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ELA:
PARA QUE CREÁIS
(JUAN)
A menos que se indique lo contrario, todas las citas
bíblicas están tomadas de la versión Reina Valera 1960
Primera edición, 1995
© 1995 por Ediciones Las Américas, A. C.
Todos los derechos reservados
Prohibida la reproducción parcial o total
ISBN 968–6529–28–4
CONTENIDO
1. “Para que Creáis…”
Juan 1:1–18
2. El Verbo Inicia su Ministerio
Juan 1:19–2:25
3. El Verbo y Tres Entrevistas Importantes
Juan 3:1–4:54
4. La Oposición Aumenta
Juan 5:1–6:71
5. Cristo, ¡Predicador sin Igual!
7:1–8:59
6. Los Ciegos, las Ovejas y el Buen Pastor
Juan 9:1–10:42
7. Asuntos de vida o muerte
Juan 11:1–12:50
8. Instrucciones Finales Primera Parte
Juan 13:1–14:24
9. Instrucciones Finales Segunda Parte
Juan 14:25–15:27
10. Instrucciones Finales Tercera Parte
Juan 16:1–33
11. El Verbo Ora por los Suyos
Juan 17:1–26
12. La Noche Fatídica
Juan 18:1–19:42
13. Resurrección y Responsabilidad
Juan 20:1–21:25
“PARA QUE CREÁIS…” JUAN
EL VERBO EL VERBO EL VERBO EL VERBO
RECHAZADO 1 APRECIADO 13 CRUCIFICADO 18 RESUCITADO 20
:1–12:50 :1–17:26 :1–19:42 :1–21:25
Inicio del Preparativos y De Getsemaní a la El
ministerio del proclamación 13: residencia de descubrimiento 20
Verbo 1:19–2:25 1–35 Pilato 18:1–40 :1–29
El Verbo y tres Preguntas, Judas y el María
importantes respuestas y arresto 18:1–11 Magdalena 20:1
entrevistas 3:1– promesas 13:36– Anás, Caifás, y el Pedro y
4:54 14:31 juicio ilegal 18:12– Juan 20:2–10
El Verbo y el Relaciones y 17 María y Cristo
rechazamiento resultados 15:1– Pilato y su resucitado 20:11–
creciente 5:1– 27 tribunal 18:18–40 18
6:71 Los discípulos De la residencia de Los discípulos y
La fiesta, la fricción frente al Pilato al Calvario y al el resucitado en dos
y el futuro 7:1– mundo 16:1–6 jardín 19:1–42 domingos 20:19–29
53 Ministerio futuro Pilato, el El propósito dal
Los hermanos del Espiritu gobernador débil e cuarto
incrédulos 7:1–9 Santo 16:7–13 injusto 19:1–16 evangelio 20:30–
Los judíos Los discípulos Crucifixión y 31
incrédulos 7:10– frente a la verdad muerte del El epílogo; “A
53 de la Verbo 19:17–42 servir” 21:1–23
Jesús, la luz del resurrección 16:1 Los pescadores y
mundo 8:1–59 6–33 Cristo
El ciego sanado y La intercesión del resucitado 21:1–14
“los ciegos” Señor por los “El pescador” y
sancionados 9:1– suyos 17:1–26 Cristo
41 resucitado 21:15–
El Buen 19
Pastor 10:1–42 Dos discípulos y
La última señal y el dos rutas 21:20–23
último Comentario
enemigo 11:1–57 final 21:24–25
Celebraciones y
admoniciones 12:
1–50
1
“Para que creáis…”
Juan 1:1–18
“Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no
están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el
hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre” (Juan 20:30–31).
INTRODUCCIÓN
Los comentaristas bíblicos de todos los tiempos han competido entre sí para
describir la grandeza del evangelio que escribió Juan. Usan palabras como “joya” y
“diamante” para reflejar su belleza. “Tierno” y la frase “el corazón de Cristo”, para
demostrar su espíritu, y “voz de trueno” haciendo referencia a su poder e impacto. La
verdad es que ninguna de las expresiones es exagerada.
Este libro es una combinación fascinante de “leche” y “vianda”. Presenta
simultáneamente un mensaje bellísimo en su sencillez, así como verdades de gran
profundidad que nos han dejado pasmados por 1,900 años. Alguien ha dicho que Juan
es como un gran río cuyo caudal es suficiente para que un elefante nade, pero que
contiene vados por donde la ovejita más tierna puede brincar.
El libro no es un repaso ni una nueva forma literaria de lo contenido en Mateo,
Marcos y Lucas, quienes presentaron a Cristo y su mensaje en un ambiente histórico,
cada uno escribiendo desde un punto de vista distintivo. En ellos se nota más el
elemento cronológico. Por el contrario, Juan seleccionó los eventos y enseñanzas de
sólo unos cuantos días de la vida terrenal de Jesús. Es más, los capítulos del 13 al 20
sólo tratan de una sola semana, la última. Bajo la dirección del Espíritu Santo de Dios,
le tocó al último evangelio interpretar los eventos, centrándose en la persona y obra de
Jesucristo.
EL AUTOR
Identificación del autor
Al fin y al cabo, lo que los autores humanos de la Santa Biblia escribieron dependió
del Espíritu Santo. El resultado, entonces, es precisamente lo que Dios quiso que
tuviéramos. No obstante, hay varios puntos de interés que debemos considerar en
cuanto a la paternidad literaria del libro.
1. No se menciona el nombre del autor humano en el libro.
2. El autor parece haber sido judío de Palestina por sus obvios conocimientos de las
costumbres de ese lugar.
3. Hay varias indicaciones de que fue testigo ocular de los eventos reportados (2:6; 13:26).
4. Juan cap. 21 nos encamina hacia una identificación del escritor.
a. El v. 24 señala a un individuo del grupo como el que “escribió estas cosas”.
b. El v. 2 indica quiénes estaban presentes cuando sucedieron los eventos relatados. De
ellos, el v. 20 elimina a Pedro como posible autor y Santiago (Jacobo) hermano de Juan,
había muerto años antes. De los demás, solamente Juan tenía el conocimiento íntimo de
los detalles relatados.
c. El v. 20, lo describe así: “el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena
se había recostado al lado de él”.
5. Desde muy temprano en la historia de la iglesia se reconoció a Juan como el autor.
Descripción del autor
El libro que lleva su nombre no tiene el propósito de elogiar a su autor. Sin
embargo, ya que lo identificamos como Juan, cabe mencionar algunas de sus
características:
1. Era uno de los “hijos del trueno” (Marcos 3:17).
2. Su profesión anterior era pescador (Mateo 4:21).
3. Fue de los primeros en seguir a Cristo (Mateo 4:21).
4. Llegó a ocupar un lugar muy especial como miembro del grupo más íntimo de Jesucristo.
a. Estuvo con Cristo en el monte de la transfiguración (Marcos 9:2).
b. Estuvo en el jardín de Getsemaní (Marcos 14:33).
5. Se denominaba “el discípulo a quien amaba Jesús, el mismo que en la cena se había
recostado al lado de él” (Juan 21:20).
6. Aparentemente respondió bien a la instrucción y aun a las reprimendas del Señor (Mateo
20:28).
7. Tan estrecha era la relación entre Cristo y Juan, que en la cruz el Señor le encomendó el
cuidado de su señora madre (Juan 19:26–27).
8. Se cree que era el “otro discípulo” de Juan 18:15 y “el discípulo que era conocido del
sumo sacerdote” del v.16. Conocido significa que tenía acceso al lugar del juicio. Pero
lo que es más importante, Juan se animó a estar presente durante el mismo.
9. Según lo que se sabe de la historia, el apóstol Juan sobrevivió a los demás apóstoles y
murió tiempo después de un largo ministerio en Asia Menor. Aun el apóstol Pablo había
muerto muchos años antes de Juan. Semejante larga vida y ministerio es muy
significativo, porque proporcionaron al apóstol una perspectiva muy especial. Quiere
decir que vio a la iglesia salir de la infancia. El resto del Nuevo Testamento fue escrito
antes de su muerte. No cabe duda que él tenía a la mano copias de los libros que ya
circulaban. Es más, ya habían empezado a aparecer en las iglesias las doctrinas
erróneas. Juan, bien instruido y ahora ya maduro, estaba bien facultado para tratar
semejantes desvíos. El enfoque de su evangelio lo demuestra.
¡PENSEMOS!
Los que poseen las mismas características de Juan, pueden
servir bien al Señor.
¡PENSEMOS!
El Dr. Tenney sugiere un buen bosquejo de Juan 20:30–31:
(1) Revelación, v. 30
¡PENSEMOS!
Se ha dicho que “creer en él” y “creer en su nombre” se
refieren a una misma idea. ¿Cómo es esto? En contextos
como el presente, la palabra “nombre” siempre se refiere a
la revelación de lo que es y lo que hace la persona, Cristo.
“Llamarás su nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo
de sus pecados” (Mateo 1:21). ¡El nombre revela su carácter
y su obra! ¡Con qué razón el creyente canta:
Y adoraré tu nombre!”
¡PENSEMOS!
“¡Es posible!” ¡Qué palabras tan alentadoras! Si
buscamos la restauración de la salud cuando tenemos una
enfermedad agobiante y el médico dice: “¡Es posible!” ¡Qué
alivio! Si cuando buscamos la salida de un problema
financiero nuestro consejero o banquero dice: “¡Es posible!”
¡Qué gozo! ¡Hay esperanza! Ahora, es Juan quien
proporciona las palabras animadoras, alentadoras, palabras
de gozo y esperanza. ¡Es posible conocer a Dios por medio de
Cristo Jesús!
2
El Verbo Inicia su Ministerio
Juan 1:19–2:25
“El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que
quita el pecado del mundo” (Juan 1:29)
Ya el apóstol Juan asentó que el Verbo no tuvo principio. Sin embargo, el comienzo
de su ministerio aquí en la tierra es de muchísimo interés para los historiadores pero
mucho más para el creyente. Por cierto, desde su entrada al mundo, a la vez humilde (en
un pesebre) y espectacular (el anuncio angelical, etc.), Jesucristo pasó por la juventud y
adolescencia casi sin comentarios por parte de los evangelistas (véase Lucas 2:41–52).
En cambio, los cuatro desarrollan el tema del inicio del ministerio público. Los
sinópticos (primeros tres) presentan detalles de los acontecimientos preparatorios: su
bautismo y la tentación en el desierto. El enfoque de Juan es muy diferente. Siempre va
de acuerdo con la historia, pero sin repetir los mismos detalles, ya que él escribió con
una perspicacia doctrinal muy diferente.
RELACIÓN CON JUAN EL BAUTISTA
Este evangelio no da todos los detalles de la vida de ese gran profeta, pero sí nos
revela suficiente. Es el libro de Lucas el que proporciona más datos acerca del Bautista
y su familia (véase Lucas 1:5–15, 57–80).
El propósito de su ministerio
“Este vino … para que diese testimonio de la luz” (1:7). “Juan dio testimonio de él”
(1:15). Cuando los del Sanedrín vinieron a preguntarle quién era, contestó: “Yo soy la
voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor” (1:23). No cabe
duda que provocaba interés la combinación de su mensaje apocalíptico con su estilo de
vida. Por ejemplo, su vestimenta: “Y Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un
cinto de cuero alrededor de sus lomos…” (Mateo 3:4); su comida: “…y su comida era
langostas (el insecto) y miel silvestre” (Mateo 3:4); su ambiente: el desierto (Mateo 3:4;
11:7–9).
Al observarlo y oirlo, algunos preguntaron si él era el Mesías prometido. Sin
embargo, Juan, sabiendo cuál era su papel, así lo manifestó delante de las autoridades
(1:20–23): Era el heraldo de un rey venidero y cumplió su tarea al pie de la letra. Los
judíos nunca pudieron decir que la venida del Mesías les cayó por sorpresa. Juan los
dejó sin excusa.
La profundidad de su mensaje
“He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (1:29). Algunos se
preguntan: “¿Entendía Juan lo que estaba diciendo?” Tampoco nosotros en todos estos
siglos, hemos podido captar la profundidad de la verdad que proclamaba. Sin embargo,
se tiene que recordar que el Bautista era profeta, conocía el Antiguo Testamento, así
como su misión de preparar el camino del Mesías. En resumidas cuentas, era un hombre
de Dios. No cabe duda que sus palabras fueron pronunciadas bajo la dirección del
Espíritu Santo, quien era y es, el gran maestro de las verdades espirituales. Juan sí
entendía de qué hablaba, aunque naturalmente no tenía todos los detalles.
En aquel entonces, los judíos ofrecían sacrificios para pagar por sus pecados, pero el
Cordero de Dios en su sacrificio, eliminó esta práctica. El Bautista confesó: “Éste es el
Hijo de Dios” (1:35).
¡PENSEMOS!
Juan 1:29 debiera imprimirse en caligrafía bella,
grande y tinta dorada. Bien es cierto que toda la
Escritura es inspirada y toda igualmente útil. Sin
embargo, la riqueza de este trozo: “He aquí el Cordero
de Dios, que quita el pecado del mundo”, es
incomparable. Fue proferido por labios humanos
limitados por el tiempo, el espacio y la comprensión,
pero a pesar de ello, no existen palabras más llenas de
significado.
¡PENSEMOS!
¡Qué testimonio el de Juan! Su énfasis era Jesús, el
Cordero de Dios, y su enfoque su persona y obra salvadora.
No pretendía entretener a sus oyentes con cuentos ni hacía
promesas de mejorar sus condiciones sociales o financieras.
Sencillamente presentó a Cristo, su persona y obra. El único
propósito del autor de este libro fue anunciar al Mesías.
Actualmente está muy de moda presentar a Cristo como una
especie de panacea mágica, haciendo énfasis en que
garantiza la felicidad. En forma equivoca, parece que ¡se
hace hincapié más en lo que Cristo puede hacer por nosotros
que en lo que ya ha hecho!
“Respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces
le respondió Jesús: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás [Juan], porque no te lo
reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo también te digo que tú
eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no
prevalecerán contra ella” (Mateo 16:16–18).
“Bienaventurado eres” (Mateo 16:17). En estas palabras, Jesús no pretende darle un premio
por haber dicho o logrado algo fuera de lo común. Más bien es una descripción de su condición
espiritual. ¿Por qué? “porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los
cielos”. El Señor cita el origen fisico de su nuevo discípulo, pero identifíca la fuente de su
confesión (v. 16) como totalmente distinta.
“…tu eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia” (v. 18).
Es de notarse que Cristo NO dijo, “sobre ti”.
“Petros”, el nombre dado por Cristo, quiere decir “piedra” y NO es la misma palabra ni tiene
el mismo sentido que “petra”, “la roca”, sobre la cual Cristo edificará su iglesia. La prímera es
un pedazo de piedra, la segunda, es un conjunto de rocas, o una montaña de ellas. En este
contexto, no es Simón Pedro “la roca sobre la cual edificaré mi iglesia”, sino que ésta se funda
en la verdad referente a la persona y obra de Cristo que el apóstol enunció. Tiene que ver con la
verdad revelada por Dios mismo (véase la confesión de v. 16) y no con la persona que la dijo.
Efesios 2:20 enseña que todos los apóstoles fueron “el fundamento” de la iglesia. Este
versículo no hace referencia a sus reconocidas y nobles personas, ni aun a la gran fe que
pusieron en el Señor. Más bien, reconoce su fíel predicación del mensaje, y que se prestaron a
ser dirigidos por el Espíritu Santo para escribir lo que Dios quiso que tuviéramos, el Nuevo
Testamento.
En Mateo 18:1 (Lucas 22:24) los discípulos discutieron quién sería el mayor. Obviamente,
el Señor no había señalado que Pedro lo sería, o los demás lo hubieran entendido así, y dado su
forma de ser, ¡se hubieran opuesto!
Es importante considerar las fallas y flaquezas que tuvo Pedro, características que vemos en
todo ser humano, como la famosa negación (Mateo 26:69–75). El apóstol fue perdonado por la
misericordia y gracia de Dios. Más tarde, provocó una situación difícil en la iglesia, la cual es
mencionada por Pablo en Gálatas 2:11.
¡BAJO EL CONTROL DE CRISTO, CUALQUIER
DISCÍPULO “INESTABLE” PUEDE LLEGAR A
SER “PIEDRA”!
Natanael 1:45–51
Frente a la renuencia de éste (1:46), Cristo demostró su omnisciencia (1:48), la cual
dejó a Natanael impresionadísimo. “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; el Rey de Israel”
(1:49). ¡Qué buen ejemplo de un individuo cuyo corazón había sido preparado para
recibir la verdad! A través de los años de ministerio, fueron muchísimas las personas
que no reaccionaron así a los milagros del Señor. Ignoramos los detalles biográficos de
Natanael, pero será recordado por haber sido sensible a las palabras de Jesús.
Aunque probablemente los discípulos no comprendían completamente el titulo de
“el Cordero de Dios”, sí entendían lo principal. Jesús ofreció lo que ningún otro,
inclusive aquel gran predicador de justicia y arrepentimiento, del que Cristo dijo, “Entre
los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista” (Mateo
11:11). Ser discípulo de quien “quita el pecado del mundo” era muy diferente a serlo de
uno que predicaba el arrepentimiento.
PRIMERA SEÑAL
EL AGUA CONVERTIDA EN VINO
EN LAS BODAS DE CANÁ
RELACIÓN CON ALGUNAS PERSONAS EN CANÁ
2:1–11
Habiendo recibido una invitación, Cristo asistió a las bodas con algunos de sus
discípulos
Conversación con su madre (2:3–5). Parece que María estaba presente por ser de la
familia o muy amiga de los novios. Dios usó como instrumento la relación que María
tenía con los novios, para que Cristo fuera invitado, propiciando así la escena para esta
primera señal. Suponemos que su madre tenía algo que ver con la dirección de algunas
de las actividades asociadas con la fiesta, por eso informó a Jesús de la falta de vino.
No sabemos con qué propósito se acercó a su hijo para darle la información. El no
era oriundo de esa región, por lo que no era lógico esperar que él, un visitante, supiera
dónde comprar más vino. Eso se podía esperar de un esclavo o amigo cercano. Además,
él era uno de los que fueron invitados formalmente. Por supuesto, existe la posibilidad
de que ella esperara un milagro. ¿Será que quería que Jesús empezara a manifestar su
verdadero carácter?
Es interesante notar las dos respuestas del Señor. En primer lugar respondió a su
madre, “¿Qué tienes conmigo mujer?” (2:4). La expresión se encuentra en varias otras
partes de la Biblia y su sentido exacto depende del contexto. Ni la pregunta ni el
término “mujer” expresan falta de respeto, aunque en español lo parece. El quería
comunicar a su señora madre que su programa no era el de ella. En otras palabras, ya no
se ceñía al horario o plan familiar dirigido por su madre. Con toda la ternura posible, le
hizo ver que tenía que obedecer otras órdenes.
Enseguida, Cristo respondió a la necesidad del momento. Obedeciendo a un
propósito y horario muy suyo, hizo el milagro.
Conversación con los que servían (2:5, 7–8). Según parece, no eran esclavos ni
sirvientes sino amigos, los que ayudaban a los novios en su celebración. A estos Jesús
dio las instrucciones. Juan no indica nada de la reacción de ellos, ni de lo extraño de sus
indicaciones, ni de lo espectacular de los resultados. Sin embargo, tuvieron que haberse
dado cuenta del milagro.
Intercambio con sus discípulos (2:11). Juan no relata que hubiera conversación. Sin
embargo, parece que esta señal logró su propósito, porque los discípulos creyeron.
Después nos informa que éste fue el primer milagro (2:11), contradiciendo así los
cuentos apócrifos que hablan de la juventud de Jesús. Algunos de ellos pretenden
presentarlo en su niñez y adolescencia haciendo milagros y prodigios. No, su primer
milagro lo hizo en las bodas de Caná.
Su propósito principal aquí no era bendecir el concepto del matrimonio. La Biblia
tiene muchas enseñanzas sobre ese importante tema, pero no es el enfoque aquí.
Tampoco quería el Señor enseñar al mundo que es lícito tomar bebidas embriagantes. El
vino de aquel entonces, era fermentado, pero por lo general, iba mezclado con tres
partes de agua.
La intención de Cristo era demostrar su poder, mayormente a sus discípulos, para
que creyesen. La señal tenía un propósito espiritual y, según Juan, los discípulos lo
vieron y entendieron: “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y
manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él” (2:11).
RELACIÓN CON LOS QUE PROFESABAN SER JUDÍOS
PLADOSOS
2:12–25
El culto y el comercio 2:12–17
Después de haber pasado unos días en Capernaum con su familia, Cristo y sus
discípulos se dirigieron a Jerusalén para celebrar la Pascua. Por supuesto, el Señor había
visitado el templo en otras ocasiones con su familia. Ésta, sin embargo, era la primera
visita de su ministerio público. Las condiciones en que se encontraba el recinto sagrado
lo hicieron reaccionar con fuerza. Naturalmente los judíos de lugares lejanos de
Jerusalén tenían que cambiar su dinero y comprar animales para los sacrificios. El Señor
no se oponía al comercio, lo que le molestó era que habían convertido el templo en un
mercado. Es más, lo que estaban haciendo reflejaba la degeneración espiritual que
permeaba al judaísmo de aquel entonces, poniendo énfasis en lo externo y los ritos, en
vez de aplicar el sentido verdadero de la ley.
¡Qué interesante que el Señor confrontó las faltas de los judíos en el mismo centro
de su religión! Igualmente importante es que lo haya hecho tan temprano en su
ministerio. Por cierto, casi al final de los tres años y medio de ministerio público, el
Señor volvió a condenar el comercio ilícito en el templo (Lucas 19:45–48). Pero
ninguna de las dos intervenciones fueron pensadas para ganar el favor de los líderes
religiosos.
El pueblo y su pregunta 2:18–22
“Los judíos” del v. 18 eran los miembros del Sanedrín. Estaban molestos y
probablemente iban acompañados por algunos policías del templo. Demandaron de
Jesucristo sus credenciales, algo que lo autorizara a hacer semejantes cambios en el
ritmo religioso que les complacía.
Como de costumbre en semejantes circunstancias, Cristo no hizo ningún milagro.
Más bien, usando palabras bien comprensibles para quienes estaban dispuestos a creer,
comunicó el propósito de su ministerio. Pero prácticamente ocultó su mensaje a los que
tenían una disposición incrédula. Además, aludió a su muerte y resurrección. Ellos lo
entendieron mal, tomando su dicho como si fuera una referencia al templo literal.
Más de tres años después, sus discípulos reflexionaron en sus palabras: “Destruid
este templo, y en tres días lo levantaré”, y fueron confirmados en su fe (2:22).
Jesucristo y los creyentes a medias 2:23–25
La gente quedó muy impresionada con las señales. Inclusive empezó a surgir cierta
clase de “fe”. Sin embargo, Juan especificó que esa “fe” se fundaba en lo que vieron y
no en lo que oyeron. Era una fe inadecuada, incompleta; eran creyentes “a medias”.
Sin embargo, el Espíritu Santo utilizó esto para guiar al autor humano del evangelio
a revelar una característica adicional de la persona divina de Cristo, señalando la razón
por la que él no se fiaba de ellos: “… porque conocía a todos, y no tenía necesidad de
que nadie diese testimonio del hombre, pues él sabía lo que había en el hombre” (2:24–
25). En el Señor radica el poder absoluto, capaz de examinar y conocer el corazón del
hombre. El ser humano puede engañar a su prójimo, pero nunca al Señor.
Vale la pena notar el vocablo “todos” del v. 24. Cristo conoce aun los detalles más
mínimos de la persona más sencilla. En el contexto de Juan 2, “todos” quiere decir que
entre los que vieron, oyeron y creyeron en una forma superficial, no había ninguno con
quien el Señor hubiera podido entablar una relación estrecha.
¡PENSEMOS!
Al analizar estos capítulos del evangelio de Juan, se nota
que desde el principio de su ministerio, Jesús encontró
oposición abierta de los líderes religiosos. Poca gente estuvo
dispuesta a seguirlo. ¿En qué grupo se encuentra usted? Si
no ha recibido a Cristo como su Salvador, ore a Dios
pidiéndole que venga a su vida y lo transforme en un
verdadero creyente.
3
El Verbo y Tres Entrevistas
Importantes
Juan 3:1–4:54
“El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que desobedece al Hijo no verá la vida,
sino que la ira de Dios está sobre él” (Juan 3:36)
¡PENSEMOS!
En cierto sentido, el relato del encuentro con Nicodemo
nos deja insatisfechos. Es decir, no nos indica si él aceptó el
mensaje del Verbo o no. Claro que en los eventos posteriores
hay ciertas indicaciones de que sí lo hizo, como sus
comentarios ante los demás miembros del Sanedrín (Juan
7:50–53) y su participación con José de Arimatea en la
preparación del cuerpo de Cristo. Sentirse insatisfecho es
ignorar el propósito del Espíriu Santo, que era presentar al
lector, tanto de aquel entonces como de hoy en día, lo que
quiere decir “nacer de nuevo”. La porción no pretende ser
una biografía de Nicodemo, sino la presentación de una
importantísima verdad. Más importante aún que el estado
espiritual de Nicodemo, es la respuesta del lector actual: ¿Ha
nacido usted de nuevo?
Juan el Bautista testifica del mensaje del Verbo (3:22–36). La nota cronológica
dice: “…Juan no había sido aún encarcelado” (v. 24), sino que bautizaba en Enón. De
esto resultó una discusión con cierto judío en cuanto a la purificación. Cuando alguien
comentó acerca de la obra de Cristo, Juan confirmó que era su heraldo, que no era más
que un precursor, y definitivamente no el Mesías. Confesó que su presencia debía
menguar para que creciera el Mesías. En sus palabras no se aprecia ni una sombra de
rencor ni de queja.
Lo que sí quería era afirmar el mensaje básico que se le había dado a Nicodemo: “El
que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida,
sino que la ira de Dios está sobre él” (v. 36). Juan el Bautista y Cristo no fueron rivales,
ni en su ministerio ni en su mensaje, y el primero no pretendía hacer lo que el Señor
vino a hacer.
CON LA SAMARITANA Y SUS COMPATRIOTAS
4:1–42
El creciente número de discípulos bautizados y la reacción negativa de los fariseos
forman el trasfondo del viaje al norte. Sin embargo, la frase “…le era necesario pasar
por Samaria” (4:4) indica algo más que sólo escapar de la oposición de los líderes
engañosos.
La mujer samaritana
El nivel de la samaritana era muy diferente al del hombre entrevistado en el capítulo
anterior. Nicodemo era de clase alta, recto y moral en su vida, líder y maestro
reconocido. Él tomó la iniciativa y vino a buscar a Cristo. En cambio, la mujer provenía
de una raza menospreciada. Parece que su mismo pueblo la consideraba sin mucha
educación ni aceptación social. Además era impertinente. En esta ocasión es Cristo y no
la mujer, quien toma la iniciativa. Difícil sería encontrar a dos personas o situaciones
más diferentes.
La entrevista 4:6–27
Una oportunidad aprovechada (4:6–9). Cansado y sediento, Cristo pidió agua a la
samaritana. Era un acercamiento a la vez normal y fuera de lo común, y la mujer lo
reconoció así. Por un lado, ella sabía que por ser un viajero que iba pasando por la árida
región, no le podía rehusar el agua. Sin embargo, era definitivamente fuera de lo común
que un judío pidiera agua a una samaritana. La pregunta que le hizo: “¿Cómo tú, siendo
judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?” (4:9), puede interpretarse
como una expresión de sorpresa, o una pregunta capciosa. De acuerdo a lo que se revela
de su carácter después, yo optaría por “impertinente”. A la vez, parece ser algo fuera de
carácter que una mujer de esa sociedad y esas circunstancias hablara así.
Lo más correcto era que no hubiera hecho caso o que consintiera a la súplica sin
comentarios. ¿Cómo sabía que Cristo era judío? Tal vez había algo diferente en su
hablar o en su ropa. La porción no dice si le ofreció el agua, pero la importancia de
beber se desvaneció a la luz de un tema mucho más interesante e importante.
¡PENSEMOS!
“¡Agua viva!”
¡PENSEMOS!
¡Qué maravilla! Con verdad, tacto y ternura, el Mesias
convenció a la mujer. El comentario de Cristo a sus
discípulos cuando regresaron, indica que habia (¡y todavía
hay!) oportunidades de trabajar por doquier (4:35).
Convendria que pidiéramos al Señor que nos diera ojos para
ver y voluntad para trabajar en la siembra de su Palabra.
LA SEGUNDA SEÑAL
La curación del hijo de un oficial
CON UN OFICIAL
4:46–54
Un atormentado padre vino donde Cristo y le pidió que sanara a su hijo. El hombre
pertenecía a la corte de Herodes, factor que no le daba mucho prestigio ante los ojos de
Cristo. El Mesías expresó su decepción con los que solamente buscaban “señales y
prodigios” (4:48). Es la única vez en este evangelio que estas dos palabra aparecen
juntas, dando a entender que esa gente quería ver lo espectacular de un milagro, y nada
más.
No obstante, la petición sincera y genuina: “Señor, desciende antes que mi hijo
muera” (4:49), muestra que era un hombre diferente. A esa súplica, Cristo respondió
sencilla pero poderosamente: “Vé, tu hijo vive”.
¡PENSEMOS!
¡El enfermo no estaba presente! Cristo no tuvo que
tocarlo con la mano para sanarlo. Con su palabra fue
suficiente. La señal demuestra que las distancias no
limitaban el poder del Hijo de Dios. El oficial había llegado
hasta el Mesías con cierta fe, pero cuando terminó este
asunto, “creyó él y toda su casa” (4:54). ¿Qué era lo que
creyó? ¡Lo que Cristo dijo! Es precisamente lo que el Señor
exige de nosotros. La señal comprueba quién es Jesús y
subraya la necesidad de creer en lo que él dice.
4
La Oposición Aumenta
Juan 5:1–6:71
“Por esto los judíos aun más procuraban matarle, porque no sólo quebrantaba el día de
reposo, sino que también decía que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Juan
5:18).
Se acostumbra pensar en el Evangelio de San Juan como el del amor. Sin duda esa
opinión se basa en la verdad glorisa que contiene Juan 3:16. Sin embargo, puesto que el
autor traza la historia del repudio del Mesías por parte de los judíos, también ha recibido
otro titulo: “El Evangelio del Rechazo”. Los capítulos 5 y 6 reflejan la creciente
reacción negativa desde el inicio del ministerio del Mesías, a pesar de las señales y
milagros que hacía. Cada capítulo principia narrando una.
LA TERCERA SEÑAL
El enfermo de Betesda sanado.
EL VERBO SANA AL PARALÍTICO
5:1–18
Betesda era el nombre de un estanque que todavía existía en los tiempos en que Juan
escribió su libro (5:2). Pero el lugar exacto donde esto ocurrió ya no existe. En este
pasaje, el autor reporta fielmente la idea popular, una especie de mitología o
superstición, que decía que de vez en cuando las aguas eran agitadas por un ángel, y que
el primer enfermo que lograra meterse en ellas después de esto, sanaba.
Tal vez las aguas tuvieran algún valor curativo o que hubiera un manantial
intermitente, lo que explicaría la frase “de tiempo en tiempo” (v.4). Tal vez algunas
enfermedades, causadas por los nervios, sanaban con los baños y la referencia al
“ángel” probablemente era una superstición, o invento creado por los muchísimos
enfermos que acudían en busca de salud. Lo cierto es que ni Juan ni Cristo hicieron
referencia a las “curaciones,” supuestas o verídicas, asociadas con Betesda.
De hecho, el v.3b y todo el versículo 4 no se encuentran en los mejores manuscritos.
De todos modos, el enfoque de capítulo 5 no es ni el estanque ni “el ángel”, sino el
Mesías y su ministerio a un enfermo entre los muchos que ahí había.
Ocasión y circunstancias
v. 1. En primer lugar, “había una fiesta de los judíos”, tal vez la de los Tabernáculos
o la de Pentecostés, porque si fuera la Pascua, Juan lo hubiera especificado.
v. 9. Además era un día de reposo, factor que provocó un choque con los líderes.
v. 5. El enfermo había estado en esas condiciones por largos años. Por lo regular,
cuanto más tiempo durara la enfermedad, tanto más difícil era la curación. Entonces, era
un hombre totalmente desvalido. ¡Quién sabe por cuánto tiempo había esperado junto a
las aguas!
v. 6. Este parece indicar que el Señor escogió posiblemente el peor de los casos
presentes en Betesda.
Cara a cara con Cristo 5:6–18
“¿Quieres ser sano?” fueron las palabras del Mesías, sin un saludo, ni introducción.
Aunque la fama del nuevo predicador, “Rabí” y hacedor de milagros ya se había
extendido en cierta medida, no hay ninguna indicación aquí de que el enfermo supiera
con quién platicaba.
Es interesante notar que el propósito de la pregunta no era despertar la fe. En este
caso, la señal precedió a la fe. “¿Quieres ser sano, de una vez, sin tener que meterte de
continuo en el agua?” Efectivamente, la razón de la pregunta era provocar esperanza en
el paralítico y desviar su atención del estanque.
¡PENSEMOS!
Es posible poner la vista en lo que no sirve. Puede ser
que la sociedad diga que algo sí sirve, o que las costumbres y
la cultura lo afirmen así. Puede ser que haya presión de
parte de la familia para que confiemos en lo que “siempre
hemos hecho”. Y en esas condiciones, usted se haya quedado
esperando “el movimiento del agua”, o un golpe de suerte.
Sin embargo, Cristo vino a cambiar ese enfoque.
La queja (5:7). Si el enfermo hubiera sabido con quién hablaba, sólo hubiera dicho:
“¡Sí!” En cambio, lo que expresó fue una lamentación, echando la culpa en otros,
cuando dice que nadie le había ayudado porque era de esperarse que tuvieran compasión
de alguien tan enfermo y por tantos años. Esto fue lo que hizo Cristo.
LA IMPORTANCIA DE ESTA SEÑAL ESTÁ EN
LAS CONSECUENCIAS DE LA CURACIÓN.
La curación y sus consecuencias inmediatas (5:8–18). Con sólo seis poderosas
palabras, el Mesías, hizo la curación. No usó otros medios (medicina, lodo, como en el
caso del ciego, o agua). Tampoco requirió de fe previa. No le impuso las manos, no
utilizó los servicios de sus discípulos (quienes, a propósito, ni siquiera se mencionan).
Con la sola palabra de Cristo ¡desaparecieron 38 años de enfermedad!
Sin embargo, lo que Jesús hizo no fue sólo por el bien del enfermo, ni constituye
una oferta de sanar todas nuestras enfermedades. Es bueno observar que sólo un
enfermo entre muchos que estaban presentes fue sanado. Lo que hizo Jesús fue una
señal para todos los judíos.
¡PENSEMOS!
La gracia de Dios te ha perdonado. “¡No peques más!”
Si por su gracia has conquistado algún hábito pecaminoso,
“¡no peques más!” Si has logrado la victoria sobre alguna
debilidad. “¡no peques más!” La frase ha de resonar en tu
alma todos los dias “…para que no te venga alguna cosa
peor” (5:14).
¿Por qué será que Cristo dijo: “toma tu lecho y anda”? (v. 8) Parece que quería
desafiar la tradición humana y el espíritu falso de los líderes religiosos de aquel día que
habían listado 30 diferentes clases de “trabajo prohibido” en el día de reposo, entre
ellos, cargar una cama (v. 10). Asimismo, habían fabricado casi el mismo número de
reglas para castigar las consecuencias de su imposición. ¡Con qué razón el Señor les
denominaba hipócritas!
El hombre, ya sanado, se convirtió en un propagandista ambulante. Uno hubiera
pensado que al verlo, las autoridades se regocijarían con él por haber sanado. Pero, no,
solamente lo criticaron porque esta se efectuó en el día de reposo.
Desde entonces (los líderes), “procuraban matarle” (v. 16), Pero el Señor los
confrontó con una declaración abierta: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (v.
17). Hasta el día de hoy, el Padre trabaja (por ejemplo, ¡sustenta el universo!), y no deja
de hacerlo ni en día de reposo y no podemos decir que Dios quebranta la ley por eso
¿verdad? Los judíos entendieron perfectamente bien lo que Cristo quiso decirles. El
Señor nunca se retractó de nada ni intentó cambiar la impresión que recibieron.
EL VERBO REVELA MÁS ACERCA DE SU CARÁCTER
5:19–47
Otro título para esta sección sería: “Discurso ante una congregación hostil”
Afirmaciones que Cristo hizo de sí mismo 5:19–29
(1) Él es Dios y puede hacer lo mismo que Dios hace, v. 20.
(2) Él da vida a los que él quiere v. 21.
(3) Él juzgará, v. 22.
(4) Él merece el mismo honor que el Padre, v. 23.
(5) Él libra de la condenación, v. 24.
(6) Él es la fuente de vida espiritual, v. 25.
(7) Él tiene autoridad para juzgar, v. 27.
(8) Él es quien resucitará a los creyentes, vv. 28–29.
CRISTO ES IGUAL A DIOS PADRE.
¡IGUAL EN SU PERSONA, IGUAL EN SU OBRA,
E IGUAL EN SU HONRA!
Cinco testigos de la persona de Cristo 5:30–47
Cristo testificó de sí mismo (5:30). Ni una sola de sus palabras ni ninguna de sus
obras, estuvieron en conflicto con Dios el Padre. En todo lo que dijo e hizo sólo tuvo un
propósito: cumplir con la voluntad de Dios.
Juan el Bautista testificó de Cristo (vv. 33–35). Juan fue como una antorcha
especial que iluminó su generación. Pero nunca pretendió ser más de lo que era al ser
confrontado por una delegación de líderes (Juan 1:19–23). Algunos judíos respondieron
a su predicación, pero al conocer las exigencias de su mensaje, muchos lo abandonaron.
Las obras que el Padre le “dio” para hacer (v. 36). Juan Bautista y los profetas del
Antiguo Testamento fueron enviados por Dios. Sin embargo, ninguno como Cristo.
Todas sus obras (milagros, enseñanzas, etc.), fueron de tal naturaleza, que ningún
hombre las pudo haber hecho, porque eran para dar testimonio de quién era Cristo.
“…el Padre que me envió ha dado testimonio de mí” (v. 37). Los fariseos y demás
líderes no habían oído la voz del Padre, pero algunos hombres, sí: “Tú eres mi Hijo
amado; en ti tengo contentamiento” (Lucas 3:22). Y otra vez: “Este es mi Hijo amado; a
él oíd” (Lucas 9:35).
Las Escrituras testifican de él (vv. 39–47). La queja contra el Señor era que había
quebrantado la ley. En estos últimos versículos del capítulo, Cristo responde a sus
adversarios usando la ley y a Moisés mismo. Les hizo ver que si hubieran aceptado lo
dicho por el caudillo, hubieron aceptado la persona y el mensaje de Cristo. El Señor
señaló la razón por la que había tantos hombres perdidos tanto en aquel día como el día
de hoy: “…no queréis venir a mí para que tengáis vida” (5:40).
EL VERBO DA DE COMER A LA MULTITUD
6:1–15
Con todo y empezar con un milagro, el capítulo 6 sigue con el mismo tema de la
oposición a Jesús. En el capítulo anterior, los eventos se llevan a cabo en Jerusalén. En
el 6, ya había pasado a Galilea; ambos empiezan con una señal.
LA CUARTA SEÑAL
Alimentación de los cinco mil
Ocasión y circunstancias 6:1–4
“Después de esto…” (6:1). Entre la fiesta de 5:1 y la Pascua de 6:4 pasaron varios
meses. Cristo estaba en el apogeo de su ministerio en Galilea. La multitud lo seguía
porque quería ver más señales (6:2). Tristemente, no era el mensaje, sino los milagros,
lo que los motivaba.
Como es el único milagro incluido en los cuatro evangelios a la vez, tenemos más
detalles. Según Mateo 14:13, Cristo acababa de saber del asesinato de Juan Bautista y
según Marcos 6:31, quería que su discípulos descansaran en un lugar privado y quieto.
Esto explica por qué querían estar a solas en el monte. Sin embargo, muy pronto la
gente los encontró. Juan dio por sentado que sus lectores conocían los detalles de los
primeros evangelios y sólo menciona la gran necesidad que tenía la gente congregada.
La razón y las reacciones 6:5–15
Cristo mismo tomó la iniciativa conociendo la necesidad de la multitud. La
pregunta: “¿De dónde compraremos pan para que coman éstos?” dirigida a Felipe no
fue porque Cristo ignoraba lo que iba a hacer. Más bien, era una prueba para el
discípulo (v. 6). Tristemente, ni Felipe ni los demás la pasaron. Parece que ninguno de
ellos se acordaba del agua convertida en vino en Caná, pero él “sabía lo que había de
hacer” (6:6).
¡LAS PRUEBAS DE DIOS VIENEN PARA
REFINAR LA FE DE SU GENTE,
NO PARA INDUCIRLA A PECAR!
Claro que la señal demostró el deseo y capacidad del Mesías para suplir las
necesidades de los imposibilitados. Sin embargo, Cristo sabía la importancia que la
señal tendría para sus discípulos. A la verdad, dar de comer a la gente no fue la razón
principal de que viniera el Mesías, o el propósito de su ministerio. Lo que sí era
importante era hacer crecer la fe de sus seguidores para que realizaran la gran
responsabilidad que les quedaría.
Como resultado de este milagro, la multitud tuvo una reacción contraria al plan de
Cristo. Quisieron “apoderarse (tomarlo por la fuerza) de él y hacerle rey” (6:15)
pensando que necesitaban un Mesías político. Sin embargo, no había llegado el tiempo
ni las condiciones eran adecuadas para tal movimiento y el Señor mismo tuvo que
actuar con rapidez para contrarrestar la voluntad de las masas.
La gente no entendió que aunque en efecto iba a ser un gran rey, antes tenía que ser
un gran sacerdote, y ofrecerse a sí mismo en sacrificio por el pecado. Lo que aquí se ve
es el rechazo del verdadero Mesías por el concepto equivocado de uno que respondía a
sus anhelos políticos. Al fin y al cabo, esta es una actitud de incredulidad. Por lo tanto,
“…hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de él a Betsaida” (Marcos 6:45).
Quería librarlos de aquella idea equivocada.
EL VIAJE A CAPERNAUM
6:16–21
La primera parte del capítulo 6 presenta una prueba por medio de la comida. Esta es
por medio del agua, y la última parte relata otra prueba, la del pan.
LA QUINTA SEÑAL
Jesús anda sobre las aguas.
Ocasión y circunstancias
Los discípulos se fueron por orden del Maestro (Marcos 6:45). Cristo no quería que
se contagiaran con las emociones de la multitud. Quiere decir que la prueba de agua que
les esperaba iba de acuerdo con el conocimiento, voluntad y plan de Dios.
El cuadro se complicó porque se hizo de noche, se soltó una tempestad y habiendo
remado hasta “la cuarta vigilia de la noche” (Marcos 6:48) sólo habían recorrido 4 o 5
kilómetros ¡en toda la noche! Es más, Marcos dice que tuvieron “gran fatiga” (Marcos
6:48), y San Mateo utiliza la misma palabra (en el griego) para describir a la barca
(Mateo 14:24).
La señal, las reacciones y los resultados
“…Jesús… andaba sobre el mar y se acercaba a la barca” (6:19). De lo que no se
habían dado cuenta los discípulos era de que Cristo sabía dónde estaban. Los veía de
lejos y en el momento preciso, de acuerdo a su plan, llegó hasta ellos.
Otra vez el Mesías responde a una gran necesidad y lo hace milagrosamente,
andando sobre el agua. Ni el viento ni el oleaje lo pudieron detener o afectar.
CUALQUIERA PUDO HABER DICHO “NO
TEMÁIS”. EL VALOR DE SU FRASE ESTÁ EN
EL “YO SOY”.
Sin embargo, la reacción inicial de los remeros fue de temor. Marcos 6:49 indica
que pensaron que era un fantasma, sin duda por alguna superstición de la región, pero su
reacción cambió al oír las palabras, “Yo soy; no temáis” (6:20), por lo que le invitaron a
la barca. Milagrosamente, tanto la barca como sus pasajeros llegaron a su destino. De
nuevo se nota que el Mesías tiene la capacidad y la voluntad de cuidar a los suyos.
¡PENSEMOS!
Los discípulos aprendieron que Jesús conocía sus
circunstancias, así como las nuestras. También se dieron
cuenta de que el Señor no se quedó mirando, sino que les
ayudó en el tiempo de presión, como hace con nosotros.
Jesús llevó a los discípulos a donde tenían que ir. A nosotros
también nos lleva a donde nos ha llamado. Alguien ha dicho
que el pastor tiene mucho más interés que las ovejas en que
lleguen a donde tienen que estar.
¡PENSEMOS!
El Mesías demostró esa verdad a toda la nación con
palabras y hechos, pero nunca oyó semejante confesión de
parte de ellos. ¡Qué gozo debe haberle dado la confesión de
Pedro! Cristo busca la misma confesión de parte de usted.
5
Cristo, ¡Predicador sin Igual!
Juan 7:1–8:59
“¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” (Juan 7:46)
¡Cristo fue el maestro sin igual! En todo mostraba su sabiduría divina; predicaba
bien y enseñaba bien. Era un buen comunicador. Sin embargo, su mensaje no produjo
aceptación unánime entre sus oyentes. Más bien, provocó división.
Nunca se hizo esto más obvio que en el caso con que termina el capítulo 6. La
verdad que presentó causó reacciones muy diferentes aun entre Pedro y Judas. Uno lo
aceptó y en su credo confesó que no había otro a quien acudir. En cambio, el otro buscó
la oportunidad de traicionarlo. La explicación, o si quiere la culpa, no está en el
predicador ni en la verdad. En casos así, uno tiene que apelar a la voluntad de Dios:
“Ninguno puede venir a mí, si el Padre que me envió no le trajere” (Juan 6:44).
No sabemos explicar la relación que existe entre la voluntad humana y la divina.
Judas llevó toda la responsabilidad porque más adelante, traicionó al Señor. Sin
embargo, Dios usó la voluntad de ese hombre maligno para cumplir sus propósitos.
Todavía estamos en la sección del evangelio que relata el rechazo del Verbo
(capítulos 1–11). A pesar de las señales (milagros) y los discursos, los judíos en su
mayoría seguían en incredulidad. Entre ellos estaban los miembros de su familia
también.
LA FIESTA, LA FRICCIÓN Y EL FUTURO
7:1–53
Los hermanos incrédulos 7:1–9
Para el Señor no era fácil ni la vida ni el ministerio. En esta sección tenemos dos
indicaciones de esto.
En primer lugar, vivía sabiendo que los judíos querían matarlo, y no era por
complejo de mártir ni invento de su imaginación: “Los judíos aun más procuraban
matarle” (5:18). Tanto así, que “andaba Jesús en Galilea; pues no quería andar en Judea,
porque los judíos procuraban matarle” (7:1). El enemigo quería interrumpir el plan de
Dios. Aun sabiendo que su destino por fuerza incluía la muerte de cruz, debió haber
sido muy difícil para el Señor vivir en un ambiente tan hostil.
En segundo lugar, ni siquiera los miembros de su familia aceptaban su mensaje:
“porque ni aun sus hermanos creían en él” (7:5). No se sabe en qué pensaban o qué
hacían sus hermanastros (hijos de José y María) durante los años de su crecimiento
juntos. Sin embargo, cuando Cristo empezó su ministerio público, ellos todavía eran
incrédulos. Como tales, pertenecían (aunque tal vez con menos vehemencia) al mundo
incrédulo, igual que los demás judíos.
En consecuencia, sus consejos seguían la misma tónica. Aconsejaron a Jesús que
subiera a la fiesta en Jerusalén para dar más publicidad a su causa. Pero la respuesta del
Señor enfoca dos verdades.
El horario divino (7:6). Bien es cierto que el Hijo de Dios aceptó un cuerpo
humano, vino a este mundo, comía, se cansaba, y dormía. Inclusive “fue tentado en todo
según nuestra semejanza” (Hebreos 4:15). Sin embargo, es igualmente cierto que su
vida llevaba un compás con ritmo muy diferente al del mundo. Su horario estaba
determinado y controlado por Dios según su plan eterno. Por eso aclaró a sus hermanos
que todavía no era el tiempo apropiado para su manifestación pública en Jerusalén.
¡PENSEMOS!
A través del Nuevo Testamento encontramos repetidas
referencias al horario prefijado de Cristo.
La relación con el mundo (7:7). El mundo no aborrece a los suyos, pues son del
mismo patrón y viven de acuerdo con él. Pero Cristo es diferente: “Mas a mí me
aborrece (el mundo), porque yo testifico de él, que sus obras son malas” (7:7). La luz
que Cristo es, revela el pecado y la rebeldía del sistema y sus seguidores. Esa
declaración explica por qué el hombre del siglo veinte rechaza a Cristo; porque prefiere
las tinieblas a la luz, y porque sus obras son malas (3:19).
¡PENSEMOS!
No hay ningún conflicto entre Satanás y el hombre no
regenerado. Efesios 2:2 nos indica que éste es “el espíritu
que ahora opera (da energía o poder) en los hijos de
desobediencia”. Claro que el individuo no es consciente de
ese poder que lo manipula. Pero negarlo no cambia el hecho
de que así es.
¡PENSEMOS!
Con todo y que el pueblo pudo gozar del ministerio del
mejor predicador del mundo (7:46), el capítulo 7 termina
con bastante incredulidad. ¡Qué triste cuando hay una oferta
legítima de agua para los sedientos, pan para los
hambrientos y luz para los ciegos, y los mismos necesitados
la desaprovechan! Si la medicina para efectuar la curación
está disponible al enfermo y él no se vale del remedio, es a la
vez una tristeza y una locura. Sin embargo, el corazón duro
del hombre necesitado sigue rechazando la oferta del Hijo de
Dios.
¡PENSEMOS!
Cristo enseñó esta misma lección a los suyos en la noche
antes de su muerte. “Si me amáis, guardad mis
mandamientos” (Juan 14:15). Los fariseos no daban muchas
evidencias de amor por Dios. La relación que sostenían con
él era más legal que otra cosa. Sin embargo, el creyente, el
que disfruta del gran amor de Dios, está obligado a amarlo y
por consiguiente, debe dar evidencia de ese amor,
obedeciéndole.
6
Los Ciegos, las Ovejas y el Buen
Pastor
Juan 9:1–10:42
La situación no había cambiado. En el capítulo anterior, Cristo comunicó que él era la luz
del mundo. No obstante, la gente se quedó en la oscuridad; siguió el rechazo del Mesías. ¿Cómo
era posible? Bueno, la ceguera espiritual de los judíos no les dejaba ver la luz gloriosa que el
Señor vino a darnos. Pero su incapacidad de verla no negaba la presencia de la luz, porque la
culpa no era en el transmisor, sino de los receptores.
¡PENSEMOS!
¿A qué se debe el sufrimiento y el dolor? Este ha sido un
enigma siempre. En Juan 9:2 los discípulos buscaban una
explicación convencional. Sin embargo, no existe una razón
totalmente satisfactoria, amplia y adecuada para aclarar
todas las ramificaciones que implica. Nunca ha habido, ni la
habrá, una explicación lógica fuera de la verdad expuesta
por Cristo en el pasaje: “…para que las obras de Dios se
manifiesten en él” (9:3). El sufrimiento está dentro del plan
de Dios para sus hijos (Filipenses 1:29). Aunque en general
es resultado del pecado de nuestros primeros padres en el
Edén, no podemos decir que todo el sufrimiento se debe al
pecado. Tampoco sería correcto decir que los creyentes
tienen derecho a gozar de buena salud. ¡También tenemos
sufrimiento! Ya sea para corregirnos o edificarnos, podemos
estar seguros de que ningún sufrimiento está fuera del
propósito de nuestro buen Dios. Allí está el “secreto” y el
“por qué”. La fuerza para aceptarlo viene de nuestro buen
Dios.
¡PENSEMOS!
“Su vida da por las ovejas”. ¡Qué mensaje más claro, de
alguien que anticipaba su muerte en la cruz del Calvario!
Ninguno de los presentes aquel día pudo comprender todo lo
que abarcaban esas palabras. El Señor Jesucristo
voluntariamente daría su vida por los suyos (10:18). No sería
un accidente y mucho menos una catástrofe. El plan de Dios
desde la eternidad se llevaría a cabo. El Señor lo aclaró aún
más cuando dijo: “por los suyos”. La fuerza de esa palabra
está en el sentido de sustitución; “en vez de”. En la cruz
tomó el lugar de quien merecía ser castigado por sus
pecados.
¡PENSEMOS!
La revelación que Dios ha provisto demanda una
reacción. Debemos responder “¡Sí!” o “¡No!” Los judíos
expuestos a las palabras y señales que Cristo mostró fueron
muy privilegiados, pero a la vez más responsables. Dios sigue
revelándose a través de las páginas bíblicas. El buen pastor
sigue ofreciendo vida a sus ovejas. Las garantías (10:28–29)
siguen en pie. Allí está la luz, allí el privilegio. Nuestra
responsabilidad es creer.
7
Asuntos de Vida o Muerte
Juan 11:1–12:50
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan
11:25)
¡PENSEMOS!
Otra vez aparece el problema del sufrimiento y el dolor.
Hay un propósito en la presencia y la duración del dolor que
va más allá de lo que uno puede apreciar en el momento. Las
hermanas sin duda pensaron que el tiempo ideal para que el
Señor interviniera era de inmediato. Pero no, el dolor, la
angustia y las lágrimas tenían que esperar el tiempo
indicado por el Dios de amor. Nuestro Señor no es injusto,
sino que actúa de acuerdo a su carácter, con amor y
sabiduría. Él sabe cuál es el objetivo y escoge el mejor
método para alcanzarlo. Hizo que las hermanas esperaran y
aguantaran, y que aprendieran a confiar en la voluntad de
Dios.
8
Instrucciones Finales Primera
Parte
Juan 13:1–14:24
“Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:17)
¿Cuál fue el lugar donde Cristo se reunió con sus seguidores para darles las últimas
instrucciones? En un aposento alto de una casa de la ciudad de Jerusalén. ¿La ocasión?
La fiesta de la pascua. ¿El tiempo? Escasas horas antes de la crucifixión. ¿Presentes?
Solamente sus discípulos.
El Señor Jesucristo ya había dejado de enseñar a las masas, ese auditorio voluble
que había querido proclamarlo rey la semana anterior. Sin embargo, el entusiasmo que
habían mostrado no era manifestación genuina de lo que había en su corazón. A pesar
de las enseñanzas y señales de Jesús, siguiendo a los líderes religiosos, la nación lo
había rechazado definitivamente y ahora estaba por hacerlo ante las autoridades
romanas. “La hora” para la cual Cristo había venido al mundo estaba por cumplirse. El
Señor todavía tenía mucho qué comunicar a los suyos y lo hizo esa noche en el aposento
alto.
Con este pasaje empieza la segunda división principal del bosquejo del Evangelio
según San Juan.
BOSQUEJO DE JUAN
A. EL VERBO RECHAZADO JUAN 1:1–12:50
B. EL VERBO APRECIADO JUAN 13:1–17:26
C. EL VERBO CRUCIFICADO JUAN 18:1–19:42
D. EL VERBO RESUCITADO JUAN 20:1–21:25
RAZONES DE SU ENSEÑANZA
Quería preparar a los suyos para
1. La cruz
2. La persecución que vendría
Quería explicarles el futuro
1. Acerca de la venida del Espíritu Santo,
2. De su segunda venida y
3. De los conflictos que vendrían
Quería pedirle al Padre por
1. La preservación de sus discípulos
2. Su santificación
3. Su unificación y
4. La glorificación de sí mismo
PREPARATIVOS Y PROCLAMACIONES
13:1–35
El discurso del aposento alto es una mina de oro para el estudiante bíblico, porque
cada capítulo está lleno de instrucciones importantes. El resumen del presente capítulo
se hará teniendo en mente cuatro puntos.
El problema de Pedro 13:1–11
El autor, al igual que un artista, con pinceladas cortas y rápidas aplica el color y
textura al lienzo para establecer el tiempo y las circunstancias inmediatas que rodearon
a esta importante sesión (13:2–3)
Uno de los colores es bastante sombrío. Gracias al control del Espíritu Santo, y la
ventaja que tenía de ver las cosas desde una perspectiva histórica, Juan comentó del
traidor: “el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote…que le entregase”
Lo que Cristo hizo. En esa cena festiva preparada por los discípulos, no se había
hecho ninguna provisión para atender una costumbre muy importante. El anfitrión
siempre hacía los arreglos para que los invitados se lavaran los pies. En una tierra árida,
caliente y polvorienta como aquella, donde se usaban sandalias, era una costumbre
importante y refrescante.
¿Sería posible que faltara esa cortesía porque no había sirvientes? Tal vez, pero en el
fondo, la razón es que los discípulos siempre habían estado infectados por el virus de
“quién de ellos sería el mayor” (Lucas 22:24). Por lo tanto, Cristo asumió la posición y
trabajo de un sirviente o esclavo, y procedió a lavar los pies de sus discípulos. Juan
describe esta acción con siete frases lacónicas: “se levantó”, “se quitó su manto”,
“tomando una toalla”, “se la ciñó”, “puso agua en un lebrillo”, “comenzó a lavar los
pies”, “y a enjugarlos” (13:4–5).
Lo que Pedro hizo. Consciente de la incongruencia de lo que hacía el Maestro,
expresó su duda y luego rehusó aceptar el servico. Pero el Señor sabía que no entendía
su iniciativa y se lo dijo (v. 8).
¡ES POSIBLE TENER CELO, PERO NO EL
QUE ES CONFORME A CIENCIA!
La explicación de Cristo. El Señor dijo que lo que hacía era necesario (v. 8).
Después del baño, solamente tenían que lavarse los pies contaminados con el polvo de
la calle. Su lección tenía que ver con el trato de la contaminación adquirida después de
bañarse. Habiendo recibido “el baño” de la salvación, sólo se debe eliminar “la
contaminación” del pecado cotidiano que encontramos.
El Señor especificó que no había necesidad de volverse “a bañar”. La porción
enseña varias lecciones, entre ellas que no existe la perfección en el creyente. Aun
después del baño de la salvación, se contamina andando en este mundo. ¿El remedio?
Se tiene que someter al lavado de pies de la Palabra (Efesios 5:26–27). No necesita otro
baño completo ni ir a un confesionario.
“EL DIABLO NO PERMITE QUE NINGÚN
CREYENTE LLEGUE AL CIELO CON LOS PIES
LIMPIOS”. MARTÍN LUTERO
El propósito de Cristo 13:12–20
“¿Sabéis lo que os he hecho?” La verdad es que no lo sabían, y por eso les ofreció
una explicación
Aun los incrédulos usaban títulos como “rabí” y “señor” para dirigirse a Cristo, pero
por un respeto general; no porque tuvieran fe verdadera. Los discípulos le llamaban
“Maestro”, reconociendo que las suyas eran palabras divinas.
También le decían “Señor”, porque sabían que el poder que manifestaba era divino.
“Decís bien, porque lo soy”, dijo Cristo. El primer título se asocia con los principios que
debían creer; el segundo, con la obediencia.
Los fariseos y demonios también mencionaron el nombre de “Jesús”, pero los
discípulos, ¡no! Ellos le llamaban Señor.
“Ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (v.
15). ¿Qué quería Cristo que los discípulos hicieran? En primer lugar, les dio un
“ejemplo”, no una ordenanza, liturgia o sacramento. No parece que se refiera a algo
literal, sino a una actitud. Si el Soberano tomó el lugar de un sirviente, sus súbditos
deben hacer lo mismo.
En segundo lugar, quería que en su ministerio futuro, ellos ministraran la Palabra de
Dios uno al otro. La aplicación es lo que vale. “Si sabéis estas cosas, bienaventurados
seréis si las hiciereis” (v. 17).
EL CONOCIMIENTO SIN LA PRÁCTICA
NO NOS HACE MEJORES QUE EL DIABLO.
La predicción de Cristo 13:21–30
Cristo no quería que Judas estuviera presente cuando diera sus palabras finales y
porque sabía que el reloj de Dios para los eventos de esa noche marchaba implacable.
La ocasión y la magnitud del pecado que el traidor iba a cometer dejó al, Señor
conmovido en espíritu (v. 21) y a los discípulos perplejos.
En verdad es sorprendente, ¿cómo era posible que durante tres años y medio no
sospecharan nada de Judas? En parte porque el hipócrita es capaz de engañar aun al
discípulo más firme. Por otra parte, durante ese tiempo, el Señor trató a Judas con el
mismo amor con que trataba a los demás, ¡aun sabiendo quién era y lo que haría!
Jesucristo sabía que las últimas etapas del plan ya estaban en marcha. “Lo que vas a
hacer, hazlo más pronto” (v. 27). “Luego salió; y era ya de noche” (v. 30). Habiendo
rechazado la luz, Judas no podía andar más que en oscuridad.
Como Caín, salió de la presencia de Dios (Génesis 4:16). Como Balaam, amó el
premio de la maldad (2 Pedro 2:15). Como Ahitofel, traicionó a su amigo fiel (2 Samuel
15:31).
AUN EN AQUELLA PRIMERA SANTA CENA,
SATANÁS ESTUVO PRESENTE HACIENDO SU
TRABAJO NEFANDO EN EL CORAZÓN DE UNO
DE LOS DISCÍPULOS.
Proclamaciones de Cristo 13:31–35
Estos versículos forman a la vez un epílogo y un prólogo: “Ahora es glorificado el
Hijo del Hombre, y Dios es glorificado en él” (v. 31). Con la salida de Judas, la cruz del
Calvario ya se perfilaba como un hecho.
La vida y ministerio de Cristo llevan la estampa de una total conformidad con el
plan de Dios. Su muerte en la cruz es el clímax de ello. Así fue glorificado Dios. La
frase “hijitos míos” no incluye a Judas; además, sugiere que aque aun los presentes no
habían alcanzado la madurez que lograrían después.
Les dio un nuevo mandamiento, diferente al de la ley, diciendo que el amor debía
ser como de familia, sin medida: “Como yo os he amado” (v. 34). Finalmente, les dijo
que sería la insignia que los identificaría como sus discípulos. El amor del cual Cristo
habló era un precepto sólo para los creyentes. Hubiera sido inútil ofrecerlo al mundo.
PREGUNTAS, RESPUESTAS Y PROMESAS
13:36–14:31
Las gloriosas verdades con las que principia el capítulo 14, tienen su trasfondo en el
capítulo 13:33. Cristo dijo que su presencia física con ellos terminaría pronto y que a
donde él iba, ellos no podían ir.
En seguida, el autor expone la primera de las cuatro preguntas que componen el
bosquejo del capítulo. La explicación de las ideas principales se encuentra en las
respuestas de Cristo.
La pregunta de Pedro y la respuesta del Señor (13:36–14:4)
“Señor, ¿a dónde vas?” Parece que el discípulo quería más información en cuanto
al destino del Maestro para entender mejor la separación. Él no deseaba que hubiera
separación a pesar de lo que decía Cristo. Tampoco quedó satisfecho con el “después”
que le dijo.
Luego de hacer la pregunta “¿por qué no?”, Pedro dice la famosa frase: “Mi vida
pondré por ti” (v. 37). Impetuoso y arrebatado, Pedro no conocía su propia debilidad.
Peor todavía, no estaba escuchando a Cristo. Sin embargo, su corazón ardía con amor y
devoción.
En ese momento, el Señor se vio obligado a descubrirle a Pedro su debilidad latente.
La verdad abrumadora de “no cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces” (v.
38) cayó sobre ellos como una nube densa y tenebrosa.
Sin duda, los demás pensaban que si su líder aparente, el pescador fuerte, iba a
reaccionar así, ¿qué sería de ellos¿ Si en verdad Cristo iba a abandonarlos, se quedarían
sin amigos, desvalidos. El terror que sentían ha de haberse notado en sus caras.
Es con este trasfondo que Cristo pronuncia las palabras consoladoras: “No se turbe
vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí” (14:1). El Señor les pide una fe
personal en él. ¡Eso lo dijo a pesar de que estaba condenado a muerte!
Luego, les especifica lo que debían creer. Las moradas ya existían, Dios las había
provisto. El Señor prometió regresar para llevarlos a ellas, pero lo que es más
importante, a donde él estaría. Los discípulos todavía no conocían todos los detalles
acerca de la cruz, ni del camino que Cristo tenía que recorrer en escasas horas, pero sí
sabían que él es el camino que tenían que tomar para alcanzar la vida eterna.
¡PENSEMOS!
“Vendré otra vez y os tomaré a mí mismo, para que
donde yo estoy, vosotros también estéis” (14:3). La partida
inminente de Cristo era motivo de tristeza para los suyos,
pero él les hizo ver que debía ser exactamente lo opuesto.
Aun para el creyente actual, la verdad es que en medio de
cualquier dolor o tristeza que padezca, la promesa de Cristo
permanece vigente: “Vendré… os tomaré… para que donde
yo estoy, vosotros… estéis”. ¡Qué consuelo! Hay consolación
porque hay esperanza. Hay esperanza firme y sólida porque
Cristo lo dijo.
¡PENSEMOS!
Todos tenemos preguntas, y se ha dicho que
preguntando es la única manera de aprender. El problema
no está en preguntar, sino en la actitud. Si con la pregunta
estamos retando a Dios, andamos mal. Si es para averiguar y
entender mejor, está bien. Pedro era a la vez curioso, leal y
algo arrebatado y Cristo le contestó regañando y anímando.
Tomás manifestó pesimismo. El Señor le habló de revelación,
y lo retó. Felipe expresaba un anhelo muy profundo, y Cristo
citó la evidencia: sus palabras y obras. Judas estaba
confundido, y el Señor le habló del amor. En fin, Jesús trató
a cada individuo y sus preguntas con ternura y sabiduría. Lo
mismo hace con las nuestras, pero ¡espera que nos
concentremos más en la respuesta que en la pregunta!
9
Instrucciones Finales Segunda
Parte
Juan 14:25–15:27
“Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (Juan 15:14)
En la última noche de su vida terrenal, hablando sólo a los suyos, el Señor pudo
enseñarles lecciones que las multitudes incrédulas no hubieran podido entender jamás.
Se ha dicho que este discurso del aposento alto contiene la semilla de las doctrinas de la
iglesia futura, aunque en aquella noche de tanta emoción y angustia, ni sus propios
discípulos pudieron comprender toda la profundidad de lo que el Señor les dijo. No
obstante, en la misma plática, Cristo les hizo saber que tendrían otro recurso a su
disposición.
DOCTRINA DEL ESPÍRITU SANTO EN
JUAN 14 Y 15
Esta no es la primera vez en las páginas de las Escrituras que se menciona al
Espíritu Santo. Desde los primeros capítulos de Génesis, su presencia era evidente. Sin
embargo, el Señor introduce una nueva época, una edad que correctamente se denomina
de la iglesia o del Espíritu Santo. Era muy natural, entonces, que Cristo enseñara algo
de lo que sería el ministerio de dicha persona de la Trinidad. El tema se introduce en
14:16 y en adelante, cada cita que trata del tema agrega más información y aclara mejor
la doctrina:
“Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el
Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero
vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros” (14:16–17).
¡PENSEMOS!
La presencia del nuevo Consolador es un incentivo para
la santificación personal. El Espíritu conoce nuestros
pensamientos y oye las palabras que nunca pronunciamos.
También está con nosotros adondequiera que vamos.
Entonces caben las preguntas, ¿De veras, estoy pensando lo
que le complace? ¿Estoy usando el vocabulario que le
agrada? ¿Estoy frecuentando los lugares donde él quiere
estar?
“El Espíritu de verdad” (v. 17). Cuando el que dijo ser “la Verdad” (14:6) prometió
otro Consolador (defensor) igual a él, era de esperarse que éste fuera el Espíritu de
verdad también. Así se garantiza un recurso verídico, una fuente de información e
interpretación fidedigna.
“Estará en vosotros” (v. 17). Esta frase es evidencia de que el ministerio del
Espíritu Santo iba a ser diferente; no solamente iba a estar sobre los creyentes (como en
épocas pasadas), aunque había sido de mucha bendición. Cristo dijo que estaría en ellos.
Esta es una de las bendiciones más grandes del creyente en la presente era: el Espíritu
Santo reside en nosotros.
Ministerio del Espíritu Santo
“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará
todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (14:26)
La primera parte del versículo es un repaso, pero luego Cristo añadió más datos.
“El os enseñará todas las cosas”. El Maestro los iba a dejar, pero prometió la
presencia y el poder de otra persona igual, capaz de enseñarles todo. La palabra “todas”
abarca absolutamente todo lo que los discípulos, a punto de convertirse en “apóstoles”,
necesitarían para el ministerio, inclusive las verdades que Cristo no les había
comunicado todavía.
“Os recordará todo lo que yo os he dicho”. ¡Qué palabras tan alentadoras! El
Espíritu se encargaría de repasar todo lo que el Señor dijo en los tres años y medio
anteriores. Además, en esa misma noche Cristo les estaba dando muchísima
información nueva que con sus emociones tan alteradas, ¿cómo iban a recordar? Eso no
importaba, porque el ministerio futuro del Consolador les haría recordarlo. ¡Con cuánta
facilidad pudo Juan describir estos eventos después de haber pasado tantos años!
Sin duda, una de las verdades que el Espíritu iba a imprimir en sus mentes y
corazones es la que aparece en el versículo 14:27. En las horas tumultuosas de esa
noche y los días subsiguientes, con solamente recordar y disfrutar de esa verdad, les
hubiera bastado.
Por supuesto, los judíos acostumbraban usar la palabra “paz” con mucha frecuencia.
Sin embargo, Cristo la identificó como “mi paz”. “¿Mi paz?” ¿A la luz de lo que él
mismo sabía que le esperaba? Esa paz no consiste en ausencia de problemas o
presiones, sino en una devoción total, o sea, una conformidad con la voluntad de Dios.
No sería por demás anotar aquí que “la paz” es una parte del fruto del Espíritu (Gálatas
5:22).
LA PAZ DE LA CUAL HABLABA EL SEÑOR
TIENE MÁS QUE VER CON LAS
CONVICCIONES QUE CON LAS EMOCIONES.
Testimonio del Espíritu Santo
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el
cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí. Y vosotros daréis testimonio también,
porque habéis estado conmigo desde el principio” (15:26–27).
El versículo reitera de dónde vendría el Espíritu: tanto del Padre como del Hijo. Eso
no ha de extrañarnos, porque Cristo se había identificado plenamente con el Padre. El
dato nuevo es que “dará testimonio acerca de mi”. Este es el propósito del ministerio del
Espíritu. En contraste con el énfasis que algunos hacen hoy en día, el propósito del
Espíritu no es llamar la atención sobre sí mismo, sino “testificar” de Cristo.
Este es un principio muy apropiado para evaluar si un ministerio determinado es del
Espíritu o no. Cuando se concentra en Cristo, entonces es del Espíritu Santo. Si se
enfoca en el Espíritu mismo, entonces no es de él.
¡PENSEMOS!
El recurso que Cristo prometió a sus discípulos aquella
noche, no se limita sólo a ellos. Cada creyente de la edad
presente lo tiene. Por razón de ser hijo de Dios, el Espíritu
Santo mora en uno (Gálatas 4:6; Romanos 8:9). Saber esto
ha de motivarnos para vivir una vida que le agrade. Lo
interesante es que la capacidad de vivir de esa forma la
obtenemos solamente de él. El Espíritu Santo es a la vez
motivador e instrumento para lograr la vida santa.
¡PENSEMOS!
En el versículo 19, Cristo explicó que sus seguidores ya
no pertenecían al sistema de este mundo. Además, ¿cómo era
posible que ese sistema tratara en forma diferente a los
discípulos que a su amo? La luz vino y reveló el pecado del
mundo. Por eso, los del mundo odiaron la luz, porque reveló
lo que había en ellos, Por lo tanto, odian también a los que la
siguen.
10
Instrucciones Finales Tercera
Parte
Juan 16:1–33
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción;
pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
Los discípulos tenían que moverse en un mundo hostil. Debido a su relación con el
Hijo de Dios ya rechazado, no podían escapar de los ataques del sistema que comanda el
anticristo. Sin embargo, tenían recursos.
El adiestramiento que recibieron por tres años se enriqueció enormemente con las
enseñanzas oportunas del Maestro escasas horas antes de su muerte. Aunque no
pudieron comprender todo instantáneamente, la semilla se sembró. Al Espíritu Santo le
tocaría cultivarla y hacerles entender el gran equipo espiritual que tenían a su
disposición.
LOS DISCÍPULOS FRENTE AL MUNDO
JUAN 16:1–6
Los escritos bíblicos del primer siglo no acostumbraban incluir divisiones de
capítulos, versículos o palabras. ¡Costaba mucho esfuerzo leerlos! Después, cuando se
arregló el contenido en la forma que nos es familiar, a veces sus divisiones interrumpían
el pensamiento. La primera parte del presente capítulo continúa el pensamiento del
anterior (15:18–25).
Razón de las amonestaciones 16:1
El “tropiezo” al cual se refiere el versículo es en realidad un engaño o trampa, en
especial de la clase que se usa para atrapar pájaros o animales pequeños. La enseñanza
de Cristo tenía como objetivo ayudar a sus discípulos a evitar la trampa. El cristiano
prevenido tiene una gran ventaja, pues puede evitar ser sorprendido por el tramposo (v.
4a).
El antagonismo del enemigo 16:2–3
Las dos actuaciones mencionadas, la excomunión y el asesinato, ilustran el odio
extremado de los adversarios. La primera representa la persecución mental y la otra, la
corporal. El ser expulsado de la sinagoga era un castigo que privaba al individuo de los
privilegios religiosos, así como de los sociales. Los asesinos se justificaban diciendo
que lo que hacían era a nombre de, o para el servicio a Dios. Lo consideraban casi como
un sacrificio o sacramento.
¡UNO PUEDE SER MUY RELIGIOSO …
Y ESTAR TOTALMENTE EQUIVOCADO!
Cuando comenzó el entrenamiento de los suyos, Cristo no les habló del futuro
antagonismo del mundo. Si lo hubiera hecho, a lo mejor ellos hubieran preferido seguir
siendo pecadores. La inmadurez no aguanta semejantes lecciones, pero ellos ya habían
crecido algo. Aun así, estaban dominados por el miedo (v. 6).
Atemorizados y preocupados por lo que traería la antipatía del mundo, ellos no
mostraron interés en el destino de su Señor, ni en lo importante que sería para su
Maestro regresar al que le había enviado. ¡Importante para él y para ellos! “Ninguno de
vosotros me pregunta: ¿A dónde vas?” (v. 5), como que no querían saber los detalles.
Con anterioridad, Pedro había preguntado algo (13:36), pero con un enfoque
egoísta. No quería que Cristo se fuera a ninguna parte sin él. Tomás también había
preguntado (14:5), pero enfocándose más en cómo seguirle que en conocer su destino.
No, los discípulos no podían ver por las lágrimas y la lástima que sentían por sí mismos.
Así que no tenían ánimo de hacer una investigación apropiada. Cuando sufre el trauma
del dolor profundo, el ser humano pierde de vista tanto lo que sabe como lo que debe
hacer.
MINISTERIO FUTURO DEL ESPÍRITU SANTO
JUAN 16:7–15
El Señor agregó todavía más datos a los ya mencionados en el estudio sobre el
Espíritu Santo (Juan 14 y 15) del capítulo anterior
El Espíritu Santo y Cristo 16:7
Inmediatamente después de comentar sobre el miedo de sus seguidores, Cristo les
dijo que la nueva obra del Espíritu dependía de que él se fuera. Con una expresión
bastante fuerte: “os digo la verdad”, quería disipar su miedo, haciéndoles una promesa.
El Espíritu Santo y el mundo 16:8–11
Recuerde que estas palabras fueron dirigidas a discípulos desanimados, preocupados
por saber cómo se enfrentarían al mundo hostil. El Señor quería animarlos, por eso les
dijo que una parte del ministerio futuro del Espíritu afectaría al mundo que tanto temían.
La palabra clave es el verbo “convencer”. Hoy día usamos la frase “convencer de
culpa” o “condenar”. El Señor enseñó que el Espíritu obraría de tal forma en el mundo
que, ya fuera que su obra se aceptara o no, el mundo sería convencido de culpa, o sea,
hallado culpable. Una parte de ese mundo “convencido”, dándose cuenta de su estado
perdido, respondería a la oferta de salvación. Otra parte, igualmente convencida de su
culpa (en este caso “condenada”) no respondería.
¡SIN LA OBRA DEL ESPÍRITU DE DIOS,
NO HAY OBRA!
Convence de pecado. “Por cuanto no creen en mí” (v. 9). La palabra es “pecado” y
no “pecados”. El mundo sabe perfectamente lo que es el pecado. Los periódicos,
revistas, la televisión, la radio, todos los medios publicitarios hablan de ellos, los
describen, y a veces (pero no con mucha frecuencia) los condenan. Hoy día, se ve que el
hombre trata de excusar su responsabilidad moral.
Claro que la Biblia y los creyentes están a favor de la moralidad. Sin embargo, no
era ésta la que Cristo tenía en mente. El pecado es no creer en Cristo y el Espíritu
confrontará al mundo con este terrible pecado.
Convence de justicia. “Por cuanto voy al Padre y no me veréis más” (v. 10). La
verdadera justicia está disponible solamente a través de Cristo, quien murió en la cruz,
resucitó de los muertos y ascendió para sentarse a la diestra del Padre. Es decir, la
justicia viene por lo que Cristo hizo una sola vez y para siempre y regresó al cielo como
señal de que su obra redentora estaba terminada. El Espíritu confrontará al mundo en
este caso, no con su injusticia, sino con la justicia de Cristo.
Convence de juicio. “Por cuanto el príncipe de este mundo ha sido juzgado” (v. 11).
La muerte del Señor en la cruz condenó a Satanás (Colosenses 2:15, Hebreos 2:14). El
fallo se dictó en la corte celestial. La sentencia está todavía por aplicarse (Apocalipsis
12:7–10), pero es una verdad incontrovertible. El Espíritu confrontará al mundo rebelde
cuando se haga el juicio sobre el padre de rebelión, verdad que ha de hacer temblar al
mundo.
¡PENSEMOS!
¿Cómo es que el Espíritu convence? Las Escrituras
indican que en la edad presente, la morada del Espíritu
Santo está en los creyentes. Diríamos entonces, que el
Espíritu convence por medio de ellos, de su hablar y andar
conforme a la Palabra de Dios. El Señor nos ha dicho que
nos salvó con un propósito, y aquí vemos parte de él.
¡PENSEMOS!
En la actualidad, todavía se manifiesta el antagonismo
del mundo contra los creyentes. Sin embargo, nosotros no
tenemos que enfrentarlo solos. El inventario de recursos
prometidos a los discípulos hace dos mil años no ha
disminuido, y todavía está disponible. Tenemos al Espíritu
Santo residiendo en nosotros y “mayor es el que está en
vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan 4:4). La
garantía de Cristo todavía está vigente porque él ha
triunfado sobre el mundo. ¡Créalo! “Y ésta es la victoria que
ha vencido al mundo, nuestra fe” (1 Juan 5:4). La fe
verdadera cree en el Cristo victorioso.
11
El Verbo Ora por los Suyos
Juan 17:1–26
“Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son”
(Juan 17:9)
¡PENSEMOS!
Los discípulos quedaron en el mundo por buenas
razones. El plan de Dios era que ellos avanzaran la obra
futura. Pero la razón más importante es que esa es la santa
voluntad de Dios. Otras son: a) Para servir de ejemplo de su
gracia y misericordia (1 Pedro 1:6–7). b) Para alcanzar
mayor grado de madurez, etc. Definitivamente estamos en el
mundo para glorificar el nombre de Dios y para diseminar la
luz del evangelio. Nosotros debemos quedarnos por un
tiempo porque tenemos una parte que cumplir en el plan
maravilloso de Dios.
¡PENSEMOS!
Tres pequeñas frases del capítulo 17 indican en forma
muy concisa la relación que hay entre los seguidores de
Cristo y el mundo. Primero, “están en el mundo” (v. 11).
Pero “no son del mundo” (v. 16). Además, “los he enviado al
mundo” (v. 18). Esta es una descripción muy apta del
creyente de cualquier época.
12
La Noche Fatídica
Juan 18:1–19:42
“Le dijo entonces Pilato: ¿Luego, eres tú rey? Respondió Jesús: Tú dices que yo soy rey”
(Juan 18:37)
“Escribió también Pilato un título, que puso sobre la cruz el cual decía: JESÚS
NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS” (Juan 19:19).
Su hora estaba por llegar. Ya estaban listos todos los elementos necesarios para el
desarrollo de lo que tenía que suceder esa noche. Todo estaba siendo controlado por el
autor del plan, y nada ni nadie lo podría detener. Desde cierto punto de vista, sería la
noche más negra de toda la historia. En cambio, la perspectiva de un creyente la
contempla como una brillante y resplandeciente luz. Trasciende el tiempo y el espacio
porque es la que ofrece al pobre pecador la oportunidad de redención y vida eterna.
DE GETSEMANÍ A LA RESIDENCIA DE PILATO
18:1–40
Este capítulo presenta la transición del jardín, un rincón que respiraba tranquilidad,
al ambiente frío y militar de la residencia de Pilato, un alto funcionario de los odiados
romanos. Es una historia tan conocida como angustiosa. El presente estudio se orientará
alrededor de los personajes y su participación en el drama.
Judas y el arresto en el jardín 18:1–11
El traidor no estuvo presente en las lecciones dictadas por el Señor esa misma
noche. Cristo le permitió salir del aposento alto para que cumpliera con su negocio
infame. Además, sus instrucciones eran para los creyentes verdaderos.
El lugar (vv. 1–2). Era un jardín privado. Cristo y los suyos obviamente tenían
permiso de su dueño para hacer uso del lugar. Acostumbraban acampar allí cuando
tenían que estar en Jerusalén, sin duda durmiendo al aire libre. Judas conocía ese sitio
que Cristo y su pequeño grupo frecuentaban.
La traición (vv. 3–11). Alguien ha dicho que Judas no era un ogro, que no tenía ni
cuernos ni cola. Pero no se diferenciaba en nada de los judíos incrédulos excepto en su
hipocresía. Ellos nunca anduvieron con el Señor, pero éste era miembro del círculo de
los doce. Hasta ese momento, sus dos principales pecados eran la incredulidad y la
avaricia (Mateo 26:15), mismas que se combinaron para que se prestara a Satanás (Juan
13:27). Así fue como cometió el pecado de traicionar a su amigo.
Juan no menciona lo del beso, pero sí la manera en que llegó al jardín: “tomando
una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos,
fue allí con linternas y antorchas, y con armas” (18:3).
La frase “compañía de soldados” es la traducción de un término militar que
denominaba a 600 soldados romanos. Ellos, junto con la policía que estaba a
disposición de los líderes religiosos, ha de haber parecido al grupito que se encontraba
en el jardín, como la invasión de un ejército completo.
El mismo Judas, quien había presenciado varios milagros de Cristo, debió
estremecerse ante el poder de las palabras con las cuales se identificó ante ellos:
“Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra” (18:6). A la verdad, ¿qué
podía hacer un ejército contra semejante poder? Estaban tratando con el que sostiene el
universo “con la palabra de su potencia” (Hebreos 1:3). Pero, maravilla de maravillas,
Cristo voluntariamente se sujetó a ellos, al arresto, sabiendo que iba a una muerte
segura. El infeliz Judas, después de estos acontecimientos, salió y se ahorcó (Mateo
27:5).
¡EL SEÑOR FUE TRAICIONADO POR UN
AMIGO, ARRESTADO POR UN EJÉRCITO
Y JUZGADO ILEGALMENTE!
Anás, Caifás y el juicio ilegal 18:12–27
Las leyes del sanedrín no permitían que se llevara a cabo un juicio durante la noche.
Sin embargo, en esa ocasión no iban a dejar que Cristo escapara; así que hicieron caso
omiso de esa ley.
Anás era suegro de Caifás, pues había sido pontífice del 6 d.C. hasta el 15 d.C.
Además, cuatro de sus hijos, un nieto, y su yerno Caifás, tomaron su turno al frente de
ese cuerpo gobernante. Prácticamente, Anás encabezaba una dinastía. Así que tenía
mucha influencia y poder, tal vez la razón por la cual primero llevaron a Cristo donde
él. Es posible que el mismo sanedrín hubiera nombrado a Anás investigador especial
para recoger información que posteriormente podrían utilizar en el juicio.
Efectivamente, empezó a examinar “al reo”, inquiriendo acerca de sus discípulos y
su doctrina (v. 19). La postura del sumo sacerdote era la de un experto y defensor de lo
que Moisés y el Antiguo Testamento enseñaban. Estaba convencido de que tenía a un
hereje delante de él. Quería oír directamente de los labios de Cristo las palabras que
confirmaran su herejía.
La contestación de Cristo mostró la misma sabiduría de siempre. Citó tres diferentes
situaciones públicas en donde mucha gente le había oído predicar: al mundo, en la
sinagoga, en el templo. Su ministerio no había sido clandestino como el de un
revolucionario. Todo mundo sabía lo que había enseñado. No todos lo entendieron, pero
sí lo oyeron. Cristo dijo al interrogador que preguntara a los que habían escuchado.
HOY EN DÍA CRISTO DIRÍA LO MISMO. LOS
RESPONSABLES DE TRANSMITIR SU
ENSEÑANZA SON LOS PRIVILEGIADOS QUE
HAN SIDO INSTRUIDOS EN ELLA.
Entretejida en el juicio ante el sumo sacerdote, está la historia triste de la negación
de Pedro (18:15–18, 25–27). Los detalles son bien conocidos. Cabe mencionar aquí que
la pregunta de la portera: “¿no eres tú también de los discípulos de este hombre?”, fue
formulada esperando la contestación, “¡No!” Sin embargo, puede ser que fuera hecha
con ironía. ¿Será que la palabra “también” infiere que ella sabía o sospechaba de los
nexos que había entre Cristo y Juan? Después de todo, Juan “era conocido del sumo
sacerdote” (v. 15).
El colmo para Pedro vino cuando volvió a contestar en forma negativa a dos
personas más que le hicieron prácticamente la misma pregunta. Fue entonces que oyó el
canto de gallo.
¿RECORDARÍA PEDRO LO QUE DIJO EN 13:37?
Pilato y su tribunal 18:28–40
Puesto que el concilio de los judíos no tenía derecho legal a aplicar la pena de
muerte (18:31), tuvieron que llevar el caso ante el gobernador romano, Poncio Pilato.
No lo hicieron por estimar que él tenía autoridad, puesto que había mucha antipatía
entre los judíos y los romanos. Pero entre otras razones, era preferible que Roma tuviera
la culpa del asesinato y no ellos.
Su hipocresía se hizo muy evidente también en el hecho de que no entraran a la casa
de Pilato: “para no contaminarse y así poder comer la pascua” (v. 28). Les estaba
prohibido entrar en casa de un gentil durante la fiesta de la pascua y los días
preparatorios porque con seguridad habría en ella pan con levadura, que estaba
prohibido durante la pascua. Aquellos líderes guardaban los puntos más minuciosos de
su ley religiosa, pero urdían un asesinato en sus corazones. ¡Hipócritas!
Pilato los conocía muy bien, pero al fin y al cabo, como había una denuncia, él tenía
que examinar la evidencia. Interrogó a Cristo diciendo: “¿Eres tú rey de los judíos?”
aunque sin duda sabía de la entrada “triunfal” de pocos días antes.
Asimismo, se había dado cuenta de que el reo no tenía ejército que hubiera retado la
autoridad de Roma. A lo mejor su pregunta tenía algo de ironía. Cristo no negó ser rey,
pero le aclaró el carácter de su reino: “no es de este mundo” (v. 36). Agregó que había
venido al mundo “para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye
mi voz” (v. 37).
Parece que Cristo abrió la puerta para que Pilato pidiera más información. Sin
embargo, siendo romano y agnóstico, no tenía suficiente interés para entrar por esa
puerta. El Señor hizo una oferta legítima al gobernador, pero al igual que los judíos,
rechazó pedir lo que le pudo haber dado salvación.
“¿QUÉ ES LA VERDAD?” PILATO NO DEJA
RESPONDER A CRISTO:
“YO SOY EL CAMINO, LA VERDAD, Y LA VIDA”.
A pesar de que estaba convencido de la inocencia de Cristo (v. 38), Pilato salió para
ofrecer una alternativa a los judíos.
¿Barrabás o Cristo?
Pilato mismo no podía entender cómo era posible que los líderes influyeran en la
gente para que insistieran en pedir la libertad de Barrabás. El era asesino, malhechor,
ladrón, y lo opuesto al hombre que acababa de entrevistar. ¡Los líderes de los judíos
estaban ciegos! Precisamente eso era lo que Jesús había venido diciendo. Pero Pilato fue
igualmente ciego, injusto y débil.
DE LA RESIDENCIA DE PILATO AL CALVARIO, Y
DESPUÉS AL JARDÍN.
19:1–42
El imperio romano era conocido por su justicia. Había dado al mundo conocido de
aquel entonces una trilogía de palabras en latín que caracterizaba su dominio: lex, pax y
via (ley, paz y caminos). La “ley” aseguraba justicia al inocente y al culpable por igual.
Sin embargo, el gobernador romano Pilato, administró una ley totalmente injusta y
condenó a un inocente.
Pilato, el gobernador débil e injusto 19:1–16
Había un gran trecho entre lo que el gobernante creía de corazón y lo que hacía. Por
ejemplo, en Mateo 27:24 describió a Cristo como “este justo”. En Lucas 23:22: “Ningún
delito digno de muerte he hallado en él”. En Juan 18:38 dijo: “No hallo en él ningún
delito”. A pesar de estar convencido de la inocencia de Cristo, no tuvo ni el valor ni la
honestidad suficientes para portarse como un gobernador romano legítimo. Si Cristo era
inocente, víctima de la intriga de los judíos (Mateo 27:18), debería haberlo soltado. En
cambio, mandó que lo azotaran.
Hubo otro momento muy serio cuando oyó a los acusadores decir: “debe morir,
porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios” (v. 7). La frase impactó al siempre
supersticioso romano, moviéndolo a preguntar a Cristo acerca de su procedencia.
Al ver que el Señor no le contestaba, Pilato mostró su molestia citando la autoridad
que tenía. Fue entonces que Cristo dijo que había llegado a ese momento debido al
control de otra autoridad (v. 11). Agregó que el pecado de los judíos, quienes lo habían
acusado y entregado, era mayor que el de Pilato. Sin embargo, eso no exoneró al
gobernador; ¡culpable era!
EL PECADO, PECADO ES. LO QUE NOS IMPIDE
TENER LA VIDA ES NO ACEPTAR A CRISTO.
El colmo de la debilidad e injusticia de Pilato se notó al responder con miedo a las
acusaciones políticas de los judíos: “Si a éste sueltas, no eres amigo de César” (v. 12).
Político hasta la médula, y temeroso del voluble César, Pilato se rindió.
Crucifixión y muerte del Señor Jesucristo 19:17–37
Juan no incluye todos los detalles de la horrenda escena. Tenemos que leer los
cuatro evangelios para completar el cuadro. Pero ni uno ni todos los autores pudieron
describir lo que en verdad fue ese evento horrible. Como que Dios, a propósito, lo
encubrió, no queriendo que el hombre viera la totalidad del sufrimiento de su Hijo.
El título sobre la cruz (v. 19). El antagonismo político entre Pilato y los líderes
continuó. Pilato hizo poner sobre la cruz un rótulo que decía: “JESÚS NAZARENO,
REY DE LOS JUDÍOS”. Mandó que se escribiera en hebreo, griego y latín para cubrir
así todos los aspectos: de la religión, de la cultura y de la ley. Como el lugar de la
Calavera era público, todo el mundo podría leerlo.
Los soldados y la ropa (vv. 23–24). Los verdugos echaron mano de la ropa del
Señor como pago por su actuación lúgubre. En aquellos días, toda la ropa estaba hecha a
mano. La túnica se consideraba de un valor especial y no querían dañarla. ¡Quién sabe
dónde la había conseguido el Señor! Lo que ignoraban aquellos militares era que
estaban en esos momentos cumpliendo una profecía del Antiguo Testamento (Salmo
22:18).
EN LA CRUZ, EL SEÑOR LOGRÓ NUESTRA
SALVACIÓN. NO NECESITÓ, NI PIDIÓ, NI
RECIBIÓ, AYUDA DE NADIE.
Los discípulos alrededor de la cruz (vv. 25–27). No todos los que presenciaron
aquellos eventos macabros eran enemigos, aunque había bastantes. Entre ellos había
algunos amigos íntimos del Señor. Estaban las tres Marías y la tía. Junto a María madre,
estaba Juan, “el discípulo a quien él amaba” (v. 26). Naturalmente los dos estaban
agobiados por el dolor y la tristeza. El discípulo se colocó al lado de ella para ofrecerle
el consuelo que podía. Viéndolos, Cristo dijo con ternura, “Mujer, he ahí tu hijo” (v.
26), y luego a Juan, “He ahí tu madre” (v. 27). ¡Qué maravilla que en medio de su
sufrimiento y agonía, todavía pensara en su responsabilidad filial! En vez de pedir
ayuda, la ofreció.
En esos momentos reconoció que María, su madre, necesitaba la ayuda de Juan, no
que Juan la necesitara de María. Como lo usó en la boda en Caná, el término “mujer” no
era de desprecio ni de falta de respeto. Indicó en la boda que la relación con María había
cambiado ahora que había iniciado su ministerio. Ya no estaba sujeto a la dirección de
su madre porque ella no participaba en su ministerio, especialmente el de la cruz. No
hay absolutamente nada que indique que ella colaboró con él en lo que hizo en el
Calvario. Más bien, estaba entre los necesitados. Requería del consuelo de Juan y
espiritualmente, de la salvación que Cristo estaba efectuando.
El fin (vv. 28–37). No se encuentran en Juan todas las siete palabras últimas de
Cristo, pero sí la más importante, “Consumado es” (v. 30). No la pronunció como si
fuera el último suspiro de un moribundo. No eran las palabras de una víctima, ¡sino de
un vencedor! Ya había logrado su cometido. Es más; él mismo “entregó su espíritu”.
Cuando murió, los soldados no tuvieron que hacer nada más para estar seguros (v. 33).
La muerte singular de Cristo fue voluntaria y a propósito (10:13). ¿Qué era lo que se
había “consumado?” Cristo había cumplido la obra de redención del hombre (17:4). Se
había logrado la reconciliación, y Dios estaba satisfecho con el sacrificio perfecto de su
Hijo.
¡LA SERPIENTE FUE HERIDA EN LA CABEZA!
(Génesis 3:15)
La sepultura 19:38–42
Es interesante observar que los dos hombres involucrados en la sepultura fueran
creyentes secretos. José de Arimatea el rico, y Nicodemo el rabí, “tomaron, pues, el
cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas” (v. 40). No nos
toca criticar a estos hermanos por su fe oculta durante varios años. En ese momento en
que los discípulos estaban bajo la presión que los hizo correr para esconderse, estos dos,
con un valor admirable, se hicieron cargo de la sepultura de su amado Cristo. Sus
nombres han de brillar en el libro del Cordero.
¡PENSEMOS!
“¡Consumado es!” ¡Gracias a Dios! No nos resta hacer
nada más que creer. El hizo todo. Todavía es él quien provee
la fe para creer. “Porque por gracia sois salvos, por medio
de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por
obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8–9). El plan de
Dios provee todo lo que el hombre necesita para estar en
comunión con él; ha arrojado luz abundante sobre nuestro
camino. ¡No seamos como aquellos judíos ciegos que
rechazaron la luz!
13
Resurrección y Responsabilidad
Juan 20:1–21:25
“Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas
cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús,
y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros” (Juan 20:19)
“Como me envió el Padre, así también yo os envío” (Juan 20:21).
¡PENSEMOS!
Principiamos el presente estudio diciendo que el
Evangelio de San Juan presenta leche y viandas a la vez.
Para los nuevos creyentes, hay leche y pueden disfrutar de
los aspectos más sencillas de, por ejemplo, Juan 3:16. Este
mismo versículo ofrece también vianda para el creyente más
maduro. Ni este libro ni la Biblia nos defraudan nunca.
Cada vez que se abre, hay más tesoros que debemos
apropiarnos.
Aun cuando ya se haya pasado por sus páginas sagradas, conviene estudiarlo
repetidas veces. Así, el creyente se deleitará con sus enseñanzas y tendrá la oportunidad
de paladear sus viandas. Bajo la dirección del Espíritu, volverá a lamentar la condición
de aquellos judíos, felices con su ceguera, a pesar de la luz abundante que
contemplaron. De nuevo su corazón se regocijará considerando las señales, evidencias
de que “Jesús es el Cristo, el hijo de Dios” (20:31). ¡Qué privilegio sería sentarse a los
pies del gran Maestro y disfrutar de sus brillantes y a la vez penetrantes enseñanzas!
¿Luz? ¿Señales? ¿Enseñanza? Aprovecharlas es la clave de la vida eterna. Juan no
escribió para entretener a sus lectores, ni para llenar algún vacío que los demás autores
hubieran dejado. Presentó su mensaje para que el lector tuviera información digna de ser
creída. La reacción de los lectores del primer siglo o del presente, puede ser como la de
los ciegos que permanecieron en su ceguera o la de los que obedecieron la luz. En
palabras de Juan mismo: “Estas [cosas] se han escrito para que creáis” (20:31).
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Platt, A. T. (1995). Estudios Bı́blicos ELA: Para que creáis (Juan) (96). Puebla, Pue., México:
Ediciones Las Américas, A. C.
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Platt, A. T. (1995). Estudios Bı́blicos ELA: Para que creáis (Juan) (1). Puebla, Pue., México:
Ediciones Las Américas, A. C.