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Peter Gric, Android Pietà, 2015

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Lecturas lúdicas: El negocio de los libros-F


De regreso a la oscuridad
Por Iván Rodrigo García Palacios

A manera de conclusión apresurada a esta serie de Lecturas lúdicas – El negocio de los


libros, se me ocurren unos comentarios y algunas especulaciones.
Básicamente, desde la emergencia del Homo sapiens, los humanos se comunicaron entre
sí, reprodujeron y conservaron los productos de su imaginación y de su pensamiento de
manera oral, es decir, una trasmisión de generación en generación. Ese medio de
comunicación y trasmisión del conocimiento y de los saberes duró por más de sesenta mil
años hasta la invención de la escritura por parte de los sumerios, pero, aun así, habrían de
pasar otros tres milenios para que la escritura se convirtiera en el medio que hoy
conocemos y que se utiliza para producir, trasmitir y conservar esos productos de la
imaginación y del pensamiento que son las artes, las ciencias, las filosofías, etc., es decir,
para que se diera la transición de la cultura y de sus medios de la expresión oral a la
escritura.
Pero lo más asombroso de esa transición no fue tanto el cambio de formato para la
comunicación y la trasmisión del conocimiento y del saber, sino la evolución epigenética
que ello significó para el cerebro.
Resulta que en el cerebro no existen áreas especializadas para le lectura y la escritura y
que tales habilidades son el resultado del desarrollo de inventos recientes en la evolución.
Pero, el cerebro si está dotado de una extraordinaria habilidad, la de adaptación, resultado
a su vez de una cualidad especial: la plasticidad neuronal, es decir, la posibilidad de
modificar las funciones neuronales y la de formar nuevos circuitos neuronales con
habilidades y capacidades propias, es decir, de cambiar la organización cerebral. “El efecto
Baldwin”.
Gracias a ello fue posible desarrollar las habilidades y capacidades de la lectura y la
escritura, las que, a su vez, le han permitido al cerebro ampliar la capacidad de pensar y,
con ello, a la humanidad para desarrollar las más poderosas formas de generar nuevos
conocimientos y saberes y, a su vez, la de evolucionar por su cuenta y riesgo.

Un suceso universal

De los descubrimientos sobre estos asuntos escribió Maryanne Wolf en su libro: Cómo
aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la lectura.

“Si echamos un vistazo global a la historia, vemos que lo que ha fomentado el


desarrollo del pensamiento intelectual de la humanidad no fue el primer alfabeto, ni
siquiera la repetición óptima de un alfabeto, sino la escritura en sí. Como el
psicólogo ruso del siglo XX Lev Vigotsky decía, el acto de poner la palabras y los
pensamientos por escrito estimula y en sí mismo cambia las ideas (Lev Vigotsky,
Pensamiento y lenguaje). A medida que los humanos fueron aprendiendo a utilizar
la lengua escrita cada vez con más precisión para trasmitir sus ideas, su capacidad
para el pensamiento abstracto y las ideas novedosas se incrementó”.
Maryanne Wolf, Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la
lectura, Ediciones B, Barcelona, 2008, p. 86.

Y así vuelvo a recordar el epígrafe con el que arranqué esta serie de Lecturas lúdicas,
para mostrar el por qué la escritura y la lectura han sido un suceso extraordinario para la
humanidad en su conjunto y no para un hombre en particular.
Porque, para lograr lo que se ha logrado en este breve intervalo de tiempo evolutivo, ha
sido necesaria la participación de cada vez un mayor número de humanos que aprenden la
lectura y la escritura y que, a su vez, producen cada vez una mayor cantidad de
conocimiento y saberes, o sea, una mayor cantidad de productos de la imaginación y del
pensamiento para que así, cada vez más humanos, los trasciendan y generen a partir de
ellos más de esos productos en una espiral infinita.
Eso supone una solución al enigma del por qué antes del invento de la escritura y por los
más de dos mil quinientos años después de ello, el incremento del conocimiento y el saber
fuera tan lento y escaso, porque eso explica que para que estos aumenten es necesario el
que más individuos participen y lo produzcan, pero aun más, que lo trasciendan, es decir,
que lo hagan cada vez más complejo, amplio y profundo.
Eso fue lo que sucedió en esos más de dos mil quinientos años que siguieron al invento
de la escritura y del dinero por parte de los sumerios, porque, si bien, como lo dijo Yuval
Noah Harari en su libro Homo Deus, que ya cité antes, las civilizaciones que emergieron
utilizaron la escritura y el dinero para conquistar y consolidar grandes imperios. Lo que no
dijo, fue que el aprendizaje de tales habilidades de la mente se mantuvieron dentro de
ámbitos cerrados y exclusivos, lo cual explica el por qué y por todo ese tiempo la cultura de
la humanidad continuó siendo oral y que la escritura fuera solamente de uso para la
economía doméstica, para los asuntos de gobierno y del Estado y, por supuesto, para el
mantenimiento de las creencias religiosas y las religiones “del Libro”. Es por eso que
aquellas civilizaciones antiguas fue poco lo que agregaron al patrimonio colectivo del saber
y del conocimiento de la humanidad. Y digo poco en comparación con lo que sucedió luego.
Pues esa situación cambio a partir de la invención del negocio de los libros y la
trasformación en la enseñanza y uso de la escritura y de la lectura, por parte de los griegos.
Desde entonces, los saberes y el conocimiento de las civilizaciones occidentales se amplió
exponecialmente en el curso de unos pocos siglos. Y quizás hubiera podido ser mucho más
de no haber ocurrido la caída del Imperio Romano y la tragedia de la ascensión de los
oscurantismos religiosos judeo-cristianos que volvieron, esta vez, a censurar el negocio de
la escritura, la lectura y los libros, hasta su más mínima expresión y, con ello, a los
productos de la imaginación y del pensamiento, pues las habilidades de los intelectuales
quedaron circunscritas exclusivamente a asuntos teologales y los temas científicos fueron
condenados a la clandestinidad y a sus autores a la muerte, si los pillaban. Ello porque
únicamente el arte, pensamiento y ciencia de los libros sagrados eran “la verdad absoluta y
única” y no se necesitaba ninguna otra verdad que la controvirtiera o la subvirtiera.
En consecuencia, se puede decir que el saber y el conocimiento se expanden en la
medida en la que mayor cantidad de cerebros imaginando y pensando, participan y se
expresan y ponen en circulación sus productos e ideas para que otros los trasciendan con
su propia lectura trascendente. Y eso es precisamente lo que provoca el negocio de los
libros, la escritura y la lectura, al poner al alcance de todos el conocimiento y los saberes de
los otros.
https://www.google.com/search?
client=ubuntu&channel=fs&biw=1221&bih=871&tbm=isch&sa=1&ei=mse7W82KBK2e_QafgKG4CQ&q=cere
bro+procesador+de+data&oq=cerebro+procesador+de+data&gs_l=img.12...273467.280580.0.282740.0.0.0.
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El cerebro procesador de datos

Sin embargo, esos logros están de nuevo en peligro, un peligro mayor que el del
oscurantismo medieval: las nuevas tecnologías digitales están provocando una nueva
evolución adaptativa del cerebro: el cerebro procesador de datos.
Según esto, el cerebro está volviendo a reorganizar los circuitos neuronales. Aquellos
circuitos neuronales que se habían desarrollado con los inventos de la escritura y la lectura
y que le daban la habilidad para realizar una lectura en profundidad, o sea, aquella que le
permite trascender a partir de la materia de lo leído, lo que, a su vez, le permitía explorar
en lo desconocido para así descubrir nuevos conocimientos y saberes, están siendo
reorganizados hacia el simple procesamiento de datos, a la simple acumulación y
repetición de los saberes ya establecidos. Y eso es una gran tragedia, porque ello significa
limitar la imaginación y el pensamiento.
De acuerdo con lo expuesto por Maryanne Wolf, la neurocientífica cognitiva
especializada en la lectura, citada antes, en sus libros Como aprendemos a leer (2007) y el
más reciente, Reader, come home, aun no traducido al español, las nuevas tecnologías
están atrofiando esas habilidades superiores del cerebro, pues, si bien el cerebro está
desarrollando la habilidad de procesar simultáneamente grandes cantidades de
información con los nuevos medios tecnológicos, también está perdiendo la habilidad del
trascender de la lectura, es decir, la de dar sentido a lo que se lee y en consecuencia, a la
invención de nuevas ideas y conocimientos.
Para cerrar el círculo de estas Lecturas lúdicas donde lo empecé , vuelvo a citar a
Maryanne Wolf:
“No pongo en duda la forma extraordinaria en que el mundo digital da vida a la
realidad y la perspectiva de otras personas y culturas. Lo que sí me pregunto es si
los lectores jóvenes típicos no consideran el análisis de texto y la búsqueda de
niveles más profundos de significado como algo cada vez más anacrónico, a causa
de lo tremendamente acostumbrados que están a la inmediatez y aparente
globalidad de los datos que aparecen en pantalla, a los que pueden acceder sin
que medie esfuerzo crítico y sin necesidad de ir más allá de la información recibida.
Pregunto, por consiguiente, si nuestros niños están aprendiendo lo esencial de la
lectura: trascender el texto.
(…)
Muchos estudiantes a los que les han salido los dientes accediendo con relativo
poco esfuerzo a Internet puede que todavía no sepan pensar por sí mismos. Sus
miradas se han estrechado a lo que ven y oyen con rapidez, y sin esfuerzo y tienen
demasiadas pocas razones para pensar apartados de nuestras cajas tontas más
flamantes y sofisticadas. Estos estudiantes no son analfabetos, pero tal vez nunca
lleguen a convertirse en lectores expertos. Puede que durante esa fase del
desarrollo lector en que la capacidad crítica es guiada, modelada, se practica y se
pule, no hayan sido estimulados a explotar el súmmum del cerebro lector
totalmente desarrollado: el tiempo para pensar por su cuenta”.
(Maryanne Wolf, Cómo aprendemos a leer. Historia y ciencia del cerebro y la
lectura, Ediciones B, Barcelona, 2008), pp. 262-263).
Y, a manera de agregado: “pensar por su cuenta”, para mi, significa elaborar nuevas
ideas, conocimientos, saberes y, lo más importante, saber trasmitirlos a los demás.
https://fundacionescrituras.org/la-fundacion-escrituras-pone-en-marcha-el-proyecto-donde-va-la-escritura-
digital-un-debate-publico

La escritura se va muriendo

Y esa es la otra gran tragedia que está ocurriendo: ya tampoco se desarrolla y realiza la
buena escritura.
Son muchos los científicos que estudian el cerebro lector y promueven la lectura como la
gran habilidad y capacidad del desarrollo de la mente. Pero son muy pocos los que hacen lo
mismo por la escritura, como si la escritura fuera apenas un apéndice de la lectura. Nada
más falso. La escritura es mucho más que eso, pero es poco lo que se sabe. Valdría la pena
estudiar y divulgar ese conocimiento y saberes.
O, para empezar a “desfacer ese entuerto”, es necesario intentar responderse a las
preguntas: qué, como y por qué son y funcionan tanto la lectura como la escritura.
A manera de intento. La lectura es un proceso que funciona de afuera hacia adentro y la
escritura en sentido contrario. En la lectura se trata de desentrañar los sentidos y los
significados que quiere compartir y comunicar un escritor. En la escritura se trata de darle
sentidos y significados con palabras a lo que se quiere expresar, compartir y comunicar.
Ver: Lev Vygotsky Pensamiento y lenguaje y por supuesto, a los neurocientíficos cognitivos
que ahora estudian estos asuntos del sentido y el significado.
En fin, la cosa es compleja y merece un mejor estudio que desentrañe los propósitos, las
intenciones, la mecánica cerebral, la mecánica cultural, etc. del funcionamiento de la
lectura y la escritura como acciones superiores de la mente humana.
Y esto nos conduce a los motivos de los peligros y a las alarmas que nos advierten de esos
peligros.
Resulta que el lenguaje y los idiomas están siendo erosionados por la velocidad y la
simpleza de los medios digitales. Se escribe sin pensar y lo que se quiere expresar se
expresa con memes tan simples que apenas si invocan emociones y sentimientos simples y
superficiales de placer o dolor, los que, a su vez, desatan emociones casi primarias que
impulsan a la acción irreflexiva.
Me llama la atención, por ejemplo, que la misma Maryanne Wolf destaca la importancia,
de la escritura, pero, a partir de allí se olvida de la escritura y concentra su investigación
en la lectura, en el cerebro lector, dejando de lado la escritura, el cerebro escritor, lo que
me lleva a pensar que ella, como muchos otros neurocientíficos cognitivos, consideran a la
escritura como algo similar, un apéndice de la lectura, algo que está ahí porque ese es su
lugar y porque sus aportes son parte del paisaje. Lo que no debe ser así como traté de
definir antes.
Sin embargo, si se mira bien, la escritura es una función que implica, además de los
circuitos y procesos de la lectura, otros que le son propios y necesarios, pues, en primer
lugar, no es lo mismo organizar el pensamiento y la imaginación a partir de la lectura, que,
en segundo lugar, organizar la imaginación y el pensamiento para escribir lo que se
imagina y se piensa. Y, para acabar de ajustar, el escribir exige habilidades motoras que es
necesario coordinar con lo que se imagina y se piensa. En la lectura, por otra parte, se usan
los ojos y los procesos visuales de otra manera de como lo hacemos al escribir. Así que se
puede deducir que tanto la lectura como la escritura contribuyen a desarrollar una nueva
organización de los circuitos neuronales y del cerebro, pero cada una en áreas y funciones
propias y especializadas. Habrá que espera a que se realicen la investigaciones adecuadas.
Mejor dicho, tanto la lectura como la escritura son fundamentales en el desarrollo del de
la imaginación y del pensamiento, pero tanto la una como la otra lo hacen de manera
diferente, al igual que lo son sus aportes al descubrimiento de conocimiento y la
acumulación de saber que también son diferentes. Basta con reflexionar un poco sobre el
asunto.
Por eso llamo la atención sobre las teorías de Lev Vigotsky, quien, hace cerca de cien
años y sin las herramientas de los neurocientíficos actuales, pero sí con la genialidad de su
capacidad de observación, deducción, intuición y síntesis, fue capaz de anticipar la
importancia que la escritura tiene para la evolución del cerebro humano y para el
desarrollo de las habilidades superiores de la mente. O dicho de otra manera, la escritura
es la mejor herramienta para producir conocimiento y saberes.

“Nuestras investigaciones han demostrado que el desarrollo de la escritura no


repite la historia evolutiva del habla. El lenguaje escrito es una función lingüística
separada, que difiere del lenguaje oral tanto en estructura como en su forma de
funcionamiento. Aun su desarrollo mínimo requiere un alto nivel de abstracción. Es
habla en pensamiento e imagen solamente, a la que le faltan las cualidades
musicales, expresivas y de entonación del lenguaje oral”.
Lev Vigotsky, Pensamiento y lenguaje, Obras completas, volumen II, Visor,
Madrid, 1993, p. 229.

El libro de Lev Vigotsky, Pensamiento y lenguaje está dedicado a estos asuntos.

Sin la escritura … la oscuridad

La escritura es el ejercicio mediante el cual la mente elabora los productos de su


imaginación y de su pensamiento para ser compartidos con los otros y así sumar y
multiplicar los saberes a la cultura de la humanidad.
Sin la escritura la mente se vuelve simple, dócil y doméstica, fácil víctima para ser
sometida y dominada por aquellos que manipulan las emociones y sentimientos con
estímulos que desatan las emociones y bloquean la capacidad reflexiva.
Sin escritura no se desarrolla el buen sentido crítico y, peor, se pierden el conocimiento y
los saberes en el olvido de la memoria oral.
Mejor dicho, este de la escritura es un asunto que bien merece la pena ser explorado.
Pero tendrá que ser en otro momento.
https://www.elempresario.com/noticias/tecnologia/2017/06/28/que_para_que_sirve_nube_40624_1108.html

El imaginar y el pensar conectados a la “nube”

Y, en medio de esas tragedias, otra más. Se están perdiendo las habilidades de imaginar
y de pensar, así como también las habilidades para descubrir conocimiento y producir
saberes. Denunciar esa nueva tragedia, es en buena parte el propósito de Maryanne Wolf al
investigar y divulgar los perversos efectos que la intenet está teniendo sobre los cerebros
de los humanos. Pero, también, lo peor, el que la sociedad no se preocupa de que sus
sistemas educativos están contribuyendo a ello, pues, en su afán de producir mano de obra
barata y calificada para alimentar la codicia del sistema capitalista y que además considera
un desperdicio el que se invierta cualquier recurso y el que se realice cualquier esfuerzo en
desarrollar adecuadamente las habilidades más superiores de la mente de los estudiantes
en todos los niveles, o sean, la imaginación y el pensamiento.
Por todo ello vuelvo a insistir en mi cuento: no hay nada tan placentero como la Lectura
y la Escritura lúdica, la naturaleza enseña sus maravillas por medio de los juegos, pero no
esos juegos mecanizados, sino los juegos que hacen pensamientos por medio de los
sentimientos y de la imaginación para ser pintados, escritos y divulgados. Y ahí es donde
interviene el negocio de los libros, sean estos en papel y tinta o en pixeles y luz, son campos
de juego maravillosos para desarrollar las habilidades de la imaginación y el pensamiento.

-Fin-

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