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Minas de Potosí
- Las armas son los artefactos en los que más evidente es esta diferencia
tecnológica. La ventaja que otorgaban las armas de fuego a los españoles;
frente a los arcos y flechas, las macanas, las lanzas y las cachiporras de
los incas; fue considerable.
Sin embargo para los historiadores como Raúl Porras Barnechea, Cieza
de León, Pedro Pizarro, hacen un profundo análisis sobre las causas de
la caída del imperio, más allá de las que ya se explicaron, veamos que
nos dice Porras Barnechea.
LA CAÍDA DEL IMPERO INCAICO*
(Comentarios de Raúl Porras Barnechea)
La llegada a Perú de los españoles se produjo después de dos viajes previos sin
éxito. Para su tercer viaje los socios Francisco Pizarro, Diego de Almagro y
Hernando de Luque, un sacerdote, contaban con el permiso de la corona
española en un tratado firmado por la emperatriz Isabel de Portugal. Este tratado,
llamado la Capitulación de Toledo, fue firmado el 26 de junio de 1529 y le daba
a Pizarro la autorización de conquistar las tierras que se llamarían Nueva
Castilla, de evangelizar a los nativos y de contribuir a la corona de España con
un quinto de todas las riquezas halladas y por hallar.
Fue en 1531 que la tripulación española llegó a las costas de Tumbes (el actual
Perú) y desde ahí se internó en el territorio del Tahuantinsuyo, llegando hasta
Cajamarca en 1532. Allí se encontraba el Inca Atahualpa, hijo de Huaina Cápac,
que en esos momentos disputaba el trono con su hermano Huáscar que
gobernaba desde el Cuzco.
Los españoles eran pocos en número, pero contaban con armas de fuego y
caballos. Ellos organizaron una emboscada al Inca Atahualpa cuando se
presentó en la plaza mayor de Cajamarca acompañado de su séquito. Se dice
que el cura (con la ayuda de un indio que hacía de intérprete) pidió al Inca
convertirse a la religión católica y someterse al rey de España. Ante los términos
desconocidos para el Inca, tiró al suelo la Biblia, lo que sirvió de pretexto para el
ataque sorpresa de los españoles. Atahualpa fue capturado y, para conseguir su
libertad, le ofreció a Pizarro llenar un cuarto de oro hasta donde llegara la altura
de su mano. El cuarto fue llenado, pero Atahualpa nunca consiguió su libertad.
Los conquistadores lo asesinaron en 1533.
Desde Cajamarca los españoles se movieron hacia el Cuzco, centro del imperio
incaico, conquistando los pueblos o consiguiendo el apoyo de los señores y los
grupos que se encontraban descontentos con el sistema establecido por los
incas. Esto hizo que la conquista del Tahuantinsuyo no fuera una tarea difícil
para los españoles
Tampoco fueron los elementos materiales: las armas y los caballos de los
españoles. Es cierto que infundían espanto los arcabuces y las cargas de
caballería, pero la superioridad de armas españolas estaba compensada en la
enorme superioridad numérica de los indios y el espanto primitivo causado por
los caballos desapareció pronto. Los indios trataban de evitar a éstos eludiendo
los llanos, combatiendo en las breñas, abriendo hoyos en los campos para que
se despernancaran los equinos. En el sitio de Cuzco varios indios se cogían de
las colas de los caballos impidiéndoles caminar. En la campaña de Benalcázar
contra Rumiñahui las cabezas de los caballos muertos eran colocadas en
estacas coronadas de flores.
Huayna Cápac era, a pesar de estos vicios, grave, valiente y justiciero. Los indios
le querían y le respetaban. "Era muy querido de todos sus vasallos" dice Pedro
Pizarro y Cieza afirma que "quería ser tan temido que de noche le soñaran los
indios". En sus manos no corría peligro la unidad del Imperio. Pero él creó el
germen fatal de la disolución: una sede rival del Cuzco, en regiones distantes y
apenas conquistadas y al crear la causa de la futura división incaica, allanó el
camino de los españoles. Si la tierra no hubiera estado dividida –dice uno de los
primeros conquistadores– o si Huayna Cápac hubiera vivido, "no la pudiéramos
entrar ni ganar".
No interesa aclarar para éste si dictó a última hora, como quieren algunos
cronistas, por medio de unas rayas pintadas sobre un bastón su decisión
dinástica. Hubiese ordenado en su testamento como único señor del Imperio
indivisible a Huáscar, Ninán Cuyochi o Manco Inca, o dispuesto la división del
Imperio entre Huáscar y Atahualpa, dejándole a aquél el Cuzco y a éste Quito,
la separación del Norte y del Sur se hubiera irreparablemente producido.
Atahualpa no fue sino el nombre propio de una insurrección regional incontenible
contra el espíritu absorcioncita y despótico de la capital: el Cuzco.
"¿De dónde os viene, vieja presuntuosa, el orgullo que os anima?" dice Quisquis
a Mama Rahua Ocllo, ex emperatriz venerada. El olvido o desdén por las
tradiciones incaicas llega, en este proceso de disolución, hasta la profanación.
Atahualpa allana la huaca de Huamachuco que le presagia mal fin, derriba al
ídolo y decapita al sacerdote. Huáscar desdeñaba las momias de sus
antepasados, según Pedro Pizarro; y Santa Cruz Pachacutic le acusa de haber
autorizado la violación de las vírgenes del Sol. Quisquis y Calcuchima realizan,
aun, el mayor desacato concebible a la majestad de los Incas: la momia de Túpac
Inka Yupanki fue extraída de su palacio, donde era reverenciada, y quemada
públicamente. Pero, la nota más característica de este desquiciamiento, que
perfila ya el desprestigio de la autoridad y el desborde sacrílego, es la
acentuación de la crueldad. Atahualpa escarmienta ferozmente a los cañaris,
haciendo abrir el vientre a las mujeres en cinta, y dar muerte a sus
hijos.Sarmiento de Gamboa, dice que Atahualpa hizo las mayores crueldades,
robos, insultos, tiranías, "que jamás allí se habían hecho en esta tierra". El relato
de las crueldades realizadas por los generales de Atahualpa en el campo y
Yahuarpampa contra los parientes de Huáscar, –mujeres, niños, ancianos–,
ahorcados, ahogados, muertos por hambre, es de una siniestra verdad. El final
del Imperio de los Incas estaba decretado no por el mandato vacío de los
oráculos, sino por el abandono de las normas esenciales de humanidad y
severidad moral, y de las fuerzas tradicionales que habían hecho la grandeza de
la cultura incaica.
* Publicado en: Revista de la Universidad Católica del Perú, Lima, mayo de 1935,
Año III, N° 13, p. 142-148. Reproducido en la revista Sollertia, año V, Nº VIII, oct.-
dic. del 1990, de donde se toma.
Bibliografía
http://aguilarenlinea.blogspot.com/2014/08/consecuencias-de-la-conquista-
del.html
http://comelibros01.blogspot.com/2014/06/explicaciones-sobre-la-caida-del.html
https://www.libertaddigital.com/opinion/agosto/la-caida-del-gran-inca-
1276233685.html
https://www.uv.es/~pla/solidaritat/justconq.htm