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Ensayo final

Sociología del conocimiento


Jaider Javier Salas Restrepo
30 de noviembre de 2018

El pobre: retrato vivo de una sociedad en descomposición.

Introducción

Desde su nacimiento el ser humano empieza a hacer parte de una realidad compartida con

otros: la sociedad. El individuo se va desarrollando a través de un proceso de interrelación

con su ambiente, en un orden sociocultural específico1; se va adueñando, poco a poco, de su

propia naturaleza, produciéndose a sí mismo2. Tal proceso conlleva una autoproducción que

es siempre, y por necesidad, una empresa social3.

En efecto, cualquier elemento constitutivo de la actual sociedad se analizará en tanto

producto de esta. Por ejemplo, la pobreza; a nadie le es ajena, existe; sin embargo, por lo

general, se ignora. Si en un centro comercial, espacio para la diversión y la compra de

productos, me encuentro a una persona que lo único que hace es tender su mano y pedir

limosna, ¿le ayudaría? ¿Por qué lo haría? ¿Tengo la obligación de hacerlo? ¿Qué me vincula

con tal individuo? ¿De qué manera su situación es un reflejo elocuente de la sociedad? Desde

estos interrogantes me planteo desarrollar el presente escrito.

A partir de las tesis planteadas por Berger y Luckmann en el libro La construcción

social de la realidad, a saber: “la realidad se construye socialmente y la sociología del

conocimiento debe analizar los procesos por los cuales esto se produce”4, analizaré el lugar

que se le ha venido dando a la figura del pobre en tanto perteneciente, pero a la vez extraño,

1
Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, (Buenos Aires: Editorial
Amorrortu, 1995), 68.
2
Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, 69.
3
Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad,71-72.
4
Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, 13.

1
al entramado social en el cual convive y se desenvuelve. Para ello, me apoyaré en El pobre5,

libro de Georg Simmel y algunos argumentos que aporta en su libro El extranjero6. Esta

reflexión trata de responder a la siguiente pregunta: ¿qué significa la existencia de los pobres

en una determinada sociedad? Tal significado hace alusión, a su vez, a lo que dice el pobre

de la sociedad misma.

Nos construimos en sociedad

Se hace casi imposible que el ser humano viva aislado. A través de los distintos campos del

conocimiento se ha corroborado que la convivencia ocupa un lugar fundamental en la

existencia. La supervivencia ha constado de un continuo redescubrimiento en sociedad; cada

individuo es una célula viva que, a través de los siglos, ha determinado una manera de ser

concreta dentro de códigos colectivamente compartidos; se han creado culturas, tradiciones,

costumbres, todos ellos matices que resaltan y configuran todo tipo de socializaciones.

Berger y Luckmann, hablando de la “la sociedad como realidad objetiva”7, afirman

que los seres humanos han creado un orden, donde se han establecido acuerdos de todo tipo,

tanto explícitos como implícitos. Tal deseo de orden, dirección y estabilidad8, y su

consecución, será un fruto completamente humano: “una constante producción realizada por

el hombre en el curso de su continua externalización”9. Además, se dan dos tipos de

socializaciones en las que los individuos internalizan un mundo objetivado al que tienen que

5
Georg Simmel, El pobre (Madrid: Sequitur, 2011).
6
Georg Simmel, El extranjero: sociología del extraño (Madrid: Sequitur, 2012).
7
Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad,66.
8
Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad,72.
9
Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad,73.

2
enfrentarse10; lo describen como un proceso dialéctico compuesto de tres momentos:

externalización, objetivación e internalización11.

La socialización primaria, grosso modo, es definida como “la primera por la que el

individuo atraviesa en la niñez; por medio de ella se convierte en miembro de la sociedad”12;

y la socialización secundaria se refiere a “cualquier proceso posterior que induce al individuo

ya socializado a nuevos sectores del mundo objetivo de su sociedad”13. Aunque no pretendo

detenerme en los por menores de la reflexión que hacen Berger y Luckmann a partir de estos

aspectos; sin embargo, subrayo estos elementos para corroborar que todo individuo es hecho,

y a la vez hacedor, de un mundo social objetivo; es un mundo al que pertenece legítimamente,

pero en el que se puede sentir, a la vez, como un completo extraño.

La palabra “extranjero” proviene del francés antiguo estrangier, que está formada de

estrange -extraño- más el sufijo francés -ier, que equivale al “ero” en la traducción castellana,

que significa ocupación o profesión.14. Como se puede observar, el “extranjero” normalmente

ha sido identificado como alguien extraño; una extrañeza que se describe desde una

característica propia del lugar del sujeto en sociedad. Es decir, una persona proveniente de

un espacio diferente al suyo con la posibilidad de volver al lugar de origen.

Simmel centra su atención en el extranjero como el que “llega hoy y mañana se

queda”15; no tanto al que quiso visitar, desde muy lejos, pensando en partir pronto. Además,

puntualiza que “su posición -del extranjero- dentro del mismo -un círculo espacial- está

10
Hay que tener en cuenta que Berger y Luckmann señalan que “el individuo no nace miembro de una
sociedad: nace con una predisposición hacia la socialidad, y luego llega a ser miembro de una sociedad”
(Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad,164).
11
Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad,164.
12
Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, 166.
13
Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, 166.
14
“Etimología de ´extranjero´” http://etimologias.dechile.net/?extranjero (fecha de acceso: 26 de noviembre
de 2018).
15
Georg Simmel, El extranjero: sociología del extraño (Madrid: Sequitur, 2012), 21.

3
esencialmente determinada por el hecho de que no pertenece al círculo desde siempre y trae

consigo unas cualidades que ni proceden ni pueden proceder del círculo mismo”16. Enfatizo

en la cita donde asegura que “el extranjero es un elemento del grupo, como también lo son

los pobres y los distintos ´enemigos interiores´”17. Simmel está ubicando a los pobres como

un elemento más del grupo, pero también los distingue como extranjeros.

¿Cómo concebir a los pobres desde Simmel?

El pobre, desde Simmel, se ubica en la relación dialéctica entre lo cercano y lo lejano18; hace

parte de formas de socialización que lo vinculan espaciotemporalmente al entorno que lo

rodea19. El extrañamiento que vive el pobre se refiere a una carencia de lo que ha debido

tener. En efecto, la objetividad del pobre está en el hecho de situarse ante la incomprensión,

el sinsentido de lo no dado; incluso ante lo gratificante de lo obtenido -como carente-, y, a

partir de allí, hacer florecer necesidades. Parece que el lugar común que comparten todos los

pobres causa cierto distanciamiento en el espacio donde se encuentran ubicados.

Entre la proximidad y alejamiento, el pobre crea una distancia que lo hace un

observador permanente; pero se trata, también, de una distancia que lo liga al deseo de poder

hacer parte del grupo con el que no comparten el mismo lugar común. La dimensión de lo

extranjero en los pobres ha llevado a la creación de todo tipo de significaciones alrededor de

tal condición; es decir, la pobreza ha sido legitimada por lineamientos doctrinales, en su

mayoría, de instituciones religiosas o asociaciones afines. Por ejemplo, una de las más

conocidas sentencias religiosas: “Dios está con los pobres”, parece traducirse como: “ya que

16
Georg Simmel, El extranjero: sociología del extraño, 21.
17
Georg Simmel, El extranjero: sociología del extraño, 21.
18
Georg Simmel, El extranjero: sociología del extraño, 21.
19
Georg Simmel, El pobre, 14.

4
nunca han sido aceptados, recurrimos a lo divino, que, a la vez, también es extraño y

cercano”; no en vano el cristianismo tiene como mesías a un pobre, extranjero y Dios.

Entonces, el “estar- fuera” del pobre se convierte en una forma de “estar-dentro”20.

Es la única opción y el gran poder de influencia con el que cuenta: el grito eterno del

reconocimiento. Este profundo deseo no espera saciarse en lo abstracto, en lo bohemio de

hermosas palabras; antes bien, quiere traducirse desde la marca de las heridas abiertas, de los

dolores concomitantes, de los azotes de la fría miseria. Es una petición que el pobre dirige al

individuo considerado como solidario de la humanidad en general21.

Simmel se pregunta si todo individuo está obligado a asistir al pobre. Evidentemente,

no se habla del deseo, sino de acuerdos generales, formalmente establecidos, que conduzcan

a un “otro” que comparta la cercanía social, dentro de las formas de socializaciones

establecidas, con el pobre. En este caso, Simmel señala al Estado, donde el pobre se encuentra

al margen; es decir, donde “la acción social no se sirve de las capacidades del pobre, sino

únicamente de ciertos medios concretos, materiales y administrativos, destinados a suprimir

los daños y peligros que el pobre significa para el bien común”22.

La asistencia al pobre se ha visto como un “interés de la totalidad social, que no tiene

ningún motivo para socorrer al sujeto más allá de lo que exige la preservación del statu quo

social”23. Como se evidencia, el pobre es visto como un error, un grave problema. El tipo de

políticas, por ejemplo, que pretende quitarles a los ricos para darle a los pobres, más allá de

un deseo filantrópico o caritativo, se basa en un acto hipócrita que, aunque irrazonable,

20
Georg Simmel, El pobre, 18.
21
Georg Simmel, El pobre, 26.
22
Georg Simmel, El pobre, 30.
23
Georg Simmel, El pobre, 32.

5
resulta racional24. El pobre no es considerado dentro de la lógica teleológica del Estado. Es

decir, el pobre no podría exigir nada al Estado en términos de asistencia. Ni siquiera, es

considerado un fin en sí mismo; simplemente, se utiliza su figura para los fines últimos del

bienestar general de una determinada sociedad.

El pobre, como extraño, es dueño de un atributo que lo vuelve diferente de los demás

y lo convierte en alguien menos apetecible25. La pobreza es concebida como un estigma en

cuanto produce en los demás un descrédito amplio26; se llega a considerar, incluso, como una

falla o desventaja. Goffman apunta que ante el estigmatizado se crea una cortina de humo

que lo hace mantenerse continuamente expuesto ante la incomprensión del rol en el que se

desenvuelve en medio de una identidad social real.

Simmel afirma que “la particular exclusión de que es objeto el pobre, por parte de la

colectividad que lo socorre, es propia de la función que desempeña dentro de la sociedad,

como un miembro de esta en situación diferenciada”. La condición en la que nace el pobre,

según Berger y Luckman, afectará seriamente su socialización primaria; además, el individuo

deberá internalizar la realidad de pobreza, que ha de utilizar con propósitos específicos 27. Por

lo tanto, el pobre se irá aprendiendo en el rol que cumple, ya que se identificará como tal,

aunque le cause disgusto y hasta rebeldía su situación: “las personas formadas en tales

24
Rescato los conceptos de “racional” y “razonable” de la Teoría de la justicia de John Rawls, donde explica
que lo razonable se refiere al cumplimiento, por parte del individuo, de todas las normas establecidas en
sociedad y su capacidad de proposición en la misma. “Racional” se refiere a lo que le corresponde hacer a las
instituciones -en su efecto, a los funcionarios, en lo que le sea encomendado en el marco de la una sociedad
democrática.
25
Erving Goffman, Estigma: la identidad deteriorada, (Buenos Aires: Amorrortu, 1998),12-13.
26
Erving Goffman, Estigma: la identidad deteriorada,12-13.
27 Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, 214.

6
condiciones probablemente no se conciben ellas mismas como ´profundidades ocultad´ en

un sentido psicológico”28.

¿Qué significa el pobre en nuestra sociedad?

Seguramente es difícil establecer un concepto de “pobreza”. Normalmente, se manejan cifras

estadísticas que dan a entender que el poder adquisitivo de la mayoría de personas en un

determinado país, o mundialmente, es abismalmente desigual. La lógica utilitarista que

impera mide el progreso a partir del mayor bienestar producido entre determinados períodos

de tiempo. Aunque haya incrementado la distancia desigual entre ricos y pobres, lo que más

importa es cuánto se ha acrecentado el nivel de bienestar en la población.

Según cálculos de la ONU29 más de mil millones de seres humanos viven con menos

de un dólar al día; cuatrocientos cuarenta y ocho millones de niños sufren insuficiencia

ponderal; el veinte por ciento de la población mundial detiene el noventa por ciento de las

riquezas; y dos mil ochocientas millones de personas, cerca de la mitad de la población

mundial, viven con menos de dos dólares al día. No ahondaré en particularidades alrededor

de estas cifras. Sólo quería corroborar la innegable existencia de la compleja desigualdad

existente. Nadie desea ser pobre, es un hecho; una frase común de los padres a sus hijos es:

“estudie para que salga adelante y no sea pobre”. No es una decisión ser pobre, no es el deseo

más común en una sociedad del mayor bienestar. Entonces, ¿qué dice el pobre de una

sociedad?

Muchos autores, al hablar de la crisis de la modernidad, hacen alusión al olvido de lo

esencial por parte del hombre. Lo esencial radica en su propia naturaleza, en lo que le concede

28
Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, 206.
29
Kena Sárl, “Las cifras sobre la pobreza”,
http://www.teamstoendpoverty.org/wq_pages/es/visages/chiffres.php (fecha de acceso: 25 de noviembre de
2018).

7
dignidad y respeto a las que, se supone, debe hacer venia. El obrar humano se ha arrodillado

ante los pies de sus mismas invenciones; sus propias ideas han asumido el poder sofocante

ante lo que en realidad siente, padece. El hombre se ha olvidado de sí mismo para perderse

en el laberinto de sus más profundos deseos frustrados; y aniquila, según Jaspers, aquello que

no encuentra su lugar dentro de él; todo parece cuestionable, todo parece amenazado30.

En medio del caos social, donde se halla inmerso el hombre, “el papel que cada uno

desempeñará estará determinado no por el azar, que no existe en realidad, sino por lo que

puede dar la engañosa ilusión de serlo; es decir, por el embrollo de todo tipo de circunstancias

accidentales”31. Los pobres son la prueba fehaciente de que se ha fallado en el afamado

proyecto de la modernidad. Se quiso salir de viejas estructuras entretejidas por el hedor de

dictaduras morales, para pasar al reino de la razón desalmada. Desde aquí rugen voces

clamando: ¡emancipación! Pero, será imposible cualquier tipo de emancipación sin el

inminente reconocimiento de lo extraño que es cercano.

El rostro del individuo, que carece de los recursos necesarios para la subsistencia, es

el mismo que esconde la parte de la sociedad resistente a aceptar cualquier margen de error

en sus efímeras pretensiones de mantener un status quo. Es la “estructura general del contexto

social la que decide la cuestión del lugar que ocupa el pobre”32; el gran problema aquí es que

el pobre es el resultado de un sistema político-económico que lo excluye diariamente; un

sistema de distribución basado en el criterio de la ley del más fuerte. Si se quiere responder

a la pregunta por lo que significa el pobre para la sociedad, hay que acudir, necesariamente,

a las “lógicas de olvido” que se registran en todo tipo de políticas y decisiones estatales. Se

30
Karl Jaspers, Die geistige Situation der Zeit, (Berlín: Walter de Gruyter, 1965), 162.
31
, René Guénon, La crisis del mundo moderno (Barcelona: Paidós, 2001), 88.
32
Georg Simmel, El pobre, 45.

8
trata de un olvido necesario en un sistema que sólo necesita ganancias, lo perdido no es una

opción viable, y la pobreza es un signo de fracaso.

La relación entre el pobre y la sociedad es más de cercanía que de lejanía. La pobreza

es el rostro de una sociedad en descomposición que teme verse a sí misma tal cual es. El

temor por detenerse en el reflejo que ve enfrente nace de la angustia que vive en el desorden

que la compone. No obstante, el pobre no es alguien externo al entorno social, pertenece a

él; en esa identidad que comparte se da cuenta que le han fallado, que en algún punto tuvo

que haber alguna equivocación; que él no decidió adoptar el rol que se le ha impuesto, todo

se traduce en una irremediable injusticia.

Simmel arguye que existe un rasgo en la socialización humana conocida como

“inducción moral”; en esta “al hacer un acto de caridad, sea el que sea, por espontáneo e

individual que sea, por ajeno al imperativo del deber que sea, hay una obligación de

mantenerlo, una obligación que no es sólo fruto de la pretensión de su beneficiario, sino un

sentimiento propio del donante”33. Incluso, se establece una relación de benefactor-

beneficiado que lleva a este último a reclamar cierto derecho sobre aquel. Asimismo, el

benefactor siente que debe cumplir con tal derecho que exige el pobre. En este caso, lo que

permite acrecentar vínculos de cercanía entre el pobre y el entorno que lo rodea es el canal

del sentimiento.

En el odisse quem laeseris, esto es, “el amar la persona a quien se han beneficiado”34,

Simmel destaca que se trata de un sentimiento que nace y regresa al punto inicial, es decir,

al benefactor: “en nuestro amor por aquél por el que hemos hecho sacrificios, nos amamos

33
Georg Simmel, El pobre, 47.
34
Georg Simmel, El pobre, 47.

9
esencialmente a nosotros mismos”35. El filósofo alemán agrega que en esa lógica interviene

una condición a propri, esto es, que “toda acción de este tipo nace de un deber […] radica en

un deber que se manifiesta a través del mismo gesto”36. En este punto considero que con el

afán de encontrar una razón lógica a este tipo de vinculación que se da a través de la inducción

moral, Simmel termina opacando la verdadera función y relevancia del sentimiento.

Los sentimientos son un patrimonio universal que comparten todos los seres

humanos. Ningún grupo puede capitalizar este preciado recurso con el que se cuenta desde

el día del nacimiento. En efecto, ha sido la distribución más justa que ha podido existir. Cada

persona es portadora de una variedad de sentimientos que la mantienen en continua relación

con las cosas, las ideas, los otros, etcétera. Un gran vacío en las grandes teorías sociales ha

sido la incapacidad de poder medir sentimientos, lo cual es imposible. Por ello, considero

que la mejor vía por la que la sociedad podría redescubrirse y, por ende, reconocer a los

pobres es sintiendo con ellos, como ellos. Un ejemplo que ilustraría esta propuesta se da en

el escenario donde la pequeña niña de la familia rica siente compasión con el niño pobre

tirado en la calle; nadie le impidió a la niña sentir y llegar a crear una conexión sinigual con

el otro que también vivía su infancia.

Conclusión

Berger y Luckmann afirman que la identidad se forma por procesos sociales y una vez se

cristaliza, es mantenida, modificada o aun reformada por las relaciones sociales; además “las

identidades producidas por el interjuego del organismo, conciencia individual y estructura

social reaccionan sobre la estructura social dada, manteniéndola, modificándola o aun

35
Georg Simmel, El pobre, 48.
36
Georg Simmel, El pobre, 48.

10
reformándola” 37
. Es decir, el individuo no es un títere frente al conjunto de lo ya dado y

objetivado en sociedad. Antes bien, cuenta con un amplio margen de acción donde los

sentimientos juegan un papel fundamental y son estos mismos los que pueden llevar a un

sujeto social a convertirse en semilla de cambio.

Decir que los sentimientos, que vinculan a todos las personas, son la mejor vía para

que el pobre se integre totalmente a la sociedad indica y requiere repensar lo que se ha

reflexionado alrededor del ideal de sociedad. Los sentimientos siempre han servido a causas

religiosas, piadosas o místicas, en las que el ser humano ha dejado pasar de inadvertido el

gran poder que posee a través de cada uno de sus sentimientos. El individuo siente, no

produce; hay que cambiar las lógicas del tecnicismo cientificista que ha ocupado el más

mínimo espacio en la existencia. Todo está dirigido desde una razón instrumental que

convierte a cada persona en una pieza dentro de un engranaje que se saldrá totalmente de

control algún día.

El pobre siempre existirá si se sigue permitiendo que los raciocinios inhumanos

abunden en cada decisión tomada por las instituciones responsables de mantener el orden.

Repensar la sociedad, con la identidad que se ha construido, amerita una intrépida capacidad

de autocrítica; de reconocer que se ha fallado, que se camina en lógicas egoístas donde el

otro sólo sirve de medio para el fin que conlleve a una fría y desértica felicidad que han

vendido eternos impostores.

Observar al pobre en su rostro existencial debe llevar a sentir lo que está padeciendo

dentro de las mismas socializaciones, dentro del mismo mundo objetivo de la vida que se

comparte. Sólo una introspección social puede llevar a llorar con las lágrimas del que llora,

37
Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad, 216.

11
a gritar con el aliento del que reclama lo que nunca se le ha concedido, a caminar con el que

quiere levantarse y experimentar lo mágico del andar juntos. La modernidad ha fracasado

porque se ha perdido la enorme riqueza que significa ser humano, y el pobre siempre será un

registro elocuente de una sociedad en descomposición.

Termino esta corta reflexión con un escrito que hice en una clase de Literatura

Indígena en mi anterior universidad – Pontificia Universidad Javeriana- y en la que pude

sentir con el otro, con el desprotegido, con el no-reconocido; a través de mis sentimientos

tuve una cercanía que sólo las ideas no me brindaban:

A la vera del camino, hijas de la tierra

“¿Quiénes son esos que pasan a mi lado? Me miran y se van, algunos no me miran, sólo

pasan. Quisiera que todos me vieran aquí, postrada; quisiera que todos pudiesen escuchar

el grito de mi incesante necesidad.

Este lugar me gusta, sí, me gustan las figuras hermosas de los grandes edificios, me gusta

ver tanta gente distinta; sí, aquéllos que vienen y van y pasan a mi lado, también me

gustan.

Me gusta estar aquí, en medio del cemento y el frío, todo es distinto. En mi casa todo era

tierra, y jugaba con ella, me ensuciaba las manos, maquillaba mi rostro con ella, mis

padres me contaron que había nacido de la tierra, y ahora la extraño.

Ahora todo es cemento, no puedo jugar con él, y él tampoco me deja jugar con mi tierra; la

esconde, y no puedo verla. Veo algunos árboles en medio del camino, solos, sin nombre.

En mi casa mis árboles tenían un nombre: Belaque, Jalaquí, Fotagá y Mobé, mi favorito, el

que siempre me acompañaba y me abrazaba con su sombra.

12
Aquí veo a todos los árboles solos y callados, a veces tristes… algunos me hablan y me

cuentan lo difícil de la soledad.

Traigo mi guacharaca y la toco; en mi casa era la forma de invocar a los buenos espíritus,

era la manera en que mis papás aseguraban lo mejor para sus hijos y los descendientes de

los hijos de sus hijos.

Toco mi guacharaca para todos los que caminan en la gigante ciudad, quiero que todos los

espíritus los acompañen y les ayuden a ser felices.

… Pero, pasan todos, algunos me ven, otros simplemente pasan y se van. Me acompaña la

necesidad disfrazada de hambre y mucha sed. Juan y Melisa me acompañan; esta mañana

no desayunamos. Juan tiene cinco años, llora mucho, y le ruego a los nobles espíritus para

que le concedan dormir, es la mejor manera de entretener la insatisfecha necesidad;

cuando duerme no llora.

Melisa es mi hija mayor, y ya no llora, aunque tampoco habla mucho, me ayuda a tocar la

guacharaca esperando que alguien nos vea, nos mire; quizá una moneda sirva de mucho,

pero una mirada me gusta más”.

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Bibliografía

Fuentes directas

Simmel, Georg, El pobre, Madrid: Sequitur, 2011.

Simmel, Georg, El extranjero: sociología del extraño, Madrid: Sequitur, 2012.

Fuentes indirectas

Goffman, Erving, Estigma: la identidad deteriorada, Buenos Aires: Amorrortu,

1998.

Guénon, René, La crisis del mundo moderno, Paidós: Barcelona, 2001.

Mannheim, Karl, El hombre y la sociedad en la época de crisis, México: Aleph,

2000.

Peter L. Berger y Thomas Luckmann, La construcción social de la realidad,

Buenos Aires: Editorial Amorrortu, 1995.

Rawls, John, Teoría de la justicia, México: Fondo de Cultura Económica, 2006.

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