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DISCIPLINAR ES

ENSEÑAR
La infancia es un período de desarrollo en el
que se avanza y se retrocede, es un viaje
desde la completa dependencia hacia la
interdependencia.

- Bebés (0 a 1 año)
- Niños en edad de transición (1 a 3 años)
- Niños en edad preescolar (3 a 6 años) y por
- Niños en edad escolar (6 a 11 años).
Los primeros años de vida se caracterizan por un desarrollo
meteórico, un aprendizaje de múltiples habilidades día tras
día; sin embargo, cuando hablamos del desarrollo infantil el
avance siempre es inconsistente: tres pasos para adelante, dos
para atrás, cuatro pasos para delante, uno para atrás.
A los 4 años un niño es capaz de una
coordinación física sofisticada y de
mantener una conversación sobre temas
abstractos y profundos; unos momentos
después vuelve a ser un bebé que
necesita que lo carguen y que llora sin
consuelo porque le ganaron su taza
favorita.

Esto es así porque somos testigos del


trabajo de autoconstrucción constante
que es la infancia, un proceso de
crecimiento y regresión. Esta falta de
linealidad suele ser otro de los aspectos
desconcertantes de la niñez para muchos
adultos.
La disciplina es un proceso de enseñanza..

Se trata de aprender que las conductas de los niños


son como ventanas que nos permiten asomarnos a su
mundo interno para tratar de entenderlo. Esas
conductas intentan comunicar algo porque los niños
anhelan ser comprendidos.

Pensar en disciplina es pensar en límites y estructura


que permitan que el niño desarrolle paulatinamente
la capacidad de autorregularse tomando en cuenta
sus necesidades y las de los demás.
La disciplina es la manera en
que un padre, dice Brazelton,
guía el desarrollo moral de su
hijo; o como diría Fraiberg,
es la manera en que se educa
el carácter.
No estamos hablando de controlar y castigar, sino de
acompañar a un niño en el camino hacia la madurez y
darle los apoyos que necesite para desarrollar las
habilidades que le permitan aprender a regularse y
relacionarse con los demás.
La disciplina debería ser algo en lo que trabajamos
con nuestros hijos, y no un proceso que ellos vivan
de manera pasiva.

¿cuánto tiempo le hemos dedicado a reflexionar


sobre la manera en que disciplinamos o dejamos de
hacerlo?

La palabra disciplina, dice Fraiberg, ha adquirido


“mala reputación”. Tenía un origen respetable en su
raíz latina, pues establecía su conexión con aprender
y educar. Hoy se usa como sinónimo de castigo, y con
frecuencia castigo físico.
Ejemplo de disciplina.

Ernesto, de 6 años, está en la sala de espera del


doctor. Su mamá está con él. Ernesto está nervioso,
no sabe bien qué va a pasar con el doctor, ni si lo van
a inyectar o algo así. En consecuencia, no se puede
estar quieto. Su mamá puede:
a. Agacharse para hacer contacto visual con él, ponerle la mano en
el hombro y decirle algo como “Me imagino que estás nervioso
por entrar a ver al doctor, yo también me pongo un poco
nerviosa cuando voy con un doctor nuevo. Voy a estar junto a ti
todo el tiempo y cuidaré de que te expliquemos claramente lo
que vaya sucediendo. ¿Quieres correr un poco en el pasillo? ¿O
quieres dar unos saltos muy altos para que se salgan los nervios,
acá donde no molestamos a nadie?”.

b. Tratar de detener la conducta de Ernesto para poder seguir


contestando sus correos desde el teléfono, diciéndole lo mucho que
molesta con su inquietud al resto de las personas, cómo es increíble
que no se pueda quedar quieto ni 20 minutos, cómo su primo Raúl
fue también al doctor y no dio nada de lata, y pedirle por favor, por
favor y por favor que la deje concentrarse, amenazándolo con
diversos castigos si no se queda quieto.
Así que antes de pensar en qué hijos queremos tener,
deberíamos pensar qué tipo de padres deseamos ser, y luego
actuar en consecuencia; es decir, hacer el trabajo personal que
se requiere para poder ser padres conscientes y empáticos.

¿QUÉ NECESITAMOS PARA PODER HACER


DE LA DISCIPLINA UN PROCESO DE
ENSEÑANZA?
Lograr construir este tipo de disciplina depende mucho más de
los padres que de los hijos.

Son tres los requisitos indispensables para lograr


disciplinar desde la conexión, el respeto y la empatía:

1. Mantener la calma siendo conscientes de nuestro propio


estado mental.

2. Tener claras las reglas.

3. Conectar-validar-redirigir
ERRORES FRECUENTES AL DISCIPLINAR

Falta de estructura y consistencia (permisividad,


falta de reglas)

Nos pasa que confundimos proteger con dejarlo hacer de


todo, y no nos damos cuenta de que ser permisivo es una
forma de maltrato.

Un adulto a cargo libera al niño para poder explorar el


mundo y ser quien es. Los niños necesitan saber que hay
alguien que sabe lo que está bien y lo que está mal y que
procurará que se respeten las reglas.
ERRORES FRECUENTES AL DISCIPLINAR

Hablar demasiado: querer convencer, entrar en


discusión:

A los hijos hay que escucharlos para entenderlos y poder


conectarnos con ellos, porque así es mucho más probable
obtener su cooperación.

Cuando hablamos, hablamos y hablamos, nos desconectamos


de la otra persona. Son momentos en que nuestro cerebro
entra en un bucle que nos aísla del exterior. Lo peor es que nos
ataca la verborrea en los momentos más inoportunos:
Queremos convencer al niño de que debe comer verduras o de
que es necesario que se esté quieto, con la fantasía de que
nuestros absolutamente lógicos argumentos le harán decir:
“¡Ah! Ya entiendo, mamá, me quedaré sentado sin moverme
porque molesto a las personas de mi alrededor”. ¿Por qué le
pedimos que considere a las personas de su entorno sin
primero darle la experiencia de sentirse comprendido y tomado
en cuenta? Lo que el niño necesita no son argumentos sino
opciones.
No solo hablamos mucho, sino que además decimos cosas
innecesarias e ineficientes. Mientras más enojados, frustrados
o ansiosos estamos, mayor es la tendencia a la verborrea. Y
entonces, justo cuando lo que se necesita es conectar, la
cantidad excesiva de palabras crea un muro entre nuestro hijo
y nosotros, bloqueando la reflexión y el aprendizaje.
ERRORES FRECUENTES AL DISCIPLINAR

Desbordarnos:

Salirnos de nuestras casillas refuerza la mala conducta, pues


deja al niño desconcertado, intrigado y con la urgencia de
reconectarse emocionalmente, aunque sea a la mala. Es
frecuente que ante esta situación, el niño tenga que
experimentar una y otra vez para ver si vuelve a suceder
(¿volverá mamá a ponerse loca?) y para tratar de entender lo
sucedido.
ERRORES FRECUENTES AL DISCIPLINAR

Desbordarnos:

No se trata de que el niño quiera manipularnos, en realidad él


trata de entender y decodificar lo que sucedió. En ocasiones,
los desbordamientos por parte de los adultos también pueden
hacerlo sentir poderoso y esta puede ser, temporalmente, una
sensación agradable, aunque a largo plazo llega a ser
angustiante al sentir que no hay ningún adulto a cargo.
ERRORES FRECUENTES AL DISCIPLINAR

No conectar con las emociones del niño, ignorarlas:

Otro error frecuente cuando hablamos de emociones infantiles


es no tomar en cuenta lo que antes llamamos condiciones de
cuidado. Frecuentemente, somos los adultos los que llevamos
a los niños al límite de su ventana de tolerancia cuando no
consideramos su cansancio, hambre, estado emocional (ya sea
porque está irritable o muy emocionado).
ERRORES FRECUENTES AL DISCIPLINAR

No conectar con las emociones del niño, ignorarlas:

Cuando el niño está en cualquiera de estas situaciones, es


importante recordar que su ventana de tolerancia estará muy
reducida, y su cerebro inmaduro, menos capacitado para
funcionar de manera integrada, por lo que no es un buen
momento para tratar de enseñarle algo; en cambio, es una
buena ocasión para reconocer y nombrar sus emociones, darle
contención y, si es necesario, redirigir.
ERRORES FRECUENTES AL DISCIPLINAR

No dar espacio para que tomen sus decisiones y


asuman las consecuencias:

Muchas veces creemos que estamos dándole al niño el espacio


para tomar sus propias decisiones y que así construya su
propio criterio, pero cada vez que el niño toma una decisión, si
esta no es la que nosotros consideramos correcta, podemos
reaccionar de maneras muy interesantes para cualquier
observador y muy confusas para cualquier niño.
ERRORES FRECUENTES AL DISCIPLINAR

Castigar:

Muchas veces, cuando los padres llegan a las nalgadas o los


manazos es porque no encuentran ningún otro recurso para
abordar las faltas de los hijos, y si bien generalmente se
sienten culpables, al mismo tiempo tienden a autojustificarse
pensando “algo teníamos que hacer, ni modo que el niño
rompa el vaso y no pase nada”.

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