 100.000)
y, así, tenemos trabajo calificado aumentando la productividad
de los lugares y regiones donde la riqueza está más concen-
trada, reproduciendo la desigualdad entre países, regiones y
comunidades y, de este modo, reforzando el doble movimiento
migratorio de gente calificada y de miserables.
Tenemos además, en otro sentido, a los migrantes ecuato-
rianos en España que en manifestaciones contra su expulsión del
país presentan la carta de Cristóbal Colón del descubrimiento de
América como el documento que debería servir de base para ga-
rantizar su derecho al trabajo así como su permanencia en el país.
En Colombia, los “desplazados” ya suman 2.000.000 sobre una
población total de 30.000.000, señalando un fenómeno nuevo en
la medida que, en este caso, no se trata de migrantes que, de una
u otra forma, aunque empujados por las circunstancias, esperan,
esto es, tienen esperanza de que con el desplazamiento puedan
62 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

mejorar sus condiciones de vida. Al contrario, exactamente por-


que tienen la esperanza de poder regresar lo más breve posible
a sus comunidades, se desplazan inicialmente, hacia lugares
próximos a sus “pueblos” y comunidades. Aquí, se revela todo
el límite del Estado nacional colombiano para garantizar que su
propia población pueda permanecer donde estaba y la ONU ya
inicia gestiones para actuar en este campo.
Es preciso destacar que Colombia es el país que, en el
mundo, presenta el mayor número de “desplazados” así como
Afganistán presenta el mayor número de refugiados del mundo
y, en este momento (2001) sus territorios están bajo la acción di-
recta de un poder imperial que se sobrepone a las comunidades
y “pueblos”42, ya sea a través del Plan Estados Unidos/Colombia
(mejor conocido como Plan Colombia) o de la guerra contra el
terrorismo, lo que indica la compleja tensión de territorialidades,
más aún si consideramos el reciente atentado contra el World
Trade Center y el Pentágono que nos muestra, trágica y espec-
tacularmente, la dimensión de los conflictos.
Resaltando además el punto que, creo, debe ser blanco de
atención –el de la búsqueda de nuevos regímenes de poder por
medio de nuevas territorialidades. Y aquí, quisiera aprovechar-
me de esta doble dimensión movilidad-permanencia que está
implicada no sólo en los múltiples movimientos que claman
por la demarcación de sus tierras, sus territorios, sino también
por esta amplia movilidad poblacional. Tal vez, para esto debe-
mos destacar el caso de las comunidades negras de Colombia
y Brasil con sus palenques y sus quilombos (o quilombolas),
respectivamente. Estas comunidades negras se desplazaron en
busca de libertad, contra la esclavitud que les era impuesta en
el momento de la constitución del mundo moderno-colonial en
América Latina. Allí constituyeron sus territorios en rebeldía al
Estado que, sabemos, no los incorpora en tanto portadores de
derechos hasta muy recientemente. Hoy, las posibilidades abier-

42 Aquí es importante resaltar que el gobierno colombiano, en tanto gobierno electo, puede
invocar la legalidad jurídica y política para, en nombre del estado, hacer la mediación con
los Estados Unidos. Sin embargo, debemos saber también, que prefectos de 17 Munici-
pios del Norte de Colombia, igualmente electos, aceptan los términos que tanto las FARC
(Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) como el ELN (Ejército de Liberación Na-
cional) plantearan un acuerdo nacional que, los prefectos buscan hacerlo regionalmente,
lo que el gobierno nacional ha procurado evitar a toda costa. Lo mismo puede ser visto en
el Departamento del Cauca al sur de Colombia, en el que el Bloque Social Alternativo que
al tiempo (2000-2003) eligió a Floro Tunubalá, un indígena que, por primera vez se hizo
gobernador y presenta un plan alternativo para la erradicación manual de la coca en con-
tra de la fumigación con Glisofato hecha con aviones del Plan Estados Unidos/Colombia,
acompañado de un conjunto de medidas agrícolas/agrarias para ofrecer alternativas a las
poblaciones indígenas, campesinas y las comunidades negras de la región y que tampoco
han recibido apoyo del gobierno nacional para implementar estas medidas. Además, se
informa que la principal exigencia planteada para que haya un pacto entre las partes es el
control de los grupos paramilitares por parte del gobierno nacional colombiano. Y, sabe-
mos, que el paramilitarismo es la interfase más visible de la relación entre el Estado y el
Para-Estado vía tráfico de drogas y de armas.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 63

tas a escala mundial por las contradicciones de regímenes de


poder, se presentan como protagonistas políticos reivindicando
exactamente, la consagración de las tierras donde constituyeron
sus territorios de libertad. Por lo tanto, la cuestión que se presenta
no es simplemente el derecho de ir y venir tan destacado por el
liberalismo, sino también el derecho de permanecer y, mucho
más que eso, el derecho de soberanamente decidir/pactar o
permanecer o desplazarse.

El mundo está abierto a las nuevas territorialidades.

Las fronteras comportan el front y traen consigo, siempre,


la memoria de las luchas que las engendran. Por tanto, más que
el espacio absoluto de los territorios soberanos de los estados mo-
dernos, destacamos su carácter abierto (poroso) y contradictorio,
tanto en el front interno como en el front externo. Hay siempre,
detrás de lo instituido el proceso instituyente y, en el caso de la
frontera, el límite explica su carácter esencialmente político.
Pero si los límites de las fronteras se muestran explícitos
cuando se separa el frente interno del externo, no siempre es
tan claro cuando se trata de ver los procesos instituyentes,
sobre todo, en cuanto a sus protagonistas. Por eso, destacamos
que más allá de los límites entre las ciencias, cada una con sus
territorios rígidos de conocimiento, debemos estar atentos hacia
otros conocimientos hasta ahora considerados en una jerarquía
inferior (como el caso de las ciencias humanas frente a las ciencias
naturales; de la filosofía y el arte frente a la ciencia) y, yendo un
poco más allá, debemos prestar atención también, hacia otros
conocimientos producidos por otros protagonistas con otras
matrices de racionalidad.
En fin, todo el proceso que ofrecemos al análisis debe
tener en mente al haitiano Toussaint de L’Ouverture, a los ecua-
torianos que quieren que se descubra a América en la España
de hoy, o a la memoria de los negros constitucionalizados como
3/5 partes de un blanco en los Estados Unidos y que, están vivos
en un mundo que tiene un grupo como el G7 y, aún, tienen el
derecho de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU como
si, además, hubiese países y pueblos que valgan las 3/5 partes
de otros pueblos.
La época de los descubrimientos europeos y la comunicación cada
vez más intensa entre los espacios y pueblos de la tierra que vino en
seguida, siempre cargaron dentro de sí un real elemento de utopía.
Tanto más sangre fue derramada, tantas vidas y culturas fueron
destruidas, que parece mucho más urgente denunciar la barbaridad
y el horror de la expansión de Europa Occidental (y también de los
EUA, de los soviéticos y de los japoneses). Creemos importante, por
tanto, no olvidar las tendencias utópicas que siempre acompañaron
la marcha rumbo a la globalización, aunque estas tendencias hayan
64 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

sido continuamente derrotadas por los poderes de la soberanía mo-


derna. El gusto por la diferencia y la creencia en la libertad universal
y en la igualdad de los seres humanos, propios del pensamiento
revolucionario del humanismo del Renacimiento, reaparecen ahora
en escala global. Este elemento utópico de la globalización es lo
que nos impide simplemente caer de vuelta en el particularismo y
en el aislacionismo, en reacción a las fuerzas totalizantes del impe-
rialismo y de la dominación racista, induciéndonos, al contrario,
a forjar un proyecto en contra de la globalización, contra-Imperio.
Este momento utópico, sin embargo, nunca dejó de ser ambiguo. Es
una tendencia que constantemente entra en conflicto con el orden
soberano y la dominación. (Negri y Hardt, 2001:132).

Hay así, un nuevo campo que es, al mismo tiempo, local,


regional, nacional43 y global, o imperial como proponen Negri
y Hardt que, a su vez, ha mostrado la oportunidad histórica
para que nuevos protagonistas locales y regionales entren a la
escena política. Es en esta imbricación de escalas que nuevas
territorialidades deben ser buscadas. Más que a la geografía
estamos frente a las geo-grafías, en fin, del desafío de geo-grafiar
nuestras vidas, nuestro planeta, conformando nuevos territorios,
nuevas territorialidades.

43 No veo ninguna razón consistente para hablar de local y global solamente, sobrepasan-
do las escalas regional y nacional. Como ninguna territorialidad es natural pues, todas
son instituidas por sujetos que se hacen a sí mismos por medio de las territorialidades
que instituyen, las escalas regionales y los territorios nacionales deben estar abiertas al
debate y no negadas a priori, lo que bien puede indicar una concesión al espacismo. Y
escala, no olvidemos, es también escalera, grados hacia arriba y hacia abajo, lenguaje
topológico tan caro a la política como centro y periferia.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 65

Geografía política y desarrollo


sustentable44*

I. Introducción
El mundo en los últimos 30/40 años viene pasando por
un importante proceso de reorganización social cuya dimensión
espacial, geográfica, es parte constitutiva. Este proceso puede
ser comparado con aquel que pasó la sociedad occidental en
el Renacimiento (siglo XVI) y durante el siglo de las Luces y la
consolidación de la Revolución Industrial (siglos XVIII y XIX).
Las relaciones entre sociedad y organización espacial, casi
siempre objeto de poca atención, se revelan en estos momentos
particularmente relevantes. En estos momentos la Geografía
tiende a dejar de ser un sustantivo y mostrarse como verdade-
ramente es, o sea el verbo, entendido como la acción de sujetos
sociales haciendo grafías en la tierra. Cualquier sociedad humana
instituye un orden de significaciones, de normas, de reglas y
valores, en fin, instituye un ethos que da sentido a sí misma, a
sus prácticas.
Mismo Marx, considerado uno de los materialistas mo-
dernos, afirma que lo que distingue al peor arquitecto de una
abeja, es el hecho de imaginar, idealizar, figurar su obra antes de
realizarla. El proceso de apropiación de la naturaleza, inherente
a cualquier sociedad, no puede ser entendido, como infelizmente
viene siendo hecho, como un proceso exclusivamente material,
casi siempre de carácter económico, como si la apropiación ma-
terial fuese destituida de los sentidos. Toda apropiación material,

44 Publicado Originalmente en: Geografía, Política y Ciudadanía. Terra Livre- Nº 11-12.


Agosto 1996. AGB- Sao Paulo. p 7-76.
Traducción realizada por Dr. Marcel Achkar (*) y Dra. Ana Domínguez (**)
(*) Docente del Laboratorio de Desarrollo Sustentable y Gestión Ambiental del Territorio.
Facultad de Ciencias e de la Unidad de Sistemas Ambientales. Facultad de Agronomía.
UdelaR. Uruguay.
(**) Docente del Laboratorio de Desarrollo Sustentable y Gestión Ambiental del Territo-
rio. Facultad de Ciencias. UdelaR. Docente en la Especialidad Geografía en el Instituto
de Profesores Artigas. Uruguay.
66 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

es al mismo tiempo, simbólica, puesto que solo se apropia de


aquello que tiene/hace sentido.
El mapa, por ejemplo, instrumento tan valioso para los
geógrafos, es una forma de re-presentación de la realidad, y no
la realidad misma, y como tal se constituye en una forma de
apropiación simbólica, condición de su apropiación material
en ciertas circunstancias. La construcción de los sentidos es,
necesariamente, un proceso social en el cual el lenguaje, que
en si mismo es una re-presentación, tiene un papel instituyente
de un determinado orden social. Es a través del lenguaje que
los seres humanos se comunican, se ligan, crean un mundo, su
mundo en común.
Hay una evidente relación entre el lenguaje y comunica-
ción que pone de relieve la dimensión espacial, geográfica, de
los procesos de organización social. La escritura, por ejemplo,
como medio de comunicación permite la extensión del lenguaje
más allá del contacto cuerpo a cuerpo. Sin ella, prácticamente
hubiera sido imposible la construcción de grandes imperios
que la historia registra. Las identidades colectivas implican, por
lo tanto, un espacio que se vuelve propio por los seres que las
instituyen, lo que implica un territorio. Si es posible extender
hacia otras sociedades el concepto de desarrollo, sacando de él
su carácter moderno productivista, podemos entonces afirmar
que en el devenir de cualquier sociedad su propio desarrollo, se
inscribe en un orden específico de significados, entre los cuales
el modo como ellas marcan la tierra, rigurosamente del punto de
vista etimológico, se geo-grafan. Pierre Bourdieu afirma que es
de la naturaleza de la realidad social la lucha permanente para
definir lo que es la realidad social, de ahí su carácter polisémico.
Las marcas, signos, que se atribuyen a la realidad, entre ellos los
límites y las fronteras del espacio/territorio de que se apropia
más que ser conocidas, deben ser reconocidas por todos como
significativas.
Proponer/imponer significaciones implica, por lo tanto,
relaciones de poder. No es por lo tanto, sin razón, que los mapas
hayan sido durante mucho tiempo instrumentos exclusivos de
las clases dominantes y de sus ejércitos, por el hecho de que la
mayoría de la población no dominaba su código. Es que los ma-
pas en si mismos son parte del proceso instituyente de un orden
de significación, son una forma de ordenar el mundo. Siendo así,
la geografía, en cuanto acto de marcar la tierra, de apropiarse
material/simbólicamente del espacio, es un saber eminentemente
ligado al campo de lo político y del proceso de creación de un
magma de significaciones (Castoriadis, 1982).
Sustentamos en este trabajo que el concepto de desarrollo
es central en el proceso de construcción de lo que se dio en llamar
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 67

Modernidad y que sin considerarlo adecuadamente, no se puede


dar cuenta de la Geografía Política de esa misma sociedad. La
crisis por la que pasa la sociedad contemporánea es, como no
podría dejar de ser, una crisis de su magma de significaciones y
en este sentido, de su concepto instituyente. Es exactamente en
el momento en que ese concepto que venia siendo avalado en
sus fundamentos, se muestra insustentable, y vemos, parado-
jalmente, una tentativa de su recuperación a través de la califi-
cación de sustentable, sumándolo al de desarrollo, tal como fue
consagrado en la publicación del Informe Brundtland Nuestro
Futuro Común (Brundtland, 1991) en 1987, bajo los auspicios de
la Organización de las Naciones Unidas.
El propio hecho de que el calificativo sustentable aparece
cada vez más relacionado al de Desarrollo indica cambios en
la agenda del debate político. Sabemos que desde 1972, con la
Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente, realizada en Es-
tocolmo, la cuestión ambiental dejó de ser una cuestión de los
“románticos” hippies y pasó a ser efectivamente institucionali-
zada en los mecanismos gubernamentales, ante todo a través de
las instituciones supranacionales. Una de las recomendaciones
que salió de esa Conferencia fue exactamente la de que la cues-
tión ambiental pasase a constar en las agendas de las relaciones
internacionales.
El gobierno brasilero, por ejemplo, en 1973, creó una Se-
cretaria Especial de Medio Ambiente para adaptarse a las nuevas
reglas y ante todo para la obtención de recursos financieros inter-
nacionales. Esa iniciativa del gobierno militar traería importantes
implicaciones años más tarde cuando la sociedad brasilera pasó
a denunciar internacionalmente el incumplimiento por parte de
los gobernantes de los compromisos firmados con relación a la
cuestión ambiental y quizás el caso de la BR- 364 haya sido el
más emblemático45.
Paralelamente a los preparativos de esa Conferencia
Internacional sobre el Medio Ambiente, la preocupación con
ese tema ganó un importante refuerzo como por ejemplo, el
que le prestó el famoso Informe Meadows Los límites del Creci-
miento (Meadows, 1978) texto que rápidamente ganó el mundo
alertando sobre el carácter finito de los recursos naturales y los
riesgos que los diferentes tipos de contaminación tendrían para
la sobrevivencia del planeta y de la humanidad.
No es el caso de retomar aquí los contenidos en el análisis

45 Br 364 es como se denomina la carretera que hace la conexión de la capital brasileña,


Brasília, con Río Branco en el Acre, lo más occidental de los estados del país, tierra de
Chico Mendes. Esta carretera pasa por una región de sabanas (denominados Cerrados
en Brasil) y penetra el bosque amazónico. Ha sido grande la controversia política sobre
la construcción de esta carretera. Chico Mendes, el líder seringueiro, ha sido uno de
los que más lucharon contra la destrucción que ha sido provocada por esta gran obra
financiada por el Banco Mundial.
68 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

de Los límites del Crecimiento que ya expusimos (Porto-Gonçalves,


1985) pero sí de registrar la inflexión en el debate acerca del
desarrollo que ese documento encierra. Por un lado, por el he-
cho de recubrirlo con cientificidad, que sabemos se constituye
en el “criterio de verdad” (Foucault, 1978) por excelencia de la
sociedad moderna y contemporánea, configurándose por ello en
un discurso autorizado, podríase decir sacralizado (Bourdieu,
1992) o en un discurso competente (Chauí, 1982) al contrario de
los movimientos denominados contraculturales, que sin duda,
fueron los primeros en levantar esa cuestión. Por otro lado, es la
primera vez que un discurso con las prerrogativas de científico
es avalado por una institución internacional del porte de la ONU
afirmando abiertamente que hay límites para el crecimiento.
Hasta entonces, se creía que el crecimiento económico, y
su concepto hermano de desarrollo, no tenía límites. Se inscribe
así en el debate una cuestión que se pretende nueva que es la
relación sociedad-naturaleza en lo que concierne al desarrollo,
puesto que a derecha y a izquierda, se creía que desarrollo
significaba salir de la naturaleza y más que eso, dominarla,
instrumentalizándola, reduciéndola al estatuto de recurso, que
como se sabe es un medio para alcanzar un fin.
El desarrollo se revela así como un fin en si mismo, que
significa salir/dominar la naturaleza, y también los hombres. Son
sutiles los argumentos que vinculan la dominación de la natura-
leza a la dominación de los hombres entre sí, bastando recordar
que todos los pueblos, segmentos, clases o grupos sociales que
son/fueron dominados están asimilados a la condición de natura-
leza, puesto que la sociedad moderna se instituye sancionando la
dominación de la naturaleza, y como tal, legitima la dominación
de los seres humanos semiotizados como naturales, conforme
destacamos en otro contexto (Porto-Gonçalves, 1989).
Es en torno de los temas Desarrollo, Ciencia, Técnica,
Dominación de la Naturaleza, que se constituye el “magma de
significaciones” de la llamada Modernidad. De hecho, los años
60 y 70 indican un punto de inflexión/bifurcación en el debate
sobre el devenir de la humanidad y como se suele decir desde
entonces de la vida en el planeta Tierra. Y como si la idea de
crecimiento/desarrollo sin límites comenzase a demostrarse
insustentable.
El pasaje de Desarrollo hacia el de Desarrollo Sustentable
indica, así un cambio no solo en las creencias y valores que deben
orientar la sociedad, sino que también inscribe, como vimos, nue-
vos parámetros en las relaciones internacionales. Evitaremos de
reproducir un sin número de datos estadísticos para demostrar
científicamente la finitud de los recursos naturales o los peligros
que nos rondan con las emisiones de CO2, rayos ultravioletas,
CFCs, suelos perdidos, especies extinguidas, y más recientemen-
te, el peligro que la pobreza trae para el equilibrio del planeta.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 69

Registraremos solamente que es en torno de la problemática


sociedad-naturaleza (o como a partir de entonces comienza cada
vez mas a ser llamada de cuestión ambiental), que el calificativo
de sustentable comienza a ser asociado al de desarrollo.
La idea de desarrollo presenta una intima relación con
la de Geografía Política. Antes que nada, desarrollo presupone
crecimiento, hasta porque desarrollarse significa des-envolverse,
lo que implica abrir, quebrar, romper lo que está envuelto.
Fuertemente influenciado por la herencia cristiana que permea
el pensamiento occidental, la idea de desarrollo se reviste de
una pretensión universalista, en este sentido, pretende redimir
(salvar) los pueblos a través de su conversión a los patrones de
desarrollo europeos46. Diferentemente de la idea biológica de
desarrollo que dice respecto al metabolismo interno del ser vivo,
cuyo embrión/semilla ya trae en si mismo, sus fases de crecimien-
to/desarrollo en su especificidad, en su diferencia, el concepto
antroposocial de desarrollo, tejido en la Modernidad, se pretende
universal. Los demás pueblos no europeos pasaron a ser vistos
como salvajes, que quiere decir de la selva, de la naturaleza, y
por eso, debían ser civilizados para acceder a la cultura, siendo
uno de los vectores en torno de las que serán engendradas las
relaciones entre las clases/pueblos/regiones/Estados.
Siendo así, desarrollo implica que alguna fuerza propul-
sora, portadora de la llave modernizadora universal, el colo-
nialismo y el imperialismo europeo hagan que otros pueblos
salieran de la barbarie (otro término que los reduce al campo de
la naturaleza, puesto que bárbaro, según Lévi-Strauss, designa el
canto desarticulado de los pájaros, pues era así que los romanos
entendían el habla de los otros, o mejor dicho de los no romanos)
hacia la civilización.
Eso implica, evidentemente una determinada forma de
apropiarse de la naturaleza, del espacio, del tiempo, en fin de
atribuir lugar a las cosas, sean ellas del reino de la naturaleza o de
los hombres. Hay una Geografía Política que emana, que es co-
instituyente de esos presupuestos, configurada en las relaciones
Metrópolis y Colonia, en una relación de tipo Centro-Periferia,
en la configuración de un mundo que a partir del Renacimiento
no cesará cada vez más de volverse un mundo contradictoria-
mente unificado.
Tales ideas no lograban imponerse en todo el mundo, sin
una infraestructura material que transportase sus portadores. El
Mercantilismo, el dinero, se encargó de ser el móvil material que
la transportó inicialmente por todo el mundo. Así la Cruz y el
Dinero, cada uno con sus motivaciones propias pero hermana-

46 Estoy conciente de las implicaciones religiosas de esta idea, tanto en cuanto los científi-
cos y Expertos del desarrollo hablan de los milagros de la ciencia y de la tecnología.
70 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

dos por la idea de civilizar a los que se hallaban en el estado de


naturaleza, se encargarían de hacer marcas (grafías) en la tierra
(geo), geografiando el planeta.
Como la Cruz y el Dinero no podían por si solos convencer
a los demás pueblos de esa superioridad autoproclamada de la
cultura europea, se volvía necesario el recurso militar. Estaba,
pues, establecida, la tríada: la Cruz, la Espada y el Dinero, sobre
la cual sería erguida la Geografía Política del Mundo Moderno
a partir del Renacimiento.
A partir de la Ilustración y asociada a ella la Revolución
Industrial, el elemento religioso de esa tríada quedaría subsu-
mido en la creencia de la capacidad redentora de la ciencia y
de la técnica. El tiempo abstracto, independiente de la lluvia
y del sol, de los días y de las noches y de los diferentes seres
vivos que pueblan la Physis, será expresado en el reloj, el que
por primera vez había sido establecido por la Iglesia en la Edad
Media con las Horas Canónicas, para que los fieles rezasen al
mismo tiempo (Mumford, 1979 y Porto-Gonçalves, 1989) y que
será incorporado por la Ciencia Moderna y estará presente en
las máquinas a vapor.
Controlada la energía, (de inicio el carbón) estaba abierto
el camino para una transformación de la materia, jamás vista
en la Historia de la Humanidad. Garantizar el acceso a los
recursos naturales, a las materias primas de interés industrial,
será la nueva tarea de los ejércitos siendo ellos mismos, por la
demanda de uniformes y armamentos, una fuerza propulsora
de desarrollo industrial. El siglo XIX, el de la Geografía de la
Pax Británica, será al final provocador de guerras por el control
de las materias primas y energía, fundamentales al estilo del
desarrollo que había conquistado corazones y mentes de las
llamadas sociedades modernas.
Si bien la idea de desarrollo en la biología, como vimos,
es propia a cada ser vivo y por lo tanto, interna, en el sentido
socio-económico-cultural, al contrario, implicaba necesariamente
la dimensión espacial puesto que viene de afuera, era externa al
ser que habría de ser desarrollado. F. Ratzel (1844-1904) como
buen zoólogo de fines del siglo XIX se encargará de construir
ese puente, asimilando el Estado a un ser vivo. Ratzel va a
fundamentarse en Darwin (1809-1882), cuyas teorías se volvían
referencia obligatoria como parámetro de cientificidad, para
establecer una nueva ley de evolución, no de un ser vivo cual-
quiera, sino de los Estados. Ratzel sistematizará argumentos
tomados en el campo de las ciencias naturales, naturalizando
las necesidades de la naciente industria alemana, y ya pujante
por su carácter centralizado por el Estado, y que carecía de un
espacio vital para su desarrollo.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 71

A pesar de ser zoólogo, Ratzel quedará en la Historia como


uno de los principales teóricos de la Geografía por el hecho de
haber formulado, con lo que en la época se consideraba científico,
nuevas formas de apropiación del espacio por parte del Estado.
Es la primera sistematización teórica sobre la relación Territorio-
Estado que conforme veremos más adelante, ya venía siendo
practicada desde el siglo XVI. El Estado-Nación disponía ahora
de una teoría geográfica para explicar su desarrollo.
Una teoría como esa encuentra en Alemania un terreno
extremadamente fértil para su difusión, no solamente por corres-
ponder al expansionismo de la industria alemana, sino también
por presentarse para afirmar el nacionalismo del Primer Reich
iniciado por Bismarck (1815-1898). Es sabido como a partir de
mediados del siglo XIX, el nacionalismo se recubre del carácter
de una verdadera religión moderna.
Con Ratzel el carácter político del espacio está fundamen-
tado en la naturaleza, y por eso puede ser leído como libre de
subjetividad de los hombres, como pregonaba el buen positivis-
mo. Las guerras son, por lo tanto, fenómenos naturales, fruto
de la evolución natural de los Estados en busca de sus espacios
vitales, esto es de las materias primas y de las fuentes de energía
necesarias para su desarrollo. El espacio vital puede ser entendi-
do aquí como aquel espacio necesario para dar sustentabilidad
al desarrollo del Estado Nacional. Esa interpretación tal vez nos
abra una importante brecha para entender la nueva configura-
ción del concepto de Desarrollo Sustentable que hoy viene siendo
puesto en debate, conforme veremos más adelante.
Son esos fundamentos, que comienzan a ser cuestionados
a partir de las décadas del 60 y el 70 que nos inspiran en este
ensayo sobre Geografía Política y Desarrollo Sustentable. Para
intentar elucidar tal relación buscaremos en un primer mo-
mento, demostrar el carácter eminentemente político inherente
al estudio del espacio, a través de las categorías de territorio y
comunidad política y, particularmente en el caso de la Geografía,
sus íntimas relaciones con la institución del Estado Nacional.
Tal reflexión se vuelve esencial de nuestro punto de vista, en
la medida que el Estado Territorial Moderno, y la Orden de
Westfalia (1648) que consagra los derechos de la soberanía, no
solo contribuyó para instituir la Geografía como saber, como
ésta contribuyó para instituirlo.
En seguida intentaremos dar cuenta de los diferentes
vectores que ponen en jaque los fundamentos del orden social,
para que la cuestión ambiental se constituya en un elemento
clave para su comprensión. Sustentaremos en este capítulo
la tesis de que se construyó en ese momento una tentativa de
establecimiento de una nueva “comunidad imaginada”, de
72 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

una nueva comunidad de destino, no ya fundada en el Estado-


Nación, sino en el Planeta Tierra. De ahí, a nuestro modo de ver,
la cuestión ambiental se constituye en un atractor de diferentes
vectores y que subyacente a esa nebulosa se ensaya una nueva
organización social.
Más adelante pasaremos a analizar las condiciones de
posibilidad de afirmación del llamado Desarrollo Sustentable
en el contexto de reorganización social en curso. A manera no
de conclusión, sino de intentar calificar el debate, buscaremos
apuntar algunos caminos que tal vez puedan ayudar a com-
prender los desdoblamientos futuros de ese orden social y de
sus contradicciones, para superar esos dos flagelos íntimamente
interconectados: la injusticia social y la dilapidación de los re-
cursos naturales del planeta.

II. Geografía y Política en la constitución del mundo


moderno

Hay un verdadero consenso de que vivimos una crisis


de valores/paradigmas que van mucho más allá de una crisis
económica. La propia percepción de que la crisis que vivimos va
mas allá de una crisis económica es en sí misma reveladora de la
crisis de paradigma, ya que era la percepción económica la que
comandaba los esquemas explicativos, sea en una perspectiva
liberal o marxista.
Entre los geógrafos, David Harvey nos brindó, en su
excelente libro La Condición Pos-Moderna (Harvey, 1992) un fino
análisis de cómo a partir del Renacimiento comienza a insti-
tuirse un nuevo “magma de significaciones”, de construcción
de sentidos, que comandará el llamado Mundo Moderno y
Contemporáneo. Las concepciones de Espacio y de Tiempo, de
Hombre y de Naturaleza que, a partir de entonces, comienzan a
volverse hegemónicas son exactamente las que hoy encuentran
dificultades para explicar el mundo. De ahí la crisis de referen-
cias instituyentes, ya que lo instituido es parte del problema y
no de su superación.
En el meollo de esa tradición Occidental la categoría Tiem-
po y con ella, la Historia fueron objeto de importantes análisis;
la categoría Espacio, y con ella la Geografía fueron tratados
como categorías menores. Cabe a E. Soja destacar ese lado del
pensamiento occidental con una aguda crítica al historicismo,
sin caer en la trampa de esa misma tradición de dicotomizar
Espacio y Tiempo. Tanto es así que su crítica al historicismo nos
resbala como un espacismo, esto es hacia una valorización del
Espacio destituido de la historicidad. Esta, tal vez sea la principal
contribución de su obra: Geografías Pos-Modernas (Soja, 1993)
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 73

Uno de los aspectos de esa crisis es la propia reorga-


nización de la división del trabajo científico que, a su vez se
manifiesta a través de las preocupaciones, cada vez mayores,
con abordajes integrales, inter-trans-multi disciplinarios. Es
que cuando recortamos un objeto de estudio, demarcando un
territorio de lo real, lo que estamos creando son las precondi-
ciones para una apropiación de la realidad, y como si fuésemos
propietarios exclusivos de aquella faja del terreno de lo real, casi
siempre sin decirlo.
Toda ciencia se constituye de esa forma, buscando crear
un lenguaje que al mismo tiempo que es constituida, conforma
la comunidad que la crea. Ese código de lenguaje, el conjunto
de conceptos y teorías creados por un campo específico de
conocimientos, mantiene una relación tensa y contradictoria
con la realidad externa, tanto de los otros campos científicos
propiamente dichos, como con los otros campos constitutivos de
lo real-social de donde emana, y que, en ultima instancia lo creó.
Toda comunidad científica ocupa un espacio de representación
de lo real, tal como la tribu ocupa un determinado territorio y
construye un lenguaje propio, un sistema propio de creación de
sentidos, que al principio, está prohibido a los extraños, sean
ellos cientistas de otros campos o mas aún, no cientistas.
Ese modo de concebir lo real y de instituir campos/
comunidades específicas de conocimiento, característico del
mundo Moderno y Contemporáneo, viene siendo avalado en
sus certezas. La dicotomía Sujeto-Objeto, uno de sus pilares fue
puesto en suspenso allí mismo donde parecía tener un anclaje
seguro, eso es en la Física donde cada vez más se cree que el
sujeto cognoscente, el investigador interfiere en el objeto. Es
como si estuviésemos entrando en una era donde no podemos
hablar del objeto sin que explicitemos de cual punto de vista,
de que lugar, está siendo analizado.
Destaquemos todavía que la constitución de una comuni-
dad científica (y en su interior la constitución de diversas comu-
nidades específicas), forma parte de un proceso de organización
social, donde se definen los lugares de cada segmento, grupo
o clase social. En la institución del “magma de significaciones
imaginarias” de la llamada sociedad Moderna, la comunidad
científica es investida de una autoridad que hace que el pro-
nunciamiento de sus miembros consagre la realidad, esto hace
que tenga un poder instituyente mucho mayor que el de otros
pronunciamientos. Estamos pues, muy lejos de un cierto tipo de
perspectivismo, que nivela todos los pronunciamientos, todos
los puntos de vista como si todos ellos tuviesen el mismo poder
de instituir lo que es y lo que no es real, como si estuviésemos
en un espacio-tiempo isomórfico.
74 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Como el Espacio y Tiempo no son variables exógenas al


ser históricas y geográficas, de ahí que los lugares no están dados
a priori, pero sí construidos/instituidos en el terreno movedizo
de las luchas/relaciones sociales, es que son también luchas por
atribución de sentidos. Pierre Bourdieu, en quien nos apoyamos
en esta tesis, es uno de los pensadores bien típicos del momen-
to que vivimos, de transgresiones de territorios soberanos del
conocimiento, pues mucho contribuye en el pensamiento de la
Geografía, hasta mismo cuando sostiene que la Sociología es
una especie de “topología social”.
Las reflexiones arriba expuestas sobre la naturaleza socio-
histórica del conocimiento se hace necesaria en la medida que
un análisis geográfico-político no debe escamotear el propio
sentido político que lo volvió históricamente posible. Llega
mismo a ser sorprendente que los geógrafos dejen de lado el
hecho extremadamente pleno de significaciones de que la pa-
labra geógrafo haya sido creada en 1537, así como las palabras
tan importantes en el léxico geográfico como Territorio y Región,
sean de los siglos XV y XVI. Sabemos que las palabras, como
signos que son, buscan dar sentido, esto es crear significados y
así es extremadamente relevante que las consideremos en su
historicidad.
Es preciso que reconozcamos que los hombres no se rela-
cionan entre sí y con la naturaleza directamente, como pretende
un cierto tipo de empirismo de inspiración positivista. Como ya
indicara Carl Jung (1875-1961), el hombre es un animal simbó-
lico, y en ese sentido sus relaciones entre sí y con la naturaleza
son mediadas por los significados que crea y que comandan sus
prácticas. No hay, como vimos, apropiación material que no sea
al mismo tiempo simbólica, puesto que solo se apropia de aquello
que tiene/hace sentido. Y la creación de sentidos se constituye
en las comunidades humanas en su ethos específico, de donde
provienen sus dimensiones éticas. De ahí podemos trabajar con
la idea de que geógrafo, geografía, territorio y región, por ser
palabras/prácticas inventadas en el contexto del Renacimiento
son, al mismo tiempo, instituyentes del magma de significaciones
que forma parte de la organización social que a partir de aquel
momento se pone en curso.
Como se puede desprender de lo expuesto, la Geografía
no es instituida por los geógrafos y sí por una determinada
sociedad, en un contexto histórico-geográfico específico, al
instituirse en cuanto tal. Lo mismo, evidentemente, puede ser
dicho de la constitución de otros campos/ comunidades cien-
tíficas. No queremos con ello decir que la constitución de una
determinada comunidad científica de un determinado campo
de conocimiento, no tenga una determinada autonomía frente
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 75

a las condiciones de su creación. Lo que queremos resaltar es


ante todo el vínculo, casi nunca explicitado, entre la constitución
de un campo/comunidad científica y la realidad social que lo
instituye y que al hacerlo, se instituye en tanto que sociedad al
dar sentido a sus creaciones. En ese sentido, podemos afirmar
que la sociedad europea, en el Renacimiento, se reorganizaba y,
en ese proceso de reorganización social, la dimensión espacial
se inscribió en su magma de significaciones.
El saber geográfico es, de ese modo, instituido e institu-
yente del llamado mundo Moderno y Contemporáneo. Pero
sorprendente es el hecho aun de que no consideramos que la
Geografía signifique, rigurosamente del punto de vista etimo-
lógico grafar la tierra. Era de eso que se trataba en el pasaje de
la Edad Media hacia la Edad Moderna, en el Renacimiento, de
constituir nuevas marcas en la tierra, de constituir los límites de
las nuevas comunidades de destino humanas, de delimitar los
espacios, esto es de constituir territorios.
Todo eso pareció natural y solo muy recientemente, con la
crisis, por la que estamos pasando, es que nos podemos dar cuen-
ta de la historicidad de esas configuraciones socio-geográficas.
Creemos que estamos inmersos hoy en una nueva tensión de
territorialidades y si es correcta la formulación de E. Soja que
toda sociedad al instituirse, instituye al mismo tiempo, y no antes
ni después, su configuración geográfica, estamos inmersos en
un proceso análogo a aquel del Renacimiento. Se vivía y se vive
una tensión de territorialidades, lo que nos lleva a la necesidad
de desustancializar, desnaturalizar, el concepto de territorio y
percibimos que subyacente a ella hay una territorialidad insti-
tuyéndose, quiere decir hay un proceso de territorialización. La
sociedad de la Edad Media, como la de hoy, era una sociedad je-
rarquizada, asimétrica, heterónoma, eso nos remite a la cuestión
de que los diferentes segmentos de esa sociedad no participan
de la misma forma en los procesos instituyentes.
La palabra geógrafo, como vimos, aparece por primera
vez en lengua francesa y portuguesa en 1537 (Dainville, 1964 y
Cunha, 1982) y designa desde el siglo XVI al XVII, a aquellos
que construyen mapas y a la vez los comentan. Son los llamados
geógrafos del Rey. Es Dainville quien nos informa que “junta-
mente con ellos, también otros que diseñan mapas o construyen
planos son llamados geógrafos. Los ingenieros militares que
son llamados ingenieros y Geógrafos Ordinarios del Rey (…)
Ingeniero-geógrafo es también la calificación de los topógrafos
civiles que bajo la dirección de Cassini trabajan la Carta General
del Reino. También Geógrafos son llamados los agrimensores
que construyen los mapas catastrales del dominio de las zonas
de caza del Rey”. Como se ve la Geografía se encuentra íntima-
76 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

mente ligada a la reorganización social puesta en marcha por


la Monarquía y forma parte de aquello que Max Weber (Weber,
1974) denominaría como segmento burocrático racionalizante
que es instituyente del Estado Territorial Moderno. Es en ese
momento, a partir de esas necesidades políticas que una serie
de problemas técnicos se presentan.
La representación de la Tierra, por ejemplo, es revolucio-
nada por Gerardo Mercartor o Gustav Krammer (1512-1594) que
consagró la Proyección Mercator, lo que por sí solo indica, las
implicaciones de la Burguesía Mercantil en ese proceso de insti-
tución social. Es también de 1537 la palabra Geometría (Cunha,
1982) y también de ese periodo la revolución en la Perspectiva
con su pretensión matemático-objetivista de re-presentar lo
real no subjetivamente, como se hacía en la Edad Media, donde
un castillo o un señor eran re-presentados con tamaños des-
proporcionalmente mayores matemáticamente hablando que
las chozas de sus siervos. Todas esas formas de re-presentación
del espacio forman parte del proceso de su apropiación material
y dan sentido a una nueva forma de apropiación del espacio a
partir de la perspectiva, rigurosamente hablando, del punto
de vista de sus sujetos instituyentes, a saber la Monarquía y la
Burguesía Mercantil.
Se trataba ante todo de la definición de los límites espacia-
les del poder del Estado bajo el control de las Monarquías que
los centralizaban. El mosaico geográfico de los feudos comienza
a través de las alianzas (casamientos) políticas o de las guerras a
ser reconfigurado, reconfigurando el mapa político de Europa.
La contigüidad geográfica se coloca como una condición esencial
para que los Reyes, además de reinar, gobernasen. Era una de
las primeras condiciones de gobernabilidad en las condiciones
de comunicaciones y transportes de la época. Maquiavelo (1469-
1527), en El Príncipe, fue el primer gran pensador moderno en
dar cuenta de esa problemática. Su visión pragmática del poder
llega a ser chocante, sobre todo cuando es tomada a partir de
los parámetros de los filósofos políticos del siglo XVIII, como
Hobbes, Locke o Montesquieu.
No fue tranquilo ese proceso de constitución de los Esta-
dos Territoriales Modernos, hasta porque las fuentes del poder
tenían múltiples facetas locales y regionales. Su centralización
en el Príncipe, para usar la expresión política de Maquiavelo, o
en el soberano, para usar la expresión de Jean Bodin (1530-1596),
considerado por muchos como el teórico de la soberanía, fue una
verdadera obra de ingeniería política que ganó facetas específicas
en los diferentes Estados que se diseñaban, pero que culminó
teniendo un saldo líquido caracterizado por un poder centra-
lizado, fruto de lo que podríamos llamar de un pacto de elites,
para usar una expresión de los cientistas sociales brasileros, que
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 77

reconocía en el Estado al soberano, esto es, la legitimidad para


comandar sus destinos y debe ser entendido como el indicativo
del dominio de un determinado territorio del que se apropió.
El establecimiento de los sistemas unificados de pesos y
medidas, incluyendo la moneda, se enfrentaba con las prácticas
culturales de los diferentes pueblos y comunidades que se cons-
tituían en miríadas al interior de las fronteras de las diferentes
formaciones estatales. La propia lengua con la que se escribían
las normas y los sistemas de pesos y medidas permitía a aquellos
que las dominase a tener un mayor poder (Raffestin, 1980).
No fueron pocas las revueltas campesinas contra los im-
puestos y las tasaciones que el pacto entre las elites reconocían
como legítimos, al punto que la palabra impuesto haya sido
subjetivamente incorporada como natural (de verbo – imponer-
se volvió sustantivo - impuesto). Varias formaciones culturales
desaparecieron bajo la acción unificadora ejecutada a partir del
Estado sin lo que el mercantilismo no se hubiera podido expan-
dir. Visto desde este ángulo, no fue el colonialismo simplemente
que destruyó diferentes pueblos y culturas por el mundo afuera.
En verdad, la anulación de las diferencias estaba inscripta en el
propio proceso de formación de los Estados Territoriales Mo-
dernos y el colonialismo fue simplemente el desdoblamiento de
esa forma por los espacios no-europeos.
Rosa Luxemburgo (1871-1919) (Luxemburgo, 1974) afirmó
que si se preguntase a un campesino de la Edad Media lo que
era la economía, no podría contestar por no saber el significado
de esa expresión y continuaría produciendo, distribuyendo, cir-
culando, consumiendo y pagando sus tributos, esto es haciendo
todo lo que los economistas estudian, sin que supiese en tanto
que era la economía. Luxemburgo señala que la economía solo
se constituye como un saber específico a partir del momento en
que los hombres, socialmente, pierden el control de la economía.
Cuando los hombres pasaron a llevar su producción al mercado
y reconocen el mismo en relación a sus pretensiones, comenza-
ron a escapar a las determinaciones de todos y de cada uno. Lo
mismo debe haber sucedido con el espacio.
El Renacimiento marca el inicio de una nueva forma
de organización social en que, con la centralización del poder
político en las Monarquías Centralizadas, el poder local y los
hombres en su espacio de vida cotidiano, los siervos/campesinos
en primer lugar, pierden poder. Un buen número de señores
trasfieren a un soberano centralizado el poder de determinar la
nueva organización espacial, justo cuando la cuestión local/re-
gional gana relevancia con la creciente movilización campesina.
Es de esa forma que podemos percibir mejor que el proceso de
reorganización social que emerge a partir del Renacimiento fue,
78 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

concomitantemente, un proceso de reorganización espacial en


que el geógrafo es no solo, un protagonista de esa reorganiza-
ción, sino también parte del proceso de reorganización social en
cuanto una comunidad específica que en aquel contexto toma
sentido.

Estado Territorial Moderno y Estado Nacional: la Geografía


Política del Desarrollo del Mundo Contemporáneo.

Desgraciadamente para pensar el Estado se tomó lo que


era el resultado de una resolución específica, de una situación
específica, como un modelo destituido de historicidad y esto,
sin duda, está por detrás de ese problema teórico-político en que
nos encontramos hoy. Maquiavelo ya nos había alertado que la
gloria en la política se hace en las circunstancias del aquí y ahora
y no según los sistemas doctrinarios, pero podemos decir que
también está impregnada del “espíritu de época” para quedarnos
con la expresión de Hegel (1770-1831).
El Tratado de Westfalia, en el siglo XVII, vino a consagrar
no un derecho inter-nacional, como se acostumbra a decir, sino
un derecho inter-estatal y con él, el principio de soberanía del
Estado Territorial Moderno, y que está subyacente al derecho
internacional en crisis de la actualidad. Regístrese el hecho que
mismo los ejércitos hasta el siglo XIX estaban constituidos bási-
camente por mercenarios de diferentes nacionalidades, como nos
informa Thonsom, lo que indica que fueron constituidos para
garantizar la integridad físico-territorial de los Estados y no de
las naciones. Eran ejércitos estatales que en los fronts, defendían
las fronteras territoriales y no ejércitos nacionales. Los Estados
con sus configuraciones territoriales de poder, se constituían
con sus espacios de donde emanaban tensiones y conflictos, en
identidad de contrarios, constituyendo principalmente después
del siglo XIX, los llamados Estados Nacionales.
Los diferentes pactos que ensayaron la constitución de los
distintos Estados Territoriales Modernos y el pacto de Westfalia
establecido entre ellos, se realizaron antes de la configuración
de aquello que en el siglo XIX vendría a ser llamado de socie-
dad civil y que emerge a partir de la Ilustración, para algunos
Iluminismo, y ante todo, a partir de los eventos revolucionarios
en Inglaterra (Cromwell-1688), Francia (1789), Estados Unidos
(1776), Manifiesto Comunista (1848) y en la Comuna de París
(1871).
La idea de que los hombres son iguales frente a la ley, hace
retroceder las ideas de reproducción social de las sociedades
medievales, fundadas en las relaciones de lealtades personales,
de la supremacía de la escala de lo local, del espacio vivido.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 79

Las relaciones mercantiles no cesaban de inmiscuirse en los


intersticios de las sociedades, ante todo europeas, y presuponen
determinados valores, reglas y normas, entre ellas la igualdad
de derechos entre las partes contratantes, presentando derechos
universales y consecuentemente impersonales.
La Burguesía Mercantil que desde la Edad Media tuvo que
luchar para tener el derecho de ir y venir y del libre comercio, fue
sin duda protagonista central de esa revolución en los valores y
en el derecho. Es exactamente el reconocimiento de esas luchas
emprendidas por los communards, esto es por los habitantes de los
burgos, de las comunas, ante todo los comerciantes, que llevó a
que Marx y Engels escribiesen el Manifiesto Comunista en 1848,
donde procuran apropiarse de la herencia de los communards,
por libertad y justicia ya que creían que la Burguesía no estaba
en condiciones de protagonizarlo con su nueva condición de
clase dominante y por lo tanto mas interesada en lo instituido
-en una correlación de fuerzas que le era favorable- que en el
proceso instituyente de los nuevos derechos.
La Revolución Industrial trajo consigo una profunda
Revolución Geográfica. El éxodo rural era más que el simple
desplazamiento espacial de la población y sí la expresión de
un profundo proceso de transformación de relaciones socia-
les, puesto que se trataba de la proletarización de los antiguos
campesinos. La libre movilidad del trabajador, ya lo había per-
cibido Adam Smith (1723-1790), era fundamental para la plena
acumulación del capital.
Si el capital es, como lo entiende Marx (1818-1883), no
simplemente dinero, sino una relación social que permite que
el dinero se valorice a través del trabajo asalariado, de hecho,
la libre movilidad del capital presupone la libre movilidad del
trabajador y así la destrucción de toda forma de organización
social fundada en el apego a la tierra, en vínculos estables del
hombre con la naturaleza, tal como, por ejemplo, bajo el feuda-
lismo, donde el siervo estaba preso a la tierra (era siervo de la
gleba).
Volveremos a este tema más adelante. Pero retengamos
el significado verdaderamente desestabilizador de la idea de la
igualdad entre los hombres, tejidas a lo largo de la Historia por
la Burguesía, en el contexto de las ciudades industriales europeas
del siglo XIX. Es como si nuevos actores entraran en la escena po-
lítica reivindicando derechos, otros derechos. Es en ese contexto
que se vuelve más complejo por las migraciones internacionales
intensas, y la Burguesía temiendo a la onda revolucionaria de las
llamadas “clases peligrosas” dará una respuesta nacionalista al
movimiento obrero que levantaba banderas internacionalistas.
De ese modo, la reducción de la jornada de trabajo, el
80 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

derecho de libre asociación a los trabajadores, las leyes restric-


tivas al trabajo del menor y de la mujer, el derecho al voto a los
trabajadores, constituyen parte de toda una gama de derechos
sociales, civiles e individuales que serán mas o menos implan-
tados de acuerdo con la correlación de fuerzas en el interior de
las fronteras de cada Estado. Se puede de este modo decir que
el Estado Territorial Moderno solo se transformó en Estado Na-
cional en el siglo XIX, exactamente en la medida que el Estado
incorporó demandas de la sociedad civil, que en aquella época,
tuvo entre las capas proletarias un protagonista central.
Ese pasaje de Estado Territorial Moderno hacia lo que
quedaría consagrado como Estado Nacional, se hace a través
de mediaciones de las políticas sociales, en un proceso donde
el nivel de organización y movilización social y política, sobre
todo de las capas proletarias, adquirió un gran vigor a lo largo
de todo el siglo XIX. Recuérdese que en el inicio del siglo XIX el
aparato estatal no disponía de sistemas educacionales o de salud
que estuviesen volcados a la gran masa de trabajadores.
Es de ese modo que podemos entender las emergencias
de los sistemas ideacionales fundados en la idea de Nación, del
cual las ideologías nacionalistas son apenas una parte. La masa
de trabajadores que se desplazaban del campo a la ciudad no
asimilaba espontáneamente la idea de que deberían vender su
fuerza de trabajo, tampoco compartían una misma comunidad
de destino nacional. Giuseppe Mazzini (1805-1872), un ideólo-
go contemporáneo del nacimiento del Estado italiano, llego a
declarar “acabamos de crear Italia, precisamos, ahora, de crear
los italianos” (Hobsbawn, 1988). Solo para tener una idea más
precisa de ese importante proceso recordemos, con Eric Hobs-
bawn, que en la época de la unificación de Italia, solamente 2,5%
de las personas que habitaban el territorio del Estado italiano
hablaban italiano.
El disciplinamiento de la masa de trabajadores, (para que-
darnos con la expresión de Michel Foucault), para que se consti-
tuyera una nueva comunidad de destino, una nueva comunidad
imaginada, fue el resultado de tensas luchas de clases, donde
al mismo tiempo, que identidades de clases fueran producidas,
se constituían también identidades de contrarios, entre ellas,
indiscutiblemente, el Estado Nacional. De este modo, el Estado
Nacional más que una comunidad homogénea como quieren los
estatócratas o los nacionalistas, es un todo contradictoriamente
estructurado.
Lo que se puede desprender del análisis precedente es
que, poco a poco, el poder soberano se fue desplazando del
Estado hacia la sociedad civil, o mejor dicho, a medida que la
sociedad civil se fue desarrollando, su papel instituyente fue
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 81

ganando relieve. Es como si el concepto de soberanía se fuera


desplazando del Estado hacia la sociedad civil - “Todo el poder
emana del pueblo y en su nombre será ejercido”-.
El siglo XX, ante todo en sus primeras dos décadas, vería a
estas tendencias ganar relevancia. De un lado, por las iniciativas
de Henry Ford (1863-1947), que con sus líneas de montaje seriali-
zadas, vislumbró una perspectiva de lo que más tarde vendría a
ser conocido como sociedad de consumo de masas. El Fordismo
tenía un pie en el aumento de productividad y otro en políticas
de control social capaces de inducir al consumo.
Podemos imaginar como con los nuevos medios de comu-
nicación a partir de los años 30 con la radio y con la masificación
de la televisión a partir de los años 50, los principios fordistas se
generalizarían. Por otro lado, la Revolución de 1917, en Rusia
con la constitución de la URSS, también tuvo un gran impacto
expresado en la Geografía Política de los conflictos de Estados,
que estaban en verdad, en el interior de cada uno de ellos. El
espectro de la revolución estaba, ahora a partir de 1917, expresa-
do en la cartografía de la geopolítica mundial. No nos debemos
extrañar por lo tanto, que la cuestión social pase cada vez más
a ser tratada como Raison d’Etat.
La crisis de 1929, preanunciada por la larga huelga de los
mineros del carbón en Inglaterra, en 1926, vendría a reforzar
el vínculo del Estado con la cuestión social, por el descrédito
del liberalismo con su política de laissez faire, laissez passer. No
debemos por lo tanto, sorprendernos con el epíteto de nacional
socialistas con que se recubren los nazismos o fascismos. La
cuestión nacional era ante todo una cuestión social, o en otras
palabras fue la cuestión social que transformó en nacional el
Estado. El papel del Estado gana contornos más sólidos en la
conducción y regularización de la economía, sea en una vertiente
totalitaria, sea en una vertiente más democrática después de la
Segunda Guerra Mundial.
Las formulaciones teóricas de Lord Keynes (1883-1946)
se transforman en un verdadero manual en la gestión de la
cosa pública. Keynes puede ser comprendido como un teórico
pragmático y como un hombre de las circunstancias en las se
hallaba la correlación de fuerzas políticas en el Primer Mundo,
particularmente en Inglaterra después de la crisis de los años
20/30. Consideraba por ejemplo, la fuerza del movimiento sindi-
cal como un dato de la realidad y funcional a la dinámica de la
reproducción del capitalismo, en la medida que el movimiento
sindical garantizaría la demanda existente, debiendo el Esta-
do, manipulando la moneda y la tasa de interés y a través de
políticas públicas al mismo tiempo que creaba infraestructura,
generar una demanda nueva a través de políticas de empleo y
82 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

seguridad social.
Así el Fordismo ganaba con el keynesianismo, contornos
mas efectivos, donde una vez mas el Estado se fortalecía en la
medida que incorporaba demandas sociales. El Estado Nacional
pasa así a ser más que nunca una comunidad de destino para
gran parte de los pueblos, particularmente en Europa y Estados
Unidos. La social democracia europea abandona definitivamente
cualquier pretensión internacionalista y se consagra como parte
de un nuevo pacto de regulación social de carácter nacional, el
Welfare State.
Fuera de Europa Occidental y de Estados Unidos se puede
decir acompañando la tesis de Paul Mattick, un pensador belga
inspirado en Rosa Luxemburgo, que la URSS ponía en práctica,
en sus circunstancias el Welfare State. Pues según él lo que hacia
diferir la social democracia de los bolcheviques era la forma de
toma del poder, pero no en la forma de ejercerlo.
La ausencia de una burguesía fuerte en los países del
este europeo, asociada, (como nos enseña Lucio Colletti en su
excelente libro Superando el Marxismo), a la falta de tradiciones
democráticas, aquellas a las que hicimos alusión cuando nos re-
ferimos a las tradiciones de las luchas de la burguesía mercantil
en las ciudades de la Edad Media en Europa Occidental, los com-
munards, hace que las demandas sociales quedasen al margen del
proceso institucional y reventasen en procesos revolucionarios.
En tanto, mismo en los países del Este Europeo, bajo el control
de los Partidos Comunistas, se abandonaron, también las pre-
tensiones internacionalistas y se dedicaron a políticas públicas
de carácter desarrollistas, produciendo a su moda su Keynnes,
Michal Kallecky (1899-1970), afirmando el carácter nacional. Ya
antes de la Segunda Guerra Mundial, José Stalin (1878-1953),
había consagrado la tesis del “socialismo en un solo país”.
Fuera de esas experiencias, el entonces llamado Tercer
Mundo, principalmente después de 1945, inicia el proceso de
romper con el antiguo sistema colonialista, a través de lo que
quedó conocido como descolonización, con diversas experiencias
de Revoluciones Nacionales Liberadoras. Allí también la ausen-
cia de burguesías fuertes o de una sociedad civil constituida
llevó a que los Estados asumiesen un papel central de políticas
desarrollistas, con mayores o menores logros. En estos casos, el
carácter nacional de los Estados se dio menos por el vigor de
la sociedad civil y de los movimientos populares, ante todo de
las capas proletarias, en gran parte responsables por la relativa
equidad social en los países europeos, que por el contraste con
los antiguos colonizadores. Aquí, la afirmación del carácter
nacional fue sobre todo anticolonial.
En estos casos, en la expresión Estado Nacional el término
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 83

fuerte es el Estado más que el Nacional. En el caso especifico de


América Latina, donde los procesos de independencia nacional
se dieron a lo largo del siglo XIX antes que en África y en Asia,
la política de Estado asimiló mas que en cualquier otro lugar,
la dimensión desarrollista, con fuerte influencia del estamento
militar lo que por sí solo indica la fragilidad de la sociedad civil,
por encima y por abajo para comandar el proceso de afirmación
del carácter nacional.
El cuadro internacional que emerge en post-guerra, en
1945, puede ser así caracterizado como el del apogeo del Estado
Nacional, con las diferentes facetas que éste asumió en las dife-
rentes formaciones sociales. El capitalismo conoció con base en
el Estado Nacional, su más largo periodo de crecimiento de toda
la Historia, en medio de un mundo marcado por la bipolaridad
geopolítica de la Guerra Fría.
Es interesante observar que ese periodo marcó, también
una enorme expansión del comercio mundial, y como apunta
Thonsom, paralelo a un enorme crecimiento económico en el
interior de los diferentes Estados Nacionales. La bipolaridad
ideológica que conformó el orden internacional post segunda
Guerra Mundial contribuyó mucho para estrechar y consolidar
aquel vínculo que hemos subrayado, entre el Estado y lo Na-
cional, a través de la cuestión social puesta en la agenda política
por la sociedad civil organizada.
En Europa Occidental, los Partidos Comunistas, que
habían sido puestos en la clandestinidad durante la vigencia
del nazi-fascismo, desempeñaron un papel activo en la llama-
da lucha de resistencia. Con la derrota alemana y la caída del
Nazi-Fascismo, los comunistas volvieron a la escena política no
solamente fortalecidos por el papel que desempeñaron, sino
también por la afirmación de la URSS como potencia militar,
a pesar de las pérdidas significativas de hombres y mujeres en
edad de trabajo, cerca de 22 millones de muertos y de la des-
trucción de una importante infraestructura. Es en ese contexto
que se puede entender la consolidación de todo un conjunto de
políticas públicas y de seguridad social que tenía el claro objetivo
de apartar el “peligro rojo” del cual el famoso Plan Marshall es
un ejemplo. El Welfare State debe mucho al orden internacional
bipolarizado de la Guerra Fría.
En el llamado Tercer Mundo, la emergencia de los nuevos
Estados, ante todo en África y Asia, el vínculo entre el Estado y
lo Nacional, no fue mediado por la cuestión social, como vimos,
a no ser en cuanto ideología. Es que tanto en esos continentes
como en América Latina, la bipolaridad fue instrumentalizada
por las elites dominantes que supieron capturar el Estado para
sus fines desarrollistas. La miseria de sus pueblos era presentada
84 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

como suelo fértil donde podrían germinar ideologías subversivas


como el famoso pronunciamiento realizado por el presidente de
Brasil Juscelino Kubitschek (1902-1976), el más desarrollista de
todos los presidentes brasileros.
Es en este contexto, por ejemplo, que la sociología y la
geografía pautan el debate en torno de la cuestión Desarrollo-
Subdesarrollo. El subdesarrollo era visto como un retraso en
relación al desarrollo y era en los parámetros de éste último
forjado en Europa y en los Estados Unidos que se buscaba
redimir esos Estados. La ideología del desarrollo inscrita hasta
en las instituciones centrales del nuevo orden geopolítico que
se configuró en la posguerra, tal como es el caso del Banco
Internacional de Reconstrucción y Desarrollo, más conocido
como Banco Mundial, sustituirá el antiguo discurso colonial y
colonizará el mundo inventando discursos de “falta” (falta de
educación, falta de salud, falta de capitales, mala nutrición casi
siempre derivada de la baja capacidad para hacer su propio
destino), sobre todo, al definir que son pobres los países que
tienen menos de US$ 100 per capita (concepto que igualmente
reduce a los diferentes y permite compararlos y así, reducirlos
a lo mismo. Los nuevos misioneros del Banco Mundial hicieron
sus análisis y recomendaciones para que la banca mundial fi-
nanciara sus diseños de desarrollización4. Una nueva colonialidad
- el desarrollo- sustituyó al antiguo orden colonial en contra del
movimiento de descolonización: el desarrollo.
Es importante destacar que la llamada izquierda compar-
tía a su modo, esos mismos valores, ya que el progreso de las
fuerzas productivas, además de formar parte de sus valores bá-
sicos, permitía, (creían con la industrialización) la superación del
latifundio y del atraso agrícola-ganadero, además de posibilitar
la formación de un proletariado y que éste sí, afirmaban, estaría
en condiciones de conducir la Revolución en el futuro. Además
de eso, sabemos que la política externa de la URSS de la cual
formaban parte los diferentes Partidos Comunistas nacionales,
estaba condicionada en su reconstrucción nacional, retirando el
apoyo a las tentativas revolucionarias que pudiesen implicar un
compromiso de ese objetivo trazado por la URSS.
El film 1900 de Bertolucci, muestra claramente esa orien-
tación, así como la derrota revolucionaria en Grecia en los 1940
como una expresión de esa política y mismo las victorias de
las Revoluciones China (1949) y en Cuba (1959), no contaron
en el inicio con el apoyo de los Partidos Comunistas de orien-
tación soviética. Fidel Castro, por ejemplo, hijo de una familia
latifundista en Cuba, llegó a declarar que fue en Jean-Jacques
Rousseau, filósofo que no formaba parte del ideario comunista
que encontró sus inspiraciones revolucionarias.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 85

Las alianzas con las Burguesías Nacionales era la orien-


tación básica de los diferentes Partidos Comunistas. La cons-
trucción de Brasilia, símbolo mayor del desarrollo a la brasilera
(“los 50 años en 5” del gobierno Juscelino Kubystchek, de 1956
a 1960), es emblemática de esa alianza, siendo Oscar Niemeyer,
miembro del Partido Comunista uno de sus próceres.
Es el desarrollo en esos casos, la amalgama de la cuestión
nacional y no la cuestión social, como en Europa Occidental y
Oriental. El Estado fue así capturado por las políticas desarro-
llistas, no pasando la cuestión social de un simulacro populista,
regido por la lógica del favor, personalizada en los sistemas
clientelísticos y en el fisiologismo, y no por la lógica del derecho
que presupone, como vimos, que todos sean iguales ante la ley,
uno de los fundamentos de las revoluciones burguesas.
En el caso de los Estados Nacionales del llamado Primer
Mundo, es preciso destacar la idea de progreso-desarrollo que
cumplió un papel importante en la medida que sería a través
de ella que las demandas sociales clamadas por “los de abajo”
(Florestan Fernandes) a través de la sociedad civil organizada,
serían atendidas. El caso más emblemático de esa situación sería
la Alemania de Bismarck, donde las políticas sociales instituidas
por el Estado tenían el claro objetivo de aplacar el crecimiento del
Partido Obrero Social Demócrata que tuvo entre sus fundadores
a Karl Marx (1818-1883) y Frederich Engels (1820-1895).
Esquemáticamente podríamos decir que en el Primer
Mundo la problemática del Estado Nacional fue ecuacionada47
en la siguiente fórmula: Sociedad Civil Organizada>Demandas
Sociales>Políticas Sociales>Desarrollo>Estado. En los llamados
Países del Tercer Mundo, particularmente en América Latina,
esquemáticamente la fórmula sería Estado>Desarrollo>Políticas
Desarrollistas> Demandas Sociales Difusas>Sociedad Civil Res-
tricta/Populismo.
La década de los setenta vendría a conocer los límites del
crecimiento del modelo llamado, por los teóricos de la Escuela
de la Regulación, de Fordismo, a lo que agregamos de Keynesia-
no. Robert Castel llama a ese modelo de Sociedad Salarial. Nos
gustaría indicar que el modelo Keynesiano-Fordista o Sociedad
Salarial, por implicar la apropiación por parte del Estado de una
fracción cada vez más significativa del excedente social, de la
plusvalía social, para fines de políticas públicas, de creación de
infraestructura y de seguridad social, tenia como condición de
existencia un aumento de productividad ascendente.
En la medida que ese aumento de productividad comen-
zase a estancarse, disminuyendo la masa de la plusvalía social y

47 Se trata de un neologismo propio del autor. (N.T)


86 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

así la capacidad de ahorro y de inversiones, la rigidez del pacto


de regulación vendría a exigir una remodelación del papel del
Estado, particularmente de las políticas públicas de carácter
social, lo que a su vez, como vimos implicaba un determinado
tipo de relaciones como la sociedad civil y con los movimientos
sociales que componían el pacto de regulación fordista- keyn-
nesiano. Estaba abierto pues el camino para el cuestionamiento
del papel del Estado Nacional porque era a partir de él que todo
un orden internacional había sido gestado.
Con eso las formas de apropiación del espacio, las terri-
torialidades, consagradas a lo largo de un penoso proceso de
construcción de identidades de contrarios del cual, tal vez el
Estado – Nación haya sido el producto más acabado, entra en
crisis. Los límites del crecimiento estaban pues demarcados y
todo indica que no por el agotamiento de los recursos naturales.
Pero eso es lo que veremos a continuación.

III – Del Desarrollo al Desarrollo Sustentable

Yo tuve un sueño.
Que cierto día estaba
en un congreso mundial
discutiendo economía.
Argumentaba en favor de más trabajo,
más empleo, más esfuerzo, más control, más valor.
Hablé de polos industriales, de energía
Demostré de mil maneras
Cómo es que un país crecía
y me batí por la pujanza económica
Basada en la idea de la tecnología
Presenté estadísticas y gráficos
Demostrando los maléficos
Efectos de la teoría
Principalmente al ocio, al descanso
De la ampliación del espacio cultural, de la poesía
Dije por fin a todos los presentes
Que un país sólo avanza
Si trabaja todo el día
Estaba seguro que todo lo que yo decía
Representaba la verdad para todo el mundo que la oía
Fue cuando un viejo se levantó del asiento
y salió silbando una triste melodía
Que parecía un preludio bachiano
Un frevo48 pernambucano, un choro49 de Pixinguinha
y en el salón todas las bocas sonreían

48 Frevo: baile en el que los danzantes llevan paraguas y ejecutan una coreografía con un
ágil movimiento de las piernas.
49 Choro: música sentimental y pícara acompañada de flauta y guitarra.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 87

Todos los ojos me observaron


Todos los hombres salían
Uno por uno- uno por uno –uno por uno
Quedé allí en aquel salón vacío
De repente sentí frío
Reparé que estaba solo
Me desperté asustado y además tonto
Me levanté y fui de pronto
Hacia la calzada a ver el cielo azul,
y los obreros y escolares pasaban,
reían y gritaban
Viva el indio de Xingú
Viva el indio de Xingú
Viva el indio de Xingú

“Un sueño”
Gilberto Gil

III- 1. Del Desarrollo…

Vimos como el Progreso- Desarrollo pasó a constituirse


en uno de los pilares del llamado Mundo Moderno y, también
como el Estado Nacional se volvió su forma geográfica política
por excelencia. Veamos ahora, todavía de manera sucinta como
ese desarrollo se organizaba socio-espacialmente en medio de
ese magma de significaciones.
La idea de que había valores universalmente válidos para
toda la humanidad, con certeza, contribuyó para conformar lo
que se llamó Modernidad. La superación de las limitaciones
locales y de que no había obstáculos naturales para el hombre,
estaba subyacente a ese proyecto, que comenzaba a ganar con-
tornos más definidos con la Revolución Industrial en los siglos
XVIII y XIX.
El pasaje de la Edad Media hacia la Edad Moderna, es la
historia también del pasaje de una sociedad basada en la explo-
tación de la tierra, hacia otra basada en la técnica, en una de las
expresiones de la creación humana que hace su propia historia.
Todo el debate, por ejemplo, entre los economistas fisiócratas,
Quesnay (1694-1774) y otros y los llamados economistas clásicos,
Adam Smith (1723-1790), David Ricardo (1772-1823) y K. Marx,
por ejemplo, se dio en torno de cual era el fundamento del valor
(el precio justo el precio natural). La naturaleza y la agricultura
para los primeros y el trabajo y la industria para los últimos.
Es interesante observar que el trabajo, antes del Renaci-
miento era una categoría menor, descalificada. No es difícil ver
aquí una herencia del platonismo, para quienes las ideas eran
perfectas y el mundo del hacer y de los esclavos un mundo donde
88 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

no se era libre. Libres eran aquellos que estaban fuera del mundo
del trabajo. Estamos pues en la Modernidad delante de una pro-
funda revolución espiritual donde la categoría trabajo comienza
a ganar contornos positivos, de liberación del hombre.
En la Edad Media, los Señores vivían no del trabajo, pero
si de la renta, que les era paga por los Siervos y el Otium era
practicado por la Nobleza. Cabe una vez más a la Burguesía un
papel fundamental en los cambios de los valores, pues margina-
lizada en el contexto de la Edad Media, dependía de sus propias
iniciativas mundanas para afirmarse. Negar el ocio, Nec + Otium,
era el fundamento de quien vivía de los Negocios. De esa forma
el trabajo, y no el ocio, se afirma como la categoría positiva de
la Modernidad. No es difícil ver aquí el nexo estructural de la
consolidación de las relaciones capital-trabajo que, más tarde, en
los siglos XVIII y XIX se vendría a constituir en los fundamentos
de las relaciones sociales modernas.
Al mismo tiempo, el sentido de la producción de riquezas
se desplaza desde la tierra, un medio de producción inmueble
y limitado, hacia el dinero, un símbolo, y por lo tanto, plástico,
maleable, móvil e ilimitado. Por ejemplo, en la Edad Media, la
riqueza del Señor provenía del trabajo del Siervo y era atesora-
da bajo la forma de castillos, iglesias suntuosas y obras de arte,
aquello que los economistas más tarde llamarían de consumo
improductivo, ya que el excedente, la renta, no retornaba al
proceso productivo tendiente a la reproducción ampliada, a
la acumulación. Siendo así, la explotación del trabajador y de
la naturaleza encontraban fuertes límites. En ese contexto, la
famosa ley poblacional de Malthus tenía sentido, ya que la
producción de alimentos, por ejemplo, no lograba acompañar
el crecimiento de la población y el hambre y la guerra se encar-
gaban de reestablecer el equilibrio “natural”, esto es, el orden
social. Con la negación del ocio, con el trabajo y el dinero, este
como símbolo mayor, el hombre podría alcanzar vuelo, liberarse
de las limitaciones naturales y sobrenaturales.
Fue necesario por lo tanto, expulsar los dioses que ya
habitaban este mundo y, con la desacralización de la naturaleza,
manipularla para que con la ayuda de la ciencia, se la someta
a los designios del hombre moderno. La naturaleza pasa a ser
una fuente de recursos y el hombre el centro del universo, ya
que el Todo Poderoso había sido alzado a los cielos. Ahora libre
de los misticismos religiosos, los hombres pueden todo, esto es
son los Todo-Poderosos.
La libertad de creación humana no se restringe ahora,
solamente al mundo de las Ideas, el Arte y la Filosofía y mismo
la Religión, y desciende a la Tierra a través de la ciencia transfor-
mada en técnica productiva. La naturaleza pasará a ser disecada
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 89

y descubiertas sus leyes generales, universales, e identificados


sus elementos indivisibles, el átomo, la molécula y el individuo,
quedaría abierto el camino para su dominación. El Racionalis-
mo ve a la Razón en todos lados, nada sucede por azar, se dice
popularmente, y si todo en la Physis tiene una causa, a pesar de
las advertencias del empirista David Hume (1711-1776), descu-
briéndola científicamente, estamos autorizados a someterla.
La producción de riquezas no tiene límites en el interior
de ese orden imaginario Moderno, no estamos delante de un
juego de suma cero, donde para que uno gane el otro tiene que
perder. Ahora, en la Modernidad, la capacidad técnico-científica
de dominar la naturaleza permite una producción ilimitada de
riquezas donde todos pueden ganar. A eso se le llama Desarro-
llo.
Mismo la crítica de Karl Marx al capitalismo, no es una
crítica al desarrollo de las fuerzas productivas. Marx es rigu-
rosamente hablando, un clásico de la Modernidad, tal como
Adam Smith, David Ricardo y John Stuart Mill (1806-1873) para
quedarnos solamente entre los que van a ser conocidos como
economistas.
Tal vez lo que haya estropeado la fiesta sea el hecho de
que Marx, mismo compartiendo los valores básicos de la Mo-
dernidad, haya intentado demostrar que no había una única
vía para el desarrollo. Según Marx, solamente si la ciencia y la
técnica fuesen arrancadas de las manos de la Burguesía hacia el
Proletariado, ellas podrían estar al servicio de la humanidad y
no de los intereses privados de las ganancias en la producción
de la plusvalía, como con una finísima visión, expone en los
Grundisses. Marx al abrazar la Teoría del Valor-Trabajo en la
senda de Adam Smith y David Ricardo, afirmaba una ética del
trabajo y por extensión, atribuía un valor moral superior a los
trabajadores. Entre tanto, como vimos, la Burguesía ya lo había
hecho a su manera, al negar el ocio, también, afirmando una
ética del trabajo. En la Modernidad, por lo tanto, el trabajo es el
fundamento del proceso de transformación de la naturaleza, lo
que vendría a ser llamado proceso de desarrollo.
Tal vez aquí encontremos el ejemplo, para aquella afirma-
ción de Walker, acompañada por Bertha Becker, de que el Estado
Nacional es una resolución contextualizada entre lo particular
y lo universal. Decimos esto porque, como resaltábamos en el
capítulo anterior, al internacionalismo proletario la Burguesía
respondió con políticas sociales en los marcos del Estado Na-
cional. El Estado Nacional, era así, el escenario socialmente
construido de la búsqueda del carácter universal del progreso
humano, del desarrollo de las fuerzas productivas, siendo ese
ideario compartido tanto por las corrientes liberales, como mar-
90 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

xistas. Esa es, por lo tanto, una idea fuerza de la Modernidad y


es en torno de ella que se da la regla de juego.
La geografía del desarrollo capitalista se moverá contradic-
toriamente entre esa tensión permanente del carácter universal
y los limites/posibilidades abiertas por la forma Estado-Nación.
Como sostiene David Harvey: “la tensión entre la fijación (y por
lo tanto, estabilidad) que la regulación del Estado impone y el
movimiento fluido del capital, permanece como un problema
crucial para la organización social y política del capitalismo. Esa
dificultad es modificada por la propia manera como el mismo
Estado es disciplinado por fuerzas internas (en las cuales basa
su poder) y por fuerzas externas –competición en la economía
mundial, tasas de cambio, movimiento del capital, migración, o
a veces, intervenciones políticas directas de potencias superiores.
Por consiguiente, la relación entre el desarrollo capitalista y el
Estado, tiene que ser vista como mutuamente determinante, y no
unidireccional. En último análisis, el poder del Estado no puede
ser más o menos estable de lo que permite la economía política
de la modernidad capitalista” (Harvey, 1992)
Fue a través del modo de producción capitalista que el
imaginario de la Modernidad adquirió desde el inicio, sentido
práctico. Hay una dimensión geográfica de ese modo de orga-
nización social que es fundamental para darnos cuenta de la
geografía política, que ahora se encuentra en crisis. Es a través
de él que dos disociaciones básicas son instituidas. De un lado
entre producción y consumo, tanto en términos espaciales como
sociales y de otro entre hombre y la naturaleza.
En las sociedades que antecedieron al capitalismo, o al-
gunas que conviven a su lado, la producción se da visualizando
el consumo directo del productor, lo que equivale a decir que,
en esos casos, es el valor de uso que comanda lo que va a ser
producido. Eso implica una determinada escala geográfica
para la vida, o sea la escala local, la del espacio vivido por una
determinada comunidad humana. En el capitalismo se produce
una desvinculación geográfica y social, entre lo que va a ser
producido y el consumo, puesto que lo que comanda el proce-
so de producción es el mercado, esto es el valor de cambio y lo
que es buscado es el lucro. Eso implica una división del trabajo
llevada al paradojismo y que cada productor de mercadería,
a su vez, solo posteriormente sabrá cual es el reconocimiento
que la sociedad colocará a través del mecanismo de los precios
a su producto. Siendo así, la mediación social es hecha por el
mercado, escapando al control de todos y de cada uno.
Así nuevas escalas se inscriben en la vida de todos y de
cada uno, jerarquizando la organización social del espacio. Ya
deja de ser el espacio vivido capaz de determinar lo que va a
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 91

ser hecho en el mismo. Le Lannou ya había remarcado que deja


de ser la estacionalidad, las estaciones del año, que definen lo
que a ser producido, como de cierta forma acontecía antes del
capitalismo, sino las demandas del mercado. Eso implica otra
relación con la naturaleza, porque en vez de partir de ella como
condición de producción de vida, al contrario, se parte de las
condiciones de mercado para después “corregirla”.
Por ello serán “corregidos” los terrenos áridos y semi-
áridos con la irrigación, los terrenos pantanosos con drenajes,
los ríos se tienden a hacer mas rectilíneos, los insectos y plagas
exterminados, los terrenos terraplenados rehaciendo la natura-
leza, no por creación estética, sino según las determinaciones
del mercado.
Además de ello, la división territorial del trabajo, expresión
geográfica de la división técnica – social del trabajo, engendra un
determinado modo de inserción en el mercado de cada región,
que como nos recomendaron los economistas desde Ricardo,
se debe pautar en la identificación de las llamadas “ventajas
comparativas” y por su propia naturaleza descontextualizante,
privilegia otras escalas y no la local o regional. Fue en busca de
las ventajas comparativas que los mejores suelos de África, Asia
y América Latina fueron destinados a producir no lo que sus
numerosas poblaciones demandaban, sino los productos para la
exportación. Así se exportaba energía bajo la forma de alimentos
desde los llamados países pobres para los países ricos.
La otra dimensión espacial relevante, para darnos cuenta
del proceso de desarrollo bajo el capitalismo, es la separación en-
tre el hombre y la naturaleza. Sabemos que el advenimiento del
capitalismo tuvo en la ciudad la forma geográfica mas acabada.
En ella, necesariamente el dinero se inscribe como mediación
social fundamental. En todos los países que se desarrollaron
bajo el sistema capitalista, el éxodo rural fue el fenómeno ca-
racterístico.
La expulsión de los campesinos, al mismo tiempo que se
proletarizaban en las ciudades, transforma la tierra en merca-
dería y por lo tanto, sujeta a las determinaciones de la valoriza-
ción del capital. Su precio, por ejemplo, sufre la llamada Renta
Diferencial por Localización o la llamada Ley de Von Thünen.
Así, por ejemplo, su precio es mayor cuanto mas próximo esté
de los grandes mercados, provocando en esos lugares, econó-
micamente impracticables aquellas actividades que demandan
mayores extensiones de tierra. La agropecuaria sobre todo en
los países que disponen de grandes extensiones de tierra como
por ejemplo Brasil, Estados Unidos y Argentina, muestran clara-
mente esas determinaciones, quedando localizada mas apartadas
de los grandes mercados. En el caso del Brasil, por ejemplo, la
92 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

racionalidad económica del capital transformó la Amazonia


en pasto para el ganado. No podía ser mayor la contradicción
entre racionalidad económica y una racionalidad, llamémosle
eco-sociológica.
Una última cuestión debe ser considerada en el análisis
de la geografía política que emana del desarrollo bajo el modo
de producción capitalista. Es que la lógica de la economía es la
lógica de la guerra por otros medios, parafraseando Clausevitz.
Sus valores básicos son la competencia, la lucha por la conquista
del mercado o por el acceso a las materias primas y a la energía.
Las empresas deben tener estrategias y tácticas y movilizar su
base logística para la consecución de sus fines.
La jerarquía interior de las firmas recuerda las jerarquías
de las instituciones militares y son marcadas por la relación de
mando y obediencia. Muchas veces, al acrecentarse la existencia
de un Ejercito Industrial de Reserva, se oculta la idea de que hay
un Ejercito Industrial Activo. Aquí el no consentimiento del tra-
bajador de ese fundamento de la relación de poder jerarquizado
en el interior de la firma tiene un precio elevado: la dimisión. Es
de Henry Ford la máxima de que en su fabrica “unos son pagos
por hacer y otros son pagos para pensar”.
Sabemos que el debate al respecto de la democracia, no
afecta el interior de las firmas, instituciones que a pesar de todas
sus implicaciones sociales cada vez mayores, son consideradas
de derecho privado. Sabemos que el disciplinamiento del cuerpo,
para usar una expresión de Foucault o de la producción capitalis-
ta de la subjetividad, conforme Felix Guatarri, fue necesario para
que asimilásemos como natural que un hombre pueda dispensar
el trabajo de otro hombre, en nombre de la productividad o de
la “organización científica del trabajo” (taylorismo).
Compenetrados con la guerra de la competencia es
fundamental como en la guerra pura, que en cada unidad de
producción capitalista se sepa manipular el tiempo y a través
de él organizar los espacios. Remitimos aquí al lector a los
trabajos de David Harvey y Michel Foucault que analizaron
bien esas condiciones. Retengamos acá uno de los principales
recursos que los capitalistas manipulan, como es el aumento de
la productividad.
La productividad es un concepto que presupone la idea
de un tiempo uniforme, puesto que inscripta en el mecanismo
de competencia, presupone parámetros de comparación. Al fi-
nal, una productividad es mejor (la mayor) si se producen mas
mercaderías en una misma unidad de tiempo, en relación a otro
parámetro en las mismas bases, caso contrario la búsqueda de
una mejor (y mayor) productividad no tiene sentido.
Por lo tanto para que la productividad se inscriba como un
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 93

valor instituyente fundamental es necesario que una determinada


concepción de tiempo, rectilíneo, uniforme y lineal haya ganado
la hegemonía al interior de la sociedad. Y consecuentemente que
otras concepciones de tiempo (y espacio) sean descalificadas. Es
solo en el interior de ese magma de significaciones imaginarias
que gana sentido hablar de las sociedades adelantadas o atra-
sadas. Como se ve el etnocentrismo dejo raíces más profundas
de lo que se puede imaginar en nuestra geografía.
Para efectivizar la producción es preciso movilizar mate-
ria y energía, inclusive humana e intelectual. Casi siempre, se
atribuye a la técnica la responsabilidad mayor por el aumento
de la productividad. Pero la técnica no se desarrolla en un vacío
socio-histórico-cultural. Al contrario, en los Estados Unidos
en el siglo XIX, por ejemplo, se denominaba la máquina como
saving labour, esto es, aquello que disminuye (ahorra) trabajo,
según nos informa Ernest Mandel (1980). Esto nos indica la
verdadera función política de la máquina, o mejor del saving
labour en aquel contexto socio-geográfico. Sabemos que la
maquinofactura maquino+fractura), como técnica se impone
sobre la manufactura fundamentalmente porque ésta era, ante
todo hecha con la mano (manu+ factura). Esto es porque hacer
con la mano implicaba que el trabajador es quien detentaba el
control del tiempo, pudiendo ejercer “corpo mole” (la expresión
recuerda Foucault). Y no solo era hecha con la mano, sino que
también implicaba un saber que el mismo trabajador domina-
ba, que es una importante parcela del conocimiento requerido
en el proceso de trabajo. Con la maquino+factura, el saber está
materializado en la máquina que, bajo el control de su dueño,
es quien determina el tiempo. Así el trabajador queda reducido
a mano de obra, y también a fuerza de trabajo. De este modo, la
productividad es tanto mayor, cuanto mayor es el control que
el capital dispone para imponer su ritmo al proceso de trabajo.
Tenemos aquí un ejemplo tajante de cómo las relaciones técnicas
son inmanentes a las relaciones sociales y de poder y no algo que
se hace al lado o desde afuera de estas relaciones.
Por lo tanto, la técnica se inscribe en el centro de las re-
laciones sociales de poder, no pudiendo ser encarada como un
Deus ex Machina, como una instancia separada del contexto
socio-histórico que la crea. No es fortuito, por lo tanto, que la
Primera Revolución Industrial que instituyó la maquino-factura,
haya tenido la resistencia del Movimiento Luddista, que que-
braba las máquinas, ya que les retiraba el poder y el empleo.
La Segunda Revolución Industrial, seguida por el Taylorismo,
también encontró gran resistencia entre los trabajadores, como
nos informa Harry Braverman. Siendo así, toda Revolución
Tecnológica es también parte de un proceso de revolución en
94 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

las relaciones sociales de poder. Destaquemos que la Revolución


Tecnológica no es causa o consecuencia de la revolución en las
relaciones sociales y si parte constitutiva de las propias relaciones
sociales y de poder.
Agregamos que, aunque no se pueda siquiera imaginar
una sociedad sin técnicas, es preciso que admitamos que no
toda sociedad mantiene la misma relación con ellas. La sociedad
Moderna, que se instituyó inicialmente con el capitalismo, es la
primera sociedad en colocar la técnica en el centro de su devenir.
La propia idea de que el hombre forja su propio destino, que
puede reinventar la Historia es parte de esa creencia de que la
tecnología es la que transforma la sociedad.
El antropólogo Gustavo Lins Ribeiro (Ribeiro, 1991) así
aborda la cuestión: “Destaquemos también la generación de una
creencia de que el futuro será mejor que el presente y el pasado,
a través de una serie de mejoras e innovaciones que los hombres
serán capaces de inventar. Si el presente constituye algún tipo de
estadio mejorado con respecto al pasado es una cuestión comple-
ja que necesita ser examinada de manera sistemática e histórica,
abarcando diversas dimensiones de la vida social. Con todo, hay
poca duda de que, en un dominio como el tecnológico, una serie
de perfeccionamientos viene ocurriendo con el pasaje del tiempo.
Tal vez éste sea uno de los principales motivos por los cuales
la creencia en la redención de la humanidad, vía perfecciona-
miento tecnológico, es la espina dorsal del desarrollo en cuanto
utopía e ideología”. Es el dominio tecnológico, como vimos,
uno de los principales recursos en la lucha por la conquista de
mayor productividad/mercado, y tiene parámetros propios de
comparación al instituir un tiempo rectilíneo, uniforme y lineal
que se pretende universal.
El aumento de la productividad, vía desarrollo tecnoló-
gico, moviliza cada vez más (y por eso se dice mejor) materia y
energía. Como no existe trabajo sin energía, como nos enseñan
los físicos, la paulatina sustitución del trabajador en cuanto fuer-
za de trabajo, implica el dominio de ciertas formas de energía que
permitan al capital el pleno control para mantener la producción
continuamente. La energía eólica, por ejemplo, fue inicialmente
descartada, puesto que los vientos no son continuos y uniformes.
Todo eso implica un consumo productivo cada vez mayor de
materia y como tiempo es asimilado al dinero – time is Money -
los insumos estarán a disposición en tiempo y en hora.
Toda una organización del espacio tiene que mostrarse
funcional a esa dinámica, tanto en el interior, como en el espacio
externo a las unidades productivas. Renato Ortiz (Ortiz, 1992)
realizó un brillante análisis de esa transformación del espacio y
del tiempo en Francia a lo largo del siglo XIX en su libro llamado
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 95

Cultura y Modernidad. En ese contexto, es posible identificar


el papel que le cabe al Estado: creación de las condiciones ge-
nerales de la producción, esto es aquellas que hacen posible la
ínter ligazón técnica entre las diversas unidades particulares de
producción (carreteras, comunicación, energía, entre otras). Se
trata de organizar el espacio y se llamó a esas prácticas, sobre
todo a partir de los años 30 y después de la Segunda Guerra
Mundial, de Planeamiento Urbano Regional. Imponer un tiempo
único, el tiempo del reloj, es casi siempre, un proceso conflictivo
no solo con relación a otras culturas y pueblos, sino también al
interior de la propia sociedad capitalista, ya que la comprensión
del espacio y del tiempo, es permanentemente revolucionada.
Movilizar materia y energía se volvió, desde el siglo XIX hasta re-
cientemente, fundamental para garantizar el desarrollo. No hay
duda que las guerras imperialistas eran guerras por el control de
materia y energía, más que de mercados propiamente dichos. Y
aquí no tiene sentido distinguir si era una lógica estatal militar
o una lógica económica la que comandaba esas guerras.
En primer lugar, porque la lógica económica capitalista,
como destacamos, es también una lógica de guerra. En segundo
lugar, porque cabe al Estado proveer las condiciones generales
de producción, lo que implicaba garantizar el aprovisionamiento
de materia y energía como seguridad, en fin su espacio vital.
Como la vida es una condición primera para que se exista ya sea
como individuo, o como sociedad, el Estado se debe encargar
de proveer sus condiciones, su espacio vital. Es una cuestión de
vida o muerte estando, pues, justificadas como Razón de Estado
las intervenciones, inclusive y sobre todo las militares que en su
nombre se realizan. Como las demandas por materia y energía
eran siempre crecientes, el espacio vital cambiaba con las cir-
cunstancias. No es sustentable, en ese contexto, el desarrollo que
no disponía de un espacio vital con sus recursos en términos de
materia y energía.

III-2. …al Desarrollo Sustentable

La idea de desarrollo, en cuanto utopía/ ideología integra-


tiva de la Modernidad, parece tener un fuerte cuestionamiento,
sobre todo después de los años sesenta/ setenta. Cada vez se
habla más de crisis en la Modernidad, de Post-Modernismo, de
la Sociedad post-Industrial, de Fin de la Historia, “The dream
is over”.
La Razón que, en la Modernidad, liberaría la humani-
dad pasa, a partir de entonces, cada vez más a ser vista como
autoritaria. “Si el pensamiento utópico ha sido considerado, en
toda la Modernidad, y desde el humanismo Renacentista, como
96 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

el ejercicio de la libertad del espíritu, en la Post-Modernidad,


aparece como un recurso autoritario para imponer orientacio-
nes sobre la sociedad” así se expresa Hopenhayn (Hopenhayn,
1988). Si es plausible la hipótesis, y sustentamos que sea, que
toda sociedad instituye un magma de significaciones imaginarias
que da sentido (y cohesión) a los seres humanos que lo inventa,
en circunstancias históricas determinadas, es coherente admitir
que con la crisis de la idea de Progreso- Desarrollo en torno de la
cual se construye el proyecto de la Modernidad, nos encontramos
en un momento de reorganización social, de institución de los
nuevos valores, normas y reglas de convivencia social.
En la idea central de Progreso-Desarrollo, el tiempo
era la variable activa, donde el hombre se vuelve libre de las
limitaciones locales, naturales y místico-religiosas, y el espacio
el lugar de la necesidad (espacio vital). No queda duda que
el proyecto Humanista de la Modernidad veía en la ciencia y
en la técnica esa dimensión liberadora de los hombres. Vimos
como la misma crítica marxista estaba imbuida de esos valores
básicos. Aquí, también, la Historia y el Tiempo aparecen como
categorías centrales.
Todos, liberales y marxistas, apostaban a que no había
una verdadera identidad de contrarios, el futuro radiante de
la humanidad estaría en algún punto del tiempo, del futuro.
Para los marxistas, en la revolución; para los social-demócratas,
paulatinamente a través de las Reformas; para los liberales por
la educación, que garantizaría la igualdad de oportunidades.
Nótese, la fuerza de la idea de igualdad subyacente a todas esas
concepciones. A partir de los años sesenta/ setenta aparece cada
vez más un discurso que niega la idea de un modelo universal
de desarrollo para toda la humanidad, que ya no pone el acento
tanto en la (des)igualdad social como los marxistas, sino en la
diferencia.
El relativismo cultural gana cada vez más expresión. Y el
Espacio es el lugar por excelencia de la diferencia. Si el Tiem-
po (futuro) era el lugar de la u-topía, el Espacio por su propia
naturaleza era el topos, lo que es y no lo que tiende a ser. Cada
lugar, debe acentuar su especificidad, como cada vez más se
habla entre los urbanistas, por ejemplo (Machado, 1995). Si en
la Modernidad, los hombres eran iguales ante la ley, por su
carácter racional, garantizaría el fundamento de la igualdad
universal del género humano; con Friedrich August von Ha-
yek (1899-1992) la desigualdad es levantada como condición
de fundamento del progreso humano, con el Neoliberalismo o
Neoconservadurismo.
Si antes se buscaba la ley general, el Orden que estaba
subyacente al caos, (que era siempre aparente) ahora se acentúa
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 97

lo contingente, lo efímero, el desorden. El racionalismo tenía


exactamente en la búsqueda de la razón de las cosas la legiti-
midad para intervenir en ellas y controlar. Cuando se acentúa
el caos, el desorden, lo contingente se reconoce que hay más en
la Physis que el orden y que, por lo tanto, nos hallamos inmer-
sos en el paradigma de la complejidad (Morin) donde la razón
controladora debe reconocer sus límites.
La ciencia y la técnica, exactamente por ser portadoras
del conocimiento racional, estaban autorizada a construir el
futuro, es posible reconocernos delante de esos nuevos valores
y es por eso que se habla del fin de las utopías. Y con el fin de
las utopías, la ciencia y la técnica fundadas en el paradigma
del Orden (para el Progreso) comienzan a ser cuestionadas. Si
Friedrich Engels (1820-1895), en la Modernidad, ya había des-
calificado a Saint-Simon (1760-1825) por su Socialismo Utópico,
en nombre de un Socialismo Científico, ahora es la propia idea
de una igualdad científicamente envasada que es cuestionada
con Hayek (Anderson, 1995).
El Estado, como guardián del desarrollo, comienza a ver
cuestionada su legitimidad, tanto por su carácter regulador en
el interés de todos, como por su carácter de referencia de una
comunidad de destino, nacional. En lugar de la centralidad del
poder que estuvo como vimos, en la base de la constitución
de los Estados Territoriales Modernos, se habla cada vez más
de descentralización, de las comunidades locales, del lugar.
Al mismo tiempo se habla de Planetarización, Globalización,
Mundialización, Capitalismo Mundial Integrado. Todo indica
que nos encontramos inmersos en una enorme tensión de te-
rritorialidades y, como no existe territorialidad sin procesos ni
sujetos que la instituyan, se vuelve necesario que intentemos
identificar algunos de esos vectores instituyentes que están en
curso. Registremos, antes de pasar a la identificación de esos
vectores que, en medio de esa crisis de utopías totalizantes y
universalistas, los sistemas ideacionales (Ribeiro, 1991) que se
ponen de relieve.
Uno es el Ambientalismo, de donde emerge el concepto de
Desarrollo Sustentable y otro el Neoconservadurismo o Neoli-
beralismo que nos interesará no en si mismo, sino en la medida
que se constituye como ideología hegemónica y que se coloca por
lo tanto, como referencia necesaria para discutir la posibilidad
de Desarrollo Sustentable. El Ambientalismo aparece como la
única perspectiva de la ideología/ utopía integrativa portadora
de futuro, en medio de una enorme fragmentación. El slogan
“actuar localmente, pensar globalmente” profesado por los
ambientalistas intenta dar cuenta de esa dialéctica global/local.
El Neoconservadurismo o Neoliberalismo, por su lado, centra
98 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

sus postulados en la crítica del Estado, en el libre mercado, en la


afirmación del individuo y en la desigualdad social (Hayek).
La idea de Progreso-Desarrollo, que había encerrado
en torno de sí un pacto entre desiguales, y a partir del cual la
supresión de las diferencias estaba autorizada, puesto que se
creía universal, al mismo tiempo se afirmará como vimos, por
contener la promesa de la igualdad, aunque futura, para todos.
Señalemos que la idea de Desarrollo Sustentable sufre un tras-
lado de la idea de Desarrollo en las relaciones de los hombres
entre sí (Contrato Social) hacia la relación Hombre-Naturaleza
(Contrato Natural, diría Michel Serres).
El análisis precedente nos autoriza, en este momento, a
circunscribir lo que estamos llamando de crisis de organización
social a los marcos de la relación entre Desarrollo Sustentable
y Geografía Política. Privilegiaremos lo que estamos llamando
tensión de territorialidades. Sustentamos que la crisis de la or-
ganización social en que nos encontramos inmersos, es también
la crisis de las territorialidades instituidas y de sus sujetos ins-
tituyentes. El Estado Moderno que se volvió Nacional después
de haber sido simplemente Territorial, fue la forma geográfica
por excelencia de esa territorialidad en crisis. Vimos que la idea
de Progreso-Desarrollo se constituyó en propulsora del Estado
Nacional, en cuanto identidad de contrarios, un pacto tejido a
través de acuerdos y luchas entre desiguales. La crisis debe ser
entendida, por lo tanto, como crisis de la reproducción de ese
modelo. Y cuando hablamos de crisis de reproducción queremos
destacar que para nosotros ella no contiene disyunciones simplis-
tas como entre condiciones materiales/ objetivas y condiciones
espirituales/ subjetivas.
La idea de Desarrollo Sustentable, por ejemplo, intenta
recuperar el Desarrollo como categoría capaz de integrar los
desiguales (y los diferentes) en torno de un futuro común (y
no de un futuro en comunidad o un futuro en comunión). Eso
demuestra en si mismo que puede haber más continuidad que
ruptura de paradigmas en el proceso en curso. Indicaría, por
otro lado, que el Desarrollo, además de una idea muestra las
dificultades de reproducción fuera de ella. De ahí lo de Susten-
table. Debemos buscar comprender la emergencia de esa idea, en
términos analíticos, en las tensiones/ luchas por atribuir sentido
a la vida social inscriptas en el seno de una organización social
que ya no se sustenta.
Y aquí es preciso que nos movamos en una temporalidad
más concreta que aquella indicada como crisis de la Modernidad,
de un espacio-tiempo civilizatorio y así que hurguemos en un
espacio-tiempo de una enorme complejidad, que lo histórico-
geográfico, del aquí y el ahora, donde el tender a ser está siendo
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 99

concretamente decidido. No fue por otra razón que antes aso-


ciamos el evento civilizatorio de la Modernidad a su condición
histórico-geográfica inicial europea-capitalista.
Dijimos, que el excedente social en las sociedades que
antecedieron el capitalismo en Europa, no era reintroducido en
el proceso de producción (consumo improductivo). La Moderni-
dad Capitalista (y aquí ya asocio las dos espacio-temporalidades,
la civilizatoria y la histórico-geográfica) se mueve a través de
esa movilización del excedente social con fines de acumulación
productiva, de reproducción ampliada. Compartimos con Da-
vid Harvey que esa era una tensión permanente entre el Estado
(estabilidad) y la fluidez del capital (inestable). Ese es el punto
de partida, por lo tanto, para entender la actual crisis de repro-
ducción, en cuanto crisis de reproducción ampliada sustentable
del actual modo de organización social y, consecuentemente de
los sujetos sociales que la instituyen.
La crisis actual gana relevancia en la medida que se des-
dobla después del más largo periodo de crecimiento económico
de la Historia del capitalismo. En ese periodo, también la forma
geográfico-política Estado Nacional vivió su apogeo, lo que
puede ser apreciado no solo por el número de nuevos Estados
Nacionales que surgieron desde la creación de la Organización
de Naciones Unidas, como por las funciones que el Estado, pasó
a protagonizar, a partir de la revolución en la administración
pública efectuada a través del Keynesianismo.
Uno de los pilares de ese Estado reside en lo que Robert
Castel designó como Sociedad Salarial que “fue una formación
social que se impuso progresivamente en los años de crecimiento
y cuyo punto culminante puede ser localizado a mediados de
los años 70, antes de lo que llamamos “crisis”. Podríamos ca-
racterizar la sociedad salarial como la asociación entre trabajo
y protección, quiere decir que a través de la sociedad salarial,
la condición de los trabajadores dejó hacia atrás esa especie de
vulnerabilidad de masa de hace muchos siglos y el ser asalaria-
do se volvió un status. Esto quiere decir que ser asalariado no
significa solamente recibir un salario, una retribución monetaria,
sino un cierto número de garantías de derechos, esencialmente
del derecho al trabajo y a la protección social. ...Tomemos como
ejemplo el hecho de tener un seguro para los tiempos de vejez.
Eso quiere decir que alguien que trabajó y que contribuyó tendrá
el derecho a una jubilación. No se trata de un patrimonio privado
que se carga en el bolso, que se puede negociar. Se trata de una
propiedad cuya posesión pasa por un sistema de regulaciones y
derechos complicado, establecido y garantizado por ley, y que es
un cambio importante con relación a la concepción privada del
patrimonio. Por eso hubo una oposición cerrada por parte de los
100 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

partidarios del patrimonio privado y de los liberales, porque hay


alguna cosa que traspasa el liberalismo, que traspasa el mercado
sin caer en el socialismo. Una especie de vía intermediaria que
se impone lentamente, a través de mucho conflicto”.
Recurrimos a Robert Castel porque su caracterización de
Sociedad Salarial se impone a partir de una perspectiva social-
demócrata que fue forjada en el interior del movimiento sindical
europeo y norteamericano y nos permite contextualizar mejor
lo que otros autores denominan Fordismo, una revolución en
las técnicas productivas y de gestión que emergió en el dominio
privado, y otros de keynisianismo, una revolución en las técnicas
de gestión del Estado. Siendo así, Sociedad Salarial (Sindicatos),
Fordismo (Empresa) y Keynesianismo (Estado) son conceptos
que recubren prácticas sociales que se presupone están íntima-
mente interrelacionadas.
De ese verdadero pacto surge lo que otros tienden a llamar
Sociedad de Consumo de Masas con una fuerte demanda de ma-
teria prima y energía, siendo una de las razones entre otras, del
enorme crecimiento del comercio internacional desde la Segunda
Guerra Mundial. Enfatizamos con el apoyo de Thonson, que ese
gran crecimiento del comercio internacional estuvo íntimamente
relacionado a un enorme crecimiento con el comercio interno
de los Estados Nacionales. Ese modelo se caracterizaba exacta-
mente por la incorporación de un número cada vez mayor de
contingentes poblacionales, y mismo en Brasil, país caracterizado
como de Fordismo periférico, se pudo ver que su número de
pobres pasó del 41,4% en 1960 hacia 24,3% en 1980, proporción
que volvió a aumentar en porcentajes importantes como en la
década de 1960, a finales de la década de 1980, cuando alcanza
el 39,3% década en la que ese modelo en Brasil comenzó a ser
desmantelado (Ribeiro, 1994).
Ese verdadero régimen del Capitalismo Administrado
no es abolido todavía, ya que la competencia y los mecanismos
clásicos son puestos en movimiento por los diferentes sujetos
sociales. La enorme concentración y centralización del capital
en el periodo de post-guerra traerá un contenido nuevo al tra-
dicional recurso de perfeccionamiento tecnológico que bajo el
régimen de competencia tendía “a ser de magnitud limitada y
de corta duración, especialmente en virtud de la competencia
empresarial descontrolada” (Soja, 1993) Este autor, apoyado en
Ernest Mandel, ha buscado subrayar el carácter necesariamente
desigual y combinado, espacial y sectorialmente, del desarrollo
capitalista. Él nos llama la atención que una de las principales
formas de obtención de super lucros en la post-guerra y que,
por lo tanto, ya emerge en el interior del modelo, se da por la
revolución tecnológica desigual entre los sectores y ramas, mas
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 101

que por el desarrollo desigual entre las regiones en el interior de


un mismo país y entre los países que, aunque no sea suprimida,
deja de ser dominante a partir de los años 60. Es a través de esa
revolución tecnológica que la búsqueda de super lucros tendía
a provocar una verdadera revolución en el paisaje geográfico,
poniendo en jaque las territorialidades heredadas.
Destaquemos aquí que esa revolución en las formas de
percepción/ apropiación del espacio emerge de uno de los pi-
lares del modelo Fordista / Keynesiano-Salarial de Masa, que
fue la revolución en los medios de comunicación y transportes
derivada en gran parte de la tecnología de la guerra. En el pri-
mer caso, destaquemos los medios electrónicos y las telecomu-
nicaciones, o comunicaciones a distancia, expresión que mejor
revela sus implicaciones políticas y espaciales. Ahora, es cada
vez más importante no el espacio vivido en el cuerpo a cuerpo
de la vida cotidiana la única o principal forma de socialización
de los individuos.
El sentimiento difuso del que se es miembro de una co-
munidad de destino que, como vimos tenía el Estado Territorial
como centro, comienza a pasar del Estado hacia las empresas.
Las técnicas de marketing y de publicidad permitieron que,
más allá de la producción en masa de mercaderías, se oriente la
fabricación de deseo de consumir según gustos concientemente
manipulados para fines mercantiles. A través de los medios
electrónicos, ante todo, pero también a través del marketing y
la publicidad, la ética del trabajo comienza a ser sustituida por
la (est)ética del consumo. Se vuelve posible a partir de entonces
instrumentalizar la diferencia.
El paisaje geográfico, aquello que podríamos llamar de
paisaje real, deja, de ser el principal estímulo al inconsciente en
la formación de la personalidad y de las identidades colectivas,
que pasa a sufrir la influencia cada vez mayor de los paisajes
virtuales por los sistemas electrónicos. La comunicación a distan-
cia, la telecomunicación, coloca en la casa de cada uno un musèe
imaginaire, donde aparecen todos los lugares del mundo todo
el día, con una determinada lectura. Aquí tal vez resida una de
las principales dificultades de los movimientos de oposición y
que mismo reconociendo el papel cada vez más relevante de la
cultura y de los simbólico, no disponen de los controles de los
medios de comunicación. “El medio es el mensaje” como dijo cierta
vez Marshall McLuhan respecto de la aldea global.
La deconstrucción de las territorialidades heredadas se
procesa en una profunda crisis de los sistemas de representación,
inclusive de las representaciones políticas, como veremos más
adelante, donde los medios de comunicación de masa juegan
un papel cada vez más relevante. Desde el famoso debate entre
102 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Kennedy y Nixon en los años sesenta, la estetización de la política


sustituye cada vez más la ética. Recordemos que ética tiene que
ver con ethos, en cuanto conjunto de valores que conforman la
identidad, el sentido de pertenencia a una determinada comu-
nidad humana, a partir de esos valores contradictoriamente o
no comunes. El gobierno de Ronald Reagan llegó a ser caracte-
rizado como fascismo blando, en una correcta alusión y recono-
cimiento al papel precursor del nazi-fascismo en la estetización
de la política. Llegó también, como nos dice David Harvey, a
ser llamado de “presidente teflón” en una alusión al hecho de
que a pesar de los escándalos que envolvieron a su gobierno,
ninguna de las acusaciones se tomó en cuenta (pegó). Ronald
Reagan e Silvio Berlusconi tienden a volverse fenómenos cada
vez más comunes.
Hay una dimensión geográfica extremadamente relevante
de esa revolución reciente de los medios de comunicación y que
está subyacente a una profunda revolución en las técnicas de
gestión empresarial y que se relaciona al control remoto que como
sabemos, deriva de tecnologías militares. La dispersión geográ-
fica de los establecimientos privados exige una centralización a
nivel del control gerencial, utilizando inclusive redes telemáticas.
Se produce así un desplazamiento entre el lugar concreto de la
vida de las personas y el ejercicio del poder, lo que llevó a Manuel
Castell y Mollenkopf a afirmar que cada vez más “las personas
viven en los lugares, pero el poder se rige por flujos”.
La revolución en los medios de comunicación a distancia,
se vuelve posible con la electrónica, y cambia también el perfil de
los costos de producción que, ahora no está solamente relacio-
nado al aumento de la productividad al interior de la industria,
pues cada vez son mayores las inversiones necesarias ligadas
directamente a la circulación material (transportes)/simbólicas
(comunicación) de las mercaderías. Así, no es ya la fábrica como
lugar, sino el espacio como un todo, que se inscribe en la lógica
mercantil, y el espacio no solo en el sentido de que aumentan las
relaciones entre los lugares, regiones y países (espacio relacional)
sino también el dominio y el control de las ondas de trasmisión
(espacio extra-terrestre, magnético) más allá de la superficie
terrestre (espacio geográfico tradicional).
Con esas transformaciones en la organización espacial
observamos, concomitantemente una reorganización en la es-
tructura de clases en el interior mismo de las propias camadas
asalariadas, con un número cada vez mayor de personas ligadas
a la “fabricación capitalista de la subjetividad” según la rica
formulación de Felix Guatarri (Guatarri, 1982). Toda una gama
de publicitarios, psicólogos, diseñadores industriales, artistas,
pasan a vivir frenéticamente el campo de la creación simbóli-
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 103

ca, íntimamente ligada a una camada de ejecutivos, gerentes,


administradores, corredores, auditores, contadores, abogados,
financistas cuya comunidad imaginada (Hobsbawn, 1988) es el
mundo, el planeta. Sumemos a esto que el movimiento obrero
se ve delante de enormes dificultades con ese desplazamiento
del locus de las luchas de clase de la fábrica hacia el espacio total.
Si la diferencia siempre fue un atributo esencial del espacio lo
que tenemos en ese proceso de reorganización social en curso,
es una lucha por su instrumentalización mercantilizada.
Paralelamente, asistimos a una verdadera revolución en
los medios de transporte acentuando la tendencia, estructural
en el capitalismo, de suprimir el espacio a través del tiempo. La
velocidad gana, inclusive la dimensión de categoría filosófica
(Virilio). Junto con la modernización de los puertos, aeropuertos,
carreteras y de vehículos (aviones supersónicos, trenes de alta
velocidad, camiones y navíos de especialización flexible) vemos,
también una revolución en las técnicas de gestión. Los containers
son, hoy, la nueva dimensión mundializada, de la unificación
del sistema de pesos y medidas de la época de la constitución
de los Estados Territoriales Modernos. Cada unidad privada de
producción se debe adaptar a esos patrones para poder inser-
tarse en el mercado, preparando cada volumen, cada embalaje,
tendiendo al mejor aprovechamiento del volumen del container.
En los puertos y aeropuertos, (como vimos con el gobierno de
Reagan, con la huelga de los controladores de vuelos) se pre-
senta una lucha tensa e intensa con el movimiento sindical, tal
como asistimos en la época del pasaje de la manufactura hacia
la maquino-factura (luddismo) y del taylorismo.
En esa revolución gerencial, la dimensión espacial se
vuelve relevante, pues altera la base logística con la velocidad,
proporcionada por el control electrónico y el sistema just in
time, por ejemplo. Como diría Milton Santos los flujos ganan
prominencia sobre los fijos. En ese sentido, la terciarización en
sus diferentes formas, leasing y franchising, al mismo tiempo que
permite descentralizar geográficamente las unidades producti-
vas, exige una mayor dedicación al control de las redes que se
montan, bajo diferentes formas como, por ejemplo, el control de
calidad (ISO 9000). Así, la dispersión geográfica de producción/
comercialización coloca el control a distancia, control remoto,
como un atributo de poder esencial.
Si el modelo anterior tuvo, además de una revolución en el
dominio de la “organización científica del trabajo” en el interior
de las unidades privadas de producción (el Fordismo/ Tayloris-
mo), una revolución en las técnicas de gestión de las condiciones
generales de producción, por lo tanto, del Estado (el keynesia-
nismo), el actual modelo, llamado por muchos como flexible, se
104 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

da sobre todo en el dominio privado, colocando el debate sobre


el papel del Estado como una de las cuestiones claves.
El Estado, que por su propia naturaleza tiende a consagrar
lo instituido y por lo tanto la estabilidad, entra en crisis. Se estima
que del 60 al 70% de los intercambios internacionales, por ejem-
plo, escapan al control del Estado, y también del mercado, pues
se da en el interior de las firmas, que juegan con las diferencias
de legislación tributaria y fiscal (según el profesor de Economía
de la UNICAMP José Carlos Miranda en la conferencia dada
en el VII Encuentro sobre Economía Minera, realizada en Dia-
mantina en junio de 1995). La propia existencia de los paraísos
fiscales como las Bahamas y las Islas Caimán, por ejemplo, son
indicios de nuevas territorialidades, donde el desplazamiento
del poder de la esfera pública, en su dimensión estatal queda
sometida por el poder privado.
Añádase que el Estado se ha mostrado incapaz de acom-
pañar la dinámica de ese capitalismo mundial integrado, ante
todo en lo que respecta al más globalizado de los mercados que
es el financiero. Los Acuerdos de Bretton Woods que regularon
el sistema internacional desde el fin de la segunda guerra, en-
traron en crisis en la década de los setenta. La desvinculación
de la moneda del patrón-oro o mismo del dólar que de cierta
forma se apoyaba en la economía de la mayor potencia mundial
y la institución de las tasas cambiarias fluctuantes, dio origen
a lo que hoy se llama capital ficticio, que presenta un mercado
financiero que moviliza un volumen de recursos equivalente a
diecinueve veces el Producto Bruto mundial (la Bolsa de valores
de Londres moviliza por día el equivalente al PNB brasilero). Ese
volumen da cuenta que la mayor parte del flujo financiero que
opera en los días que corren está en manos privadas, retirando
del Estado una de sus funciones esenciales que era la de controlar
el volumen y el flujo de moneda.
Aquí, una vez más las redes telemáticas también juegan
su papel permitiendo que el mercado financiero funcione 24
horas del día ininterrumpidamente. Las tasas de interés, por
ejemplo, como uno de los mecanismos más importantes de las
políticas estatales de corte keynesiano, tienen el efecto contrario
al pretendido por los gobernantes, pues el aumento en las tasas
de interés para contener la inflación, puede volverse un atracti-
vo para el capital financiero internacionalizado. El llamado hot
money parece escapar a cualquier mecanismo regulador.
Ya en la década de los setenta analistas norteamericanos
hablaban de “latinoamericanización del Estado norteamerica-
no”, refiriéndose a las dificultades del propio gobierno de la
mayor potencia imperial, los Estados Unidos, de concretar una
política de empleo frente a la dinámica cada vez más autónoma
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 105

de las empresas de aquel país en sus inversiones, con ese nuevo


régimen de acumulación flexible.
La crisis fiscal y tributaria del Estado se vuelve todavía
más acentuada por la verdadera guerra de las regiones y lo-
calidades por empleo y renta (Harvey y Soja) al buscar atraer
inversiones a costa casi siempre de renuncias fiscales. Se calcula
por ejemplo, que el gobierno del Estado de Río de Janeiro dejó
de recoger cerca de 850 millones de dólares americanos en 3
años, en el caso se liberó la previsión de una factura por parte
de Volkswagen de 1,5 billones de dólares anualmente. Y eso
para que la Volkswagen efectué una inversión de 250 millones
de dólares en el mismo periodo.
No nos debemos extrañar, por lo tanto, frente a ese cuadro
que el Estado que en el llamado Primer Mundo, como vimos, se
volvió nacional a través de las demandas de la sociedad civil,
comience a sentir los efectos de aquello que Castells y Mollenko-
pff caracterizaron como la desvinculación que el modelo de
acumulación flexible presenta delante de la place based society. Y
en ese contexto, el Planeamiento Estratégico, tan característico
del modelo fordista Keynesiano tiende a desaparecer y con él,
otra de las funciones tradicionales del Estado.
La revolución en los medios de transporte, de comuni-
cación y en la gestión privada permitió la mundializacion del
mercado, transferir plantas industriales para lugares y regiones
con menor tradición de lucha sindical, tanto en el interior de un
mismo país, como entre los países, al obtener lucros adiciona-
les explorando nuevas condiciones locacionales. Eduard Soja
captó esa dimensión cuando afirma que: “la especialización
flexible en la producción, en las relaciones entre trabajadores
y en la localización de las actividades tiene el efecto de afectar
las estructuras jerárquicas mas antiguas y crear, por lo menos
la apariencia de un orden significante diferente de responsabi-
lidad y control” (Soja, 1993). Castells y Mollenkopff llamaron la
atención por la fuga de parte de esos capitales del control de las
sociedades territorialmente basadas - place based society - en ese
nuevo modelo flexible.
Como vimos, el modelo de acumulación flexible tuvo en la
microelectrónica una técnica capaz de instituir nuevos patrones
de relaciones sociales, nuevas formas de localización de recursos
y personas. Contó para eso también con una revolución en los
materiales (fibra óptica, nuevos tipos de plásticos durables y
resistentes, biotecnologías, nuevas uniones metálicas entre otros)
revolucionando el mercado y la geografía político-económica de
las materias primas. Para evitar la visión tan arraigada que la
tecnología es lo que promueve la actual reorganización socie-
taria recordemos que ella es parte constitutiva de las relaciones
sociales y de poder.
106 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

El caso de la revolución tecnológica en curso, bajo el


régimen de acumulación flexible, demuestra una vez mas, al
promover una mayor libertad locacional del capital que, a través
del control de la distancia y de las terciarizaciones, por ejemplo,
rediseñan el espacio como un todo. Si la revolución maquino-
facturera permitió un desplazamiento del control del proceso
productivo de quien opera (operario) hacia (quien controla) la
máquina; el taylorismo fue antes que nada un control minucioso
del cuerpo del trabajador y el fordismo, con sus líneas de monta-
je, una reorganización en el espacio interno de la fábrica, siendo
todos, por lo tanto, revoluciones técnico-políticas que tienen por
locus el espacio interno de la fábrica, el modelo de acumulación
flexible, como vimos, hace posible una mayor fluidez del capital
en el espacio como un todo.
El modelo de acumulación flexible volvió prácticamente
inviable el Welfare State, fragilizando dos de los pilares en el
que estaba basado el Estado y el Movimiento Sindical. Como
ya subrayamos, la fábrica dejó de ser el locus privilegiado de la
lucha de clases. La localización flexible infligió, sin duda una
importante derrota al movimiento sindical. En ese proceso la
captura del Estado cumplió un importante papel, como lo de-
mostró el gobierno de Ronald Reagan y Margareth Tatcher, que
impusieron derrotas políticas al movimiento sindical. Mismo
gobiernos social-demócratas como François Miterrand y Felipe
González, se encontraron con enormes dificultades para repro-
ducir el modelo fordista debido, entre otras cosas, a la fluidez del
capital en ese espacio que se volvió contradictoriamente flexible.
No solamente la fábrica dejó de ser el locus privilegiado de las
luchas sociales, sino el Estado Nacional con sus fronteras.
En ese contexto extremadamente ventajoso para el capital,
viejas secuelas reaparecen, allí mismo donde parecían superadas,
como el desempleo en los países del capitalismo avanzado. El
desempleo pasó a alcanzar cifras inimaginables y la exclusión
social se volvió un fenómeno generalizado, inclusive en el
Primer Mundo. Se habla abiertamente en los Estados Unidos
de un escenario probable de brasilinización, expresión acuñada
para designar la disparidad entre ricos y pobres, que tiende a
aumentar. Cada vez más los cientistas sociales norteamerica-
nos hablan, también de dualización social, indicando con ese
concepto la formación de dos estratos que si bien habitan en un
mismo espacio no están integrados, como si fuesen sociedades
de doble velocidad. Es como si la categoría de Ejército Indus-
trial de Reserva, durante mucho tiempo utilizada en los análisis
marxistas, se mostrase caduca, puesto que segmentos cada vez
mayores de la sociedad son, simplemente, excluidos y tienen
pocas o ninguna posibilidad de volver a ser incorporados a la
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 107

dinámica de acumulación que sin embargo los explota a todos


en su juego permanente de atracción-repulsión.

IV. La Geografía Política del Desarrollo Sustentable:


El papel del Movimiento Ambientalista

Como subrayamos más arriba, el proceso de reorganiza-


ción social envuelve procesos instituyentes complejos, inclusive,
las formas de dividir material / simbólicamente el mundo. Las
ciencias acusan ese proceso a nivel de la representación, a través
de la necesidad, cada vez más acentuada de establecer puntos
entre los diferentes territorios del conocimiento, hasta reciente-
mente viviendo bajo el signo de objetos específicos y preservados
como territorios de especialistas soberanos. Ese proceso vivido
en las ciencias se da en el marco de una profunda reorganización
que, también, se está dando en el mundo del trabajo. Cada vez
más se habla que no es posible pensar en la Universidad como
formación terminal, frente a la velocidad con que se procesan
las transformaciones. Se habla inclusive, que se debe tener en
mente especializaciones flexibles, que permitan a los formados
adaptarse a la flexibilidad de los mercados de trabajo.
Desde la década de los setenta, hay un desempleo ca-
lificado que da lugar a la creación de nuevas relaciones de
trabajo, por ejemplo las entidades llamadas Organizaciones
No Gubernamentales (ONGs) que operan bajo relaciones de
trabajo, extremadamente flexibles, inestables y no reguladas,
y que han absorbido parte de los desempleados con formación
universitaria. En gran parte viven de proyectos periódicamente
sometidos a las financiadores y por lo tanto tendiendo a some-
terse a sus agendas.
De cierta forma, la propia existencia de esas Organizacio-
nes No Gubernamentales indica la propia crisis del Estado, que
no consigue acompañar las demandas de la sociedad civil que
le dio el soporte nacional. El carácter instituyente de la sociedad
civil no encuentra en lo instituido, en el Estado, el respaldo a
sus demandas. Las Organizaciones No Gubernamentales, pa-
radójicamente, revelan así no la fuerza de la sociedad civil sino,
al contrario, su fragilidad para garantizar los compromisos que
el Estado Nacional comportaba. Su definición por lo negativo
(No) referenciado a lo instituido (Gobierno) da bien la dimensión
de esa contradicción y considerándose el contexto en que ellas
emergen, que es el Primer Mundo, con las contradicciones del
llamado pacto fordista-keynesiano-sociedad salarial. Y aquí tal
vez se encuentre una buena pista para entender esas entidades
No Gubernamentales, en particular las ambientalistas.
Registremos antes que nada, que las Organizaciones No
Gubernamentales tienen prácticas de las mas variadas, desde
108 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

aquellas que actúan alegando razones humanitarias (Cruz Roja


Internacional, Médicos Sin Fronteras) en el campo de los Dere-
chos Humanos (Amnistía Internacional), las ligadas a la cuestión
ambiental (Greenpeace, World Wildlife Fund, Conservation
International, Amigos de la Tierra). La Comisión Brundtland
registra la importancia de esas entidades al afirmar que: “nues-
tro futuro está más bien asegurado por la descentralización de
la administración de recursos, de los cuales las comunidades
dependen, y dando a esas comunidades la palabra efectiva en
cuanto a la decisión de esos recursos. Eso también requiere
promover las iniciativas de los ciudadanos, dar mas poder a las
organizaciones y fortalecer la democracia local” (Brundtland,
1991).
El primer aspecto que nos llama la atención es la dimen-
sión espacial, la escala Internacional, Sin Fronteras, Mundo,
World, Tierra, de un lado y del otro, la de la escala local, de la
comunidad, del espacio vivido de los ciudadanos o lo que por
si solo indica que se inscriben en un orden que está mas allá
(la globalización) y mas acá (lugarización/fragmentación) del
Estado-Nación. En ese sentido, no hay como dejar de reconocer
que se inscriben en el mismo flujo de vectores instituyentes de la
llamada acumulación flexible que, también es mundial y local.
David Harvey (Harvey, 1993) ya había subrayado ese carácter
de que la eliminación de las barreras espaciales vuelve al lugar
extremadamente importante, pues su especificidad puede ser
fuente de súper lucros desde el punto del vista del capital. Un
segundo aspecto, íntimamente ligado al primero, es el despla-
zamiento del debate del campo de los derechos sociales que,
como vimos, dio el soporte nacional al Estado, hacia el campo
de los derechos humanos, visto en una perspectiva de derechos
universales y que por lo tanto traspasan los límites de cada
Estado Nacional.
Aquí es posible identificar las marcas de su espacio de
origen, el Primer Mundo, donde, en parte los derechos sociales
estaban, de alguna forma institucionalizados. No haremos aquí
ningún juicio de valor en cuanto al carácter universal de los
derechos humanos, sino simplemente una contextualización
histórico-geográfica del terreno donde esas ideas ganan impor-
tancia. Mismo en el Primer Mundo, es preciso subrayar que los
derechos humanos fueron siendo instituidos concomitantemente
con los derechos sociales a través de la sociedad civil y si estos
derechos quedaban circunscriptos a los límites de los diferentes
Estados-Nacionales, debemos remontar, como hicimos arriba, al
contexto del siglo XIX, donde el internacionalismo propugnado
por los movimientos populares, se respondió con un pacto nacio-
nal y con el nacionalismo. En cuanto en Alemania, por ejemplo,
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 109

a final del siglo XIX y principios del siglo XX, eran instituidos
derechos individuales y colectivos, empresas alemanas en el
Congo, cortaban las manos de los trabajadores negros que no
alcanzasen el volumen de producción esperado que, a su vez
debía ser mayor, cuanto mayor el desarrollo tecnológico en
Europa.
En el contexto actual mundializado de acumulación
flexible, los derechos humanos, en sí mismos históricamente
inseparables de los derechos sociales, acaban siendo objeto de
conflictos significativos envolviendo los derechos de soberanía,
lo que refuerza el argumento anterior. Del punto de vista de la
sociedad civil, de lo local y lo comunitario, y no del capital, esa
es, sin duda, una de las brechas que se abre en el interior de ese
proceso de mundializacion, teniendo en cuenta los dificultades
a las que se enfrentan los gobiernos, ante todo los Estados del
llamado Tercer Mundo, donde ni los derechos humanos, ni los
derechos sociales son contemplados. Las denuncias realizadas
internacionalmente de violencia a los menores, o mismo el
asesinato de líderes sindicales, como el caso de Chico Mendes
que fue el mas expresivo, dio cuenta de un nuevo escenario de
construcción de derechos a contramano de la globalización.
La contradicción a ser superada es, si corresponde al Esta-
do cumplir el papel que acabó por ejercer en el contexto europeo
y norteamericano, de garantizar esos derechos o si al contrario,
el carácter de No Gobierno prevalecerá, como de cierta forma la
propia naturaleza de las Organizaciones No Gubernamentales
sugiere. A juzgar por la valorización de las escalas mundial y
local, que vienen conformando el proceso de mundializacion de
acumulación flexible, a través de sujetos sociales que lo instituye,
entre ellas las Organizaciones No Gubernamentales y, particu-
larmente el Movimiento Ambientalista, el segundo escenario de
No Gobierno se delinea como más probable. Ahí el desafío en
que se encuentra la sociedad civil, fuente de lo instituyente. Un
tercer aspecto que debe ser debidamente considerado, mismo
aquí solamente indicado, es el que esas Organizaciones No Gu-
bernamentales apuntan para una nueva comunidad de destino
internacional, mundial, planetario. Y al hacerlo en esa escala, se
mueven en un vacío de representación política mediado por la
sociedad civil, hasta porque como resaltamos, el orden jurídico
que rige mas allá de las fronteras, es sobre todo inter-estatal mas
que inter-nacional.
Recordemos que fue la sociedad civil que volvió Nacional
el Estado al incorporar exactamente sus demandas sociales. En
tanto son las razones de Estado (Territorial) las geopolíticas,
que están subyacentes a las relaciones de poder en la esfera más
allá de las fronteras. Es preciso que reconozcamos que el Poder
110 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Público se afirmó en la medida que se afirmó un espacio público


en el interior de las Estados Territoriales Nacionales. En el plano
mas allá de las fronteras de los Estados, el derecho internacional
fue instituido a través de la Razón de Estado sin que hubiese
un espacio publico internacional, expresado por una sociedad
civil en esa misma escala organizada. Aquí eran las relaciones
de poder de modo explicito las que comandaban.
Es de Carl von Clausewitz (1780-1831) la máxima de que la
diplomacia es la continuación de la guerra por otros medios. Es
preciso que no olvidemos que la dominación colonial solamente
recientemente fue barrida, restando todavía algunos resquicios
de su presencia en el mapa del planeta. Todavía, si el orden
colonial fue poco a poco eliminado, es preciso reconocer que
ese desmonte en parte se debió a la propia Guerra Fría que lo
sustituyó y de cierta forma contribuyó para desmontarlo. El fin
de la Guerra Fría, al cual hoy asistimos como una debacle de los
regimenes de Europa del Este, aun no fue capaz de instaurar un
orden internacional con referencias claras, sobre todo después
de la tentativa frustrada del Estado Norteamericano de ocupar
el vacío de poder dejado por la bipolaridad de la Guerra Fría
como quedó claro con la Guerra del Golfo y en los impasses en
Bosnia, por ejemplo.
Es posible admitir que a través de las Organizaciones No
Gubernamentales la construcción de una sociedad civil, mas
allá de las fronteras nacionales, como de cierta forma, apunto
Leis y Viola, en el caso del movimiento pacifista, que aunque
no sea, o no haya sido capaz de definir la política de seguridad
europea, sin duda, acabó por imponer significativas limitaciones
a aquellos por ella responsables (Leis y Viola, 1992) Todo parece
apuntar una vez mas hacia el modo como los diferentes sujetos
sociales inclusive, las Organizaciones No Gubernamentales, ven
el papel del Estado, y consecuentemente, de los gobiernos, en la
reorganización social en curso. Obviamente que el epíteto de No
Gubernamental es bastante incómodo para esas instituciones,
hasta porque es preciso, también aquí, que sean propositivas,
pues caso contrario, el Estado acaba por ser capturado hacia
los intereses que niegan muchos de los valores que profesan y
que, de cierta forma, puede ampliar el espacio de maniobra de
las propias Organizaciones No Gubernamentales, a su necesi-
dad, con el serio riesgo de la perdida de legitimidad. Al final,
la desregulación del Estado acabó por abrir espacio para las
entidades No Gubernamentales. Un sociólogo peruano proclive
al neoliberalismo lo afirmó con todas las letras: “Hay pobres
para todos”.
No es difícil percibir las dificultades con que se enfrentan
los sujetos sociales que construyen sus identidades colectivas de
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 111

modo territorializado local, regional y nacionalmente, delante


de la fluidez del capital, en ese nuevo patrón de acumulación
flexible. Como gran parte de su poder instituyente estaba refe-
renciado en los marcos del Estado Nacional, la crisis por la que
pasa el Estado Nacional, es también, una crisis que los afecta.
De ese modo, esos movimientos se ven delante de una enorme
crisis de representación política que, a su vez abre espacio para
nuevas formas de mediación política. Los Partidos Políticos, por
ejemplo, que por su propia naturaleza tienen como objetivo el
poder del gobierno, del Estado, se ven afectados por la crisis de
aquello que ansían, esto es el Estado.
Esto es mas grave para aquellos partidos políticos que ema-
nan de los movimientos sociales y por lo tanto están más próximos
de la sociedad civil. Y aquí tal vez sea conveniente distinguir las
lógicas diferenciadas que emanan de la sociedad civil, puesto
que en el interior de ellas, muchas veces esta imbuida la lógica de
mercado. Y hacemos esta salvedad, no como cualquier juicio de
valor con relación al mercado como medidor social, sino porque
la sociedad civil no puede ser reducida a una única dimensión,
cualquiera que ella sea. Ella es la fuente instituyente de las nor-
mas, valores y reglas, mismo que en determinadas circunstancias
histórico-geográficas, puedan ser consideradas como a-racionales
y hasta i-rracionales, por ello es que debemos reconocer que no
se deben atribuir dimensiones únicas y exclusivas, como muchas
veces aparece al reconocer en la racionalidad económica, una
especie de Deus Ex Machina, como parece indicar la lógica del
mercado. Siendo así, es posible que determinados Partidos Polí-
ticos, que profesan una ideología próxima al mercado, se sienten
mas a voluntad, en determinados momentos, a una perspectiva
que desregle el Estado, reduciéndolo a las dimensiones mínimas
a las necesidades del capital. Y aquí no es difícil identificar las
prácticas neoconservadoras de los partidos liberales.
Las llamadas Organizaciones No Gubernamentales ca-
recen de la representatividad política de aquellos movimientos
sociales local, regional y nacionalmente territorializados. Ellas
no tienen mandato de representación delegado por quien quie-
re que sea, independientemente de las causas que las motivan
que pueden ser, y muchas veces son tan legítimas como las de
aquellos movimientos. La cuestión que estamos puntuando es
la de la representación política, de los vínculos que se establecen
entre las demandas de la sociedad civil y aquellos que se colocan
como sus portavoces, de un lado y sus interlocutores de otro.
En ese punto, es importante destacar otra dimensión territoria-
lizada de la política, que deriva exactamente del hecho que se
tenga voz, que se pueda hablar, lo que a su vez presupone que
se tenga interlocutores que operen en un espacio en que haya
112 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

identidad, mismo de contrarios. El Estado Nacional cumplió de


alguna forma ese papel de identidad de contrarios, de espacios
de interlocución, como ya señalamos.
Eso indica una diferencia significativa, por ejemplo, de la
lógica del capital, que implica la más amplia movilidad y, con eso,
una permanente reorganización socio-espacial que, en el actual
patrón de acumulación flexible, valoriza lo local y lo mundial,
y que causa tanta turbulencia a las territorialidades heredadas,
ante todo en aquellas ancladas en el Estado-Nación. Ese aspecto
es extremadamente relevante en la medida que las organizacio-
nes supranacionales, como el Banco Mundial, el Grupo de los
Siete (G7), la Comunidad Económica Europea o las instituciones
ligadas a la ONU, como la UNESCO, el PNUD y PNUMA, vie-
nen recurriendo a las Organizaciones No Gubernamentales para
hablar en nombre de la sociedad civil, contribuyendo muchas
veces, para profundizar la crisis de representación y hasta de
legitimidad, por ejemplo, de los partidos políticos y sindicatos,
para quedarnos solamente con dos ejemplos de dos tipos de
institución que han estado fuertemente territorializados en el
Estado Nacional.
Si se piensa, como en la perspectiva de Leis y Viola, en el
esbozo de una sociedad civil supranacional, las Organizaciones
No Gubernamentales deberán no solamente ser más proposi-
tivas, con relación al papel del Estado, como indicamos arriba,
sino, también, con los movimientos territorializados local, re-
gional o nacionalmente, a través de los cuales la sociedad civil
viene ejerciendo su papel instituyente.
Los conflictos de perspectivas en el centro de las Organi-
zaciones No Gubernamentales ya son suficientemente nume-
rosos para el Estado. Por ejemplo, el compromiso de diversas
Organizaciones No Gubernamentales de los Estados Unidos
en 1992 con la Iniciativa para las Américas del gobierno Bush
perentoriamente rechazado por el Encuentro de Las Leñas, que
envolvió Organizaciones No Gubernamentales latinoamericanas
y caribeñas en Argentina, que contrapuso la Iniciativa de los
Pueblos.
El affair de la llamada Guerra del Atún, donde diversas
Organizaciones No Gubernamentales ambientalistas norteame-
ricanas presionaron al gobierno de Bill Clinton a boicotear la
compra de atún a México, porque mataban los delfines durante
su pesca, encontró fuerte resistencia entre los pescadores mexi-
canos. Estos, a su vez, contaron con el apoyo de Greenpeace
y, juntos, propugnaron por apoyo moral y técnico a aquellos
pescadores, para que efectuasen su trabajo contemplando de
ese modo, al mismo tiempo, tanto la preocupación ecológica,
como la social.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 113

El movimiento ambientalista emerge, en ese escenario,


con un papel impar. Al contrario de otros movimientos sociales,
el movimiento ambientalista no tiene una identidad clasista, de
género, religiosa o étnica. En el plano geográfico invoca lo global
y lo planetario, y también lo local y lo comunitario. Es a través de
él, que mismo en la crisis de las utopías/ ideologías totalizantes,
que el concepto de Desarrollo Sustentable fue siendo diseñado
también como una utopía/ ideología totalizante. Tal vez se pueda
decir que él es lo más desterritorializado de los nuevos movi-
mientos sociales, y no fuese el portador de una territorialidad
nueva, planetaria. Mismo que no haya una relación de causalidad
entre ese carácter planetario de las Organizaciones No Guberna-
mentales y el proceso de globalización en curso, es importante
señalar que él, es en lo mínimo paralelo a la afirmación de un
capital financiero mundializado, fuertemente privatizado, de las
llamadas corporaciones trasnacionales y del cada vez mas influ-
yente mercado del narcotráfico que, también, opera por sobre y
bajo el Estado Nacional. La instrumentalización de la cuestión
ambiental por esos otros vectores instituyentes de las nuevas
territorialidades indica, que la planetarización y globalización
no solo caminan juntas, sino que son instituidas en el camino y
en lo mínimo contradictorios.
El carácter No Gubernamental ha sido asumido por gran
parte de las entidades que constituyen el movimiento ambien-
talista. Los argumentos de carácter técnico-científico han sido
largamente utilizados por ese movimiento indicando que sus
militantes en gran parte tienen formación universitaria y/o man-
tienen fuertes vínculos con cientistas que, de esa manera, forman
parte de ese movimiento. En el interior de ese movimiento, la
búsqueda de formulaciones inter-multi-trans disciplinarias se
basa en una crítica a la actual división del trabajo científico,
extremadamente fragmentado por el cartesianismo.
De ese modo, es posible trabajar con la tesis de que el
movimiento ambientalista es uno de los principales vectores ins-
tituyentes del proceso de reorganización social en curso, también
por esa vía como vimos, la división del trabajo científico es parte
del proceso de apropiación simbólica. Estamos aquí también de-
lante de nuevas divisiones de los territorios del conocimiento, de
recortes de espacios epistémicos. La emergencia del movimiento
ambientalista, del punto de vista histórico, está relacionado, de
un lado, al contexto muy específico del orden internacional que
siguió a la segunda Guerra Mundial, polarizada ideológicamente
por la Guerra Fría.
La escalada armamentista, incorporando lo nuclear, dio
un nuevo contorno a la geografía del poder internacional. Las
dos superpotencias de ese mundo bi-polarizado hicieron que el
114 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

espectro de la muerte rondase a la humanidad. Las luchas de


clases surgidas en el interior de la sociedad capitalista pasaron
a asumir una conformación geográfica en el llamado conflicto
Este-Oeste. El desarrollo de tecnologías de destrucción, como
los misiles nucleares de corto, medio y largo alcance, re-contex-
tualizarán el papel de las Fuerzas Armadas que, hasta entonces,
tenían la prerrogativa de defender la soberanía, las fronteras del
Espacio Nacional. Poseer el dominio de la tecnología nuclear
pasó a ser condición para el ejercicio de esa soberanía, siendo
esa la razón que, en la década de 1950, por ejemplo, se creó el
Consejo Nacional de Investigación en el Brasil (CNPq por su
sigla en portugués), por inspiración militar.
El espectro del comunismo puede, al mismo tiempo, ser
apartado por la implantación del Welfare State, esto es, por un
modo marcado por la integración de las clases trabajadoras. La
Pax Americana, por otro lado reducía significativamente el papel
de los Estados Europeos que, en tanto, venían a establecer en
sus territorios arsenales nuclearizados, que los volvía objetivos
preferenciales en un posible conflicto militar.
El llamado Complejo Industrial-Militar traía, a su vez, en
su centro el pacto Fordista-Keynesiano-Sociedad Salarial, puesto
que aseguraba el empleo de importantes segmentos de trabaja-
dores y fortalecía los lazos del Estado con las grandes empresas
y, al mismo tiempo, con los sindicatos. El historiador inglés E.
Thompson llegó a acuñar el concepto Modo de Producción Exter-
minista para caracterizar esa situación (Thompson, 1982). Todo
parecía indicar una situación estable y duradera, que mirada
desde esa perspectiva, una vez mas, será al interior de la sociedad
civil que veremos brotar nuevas perspectivas, a través de amplias
movilizaciones de masas y, también, de actitudes individuales
contra el militarismo. Es del movimiento pacifista que el mo-
vimiento ambientalista retira sus energías. Es del movimiento
pacifista que emerge una determinada posición ideológica, que
apunta que ni el capitalismo, ni el socialismo podrían indicar
un futuro promisorio para la humanidad, puesto que ambas
alternativas, al estar fundadas en tecnologías de destrucción
nuclearizadas, no serían alternativas para la vida.
En el contexto de la Guerra Fría una posición como esa
no dejaba de ser vista con desconfianza, por cualquier lado en
confrontación y en la mejor de las hipótesis, era vista como inge-
nua. En tanto, el involucramiento cada vez mayor de las tropas
norteamericanas en Vietnam, con las profundas bajas por sus
tropas, hace que el movimiento pacifista ganase contornos de
masa en los Estados Unidos, y también, lograse enormes simpa-
tías no solo en ese país, sino en Europa. No es de extrañar que
haya sido exactamente en Alemania, Estado que vio su propia
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 115

territorialidad rediseñada durante la Guerra Fría por el Muro


de Berlín, que el movimiento pacifista ambientalista se haya
afirmado de modo más significativo. La Real Politik alemana se
constituía en un escenario altamente favorable para la expresión
de ese movimiento.
El desdoblamiento del movimiento pacifista en movimien-
to ambientalista se debió, ante todo al hecho de haber sido una
especie de atractor de una serie de transformaciones que venían
siendo gestadas, como las ya indicadas, y que trascendían al
cuadro político en que se configuró la Guerra Fría. Escapando
de una apropiación de tipo Capitalismo o Socialismo, Este u
Oeste, Estados Unidos o Unión soviética o Burguesía o Proleta-
riado, como acostumbraban a ser semantizados los conflictos en
aquellos marcos, nuevos sujetos sociales emergen, entre ellos el
movimiento ambientalista.
La crítica a la corrida armamentista y a la afirmación del
poder militar fue poco a poco aumentada por el carácter irra-
cional de las inversiones militares en medio de tanta miseria y
de tanto desperdicio, en virtud del consumismo desenfrenado
estimulado por los medios de comunicación. La ecología, llegó a
ser vista como una especie de ciencia subversiva, sobretodo por
su denuncia de desperdicio de los recursos naturales en virtud
del consumismo, que como vimos, era uno de los sustentos del
modelo Fordista -Keynesiano-Sociedad Salarial.
Es posible identificar, entre los protagonistas de esas
críticas, a muchos de los que quedaron alejados de los procesos
integrativos que caracterizaban ese modelo, desempleados cali-
ficados, con formación universitaria y que fuera de los procesos
productivos, realizan una critica a la irracionalidad de los gastos
militares y del consumismo.
El movimiento ambientalista se mostrará extremadamente
hábil en manejar nuevas formas para expresarse políticamente
a través de los medios de comunicación a distancia. Hablando
en nombre de la humanidad y del planeta contribuyendo como
ningún otro movimiento, en la conformación de una nueva
comunidad de destino, para una nueva territorialidad, pero ya
no arraigada en el Estado Nacional.
La revolución tecnológica en curso, aquella misma que
reconfigura las relaciones de trabajo y contribuye para el an-
claje del movimiento ambientalista, propició también nuevas
posibilidades de convergencias de fuerzas políticas y sociales
diferenciadas puesto que colocaba, de un lado, aquellos sectores
íntimamente ligados al modelo Fordista, de producción de masa,
con base en la siderurgia, en el petróleo y en la industria auto-
movilística, entre otros y de otro lado, a las industrias ligadas a
los nuevos materiales, a la micro electrónica, y a la biotecnología,
116 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

instituyentes del modelo de acumulación flexible. Alvin Toffler


aunque desde una perspectiva del alto captó bien esa tensión,
tanto en el Choque del futuro (1970) como con La Tercera Ola
(1980) y Powershift (1990).
Es posible vislumbrar, en esos sectores y ramas que desen-
cadenan la acumulación flexible, una fuerte identificación con la
llamada cuestión ambiental. La cuestión ambiental permitió, por
lo menos al principio, una aproximación de la llamada Nueva
Izquierda, de ahí que pasó a ser mirada con cierta desconfianza
y ser vista como radical, puesto que cuestionaba el propio de-
sarrollo y progreso de las fuerzas productivas que, como vimos
se constituía en el concepto integrador, tanto de las ortodoxias
liberales, como marxistas.
En esa aproximación de los sectores de la llamada Nueva
Izquierda con el movimiento ambientalista, la cuestión social,
patrimonio histórico de las luchas de la llamada izquierda, fue
incorporada a la crítica ecológica, aliada a una aguda incorpora-
ción crítica de las relaciones de poder inscriptas en ese modelo
productivista, entendidas como inherentemente jerárquicas,
heterónomas y militaristas. Como se trataba de una izquierda
no alineada con la URSS, identificaba ese modelo productivista
en dos vertientes en que estaba constituida la bipolaridad en el
contexto de la Guerra Fría. La dimensión internacionalista es
retomada aquí en una perspectiva planetaria.
Por otro lado, en un segundo momento, se observaron
aproximaciones con sectores empresariales que emergían de esa
revolución tecnológica como portadores de tecnologías no con-
taminantes, de industrias “limpias” o que manipulaban menos
materias primas y energía. Poco a poco, la cuestión ambiental
pasó a ser matrizada ante todo por las relaciones sociedad-
naturaleza, gracias particularmente al énfasis dado en los medios
de comunicación a las cuestiones relativas a la destrucción de
especies, la capa de ozono, el efecto invernadero, en síntesis, a los
problemas que ponen en riesgo la sobrevivencia del planeta.
La cuestión ambiental pasa así a desplazarse hacia un nivel
pragmático, de encontrar tecnologías alternativas y, de ese modo
asimilar una de las características de ese magma de significa-
ciones técnica. La década de 1980, y sobre todo la aproximación
de la Conferencia Mundial sobre Medio Ambiente y Desarrollo,
tendían a crear otras convergencias impensables en los marcos
en que se daba el debate en la década de los sesenta y setenta. En
torno de la cuestión ambiental, reducida a la relación sociedad-
naturaleza y descartando la cuestión social, se comenzó a produ-
cir un verdadero consenso, y muchas empresas tradicionalmente
ligadas al viejo modelo productivista-consumista, comenzaban
a crear proyectos de protección a la naturaleza.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 117

De este modo se abre un significativo mercado de trabajo


para ciertos sectores ambientalistas. Destaquemos, todavía,
que cada vez mayores disertantes se encontraban disponibles
para seminarios, coloquios, congresos e investigadores que se
vuelcan a adherir a ciertos valores ecológicos. De esta forma
ciertos paradigmas encontraban un terreno más favorable para
afirmarse.
Así se afirma esa nueva comunidad de destino, la Tierra
como el hábitat de “nuestro futuro común”. La radicalidad atri-
buida en principio a la subversiva “cuestión ecológica” comienza
a cambiar de tono, recurriéndose al viejo concepto integrador
constitutivo de la Modernidad, que es el de Desarrollo, en una
convergencia en torno al concepto Desarrollo Sustentable. En
las palabras de Stephan Schmidheiny, el principal Consejero
para Negocios e Industria del Secretario general de la UNCED-
92 y presidente de Business Council for Sustainable Development
(Consejo Empresarial para el Desarrollo Sustentable):
“Hasta pocos años atrás, la protección ambiental era
básicamente un concepto defensivo (...) que estaba destinado a
chocarse con la cultura de los negocios basada en incentivos y
emprendimientos. Es lógico que ambientalistas e industrias se
volvieran opositores. Recientemente, entre tanto, cada grupo ha
comenzado a aprender con el otro... El proceso de aprendizaje
emprendido por ambientalistas y empresarios está conduciendo
a una comprensión muy importante de la situación ecológica del
planeta. El resultado ha sido lo que considero el mayor progreso
hasta el presente momento en la interacción entre Hombre y
Naturaleza: el concepto de Desarrollo Sustentable. Ese concepto
puede dar continuidad al Desarrollo económico-social, para
hacer frente a las necesidades de los que viven hoy, sin compro-
meter la capacidad de las futuras generaciones de enfrentar sus
propias necesidades” (citado por Ribeiro, 1991).

Consideraciones finales (pero no concluyentes)

Si bien el concepto espacio vital se mostró esencial en


la época de F. Ratzel como para dar sustentabilidad al desa-
rrollo basado en el Estado Nacional (de ahí su énfasis en los
vínculos del Estado con el suelo, del territorio con el Estado),
en un mundo de capitalismo mundial integrado, de mercados
transnacionalizados, de fragilización del Estado, de tecnologías
geográficamente flexibles, de relaciones de trabajo precarias, de
la no utilización de materias primas y energía intensiva (como
si pudiera ser así en el capitalismo), pero si del conocimiento
–información intensivos, la sustentabilidad, esto es la capacidad
de reproducción material/simbólica, se desplaza de la sociedad
118 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

para la humanidad, de la escala nacional hacia la planetaria.


En otras palabras, en un capitalismo mundializado, el espacio
vital necesario para dar sustentabilidad al sistema no es más el
Estado nacional.
Como las nuevas tecnologías telemáticas y control remoto
transforman la información en un elemento clave para la toma de
decisiones, el control directo de las materias primas y la energía
se hace a través de mecanismos más sutiles. El control de esas
tecnologías, se vuelve evidentemente, el centro de importantes
debates y el papel de las Fuerzas Armadas, particularmente
aquellas de los países que no disponen de esas tecnologías, sufre
un giro radical no solo por esa razón, sino también por el fin de
la bipolaridad de la Guerra Fría. Nuevos alineamientos entre
fuerzas políticas, hasta entonces impensables, se vuelve aquí
también no solo posibles, como cada vez más probables.
Si, como vimos, el Estado Territorial Moderno precedió
al Estado Nacional y particularmente en el Tercer Mundo, el
carácter nacional no procedió de la presión de la sociedad civil
organizada, tal como en el Primer Mundo, la nueva configu-
ración de la geografía política mundial abre la perspectiva de
alineamientos de la sociedad civil con sectores que, hasta ahora,
ejercen actividades esenciales contra la débil sociedad civil. En
tanto, es necesario que se indique que las Fuerzas Armadas de
esos países, a juzgar por la experiencia brasilera, se encuentran
todavía marcadas fuertemente por el lado conservador, que tanto
caracterizan a la cultura de las elites, pues continúan todavía con
una ideología nacionalista más ligada a los intereses del Estado,
que a los intereses de la sociedad civil. No hay que asombrarse de
que continúen desconfiando de los movimientos sociales, como
el indígena, de los seringueiros, o de las mujeres o de los niños
y niñas de la calle, que en ausencia de los derechos básicos de
la ciudadanía en el país, recurren con frecuencia a las denuncias
internacionales, como forma de conquistar sus derechos.
Lo interesante a registrarse en esta cuestión es que no hay
como, en este mundo informatizado e internacionalizado, de
cerrarse y abrirse en estos casos solamente al mercado. Como
vimos, el mercado, hasta mismo para florecer, trae en su centro
esa idea, altamente perturbadora, de igualdad, de libre juego,
inclusive, de juego político. La democracia, como se ve, se ins-
cribe como un tema de orden nacional, en un mundo marcado
por la mundialización.
Estamos, pues, delante de una clara tensión de territoriali-
dades, en ese proceso de reorganización social en curso, en el cual
la cuestión ambiental, esto es la relación sociedad-naturaleza,
cumple un papel instituyente. En el cierre del debate sobre el
contenido del Desarrollo, se muestra revelador de los sujetos
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 119

instituyentes de un nuevo orden.


Si antes el concepto de Desarrollo envolvía una identidad
de contrarios que garantizaba, aunque fuera en el futuro, una
igualdad, un mínimo de oportunidades, en el concepto de De-
sarrollo Sustentable esa idea es desplazada para otro futuro, ya
no de igualdad pero si con la promesa de que las generaciones
futuras no estén impedidas simplemente de vivir, puesto que
ese concepto propugna hoy por un uso “mas racional” de los
recursos naturales, de modo de no agotarlos, y permitir la vida
futura en el planeta. Visto en ese ángulo el concepto de Desa-
rrollo Sustentable intenta capturar la idea de Desarrollo en una
perspectiva de sustentabilidad del actual sistema de relaciones
sociales, no ofreciendo otra salida fuera de sus marcos.
Observamos, de este modo, una disminución en el debate,
pues si antes lo que estaba en juego era la calidad del Desarro-
llo, en términos de justicia social, ahora lo que se ofrece como
perspectiva es la posibilidad de continuar viviendo, desde que
no se cuestione el sentido de las instituciones sociales que dan
sentido a la vida. Recordemos, para que no se empobrezca el
debate que subyacente a la idea de desarrollo, está también, la
idea de naturaleza como fuente de recursos, como algo a ser
dominado, como medio de alcanzar un fin, por lo tanto hay una
visión instrumental como ya señalamos.
El antropocentrismo, otro valor instituyente de la Moder-
nidad permanece. Si es el mercado, en el sentido que le confiere la
sociedad capitalista y, en las condiciones actuales de hegemonía
neoconservadora o neoliberal, libre de las regulaciones pacta-
das a través de instancias públicas, que se va a constituir en la
institución de mediación social por excelencia, continuaremos
teniendo el valor de cambio y no de uso, así como “las ventajas
comparativas” y no las necesidades sociales, locales/ regionales/
nacionales como valores instituyentes. Ya indicamos las con-
tradicciones que advienen para un desarrollo que se pretenda
sustentable, tanto en términos ecológicos strictu sensu, como en
términos sociales.
Por otro lado, como fue la cuestión social que nacionalizó
el Estado, a través de la emergencia de la sociedad civil como
fuente instituyente, resta saber como los movimientos sociales
territorializados, que se constituirían en el interior de esa so-
ciedad civil, fragilizados, podrán encontrar un interlocutor con
quien se puedan identificar, pactar, en suma, una instancia para
dirimir los conflictos, esencia de las prácticas democráticas y que
presupone una territorialidad donde esa identidad de contrarios
se pueda dar.
Se debe destacar que la lógica de la empresa, por ser
eminentemente económica, implica una territorialidad en per-
120 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

manente proceso de desterritorialización/ reterritorialización,


completamente diferente de la sociedad civil, que implica otros
tipos de inscripción socio-territorial, fundados no exclusivamen-
te en la dimensión económica.
Así como las sociedades sin escritura implican una te-
rritorialidad fundada en el contacto cuerpo a cuerpo y, por lo
tanto en la escala del espacio vivido, la escritura ya permite
territorialidades más amplias, como la de los Imperios y el
desarrollo de los medios de comunicación de masas, en parti-
cular los electrónicos hacen posible una deslocalización entre
el ejercicio del poder y el lugar donde se vive. De ahí que se
destaque el carácter de las telecomunicaciones, como comuni-
cación a distancia que hace posible el control remoto. Por más
que los teóricos de la comunicación hayan llamado la atención,
a nuestra forma de razonar, que los medios de comunicación
de masa no determinan unidireccionalmente la decodificación
del mensaje, es preciso que se enfatice, también que a través de
él, son pautadas las agendas del debate. Es, de hecho posible
que se interpreten los mensajes, pero es necesario afirmar que
el mensaje a ser decodificado/interpretado es puesto por quien
detiene los medios para ello.
Sabemos por otro lado, como esos medios de comunica-
ción de masa, son funcionales en el sentido del consumo de masa.
A través de ellos ha sido posible difundir patrones culturales no
solo de consumo, por empresas que por su porte, exigen comu-
nicación a distancia. Y no hay como negar que, el presupuesto
de las inversiones en marketing y publicidad sea exactamente la
posibilidad inscripta en esos propios medios de inducir esos
patrones culturales. Siendo así, las identidades colectivas pre-
téritas tienden a ver a su ethos permanentemente desarrollados,
propiciando desterritorializaciones/ reterritorializaciones hete-
rónomas. Así, una ética del trabajo, y aquí nos encontramos con
un valor instituyente, no de las sociedades no occidentales, sino
fundamentalmente occidentales, se ve erosionada por una (est)
ética del consumo.
El individualismo/narcisismo son los valores que parecen
afirmarse, mirados a través de una perspectiva hoy hegemónica
en la reorganización social en curso. Todas las formas de iden-
tidades colectivas tienden a ser vistas de modo descalificado: el
sindicalismo es considerado como corporativismo; el regiona-
lismo como tradicionalista; el nacionalismo como xenófobo; los
movimientos étnicos como tribales y atrasados; las religiosidades
como el pasado; el feminismo como sexismo, etc. Sin entrar en
el mérito de las diferentes visiones y prácticas inscriptas en esos
movimientos, que sabemos no son unívocas, lo que observamos
es una tentativa de negación, de descalificación de las identidades
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 121

colectivas. En tanto lo que queda abierto es que territorialidad


está emergiendo a partir de esa reconfiguración que reestablece,
tal como en el liberalismo clásico, el individuo como mónada, y
peor, el individualismo como valor supremo.
Es posible identificar en el ambientalismo un refuerzo de
esa tendencia al imaginar una nueva territorialidad planetaria,
al pensar la humanidad a partir de la categoría biológica de
especie. La especie humana no sale de naturaleza, como creían
los Iluministas. Al contrario, permanece inscrito en la naturaleza
pero es de su propia naturaleza la posibilidad de reinventar sus
instituciones, sus valores, en circunstancias históricas dadas. El
ambientalismo está ante el desafío de ir más allá de la dicotomía
Naturaleza – Cultura o Naturaleza e Historia o todavía de la
oposición Ciencias Naturales y Ciencias Humanas, con lo que
el mundo occidental se viene pensando hasta nuestros días.
El hecho de que los ambientalistas recuerden a los cientis-
tas sociales de que el hombre no sale de la naturaleza al instituir
sus valores históricos-culturales, no los exime de la responsabili-
dad de incorporar en sus dimensiones la complejidad de instituir
valores, normas, reglas. Es delante de esto que estamos tratando
cuando reflexionamos sobre las relaciones entre la geografía
política y el desarrollo. Hay más cosas que la simple toma de
conciencia de los que habitamos en el mismo planeta, de que
somos miembros de una misma especie. En el terreno mundano
del aquí y del ahora, donde el futuro se teje en el presente, son
varios y contradictorios los intereses en disputa y considerarlos
es condición para saber quienes son los verdaderos compañeros
en el viaje.
Tendemos a llegar a las mismas conclusiones que Christian
Topalov cuando señala: “en cuanto a la moral ecológica, ella
formula obligaciones universales e instaura nuevos patriotis-
mos: el culto de mi lugar y del global village, que es el planeta,
haciendo pasar al segundo plano el amor al país. De ahí una
tensión siempre posible entre los porta-voces del ecologismo y
los “intereses nacionales” enunciados por los Estados, notada-
mente en los periodos de crisis, como el desdoblamiento de los
Pershing en Europa pre-gorbacheviana o en la Guerra del Golfo.
Esa redefinición de las escalas tiende, por lo tanto, a reducir la
legitimidad del Estado Nacional como local de formulación
de problemas y soluciones. Ella constata el desplazamiento
del poder económico hacia las multinacionales, cada vez más
independientes de sus bases territoriales originales. Ella ajusta
el desplazamiento de competencias de gestión hasta entonces
reservadas a los Estados hacia entidades supranacionales, las
Zonas de Libre Comercio y sus instituciones. El debilitamiento
del Estado Nación es, de hecho, considerado generalmente por
122 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

el ecologismo como un objetivo saludable.


De la misma forma, el terreno de la acción colectiva se
desplaza. La tensión democrática en el seno de sistemas regu-
lados por Planos correspondientes a grupos o movimientos de
ciudadanos a un “partner” dudoso, pero que parecía claramente
identificable: una “tecno- estructura” potente, unificando los in-
tereses de las burocracias públicas, grandes grupos financieros,
o profesionales de la ciencia. Pero, el discurso, entonces legítimo,
del interés general y la coincidencia del territorio de las reivin-
dicaciones como el de instituciones representativas se ofrecían
a una toma de acción colectiva. Todo eso cambia con la ruina
de los sistemas de regulación estatal, las relaciones de fuerza
tendiendo a instaurarse directamente con fuerzas intocables y
en un cuadro jurídico incierto.
Además de eso, una de las principales formas de ra-
cionalización planificadora fue la definición de los derechos
sociales que, a lo largo del siglo XX, se insertan poco a poco en
las legislaciones y jurisprudencias. Tales derechos- a los cuales
corresponden, bien entendido, deberes – solo podían instaurar-
se en el marco de los Estados-Nación, pues ellos implicaban la
creación de instancias responsables por su actuación. El pasaje
del lenguaje de los derechos sociales a los derechos del hombre,
otro aspecto de los cambios de escala en cuestión, tiene como
consecuencia descalificar las instituciones estatales nacionales
como responsables por su “respeto”. El derecho de la ingerencia
en los negocios internos de las naciones, en nombre del interés
superior de la humanidad, se vuelve un deber éticamente funda-
do. La administración Busch supo sacar de eso las consecuencias,
a su manera, en la lucha contra el tráfico de drogas en Panamá o
contra el “ladrón de Bagdad” contaminador además de todo. En
tanto, las más estimables Organizaciones No Gubernamentales
no disponen de los mismos medios para imponer los derechos
del medio ambiente. Greenpeace perdió un hombre, asesinado
por agentes del gobierno francés que gozan hoy de una jubilación
tranquila. Se comprende las esperanzas que los defensores del
medio ambiente pueden poner en instancias éticas, judiciales o
políticas internacionales de las cuales esperan que se exprese el
derecho y cuiden por su aplicación.
Lo que está aquí en debate es la capacidad del ecologismo
de construir los instrumentos de su aplicación, los derechos
equivalentes funcionales de lo que eran las burocracias y los
derechos sociales - nacionales para el paradigma antiguo. De ese
punto de vista, un Schumacher y sus cooperativas pertenecen
al siglo XIX, en tanto el Club de Roma se contenta en llamarlo
toma de conciencia de la humanidad. Si el ecologismo no llega a
producir otros aspectos, es solamente la restauración de libertad
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 123

del mercado que habrá sido finalmente legitimada” (Topalov,


1992).
Habíamos destacado en el curso de este ensayo que la
categoría de soberanía tuvo históricamente una doble dimen-
sión, fundamental en la configuración de las territorialidades
que ahora están en crisis: de una lado como fuente legítima de
poder que fue siendo desplazada del Estado hacia la Sociedad
Civil a medida que las sociedades se democratizan; de otro la
soberanía se relaciona a los límites territoriales geográficos del
ejercicio del poder. Lo que está en juego en apariencia en los
días que corren es la dimensión geográfico-territorial. Lo que
está subyacente es una reorganización de las fuentes de poder
que, en la territorialidad planetaria que se desea, tiene como
protagonistas más visibles al capital financiero, a las grandes
corporaciones transnacionales y al narcotráfico.
Como los ambientalistas lanzaron la metáfora de que
vivimos en la misma nave, tal vez conviene recordar que los
grandes navíos petroleros, aunque tienen sus cascos perforados,
no se hunden porque son compartimentados internamente lo
que les permite llegar a salvo a puerto. En el caso que no tuvie-
sen esos compartimentos todo el petróleo se vaciaría y el navío
se hundiría.
Quien sabe si el planeta tuviera un solo comando político,
una sola territorialidad y no múltiples como los Estados Nacio-
nales de hoy, si ya no se habría hundido. Queda por lo tanto la
sugerencia que el Estado Nacional puede todavía cumplir un
papel importante en la sobrevivencia del planeta y de la huma-
nidad, respetando las diferencias e incorporando la justicia social
como un valor fundamental de la especie humana.
124 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 125

La reinvención de los territorios:


La experiencia latinoamericana y
caribeña50*

Introducción.
Allá por los años sesenta resonó en las calles el grito:
“Abajo las fronteras”. La expresión se nos mostró libertaria pero
también, liberal; o mejor, neoliberal. Que no se critique a los que
estaban en aquellas barricadas del deseo en 1968 (Matos, 1981)
propugnando por el fin de las fronteras que, después, un gerente
de una empresa transnacional, el Sr. Jacques Mainsonrouge,
invocó el mismo grito del 68, puesto que Karl Marx y Frederic
Engels ya nos habían anticipado que el capital no tiene patria,
convocándonos imperativamente –“proletarios de todo el mundo,
uníos”- a pensar y actuar más allá de los territorios nacionales.
La respuesta burguesa al internacionalismo proletario del Mani-
fiesto Comunista de 1848 fue el nacionalismo, una territorialidad
que, luego luego, se transformó en imperialismo51.
A la creciente importancia de los partidos obreros social-
demócratas52 en la segunda mitad del siglo XIX le siguió la
expansión imperialista. El millonario inglés Cecil Rhodes, en
1895, se expresó de esta manera en el Die Neve Zeit:
“Ayer estuve en el East-End53 londinense y asistí a una asamblea
de desempleados. Al escuchar en la referida reunión discursos
exaltados cuya nota dominante era el grito: ¡Pan! ¡Pan!, y luego, al
reflexionar de regreso a casa sobre lo escuchado, me convencí más
que nunca de la importancia del imperialismo…Estoy íntimamente
convencido de que mi idea representa la solución del problema

50 Publicado original y parcialmente en: Ceceña, Ana Esther (2006), Los desafíos de las
emancipaciones en un contexto militarizado, CLACSO. Buenos Aires.
51 En rigor, el nacionalismo en tanto ideología del Estado-nación es una forma de imperia-
lismo. Si no que lo digan los pueblos indígenas o los afrodescendientes en América La-
tina y el Caribe, o cualquier pueblo que fuera sometido a un Estado-Nación en cualquier
lugar del mundo (los vascos, los catalanes y los gallegos en España; los irlandeses en
Gran Bretaña). Para mejor entender este tema ver Eric Hobsbawn (1991).
52 El más importante de ellos, el alemán, tuvo entre sus más eminentes fundadores a Karl
Marx y Federico Engels.
53 El East-End era para la época un barrio obrero de Londres.
126 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

social: para salvar de la funesta guerra a los cuarenta millones de


habitantes del Reino Unido, nosotros, los políticos coloniales, de-
bemos dominar nuevos territorios para, en ellos, colocar el exceso
de población, para encontrar nuevos mercados donde colocar los
productos de nuestras fábricas y de nuestras minas. El imperio,
siempre lo he dicho, es una cuestión de estómago. Si no quieren la
guerra civil, deben convertirse en imperialistas”. (C.Rhodes apud.
Lenin, 1947:102).

La historia demostró que no se trataba de la retórica o


la bravata de un político, aunque muchos de los que se creían
críticos del capitalismo afirmaran la misión civilizatoria que
el capital cumplía al penetrar en la India o en México. No son
pocos los textos que, aún hoy, creen en esa misión civilizatoria
aún después de tanta barbarie cometida en su nombre. El euro-
centrismo parece comandar corazones y mentes también entre
los pensadores críticos. No era la primera vez que diferentes
escalas territoriales se conformaban recíprocamente desde la
constitución del sistema-mundo moderno-colonial iniciado en
1492 (Wallerstein(b), 1998; Quijano, 2000). Desde aquel momento,
nuevos horizontes geográficos se mundializaban conformando
nuevas territorialidades. Lo local, lo nacional, lo regional y lo
mundial, fueron redefinidos en el mismo proceso en que las
relaciones sociales y de poder fueron constituyendo el mundo
moderno-colonial que nos conforma hoy. En este artículo se
pretende contribuir al análisis de este complejo proceso de
conformación de estas diferentes escalas territoriales que ca-
racterizan al orden mundial que ahí está, en crisis, a partir de
un lugar específico: el de los movimientos sociales de América
Latina y el Caribe que protagonizan nuevas geo-grafías54 en una
perspectiva emancipatoria.

El lugar de América en la constitución del sistema-mundo


moderno-colonial.

El Estado territorial, forma geográfico-política por excelen-


cia en el mundo moderno-colonial, tuvo su origen en los siglos
XIII y XIV en la península ibérica con la expulsión de los moros.
Son las monarquías territorialmente centralizadas de Portugal y
España las que, financiadas con capital genovés, buscaron nue-
vos caminos para el lucrativo comercio en Oriente superando
la derrota impuesta por los turcos en 1453 en Constantinopla.
El encuentro con el continente que vendría a llamarse América
cambia el destino del mundo. Este encuentro es, de hecho, el

54 Ver PORTO-GONÇALVES, Carlos Walter en De la Geografía a las geo-grafías: un mun-


do en busca de nuevas territorialidades. En CECEÑA, Ana Ester y SADER, Emir (Coord.)
La Guerra Infinita, Ed. Clacso, Buenos Aires, 2001.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 127

fenómeno capital de la constitución del mundo moderno que


así, desde el inicio, es colonial. A partir de allí, y sólo a partir de
allí, Europa pasará a conformarse como centro del mundo y, para
esa centralidad, América fue decisiva. Europa, hasta entonces
feudalizada en todas partes menos en la península ibérica, con
la conquista colonial del nuevo continente va a reunir una ri-
queza sin precedentes por medio del saqueo, de la servidumbre
indígena y de la esclavitud negra.
Observemos, por el significado actualísimo de esta historia
que continua habitando nuestros cuerpos y nuestros hábitats que,
mientras África y Asia son otros para Europa, América es parte
de su nuevo mundo. Este nuevo55 significa el primer fundante
silencio sobre lo que aquí había hasta porque no se reconoce
siquiera sus nombres propios56. El descubrimiento del nuevo
continente fue el encubrimiento de sus pueblos. Este nuevo
continente solamente mucho más tarde pasó a ser conocido
como América, toda vez que para los españoles no pasaba de
Indias Occidentales que, además, abarcaba las tierras y mares
que iban desde las islas caribeñas hasta las Filipinas (tierra de
Felipe) pasando por México. El nombre América, dicho sea de
paso, quedará restrito al mapa hecho en 1507 por Martin Wald-
seemüller (1475-1522) cuando al actualizar el mapa Mundi de
Ptolomeu observara que las referencias de localización de Amé-
rica Vespucio indicaban tierras hasta entonces desconocidas al
oeste del océano Atlántico. En homenaje a Américo, feminizó
su nombre al ser femeninos todos los continentes conocidos.
La conquista de América conforma el eurocentrismo. Aquí, en
América, tendremos las primeras ciudades racionalmente pla-
neadas, las ciudades de las letras de Ángel Rama. La racionalidad
entre nosotros es, desde el inicio, razón dominante, razón colo-
nial. El azúcar, principal mercancía manufacturada en los siglos
XVI y XVII, era producido en los más modernos ingenios hasta
entonces construidos y así, las primeras manufacturas no estaban
en Europa, sino en Brasil, en Cuba, en Haití57. La técnica de las

55 No olvidemos que este signo de nuevo sólo puede ser entendido cuando se lo ve en
perspectiva histórica, donde la tradición debe ser negada. Y la tradición, no olvidemos,
estaba en Oriente. Hasta entonces, tomar el camino cierto era orientar-se, ir hacia el
Oriente. El nuevo continente recién encontrado por los europeos fue designado por algo
que le era externo, Indias Occidentales, aunque tuviese nombres propios, como vimos
en Abya Yala (PORTO-GONÇALVES, 2008) y, así, Europa puede afirmar como su nuevo
continente, fuente de la riqueza que permitió su afirmación como centro del mundo. Ya allí,
en la primera moderno-colonialidad, el continente nuevo tenía un papel protagónico.
56 Ver PORTO-GONÇALVES, Carlos Walter Abya Yala, el des-cubrimiento de América en
www.otrosbicentenarios.org y del mismo autor Abya Yala en SADER, Emir et al Enciclo-
pedia Latinoamericana (ed. en español), Ed. Boitempo, 2008, São Paulo.
57 Hay toda una historia contada a partir de Europa que habla del paso de lo artesanal a la
manufactura y de esta a la maquino-factura, a la gran industria. Ella puede ser leída en El
Capital de Karl Marx sin ninguna referencia a estas primeras tecnologías modernas que
estaban aquí en América y no en Europa. La consideración de esta geografía, tal vez,
pueda contribuir a la crítica del tecnocentrismo eurocéntrico tan cultivado también entre
los críticos del capitalismo.
128 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

grandes monoculturas también tuvo por aquí gran expansión


y en tanto técnica, trae tras de sí, la dimensión colonial de su
creación58: hacer grandes monoculturas sólo tiene sentido si no
se produce para si mismo, sino como era el caso, para exportar.
Somos modernos hace 500 años!
El discurso eurocéntrico de la modernidad hizo que la
diferencia específica del nuevo continente, su colonialidad, se
diluyese. Este discurso no consigue ver la colonialidad que le
es constitutiva y, así, no ve la violencia, la opresión y la tragedia
que le son coetáneas. De este modo, se continúa ofreciendo la
modernidad para superar los problemas de la modernización
en un círculo vicioso que, más que como farsa, se reproduce
ampliamente como capital por medio de injusticias, devasta-
ciones y tragedias en este sistema-mundo moderno-colonial
que nos gobierna.
Para los que viven en el nuevo continente, el encuentro de
las diferencias es, diferentemente de los discursos posmodernos,
tensión, resistencias, tragedias y reinvención permanente de
la vida en circunstancias que exigen de cada uno de nosotros
actuar-pensar la modernidad por quien la siente como expul-
sado de la tierra, por quien no puede hablar su propia lengua
en su propio territorio y, al mismo tiempo, tiene que hablar la
lengua dominante con otro sentimiento porque la modernidad
llega con la mano santa de la iglesia o más recientemente con el
glifosato de la Monsanto. No olvidemos que el agronegocio de
la soya de hoy es tan moderno-colonial como lo fue antes el del
azúcar con sus ingenios.
La segunda modernidad (y su colonialidad específica)
posterior al siglo XVIII reubica la hegemonía aún más hacia el
norte. Ya no en la península ibérica sino en la Europa Nor-occi-
dental, sobre todo inglesa, francesa y holandesa. No más la visión
religiosa católica de los Reyes de España o de Portugal, sino la
visión histórica emancipatoria de la ciencia y de la técnica59. Ya
no el meridiano de Tordesillas, sino el de Greenwich y así, tal
como se marca el ganado para que se sepa quien es el dueño,
también se marca la Tierra con líneas imaginarias bien reales

58 Por más que una ideología tecnocéntrica atribuya a la técnica un dinamismo a partir
del cual todo gira, como se fuera algo que camina por sí mismo y determina las demás
esferas de la vida social, nuestro análisis nos permite afirmar que la técnica es una
creación social y, como tal, es siempre parte de las relaciones sociales y de poder. Para
profundizar en este tema leer BARTRA, Armando El Hombre de Hierro: los limites so-
ciales y ambientales del capital, Ed. Era, México, 2008 y PORTO-GONÇALVES, Carlos
Walter La Globalizacion de la naturaleza y la naturaleza de la globalizacion, Ed. Casa de
las Américas, La Habana, Cuba, 2008.
59 No menospreciemos la dimensión religiosa incluida en la ciencia y la técnica. La fe en
la Ciencia, en su contribución fundamental al progreso, es, como toda fe, religión y no
Ciencia. No es poco común escuchar decir que la Ciencia y la Técnica hacen milagros,
o escuchar hablar acerca del buen Físico o el buen matemático como si se tratara del
Papa de la Física o del Papa de la Matemática.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 129

para el destino de los pueblos y regiones. Los ingleses, franceses


y holandeses disputaron América y se hicieron presentes no sólo
en Canadá y los Estados Unidos, sino también en las Antillas y el
Caribe con importancia hacia Haití, que fue la más rica colonia
de Francia. En el Caribe y en las Antillas, además del español se
habla inglés, francés y holandés, que más que lenguas oficiales,
son lenguas dominantes puesto que fueron lenguas impuestas
a otras lenguas originales que son subalternizadas cuando no
fueron simplemente diezmadas. Además, en el Caribe surameri-
cano quedaron las marcas de Holanda en Surinam y de Francia
e Inglaterra en las Guyanas, luego de las frustradas tentativas de
ingleses, franceses y holandeses de tomar territorios a Portugal
en el Brasil (Río de Janeiro, Pernambuco, Maranhão, Amapá).
El antiguo colonialismo continua, aún hoy día, entre París y
Caiena, entre Londres y las Malvinas o Georgetown, para no
hablar de la situación sui generis de Estado Libre Asociado que
los Estados Unidos de América revistió su dominación colonial
en Porto Rico desde 1952.
Comenzaba Inglaterra su Revolución Industrial y Francia
su Revolución Política, marcos de la segunda modernidad (y
su colonialidad específica) y América introducía el 4 de julio de
1776, un componente nuevo en el mapa y en la política mun-
dial con la primera lucha de liberación nacional victoriosa: los
Estados Unidos de América (EUA). La revolución de aquellos
colonos fue una revolución contra el colonialismo de Estado.
A fin de cuentas, los colonos del May Flower habían forjado
sus vidas en Nueva Inglaterra o en Nueva York en rebeldía al
Estado inglés. El relativo suceso autónomo de esta colonización
del norte que vino a ser Estados Unidos de América estimuló
a la corona británica a cobrar tasas e impuestos, lo que llevó
a los colonos a rebelarse contra el Estado en la primera lucha
anticolonial victoriosa60.
La alianza entre el bloque histórico (Gramsci, 1977) del
Norte, formado por los colonos, pequeños y medianos industria-
les, agricultores y comerciantes, con el bloque histórico del Sur,
formado por los latifundistas esclavistas motocultivadores de
las plantaciones, conformaron las Trece Colonias que mantuvie-
ron en el interior del nuevo territorio la misma violencia racista
constitutiva del mundo moderno-colonial. Así, el 4 de julio de
1776 los EUA inauguran un territorio que es independiente,
pero, conformado a partir de una independencia sólo para los
blancos y para los propietarios individuales. Si los EUA van a
poder gozar a partir de 1776 de las prerrogativas de un Estado

60 Tal vez tengamos mucho que aprender con esta revolución, hasta para comprender
cómo de una revolución contra el Estado nace un Estado tan poderoso como el imperio
estadounidense actual.
130 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

soberano, tal como fue diseñado por el Tratado de Westfalia


de 1648, es preciso ver que este diseño del orden mundial, que
aún hoy sirve de base para las relaciones internacionales, fue
hecho por la pluma de las mentes de hombres de un mundo
en el auge del colonialismo y, por tanto, no pensado para nadie
en América, para nadie en África y para nadie en Asia (ver más
adelante lo que piensa Hegel de América y de África) ni para
los campesinos radicalizados que, en Inglaterra en 1648 exigían
igualdad (los levellers).
Considérese además, que cuando se da el primer Estado
Territorial Independiente fuera de Europa, en 1776, en Europa
el soberano aún era el Rey y no el pueblo o sea, estado territorial
sin pueblo, pero si súbditos. Atendamos, sin embargo, al hecho
que la emergencia de la soberanía del pueblo en la Revolución
Americana era la de un pueblo en el que los negros llegaron a
ser considerados como las 3/5 partes de un blanco para fines
electorales y los indios ni siquiera contaban como quiera que
fuese (Porto-Gonçalves, 2001 y Negri & Hardt, 2000). Aquí,
con la Revolución de la Independencia de los EUA en América
comienza a ganar cuerpo con la necesidad de afirmación de
la elite que comanda el proceso de independencia y afirma su
lugar geográfico de enunciación: americans es como los colonos
estadounidenses se afirman en contra de la Corona inglesa y
pasan a inventar histórica y socialmente a América. Las elites
criollas del resto del continente a partir de ese momento hablaron
cada vez más de América para afirmarse en contra de España
y también en contra de la Monarquía. Solamente a finales del
siglo XVIII e inicios del XIX América salta del mapa elaborado
en 1507 por Martin Waldseemüller hacia el mundo de lo social
y político como afirmación de las elites criollas61.
Que la libertad en el marco eurocéntrico no era extensiva
a los que no fuesen del género masculino, blancos y propietarios
individuales fue una realidad experimentada cruelmente por los
negros haitianos en 1804. Allí, en Haiti, se inauguraría una nueva
página, aún abierta, en la geografía política mundial, puesto que
se intentaba inscribir una doble emancipación que no sólo era
emanciparse de la metrópoli colonial, en este caso de Francia,
de quien, como vimos, Haití había sido la colonia más rica, sino
también, emanciparse de los señores, de los latifundistas blan-
cos. El temor hacia lo que venía de Haití, cuyo “mal ejemplo”,
según las palabras de Tomás Jefferson(1743-1826), debería quedar
confinado a la isla, aún hoy tiene valor una placa colocada en la
frontera con la vecina República Dominicana que alerta hacia el
paso mal dado del otro lado de la frontera. Aunque iluminado

61 Ver PORTO-GONÇALVES (2008).


Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 131

por las luces de la razón de París, Napoleón no titubeó al señalar


que se restableciese el estatuto colonial en Haití. La burguesía,
revolucionaria en Francia, no admitía que la libertad fuese más
allá del Trópico de Cáncer y mantuvo la esclavitud en Haití.
Toussaint Louverture (1843-1803), el líder haitiano murió en
las mazmorras de Paris, intentando obtener la libertad de los
esclavos en el marco de una Francia que además de europea
fuese también caribeña y, aunque no lo consiguió, demostró que
la única vía para los haitianos ser libres era independizarse de
Francia, lo que ocurrió en 1804.
Como nos enseña Hanna Arendt (1906-1975) en Sobre la
Revolución (Arendt, 1971), es en América donde se descubre
que la miseria no es un estado natural y que el destino de los
hombres puede ser transformado por ellos mismos. La idea
de revolución como agencia humana surge en América, sin
embargo, el modelo de revolución que ganará el mundo será el
europeo, más precisamente, el de la Revolución Francesa. Así,
es en América, más específicamente en los EUA, que el pueblo
se hace, por primera vez, soberano, pero es aún una soberanía
de los machos, de los blancos y sólo de los propietarios. Hay
una colonialidad atravesando esta descolonización que, así, es
parcial. En Haití, por el contrario, es el primer país del mundo
en declarar el fin de la esclavitud y su situación actual tal vez nos
enseñe mucho acerca del significado de estos principios cuando
son confinados a los marcos del eurocentrismo hegemónico en
los dos lados del Atlántico Norte.
Considérese además, que cuando América (EUA y Haití)
colocaban en la agenda política del mundo la descolonización,
aunque parcial en los EUA, los ingleses y los franceses comienzan
efectivamente a colonizar la India, China y el Norte de África.
Prestemos atención a lo que dice Hegel (1770-1831) sobre Amé-
rica y África, él que fue contemporáneo de todos estos aconte-
cimientos y uno de los más importantes pensadores europeos,
para que tengamos una idea del espíritu de la época y de cómo se
diseñaba una geografía imaginaria, más políticamente real del
mundo. Nos dice Hegel sobre América:

“El mundo se divide en el Viejo Mundo y el Nuevo Mundo. El


nombre de Nuevo Mundo proviene del hecho de que América (…)
no había sido conocida hasta hace poco tiempo para los europeos.
Pero no se crea que esta distinción es puramente externa. Aquí la
división es esencial. Este mundo es nuevo no sólo relativamente,
sino también absolutamente; y lo es con respecto a todas sus carac-
terísticas propias, físicas y políticas (…) el mar de las islas, que se
extiende entre América del Sur y Asia, revela cierta inmadurez en
lo que toca también a su origen (…) de América y su grado de civi-
lización, especialmente en México y el Perú, tenemos información
de su desarrollo, pero como una cultura enteramente particular,
132 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

que expira en el momento en que el espíritu se le aproxima (…) La


inferioridad de estos individuos, en todos los aspectos, es entera-
mente evidente”.

Hegel nos dice, además, que


“África es, en general, una tierra cerrada, siendo este su carácter
fundamental (…) Entre los negros es, en efecto, característico el
hecho de que su conciencia no haya llegado más allá de la intuición
de ninguna objetividad, como por ejemplo, Dios, la ley, en la cual
el hombre está en relación con su voluntad y tiene la intuición de
su esencia (…) es un hombre bruto. (…) Este modo de ser de los
africanos explica el por qué sea tan extraordinariamente fácil fana-
tizarlos. El reino del espíritu es entre ellos tan pobre y el espíritu
tan intenso…que una representación que se les inculque basta para
impulsarlos a no respetar nada, a destrozar todo…África…no tiene
propiamente una historia. Por eso abandonamos África para no
mencionarla jamás. No es parte del mundo histórico; no presenta un
movimiento en el desarrollo histórico…el que entendemos propia-
mente por África es algo aislado y sin historia, sumida por completo
en el espíritu natural, y que sólo puede mencionarse aquí en el
umbral de la historia universal” (Hegel cit. Dussel, 1995:15-17).

A juzgar por la acción política que siguió a la Revolución


de Haití, tanto por parte de los EUA, como vimos por las palabras
de Tomás Jefferson, como de la acción de los franceses, por las pa-
labras de Napoleón, la libertad, fraternidad e igualdad no valían
fuera del territorio francés o estadounidense. Dos Américas ya
medraban allí como enseñaría más tarde José Martí (1853-1896),
distinguiendo una y otra América, a Nuestra América.
Ya en 1803, un año antes de la Revolución haitiana, los
EUA adquieren de Francia un extenso territorio: Louisiana,
iniciando una nueva fase de su Destino Manifiesto con el ex-
pansionismo territorial que llegará hasta el Pacífico contra los
indígenas y contra México. Esta adquisición del nuevo territorio
a Francia refuerza la lucha anticolonial en contra de Inglaterra
y alimentará una idea que se hará cada vez más fuerte entre
los estadounidenses –“América para los americanos”-, ideal que
será compartido con otras elites criollas de América, como Si-
món Bolívar (1783-1830) y San Martín (1778-1850). Napoleón
(1769-1821), a partir de Francia, se da cuenta de lo que se estaba
diseñando y acuñó la expresión América Latina, para designar
los intereses franceses y disputar la hegemonía frente a las
revoluciones de independencia que, después de Haití en 1804,
se generalizan, aunque la herencia criolla insiste en tomar 1810,
con la Revolución de independencia de México, el inicio de los
procesos de independencia.
Inglaterra, que vino a ejercer la hegemonía geopolítica con
el descenso de la hegemonía ibérica, no la ejercerá solamente en
función de la poderosa armada que le permitirá el control de
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 133

los mares y del mundo, sino principalmente, porque ya tenía el


precedente de una burguesía que consiguió derrotar con la Re-
volución Gloriosa en 1688, a la gran revolución popular de 1648,
cuando los levellers reivindicabam, entre otras cosas, el voto uni-
versal, una sociedad de pequeños proprietarios y la defensa de
la igualdad de propiedad, en fin, postulabam igualdad política.
John Locke (1632-1704) se encargará de sistematizar en tanto filo-
sofia liberal, la derrota de los levellers que reivindicaban el drecho
de los campesinos a la propiedad, transformando los derechos
de estos hombres comunes a las condiciones naturales de vida
en derecho de los propietarios, en derecho de propiedad como
fundamento de la sociedad civil. Con John Locke la propiedad
está (con)sagrada por encima de los hombres y mujeres mortales.
La filosofia lockeana será alabada en los Estados Unidos hasta
porque legitimaba la guerra justa contra los que se colocaban
en contra del derecho natural que, para Locke, era la propiedad
privada individual buscando la acumulación y, consagraba
derechos de esclavizar y tomar las tierras, y todo lo que ella
comporta, de los que, para él, estaban en contra de este derecho
(entiéndase, los negros y los pueblos originarios) (Hinkelammert,
2006)62. Así, los Estados Unidos de América conseguió que los
pequeños y medianos propietarios del Norte conviviesen, armó-
nica y lockeanamente, con los latifundistas esclavistas del sur
y con la expropriación generalizada de los Sioux, Pieles Rojas y
tantos otros pueblos, que además serían satanizados en pleno
siglo XX por la cinematografía de Hollywood.
Poco a poco se verá que estas elites blancas/criollas y
eurocéntricas que se miran en el progreso europeo no hablan
de la misma cosa. El argentino Juan Bautista Alberdi (1810-1884)
afirmaría orgullosamente que “podríamos definir a la América
civilizada diciendo que, es Europa establecida en América. No-
sotros, los que nos llamamos americanos, no somos otra cosa
que europeos nacidos en América” (Alberdi apud Zea, 1976:
102 y segs.). No obstante haber recibido Simón Bolívar armas de
Toussant de L’Overture en su breve exilio en Haití, así como el
consejo para que liberase a los esclavos, la esclavitud permaneció
en los estados independientes que nacieron bajo su comando.
En los albores de la segunda moderno-colonialidad, el
nuevo continente se renombra mientras que, en el mismo mo-
vimiento, constituye múltiples territorios con nombres propios,
como más tarde Simón Bolívar distinguió la Patria Grande: Amé-
rica, de las patrias chicas, los diversos estados territoriales que
nacieron. El nuevo continente en mucho contribuyó a la debacle

62 HINKELAMMERT, Franz J. 2006, El Sujeto y la ley: el retorno del sujeto reprimido. Edito-
rial Caminos, La Habana, Cuba.
134 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

del ancien regime y sus monarquías conservadoras al debilitar


los antiguos imperios ibéricos con sus luchas emancipatorias,
aunque a medias, como vimos.
Con la única excepción de Brasil, las monarquías fueron
rechazadas de este lado del del Atlántico en nombre de la Re-
pública y hasta Haiti, instituyó la libertad para todos los ciuda-
danos, aboliendo la esclavitud. La Revolución Francesa de 1789
vino a redimir en nombre del ciudadano, aunque sólo en parte,
la defensa exacerbada de la propiedad privada por parte de
John Locke, en verdad, la defensa de la propiedad desconectada
del trabajo y de la necesidad en función de una propiedad en
función de la acumulación, mantuvo el derecho a la propiedad
individual como un derecho primordial (Hinkelammert, 2006).
La fuerte presencia de los sans cullottes y la reforma agraria in-
dican el carácter popular subyacente a esta Revolución, pero su
carácter burgués impidió que la libertad de los esclavos llegase
al territorio francés de ultramar: Haití, lo que nos da cuenta de
la sobre-vivencia de la colonialidad en la segunda moderno-
colonialidad que se está iniciando. Esta historia de larga duración
nos habita aquí y ahora, en fin, es actual.
El cuadro geopolítico mundial se queda más complejo
cuando las elites criollas iniciaron los procesos de independen-
cia que cambiaron el mapa político del mundo trayendo, por
primera vez, estados territoriales no imperiales y que fueron,
exactamente por eso, blanco de disputa por la hegemonía como
se ve con las acciones expansionistas estadounidenses que, en
nombre de una “América para los americanos”, buscaba ejercer
la hegemonía sobre América que se consideraba independiente
y, ya Napoleón inventaba una América Latina que, no sólo se
contraponía de un tirón a las acciones inglesas en el Caribe,
en América Central y en Canadá, sino también en contra de la
América Anglo-sajona del imperio estadounidense naciente.
Observemos, sin embargo, que el espíritu imperial no sólo
está presente en los nuevos estados, como se ve claramente en
los Estados Unidos, sino también que esta dimensión imperial
forja al mismo tiempo un colonialismo interno, como más tarde,
Pablo González Casanova destacaría y los pueblos originarios
y los cimarrones y quilombolas verían colocar abiertamente en
pauta en sus luchas por la afirmación territorial demostrando
que al interior de un mismo estado territorial existen múltiples
territorialidades. Negarlas ha sido una de las más profundas
características del colonialismo interno, herencia imperial euro-
céntrica63.

63 Este carácter imperial eurocéntrico se remonta al Imperio Romano y llamar Renacimien-


to el período europeo contemporáneo de la invasión/conquista de América es uno de los
indicadores de esta actualización imperial, o sea, una historia de larguísima duración
que actúa, y, así, actual.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 135

Observadas bajo la mirada subalterna desde América


Latina y el Caribe la nueva configuración geopolítica de la se-
gunda modernidad se conforma sobre los pilares de la primera.
Finalmente, con el desplazamiento de la hegemonía política de
la península ibérica hacia la Europa Norte Occidental, la lengua
dominante que será impuesta por las elites criollas al sur del Río
Grande, sea el castellano o sea el portugués, siendo lenguas de los
imperios decadentes de la primera modernidad, serán por tanto,
lenguas subalternas en la nueva geografía política que, sabemos,
habla inglés. El Destino Manifiesto de los estadounidenses se
ampliará en 1847-48 con la anexión de las tierras de Colorado,
Nuevo México, Texas, Utah y Arizona que, en sus propios nom-
bres, llevan las marcas de la territorialidad indígena.
Con la constitución territorial de los Estados Unidos de
América como un estado que va del Atlántico al Pacífico, el
control de América Central se torna una verdadera obsesión
geopolítica para el Imperio. Al final, ¿cómo hacer para que su
marina de guerra se desplace del Atlántico hacia el Pacífico en
caso de una guerra? La apertura de un canal era, para los Estados
Unidos, algo más que el control de una vía importantísima para
el comercio internacional que no paró de crecer a lo largo del
siglo XIX. Para los Estados Unidos de América la creación de
un posible canal bajo su control es, también y sobre todo, una
cuestión de seguridad nacional. La balcanización de América
Central y el significado de la expresión La Embajada indican el
tormento político que se abatirá sobre la región y sus pueblos
por la alianza siempre frágil entre los terratenientes locales y el
imperialismo estadounidense por mantener bajo control la gran
masa campesina e indígena y, más tarde, de los desruralizados
y suburbanizados que, cada vez más se reterritorializan en con-
diciones precarias en las periferias de las ciudades.
El siglo XIX revelará, por tanto, que la América para los
americanos de Simón Bolívar y San Martín no era la misma
América para los americanos de la doctrina Monroe de los EUA
(1823). Cuando los navíos ingleses a fines del siglo XIX cercan
a Caracas exigiendo el pago de una deuda, los EUA apoyan, no
a Venezuela, sino a Inglaterra64. Si para Bolívar, Panamá podía
ser un paso de integración de las Américas, para los EUA el
control de un posible canal era estratégico para realizar su Des-
tino Manifiesto. Panamá, en 1903, sería tomado a Colombia tal
como Nuevo México, Texas, Utah y Arizona fueron tomados a
los pueblos indígenas del actual México.
La violencia entre las dos Américas se afirma más allá de
las elites eurocéntricas, tanto al norte como al sur de América.

64 Lo mismo haría en la Guerra de Las Malvinas, pretejiendo a los argentinos una vez más,
a favor de los ingleses.
136 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Tienen aún los indígenas, los campesinos, los afrodescendientes,


el indigenato65 (Ribeiro, 1986), los blancos pobres que tienen en
Toussat de L’Overture, en José Martí, en Zumbi de los Palmares
(?-1695), en Sepé Tiaraju (Guaraní) (?-1756), en Tupac Katari
(Bolivia) (1750-1781), en Emiliano Zapata (1879-1919) y en tantas
y tantos otros y otras que señalan hacia la doble emancipación
que se ubica en el horizonte de estos pueblos, aún hoy.
Desde 1492 que aquí, en este espacio que vino a llamarse
América Latina y el Caribe, conviven diferentes temporalida-
des por medio de relaciones fundadas en la opresión, en el
preconcepto y en la explotación. El hibridismo es poco para
caracterizar lo que aquí pasó y pasa. El segundo momento de
nuestra formación social, que nos legó a los Estados Territoria-
les Independientes, preservó la colonialidad del primero. El
gamonalismo, el coronelismo, el caudillismo, el patrimonialis-
mo, el clientelismo, el fisiologismo y, ya con la urbanización, el
populismo, conformaron relaciones en la lógica del favor66, que
predominó por encima de la lógica de los derechos, sobre todo con
relación a los derechos colectivos y sociales, cuyas luchas fueron
consideradas “casos de policía” y no de política. El salvadoreño
Farabundo Martí (1853-1932) y el nicaragüense Augusto Cesar
Sandino (1895-1934) pagaron con sus propias vidas el intento de,
junto a los campesinos, romper el bloqueo histórico oligárquico
y su alianza con el imperialismo yanqui buscando realizar la
doble emancipación ya aludida.
La exacerbación de los nacionalismos coloniales67 en los
años 50 y 60 en Asia y en África, nos daría en América a Domingo
Perón, Getúlio Vargas, Jacobo Arbenz, la Revolución boliviana
de 1952 y, en Cuba, en 1959, una nueva ‘revolución imposible’. A
partir de allí, el espectro de un nuevo haitianismo, el comunismo,
comenzó a quitarle el sueño a las oligarquías.
Son enormes las contradicciones vividas en los estados co-
loniales latinoamericanos y caribeños, puesto que los principios
liberales se mantienen solamente hacia fuera de sus fronteras –el
exclusivo colonial fue sustituido por la moneda exclusiva, sea
la libra esterlina sea el dólar del libre (¿?) comercio- y, dentro, la
propiedad privada, sobre todo de la tierra, permanece concen-

65 Indigenato es un neologismo creado por Darci Ribeiro para dar cuenta de la formación
de un grupo social muy específico de nuestra América. Ribeiro construyó la categoría
indigenato a partir de lo indígena y el campesinado, queriendo con esto referirse a la
formación de un campesinado etnicamente diferenciado. Tiene el mismo sentido que la
expresión campesíndios del sociólogo mexicano Armando Bartra.
66 Tal vez, pudiera decirse que, más que la búsqueda de la institucionalización del conflic-
to por medio de la norma escrita (el derecho), tendríamos la cordialidad, tal como fue
formulada por Sergio Buarque de Holanda. Según Holanda, esta cordialidad deriva del
latín cordis, corazón, y así, está marcada por los impulsos, para bien o para mal. La
cordialidad no es, necesariamente, afectividad o afabilidad.
67 Estos nacionalismos coloniales, dicho sea de paso, se siguieron exacerbando del nacio-
nalismo imperialista que llevó al mundo a dos guerras.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 137

trada. Al sur del Río Bravo, frontera mexicano-estadounidense,


el liberalismo se mostrará como farsa hasta porque los liberales
de aquí invocan no la propiedad de los que trabajan la tierra, tal
como el Homestead Act consagrara en los Estados Unidos19, sino
la gran propiedad latifundista. El liberalismo entre nosotros es
conservador, cuando no abiertamente reaccionario.
Los años 60 y ya bajo los efectos de la Revolución cubana,
hicieron oscilar, ora hacia la derecha ora hacia la izquierda, el
péndulo de nuestro movido cuadro político, en el fondo, por
estas luchas sociales señaladas. De allí surgieron diferentes
movimientos guerrilleros, desde el Che Guevara (1928-1967)
a las FARC68, pasando por gobiernos nacionalistas con fuertes
coloraciones de izquierda (nacionalización de los recursos na-
turales, reforma agraria), culminando con la verdadera prueba
de la democracia liberal entre nosotros en 1971 en el Chile de
Salvador Allende. Las dictaduras militares de derecha, en gran
parte apoyadas por los EUA, que ya habían ensayado contra el
nuevo haitianismo cubano por lo menos desde 1964 en Brasil,
iniciaron en 1976, la primera experiencia neoliberal de que se
tenga noticia bajo la masacre del experimento democrático y
socialista de Chile por Augusto Pinochet iniciado en 1973. Es
sintomático que la primera experiencia neoliberal se hiciera en
contra de un ensayo socialista y democrático.
Una vez más, es en América Latina que se conforma un
nuevo orden geopolítico mundial que, luego, bajo Ronald Rea-
gan y Margareth Thatcher, conformará el orden neoliberal que,
con el supra-nacionalismo constitucionalista69 (Estrada, 2005)
des-ubica gran parte del poder de los estados territoriales. En
América Latina y en el Caribe esta reestructuración del Estado
significó nuevas relaciones con/contra a las clases dominantes
tradiciones en un nuevo cuadro político. En él, las relaciones
tradicionales de dominación históricamente tejidas por la elite
criolla con/contra los pueblos originarios, los indigenatos, los
campesinos, los afrodescendientes y los asalariados públicos y
privados comienzan a ser diluidas y, puesto que la preocupación
por la inserción en la economía global es mayor que la preocu-
pación por la integración social interna –como de cierta forma,

68 Observemos los muchos grupos y movimientos que se denominaban de liberación na-


cional: Ejército de Liberación Nacional, con importancia para Guatemala y Colombia; la
ALN –Alianza Libertadora Nacional- en Brasil; el Frente Sandinista de Liberación Na-
cional, en Nicaragua; el Ejército Zapatista de Liberación Nacional que, bajo una nueva
hoy forma se denomina zapatismo. Registramos aún, el Frente Popular de Liberación,
de Camilo Torres; el M19 y las actuales Farc –Fuerzas Armadas Revolucionarias de
Colombia-; los Montoneros y el ERP –Ejército Revolucionario Popular- argentinos; los
Tupamaros (Uruguay); Sendero Luminoso (Perú); el Movimiento de Izquierda Revolucio-
naria –MIR- chileno, entre otros.
69 América Latina y el Caribe por instituciones sólo formalmente multilaterales como el FMI
y el Banco Mundial. Dichas reformas son iguales en todos los países independiente-
mente de sus especificidades, sobre todo, a partir de la trágica experiencia chilena.
138 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

se colocaba en los años 60 y 70 bajo la fuerte presencia de los


movimientos populares-, comienzan a emerger como nuevos
viejos protagonistas que estuvieron invisibilizados y sometidos
a aquellas relaciones sociales y de poder tradicionales.
Aníbal Quijano caracterizó las independencias de los
países de América diciendo que entre nosotros el fin del colonia-
lismo no significó el fin de la colonialidad. Es Quijano (Quijano,
2000) quien nos remite a Mariátegui (Mariátegui, 1996) que, en
los años 20 del siglo pasado, ya nos llamara la atención hacia el
significado de la lucha indígena para los movimientos emanci-
patorios en América. Pero, más allá de estos intelectuales y de
aquellos protagonistas de las luchas en pro de la doble emanci-
pación, es preciso que nos remitamos a su expresión actual en el
zapatismo, en el MST, el indigenato, en los afrodescendientes, en
los indígenas, en los piqueteros, en los rappers que reescriben hoy
la historia de la moderno-colonialidad y de la racialidad a partir
de un lugar subalterno. He aquí que las nuevas territorialidades
con valores emancipatorios pueden ser encontradas.
No olvidemos que, aún recientemente, en 2003, fue en
una isla de los Azores portugués que los primeros mandata-
rios de los EUA, Inglaterra, España y Portugal se reunieron
para decidir los detalles finales de la invasión del Irak, luego
de muchas tentativas del gobierno estadounidense, inclusive
con informaciones mentirosas, para convencer a la ONU de
apoyar la invasión y después de la más amplia manifestación
anti-guerra jamás vista en el mundo, cuando más de 60 millones
de personas fueron a las calles en Europa, Asia, América Latina
y en el mismo Nueva York. Los geógrafos, como yo, tenemos
esta extraña manía de pensar que los lugares no son ajenos a
los hechos que los hacen en tanto lugares. Estaban reunidos
allí en los Azores los próceres de la primera modernidad, Por-
tugal y España, además de Inglaterra y EUA, por la segunda
modernidad. Las islas Azores son parte del archipiélago que
el Papa tomó como referencia para dividir el mundo con el
tratado de Tordesillas en 1493, consagrando con su autoridad
religiosa la conquista de América. Dios bendijo la conquista de
América. La principal potencia hegemónica de hoy, los EUA,
acompañado de Inglaterra, potencia hegemónica de los ocho-
cientos y por Portugal y España, potencias hegemónicas de la
primera modernidad, estaban allí haciendo actuar la geopolítica
inscrita en el sistema-mundo moderno-colonial desde 1492.
Así, las Azores ligándose a Bagdad (y a Kabul) nos muestran
cómo Constantinopla continúa actuando en la conforma-
ción geopolítica del mundo moderno-colonial. Hay, hoy, una
América que con toda su fuerza, se afirma como centro de
un polo hegemónico que cada vez más, se pretende Atlántico
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 139

Norte70. Hay, sin embargo, una otra América, la Nuestra Amé-


rica, que une a todas y todos los que se ven en la perspectiva
subalterna de este sistema-mundo moderno-colonial. He allí el
telón de fondo que subyace a las tensiones de territorialidades
que hoy nos conforman.

De la invención del territorio: breve digresión teórico-polí-


tica.

Hay una batalla por la descolonización del pensamiento


que la recuperación del concepto de territorio, tal vez, pueda
contribuir. Abajo las fronteras; el capital no tiene patria, im-
perialismo (o ¿imperio?), nacionalismo, socialismo en un solo
país, internacionalismo proletario, proletarios de todo el mun-
do, uníos, crisis del Estado, son expresiones que nos indican
la importancia del territorio y de las nuevas territorialidades.
Sin embargo, el rechazo a pensar el territorio más allá de la vi-
sión eurocéntrica, profundamente impregnada por el Derecho
Romano71 y su legitimación del derecho de propiedad (mejor
sería decir, de los propietarios), ha sido persistente. Tal visión,
con su principio de soberanía mutuamente excluyente, ha sido
consagrada en el Tratado de Westfalia (1648) e así las reflexiones
acerca del territorio quedaron restringidas al derecho positivo (y
al positivismo) y así, sin negatividad histórica. Hasta el mismo
Hegel consideraba el territorio como una base sobre la cual se
erige el Estado y, de este modo, como algo que es externo a las
formaciones sociales, naturalizándolo.
De esta forma la territorialidad inventada por los portu-
gueses y españoles consiguió imponerse en el mundo, sobre
todo después de 1648, sin siquiera darnos cuenta de que los
territorios no son substancias ahistóricas y que son siempre
inventados y, como tales, realizan concretamente los sujetos
históricos que los instituyen. Por lo tanto, hay que considerar al
territorio y sus sujetos instituyentes y así, es fundamental que
desnaturalicemos este concepto.
El Estado territorial, en tanto espacio que reúne bajo
un mismo centro, la capital, diversos lugares, conforma un
containner de poder (Anthony Giddens) por medio de pactos
político-territoriales entre bloques históricos de regiones distin-
tas (Gramsci, 1977). Ya lo vimos en el caso de los EUA. Antonio
Gramsci en La cuestión meridional nos ofrece una excelente clave
analítica para comprender la conformación de los Estados

70 Otan – Organização do Tratado do Atlântico Norte – por exemplo.


71 O por la lectura selectiva del Derecho Romano por parte del Código Civil napoleónico,
conforme a María Mercedes Maldonado. (Maldonado, 2004a).
140 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Territoriales por medio de sus protagonistas. Así, cada Estado


Territorial comporta no sólo un espacio delimitado por fronte-
ras externas, sino también, por relaciones sociales y de poder
internas que se constituyen por medio de pactos y alianzas, los
“bloques históricos” (y geográficos)72. Estos ‘bloques histórico-
geográficos’ son conformados a partir de relaciones sociales y de
poder asimétricas que refractan, tal como si fuesen fractales, en
otras escalas las relaciones sociales y de poder que los constitu-
yen (Ver también Porto-Gonçalves, 2001b). En un mismo estado
territorial, los diversos bloques histórico-geográficos conforman
relaciones de poder asimétricas, hasta cuando nombran/auto-
nombran73 como regionales los bloques histórico-geográficos
subordinados74.
Antes de entrar en el análisis de las perspectivas territoria-
les contradictorias en curso en América Latina, ofrezco al lector,
aunque a manera de ilustración, una brevísima apreciación de
dos formaciones territoriales latino-americanas, la del Brasil y
la de Colombia, que nos ayudarán a comprender el carácter
instituyente de la formación de los territorios.

1. Brasil: un gigante instituido por un pacto


político-territorial conservador

Un mapa del Brasil del ocho de septiembre de 1822,


esto es, un mapa hecho un día después de la independencia,

72 También Gramsci ve el bloque histórico y se olvida del carácter geográfico que, sin em-
bargo, está tan en el centro de su análisis que denomina los dos bloques históricos que
van a conformar el estado territorial italiano como “Norte” y como “Sur”.
73 El excelente libro, La Invención del Nordeste de Durval Muniz de Albuquerque Ju-
nior, nos muestra cómo la región Nordeste brasilera es una invención, en las circunstan-
cias históricas del inicio del siglo XX, de las oligarquías del sertão semi-árido algodone-
ro-pecuarista y de la zona de la Mata canavieira a partir del momento, final del siglo XIX
e inicios del XX, en que ocurre el desplazamiento del polo geopolítico y económico hacia
el sudeste del país, con el avance del café y el inicio de la industrialización reconfiguran-
do las relaciones de poder. Aquellas oligarquías tradicionales comienzan a invocar una
regionalidad que, hasta entonces no existía. Según el autor, en ningún pronunciamiento
político de diputados y senadores a lo largo de todo el siglo XIX fue invocada la palabra
Nordeste. Que la existencia del Nordeste sea una invención política datada prueba la in-
existencia de los otros puntos colaterales nombrando otras regiones, como el Noroeste
o el Sudoeste del Brasil, puesto que nadie invocó políticamente estas regiones.
74 Por ejemplo, en Brasil existen nordestinos, nortistas y suristas en tanto nombres que se
atribuyen a los que nacen en las regiones Nordeste, Norte y Sur del país y no se usa la
expresión sudestino para designar a los que nacem en el Sudeste del país donde, hoy,
se concentra el poder económico y simbólico del país, inclusive los principales centros
de comunicación. Por ser el centro y, como tal, el Sudeste brasilero no se ve como
región. Región es como si fuese parte de un todo, por ejemplo, de región frontal del cere-
bro. Lo regional, así, nunca es lo nacional y, si, parte de él y sólo habla en tanto tal. Por
eso, en el Brasil no hay sudestinos: el centro de poder no es parte y, si, el propio todo,
inclusive el poder de nombrar a la parte como tal. Lo mismo puede ser visto en el caso
de las direcciones de email donde cada país se ve obligado a colocar su sigla luego del
punto final: .br para Brasil; .ve para Venezuela; .cu para Cuba; .fr para Francia y así para
cada uno. Sólo los Estados Unidos de América no están obligados a usar .us. En este
caso, cada país es obligado a verse como parte (región) y, más que eso, es obligado
a colocarse como tal por las reglas establecidas por el centro. Ver Porto-Gonçalves,
2006 in Lander, 2006.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 141

revelaría que la actual región amazónica, cerca de 54% del


territorio brasilero, no quedaba independiente junto con Brasil
permaneciendo ligada a Portugal. Solamente un año después,
en 1823, los luso-amazónicos de Belém, capital de la entonces
Provincia del Gran-Pará que corresponde a la actual Amazonía,
se desligarían de Portugal y se anexarían a Brasil mostrando, con
ello, la formación del mayor estado territorial entre los latino-
americanos y caribeños. Una de las razones que llevaron a los
luso-amazónicos a adherirse a Río de Janeiro, entonces capital
del Brasil, fue el hecho de temer el fin de la esclavitud que la
Revolución Liberal de Porto (1820) amenazaba extinguir. Así, la
adhesión de la Amazonia al Brasil se hizo teniendo en cuenta el
mantenimiento de la esclavitud. El aumento de la explotación
sobre las poblaciones indígenas, negras y de blancos pobres en
la Amazonia que siguió a esa adhesión al Brasil, estuvo entre las
razones de la mayor rebelión popular de la historia del Brasil – la
Revolución de los Cabaños (1835 a 1839) – y que fue sofocada a
costa de muchas vidas de cabaños75. Recuérdese que la esclavitud
y el latifundio fueron los dos pilares que sustentaron la alianza
entre las diferentes oligarquías provinciales de las diferentes
regiones del Brasil, en un pacto político-territorial que mantu-
vo la unidad del país. En fin, en Brasil la unidad territorial fue
conformada por medio del pacto de las oligarquías en torno a
un monarca y de una burocracia esclarecida de gestores estatales
con formación académica en Coimbra, (Carvalho, 1996) y se hizo
contra los ‘de abajo’ al mantener el latifundio y la esclavitud. La
Monarquía del Imperio sabía agenciar tropas militares en el sur
del país siempre que las oligarquías esclavistas y/o latifundistas
de alguna provincia regional del Norte estuviesen bajo amenaza
de alguna rebelión popular o cuando alguna provincia del sur
estuviese bajo las mismas amenazas movilizaban fuerzas arma-
das del Norte, cuando no mercenarios europeos que pudiesen
ayudar a mantener manu militari la unidad territorial. Así como
los revolucionarios haitianos tuvieron que pagar literalmente
por cada esclavo liberto, Brasil también nacerá bajo el manto
de la deuda externa. En Brasil, el miedo al haitianismo será el
mismo de las demás elites criollas da América, al que se suma
el miedo a la República. Como vemos, la Monarquía no sólo
preservó la unidad territorial del antiguo Virreinato del Brasil
como un amplio territorio unificando la antigua provincia que
abarcaba gran parte de la actual Amazonia, manteniendo los in-
tereses primordiales de las oligarquías provinciales (regionales)
en torno a la esclavitud y el latifundio.
Brasil será, entre todos los nuevos países independientes

75 Cabaño deriva de cabaña que significa habitación pobre, lo que muestra bien la idea de
quiénes eran los cabaños.
142 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

de la primera mitad del siglo XIX en América, el único que se


reivindicará como un Imperio y se hará en torno de una Mo-
narquía. Fue un miembro de la familia real portuguesa quien
proclamó la independencia asumiendo la deuda de la antigua
metrópoli portuguesa con Inglaterra. Una mentalidad colonial
ganará cuerpo entre las oligarquías brasileras, entre otras razo-
nes, por el hecho de haber vivido Brasil la situación sui generis
de haber visto trasladar la sede de la metrópolis colonial hacia
la colonia con la transmigración de la familia real para el Brasil,
en 1808. Hasta se invadió a Caiena a partir del Pará de donde
los luso-brasileros expropiaron gran parte de las especies del
Jardín Botánico de la Guyana francesa. Si, de un modo general,
podemos afirmar que hay mucho de continuidad histórica co-
lonial en la discontinuidad de los procesos de independencia
de América Latina, en Brasil las continuidades son mucho más
significativas que las discontinuidades.
En el resto de América Latina, al contrario, la balcaniza-
ción prevaleció mostrando que diversos países nuevos se consti-
tuían, manteniendo, sin embargo, la misma base en la oligarquía
latifundista y en la esclavitud, con la excepción de Haití.

2. Colombia: la difícil unidad territorial

Tal vez, Colombia exprese mejor que cualquier otro país el


significado de territorio, hasta porque allí, la tensión de territo-
rialidades está puesta de modo abierto en tanto guerra civil. La
imbricación de lo local, regional, nacional con lo internacional se
da allí de modo inestable, porque ninguna de las fuerzas sociales
y políticas en conflicto consiguen establecer cualquier forma
de hegemonía o, así mismo, de alguna coerción mínimamente
aceptable que pueda conformar un territorio en tanto abrigo, a
no ser en las restringidas áreas bajo control de cada cual pero
que, sin embargo, permanecen en tensión. La geografía física
coloca a los colombianos desafíos políticos importantes en la
conformación de una unidad territorial, toda vez que su carácter
caribeño, pacífico y amazónico entrecortado por la cordillera
de los Andes y sus valles longitudinales. Solamente un bloque
histórico muy sólido que se proponga un proyecto nacional
sería capaz de forjar tal unidad territorial. Ya en otros períodos
los colombianos vieron su territorio amputado por ingerencia
clara del imperio estadounidense. Allí, las fuerzas políticas
colombianas se dividieron algunas apoyando mientras otras
se negaban a la apertura del canal de Panamá bajo presión de
empresas y del estado norte-americanos. Al mismo tiempo, las
históricas luchas campesinas en el país jamás dejaron de luchar
por la democratización del acceso a la tierra y, así, impedían
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 143

que la hegemonía se hiciera en torno al latifundio. Contra esto,


las oligarquías liberales y conservadoras llegaron, igualmente,
a forjar un pacto entre si de turnarse en el gobierno76.
La historia registra que la violencia siempre estuvo es-
tructurando a los estados territoriales en las más diversas regio-
nes del mundo, sin excepción77. Europa, por ejemplo, registra
guerras de todo tipo y es un sub-continente78 extremadamente
fragmentado territorialmente. El callejón sin salida en la forma-
ción del estado territorial colombiano se coloca, hoy, como un
desafío a la formación de una territorialidad fundada en valores
democráticos con respeto a la diferencia y a la igualdad. Hay,
hoy, recursos de nuevo tipo a la disposición de las poblaciones
subalternizadas que no estaban disponibles cuando la forma-
ción de los demás estados lo que, sin embargo, no ha impedido
violencias y masacres, pero, con certeza, han deslegitimado a
aquellos que las protagonizan79.
Tal vez, el fenómeno que mejor demuestra la tensión de
territorialidades en Colombia sea el de los desplazados. Los despla-
zados constituyen una nueva categoría, diferente de refugiado y de
migrante, toda vez que son aquella(o)s que perdieron el derecho
a la plaza que, pensada en el mismo sentido de la polis griega, nos
indica que, en el fondo, lo que está pasando con la militarización
del conflicto social es el fin de la propia polis, en fin, de la política.
Así, desplazado es des-politizado. Es del sin-territorio que esta-
mos hablando, y no del sin-tierra. Una población completamente
desterritorializada, entre 3 y 8 millones de personas, de 8% a 20%
de la población total del país, según las diferentes fuentes, vive
refugiada en espacios provisorios con la esperanza de regresar a
los lugares que, involuntariamente, se vieron obligados a aban-
donar, en gran parte, en función de los conflictos armados80.

76 Frente a esto, no quedó alternativa a las fuerzas políticas liberales más a la izquierda y a
la propia izquierda que organizar políticamente la resistencia histórica del campesinado
bajo la forma de lucha armada. Las FARCs se forman a partir de esta alianza entre
comunistas y liberales de izquierda. La legitimidad de esta resistencia lo demuestra la
propia permanencia de las FARCs y del ELN, aunque hoy, el apoyo que, en algún sen-
tido, estos grupos obtienen, sea mucho más local o regional que nacional.
77 La situación vivida en Irak y en Afganistán llega a ser didáctica al demostrar las dificul-
tades de los pactos territoriales y la conformación de cualquier unidad territorial. Allí,
ningún grupo o clase social y/o etnia consigue ejercer la hegemonía ni, tampoco, la
coerción que, casi siempre, antecede el ejercicio de la persuasión (hegemonía, según
Gramsci, es coerción + persuasión).
78 En nombre del rigor científico me rehuso a llamar a Europa continente. Solamente el eu-
rocentrismo consigue este milagro de transformar las varias penínsulas que emanan de
Asia – las penínsulas escandinava, ibérica, itálica y balcánica – en un continente. Europa
no pasa de ser un subcontinente que se proyecta desde Asia hasta el Atlántico.
79 Una vez más los casos de Afganistán y de Irak pueden ayudarnos, cuando vemos a
los kurdos y otras etnias territorializadas sufrir violencias difundidas mundialmente por
los medios de comunicación hegemónicos o por la internet, lo que no estaba presente
cuando la formación de estados territoriales en otros períodos históricos. El ejercicio de
la violencia implica hoy otras negociaciones.
80 Hay, también, un número expresivo de desplazados por otras razones inmediatas, como
los terremotos, inundaciones, deslizamientos de tierras y otras catástrofes socio-natu-
rales.
144 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

En octubre de 2004 pudimos presenciar en Bogotá el triste


espectáculo de vehículos militares del ejército protegiendo los
carros de las familias que iban a pasar el fin de semana en los
alrededores de la ciudad, esto mismo nos muestra un poco del
significado de esta desterritorialización. En fin, en Colombia
los territorios son mutuamente excluyentes y fuertemente mar-
cados por la lucha de clases, donde la cuestión agraria cumple
un papel central en el contexto de las particularidades de la
historia política del país. Más, recientemente, viene creciendo
en el país el paramilitarismo, fenómeno en gran parte asociado
al crecimiento de una narcoburguesía que, en los años 80 y 90,
sobre todo, estuvo disputando el poder con/contra la tradicional
oligarquía cafetera y al campesinado.
La dificultad para el ejercicio de la hegemonía por parte
de las oligarquías colombianas se tornó aún más explícita al
recurrir a la presencia militar estadounidense a través del Plan
Colombia. Todo indica que el callejón sin salida aún puede
sobrevivir muchos años, a juzgar por el destino de las fuerzas
políticas que abandonaron la lucha armada, como el M-19 y el
Ejército Popular de Liberación, cuyos militantes fueron, casi en su
totalidad, simplemente diezmados cuando abandonaron la po-
lítica clandestina y pasaron a la vida política legal. La presencia
militar estadounidense en Colombia sólo torna más compleja la
cuestión en la medida que involucra una conflictividad en gran
parte conformada internacionalmente, como la del narcotráfico,
en una conflictividad histórica nacional, forjada en la profunda
desigualdad social y racial del país, donde la cuestión de la
reforma agraria tiene centralidad, ahora resignificada en tanto
lucha por territorios reivindicados por los pueblos originarios
y afrodescendientes. Es preciso tomar en cuenta la multiterri-
torialidad implicada en el debate de la coca y de la cocaína, con
sus múltiples dimensiones histórico-culturales81, económicas82,

81 La coca, antes de ser materia prima para alucinógenos, es objeto milenario de culto
religioso que, en el caso de Colombia, habla respecto solamente a los indígenas del
sur del país, en la frontera con Ecuador, puesto que en las demás regiones el plantío
de coca sólo se expandió luego del combate al narcotráfico emprendido por la DEA, la
agencia estadounidense, en Perú y Bolivia, para no alejarnos más en el tiempo, puesto
que este desplazamiento geográfico del narcotráfico hacia América del Sur nos remite
al combate al cultivo de marihuana en México aunque en los años 1980. No olvidemos
que en nombre del narcotráfico, las fuerzas policiales y militares estadounidenses se
hacen presentes en áreas de fuerte presencia campesina que durante décadas fue la
base social de movimientos revolucionarios. Tengamos en cuenta, además, que en el
caso colombiano y peruano la presencia de estas fuerzas proporciona un escenario,
en lenguaje militar se dice teatro de operaciones, de aprendizaje para el combate en la
Amazonia que, como se sabe, es reserva estratégica de biodiversidad, de agua y de
conocimiento, en el caso de los pueblos originarios, afrodescendientes y de campesinos
hay muchos territorializados en la región.
82 El mercado de cocaína está, básicamente, en las grandes ciudades, sobre todo de los
Estados Unidos, Europa (cada vez más en Rusia) y el Japón. No olvidemos, además,
que el objetivo de los narcotraficantes no es drogarse, pero si ganar dinero. De este
modo, todo el sistema bancario internacional está comprometido, en mayor o menor
grado, con el narcotráfico, hasta por el volumen de dinero que circula en esta actividad.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 145

políticas83 y, particularmente, geopolíticas84. Al final, la presen-


cia de una narcoburguesía con fuertes lazos políticos internos
en Colombia no puede ser debidamente comprendida sin que
se consideren los necesarios lazos externos que ella mantiene,
hasta porque es en el mercado internacional que realiza sus
grandes lucros.
Tengamos en cuenta que, a pesar de la omnipresencia del
conflicto armado en el debate sobre Colombia, ha sido impor-
tante la presencia de movimientos sociales en la escena política
sin la mediación de los protagonistas de la lucha armada85 y, así,
horizontes se abren a las poblaciones que claman por justicia
social y participación política. Señalo, entre tantas otras, las
manifestaciones en el Cauca, a finales de los años 1990, que lle-
varon al indígena Floro Tunubalá y sus “laboratorios de paz” al
gobierno del estado; el gobierno de “puertas abiertas” de Gloria
Cuartas en Urabá; la articulación de varios prefectos de regiones
de conflicto en busca de negociaciones de paz regionalizadas
que el Gobierno de Álvaro Uribe Vélez inviabilizó; la derrota del
gobierno de Álvaro Uribe Vélez en la consulta nacional, en 2004,
cuando proponía una serie de medidas de carácter neoliberal; la
victoria del Polo Democrático en varias elecciones importantes
para municipios; las manifestaciones de pueblos originarios
y afrodescendientes de finales de 2008 e inicios de 2009. La
sociedad colombiana viene, así, dando demostraciones de que

La existencia de paraísos fiscales, el nombre es sugestivo en tanto pérola neoliberal,


es una verdadera invitación a las transacciones paralegales, expresión más precisa que
ilegales, puesto que se da por dentro del sistema legal. James Petras (Petras, 2001)
viene apuntando una fuerte relación del dinero del narcotráfico con los grandes bancos
internacionales.
83 No podemos olvidar la tolerancia de la intelligentzia y de los estrategas geopolíticos
estadounidenses con la emergencia y crecimiento de una narcoburguesía, sobre todo
después de los años 70, inclusive por la colaboración en el combate a las fuerzas políti-
cas insurgentes. Las vinculaciones de militares y de líderes políticos con el narcotráfico
(Noriega, en Panamá, y Montesinos, en Peru, entre tantos) serán desnudadas después
de la caída del muro de Berlín, cuando el combate al comunismo perdió la centralidad
que tenía bajo la guerra fría. Además, la geopolítica del narcotráfico y sus múltiples
territorialidades es un tema que debería ser retomado con investigaciones empíricas
más detalladas, a pesar de los riesgos en ella implicados. Desde el final de los años
60 e inicio de los 70 que el movimiento negro estadounidense acusa la difusión del uso
de drogas en los guetos de las periferias de las grandes ciudades como estrategia de
combate a la insurgencia de los Panteras Negras. Spike Lee en sus filmes en varios mo-
mentos explica esta relación. En los años 90 veríamos una serie de políticos y militares
que habían combatido los movimientos insurgentes en América Latina y el Caribe ser
acusados de narcotraficantes.
84 No olvidemos que esta nueva configuración geopolítica se da cuando el Ejército es-
tadounidense se ve obligado a reposicionarse después de la devolución, a finales de
los años 90, del Canal de Panamá, formalmente decidida en 1977 en el gobierno de J.
Carter y de Omar Torrijos. Es con Bill Clinton, en 2000, que se instrumentaliza, supra-
nacionalmente, el histórico conflicto nacional interno colombiano en nombre del com-
bate al narcotráfico. Después del 11 de septiembre de 2001, y ya bajo George W. Bush,
el carácter de combate a la insurgencia de las FARCs y del ELN se torna explícito, ahora
bajo la política de amplio espectro del combate al terrorismo.
85 Podríamos agregar, además, las insistentes declaraciones del brazo político tanto de
las FARCs como del ELN, de que no hay solución militar para el conflicto colombiano. O
estas declaraciones son tomadas en serio y traídas al debate público o el conflicto militar
prosigue haciendo sus víctimas.
146 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

dispone de fuerzas políticas significativas para construir cami-


nos democráticos con protagonismo de movimientos sociales
que luchan por justicia y contra el imperialismo que, en el caso
específico colombiano, ha contribuido para la perpetuación de
la militarización de los conflictos y, como tal, para inviabilizar
la política en el sentido fuerte del término.
Sin embargo, es importante señalar que la presencia
histórica de la insurgencia, por la resistencia hasta ahora de-
mostrada, la acredita como fuerza política necesaria al diálogo
de superación de la crisis. Toda la cuestión reside en el hecho
fundamental establecido por la ciencia política, el cual es, que
la conformación de todo Estado Territorial Moderno-colonial
se da con el uso de la fuerza por alguna coalición política y, en
Colombia, es esta cuestión la que permanece abierta.
Todo indica que no hay solución militar al conflicto colom-
biano y, en este sentido, la propia presencia militar estadouniden-
se puede estar indicando contradictoriamente, una señal para la
superación del impasse en la medida que apunta a la necesidad
de mayor desarrollo de otras fuerzas políticas internacionales
además de las que ya están involucradas en el conflicto86. Al final,
más allá de las razones humanitarias por si solas suficientes para
que este desarrollo se de, hay que considerar todo el significado
geopolítico de Colombia, país amazónico, caribeño, pacífico y
andino, además de sus enormes riquezas minerales estratégicas,
como carbón y petróleo, y de la diversidad cultural, biológica y
de agua. En fin, territorialidades en disputa, tanto en el sentido
hegemónico como en el sentido emancipatorio.

***
Sociedad y territorio, podemos ver, son indisociables.
Toda sociedad al constituirse lo hace constituyendo su espacio,
su hábitat, su territorio. Al contrario del pensamiento disyuntivo
que opera por dicotomías, como quiere hacer creer el aún hege-
mónico pensamiento eurocéntrico moderno, no tenemos primero
a la sociedad (o el espacio) y después el espacio (o la sociedad)
–sociedad y espacio. En verdad, sociedad es espacio, ante todo,
porque es constituida por hombres y mujeres de carne y hueso
que en su materialidad corporal no puede prescindir del agua,
de la tierra, del aire y del fuego. El hecho de que los hombres y
mujeres serán seres que hacen historia y cultura, los animales
simbólicos que son, no los hace dejar de ser materia viva. Toda
apropiación material es, al mismo tiempo, y no antes ni después,

86 A partir de 2008, tanto el gobierno de Venezuela como de Brasil vienen desarrollando


de modo más activo en la mediación del conflicto interno colombiano siempre en deli-
cadas negociaciones con el gobierno colombiano que ha mantenido una posición poco
abierta a las negociaciones con la guerrilla, sobre todo desde que Álvaro Uribe asumió
en 2002.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 147

simbólica. Finalmente, no nos apropiamos de nada que no tenga


sentido, que no tenga significado, aunque seamos nosotros que
hagamos los sentidos e los significados. El concepto de territorio
pensado más allá de los dualismos nos obliga a abandonar uno
de los pilares del pensamiento eurocéntrico que es la separación
de sociedad y naturaleza87.
El modo como cada ente natural es significado –comen-
zando con sus designaciones (a fin de cuentas, dar nombres
propios es la primera apropiación); el modo como cada objeto/
cada lugar es situado, distribuido, percibido, sentido; el modo
como cada género / grupo / camada / estamento / clase / etnia es
dispuesto / dispone espacialmente por medio de las relaciones
sociales y de poder; el modo como se distribuye y como califi-
camos / descalificamos los lugares / regiones y los diferentes
subespacios, constituyen los diferentes órdenes sociales, sus
territorios. Así, el territorio aparece como un paisaje para cada
quien, como un abrigo donde nacemos como si fuera un palco
natural de nuestras acciones. Hasta los mismos conflictos que
siempre han estado presentes en la definición de las fronteras
(fronts) son, frecuentemente, naturalizados. Se dice, por ejemplo,
que el Río Grande separa los EUA de México y, así, se naturaliza
la guerra de los estadounidenses contra los mexicanos a quienes
les usurpó amplios territorios.
Cuando el paisaje-hábitat-territorio que nos abriga, por
alguna razón, como hoy, no nos conforma más y es puesta en
cuestión, estamos frente a una crisis profunda puesto que está
perdiendo su naturalidad. Nos indica así, que está perdiendo
legitimidad, que su hegemonía está en jaque. No siendo na-
turales estas crisis, múltiples posibilidades están presentes,
rigurosamente hablando, están entre los entes, tejidas en las
propias contradicciones de las relaciones sociales y de poder en
cuestión. Identificar estas posibilidades es, por tanto, una tarea
teórico-política tan necesaria como la gravedad de lo que está
implicado, como en este momento que vivimos, sobre todo, en
América Latina y el Caribe.
Buscamos con este trabajo, comprender esta tensión de te-
rritorialidades presente hoy y que pone en crisis la conformación
geopolítica del mundo moderno-colonial en su período actual,
neoliberal, de una globalización iniciada en 1492. Destacaremos,
en un primer momento, los principales vectores de la crisis actual
de la conformación geopolítica del mundo moderno-colonial,
desde el punto de vista de su proyecto global, hegemónico y, en

87 La cuestión ambiental tendría algún potencial para superar esta dicotomía. Digo tendría
porque la resignificación de la naturaleza comporta visiones del mundo (y sus prácticas
e instituciones) distintas, como la idea de naturaleza para los pueblos originarios de
América que es diferente de la re-significación de la naturaleza por la biología molecular.
Ver más adelante.
148 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

un segundo momento, a partir de la experiencia latino-americana


y caribeña, destacaremos las perspectivas emancipadoras y los
múltiples caminos por medio de los cuales innumerables prota-
gonistas vienen reinventándose, r-existiendo y apuntando hacia
nuevas conformaciones territoriales.

La Reinvención de los territorios: perspectivas


hegemónicas88.

Ya es lugar común decir que las grandes transformacio-


nes que vienen ocurriendo en los últimos 30/40 años, se deben
a la revolución tecnológica en curso –la informática, la micro-
electrónica, la química fina, la biología molecular, los nuevos
materiales, la nanotecnología. Sin embargo, una revolución
tecnológica, cualquiera que ella sea, no es obra de la naturaleza
sino instituida por sujetos determinados en contextos histórico-
geográficos específicos y, casi siempre, para resolver problemas
bien mundanos. Así, es preciso considerar que: 1.- no existe
sociedad sin técnica; 2.- ninguna sociedad mantiene la misma
relación con la técnica; 3.- la técnica, siendo un constructo social,
no puede ser comprendida fuera de las relaciones sociales y de
poder que le imprimen sentido. Por tanto, las técnicas no son
externas a la sociedad que las crea; 4.- el sentido de las técnicas
no es dado por ellas mismas; 5.- el sistema técnico es parte de
las relaciones sociales y de poder que se realizan prácticamente
por medio de él. Ignorar esto es parte de las ilusiones tecnocén-
tricas (y tecnocráticas) del mundo moderno-colonial y tomar la
técnica como la panacea. La importancia que es dado al saber
técnico por la racionalidad eurocéntrica, sobre todo a partir de la
segunda modernidad, nos impone situar, aunque mínimamente,
la emergencia de esta nueva revolución en-las-relaciones-de-
poder-por-medio-de-la-tecnología que viene comandando la
actual fase neoliberal del sistema-mundo moderno-colonial.
Resáltese que la conformación del actual periodo, que
Milton Santos (Santos, 1996) denominó técnico-científico-infor-
macional, comienza a delinearse aunque de manera errática,
como suele acontecer con los fenómenos insertos en contextos
de luchas sociales, entre 1956 y 1968-69. Surge como parte de
las luchas sociales de los años 60, en la medida en que procura
asimilar, negando, gran parte de las demandas expuestas por
las luchas de los diferentes movimientos sociales en aquellos
años89.

88 Retomo aquí las reflexiones de mi libro La Globalización de la Naturaleza y la Naturaleza


de la Globalización, sobre todo en sus partes I y II.
89 Luchas sociales éstas que, lograron que el crecimiento salarial real en Francia fuese de
5,4% al año en 1968-1969, contra el 2,9% entre 1975-1976. En Italia, de 4,3% en 1966-
1968 y de 7,3% en 1969-1970. En Alemania, donde las huelgas ‘salvajes’ eran más ‘ame-
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 149

La crítica a las rígidas jerarquías en la familia, la escuela,


en las fábricas, en el Estado, en las relaciones internacionales; la
crítica al colonialismo, a la desigualdad social, al machismo, al
eurocentrismo y su razón técnica, su conciencia reduccionista,
su materialismo economicista y su racismo; la crítica al milita-
rismo, al consumismo y al productivismo fueron todas, críticas
tejidas a partir de múltiples movimientos de liberación nacional,
de jóvenes, de los obreros90, de las mujeres, de los negros, de los
campesinos, de los indígenas, de los ambientalistas que, por
todos lados gritaban ¡Viva la diferencia! y ¡Abajo las fronteras!, por
nuevas sensibilidades, por el derecho al ocio, por el trabajo libre
y, libertariamente gritaban ‘Prohibido prohibir’.
Como respuesta política veremos una profunda revolu-
ción tecnológica como parte de una contra-estrategia buscando
la reproducción de las asimétricas relaciones sociales y de poder
que nos ofrecerá: un mundo sin-fronteras, sí, pero en el sentido
neoliberal, que facilita la libre circulación de bienes y mercancías
y no de los hombres, sobre todo, de pobres; menor jerarquía y
centralización, sí, pero con un Estado mínimo para la mayoría,
una flexibilización generalizada que va de los valores a las re-
laciones laborales; nuevas sensibilidades, sí, pero estimulando
un individualismo narcisista con unos medios que operan una
eficaz fabricación capitalista de la subjetividad (Guatarri, 1982)
que instrumentaliza el deseo, infantiliza a cada uno, contribuye a
la apatía, donde vemos el uso generalizado (y la criminalización)
de las drogas y, también, la criminalización de los que rechazan la
apatía y luchan; que responde a los pacifistas con una revolución
tecnológica en el modo de hacer la guerra, con una guerra sin
héroes, y asimismo cobarde, porque ni siquiera se presenta en el
campo de batalla –trabaja con controles remotos, con tele(amplia)
visión- a la que nos habituamos con los videojuegos; en lugar del
derecho al ocio estimuló exactamente su negación, el neg+ocio: y,
en lugar del trabajo libre, procuró librarse del trabajo, generando
un desempleo generalizado que, asociado a un Estado más atento
al capital que a la cuestión social, llevará al aumento de las mi-
graciones y a la sobrecarga de responsabilidades de la mujer en

nas’ que en otros países europeos el aumento real entre 1966-1968 fue de 3,3% (con-
secuencia de la primera recesión de 1966-1967), y de 9,2% en 1969-1970 (consecuencia
de la ‘huelga de septiembre’ y de las elecciones de 1969) (Altvater, 1994).
90 Considérese que el movimiento obrero de la época, sea por medio de huelgas salvajes
y otras formas de manifestación luchó por democracia en los lugares de trabajo, tanto
en Europa Occidental y en los Estados Unidos, como en los países del Este europeo
pues, todo indica, que no toda crítica al comunismo venía del mundo capitalista como
hicieron creer los gestores comunistas en el poder. Tal vez, aquí se esconda una secreta
alianza práctica, conveniente al mundo burgués, de no divulgar estas luchas en el mun-
do occidental, hasta porque ello implicaría admitir que la democracia debería llegar a
las fábricas también en el Occidente capitalista, mostrando un sentido más radical a la
democracia que, sabemos, es uno de los mayores obstáculos a la justicia social y a una
sociedad ecológicamente equilibrada (Ver, también, Abensour, 1998).
150 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

el cuidado de los hijos, de los ancianos, de los enfermos – ante la


falta de Previsión Social sobra la mujer previsora- feminizando la
pobreza (Tavares, 2003) en el exacto momento en que las mujeres
luchan para afirmarse en el espacio público; a los ambientalistas
que se asociaban a toda esta revolución política y cultural, se
responderá con la paulatina institucionalización de la cuestión
ambiental (conferencias mundiales, coloquios, seminarios…)
que, así, se va haciendo una cuestión paradójicamente específica,
ella que se pretende holística y, de esta forma, va perdiendo su
poder emancipatorio91.
Así, estamos inmersos en un proceso profundo de cambios
en las relaciones de poder por medio de una revolución que se
quiere tecnológica. Más que a una lógica de las técnicas es frente
a la afirmación de una determinada lógica política (y de una
epistemo-lógica) que nos encontramos. Veámosla un poco más
de cerca, porque es con/contra ella que nuevas territorialidades
van a tener que actuar, porque siendo una lógica de dominación
presupone el control del dominado. Con esto, paradójicamente,
se revela la primacía del dominado sin el cual no vive y, si no
fuese él importante no habría por qué tanta investigación para
controlarlo y dominarlo. Y, tengamos siempre en mente, que el
dominado potencialmente puede vivir sin dominación.

Las especificidades de la actual revolución en las


relaciones-sociales-y-de-poder por medio de la tecnología.

Desde los años sesenta, cada vez más nuestra cotidianidad,


tanto en casa como en la calle y en el trabajo, viene siendo inunda-
da por todo un conjunto de objetos que son frutos de la revolución
en las relaciones sociales y de poder por medio de la tecnología. Hay
que destacar en este proceso el significado de la Óptica, de la
Electrónica, de la Biotecnología y de los nuevos materiales.
Señalemos de inicio, la importancia de la Óptica en la
medida que viene a proporcionar una verdadera revolución
en la observación (y control) de la materia, tanto a escala micro
como a escala macro. En la escala macro, tenemos cada vez
más tecnologías sofisticadas de control remoto, como las imá-
genes de satélites que permiten observaciones con detalles de
centímetros (GPS). Son enormes las consecuencias políticas de
estas nuevas tecnologías, en la medida en que proporcionan un

91 El mito de la técnica –la despolución, la técnica no-agresiva, la técnica no contaminadora-


domina cada vez más a los ambientalistas, aunque no sea consensual entre ellos. Hay
un mainstream ecológico que permanece prisionero del mito de la técnica. La asimilación
llegó a tal punto que, mientras en los años 60 se hablaba de ‘basura occidental’, hoy se
colecta basura de la ‘basura occidental’. Recolección selectiva, es claro.
Nota a la edición venezolana: El autor hace alusión al poema “Para Lennon y McCartney”
del cantante Lo Borges en que se habla de la “basura occidental”, en portugués “lixo occi-
dental”.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 151

conocimiento desigual de los diferentes territorios y, con eso,


las condiciones tecnológicas para una verdadera sociedad de
control a diferentes escalas desde la global, por medio de saté-
lites, hasta la cámara que nos filma y nos pide para internalizar
el control – Sonría, usted está siendo filmado. Ya no se trata más
de aquel panel de control de toda la fábrica que la genialidad
de Charles Chaplin nos brindara en sus Tiempos Modernos. No,
ahora, se trata del control vía satélite, control remoto, donde se
puede lanzar un misil de larga distancia y acompañar y corregir
electrónicamente la trayectoria. Los videojuegos nos habitúan
a esta insensibilidad con sus nintendos y sus paisajes virtuales.
Se ve sin ser visto, cómo conviene a la lógica de la dominación.
Transparencia unilateral. La guerra, se ve, trasciende a las fábri-
cas. La guerra se generaliza, conforme bien destaca Ana Esther
Ceceña (Ceceña, 2004).
En la escala micro, cada vez se penetra en la esencia de la
materia trabajando con un nivel de fragmentación jamás imagi-
nado. Se habla de Química Fina, e Biología Molecular, de Física
Atómica o Nuclear y de Microelectrónica y, en esas expresiones
debemos prestar menos atención hacia la Química, hacia la
Biología y hacia la Física y más a la fragmentación de la materia,
lo que queda indicado en las expresiones Fina, Molecular, Átomo
y Micro.
Esta visión amplia y en detalle sólo se hace posible por-
que, junto con la óptica, nuevos materiales –resistentes, leves
y flexibles- vienen sirviendo de soporte, no sólo para que se
vea con mayor precisión sino también, para que se transmita
información a larga distancia (la fibra es óptica). Así, se pueden
construir objetos cada vez más per-fectos, esto es, programables
(se habla, asimismo, de objetos inteligentes, con memoria) y,
también, ejercer el control a distancia.
Estas nuevas tecnologías de poder permiten que se trate a
la materia a partir de escalas inaccesibles al ojo, tanto en el nivel
telescópico (macroscópico), como en el nanoscópico, mucho más
allá de la escala microscópica a la que ya nos habíamos habitua-
do. Cada vez más la materia es tratada a escala del nanómetro92,
lo que sólo es accesible por medio de tecnologías sofisticadísimas.
En este contexto, expresiones como desmaterialización, transmate-
rialización, materiales sintéticos, funcionalidad de los materiales, así
como flexibilización y nanotecnologías, vienen constituyendo un
nuevo universo discursivo que señala cambios en las prácticas
que se desarrollan en los ambientes de los laboratorios (¿las

92 Un nanómetro es igual a diez elevado a la menos nueve. Para no alimentar la disociación


del lenguaje científico de aquel del sentido (del hombre) común, esta medida significa lo
mismo que, ¡el diámetro medio de un hilo de cabello dividido 60.000 veces! En verdad,
ningún hombre común puede sentir lo que esto quiere decir. Este hecho, veremos, está
impregnado de consecuencias políticas.
152 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

nuevas fábricas?)93.
Con la desmaterialización, la materia pasa a ser tratada no
como aprendemos a manosearla y nombrarla, sino como com-
puestos elementales, sean ellos químicos o genéticos, señalando
la posibilidad de elaboración de nuevos materiales, como los
materiales sintéticos de la química o los organismos laborato-
rialmente modificados94, lo que provoca una revolución tanto
en el mundo de los metales como en el de la biología y, se habla
menos, en el campo de la antropología y de la geografía política.
Son innumerables los ejemplos que pueblan nuestra cotidianidad
con los materiales sintéticos y compuestos químicos que no sólo
sustituyen el acero en la fabricación de las carrocerías de los auto-
móviles; el vidrio, las fibras naturales con materiales reforzados;
los tubos de plomo por plásticos, sino también alimentos que
son producidos a partir de substancias sintéticas (aromatizantes,
acidificantes, colorantes, dulcificantes y tantos otros).
Con esta revolución en las relaciones de poder por medio
de la tecnología nuestro paisaje cotidiano pasa por grandes
cambios. En el pasado
“…las casas eran de piedra en las zonas donde había rocas de ma-
nipulación relativamente simple, mientras que en otras zonas las
habitaciones eran de adobe y en zonas desérticas eran de roca y de
tejidos fabricados con fibras vegetales. Los relatos de los viajeros y
los primeros libros de geografía describían cómo los nativos de cada
comarca fabricaban sus casas y utensilios utilizando los recursos
que tenían a mano (…) Esto fue cambiando gradualmente, acele-
rándose a partir de la segunda mitad del siglo XX. Hoy en día –más
que nunca antes- la fuerza impulsora del ciclo es la producción de
materiales de características predeterminadas, sobre cuya base se
fabrican componentes y sistemas que responden a las necesidades
y urgencias de un desarrollo tecnológico orientado a satisfacer un
mercado mundializado (o “globalizado”) cada vez más sofisticado
y exigente. Por ejemplo, los materiales de construcción (aceros,
cimientos, etc.) que se usan en todo el mundo están normalizados;
una empresa fabricante de una determinada marca de automóviles,
televisores, o cualquier otro bien de capital, usará en sus sucursales
en Japón, en los Estados Unidos, en Brasil u otro país, materiales
que responden a las mismas especificaciones y que pueden ser
provenientes de los más diversos países” (Mari: 69-70).

93 En los laboratorios de investigación, cada vez más, la lógica productivista se viene im-
poniendo. Entre los investigadores la preocupación por las patentes, esto es, por la pro-
piedad privada del conocimiento, nos está conduciendo a efectos preocupantes, hasta
porque los investigadores vienen guardando el secreto de sus descubrimientos. Si el
secreto es el alma del negocio, como se dice en el mercado, es bueno que se diga que el
desarrollo científico hasta hoy se ha dado por la amplia publicación de los descubrimien-
tos. Publicar es hacer público y esta era la mayor gloria de un científico. Con la lógica del
mercado, el conocimiento deja de tener un sentido público.
94 PORTO-GONÇALVES, Carlos Walter 2007 En Defensa de los Organismos Laboratorial-
mente Modificados - en busca de la precisión conceptual. Consultar site del jornal Brasil
de Fato.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 153

Hasta 1945 la industria humana95 trabajaba con cerca de


25 a 30 de los elementos de la tabla periódica de la química.
Desde entonces, la nueva revolución en las relaciones de poder
por medio de la tecnología hizo posible trabajar con los otros 60
a 65 elementos químicos, que eran considerados raros, además
de obtener 26 elementos químicos sintéticos (Mari: 52-53). Son
enormes las implicaciones geopolíticas que de allí derivan, in-
clusive, porque cambian las reglas de juego de los intercambios
entre los pueblos y sus regiones mediante el mercado.
Con la tecnología industrial de producción de enzimas
en biorreactores se puede obtener, entre otras cosas, excelentes
sustitutos de manteca de cacao con base en toda una gama de
aceites y grasas derivados de plantas y animales como el aceite
de palma, de soja, de ballena o de colza que, hasta ahora, estaban
desconectados de la producción de cacao. Así, un productor de
cacao de cualquier país de América Latina y del Caribe, tiene
que competir en el mercado hoy, no sólo con los productores
de cacao de Ghana o de algún otro país africano sino también,
con la industria de la pesca de ballena del Japón. En verdad, el
mercado está, cada vez más, mediado por la industria. Lo mis-
mo se da con el café, cuya materia prima para la industria que
lo procesa ya no deriva necesariamente del coffea arábica u otra
variedad con la que, hasta ahora, se producía café: puede ser una
substancia química obtenida de algún mineral, o de la creación
de algún animal u otra planta sintetizada químicamente96. “Hace
ya algunos años esta misma técnica (tecnologías de enzimas)
viene siendo usada para producir un almidón dulcificante con
base en el millo (HFCS), que está sustituyendo el azúcar en la
industria de refrigerantes americano (sic) y esto conduce a una
fuerte declinación del rendimiento de exportación de algunos
países exportadores de caña de azúcar” (Seiler, 1998: 55).
La química se va haciendo cada vez más fina, la biología
más micro y molecular, la ingeniería cada vez más genética (gen),
la física más nuclear o atómica y la electrónica más micro y, así,
cada vez más nos sumergimos en los niveles más ínfimos de
la materia. En los niveles nanoscópicos, la química deja de ser
simplemente química, la biología deja de ser biología, lo mis-

95 Uso aquí esta expresión con el mismo sentido de Marx en La ideología alemana, esto es,
como capacidad humana de crear, industrializar. Se hablaba, en esa época, del hombre
industrioso, en el sentido del hombre creativo. Más que ingeniero, ingenioso. La industria
humana no se había convertido en cosa.
96 Profundas transformaciones en la geografía económica, política y cultural están en cur-
so. Veintiocho países productores de café están siendo afectados por biotecnologías, tal
como la cultura de los tejidos y el de células y transgénesis vegetal; son 16 los países
afectados, en el caso del azúcar y del banano (plátano); 15 países, en el caso del algodón
y el cacao; 10 países, en el caso del coco; 6 países en el caso del arroz; 5 países en el
caso del caucho; 4 países en el caso del té; 3 países en los casos del aceite de palma, de
la soja y del trigo; 2 países en los casos de la vainilla, del tabaco y del millo y, por lo menos,
un país en los casos del girasol, de la mandioca y de la batata (Seiler, 1998:50).
154 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

mo ocurre con la física y la electrónica que, también, dejan de


ser disciplinas específicas y pasan a tener que dialogar entre sí
–biofísica, físico-química, bioquímica. Surge lo que viene siendo
llamado “enfoque unificador (que) permite la aplicación de teorías
y técnicas desarrolladas en un ramo de la industria a otros ramos
y a las investigaciones sobre la relación entre la estructura de
un material y sus propiedades permiten fabricar materiales con
propiedades predeterminadas” (Mari: 107). Así, gana particular
importancia lo que viene siendo llamado multifuncionalidad de
los materiales, esto es, una misma substancia que puede tener
múltiples usos que pueden ir de la producción de alimentos a
la fabricación de asociaciones metálicas. Las industrias pasan a
establecer los patrones y normas que definen lo que es el mer-
cado de insumos y de materias primas a partir de substancias
nanométricas, sean ellas un gen o una substancia química que
puede ser comercializada.
Ya no es más la materia tal como la veíamos, manipulába-
mos y sentíamos –el hierro, el cuarzo, el cobre, el oro, la arcilla,
el millo, la mandioca, el arroz, el trigo- que importa al mercado
y si, el compuesto químico sintetizado tal como es especificado
por las normas de calidad, tal como es visto y manipulado en los
laboratorios (cada vez más empresariales) de investigación.
Observamos que, con esto, el ojo y la mano de los hombres y
mujeres comunes por medio de los cuales se manipulaban los
objetos y, por ese medio, se tejían los saberes y los sabores, en
fin, las culturas, son sustituidos por un observar macroscópico
o nanoscópico por medio de la tele(amplio)visores (de allí la
importancia de la óptica97). No de balde la cultura se torna un
tema político y geopolítico. Con ello, toda geografía económica
y política del mundo se altera, no en el sentido de más equilibrio
sino, al contrario, fortaleciendo las tradicionales y asimétricas
relaciones sociales y de poder en el mundo.
Así, la industria se hace cada vez más parte del complejo
científico-tecnológico transformándose en un verdadero labo-
ratorio. Con ello aumenta el poder de estas industrias de punta,
cuyas matrices están concentradas en los países del centro del
sistema capitalista mundial. La exploración de un yacimiento
mineral exige, cada vez más, un complejo sistema técnico y
un elevado monto de capitales, condiciones que escapan a los
países ubicados en el polo dominado del actual patrón de poder
mundial. Añádase, además, que esta revolución en los materiales

97 La supervaloración del ver por sobre los otros sentidos es una de las características
marcadas en la tradición hegemónica de la cultura occidental. Un hombre inteligente
es un hombre de visión y no un hombre que sepa escuchar, por ejemplo. La audición
no se inscribe como uno de los sentidos más apreciados, mucho menos el tacto. Tener
una visión amplia, tal como un águila, caracteriza a un hombre que ve lejos, en fin, un
hombre de visión.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 155

va a producir un enorme desempleo en sectores de la industria


donde mayor fue la resistencia de la clase obrera, especialmente,
en el sector metalúrgico, en el sector automovilístico, en el sector
metalúrgico y en los puertos.
No se nos debe escapar que todo esto ocurre en los labo-
ratorios de investigación que, cada vez más, son de empresas
privadas o son sus proyectos estratégicos vinculados a intereses
de las grandes potencias mundiales y a las grandes corporaciones
transnacionales. El Informe sobre Desarrollo Humano del Progra-
ma de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) capta el
significado geopolítico de estos cambios y cuya comprensión
es fundamental para enfrentar el desafío teórico-político con-
temporáneo: “La investigación y el desarrollo se han apartado de los
países en desarrollo. Su participación en el total mundial bajó del 6%
a mediados de la década del ochenta al 4% a mediados de los años 90”.
Y, continúa el Informe, “84% del gasto mundial en investigación
y desarrollo correspondía en 1993, solamente a diez países que
controlaban 95% de las patentes de los Estados Unidos en los
dos últimos decenios. Además, más del 80% de las patentes
otorgadas en países en desarrollo pertenecen a residentes de
países industrializados” (…) “La innovación en materiales, base
de los desarrollos de sistemas cada vez más sofisticados, tienen
un valor económico y estratégico enorme y es un fuerte efecto
multiplicador (…) La avasalladora mayoría de las patentes sobre
materiales avanzados, en cualquier país, desarrollado o no, están
registradas a favor de algunos poco países” (PNUD, citado por
Mari, 2000: 105) y, en ascenso, de algunas pocas empresas.
Los países más desarrollados establecen sus necesidades
mínimas estratégicas para cada tipo de recurso, y esto se hace
tanto a nivel estatal como privado. Es el caso del silicio que,
aunque es el segundo elemento presente en la corteza terrestre,
pasó a ser considerado un elemento raro hace poco tiempo con
el desarrollo de sofisticadas tecnologías de procesamiento que
hizo posible su obtención bajo la forma metálica de altísima
pureza a un costo relativamente bajo provocando que éste se
constituya en la base de la industria microelectrónica. “Por razo-
nes estratégicas, los Estados Unidos, que en el comienzo de la industria
de circuitos integrados dependía del mineral brasilero (cuarzo de alta
pureza), decidió que debía buscar un recurso propio (…) lo encontró en
ciertos depósitos de rocas pegmatíticas de su país” (Mari: 107-108). O,
aún, lo que Ceceña (2001) y Porto-Gonçalves (2004) analizaron
acerca de la estrategia de control de la biodiversidad mundial
por parte de los Estados Unidos y su International Cooperative
Biodiversity Groupe.
Es preciso que prestemos atención hacia la imposición de
lo que viene siendo llamado sistemas de calidad que fija sistemas
156 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

de normas, requisitos, especificaciones, procedimientos y otros


mecanismos para controlar y asegurar la calidad de los productos
y servicios que se presentan como indispensables en el mundo
actual. Estas normas vienen dificultando el uso de las materias
primas locales porque están formuladas para contemplar los
productos prefabricados, o sea, productos que son predetermi-
nados de acuerdo con los intereses de las grandes empresas de
los países situados en el polo dominante del patrón de poder
mundial han encontrado dificultades cada vez mayores para
tener acceso a determinados mercados, muchos de los cuales
tradicionalmente se presentan como principales proveedores.
No hay como dejar de reconocer que todas estas transfor-
maciones científicas y tecnológicas asestan un durísimo golpe,
no sólo a la clase obrera sino a todos aquellos protagonistas que
emergen en la escena política después de los años 60.
La afirmación de Marx de que “el capital no tiene patria”
parece realizarse de un modo aún más perverso puesto que,
no siendo el capital simplemente dinero sino también una
relación social, su desterritorialización generalizada implica
desterritorializar hombres y mujeres que tienen casas, familias,
parientes y, aunque puedan (y deban) desubicarse, no lo hacen
necesariamente con las mismas motivaciones que mueven a la
burguesía. El territorio se hace una cuestión central.
Toda esta revolución en las relaciones sociales y de poder
por medio de la tecnología no implicó disminución de la de-
manda de materia como se difundió apresuradamente, tal vez
en respuesta al alerta del Informe Meadows que señalaba los
límites del crecimiento y acusaba el agotamiento de los recursos
naturales y el aumento de la polución (Porto-Gonçalves, 1983).
Tanto la demanda por los materiales tradicionales continuó
creciendo, por energía, por ejemplo, como nuevos materiales,
mucho de los cuales considerados raros comenzaron a ser
demandados. Añádase, que el tratamiento de la materia en un
nivel nanoscópico exige mucha energía y mucho agua. Las áreas
tropicales se tornan, en todos los sentidos, estratégicas, puesto
que reúnen a un mismo tiempo, mucha insolación, mucho
agua y una enorme biodiversidad biológica, por lo que, para
el capital, deba ser rigurosamente descontextualizada no sólo
territorialmente (leyes de patente y propiedad intelectual), sino
orgánicamente (aislando los principios activos). Por todas partes,
desagregación, tanto política como epistémica. ¡El cartesianismo
bien vale una misa!
La derrota impuesta por la sociedad civil al capital en su
estrategia de obtener el control de la energía por medio de la tec-
nología de la fisión nuclear –usando fuentes de energía que, por
primera vez en la historia de la humanidad no sería proveniente
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 157

del sol98, viene retardando el cambio de la matriz energética en


el mundo. El capital, hasta ahora, no consiguió desarrollar una
energía alternativa bajo su control tal como consiguió sobre
fuentes fósiles y sobre las hidroeléctricas. Prestemos atención
pues, a la centralidad de la cuestión energética99, puesto que en
torno a ella se traba un tenso debate político de implicaciones
civilizatorias. El capital, insisto, ha sufrido derrotas significativas
en este combate energético estratégico por sus efectos histórica y
geográficamente abarcantes: el carbón y el petróleo, además de
recursos no renovables, al quemarse se devuelve a la atmósfera
el carbono que de ella fue retirado por la fotosíntesis hace mi-
llones de años atrás. Sus efectos, como el estufa, se proyecta en
un tiempo que traspasa generaciones y una escala espacial que
más que local, regional o nacional es global. Así, el efecto de la
acción de los que se sustentan con esta matriz energética alcanza
igualmente hasta los que aún no nacieron100 y a todos en cualquier
lugar, estén donde estén. Cambian así, las relaciones de tiempo y
espacio, en fin, las relaciones políticas. Nuevas territorialidades
se hacen necesarias. Aunque aquí, hay soluciones que se ubican
en la perspectiva hegemónica y, otras, emancipatorias.
Las hidroeléctricas, hasta los años 80 largamente financia-
das por el Banco Mundial, han sido responsables por la inunda-
ción y desalojo de millones de familias de ribereños, campesinos,
indígenas y afrodescendientes, muchos de estos que inclusive,
se habían refugiado en épocas pretéritas en las áreas más arriba
de las caídas de agua, buscando protección en contra de los que
querían apresarlos y esclavizarlos (quilombos en Brasil, palen-
ques en Colombia, cumbé en Venezuela, por ejemplo). También
aquí ha sido grande la resistencia de estas poblaciones.
Frente a estas derrotas, todo indica que está en curso una
nueva estrategia del capital por el control de la producción de
energía101. Se trata de la producción de biomasa que, bajo relacio-

98 Recordemos que el sol es fuente de toda energía hasta ahora explorada, sean las fósiles,
como el carbón y el petróleo, sea de biomasa, como la leña o el biodiesel.
99 Al final, como nos enseñan los físicos, sin energía no hay trabajo y, sin trabajo, no hay
transformación de la materia.
100 No nos escudemos diciendo que así tiene que ser puesto que, al contrario de nues-
tros abuelos, hoy sabemos algunos de los efectos de lo que estamos haciendo. Y los
efectos conocidos no son cualquier efecto al punto de que la sociedad contemporánea
ha merecido la caracterización de ‘sociedad de riesgo’ por parte de algunos científicos
como Giddens y Beck. Las implicaciones del sistema técnico hacen hoy presentes, no
sólo los riesgos de sus propios efectos sino también de aquellos que prometió superar,
como el hambre y la peste cuyo decantado hecho es controvertido. Exigir el derecho
de hacer hoy lo que las generaciones de burguesías de algunos países en Europa y en
los Estados Unidos hicieron en el pasado, como parecen exigir las burguesías de algu-
nos países emergentes con su desarrollismo, se torna un verdadero absurdo. Mahatma
Ghandi (1869-1948) nos había alertado con la afirmación: Para desarrollar a Inglaterra
fue necesario el planeta entero, ¿qué será necesario para desarrollar la India?
101 Además de, a corto plazo, buscar controlar las fuentes fósiles como ha quedado claro con
la guerra por el control de Asia Central –Afganistán y Chechenia; por el Control del Medio
Oriente –Irak; por el control de Nigeria en el África y, aún, por el control de los países
158 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

nes sociales y de poder capitalistas, tiende a ser una producción


social y políticamente insustentable102, como ya se pudo observar
con la reciente embestida del capital por medio de enormes
latifundios productores de biomasa en el Brasil, en Argentina,
en Bolivia y en Paraguay (soja, palma, dendê103, girasol y para
otros aceites, así como la caña de azúcar) y, esta vez, contando
con el apoyo de ecologistas reduccionistas104.
La energía solar, al contrario de ser concentrada como los
yacimientos minerales, es dispersa espacialmente y, así, dominar-
la en mayor cantidad implica el dominio de mayores extensiones
de tierra, sobre todo, en las áreas donde ella es más intensa, como
las tropicales. Sin embargo, mayor extensión y mayor energía
del sol por sí mismas no son ecológicamente suficientes para el
desarrollo de la vida, si no hay agua. La demanda por agua de
los grandes latifundios productores de biomasa es enorme, no
sólo para aumentar la productividad biológica sino también,
para la transformación y procesamiento de la materia. Las enor-
mes plantaciones de biomasa, sea para energía para humanos
y de otros animales, bajo la forma de alimentos y forrajes, sea
para aceites combustibles, sea aún, para celulosa, ha llevado a
una enorme concentración en el uso y en el consumo del agua.
La extensión territorial se hizo nuevamente, ¿quién lo diría?,
estratégica. Área, mucha área. Agua, mucha agua. Conflicto,
mucho conflicto.
Desde que el Banco Mundial, en la segunda mitad de los
recién finalizados años 90, comenzó a hacer el discurso de la
escasez de agua, que ya era sentida por los más pobres desde
hacía mucho tiempo sin que hubiese preocupación, se inició un
debate sobre la privatización del agua, nueva regulación que
viene siendo impuesta a todos los países bajo recomendación
de los organismos multilaterales y, con esto, inaugurando una
nueva conflictividad de la que Cochabamba, en Bolivia en el

andinos –el Plan Patriota es la expresión del Plan Colombia- con el apoyo a la oposición
a Chávez en Venezuela, y por la presión contra el gobierno indígena en Bolivia (Masacre
de Pando y movimiento separatista de las provincias del Oriente).
102 El capital, por medio del dinero, busca abstraerse de la materialidad, siempre cualitati-
vamente distinta, y se refugia en la cantidad. Confunde, y nos confunde, la medida de la
riqueza con la riqueza. Que el dinero, en tanto medida de la riqueza, no sea la riqueza
misma, pruebe intentando comerlo o beberlo en vez de tener acceso a la riqueza en su
materialidad en la forma de millo, trigo, arroz, mandioca, agua. El capital, no tiene patria
porque no quiere límites. Pero límites, libremente instituidos, es la esencia de la política.
No olvidemos que, un hombre privado, en toda la extensión de la palabra, no puede ser
libre.
103 Dendê: planta de donde se extrae el aceite de palma en el nordeste del Brasil.
104 Los ecologistas reduccionistas ven el ambiente sólo en su mitad natural y no como un
todo. Reproducen así, la separación naturaleza y sociedad tan cara al saber eurocéntrico
que, ya lo dijimos en otro lugar (Porto-Gonçalves, 1989), más que solución es parte del
problema a ser superado. La aceptación acrítica de esta separación produce los reduc-
cionismos naturalistas y antropocéntricos, ambos hijos de la misma matriz filosófica. No
hay vencedor en esta oposición, todos somos derrotados mientras prevalece la hegemo-
nía de una cierta ciencia y de una cierta filosofía eurocéntrica. La batalla de las ideas es
estratégica.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 159

año 2000105, es un ejemplo emblemático. Estamos, también aquí,


frente a un conflicto que es, al mismo tiempo, político y de ra-
cionalidades distintas: de un lado, el agua como bien público y
derecho de todos, con uso comunitario y colectivo y, del otro,
el agua como recurso hídrico, disociada106 de todo para poder
ser vendida (agua-mercancía). El discurso de la escasez prepara
jurídica y políticamente la privatización107.
Hasta muy recientemente había un conflicto abierto entre
capitales que podía ser verificado, por ejemplo, en la tensión
entre el capital que depende de la información genética (de la
diversidad biológica) y los capitales ligados a la cría de ganado,
a la explotación maderera y del agro-negocio, protagonistas de
intensos desmontes. Hay claros indicios de que está en curso un
nuevo pacto político-territorial entre esos capitales. Y, una vez
más, lo que es político, se presenta como razón técnica en tanto
División Económico-ecológica, casi siempre estimulados por los
organismos multilaterales como el BID y el BIRD como parte
de las nuevas regulaciones que rediseñan el nuevo papel del
Estado108: se separan las áreas a ser conservadas, de preferencia
sin población, y se dejan áreas libres a las prácticas desarrollistas
comandadas por la lógica económica que se impone a las tempo-
ralidades bio-geo-físico-químicas y culturales distintas de cada
lugar. He allí el pacto político en tanto razón técnica.
Hay un supra-nacionalismo jurídico que ahora viene
siendo engendrado que mantiene un paralelo interesante con
el orden jurídico y político mundial que formateó el sistema-

105 Se podría inventariar un buen número de casos de conflictos intensos en el África del
sur, en Argentina, en la India, en Brasil (campesinos de Riachão, afluente del río São
Francisco, en Minas Gerais).
106 Como se ve, el cartesianismo es más que un paradigma. O mejor, los paradigmas son
instituidos por sujetos históricos. Así, no es posible cambiar paradigmas sin, políticamen-
te, desubicar los sujetos que los instituyen, como parece ignorar las obras de F. Capra y
E. Morin.
107 Al final, como dicen los economistas liberales, un bien sólo tiene valor mercantil si es
escaso. Es interesante verificar que la economía liberal tenga muy poco que decir sobre
la riqueza, que es sinónimo de abundancia, porque está fundada en el principio de la
escasez.
108 Es el caso de una organización sui generis como el FUNBIO, en Brasil, en la que los
miembros del gobierno tienen acento pero no gobiernan, que está autorizada a captar
dinero junto empresas para implantar la Convención de Diversidad Biológica, bajo el
incentivo explícito de organismos multilaterales. Un bello caso de desubicación de sobe-
ranía y de los intereses públicos, que el Estado podría representar para organizaciones
sobre las cuales el pueblo (lo público), en tanto soberano, no ejerce control. Los recursos
internacionales corren con más facilidad para organismos como estos que para los Esta-
dos que tendrían que someterse a controles políticos, públicos. Uno de los más eminen-
tes consejeros de esta institución responsable para la implantación de la convención de
diversidad biológica en Brasil es uno de los mayores empresarios brasileños dedicado
a la monocultura del eucalipto para la producción de celulosa. La diversidad biológica
debe estar en algún lugar fuera de sus propiedades monocultoras. En esos otros lugares
el pacto territorial hegemónico es impacto, como bien demostró A.C. Diegues (Diegues,
1996). Es de destacar aquí, los “latifundios genéticos” (Porto-Gonçalves, 2002) de las
unidades de conservación que expulsan pueblos originarios, campesinos y afrodescen-
dientes por medio de organizaciones Neo-gubernamentales financiadas con recursos
privados y con apoyo de organismos multilaterales.
160 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

mundo moderno-colonial en sus albores. Tanto en aquella época


como hoy, los juristas ocuparon un lugar destacado. La norma
escrita con preocupación por la precisión de la palabra, para que
no haya duda (Rama, 1985), mostró un lenguaje con tecnicismos
jurídicos tan formales que, prácticamente, sólo los propios juris-
tas lo entendieron. No se trata, evidentemente, de un lenguaje
técnico pues, son normas a ser impuestas en un espacio más vas-
to, desplazando, en el sentido más preciso de des-plazar, esto es,
retirar de la comunidad local, de cada lugar, de los de cada lugar,
el poder-hacer sus propias vidas109. El poder decir y nombrar
lo que es y lo que no es y, así, hacer de su mundo algo propio,
rigurosamente, apropiárselo, escapa a los lugares, a los de los
lugares. La oralidad, esencial en regímenes político-culturales
deliberativos y no-electivos (García-Linera, 2003) que piden que
la comunidad se presente (y no re-presente) implica, es claro,
espacios donde las voces puedan ser escuchadas (escala local,
comunitaria). Es este cuerpo a cuerpo que está siendo evitado
y el contacto, sabemos, engendra sentidos y emociones muy
concretas y palpables, para lo que, en la lógica hegemónica, es
preciso un saber que se abstrae en una pretendida universalidad,
como si fuera de ningún lugar (atópico). Como se ve, epistemes
y territorios se conforman.
Vimos cómo este constitucionalismo que hizo renacer al
Derecho Romano110 en los albores del mundo moderno-colonial
fue mercantil-colonialista y consagró la soberanía territorial
de los Estados en 1648. Orden territorial soberano, sin pueblo
soberano, y orden mundial colonial conviven. Solamente con la
Revolución Americana de 1776 y, después, con el derrumbe del
orden señorial en Europa, cuando el pueblo se hizo soberano
y no el Rey, y sobre todo, con la emergencia de un proletariado
que lucha por justicia e inventa derechos, es cuando el Estado
deja de ser meramente territorial y se puede hablar, por lo menos
en Europa, de estado Nacional. El imperialismo, vimos, fue un
desdoblamiento en el orden mundial de las contradicciones del
capitalismo que, inclusive, contó con el apoyo de los social-de-
mócratas a la guerra imperialista de 1914. Imposible una alianza
como esta fuera de la mentalidad colonial, donde los pueblos
otros, diferentes, esto es, difer + entes en tanto entes que difieren,
son vistos como de este lado de la humanidad111. En América

109 Es el poder-sobre desplazando el poder-hacer, como diría John Holloway.


110 Es decisivo tener en cuenta que el Derecho Romano está asentado en la propiedad
privada y, con él, tras la idea de área mutuamente excluyente, que será la base de la idea
de territorio que prevalecerá en el mundo moderno-colonial. Así, otras conformaciones
territoriales no mutuamente excluyentes son dejadas de lado y su estudio podrá traer
importantes contribuciones para superar los problemas contemporáneos.
111 Como vimos en Hegel, en Tomas Jefferson, en Napoleón y puede ser visto también en
Kant, hasta el mismo Marx no escapa totalmente de esta mentalidad eurocéntrica, con
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 161

Latina y el Caribe, la colonialidad se mantiene también en los


estados independientes puesto que, los pueblos originarios y
los afrodescendientes continuaron siendo subalternizados y sin
derechos. En las periferias urbanas del primero mundo, sea en
Paris o en Londres, o aun en los Estados Unidos, la dimensión
colonial del sistema mundo viene gritando (“griots”) indicando
una transterritorialidad a que debemos dar seguimiento polí-
tico. Como se ve, la colonialidad ha sido el plano fundador del
sistema-mundo moderno-colonial desde siempre.
El actual supranacionalismo constitucional con tantas
regulaciones sobre la naturaleza (convenciones, tratados, pro-
tocolos sobre el clima, la desertificación, la diversidad biológica,
los basureros tóxicos) y sobre la circulación de mercancías, sobre
todo de capitales, vienen engendrando un nuevo desplazamien-
to, en aquel sentido ya apuntado de des-plazar, no simplemente
de las localidades y de las comunidades, sino de los propios
territorios nacionales que, hasta ahora, fueron formalmente el es-
pacio de la ciudadanía. En Europa, estos espacios de ciudadanía
fueron más formales por las conquistas impuestas por el prole-
tariado, sobre todo, en tanto derechos sociales y colectivos que,
contradictoriamente, sus organizaciones políticas y sindicales
acabaron, al nacionalizarse, silenciando acerca de la explotación
en África, Asia, América Latina y el Caribe. Contribuyendo así,
a sustentar la colonialidad del poder del sistema-mundo.
Esta misma forma, Estado Territorial, en tanto containner
de poder, incluye relaciones sociales y de poder distintas: en
los países del polo hegemónico los derechos fueron, de cierta
forma, generalizados para los nacionales112, mientras que en
América Latina y el Caribe estas relaciones fueron atravesadas
por una colonialidad interna que nos legó una desigualdad
política y social profunda, aunque en grados distintos en los
diferentes países.
Lo que está siendo forjado en el supranacionalismo cons-
titucionalista actual no es lo mismo que en el liberalismo clásico.
En éste, la propiedad privada era el fundamento del derecho
individual que creía que por medio de él estaba garantizado el

sus análisis sobre la misión civilizadora del capital en la India o en México. Aunque, re-
cientemente, según John Pilger, un oficial británico de alto rango afirmó que “los ameri-
canos consideran a los irakíes como Untermenschen, un término que Hitler usó en Mein
Kampf para describir a los judíos, los rumanos y los esclavos, o sea, como subhumanos.
Es así que, el ejército nazista asedió las ciudades rusas matando tantos combatientes en
tanto no combatientes” (Pilger, 2004).
112 Aunque hoy, teniendo que afrontar la presencia en sus territorios de oleadas cada vez
mayores de migrantes, generalmente de excolonias, la colonialidad y su racismo se pre-
sentan en su espacio directamente. La generalización de los derechos se ve tensionada
cuando debe ser repartida entre aquellos que, hasta ahora, era considerados sub-huma-
nos y, por tanto, sin derechos. La naturaleza habrá que esperar por la fuerza ética, moral
y política del movimiento indígena para insertarla como protagonista de derechos como
en la recién Constitución Política del Ecuador.
162 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

derecho de la persona, en tanto individuo y ciudadano. Había


algo ético sustentando el argumento. En el nuevo liberalismo, por
medio del supranacionalismo constitucionalista lo que está sien-
do buscado no es la libertad del individuo pues, en él la persona
que se invoca cada vez más, es la persona jurídica, la empresa,
cuya libertad debe traspasar las fronteras (de los)113 nacionales.
La cláusula de confidencialidad introducida en la concesión del
agua por el poder público en Cochabamba es significativa de esta
lógica de lo privado –“el secreto es el alma del negocio”- intro-
ducida en el derecho público. Imaginar un poder público que no
pueda hacer pública la concesión del agua es, no sólo introducir
la lógica privatista sino también, la lógica de la guerra que le es
inherente donde el secreto es fundamental114. Las negociaciones
del ALCA se mantuvieron sigilosas hasta el año 2000 y, como
una de sus principales propuestas constaba, la primacía de la
Empresa sobre el Estado en la resolución de conflictos, principio
éste que había sido rechazado en Europa (Acuerdos Mundiales
de Inversiones). En esta nueva conformación la empresa, en tan-
to unidad jurídica abstracta de producción, puede tener varios
establecimientos, sus unidades concretas de producción, en un
espacio que le es propio disociado del territorio en tanto unidad
política y de la ciudadanía. Así, la Empresa estaría protegida, en
verdad sus propietarios, por haber sido abstraída por la nueva
regulación supranacional. Es la libertad de algunos propieta-
rios de empresas, actúan en cualquier lugar abstraídos de los
territorios, containers de poder, en el nuevo constitucionalismo
supranacional (estados de-nacionalizados en claro proceso de
de-democratización puesto que se de-ligan de sus pueblos). Es
la libertad de unos, propietarios de empresa, actuar en cualquier
lugar abstrayéndose de los territorios, containers de poder, en el
nuevo constitucionalismo supranacional. En él, no hay lugar
para la libre circulación de las gentes que sería el corolario de la
libertad pensada en términos del liberalismo clásico –el derecho
de ir y venir. De allí que, el principio de propiedad privada que-
da privado de cualquier sentido ético y moral, principio ahora
enarbolado por las grandes corporaciones por medio de sus
intelectuales específicos, entre los cuales se destacan los de los
medios115. No de balde, el derecho de patente sobre la propiedad
intelectual se torna tan importante.
Además de las regulaciones jurídicas en el campo del

113 Este (de los) no es un detalle.


114 Además, cada vez más el lenguaje de la guerra invade lo cotidiano. La logística, por
ejemplo, tema clásico de los militares, cambió el tema empresarial y salió de las escuelas
militares hacia las universidades.
115 No nos olvidemos que media (en inglés) señala a aquel que media, aquel que hace la
mediación, condición sine qua non de la política. La libertad de prensa hoy, esconde la
libertad de empresa. (Porto-Gonçalves, 1997).
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 163

derecho económico que viene siendo comandado por los orga-


nismos multilaterales y por el sistema financiero, hay toda una
reducción economicista dirigido a la regulación de la naturaleza
y, con ello, sustentando la colonialidad del saber y del poder que
le es constitutiva. La responsabilidad común más diferenciada,
que venía conformando el debate sobre los cambios climáticos
fue, con la lógica económica, sometiendo la lógica ecológica im-
plicada en la cuestión, transformada en Mecanismo de Desarrollo
Limpio (MDL) creando un mercado de fotosíntesis en el que los
países ricos, los mayores responsables por el problema, pueden
comprar áreas en los países pobres para ‘secuestrar carbono’ que
ellos mismos lanzan al aire. Lo mismo viene ocurriendo con la
basura tóxica llevada hacia los países pobres, así como con la
transferencia de las industrias altamente contaminantes, entre
las que la del aluminio y las de celulosa fueron pioneras, pero
que después del accidente de Bhopal en la India (3/12/1984)
se convirtieron en una estrategia generalizada de las grandes
corporaciones. La libre circulación de las empresas y el valor
económico diferenciado de las personas y de los lugares sus-
tentan esta lógica moderno-colonial.
Así, la colonialidad se mantiene con una nueva división
territorial116 y ecológica del trabajo, donde los países pobres se
convierten en verdaderos basureros del mundo para sustentar
el modo de vida desigual en los marcos del capitalismo. Los
mecanismos de certificación, las marcas verdes, están consa-
grando como bosques, lo que no pasa de ser plantaciones de
monocultivos y, así, pintando de verde la injusticia ambiental
global117 (van Dam, 2003).
Es fundamental tener en cuenta esta colonialidad es-
tructurante de las relaciones sociales y de poder que vienen
conduciendo la actual regulación jurídica de la naturaleza.
Esta regulación viene siendo hecha no en el seno del mismo
movimiento en que la naturaleza viene siendo re-significada.
Para superar la crisis de la disciplinariedad, se habla más del
diálogo entre diferentes disciplinas científicas –multidisciplina-

116 El territorio, insisto, es el concepto que mejor permite leer la relación social y de poder que
conforma la relación de la sociedad con la naturaleza en tanto relación espacio-tempo-
ralmente indeterminada. Con la expresión espacio-temporalmente indeterminada quiero
escapar de los determinismos simples e indicar que la indeterminación no es absoluta,
pero si contextualizada y, por tanto, bajo condiciones. Al final, los hombres y mujeres son,
siempre, seres con necesidades, seres necesitados y, como tales, crean, inventan, ins-
tituyen mundos. La pulsión del hambre, por ejemplo, nos instiga a la cultura, a la agri +
cultura. No se sacia el hambre simplemente con proteínas y calorías, más sin embargo no
lo hacemos sin ellas, pero con sabores que son saberes cultivados, cultuados.
117 Campo Verde, en el Planalto Central goiano brasilero, es un municipio casi en su totalidad
cubierto por la soja de los grandes latifundios empresariales que cumplen con la legislación
ambiental comprando tierras en otros municipios lejanos. En estos otros municipios estos
mismos empresarios mantienen RPPS – reservas particulares de patrimonio natural-, casi
siempre apoyando, cuando no creando, alguna entidad no gubernamental ambientalista.
Imponen así, su división ecológica territorial del trabajo.
164 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

riedad, interdisciplinariedad y adisciplinariedad, como en Edgar


Morin y en Fritjof Capra, que del diálogo de saberes, como en
Enrique Leff, Antonio Carlos Diegues y Arturo Escobar, lo que
implicaría admitir, además de los diálogos entre disciplinas,
diferentes racionalidades dialogando entre sí lo que, sin duda,
sería un primer paso para admitir que existen múltiples ma-
trices de racionalidades en el mundo. Se reconocería con esto,
la diversidad cultural y la necesaria interculturalidad (Walsh,
Cucicanqui, Albó, Asiems), así como que la vida es imposible
sin conocimiento y que, por tanto, estamos frente a diferentes
modos de conocer que se hacen presentes donde haya vida y
haya gente y sus culturas. Para que podamos entender mejor
las contradicciones del mundo actual es preciso ir más allá de
la crítica posmoderna y, en la perspectiva de la subalternidad,
apuntar tanto en la dirección de lo que Enrique Leff llama racio-
nalidad ambiental (Leff, 2005), como en la dirección de la crítica
pos-colonoial, el postradicionalismo de Walter Mignolo (Migno-
lo, 2003), donde valores tradicionales pueden ser reinventados
no para mirar hacia el pasado, sino como fuente de inspiración
para la dignidad de la vida futura.
En América Latina y el Caribe, hay una geopolítica hege-
mónica en curso que tiene grandes proyectos en pauta, se desta-
can los dirigidos hacia el IIRSA – Infraestructura de Integración
Regional Sur Americana; hacia el PPP – Plan Puebla Panamá y
el Plan Colombia/Plan Patriota. En los tres casos, es preciso ver
que el combate a los movimientos sociales es parte de la estra-
tegia geopolítica, como bien se destaca en el caso del combate al
zapatismo en el PPP y de las fuerzas insurgentes en Colombia y
Perú, en el caso del Plan Colombia y Plan Patriota. En el caso del
IIRSA, la burguesía brasilera está en una posición privilegiada
no sólo por la desproporción de la magnitud de sus capitales
vis a vis la burguesía de los demás países (Petrobrás es, en este
caso, emblemática) como también por los ahorros disponibles
en el Banco Nacional de Desarrollo Económico – BNDEs118 - que
dispone de más capitales para aplicar anualmente que el Banco
Mundial. Es el BNDEs el que ha dado suporte a las empresas
brasileras, sobre todo de construcción civil, como la Camargo
Correia y Norberto Oderbrecht, pero también en el área de
energía, como a Petrobrás, y hasta en el área de bebidas como la
AMBEV. Se destaca, aún, el nuevo bloque de poder que se viene
constituyendo donde el complejo de poder técnico-científico-
industrial-financiero-mediático brasilero viene operando con
alianzas estratégicas con el complejo estadounidense, destacán-

118 Donde la letra ese, de social, tiene en la sigla un tamaño menor tal como le es reservado
en la práctica.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 165

dose el sector ligado a la energía, sobre todo a los combustibles de


biomasa, como se puede ver en la constitución de la Asociación
Interamericana de Etanol, fundada en 2006, y dirigida por los
Sres. Jeb Bush y Roberto Rodrigues. La declaración “Del ALCA
al Alcohol”, hecha por el Sr. Jeb Bush, es esclarecedora119.
En los países donde la fuerza de los movimientos sociales
deslegitimó las políticas neoliberales y provocó que algunos
gobiernos fuesen ocupados por fuerzas políticas que de ellas se
apartan, aunque de modo desigual, la geopolítica hegemónica
viene operando por medio de tentativas separatistas con las
oligarquías moderno-coloniales apoyándose en instrumentos de
poder no sometidos a controles democráticos, como los medios
de comunicación, como las que operan en el Oriente boliviano,
donde destaca Santa Cruz, en Guayaquil, en Ecuador o en Zulia,
en Venezuela.
Mientras los sectores dominantes buscan conformar una
nueva territorialidad hegemónica, diversos grupos sociales
buscan conformar otras territorialidades. Es de esto que vamos
a hablar ahora.

La reinvención de los territorios: perspectivas emancipato-


rias, territorialidades emergentes.

1. De Campesinos, de Indígenas, de Campesíndios


o de Indigenatos

Vimos cómo la constitución del sistema-mundo moderno-


colonial desde 1492, implicó la conformación territorial de di-
ferentes escalas de poder. El orden mundial se constituía en el
mismo movimiento que conformaba las escalas local y nacional.
Por medio de esta conformación territorial diferentes grupos y
clases sociales se afirmaron, otros fueron sometidos y negados.
América Latina y el Caribe tuvieron un papel protagónico en la
constitución de este sistema-mundo moderno-colonial no sólo en
la primera moderno-colonialidad bajo la hegemonía ibérica, sino
también en la segunda moderno-colonialidad bajo hegemonía
de Europa Norte Occidental.
Si, desde el primer momento de la primera moderno-
colonialidad hubo r-existencia, hasta porque toda dominación
es contacto con el dominado, por tanto, lugar de fricción, las
estrategias de sobrevivencia de los sectores subalternizados
fueron, a lo largo del tiempo, diversas. Hubo una época que
huir hacia lugares de difícil acceso fue la forma de liberarse:

119 Ver Porto-Gonçalves, 2009. Otra verdad inconveniente: la nueva geografía política de
la energía en una perspectiva subalterna.
166 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

los indígenas en la cuenca amazónica buscaron los altos cur-


sos de los ríos; los negros formaron sus palenques y quilombos
en lugares accidentados, o en las cuevas y cavernas, o en los
bosques cerrados, o arriba de las cascadas; o en los manglares
o áreas insalubres para blancos (hay situaciones sui generis de
negros estar naturalmente protegidos contra la malaria, como
los que ocuparon el valle de Gurutuba, en Minas Gerais120). En
muchos lugares los indígenas preferían o aceptaban misioneros
protectores contra colonos ávidos por explotarlos. En fin, fueron
varias y múltiples las estrategias de sobrevivencia. Sin embargo,
sólo muy recientemente los pueblos originarios ganaron mayor
visibilidad, a pesar de su r-existencia histórica de 500 años. Son
múltiples también las razones para esta emergencia que, a su
vez, nos permiten identificar un nuevo patrón de conflictividad
y, así, una nueva periodización de las luchas sociales donde el
territorio y las territorialidades ganan visibilidad.
Hay razones propias, internas a los grupos sociales que se
constituyen en r-existencia, que son imposibles de ser identifica-
das en el propósito de este trabajo121. Sin embargo, hay una serie
de eventos y procesos que conforman condiciones de posibilidad
para la emergencia de estos grupos en movimientos sociales,
algunas ya identificadas en la primera parte de este trabajo,
como la reconfiguración de los bloques de poder tradicionales
en nuestra América con las políticas de ajuste estructural, sobre
todo con el desmontaje de los viejos mecanismos de dominación,
como el clientelismo, fisiologismo, mandonismo, gamonalismo,
coronelismo, aunque muchas veces recreados por un estado que
aún mantiene fuertes trazos patrimonialistas.
Tal vez el último momento en que los campesinos como
tales protagonizaron luchas emancipadoras en nuestro conti-
nente fue con la Revolución Sandinista (1979-1989), en Nicara-
gua. Paralelamente a esta revolución, tuvimos el avance de las
políticas neoliberales, iniciadas con la dictadura sanguinaria
de Augusto Pinochet122, con la ascensión al poder de Ronald
Reagan (1981-1989) y Margaret Thatcher (1979-1990). La tensión
del campesinado versus oligarquías latifundistas apoyadas en el
imperialismo pasó a ser vivida con gran intensidad en este con-
texto hegemonizado por Pinochet-Reagan-Thatcher, sobre todo
en la guerra protagonizada por los Contra para desestabilizar al

120 Con el reciente saneamiento de este valle, las oligarquías blanco-mestizas pudieron pe-
netrarlo y la paz de las comunidades negras viene siendo amenazada por jagunços y
pistoleros al mando de los hacendados. He allí un caso emblemático de la llamada mo-
dernidad entre nosotros: la llegada de la ciencia y de la técnica de saneamiento lejos de
emancipar llega como condición de opresión de los pueblos, tal como aquí llegaron las
primeras manufacturas moderno-coloniales en los siglos XVI y XVII.
121 Para esto remito a los libros de Raul Zibechi y James Scott.
122 Que contó con el apoyo de los Estados Unidos y sus asesores, los Chicago´s Boys.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 167

gobierno sandinista (1979-1989), donde hasta los dólares esta-


dounidenses fueron contrabandeados desde el archi-enemigo123
Irán por agentes de la CIA, como el Sr. Oliver North, en el episo-
dio conocido como el “escándalo Irán-Contras”. En este contexto,
gana lugar destacado la lucha de los pueblos originarios, como
fue el caso de los Miskitos del litoral caribeño de Nicaragua. Los
Miskitos tenían razones miskitas para oponerse al sandinismo,
más sin embargo los Contra procuraron instrumentalizar estas
razones en un contexto de Guerra Fría en tanto lucha contra el
comunismo. Así, la causa indígena aparecía como legítima, en
este caso como si fuera una guerra justa contra el comunismo.
Sin embargo, insisto en compañía de Héctor Díaz-Polanco124,
que había razones propiamente miskitas para la lucha contra
el sandinismo que se mantenían independientes de las razones
anti-comunistas invocadas por el imperialismo. Entre esas razo-
nes se encuentra el rechazo de los miskitos al “desarrollo de las
fuerzas productivas” tal como los sandinistas, por su influencia
marxista, entendían la emancipación de los indígenas125. Aquí
la colonialidad aparecía también en el campo de las izquierdas.
La experiencia del conflicto miskito-sandinista-imperialismo en
Nicaragua nos señala el paso hacia un nuevo patrón de conflicti-
vidad en América Latina donde, al mismo tiempo en que vemos
la afirmación de las políticas (y de los políticos neoliberales o
que se neoliberalizan), vemos el protagonismo de los pueblos
originarios y de los afrodescendientes reconfigurando las lu-
chas campesinas que pasan cada vez más a incorporar nuevas
dimensiones, como la naturaleza, la cultura y el territorio. O
mejor, el territorio en tanto naturaleza + cultura, en fin, en tanto
territorialidad.
La caída del muro de Berlín significó entre nosotros,
latino-americanos, la potenciación política de posibilidades
identitarias que se encontraban semantizadas por una lectura
eurocéntrica de las luchas de clases, donde tierra y crédito, por
ejemplo, construía una identidad campesina e impedía otras
dimensiones que, ahora, se politizan, como el indígena. En el
mismo año, 1989, en que el sandinismo es derrotado por la
presión de los Contra tenemos (1) la caída del muro de Berlín y,
para sorpresa frente a lo que viene siendo resaltado, es también

123 Archi-enemigo de los EUA solamente después de la Revolución Chiita de 1979, pues
hasta entonces Irán era el principal aliado de los EUA en la región sobre todo con Moha-
med Rheza Pahlevi.
124 Díaz-Polanco, Héctor 2004. El Canon Snorry. Ediciones de UACM, México.
125 Una situación análoga fue vivida en otro contexto revolucionario en América Latina, en
1952, en la Revolución boliviana cuando las izquierdas, allí también marcadas por el
eurocentrismo, ignoraron la propiedad comunitaria de los pueblos originarios - los ayllus
– e impusieron una reforma agraria de carácter campesino, con base en la pequeña
propiedad privada.
168 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

el año en que ocurren importantes manifestaciones callejeras que


(2) derrumban el primer Presidente126, por su tentativa de tomar
medidas neoliberalees anti-populares a favor del corte del gasto
público para fines sociales, aumento de tarifas, y otras de cara a
la liberalización financiera. Estas manifestaciones callejeras serán,
también en el mismo año, blanco de masacres, como el Caraca-
zo, donde entre 1000 y 3000 personas murieron en Venezuela
cuando manifestaban en contra de esas mismas medidas127. Es
aún en el año de 1989 que ocurren las dos grandes “Marchas por
el Territorio y la Dignidad” en Bolivia y en Ecuador trayendo,
nuevamente, los descendientes de Tupac Amaru, Tupac Katari y
Sepé Tiaraju, al centro de la escena en un nuevo cuadro político.
Y, en ese mismo año además, los Estados Unidos bombardean
la capital de Panamá128 para apresar al General Noriega, anti-
guo aliado en la lucha contra el comunismo, ahora acusado de
narcotraficante, puesto que ya no era más necesario en el nuevo
patrón de conflictividad donde la lucha contra el comunismo es
sustituida por la lucha contra el narcotráfico. Este nuevo patrón
de conflictividad se consolida con la problematización que los
movimientos sociales hacen, en 1992, de las conmemoraciones
de los 500 años del descubrimiento de América, sobre todo en
la reunión conocida como ECO-92 o Río-92, organizada por la
Comisión de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el
Desarrollo. Allí estuvieron presentes todos los jefes de Estado de
todos los países del mundo, en un encuentro jamás visto hasta
entonces por su representatividad formal. Allí, los pueblos indí-
genas tuvieron un papel protagónico al señalar que después de
500 años los países que surgieron contra los pueblos originarios
hacían una reunión mundial para debatir cuestiones sobre las
cuales sus pueblos siempre demostraron un enorme conoci-
miento, sensibilidad y cuidado: agua, aire, tierra y vida (animal
y vegetal). Y lo hacían con sus saberes y rituales, esto es, con sus
culturas. A partir de entonces, el campesinado se transforma en
indigenato, como anticipara Darci Ribeiro, donde cada vez más
pasa a invocar la diversidad y la diferencia. A partir de la reunión
de Río-92 se inicia todo un ciclo de manifestaciones de los movi-
mientos sociales en todas las grandes cúpulas mundiales, donde
quiera que se realicen. Las luchas sociales también se globalizan
señalando que hay muchas globalizaciones más allá de la globa-

126 Raúl Alfonsín se vio obligado a abandonar su mandato seis meses antes, luego de intentar
implantar o recetario recomendado por el FMI y el Banco Mundial. Él fue el primero de una
serie que, hasta el año de 2005, alcanzará casi dos decenas de presidentes derribados.
127 La masacre de los manifestantes populares en la calles de Caracas abrirá una herida
profunda en las fuerzas armadas venezolanas de donde, más tarde, emergerá la figura de
Hugo Chávez Frías por rebelarse contra esta violencia practicada por las fuerzas armadas
contra su propia población.
128 Inaugurando operaciones aéreas que más tarde serían conocidas como Operación Páni-
co y Terror.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 169

lización hegemónica fundada en y para el Gran Dinero. Cuando


el Gran Dinero intenta conformar bloques regionales-globales,
como en el caso del NAFTA, allí están ellos, los campesíndios,
como serán llamados por Armando Bartra (Bartra, 2008), o
también indigenato por Darci Ribeiro, ocupando las calles el 1° de
enero de 1994, ahora como zapatistas y echando mano de las más
modernas tecnologías de comunicación, como la internet. Los
indios continúan queriendo se espejar, reflejar, repercutir como
protagonistas locales-regionales-nacionales-globales.
Cuando observamos los conflictos sociales en América
Latina y el Caribe, como lo hace el Observatorio Social de CLAC-
SO, vemos que más allá de varios protagonistas cuyas luchas
en las que se encuentran envueltos se dan en los marcos de las
contradicciones típicas del capitalismo, con las especificidades
del periodo neoliberal actual –como la fuerte presencia de asa-
lariados del sector público y privado en lucha contra la capita-
lización (en Brasil se dice privatización) de empresas públicas
o por mejores salarios- vemos también la fuerte presencia de
movimientos indígenas, de afrodescendientes y de campesinos
con diferentes matices culturales (Darci Ribeiro llamó a algunos
indigenato), sobre todo en países como Bolivia, Paraguay, Ecua-
dor, México, Guatemala, Colombia, Chile (Mapuches) y Brasil
(aquí se destacan los campesinos políticamente organizados en
el MST), que vienen pautando una serie de cuestiones más allá
de aquellas que emanan del capitalismo global que, sabemos,
subyace a la formación social de América Latina y el Caribe.
En fin, no comprenderemos la emergencia de movimien-
tos con fuerte potencial emancipatorio en América Latina y el
Caribe si permanecemos prisioneros de categorías analíticas
pensadas a partir de una realidad específica como Europa, por
más que nos hayamos habituado con el eurocentrismo a la idea
de un pensamiento universal y así, válido en cualquier circuns-
tancia. Hay una colonialidad del saber allí implicada (Lander,
2000). Finalmente, entre nosotros, la colonialidad siempre fue
parte de nuestra formación moderna, desde lo exclusivo colonial
a las políticas de ajuste estructural y la deuda eterna. Así, decir
colonialidad es decir también, que hay otras matrices de racio-
nalidades subalternizadas resistiendo, r-existiendo, desde que
la dominación colonial se estableció y que hoy, vienen ganando
visibilidad. Aquí, más que resistencia, que significa retomar
una acción anterior y así, es siempre una acción refleja, lo que
tenemos es r-existencia, es decir, una forma de existir, una deter-
minada matriz de racionalidad que actúa en las circunstancias,
inclusive reactúa a partir de un topoi, en fin, de un lugar propio,
tanto geográfico como epistémico. En verdad, actúa entre dos
lógicas.
170 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Así, en estas resistencias, r-existencias, las epistemes y el


territorio (donde la cuestión de la tierra tiene un lugar central)
ganan una enorme importancia, no sólo por el lugar que el orden
moderno-colonial nos destinó en la división internacional del
trabajo, sino también por el significado de la naturaleza para
la reproducción de cualquier sociedad, formas que el antropo-
centrismo eurocéntrico cree que la ciencia y la técnica pueden
dominar129. Vimos cómo la revolución reciente en las relaciones
sociales y de poder por medio de la tecnología (Porto-Gonçalves,
2006) redujo la vida, las plantas y los animales, simplemente a
germoplasma (biotecnologia), así como amplió, como nunca
antes, el dominio de todos los elementos de la tabla periódica de
la química (90), además de los sintéticos (26), así como aumenta
la demanda por más agua y más energía. Y como los elemen-
tos de la tabla periódica no son solamente símbolos químicos,
sino yacimientos situados en espacios territorializados, vemos
explotar múltiples conflictos de territorialidades donde cum-
plen un papel destacado las matrices de racionalidad fundadas
en civilizaciones otras, tanto de pueblos originarios como de
afrodescendientes, cuando no son campesinos étnica y/o cultu-
ralmente diferenciados (indigenatos).
El Tawantinsuyu130, uno de los amplios territorios aquí
constituidos antes del gran encuentro con los europeos y su
Cruz, Espada y Dinero, abarcaba gran parte de la actual Amé-
rica Andina, con el centro político en Cuzco, estaba basado en
el ayllu en tanto unidad territorial. Cada ayllu es constituido
por una comunidad que tiene algún antepasado en común o
alguna otra referencia identitaria que puede ser una montaña,
un bosque o un río. En estos ayllus, la propiedad común de la
tierra era periódicamente distribuida en lotes (tupus) entre los
miembros de la comunidad de acuerdo con sus responsabilida-
des familiares, que los explotaba en tanto una unidad particular.
Siempre que la necesidad de redistribuir los tupus era sentida,
los ayllus se reunían sin que hubiese un plazo abstracto, pre-
establecido, que no fuese determinado por las necesidades tal
y como son percibidas por sus habitantes. El principio de la
complementariedad constituía estos pueblos y los pisos ecoló-
gicos de tierras calientes, tierras templadas y tierras frías lejos de ser
unidades separadas, al contrario, eran complementarias en un
sistema territorial que tomaba las condiciones naturales como

129 Más allá de esto, en la geografía del imaginario eurocéntrico nos cabe el lugar de la
naturaleza, donde hasta los mismos pueblos son salvajes, cabiendo a Europa el lugar
de la cultura. Como en el imaginario eurocéntrico hegemónico cabe a la cultura dominar
la naturaleza la dominación sobre nosotros estaría plenamente justificada.
130 La otra gran formación territorial pre-existente a la llegada de los europeos es el Anau-
hac que abarcaba gran parte desde la actual América Central (Guatemala y México) a
Texas, Nuevo México, Arizona, Utah y California.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 171

piso. En el sur del continente, los diversos pueblos hoy conocidos


como pehuenes o mapuches, atravesaban los Andes transportando
ganado a través de los valles ocupando complementariamente
los territorios hoy hegemonizados por Chile y Argentina. Los
Andes no separaban, a pesar de su omnipresencia. Los ayllus
son anteriores a la existencia del sistema incaico, que los subor-
dinó a su sistema de castas, pero sobrevivió no sólo al sistema
opresivo incaico sino también, a la conquista colonial española
y a las repúblicas independientes, llegando hasta nuestros días
con las alteraciones que, creativamente, las comunidades que-
chuas y aymaras hicieron en las circunstancias históricas que se
presentaran. Las mujeres cumplirán un papel destacado en la
reproducción de estos valores e instituciones. La reciprocidad
que Aníbal Quijano (Quijano, 2000) destaca en sus trabajos
emana de estas matrices histórico-culturales e inspira valores
que informan no sólo las prácticas cotidianas sino las luchas de
resistencia del indigenato y de muchas comunidades originarias
tanto en el campo y en la ciudad. Hay, aquí, mucho de cambio
y mucho de permanencia.
En América Latina y el Caribe, hay un componente étnico
y racial conformando las clases sociales (Aníbal Quijano), que
tienen en la monopolización de las tierras por blancos y sus des-
cendientes criollos su base y así, entre nosotros, la estructura de
clases está etnizada. La cuestión agraria emerge hoy no sólo en
su dimensión social y política, sino también epistémica, impul-
sada por movimientos que explicitan sus reivindicaciones como
territoriales, sean ellas afrodescendientes, indigenatos y pueblos
originarios, además de otros como los seringueiros, gerazeiros,
retireiros (pequeños ganaderos que hacen uso comunal de la
tierra en las grandes planicies del Río Araguaia).
El arraigo espacial que las poblaciones subalternizadas se
vieron creativamente obligadas a conformar en contextos histó-
ricos en el límite de la sobrevivencia (genocidio, etnocidio) nos
muestra que invariablemente ocupan áreas remotas o de difícil
acceso o desconectadas de los circuitos mercantiles principales.
Sin embargo, estas áreas hoy se vienen haciendo estratégicas
desde el punto de vista hegemónico por medio de la revolución
de las relaciones sociales y de poder por medio de la tecnología,
porque son áreas con gran diversidad biológica, agua, energía y,
asimismo, áreas extensas con relieve plano y gran disponibilidad
de insolación, es decir, son las áreas tropicales. Así, áreas que
hasta muy recientemente estaban relativamente al margen del
desarrollo capitalista se tornan estratégicas, como el oriente bo-
liviano, el Chaco paraguayo y argentino, la Patagonia argentina
(Gutiérrez, 2004), además de las sabanas brasileñas (conocidas en
el país como Cerrados), la gran sabana venezolana y, aún, toda
172 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

la cuenca amazónica (Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Perú y


Venezuela) que, sobre todo en sus contrafuertes andinos abriga
una diversidad biológica aún mayor, condición que se prolonga
por toda América Central, desde Panamá hasta Puebla en Méxi-
co, donde la tropicalidad también está asociada a gradaciones
altimétricas en la Sierra Madre, inclusive la región de la Selva
Lacandona chiapaneca y en el Petein guatemalteco. Además de
los enormes recursos de diversidad biológica y agua, estas áreas
albergan, como ya indicamos, enormes recursos energéticos,
sobre todo de gas y litio –Bolivia detenta las mayores reservas
de este recurso siendo las de litio131 las mayores del mundo-, de
petróleo en la Amazonia ecuatoriana y peruana, así como en la
frontera colombo-venezolana y también, en México.
Estas áreas son ocupadas por pueblos invisibilizados,
muchos de los cuales están aquí hace más de 12 mil años, al
contrario de lo que afirma la ideología de los conquistadores que
nombra como vacíos demográficos y desiertos las áreas que quie-
ren someter. Sólo la colonialidad del pensamiento hegemónico
puede ignorar el conocimiento tejido por estos diferentes pueblos
en esta milenaria historia. Sin embargo, esta misma arrogancia
que niega a estos pueblos la condición básica de productor de
conocimiento fue muy pragmática, sabiéndose aprovechar de
ellos para ocupar sus lugares y reconocer sus recursos para
explotarlos (Buarque de Holanda, 1994). Además, aún hoy lo
hace por medio de la etno-biopiratería, ya que la biopiratería
es incomparablemente menos rentable. En fin, de lo que los
nuevos piratas132 se apropian no es de la planta o del bicho, lo
que configuraría la bio-piratería sin más, sino del conocimiento
que los pueblos originarios, los indigenatos, los campesinos, los
afrodescendientes tienen sobre las plantas y los bichos y así,
de lo que se trata es de la etno-bio-piratería. Al final, para estos
pueblos el conocimiento no es producido por algún individuo
aislado y, como nadie se presenta como su propietario individual,
es entendido como no-propiedad y, así, puede, lockeanamente,
ser apropiado por otros puesto que no se apoyan en el derecho
natural tal como etnocéntricamente se los toma. Una vez más,
lucha política y lucha de racionalidades distintas.
De un lado tenemos el conocimiento acerca de la natura-
leza como conocimiento colectivo y comunitario inscrito en la

131 El litio, en su forma pura, es un metal de coloración blanco-plateada, que se oxida rapi-
damente en contacto con el aire y el agua. Es un elemento sólido - el nombre litio viene
de piedra -, sin embargo leve, siendo empleado especialmente en la producción de ligas
metálicas conductoras de calor, en baterias eléctricas y, sus sales, en el tratamiento de
transtorno bipolar. En la crisis energética que se avecina, el litio se coloca como un mine-
ral estratégico.
132 Los nuevos piratas, dicho sea de paso, son las grandes corporaciones capitalistas de
los sectores de fármacos, de la ingeniería genética, de las semillas industriales, entre
otros.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 173

lengua (oralidad), que está entre los hombres y mujeres y no es


de ninguno de ellos individualmente y, del otro, los que quieren
leyes de acceso y de patentes, que sólo reconocen el conocimiento
cuando es producido en laboratorio y que pueda ser patentado,
que está escrito, en cuanto propiedad privada e individual133.
En 1993, cuando trabajaba en el norte de Bolivia, en el
Departamento de Pando, escuché de un campesino la afirma-
ción: no queremos tierra, queremos territorio. Era la primera vez
que escuchaba la expresión dicha fuera del ámbito académico
o de juristas. Comencé a entender que el territorio puede ser
reinventado, al verlo rechazar del debate sobre la reforma agraria
en los marcos teórico-políticos occidentales, donde la tierra es
vista como medio de producción solamente. Allí, ganó forma
una idea que ya venía percibiendo en mis andanzas amazónicas
junto al movimiento de los seringueiros en el Acre, junto a Chico
Mendes (Porto Gonçalves, 2001a), donde pude aprender que,
más que tierra, ellos querían la selva para reproducirse en tanto
seringueiros. Allí, no sólo era la tierra lo que peleaban, ya que su
objeto de trabajo era el árbol del hevea de onde extraen la goma
elástica, sino que también practicaban una pequeña agricultura
y criaban animales junto a la casa y, aún, la caza y la colecta de
frutos, resinas y medicinas, como se dice en español. Las prin-
cipales marcas en la tierra de lo que era de cada uno, eran las
propias casas y los rozados principalmente, la vía a los árboles de
hevea que se recorre para la colecta del latex. Tenían estas rutas la
forma de un globo cuya boca se iniciaba en las proximidades de
la casa. Por esa boca se adentraba la vía para colectar el látex y por
allí se salía para regresar a la casa. El área interna de este globo
no era propiedad privada, sino compartida con otras familias
que allí quisieran cazar o colectar (Porto Gonçalves, 2001a). Así,
combinaban apropiación familiar y comunitaria de los recursos
naturales. El fundamento conceptual del Derecho Romano que
inspira el Derecho brasileño consagrando la propiedad privada,
no reconocía esta forma de apropiación que combina propiedad
familiar y área de uso común de los recursos naturales aunque
en el Acre, en 1970, aproximadamente el 70% de las tierras es-
taban ocupadas por esta forma de organización del espacio sin
ninguna regulación estatal. Sin duda, la resistencia de los serin-
gueiros contra los madereros y hacendados a partir de los años
70 tiene aquí una de sus razones (Porto Gonçalves, 2001a, 1998,
2003). Comprendí así, que pensar la tierra a partir del territorio
implica pensar políticamente la cultura. De esta manera, se trata
de racionalidades diferentes en conflicto. Concretamente, la

133 Tal vez aquí, entre los marginalizados, podamos entender las razones de Sócrates para
no registrar con la escritura el saber.
174 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

lucha política es también una lucha por afirmar otros epistemes.


En aquellas circunstancias se inventó una determinada territo-
rialidad, la reserva extractivista, donde incluso se rompe con la
tradición eurocéntrica, como siempre, de separar, en este caso,
la naturaleza de la sociedad, tal como se hace en las unidades
de conservación134.
Cuento esta historia para hablar de la invención de un
concepto a partir de los movimientos sociales cuya lucha, puede
verse, es el lugar propio de producción de nuevos conocimientos.
A partir de aquí nos es posible traer al debate, por su actualidad,
la correspondencia intercambiada entre Karl Marx y Vera Zasu-
lich, en la que la intelectual rusa conduce a Marx a percibir de
modo distinto esta combinación de tierras familiares y tierras
comunes, tal como eran compartidas por los campesinos rusos en
los Mir. El entusiasmo de Marx llega al punto de afirmar que los
Mir rusos estaban más próximos al comunismo que cualquiera
otra formación social135. Y, más allá de lo que tanto se habló acerca
de la tacañería campesina y su propiedad individual familiar,
es preciso rescatar que en el origen del capitalismo están, no
sólo los campesinos, como se creyó, sobre todo con los análisis
de Marx sobre la diferenciación interna del campesinado y el
aburguesamiento de su capa superior, sino los enclosures, o sea
la expropiación de las tierras comunes, lo que implica decir que,
también en Europa, fue por medio de la apropiación privada de
las tierras comunes que se quebró la unidad familiar-comunal
campesina136. El mir ruso, el campesinado europeo y sus tierras
familiares y comunales, los ayllus, la territorialidad seringueira
tienen más en común de lo que se quiere admitir.
Es lo que viene sucediendo también en los últimos 30
años en el Planalto Central brasileño, donde vastas áreas planas
de las extendidas zonas cubiertas por sabanas (Cerrados) han
venido siendo capturadas por los grandes latifundios empre-
sariales del agronegocio; áreas éstas, históricamente usadas
por los campesinos como campos generales, esto es, campos que
pertenecen a todos (son generales). Allí, los campesinos usan
los fundos de los valles para la agricultura, donde cada familia

134 La apropiación y resignificación del vector ecológico global por la lucha campesina es
aquí, evidente. Arturo Escobar y Libia Grueso percibieron lo mismo entre los afrodes-
cendientes en el litoral del Pacífico Sur colombiano.
135 Un bello pasaje de rechazo al evolucionismo lineal característico del pensamiento euro-
céntrico que, a veces, ronda al propio Marx. Tal vez, el lugar desde donde habla Vera
Zasulich no permita esta linealidad puesto que en la Rusia la contemporaneidad de
temporalidades distintas nos recuerda las contribuciones de Mariátegui para América.
136 Merece ser debidamente considerada esta historia de resistencia del campesinado
como formación social, quizás, por esta habilidad adquirida para actuar entre el Merca-
do, al que siempre compareció, y el uso común de los recursos naturales, que siempre
practicó. Tal vez merezca ser ojeada con más atención la sutil distinción de Kautsky
entre campesino y agricultor. La subordinación exclusiva al mercado marcaría este
desplazamiento.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 175

tiene su propio lote y las extensiones como área común (general).


La reproducción campesina, puede verse así, imposibilitada en
la medida en que le son amputadas sus tierras comunes en un
proceso muy similar al que fuera analizado por Tomás Moro y
por Karl Marx sobre el cercado de los campos de Inglaterra. Una
de las novelas más originales de la literatura brasileña, lleva en
su título esta unidad de los dos paisajes que dominan nuestros
Cerrados (sabanas) según la lógica campesina. Se trata de Gran
Sertâo, veredas, de Guimarães Rosa, en el que grande sertão son las
extensiones y las veredas son sus valles. Hoy, gracias a la iniciativa
de los granjeros campesinos organizados en torno al Sindicato de
Trabajadores Rurales en el municipio de Río Pardo de Minas, en
Minas Gerais, de ocupar estos generales que vienen siendo plan-
tados con monoculturas de eucalipto con serias implicaciones
hídricas y sociales, hay una lucha abierta por la reapropiación
de la naturaleza para establecer el uso combinado familiar y
comunitario con la propuesta de las Reservas Agroextractivas,
en una reinvención de la Reserva Extractivista de los seringueiros
de la Amazonia. Hay así, modos distintos de apropiarse de la
tierra por medio de culturas diferentes y, de este modo, estamos
hablando de distintas territorialidades.
Lo mismo puede apuntarse con relación a las poblaciones
negras y sus territorios de libertad: los quilombos, cumbes y
palenques, inventados en las circunstancias de regímenes escla-
vistas durante el periodo colonial. En estos espacios de libertad,
invariablemente las comunidades hacen uso común de los recur-
sos naturales (Oslender, Escobar). Son espacios generalmente
localizados en áreas de difícil acceso a los blancos conquistadores
–ora apartados de las principales rutas de explotación comercial,
ora en los lugares de relieve accidentado, ora en los lugares de la
selva extendida, ora en lugares alejados, ora en proximidades de
poblaciones indígenas y de blancos pobres- el hecho es que estos
amplios espacios son hoy reivindicados por poblaciones negras
como territorios a ser reconocidos. En Brasil, la Constitución de
1988 reconoció, formalmente, el derecho de las poblaciones re-
manentes de los quilombos, mayoritariamente negras, a tener sus
territorios demarcados, muy a pesar de que los procedimientos
en este sentido se encuentran en morosidad. Tal vez, el Pacífico
Sur colombiano (Tumaco, Buenaventura) guarde el mejor ejem-
plo de las luchas de estas poblaciones de afrodescendientes que, a
semejanza de lo que hicieran los seringueiros brasileños, también
supieron captar uno de los dos vectores del orden global: el eco-
lógico, y resignificarlo, en este caso, afirmando que el territorio es
igual a la biodiversidad más la cultura, tal como explícitamente
lo formularon (Escobar y Grueso). En Colombia, ya suman cerca
de 4 millones de hectáreas demarcadas desde el reconocimiento
176 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

de estos derechos de los afrodescendientes, hecho posible por la


Constitución de 1991. En el caso de Colombia, el reconocimiento
formal de extensiones de tierras tan significativas, hicieron a
las poblaciones negras más visibles y, así, más expuestas a los
ataques de los grupos paramilitares, como ha sido el caso de las
sucesivas masacres en la región de Urabá (de acuerdo a Gloria
Cuartas en comunicación personal).
Es entonces en torno a la cuestión agraria que va a emerger
uno de los más importantes movimientos sociales de América
Latina y el Caribe: el Movimiento de los Trabajadores Rurales
Sin Tierra, en Brasil. Su estrategia de apropiación de las tierras
con sus campamentos y asentamientos han contribuido, tal como
en Colombia, para que las clases dominantes tradicionales, no
acostumbradas a la lógica del derecho sin más, sino a la lógica del
favor, apelen a la violencia abierta, tal como lo demostraron los
grupos paramilitares colombianos y el aumento de la violencia
privada en Brasil, o como viene ocurriendo en las regiones de
expansión de los grandes latifundios productivos del agrone-
gocio, tal como hartamente lo han demostrado los Documentos
de la Comisión Pastoral de la Tierra (CPT, 2004). En el primer
año de gobierno del Presidente Lula, cuya candidatura contó
con el apoyo del MST, no sólo aumentó la violencia privada
(número de familias expulsadas de sus tierras, de asesinatos de
trabajadores rurales, de personas amenazadas de muerte en el
campo) sino también, de la violencia (entendida como) legítima
por parte del Estado, ahora con la particularidad de una acción
represiva descentralizada, por medio de la acción de los poderes
ejecutivo y judicial de las unidades político-administrativas de
nivel inmediatamente inferior al gobierno nacional (los estados,
como son nombrados en Brasil), con acción destacada del Estado
de Mato Grosso, gobernado por el mayor productor de soya en
Brasil, donde fueron registrados los mayores índices de conflic-
tividad, de violencia privada y de violencia del poder público
del país (Porto-Gonçalves, 2004c).
El MST mantiene una articulación política nacional con
amplia capilaridad en todas las unidades administrativas del
país, sea por medio de los campamentos o asentamientos donde,
más allá de la apropiación de la tierra en tanto condición material
de la vida, crean por todos lados escuelas de formación cultural
y política y, así, se apropian de las condiciones simbólicas de
producción. Hay por lo menos dos dimensiones territoriales
en la acción del MST que merecen destacarse. La primera nos
habla respecto a la movilización y reclutamiento de poblacio-
nes suburbanizadas que constituyen un universo un universo
sociogeográfico de enorme importancia, no sólo en Brasil, sino
en todo el mundo. Hasta donde sabemos, el MST es el primer
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 177

movimiento social que, en cuanto tal, intenta promover una in-


versión del flujo migratorio que se venía haciendo en dirección
hacia las grandes aglomeraciones (urbanas) (Porto-Gonçalves,
1996). El MST, al organizarse políticamente en movimiento que
revaloriza la tierra y al campesinado, va al encuentro de una
nueva geografía del fenómeno urbano mundial en los últimos
años. A pesar de la franca hegemonía de la ideología desarro-
llista eurocéntrica, no es en los países industrializados donde
se encuentra la mayor parte de la población urbana mundial.
Hoy, de cada 10 habitantes en ciudades del mundo, 7 están en
Asia, en África y en América Latina y el Caribe y solamente 3
en Europa, EUA y Japón. La ideología de lo urbano como mo-
delo de civilidad no corresponde a la realidad cotidiana donde
se encuentra el 70% de la población urbana del planeta. De los
casi 3 billones de urbanos (2,923 billones), cerca de 923 millones
están en villas miserias, siendo que esta población marginada,
el 94% está en África, Asia, América Latina y Oceanía, según la
ONU. O sea, la población que vive en barrios marginados en el
mundo es mayor que la población total de los países desarro-
llados (Canadá, EUA, Japón y Europa).
En verdad, la significación de estas aglomeraciones
suburbanas muestra una expresión –periferia- que indica que
estamos frente a un fenómeno de otro tipo: ni en el urbano ni en
el rural. La población de estas periferias, más allá de la enorme
vulnerabilidad al riesgo de la causa natural inmediata –lluvias,
inundaciones, huracanes, terremotos- viven en un ambiente de
inseguridad generalizado, donde la principal causa mortis entre
los jóvenes es el asesinato (Ver libro El Planeta Favela (título en
portugués) de Mike Davis).
Si aún hoy “la ciudad conserva el prestigio que le fuera atribui-
do por la Grecia antigua como lugar donde se forja la democracia y la
civilidad de los humanos” (Leff, 2001:288), en ningún sentido es la
urbanidad y la civilidad137 que encontramos en aglomeraciones
como Río de Janeiro, ciudad de México, Caracas, Bogotá, La Paz,
Quito o Asunción138. La violencia es la más abierta demostración
de cuan lejos estamos de tener la más elemental regla de civili-
dad en un régimen democrático, esto es, el convencimiento por
la palabra, por la argumentación y no por la fuerza o por las
balas. El crecimiento de la población viviendo en las ciudades
del mundo no ha sido acompañado por la ciudadanía. En este
sentido, la politización de estas poblaciones, para lo que ha ve-

137 O aún en Bombai, Lagos o Johannesburgo, o donde viven los más pobres de Nueva
York, París o Tokio. Según la ONU, 53 millones de la población marginada del mundo
vive en los países del primer mundo
138 Los diccionarios aún acusan que lo urbano es sinónimo de educado, así como urbano
es sinónimo de civilidad.
178 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

nido contribuyendo en parte el MST, apunta hacia un fenómeno


de mayor envergadura y más profundo de lo que el precario
debate cerrado en los marcos de la ideología moderno-colonial
que continúa pensando de modo evolucionista, unilineal (Porto
Gonçalves, 1989) como si la humanidad estuviese condenada al
mismo recorrido de los países de la segunda modernidad con
el éxodo rural y la urbanización. El gran número de víctimas
de la tragedia que recientemente alcanzó al Índico asiático
y africano con el tsunami de 2004, debemos atribuirlo a esta
desruralización sub-urbanizadora que viene acometiendo la
humanidad entera con la expansión del capitalismo y su ideo-
logía moderno-colonial.
La segunda dimensión territorial a ser destacada en las
prácticas del MST, en esto coincidente con la Vía Campesina,
habla respecto a la urbanización de la cuestión agraria por me-
dio de la politización del debate técnico. Paisajes monótonos de
monoculturas señalan, no sólo que otros diseños paisajísticos
están siendo suprimidos (expulsión de poblaciones originarias,
de afrodescendientes y de campesinos), sino que están asociados
a desequilibrios ecológicos (la vaca loca, neumonía asiática, gripe
aviar, stress hídrico, erosión de los suelos y de la diversidad ge-
nética) y a un régimen alimentario mediáticamente inducido139.
Es la cuestión básica, no de la producción de alimentos, sino que
es la reproducción lo que está en juego en la lucha por el control
de las semillas que, en el fondo, es una lucha por el modo de
producción en el sentido material y simbólico del modo de comer
que caracteriza a cada cultura, a cada pueblo. Así, el debate en
torno a la transgenia es, también, político y epistémico.
Hay, aún, muchas otras luchas emancipadoras con fuerte
contenido de autonomía y que señalan hacia otras territoriali-
dades, como lo indican el Cabildo Abierto nacido de la Guerra
del Agua en Cochabamba en el año 2000; las comunidades de
vecinos (obreros e indígenas sub-urbanizados que mantienen
relaciones de reciprocidad) de La Paz y El Alto; las Juntas de
Buen Gobierno de los Caracoles zapatistas; las organizaciones
de base distrital y comunitaria de los indígenas y campesinos
ecuatorianos (CONAIE y Pachakutik); el indigenato de Chapare,
en Bolivia, que emerge en la lucha contra la erradicación de la
coca y, así, en confrontación abierta contra el imperialismo; entre
los piqueteros argentinos. La reciprocidad y la autonomía se hacen
allí presentes, bajo relaciones que combinan lo que es familiar/
individual y lo colectivo y/o comunitario y que muestran, en su

139 E. Thompson en Costumbres en común nos llama la atención acerca de que, la gene-
ración post años 60 es la primera en la historia de la humanidad en que la producción
de necesidades escapa a los círculos de socialización primario, como la familia, por
ejemplo. Cada vez más, quien produce las necesidades son las máquinas mediáticas.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 179

propia base, la necesidad del diálogo, en el sentido fuerte de la


palabra, hasta porque muchas de sus normas consuetudinarias
tienen que ser agenciadas en la presencia del otro para entrar
en vigencia, como se ve, sobre todo, entre los descendientes de
los pueblos originarios, de campesinos o de afrodescendientes.
Al final, son normas que están inscritas en sus cuerpos y no es-
critas. Implican, así, protagonistas que se encuentran de cuerpo
presente para escuchar la palabra del otro. Muchas de estas
poblaciones cargan consigo la modernidad hasta por haberla
experimentado por su-otro-lado colonial, desde siempre, y han
tenido que dialogar con el otro, lo que vienen haciendo bajo
condiciones de subalternidad. Saben la modernidad por haberla
saboreado140por su lado amargo, pero lo hacen a partir de recursos
epistémicos propios, resignificados y actualizados. Comportan,
así, una gnose doble (Mignolo, 2003).

2. Estado monocultural y tensiones de territorialidades:


nuevas cuestiones epistémico-políticas traídas por los
movimientos emancipatorios

Es fundamental que prestemos atención hacia estas nue-


vas territorialidades que están potencialmente inscritas entre
estos diferentes protagonistas y que se movilizan con/contra
las conformaciones territoriales (y los grupos/clases sociales
que las instituyen) que están en crisis, intentando identificar sus
posibilidades y sus límites emancipatorios. Hay nuevas conflic-
tividades sobreponiéndose a las antiguas. En esta imbricación
de temporalidades distintas, la cuestión del territorio se explicita
con la crisis del Estado.
Muchos de los movimientos arriba nombrados se dirigen
hacia luchas de carácter local y regional en un proceso contradic-
torio que puede apuntar tanto hacia perspectivas emancipato-
rias, como afirmar perspectivas hegemónicas que históricamente
buscan segmentar, dividir (divide et impera). Al mismo tiempo,
es posible identificar en las estrategias hegemónicas la impor-
tancia que prestan al control del aparato del Estado centralizado
mientras afirman por medio de sus ideólogos el discurso sobre
el poder local. Nunca el capital conseguió tal control de este
aparato estatal centralizado como hoy, al mismo tiempo que
mantiene una ideología neoliberalizante de estado mínimo por
medio de sus intelectuales y de los medios.
Así, el Estado Territorial soberano viene siendo presio-
nado, por arriba, por las grandes corporaciones empresariales
globales para constitucionalizar su derecho a la libre circulación,

140 - Saveur e savoir, saber e sabor.


180 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

combatiendo la universalización de derechos, tal como los mo-


vimientos obreros y populares propugnaban, y desarrollando
estrategias de reconocer el derecho a la diferencia más que el
derecho a la igualdad. Aunque políticas de afirmación de la
diferencia venían siendo incorporadas en diferentes reformas
constitucionales en diferentes países, el análisis de las posibili-
dades y límites desde un punto de vista emancipatorio puede
ser mejor evaluada a partir de aquellos países donde los movi-
mientos que protagonizan estas propuestas alcanzaron mayor
visibilidad política.
Tomemos entonces el ejemplo de Ecuador donde, tal vez,
más que cualquier otro país venía siendo debatida la idea de plu-
ralismo jurídico que afirma respetar los derechos de los pueblos
indígenas. Allí, “la legalización del pluralismo jurídico viene
siendo entendido como un elemento de lo que llamam empodera-
mento141 (sic) de los pueblos indígenas, con el fortalecimiento de
la jurisdicción indígena. Sin embargo, como anota Assies (apud
Walsh, 2002), “la legalización bien puede ser un dispositivo en
la tecnología del poder, dominación y domesticación”. Por eso,
no hay nada inherentemente progresista o emancipador en el
pluralismo legal (Sousa apud Walsh, 2002). Catherine Walsh
señala, además, que “el mero hecho de que exista más de un
sistema (jurídico), no asegura que habrá justicia adecuada y
apropiada. No se asegura que la supuesta superioridad del
derecho positivo y estatal no se impondrá sobre el otro, que los
derechos individuales y los derechos colectivos no entrarán en
contradicción, o que el problema de las relaciones de poder y
de los conflictos interculturales desaparecerá. Tampoco asegura
una consideración de la real complejidad de la diversidad - tanto
étnica como de género, clase social, localización geográfica -, ni
un cambio inmediato en las creencias y actitudes de las personas.
De hecho, y como bien señala Albó (2000), demasiadas veces
complican la situación previa. Esto puede ser evidenciado, por
ejemplo, en la aplicación contradictoria del concepto de “te-
rritorio” dentro de los mismos derechos colectivos. Al otorgar
títulos de propriedad colectiva, el Estado reconoce a los dueños
ancestrales, pero al dar concesiones territoriales a compañías de
extracción mineral (como las petroleras, etc.), define a partir de
su propia racionalidad (e intereses económicos) lo que es o lo
que no es “território”. De hecho, al excluir el agua y el subsuelo
y limitar el concepto de territorio a la superficie, rompe con las
bases tradicionales y esquemas culturales sobre las cuales los
derechos colectivos supuestamente se fundan. (...) El pluralismo

141 Empoderamiento. Esta substancialización del poder va contra todo lo que la ciencia
política y la filosofia han añadido en los últimos 30/40 años. Es como si el poder fuese
una cosa que se pudiera dar a alguien. En fin, ...
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 181

jurídico parte de la necesidad de una interpretación pluricultural


de las leyes, es decir, del reconocimiento de diferentes funciones,
contextos y fines sociales de las distintas normas jurídicas. En
este sentido, el pluralismo jurídico refleja una aplicación de la
pluriculturalidad oficial142 (...): añade un sistema basado en el re-
conocimiento e inclusión indígena a la estructura legal, sin hacer
mayor transformación en términos de otro sistema no-indígena.
El propósito es dar atención y cabida a la particularidad étnica, no a
repensar la totalidad. (...) Con la necesidad de normatizar y codi-
ficar en forma escrita los procedimientos y prácticas vivenciales
que, con los años, vienen siendo constantemente re-creados, hay
la tendencia a generalizar y homogeneizar la interpretación del
“deber ser” (Albó 2000), al hacer resaltar la diferencia oposicio-
nal entre el sistema (y no los sistemas) indígenas y el sistema
occidental-estatal. La existencia de lo que algunos autores llaman
“hibridismos” o “sincretismos” jurídicos, es decir, los procesos
sociales dinámicos de la construcción de fronteras (Assies 2000)
y la habilidad y práctica que existen en muchas comunidades de mover-
se entre sistemas y esquemas de administración de justicia (una vez
más las cursivas son mías), normalmente quedan fuera de la
codificación. Y, por eso, el “deber ser” escrito puede convertir-se
en otra imposición.
Sugerir que el problema de la interculturalidad es sim-
plemente un problema del tratamiento de los indígenas y no
un problema histórico y estructural de toda la sociedad puede
llevar a fundamentalismos y etnicismos que muchas veces sirven
para promover la segmentación y separación. También es ceder
frente a la necesidad de construir una propuesta civilizatoria
alternativa, a un nuevo tipo de estado y a una profundización
de la democracia (Ramón apud Walsh, 2002) que comprometa
a todos.
Xavier Albó (Albó apud Walsh, 2002) en un artículo re-
ciente insiste en los abordajes que informan prácticas políticas
unidirecionales y que, según él, ‘en un mundo cada vez más
entrelazado’, deberíamos establecer ‘el diálogo en ambas direc-
ciones’. Catherine Walsh, en el mismo sentido, apunta que ‘no
debemos reproducir la polarización tan común en el derecho
positivo, entre un derecho absolutamente individual o absolu-
tamente colectivo a la propiedad, por ejemplo. Tampoco es de
presumir que el derecho consuetudinario debe evolucionar hacia
el derecho “positivo y ordinario” (lo que supone, irónicamente,
que lo consuetudinario es “negativo” y “no-ordinário”). Mejor,
como sugiere Albó, es buscar un enriquecimiento y posible

142 Aquí, la autora está enfatizando la distinción entre la interculturalidad, que defiende, y
la pluriculturalidad.
182 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

convergencia intercultural jurídica, que también permita incor-


porar de abajo hacia arriba algunos principios subyacentes en
el derecho indígena al derecho estatal y, a su vez, construir una
convivencia social donde la diferencia y la igualdad puedan
comenzar a entrelazar-se” (WALSH, C. 2002). (Enrique Dussel
viene hablando de transmodernidad).
Tenemos, así, lo que podemos llamar autonomías débi-
les, como viene ocurriendo con los territorios reconocidos y
destinados tanto a los afrodescendientes, a los indígenas y a
otras poblaciones socioculturalmente diferenciadas, como los
seringueiros, los retireiros, las mujeres partidoras (quebraderas
se autodenominan ellas) de coco de babaçu, como se puede ver
en el Brasil, Colombia, Equador, México. En estos casos, cada
una de las diferentes territorialidades viene manteniéndose
al margen de las otras y, así, la diferencia tiende a perder su
dinamismo como consecuencia del propio aislamiento (gueto).
Destaquemos que, entre nosotros latino-americanos y caribeños,
el moverse entre códigos es, desde el gran encuentro de 1492,
un componente estructurante de nuestra formación moderno-
colonial.
En esta tensión de territorialidades lo colectivo/comu-
nitario se coloca, casi siempre, contrario a la exclusividad de
la propiedad privada que, siendo espacio de uso exclusivo es,
ya ahí, de exclusión, en fin la base de un espacio mutuamente
excluyente, de soberanía absoluta, que subyace al concepto de te-
rritorio en las matrices hegemónicas del pensamiento moderno-
colonial. Así, es preciso que superemos la lógica dicotómica, la
lógica del esto o aquello y, definitivamente, aceptemos las lógicas
relacionales, plurales y que apuntemos hacia territorialidades
de otros tipos.
En estos diferentes movimientos con potencial emancipa-
torio es posible identificar algunas características importantes,
como (1) la lucha por la apropiación de las condiciones materiales
de producción (agua, gas, energía, biodiversidad, tierra sólo
para quedarnos con las explícitas) así como de la creación de las
condiciones para su propia reproducción simbólica (escuelas,
universidades libres, radios comunitarias, posses de rappers).
En la unión de estas dos dimensiones es que la invención de
territorios gana sentido, en la exacta medida que comporta las
dimensiones material y simbólica geograficamente conformadas.
Además de eso, la formación social que muestra la existencia
de esos movimientos implica, como venimos insistiendo, (2) la
conformación simultánea de grupos, segmentos, clases, etnias,
comunidades, estamentos, camadas, en fin, distintas formaciones
de sujetos sociales que buscan realizarse por medio de diferentes
escalas y conformaciones territoriales. Walter Mignolo (Mignolo,
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 183

2003) caracterizó esta multi-escalaridad como historias locales y


proyectos globales que se conforman recíprocamente.
Aquí, en estas experiencias de conformación de nuevas
territorialidades a partir de diferentes topoi y sus diferentes
epistemes, hay una modernidad sufrida que, como tal, com-
porta una dimensión de emoción que la razón moderna hege-
mónica con sus abstracciones objetivistas mantiene separada.
En ellas hay una exigencia de proximidad – ‘somos olvidados’,
‘no somos vistos’, ‘somos abandonados’ – que exige que la
política le sea algo más próximo, más presente, al contrario
de las jerarquías, de las representaciones, de las centraliza-
ciones. Al buscar apropiarse de las condiciones materiales de
producción y de reproducción (escuelas, universidades libres,
radios comunitarias y bienes) retoman una tradición del propio
movimiento obrero. La cultura toma un lugar destacado, tanto
en cuanto lección decisiva para construir una cultura obrera de
clase143. El abandono de estas prácticas que conformaron una
cultura obrera propia (asociaciones de ayuda mutua, clubes y
escuelas propias) es, en gran parte, responsable por la apatía
y por el consumismo, sobre todo, cuando se pasó a privilegiar
el control del Estado con la forma partido (Zibechi, 2000). La
presunción universalista del pensamiento hegemónico euro-
céntrico, además del legado de genocidio, etnocidio y ecocídio
ya debidamente demostrados, nos legó, también, un enorme
desperdicio de experiencias (Boaventura de Sousa Santos), en
la medida que impidió a la humanidad conocer diferentes ins-
tituciones inventadas en diferentes circunstancias y que bien
podrían inspirar otras formaciones sociales, y a cada uno, en la
invención creativa de soluciones para sus propios problemas.
Solamente la presunción universalista eurocéntrica puede
creer que el Estado Territorial centralizado, con sus poderes
Ejecutivo, Legislativo y Judicial y, ahora, el Mercado, puedan
ser una Panacea.
No ha sido tranquilo, ni reciente, este caminar en busca
de nuevas conformaciones territoriales. Diferentes movimien-
tos sociales experimentaron contradicciones cuando buscaron
articular otras escalas de poder, sobre todo, la nacional. La
Revolución de base indígeno-campesina mexicana de 1910 nos
dio un Partido Revolucionario Institucional que sustituyó sus
protagonistas y sumergió en la corrupción; los revolucionarios
rusos de 1917 se vieron frente al dilema entre centralismo y
consejos (soviets) y acabaron privilegiando la forma partido y el

143 Insisto en la tesis de que hay una cuestión territorial implicada en estas diferentes
conformaciones territoriales: la escala nacional implica jerarquía de lugares en tanto
jerarquía de poder. La conformación territorial no es indiferente a las formaciones de
grupos y clases que se constituyen en y por el espacio.
184 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

fortalecimiento del Estado y, con ello, paradójicamente vaciaron


la propia política en nombre de la administración colocando a los
gestores en el lugar de la autogestión144. Los ejemplos podrían ser
multiplicados. Recientemente, hasta los mismos movimientos
sociales que se vienen presentando como alternativos a la forma
partido se han enredado en el mismo desafío. Los zapatistas,
igual que echan mano de recursos originales de movilización y
organización, combinando desde manifestaciones presenciales
(marchas y bloqueos de caminos), como virtuales (internet)
hasta los de la negociación política, como los Acuerdos de San
Andrés, se vieron derrotados en el Parlamento y tuvieron que
retomar su poder de organizar su propia casa (Caracoles) y es-
tablecer sus Juntas de Buen Gobierno. Los seringueiros brasileros
saben lo que viene significando abandonar sus propias escuelas
y cooperativas al dejar en las manos del Estado la iniciativa
de la gestión de sus territorios y al abandonar el terreno de la
lucha política junto a los demás trabajadores y a los Pueblos
de la Selva, como cuando, con Chico Mendes, afirmaban que
‘la reserva extractivista es la reforma agraria de los seringueiros’. El
movimiento Pachakutik, en Ecuador, que venía apostando en
la organización de base comunitaria y distrital y rechazando la
jerarquía nacional con su propuesta de ‘confederación de comuni-
dades’, viene experimentando los desafíos y las contradicciones
de insertarse en la escala nacional cuando se involucró con las
instituciones de representación nacional y se aproximaron al
gobierno de Lucio Gutiérrez.
Al mismo tiempo, no podemos olvidar que diferentes mo-
vimientos sociales, desde los Pueblos de la Selva de la Amazonia
brasilera, en los años 80, a los afrodescendientes del Pacífico
Sur colombiano, el zapatismo y el MST en los años 90, vienen
manejando un complejo juego de escalas local-regional-nacional-
mundial contribuyendo a la reconfiguración geopolítica donde
otras territorialidades, en base a otros valores con fuerte potencial
emancipatorio vienen siendo mostrados, como vemos en Chia-
pas, Seatle, Génova y Porto Alegre145. Luchas locales/regionales
articuladas globalmente, ora pasando por la escala nacional, ora

144 El movimiento de los desurbanistas rusos en los años que antecedieron y siguieron
inmediatamente a la revolución percibió esta dimensión espacial del poder y, hasta
donde pudo conocer, intentó colocar la democracia de base soviética en oposición al
plan quinquenal elaborado por expertos. Percibió que la vieja distinción entre trabajo
manual y trabajo intelectual conforma y estructura clases (Rodrigues, 1973).
145 Tal como el feminismo, está en curso una revolución de largo tiempo (Antonio Gramsci),
donde nuevos valores vienen siendo gestados y que pueden ser vistos, igualmente, en
la onda de solidaridad mundial que seguió a los trágicos acontecimientos provocados
a partir del tsunami de diciembre de 2004. Allí, ni los estados más insensibles a la
injusticia social, con sus políticos, sus burócratas y con sus íconos de celebridades
mediáticas que conforman el orden globalizado que-ahí-está (Santos, 2001) pudieron
quedar insensibles a aquellos dramas humanos. Desde el punto de vista hegemónico,
hay que disputarle a los movimientos emancipatorios la solidaridad para lo que, sin
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 185

pasando de largo. La articulación más allá de la escala nacional


que estos movimientos vienen estableciendo ha conseguido in-
hibir el poder-sobre (Holloway, 2003) regional-nacional al ganar
visibilidad política. Sin embargo, no ha conseguido, hasta ahora,
ofrecer una alternativa a la territorialidad moderno-colonial que
se constituyó contra las comunidades, contra el lugar, contra
los del lugar, por medio del Estado Territorial Monocultural y
las relaciones asimétricas a escala mundial que sustentan y que
los sustentan. En fin, este paso de la escala local, comunitaria,
hacia otras escalas, sea ella regional, nacional o mundial, es uno
de los mayores desafíos de los movimientos sociales para la
conformación de otros territorios146.
No se trata, pues, de reificar ninguna conformación terri-
torial a priori, sea ella cual sea. Ya vimos que los territorios no
existen a no ser por las relaciones sociales y de poder que los
conforman y, así, siempre afirman los sujetos sociales que por
medio de ellos se realizan. Por eso, más que la idealización de
cualquier territorialidad es preciso verificar las relaciones que
las conforman.
Si el poder-hacer (Holloway, 2003) implica la escala local,
al retomar en sus propias manos las condiciones materiales y
simbólicas de producción/reproducción, como vimos, es preciso
considerar que redes y articulaciones supralocales vienen siendo
engendradas por medio de fuerzas como el EZLN, en México;
el MST, en Brasil, el Pachakutick y la CONAIE, en Ecuador; el
MAS y la COB, en Bolivia; las FARCs, el ELN, ONIC – Orga-
nización Nacional Indígena de Colombia y el CRIC – Consejo
Regional Indígena del Cauca, en Colombia entre tantos otros.

duda, una catástrofe con causa inmediata natural puede ser una buena oportunidad.
Sin embargo, los hechos comprueban que la magnitud de aquella tragedia se dio no
sólo por la excepcionalidad natural del tsunami, sino sobre todo, por la situación de ex-
trema vulnerabilidad social a la que están sometidas enormes parcelas de la población
que, paradójicamente, son el objeto de las luchas de los movimientos por la justicia
social, ambiental y cultural que, invariablemente, han sido invisibilizados, cuando no
descalificados, por intelectuales y por los medios. Cabría, además, dos comentarios
ligeros: 1- Los eventos dramáticos de 2004, tal como el Titanic, fue una tragedia que
alcanzó no sólo a los de debajo de la sociedad sino también, a la más alta burguesía
que gozaba, allí, del privilegio de un turismo que se ubica como uno de los más caros
del mundo; 2- La temporada intensa de huracanes de 2004, en el Caribe, tuvo en Cuba
su menor número de víctimas, lo que mereció elogios de la ONU. Así, no es el PIB
mayor o menor lo que explica la vulnerabilidad de la población.
146 El surgimiento del Estado Territorial, tal como hoy lo conocemos, se dio (1) con el esta-
blecimiento de la norma escrita (Derecho Romano) y con el desplazamiento de los mo-
dos de producción/reproducción sociales fundados en la oralidad, en las costumbres,
en el cuerpo a cuerpo y (2) con el monopolio de la violencia y la delegación del poder
a un soberano. No olvidemos que toda esta arquitectura política se erigió teniendo en
cuenta las luchas campesinas que crecían de modo cada vez más intenso contra la
opresión y la miseria en la Edad Media europea. La constituición de Ejércitos central-
izados implica el poder de cobrar impuestos y, así, apropiarse de modo centralizado del
excedente social. Atendamos, pues, hacia el sentido de Ejército, que significa el poder
en ejercicio – acción, verbo - y, así, se-sustantiva – Ejército -; en tanto Impuesto es lo
que es impuesto y, así, el acto de imponer – acción, verbo – también se sustantiva en
tanto cosa Impuesta.
186 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Álvaro García Linera en un artículo bajo el significativo título


de Democracia Liberal versus Democracia Comunitaria explica la
cuestión de las territorialidades cuando nos dice: “Ahora, es
cierto que estas técnicas de democracia y ciudadanía comuni-
tarias regidas por otros parámetros morales y políticos distintos
a los liberales y efectivadas a través de instituciones no parti-
distas de tipo asociativo y asambleístico tienen una existencia
preponderantemente local y regional. Sin embargo, en distintos
momentos de la historia muestran que estos sistemas pueden
articularse en sistemas macro de democracia, abarcando a mi-
llares de comunidades, a numerosos gremios y barrios, tanto en
el ámbito urbano como rural, asumiendo la forma de ejercicio
democrático en gran escala (federaciones sindicales provinciales,
federaciones o confederaciones de ayllus, bloqueos de caminos,
sublevaciones, participación electoral, etc.)”.
Es posible identificar una cartografía que nos revela esta
tensión de territorialidades donde hay una nueva geografía
siendo gestada: 1- desde la tentativa estadounidense de instru-
mentalizar la guerra contra el terrorismo inventando células de
Al Qaeda en la Tripe Frontera Brasil-Paraguay-Argentina, en Foz
do Iguaçu, en una región que abriga una de las mayores reservas
hídricas del planeta, el Acuífero Guarani, y tiene en sus proximi-
dades una planicie de las más ricas en diversidad biológica del
mundo, el Pantanal matogrossense; 2- la creciente insurgencia
indígeno-campesina y popular en Bolivia, desde el indigenato
boliviano en el Chapare, la amplia movilización popular en Co-
chabamba, en 2000, en la Guerra del Agua y, en octubre de 2003,
en la Guerra del Gas, en La Paz y El Alto involucrando a obreros,
vecinos, indígenas urbanizados que, debe ser vista vis a vis con el
interés hegemónico en el gas boliviano y que culminó, en 2005,
con la elección de Evo Morales Ayma; 3- en la fuerte resistencia
en Ecuador del indigenato y de los pueblos originarios por medio
del movimiento Pachakutick y de la CONAIE - Confederación
de Nacionalidades Indígenas del Ecuador vis a vis la riqueza
en petróleo y en biodiversidad (Amazonia) y que mostró la
elección, en 2006, del economista Rafael Correa; 4- la persistente
insurgencia de las FARCs y del ELN en Colombia al que, en los
últimos años, se viene a juntar a movimientos indígenas y de
afrodescendientes que buscan mantenerse independientes de
los conflictos armados vis a vis la riqueza en petróleo, carbón,
biodiversidad y agua, cuya importancia geopolítica es además
aumentada por ser un país caribeño, amazónico, andino y con
un amplio litoral vuelto hacia el Pacífico; 5- en el Perú, en 2003,
amplias movilizaciones populares se expandieron por todo
el país, a partir de Arequipa, en abierta confrontación con el
supranacionalismo constitucionalista que, entonces, intentaba
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 187

conformar reglas de privatización de las empresas de energía


eléctrica, lo que bien podría ser llamado de Guerra de la Energía
Eléctrica que, aquí, también debe ser relacionada a la riqueza
en petróleo, diversidad biológica y agua (Amazonia); 6- en
México, el indigenato y los pueblos originarios organizados,
sobre todo, en torno al zapatismo, trajeron el México Profundo
a la visibilidad política, en 1994, justo en el momento que una
nueva reorganización territorial estaba siendo (im)puesta por
medio del NAFTA, allí donde también son enormes los recursos
energéticos, de diversidad biológica, además de geoestratégico
(Istmo de Tehuantepec).
Atendamos hacia el hecho de que en estos países la ten-
sión de territorialidades se viene expresando de un modo tan
agudo que, en los casos de Bolivia, Ecuador, Perú y Argentina,
los presidentes fueron simplemente derribados por amplias mo-
vilizaciones populares (Gonzalo de Losada, Bucaran, Mahuad,
Gutierrez, Fujimori y de la Rua) y, en Colombia y México, las
sucesiones presidenciales han sido hechas al precio de asesina-
tos de varios candidatos o de elecciones dudosas (sobretodo en
México).

3. La reapropriación de la escala de poder nacional


por los movimientos emancipatorios
Con la caída del muro de Berlín, en 1989, las izquierdas
tradicionales perdieron buena parte de su prestigio. Al mismo
tiempo, la paulatina sustitución de la política por la economía – el
mercado como regulador supremo – también contribuyó para
que la política como un todo sufriese deslegitimación. Entre no-
sotros latino-americanos, la amarga experiencia de tantas dicta-
duras desde 1964 (Brasil) había sido hábilmente manipulada por
los ideólogos neoliberales que, juntamente con la proliferación de
organizaciones no gubernamentales, contribuían a la aceptación
de un discurso anti-estatizante y, también, a deslegitimar todo lo
que hablara respecto a la cuestión nacional. En este contexto, la
indignación tan bien expresada en el slogan “que se vayan todos”
argentino de 2001 mostraba la fuerza de los movimientos socia-
les que allí, una vez más, ejercía una especie de poder de veto a
través de las manifestaciones callejeras que, como ya destacamos,
derribaron aproximadamente dos decenas de gobiernos desde
Raul Alfonsín, en 1989, hasta Gonzalo Sánchez de Losada, en
2003. El nuevo patrón de conflictividad iniciado en 1989 con las
movilizaciones sociales que contribuyeron para deslegitimar las
políticas neoliberales comienza a sufrir una nueva bifurcación,
a partir de 1998.
Es lo que se verá en Venezuela con la elección de Hugo
Chávez Frías, en 1998; en Bolivia, de 2000 hasta 2005, desde
188 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

la Guerra del Agua (2000) pasando por la Guerra del Gas (2003),
hasta la elección de Evo Morales Ayma en diciembre de 2005;
en Argentina, particularmente desde 2001, con las amplias
movilizaciones populares (‘que se vayan todos’) y la elección
seguida de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Kirchner
(2007-); en Ecuador, no sólo con el derribo de tres presidentes
desde finales de los años 90 (Abdala Bucaran, en 1997, Jamil
Mahuad, en 1999, y del Coronel Lucio Gutierrez147 en 2005 y su
exilio en Brasil), a lo que siguió la elección de Rafael Correa, en
2006, más próximo de los reclamos de los movimientos sociales,
aunque manteniendo independencia en relación a ellos; en Perú
con las amplias movilizaciones iniciadas en Arequipa, en 2003,
que llevaron a la caída de Alberto Fujimori, además de la gran
votación del oposicionista Ullanta Omala, en 2006; las amplias
movilizaciones que vienen ocurriendo en México, además de
los zapatistas, destacándose la APPO – Asamblea Popular de Los
Pueblos de Oaxaca, además de las amplias movilizaciones que
siguieron a la derrota de López Obrador, luego de unas eleccio-
nes con fuertes indicios de fraude que llevaron al gobierno al
derechista Felipe Calderón; las elecciones de Luis Inácio Lula da
Silva en Brasil (2002-2006 y 2006-), de Tavaré Vazquez (2004-) en
Uruguay, de Daniel Ortega (2008-) en Nicaragua y de Fernando
Lugo (2008-) en Paraguay148 y, aún, el triunfo del candidato del
Frente Farabundo Marti de Liberación Nacional en El Salvador,
en marzo de 2009. Recuérdese que el fenómeno más importante
en estos casos, es que esos gobiernos sólo fueron posibles de cara
al protagonismo de los movimientos sociales y la paulatina desle-
gitimación de las medidas neoliberales. Se puede decir igual que
los límites de las transformaciones desde el Estado enfrentado
por esos gobiernos se encuentra en la medida exacta de la mayor
o menor movilización popular para garantizarlas. Al contrario
de los cambios constitucionales de carácter neoliberal, el recurrir

147 Su trayectoria política se inscribe entre las más erráticas entre tantas ya vistas en nuetro
continente. Lucio Gutierrez se notabiliza por haber sido apartado de las Fuerzas Armadas
ecuatorianas por rehusarse a reprimir manifestaciones populares y, con la aceptación
popular de allí derivada, se lanza como candidato a la Presidencia con un discurso con-
siderado izquierdista, lo que no impide de, entre el 1° y la 2° vuelta de las elecciones aún
en curso y después de un viaje a los EUA, retorne asegurando las medidas del recetario
neoliberal bajo elogios de La Embajada.
148 Los gobiernos de Ricardo Lagos (2000-2006) y Michele Bachelet (2006-) en Chile,
aunque se reivindican de izquierda y, sobre todo esta última procure aproximarse a
los nuevos gobiernos que, de alguna forma, buscan alternativas a las políticas neo-
liberales, se inscriben en La Concertación que siguió al fin de la dictadura de Augusto
Pinochet, que abarca desde la izquierda moderada hasta la centro-derecha demócrata-
cristiana. La Revolución de los Pingüinos, desencadenada por los estudiantes de se-
cundara chilenos en junio de 2006, fue la mayor manifestación de calle en Chile desde
el gobierno de Salvador Allende y tiene el significado de haber sido heccha por jóvenes
que no vivieron políticamente en la dictadura ni son responsables por La Concertación,
pero que se manifiestan contra la decadencia del sistema educacional del país que,
dicho sea de paso, se colocaba tradicionalmente como de los mejores en toda América
Latina antes de las reformas neoliberales.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 189

a Asambleas Nacionales Constituyentes con amplia participa-


ción popular, inclusive para refrendarlas, se han mostrado im-
portantes no sólo por el carácter de las nuevas Cartas Magnas,
sino principalmente porque las movilizaciones populares se
han convertido en el mayor antídoto contra las presiones de los
grupos conservadores, como se puede verificar en el golpe de
estado contra Hugo Chávez en 2003 que, sin embargo, retornó
al poder mediante amplias manifestaciones populares.
Así, la elección y posesión de Hugo Chávez (1998-1999),
reubicó en nuevas bases la importancia de la escala nacional para
los procesos políticos emancipatorios y, así, es una bifurcación en
el nuevo patrón de conflictividad abierto por los movimientos
sociales en 1989. Es en la escala nacional que el enfrentamiento
al imperialismo se muestra más eficiente, aunque sea allí que
este embate normalmente encuentre mayores dificultades de
éxito, sobre todo cuando negligencia la escala local, esto es, la
movilización de los segmentos subalternizados a partir de los
diversos locales. Guardadas las especificidades de cada una de
estas formaciones sociales, el enfrentamiento directo con el im-
perialismo en todos estos países se fortaleció a partir de la amplia
movilización efectuada desde los más recónditos lugares en
articulación nacional: en Bolívia, desde el Chapare, contra la po-
lítica de erradicación de la coca, pasando por Cochabamba, con
la Guerra del Agua, y en La Paz y El Alto, en la Guerra del Gas,
en fin, contra la desnacionalización de los recursos naturales; en
Venezuela, en la lucha por el control del petróleo (de PDVSA) por
medio de una revolución democrática que viene sorprendiendo
a los analistas por el estímulo a la participación popular, aunque
sobretodo electoral, y el rechazo al uso de la represión policial-
militar contra los movimientos sociales149 y, así, evitando hasta
ahora el error histórico de sustituir el protagonismo popular por
medidas de fuerza, aunque alegando beneficiarlo. Recuérdese,
sin embargo, el excesivo verticalismo y dependencia de la figura
de Hugo Chávez y ambigüedades como el discurso socialista y
el estímulo a grupos empresariales (la burguesía que se alió al
bolivarianismo de Chávez es conocida como boliburguesía) que
viene siendo responsable por un desgaste político que, más que
la caída de los precios del petróleo en el mercado internacional
y la renta que proporciona, viene impidiendo al país diversificar
su base productiva y romper con la petrodependencia por su
atávico rentismo. No obstante, es notable el esfuerzo en buscar
romper con las oligarquías tradicionales.

149 La nueva Constituición de la República Bolivariana de Venezuela combina democracia


representativa y democracia participativa (ver, en particular, el Capítulo IV – De los dere-
chos políticos y del referendum popular, Artículos 62 al 74, por su estímulo al protagonis-
mo popular).
190 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Venezuela señala hacia el significado que la escala nacional


puede tener, sobre todo por la importancia que viene siendo dada
al texto constitucional en un momento en que la dimensión jurí-
dica venía siendo manejada por fuerzas supranacionales, como
vimos en el análisis del supranacionalismo constitucionalista. En
Venezuela, la crisis de los partidos políticos tradicionales que
operan a escala nacional, en tanto la profunda crisis del propio
Estado, venía mostrando manifestaciones populares reprimidas
con violencia, como en la masacre del Caracazzo de 1989, al dar
lugar a la revolución democrática y popular bolivariana desde
1998, llevó a que las clases dominantes sin las mediaciones tra-
dicionales transformaran los medios de comunicación de masas
en verdaderos partidos políticos, con sistemática campaña de
estímulo a la desobediencia civil y al golpismo150. Solamente con
la retoma del control de PDVSA, en 2003, el gobierno de Hugo
Chávez consiguió los recursos materiales para mostrar políticas
sociales iniciando una nueva fase del proceso revolucionario,
poniendo en práctica las llamadas Misiones a través de las cuales
recursos públicos vienen siendo destinados a las capas más po-
bres del país151. Recuérdese, sin embargo, que las Misiones vienen
careciendo de controles democráticos y han sido un instrumento
de fortalecimiento no de las instituciones como un todo, pero si
de un verticalismo que más bien conduce al fortalecimiento de la
figura de Hugo Chávez que del protagonismo popular, conforme
el sociólogo Edgardo Lander viene resaltando. En Venezuela,
el patrimonialismo, una de las características más fuertes del
estado en América Latina, viene siendo probada en este nuevo
contexto, hace ver la dificultad de que ese estado se vuelva hacia
las capas populares, de allí las contradicciones engendradas con
el recurso a las Misiones como forma de hacer llegar a las capas
populares los recursos públicos que, como sabemos, no son

150 “Cualquier persona medianamente imparcial que visite Venezuela puede comprobar por
sí misma que existen pocos países en el mundo en donde el sector privado, opositor al
gobierno, tenga un control tan extraordinario sobre los medios. Hablo en términos cuanti-
tativos y cualitativos: no sólo se trata de que domina la mayoría de los medios, sino tam-
bién los más poderosos y penetrantes (los electrónicos, sin faltar los impresos: diarios,
etc.). De hecho, puede decirse que el factor integrador de la oposición venezolana son
los medios; y éstos funcionan en su conjunto como su partido político. Cuando uno lee, ve
o escucha los medios venezolanos, se da cuenta de que es un país que disfruta de una
gran libertad de expresión, que en ocasiones raya en el libertinaje (desde el punto de vis-
ta de la normatividad vigente). Esos medios de oposición se dan el lujo no solo de mentir,
sino de violar las leyes abiertamente en forma aún más grave (por ejemplo incitando al
magnicidio, es decir, al asesinato del presidente). En Estados Unidos y en otros países,
ese delito tendría como consecuencia la cárcel para sus autores. No en Venezuela. Los
medios opositores deforman los hechos y difunden mentiras, y no de manera esporádica
o por error sino de manera intencionada y sistemática” (Diaz-Polanco, 2009).
151 “Los datos que proporcionan fuentes nada sospechosas del chavismo, como la CEPAL y
Naciones Unidas, muestran que las condiciones en Venezuela han cambiado favorable-
mente para los sectores populares en el campo de la educación (hace poco, Venezuela
fue declarada por la UNESCO como país libre de analfabetismo), la salud, la alimenta-
ción, entre otros. Pero sobre todo, los que pueden ver claramente resultados son los
millones de pobres beneficiados” (Diaz-Polanco, 2009).
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 191

públicos justamente de cara a nuestras tradiciones patrimonia-


listas. Allí, en Venezuela están siendo cuestionadas dos de las
más enraizadas tradiciones anti-populares de nuestra región, a
saber, el populismo y el patrimonialismo. Allí han sido puestas
en práctica algunas iniciativas donde se combinan democracia
representativa con democracia directa, que van al encuentro de
la necesidad de reinventar la democracia en busca de una de-
mocracia de alta intensidad, como viene alertando el sociólogo
Boaventura de Sousa Santos. Hugo Chávez fue sometido a 12
pruebas electorales, inclusive a un referendum revocatorio, ins-
trumento político original que permite a la población convocar
un referendum para revocar del cargo a aquel que juzgue merecer
ser destituido. Venezuela y Bolivia son los países que más se
aproximan a la recomendación del sociólogo italiano Norberto
Bobbio en el sentido de que la democracia habría de ser rein-
ventada a través de mecanismos que combinasen democracia
representativa con democracia directa.
En Bolivia, la ‘democracia diferenciada’, conforme le lla-
mó el sociólogo Álvaro García Linera, fue acatada por la nueva
constitución política aprobada en referendum popular en enero de
2009, pero viene siendo atacada por las oligarquías del Oriente
con apoyo ostensivo de los partidos mediáticos. El respeto a los
mecanismos de autoridad tradicional de los pueblos originarios,
especialmente hacia los quechuas, aymaras y guaranis, también
combina democracia representativa y democracia comunitaria
pero viene encontrando fuerte resistencia de las clases dominan-
tes tradicionales. Esto no impidió que en el mismo referéndum
constitucional, la populación diese amplio apoyo, con más del
80% de los votos, al límite máximo de propiedad, restringida a
5000 hectáreas.
Cabe reconocer la creatividad de los movimientos sociales
bolivianos que, más que un partido, crearon un Movimiento al
Socialismo – MAS - como un desdoblamiento de lo que venían
llamando Instrumento Político para la soberanía de los Pueblos –
IPSP- y, así, dieron origen a una formación política híbrida,
el MAS-IPSP que, por un lado, cumple la función de partido
obedeciendo el calendario electoral y, por otro lado, mantiene
una amplia capilaridad social que articula los más recónditos
lugares/comunidades del país dando consecuencia sustantiva
a la idea de soberanía popular, además, con un sentido de
abrazar la diferencia y, por eso, en plural: pueblos y no pueblo.
La proximidad con la APPO de Oaxaca, en México no es mera
coincidencia, sino un componente que se sumerge en las prác-
ticas de democracia comunitaria, presencial, que actualizan las
más profundas tradiciones de los pueblos originarios, sea de los
mayas, en Oaxaca, sea de los quechua/aymaras, en Bolivia.
192 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

El caso boliviano trae a la luz fenómenos nuevos que


los analistas presos del eurocentrismo no vienen consiguiendo
entender, entre ellos la nacionalización de lo indígena que, por
tradición no se organizan en la forma de estado-nación, aunque
es más relevante cuando se sabe que Bolivia “es una sociedad
abigarrada”, conforme la rica expresión de Zavaleta Mercado,
donde diversas formaciones sociales conviven aunque con
autonomía. En Bolivia, estamos frente a fenómenos como el de
la desproletarización y recampenización, donde ex-obreros se
reterritorializan como campesinos y encuentran en el cultivo
de coca una estrategia de sobrevivencia. Y en esa migración
llevan la experiencia de luchas obreras que se reinventan en
tanto campesinos y, en tanto cocaleros se encuentran/enfrentan
con/contra la arrogancia imperialista que, al ignorar el arquetipo
mítico-religioso de la coca para los pueblos originarios exigiendo
la completa erradicación del cultivo en nombre del combate al
tráfico de drogas, mostró que la tradición indígena se actualiza
en tanto lucha nacional por su carácter anti-imperialista. Al
final, la erradicación completa de la coca, conforme imposición
del imperialismo estadounidense significa en las palabras de su
líder-mayor, Evo Morales Ayma: “Coca cero es lo mismo que
quechua y aymara cero”. O sea, los indígenas para afirmarse
en tanto tales se vieron obligados a tornarse nacionales y, como
tales, pudieron colocarse como protagonistas de las luchas por
la reapropiación de los recursos naturales, sea el agua, sea el gas,
y, ahora, el litio. En fin, la cuestión de las territorialidades está
abiertamente puesta152.

Las nuevas territorialidades surgidas


de lo urbano subalterno.

América Latina y el Caribe, desde los años 70, viene


pasando por un profundo proceso de desruralización y subur-
banización. Esta profunda transformación tiene como telón de
fondo la concentración de capital y de la propiedad agraria, por
medio de la revolución (en las relaciones sociales y de poder
por medio de la tecnología) verde y del agronegocio, al mismo
tiempo que concentra la población en conglomerados suburba-
nos, verdaderos cinturones de miseria en todas las capitales y

152 La FEJUVE - Federación de Juntas Vecinales (FEJUVE) de El Alto, junto a otras or-
ganizaciones sociales por todo el territorio nacional, aún en enero de 2005, lanzo un
conjunto de demandas concretas al entonces Presidente Carlos Mesa que nos da
cuenta de lo que señalamos, veamos: ‘reversión del alza de carburantes, expulsión de
la transnacional Aguas del Illimani de El Alto, rechazo a la inmunidad de los súbditos
estadounidenses, juicio y cárcel para el ex presidente Sánchez de Lozada, aprobación
de la nueva Ley de Hidrocarburos y convocatoria a la Asamblea Popular Constituyente’.
Para mayores detalles consultese http://alainet.org/active/show_text.php3?key=7386.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 193

principales ciudades en la región. Hay que añadir, además, que


en los países andinos y en América Central estos sitios urbanos
están localizados, por regla, bajo condiciones geológicas sujetas
a temblores sísmicos y con topografías accidentadas que están,
además, sujetas a temporadas de huracanes y lluvias torrenciales
características del clima de la región, lo que hace a las pobla-
ciones de estos conglomerados suburbanos más sometidas a
las intemperies que cuando estaban en las zonas rurales. Tristes
urbes podríamos decir, parodiando a Levy-Strauss.
Al contrario de lo que pasó en Europa y los EUA donde
la aglomeración en sitios suburbanos se dio al mismo tiempo
en que crecía la industrialización o cuando los países que se
industrializan pudieran exportar sus excedentes demográficos
relativos, aquí, en los últimos 30/40 años y, sobre todo, después
de los años 80 –la década perdida- y del periodo neoliberal de
los 90, ocurrió una verdadera des-industrialización de lo que,
tal vez, Argentina haya sido el caso más emblemático, con un
significativo empobrecimiento de la población en un periodo
relativamente corto de 10 años de políticas de ajuste estructural.
Lo mismo pasó en Uruguay, de ser la Suiza latinoamericana pasó
a ser, según Eduardo Galeano, una fábrica de pobres153.
El primer momento del proceso de crecimiento de las
aglomeraciones suburbanas de la región, en los años 1950/60,
fue experimentado por la población en medio de gobiernos
populistas, muchos de corte nacionalista que, desde la revolu-
ción cubana y el miedo al nuevo haitianismo que le siguió, será
objeto de enormes presiones con la instauración de dictaduras
de derecha que abrieron espacio con tortura y cadáveres a las
políticas neoliberales. Hay un pasivo macabro de torturas y de
muertes que antecedió a la onda neoliberal entre nosotros.
Es desde el periodo populista que las capas pobres su-
burbanas comenzaron a apropiarse de espacios públicos para
la construcción de sub-habitaciones en las vecindades, villas
miserias y barrios. En la ciudad de São Paulo, la mayor del Brasil,
más del 70% de las habitaciones eran, en los años setenta, au-
toconstruidas. En estas autoconstrucciones hay que considerar
el lugar de las relaciones de parentesco, la reciprocidad y otras
formas de ayuda mutua, en fin, de los valores comunitarios
oriundos del campesinado o de los pueblos originarios, éstos
sobre todo, en los países donde es grande la proporción de

153 No queda duda que la reestructuración productiva en curso visualizó, con su revolución
en las relaciones sociales y de poder por medio de la tecnología, disminuir las conquistas
dentro del orden, como acostumbraba hablar Florestán Fernández, que el proletariado
había alcanzado, sobre todo, en los países hegemónicos. Recordemos que la primera
experiencia de lo que después vendría a ser conocido como política neoliberal, se dio en
Chile luego de la masacre que siguió a la experiencia del gobierno democrático-popular
y socialista de Salvador Allende.
194 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

poblaciones originarias –Paraguay, Bolivia, Ecuador, Colombia,


Perú, Guatemala, México y en el sur de Chile. Es común que en
estas aglomeraciones suburbanas se reproduzcan barrios de
las comunidades campesinas e indígenas de origen, donde las
relaciones de parentesco conforman comunidades de vecinos.
Son ruralidades que se reinventan en los espacios suburbanos,
fundamentales en la reterritorialización de estas poblaciones.
Redes de empleo informal, mutuales para la construcción de
casas y familias ampliadas, conforman de esta manera, redes
de socialización primarias que cuentan hasta con un sistema
de salud sui generis, el médico de familia, que fue desarrollado
en Cuba y hoy se difunde por varios países. Así, más que el
Estado que, en Europa, asumió la gestión de la salud, por aquí
el Estado se viene apoyando en estas relaciones sociales prima-
rias fundamentales. Gran parte de la resistencia que se ve en La
Paz y El Alto en Bolivia, en octubre de 2003, por medio de las
comunidades de vecinos, no se comprende fuera de este cuadro
de conformación de las nuevas territorialidades suburbanas.
En estas mismas ciudades, sin embargo, vemos un contra-
urbanismo de espacios cerrados de Shopping centres y de condo-
minios cerrados de las clases medias y burguesas. La unidad de
estas ciudades se mantiene por medio de dominaciones sociales
y de poder injustas que se agravan, aún más, con la crisis de
las relaciones tradicionales de dominación con la implantación
de las políticas de ajuste estructural y el supra-nacionalismo
constitucionalista. Las políticas sociales ancladas en derechos
sociales, colectivos y laborales, aunque precarias bajo los re-
gímenes políticos tradicionales, son sustituidas por políticas
focalizadas, en gran parte intermediadas por organizaciones no
gubernamentales (ONGs). El aumento de la pobreza asociado
a las reformas del Estado, más preocupadas por la persona
jurídica que por la persona física, diferencia específica entre el
liberalismo clásico y el neoliberalismo actual, ha mostrado un
enorme crecimiento de estas ONGs puesto que, a la final, ‘hay
pobres para todos’ (Alberto Soto).
En la ausencia de políticas de habitación y con el creci-
miento espacial (horizontal) de las periferias, hasta la misma bús-
queda de empleo formal se hace más difícil frente a los precios
del transporte colectivo que se hacen exorbitantes. Crece no sólo
el llamado empleo informal –muchos, en verdad, autoempleo-
que así viene a unirse a la autoconstrucción ya señalada, cuyos
límites es la propia expansión horizontal que la malla suburbana
configura. El surgimiento del movimiento de los Sin Techo en
varios países de América Latina señala no sólo el componente
sociológico y geográfico que estaría estimulando la emergencia
de estos movimientos, sino sobre todo, la recuperación de la
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 195

iniciativa política por la multitud (Negri y Hardt, 2001). No


olvidemos el componente anticapitalista del movimiento de los
Sin Techo (Xosé Santos, 2001) que, igual no se está haciendo a
partir de las fábricas, lugar de producción, sino de la casa, locus
de la reproducción familiar, se coloca de modo frontal contra el
carácter-mercancía de la habitación, cuestionando el principio
de propiedad privada en nombre del derecho a la habitación en
tanto valor de uso.
Redes de cambio, comercio solidario y otras formas de
auto-ayuda se vienen constituyendo en esta verdadera rein-
vención de nuevas relaciones societarias, muchas inspiradas
en valores tradicionales, en respuesta creativa a la ampliación
de la pobreza en estos espacios suburbanizados. En Argentina,
donde la desindustrialización fue más profunda, hasta porque
era un país más industrializado que los demás, emerge uno de
los movimientos urbanos más importantes entre los que apuntan
potencial emancipatorio: los piqueteros. Y, más allá de las razo-
nes que podamos señalar en estas experiencias, destacamos su
dimensión política, donde más que lo que reivindican importa
es el modo cómo lo hacen: retoman los piqueteros en sus propias
manos las condiciones materiales y simbólicas (escuelas, univer-
sidades libres, radios comunitarias), donde los desempleados
en general vienen desarrollando relaciones sociales y de poder,
en tanto arte de estar-juntos, marcadas por la autonomía y por la
horizontalidad (Zibechi).
Las fábricas recuperadas (Zibechi, Gambina), fenómeno
que crece sobre todo en Argentina, son un ejemplo más de este
retomar el poder-hacer (Holloway, 2003). Sin embargo, nos gus-
taría destacar una situación en particular por lo que ella señala
en cuanto a una territorialidad emancipatoria emergente. Se
trata del caso de la fábrica de cerámicas Zanon, localizada en
Neuquen, por su relación con los indígenas mapuche. Cuando
la fábrica estaba en manos de los capitalistas, sacaban la arcilla
para cerámica pagándoles un precio vil. Recuperada la fábrica
por los trabajadores, fueron ellos a negociar sobre otras bases con
los mapuches, quienes rechazaron recibir cualquier dinero por
la arcilla por el simple hecho de haber sido considerados y con-
sultados para el uso de recursos de su territorio. Aquí, una vez
más, otras territorialidades en curso, y territorio no-mutuamente
excluyente, ya que admite el uso de los trabajadores y el respeto
a la dignidad indígena al mismo tiempo y en el mismo espacio.
No era el precio injusto lo que indignaba a los mapuches.
Hay otras territorialidades con fuerte potencial emancipa-
torio que emanan de estas contradicciones e injustas ciudades
latinoamericanas y caribeñas y que se expresan a partir del
componente étnico-racial de nuestra formación social. Las ma-
196 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

nifestaciones conservadoras de la oposición en la Venezuela de


hoy son, sobre todo, de blancos de los barrios de la clase media,
mientras que las manifestaciones en defensa de la “revolución
bolivariana” son, sobre todo, de mestizos, negros e indígenas. Lo
mismo puede ser observado en La Paz y El Alto. La formación
de las clases sociales entre nosotros guarda este componente
étnico-racial por todos lados, en mayor o menor grado.
Agréguese hoy, en función de economías de crecimiento
pifio y frente a procesos de des-ruralización y suburbaniza-
ción intensos, un fenómeno específico y de enorme potencial
emancipatorio representado por los jóvenes pobres de estas
periferias suburbanas. El movimiento Hip Hop es el que mejor
viene expresando esta reinvención de la política, no sólo por la
revalorización de la palabra por medio de los rappers con sus
poesías (rap), sino también que vienen grafitando la ciudad que
los invisibiliza con sus grafitis y ocupando la ciudad con sus
danzas de calle, el break. Retoman así, su capacidad de simbolizar
lo real de modo propio, casi siempre presentándose como una
posibilidad de reinvención de la misma ciudad que los medios
de comunicación de masas ve a través de la óptica del miedo,
de la violencia, de la criminalidad y de la criminalización de
los pobres.
Visto durante mucho tiempo por la óptica hegemónica,
con todo su preconcepto contra los pobres, “casi todos prietos”,
como dice Caetano Veloso, como viene siendo un movimiento
bajo influencia de la cultura hegemónica estadounidense, el Hip
Hop, poco a poco, se fue afirmando no sólo como un movimiento
de reinvención simbólica, sino también de invención de redes
propias de economía en un contacto estrecho con las nuevas
posibilidades tecnológicas y sus facilidades de reproducción
fonográfica. Uno de los grupos de rap más críticos de Brasil, el
Racionales MC, vendió más de 1 millón de copias de su primer
CD lo que por sí solo, da cuenta de su capacidad de produc-
ción autónoma y de hablar críticamente más allá de los medios
hegemónicos de los mass media. Considérese, además, los shows
realizados, sobre todo, los fines de semana, y los obreros, DJs
y toda la economía que gira en torno de este complejo político-
económico-cultural. Aquí, así como en los demás movimientos
que antes apuntamos, no sólo se apropian de las condiciones
materiales de producción (shows, DJs, grafitos) sino también, de
las condiciones de reproducción simbólica con su propia estética
poética y plástica, inclusive corporal –el break.
Más que cultura hegemónica estadounidense, el Hip
Hop es un movimiento que puede ser entendido como una de
las mejores expresiones de las territorialidades emancipatorias
que emergen en el contexto de la colonialidad del poder en este
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 197

periodo neoliberal. Es una amalgama de la cultura negra de


Jamaica y sus intercambios con las periferias de las grandes ciu-
dades de los EUA, resignificando políticamente estas periferias
jamaiquino-estadounidenses-mundiales por medio del arte. En
el contexto latinoamericano, este movimiento valoriza la cultura
de aquellos que son los más pobres entre los pobres, dada la
racialidad que comanda la formación social del sistema-mundo
moderno-colonial. Tal como los chicanos, hay aquí intercambios
que reinventan mundos de vida multi-territorializados que
apuntan hacia otras conformaciones territoriales ya en curso.

De movilidad y de multiterritorialidades.

La libre movilidad de la población, ya nos lo enseñaron


Adam Smith y Karl Marx, es fundamental para el desarrollo del
capital. Así, por todos lados donde las relaciones sociales y de
poder capitalistas comienzan a afirmarse, el derecho de ir y venir
se sobre-impone al derecho de permanecer, derecho éste, casi
nunca enunciado en los marcos liberales, en tanto manifestación
de libertad. Al final, admitirlo sería aprobar las territorialidades
que se hacen con fuerte ligazón a la naturaleza, como la casi to-
talidad de aquellas que no son movidas por el capital. Sabemos
cómo los países hegemónicos en los comienzos de la industria-
lización no sólo promovieron una intensa des-ruralización y
suburbanización, bien caracterizada por F. Engels en su La situa-
ción de la clase trabajadora en Inglaterra (Engels, 1986) como, al no
conseguir dar cuenta de las reivindicaciones de estos migrantes
suburbanizados154, promovieron la emigración, sobre todo, hacia
los EUA, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, África del Sur, sur
del Brasil, Argentina, Chile y Uruguay. Hemos visto con Cecil
Rhodes, cómo el imperialismo se presentó como política delibe-
rada en tanto respuesta hegemónica a las contradicciones que
el capitalismo presentaba al interior de los países hegemónicos.
A la época, las regiones subtropicales y el clima templado fuera
de Europa, recibieron la población capitalistamente exceden-
taria de aquellos países que, así, resolvieron de un solo tirón,
varios problemas: mano de obra disponible para la expansión
del capital y, exportados los desempleados disminuía también,
la presión política de los sindicatos como vimos a Cecil Rhodes
reclamar. Poco a poco, la lucha del proletariado pasó a moverse
al interior de la lógica del capital en busca de mayores salarios
y otros derechos en ese orden (Lenin y Gramsci).

154 Marx anota en El Capital que la mayor parte de los migrantes de las ciudades inglesas
que se industrializaron en el siglo XIX, no sabían lo que era Inglaterra, pues, mal cono-
cían cualquier lugar que no fuesen sus condados rurales de origen.
198 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Las diversas conquistas democráticas que siguieron a


la guerra de 1939-45, sobre todo aquellas que colocaron en
cuestión el racismo que, como ya señalamos, es estructurante
de la geopolítica del sistema-mundo moderno-colonial que nos
gobierna hasta hoy, abrieron importantes cuestiones para com-
prender las nuevas territorialidades emergentes, en particular,
las emancipatorias. Aquí, es interesante observar que el racismo
exacerbado por el nazi-fascismo mostrará todo un movimiento
político-cultural que nos condujo al relativismo cultural (Claude
Levy-Strauss), que tocó uno de los puntos centrales de todo el
cimiento que sustenta el orden moderno-colonial que aún está
ahí. Y, más interesante aún es que el racismo antisemita nos
condujo al meollo de la cuestión de las territorialidades. Al final,
los judíos soportaban una situación territorial sui generis en la
medida en que eran un pueblo sin Estado territorial. Las mejores
tradiciones judaicas que nos habían legado Marx, Einstein y Si-
mone Weil, además de tantos y tantas otras, y, aún, un sionismo
de corte socialista, serán poco a poco capturadas también por
corrientes hegemónicas y conservadoras que nos condujeron a
la escisión israelí-palestina que, no sin sentido, se coloca como
expresión mayor de toda la tensión de territorialidades del
mundo contemporáneo155.
Si hasta 1945 la migración era un fenómeno que se dirigía
desde Europa hacia el resto del mundo, hoy tenemos la presencia
de afrodescendientes, caribeños, latinoamericanos, turcos, hin-
dúes, paquistaníes y de tantos otros lugares dirigiéndose hacia
el territorio de los europeos y Canadá. América, incluyendo a
los EUA, ya conocía estas migraciones múltiples hace tiempo. Se
registra que la racialidad del sistema-mundo moderno-colonial
llegó a tal punto de tensión en los EUA de los años 1960 que
precisó de amplias movilizaciones de masas por derechos civiles,
inclusive con varias muertes políticas (Martin Luther King, Mal-
coln X, entre otros), para que los negros pudieran tener derecho
a votar, lo que consiguieron en 1963.
En fin, después de 1945 se generaliza un fenómeno que
podríamos llamar de multi-territorialidad, que trae en su seno las
contradicciones del sistema-mundo moderno-colonial que nos
comanda. En ella, aquellos y aquellas que disponen de mejores
condiciones de vida pueden hacer uso de todos los beneficios que
la libre movilidad proporciona. Los otros, migran en busca de
alguna condición de trabajo en camiones frigoríficos o en navíos

155 Edward Said (Said, 2000) afirmó que era más fácil publicar sus textos en Israel que en los
EUA, cosa que atribuía al hecho de la mayor aceptación por parte de los judíos israelíes
de la convivencia con los palestinos que los judíos estadounidenses, por la historia allí
vivida. Said llega a cuestionar, no sin cierta ironía, el hecho de que los judíos estadouni-
denses apoyen a Israel con tanto empeño…desde lejos.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 199

que recuerdan a los barcos negreros, casi siempre clandestinos y


bajo el comando de alguna red mafiosa que alimenta el trabajo
subhumano al interior de los países hegemónicos. Sin embargo,
estos migrantes, muchos de ellos indocumentados, enviaron a
sus familias en América Latina y el Caribe en 2003, 38 billones
de dólares, en lo que fue la mayor entrada líquida de capitales
para estos países, mayor a toda la inversión líquida obtenida por
las políticas de ajuste estructural que, se dice, son hechas para
atraer capitales y generar empleos y renta. Así, paradójicamente,
es del salario de aquellos y aquellas que no consiguen trabajo en
sus propios países de origen, entre otras cosas, por causa de esas
políticas que los expulsan, que viene la mayor parte del ingreso
líquido en moneda fuerte para sus países, monedas éstas que
son atraídas por la aplicación de aquellas políticas.
Al mismo tiempo, estos migrantes viven en condiciones
subalternas en los más diversos países, inclusive, en los diferen-
tes países de América Latina. Los colombianos, por ejemplo, no
sólo se encuentran entre los principales migrantes en los EUA
pero también en Venezuela y México. Los bolivianos viven bajo
condiciones de trabajo humillante en Brasil y Argentina. En
los EUA, no son pocos los lugares (Ver mapa) donde la lengua
que se habla no es el inglés y, máxima actualidad del sistema
moderno-colonial que nos conforma, son los antiguos territorios
indígenas mexicanos de Texas, Nuevo México, Utah y Colorado
que, hasta en casi el 80% de los lugares, sólo se habla español.
Ora, si mi patria es mi lengua, como nos enseña el poeta Fernando
Pessoa, y si es en el espacio público que la acción política gana su
legitimidad (Hanna Arendt), sólo el hecho de no poder hablar en
público y solamente en casa la lengua en que se piensa y se sueña,
da cuenta de la complejidad de las tensiones de territorialidad
en curso en el mundo contemporáneo. Al mismo tiempo, estas
mismas casas donde se habla otra lengua son las que envían a
sus parientes en otros territorios la mayor parte de los recursos
de estos países. Los números son significativos: en Ecuador, en
2002, nada menos que el 14% de la población adulta del país
recibió alguna ayuda de sus parientes en el exterior; los 1,5
billones de dólares enviados del exterior correspondía a 1/3 de
las exportaciones totales del país, diez veces el total de asistencia
económica oficial obtenida y cinco veces el crédito del FMI en
el año, según Charo Quesada (Revista del BID). En Colombia,
en 2003, entraron legalmente en el país 3,6 billones de dólares,
lo que equivale a 3,8 veces el total de las exportaciones de café
y 2,2 veces las exportaciones de carbón y sólo fue inferior a las
exportaciones de petróleo. En El Salvador, los envíos correspon-
dieron al 67% de las exportaciones totales y al 14% del PIB. Del
total de 38 billones de dólares que ingresaron a la región por el
200 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

trabajo de los más pobres, nada menos que 30 billones vinieron


de los EUA156. Sin embargo, desde que el Banco Central de Méxi-
co comenzó a medir las remesas de dinero de los migrantes, en
1995, a finales de 2008, que se registró por primera vez la caída
de envio de recursos: en 2007 hubo el envio de 26 billones y 76
millones de dólares y, en 2008, fueron enviados 25 billones y 145
millones de dólares, una caída de 3,8%, según el Banco Central de
México. Al mismo tiempo, con la profundización de la crisis del
neoliberalismo y la elección de Barak Hussein Obama muchos
empresarios que se beneficiaban con la explotación de los traba-
jadores migrantes clandestinos ahora los denuncian al servicio
de migración, como se puede leer en el reportaje publicado en
La Jornada de México, el 21/02/2009, con el título “Está tan difícil
en EU que “los mismos patrones nos deportan”. Los destinos de los
que migraran y de los que se quedaran se imbrican articulando
los lugares y reivindicando nuevas territorialidades.
Hay así, un enorme potencial emancipatorio entre los
chicanos por toda la multi-territorialidad que soportan. Por lo
menos, es la enseñanza que nos queda cuando relacionamos su
multi-territorialidad con la de sus parientes indocumentados
ecuatorianos en España que, perseguidos y obligados a retornar
a su país acusados de ilegales, blandieron pancartas y carteles
diciendo que su documento de identidad era la carta de Cristó-
bal Colón a los reyes luego de su llegada a América, si el orden
moderno-colonial había hecho posible a los descendientes crio-
llos de Cristóbal Colón ganarse la vida en América, ¿por qué no
podían ellos ganarse la vida en España? Varias organizaciones
indígenas de Nuestra América han conmemorado la fecha del
11 de octubre, un día antes del gran encuentro de 1492, que
Etienne La Boètie llamó mal-encuentro, como fecha de referencia
de la libertad, el último día que vivieron, valor que señala querer
retomar el futuro. Otras territorialidades emancipatorias están
siendo engendradas, exigiendo de cada uno de nosotros esta-
blecer sus ligazones en diferentes escalas y que superemos las
territorialidades mutuamente excluyentes que crearon el orden
geopolítico moderno-colonial que, ahí está, en crisis.
Con la nueva configuración de la lucha de clases en el or-
den moderno-colonial en crisis en este periodo neoliberal, donde
la centralidad de la clase obrera ya no puede ser invocada, por
lo menos, no del mismo modo como lo fue bajo el capitalismo
monopolista del Estado, su fordismo y su estado de bienestar,
o bajo el capitalismo de Estado monopolista (João Bernardo)157

156 Agradezco al geógrafo Helion Povoa del NIEM –Núcleo Interdisciplinario de Estudios
Migratorios- de la UERJ, la gentileza de estas informaciones.
157 Esclareçamos que João Bernardo distingue el Capitalismo Monopolista de Estado, sob
hegemonia dos EUA, del Capitalismo de Estado Monopolista, sob hegemonia de URSS
e actualmente de China.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 201

del Este de Europa, varios otros protagonistas se vienen movi-


lizando contra el estado de cosas existente158. Esta diversidad
de movimientos y sus múltiples cuestiones, han desafiado al
pensamiento reduccionista y a una cierta concepción mecanicista
newtoniana del mundo como la idea de un eje central en torno
del cual todo giraría (que bien puede ser la clase obrera) o de un
momento en el que todo cambia, como el momento de la revo-
lución. Sabemos cómo en la conquista de América el hecho que
existieran imperios estructurados jerárquicamente, entre otros
factores, facilitó el control y su dominación (caso de los Incas),
al contrario de las regiones como la Amazonia y la Patagonia
que se mantuvieron más autónomas. Pierre Clastres en su, La
sociedad contra el Estado comprendió esto como pocos.
La idea de unidad de estos diversos movimientos se
coloca hoy hasta porque estamos frente a un sistema-mundo
que como tal, toma su fuerza de una unidad política jerárqui-
camente conformada. A fin de cuentas, la globalización iniciada
en 1492 se hizo en tanto historias locales y, así, contradictoria y
diferenciadamente, está en todo lugar. El desafío es, por tanto,
el de construir relaciones sociales y de poder basados en otros
valores, emancipatorios, emanados de los propios protagonistas
(horizontalidad, radicalización democrática y autonomía), en el
propio movimiento de lucha contra este sistema-mundo y sus
jerarquías.
No obstante, debemos advertir que, más que una uni-
dad debemos prestar atención hacia el modo como viene a ser
construida. No olvidemos que el símbolo del fascismo era un
fajo de leña atado externamente por un lazo. El mensaje que
llevaba era claro: cada trozo de leña, aislado, es frágil, mientras
que juntos hacen la fuerza. Sin embargo, en el símbolo del fas-
cismo el lazo que une a los leños es externo a cada uno y, roto,
cada uno de ellos cae en su fragilidad. Busquemos, pues, la
unión que prescinda de lazos externos. Más que el imperativo
proletarios del mundo, uníos, tal vez debiéramos decir, unámonos
a todos y todas aquellas y aquellos que están, aquí y ahora,
preocupados por el futuro de la humanidad, por la prole. Tal
vez sea esto lo que se está gestando en el Foro Social Mundial,
sobre todo, por aquellos movimientos que, en el fondo, quieren
otro gobierno de las gentes, de las cosas y del mundo, por las (y
no para) gentes, como parecen señalar de diferentes maneras el

158 Parodio aquí, conscientemente, a Karl Marx que afirma en su juventud que el comunismo
es el movimiento real que suprime el estado de cosas existente. No consigo una defi-
nición más abierta de lo que podría ser un movimiento emancipatorio. Miremos, pues,
menos hacia el capital y su lógica, si es que existe una lógica del capital fuera del terreno
movedizo de la historia, y acompañemos más de cerca de las relaciones sociales y de
poder que están siendo engendradas al interior de los movimientos reales. Marx lo hizo
en la Comuna de París.
202 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

zapatismo, el MST, el Pachakutik, la Vía Campesina, la COICA,


la CONAIE entre tantos otros, y parece estar entre las mujeres
cortadoras de coco babaçu, entre los piqueteros, entre los pueblos
originarios –los mapuches, los quechuas, los aymara, los tzotzil,
los zapotecos, los kuna, los Yanomami, los u’wa, los yukpa, los
barí y tantos otros-, entre los afrodescendientes y sus palenques
y quilombos, entre los seringueiros de la Amazonia, entre los
cocaleros bolivianos, entre los extractores del Araguaia, entre
los gerazeiros de los matorrales brasileños, entre la insurgencia
colombiana, en el protagonismo del pueblo venezolano, entre
los rappers…
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 203

Geografía agraria de la crisis de


los alimentos en Brasil159
Dr. Carlos Walter Porto
Gonçalves – LEMTO-UFF

Dr. Paulo Alentejano


GeoAgrária – FFP/UERJ

La problemática agraria ha vuelto a ocupar los encabeza-


dos de los grandes medios de comunicación y la agenda política
en todos los niveles. Manifestaciones populares en varios países
del mundo en contra del aumento de los precios de los alimentos
parece haber despertado a aquellos que creían que la cuestión
agraria había sido superada por la revolución en las relaciones
sociales y de poder por medio de la tecnología impulsada por
las grandes corporaciones. Dos procesos socio-geográficos
de fondo, al principio independientes entre si, además de las
movilizaciones arriba indicadas merecen ser destacados para
comprender la centralidad de la cuestión agraria en los días
que corren: 1) la reciente intensificación de la urbanización del
mundo y, 2) la crisis de abastecimiento y control de las fuentes
de combustibles fósiles. Veámoslas una a una.

I.- La reciente intensificación de la urbanización del mundo

En el año 2007, la ONU registraba, por primera vez, que


la población urbana del planeta se nivelara a la población rural
(en 2001, la población Rural era de 53% contra 47% de población
urbana). Y, más importante aún, que el 70% de la población ur-
bana mundial está localizada en el llamado tercer mundo, donde
los sistemas de protección social son históricamente precarios o
simplemente inexistentes. Estos países vieron como sus gober-
nantes aceptaban los consejos de los organismos internacionales
para que abandonaran cualquier veleidad de protección social
de su gente. Independientemente de cualquier cambio en la
proporción de distribución de la renta entre ricos y pobres,

159 Este artículo es un homenaje a Josué de Castro en quien se inspira actualizando su


preocupación por el hambre y sus relaciones con la cuestión/reforma agraria y el modelo
de desarrollo en curso en Brasil y el mundo de hoy.
204 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

el hecho es que un aumento en la población urbana implica


necesariamente, una ampliación del mercado, así no haya sido
ampliamente generalizada en el ámbito urbano la producción de
alimentos para el autoconsumo. Así, la vida urbana mantenidas
inalteradas las relaciones sociales y de poder, lo que implica una
mayor mediación del dinero. Además de esto, como ya antici-
para Karl Kautsky a comienzos del siglo XX, la urbanización
implica también el aumento del consumo de carne que, hoy se
presenta con efectos aún más intensos en el mundo agrario por
las condiciones (in) puestas por la revolución en las relaciones
sociales y de poder por medio de la tecnología, revolución ésta
simplificada y equivocadamente denominada como revolución
verde (Ver Porto-Gonçalves, 2006). Es que la producción de car-
nes viene implicando un aumento significativo de la demanda
de granos (millo y soja) para la alimentación animal. Por esta vía,
viene aumentando la disputa de tierras para producir alimentos
para los animales y para los seres humanos. En 2007, para una
producción mundial de 2.129 millones de toneladas de granos
fue destinada al consumo humano un 47,4% del total y, así,
52,6% se destinó al consumo animal y a otros fines, inclusive,
a la producción de combustibles a partir de biomasa. Según el
médico veterinario Dr. Silvio Negrão, “en la medida, en que los
cerdos necesitan comer 3 Kg de ración y los pollos de beneficio
2 Kg de ración para que cada uno transforme este alimento en
1 Kg de su cuerpo”. La ineficiencia de conversión de energía
en proteínas para consumo humano vía producción de carnes
muestra la (ir) racionalidad de la sumisión de la producción de
alimentos a las reglas del mercado (Ver Negrão, 2008).
De todas maneras, este proceso ejerce una poderosa in-
fluencia en el aumento del precio de la tierra. En un reportaje
de Cláudio Dantas Sequeira publicado por el jornal Folha de S.
Paulo el 08-06-2008, las tierras agro-cultivables se valorizaban
en una media de 10,16% al año entre 2000 y 2006, siendo 15,66%
en Mato Grosso, tomando como fuente el Centro de Estudios
Agrícolas de la FGV. En 2007, de acuerdo con los datos del Ins-
tituto FNP, el precio medio de las tierras subió 17,83%. (Estado
de S. Paulo, 26/09/2008). El valor actual tiene el record de: US$
2636 la hectárea. Según el mismo instituto, la región del Alto de
Araguaia, en la división con el Goiás, es la que más se valorizó en
12 meses: 117,7%. En parte, este aumento se debe a la búsqueda
de tierras por parte de extranjeros en el Brasil, como demuestran
José García Gasques y Eliana Teles Bastos en un artículo para
la revista Agronews de la Fundación Getúlio Vargas, donde re-
gistran que las tierras en los EUA están cotadas por el doble del
precio de Brasil. “Para los brasileros la tierra es cara, pero para
el extranjero es una bagatela. Esto tiende a restringir el acceso
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 205

del brasileño a la propiedad rural” afirmó la profesora Francisca


Neide Maemura, de la Universidad Estadal de Londrina.

II. La crisis de abastecimiento y el control de las fuentes


de combustibles fósiles

Por otro lado, la derrota política estadounidense en la


ofensiva militar contra o Irak asociada a las victorias de gobiernos
que rechazan la agenda neoliberal en países que disponen de
importantes yacimientos de gas y petróleo (Venezuela, Bolivia
y Ecuador) o donde hay resistencias populares significativas
(pueblo Ogoni en Nigeria, Afganistán y Colombia) desencadenó
una preocupación por la soberanía energética en los EEUU que,
a su vez, busca legitimarse tomando para si una causa - el ca-
lentamiento global – cuando, hasta muy recientemente, estaban
frontalmente en contra, pero ahora blandiendo la bandera de
los biocombustibles (Ver Porto-Gonçalves, 2008). Fidel Castro,
que en un primer momento quedó solo en la denuncia de lo
que significaba substituir la producción de alimentos para las
personas por la producción agrícola de combustibles para los
automóviles se ve, ahora, contemplado con el acalorado debate
acerca del aumento de los precios de los alimentos, inclusive bajo
los auspicios de la ONU. Independientemente de las diferencias
en la eficiencia de conversión de biomasa en combustible (que
comprobadamente es mayor en el caso del etanol de la caña
en relación al millo y otras fuentes), el hecho concreto es que
también aquí se establece una mayor demanda por tierras, lo
que por si solo tiene enormes implicaciones en la problemática
agraria, comenzando por el innegable aumento en el precio de
la tierra.
Sin embargo, otras razones se unen a la crisis que se ma-
nifiesta en el aumento en los precios de los alimentos, como las
sequías y las inundaciones, y la especulación por parte de las
empresas que monopolizan el comercio mundial de alimentos,
de abonos, fertilizantes y semillas que, ven en la crisis óptimas
oportunidades de negocio y que se fortalecen en la medida que
el alimento deja de ser producido en casa y pasa a ser mediado
en las bolsas (Chicago e otras), locus de mediación del poder de
estas empresas160, la problemática agraria se coloca también en
el centro de un debate geopolítico en la medida que diferentes

160 Se estima que en la bolsa de valores agrícolas en los últimos años, cerca del 40% de
todos los contratos de compra fueron hechos por fondos de inversiones sólo para espe-
culación. Y hoy, los volúmenes de negocios hechos en estas bolsas entre los diferentes
especuladores sobrepasan diez veces el volumen real de la producción agrícola a ser
producida. Los periódicos informan que sólo uno de los fondos de inversiones que es-
pecula en la bolsa de valores agrícolas, el Fondo Hedge de los EUA, tuvo una ganancia
líquida de 3,7 billones de dólares en 2007.
206 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

sectores del capital buscan echar mano de ventajas territoriales


representado por las diferentes extensiones de área de los Esta-
dos e de sus distintas cualidades (presencia o no de recursos na-
turales como água, radiación solar, etc…). Para ello, los diferentes
países con sus riquezas naturales tienen que ser enfrentados a
partir de sus diferentes geografías teniendo como conditio sine qua
non su potencial de desarrollo técnico-científico sin el que están
impedidos de jugar el juego en esta escala global de poder.
La calidad de los territorios de los diferentes estados juega
aquí un papel fundamental, sobre todo cuando se considera la
disponibilidad de agua y tierras agro-cultivables (fertilidad y
topografía, esta última cualidad sobre todo por la economía
de energía relacionada a los relieves planos, lo que es extrema-
mente relevante cuando se trata de un modelo agrario/agrícola
energívoro, esto es, basado en el gran consumo productivo de
energía). Es lo que se puede ver en el Mapa Nº 1 – Aguas y
Tierras Disponibles por País – donde Brasil se presenta en una
posición destacada161.

MAPA 01

Fuente: ICONE

161 Llamamos la atención hacia los autores de este mapa que son investigadores del ICONE
– Instituto de Estudios del Comercio y Negociaciones Internacionales – que, además de
asesorar a las asociaciones ligadas a los agro-negociantes, vienen asesorando también
al gobierno brasilero en la defensa de sus intereses, esto es, los intereses de los agro-
negociantes. Consulte el site http://www.iconebrasil.org.br/pt/ .
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 207

El cuadro Nº 1 – Disponibilidad de Tierras Arables por


País – reitera la información anterior al situar a Brasil como el
país de mayor disponibilidad de tierras y aguas.

CUADRO 1

Fuente: ICONE y FAO; Elaborado por: ICONE

En el caso de América del Sur se destacan, además, Argen-


tina, Colombia, Bolivia y Venezuela. Recordemos que el complejo
técnico-científico-agroindustrial-financiero-mediático de poder
implicado en el modelo agrario/agrícola en el caso brasileño y
argentino implica, también, la disponibilidad de las tierras para-
guayas y bolivianas y así no se puede comprender los procesos
socio-espaciales que se desarrollan en estos países disociados
de este bloque de poder que se estructura a partir de Brasil
y Argentina. Los conflictos recientes de los agro-negociantes
bolivianos, en franca oposición al gobierno de Evo Morales en
Bolivia, y los que involucran campesinos sin tierra que apoyan
al gobierno de Fernando Lugo en Paraguay, en franca oposición
a los agro-negociantes extranjeros (léase, brasileños), son parte
de estos conflictos que traspasan las fronteras nacionales, no sólo
por los protagonistas implicados directamente, sino también
por el enorme significado que esta región tiene en el contexto
geopolítico de elevadísima demanda de tierras que arriba con-
figuramos. Son muchas las noticias que apuntan a la llegada de
capitales de origen europeo, estadounidense y japonés compran-
do tierras en Brasil, Argentina y, hasta muy recientemente, en
Bolivia y Paraguay, por las oportunidades que se abren de captar
renta y aumentar la apropiación de más valor. Un reportaje del
208 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

diario Valor del 28/08/2008 afirma que empresas extranjeras


planean invertir US$ 1 billón en la compra de tierras en Brasil,
lo que les permitirá comprar 4 millones de hectáreas, 5% de las
tierras agro-cultivables del país. Datos del Instituto Nacional
de Colonización y Reforma Agraria (Incra), órgano responsable
por el control del catastro de tierras en el país, muestran que,
en los últimos siete meses, 203 mil hectáreas de tierras fueron a
parar a manos de extranjeros. Estos números, según el propio
presidente del Incra, ciertamente están subestimados, porque las
notarías no están obligadas a registrar separadamente las tierras
compradas por extranjeros y enviar la información al órgano.
Hoy, de acuerdo con el Instituto Nacional de Colonización y
Reforma Agraria (Incra), por lo menos 5,5 millones de hectáreas
están en manos de extranjeros.
El resultado de esto es que, a pesar de la enorme dis-
ponibilidad de tierras reconocida, como vimos, hasta por los
intelectuales y líderes de los agro-negociantes, no se configura
una real política de reforma agraria, al contrario, el aumento
en los precios de la tierra hace más caras las expropiaciones de
tierras, así como hace más difícil acuerdos relativos a la compra
de tierras, toda vez que los propietarios buscan negociar en
situación más favorable.
Así, se refuerza la tendencia que ya se venía estableciendo
con la creación de nuevos asentamientos en la Amazonía, toda
vez que es en esta región donde las tierras son más baratas y casi
en su totalidad son tierras públicas. De aquí surgen dos conse-
cuencias: de un lado, un despegamiento geográfico entre la mo-
vilización de los trabajadores rurales sin tierra en Brasil – que se
concentra en el Centro-Sur – y la política de asentamientos – que
se concentra en la Amazonía; del otro, se substituye la reforma
agraria por la colonización de nuevas áreas. (Ver Alentejano,
2004). Además, la precariedad de la propia política de coloni-
zación, disfrazada de asentamientos, estimula la falsificación de
tierras (Ver Oliveira, 2007a , 2007b y 2007c), esto es, apropiación
de tierras ante el asombro de la ley, que hace de las áreas de
expansión no sólo una región de frontera, como comúnmente
viene siendo llamada, inclusive en los medios académicos, sino
como un verdadero front, es decir, frente de batalla en el preciso
sentido militar de origen de la expresión, donde impera la vio-
lencia, proceso muy semejante al que se dio en el oeste de los
EUA en la segunda mitad del siglo XIX tan bien retratado en
los filmes del lejano oeste.
Estamos, al contrario, frente a un proceso de anti-reforma
agraria cuando se observan los dados de evolución del área
plantada en Brasil en los últimos 16 años (entre 1990 y 2006). Si
tomamos tres productos típicos de la agricultura empresarial –
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 209

la caña, la soja y el millo – que están implicados en los procesos


arriba descritos de una agricultura vuelta hacia la producción
de combustibles (caña y soja) o hacia la alimentación animal
(millo y soja) observamos que el área total plantada pasó de
27.930.805 de hectáreas en 1990, a 41.198.283 de hectáreas en
2006, un aumento de 47,5%. Cuando observamos el área total
destinada a la producción de tres productos característicos de la
cesta básica de alimentación del brasilero – el arroz, el frijol y la
mandioca - notamos que el área total disminuyó de 11.438.457
de hectáreas a 9.426.019 de hectáreas, o sea, una merma del 17%
en el mismo período. Mientras todos los productos destinados
a la producción de combustibles (caña y soja) o a la alimenta-
ción animal y sólo indirectamente a las personas (soja y millo)
aumentaron, todos los productos destinados a la cesta básica
vieron disminuir su área en el período.
Si, por lo menos al principio, parece correcta la crítica del
gobierno brasileño al etanol producido a partir del millo, sobre
todo en los EUA, toda vez que se trata del traslado directo de
áreas destinadas a la producción de alimentos hacia la produc-
ción de combustible, al contrario del etanol basado en la caña-
de-azúcar, también es verdad que hay un impacto indirecto de
la expansión de la caña en relación a la oferta y precio de los
alimentos, pues viene ocurriendo una sensible reducción del área
destinada a la plantación de alimentos así como un traslado geo-
gráfico de esta producción. La sustitución de plantíos de arroz,
frijol y millo por plantaciones de caña está ocurriendo en varias
regiones, como el oeste paulista, el Triángulo Minero, el sur de
Goiás. Esto, de un lado, provoca la pura y simple reducción de
la oferta de estos alimentos, pero del otro provoca también el
traslado de estas culturas hacia tierras de peor calidad y más
distantes de los principales mercados consumidores, lo que
significa un aumento de los precios, dados los mayores costos
de producción y flete. Además de esto, la corrida por tierras en
Brasil, motivada por la fiebre de los agro-combustibles y por
el avance de la agricultura para alimento de ganado, produce
un aumento del precio de las tierras, lo que también impacta el
precio de los alimentos, toda vez que el aumento de la renta de
la tierra rebota en el precio de los alimentos.
Es lo que se puede verificar con la nueva geografía que
se va diseñando en el mundo agrario brasileño (Figuras 1 a 6
y Gráficos 1 a 6) donde, a partir de los propios datos oficiales
del IBGE, se verifica la expansión del área plantada con caña,
soja y millo y la reducción del área plantada con arroz, frijol y
mandioca.
La figura 1 y el Gráfico 1 indican que la caña tuvo una
fuerte expansión del área plantada en el país en el período,
210 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

con un aumento de 43%. Y sin embargo, la mayor parte de la


caña se concentra en la región Centro-Sur (región donde pasó
de 63 a 78% del total plantado en el país), la región donde más
creció proporcionalmente al área plantada en el período fue la
Amazonía (121% de aumento). En términos absolutos, la mayor
expansión del área de caña-de-azúcar se verificó en los estados
de São Paulo, Minas Gerais, Goiás y Mato Grosso del Sur.

Figura 1 – Variación regional del área plantada


de Caña-de-azúcar – Brasil - 1990-2006

Cana de Açúcar - Área plantada (Hectare) - 1990 Cana de Açúcar - Área plantada (Hectare) - 2006

Amazônia
4%
Amazônia
3% Nordeste
18%
Nordeste
34%

Centro-Sul
Centro-Sul
63% 78%

Fuente: IBGE – Pesquisa Agrícola Municipal.

Gráfico 1 - Evolución y distribución espacial del área planta-


da de Caña-de-azúcar (1.000 ha) - Brasil - 1990-2006

Evolução e distribuição espacial da área plantada de


Cana-de-açúcar (1.000 ha) - Brasil - 1990-2006

7000 6178
6000
4818 4323
5000
4000 1990
2746
3000 2006
2000 1457
1095
1000
120 265
0
Amazônia Nordeste Centro-Sul Brasil

Fuente: IBGE – Pesquisa Agrícola Municipal.

La soja (Figura 2 y Gráfico 2) también se va trasladando de


los estados del Paraná y Río Grande do Sul, donde es plantada
sobre todo por pequeños y medianos productores, hacia Mato
Grosso do Sul, Goiás, Mato Grosso y Maranhão donde se des-
tacan los grandes latifundios mono-cultivadores empresariales
de exportación. El Gráfico 2 indica que el área plantada con
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 211

soja en el Brasil creció un 91% en el período 1990-2006, siendo


que el mayor crecimiento se verificó en la Amazonía (¡319%!)
que ya responde hoy por casi 1/3 de la soja producida en el país
(Figura 2).

Figura 2 – Variación regional del área plantada


de Soja – Brasil - 1990-2006

Soja - Área Plantada (ha) - 1990 Soja - Área Plantada (ha) - 2006

Amazônia
14%
Nordeste
Amazônia
3% 30%

Centro-Sul Nordeste
Centro-Sul 65% 5%
83%

Fuente: IBGE – Pesquisa Agrícola Municipal.

Gráfico 2 - Evolución y distribución espacial del área


plantada de Soja (1.000 ha) - Brasil - 1990-2006

Evolução e distribuição espacial da área plantada de Soja


(1.000 ha) - Brasil - 1990-2006

25000 22083
20000
14254
15000 11585 1990
9620
10000 2006
6724
5000
1603 362 1105
0
Amazônia Nordeste Centro-Sul Brasil

Fuente: IBGE – Pesquisa Agrícola Municipal.

Merece destacar aún, el avance de esta misma soja por


los matorrales (cerrados) de Piauí y Bahía que mucho contri-
buyó para que la región Nordeste también tuviese un aumento
altamente significativo de su área plantada con soja, que pasó
del 3% al 5% en el mismo período. Los Mapas 2 e 3 evidencian
este proceso.
212 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Mapa 2 – Brasil – Producción de Soja – 1996 y Mapa 3


– Brasil – Producción de Soja - 2006

Fuente: IBGE.

El mismo movimiento geográfico y social se puede obser-


var con el cultivo de millo que, como sabemos, está fuertemente
asociado a la cría de pollos y cerdos162. La Figura 3 indica que
también en el caso del millo fue en la Amazonía que se verificó
el mayor crecimiento en el área plantada durante el período
1996/2006, tanto en términos absolutos como relativo.

Figura 3 – Variación regional del área plantada de Millo


Brasil - 1990-2006

Milho - Área Plantada (ha) - 1990 Milho - Área Plantada (ha) - 2006

Amazônia Amazônia
10%
15%
Nordeste
18%
Nordeste
19%
Centro-Sul Centro-Sul
72% 66%

Fuente: IBGE – Pesquisa Agrícola Municipal.

162 El millo es también, muchas veces, utilizado en rotación con la soja.


Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 213

Gráfico 3 - Evolución y distribución espacial del área


plantada de Millo (1.000 ha) - Brasil - 1990-2006

Evolução e distribuição espacial da área plantada de


Milho (1.000 ha) - Brasil - 1990-2006

15000
12023 12997
8682 8500
10000
1990
5000 2006
1996 2163 2501
1178
0
Amazônia Nordeste Centro-Sul Brasil

Fuente: IBGE – Pesquisa Agrícola Municipal.

Por otro lado, verificamos que el modelo agrícola que viene


imponiéndose en las últimas décadas en el país, implica la
reducción del área plantada de los productos alimenticios de
la cesta básica de los brasileños especialmente, en las regiones
capitalistamente más desarrolladas, como se puede ver por el
descenso del área plantada con frijol y arroz en el Centro-Sur.
En el caso del arroz (Figura 4 y Gráfico 4) hubo una mer-
ma de un 27,6% en el área plantada en todo el país entre 1990 y
2006 (de 4.158.547 hectáreas a 3.010.169 hectáreas), siendo que,
contradictoriamente, en la región Nordeste, donde el hambre es
más generalizada, ocurrió la mayor reducción.

Figura 4 – Variación regional del área plantada de Arroz


Brasil – 1990-2006

Arroz - Área Plantada (ha) - 2006 Arroz - Área Plantada (ha) - 1990

Amazôni a
Amazônia Cent r o-Sul
37%
Centro-Sul
42% 53%
50%
Nor dest e
Nordeste 10%
8%

Fuente: IBGE – Pesquisa Agrícola Municipal.


214 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Gráfico 4 - Evolución y distribución espacial del área planta-


da de Arroz (1.000 ha) - Brasil - 1990-2006

Evolução e distribuição espacial da área plantada


de Arroz (1.000 ha) - Brasil - 1990-2006

5000
4159
4000
3010
3000 2219 1990
1540 1519
2000 2006
1264 400
1000
227
0
Amazônia Nordeste Centro-Sul Brasil

Fuente: IBGE – Pesquisa Agrícola Municipal.

En el caso del frijol (Figura 5 y Gráfico 5), acontece lo mis-


mo, con la reducción generalizada del área plantada de 5.306.257
ha en 1990 a 4.245.480 ha en 2006, siendo que en este caso, la
mayor reducción se verificó en el Centro-Sur.

Figura 5 – Variación regional del área plantada de Frijol


Brasil - 1990-2006

Feijão - Área Plantada (ha) - 2006 Feijão - Área Plantada (ha) - 1990

Amazônia Amazônia
7% 7%

Centro-Sul
40% Centro-Sul
48% Nordeste
45%
Nordeste
53%

Fuente: IBGE – Pesquisa Agrícola Municipal.


Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 215

Gráfico 5 - Evolución y distribución espacial del área planta-


da de Frijol (1.000 ha) - Brasil - 1990-2006

Evolução e distribuição espacial da área plantada de


Feijão (1.000 ha) - Brasil - 1990-2006

6000 5304
5000 4244
4000
2366 2565 1990
3000 2263 1685 2006
2000
373
1000 296
0
Amazônia Nordeste Centro-Sul Brasil

Fuente: IBGE – Pesquisa Agrícola Municipal.

El área plantada con mandioca presenta la misma geogra-


fía social en la que las regiones capitalistamente más avanzadas
no son aquellas donde el cultivo de los géneros alimenticios
destinados a la cesta básica sean de interés. Sin embargo, la
Figura 6 y el Gráfico 6 indican un aumento significativo en la
participación de la Amazonía en el cultivo de la mandioca, con
el avance de un frente campesino que ocupa a selva, haciendo
de la región la mayor productora del país.

Figura 6 – Variación regional del área plantada de Mandioca


– Brasil - 1990-2006

Mandioca - Área Plantada (ha) - -1990


Mandioca Área Plantada (ha) - 1990 Mandioca - Área Plantada (ha) - -2006
Mandioca Área Plantada (ha) - 2006

Centro-Sul Centro-Sul Centro-Sul Centro-Sul


24% Amazônia
24% Amazônia 25% 25%
30% 30% Amazônia Amazônia
38% 38%

Nordeste Nordeste Nordeste Nordeste


46% 46% 37% 37%

Fuente: IBGE – Pesquisa Agrícola Municipal.


216 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Gráfico 6 - Evolución y distribución espacial del área planta-


da de Mandioca (1.000 ha) - Brasil - 1990-2006

Evolução e distribuição espacial da área plantada de


Mandioca (1.000 ha) - Brasil - 1990-2006

2500
1976 1974
2000
1500 1990
748 901
1000 2006
599 742 484
476
500
0
Amazônia Nordeste Centro-Sul Brasil

Fuente: IBGE – Pesquisa Agrícola Municipal.

Esto es la expresión del proceso apuntado anteriormente


de contra-reforma agraria, donde los latifundios mono-cultores
de exportación se concentran en el Centro-Sur y empujan hacia la
Amazonía la agricultura campesina, siendo que la actual política
de asentamientos consagra este modelo perverso.
La expansión verdaderamente espectacular del área plan-
tada con caña de azúcar en el centro más dinámico del país, ade-
más de convivir con la disminución del cultivo de productos de la
cesta básica en esta región, está avanzando, sobre todo, en áreas
antes destinadas a pastos, como bien señalaran los intelectuales
y líderes ligados a los agro-negociantes, conforme el cuadro 2
abajo, cuya autoría es de estos think thanks del agrobusiness como
gustan de ser llamados.

QUADRO 2
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 217

La sustitución de pastos por el cultivo de caña necesariamente


traslada el ganado hacia otras áreas que, en este caso, ha sido
hacia la región Centro Oeste y hacia la Amazonía, cuyos efectos
retomaremos más adelante. Con la expansión del fenómeno de la
urbanización y el aumento del consumo de carne bovina ésta tam-
bién se viene constituyendo en una commodittie y, con ello, estamos
asistiendo a un avance espectacular de la cría de ganado, sobre
todo en áreas antes cubiertas por la selva (Ver Porto-Gonçalves,
2007). Del aumento de 40% del rebaño bovino ocurrido en el país
entre 1990 y 2006 (de cerca de 147 millones de cabezas en 1990 a,
aproximadamente, 206 millones de cabezas en 2006), 80,8% de
este aumento ocurrió en la Amazonía que pasó de 26 millones a 73
millones de cabezas de ganado en 2006, un crecimiento del 181%, o
sea, la región prácticamente triplicó su rebaño y ya representa más
de 1/3 de todo el rebaño brasileño (Gráfico 7).

Gráfico 7 - Evolución y distribución espacial del rebaño


bovino (1.000 cabezas)
Brasil – 1990-2006

Evolução e distribuição espacial do rebanho bovino


(1.000 cabeças) - Brasil - 1990-2006

250.000 205.886
200.000
147.102
150.000 1990
73.738 98.554 110.880
100.000 2006
26.258
50.000 22.290 21.268
0
Amazônia Nordeste Centro-Sul Brasil

Fuente: IBGE – Pesquisa Pecuaria Municipal.

Así, se verifica que la temida pecuarización de la Amazo-


nía, señalada por los críticos de este modelo en los años 1970 y
1980, se está consagrando, sustituyendo la selva por la pata de
buey, conforme a los mapas 4 y 5. La geografía del modelo de
desarrollo agrario brasileño incontestablemente está colocando
en riesgo a la selva, a las poblaciones campesinas, inclusive a
los quilombos y los pueblos originarios.
218 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

MAPA 4 – Brasil –Pecuaria – 1996 y MAPA 5


Brasil – Pecuaria - 2006

Fuente: IBGE.

Así vemos reproducirse ampliamente en el espacio


geográfico brasileño el Complejo de Violencia y Devastación
(Porto-Gonçalves, 2007), la otra cara de Janus del perverso pro-
ceso de modernización del agro brasileño, donde tierras que
son formalmente responsabilidad del Estado, son apropiadas
de modo fraudulento (grilagem163) en un proceso que, además,
siempre caracterizó la expansión hacia nuevas áreas (véase el
avance de la frontera en São Paulo, Paraná, Goiás, Espíritu Santo
y Minas Gerais todavía en el siglo XX). El reciente avance en
Mato Grosso, Pará, Tocantins y Maranhão viene además asocia-
do a la demanda por carbón vegetal para la purificación (ferro
gusa) del hierro, commoditie que, de este modo, va sin rechazo
hacia el primer mundo a costa de la quema de la selva. Al cabo
la Amazonía junto al Nordeste, fueron las regiones donde más
se expandió la producción de madera en Brasil en los últimos
años. El aumento que fue del 114% en todo el país; de casi 25
veces en el Nordeste, que pasó del 0,6% al 7,6% del total de la
producción brasileña, y triplicó en la Amazonía que pasó del
2,9 a 5,6% del total, al tiempo que en el Centro-Sur, aunque la
producción tuvo un crecimiento de 92,9%, la participación en
el total del país cayó de 96,4% a 86,8% del total.

163 Grilagem: acto de falsificación de documentos para la apropiación de tierras. NT


Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 219

Gráfico 8 - Producción de Madera – Brasil – 1990-2006

Produção de Madeira em tora - Brasil - 1990-2006

120.000.000
100.766.899
100.000.000
87.426.830

80.000.000
1990
60.000.000
47.024.280 2006
45.333.392
40.000.000

20.000.000
5.690.707 7.649.362
1.379.327 300.349
0
Brasil Amazônia Nordeste Centro-Sul

Fuente: IBGE.

Así, la documentación falsa de las tierras se combina


con la quema para hacer carbón y, completando el complejo de
violencia y devastación, viene la cría de ganado y también el
cultivo de soja. En fin, lo que viene siendo señalado como una
coyuntura de grandes oportunidades para los agro-negociantes
se viene dando por medio de la reproducción de un modelo
típicamente moderno-colonial de violencia y devastación que
marca la formación territorial del Brasil.
No es al cabo que la Amazonía es el locus de la violencia
privada en el campo brasilero, sumando 875 asesinatos en con-
flictos por la tierra entre 1985 y 2005, 62% del total de personas
asesinadas en el campo en estos veinte y un años, prácticamente
2/3 de todos los 1415 asesinatos verificados en el período.

Gráfico 9 – Asesinatos en el Campo por Región


Brasil – 1985 a 2005

Assassinatos no Campo - 1985-2005


Centro-Sul
20%

Nordeste
Amazônia
18%
62%

Fuente: CPT

El aumento de la demanda por tierras está por detrás


también, del aumento de los conflictos envolviendo poblaciones
tradicionales (indígenas, quilombos, ribereños, seringueiros,
220 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

castañeiros, faxinalenses164, retireiros, geraizeiros, en fin, diferen-


tes formaciones campesinas con sus cualidades características
desarrolladas junto a las peculiaridades de los nichos de los
distintos biomas brasileros) por acciones de expulsión de las
familias de los territorios que ocupan hace decenas o centenas de
años. Aunque las acciones de expulsión contra estas poblaciones
tradicionales se vienen dando, sobre todo, en las regiones del
Planalto Central y en la Amazonía, no constituyen un fenómeno
específico de estas regiones. Hay que considerar la complejidad
que conforma el espacio geográfico, inclusive en sus configu-
raciones ecológicas, puesto que las regiones topográficamente
más accidentadas, lo mismo que planas, pero con restricciones
de uso de agua y de baja fertilidad natural (esteros y estiradas),
o áreas de difícil acceso, fueron históricamente ocupadas ya por
campesinos o quilombolas, o aún por poblaciones indígenas,
inclusive en las regiones del sur y sudeste del país (faxinalenses
y quilombolas). Las extensas regiones planas y con restricciones
de uso de agua del Planalto Central brasilero, con las nuevas
tecnologías de captación de agua en profundidades por medio
de las espigas centrales, viene siendo particularmente objeto de
la saña de los latifundios empresariales para implantación de los
monocultivos ya sea de soja, de eucalipto y otras commoditties, ya
que por ser áreas planas implican menores gastos de energía, lo
que es fundamental para un modelo agrario/agrícola con base
en empresas latifundistas con intenso uso de energía.
En el caso de la producción de madera para papel y
celulosa, el movimiento de expansión es reforzado por las
enormes ventajas comparativas de la producción de esta materia
prima en Brasil, donde el tiempo de corte llega a ser 1/3 menor
que en los países de clima templado. Así, son innumerables las
noticias que dan cuenta del cierre de fábricas de papel y celulosa
en Europa y la transferencia de las mismas para el Brasil. (O
Estado de S. Paulo, 20-09-2008.) Como resultado de ello, entre
2005 y 2007 el área plantada de Pinos y Eucalipto creció de
5.241.775 ha a 5.985.396 ha, un aumento de 14% en apenas tres
años (www.abraflor.org.br).
En lo que se refiere a la producción, en el período 1990-
2006, hubo un aumento de 67% en su conjunto de todo el país,
destacándose el crecimiento de la producción en el Nordeste
(más de 60 veces), cuya participación pasó del irrisorio 0,04% a
un 13,8% del total del país, sobre todo con la devastación de a
Mata Atlântica do Sul de Bahia para instalaciones de grandes

164 Faxinal es el nombre dado por ciertas poblaciones del sur de Brasil para áreas de uso
común de los recursos naturales. Faxinalenses son poblaciones tradicionales campesi-
nas culturalmente distintas del estado de Paraná en sur del país.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 221

empresas papeleras en la región.165 A pesar de esto, el Centro-Sur


aún concentra más del 80% de la producción nacional.

Gráfico 10 - Producción de madera para papel y celulosa


Brasil – 1990-2006

Produção de madeira em tora para papel e celulose - Brasil - 1990-


2006
60.000.000
55.114.729

50.000.000
45.845.248

40.000.000
32.952.856 31.451.822
30.000.000 1990
2006
20.000.000

7.582.995
10.000.000
1.379.327 1.686.486
121.707
0
Brasil Amazônia Nordeste Centro-Sul

Fuente: IBGE.

En fin, el espacio geográfico brasilero está atravesado por


fronts de batalla con la propagación de los conflictos (Cuadernos
de Conflictos CPT, 2007) que no se restringen a la Amazonía,
sino que se difunden por todo el país, por las diferentes formas
de expansión del modelo agrario/agrícola – la caña se expande
en SP, MG, GO y MS por la logística ya disponible para la ex-
pansión de la producción de etanol; la soja se expande en los
planaltos centrales con sus esteros y por el hecho de ser la “caja
d´agua” del país, o sea, donde nacen los principales ríos del
país; el ganado se traslada hacia la Amazonía así como la pro-
ducción de carbón para exportar hierro gusa, todo esto teniendo
a los agro-negociantes como sus principales protagonistas y
beneficiarios.
Así, podemos percibir que todos estos aspectos están
interrelacionados y si queremos preservar la Amazonía para las
generaciones futuras, por lo que ella representa en términos de
biodiversidad y fuente de agua y humedad para el Brasil y el
mundo, tenemos que invertir completamente la lógica en mar-
cha. El punto de partida de esta solución es la reforma agraria, y
no la política de asentamientos hoy en curso en el Brasil bajo el
nombre de reforma agraria. En primer lugar, la reforma agraria
debe ser hecha en las regiones Centro-Sur y Nordeste, mediante
la actualización de los índices de productividad, pero sobre todo,
de la efectiva activación del principio de la función social en su

165 Lamentablemente, el IBGE no provee datos sobre el área plantada, como en el caso de
los productos agrícolas, sólo datos sobre la producción.
222 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

integralidad, esto es, no sólo en la dimensión productiva, sino


también la laboral y la ambiental. En segundo lugar, la produc-
ción en los asentamientos de reforma agraria debe ser orientada
hacia la producción de alimentos básicos, con mecanismos de
garantía de compra y precios, de forma de contribuir directamen-
te a la seguridad alimentaria. Debe ser además concebida con
base en principios agroecológicos, de forma de no reproducir la
elevada dependencia energética de la agricultura convencional
y los impactos socio-ambientales. El propio carácter descentrali-
zado de la producción de alimentos que nos proporcionaría una
nueva geografía derivada de un amplio programa de reforma
agraria posibilitaría reducir los absurdos costos de flete de un
modelo agrario/agrícola que lleva a que se transporte frijol –
que puede ser producido en prácticamente todo el territorio
brasilero – a 4 mil kilómetros de distancia. Por último, la propia
producción descentralizada de agro-combustibles combinada
con la producción de alimentos en asentamientos de reforma
agraria, articulada a pequeñas agroindustrias dirigidas hacia
la transformación local de la producción, podría también con-
tribuir a un mejor aprovechamiento energético de los propios
agro-combustibles, además de garantizar mayor autonomía a
las comunidades locales.
Por tanto, desde el punto de vista de los movimientos
sociales que se dedican a la lucha por la reforma agraria no se
trata de descartar los agro-combustibles, sino de rechazar el ac-
tual modelo de producción que reproduce el fallido modelo de
producción agropecuario de la revolución verde, basado en ex-
tensas monoculturas, con uso intensivo de máquinas e insumos
químicos que almacenan elevados gastos energéticos, además
de la violencia como la práctica estructurante de siempre.
El Brasil expone de modo emblemático el carácter contra-
dictorio del proceso de modernización/colonización, expresado
en términos que equivocadamente hemos usado separadamente.
El sistema mundo moderno-colonial (I. Wallerstein y A. Quijano)
que nos constituye desde 1492 se actualiza, se muestra actual,
actuando con los dos lados de su mismo rostro – la tecnología
de punta y las relaciones sociales y de poder que mejor permitan
la mayor acumulación de capital, donde montar y desmontar166
constituyen prácticas hermanas. Al contrario de lo que nos en-
señan en las escuelas y en las universidades, Brasil (así como
Haití y Cuba) no era, en los siglos XVI y XVII, exportador de

166 En portugués hay un sentido poético en la expresión matar y desmatar que nos ayuda
a fijar el sentido de la violencia del proceso de formación territorial del país. Matar es lo
mismo que en español y desmatar es lo mismo que desmontar. Así en Brasil matar los
que habitan en los bosques, sabanas y otros biomas es desmontar los bosques y otros
biomas, son procesos que caminan juntos.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 223

materia prima, pero sin de azúcar, producto manufacturado,


la mayor commodittie de la época, y para producirlo no había
ninguna manufactura tan moderna en Europa como nuestros
ingenios de azúcar, tal y cual hoy, las más modernas máquinas
e implementos de agrobusiness, nombre nuevo para una práctica
quincentenaria, nos muestra cabalmente que la modernidad
no necesariamente en trae progreso, libertad y justicia social.
Somos modernos hace 500 años! La colonialidad siempre fue
constitutiva de la modernidad! La ideología de la modernidad
bien vale una misa!
224 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 225

De Soberania, de Protecionismo
y de Territorios

Carlos Walter Porto-Gonçalves


Roberto Leher167

A partir del reconocimiento, aunque tardío, por los


ideólogos del neoliberalismo en septiembre de 2008, de que el
sistema financiero mundial entraría en crisis, cuestiones que
hasta recientemente sólo eran pautadas por los críticos del neo-
liberalismo pasaron a ser tratadas abiertamente por los medios,
aunque dominadas por los ideólogos que celebraban el mundo
de las finanzas, ahora, en inocultable crisis. Aunque perplejos
frente a temas que manejan con dificultad y a la defensiva, vuel-
ven a blandir preconceptos condenando las medidas puestas
en práctica por gobiernos que hasta ese momento defendían
ardorosamente el ideario neoliberal, como los de Inglaterra y
Francia que, en el mismo tono del gobierno recién-posesionado
en los EUA, acaban de aprobar medidas que apuntan hacia la
protección del sistema financiero, inyectando dinero público en
bancos y empresas de origen nacional quebradas, objetivando
la preservación de empleos de sus ciudadanos.
A pesar del clima fúnebre del Foro Económico de Davos
en enero de 2009, los think thanks mediáticos no dejaron de des-
tacar que, el único consenso de la reunión del Gran Dinero fue
que el mundo no podía embarcarse en una onda proteccionista,
como ya se diseñaba con los pronunciamientos del Sr. Barak
Hussein Obama.
Hay una relación íntima entre el clima fúnebre y el con-
senso tendencioso antiproteccionista del Gran Dinero reunido
en Davos. Al final, el Gran Dinero creyó que podía invertir en
las bolsas 24 horas por día mientras el mundo dormía y con-
tinuó ignorando al Rey Midas confundiendo riqueza con su
expresión simbólica: el dinero. Las medidas anticrisis que los

167 Roberto Leher, Profesor de la Faculdad de Educación y del Programa de Posgrado en


Educación de la Universidad Federal de Río de Janeiro, Investigador del CNPq y coorde-
nador del Observatorio Social de América Latina- Brasil del Consejo Latino-americano de
Ciencias Sociales.
226 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

gobiernos de los EUA, Francia y el Reino Unido están empren-


diendo parecen estar en antagonismo con las ansias del Gran
Dinero, pero también aquí las apariencias engañan. A la final,
no es posible oponer a Barak Hussein Obama con Wall Street,
o a Nicolas Sarkozy y Gordon Brown con las ansias de Davos,
como veremos más adelante.
Las aparentes contradicciones entre Estado y mercado,
entre regulación territorial estatal y libre mercado mundializado
no son nuevas y fueron magistralmente dilucidadas por Karl
Polanyi en su libro La gran transformación, publicado original-
mente en 1944. Es que los Estados tienen la función de no sólo
forjar el mercado en conformidad con los intereses generales del
capitalismo sino de, y no menos importante, en un contexto de
crisis sistémica, operar a favor de la gobernabilidad, en pro de las
condiciones políticas y sociales que aseguren la reproducción del
capital. Pero esta travesía se dará en condiciones tempestuosas,
pues, el neoliberalismo que dominó el escenario ideológico de
las tres últimas décadas no fue un conjunto de disposiciones de
pensamientos etéreos, expresando la hegemonía de las finanzas
y del capital portador de variables que se hipertrofian, confir-
mando un escenario señalado por Marx. El gobierno nacional,
como expresión del capital en general, tendrá que hacer ajustes
que, inevitablemente, generarán conflictos en el seno de los
sectores dominantes.
El Gran Dinero continúa sustentando que puede prescin-
dir del mundo en su mundanidad, como si el dinero generase más
dinero sin la mediación del trabajo humano e ignorando que, el
hombre es un animal territorial, aunque lo sea de un modo muy
original. Al final, el hombre es un animal que presta sentido a
su inserción en el mundo material, en fin, construye territoria-
lidades. El debate reciente en torno al proteccionismo explica,
en verdad, una cuestión que viene siendo olvidada y que habla
con respecto a la dimensión territorial que está implícita en este
debate político cuyo esclarecimiento, creemos, es fundamental
para vislumbrar las diferentes perspectivas que se presentan para
la superación de a crisis. He allí el objetivo de este trabajo.

Capitalismo y estado territorial

Desde que el capitalismo comenzó a diseñarse en tanto


sistema-mundo, un sistema territorial de nuevo tipo también
comenzó a delinearse, con los dos primeros estados territoriales
centralizados: Portugal y España. Estos dos estados coman-
daron, a partir de 1492, la primera modernidad, o mejor, la
primera moderno-colonialidad. La unificación territorial en los
dos países de la península ibérica se hizo a costa de la limpieza
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 227

étnico-religiosa con la expulsión de los moros. San Tiago de


Compostela, aquel mismo cuyo camino fue cantado por Paulo
Coelho, el escritor preferido del Gran Dinero en Davos, entró a
la historia como héroe conocido por Matamoros. Segundo Perry
Anderson168, las revueltas campesinas contra las diversas formas
de opresión/explotación feudales pusieron en crisis el poder local
de los señores, lo que mostró una respuesta con la articulación
de los “de arriba” para los “de arriba” y por arriba contra los “de
abajo” construyendo una estructura de poder jerárquica y centrali-
zada delegando el monopolio de la fuerza al Estado que así, nace
con este sello de clase. Prestemos atención aquí hacia el poder
local y hacia la estructura del poder jerárquico y espacialmente cen-
tralizado. Así, comienzan a nacer los Ejércitos unificados donde
los uniformes, además de indicar uniformización y el comando
de Uno, también encomendaba los uniformes uniformizados a
las manufacturas Reales, lo que dio un importante impulso a la
tecnología de las manufacturas. Lo mismo se puede decir de las
armas y de los armamentos. Al mismo tiempo, juristas fueron
convocados para descalificar el derecho de las gentes - derecho
local y consuetudinario - y, para ello, hicieron uso del derecho
forjado en una Roma esclavista, el derecho individual y de la
propiedad que priva puesto que es, la propiedad privada y de
propietarios individuales, con su presunción universalista y,
aquí, una vez más, uni es no plural donde no caben todos los
pueblos.
Atendamos, al mismo tiempo, al hecho de que el mundo
se mundializa, sobre todo, luego de la invasión de América
(Abya Yala), los lugares son recontextualizados en una confi-
guración de estados territoriales donde, en sus limites internos,
la asimetría de las relaciones sociales y de poder se conforma
al mismo tiempo como jerarquía territorial bajo el comando de
una ciudad-cabeza, o sea, una ciudad capital sede del poder y
sedienta de poder, que subordina los demás lugares, aislándo-
los y, así, aislando a los que son de lo local que, en Europa, son
campesinos, sobre todo.
Es desde el nacimiento del sistema-mundo moderno-
colonial que el mundo se mundializa conformando, pues, una
nueva forma geográfica de organización del poder, el Estado
Territorial. Al decir de Wallerstein, el sistema de estados (te-
rritoriales) es constitutivo del sistema mundo. Nada de esto es
natural, como estamos viendo. Los territorios son instituidos
por sujetos de carne y hueso en procesos instituyentes tensos,
donde una determinada territorialidad se impone en la medida
en que determinados sujetos se imponen y se afirman con de-

168 Ver Linhagens do Estado Absolutista, Ed. Brasiliense, São Paulo, 1981.
228 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

terminada forma territorial. En fin, territorio, territorialidad y


territorialización son indisociables e indican el carácter histórico,
esto es, provisorio, de cualquier forma territorial que, siempre,
alberga en su seno otras territorialidades posibles. Las ciencias
sociales, en particular la ciencia política, han venido ignorando
que el Estado es un concepto geográfico-político y no simple-
mente político como, excepción entre sus pares, remarcara Henry
Lefebvre169.
Los que viven de y por el Dinero, como ya lo hacían los
comerciantes en la Edad Media, siempre tuvieron que negociar
el paso por los feudos el derecho de comerciar casi siempre fuera
de la ciudad, fuera de la urbe en los sub+urbios, locus de los que
se mueven con Dinero170. Gran parte de las luchas trabadas en
los burgos por los burgueses fueron luchas por la libertad de la
comuna. Viviendo en función de un bien móvil, el capital hace
de la movilidad un valor supremo, de allí la sobrevaloración del
derecho de ir y venir en detrimento del derecho de establecer,
sobre todo, del derecho de permanecer171. Sin embargo, para
trasladar, sean hombres o cosas, hay que atravesar espacios
que son habitados, que son apropiados, territorios en fin. En
la formación de los estados territoriales, la burguesía tuvo que
aliarse a la nobleza cuya fuente de poder se concentraba en la
propiedad de la tierra y en toda una jerarquía de vasallaje que
era territorializada: Conde, Condado; Marqués, Marquesado
(Marqueses eran los Condes de Frontera que cuidaban de los
marcos territoriales: Marka); Barón, Baronato; Príncipe, Prin-
cipado; Rey, Reino. Los riesgos frecuentes a los que quedaban
sometidos los comerciantes a las cuadrillas de salteadores los
obligaban a alianzas varias buscando garantizar su propiedad
móvil. El estado territorial es, así, un complejo de poder que es
guardián de propiedad, tanto de los Señores Feudales que esta-
ban siendo cuestionados en su poder local por los campesinos
(jacqueries) como de la propiedad móvil (Dinero: oro, plata) de
los comerciantes, inicialmente. Perry Anderson llamó al Estado

169 LEFEBVRE, Henri, La production de l’espace. Paris: Anthropos, 1974. Hay otros pen-
sadores donde el territorio es considerado, pero como un concepto pasivo, en tanto
base de un Estado, como por ejemplo, en Jean de Bodin (1530-1596).
170 Pierre George, geógrafo francés, nos informa que el nombre de Países Bajos no deviene
del hecho de Holanda construir polders a partir de sus planicies aluviales, pero si del
hecho de que en la región de la desembocadura del río Reno se reunían muchos comer-
ciantes. A la época, el dinero era pecado, cosa de gente baja. De allí lo de Países Bajos.
Ver GEORGE, Pierre, 1974 Précis de Géographie Urbaine. Ed. PUF, Paris.
171 En este caso, los pueblos indígenas, por ejemplo, son siempre vistos como obstáculo
y su inscripción territorial implica que sus luchas sean siempre contra la desterritorial-
ización. Téngase en cuenta que no hay una sola territorialidad entre estos pueblos que,
a su vez, están lejos de ser inmóviles. La territorialidad guaraní, por ejemplo, no es mu-
tuamente excluyente como la del Estado territorial que está fundada en la propiedad
privada absoluta de la tierra. La problemática ambiental viene exigiendo que se repiense
la propiedad privada absoluta, en la medida que los flujos bio-geofísicos no respetan la
propiedad privada, ni los límites del estado territorial que se instituye como base en ella.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 229

absolutista de Señorío Centralizado.


Las diferentes formas del capital van a configurar diferen-
tes formas de territorialización: el capital comercial depende de
la libre circulación de los bienes que comercializa y, así, depende
de autorizaciones aduaneras, casi siempre sometidas a tributos
(Pasaje) y, aún, de un lugar para comercializar que puede ser
provisorio, como en las ferias172; el capital industrial implica la
fábrica y, así, un lugar propio de inscripción material en tanto
locus de transformación de la materia, una serie de condiciones
generales de producción que no produce, sino que necesita
(energía, carreteras, red de agua, agotamiento, etc.) y, también,
la libre circulación de las materias primas y de la mercancía final
en un espacio territorial específico y, más allá del mismo, tributos
aduaneros; el capital financiero también depende de un lugar
específico de comercio173 tal como el capital comercial, pues es
de su naturaleza vivir del dinero en estado puro, el puro dinero
en su abstracción plena, esto es, despojado de cualquier materia-
lidad y, así, cree desprenderse de cualquier limite, de cualquier
frontera, cuyos efectos veremos más adelante. Recordemos, sin
embargo, que todas las formas de capital tienen que pagar renta
(alquiler) para ubicarse, tiene que pagar por el área de sus loggias
y fábricas a un propietario, igual que para hacerse propietario
territorial (y, así, dejar de pagar renta que, no obstante, puede ser
capitalizada nuevamente cuando da venta de la propiedad).
El capital comercial, por ejemplo, puede convivir con
distintas formaciones sociales (campesinos, esclavistas, feuda-
les) sólo comercializando los bienes que en ellas adquiere sin
que necesariamente las transforme. Ya el capital industrial para
afirmarse tuvo que luchar contra los Señores Feudales para apro-
piarse del trabajo, luchar contra la servidumbre que restringe al
campesino a la gleba, para tener la fuerza de trabajo a su servicio
y, así, es la libertad bajo el capital, una libertad para vender el
servicio de la capacidad creativa del trabajo y no sólo de la fuerza
de trabajo que, sabemos, es más que fuerza174. La hegemonía de
uno u otro de estos capitales tiene serias implicaciones políticas,

172 “En sentido litúrgico, el latín féria corresponde a ‘día de fiesta’, ‘día de reposo’, ‘día feria-
do’: pero como en esos días era costumbre, los mercaderes ofrecían en la plaza pública
a los frecuentadores de las festividades religiosas sus mercancías, las expresiones se-
cunda feria, tertia feria, etc. pasaron a denominar los días de la semana, perdida como
fue la noción original de día de reposo en razón del predominio de las ‘ferias’ comerciales
sobre las ‘ferias’ litúrgicas (Cunha, Antonio Geraldo 1982. Dicionário Etimológico da Lín-
gua Portuguesa, Ed. Nova Fronteira, Río de Janeiro, p. 532). Una vez más, lo religioso
subsumido en el dinero, en el capital, tal como en la deuda y el interés, expresiones que
devienen del mundo religioso. En el capitalismo, el fetichismo de la mercancía (Marx)
lleva esto a las últimas consecuencias, pero no lo inventa, como se ve.
173 De loggia, templo masónico. Una vez más, templo religioso.
174 La mano de obra nunca fue sólo mano, igual bajo el comando del capital y sus gestores.
El robot es la expropiación de la inteligencia del trabajador que materializa en la máquina
inteligente que, sin embargo, es fruto de la inteligencia del trabajador.
230 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

en la medida que tiene alcances territoriales, en fin, de limites.


En la base de todas estas transformaciones territoriales,
económicas y políticas se encuentra la violencia de la expropia-
ción que es constitutiva de la territorialidad demandada por
el capital175. Con la expropiación de las tierras comunales y la
supresión de la servidumbre de la gleba, los campesinos quedan
a la deriva en busca de dónde vender su capacidad de trabajo
y, así, no pueden ser verdaderamente libres porque les faltan
condiciones materiales para serlo. La libertad no es etérea a los
hombres y mujeres mundanos, puesto que son seres con nece-
sidades176. Con la generalización de la expropiación se vuelven
proletarios, esto es, aquellos que viven para reproducir la prole.
O mejor, viven para conservar la carne como asalariados: salario
se origina de sal, necesaria para conservar la carne, en este caso,
la prole (la carne a ser asalariada mañana).
La sociedad, construida por hombres y mujeres de carne
y hueso, está condenada a las condiciones de espacio y tempo,
condición de toda materia. El hecho de nosotros ser animales
simbólicos no hace que dejemos de ser animales. Al final, es
este animal específico, el hombre, que simboliza. Ignorar esta
condición es uno de los principales desafíos epistémico-políticos
que tenemos que superar de cara a la tradición de pensar por
separado –espíritu y materia; naturaleza y cultura; sujeto y ob-
jeto; entre lo material y lo simbólico entre tantas y tantas otras–
tan característico del pensamiento hegemónico en el mundo
occidental. Toda apropiación material es, al mismo tiempo,
simbólica puesto que, sólo nos apropiamos de aquello a lo que
atribuimos sentido.

El conflicto territorial hoy: perspectivas


hegemónicas y subalternas

En una fase del capitalismo, como la que ahora está en


crisis, bajo la hegemonía del capital en su fase más abstracta, el
capital portador de interés, la idea de un mundo sin fronteras,
desterritorializado, fue llevada al paroxismo por los ideólogos
pos-modernos. En el fondo, el deseo de un mundo sin fronts, sin
choque, en fin, un mundo que se quiere sin limites. Ocurre que

175 Marx analiza la violencia de la expropiación en “La llamada acumulación primitiva”


(MARX, Karl, O Capital, Livro 1, Volume 2, Capítulo XXIV, Ed. Difel, São Paulo. Traduc-
ción de Reginaldo Sant’Anna, 10a Edição), en especial en la sección 2 (Expropiación de
los campesinos). La violencia del Estado sobre los trabajadores expropiados es discutida
de modo penetrante en la sección 3 (Legislación sanguinaria contra los expropiados, a
partir del Siglo XV. Leyes para rebajar los salarios).
176 La imagen poética de la libertad como un pájaro que vuela y que parece estar libre del
mundo mundano sólo tiene sentido cuando ignoramos que el pájaro sólo vuela por el
trabajo de sus alas en fricción con el aire, caso contrario caería. En fin, sólo existe libertad
por el trabajo y por la fricción.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 231

limite es exactamente el nombre que los griegos daban al que


demarcaba la ciudad del campo y, en griego, limite es origina-
riamente polis, muro que separa. Limite (polis) es, así, el meollo
de la política que es por definición, el arte de definir los limites.
Política y territorio están así, desde siempre ligados, inclusive,
pero no sólo177 los limites del territorio. Una sociedad no se cons-
tituye primero para después constituir su espacio, su territorio,
como nos enseña el pensamiento que piensa por separaciones,
por disyunciones. Si una sociedad instituye relaciones sociales
y de poder racistas178 ella instituye en el mismo movimiento su
espacio, y no antes o después, con lugares para blancos y para
los de color, sean amarillos o negros (el blanco sociológico no
tiene color). Casa Grande e Senzala son lugares-en-relación, o
mejor dicho, Casa Grande-Senzala, así como los condominios
cerrados-y-las-favelas.
Si la fórmula D-M-D’ es la fórmula del capital comercial
e industrial179, el D-D’ es el deseo del capital financiero de no
necesitar pasar por ninguna mercancía (M) tangible, material.
Dinero que se hace y quiere ser más dinero. Este capital que se
cree volátil gana con la revolución (en las relaciones sociales
y de poder por medio de la tecnología) electrónica y se hace
virtual180. La hegemonía del capital financiero se hace con la
creación de instituciones que buscan desterritorializar y, por eso,
el paraíso fiscal es su deseo íntimo, pero irrealizable, a no ser en
tanto islas181, en verdad, somos una red. Alternativamente, es
preciso demarcar los territorios donde la extracción de más-valor
pueda satisfacer a los organizadores locales e internacionales
de la producción, a saber, las fracciones burguesas locales y las
hegemónicas y, aún, realimentar el circuito del capital rentista.
La hipertrofia del capital financiero en la City londrina y en Wall
Street y la constitución del capitalismo en China como locus de
la hiper-extracción de más-valor, son procesos interrelacionados
y complementarios. Redes y territorios no se oponen, sino que
se complementa.
Por todo ello, el control de los territorios es un objetivo

177 Cualquier definición de limite, sea el limite de lo que es hombre y de lo que es mujer, entre
el bien y el mal, es siempre instituido y nunca natural. Por tanto, hay siempre una tensión
constitutiva de los limites que es la naturaleza de la política.
178 Lo mismo puede ser dicho del machismo y de la relación capital-trabajo y otras.
179 Aunque en el caso del capital industrial ‘M’ se constituye como materias primas y
máquinas, de un lado, y mano de obra, del otro lado, en fin, capital constante y capital
variable.
180 El hecho de cada quien poder entrar en un site y comprar una pizza vía computador, así
como hacer tantas y tantas otras operaciones, han llevado a un aumento exponencial
de motocicletas en las calles de nuestras ciudades y, con ellas, un aumento igualmente
exponencial de la muerte de motoboys. Lo virtual no está pues, desprovisto de materi-
alidad. Ver Porto-Gonçalves, Carlos Walter. A Globalização da Natureza e a Natureza
da Globalização, Ed, Civilização Brasileira, Río de Janeiro, 2006.
181 El individualismo burgués sufre del síndrome de Robinson Crusoe aislado en su isla.
232 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

político, económico y militar permanente del Gran Dinero. Al


final, hay que proteger la propiedad. Como es preciso instituir,
el capital financiero sabe que es necesario apropiarse de la
institución que detenta el monopolio de la violencia, el estado,
que sin embargo, es territorial. Este capital en su delirio deste-
rritorializante se quiere trasladar hacia donde obtiene el mayor
provecho y, así, instaura, siempre, tensiones territoriales en la
medida que, en tanto un capitalista puede trasladar su fábrica
de un país a otro, el trabajador, por la naturaleza de su condición
territorial, no puede hacerlo sin la pérdida de afecto, sin que sea
afectada su formación subjetiva, en la medida que tiene vecinos,
familia. El derecho de ir y venir sólo puede ser ejercido hasta
cierto punto, en la medida que la migración sufre restricciones
territoriales de la colonialidad (historia de larga duración que
se actualiza en tanto racismo) como los ‘muros’, limites que
separan a América anglo-sajona de América Latina, a Europa
de África y de Oriente. Asimismo, el dinero del pobre migrante
continúa manteniendo a la familia de origen, configurando
trans-territorialidades subalternas que aproxima el destino de
los pobres de allá y de acá182.
Cuando en Davos el clima fúnebre del Gran Dinero firmó
el único consenso de que el proteccionismo es el gran mal a ser
combatido, como sus ideólogos luego vinieron a trompetear, bien
saben que allí reside el meollo de su política, esto es, de su capa-
cidad de establecer los limites aquí, rigorosamente territoriales.
El capital contra la democracia gana aquí toda su concreción,
a simple vista es el territorio de cada estado que el ciudadano
reclama derechos, hasta cuando los ecuatorianos luchan para
permanecer en España y no ser discriminados por ser indocu-
mentados diciendo que su carta de identificación es la carta de
Cristóbal Colón, como blandían en sus manifestaciones políti-
cas. Es de nuevas configuraciones territoriales que carecemos,
conformaciones territoriales éstas que sean capaces de reconocer
otras territorialidades en gestación a partir de la subalternidad.
El capital en su forma suprema des-nacionalizó la democracia
y no ofreció otra territorialidad que proporcionara dignidad a

182 “Los números son significativos: en Ecuador, en 2002, nada menos que 14% de la po-
blación adulta del país recibió alguna ayuda de sus parientes en el exterior; los US$ 1,5
billones enviados del exterior correspondían a 1/3 de las exportaciones totales del país,
diez veces el total de asistencia económica oficial obtenido y cinco veces el crédito del
FMI en el año, según Charo Quesada (Revista do BID). En Colombia, en 2003, entraron
legalmente al país, US$ 3,6 billones, lo que equivale a 3,8 veces el total de las exportacio-
nes de café, y 2,2 veces las exportaciones de carbón y sólo fue inferior a las exportacio-
nes de petróleo. En El Salvador, los envíos correspondieron a 67% de las exportaciones
totales y a 14,1% del PIB. Del total de US$ 38 billones que ingresaron en la región por
el trabajo de los más pobres, nada menos que US$ 30 billones vinieron de los EUA”
(PORTO-GONÇALVES, Carlos Walter. A reinvenção dos territórios: A experiência latino-
americana e caribenha. In: CECEÑA, A. E. (comp.). Los desafíos de las emancipaciones
en un contexto militarizado. Buenos Aires: CLACSO, 2006. p.151-197.).
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 233

cada quien. Nacionalizar bancos, o buscar garantizar empleos


para los empleados nacionales de la Peugeot o de la Citroën,
como ahora hace el hasta hace poco antiproteccionista Nicolas
Sarkozy; o cuando Barak Hussein Obama dice que el dinero de
su paquete debe comprar solamente acero de los EUA y, así,
garantizar el empleo de los nacionales del complejo siderúrgico
estadounidense; o cuando el también otrora antiproteccionista
Gordon Brown habla de proteger el empleo de los británicos,
sólo están reconociendo la tensión de territorialidades en curso,
lo mismo que en la perspectiva del capital y de algunos de sus
asalariados nacionales.
Pero, hay algo profundo y verdadero que paradójicamente
emana de la crítica de Davos al proteccionismo. No es posible
dejar de calificar este proteccionismo como interesado y particu-
larista, practicado en nombre de los intereses de fracciones bur-
guesas locales. Los señores del dinero dicen, con razón, que no
hay salida aislada a la crisis. Con esto, reconocen, en la práctica,
que el egoísmo máximo de cada uno no genera la virtud general
de la mano invisible, como el pastor Adam Smith pregonara.
Los sectores dominantes no pueden abrir la mano de la política
para mantener la sociedad del capital. Y la política pasa por el
control del territorio, por el alejamiento (o por el acercamiento)
de las fronteras, en el proceso imperialista, y por el cambio en la
composición social de quien ocupa tal o cual territorio en general,
por medio de la des-ruralización campesina. Con mucho más
motivo, los que viven del propio trabajo y son expropiados y
explotados también necesitan de la política, pero de la política
anti-sistémica, envolviendo no sólo la defensa de los derechos la-
borales y sociales, lo que demanda una perspectiva nacional, sino
forjar una nueva sociedad sin explotadores y expropiadores, lo
que exige un redimensionamiento territorial mucho más allá de
los Estados nacionales. No es posible mantener indefinidamente
una revolución en un sólo país ahora, con la cuestión ambiental
agregando nuevas razones y argumentos. Para llevar adelante
este proyecto transformador, las propias bases del sistema del
capital tienen que ser revolucionadas, inclusive las formas de
mediación entre los seres humanos y la naturaleza. Esta política
es necesaria, sobre todo, porque se trata de cuidar de hombres y
mujeres reales y no virtuales que, como tales, tienen necesidades
reales y mundanas y que deben ser resueltas en el suelo concreto
de nuestras vidas, en los territorios reales.
Así, es preciso ver la actual crisis más allá de lo que viene
siendo apuntado al querer aterrizar el capital haciendo con que
él deje la economía virtual y se destine a la economía real, como
si la territorialidad del capital financiero no tuviese ninguna
consecuencia territorial real, como tantos sentimos y sufrimos.
234 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Es el capital industrial, que se dice parte de la economía real,


que está siendo beneficiado como en el caso de las ensambla-
doras de automóviles. Con esto, estamos dando continuidad a
un modo de vida de las ciudades congestionadas de cada día;
donde las municipalidades gastan más de sus presupuestos con
viaductos, túneles, asfaltado de vías, señalización, protecciones
y con tratamiento médico a los accidentados del tránsito, que
en salud o educación de la población, para no hablar del com-
bustible desperdiciado todo el día solamente en las horas de
tránsito congestionado.
Es el capital tangible que transforma la materia por medio
del trabajo. Y trabajo es transformación de la materia y, para ello,
es necesario energía, capacidad de realizar trabajo, según los físi-
cos. De acuerdo a la ONU, apenas los 20% más ricos del mundo
son responsables por el consumo de más de 80% de las materias
primas y la energía producidas anualmente, aunque distribuída
con la desigualdad conocida y con más desigualdad aún en los
países capitalistas dependientes. Con los problemas ya graves
derivados del calentamiento global, de la erosión de los suelos y
de la biodiversidad, de la escasez de agua, la economía realmente
dicha se inscribe en el mundo material da naturaleza, lo que hasta
ahora viene siendo minimizado en los análisis, salvo honrosas
excepciones, como Joan Martinez Allier183. Y aquí vemos que la
crisis no es simplemente la crisis del capital en su forma virtual,
ni simplemente del neoliberalismo, sino del capitalismo en tanto
modo de vida y de producción, en tanto sentido que se atribuye
al estar en el mundo, que pone a toda la humanidad en riesgo.
Es esta economía realmente dicha la que nos lanzó a los riesgos
que nos amenazan a todos y que ahora quieren que sea fortale-
cida. Quieren fortalecer lo que nos fragiliza, lo que nos expone
al riesgo. Entre la bolsa y la vida no hay opción, sea cuando nos
vemos frente al ladrón que nos asalta, sea cuando nos vemos
frente a las bolsas que negocian las vidas.
Al final, tener como sentido de la vida el dinero es pre-
tenderse ilimitado, ignorando nuestra inscripción en el mundo
de la materia, como si sólo pudiésemos ser libres volando,
como el contemplar del sobrevuelo tan bien criticado por Han-
na Arendt184. He allí el mundo que está asentado en la idea y
en la práctica del leit motif de la vida que es el lucro. A la final,
lucro deviene de logro y lograr puede ser tanto como obtener
un objetivo deseado, como puede ser engañar a alguien. Todo
indica que el lucro es más que una de las formas de apropiación
de más valor en tanto apropiación de la riqueza social que, sin

183 Ver su excelente artículo La crisis económica vista desde la economía ecológica disponi-
ble en http://www.ecoportal.net/content/view/full/82771/://.
184 ARENDT, Hanna. 1987 A Condição Humana, São Paulo, Ed. Universitária.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 235

embargo, es. Pero es, también, expropiar a alguien de su capaci-


dad de imaginar otros mundos, de lograr otros objetivos, en fin,
es querer engañar, lograr, lucrar. La economía realmente dicha
es territorial o no es. Y siendo territorial, es preciso identificar
la territorialidad que le subyace. En fin, es preciso ir más allá
de la economía y rescatar el sentido sublime del arte de definir
limites: la política.
236 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 237

Segunda Parte
De la ciencia, los saberes y el medio ambiente
238 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 239

Medio ambiente, ciencia y poder:


diálogo de diferentes matrices
de racionalidad.

Vivimos un momento histórico de la misma naturaleza


que el que vivió Europa occidental en el Renacimiento y en el
Siglo de la Luces. Se trata de un momento de inflexión, de un
instante de bifurcación, como diría Ilya Prigogine (1917-2003).
Vivimos un tiempo de cambios en el orden de las significaciones
y, vivir esos momentos es vivir un tiempo de incertezas y, al mis-
mo tiempo, de oportunidades. En estos momentos se vive una
sensación de que nuestras referencias fueron lanzadas al piso y
esa sensación de inseguridad nos impele, con mucha frecuencia,
a apegarnos de los valores del pasado que, de cierta forma, nos
ofrecen un confort, el confort de lo que nos es familiar puesto
que, nos es conocido.
Hablar de cambios en el orden de las significaciones es,
rigurosamente, hablar de cuestiones que nos remiten al campo
de la cultura. A fin de cuentas, la especie humana inventó, a
lo largo de su aventura sobre el planeta, múltiples formas de
prestar sentido al vivir, lo que por sí solo nos remite a la com-
plejidad de lo que es ser humano. Las múltiples culturas que
esa misma especie biológica creó, nos indica cuán lejos estamos
de poder pensar en un único actuar racional. A la final, ¿cuál de
estos modos de ser, esto es, de actuar, de pensar y de sentir sería
más racional? Se registra que, es igual al interior de un mismo
“magma de significaciones imaginarias”, para quedarnos con
una rica expresión del extrañado Cornelius Castoriadis (1922-
1997), podemos identificar racionalidades contradictorias entre
sí. El actual debate ambiental, por ejemplo, es una clara expresión
de estas racionalidades distintas y contradictorias existentes al
interior de este mismo magma de significaciones imaginarias
que llamamos Sociedad Occidental Moderna.
Los griegos, en la época clásica, ya habían experimentado
este debate y, desde entonces, sabemos que siempre aparece
240 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

algún Rey-filósofo dueño de una pequeña verdad o que se cree


portador de aquella verdad que sería más verdadera y que,
por eso, se debe sobreponer a todas las otras hablas. Ya, entre
los griegos, aparecía con todas las letras, la idea lógicamente
ordenada –el logos- libre de la intemperie de la mundanidad:
la idea se separa de la materia.
Sabemos cuanto el Renacimiento y el Siglo de las Luces
recuperan, en nombre de la ciencia y de la técnica la superio-
ridad de una razón, sea contra el obscurantismo de la religión,
sea contra el llamado sentido (del hombre) común, con sus
otros modos de conocer a quien se niega la propia idea de que
son seres movidos por la razón185. El mundo que vivimos es el
mundo de la crisis de estos fundamentos instituidos a partir
del Renacimiento y del Siglo de las Luces. En él la naturaleza
es desacralizada. Expulsados los dioses de la naturaleza, ella
se transforma en algo objetivo, en un mero objeto de nuestra
dominación antropocéntrica. A la final, ¿cómo dominar la na-
turaleza si ella está poblada por dioses? En lugar de un Dios
como centro del universo –el Teocentrismo-, pasamos a tener al
hombre como centro –el antropocentrismo-. He allí la idea clave
de este mundo moderno inventado a partir del siglo XV-XVI.
El hombre, a partir del Renacimiento es el centro del mundo, es
el señor del mundo. El todo poderoso desciende de los cielos
hacia la tierra. Cogito, ergo sum. El pienso, luego existo cartesiano
recupera la primacía del pensamiento sobre la existencia, de la
cabeza sobre el cuerpo, del espíritu sobre la materia, del hombre
sobre la naturaleza.
El hombre, en tanto animal racional, reinaría entre los
animales por ser racional. ¿Quién de nosotros no siente un cierto
alivio cuando añadimos lo racional a lo animal para hablar de los
hombres? En la expresión: el hombre es un animal racional, la pala-
bra racional domina a la palabra animal y, así, nos destacamos de
la animalidad por ser nosotros seres racionales. A partir de este
alivio de no confundirnos más con la naturaleza estamos frente a
la superioridad de lo racional sobre lo animal y, por tanto, auto-
rizados a dominarlos186. Este hombre racional, des-naturalizado
a través de la ciencia y la técnica puede, desde fuera, ejercer la
dominación de la naturaleza. Hombre y naturaleza se excluyen
y es exactamente el conocimiento racional lógico-matemático
(el lenguaje más abstracto) el que develará los misterios de la
naturaleza que deben proporcionar su dominación187.

185 Descalificación primordial con certeza instituyente de los sin-razón y, por ahí, sin dere-
chos, sin…
186 Lo mismo puede ser visto en la expresión Homo Sapiens donde lo sapiens oscurece lo
demens que también nos habita, como también lo demostró Egar Morin. Somos homos
sapiens demens.
187 Francis Bacon llega a hablar de torturar a la naturaleza para arrancarle su verdad,
revelar sus misterios.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 241

Todo esto no tendría mayores consecuencias si fuesen


solamente ideas y no ideas-prácticas como, además, se exige
que las ideas deban ser. Pragmatismo es el otro nombre del an-
tropocentrismo moderno. En otras palabras, la razón debe ser
instrumental, práctica, se dice también, objetiva. Sabemos que
estas ideas deben mucho de su existencia a un tipo sociológico
que gana importancia desde el medioevo que es la burguesía
mercantil, cuyo actuar-con-vista-a-un-fin, con un raciocinio
práctico de costos-beneficios, se mueve alrededor de una riqueza
móvil y abstracta y que, por eso, se presenta como universal: el
dinero. Más importante que la riqueza es su expresión en tanto
cifra-símbolo ($).
La imposición de una determinada lógica abstracta –ma-
temática- las prácticas sociales concretas de dominación de la
naturaleza es el resultado práctico de una sociedad que se mueve
por una lógica de acumulación de riqueza expresada en ese in-
material signo de los signos que es el dinero. En su inmaterialidad
el dinero, tal como los números y los dioses, no tiene límites.
El advenimiento de la máquina de vapor es, en este
sentido, emblemática. Ella se mueve a partir de una energía de
origen fósil cuya capacidad de trabajo en la transformación de
la materia, se creyó, no tendría límites. La transformación de
la materia se dará a un ritmo cada vez más intenso haciendo
que “todo lo que es sólido se deshaga en el aire” (Marx). Al final,
el ritmo con que late la máquina de vapor se quiere universal:
es siempre igual, sea en verano, sea en invierno; sea de día o
sea de noche; esté siendo manejada por trabajadores ingleses,
brasileños, mexicanos o indonesios, tristes o alegres. Es a esto
lo que se llama “objetivo”.
En verdad, la máquina a vapor materializa una práctica
que impone al espacio concreto del día a día la lógica de otra
máquina, la máquina del tiempo: el reloj. La máquina del tiempo,
sin embargo, había sido una invención de los monasterios de la
Edad Media para definir las horas canónicas, cuyo resultado
práctico era reunir a los hombres y mujeres para rezar. No obs-
tante, la máquina a vapor ¡no voltea hacia los cielos! El tiempo,
en la modernidad –este de la máquina a vapor- no es más el
tiempo de los entes concretos –de los bichos, de las plantas, del
curso de las aguas de los ríos o de los humores de los hombres
y mujeres de carne y hueso (Thompson)- pues, al contrario, es
el tiempo abstracto que late siempre igual en cualquier lugar. Es
indiferente a los lugares. La fe en la máquina a vapor188, más que
nunca, remueve concretamente montañas y, también, ríos, selvas,

188 La fe en la ciencia no es ciencia. Es fe. Esa idea vale bien una misa, me apropio en otro
contexto de la frase famosa de Marx.
242 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

otros tiempos, otras culturas. Es un tiempo propio, abstracto, este


reloj incorporado en la máquina a vapor tiempo propio a quien
controla y, dice quién es el avanzado o atrasado. En fin, el mundo
es medido por el meridiano de Greenwich que se ubica como el
punto cero del tiempo que enmarca el espacio nuestro de cada
día en todo el mundo. Así, Europa se torna el centro. Su razón,
su concepción de espacio y tiempo, se pretende universal.
Así, es posible ver que este hombre-señor-todo-poderoso
del Renacimiento no es solamente hombre en tanto una especie
que se ubica por encima de las otras especies, tal como una crítica
ingenua al antropocentrismo quiere hacer creer. Es un hombre
que calcula costos y beneficios; que ve más allá. Es el hombre
burgués que, cada vez más, necesita movilizar energías, todas
las energías, hacia el trabajo (no hay trabajo sin energía, nos
enseñan los físicos). Es aquel que niega el ocio, que vive para el
negocio189, que a los otros, los que se mueven con otros ritmos
y otros tiempos, los califica de indolentes y prejuiciosos puesto
que, para él, parecen estar siempre atrasados. La “dominación
de la naturaleza” se constituye así, en la idea maestra del nuevo
“magma de significaciones imaginarias”. Es a esto a lo que se
denomina Progreso y Desarrollo y, asimismo, Civilización.
Sin embargo, vemos que este hombre-centro-del-mundo
que debe “dominar la naturaleza” no es un hombre homogéneo,
donde todos son socialmente iguales para actuar sobre la natu-
raleza, tal como cree una sociología ingenua dominante entre
los científicos naturales. De este modo, “dominar la naturaleza”
presupone dominar los otros hombres mediante el trabajo y, así,
junto al hombre burgués tenemos aquellos expulsados de la
tierra que, por esa vía, se ven obligados a vivir a través de algo
abstracto como lo es el salario que, como su nombre lo dice, es
la sal necesaria para conservar la carne. Debe también, como
proletario que es, reproducir la prole, o sea, aquel que vive para
reproducir la carne del futuro.
La proletarización generalizada es lo que configura un
mundo cada vez más urbanizado puesto que, la ciudad es el
locus por excelencia de la mercantilización generalizada. Burgue-
ses y proletarios, contradictoriamente, se mueven alrededor de
este medio abstracto –el dinero- que se transforma en las cosas
concretas. El dinero así, se convierte en mediador generalizado
de la vida (medida de las medidas). Nace el homo economicus.
Para los burgueses el cielo es el límite; para los proletarios es
la subsistencia que, debe ser garantizada mediante el trabajo
asalariado.

189 La fe en la ciencia no es ciencia. Es fe. Esa idea vale bien una misa, me apropio en otro
contexto de la frase famosa de Marx.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 243

Como la naturaleza es una condición para la existencia


de todos los seres vivos, incluso de los humanos, mantener una
parcela cada vez mayor de hombres y mujeres separados de
la naturaleza, rigurosamente, naturaliza el hecho de que ellos
y ellas sin condiciones (naturales) para producir sus vidas, se
conviertan en asalariados y, así y sólo así, el dinero se convierte en
una necesidad. Necesidad, por tanto, históricamente producida
y no de acuerdo con la naturaleza, tal como algunos nos intentan
hacer creer haciendo al homo economicus natural.
Los propios productos de primera necesidad concretos
y tangibles, la energía que representan nuestros alimentos de
cada día, también se encuentran separados de nosotros, son la
propiedad de alguien que los posee, no para el uso sino para la
venta, buscando un más. Como es posible apreciar, la lógica del
valor de cambio, la lógica del más, la lógica de la cantidad es
lo que se impone y no la lógica del valor de uso, la lógica de lo
mejor, la lógica de la calidad.
La capacidad de transformación de la materia resultado
de la subordinación del trabajo190 y de la naturaleza191, ésta sobre
todo, luego del dominio científico y técnico de la energía (ella,
también, capacidad de trabajo) fósil, impulsa la razón burguesa,
antropocéntrica, europea de dominar al mundo y, ahora, no sólo
por razones religiosas, como la Bula papal sancionó en Tordesi-
llas, sino creyéndose movida por una razón técnico-científica
superior. La razón es blanca.
Pero antes que pasemos a ver en esta razón burguesa,
blanca y europea192 aquello que a través del colonialismo y del
imperialismo se impuso al mundo no europeo, negando otras
culturas, recordemos que, la misma en Europa unificó pesos y
medidas, impuso una lengua oficial y, así, el constituir los Es-
tados Territoriales Modernos, suprimió las diferencias, negó la
alteridad. Ahora, lo más específico de cada cultura es el modo
como ella mide y pesa cada cosa, el modo como ella establece sus
razones y proporciones que, así, antes de ser razón matemática
(medir, pesar, razones y proporciones) son de orden político y
cultural. Los vascos están allí para recordarnos que esta razón
que niega otras razones porque se pretende universal antes
de hacerse contra los no europeos en América o en África, se
impuso allá mismo, en Europa, con la propia formación de los
Estados Territoriales Modernos en Europa193. No nos olvidemos
que la unificación de pesos y medidas, incluyendo la moneda
única, en cada Estado Territorial significó la imposición de una

190 Y el trabajo, sabemos, es condición natural de la existencia histórica del hombre.


191 Y la naturaleza es dominada previamente por el conocimiento científico y técnico.
192 Que es como el antropocentrismo concretamente se mueve.
193 Esta misma lógica estalla hoy las propias territorialidades que antes forjó a través de los
Estados.
244 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

lógica matemática necesaria para el cobro de impuestos que,


así, realizaba la unificación del mercado y, por tanto, la lógica
de los mercaderes que, por ser abstracta, matemática, se quiere
universal… El propio espacio pasa a ser representado, a partir
del Renacimiento, por un encuadre de coordenadas –latitud y
longitud- abstractos, cartografía ésta elaborada a través de la
Proyección Mercator194, siendo el nombre aquí suficiente para se-
ñalar sus vínculos con los mercaderes, preocupados en controlar
el espacio por el tiempo. No de balde las medidas matemáticas
son en grados195, minutos y segundos.
La lógica territorialista, que organiza el espacio en cuanto
condiciones generales, y la lógica capitalista se refuerzan en la
construcción del mundo-que-ahí-está. Para ello, disuelve las
antiguas identidades colectivas, las diferentes culturas, y crea
otra “historia en común” territorializada en cuanto Estado (que
se hace) nacional, negando otras culturas, otras nacionalidades al
interior de sus propios espacios. Y este territorio, en tanto campo
de derechos, espacio de la ciudadanía, es el espacio que, a partir
del siglo XVIII, se torna cada vez más espacio de los derechos
individuales, derecho de propiedad privada, ignorando otras
formas de apropiación, otras formas de hacer propio el espacio,
el tiempo, en fin, la naturaleza. Los hombres serán considerados
jurídicamente como iguales, igualdad ésta en tanto individuos
y, de este modo, se niega el derecho a la diferencia cultural, a
la alteridad.
Al interior de este orden de significaciones que es el Estado
territorial que, sin embargo, se desarrolla contradictoriamente,
se forjan al mismo tiempo, identidades colectivas de nuevo tipo,
como las identidades de las distintas clases sociales, como la clase
obrera (que se forja afirmando derechos sociales, colectivos, los
derechos laborales y otros); las diversas comunidades campe-
sinas y aún, identidades de género (mujeres, particularmente),
las identidades raciales o étnicas reivindicando el tratamiento
igual a las diferencias, derechos civiles y políticos (la lucha por
el sufragio universal movilizó a las mujeres en Europa aún en
los años 30 y sólo llegó para los negros norteamericanos muy
recientemente, en 1964).
El derecho a la diferencia ganará consistencia funda-
mentalmente después de la Segunda Guerra Mundial en el
seno del proceso de descolonización, generalizando la forma
geográfica de organización política de la sociedad moderna que

194 La Proyección de Mercator utiliza el cilindro y ha sido elaborada por Gerhard Kremer
(1512 -1594) más conocido por Mercator.
195 Y cada 15 grados de longitud corresponde a una hora, o sea, un huso horario, equiva-
lente a la división del circulo de 360° desarrollado por la Tierra a cada 24 horas (360°
dividido por 24 (horas) es igual a 15).
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 245

es el Estado territorial (que se hace) nacional. Se registre que la


generalización de esta forma geográfica de organización de las
comunidades políticas que es el Estado Territorial por el mundo
en la posguerra, se hizo en el mismo movimiento en que un
nuevo orden mundial comienza a ser gestado, sobreponiéndose
a aquel caracterizado por intensas luchas inter-imperialistas que
había llevado a Europa a verse como escenario de dos guerras
en menos de 30 años (1914-1918 a 1939-1945). El fin de la guerra
en 1945 inaugura un nuevo orden internacional forjado, una
vez más, en torno a la lógica económica –unificación financiera
y del banco de reconstrucción y desarrollo- FMI, BIRD, BID,
los Acuerdos de Bretton Woods. El capitalismo se unifica así, a
partir de una lógica supranacional.
No teniendo más razón de ser un orden colonial de control
directo de las metrópolis, una serie de nuevos estados territoria-
les emergen, sobre todo en Asia y en África. Sin embargo, aquí
también se impone aquella misma lógica que había caracterizado
la formación de los estados territoriales europeos: el modelo de
la lengua única, casi siempre la lengua del antiguo colonizador
convertida en lengua oficial (tenida como nacional). Recuérdese
que el Tratado de Westfalia (1648) sólo reconoce una comunidad
humana si está organizada bajo a forma de Estado Territorial,
con soberanía afirmada por el control de su espacio. Una lengua
unificada, una voz de comando única, se hace imperativa. La im-
posición del “imperio de la ley” sobre un determinado territorio
implica la lengua escrita y el mapa mundi es, básicamente, un
mapa lingüístico de las lenguas escritas, por tanto, de aquellas
lenguas que trascienden la escala local. Son lenguas naciona-
les, con toda la ambigüedad que este término contiene en esas
circunstancias. Y la lengua codificada a través de la escritura se
torna así, un capital político para aquellos que dominan el código
de la lengua por medio del cual se hace Ley196.
Así, la forma geográfico-política Estado Territorial al
pretenderse Estado Nacional se hace por la supresión de la
diferencia en su propia constitución interior. De este modo, es
aquí en la formación de cada Estado Territorial Moderno, sea
en Europa, América o África, que debemos buscar las razones
de la supresión de la diferencia cultural, mucho más que en el
colonialismo y en el imperialismo que, como estamos viendo,
fue una extrapolación expansionista de los estados territoriales
europeos por el mundo, en el mismo movimiento en el que iban
suprimiendo la diferencia en su propia constitución en la misma
Europa. Y aquí no se nos debe escapar que la recaudación de

196 Cuando la unificación de Italia, en 1859, solamente 2,5% (dos y medio por ciento) de los
que vivían en la península itálica hablaban el italiano, lo que inspiró la máxima de Mazzini:
“Acabamos de inventar a Italia. Necesitamos ahora, inventar los italianos”.
246 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

impuestos bajo la forma monetaria hizo que el dinero fuera el


móvil de la modernización, donde gestores estatales y burguesía
encuentran su punto en común. Y aquí, impuesto debe ser des-
sustantivado y visto como verdaderamente es, o sea, algo que es
impuesto y, por lo tanto, acto de imponer, lo que presupone que
estamos tratando acerca de relaciones de mando y obediencia,
en suma, relaciones de poder. Y el dinero, ya lo vimos, implica
valores en un sentido cada vez más abandonado por los econo-
mistas, en la medida en que es incluido en su componente cuan-
titativo abstracto, matemático, la pretensión universalista. Ya en
el siglo XIX se percibió que su vocación era universal al decirse
que el capital no tenía patria (Marx). Los días de hoy llevan, con
la globalización financiera, esta vocación al paroxismo.

La nueva configuración geográfico-política después de 1945:


las nuevas condiciones del diálogo.

Podemos decir que hay un antes y un después de Hiros-


hima así como un antes y un después de Cristo. Las dos guerras
que, la presunción imperial europea estima llamar mundiales,
mostraron la construcción de un nuevo orden basado en nue-
vas instituciones internacionales y sobre todo, financieras197.
Un Estado de Bienestar social emergerá como resultado de la
bipolaridad geopolítica y, obviamente, de las demandas exigidas
“por los de abajo”. La Europa Nor-Occidental será el escenario
privilegiado de este Estado de bienestar social. A fin de cuentas,
el fantasma del socialismo rondaba Europa particularmente
desde 1917. Hoy sabemos que, en verdad, lo que se impuso en
ese entonces en la Unión Soviética y en Europa Oriental de 1917
a 1989, fue un régimen social donde los gestores estatales fueron
los principales protagonistas de la modernización allí donde las
burguesías nacionales no fueron lo suficientemente fuertes para
imponerse frente a las demandas de los de abajo. Así, una especie
de corporativismo de Gestores Estatales y Sindicatos se impuso
en el Este europeo al mismo tiempo que el Estado de Bienestar
Social se impuso al oeste, donde la burguesía va internacionali-
zando un nuevo modo de vida mediante lo que se ha convenido
en llamar “sociedad de consumo de masas”.
1945 no deja de ser un año cero por una u otra razón radi-
cal. A la final, el fin de la guerra nos colocó frente a la invención
de un artefacto que es capaz de suprimir la vida en el planeta: la
bomba atómica. Y este artefacto nuclear es producto de aquello
que es el centro del imaginario de la modernidad. Es un producto

197 Karl Polanyi, en su excelente ensayo: “La gran transformación” llama la atención hacia
la necesidad de la paz para que los negocios prosperen, sin embargo, sabemos que
algunos ganan dinero con las guerras, con la industria de la guerra.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 247

que emerge de la comunidad científica que, supuestamente, sería


la responsable de realizar la emancipación humana mediante el
conocimiento de los misterios de la naturaleza. El lanzamiento de
la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki nos es presentado
como el fruto de una valoración de costos y beneficios de vidas
humanas ahorradas vis a vis con las que serían, obviamente,
victimadas, descontadas, por supuesto, las vidas que no entraban
en los cálculos o sea la vida de los que calculaban. Y, ya sabemos
de los cálculos de costos y beneficios y de la eficacia de las inves-
tigaciones para diezmar vidas en los campos de concentración
nazistas. La racionalidad instrumental calculadora no podía
llegar más lejos. En adelante, no será más posible una ciencia
sin conciencia, ni separar actos de valores198.
El optimismo en los beneficios que la ciencia y la técnica
nos traería ya no gozan más de la confianza que gozaban. El
“dominio de la naturaleza” nos puede llevar a la destrucción de
todas las formas de vida. Ciencia y ética, ciencia y política tienen
que volver a encontrarse. El inicio de los años 50 nos anunció
además, la contaminación en la bahía de Minamata, en Japón,
caso emblemático de contaminación de peces por mercurio
que vino a matar hombres, mujeres y niños que de ellos se ali-
mentaban, y que nos alerta que estamos inmersos en sistemas
complejos, no reducibles a los reduccionismos disciplinarios de
corte cartesiano a los que nos habíamos habituado.
Hoy, tenemos aquellos que, como Giddens y Beck, hablan
de “sociedad de riesgo”, riesgos éstos que se derivan exactamente
del progreso técnico y científico que había prometido liberarnos
de los riesgos de la naturaleza al dominarla. A la final, los riesgos
que vivimos hoy planetariamente, son riesgos producidos a par-
tir del complejo tecnológico industrial moderno como el efecto
estufa (matriz energética basada en fósiles, como el carbón y el
petróleo), la capa de ozono (los gases CFC), el riesgo nuclear,
de la pérdida de los suelos y de la biodiversidad (la revolución
Verde) y la diversidad cultural (aquí la propia modernidad y su
presunción universalista opuesta a la diferencia cultural).
El ambientalismo se sitúa en el entrecruzamiento con-
tradictorio de este propio orden que se fue configurando sobre
todo después de 1945 y que, al mismo tiempo, señala la crisis
de la modernidad y así, nos remite a otro tiempo más lejano –el

198 Si es que algún día lo fue, a no ser para aquellos que creyeron en una verdad definitiva
que las matemáticas ayudarían a construir porque sería un lenguaje exacto. Sin em-
bargo, el poeta ya nos enseñó que “Navegar es preciso. Vivir no es preciso” (Fernando
Pessoa). “Navegar es preciso en el sentido de exacto en portugués. Vivir no es preciso
en el sentido ambiguo de exacto y necesario”. Dejándonos entrever que sobre la navega-
ción cabe la precisión pero la vida es, siempre, de reojo (Caetano Veloso), en fin, no es
precisa. La cultura es, siempre, un sin sentido, si es observada desde fuera de los que en
ella viven pero que, no obstante, da sentido a aquellos que en ella viven.
248 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

renacimiento y el Siglo de las Luces. El mensaje ubicado por el


ambientalismo es claro: hay límites para la relación de la so-
ciedad con la naturaleza. Sin embargo, sabemos, bajo el manto
del ambientalismo se cobijan prácticas contradictorias entre sí.
Estamos frente a un campo polisémico donde hay una disputa
sobre su real significado.
Hoy sabemos que el modelo de la “sociedad de consu-
mo de masas”, fruto del pacto corporativo fordista fosilista
(Altvater), no puede ser generalizado por todo el mundo. Los
datos son por demás conocidos: cerca de 20% de la población
mundial consume 80% de los recursos energético-materiales del
planeta. El modelo de consumo de masas del “american way of
life” globalizado implica, que aquellos que forman parte de este
20% sólo en New York, París, Tokio, Moscú, Caracas, México
o Sao Paulo, impacta al planeta el equivalente a 170 etíopes o
50 paquistaníes. Así, cuando nace un bebé en una familia inte-
grada a este consumo de masas globalizado el planeta es más
amenazado que con el crecimiento de la población africana o
asiática. Sin embargo, encontramos en los foros internacionales
ambientalistas inclusive, mucho más preocupados con el creci-
miento de la población humana del África o de Asia que con el
control de la población de bienes de consumo, consumidos por
los 2/3 de los llamados países ricos, o del 1/5 de los ricos en los
llamados países pobres.
Hay, sin embargo, un nuevo componente en este orden
societario en curso, cuyas implicaciones en los días actuales se
hacen evidentes, y que habla de una cuestión central en el plano
de la cultura. Se trata del modo de producción de nuestras ne-
cesidades. Josue de Castro (1908-1973), en un trabajo seminal199
de 1946, ya nos había advertido que la pulsión del hambre y la
sexualidad son pulsiones creadoras. Todos los múltiples desarro-
llos de los diferentes pueblos a través de las artes y de las técnicas,
los saberes y sabores, fueron im-pulsa-dos por estas necesidades
vitales (pulsiones). Así, las pulsiones son necesidades naturales
que son resueltas por los hombres y mujeres a través de la historia
y de la cultura. La cultura es, así, un modo de producción/satis-
facción de necesidades. El modo como resolvemos el hambre no
es igual en los regímenes alimentarios diferenciados del planeta,
son sin duda, uno de los mayores patrimonios de la especie, de las
diferentes respuestas culturales a una misma pulsión creadora, así
como de sus entrecruzamientos y aprendizajes recíprocos.
El desarrollo reciente de los medios de comunicación de
masas, sobre todo, de los sistemas de transmisión a distancia como
la televisión y la radio, cada vez más capturados por las empresas,

199 “La geografía del hambre”, reeditado por la Editorial Gryphus en Brasilia en 1996.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 249

institución-clave del homo economicus, ubica una cuestión que,


por su magnitud, adquiere una importancia política central: el
modo de producción/satisfacción de las necesidades, central en
cualquier cultura, pasa cada vez más, a quedar bajo el control de
instituciones regidas por una lógica económica, ahora universal
no sólo en tanto lógica sino imponiéndose en todo el mundo por
el control político de estos medios de comunicación. Pasamos a
vivir bajo la égida de aquello que Felix Guatarri llamó “fabricación
capitalista de la subjetividad”, donde la producción/satisfacción de las
necesidades pasa a ser instrumentalizada. La expresión Poder Eco-
nómico, tan usada por el sentido común, exige una transformación
que la transforme en un concepto que nos ayude a comprender la
compleja dinámica del mundo actual200.
Es necesario apuntar las resistencias y contradicciones que
esta reorganización societaria viene provocando. Los nacionalis-
mos, las religiosidades, los conflictos étnicos, sociales y político-
culturales explotan por todos lados. Por otra parte, expresiones
como: Mundialización, Planetarización y Globalización, cada
vez más usadas, indican la constitución contradictoria de nuevas
territorialidades, de nuevas comunidades de destino, sin que se
sepa qué autoridad se ubica para legitimar un nuevo Tordesillas201.
Todo indica que estamos frente a un momento de bifurcación
histórica.
Comenzamos a vislumbrar la posibilidad histórica de
caminar más allá de una internacionalización meramente fi-
nanciera. En la crisis de la modernidad, con certeza, nuevas
oportunidades se abren hacia otras matrices de racionalidad,
hacia otras posibilidades de relación de las sociedades, en
plural, con la naturaleza. La propia transnacionalización de la
economía, comandada por las grandes corporaciones, al debi-
litar a los Estados nacionales, desencadenó procesos y luchas
sociales que estas mismas empresas no pueden contemplar. A
fin de cuentas, el mercado mundial puede muy bien funcionar
con 850 millones de consumidores, como señala el consultor de
empresas multinacionales Kenichi Omhae202.
Al mismo tiempo, la crisis de los Estados nacionales oca-
siona que una serie de demandas se presenten a escala global.
Cuanto más la economía se internacionalizaba, con ella, como
siempre, todo un conjunto contradictorio de relaciones sociales
también se internacionalizaba, mostrando a segmentos hasta
entonces alejados de cualquier posibilidad de inscribirse en tanto

200 Al final, el Poder Económico es el único poder que no es tratado por la politica y sí por
la economía. Y si el poder habla respecto a las relaciones de mando y obediencia, la
mejor relación de poder es aquella que no es vista como tal.
201 El nuevo Greenwich.
202 OMHAE, Kenichi 1989 Poder da Tríade, a emergência da concorrência global, Ed.
Pioneira, São Paulo.
250 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

protagonistas de derechos, puedan ahora ejercerlos a escala glo-


bal. Me refiero aquí en particular, a los zapatistas en México; a los
seringueiros, al Movimiento de los Sin Tierra y el Movimiento
de los Afectados por Represas en Brasil203 entre otros.
El ambientalismo es, en este sentido, un vector privilegiado
a través del cual diferentes protagonistas, contradictoriamente, se
mueven desde las grandes corporaciones internacionales como
la IBM que, a través de su presidente Jacques Mainsonrouge
grita “abajo las fronteras”, en un internacionalismo capitalista
por arriba, así como los zapatistas, los seringueiros, los Chimala-
pas del sur de México, los campesinos franceses e indianos, o
los Sin Tierra brasileros, que apuntan a la posibilidad de otra
globalización de los de abajo. Todo indica que la escala mundial,
global, se impone. Lo que hoy se ve es que la globalización no
es, definitivamente, un camino de una única mano.

Construyendo nuevas perspectivas


a partir del mundo propio

Al inicio de este trabajo afirmamos que, al interior de una


misma sociedad se desarrollan diferentes racionalidades. Podría-
mos mencionar el caso de la propia sociedad occidental que en
el mismo siglo XVIII, en el momento que afirmaba una matriz
racionalista de pretensión universalista con Kant (1724-1804),
por ejemplo, vio emerger, contrariamente, toda una tradición
romántica con Herder (1744-1803). Lo mismo podríamos apuntar
si quisiéramos remontarnos al siglo XVI, oponiendo Descartes
(1596-1650) a Montaigne (1533-1592). Pero dejemos un poco el
plano de las ideas que siempre, dicho sea de paso, son ideas en
el mundo, para acercarnos a experiencias bien concretas, mun-
danas, que pasan aquí entre nosotros.
En Brasil, un grupo de técnicos y asesores del IBAMA
–Instituto Brasileño de Recursos Naturales Renovables- vienen
proponiendo, y en algunas unidades de la federación ya lo
han instituido, la creación del salario-defensor. El defensor es un
instrumento de protección de una determinada especie cuando
se establecen limitaciones a la pesca en los periodos de repro-
ducción de los peces. Con la institución del salario-defensor los
pescadores pasan a recibir un salario mínimo durante todo el
periodo del defensor. En este tiempo los pescadores desarrollan el

203 Estas represas para la construcción de hidroeléctricas (Tucuruí, Urubupungá, Itá-Macha-


dinho, Xingó, Balbina, entre otras) fueron financiadas, básicamente, con dinero del Banco
Mundial que, exactamente, por ser una institución multilateral, con recursos de los Esta-
dos y, por tanto, públicos, acaban por permitir aproximar estos nuevos protagonistas de la
sociedad civil de los países del llamado primer mundo. La contradicción, como se ve, se
globaliza.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 251

aprendizaje de una serie de actividades con miras a diversificar


sus fuentes de sustentación.
La propuesta del salario-defensor es una propuesta extre-
madamente interesante porque supera la falsa dicotomía que
separa la naturaleza de la sociedad, esta verdadera trampa ideo-
lógica del pensamiento occidental. Lamentablemente, muchos
ambientalistas del pensamiento naturalista dan una enorme
contribución en contra de la causa ambiental cuando no supe-
ran esta falsa dicotomía y, más aún, contribuyen a afirmarla. El
salario-defensor es una innovación en el campo del derecho. El
principio es claro: ya que la sociedad considera que la produc-
tividad de biomasa existente en un determinado ecosistema es
fundamental para ella, o sea, la naturaleza pasa a ser un VALOR,
entonces, la sociedad reclama para sí, en tanto colectividad, aquí
a través del Estado, la responsabilidad de preservarla.
El salario-defensor nos permite escapar de esta trampa
conceptual, donde, o se va contra los pescadores o se va a favor
de los pescadores o, entonces, se va a favor de una especie o de
un ecosistema o se va contra una especie o un ecosistema. En
fin, el pensamiento heredado nos coloca frente a una verdadera
trampa ideológica. Es preciso escapa a eso. La propuesta del
salario-defensor es un verdadero huevo de Colón y ya, felizmen-
te, veremos que no es la única propuesta que apunta en esa
dirección.
La propuesta del salario-defensor es una idea originalísima
en la medida que, a través de ella, la sociedad preserva lo que
no es el hombre –el río, la playa, la laguna y sus peces- y, al mis-
mo tiempo, preserva a los pescadores con su cultura. Y, con un
agregado, que es sin duda, el de considerar el conocimiento del
pescador como un conocimiento válido, lo que es un avance en
el sentido de considerarlo ciudadano y, por tanto, como portador
de derechos y, más que eso, como protagonista de derecho. En
esta propuesta no se tiene que escoger entre la naturaleza o la
cultura, o entre el hombre, de un lado, o la naturaleza del otro.
Esta perspectiva, al compatibilizar estos dos lados tratados
hasta aquí, por lo menos en la matriz de racionalidad occidental,
de manera antagónica abre nuevas perspectivas paradigmáti-
cas, no sólo en cuanto nuevas ideas, sino como ideas pegadas
en protagonistas sociales concretos capaces de constituirse en
sujetos instituyentes de nuevas referencias, porque emanan de
prácticas sociales culturalmente enraizadas, in-corpo-radas,
inscritas en el habitus.
La experiencia de los movimientos sociales no sólo en Bra-
sil y en América latina sino también en Asia y en África, muestran
una enorme capacidad creativa hasta porque tienen que lidiar
con situaciones vivas y por lo tanto, abiertas, pudiendo contar
252 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

con otras matrices de racionalidad no occidentales, a partir de


las cuales reinventan sus vidas, sus historias, sus geografías, casi
siempre con/contra una razón instrumental utilitarista a través
de la cual el capitalismo intenta introducirse en sus espacios
geográfico-socio-culturales propios.
Aunque haya surgido en el primer mundo el nuevo
ambientalismo que se abre en los 60 puede ser distinguido
del antiguo, por entender que la depredación de la naturaleza
mantiene una íntima relación con el modelo de desarrollo pre-
valeciente. Por tanto, es de una revolución política y cultural
de lo que se trata –una contra/cultura- donde se resignifica el
sentido de la vida, donde la naturaleza cumple un papel central
en la medida que reubica la cuestión de la sensibilidad de los
propios hombres y mujeres, ellas mismas, diferencias naturales
siempre culturalmente significadas (de allí el papel rector del
feminismo en la invención de nuevas sensibilidades). Sin em-
bargo, sabemos, el potencial crítico del ambientalismo y de la
contra/cultura serán recapturados por una razón instrumental
y técnica204 y será en América Latina, en Asia y en África, donde
el desarrollo intentaba afirmarse, que el ambientalismo encon-
tró nuevas energías históricas ancladas en otras y tradicionales
matrices de racionalidad. Aquí, la cuestión social y la cuestión
ambiental surgen como una sola cuestión que se ve desde dos
lados al mismo tiempo.
Algunos conceptos nuevos emanan trayendo consigo
perspectivas de nuevos derechos. Muchos antropólogos, juris-
tas, historiadores, sociólogos, economistas y geógrafos vienen
contribuyendo en esta mediación, tanto en la formulación de
los fundamentos del salario-defensor como de la Reserva Extrac-
tivista.
Además, recientemente en México pudimos observar que
la idea de la Reserva Extractivista podía ser enriquecida y recrea-
da a partir de otros contextos. La población indígeno-campesina
de los Chimalapas reivindicaba un área de 600.000 hectáreas
de las selvas de la sierra del sur de México, entre los estados de
Oaxaca y Chiapas, propugnando por la creación de la Reserva
Campesina de Biodiversidad de los Chimalapas, inspirados en la
Reserva Extractivista. Es de destacar que la reinvención del con-
cepto de Reserva Extractivista por los Chimalapas, al rebautizarla
con el nombre de Reserva Campesina de Biodiversidad, muestra
una aprehensión profunda del principio que los seringueiros

204 Polución, gestión ambiental, Ordenación territorial económico-ecológica, manejo sus-


tentado, desarrollo sustentable, en fin, toda una red discursiva intenta capturar para el
campo técnico la primacía de la superación de los graves problemas socio-ambientales
a los que nos enfrentamos. Aquí, se traba, con certeza, una tensa lucha política entre los
expertos para afirmarse.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 253

instituyeron, prestándoles un nombre aunque más preciso que


aquel que los seringueiros inventaron. Es que con este nombre
se afirman los dos pies sin los cuales la problemática ambiental
pierde su radicalidad instituyente de nuevos paradigmas, los
que son, el contenido ecológico (biodiversidad) y el contenido
sociológico (en este caso, campesino).
He allí otra invención que, tal como la propuesta del sa-
lario-defensor, articula las dos dimensiones que el pensamiento
occidental tradicionalmente contradice y muchos ambientalistas
contribuyen a reproducir. Así, la Reserva Campesina de Bio-
diversidad y su fuente de inspiración la Reserva Extractivista,
comportan una radicalidad paradigmática al superar la idea de
Unidad de Conservación Ambiental donde la población queda
excluida. En el concepto de Reserva Campesina de Biodiversi-
dad-Reserva Extractivista, por el contrario, la población es la
protagonista de la gestión de los recursos naturales. De esta
forma se evita lo que sucedió cuando fue creado el Parque Na-
cional de Jaú, en Río Negro, afluente del Solimões-Amazonas,
cuando expulsaron a la población que allí moraba hacía más de
200 años. El argumento en ese caso lamentablemente fue que,
la población “no sabe”.
Muchos de los que profesan la defensa de la naturaleza,
insistimos, al no percibir los fundamentos filosóficos impregna-
dos en sus propias prácticas, acaban teniendo una “sociología
ingenua” que ignora la complejidad que comanda las prácticas
humanas. De ahí la trampa en que caemos al defender la lagu-
na en contra de los pescadores o defender los pescadores en
contra de la laguna. Con certeza, cualquiera de esas soluciones
es, en verdad, una no solución. Creo que estamos en la hora de
comenzar a reconocer definitivamente, que las poblaciones son
portadoras de saberes, sin los cuales, la propia gestión del am-
biente se hace inviable.
Comparemos con las investigaciones que hacemos en
las universidades. Normalmente vamos al campo, recogemos
muestras en periodos previamente seleccionados; las traemos
al laboratorio; hacemos análisis, construimos las curvas en los
gráficos cartesianos sin los cuales no sabemos, vía de regla,
pensar; después, hacemos los cruces y formulamos nuestras
tesis. Así, mediante el método científico, tomando muestras me-
tódicamente organizado conseguimos obtener un conocimiento,
sin duda, fantástico.
Atendamos ahora, hacia aquellos y aquellas que viven
en un determinado contexto durante años, que aprendieron
con sus padres y madres, que aprendieron con los abuelos y
abuelas, con los bisabuelos y bisabuelas y, así, pudieron observar
larga y pacientemente y, mediante el trabajo, fueron obligados
254 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

a adecuar medios y fines, desarrollando por tanto, raciocinios


y prácticas racionales y luego somos obligados a constatar que
son portadores de un conocimiento diferentemente fantástico
sobre el mundo que viven.
Imaginemos un habitante de la selva, un indio, un serin-
gueiro: si él no distingue el olor –en las veces que una onza pasó-;
si él no distingue los rastros, las huellas en el suelo –una cobra
que pasó arrastrando-; si él no distingue los colores, los diferentes
verdes y marrones por causa de mimetismos; si él no distingue
sonidos, él puede morir. Sobre todo este saber de detalles ellos,
por lo general, no saben hablar sobre205. Hasta que porque no es
para hablar que ellos saben. El hacer de ellos no es hablar, lo que
con frecuencia nos lleva a considerar que ellos no saben. Pero si él
no supiera, él no haría, porque sólo hace porque sabe. En el hacer
está siempre inscrito un saber. Quien no sabe no hace. El hecho de
vivir de hablar de lo que otros saben, da la impresión de que la
gente sabe. Y, de hecho, sabemos…hablar. Somos capaces de hacer
una tesis sobre la pesca y no saber pescar. Esto es perfectamente
posible, y sabemos cuanto nuestra producción y transmisión de
conocimientos es importante. Pero, no olvidemos que el pesca-
dor que no sabe hablar sobre la pesca, sabe pescar, porque el acto
de pescar presupone el saber pescar. Somos nosotros los que
confundimos el saber con el saber hablar.
De este modo, necesitamos dar un paso adelante en el
debate que venimos trabando acerca de la interdisciplinaridad
e incorporar otros saberes producidos a partir de otras matrices
de racionalidad y que no son disciplinarios. Son otros saberes
que fueron desarrollados por poblaciones que, hasta ahora,
descalificamos como no portadores de conocimientos, porque
consideramos que debíamos civilizarlas, catequizarlas pues, las
considerábamos como de seres inferiores y a quienes, en la mejor
de las hipótesis, debíamos llevar nuestro conocimiento superior
(Extensión). Con certeza, al pasar a respetar sus matrices de ra-
cionalidad estaremos dando un primer paso para reconocerlos
como iguales en su diferencia.
Estamos, pues, viviendo una oportunidad histórica. Dis-
cutir la cuestión de la participación, del diálogo de diferentes
racionalidades, implica superar prejuicios dramáticos. Durante el
siglo XIX las expediciones científicas que fueron hacia el África,
o vinieron hacia América, se preocuparon en hacer los mapas
lingüísticos extremadamente importantes, sobre las más diver-
sas regiones del mundo. Sin embargo, ellos fueron hechos no
solamente porque estuvieran interesados en el conocimiento de
la lengua y de los pueblos. Es que la lengua contiene el conjunto

205 Hablar sobre presupone colocar fuera de. Heidegger ya lo había remarcado.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 255

de significaciones de un pueblo y, al apropiarse de la lengua, se


estaban apropiando del conocimiento que esos mismos pueblos
tenían de los espacios y de los tiempos que vivían. Así, partían
del saber que estaba consagrado en la lengua. Y esta lingüística
apropiada fue fundamental para saber donde es que estaba
el oro, donde estaba el cobre, donde estaba la especie tal, la
vegetación cual. La lengua era el verdadero mapa de la mina.
Así, se apropió de este saber, se hicieron los mapas, pero no se
reconoció en estos pueblos la dignidad de ser portadores de un
saber, de ser protagonistas de su propio destino por los saberes
que son capaces de crear. Podemos preguntar a los botánicos,
los zoólogos, los naturalistas si consiguieron desarrollar sus in-
vestigaciones sin el concurso de un nativo, sin el concurso de un
pescador. Sin embargo, ¿dónde está el copyright que garantice
el derecho de propiedad intelectual para estas poblaciones? He
allí otro desafío que está siendo expuesto hoy206.
El ambientalismo ofrece a estas poblaciones una posibi-
lidad de diálogo con el proceso civilizatorio más global. Y aquí
tenemos que reconocer el pionerismo de Chico Mendes (1944-
1988). Él supo captar la potencialidad ubicada por el ambien-
talismo y, a través de él, territorializarse como seringueiro. No
sabían los seringueiros lo que, en verdad, significaba ecología.
La visión que los ecologistas del Primer Mundo tenían sobre
la selva era la de colocar un sistema de vigilancia satelital para
monitorear la deforestación. No se daban cuenta que la selva
tenía gente. Mientras tanto, la selva y las poblaciones que en
ella vivían sufrían el impacto de la expansión de los empresarios
capitalistas que hacia la Amazonia se dirigían, aprovechándose
de los incentivos fiscales de gobiernos dictatoriales, a través de
las carreteras e hidroeléctricas financiadas con los impuestos de
los ciudadanos del Primer Mundo que allí llegaban a través del
Banco Mundial y otras agencias multilaterales.
Los seringueiros consiguieron combinar diferentes escalas
de lucha: la escala local, a través de los empates207 contra la defo-
restación; la escala estadal y nacional, mediante los sindicatos;
a través del Consejo Nacional de los Seringueiros se articulan

206 Cuántas revoluciones está demandando el mundo, lo que demanda también, osadía
intelectual y responsabilidad política. El momento histórico pide. El momento pide que
seamos osados, que seamos capaces de entender a profundidad lo que está siendo
expuesto. Esto implica que tengamos que despedirnos de una enorme cantidad de pre-
juicios que nosotros mismos fuimos construyendo a lo largo de todos estos años. Estas
poblaciones son fundamentales pues, al mismo tiempo que son analfabetas en el sentido
formal, detentan un saber fantástico. Sin embargo, vemos el predominio de toda una
visión que diluye la cuestión ambiental, naturalizándola y, así, empobreciéndola, puesto
que repone el paradigma dicotómico que separa sociedad de naturaleza, naturaleza de
cultura y, de este modo, reafirma el paradigma que precisa ser superado.
207 Empate es el nombre que los seringueiros dan a la práctica de reunir niños, mujeres
y hombres para impedir (empatar) los desmontes del bosques. En estas prácticas los
seringueiros afirmaban con su lucha su identidad político-cultural.
256 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

regional (Amazonia) e internacionalmente. Destaquemos que


la presencia internacional era muy concreta en las poblaciones
amazónicas a través de las carreteras y de las hidroeléctricas
financiadas con recursos del BIRD y del BID, más concretamente,
insistimos, con dinero de los impuestos de los ciudadanos del
Primer Mundo. La inteligencia de Chico Mendes fue que supo
percibir el eje de relaciones que articulaba lo local a lo regional,
a lo nacional y a lo internacional.
A través del ambientalismo Chico Mendes consiguió la
visibilidad política que era negada a los seringueiros (y, sabe-
mos, no sólo a ellos) a escala nacional. La globalización, como
vemos, globaliza la lucha de clases. Hasta ahora, el monopolio
de las relaciones internacionales correspondía a los Estados y,
por tanto, a “los de arriba”. Hoy, este “container de poder” que
es el Estado nacional (Anthony Giddens) no impide que dife-
rentes segmentos y grupos sociales busquen apoyo y aliados en
cualquier lugar del mundo, mediante valores que colocan como
universales, como los derechos humanos y el medio ambiente.
Con esto, Chico Mendes logró educar a una buena por-
ción de ambientalistas, inclusive, del primer mundo, desde una
perspectiva propia, original, hacia la problemática ambiental,
una perspectiva más compleja, donde la problemática social y
del modo de vida (cultura), aparecen implicados en la defensa
de la naturaleza. Chico Mendes sorprende al debatir la biodi-
versidad dándole colores vivos cuando habla de la bacaba, del
pataná, del taperebá, del burití, del açai, del chirimoyo, del cupuaçu,
pupunha…208
Hay una heladería en Belén donde se puede contar con
más de 100 sabores de helados de frutas regionales. Y no nos ol-
videmos que los sabores presuponen saberes que transforman lo
crudo en cocido, esto es, la naturaleza en cultura (Lévy-Strauss).
Así, cuando hay el desmonte no sólo se pierde biodiversidad,
se pierde también diversidad cultural y, así, la humanidad,
con certeza, queda más pobre cuando aquellos y aquellas que
detentan estos saberes se ven obligados a abandonar la selva
(lo mismo no se puede decir de otros hábitats). Si hoy la huma-
nidad comienza a revalorizar la naturaleza es hora de ofrecer
a estas poblaciones la retribución que merecen por todo lo que
proporcionan a la humanidad, tanto en términos de condiciones
de sobrevivencia –los servicios ambientales que proporcionan a
todos y sin los cuales ninguna sociedad vive- agua, equilibrio de
oxígeno, gas carbónico, diversidad biológica, como en términos
culturales y estéticos.

208 Todos estos nombres son de frutos de la selva muy usados por las poblaciones que en
ella viven.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 257

Chico Mendes tuvo la virtud de superar prejuicios, arti-


cular viejas cuestiones que permanecen actuales en la medida
en que continúan presentes, esto es, actuando en lo cotidiano,
como en la cuestión de la tierra (Reforma Agraria), articulándolas
con nuevas cuestiones como la ambiental. Podemos decir que
Chico Mendes, como un típico mestizo amazónico, supo ser
pragmático, además de mantener sus convicciones comunistas
de las que nunca habló mal y de lo que muy poco se habla, lo
que demuestra que el prejuicio, que él nunca tuvo, permanece
aún fuerte entre los otros.
Todo esto refuerza la tesis ya señalada de que estas po-
blaciones tradicionales tienen hoy una posibilidad histórica
mayor de afirmar sus derechos de lo que tenían hace 30 o 40
años atrás. Al final, contradictoriamente, la biotecnología, que
es un sector de punta, presupone el conocimiento del mestizo,
del indio, del ribereño, del pescador, como fuente de informa-
ción de material genético. Muchos de los que viven hablando
de que la información es hoy una mercancía-clave tienen sus ojos
volcados hacia los mass media y hacia las nuevas tecnologías del
mundo de la telemática y, con esto, no se percatan que de lo que
más disponen estas poblaciones tradicionales es, exactamente,
de…información. El moderno presupone, como vemos, el co-
nocimiento tradicional. Ahora es posible la modernidad con la
tradición y no contra la tradición tal como se ha venido dando
hasta ahora. Lo que es preciso es que caigan otros muros, además
del muro de Berlín, tal como esta distinción entre lo moderno
y lo tradicional. Hoy es posible afirmar que el saber tradicional
es una condición de la modernidad.
Recuerdo aquí el disco “Parabolicamará”, tal vez, uno de
las mejores canciones/poemas del cantor y compositor brasileño
Gilberto Gil. Parabolicamará es una invención del poeta uniendo
dos palabras –parabólica y camará. Casi todos en Brasil saben
lo que es una parabólica, palabra que sólo muy recientemente
fue ubicada en nuestro universo. Y, sin embargo, pocos son los
que saben lo que es camará. Nuestra memoria no recuerda esta
palabra que ya existía hace más de 400 años. Camará es un cesto
artesanal del pescador. No hay como no ver aquí el silencio,
no sólo de la palabra, sino sobre el pescador, lo que demuestra
nuestro prejuicio. Junto al poeta, el artista plástico que hizo la
carátula del disco, consiguió captar con las antenas de su sensi-
bilidad una característica del momento histórico que vivimos.
La carátula tiene el diseño de un camará, esto es, de un cesto de
pescador, de donde salen tres astas de bambú formando una
parabólica. El camará y el bambú formando una parabólica. He
allí el mensaje, la tradición como soporte de la modernidad. Los
artistas consiguen, a veces, con un diseño, captar dimensiones
258 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

profundas de los tiempos. He allí otra razón que es preciso


considerar en el diálogo con otras matrices de racionalidad: el
diálogo con el arte.
El diálogo con otras matrices de racionalidad implica que
nos abramos no sólo hacia aquello que son otras culturas, así
como hacia otros segmentos y clases sociales al interior de una
misma cultura, sino también, hacia el arte. Son otros saberes, son
otras formas de sentir, de pensar y de actuar. Son otras matrices
de racionalidad. Esto es extremadamente importante, sobre todo,
en este momento que estamos viviendo. Las tecnologías de la
informática, la propia Internet, por ejemplo, hacen los saberes
de estas poblaciones mucho más legítimos. Observemos, por
ejemplo, nuestra lengua escrita. Es una letra al lado de otra
letra para formar una palabra que, al lado de otra palabra, en
una misma línea, forman una frase, y así. Línea por línea. El
propio modo de disponer el conocimiento es lineal. O sea, para
poder escribir hay que estructurar el pensamiento linealmente.
Sólo que, el mundo no es lineal. Lo que yo veo es simultáneo;
lo que yo escribo es sucesivo. Por definición la relación entre el
conocimiento y la escritura es siempre una relación tensa. Por
muy sofisticada que sea la dialéctica que utilicemos, nunca nos
damos cuenta de la complejidad de lo real hasta por la forma de
expresión de este conocimiento se hace a través del lenguaje.
Observemos ahora las posibilidades que el mundo telemá-
tico nos proporciona hoy. Podemos navegar de un asunto a otro
en red. Esto es mucho más cercano del saber de las cosmogonías
tradicionales y, al mismo tiempo, de las conversaciones de bar
donde no se habla linealmente. El lenguaje de las nuevas tecno-
logías legitima estas otras matrices de racionalidad, estas otras
formas de saber que la lengua escrita, linealizada no legitimaba.
Observamos pues, la complejidad en la que estamos envueltos.
Los documentos de París y de Venecia, de 1986 y de 1991, de los
científicos reunidos por la UNESCO, apuntan en esta dirección
al manifestarse sobre el actual estado del arte de la ciencia y de
la filosofía, donde más allá de la interdisciplinaridad, apuntan
hacia la relación entre diferentes saberes. Mucho se ha escrito ya
con respecto a la interdisciplinaridad, cómo van a dialogar los
que son de distintas disciplinas. Pero hay que hacer un puente
para el diálogo de saberes distintos que no son las disciplinas o
campos científicos consagrados. Este salto es el que el presente/
futuro pide.

****
Estas poblaciones con sus culturas prácticas (y sus respecti-
vos sentidos comunes) deben ser vistas de un modo radicalmente
nuevo, por todo lo que ellas significan para la construcción de
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 259

nuevas formas de relación del hombre con su propia naturaleza


humana históricamente construida y con la naturaleza-que-le-
es-exterior (aquí los guiones son para señalar que el exterior está
ligado a sus necesidades y, por tanto, es menos externa de lo que
sería señalado sin guiones). Esto implica no folklorizarlas como
si fuesen culturas congeladas en el pasado.
Valorizar a estas poblaciones con sus culturas implica,
antes que nada, reconocer los ‘derechos de propiedad intelectual’
no simplemente para pagarles royalties que, en rigor, debería ser
patrimonio de la humanidad sino, sobre todo, porque así estamos
reconociéndoles como protagonistas y portadores de conocimien-
to, como intelectuales. Este reconocimiento debe ser traducido
en políticas que les den un mínimo de retorno, mejor dicho, un
retorno adecuado, para que salgan de la situación, muchas veces,
de miseria abyecta a la que están sometidos, a pesar del enorme
conocimiento que poseen. Con certeza, no son sólo ellos quienes
ganan con esto, la humanidad y el planeta también.
Una de las mayores dificultades que enfrentamos para
reconocer, en tanto derechos de propiedad intelectual, el notorio
saber de estas poblaciones es, su carácter de conocimiento colec-
tivo, no individualizado, tomado como un patrimonio de la co-
munidad, de aquella cultura, del pueblo. Ahora, el conocimiento
se inscribe siempre en un proceso de construcción colectiva y su
apropiación privada, individual, fue siempre problemática. A fin
de cuentas, cualquier conocimiento está siempre sumergido en
un flujo de ideas que nos producen (y a nuestras ideas) mucho
más de lo que admitimos.
Lo que muchos aún se resisten a admitir en verdad, son
estas hablas que están emergiendo y proponiendo un debate
de nuevo tipo, incorporando aquellos que hasta hoy estaban
ausentes de la escena. Como no son hablas habituales, no es-
tábamos habituados a ellas. Siempre se usó el saber de estas
poblaciones, ya lo dijimos cuando nos referimos a los Atlas
lingüísticos que los europeos hicieron sobre las poblaciones de
los demás continentes. Lo que es nuevo es, eso sí, percibir que
estas poblaciones tienen derechos que debemos reconocer, que
ellas no son simplemente atrasadas.
Estamos viviendo momentos de enormes posibilidades.
Estas nuevas formas que vemos emerger hoy van al encuentro
de la sorpresa que el mundo tuvo en los años 60 cuando, junto
con la contracultura, emergió la problemática ambiental. Lo que se
creía hasta entonces era que el “dominio de la naturaleza” fuera
la solución para la humanidad. Hoy, gracias a la contracultura
y el ambientalismo, tenemos conciencia de que hay límites en
la relación con la naturaleza. No se puede hacer cualquier cosa
en nombre del progreso. Hay límites que el antropocentrismo
no reconocía.
260 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Cada uno de nosotros necesita que haya día y que haya


noche para vivir. Y quien hace los días y las noches no son los
hombres. Al final, si no nos restablecemos con el consuelo del
sueño, no estaremos despiertos el resto del dia. Así también
ocurre con muchos otros de los demás animales. Por más de-
sarrollada que sea una sociedad, ella no hace la rotación y la
traslación del planeta, necesarios para su propia reproducción.
Son cuestiones banales que necesitan ser dichas209 para que
pongamos en su debido lugar la arrogancia antropocéntrica que,
sabemos, opera con la idea básica de “dominio de la naturaleza”
y, junto a eso, con el dominio de los otros hombres y mujeres
(incluso, de las mujeres por los hombres) puesto que, el domina-
do lo es porque es asimilado a la naturaleza (no olvidemos que
salvaje quiere decir “de la selva” y que por ser “de la selva” y por
tanto, de la naturaleza, deben ser dominados por la cultura, y
por la cultura se entiende casi siempre, la occidental, burguesa,
blanca y falocrática).
Una crítica al antropocentrismo y a su desdoblamiento
en tanto fundamento de la dominación no sólo de la naturaleza
sino también, de la dominación del hombre por el hombre (que
ya comienza en el modo como tratamos nuestra diferencia de
genitales) se debe transformar en principio político-pedagógico.
La idea de “dominación de la naturaleza” es, rigurosamente, una
idea absurda puesto que, implica que el hombre no sea también
naturaleza. Cuando un indio dice que un árbol es un dios, la
racionalidad occidental ve allí un enorme absurdo. Sin embargo,
decimos “dominar la naturaleza” como si fuese normal.
Nosotros, occidentales, a partir del Renacimiento y del
Racionalismo Instrumental que devino del Iluminismo, vivimos
de este mito. En los años 60 la contracultura, de donde emana el
ambientalismo, dijo: ¡Hay límites! Ellos no son claros y antes de
que alguien crea que es una cuestión de tiempo que ellos se ha-
gan claros, siento decepcionarlo: los límites son, siempre, difusos,
hasta porque toda luz produce sombras. Nuestra sociedad no
tiene el derecho de hacer lo que está haciendo puesto que, está
poniendo en riesgo su propia sobrevivencia, al poner en riesgo
a las demás especies con las alteraciones en las dinámicas geo-
físico-químicas del planeta.
Tenemos, con certeza, un enorme acervo de conocimientos
científicos y tecnológicos. Sin embargo, los propios descubri-
mientos científicos y filosóficos apuntan en el sentido de que
existen diferentes formas de producir conocimiento, que la razón

209 Continuamos haciendo afirmaciones como “país productor de petróleo” cuando nadie
produce petróleo. Los países, en la mejor de las hipótesis, extraen petróleo. Al final, es
preciso decirlo, el petróleo lleva algunos millones de años para formarse y por ello, ningún
país lo produce. Es la naturaleza quien lo hace.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 261

instrumental, aquella que articula medios y fines, es solamente


una razón y no “la razón”, y que la emoción (ver “El error de
Descartes” de Antonio Damazio) y la sensibilidad nos comandan
mucho más de lo que imaginamos y admitimos (excepción hecha
a los poetas y artistas, es claro).
Sabemos que saber es poder y la ciencia y la técnica han
servido como verdaderos tapa boca para otras fuentes de verdad.
Quién de nosotros no ha escuchado, cuando no hecha mano
del argumento “científicamente hablando” o “está probado técnica-
mente”, mucho más como un argumento de fuerza que por la
fuerza del argumento. Al final, la sociedad ya está previamente
preparada desde el punto de vista ideológico, para descalificar
cualquier habla que no sea técnica o científica. No se trata, de
ponerse en contra del conocimiento científico, insistimos, sino de
renunciar a una posición arrogante, dominadora, que sabemos,
no se restringe al mundo científico, sino a una sociedad que está
atravesada de punta a punta, por relaciones de dominación.

*****
Últimamente se observa que la crítica a los paradigmas
hegemónicos se hace cada vez más frecuente. Es necesario ir más
allá de la crítica a los paradigmas en tanto sistemas de ideas. ¿Por
qué Descartes y no Montaigne? ¿Por qué Kan y no Herder? A la
final, estas duplas fueron contemporáneas entre sí y si uno de
ellos fue escogido por la historia en detrimento del otro, de otros,
no fue porque eran mejores o porque tenían la Razón, sino sobre
todo, porque encarnaban en sus ideas determinadas prácticas
sociales que así, más que los paradigmas son también prácticas.
Así, los paradigmas son más que ideas de referencia. Ellos fue-
ron instituidos y, por lo mismo, hay procesos instituyentes de
los paradigmas. La crítica de los paradigmas dominantes que,
decimos están en crisis, no es una cuestión solamente filosófica,
como si bastase descubrir por el conocimiento nuevos paradig-
mas y eso fuera suficiente para que ellos broten. Los paradigmas
son praxicos.
Pensar diferente al modo dicotomizado naturaleza y hom-
bre y decir que tenemos que pensar de modo relacional, como
totalidad, como un holos griego, tiene implicaciones prácticas
más allá de la filosofía. Primera cuestión concreta –hacer que las
personas vuelvan a tener contacto con la tierra. Pero el desarrollo
de la sociedad capitalista comienza, exactamente, separando al
hombre de la tierra. Si usted tiene tierra y produce los bienes
necesarios para su sobrevivencia, usted no se asalariza, esto es,
no necesita venderse a nadie, no necesita convertir su capacidad
de trabajo en mercancía.
Los paradigmas, insisto, no son solamente ideas filosó-
262 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

ficas. Están inscritos en prácticas cotidianas en tanto prácticas


institucionalizadas. El cartesianismo no es sólo una filosofía,
él está en el departamento de las universidades, en la departa-
mentalización de las universidades, en el comportamiento de
aquellos que hacen los departamentos. No adelanta combatir el
cartesianismo si no luchamos para que la universidad tenga nú-
cleos de trabajo interdisciplinario; si no luchamos para que haya
diálogos verdaderos entre matrices de racionalidad distintas y
si no buscamos establecer los vínculos entre el conocimiento y
estos otros conocimientos que están inscritos en lo cotidiano,
en el conocimiento que viene de las calles, de las selvas, de las
ciudades y los campos. La realidad es siempre más compleja que
cualquier teoría, que cualquier disciplina científica, y el espacio
nuestro de cada día es el lugar de la coexistencia y cohabitación
de lo diferente, allí donde hábitat y hábitats contradictoriamente
conviven. Traemos incorporada la historia que nos habita210.
Hablamos también con el cuerpo pues, él porta los saberes en
los gestos. Un negro en Brasil no entra en una agencia bancaria
con la cabeza erguida, mirando de un lado a otro buscando a un
amigo. Él sabe, como su cuerpo, el racismo que casi siempre lo
ve como un ladrón, lo que puede ser fatal o provocarle más de
un momento de humillación. Este negro puede hasta no hablar
sobre racismo o haber participado del movimiento negro, pero
él con certeza, sabe del racismo. El negro sabe que tiene que
entrar con la cabeza baja porque la sociedad es racista. Nosotros
educadores, tenemos que saber leer esto que está inscrito en las
prácticas y no necesariamente es-crito. No nos olvidemos que
saber y sabor tienen el mismo radical.
El paradigma que-está-allí (en crisis) tuvo un proceso
instituyente, lo que significa decir que tuvo sujetos históricos
(clases sociales, grupos, estamentos, etc…) que fueron protago-
nistas de su institución. Cabe, por tanto, la pregunta: ¿quiénes
son los sujetos sociales de carne y hueso que suelen empalmar
con sus prácticas los nuevos paradigmas que vislumbramos y
de los que tanto hablamos? Quiénes son los protagonistas, aquí
y ahora, que pueden ser los protagonistas de una sociedad am-
bientalizada, con otra relación con la naturaleza externa, con su
propia naturaleza, que pueda proporcionar a todos y cada uno,
una humanidad más generosa, fraterna, justa y que crea, por
principio, que si un hombre es capaz todos son capaces.
Ya se convirtió en un verdadero lugar común hablar que
la cuestión ambiental limita la acción de los Estados nacionales
porque ella es planetaria (el efecto estufa o invernadero, tras-
ciende las fronteras; así como la capa de ozono y así en adelan-

210 Es preciso subrayar que incorporado es, rigurosamente, traer en el cuerpo.


Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 263

te). Sin embargo, el viento no respeta la propiedad privada; el


río tampoco. Entonces, ¿por qué tanto énfasis en decir que las
fronteras de los Estados deben ser abolidas y ningún énfasis en
lo que habla respecto al fin de la propiedad privada?
Bien, a nuestro avance, si es que queremos ver más allá
de lo inmediato, la propia legislación señala cuanto se viene
apuntando en esta dirección. Es bueno el caso del EIA/RIMA
–Estudio de Impacto sobre el Ambiente (EIA) y la Relación de
Impacto sobre el Medio Ambiente (RIMA)- exigencia legal para
que determinados proyectos sean autorizados e implantados. Se
trata de más que una invención de derechos que, recientemente,
la sociedad civil organizada creó. A pesar de todos los proble-
mas, el EIA/RIMA significa que el propietario ya no tiene más el
derecho absoluto de hacer a su buen entender en su propiedad.
Significa decir que él tiene que discutir con la sociedad, de algu-
na forma, lo que en ella va a hacer, en la medida que lo hecho,
necesariamente, tendrá implicaciones más allá de su propiedad.
Es un muro más que cae, además del muro de Berlín, y que nos
señala que no tiene más sentido la soberanía absoluta sobre la
propiedad, que hay una responsabilidad social y ambiental a ser
establecida y compartida en diálogo con la sociedad. Esto es un
dato nuevo. Necesitamos destacar esta dimensión importantí-
sima, que está implicada en el EIA/RIMA.
Lamentablemente, ha predominado una visión legalista
del derecho que ve la ley como sanción, como punición, y que
deja escapar lo que más vivo está allí implicado, que es la inven-
ción del derecho, el derecho como lo instituido de un proceso
instituyente en una dialéctica sin fin. O, aún, aquellos que frente
a las nuevas exigencias legales, se ubican como consultores
ambientales, más preocupados en explorar el mercado creado
con la nueva reglamentación, que efectivamente resolver los
problemas implicados. Difícilmente, los consultores ambientales
se ven como parte de la invención de derechos, como parte de
la reinvención de la ciudadanía, preocupados como están con
las cuestiones técnicas, de donde toman su capital simbólico de
afirmación.
No podemos olvidar que la propiedad privada, siempre
afirmada positivamente, tiene un su-otro-lado negativo, puesto
que la propiedad privada también priva de propiedad a aquel
que no es propietario. Así, con su institución se instala un mundo
dividido entre propietarios y no propietarios que, es tanto más
conflictivo cuanto mayor es la concentración de la propiedad y
de la riqueza. Esto tiene importantes implicaciones en el debate
ambiental. Al final, no se puede acusar a la especie humana de
estar destruyendo la naturaleza o el planeta cuando la natu-
raleza no está a la disposición de todos igualmente. Entre los
264 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

ambientalistas, lamentablemente, la hegemonía maltusiana, una


sociología ingenua, ha diluido las responsabilidades al hablar
de un hombre genérico, miembro de la especie humana, inde-
pendientemente de las estructuras sociales y culturales que lo
produce y que él produce. Decir, como muchos ambientalistas
hacen, que la humanidad está destruyendo el planeta, es diluir
las responsabilidades por la especie humana y no por las clases
sociales que, por lo menos en esta sociedad, subordina la natu-
raleza a una lógica de mercado, a una lógica del corto plazo (que
es la lógica del lucro), a una lógica abstracta de la cantidad (el
dinero) que se sobrepone a la lógica de la cualidad.
Gran parte de los problemas de polución, con certeza,
estarían resueltos si la democracia fuera extendida al locus de
la producción, las fábricas y las haciendas, principalmente. Sin
embargo, se atreve, la empresa como locus de la producción se
ha mantenido a salvo de la democracia en la medida que, hasta
ahora, el derecho de propiedad se viene imponiendo sobre
cualquier otro derecho en la sociedad vigente. Difícilmente los
que trabajan con sustancias nocivas y tóxicas a su propia salud
lo harían si tuvieran el derecho a decidir qué producir y con qué
producir. La cuestión ambiental sólo podrá ser debidamente
superada, así como muchas otras, cuando la democracia sea ra-
dicalizada y, sobre todo, al conseguir penetrar en esta institución
clave que son las empresas que se han mantenido al margen de
los procesos democráticos.
Ignorar todas estas implicaciones es dejar de considerar
una de las principales contribuciones que la problemática am-
biental puede traer para la humanidad, cual es, que el medio
ambiente es una totalidad compleja y contradictoriamente es-
tructurada, donde naturaleza y sociedad son indisociables y son
instituciones sociales histórico-geográficamente inventadas, que
imponen una mayor o menor intensidad de flujo de materia y
energía de nuestro geosistema en sus múltiples escalas. No nos
olvidemos que la productividad se hace un verdadero ícono de
la sociedad vigente y que productividad es un concepto tem-
poral puesto que, es la medida –siempre la medida- de lo que
se produce en una unidad de tiempo determinada. Cuando se
habla de productividad, la mejor productividad es, siempre, la
mayor productividad, lo que indica claramente que un mundo
movido por la productividad es, con certeza, un mundo de la
cantidad y no de la cualidad. ¿Cómo conseguir hablar de calidad
de vida en una sociedad centrada en valores cuantitativos? El
tiempo no es abstracto como el reloj deja transparentar, pero está
inscrita en las cosas, de allí la complejidad de los espacios que
así, comportan siempre diferentes temporalidades conviviendo
entre sí. Ya el aumento de la productividad implica la alteración
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 265

continua de flujos de materia y energía.


Reubiquemos nuestra tesis: los paradigmas son siempre
instituidos y, por tanto, hay procesos instituyentes y que existen
los protagonistas de esta institución. Debemos estar atentos que
la institución acostumbra a esconder el proceso instituyente.
Necesitamos aproximarnos a quienes serán los protagonistas
del futuro, de los nuevos paradigmas. Por eso, propongo una
aproximación con aquellos que será protagonistas de otras
matrices de racionalidad. De allí, se propone una atención y un
acercamiento a los movimientos sociales que pueden apuntar
hacia otra dirección. Movimiento es cambio de lugar. Desde un
punto de vista lógico un orden, cualquiera que sea ese orden,
es el modo como los seres que lo constituyen están dispuestos
unos en relación a los otros. Si alguien se mueve es porque está
queriendo cambiar su lugar en el orden. En este sentido, el mo-
vimiento social es portador de cambio. Y sólo se mueve quien
espera activamente, por tanto, tiene esperanza. Es lo contrario
del des-espero. Es entre ellos que, con certeza, habremos de
encontrar los protagonistas que buscamos.
Son los movimientos sociales los que nos muestran ca-
minos posibles a partir de situaciones vividas, concretas, suelo
fértil para la construcción de utopías. Al final, sólo quien es muy
realista sabe el valor de la utopía.
Hay una dimensión expuesta por la problemática am-
biental (mejor sería decir, por los ambientalistas), que es la que
nos remite a la comprensión de otros lenguajes, más allá de una
única racionalidad técnico-científica. El físico y filósofo Gastón
Bachelard (1884-1962) distinguía entre una imaginación formal
y una imaginación material, la primera centrada en el observar,
en la visión, con la cual abarcamos la realidad desde lejos y la
representamos en coordenadas matemático-cartesianas y, la se-
gunda, una razón que implica el cuerpo, el tacto, el olor, en fin,
el contacto, la fricción cuya tensión nos hace pensar el cuerpo
a partir de sus contactos con otros cuerpos. No es hablar sobre.
Es estar con.
La sensibilidad/sensualidad se coloca como una de las
principales dimensiones a ser recuperadas a partir del ambien-
talismo, lo que presupone romper con la lógica instrumental
utilitarista del mundo, base de la sociedad capitalista. Al final, el
tiempo libre, aclaremos, es aquel que no está instrumentalizado,
es el tiempo que no sirve para nada, el tiempo que no está al
servicio de nada y, por eso, es libre. Es lo contrario del turismo,
asimismo del ecoturismo, que es lo contrario al descanso. Sin
duda, la reducción generalizada de la jornada de trabajo, hoy es
posible exactamente por el enorme desarrollo técnico-científico,
es la principal bandera a ser defendida y que podría unir a am-
266 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

bientalistas y trabajadores. Se ha registrado que la industria del


turismo debe mucho de su existencia a las conquistas de los mo-
vimientos obreros puesto que, si no fuese por la semana inglesa
de cinco días de trabajo y el derecho a vacaciones anuales de 30
días la “industria del turismo” no existiría. Paradójicamente, la
industria del turismo instrumentalizó el “tiempo libre” convir-
tiéndolo en mercancía, vendiendo “paisajes”.
En fin, la problemática ambiental exige un cambio de
sensibilidad para que comprendamos otras racionalidades y no
las despreciemos como inferiores o menores, como es el caso de
muchos ambientalistas con relación a los cultos desarrollados
por afrodescendientes que valoran selvas, cascadas, el mar.
Muchos, por absoluta ignorancia y por eso, prejuicio, no saben
leer estos rituales, tomándolos como formas inferiores de ex-
presión. En primer lugar, se registra, que no cabe para ellos la
distinción entre religión y filosofía, entre razón e irrazón, pares
y antinomias que corresponden al saber greco-romano, matriz
del pensamiento occidental. El trance, por ejemplo, puede ser
visto como una forma superior de saber con el cuerpo, una ma-
triz de pensamiento que no se separa del cuerpo radicalmente,
por tanto, distinta de la tradición occidental hegemónica y no
aquella que pasa por Spinosa, Marx, Heidegger, de Certeau,
Foucault y Bachelard.
Los rituales con el agua y no sobre el agua, no dejan de
ser una forma de relacionarse en el que nos reconocemos frente
a algo que no hacemos –el agua- y sin la cual no vivimos. Hay
que venerarla. Estas religiones del cuerpo-a-cuerpo saben mate-
rialmente, como diría Bachelard. Si el agua, el mar, la cascada,
así como las selvas, las plantas, los animales y, aún, el fuego, la
tierra, la roca y el mineral, además del aire, están poblados de
espíritus, esto sólo nos remite a la idea spinosista fundamental
de que, no se agotan en el pensamiento ni en las palabras y que,
al mismo tiempo, los/las habitamos con nuestro espíritu que así,
no se despega de la materia, aunque con ella no se confunda. A
fin de cuentas, los espíritus están allá a través de nosotros y, así,
nos unimos, nos re-unimos211.
Es preciso recuperar mínimamente el contexto donde la
cultura iluminista, la cultura cientificista, se afirmó contra la
religión en el siglo XVIII. Allí, a fin de cuentas, la iglesia dig-

211 Así es, también, con la cultura oriental. Ella tiene otra relación con la naturaleza. Sin
embargo, ¿cómo se ha dado el intercambio occidente-oriente? ¿Será que es en una
academia de yoga o en los departamentos al fondo de la bolsa de valores? Así, se des-
piritualiza el yoga o el tai chi chuan que se transforma en modismo. Aquí, una vez más,
se instrumentaliza para otros fines intentando recuperar, por la puerta del fondo, aquello
que se perdió en la base constitutiva de esta sociedad capitalista-mercantil al separarse
el hombre de la naturaleza, promoviéndose la des-unión, exactamente lo contrario de
re-unión.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 267

nificaba, sacralizaba al Rey. El Rey estaba ungido de un poder


divino que impedía al hombre realizarse por sí mismo y, por
eso, los iluministas se batieron contra la iglesia que estaba legi-
timando la opresión. Así se emancipó la política de la religión.
La política es cosa de los hombres. No más la iglesia vinculada
al Estado y, con esto, es preciso que repensemos la religiosidad,
que no es la misma cosa que la iglesia. En el fondo, la cuestión
ambiental recupera una dimensión religiosa y que la ciencia, en
cuanto tal, no puede ofrecer respuestas como, por ejemplo, en la
experiencia de la muerte. Al final, vemos la muerte en los otros y
no en nosotros mismos. La muerte señala el límite de la vida y, si
de un lado la muerte es ecológicamente hablando, un momento
de la vida en el proceso de reproducción abierto y continuo, la
conciencia de la muerte es también, el reconocimiento de nues-
tros límites, del límite de la propia vida humana. La cultura
moderna antropocéntrica, burguesa, europea, blanca y fálica,
que quiere al hombre dominando la naturaleza, encuentra aquí
su límite. Promete la vida eterna y, para esta cultura la muerte
es la naturaleza que debe ser superada por la ciencia y por la
técnica. Queremos vivir más; queremos, en verdad, vivir para
siempre. Ciertamente, queremos ser dioses. He allí la razón que
legitima la razón-técnica-instrumental.
Los griegos, por lo menos, creían que sólo los dioses eran
inmortales y que, por eso, estaban siempre allí en el cuerpo-a-
cuerpo, con minúsculas, en el día a día, como dios del viento,
dios del amor, dios del fuego, en fin, como aquello que siendo
inmortal e infinito con-vive con lo efímero, con lo mortal. Toda
cultura que con-vive con la naturaleza y no contra la naturaleza
tiene la muerte siempre ritualizada puesto que, ella es el límite
del hombre. Y lo que la cuestión ambiental ubica para cada
uno de nosotros es, exactamente, el debate sobre el límite de la
humanidad en el planeta. Es preciso re-unir. Y aquí comienza
la política, arte a través del cual los hombres viven juntos en
libertad.
268 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 269

Posibilidades y límites de la ciencia


y la técnica frente a la cuestión
ambiental*

* Publicado originalmente en la Revista Geosul, Florianópolis:


Ed. UFSC, año III (5): 7-40, 1º semestre de 1988.

“Todo nos invita a poner un fin a la visión de una naturaleza


no-humana y de un hombre no natural”.
Serge Moscovici.

“El conocimiento aislado obtenido por un grupo de especia-


listas en un campo restringido no tiene en sí mismo cualquier
especie de valor. Sólo tiene valor en el sistema teórico que lo
integra en el conocimiento restante y, apenas, en la medida
en que contribuye realmente en esta síntesis para responder
a la pregunta: ¿Quiénes somos nosotros?
E. Schrodinger.

I. La crisis de la razón
Vivimos en un momento crítico. Es, por lo tanto, un mo-
mento que clama por lucidez, creatividad e imaginación. De to-
dos lados, a la derecha y a la izquierda, se proclama que vivimos
una crisis, ya en el plano económico, el plano jurídico-político, de
los valores y de las normas, del arte y de la cultura. La ciencia,
cada vez más transformada en fuerza productiva, se ve en la
circunstancia de repensar sus fundamentos epistemológicos y
metodológicos; en fin, sus relaciones con la filosofía.
Hay, indiscutiblemente, una ideología de la crisis. En ella,
las contradicciones y conflictos del mundo moderno aparecen
en una perspectiva apocalíptica. Es el fin del mundo. Para el
pensamiento conservador, la crisis de los valores que afecta a la
familia anuncia el caos y el desorden. La autoridad no consigue
imponer respeto y de allí la crisis de gobernabilidad y, con ella,
la del Estado.
Paradójicamente, en los medios que se pretenden críticos a
la razón científica y técnica es acusada de suprimir la libertad por
su relación íntima con el poder. SABER ES PODER. El irraciona-
lismo gana terreno. Pero, como nos muestra Rouanet (1987)
270 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

“hay un núcleo de verdad en el nuevo irracionalismo: el concepto


clásico de razón debe ser efectivamente revisado. Luego de Marx
y Freud, no podemos aceptar más la idea de una razón soberana,
libre de los condicionamientos materiales y psíquicos. Después de
Weber no hay como ignorar la diferencia entre una razón substan-
tiva, capaz de pensar fines y valores, y una razón instrumental,
cuya competencia no se agota en el ajuste de los medios a fines.
Después de Adorno, no es posible escamotear el lado represivo de
la razón al servicio de una astucia inmemorial, de un proyecto
de dominación de la naturaleza y sobre los hombres. Después de
Foucault, no es lícito cerrar los ojos al entrelazamiento del saber y
el poder. Requerimos de un nuevo racionalismo, fundado en una
nueva razón”212.

Es necesario reconocer: la razón que, en la perspectiva


iluminista se pretendía emancipadora, quedó asimilada a la
dominación cuando el Estado que oprime y domina lo hace y
habla en su nombre. Es comprensible entonces, rebelarse contra
el Estado y rebelarse contra la razón, la ciencia y la técnica. Es
en este contexto que se encuentran los científicos. Posición incó-
moda que, insisto, exige lucidez, creatividad e imaginación. Ya
Herbert Marcuse había alertado a los jóvenes, como nos recuerda
Rouanet, “mostrándoles que, considerar racional a la General
Motors era hacerle un cumplido que ella no merecía, para que
ellos comenzaran a darse cuenta de que existe otra razón que
lejos de oponerse a la vida, permite combatir a las fuerzas que
verdaderamente la asfixian”213. Se trata, por tanto, de un llamado
a la razón crítica. El desarrollo de la razón no fue y no es lineal.
Tampoco es inmune al desarrollo histórico que la inventa e
instituye. Es contradictoria. Es por ello que se exige lucidez. En
nombre de la razón la humanidad puede liberarse, aún cuando
la ideología que se hace en su nombre la oprime. Es preciso aún
distinguir con Habermas, siguiendo de una manera propia y
original las huellas de Weber, la razón instrumental alrededor
de la cual se desarrolla el control de la naturaleza –la técnica, por
ejemplo- de la razón comunicativa que se desarrolla en el plano
de las normas y cuyo terreno es la intersubjetividad. Confundir
estos dos planos, como se ha hecho, es una de las características
del capitalismo tardío y del socialismo burocrático, donde todo
se transforma en cuestión técnica. La intervención estatal en
la vida cotidiana denunciada por Foucault y Habermas, entre
otros, es una demostración del carácter cada día más autoritario
de las sociedades contemporáneas. Los que hacen ciencia, por
desconocer estas sutiles implicaciones históricas con el poder,
acaban por legitimarlo. Aquellos que, pretendiéndose críticos

212 Rouanet, S. Paulo. “Las razones del Iluminismo”. Compañía de las letras, Sâo Paulo,
1987, p. 12.
213 Ibidem, p. 16.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 271

no perciben esta historicidad, hacen un vínculo abstracto entre


ciencia y poder, criticando irracionalmente la razón.
Este ensayo es una tentativa de pensar esta problemática
en torno a la razón crítica, reconociendo críticamente que “hay
un núcleo de verdad en el nuevo irracionalismo”, como nos
señala Rouanet.

II. Del reduccionismo a la interdisciplinaridad

En las últimas dos décadas se realizaron innumerables


coloquios, seminarios y congresos donde se discutía la necesidad
del trabajo interdisciplinario. Señal de los tiempos. Se percibe
la necesidad de repensar el paradigma de la cientificidad. El
aislamiento de cada científico dentro de su especialidad, cada
vez más separado, no sólo de las demás regiones del saber (la ex-
presión no es ingenua), sino también que en el interior de cada
región llevó a una “concepción caótica del todo”. En la medida
que la naturaleza fue desacralizada ella podía ser separada,
dividida, descuartizada y disecada en sus objetos específicos.
Este aislamiento ha llevado a que los descubrimientos hechos
en un determinado campo del conocimiento que pudieran acla-
rar y revolucionar otras áreas de conocimiento, quedan presos
en la aduana de los diversos territorios del conocimiento. Las
reflexiones de von Neuman con respecto de la automatización,
por ejemplo, permite percibir las semejanzas y diferencias entre
el mundo físico, biológico y el antroposocial214. Esta postura
aislacionista es incompatible con los nuevos descubrimientos
de la propia ciencia: el átomo dejó de ser aquella unidad indi-
visible y elemental y dio la vuelta al sistema; el código genético
se sumergió en la química; los sistemas orgánicos viven de la
negentropía lo que por sí sólo revela una relación con el segundo
principio de la termodinámica; luego de la etología las especies
no pueden ser más comprendidas a partir de un individuo dise-
cado automáticamente en laboratorios, y luego de la ecología la
relación entre los seres vivos (biogénesis), la sociedad humana
no puede ser comprendida a partir del individuo. Donde pare-
cía reinar la certeza absoluta, lo que llevó incluso a hablar de
ciencias exactas, aparece el “principio de la incerteza” de Hei-
senberg. Edgar Morin observó con acuciosidad este problema.
Es él quien nos dice:
“Aquello que parece una regresión, desde el punto de vista de la
disyunción, de la simplificación, de la reducción y de la certeza (el
desorden termodinámico, la incerteza microfísica, el carácter alea-
torio de las mutaciones genéticas) es, por el contrario, inseparable
de un progreso en tierras desconocidas. Pero fundamentalmente,

214 Morin, E., “El enigma del hombre”, Río de Janeiro, Zahar.
272 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

la disyunción y la simplificación ya están muertas en la propia


base de la realidad física. La partícula subatómica surgió, de modo
irremediable, en la confusión, en la incerteza y en el desorden.
Sean cuales fueren los desarrollos futuros de la microfísica, ya no
volveremos a los elementos simples, aislables e indisecables. Es
cierto que la confusión y la incerteza no son, ni serán, consideradas
aquí como palabras últimas del saber: son las señales precursoras
de la complejidad”215. (Las cursivas son mías).

La interdisciplinaridad no se puede erigir si se mantiene


prisionera de un pensamiento heredado que la negó. En otras
palabras, no se puede superar el paradigma atomístico-indi-
vidualista en los mismos marcos filosóficos que lo generaron.
Conforme veremos en la segunda parte de este ensayo, el cien-
tífico aislado fue producto y productor de un saber atomístico-
individualista cuyas raíces no son científicas sino históricas y que
hoy se muestra incompatible con los nuevos descubrimientos
hechos por la propia ciencia.
No se trata, obviamente, de retomar el enciclopedismo
sino de buscar “articulaciones organizacionales entre esferas
desunidas”216, romper las fronteras, los límites y las aduanas
entre las diversas áreas del conocimiento. Mucho menos caer
en reduccionismos donde, por ejemplo, la complejidad especí-
fica del mundo histórico-antroposocial es comprendida por las
mismas “leyes” de los seres biológicos y físicos. Ya conocemos
los efectos del darwinismo social. No es esta la contribución que
las ciencias físicas y biológicas pueden hacer a la comprensión
científica del hombre. Por otro lado, no es posible continuar
pensando la historia de los hombres como si ellos vivieran aparte
del mundo natural.
No se puede pensar simplemente, que se trata de una
cuestión de metodología o de lenguaje como quiere hacer creer
la filosofía analítica. La necesidad de que el lenguaje científico sea
coherentemente estructurado, lo que se presupone una lógica, no
nos debe engañar. Esta es una exigencia del método científico. Sin
embargo, la lógica es una condición necesaria pero no suficiente
para dar cuenta de la diversidad de los seres. La teoría general
de los sistemas abrió un campo inmenso tanto en la concepción
como en el lenguaje. No obstante, el sistema atómico, el sistema
celular, el sistema solar y el sistema social sólo tienen en común
la palabra sistema. El modo como las partes se articulan entre sí
para constituir el todo, al mismo tiempo que el todo condiciona
a las partes, es completamente diferente en el átomo, en la célula,

215 Idem, “El método 1: La naturaleza de la naturaleza”, Publicaciones Europa-América, Por-


tugal, s/d. En francés “Le Méthode 1: L’a Nature de la nature”, Edition Seuil, 1977, p. 20.
216 Idem, ibídem, p.22
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 273

en nuestro sistema planetario o en las diversas sociedades217. La


informática con sus nociones de código y programa, por ejemplo,
viene a buscar en la teoría de la comunicación su inspiración. En
suma, existen categorías generales que son esenciales al proceso
de conocimiento, sin embargo, ya nos advertía Bachelard, que el
método no se puede desarrollar apartado del objeto. La ciencia
se mueve de lo conocido hacia lo desconocido, intentando re-
velar las regularidades, las leyes, los procesos que se producen
por detrás de las apariencias. Para los griegos, método significa,
“camino a ser seguido”. ¿Cuál camino, método, nos conduce a
lo desconocido? He allí la paradoja. En este sentido, no puede
haber un método universal y, consecuentemente, un lenguaje
universal que cubra todo y cualquier ente que coloquemos bajo
observación científica. La relación entre lo particular y lo uni-
versal continúa siendo un desafío y, por tanto, abierto.

III. Los límites frente a la cuestión práctica,


esto es, la política.

En un contexto en el que se pretende debatir la cuestión


del medio ambiente es preciso que tengamos mucho cuidado
puesto que, envuelve múltiples aspectos “de lo ético a lo tecno-
lógico, de lo económico y político a lo cultural”. Y, cuando se
trata de la cuestión del medio ambiente es común pronunciarse
por un uso racional de los recursos. Y es aquí donde es preciso
estar atentos hacia los múltiples aspectos que la palabra racional
invoca. La razón técnico-científica no es la razón en su totalidad.
Una de las conquistas de la modernidad es que no sólo nuestra
relación con la naturaleza debe ser dirigida de modo racional,
sino también las relaciones entre los hombres sólo que, como
nos advierte Habermas218, en este campo la razón es mediatiza-
da simbólicamente en una relación intersubjetiva donde entran
normas, valores y objetos, histórica y culturalmente constituidos
y constituyentes. En este campo, la razón instrumental técnico-
científica tiene sus límites por tratarse de un campo práctico (en
el sentido kantiano) y no técnico. Es el campo del conflicto, del
consenso, de la lucha, en fin, de la política. “La razón científica sólo
es crítica con relación al mundo objetivo de las cosas y no en relación al
mundo social de las normas”219. El hecho de ser confundidos estos
campos ha llevado a que las normas y valores queden eliminados
en nombre de la razón instrumental, técnica. Allí se encuentra

217 Idem, ibídem, p. 99 y siguientes


218 Habermas, Jurgens. “Técnica y ciencia en tanto ideología”, (s.1) Ed. Abril (Col. Los
Pensadores).
219 Rouanet, SP., op. Cit. P. 209
274 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

una de las razones del creciente autoritarismo tecnocrático de las


sociedades contemporáneas. Confusión que, dicho sea de paso,
se encuentra también entre los científicos y técnicos que no per-
ciben que el actuar humano se da mediatizado simbólicamente
en una relación intersubjetiva donde muchas veces los intereses
específicos de un grupo, segmento o clase social se hacen sentir,
inclusive, echando mano de argumentos técnico-científicos para
justificar sus fines de dominación. Volveremos sobre este tema
más adelante.
Al mismo tiempo, la cuestión ambiental coloca la nece-
sidad de una mayor reflexión sobre su lugar en el campo del
conocimiento. Y allí vemos que no es fortuito que en torno a
ella han sido convocados diversos coloquios, encuentros y se-
minarios interdisciplinarios. Esto, porque la cuestión ambiental
no puede ser reducida al campo específico de las ciencias de la
naturaleza o de las ciencias humanas. Ella convoca a depositar
diversos campos del saber. La cuestión ambiental, en verdad,
habla respecto al modo como la sociedad se relaciona con la
naturaleza. En ella están implicadas las relaciones sociales y las
complejas relaciones entre el mundo físico-químico y orgánico.
Ningún área de conocimiento específico tiene competencia
para decidir sobre ella, aunque muchas tengan algo que decir.
A no ser que se crea que corresponde a los científicos y técni-
cos decidir sobre el deber de la sociedad. Por este camino, la
senda está abierta en dirección al totalitarismo si se entiende
el conocimiento técnico-científico como lo racional absoluto: si
alguien contradice esta racionalidad es tomado como irracional
y, por esa vía, se produce simbólica y políticamente el loco. La
cuestión ambiental es así más que un campo interdisciplinario
pues, en ella se entrecruzan el conocimiento técnico-científico, el
de las normas y valores y estético-cultural regidos por razones
diferenciadas, pero no dicotómicas. Ello requiere un campo de
comunicación intersubjetiva no viciado y no manipulable para
hacerse de modo efectivamente racional. Ella requiere también,
fundamentalmente, democracia. Lo que la cuestión ambiental
coloca para la reflexión son los límites que la naturaleza presenta
en un contexto socio-histórico determinado, lo que presupone
una determinada etapa del conocimiento técnico. En cada situa-
ción son posibles varios usos de la naturaleza, pero no cualquier
uso. Toca a la sociedad decidir con conocimiento de causa. El
libre acceso a la información se torna una cuestión central.
De este modo, nos vemos lanzados al terreno de la polis,
término que originalmente designaba el límite físico –el muro-
que para los griegos, separaba la ciudad del extranjero. Límite y
frontera, términos que nos convocan a la política y a la filosofía.
Terrenos poco familiares a quien se acostumbró a un concepto
de verdad absoluta porque derivaba del conocimiento racional
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 275

científico. ¿Cuál es el uso correcto o incorrecto? ¿Lo cierto y lo


errado? ¿Lo verdadero y lo falso? Fue en torno de cuestiones bien
concretas como éstas, que emergió el logos griego, la idea de un
conocimiento racional, la filosofía220. En este contexto se redefine
la relación con la naturaleza, con el espacio, con el tiempo, de
los hombres entre sí.
¿Qué concepto de naturaleza hemos trabajado? He aquí
una cuestión fundamental para quien está preocupado con la
cuestión ambiental, de qué modo los nuevos descubrimientos
científicos abren nuevas perspectivas de conocimiento. Es a esto
a lo que ahora nos dedicaremos.

IV. Sobre el concepto de naturaleza

Y Dios dijo: “He aquí que doy a vosotros todas las hierbas que
dan semilla sobre la tierra, y todos los árboles que en sí mismos
encierran la semilla de su género para que sirvan de alimento a
vosotros, y a todos los animales de la tierra y a todas las aves del
cielo y a todo lo que se mueve sobre la tierra y en el que hay alma
viviente, para que tengan que comer”.
Génesis – 1,29.

A. Cultura versus Naturaleza.

La concepción de naturaleza que se hizo hegemónica en


el mundo occidental se definió por oposición a la de hombre,
de cultura y de historia. Naturaleza y Cultura se excluyen. Sin
embargo, podemos decir que ya en el Génesis el hombre es un
ser que ya no está en la naturaleza y que en la cosmología, par-
ticularmente con Aristóteles, la naturaleza aparece como algo
objetivo221, es con Descartes (1596-1650) que obtendremos la for-
mulación que vino a constituirse en el verdadero paradigma de la
modernidad. Dice en la sexta parte del Discurso del Método:
“Por lo tanto, ellas me hicieron ver que es posible llegar a conoci-
mientos que sean muy útiles a la vida y que, en vez de esta filosofía
especulativa que se enseña en las escuelas, se puede encontrar otra
práctica, por medio de la cual, conociendo la fuerza, las acciones
del fuego, del agua, del aire, de los astros, de los cielos y de todos
los otros cuerpos que nos circundan, tan distintamente como co-
nocemos los diversos misterios de nuestros artificios, podríamos
emplearlos de la misma manera en todos los usos para los cuales
son propios y así, nos convierte en señores y poseedores de la
naturaleza”222. (Las negritas son mías).

220 Marcuse, Herbert. Ideología de la sociedad industrial, Río de Janeiro, Zahar, 1969, p. 142
y ss.
221 Paiva Duarte, Rodrigo, “Marx y la Naturaleza en el Capital”, Sâo Paulo, Ed. Loyda, 1986,
p. 23.
222 Discurso del Método-Gamier-Flammarion, París, 1966, p.64.
276 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Dos aspectos de la filosofía cartesiana aquí expresados,


van a marcar la modernidad:
1. El carácter pragmático que el conocimiento adquiere –“cono-
cimientos que sean muy útiles a la vida (…) en vez de esta filosofía
que se enseña en las escuelas”- coloca a la naturaleza como un
recurso que, como nos enseña el Diccionario, es un medio para
obtener un fin, es;
2. el antropocentrismo, esto es, el hombre pasa a ser el centro del
universo, el sujeto, en oposición al objeto, a la naturaleza. El
hombre poseedor del método científico, puede penetrar en los
misterios de la naturaleza y así, hacerse TODO-PODEROSO
– “señores y poseedores de la naturaleza”. El poder desciende de
los cielos a la tierra.

Descartes, al mismo tiempo, se apropia y supera la fi-


losofía medieval. Lewis Mumford en su excelente “Técnica y
Civilización” se percató de esta característica del pensamiento
de Descartes pues, “desgraciadamente persistió el hábito medieval
de separar el alma del hombre de la vida del mundo material a pesar de
haber sido debilitada la teología que la apoyaba”223. Es la separación
sujeto-hombre y naturaleza-objeto –y nótese de paso que, el ser-
sujeto es tomado en la acepción positiva, superior. Se transforma
la diferencia hombre-naturaleza en jerarquía superior-inferior.
El hecho de que la palabra sujeto indica también otro sentido
que sería negativo, -estar sujeto a alguien o alguna cosa- no es
debidamente tomado en cuenta. La naturaleza, de este modo, es
desacralizada –lo que es una diferencia importante en relación
al pensamiento mítico, para algunos “prelógico” contra Lévy-
Strauss224. Pero para que percibamos las diferencias y semejanzas
entre el pensamiento moderno que se instaura con Descartes,
Newton, Bacon, Leibniz y Galileo, por ejemplo, invoquemos la
declaración de Emile Mâle:
“En la Edad Media la idea de una cosa forjada por alguien para sí
mismo siempre fue más real que la cosa real misma, y vemos por
qué aquellos siglos místicos no tenían el concepto de lo que los
hombres llaman hoy ciencia. El estudio de las cosas por sí mismas
no tenía significado para el pensador. El trabajo del estudioso de
la naturaleza era descubrir la verdad eterna que Dios quería que
cada cosa expresase”225.

El desprecio por las cosas materiales, mundanas, comienza


a partir de los siglos XVI-XVII a ganar un sentido positivo en la

223 Técnica y Civilización –Alianza Editorial, Madrid, 4ª Edición, 1982, p.47. (La Traducción
es mía).
224 El pensamiento mágico no es un estreno, un comienzo, un esbozo, parte de un todo
aunque no realizado; forma un sistema bien articulado; independiente, en este punto, de
este otro sistema que constituirá la ciencia, excepto en cuanto a la analogía formal que
los aproxima y que hace del primero una especie de expresión metafórica del segundo”.
Lévy-Strauss, citado por Paiva Duarte, op. Cit., p. 17
225 Citado por Lewis Munford, op. Cit., p. 45. La traducción es mía.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 277

medida en que se puede encontrar otra práctica “donde podríamos


emplearlos de la misma manera en todos los usos para los cuales son
propios”. El sentido pragmático utilitarista del Renacimiento
no puede ser visto desvinculado del mercantilismo y de la Re-
volución Agrícola con los nuevos sistemas de plantación que
comienzan a desarrollarse firmemente a partir de esta época.
Las nociones abstractas de espacio y tiempo también ya venían
siendo forjadas desde la Edad Media – el reloj es la primera ver-
dadera máquina y es una máquina del tiempo que no depende
de los días y noches astronómicas que, sabemos, es variable
dependiendo de la longitud y de las estaciones del año. El dinero
es la más abstracta de las mercancías, la única que no tiene otro
uso a no ser el de servir como medio de intercambio. El dinero
–equivalente general de todas las mercancías- sólo se distingue
por la cantidad y ésta no tiene límites. De allí a decir que “las leyes
de la naturaleza están escritas en lenguaje matemático” conforme a
Galileo, retomado de Pitágoras “Todo es número”, la distancia es
muy pequeña. Como vemos, se abre un campo ilimitado para
el hombre en el contexto del Renacimiento. El hombre puede
igualmente ser “señor y poseedor de la naturaleza”. Pero además,
otro sentido va a ser dado al concepto de naturaleza a partir de
los siglos XVI-XVII relacionado con los relatos de viajeros acerca
de los “pueblos primitivos”. Estos pueblos no son comprendidos
en su especificidad sino que son vistos como viviendo en etapas
“atrasadas” de la evolución en el proceso civilizatorio. En este
sentido, no son otros-pueblos, sino que en la visión eurocén-
trica, están en etapas técnico-culturales que Europa ya había
superado. Es como si la historia de la Europa civilizada viese al
mundo como un museo en el que cada pueblo-región fuese un
cuadro de su propio proceso de desarrollo. Estos pueblos son
vistos entonces como salvajes, esto es, de la selva, por lo tanto,
de la naturaleza o, como bárbaros, que en la designación latina
significaba originariamente “canto desarticulado de las aves”, por
tanto, animal, naturaleza. Del mismo modo que en nuestra coti-
dianidad llamamos burro a aquel que no entiende lo que se dice
o enseña; cachorro al mal-carácter; caballo a aquel que no es “bien
educado” y los ejemplos podrían multiplicarse en la sociedad.
Salvaje, bárbaro, cachorro, burro y caballo son todos seres de la
naturaleza y se oponen a la cultura, a la civilización.
Nuevamente la diferencia se transforma en jerarquía a
través del evolucionismo lineal. Lamentablemente, sabemos, las
consecuencias no fueron simplemente filosóficas sino también
prácticas, naturaleza y pueblo son degradados en nombre de
una cultura superior. Ecocidio y etnocidio caminan juntos. Los
llamados pueblos primitivos están más próximos a la naturaleza
y viven en “promiscuidad sexual” por lo menos hasta Lévy-Strauss
278 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

que, como veremos más adelante, a pesar de que desmitifica


esta concepción continúa pensando naturaleza y cultura como
conceptos excluyentes.
La naturaleza es una reserva imaginaria que debe ser reti-
rada por cada uno como un estadio en el que se debe evitar caer.
El Estado, la ley y el orden son instituciones, por tanto, necesa-
rios a fin de que no retrocedamos a la naturaleza, a la barbarie.
Es el lugar de la “ley de la selva”, de la “lucha de todos contra
todos” como proclamaba Hobbes, justificando así, el Estado. Las
sociedades primitivas son interpretadas como naturales porque
no tienen Estado, no tienen escritura, no tienen clases sociales. De esta
forma, se habla de lo que ellas no tienen y no de lo que ellas son226.
Son juzgadas por un modelo “exterior” a ellas y, como “Narciso
encuentra feo lo que no es espejo”227, son descalificadas.
Otra visión inaugurada modernamente por Rousseau, es
la del “buen salvaje”, que ve la naturaleza como lugar de armo-
nía, de la bondad, de la sensibilidad y de la espontaneidad. La
naturaleza aquí no es cosa, objeto. Sabemos cuánto esta visión
romántica está presente entre aquellos que se preocupan con la
cuestión ambiental. “Los hombres están destruyendo la naturaleza”,
dicen. Si observamos bien, la cultura y la naturaleza continúan
como conceptos excluyentes, invirtiéndose los polos: allí donde
Descartes veía objeto y Hobbes la “ley de la selva”, los románticos
ven armonía y belleza. En el primer caso, la naturaleza debía
ser suprimida por la cultura o por el Estado y, en el segundo
caso, es la cultura y el hombre los que deben ser suprimidos
por la naturaleza. El paradigma occidental –naturaleza versus
cultura- se mantiene. Está a salvo. No se consigue convivir con
la diferencia. Es preciso suprimirla228. Sin embargo, a pesar de
su creciente influencia, no es el pensamiento romántico el que es
hegemónico. Todos aquellos seres que son culturalmente vistos
como próximos a la naturaleza son discriminados, en el sentido
de la dominación. La mujer es sensible y no racional, la infancia
pre-lógica y que aún no alcanza el pensamiento abstracto229, el
obrero y el campesino porque trabajan con las manos y no con
el intelecto (el filósofo es la libertad y el esclavo la necesidad en

226 Ver Pierre Clastres, “La sociedad contra la naturaleza” y en “Arqueología de la violen-
cia”.
227 Referencia al poeta Caetano Veloso.
228 Es necesario tener en cuenta que el romanticismo del siglo XVIII e inicios del XIX se
desarrolló como una crítica al pensamiento ilustrado, de las Luces, se coloca entre otras
cosas, contra el pensamiento abstracto, la búsqueda de las leyes universales, las gene-
ralizaciones. Con Herder, en Alemania, va a fundamentarse toda una visión del naciona-
lismo con base en la naturaleza y en las tradiciones y que va a ejercer gran influencia, por
ejemplo, en el pensamiento de la Geografía y de la Historia.
229 Tengo en consideración la caracterización de la evolución psicolingüística, tal como fue
formulada por Jean Piaget. Sin embargo, insisto, el hecho de haber fases bien distintas
en la evolución psicogenética de la infancia, conforme Piaget comprueba con sus inves-
tigaciones, no autoriza la discriminación. La diferencia no autoriza la jerarquía.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 279

la Grecia clásica230. En torno al concepto de naturaleza se teje


toda una gama de relaciones sociales. En la caracterización de lo
que sea naturaleza la sociedad occidental define, por contraste,
la cultura.

B. El paradigma atomístico-individualista.

En la medida que las relaciones mercantiles y el capita-


lismo se van afirmando vemos la disolución de las antiguas
comunidades, para desespero de los románticos. El paradigma
holista encuentra allí su verdadero fondeadero. Sin embargo, en
la proporción que los siervos van siendo expulsados de la tierra
y se dirigen a las ciudades, nace el individuo como referencia.
Cada uno, ahora libre de la dominación feudal, debe buscar
sus propios intereses en el “juego del libre mercado”. Al mismo
tiempo, el desarrollo de la industria profundiza la división del
trabajo231 y fenómenos que tienen una evolución paralela se
articulan: si Descartes había sugerido que “conociendo la fuerza y
las acciones del fuego, del agua, del aire, de los astros, de los cielos y de
todos los otros cuerpos que nos circundan (…) podríamos emplearlos
de la misma manera en todos los usos para los cuales son propios”. La
división del trabajo, particularmente, en el último cuarto del siglo
XIX, va a mostrar una profundización de la división del trabajo
científico. Cada región del saber va a ganar autonomía con
varias divisiones al interior de cada uno. En el interior de cada
segmento del saber el individualismo va a servir de paradigma.
Serge Moscovici comprendió bien esta dimensión:
“Así, el nacimiento del individualismo, con la individualización
de las acciones, de los intereses y de las relaciones humanas, dio
un vigoroso impulso a la oposición sociedad y naturaleza. Todo
ahora es moldeado según este patrón: átomo permanente indivi-
sible o mónada sin puertas ni ventanas, organismos luchando por
la sobrevivencia -¡el más fuerte ha de vencer!- animal agregado a
una horda, comprador o vendedor en el mercado, sabio aislado a
las vueltas de los enigmas del universo. En física, en biología, en
economía, en filosofía, en todas partes el individuo es la unidad
de referencia. Expresión acabada de la esencia de las cosas y del
hombre, encarna la naturaleza humana y certifica su estado ori-
ginario. En comparación, la sociedad sólo podría ser un estado
antagonista, una asociación derivada de voluntades diversas y
de moléculas independientes sometidas a presiones. Deducidos
estos antagonismos, el principio de las instituciones y de las leyes
políticas que hoy nos dirigen, tienen en él su firme cimiento”232.

230 De acuerdo a Herbert Marcuse, op. Cit., p.142 y siguientes.


231 Porto-Gonçalves, CW. “Reflexiones sobre geografía y educación: notas de un debate”
– en Tierra Libre-2- Ed. Marco Zero/AGB– Asociación de los Geógrafos Brasileros, Sâo
Paulo, 1987.
232 Moscovici, Serge. “La sociedad contra la naturaleza”, Petrópolis, Vozes, 1975.
280 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Como cada ser humano es movido por las pasiones y


emociones y no por la razón233, otra dicotomía del pensamiento
dominante occidental, era necesario un orden natural para las
cosas. Como la naturaleza era regida por leyes universales,
como las ciencias naturales demostraban con su lenguaje lógico-
matemático234, la ley y el orden que se inspirasen en ellas, serían
justas porque no derivarían de la pasión y de la emoción. Son
leyes naturales. Gobineau235 (1816-1882) y Ratzel236 (1844-1904)
son expresión de esta perspectiva. Más de una vez se transgrede
el campo del conocimiento racional científico y en su nombre se
proponen normas y valores. El nazi-fascismo es una variante de
esta creencia que, dicho sea de paso, no tiene nada de científico
puesto que extrapola su campo de competencia.
No debemos olvidar que a partir del siglo XVII y, sobre
todo, del XIX, la separación del hombre de la naturaleza no es
sólo una cuestión filosófica. Con el cercado de los campos en
Inglaterra, y por todas partes donde el capitalismo se expandía,
la urbanización se convertía en el patrón de organización del
espacio socio-geográfico. Es preciso leer a Foucault en “Vigilar
y Castigar”237, sobre todo para entender que los expulsados
del campo no fueron espontáneamente a buscar empleo en
las fábricas. Acostumbrados a vivir al sabor de los tiempos
biológico-astronómicos –día/noche- estaciones del año- los re-
cién llegados a la ciudad no se van a acostumbrar fácilmente al
nuevo “oikos”. El tiempo ahora es continuo, lineal –haga lluvia
o haga sol, haya frío o calor- la rutina es la misma: el reloj está
siempre con el mismo latido238. Quien no obedezca la norma…
Una vez más aparece la dicotomía naturaleza versus cultura a
través del par ciudad-campo; en la ciudad: la civilización, las
relaciones despersonalizadas, mediadas por los intereses; en el
campo: la naturaleza, la comunidad. La migración semanal de

233 Rouanet, S. Paulo. “La razón cautiva: las ilusiones de la conciencia de Platón a Freud”,
Sâo Paulo, Brasiliense, 1975.
234 Es comprensible que este proceso se haya dado inicialmente en la física y en la astrono-
mía con Galileo (1564-1642), Kepler (1571-1630) y Newton, por ejemplo. La observación
paciente del movimiento de los astros era posible de expresarse en una rigurosa lógica
matemática. Este lenguaje va, poco a poco, afirmándose como paradigma de cientifi-
cidad. Ser ciencia es incorporar este paradigma. La filosofía analítica es el climax de
este proceso. Por imitación, las ciencias sociales van a incorporar esta perspectiva, ab-
sorbiéndola acríticamente. Como la subjetividad que se desarrolla en el campo de las
relaciones sociales es un atributo del “objeto-hombre” y no se deja aprehender totalmente
por este paradigma –el problema de lo simbólico, por ejemplo- las ciencias sociales van
a dejar escapar la especificidad de su objeto cuando adoptan este abordaje.
235 Norbert Nisbet. “Historia de la idea de progreso”, Brasilia, INL –Universidad de Brasilia,
1985.
236 Gomes Mendoza J., y otros. “El pensamiento geográfico”. Madrid, Alianza Universidad,
1982, p. 193 y siguientes.
237 Foucault, Michel, “Vigilar y Castigar”.
238 Clarice Lispector captó con profundidad esta cuestión en su “La hora de la estrella”
llevada al cine por Susana Amaral.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 281

los citadinos (obviamente no todos) hacia las playas y sierras,


es la expresión de esta búsqueda de otro tiempo libre, sin hora,
para despertar, almorzar, merendar, cenar, dormir. La especu-
lación inmobiliaria y la industria hotelera “saben” suplir estas
necesidades, mercantilizándolas.
En el plano del conocimiento, la búsqueda de la afirmación
de la superioridad del hombre, dada su especificidad, viene
a constituirse en un verdadero síndrome. “El hombre es un ser
social”, “lo que separa al hombre de la naturaleza es el lenguaje”, “lo
que distingue a los hombres es el hecho de ellos fabricar instrumentos”,
“el tabú del incesto es lo que separa la cultura de la naturaleza”, “el
hombre es un animal político”. Todas estas formulaciones impli-
caron descubrimientos que, es indiscutible, abrieron nuevas
perspectivas para el conocimiento y la vida. Al mismo tiempo,
se nota en todas ellas la preocupación de que hombre-cultura
no es naturaleza.
Por otro lado tenemos a las “leyes de la naturaleza” que
se desarrollan independientemente de la voluntad y de las
pasiones humanas. La naturaleza-objeto puede entonces, ser
tratada objetivamente. La separación del sujeto del objeto para
realizar mejor el conocimiento de la naturaleza, de este modo,
excluye la reflexión sobre la naturaleza del conocimiento. No
se tiene en cuenta que todo observador-científico está inmerso
en un contexto socio-histórico que no sólo lo produce sino que
el propio observador-científico ayuda a producir. En fin, para
hablar sobre la naturaleza se usa una lengua y esta es una condi-
ción para su propio fundamento, así como es social, por lo tanto,
relación intersubjetiva. El uso del lenguaje matemático, de la
“lógica identitario-conjuntista”239, no resuelve el problema de la
significación que es siempre instituida socio-históricamente. La
naturaleza, como lugar de la ley y el orden universal, pensada a
partir de premisas individual-atomística, objeto a ser usado como
recurso por la sociedad, exige hoy ser repensada. Los propios
descubrimientos científicos establecen la necesidad de repensar
los fundamentos de la ciencia. La interdisciplinaridad exige una
transdisciplinariedad, una nueva relación entre lo particular y
lo universal, el sujeto y el objeto, la naturaleza y la cultura, en
fin, del significado de la ciencia. El imaginario iluminista si de
un lado rechazó la filosofía especulativa por sus vínculos con la
religión, del otro, se establecía un proyecto de mundo racional
donde la ciencia y la tecnología serían la base del progreso y
la felicidad del hombre. Ciencia, técnica, progreso y felicidad
son momentos que se articulan en el imaginario iluminista que
emerge claramente a partir del siglo de las Luces –XVIII.

239 C. Castoriadis.
282 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Nos gustaría ahora, a modo de ilustración y con los lí-


mites típicos de este tipo de procedimiento, relacionar algunas
de estas cuestiones que establecen la necesidad de repensar el
fundamento de la ciencia. Me sirvo, particularmente, de las
contribuciones de Edgar Morin, “El Método 1- la naturaleza de la
naturaleza”- Cornelius Castoriadis –“La institución imaginaria de la
sociedad” y “Las encrucijadas del laberinto-1”- y de Jacques Monod
–“El acaso y la necesidad”.

C. El orden – El mismo.

“Lo que me interesa, no es la “novela del universo (…),


son las elecciones conceptuales, teóricas y hasta lógicas
y paradigmáticas que, tras derrumbarse nuestro mundo
antiguo, van a permitir concebir un mundo nuevo”.
Edgar Morin

La idea de un cosmos ordenado, obedeciendo siempre


a las mismas leyes en las mismas condiciones, llevó a que se
privilegiase la idea de que hay ORDEN en el universo. En este
sentido, no se dio la debida atención al problema de cómo se
constituyeron las condiciones. El problema del origen remitía,
cuanto más distante en el espacio y en el tiempo, a las incertezas
de los datos e implicaba la imaginación. De allí al imaginario y a
los mitos se convertía en un pasaje casi inevitable. Sin embargo,
ya en el siglo XIX el Segundo Principio de la Termodinámica
anuncia el primer sismo en la idea de un universo eterno en sus
leyes y ordenamiento. Al inicio del siglo XX se descubre que
universo está en expansión “En el antiguo universo, el orden
era el soporte simple y evidente; la teoría del Big Bang busca
un comienzo elemental y puntual y sólo encuentra una puerta.
Es que la búsqueda del origen se degradó en la búsqueda de
un punto de partida (…) el problema del origen comporta una
contradicción insuperable en sus términos (…) No es posible
teorizar como si este problema no estuviese fundamentalmente
hipotecado por nuestras propias estructuras mentales”240, esta-
blece Edgar Morin. Más adelante dice:
“Ciertamente, el interés del Big Bang es evocar una explosión
térmica. Su insuficiencia consiste en la reducción del origen a la
única dimensión de la explosión térmica. Tenemos que superar
el Big Bang con una noción verdaderamente teórica: la noción de
catástrofe. El término catástrofe debe ser considerado no sólo en
su sentido geofísico y geoclimático tradicional, sino también y
sobre todo, en el sentido que le confirió René Thom (Thom, 1972).

240 Morin, E. “El Método 1, op. Cit., p. 47


Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 283

Este sentido asociado a una concepción topológica en el que el


término “forma” adquiere un sentido fuerte, significa: cambio/
ruptura de forma en condiciones de una singularidad irreducti-
ble. La idea fundamentalmente rica y compleja traída por Thom
conecta toda morfogénesis o creación de forma a una ruptura de
forma o catástrofe. Esta idea nos permite, por tanto, leer en los
propios procesos de desintegración y génesis. La catástrofe, idea
metamórfica, no se identifica con un comienzo absoluto y deja
abierto el misterio de lo desconocido a-cósmico o protocósmico.
Contiene la idea de acontecimiento y de cascada de aconteci-
mientos (aquí las negritas son mías). Lejos de excluir, incluye la
idea de desorden, y de modo genésico puesto que, la ruptura y
desintegración de una forma antigua constituye el propio proceso
constitutivo de la nueva forma”241

Edgar Morin ve en la concepción de Thom una ruptura


fundamental para la comprensión de la Physis puesto que
“de modo diferente del Big Bang, que es un momento puntual en
el tiempo, y se convierte en una causa separada de los procesos
que lo desencadenaron y que desencadenan, la idea de catástrofe,
acogiendo la idea de un acontecimiento explosivo, se identifica
con el conjunto del proceso metamórfico de transformaciones
desintegradas y creadoras. Este proceso prosigue aún hoy (ne-
gritas en el original). Así, no vamos a circunscribir la catástrofe
como un puro comienzo. Es el origen, explosivo o no, de nuestro
universo, que forma parte de una catástrofe y ésta continúa aún
hoy (negrita en el original). La idea de catástrofe es inseparable
de nuestro universo entero”.

Allí donde parecía reinar un universo mecánico relojero


se instaura el desorden, la catástrofe, el caos. Para un razona-
miento simplista basta sustituir el paradigma del orden por
el de desorden. Sin embargo, expresiones como “casualidad
organizadora” hoy ya no asustan a los físicos. Orden y desorden/
casualidad y necesidad forman parte de la Physis y se nutren
uno de otro produciendo sistemas organizados. Así, orden-
desorden-organización están permanentemente interactuando.
Hidrógeno y oxígeno son inflamables, no obstante, si se com-
binan en la proporción de H2O es el agua que apaga el fuego.
¿Qué es lo que ha provocado esta constitución? Podemos decir
que fueron necesarias determinadas condiciones que, hasta se-
rían improbables. Sin embargo, en la medida en que hubo este
acontecimiento, una serie de hechos ocurren necesariamente:
evaporación / condensación / precipitación / ríos / mares / etc.
También en la biología el orden fue perturbado. No se
pone en duda hoy el papel que juega la casualidad en la mu-
tación genética. Aquí también “casualidad y necesidad”, tér-

241 Idem, ibídem, p. 47


284 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

minos que se excluyen, tienen que ser admitidos en otro tipo


de razonamiento que no sea el reduccionismo y la creencia en
una ley general que se repite siempre igual a sí misma. Para un
paradigma que sólo veía “leyes en el universo” era necesario
abstraerse de todo aquello que escapaba a la norma, a la regla.
Lo nuevo era imposible. Lo que se tenía era siempre lo mismo.
Todo estaba determinado. Para actuar sobre la naturaleza era
necesario conocer sus leyes: existe un orden por detrás del caos
y es a partir de su revelación que podemos intervenir en lo real.
Lo que no está sujeto a regularidad, a ciclos –lo que forma parte
del pensamiento mítico242- debe ser puesto fuera de la ciencia.
De este modo, el universo es determinista. Como nos enseña
Edgar Morin, es preciso romper con la dicotomía caos/cosmo;
orden/desorden: es necesario tener a los dos y desarrollar, no el
pensamiento de la simplificación sino o el de la complejidad. El
mundo es un CAOSMO243.
El orden ya no reina soberano, sea en el universo microfí-
sico sea en el macrofísico. Esto no deja de abrir enormes “agujeros
negros” en nuestro entendimiento de la Physis.

D. El individuo como paradigma científico.

A lo largo del siglo XIX la investigación reduccionista


triunfó en todos los frentes. “Aisló y censó todos los elementos
químicos constitutivos de todos los objetos, descubrió las más
pequeñas unidades de la materia, primero concebidas como
moléculas y después como átomos, reconoció y cuantificó los
caracteres fundamentales de toda la materia, masa y energía.
Así, el átomo resplandeció como el objeto de los objetos, puro,
pleno, insecable, irreductible, componente universal de los gases,
líquidos y sólidos. Todo el movimiento, estado o propiedad po-
día ser concebido como cantidad mensurable en referencia a la
unidad primera que le era propia. De esta manera, la ciencia física
disponía, a finales del siglo XIX, de una batería de grandezas
que le permitía caracterizar, describir, y definir un objeto, fuese
el que fuese. Traía, al mismo tiempo, el conocimiento racional
de las cosas y su reconocimiento. El método de descomposición
y de medida permitió experimentar, manipular, transformar el
mundo de los objetos: el método objetivo.
En las diversas ciencias, aislar un objeto y explicarlo en
virtud de las leyes generales a las que obedecen y de los elemen-
tos más simples que lo constituyen, cambió el paradigma. Así,

242 Adorno, T. y Horkheimer, “Dialéctica del Iluminismo”, en “Los Pensadores”, Sâo Paulo,
Ed. Abril, 1975.
243 Morin, E. El Método 1- op. Cit., p.94
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 285

la biología concibió aisladamente su objeto propio, primero el


organismo y luego la célula, cuando ésta encontró su unidad
elemental: la molécula”244.
A comienzos del siglo XX el átomo ya no es la unidad
primaria indivisible e irreductible: es un sistema constituido
por partículas en interacción mutua –un sistema. Y no va a ser
tan fácil transformar la partícula en la nueva unidad indivisible
e irreductible. Rutherford transformó el átomo en un pequeño
sistema solar constituido por partículas gravitando en torno a
un núcleo, tan maravillosamente ordenado como el gran sistema
astral. Sin embargo, el orden newtoniano no fue transferido de
los cielos hacia los subterráneos del átomo. Las partículas sufren
una “crisis de identidad”:
“no es posible aislarlas de modo preciso en el espacio y en el
tiempo (en la observación el observador interfiere en su compor-
tamiento) y vacila entre la doble y contradictoria identidad de
onda y del corpúsculo. Pierde a veces toda sustancia (el fotón, en
reposo, no tiene masa). Es cada vez menos plausible que sea un
elemento primario; ora es concebido como un sistema compuesto
por quarks (y el quark sería aún menos reductible al concepto clá-
sico de objeto de lo que es la partícula), ora es encarado como un
“campo” de interacciones específicas. En fin, fue la propia idea de
unidad elemental la que se hizo problemática: tal vez, no existe
una última o primaria realidad indivisualizable o aislable, sino
más bien un ‘continuum’ (teoría de bootstrap) o una raíz unitaria
fuera del tiempo y del espacio (D’Espagnat, 1972)”245.

Con el desarrollo de la Etología, ciencia que estudia los


hábitos de los animales y de sus adaptaciones a las condiciones
del ambiente, se hizo cada vez más difícil comprender la evolución
de la vida animal tomándose como parámetro el comportamiento
de un individuo a partir de su disección en laboratorio. Hay que
reconocer hoy, que la vida en sociedad ya existía en aquello que
llamábamos naturaleza, sobre todo, en el reino animal. La Ecología
no puede comprender el ecosistema si no es capaz de comprender
estas relaciones que se desarrollan en el interior de una comunidad
específica y de las relaciones entre las diversas comunidades (la
biocenose). El individuo por todas partes, tiene que ser comprendido
en sus complejas relaciones como un todo, el sistema. Las especies,
simplemente no se adaptan al ambiente sino que lo producen y
sufren retroactivamente la acción del ambiente-sistémico que
ayudan a constituir.
Observar con atención las diversas contribuciones de las
ciencias físicas y biológicas abre un campo enorme para repensar a
las ciencias humanas. Durante muchos años se buscó “niños-lobo”246

244 Idem, ibídem, p.94


245 Idem, ibídem, p.94
246 Idem, ibídem, p. 94
286 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

para demostrar que sin la vida en sociedad el hombre retrocedía


a la animalidad.
“Ahora comenzamos a percibir la fragilidad de esta división.
Mientras nuestros intereses se dirigían hacia los mecanismos
fisiológicos, hacia los aparatos sensoriales y hacia los esqueletos,
tomando al individuo como unidad de análisis tanto en lo humano
como en el animal, las asociaciones establecidas por éste último
eran consideradas curiosas y esporádicas. Las colmenas de las
abejas y las colonias de hormigas sirvieron mas como tema de
discursos morales que materia para conclusiones científicas. Sin
embargo, fluyen las informaciones almacenadas y clasificadas
con mucho cuidado por innumerables investigadores. El levan-
tamiento de las asociaciones estables con beneficio recíproco, en
numerosas especies, demostró la correlación entre las exigencias
del medio y las regularidades de un comportamiento eminen-
temente social. En suma, existe sociedad en todas partes donde
existe la materia viva relativamente organizada; ella no comenzó
con nuestra especie (…) Primates, delfines y hasta pájaros, poseen
facultades de aprendizaje y creación de nuevos comportamientos
y de ellos dependen para su alimento y reproducción. Contrarian-
do el lugar común de una maduración biológica individual, los
animales, a semejanza de los niños en estado salvaje, esto es, solos,
aislados, no se desarrollan normalmente, y les es indispensable
el contacto con la madre y los semejantes”247.

Estos descubrimientos no hace a los hombres iguales a los


otros animales pues, cada uno de ellos se organiza socialmente
de modo propio y, por tanto, tienen su especificidad. La econo-
mía, ciencia humana donde más avanzó el uso de la lógica y del
lenguaje matemático, el paradigma del individuo continúa –todo
comenzó con Robinson Crusoe en su isla, solitario. Sin embargo,
la psicología más primaria está subyacente en estas teorías domi-
nantes en la economía. El homo economicus es visto bajo la óptica
de la “propensión al consumo”, “propensión hacia el ahorro”,
etc… Aquí podemos decir que hubo una regresión puesto que
Quesnay, Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx, a pesar de las
diferencias entre ellos, siempre pensaron el proceso económico
como siendo constituido y constituyendo clases sociales. Si no
hubiera una parte de la sociedad totalmente desprovista de los
medios para producir su vida el trabajo asalariado no existiría
y, sin él, el capital no se valoriza. La continuidad/reproducción
de una sociedad capitalista presupone no sólo garantizar los
medios materiales para el próximo ciclo de producción sino
también reproducir las clases sociales, logrando que siempre
haya personas sin condiciones de producir sus propias vidas y,
así, obligadas a someterse a los dueños del capital. Aquí también
no es posible continuar pensando en términos de individuos. La
sociedad humana no es una suma de individuos.

247 Moscovici, S., op. Cit., pp 23-24.


Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 287

En fin, por todos lados aflora el paradigma atomístico-


individualista y, con él, toda una visión que opone naturaleza y
cultura. No es posible continuar diciendo que el hombre es un
animal social pues, esto no nos distingue de los otros animales.
Tanto E. Morin como S. Moscovici nos informan de una serie de
investigaciones rigurosamente controladas, sobre todo, en los
mamíferos superiores, donde existen “comportamientos y papeles
tradicionales transmitidos de una generación a otra por iniciación in-
dividual y colectiva (…) las estructuras de las sociedades de primates
varían en el seno de una especie particular, comprobando una posible
independencia en relación al substrato genético”248.
Lévy-Strauss, que tanta contribución hizo a la antropo-
logía cultural desarrollo durante toda su vida la idea de que
las interdicciones y reglas que estructuran las relaciones de pa-
rentesco –el tabú del incesto, por ejemplo- relativizan esto que
sería el elemento distintivo entre cultura y naturaleza. Dice él,
en el prefacio de la 2ª edición de “Las estructuras elementales
del parentesco”249:
“Para comprender la esencia de la cultura es necesario remontarse
hasta su fuente y seguir en sentido contrario a su elan250, reanudar
los hilos rotos buscando su extremo libre en otras familias anima-
les y también vegetales. Finalmente, tal vez se deba considerar
que la articulación de la naturaleza y de la cultura no asume la
apariencia interesada de un reino jerárquicamente superpuesto
a otro que le sería irreductible, pero antes que un recomienzo
sintético posibilitado por la emergencia de ciertas estructuras ce-
rebrales dependientes, ellas mismas, de la cultura, de mecanismos
ya montados pero que la vida animal sólo ilustra bajo la forma
desunida y sólo aprueba en orden disperso”.

Otro mito se deshace: el hombre no sólo desciende de


los primates anatomo-fisiológicamente, sino también social-
mente. Cuanto más retrocedemos en el sentido de encontrar el
momento de la ruptura sólo vemos otra sociedad. El cerebro,
el andar bípedo, la visión frontal en profundidad, con el dedo
pulgar para hacer la presión, no son simplemente productos
de una evolución biológica sino socio-biológica, donde los dos
términos se condicionan recíprocamente. En verdad, lo que
tenemos son evoluciones hacia nuevas complejidades histórico-
naturales. Como dice Serge Moscovici: “Naturaleza y sociedad no
se excluyen mutuamente. La primera nos abarca como resultado de
nuestra intervención”251. En suma, el hombre es un ser que por na-
turaleza produce cultura, pero ésta no puede ser pensada como

248 Idem, ibídem, p. 24


249 La Haye, 1967, p. XVII
250 En francés en el original
251 Ob. Cit., p.27
288 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

determinada por la naturaleza entendida como un ser-otro, sino


como un-su-otro. Somos parte de la naturaleza y por razones no
sólo biológicas sino que, transformarla forma parte de nuestro
proceso histórico-natural252.
Su desorden forma parte del orden. El paradigma deter-
minista ha de reconocer sus límites. Tenemos que concordar
con Demócrito: “Todo en la naturaleza es obra del acaso y de la ne-
cesidad”. Los fundamentos de una historia, de una cultura, del
hombre, no pueden seguir siendo vistos como opuestos y contra
la naturaleza. Sabemos cuánto éstos términos están arraigados
en el pensamiento por la herencia milenaria consagrada por el
Renacimiento y por el Iluminismo. Pero, toda larga caminata
comienza siempre por el primer paso, y él ya fue dado por varios
autores. La degradación de las condiciones de vida exige de cada
uno de nosotros otra concepción/acción.

* La Técnica en la sociedad contemporánea.

Ninguna sociedad humana tuvo una relación con la téc-


nica como la sociedad europea ha tenido, sobre todo, a partir de
los siglos XVIII y XIX. Que cualquier sociedad use una técnica es
una verdad banal. Sin embargo, el aparato técnico de la llamada
sociedad industrial es otro, al punto de ser visto como el factor
por excelencia del desarrollo de los pueblos desde entonces. El
actuar instrumental gana una proporción impensable en socie-
dades regidas por instituciones religiosas, míticas y tradicionales.
De allí la exaltación de la ciencia contra la filosofía especulativa
y el absolutismo de la teología. A los críticos de la técnica se les
responde diciendo que se quiere volver a la edad de piedra.
Al final de cuentas, las sociedades primitivas, se cree, viven
apremiadas por el hambre y de ella se ocupan el día entero. Al
mismo tiempo se dice que, ellas son indolentes y prejuiciosas.
Una de dos: o ellas pasan el día entero corriendo tras el alimen-
to o son indolentes y prejuiciosas. Las dos cosas no combinan.
La ideología es así: no es hecha para comprender la realidad.
Sólo quien se ubica críticamente frente a ellas puede revelar
sus contradicciones internas. Sin embargo, se cree que la tecno-
logía, permitiría al hombre más abundancia y ocio. Dos siglos
de revoluciones industriales permiten un balance detallado de
sus resultados. Cuando se sabe a través de M. Sahlins253 y Pierre

252 No es este el lugar para desarrollar un análisis del multifacético proceso de hominiza-
ción. Para esto remito al lector hacia las siguientes obras que apuntan al sentido que
aquí proponemos y en los cuales nos inspiramos: Edgar Morin, “El enigma del hombre”;
Serge Moscovici, “La sociedad contra la naturaleza” y, del mismo autor, “En sayo sobre
la historia humana de la naturaleza”, Flamarion, París, 1968.
253 Sahlins, M. “Crítica de la razón práctica”.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 289

Clastres254, que las sociedades primitivas trabajan de 4 a 5 horas


por día y no todos los días, tenemos que repensar efectivamente
la relación que nuestras sociedades establecen con la técnica.
En este sentido, una tesis afirma: la relación que las sociedades
tienen con la técnica no es la misma, aunque todas tengan un
aparato técnico255. También la sociedad europea no tuvo siempre
la misma relación con la técnica. Que los griegos dominaban
el principio de la máquina a vapor es un hecho conocido. No
obstante, no la utilizaron concretamente.
Varios autores señalan que la sociedad capitalista se afirma
efectivamente cuando el capital comienza a desubicarse de la
esfera del comercio hacia la esfera de la producción. La manu-
factura es la primera expresión de ello. Reunir bajo un mismo
techo varios trabajadores; combinando los trabajos parciales de
cada uno bajo el comando del capitalista es su característica.
Sin embargo, desde el punto de vista técnico, la manufactura
depende del “saber” del trabajador y de los movimientos de su
cuerpo (manu-mano+factura-hacer = manohacer). Por lo tanto, la
energía humana es preponderante en las primeras manufacturas.
¿Por qué la máquinofactura sustituyó a la manufactura? Porque
es superior técnicamente, nos dicen. Pero, ¿por qué la máquin-
ofactura es técnicamente superior? Porque es más productiva,
nos responden. Sin embargo, ¿por qué la máquinofactura es
más productiva? Porque produce más unidades físicas de mer-
cancías en la misma unidad de tiempo. Y a partir de aquí, la
respuesta es tautológica: la máquinofactura es más productiva
porque produce más. Sin embargo, la respuesta a esta cuestión
es importante para quien esté interesado en la relación sociedad-
medio ambiente. En verdad la máquinofatura es superior, en el
sentido específico de más productiva, porque implica un mayor
dominio, control sobre el hombre y la naturaleza. Sobre el
hombre, porque con la máquinofactura quien determina el rit-
mo, el tiempo es quien controla la “llave de comando”, como lo
demostró magistralmente Chaplin en “Los Tiempos Modernos”.
La máquina funciona con un tiempo uniforme y lineal, funda-
mentalmente desarrollado en la física y en la astronomía y que
ahora es transplantado también, hacia un ambiente biológico y
socio-cultural. La sociedad industrial se inspiró en lo mecánico
y no en lo orgánico. La manufactura contiene una dimensión
orgánica muy importante que es la energía humana y cultural (el
saber hacer de los antiguos artesanos). Con la máquinofactura no
es el cuerpo del trabajador el que determina el ritmo del proceso

254 Clastres, P. “La sociedad contra el Estado” y “Arqueología de la violencia”.


255 Cf. C. Castoriadis. “La institución imaginaria de la sociedad”, Ed. Paz y Tierra, Río de
Janeiro, 1985.
290 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

de trabajo. Así, con la máquinofactura lo biológico y lo cultural


quedan subordinados efectivamente a lo físico, a lo mecánico.
La analogía de la máquina con el cuerpo no puede olvidar ver
una diferencia específica: la máquina es un cuerpo cuyos me-
canismos son más confiables que la máquina biológica, por lo
menos, a la escala humana que es el contexto que analizamos:
la gran industria moderna.
Con la generalización de la máquina a vapor, no es en vano
que James Watt decía ser una máquina universal, lo que viene a
significar que, ahora, “el saber” está materializado en la máquina
y no en el trabajador. Éste es un apéndice de la máquina. Se trata,
en verdad, de una nueva expropiación del saber del trabajador.
En las primeras décadas del siglo XIX va a haber un aumento
significativo de las mujeres y los niños en las fábricas. En torno
a esta cuestión tendremos las primeras grandes manifestaciones
obreras, que van a quebrar a las máquinas en diversas ciudades
inglesas. A finales del siglo XIX, con Taylor, vemos con claridad
lo que se entiende por “gerencia científica y racional del trabajo”.
Dice él que:
1) “El administrador asume…el cargo de reunir todo el conoci-
miento tradicional que en el pasado era poseído por el trabajador
además, clasificar, tabular y reducir este conocimiento a reglas y
fórmulas”256; 2) “Todo posible trabajo cerebral debe ser expulsado
de la oficina y centralizado en el departamento de planificación
o proyecto…”; y 3) “Tal vez, el elemento más prominentemente
aislado de la gerencia científica moderna sea la noción de tarea. El
trabajo de todo obrero es enteramente planificado por la gerencia,
por lo menos, con un día de anticipación, y cada hombre recibe,
en la mayoría de los casos, instrucciones escritas completas, por-
menorizando la tarea que debe ejecutar, así como los medios a ser
empleados para hacer el trabajo… Esta tarea específica no es sólo
lo que debe ser hecho sino también el tiempo exacto permitido
para ello… La gerencia científica consiste, muy ampliamente, en
preparar las tareas y su ejecución”257.

Lo que era realizado de una forma empírica a inicios del


siglo XIX es ahora hecho con el conocimiento previo de las reglas,
leyes y fórmulas y, a esa práctica se le llama “gerencia científica
o racional del trabajo”. El control riguroso de los movimientos
de los miembros del cuerpo del trabajador sometido al tiempo,
he aquí el meollo de la cientificidad aplicada al campo de las
relaciones sociales, en este caso, bajo el capitalismo.
En verdad, se trata de la eliminación más completa posi-
ble de la subjetividad por parte de aquellos que no detentan el

256 Taylor citado por Braverman, H. “Trabajo y capital monopolista: la degradación del tra-
bajo en el siglo XX”, Zahar ed., Río de Janeiro, 1978, p. 103.
257 Idem, ibden.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 291

control y la propiedad de los medios de trabajo y producción. Se


trata del desmenbramiento del cuerpo: la cabeza, el que planifica
y proyecta y, del otro lado, los brazos y piernas, ojos y oídos (pero
no el “trabajo mental”). En el límite de esta tendencia tenemos
la robotización. La informática contiene esta ambigüedad funda-
mental: algunos trabajadores altamente calificados cuya función
es preparar la rutina de trabajo de las grandes parcelas de traba-
jadores. Ciertamente, la descalificación de la mayor parte de los
hombres camina paralelamente a la extrema calificación de una
pequeña parcela258. Tal vez, sí ubica la cuestión de lo que significa
la naturaleza humana en este contexto histórico específico. La
naturaleza aparece así, como un ser-otro del hombre. La materia
prima, el objeto del trabajo –los instrumentos del trabajo- las
máquinas, son un-otro para la mayor parte de las personas y no,
un su-otro. No corresponde a ellas pensar, planear, proyectar, en
íntima relación con estos otros seres físico-químico-biológicos.
Esta práctica es desarrollada en otro lugar; en las universidades
y centros de investigación. Allí son debidamente desarmadas
para comprender mejor sus regularidades, leyes y fórmulas.
Allí, los fenómenos son abstraídos de su contenido real. Luego,
se insertan en la realidad socio-cultural sin que se perciba que,
una cosa es el proceso de conocimiento y otra es su inserción
en el contexto de las relaciones sociales, intersubjetivas, simbó-
licamente mediatizadas.
En el caso de la máquinofactura, por ejemplo, lo físico-
mecánico se inserta en contextos socio-ambientales regidos
por otros mecanismos. Nuevas síntesis hombre-naturaleza son
producidas. Con la máquinofactura la sociedad industrial se
libera (de manera siempre relativa a las nuevas síntesis socio-
ambientales) de otras formas de energía: la humana, como ya
vimos; la de los vientos, por su irregularidad e inconstancia; la
animal, por los inmensos problemas que se presentan entre ellos
por tener que tratar con los dos mundos –el reino biológico de
los animales y el físico de la máquina- lo que es contrario a la
voluntad –idea de especialización; la hidráulica, hasta que se
domine la técnica de transmisión de la energía.
Con el carbón, la sociedad industrial, inicialmente bajo
la égida del capitalismo y después del socialismo burocrático,
“realiza” la suprema voluntad de “liberarse de la naturaleza”.
Al principio, las fábricas fueron ubicadas junto a las minas de
carbón. Luego, con la utilización de la máquina a vapor en los
medios de transporte –el ferrocarril- el carbón y todo lo demás
llegan hasta donde está el capital industrial. La dicotomía
campo-ciudad puede ser también entendida como una dicoto-

258 Idem, ibden.


292 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

mía de procesos físicos y mecánicos –procesos con dominante


biológica. Es en la agricultura donde fue más tardíamente do-
minado el mundo biológico por la sociedad industrial. Tenien-
do que abastecer cada vez mayores aglomeraciones urbanas y
fábricas cada vez más capaces de consumir materias primas,
los ciclos de materia y energía que caracterizan la vida de cada
ecosistema se van a ver frente a nuevas síntesis. La química se
va a encargar de suplir los nutrientes que se pierden. Todo este
proceso está subordinado a otra temporalidad –la concurrencia
entre las empresas. Cada una buscará producir al máximo en
la misma unidad de tiempo -a esto se le llama aumento de la
productividad, por lo tanto, noción temporal. El hombre en las
fábricas y campos, y los ecosistemas, tienen que subordinarse a
esta temporalidad. El tiempo social instituye la técnica. La física
y la química al frente, la biología después con la genética, se
afirman. Las ciencias sociales que tratan del hombre continúan
“atrasadas”, lo que implica que se tiene un modelo de lo que es
“avanzado” y que, en el caso de nuestra sociedad occidental, es
la física, la química y, más recientemente, la biología. Naturaleza
y sociedad son diáfanamente separadas.
En este análisis, pienso haber dejado suficientemente claro
que toda esta división y compartimentación del conocimiento
es constituida socialmente por una cultura. Cada cultura, nece-
sariamente, produce nuevas síntesis con su-otro: la naturaleza;
asimismo, cuando considera a la naturaleza como un-otro del
que podemos ser “señores y poseedores”. La técnica, media-
ción entre lo social y lo natural, es instituida y, como tal, no es
neutra. Esto no quiere decir, evidentemente, que cada sociedad
tenga una técnica específica. Existen sociedades diferentes con
técnicas similares, así como hay sociedades emparentadas con
conjuntos técnicos diferentes. La antropología nos ofrece varios
ejemplos en este sentido. Sin embargo, el significado de la técnica
es siempre propio a cada sociedad. La técnica no determina y
no es determinada por una “Ley general” de la sociedad. Ella es
producto de elecciones y mucho menos racionales puesto que,
se desarrolla en el campo de las relaciones sociales, de la acción
comunicativa, nunca libre de manipulaciones, de control y de
dominación.
La física fue, indiscutiblemente, el fundamento de la má-
quina moderna. Apoyándose en las nociones de espacio y tiempo
que venían siendo desarrolladas desde la Edad Media tocaba
aplicarlos y redefinirlos en su campo específico de conocimiento.
Pero la física, así como todo el conocimiento científico, es una
abstracción, el sentido riguroso del término. La economía tam-
bién lo es. La realidad contiene relaciones complejas entre estos
diversos fenómenos que son objeto de estudio de los científicos.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 293

Más sin embargo, con todo lo físico que la máquina contiene, esta
inserta en esta compleja realidad también biológica, sociocultural
y política. Esta inserción de la máquina no es ingenua, pues,
es instituida en un contexto contradictorio. Las consecuencias
sociales y ambientales se harán sentir luego.
Hoy ya no es posible repensar estas complejas relaciones
de la sociedad con la ciencia, la filosofía y la técnica. Más que
posible es necesario. Los nuevos descubrimientos científicos
y los nuevos movimientos sociales que buscan afirmar su
singularidad están allí para exigir. Nosotros, que estamos en
la universidad, tenemos que romper con el aislamiento al que
estamos reducidos por un pensamiento heredado, que privi-
legia el trabajo intelectual frente al trabajo manual y también,
por el paradigma reduccionista, atomístico, que hace que cada
uno quede clausurado en su propio territorio. Así como la idea
de objeto es superada por el sistema, el científico también tiene
que reconocer que forma parte de un sistema, donde, hagamos
conciencia o no de esto, estaremos en relación con otros seres
similares y diferentes.

La interdisciplinaridad y la cuestión ambiental.

La complejidad de la cuestión ambiental ocurre de hecho,


al inscribirse ella en la interfase de la sociedad con su-otro, la
naturaleza. La dificultad en lidiar con esta cuestión en el marco
del pensamiento dominante heredado, son evidentes: en la
sociedad occidental, naturaleza y sociedad son términos que
se excluyen. Las ciencias de la naturaleza y las de la sociedad
viven en dos mundos aparte y, peor aún, sin comunicarse. No
hay como tratar acerca de la cuestión ambiental en este marco.
Hoy, sentimos y pensamos que esta es una de las formas de orga-
nizarse el saber, no es la única forma de hacerlo. En las diversas
regiones del conocimiento científico, percibimos la inquietud
que se manifiesta en el cuestionamiento de sus fundamentos.
La interdisciplinaridad se impone y, más aún, una concepción
más radical, en el sentido de ir a la raíz del problema: una trans-
disciplinaridad. El primer paso ya fue dado en la medida que se
percibe la necesidad de separarnos de la concepción reduccio-
nista, individualista-atomística del conocimiento y, dirigirnos
en dirección a la complejidad.
Todo nos lleva a creer que parte de este imbroglio259 en el
que estamos inmersos se debe al hecho de términos aceptados
sin reflexión, la idea de que la razón es la razón científica y

259 En italiano en el original.


294 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

tecnológica. La relación sujeto-objeto, característica de la razón


técnico-científica, no puede ser trasladada sin las debidas media-
ciones, hacia el terreno de lo social, campo donde se desarrolla
la relación sujeto-sujeto, mediada simbólicamente. He aquí el
terreno de los valores y de las normas, del imaginario y de lo esté-
tico. No se puede tratar este campo con el mismo procedimiento
que emprendemos en la relación teórica (donde sujeto y objeto
se ubican como polos de una relación dialógica de un tipo de
complejidad). No hay solución científica para el deseo y para lo
bello. Lo máximo que puede haber en este campo es la garantía,
lo que implica lucidez y lucha, de que en él haya el máximo de
libertad, esto es, que en él no haya manipulación, dominación
y represión para que, el actuar comunicativo sea efectivamente
libre y la sociedad pueda actuar con conocimiento de causa.
Nosotros, los científicos y/o pensadores tenemos una gran res-
ponsabilidad en este proceso. En torno a nosotros se juega la
responsabilidad de elucidarnos y develarnos los misterios del
mundo para que en él se pueda actuar racionalmente. Este pro-
yecto iluminista es, de una u otra forma, asumido acríticamente
por la mejor parte de los que están en la universidad y centros
de investigación (no hablo de aquellos, infelizmente muchos,
que están en esos lugares ejerciendo un empleo). Hemos creído
que la ciencia y la técnica son la salvación de la miseria y de la
injusticia y no se discute el significado de esta idea.
En la medida en que no mostramos los límites (en el
sentido más profundo del término y que incluye reconocer su
campo de validez) del conocimiento científico y técnico para re-
solver los problemas que la sociedad humana enfrenta, estamos
ayudando a perpetuar el mito. El Iluminismo, que tanto luchó
contra la religión y la autoridad como argumento de verdad,
acaba, por la práctica acrítica, produciendo nuevas autoridades,
nuevos mitos. Irónicamente, tenemos el “Papa” de la física, el
“Papa” de la matemática, el “Papa” de… Extraño camino de la
razón iluminista en su versión de sistema dominante: la relación
de la sociedad con su-otro, la naturaleza, se hace mediatizada
por el actuar comunicativo, relaciones intersubjetivas donde se
establecen los fines siempre imaginarios socio-históricamente
determinados, donde la razón técnico-científica no tiene plena
autoridad para decidir. Es el campo de la relación sujeto-sujeto
y no de la relación sujeto-objeto. Confundir estos dos campos
es ayudar a mantener el imbroglio y los graves problemas que
necesitamos superar. No se trata de decir, como ha sido común
en el creciente irracionalismo, que la ciencia y la técnica son
los responsables por los problemas de la sociedad. La ciencia
y la técnica son siempre instituidas socialmente, y esta es una
verdad que tenemos que afirmar. La cuestión es, por tanto, lo
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 295

que la sociedad quiere hacer con el saber científico y técnico.


Es preciso que la sociedad se apropie –en el sentido fuerte del
término, esto es, político- de la ciencia y de la técnica, lo que no
es una tarea fácil, dado el terreno contradictorio de lo social. La
lucidez es un bien tan necesario como son graves los problemas
con los que nos enfrentamos. Es, por lo tanto, de otra práctica de
los científicos y de los técnicos de lo que carecemos.
Es preciso reconocer que fue fuera de las universidades y
centros de investigación que resonó el grito de la degradación
de las condiciones de vida (prefiero este término porque en
él quedan implícitas las condiciones del hombre y de su-otro,
la naturaleza). El creciente interés por la cuestión ambiental
gana dimensión en tanto cuestión social y política, a partir de
la década de los sesenta con contornos románticos e idealistas.
Cornelius Castoriadis percibió con acuciosidad este problema
cuando dice:
“hay más que dependencia material, política y social de la ciencia
instituida con respecto al sistema instituido. Hay, es igualmente
importante, su dependencia con respecto a la metafísica implícita
y no consciente de esta sociedad, líneas de fuerza ideológica –ima-
ginarias del campo histórico contemporáneo. Experimentación,
cuantificación a todo precio, igual se hace trivial o no pertinente,
en la mínima formalización, expansión ilimitada del paradigma
cibernético-informacional (que toma el lugar de los paradigmas
“mecánicos” del siglo XVIII y energético-evolucionistas del siglo
XIX), preocupación exclusiva con el poder hacer y con la orga-
nización como fines en sí –estos no son, en el dominio científico
como en los otros, sino síntomas manifiestos de la transformación
del homo sapiens en homo computus, del zoon logon convertido en
zoon logistikon. ¿Cómo sorprenderse cuando la situación no se deja
modificar por coloquios? ¿Cómo sorprenderse con la dificultad
casi inseparable de hacer tomar conciencia de las cuestiones que
sobrepasan este cuadro y virtualmente lo destruyen; con el hecho
de que una tal tentativa no puede ser sentida por los prisioneros
de la caverna científica –el observar pegado en sus visiones
luminosas, en las pantallas de sus aparatos y en los resultados
que salen de los computadores- sino como una tentativa de re-
ducirlos a la oscuridad, que es muchas veces, en efecto, su propia
oscuridad interior? ¿Cómo sorprenderse también, con el hecho
de que tantos jóvenes que rechazan transformarse en animales
logísticos, porque con mayor frecuencia no tienen, precisamente
en función del sistema que los “educó”, la posibilidad de mostrar
la inconsistencia teórica de ese sistema, dado tan frecuentemente
a sus revueltas formas irracionalistas?”260.

Sin embargo, no tenemos cómo dejar de reconocer que


fue a partir de muchas de estas “revueltas irracionalistas” que

260 Castoriadis, C. “Las encrucijadas del laberinto 1”, Ed. Paz y Tierra, Río, 1986, pp. 231-
232.
296 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

la cuestión ambiental comenzó a ganar dignidad. No nos enga-


ñemos, puesto que en este campo que es del interés de todos, de
la especie, el sistema disputa la hegemonía. Para él es más que
una cuestión técnica. Para eso cuentan con nosotros. Más, allí
donde aparece una posible solución es que está el problema. El
campo técnico-científico, insistimos, no tiene competencia para
solucionar este problema puesto que, él se opone en la relación
de la sociedad con su-otro que es la naturaleza. Nadie más que
los científicos tiene la necesidad de establecer los límites de su
competencia. Werner Heisemberg (1955) ya nos había advertido,
“la ciencia formula enunciados válidos para dominios estricta-
mente delimitados y sólo en tales límites les atribuye validez”50.
Si esto ya es válido para la transferencia de enunciados de la
física hacia la biología, lo mismo en el interior de cada subregión
de cada área del conocimiento, ¿qué decir cuando salimos del
campo científico hacia el práctico terreno del actuar comunica-
tivo simbólicamente mediatizado?
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 297

De semillas, saberes y poderes

Como la ciencia está cada vez más politizada como lo


demuestra el debate acerca de los transgénicos y del cambio
climático global (efecto estufa), la exigencia de una precisión
conceptual se torna, exactamente por eso, aún más necesaria. Es
cosa sabida desde Francis Bacon y, más recientemente reiterada
por Michel Foucault, que “Saber es poder”. Sin embargo, no hay
consenso en la comunidad científica en cuanto al tratamiento
que ha de ser dado a esta compleja relación, el hecho es que
la historia reciente nos viene obligando a dedicarnos con más
atención al tema. Desde 1945, con el uso de la bomba atómica,
es que la ciencia se ha convertido en un asunto muy serio para
quedar en manos de los científicos, si se me permite apropiarme
de la máxima de Carl von Clasewitz (1780-1831), el teórico de
la guerra. En el caso de la bomba atómica, la relación entre el
conocimiento científico y el poder, por medio de la guerra, queda
por lo demás explícita. No obstante, más recientemente, esta
relación entre conocimiento científico y poder se viene haciendo
más banal, al hacerse más próxima a nuestra cotidianidad por
medio de cuestiones como nuestros alimentos, remedios y de
los cambios climáticos (que aún siendo global, atañe de modo
desigual a las diferentes regiones y los diferentes grupos sociales
en el mundo, y de las islas a lo largo de los océanos Pacífico e
Índico en particular).
Considerar la relación entre ciencia y poder es una exi-
gencia de la propia ética científica, en la medida en que esta
relación está implicada en la propia naturaleza de la producción
del conocimiento científico, sobre todo, pero no exclusivamen-
te, frente a las condiciones materiales y de financiamiento. Las
aproximaciones cada vez más comunes entre el Estado y las em-
presas, han establecido nuevas y complejas cuestiones como, por
ejemplo, el del carácter público del conocimiento científico que se
traduce en la exigencia de publicar (hacer público) y la condición
298 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

privada que caracteriza a la institución empresarial que exige la


sigilosa protección del conocimiento. Los seminarios, coloquios,
simposios, congresos y encuentros científicos ya no son más la
comunicación abierta del conocimiento, dada la preocupación
cada vez mayor por su patentamiento.
Es con la intención de contribuir al debate acerca de los
Organismos Genéticamente Modificados (OGMs) que, en nom-
bre de una precisión conceptual, sugiero rechazar el concepto
de OGM pues, rigurosamente hablando es todo lo que existe
en la evolución de las especies. El proceso de constitución de
las especies o especiación se da siempre en la naturaleza por
modificación genética, sea como proceso no-intencional o, como
los cultivados o creaciones humanas que co-evolucionan con pro-
cesos naturales durante largos tiempos. La lengua portuguesa
tiene, sobre todo entre los campesinos, una expresión rica para
entender esto cuando se refiere al suceso o el “no-suceso” de una
semilla seleccionada y plantada diciendo que la semilla “vengó
o no vengó” (prendió o no prendió). Así, lanzan a la naturaleza
una semilla y esperan que ella opine, o sea, que la naturaleza la
asimile en una relación dialógica y no unilateral.
Lo que hoy está en debate no son los Organismos Gené-
ticamente Modificados y sí los Organismos Laboratorialmente
Modificados que, son organismos cuyo proceso de creación no se
da de forma libre en la relación de la sociedad con la naturaleza,
sino a partir de los laboratorios cada vez más ligados al mundo
financiero, industrial y mediático. Ya no estamos más frente a
la agri-cultura y sí, frente al NEGOCIO que opera en el agro: el
agro-NEGOCIO, como el complejo técnico-científico-empresarial
gusta en autodenominarse (siguiendo aquí la buena norma an-
tropológica de respetar al máximo las autodenominaciones).
Con los Organismos Laboratorialmente Modificados
cambia el lugar de la producción de conocimiento en un sector
fundamental para la existencia humana puesto que es, se dice,
respeta la reproducción energético-alimentaria de nuestra espe-
cie, la agricultura y la crianza de animales. De esta manera, el
conocimiento es tanto alimento como condición necesaria para la
reproducción social –porque además, todo modo de producción
de alimento es un modo de producción de conocimiento-, lo que
estamos presenciando es la desubicación de la producción de
cultivos hacia los Organismos Laboratorialmente Modificados,
a la desubicación del locus de poder que pasa de los campos y
de los campesinos y de los más variados pueblos originarios
hacia los grandes laboratorios del complejo técnico-científico-
empresarial. En fin, más que a una revolución tecnológica,
estamos frente al cambio en las relaciones sociales y de poder
por medio de la tecnología.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 299

Con la reciente onda por la expansión de los monocultivos


de especies de plantas con vistas a la producción de combustible
(etanol, diesel de origen vegetal), un nuevo complejo de poder
técnico-científico-industrial-financiero-mediático se viene con-
figurando con la fusión de empresas automovilísticas asociadas
con empresas del ramo de la biotecnología, industrializando la
agricultura y sometiendo, cada vez más, no sólo el destino de
las plantaciones y de los pueblos originarios y campesinos sino
también a toda la humanidad, a los designios de media docena
de empresas. La DuPont de Nemers se asoció a la Pionner Hi-
bred (semillas) y la British Petroleum. La Toyota se asoció a la
British Petroleum en Canadá para producir etanol. La Volkswa-
gen se acaba de asociar a la ADM (alimentos). La Royal Dutch
Shell se lanza a la producción de aceite carburante y la Cargill
a la producción de aceite diesel. El mejor ejemplo de esto es la
alianza de los agro-negociantes con el sector del complejo de los
combustibles fósiles estadounidense recientemente consagrada
con la creación de la Asociación Interamericana de Etanol, que
tiene en el Sr. Jeb Bush y el Sr. Roberto Rodrígues (ex ministro
del gobierno de Lula y miembro de la Asociación Brasileña de
Agro-negociantes) sus principales dirigentes261.
Son graves las consecuencias de lo que está en curso, serán
peores hasta lo hoy visto desde el siglo XIX, sobre todo, porque
en esa época los combustibles fósiles fueron colocados a la dis-
posición de la producción de alimentos (máquinas de vapor, los
tractores y cortadoras, por ejemplo) mientras que ahora, es la
agricultura (o, ¿el negocio del agro?) el que se coloca al servicio
de la máquina de vapor para dar vida a un modo de vida que,
se sabe, es insustentable desde el punto de vista ecológico y que
tiende a agravar la injusticia social.
La diversidad cultural tiende a ser amenazada. Todo in-
dica que el destino de la humanidad y del planeta dependerá
de la solución de esta lucha que, cada vez más, viene exigiendo
la atención de todos.

261 Es del Sr. Jeb Bush la frase: “del ALCA al Alcool”. Con esto se explican los objetivos
geopolíticos de la Asociación Interamericana de Etanol.
300 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 301

De sabores, saberes y poderes


Del rigor de la ciencia262

“En aquel imperio, el Arte de la Cartografía adquirió una tal


perfección que el mapa de una sola provincia ocupaba toda una
ciudad, y el mapa del Imperio, toda una provincia. Con el tiempo,
estos mapas desmedidos no satisfacían y los Colegios de Cartó-
grafos levantaron un mapa del Imperio que tenía el tamaño del
Imperio y coincidía punto por punto con él. Menos apegadas al
estudio de la cartografía, las generaciones siguientes entendieron
que este extenso mapa era inútil y, no sin impiedad, lo entregaron
a las inclemencias del sol y de los inviernos. En los desiertos del
oeste subsisten despedazadas ruinas del mapa, habitadas por
animales y por mendigos. En todo el país no queda otra reliquia
de las disciplinas geográficas.

Suárez Miranda: Viajes de Varones prudentes,


Libro IV, Cap. XIV, 1658”

Jorge Luis Borges.

“Los filósofos se han dedicado a buscar la raíz


de las cosas y no a las cosas”.
Michel Foucault.

Nos deberíamos habituar a afirmar de una vez por todas,


que el conocimiento no se reduce al conocimiento científico como
se quiso modernamente hacer creer, descalificando con esto otras
hablas y otros saberes simplemente porque no eran científicos.
Hoy no sólo sabemos que sabemos poco de la physis. Se
sabe, que solamente conocemos el 10% de la materia conocida,
que no es lo mismo que la materia conocible, como nos lo en-
seña el físico Marcelo Gleiser; que utilizamos una parcela muy
pequeña de nuestro cerebro; que hay, más allá del conocimiento
científico, un vasto conocimiento acerca de la naturaleza desa-
rrollado por las poblaciones que los crearon a través de culturas
tejidas en una relación con-la-naturaleza y no contra-la-naturaleza,
como la sociedad occidental urbana moderna.
En fin, el conocimiento científico es un modo de conocimiento
y no El conocimiento. Y, aún, el conocimiento está inscrito en la

262 J.L. Borges, 1988, Historia Universal de la Infamia, Editora Globo, Río de Janeiro.
302 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

vida de cada uno, pues, no se vive sin conocimiento. Todo y


cualquier ser vivo tiene que estar abierto hacia el mundo, hacia
el ambiente, de donde extrae lo necesario para alimentarse. Tiene
que saber por el olor, por el olfato, por el tacto (por el paladar),
por la visión, por el sonido. Finalmente, los seres vivos tienen po-
ros por medio de los cuales cambian con el ambiente revelando
sus límites a través de estos poros que, al mismo tiempo, es por
donde cambian materia, energía e información. Hay un dicho
popular que llama tapado(a) a aquel(lla) que no está abierto hacia
el mundo. El ser humano no escapa de este estrato natural animal
que es. También sabe por el olor, por el olfato, por el paladar, el
tacto, por el sonido, más sin embargo, superdimensionamos lo
que sabemos por medio de la visión263.
Además, varias lenguas nos indican que se sabe no sólo
por medio de la visión como nos señala la misma raíz de Saber
y Sabor del español; Sapere y Sapore del italiano, o Saveur y Savoir
del francés. Sabemos que toda cultura se hace transformando
lo crudo –la naturaleza- en cocido –la cultura (Lévy-Strauss264),
en saber crear el sabor. Lo culinario es la síntesis de este entre-
cruzamiento radical de toda sociedad (relación de los hombres
y mujeres entre sí y con-la-su-naturaleza, como gustaba escribir
Teodor Adorno). Y el sabor, sabemos, implica la indisociabili-
dad del olor y de la visión, del tacto y del paladar. Es una lógica
material, como lo designó el físico y filósofo Gastón Bachelard,
al contrario de la lógica formal (lógica de las formas) o la lógica
oculista dominante en nuestra sociedad.
En el medio científico esta lógica formal quedó consagra-
da por el uso frecuente de gráficos con sus líneas y curvas que
ofrecen a nuestra visión formas (éidos, del griego), gráficos acer-
tadamente llamados cartesianos. En la geografía, la consagración
de esta lógica oculista, formal y matemática está naturalizada
en los mapas. Ya vimos que los mapas están asentados en co-
ordenadas cartesianas y que sus grados, minutos y segundos
señalan que un tiempo abstracto comanda la representación
(y control) del espacio. Esta abstracción matemática a partir de
horas que son iguales en cualquier lugar, no impide que el mapa
aparezca a cada uno de nosotros como algo objetivo. Se precisa
mucha imaginación para descubrir que nuestro barrio, nuestra
ciudad, nuestro país o el planeta entero, cabe en un pedazo de
papel de algunos pocos centímetros, lo que no nos impide decir
que ellos están allí objetivamente. Hasta se dice que, lo que no
está en el mapa no existe. Lo que, de cierta forma, no deja de ser
correcto, desde el momento en que se considera que el mapa no

263 Se acostumbra a decir que un hombre inteligente es un hombre de visión, un hombre


que ve lejos, un águila. No se dice que es un hombre que sabe escuchar, por ejemplo.
264 Strauss, C.L, El pensamiento salvaje, Papirus Editora, 1989, Campinas, Brasil.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 303

es el mundo en el papel y sí, la invención de un mundo que se


visibiliza e invisibiliza lo que ha significado para quien hace el
mapa. Imagen y magia están más fuertemente ligados de lo que
admite nuestra vana imaginación. Cada sociedad vive (y muere)
de los mitos que crea.
Hay además muchos saberes inscritos en los haceres y
no en nuestros decires o nuestros escritos. El hacer nuestro de
cada día está impregnado de conocimientos y el hecho de que
alguien no sepa hablar de este conocimiento no quiere decir
que no lo sepa. Puede simplemente no saber…decir, hablar, o
sencillamente, no ser de su hacer…el decir. A fin de cuentas,
alguien puede decir “nos llevan” y saber decir hacia donde va,
mientras otro puede decir “nosotros vamos” y no saber hacia
donde va. Quien ya entró en una selva, en un río, en un matorral
o en una caatinga265 o en el mar, ya sea con un mestizo, con un
indio, un campesino o con un pescador, sabe que hay un enorme
acervo de conocimientos producidos por estas otras matrices
epistémicos lo que, hasta ahora, nos hemos rehusado a aceptar
como tal, sin embargo, no hemos dejado de apropiarnos de estos
saberes que están subyacentes en la culinaria y la medicina dis-
ponible para la humanidad. Una simple contabilidad de quien
se beneficia de este acervo de conocimientos sólo en el mundo
de la farmacología nos daría cuenta de la enorme injusticia que
se fundamenta en el prejuicio. Sabemos cuanto el decir que los
otros no saben ha servido de fundamento y justificación para que
algunos hombres y mujeres se impongan sobre otros hombres y
mujeres de las más diversas culturas. Aquí, la diferencia requiere
igualdad política.
Sabemos, o deberíamos saber, cuánto de prejuicio duerme
en cada uno de nosotros formados en esta tradición de 2500 años
de pensamiento occidental. A la final, el conocimiento, desde la
crisis de la democracia ateniense pasó a ser, cada vez más, un
conocimiento hecho por especialistas que, para conocer verda-
deramente, sea lo que sea que esto signifique, se debían dedicar
exclusivamente al arte de pensar. Para ello, debían mantenerse
libres del trabajo manual forjando así, un verdadero abismo entre
el trabajo manual y el trabajo intelectual, entre los que hacen y
los que piensan. Reafirmamos que este abismo es cavado por el
prejuicio contra los que trabajan, contra los que operan con las
manos. El conocimiento racional, esto es, el conocimiento lógico,
científico y filosófico pasa a ser desarrollado en un mundo aparte,
como si fuera un mundo sobrelunar, visto de lejos266.

265 Caatinga: vegetación propia del nordeste del Brasil, constituida por arbustos pequeños
y espinosos. Está ubicada en una región de clima semi-árido. NT.
266 ¿Para no ser visto?
304 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Así, la verdad descubierta en los gabinetes, catedrales,


mezquitas, monasterios o laboratorios será llevada a los que
viven en el mundo sublunar. De esta forma, la verdad se hace
externa al mundo vivido por los hombres y mujeres mundanos.
Aunque hoy tenemos el Pastor, el filósofo, el político o el cientí-
fico que, por estudiar, creen conocer la verdad y, por eso, están
autorizados a llevarla, desde fuera, a quien no la conoce. La ver-
dad no estaría entre los hombres y mujeres en su cotidianidad, en
medio de sus relaciones recíprocas y con la naturaleza, sino fuera
de estas relaciones mundanas. Los que trabajan con las manos,
aquellos que están en el mundo del trabajo, mundanos como
son, no son vistos en su plena humanidad puesto que serían
seres desprovistos de razón y, de este modo son, simplemente,
manos…(de obra).
Se registra, aún, que este saber racional, desde la Grecia
clásica, era desarrollado exclusivamente por los hombres y
negado a las mujeres, como si ellas no fuesen capaces de desa-
rrollar un conocimiento racional. Ello se origina de la creencia,
presente aún hoy día, que las mujeres son emotivas, pasionales
y no racionales. Y, más aún, para los griegos, las mujeres estaban
excluidas de la vida pública que sólo era admitida para algu-
nos hombres. Así, aquella actividad humana que los griegos
consideraban como la más sublime: la política, era negada a las
mujeres. De este modo, las mujeres estaban impedidas de estar
en público y expresar su verdad. La verdad griega era la ver-
dad de su mitad hombre. De allí hasta hoy, la expresión hombre
público es una expresión calificada positivamente mientras que
la de mujer pública es descalificada puesto que, es sinónimo de
mujer mundana (prostituta).
Todos los análisis de las implicaciones éticas, políticas,
sociales, económicas y culturales del sistema técnico-científico
nos indica que el mundo que vivimos apunta hacia la necesidad
de un diálogo con matrices de racionalidades distintas, donde
el conocimiento no sea reducido al conocimiento científico y la
racionalidad reducida a la racionalidad científica.
El conocimiento técnico y perito, aquel que se presenta
como un conocimiento universal generaliza sus prácticas y,
con esto, extiende las consecuencias de sus actos hacia amplios
segmentos sociales que no participan de las decisiones pero que
sufren los efectos. Y, como sabemos, no se trata de cualquier
efecto (uso de la ingeniería genética; de la biotecnología en la
comida nuestra de cada día; el riesgo nuclear; “accidentes” pro-
venientes del “mundo químico”; el efecto estufa; el hueco de la
capa de ozono; la erosión genética; el desequilibrio hídrico; la
pérdida de los suelos; etc.). Así, decisiones tomadas en base a una
legitimidad técnica y científica, legitimidad ésta que, dicho sea
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 305

de paso, es hoy puesta en duda dentro de la propia comunidad


científica, contribuye a producir riqueza para algunos, pobreza
para muchos y desequilibrio ecológico para todos.
En fin, el conocimiento técnico-científico, por mejor que
sea y por más que sea considerado como un conocimiento válido,
no es suficiente para que una decisión eficaz pueda ser tomada,
sobre todo, cuando envuelve sistemas complejos como los que
incluye la relación del hombre con la naturaleza puesto que,
siempre involucra sistemas de alto grado de incerteza, dinámicas
naturales, en sí mismas complejas (complejidad ordinaria) y, aún,
sistemas morales, éticos, sociales, políticos y culturales, o sea,
sistemas de complejidad reflexiva.
Es preciso que se tenga en cuenta que la razón instru-
mental, aquella que se forja en una relación sujeto-objeto, no
contempla la complejidad del mundo vivido, el mundo de las
relaciones intersubjetivas, de la razón comunicativa, donde otros
modos de conocimiento se dan267.
No basta el conocimiento objetivo de una determinada
situación, sea lo que sea que esto signifique, para los que se dan
a la tarea de producir este conocimiento tengan la competencia
para formular la solución. El modo como cada uno de los que
están implicados percibe la situación es diferente, así como la
propia historia vivenciada por los protagonistas directos implica
que ninguno de los involucrados sean igualmente acreditados.
Así, por ejemplo, un liderazgo comunitario implica un modo de
conocimiento inscrito en la relación entre los miembros de aquel
lugar, de aquel espacio. Generalmente él sabe algo fundamen-
tal para sus pares, en caso contrario, él no sería acreditado por
ninguno, tampoco lo sería un liderazgo comunitario, sindical,
religioso. Este modo de conocimiento implícito en las propias
relaciones de una determinada comunidad debe ser considera-
do como parte de la realidad objetiva y, como tal, muy proba-
blemente contribuirá a hacer como mínimo, que la mediación
entre el conocimiento técnico-perito y la efectiva solución de los
problemas sea creída por los directamente implicados. Se trata
de un capital político-cultural objetivado en las relaciones de la
comunidad implicada.
El liderazgo de un Pastor, o de un sindicalista, el prestigio
de un viejo pescador, o de un Shamán, o del (la) más viejo(a)
para las comunidades tradicionales implica conocimientos otros,
una verdadera ‘comunidad extendida de peritos’ (extended peer
community) como la llaman Funtowicz y de Marchi268. Indepen-

267 Porto-Gonçalves, C.W. 1987. Posibilidades y límites de la ciencia y la técnica frente a


la cuestión ambiental, Revista Geosul, Florianápolis; Porto-Gonçalves, C.W. 1989. Los
(Des)caminos del medio ambiente, Contexto, Sao Paulo.
268 Funtowicz, S. y de Marchi, B. 2000. Ciencia posnormal, complejidad reflexiva y sustenta-
bilidad. En: Leff, Enrique (coord.) La complejidad ambiental, Siglo XXI-PNUMA, México.
306 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

dientemente de los títulos ‘oficiales’ que estos ‘diferentes peritos’


tengan, con certeza, amplían no sólo la cualidad del conocimien-
to con respecto del ambiente en el que viven sino también pueden
prestar una cualidad fundamental –la cualidad de eficacia- a las
medidas que, eventualmente, vengan a ser indicadas, porque
ubican nuevas mediaciones en la relación entre el perito con-
vencional y el mundo vivido por los directamente implicados
(Funtowicz y de Marchi). Finalmente, las relaciones sociales y de
poder son instituidas por sujetos cognoscentes, por hombres y
mujeres que conocen porque el conocimiento está inscrito en la
vida y este conocimiento no necesariamente es escrito o hablado
(de Certeau269 y Porto-Gonçalves, 2002270).
De una vez y de otra forma, estamos viendo cómo el cono-
cimiento implica a la sociedad como un todo, con sus relaciones
sociales y de poder. No nos engañemos: cualesquiera que sean
las razones que llevan a la crisis del conocimiento disciplinario
instituido (por un proceso desencadenado por sujetos instituyen-
tes), esta crisis en el plano del conocimiento está indicando una
crisis profunda de las propias relaciones sociales y de poder. Así,
debemos admitir ya como punto de partida, que una perspectiva
interdisciplinaria, aunque necesaria, no puede ser vista como un
remedio para todos los males, una panacea, como si pudiésemos
instituir una nueva estructura de pensamiento disociada de las
relaciones sociales y de poder, una cabeza sin cuerpo.
Estamos, pues, muy lejos de una nueva perspectiva inter-
disciplinaria o multidisciplinaria y sí, frente a algo que envuelve
otras relaciones sociales y de poder que, como tal exige otro
conocimiento implicando, incluso, otros protagonistas, otros
saberes. Es de una otra racionalidad que carecemos, con el cui-
dado de que ella no se imponga de fuera por medio de algún
saber (que se quiere) competente y que reproduzca la separación
entre hombres de pensamiento y hombres de acción, tal como
bien señalara Hanna Arendt271. Los caminos de la racionalidad
ambiental apuntados por Enrique Leff272, la ciencia posnormal
de Walter Pengue y Silvio Funtowicz, y la hermenéutica diató-
pica de Boaventura de Sousa Santos273 son buenas pistas para
este encuentro.

269 De Certeau, M. 1994. La invención de lo cotidiano, E. Vozes, Petrópolis.


270 Porto-Gonçalves, C.W. 2002. Medio ambiente, ciencia y poder: diálogo de diferentes ma-
trices de racionalidad. En: Sorrentino, M. (Coord.) Ambientalismo y Participación en la
contemporaneidad. Educ-Fapesp. Sao Paulo.
271 Arendt, H. 1971. Sobre la revolución. Morâes ed., Lisboa.
272 Leff, E. 1998. Saber ambiental: sustentabilidad, racionalidad, complejidad, poder. Siglo
XXI-PNUMA, México.
273 Santos, Boaventura Sousa. 2002. Democratizar la democracia: los caminos de la demo-
cracia participativa. Ed. Civilización Brasileña, Río de Janeiro.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 307

Tercera Parte
En defensa de Abya Yala
308 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 309

Tercera Parte
En defensa de Abya Yala
Chico Mendes, un ecosocialista274

Francisco Alves Mendes Filho nació en el Seringal275 Porto


Rico, en el municipio de Xapuri el 15 de diciembre de 1944; hijo
de padres originarios del noreste de Brasil276 que migraron a la
Amazonia, sobretodo en la segunda mitad del siglo XIX [una de
las 27 unidades territoriales administrativas de segundo nivel,
abajo del estado central, de Brasil. El estado del Amazonas, por
supuesto, está ubicado en la Amazonia]. Desde los 11 años tra-
bajó de seringueiro, como se les llama en Brasil a las personas que
se dedican a extraer el látex de los árboles de Hevea brasiliensis y,
así, compartió el destino común de aquellas familias cuyos hijos
en vez de ir a la escuela trabajaban en los seringales.
Chico277 Mendes tuvo la fortuna de encontrarse con quien
sería su gran maestro, Fernando Euclides Távora, quien no sólo
le enseñó a leer y a escribir sino también, le mostró el camino
que lo haría interesarse por el destino del planeta y la huma-
nidad. Euclides Távora, era un militante comunista que había
participado activamente en la revuelta comunista de 1935 en
Fortaleza, capital del estado de Ceará y, más tarde, en la Revo-
lución de 1952 en Bolivia. Al regresar a Brasil, a través del estado
de Acre, Euclides Távora se asienta en Xapuri y se convierte en
guía de Chico Mendes, quien siempre hablaba con gran cariño

274 Versión traducida del portugués por Leticia Durand y Arturo Argueta, Investigadores del
Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias, Universidad Nacional Autónoma
de México. 1° /dic/2008
275 Seringal es una área de la selva amazónica onde hay explotación de seringueiras, árbo-
les de la especie Hevea brasiliensis, de cuales se extrae el látex o seringa (N.t.)
276 El nordeste de Brasil es una región semiárida, de sequías prolongadas, con una distri-
bución desigual de tierra y que al ser de las más pobres del país, la hacen una zona de
fuerte expulsión de población (N.t.).
277 Chico, diminutivo de Francisco en portugués (N. t.)
310 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

de su mentor y educador político y a quien nunca más volvió a


ver, después del golpe de estado de 1964 en Brasil.
La educación se convirtió en una verdadera obsesión para
Chico Mendes, quien le daba un sentido mucho más político que
práctico pues, pensaba, que al saber leer y escribir el seringueiro
podría defenderse de los robos en las cuentas de la tienda de
raya del patrón. En 1975, cuando ya militaba en las comunida-
des eclesiásticas de base (las Cebs) funda el primer sindicato
de trabajadores rurales en la ciudad de Brasiléia, en Acre, junto
con su amigo Wilson Pinheiro.
En marzo de 1976, organiza con varios compañeros, el
primer Empate en el Seringal Carmen. Un Empate consistía en
la reunión de hombres, mujeres y niños en los seringales bajo el
liderazgo de los sindicatos para tratar de impedir, con su pre-
sencia, la deforestación de la selva por parte de los ganaderos,
generalmente radicados fuera de Acre. Más tarde, los Empates se
tornarían una acción emblemática de la lucha de los seringueiros.
Durante los Empates se alertaba a los peones de los ganaderos
que la tala de la selva significaba la expulsión de las familias de
seringueiros que, sin árboles, se quedaban sin trabajo. Se les invi-
taba a colaborar con su lucha ofreciéndoles colocações y estradas278
para trabajar el látex y, manteniéndose firmes, los seringueiros
expulsaban a los peones encargados de derribar la selva de sus
campamentos de destrucción. Los Empates tuvieron un papel
decisivo en la consolidación de la identidad de los seringueiros
y esa acción de resistencia logró llamar la atención de todo el
Brasil, especialmente, después del asesinato de Wilson Pinheiro
el 21 de julio de 1980.
Chico Mendes continuó movilizando a los seringueiros con
los Empates, aún después de que las autoridades gubernamenta-
les, frente al éxito de la resistencia de los seringueiros, comenzaron
a desarrollar proyectos de colonización. Chico Mendes, desde
entonces, mostraría una lúcida comprensión del significado de
aquella estrategia gubernamental que, incluso, encontraba eco
entre militantes sindicales pero que él rechazó tajantemente.
Consideraba que el seringueiro dejaría de ser seringueiro, convir-
tiéndose, al aceptar un pedazo de tierra, en un colono-agricultor
confinado a una parcela de 50 ó 100 hectáreas. Chico Mendes
apreciaba el modo de vida del seringueiro, quien utilizaba un
pequeño solar junto a la casa para establecer algunos cultivos
y criar animales de corral, mientras colectaba frutos y resinas
en la selva, entre ellos el látex. Para los seringueiros la fuente de

278 La “colocación” es el lugar donde viven los seringueiros y se encuentran dispersas al


interior del seringal. Las “estradas” se refiere a las veredas que rodean y cruzan las
extensiones que contienen los árboles de Hevea y que los seringueiros recorren para
colectar látex, cada estrada consta de unos 150 árboles de hule (N.t.).
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 311

trabajo no es la tierra, sino el monte, la selva. De esta forma, más


que por una hectárea de tierra los seringueiros luchaban por la
selva y fue por esta firme convicción, que Chico Mendes logró
el apoyo de sus pares y se acercó a los ecologistas. Esto último,
sin embargo, lo hizo siempre con mucha desconfianza, como
nunca se cansó de manifestarlo a sus amigos.
Como comunista, Chico Mendes desconfiaba no solo
de los ecologistas sino también de una serie de movimientos
sociales que empezaban a cobrar importancia en aquellos años
(movimientos de mujeres, negros, homosexuales) y que, creía,
dividían la lucha de los trabajadores. No obstante, como un hom-
bre práctico, fue capaz de subordinar algunos de sus principios
políticos sin perder el sentido último de su lucha. Chico Mendes
se dio cuenta que los ecologistas al defender la selva eran, en
términos concretos, aliados importantes para la lucha de los
seringueiros y, además, les permitían salir del aislamiento al que
estaban confinados. Los ecologistas, por su parte, reconocían la
importancia de las demandas de los seringueiros y de acciones
como los Empates en la preservación de la selva.
A partir de esa alianza, Chico Mendes formuló un princi-
pio que caracterizaría su proyecto ideológico-político: “No hay
defensa de la selva sin la defensa de los pueblos de la selva”. Principio
que puede muy bien hacerse extensivo a otras situaciones en
pro de la naturaleza. Chico Mendes observó que la lucha de los
seringueiros era una lucha por los intereses de la humanidad y,
poco a poco, fue reafirmando su certeza de que además de la
explotación de los trabajadores, el capitalismo ostenta una voraz
fuerza destructiva que debía ser combatida. Así, Chico Mendes
se convierte en uno de los mayores próceres del ecosocialismo,
al lograr conjugar la lucha contra la devastación ecológica con
la lucha contra la explotación y el capitalismo. Finalmente, de-
sarrolló una fina interpretación holística, rechazando tanto al
sindicalismo limitado como al ecologismo restringido.
En 1984, en un encuentro nacional de trabajadores rurales,
Chico Mendes defendió una propuesta, osada para la época,
en la que planteaba que la reforma agraria debería respetar los
contextos sociales y culturales específicos y, un año después, al
fundar el Consejo Nacional de Seringueiros en Brasilia, comienza
a desarrollar, junto con sus compañeros, el modelo de la Reserva
Extractivista. Esta idea constituye una verdadera revolución
en la concepción de unidades de conservación ambiental pues,
por primera vez, no separaba al hombre de la naturaleza. Chico
Mendes acostumbraba a decir que la Reserva Extractivista era
la reforma agraria de los seringueiros.
La Reserva Extractivista consagra todos los principios
ideológicos que Chico Mendes defendía, puesto que cada familia
312 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

tenía la prerrogativa del usufructo de su casa, solar y veredas de


recolección de seringa pero, al mismo tiempo, la tierra y la selva
eran de uso comunitario: todos en la comunidad podían cazar y
recolectar en los espacios entre las veredas de cada familia, una
idea comunitaria inspirada en las Reservas Indígenas.
Desde entonces Chico Mendes se empeñó, junto con su
amigo Ailton Krenak,279 en la construcción de la Alianza de los
Pueblos de la Selva, uniendo a indios y seringueiros, e invirtiendo
la historia de masacres que hasta entonces éstos habían protago-
nizado, instigados por las grandes empresas de látex ligadas a
los consorcios y redes de abasto regional, que juntos constituían
el complejo de explotación del látex.280 Aquí también el profundo
sentido humanístico y no antropocéntrico de la ideología de
Chico Mendes ganaba sentido práctico: la propuesta de Reserva
Extractivista incluía una relación innovadora con el Estado, pues,
aún cuando la propiedad formal de la Reserva Extractivista es
del Estado, en este caso específico, del IBAMA281, la gestión y la
responsabilidad de la misma son de la comunidad, siendo una
obligación del órgano público supervisar el cumplimiento del
contrato de concesión de derecho de uso.
Este fue un pacto que se estableció entre el Estado y los
seringueiros. Es decir, el notable conocimiento de los seringueiros
se torna un elemento clave de la concesión del derecho de uso
que el Estado les confiere. Este principio fue violentado por el
Sistema Nacional de Unidades de Conservación282 (SNUC), apro-
bado en el año 2000 y que debe ser considerado rigurosamente,
como el segundo asesinato de Chico Mendes pues, elimina el
saber de las poblaciones tradicionales como la base del derecho
que tienen a sus territorios y preconiza que todos los planes
de manejo deben ser hechos por los técnicos. Tenemos aquí un
bello ejemplo del pensamiento colonizado, del colonialismo en
los saberes, y en el cual el poder desperdicia la riqueza de la
experiencia humana materializada en las múltiples formas de
conocimiento que la diversidad humana ha inventado.
En toda su vida Chico Mendes jamás dejó de dedicarse
a la construcción de instrumentos para las luchas políticas y
sociales, tanto siendo dirigente nacional de la Central Única de

279 Ailton Krenak es un líder histórico de los pueblos indígenas, coordinador de la Unión de
Naciones Indígenas de Brasil (UNI), en 1989. (N.t.)
280 Se trata de las pequeñas casas de avío, que dependían de las grandes Casas que ope-
raban en Belem o Manaus, y que compraban cada vez más barato el látex y vendían sus
avíos cada vez más caros, sujetando al seringueiro a una cadena de deudas impagables
(N.t.).
281 Instituto Brasileño del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales Renovables (N.t.)
282 El SNUC aglutina a todas las Unidades de Conservación federales, estatales y municipa-
les, como son los Parques Nacionales y Estatales, las Reservas Biológicas, las Reservas
Ecológicas, las Estaciones Ecológicas las Áreas de Protección Ambiental, según la Ley
9985/2000 (N.t.)
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 313

los Trabajadores y del partido de los Trabajadores así como del


Consejo Nacional de Seringueiros.
El legado político y moral de Chico Mendes es enorme
y puede ser visto tanto por los intelectuales que reconocen la
originalidad de sus ideas y prácticas políticas, como por los
políticos que, tanto en el Acre como en Brasil, tienen cargos de
presidentes municipales, diputados, gobernadores o ministros,
porque estuvieron asociados a las luchas que Chico protagoni-
zó, aunque debemos señalar que algunos de sus compañeros
en el Acre prefieren hablar del “Gobierno de la Selva” y no del
“Gobierno de los Pueblos de la Selva”.283
Tanto en Brasil como en el mundo el trabajo de Chico Men-
des fue ampliamente reconocido: en 1987 recibió en Londres el
Premio Global 500 de la ONU y en Nueva York, la Medalla de la
Sociedad por un Mundo Mejor; y en 1988 el título de Ciudadano
Honorario de la Ciudad de Río de Janeiro.
Su enorme creencia en la habilidad humana de superar
las contradicciones del mundo en que vivimos, organizándonos
social y políticamente, fue capaz de inspirar todo un conjunto
de ideas y prácticas hoy en curso en un mundo que observa
a la naturaleza, con su productividad y capacidad de auto-
organización (neguentropía), y a la creatividad humana en su
diversidad cultural, como las grandes bases de una nueva ra-
cionalidad ambiental en los términos de Enrique Leff, o como a
Chico le gustaba decir: “una sociedad que combine el socialismo
con la ecología”.
El 22 de diciembre de 1988, asesinos ligados a la UDR
(Unión Democrática Ruralista), intentaron callar con una bala
esa voz cuya fuerza, tal como una poronga284 continúa iluminando
los caminos.

283 Eliminan así al Sujeto social y colectivo, constituido por los indios de las selvas y los
seringueiros (N.t.).
284 Instrumento que los seringueiros cargan sobre su cabeza para iluminar los caminos en
la selva cuando salen en la madrugada a trabajar. Chico Mendes le puso el nombre de
poronga a la cartilla de alfabetización de los seringueiros.
314 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 315

Abya Yala, el des-cubrimiento


de America

El filósofo argentino-mexicano Enrique Dussel ya nos


había advertido que el denominado “descubrimiento de Amé-
rica” fue, en verdad, el encubrimiento de los pueblos que aquí
habitaban. Abya Yala es, así, el verdadero descubrimiento de
América. Es lo que veremos en este artículo.
En la lengua del pueblo Kuna, Abya Yala significa “tierra
madura”, “tierra viva” o “tierra en florecimiento” y es sinónimo
de América. El pueblo kuna es originario de la sierra Nevada al
norte de Colombia; habitaba la región del golfo de Urabá y de
las montañas de Darien y actualmente vive en la costa caribeña
de Panamá, en la comarca de Kuna Yala (San Blas).
La expresión Abya Yala ha sido empleada por los pueblos
originarios del continente para autodesignarse, en oposición a
América, expresión esta última que, aunque haya sido usada por
primera vez en 1507 por el cosmólogo Martin Wakdseemüller
(1475-1552), sólo se consagró a partir de finales del siglo XVIII
y comienzos del siglo XIX, cuando las elites criollas trataban de
afirmarse frente a los conquistadores europeos en pleno proceso
de independencia. Aunque los diferentes pueblos originarios
que habitan el continente atribuyan nombres propios a las
regiones que ocupan –Tawantinsuyu, Anauhuac, Pindorama–,
la expresión Abya Yala viene siendo cada vez más usada por
ellos con el objetivo de construir un sentimiento de unidad y
pertenencia.
Si bien algunos intelectuales, como el sociólogo catalán-
boliviano Xavier Albó, ya la habían utilizado como contrapunto
de la designación muy difundida de “América”, la primera vez
que se la usó con ese sentido político fue en la II Cumbre Conti-
nental de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas de Abya Yala,
realizada en Quito en 2004. Hay que destacar que en la I Cumbre,
realizada en México en el año 2000, la expresión Abya Yala todavía
no había sido invocada como puede leerse en la Declaración de
316 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Teotihuacan cuando se presentaron así: “los Pueblos Indígenas


de América reafirmamos nuestros principios de espiritualidad
comunitaria y el inalienable derecho a la Autodeterminación
como Pueblos Originarios de este continente”.
A partir de 2007, sin embargo, en la III Cumbre Continental
de los Pueblos y Nacionalidades Indígenas de Abya Yala reali-
zada en Iximche, Guatemala, no sólo se autoconvocaron como
Abya Yala sino que resolvieron constituir una Coordinación
Continental de las Nacionalidades y Pueblos Indígenas de Abya
Yala, “como espacio permanente de enlace e intercambio, donde
puedan converger experiencias y propuestas, para que juntos
enfrentemos las políticas de globalización neoliberal y luchemos
por la liberación definitiva de nuestros pueblos hermanos, de
la madre tierra, del territorio, del agua y de todo patrimonio
natural para vivir bien”.
Poco a poco, en los diferentes encuentros del movimiento
de los pueblos originarios, el nombre “América” está siendo
sustituido por Abya Yala, lo cual no sólo indica otro nombre
sino también la presencia de otro sujeto enunciador del discurso
hasta ahora callado y sometido en términos políticos: los pueblos
originarios.
La idea de un nombre propio que abarcase todo el conti-
nente se impuso a esos diferentes pueblos y nacionalidades en
el momento en que comenzaron a superar el largo proceso de
aislamiento político al que se vieron sometidos después de la
invasión de sus territorios en 1492, con la llegada de los euro-
peos. Junto con Abya Yala existe todo un nuevo léxico político
que también está en construcción, donde la propia expresión
pueblos originarios cobra sentido. Esa expresión afirmativa fue la
que esos pueblos en lucha encontraron para autodesignarse y
superar la generalización eurocéntrica de “pueblos indígenas”.
Finalmente, antes de la llegada de los invasores europeos había
en el continente una población estimada entre 57 y 90 millones
de habitantes que se distinguían como mayas, kunas, chibchas,
mixtecas, zapotecas, ashuares, huaraonis, guaraníes, tupiniki-
mes, kayapós, aimaras, ashaninkas, kaxinawas, tikunas, terenas,
quechuas, karayás, krenaks, araucanos/mapuches, yanomamis,
xavantes, yukpa, barí entre tantos y tantas nacionalidades y
pueblos originarios de ese continente.
A pesar de que la expresión indígena significa en latín
aquel que “ha nacido en casa”, la designación entre nosotros
quedó marcada por señalar a aquellos que habitaban las Indias
Occidentales, nombre que los españoles atribuían no sólo al
“nuevo” continente, sino también a las Filipinas. En ese sentido,
representa una de las mayores violencias simbólicas cometidas
contra los pueblos originarios de Abya Yala, dado que es una de-
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 317

nominación que hace referencia a las Indias, o sea, a la región


buscada por los comerciantes europeos a fines del siglo XV. De
este modo, ignora que esos otros pueblos tenían sus nombres
propios y designación propia también para sus territorios. Pa-
radójicamente, la expresión pueblos indígenas, en la medida que
desconoce la differentia specifica de dichos pueblos, contribuyó
para unificarlos desde el punto de vista de los conquistadores/
invasores, pero al mismo tiempo es una designación que, desde
el comienzo, servirá para constituir la unidad política de esos
pueblos por sí mismos cuando empiezan a percibir la historia
común de humillación, opresión y explotación de su población,
y la dilapidación y devastación de sus recursos naturales.
Abya Yala se configura, por lo tanto, como parte de un
proceso de construcción político-identitario en que las prácticas
discursivas cumplen un papel relevante de descolonización del
pensamiento y que ha caracterizado el nuevo ciclo de movimiento
indígena, cada vez más movimiento de los pueblos originarios. La
comprensión de la riqueza de los pueblos que aquí viven hace
millares de años y del papel que tuvieron y tienen en la consti-
tución del sistema-mundo ha alimentado la construcción de ese
proceso político-identitario. Hay que considerar, por ejemplo,
que hasta la invasión de Abya Yala (América), Europa ocupaba
un lugar marginal en los grandes circuitos mercantiles que tenían
en Constantinopla uno de sus puntos centrales.
Cuando la ciudad fue tomada por los turcos, en 1453,
surgió la necesidad de buscar caminos alternativos, sobre
todo por parte de los grandes comerciantes genoveses, que
encontraron apoyo político entre las monarquías ibéricas y
en la Iglesia Católica Romana. Desde entonces, circuitos mer-
cantiles relativamente independientes en el mundo pasaron a
ser integrados, incluso conformando el circuito Atlántico en la
incorporación de Tawantinsuyu (región del actual Perú, Ecua-
dor y Bolivia, principalmente), de Anahuac (región del actual
México y Guatemala, principalmente), de las tierras guaraníes
(que comprenden parte de la Argentina, Paraguay, sur de Brasil
y Bolivia, principalmente), y Pindorama (nombre con que los
tupís designaban a Brasil).
El carácter periférico y marginal de Europa puede verse
en el sentido de la expresión orientarse (“ir hacia Oriente”), que
demuestra la relevancia de Oriente para la época. Así es con la in-
corporación de los pueblos Abya Yala y su subyugación política,
sumados al tráfico y la esclavitud de los negros africanos traídos
a este continente, hicieron posible la centralidad de Europa. Fi-
nalmente, el surgimiento del sistema-mundo moderno-colonial
se da juntamente con la construcción de la colonialidad. Por lo
tanto se trata de un sistema-mundo moderno-colonial. Y es el
318 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

carácter contradictorio inscripto en el sistema-mundo moderno-


colonial lo que los pueblos originarios de Abya Yala vienen
tratando de explicitar en la lucha “por la liberación definitiva
de nuestros pueblos hermanos, de la madre tierra, del territorio,
del agua y de todo patrimonio natural para vivir bien”.
De este modo, la descolonización del pensamiento se
instala en un lugar central para los pueblos originarios de Abya
Yala. Como bien señaló Luis Macas Ambuludi, de la Conaie,
“nuestra lucha es epistémica y política”; en ella el poder de de-
signar lo que es el mundo cumple un papel fundamental. Varios
intelectuales ligados a las luchas de los pueblos de Abya Yala han
señalado el carácter etnocéntrico inscripto en las mismas insti-
tuciones, incluso en el Estado Territorial, cuyo eje estructurante
reside en la propiedad privada y que encuentra en el Derecho
Romano su fundamento. A pesar de su origen regional europeo,
los fundamentos del Estado Territorial, incluso la idea de espa-
cios mutuamente excluyentes, como la propiedad privada, han
sido impuestos al resto del mundo como si fueran universales,
ignorando las diferentes formas de apropiación de los recursos
naturales que predominaban en la mayor parte de la tierra, casi
siempre, comunitarias y no mutuamente excluyentes.
En América Latina, el fin del colonialismo no significó el
fin de la colonialidad, como afirmó el sociólogo peruano Aníbal
Quijano, explicitando el carácter colonial de las instituciones que
sobrevivieron luego de la independencia. Esto queda también
explicitado en la declaración de Evo Morales Ayma cuando en
su asunción del mando en la presidencia de la República de
Bolivia, en 2006, afirmó que “es preciso descolonizar el Estado”.
Para que no se piense que se trata de una afirmación abstracta,
hay que tener en cuenta que los concursos para funcionarios
públicos en aquel país se realizaban exclusivamente en lengua
española, cuando aproximadamente el 62% de la población
piensa en quechua, aimara y guaraní, su lengua de todos los
días. En países como Guatemala, Bolivia, Perú, México, Ecua-
dor y Paraguay, así como en ciertas regiones de Chile (en el
sur, donde aproximadamente viven un millón de araucanos/
mapuches), de la Argentina (Chaco norteño) y de la Amazonia
(brasileña, colombiana y venezolana), el carácter colonial del
Estado se hace presente con todo su peso. El “colonialismo in-
terno”, expresión consagrada por Pablo González Casanova, se
muestra actual, en tanto historia de larga duración actualizada.
No es extraño que esas regiones sean objeto de programas de
desarrollo, generalmente de (des)envolvimiento (desenrollarse),
de modernización, casi siempre de colonización (además, estas
expresiones, casi siempre, son sinónimas).
La elección del nombre Abya Yala de los kunas recupera
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 319

la lucha por la afirmación de sus territorios, en la cual los ku-


nas fueron pioneros con su revolución de 1925, consagrada en
1930 en el derecho de autonomía de la comarca de Kuna Yala
con sus 320.600 hectáreas de tierras más las aguas vecinas del
archipiélago de San Blas. La lucha por el territorio se configura
como una de las más relevantes en el nuevo ciclo de luchas del
movimiento de los pueblos originarios que se delinea a partir
de los años 1980 y que gana su mayor expresión en los años 90 y
comienzos del nuevo siglo, revelando cambios profundos tanto
desde el punto de vista epistémico como desde el político.
En este nuevo ciclo de luchas ocurre un dislocamiento de
la lucha por la tierra en tanto medio de producción, característico
de un movimiento que se construyó en torno de la identidad
campesina, hacia una lucha en torno del territorio. Las grandes
marchas por la Dignidad y por el Territorio de 1990 que se
movilizaron en Bolivia y en Ecuador, con estructuras organi-
zacionales independientes, son hitos de este nuevo momento.
“No queremos tierra, queremos territorio”: he aquí la síntesis
expresada en un cartel boliviano. Así, más que una clase social,
lo que se ve en construcción es una comunidad etnopolítica, en
fin, es el indigenato (Darcy Ribeiro) constituyéndose como sujeto
político285. Hay que tener en cuenta que para esa emergencia fue
fundamental la tensa lucha de los misquitos en la Revolución
Sandinista de Nicaragua (1979-1989), por la afirmación de su
derecho a la diferencia y a la demarcación de sus territorios
que, a pesar de todo el desgaste que trajo aquella experiencia
revolucionaria, en gran parte por la colonialidad presente entre
las corrientes políticas e ideológicas que la lideraron, nos legó
una de las más avanzadas legislaciones sobre los derechos de
autonomía de los pueblos originarios, conforme nos informa
Héctor Diaz-Polanco.
El levantamiento zapatista del 1.º de enero de 1994 otor-
garía gran visibilidad a ese movimiento que, todavía de manera
desigual, se esparciría por todo el continente al mostrar, por
primera vez en la historia, que los pueblos originarios comienzan
a dar respuesta más que locales/regionales a sus demandas. El
protagonismo de ese movimiento ha sido importante en la lucha
por la reapropiación de sus recursos naturales como se puede
ver en 2000, en Cochabamba, en la Guerra del Agua, y en 2005,
en la Guerra del Gas, ambas en Bolivia, pero también entre los
araucanos/mapuches, en Chile, en la lucha por la reapropiación
del río Bío Bío amenazada por la construcción de hidroeléctri-

285 Nota a la edición venezolana. El sociólogo mexicano Armando Bartra llama campesíndio
con el mismo sentido que Darcy Ribeiro empresto a la expresión indigenato. Indigenato, en
portugués, es una palabra compuesta por indígena y camponês (campesino) y con el neo-
logismo Indigenato Darcy Ribeiro quiere decir campesinos étnicamente diferenciados.
320 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

cas, o incluso en la lucha contra la explotación petrolera en el


Parque Nacional de Yasuny, en la Amazonia ecuatoriana, o en
la frontera colombiano-venezolana también en la lucha contra
de la explotación petrolera, entre tantos otros ejemplos.
Ese movimiento ha sido fundamental incluso en la batalla
por la preservación de la diversidad biológica, en gran parte
asociada a la diversidad cultural y lingüística. La dimensión terri-
torial de ese movimiento se muestra también en su protagonismo
ante las nuevas estrategias supranacionales de territorialización
del capital, como en el caso del NAFTA, el ALCA y los tratados
de libre comercio (TLC). El movimiento zapatista explicitó mejor
que cualquier otro ese sentido, al hacer emerger el México pro-
fundo, podría decirse la América profunda, exactamente el día en
que se firmaba el NAFTA. El protagonismo del movimiento de
los pueblos originarios también fue importante en la lucha contra
el ALCA y los TLC que siguieron a la derrota del ALCA. Como
puede verse, la lucha por el territorio asume un carácter central
y una perspectiva teórico-política innovadora en la medida en
que la dimensión subjetiva, cultural, se ve aliada a la dimensión
material: agua, biodiversidad, tierra. El territorio es, así, natura-
leza + cultura, como insisten el antropólogo colombiano Arturo
Escobar y el epistemólogo mexicano Enrique Leff, y la lucha
por el territorio se muestra con todas sus implicaciones episté-
micas y políticas. Cuando observamos las regiones de nuestro
continente que abrigan la mayor riqueza en biodiversidad y en
agua, podemos ver cuán estratégicos son esos pueblos y tienden
a serlo cada vez más ante las nuevas fronteras de expansión del
capital (Diaz-Polanco, Ceceña y Ornelas).
Abya Yala se coloca así como un atractor (Prigogine) en
torno del cual otro sistema puede configurarse. Es eso lo que
los pueblos originarios están proponiendo con este otro léxico
político. No olvidemos que dar nombre propio es apropiarse.
Es hacer propio un espacio por los nombres que se atribuye a
los ríos, las montañas, los bosques, los lagos, los animales, las
plantas, y por ese medio un grupo social se constituye como tal
constituyendo sus mundos de vida, sus mundos de significación
y tornando un espacio en su espacio: un territorio. El lenguaje
territorializa y, así, entre América y Abya Yala se revela una tensión
de territorialidades.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 321

La colonialidad del saber: eurocentris-


mo y ciencias sociales.
Perspectivas Latinoamericanas286

La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias socia-


les, perspectivas latinoamericanas, libro organizado por Edgar-
do Lander, es un hito en las ciencias sociales. Tengo el cuidado
de evitar decir que se trata de un hito de las ciencias sociales
latino-americanas para no reproducir la geopolítica del conoci-
miento que, bajo el eurocentrismo, caracteriza el conocimiento
producido fuera de los centros hegemónicos y escrito en otras
lenguas no-hegemónicas como saberes locales o regionales. Es
como si hubiese un saber atópico, un saber-de-ningún-lugar, que se
pretende universal, y capaz de decir cuáles saberes son locales o
regionales. Así como cada uno, de cada lugar del mundo, tiene
que señalar en su dirección electrónica el país donde mora y
desde donde habla - .br (Brasil) o .ve (Venezuela); o .mx (México)
o .cu (Cuba) o .ar (Argentina) o .co (Colombia)- aquel que habla
desde los EUA no necesita agregar .us a su dirección y, así, es
como si hablase de ningún-lugar haciendo familiar que cada
cual se vea, siempre, de un lugar determinado, mientras habrían
aquellos que hablan como si fueran del mundo y no de ninguna
parte específica. En Brasil, hay el nordestino, el sureño y el nor-
teño, pero no hay el sudestino ni el centro-occidentalista287. A la
final, el sudeste es el centro y, como tal, no es parte, ¡es el todo!
Y la mejor dominación, sabemos, es aquella que, naturalizada,
no aparece como tal. Ya hubo la época en que se opuso el verbo
a la acción. Sin embargo, si es verbo, indica acción.
No piense el lector que va a encontrar aquí una versión
más del tercer-mundismo que durante mucho tiempo comandó
los análisis críticos del pensamiento social. No, el lector encon-

286 Presentación a la edición brasileña del libro del mismo título coordinado por Edgardo
Lander.
287 Referente a la región Centro-Oeste, hoy dominada por los grandes capitales (agronego-
cio, sobre todo) y, por tanto, extensión del centro.
322 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

trará aquí un refinado análisis que sabe dialogar con el legado


del conocimiento europeo, en tanto legado que tiene su topoi,
como diría Boaventura de Sousa Santos. Al final, a pesar de que
los europeos impusieron su capitalismo en todas partes, ello no
quiere decir que su episteme de cuenta de toda la complejidad
de las distintas formaciones sociales que se constituyeron en
cada lugar y región del mundo en ese encuentro (Etienne la
Boétie (1530-1563) lo llamó mal encuentro) de Europa con otros
mundos, sobre todo, a partir de 1492. Así, si Immanuel Wallers-
tein nos habló de un sistema-mundo, Aníbal Quijano a partir
de otro lugar subalterno nos conduce a la idea de un mundo
moderno-colonial. Que el diálogo entre distintas matrices de
racionalidades y de distintos topoi se pueda hacer nos lo mues-
tran los mismos I. Wallerstein y A. Quijano cuando, juntos, nos
señalan la idea de un sistema-mundo moderno-colonial más
completo y más complejo.
La colonialidad del saber nos revela además que, más allá
del legado de desigualdades e injusticias sociales profundas del
colonialismo y del imperialismo, ya señalados por la teoría de
la dependencia entre otras, hay un legado epistemológico del
eurocentrismo que nos impide comprender el mundo a partir
del propio mundo que vivimos y de las epistemes que le son
propias. Como nos dice Walter Mignolo, el hecho de los griegos
haber inventado el pensamiento filosófico288, no quiere decir que
hayan inventado el pensamiento. El pensamiento está en todos
los lugares donde los diferentes pueblos y sus culturas se desa-
rrollan y, así, son múltiples las epistemes con sus muchos mundos
de vida. Hay, así, una diversidad epistémica que conforma todo
el patrimonio de la humanidad acerca de la vida, de las aguas,
de la tierra, del fuego, del aire, de los hombres.
Aquí, en este libro, la crítica al eurocentrismo es una crítica
a su episteme y a su lógica que opera por separaciones sucesivas
y reduccionismos varios. Espacio y Tiempo, Naturaleza y Socie-
dad entre tantas. Hay, igualmente en los centros hegemónicos,
aquellos que apuntan estos límites y la propia ciencia natural
eurocéntrica revela su diálogo con el pensamiento oriental. Es-
pacio y tiempo es cada vez más espacio/tiempo y, en las ciencias
sociales, tal como en este libro es destacado, esta comprensión
no-dicotómica nos permite ver que modernidad no es algo que
surgió en Europa y que, después, se expandió por el mundo,
como si hubiese en la geografía mundial un continuum de diferen-

288 Además, los griegos tuvieron su legado guardado mucho tiempo en una biblioteca de
Egipto, en Alexandría y, sólo en la geografía construida a partir de la moderno-coloniali-
dad, Grecia pasó a ser considerada cuna de la civilización occidental. Fernando Coronil
nos dirá, además, que Aristóteles sólo llegó a París en el siglo XII y, asimismo, a partir de
una traducción hecha en Toledo, actual España.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 323

tes tiempos, con un evolucionismo unilineal. Mientras, Europa se


ubica como centro del mundo sólo a partir del descubrimiento
de América puesto que, hasta ese momento, sólo una parte de la
actual Europa, el norte de Italia y sus financistas, se integraban
en el centro dinámico comercial del mundo y que los turcos,
en 1453, habían controlado políticamente, quebrando aquellos
circuitos. Hasta allí, ir en el camino cierto era, ¡Orientarse! En
Oriente se encontraban las grandes civilizaciones, inclusive, con
sus religiones tradicionales y el peso de la tradición era allí tan
fuerte que, tal vez, nos ayude a comprender el por qué de la ver-
dadera obsesión por lo nuevo que caracterizará al eurocentrismo
y sus sucesivas huidas hacia adelante. ¡Al fundamentalismo289
tradicionalista, el fundamentalismo de lo nuevo!
Es esta visión eurocéntrica la que nos impedirá ver que
no hay un lugar activo (Europa), y lugares pasivos (América,
por ejemplo). Es desde el inicio de la primera modernidad, bajo
hegemonía ibérica, que la colonialidad le es constitutiva. Amé-
rica tuvo un papel protagónico, subalternizado es cierto, sin la
que Europa no habría acumulado toda la riqueza y poder que
concentró. Subrayemos que la teoría de la moderno-colonialidad
al resaltar el papel protagónico subalternizado señala no el lugar
menor de América y mayor de Europa, como podría pensarse
en los marcos dicotomizantes del pensamiento hegemónico. Al
contrario, señala que hay un orden geopolítico mundial que está
conformado por una violencia estructurante moderno-colonial
y que sólo puede ser comprendida a partir de esta tensión que
la habita.
El eurocentrismo nos ha impedido ver que aquí, en Amé-
rica, fue que se desarrollaron las primeras manufacturas moder-
nas (sic) con sus ingenios para producir azúcar. Estos ingenios
modernos (sic) eran movidos con la fuerza del látigo. Aquí, en
América, se desarrollaron las primeras ciudades racionalmente
planificadas, planeadas para dominar. La ciudad de las letras
de Ángel Rama. Fue aquí en América donde por primera vez,
como nos muestra Hanna Arendt, la humanidad descubrió que
la miseria humana no era natural y podía ser revertida por la
acción humana. Así, fue en América que el mundo se puso de
punta de cabeza –‘The World ápside down’- como dice el título
de la canción entonada en Yorktown en la ceremonia luego de
la Guerra de Independencia estadounidense, inaugurando allí,
una nueva página en la geografía política mundial, cuando el
poderoso imperio británico fue humillado por un improvisado

289 Umberto Eco llama fundamentalista a aquella idea que no necesita ser argumentada, es
fundamento. Así, lo nuevo es bueno porque es nuevo y, por obra de este razonamiento
tautológico que nos es impuesto, lo viejo es ruin porque es viejo. No se necesita entrar en
el mérito, lo nuevo es consagrado y lo viejo demonizado.
324 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

ejército de colonos con una buena ayuda francesa, dicho sea de


paso. Fue en este mismo continente que, en 1804, por primera
vez, se intentó una doble emancipación, página aún abierta
en la geografía política mundial, en la que los negros de Haití
intentaron emanciparse, al mismo tiempo, de Francia y de los
blancos dueños de las plantaciones en aquella que, hasta enton-
ces, era la más rica colonia francesa. Al contrario de los libros
de historia que, eurocéntricamente hablan de la historia de la
libertad a partir de la Revolución francesa o de la Revolución
americana o aún, de los presupuestos del Iluminismo, fue en
Haití que por primera vez se intentó la libertad para todos,
independientemente de si se era blanco y europeo. Thomas
Jefferson y Napoleón, así como toda la élite criolla en América,
tuvieron tanto miedo del haitianismo, así como más tarde sus
descendientes lo tuvieron del comunismo. Si tantas fiestas se
hicieron en 1992 para conmemorar los 500 años del 12 de octubre
de 1492; en 1976 los 200 años del 4 de julio de 1776 y, en 1989 los
200 años del 14 de julio de 1789, los 200 años de 1804 haitiano
pasaron sin conmemoración. Peor aún, en 2004 allí estaban las
tropas estadounidenses para, con el apoyo de Francia y Canadá,
ejecutar un coup d’etat de viejo estilo, expulsando del poder al
Presidente electo en la tierra de Toussant de L’Overture. Tal vez
sea por eso que las poblaciones originarias de nuestra América
estén hoy conmemorando, ya no el 12 de octubre sino el 11 de
octubre como su último día de libertad. Otros hitos, otras marcas.
Descolonización del pensamiento.
Aníbal Quijano en una aseveración antológica nos da la
clave de nuestra formación específica en el contexto del sistema-
mundo moderno-colonial: en América Latina el fin del colo-
nialismo no significó el fin de la colonialidad. Pablo González-
Casanova ya nos había alertado, también, hacia el colonialismo
interno no sólo en el sentido económico sino también en un
sentido muy próximo al de Quijano y que nos ayuda a entender
por qué, en la crisis del Estado que hoy nos acompaña, emergen
los indígenas, los afrodescendientes, los campesinos y el indi-
genato, como Darci Ribeiro (1986) denominaba al campesinado
étnicamente diferenciado de nosotros, lo mismo campesíndio
de Armando Bartra.
La colonialidad del saber, al recuperar la simultaneidad de los
diferentes lugares en la conformación de nuestro mundo abre es-
pacio para que múltiples epistemes dialoguen. En nuestra América,
más que hibridismos hay que reconocer que hay pensamientos
que aprendieron a vivir entre lógicas distintas, a moverse entre
diferentes códigos y, por eso, más que al multiculturalismo señala
hacia las interculturalidades (S.R. Cucicanqui y C. Walsh, entre
muchas y muchos), hacia gnosis liminares (Mignolo), hacia el
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 325

diálogo de saberes (Leff, Porto-Gonçalves).


Estamos, pues, frente a un gran libro que nos abre am-
plias perspectivas teóricas (y políticas) para entender procesos
complejos, muchos de los cuales, puestos en marcha por varios
movimientos sociales que toman nuestro paisaje. No es que ten-
gamos aquí intelectuales de los movimientos. Lo que tenemos
aquí son intelectuales que ponen en jaque, también, el lugar de
los intelectuales y, así, son intelectuales en movimiento. Se abren
aquí, buenas sendas para que los intelectuales se encuentren
con la vida y, quien sabe, así puedan ayudarnos a reinventar la
polis, o mejor, la plaza.
326 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 327

Bibliografía

Abramovay, Ricardo (1992), Paradigmas del Capitalismo Agrario


en cuestión. Sao Paulo. Ed. Hucitec
Albó, Xavier; Barrios, Raúl, (1993), Cultura y política, vol. 1:
“Violencias encubiertas en Bolivia”, Aruwyiri, La Paz,
CIPCA.
Allegretti, Mary Helema (1987), Reservas Extractivistas: Una
propuesta de Desarrollo de la Selva Amazónica. IEA.
Curitiba.
Altvater, E. (1994), El Precio de la Riqueza, São Paulo, Edunesp.
Anderson, Anthony et all (1994), El destino de la Selva: Reservas
Extractivistas y el Desarrollo Sustentable en la Amazonia.
Relume-Dumará. Rio de Janeiro.
Anderson, Pierre (1978), Linajes del Estado Absolutista. Ed. Afron-
tamento. Portugal.
Anderson, Pierre (1995), El Pos Neoliberalismo. Sader, E.(org.)
Río de Janeiro
Arendt, Hanna (1982), La Condición Humana.
_____________ (1971), Sobre a Revolução. Moraes Ed., Lisboa.
Aristóteles (1974), Aristoteles. Colección Los Pensadores. Vol. II.
Sao Paulo. Abril Cultural.
Assies, Willem, (2000), La oficialización de lo no oficial: ¿Re-
encuentro de dos mundos? Curso “Identidad, autonomía
y derechos indígenas: Desafíos para el tercer Milenio”,
Arica, Chile.
Bachelard, G. (1982), Poética del Espacio, in: Los Pensadores, São
Paulo, Abril ed.
Barros, Glimedes Rego (1981), A presença do Capitao Rego
Barros no Alto Juruá. (1912-1915) Senado Federal.
Brasilia.
Beck, U. (1992), Risk Society. Towards New Modernity, Londres,
Sage.
328 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Becker, Bertha (1992), La Geografía y el Rescate de la Geopolítica.


Rev. Brasilera de Geografía. Año 50. Tomo 2. FIBGE.
Becker, Bertha et al (1993), Gestión del Territorio y (Des) Integración
Competitiva de Brasil. Proyecto El Nuevo Mapa de la
Economía Brasilera: Desafíos o Planificación Regional.
Río de Janeiro.
Becker, Bertha (s/d), Repensando la cuestión Ambiental en Brasil a
partir de la Geopolítica. Río de Janeiro.
Benchimol, Samuel (1977), Amazonia: Un Poco-Antes y Más allá-
Después. Ed. Gobierno de Amazonas. Manaus.
Bernardo, J. (1991), La Economía de los Conflictos Sociales, São
Paulo, Cortez. ___________ (2000), Transnacionalización
del Capital y Fragmentación de los Trabajadores, São
Paulo, Boitempo.
Boff, Leonardo (1980), Dios y el Diablo en el Infierno Verde: cuatro
meses de convivencia con las CEBs de Acre. Ed. Vozes.
Petropolis.
Bordieu, Pierre (1992), El Poder Simbólico. Ed. Difel. Sao Paulo.
Bornhein, G. (1985), Los Filósofos Pré-Socráticos, São Paulo,
Cultrix.
Brundtland, Gros (1991), Nuestro Futuro Común. Rio de Janeiro.
FGV.
Castells, Manuel y Mollenkopf, J.H (s/d), Is New York a Dual
City? In: Dual City:
Restructuring New York. Mimeo.
Castel, Robert (1995), Crisis en las Protecciones Sociales. Entrevista
publicada en la Folha de Sao Paulo el 26/02/1995.
Castro, Ferreira de (1972), La Selva. Ed. Verbo. Sao Paulo.
Castro, J. (1996), La Geografía del hambre, Brasília, Gryphus.
Cavalcanti, F.C. Silva (1983), El Proceso de Ocupación Reciente
de Tierras de Acre. Conferencia de Maestrante NAEA/
UFPA. Belém.
Ceceña, Ana Ester, (2004), “Los desafíos del mundo en que caben
todos los mundos y la subversión del saber histórico de la
lucha”, Revista Chiapas, núm. 16, México, D.F., IIE-
UNAM-Clacso.
Costa, Craviero (1973), La conquista del Desierto Occidental. Ed.
Nacional. Sao Paulo.
Chauí, Marilena (1982), Cultura y Democracia: el discurso compe-
tente y Otras Hablas. Ed. Brasiliense. Sao Paulo
Claval, Paul (1979), Espacio y Poder. Zahar Editores. Río de
Janeiro.
Cunha (1982), Diccionario Etimológico de la Lengua Portuguesa.
Nova Fronteira. Río de Janeiro.
Cunha, Euclydes (1967), Al margen de la Historia. Ed. Lello Bra-
sileiro. Sao Paulo.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 329

Cunha Lucia Helena de O. (1988), Reservas Extractivistas: Estu-


dios Preliminares. Relatoría Presentada a la Secretaría de
Acción Cultural. IEA. Curitiba.
Castoriadis, Cornelius (1982), La Institución Imaginaria de la
Sociedad. Paz e Terra. Río de Janeiro.
Colletti, Lucio (1982), Traspasando el Marxismo. Paz e Terra. Río
de Janeiro.
Cointe, Paul (1906), Exploitation et Culture des Aches e Caoutchouc
en: Amazonie Société de Géographie Commerciale.
Paris.
Cusicanqui, Silvia Rivera (1990), El potencial epistemológico
y teórico de la historia oral: de la lógica instrumental a la
descolonización de la historia”, en Temas Sociales No. 11,
La Paz.
Damazzio, A. (1996), El Error de Descartes, São Paulo, Cias das
Letras.
Dávalos, Pablo, (2001), Yuyarinakuy: “digamos lo que somos,
antes que otros nos den diciendo lo que no somos”, Quito,
Ediciones Icci-Abya Yala.
Díaz-Polanco, Héctor, (2004), El canon Snorri: diversidad cultural
y tolerancia, México, Universidad de la Ciudad de
México.
Duarte, Elio García (1987), Conflictos por la Tierra en el Acre. La
Resistencia de los Seringueiros de Xapuri. Serie Estudios
Básicos/UFAC. Río Branco.
Drucker, P.F. (1993), Las Nuevas Realidades. Ed. Pionera. Sao
Paulo
Dupuy, Jean-Pierre (1990), Ordres e Désordres. Enquête sur un
nouveau Paradigme. Seuil. Paris.
Dupuy, Jean-Pierre (1982), Contribución a la Crítica de la Ecología
Política. Ed. UFRJ. Rio de Janeiro.
Escobar, Arturo, (1996), La invención del tercer mundo:
construcción y deconstrucción del desarrollo, Bogotá,
Norma.
Evers, Tilman (1984), Identidad: La cara oculta de los nuevos mo-
vimientos sociales. In: Novos Estudos CEBRAP. Vol. 2.
Nº 4. Sao Paulo.
Fals Borda, Orlando. (Org.): Participación popular: retos del futuro.
Bogotá, ICFES/IEPRI/COLCIENCIAS, pp. 47-68.
Filocreao, A.S. Monteiro (1992), Extractivismo y Capitalismo.
Conferencia de Maestría UFPB. Campina Grande.
Foucault, Michel (1978), Microfísica del Poder. Ed. Graal. Río de
Janeiro.
Goycochea, Castilhos (1973), El Espíritu Militar en la cuestión
Acreana: Placido de Castro. Río de Janeiro.
George, Pierre (1973), La acción humana. Ed. Difel. Sao Paulo.
330 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Giddens, A. (1991), Las Consecuencias de la modernidad, Ed.


UNESP. Sao Paulo.
__________ (1991), Modernity and Self-Identity: Self and Society
in the Late Modern Age, Cambridge, Polity.
Gryzbowsky, Candido (1987), Caminos y des-caminos de los movi-
mientos sociales en el campo. Ed. Vozes. Petropolis.
Porto-Gonçalves, Carlos Walter (1989), Los (Des) Caminos del
Medio Ambiente. Ed. Contexto. Sao Paulo.
____________________________ (1985), Los límites del Crecimiento.
Conferencia de Maestría. UFRJ. Rio de Janeiro
____________________________ (1984), Pasión de la Tierra: En-
sayos Críticos de Ecología y Geografía. Rocco/Socii. Río
de Janeiro
____________________________ (1994), Por una geografía política
de la cuestión ambiental. Río de Janeiro
____________________________ (1994), De la Ciudad Estado a la
Ciudad Mundo:
Algo está fuera de orden del Nuevo Orden Mundial. UFRJ. Río de
Janeiro
____________________________ (1995), Geografía Política y Desa-
rrollo Sustentable. UFRJ. Río de Janeiro.
____________________________ (2001), Geo-grafias: Movimientos
Sociales, Territorialidad y Sustentabilidad, México, Siglo
XXI.
______________________________ (2002), “Latifundios genéticos
y existencia indígena”, Revista Chiapas, núm. 14, México,
D.F., IIE-UNAM.
_____________________________ (2000), Más allá de la crítica a
los Paradigmas en crisis: diálogo entre diferentes matrices
de racionalidad (Caracas, Anales del III Encuentro Ibe-
roamericano de Educación Ambiental).
González Casanova, Pablo, (2006), Colonialismo Interno (una
redefinición), en: Borón, A., Amadeo, J. y González, S.
(comps.), La teoría marxista hoy: problemas y perspectivas,
Buenos Aires, Clacso.
Gramsci, Antonio (1974), La cuestión meridional. Revista TEMAS.
Sao Paulo.
Guatarri, Felix (1983), Micro-política: cartografía del deseo. Sao
Paulo.
_____________(1987), La Nueva Dimensión del Trabajo. Jornal El
País. Madrid.
Guerra, Antonio Teixeira (1995), Textos Geográficos. Ed. Ber-
trand. Río de Janeiro.
Gutiérrez, Carlos Rojas (1992), El Programa Nacional de Solida-
ridad: Hechos e Ideas en torno a un esfuerzo. In: Comercio
Exterior. Vol. 42. Transcrito en la Revista Estudos
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 331

Avançados. Vol. 6. Nº 16. Edusp. Sao Paulo.


Haesbert, Rogerio C. (1993), El Proceso de Des-territorialización
y la producción de Redes. Territorios Aglomerados. III
Simposio Nacional de Geografía Urbana. AGB/CNPq/
UFRJ. Río de Janeiro
Hardmann, F. Foot (1991), El Tren Fantasma: La Modernidad en la
Selva. Cia. De Letras de Sao Paulo.
Hopenhayn, M. (1988), El debate Postmoderno y la Dimensión
Cultural del Desarrollo. In: Fernando Calderón (org.) Imá-
genes Desconocidas. La Modernidad en la Encrucijada
Postmoderna. Buenos Aires. CLACSO.
Harvey, David (1992), La Condición Pos Moderna. Loyola. Río
de Janeiro
Hobsbawn, Eric (1991), Naciones y Nacionalismo desde 1780. Paz
e Terra. Río de Janeiro.
Kautsky, Karl (1968), La cuestión agraria. Ed. Laemmert. Rio de
Janeiro.
Kosik, Karel (1982), La Dialéctica de lo Concreto. Paz e Terra. Río
de Janeiro.
Kurz, Robert (1993), El Colapso de la Modernización. Cia. De Le-
tras. Sao Paulo.
Lacoste, Yves (1989), La Geografía: un arma para la Guerra. Papyrus.
Campinas.
Lander, Edgardo (org.) (2000), La Colonialidad del Saber – eurocen-
trismo y ciencias sociales – perspectivas latino-americanas.
Clacso/Unesco, Buenos Aires.
Leff, E. (2000), Complejidad Ambiental, (org), México, Siglo XXI
y PNUM.
____________ Ecología y Capital: Racionalidad Ambiental, Democra-
cia Participativa y Desarrollo Sustentable, Mexico, CIICH/
UNAM-Miguel A. Porrúa Eds.
____________ (1998), Saber Ambiental: Sustentabilidad, Raciona-
lidad, Complejidad y Poder, México, Siglo XXI/CEIICH-
UNAM/PNUMA.
_____________, (2004), Racionalidad ambiental: la reapropiación
social de la naturaleza, México, D.F., Siglo XXI.
Lefort, Claude (1982), La Invención Democrática. Ed. Brasiliense.
Sao Paulo.
Lévy, Jacques (s/d), Ainda Existe Realmente Necessidade do Terri-
torio? Espaces-Temps. 51-52.
Lévy-Strauss, C. (1982), El pensamiento Salvaje, São Paulo, Cul-
trix.
Lima, Claudio de A. (1970), Coronel do Barranco. Ed. Civilizaçao
Brasileira. Río de Janeiro.
Lima, Esperidiao de Queiroz (1966), 11 Años en la Amazonia
1904-1915. Ed. Gobierno del Estado de Amazonas.
332 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Manaus.
Lima, Mario José (1986), Capital y Pequeña Producción. Serie
Estudios Básicos. UFAC. Río Branco.
________________ (1994), Capitalismo y Extractivismo. Tesis de
Doctorado en Economía. UNICAMP. Campinas.
Loreto, Oswaldo di (1989), ¿Dónde comienza la Delincuencia?
In. Revista Tempo e Presença. Nº 240. CEDI. Río de
Janeiro.
Loureiro, Antonio (1981), A Gazeta do Purus. Imprensa Oficial.
Manaus.
Luxemburgo, Rosa (1974), Introducción a la Economía Política. Ed.
Martins Fontes. Río de Janeiro.
Macas, Luis: “Reflexiones sobre el sujeto comunitario, la de-
mocracia y el Estado”, Entrevista realizada por Daniel
Mato, en MACAS, L. y DÁVALOS, P., Entrevistas a In-
telectuales Indígenas, núm. 3, Caracas, Programa Globa-
lización, Cultura y Transformaciones Sociales, CIPOST,
FACES, Universidad Central de Venezuela. Disponible
en: http://www.globalcult.org.ve/entrevistas.html
Machado, Lia (1995), Sociedad Urbana. Innovación Tecnológica y
la Nueva Geopolítica. In Caderno do LAGET Nº 5. UFRJ.
Río de Janeiro.
Mandel, Ernest (1980), Tratado de Economía Marxista. Ed. Ber-
trand. Lisboa.
_____________ (1984), Capitalismo Tardío. Abril Cultural. Sao
Paulo.
Martinello, Pedro (1988), A Batalla da Borracha na Segunda Guerra
Mundial e Suas Consecuencias Para o Vale Amazonico. Serie
Estudos Basicos. UFAC. Río Branco.
Meadows, Donald et al (1978), Los Límites del Crecimiento. Cul-
trix. Río de Janeiro.
Maricato, Erminia (1994), Reforma Urbana: límites y posibilidades
de una trayectoria incompleta. In Globalizaçao, Fragmen-
taçao e Reforma Urbana. Civilizaçao Brasileira. Río de
Janeiro.
Marx, Karl (1974), El Capital. Vol 1.Civilizaçao Brasileira. Río
de Janeiro.
__________ (1978), El 18 Brumario de Luis Bonaparte. In: Marx,
Karl El 18 Brumario y Cartas a Kugelmann. Paz e Terra.
Río de Janeiro.
__________ (1974), Grundrisses. 2 vols. Fondo de Cultura Eco-
nómica. México.
Marx, Karl y Engels, F. (1975), El Manifiesto Comunista. Río de
Janeiro
Meira, Alfredo Arantes (1984), A Revogaçao da Lei do Monopolio
Estatal da Borracha: Suas Consequencias Politicas, Socias,
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 333

Economicas e Ecologicas para a Amazonia. Dissertaçao de


Maestrado. UFSC. Florianopolis.
Meira, Sylvio (1973), A Epopeia do Acre. F. Universitaria. Río de
Janeiro.
Medeiros, Leonilde Servolo (1982), La cuestión de la Reforma
Agraria en Brasil: 1955-1966. Disertación de Maestría.
USP. Sao Paulo.
Mignolo, Walter (2003), Historias Locales/Proyectos Globales.
Ed.UFMG, Belo Horizonte.
Moreira, Ruy (1980), La Geografía sirve para quitar máscaras sociales.
In Revista Encuentros con la civilización Brasilera. Nº
16. Río de Janeiro.
Morin, Edgar, El Método. Mira-Sintra. Publicaciones Europa-
America. Vols. I, II y III.
____________ (1973), El Enigma del Hombre, Río de Janeiro, Zahar
ed.
Mourao, Nilson Moura Leite (1988), La Política Educativa de
las CEBs en el Estado de Acre: Popular y Transformadora
o Clerical Conservadora. Disertación de Maestría. PUC.
Sao Paulo.
Mumford, Lewis (1979), La Ciudad en la Historia. 2 Vols. Ed.
UNB. Brasilia.
Nunes, Juraci Regina Pacheco (1991), Modernización de la Agri-
cultura, Pecuarización y Cambios: el caso del Alto Purus.
Ed. Tico-Tico. Río Branco.
Oliveira, Luis Antonio (1982), O Sertanejo, O Bravo e O Posseiro:
As Periferias de Rio Branco. Dissertaçao do Maestrado.
UFMG. Belo Horizonte.
Omahe, Kemiche (1989), O Poder da Triade. Ed. Global. Porto
Alegre.
Ortiz, Renato (1992), Cultura y Modernidad. Ed. Brasiliense. Sao
Paulo.
Paula, Elder Andrade (1991), Seringueiros y Sindicatos. Diserta-
ción de Maestría. CPDA/UFRJ Itaguai.
Pinto, Nelson (1980), A Politica da Borracha no Brasil. A Falencia
da Borracha Vegetal. Hucitec. Sao Paulo.
Platón (1973), Textos Escogidos. Colección Los Pensadores. Vol.
1. Abril Cultural. Sao Paulo.
Polany, K. (1978), La Gran Transformación, São Paulo, Campu.
Pretecille, Edmond (1994), Ciudades Globales y Segmentación
Social. In: Globalización, Fragmentación y Reforma
Urbana. Civilizaçao Brasileira. Río de Janeiro.
Prigoggine, Ilia y Stengers, Isabelle (1991), La nueva alianza.
Metamorfosis de la ciencia. Ed. UnB. Brasilia.
Quijano, Aníbal, (2000), “Colonialidad del poder, eurocentrismo
y América Latina”, en Lander, Edgardo (comp.),
334 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias


sociales, Buenos Aires, Clacso.
_______________ (2004), El laberinto de América Latina. ¿Hay otras
salidas? In OSAL –
Revista do Observatório Social de América Latina, n.
13, Clacso, Buenos Aires.
Raffestin, Claude (1993), Por una Geografía del Poder. Ed. Atica.
Sao Paulo.
Rama, Angel (1985), La Ciudad de las Letras. São Paulo, Ed.
Brasiliense.
Reis, Artur Cesar (1995), El Seringal y el Seringueiro. Ministerio
da Agricultura. Río de Janeiro.
Ribeiro, Darci(1986), América Latina: La Patria Grande (Río de
Janeiro, Ed. Guanabara).
Ribeiro, Gustavo Lins (1991), Ambientalismo y Desarrollo Sus-
tentable. Nueva Ideología/Utopía del Desarrollo. Revista de
Antropología. Nº 34. pp 59-101.
Ribeiro, Luis cesar Queiroz e Santos, Orlando Alves dos (1994),
El Futuro de las Ciudades Brasileras en la Crisis. In: Globa-
lización, Fragmentación y Reforma Urbana. Civilizaçao
Brasileira. Río de Janeiro.
Rivera Cusicanqui, Silvia, Oprimidos pero no vencidos: luchas
del campesinado aymara y qhechwa de Bolivia, 1980-
1990, La Paz, CSUTCB, s/d.
Rolnik, Raquel (1994), Planificación urbana en los años 90. Nuevas
perspectivas para viejos temas. In: Globalizaçao, Fragmen-
taçao e Reforma Urbana. Civilizaçao Brasileira. Río de
Janeiro.
Romano, Jorge (1986), Identidad y Política: Representaciones y
Construcción de la Identidad Política del Campesinado. In:
Relaçoes de Trabalho e Relaçoes de Poder: Mudanças
e Permanencias. Fortaleza.
Saboia, Joao (1994), Tendencias del Mercado de Trabajo Metropoli-
tano: (Des) Asalarización de la mano de obra y Precarización
del Trabajo. In Globalización, Fragmentación y Reforma
Urbana. Civilizaçao Brasileira. Río de Janeiro.
Sack, Robert David (1986), Human Territoriality: Its Theory and
History. Cambridge University Press.
Santana, Marcilio (1988), Los Emperadores del Acre: un análisis de
la reciente expansión capitalista en la Amazonia. Disertación
de Maestría. UnB. Brasilia.
Santos, Boaventura de Sousa (Org.) (2002), Democratizar la
Democracia: los caminos de la democracia participativa. Ed.
Civilização Brasileira, Rio de Janeiro.
________________________ (Org.) (2002), Producir para vivir: los
caminos de la producción no capitalista. Ed. Civilização
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 335

Brasileira, Rio de Janeiro.


________________________ (Org.) (2003) Reconocer para liberar: los
caminos del cosmopolitismo multicultural. Ed. Civilização
Brasileira, Rio de Janeiro.
Santos, Milton (1979), El Espacio Dividido: los dos circuitos de la
economía urbana en los países subdesarrollados. Francisco
Alves. Río de Janeiro.
_____________ (1990), Metrópolis Corporativa Fragmentada: el caso
de Sao Paulo. Sao Paulo.
_____________ (1994), Espacio, Ciencia, Técnica. Hucitec. Sao
Paulo.
Santos, Roberto (1984), Historia Económica de la Amazonía. Sao
Paulo
Sassen, Saskia (1993), La Ciudad Global. In: Restructuración del
Espacio Urbano y Regional en Brasil. Hucitec/ANPUR.
Sao Paulo.
Silva, Adalberto Ferreira da (1986), Ocupación reciente de las
tierras de Acre (Transferencia de capitales y disputa por la
tierra). Ed. Governo do Estado do Acre. Río Branco.
Silva, Luis Antonio Machado de (1994), Violencia y Sociabili-
dad: Tendencias en la actual coyuntura urbana en Brasil.
In: Globalización, Fragmentación y Reforma Urbana.
Civilizaçao Brasileira. Río de Janeiro.
Silva, Marilene Correa (1989), El País de Amazonas. Disertación
de Maestría. PUC. Sao Paulo.
Sodré, M. (1999), Claros y Oscuros: Medios y Poder. Petrópolis,
Vozes ed.
Soja, Eduard (1993), Geografías Pos Modernas. Atica. Sao Paulo.
Souza, Marcio (1982), Galvez, el emperador de Acre. Civilizaçao
Brasileira. Río de Janeiro.
_____________ (1987), La Expresión Amazonense. Del Colonialismo
al neocolonialismo. Ed. Alfa-Omega. Sao Paulo.
Souza, Marcelo Jose Lopes de (1993), Miseropolizaçao e Clima de
Guerra Civil: sobre o agravamento e as condiçoes de supe-
raçao da questao urbana na metropolis de Rio de Janeiro. In:
Anais do 3 Simposio Nacional de Geografia Urbana.
Rio de Janeiro.
__________________________ (1994), El Narcotráfico en Río de Ja-
neiro, su territorialidad y dialéctica entre Orden y Desorden.
Río de Janeiro
__________________________ (1986), Espaciología: una objeción.
Revista Terra Livre. Sao Paulo.
Teixeira, Carlos Correa (1980), O Aviamento e o Borracha na
Sociedade do Seringal. Dissertaçao do Maestrado. USP:
Sao Paulo.
Tocantins, Lenadro (1979), Formaçao Historica do Acre. 3 vol. INL/
336 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

MEC/Governo do Estado do Acre. Ed. Conquista. Rio


de Janeiro.
_________________ (1968), Euclides Da Cunha y el Paraíso Perdido.
Ed. Record. Río de Janeiro.
Thompson, E. (1982), Exterminismo e Guerra Fria. Sao Paulo.
____________ (1998), Las Costumbres en Común: Estudios sobre
Cultura Popular Tradicional, São Paulo, Cia das Letras.
____________ (1983), La Miseria de la Teoría, Río de Janeiro, Zahar
ed.
Thonson, J.E. y Krasner, S.D (1990), Global Transaction and the
Consolidation of Sovereigty.
Topalov, Christian (1992), De la Planification à l’Ecologie Naissance
d’un nouveau paradigme de la Action sur la Ville et l’habitat.
In. A la Croisée des Chemins. Montreal.
Vasconcellos, Carlos (1922), Deserdados, Romance da Amazonia.
.Livraria Leite Ribeiro. Rio de Janeiro.
Veiga, Jose Eli (1993), La Insustentable Utopía del Desarrollo. In:
Reestructuración del Espacio Urbano y Regional en
Brasil. Hucitec. Sao Paulo.
Ventocilla, Jorge, Herrera, Heraclio; Núñez, Valerio, (1999), El
espíritu de la tierra: plantas y animales en la vida del pueblo
Kuna, Quito, Abya Yala.
Verissimo, Jose (1970), Estudos Amazonicos. UFPA. Belen.
Vessentini, Jose William (1985), A Capital da Geopolitica. Atica.
Sao Paulo.
Virilio, Paul (1982), Guerra Pura. Ed. Brasiliense. Sao Paulo.
__________ (1988), El residuo del tiempo. El País. Madrid.
Waggley, Charles (1977), Una Comunidad Amazónica. Estudios
sobre los Trópicos. Ed. Nacional. Sao Paulo.
Walker, R.B. y Mendlowitz, S. (s/f), Soberanía, identidades, Comu-
nidad. Reflexiones sobre los Horizontes de la Práctica Política
Contemporánea. Mimeo.
Walsh, C. (2002), Interculturalidad, reformas constitucionales y
pluralismo jurídico, In Boletin ICCI-RIMAI - Publicação
mensal do Instituto Científico de Culturas Indígenas.
Ano 4, No. 36, março de 2002.
Wallerstein, Immanuel (1998), Impensar las ciencias sociales. Siglo
XXI, México.
___________________ (1998), El espacio tiempo como base del
conocimiento. In Fals Borda, Orlando. (Org.): Partici-
pación popular: retos del futuro. Bogotá, ICFES/IEPRI/
COLCIENCIAS, pp. 47-68.
Weber, Max (1970), Economía y Sociedad. Forense. Río de Janei-
ro.
Zaluar, Alba (1989), Criminalidad y Pobreza. In: Revista Tempo e
Presença. Nº 240. CEDI. Rio de Janeiro.
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 337

___________ (1994), Condominio del Diablo. Ed. Revancha. Río


de Janeiro.
Zanoni, Maria Helena Allegretti (1979), Los Seringueiros: Estudio
de Caso en un Seringal Nativo. Disertación de Maestría.
UnB. Brasilia.
338 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves
Territorialidades y lucha por el territorio en América Latina ● 339

Índice

Presentación

Primera Parte: De Geografías, desarrollo y territorialidades

* De la geografía a las geografías: Un mundo en busca


de nuevas territorialidades.
* Geografía política y desarrollo sustentable
* La reinvención de los territorios: La experiencia
latinoamericana y caribeña.
* Geografía agraria de la crisis de alimentos en Brasil
* De soberanía, proteccionismo y de territorios

Segunda Parte: De la ciencia, los saberes y el medio ambiente



* Medio ambiente, ciencia y poder: diálogo de
diferentes matrices de racionalidad.
* Posibilidades y límites de la ciencia y la técnica
frente a la cuestión ambiental.
* De semillas, saberes y poderes.
* De sabores, saberes y poderes

Tercera Parte: En defensa de Abya Yala

* Chico Mendes, un ecosocialista.


* Abya Yala. El des-cubrimiento de América.
* La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias
sociales. Perspectivas Latinoamericanas.

Bibliografía General
Indice
340 ● Carlos Walter Porto-Gonçalves

Vous aimerez peut-être aussi